Apuntes Historia Mínima de La Guerra Civil
Apuntes Historia Mínima de La Guerra Civil
Apuntes Historia Mínima de La Guerra Civil
Guerra Civil: La fragmentación del poder unitario del estado por el surgimiento de
dos facciones armadas que compiten por el control de un mismo territorio y
población mediante el recurso a la violencia generalizada y extrema para lograr su
propósito y aplastar toda resistencia contraria.
El conflicto de nacionalismos en España es el centralizador vs el descentralizador. El proceso
de modernización hace que haya una pugna entre las zonas económicamente avanzadas y las
más retrasadas. Orden civil vs Orden militar.
La creación del mito de la Guerra Civil se divide en dos vertientes: Un mito heroico y otro
trágico. El heroico fue el primero en cristalizar con el objetivo de avivar la lucha armada:
El bando franquista utilizó una dialéctica de confrontación entre el bando católico
y anti-católico, de nacionales contra apátridas, Españoles vs anti-españoles.
Los republicanos se escindieron entre los que dieron importancia al aspecto de clase
(anarcosindicalistas y largo-caballeristas) o en el aspecto netamente político-
ideológico (republicanismo de izquierda, prietistas y comunistas de corte
soviético).
Es a partir de los años 60, con los hijos de los vencedores de la guerra y el desarrollismo
(aperturismo) donde se da un tratamiento del conflicto como “locura trágica”, de
culpabilidad colectiva en una matanza fratricida. Se buscaba el perdón y la reconciliación,
hecho inédito que además ayudaría a conformar paulatinamente la transición pacífica hacia la
democracia.
Sería a partir de los años 60 cuando también se daría una nueva corriente historiográfica más
rigurosa y científica, especialmente con la publicación de la obra de Hugh Thomas “La Guerra
Civil Española” en 1961. A ello le siguió una ola de publicaciones analíticas similares desde la
esfera angloparlante que penetrarían en España más tarde.
Tras la transición y especialmente con el sexenio (1981-86) se da el florecimiento de nuevas
escuelas historiográficas, especialmente la de Tuñón de Lara; regresan nuevos historiadores y
estudiosos con nuevas corriente historiológicas del extranjero; y se publican estudios cada vez
más concretos de ámbitos regionales (autonómicos, provinciales...).
Capítulo 2: La 1ª República
El fracaso del golpe de estado de los sublevados hizo que el entonces fenómeno rápido se
convirtiese en una auténtica guerra civil.
Primera Instrucción Reservada: Entregada a varios generales de prestigio donde se
perfilan las bases de una rebelión armada desde Marruecos y secundada por
varias guarniciones. El uso de la violencia extrema sería aceptado y el objetivo sería
implantar una dictadura de corte primoriverista, a la cabeza de la cual estaría el
entonces exiliado Sanjurjo.
Se tenía planeado el levantamiento el 17 de julio a las 17h en Melilla , justificado
inesperadamente por el asesinato de Calvo Sotelo el 13 de julio del 36. El levantamiento de
Melilla sería un éxito, con el encarcelamiento o fusilamiento de altos cargos militares leales a
la república. La metodología de purgar a altos cargos militares, ya fuese por leales a la república
o por fracasar en la insurrección sería una práctica habitual. El levantamiento se extendería
más tarde a Canarias, donde Franco daría pie a un manifiesto de corte nacional-
militarista autojustificativo, con base en el deber militar de defender a la patria de sus
enemigos.
El problema surgió en el transporte de las tropas de Gibraltar y Canarias hacia Andalucía
por el estrecho y así seguir una avanzada hasta Madrid, debido a la falta de aviones útiles y
pilotos, que se mantuvieron leales a la república (además existía un bloqueo naval debido al
forcejeo por los buques y las purgas a altos cargos de la Armada). Esto y la falta de apoyo de
todos los efectivos militares (muchos fueron leales a la república) imposibilitaron que el
levantamiento fuese rápido y efectivo.
La violencia se desataría con facilidad, en una lucha fratricida entre los leales y los
sublevados dentro del ejército, dando lugar a un reguero de sangre sin precedentes. Más de la
mitad de las víctimas de la represión de los sublevados se dieron en los primeros dos meses de
la guerra, como política de aplastamiento del enemigo y así evitar quebraderos de cabeza.
Por su parte, la violencia ejercida por grupos revolucionarios socialistas, comunistas,
sindicalistas y anarquistas contra derechistas, clérigos y otros grupos similares alcanzó los
55.000 a finales del conflicto.
El tercer gran éxito militar sublevado se daría en Andalucía, con una caída rápida de
Sevilla. Los próximos levantamientos se dieron en Navarra (con apoyo masivo de las
milicias carlistas), en Zaragoza, más tarde en Valladolid, y finalmente las plazas de Burgos y
Baleares (con excepción de Menorca), suponiendo un éxito rotundo. El 20 de julio se daría tres
éxitos más: levantamiento en armas de casi todas las guarniciones de Galicia, la suma de la
provincia de Vitoria y la posición de Oviedo contra el gobierno republicano. Como revés: la
muerte de Sanjurjo en un accidente aéreo.
El fracaso de la sublevación en más de la mitad del territorio peninsular dejó la impronta
necesaria para la guerra civil, con un bando republicano en manos de la franja norteña de la
costa cantábrica (de Guipúzcoa hasta Asturias, menos Oviedo), el triángulo oriental (Madrid,
Barcelona, Valencia, y hasta Málaga en la costa mediterránea) y la zona interior (de Badajoz
hasta Castilla la Nueva y La Mancha). Esta resistencia fue una combinación de los militares
leales y las milicias sindicales y revolucionarias.
Los fracasos republicanos forzaron la caída del ejecutivo de Casares Quiroga. Tras otra
intentona fallida, se formó un gobierno republicano de José Giral, que tomó la decisión de
licenciar las tropas y entregar las armas a militantes de los partidos y sindicatos de
izquierda. La combinación de militares y militantes fue crucial para las primeras resistencias
republicanas en lugares como Guadarrama. Así, los tres grandes fracasos sublevados se dieron
en Madrid, Cataluña y Valencia, en una mezcla de las lealtades de altos cargos militares y de la
resistencia miliciana con la cesión de las armas a los grupos sindicales.
España partida en dos
Tras cuatro días se presentó el escenario para la guerra civil: un empate inestable entre dos
bandos que se iban configurando a marcha forzada.
El territorio republicano sumaba el más densamente poblado y el de mayor potencial
industrial, pero de menor capacidad agraria y ganadera (cerca del 70% de la producción
nacional quedó en el bando sublevado).
Así, los insurrectos quedaron con una pobre infraestructura moderna y un mundo
ruralizado, pero con las mejores zonas de producción alimenticia. Esto permitió bloquear
la capacidad productiva de los mercados republicanos, y su pobre conexión entre las
distintas regiones hizo que muchas veces los productos no llegasen de un lugar a otro.
En cuanto al orden financiero, bajo la república quedaron la mayor parte de las oficinas
bancarias, los depósitos centrales de los cinco grandes bancos españoles y buena parte de
las reservas de oro del Banco de España. Esta ventaja se vio mermada por las irregulares
gestiones entre planes revolucionarios y centralizaciones más ortodoxas.
Por su parte, los sublevados, aunque con una aparente desventaja lograron salir del paso con
la asistencia crediticia del exterior y por una gestión interna centralizada y disciplinada.
Los republicanos, ante el deficiente estado de España solicitaron ayuda a los franceses, que
recientemente tenían un gobierno del Frente Popular.
Los sublevados y especialmente Franco demandaron la ayuda a Mussolini y Hitler para armas y
aviones, para que pudiesen transportar a las tropas a la Península.
Esto provocó la internacionalización del conflicto.
Tres objetivos principales del bando republicano:
1. Reconstrucción de un ejército combatiente regular, de mando centralizado,
obediencia y disciplina.
2. Reconfiguración del aparato administrativo del estado en un sentido centralizado
para hacer uso eficaz y planificado de todos los recursos económicos internos o
externos del país.
3. La articulación de unos Fines de Guerra compartidos por la gran mayoría de las
fuerzas sociopolíticas representativas de la población civil de retaguardia y susceptibles
de inspirar moralmente a esa misma población.
Capítulo 4: La construcción de una dictadura caudillista
Hubo una militarización de la vida sociopolítica basa en dos causas: la defensa de la patria
amenazada y la defensa de la fe católica. En favor de ello se concentraron los poderes en la
figura personalista de Franco, con una dictadura apoyada en tres pilares:
1. Un ejército combatiente
2. Una iglesia militante
3. Un partido único (al estilo fascista)
Hubo una clara purga de elementos civiles republicanos por parte del bando sublevado, así
como de los afines a los sindicatos o el reformismo republicano. Elementos de huelga o
sabotaje eran penados con la muerte, así como se estableció prontamente el toque de queda
y el control del movimiento de los ciudadanos del territorio dominado.
Cosmovisión de los sublevados: Ante la anarquía interior y amenazas externas el
ejército toma el poder para salvaguardar el bien nacional. Posteriormente, cuando se
haya calmado la situación, devolverán supuestamente el poder a las autoridades
civiles. Para ello se declaró el Estado de Guerra y quedó prohibido el derecho a
huelga.
De haber triunfado ese modelo (promovido por Queipo de Llano), se hubiese instaurado una
dictadura al estilo de Primo de Rivera. El problema fue la gran resistencia republicano-
sindical. Pese a ello, los sublevados se dividieron en tres frentes: El centro-occidental de
Mola, el sur sevillano de Queipo de Llano y el marroquí de Tetuán con Franco. La variedad
de posiciones políticas de los generales (accidentalistas como Franco, monárquicos,
republicanos conservadores, carlistas...) dio ese supuesto carácter neutral al
pronunciamiento, solo con un objetivo contrarrevolucionario y contrareformista, pero
destacado por el pretorianismo militar, militares los cuales tomarían el papel de salvadores de
la patria.
Franco: “Implantaremos una corta dictadura militar, su duración dependerá de la que
necesiten los organismos que con funciones especiales, un régimen nacional, servirán a
la nueva España. Después, cuando ello sea posible, el Directorio Militar llamará a
colaborar a los elementos que estime necesarios.”
Tres proclamas de las derechas hispanas y la rama militar:
1. Nacionalismo español integrista y oposición a la descentralización autonomista y
secesionista.
2. Profesión de la fe católica., identificada con la cruzada por Dios y España.
3. Fuerte anticomunismo y sus derivados (socialismo, marxismo en general, anarquismo,
o el liberalismo democrático).
La Junta de Defensa Nacional
Su creación por parte de Mola se dio en Burgos el 24 de julio de 1936. Fue un órgano
colegiado, un instrumento de la intendencia y la administración básicas, con el objetivo
único de gestionar lo mínimo hasta la toma de Madrid, siendo constituido como un mando
provisional. Su responsabilidad, eso sí, no fue bélica.
Un decreto del 13 de septiembre prohibiría los sindicatos y partidos de izquierda, con un
decreto del 25 del mismo mes que reforzará al primero. Estas medidas eran una suerte de
suave apoyo a las derechas, que secundaron generalmente al bando insurgente (desde los
monárquicos alfonsinos y su enorme cualificación/conexiones, hasta los militaristas carlistas y
falangistas).
Otros apoyos que ayudaron a la fácil gestión de la Junta fueron los de la Iglesia episcopal,
especialmente tras la persecución anticlerical republicana. El carácter de cruzada se
constataría en la instrucción pastoral “Las dos ciudades”, del obispo de Salamanca, en
clara línea agustiniana de las dos ciudades contrapuestas (la de los republicanos “sin Dios”, y
la de los nacionales celeste, “los hijos de Dios”). A cambio, una batería de medidas para
derogar la obra republicana y devolver el orden civil al catolicismo, desde la eliminación de
obras comunistas y socialistas, hasta la eliminación del divorcio o la contribución fiscal y la
oficialización de las fiestas católicas.
En el sentido laboral, la reforma agraria quedaría anulada, con una devolución
descontrolada de las tierras “invadidas por jornaleros” a sus antiguos dueños. En un
sentido similar existiría la represión del proletario industrial, tan alineado con las izquierdas. Se
intentaba crear “productores disciplinados”, donde el interés nacional superaba por mucho el
individual.
Tras los triunfos de Franco (avance récord hasta Madrid, toma del Alcázar de Toledo) se
planteó la necesidad de unidad, especialmente por lo desarticulado del órgano colegiado y la
falta de un principio de autoridad único e indiviso, tan anhelado por los militares. Además se
sumaban presiones extranjeras de Hitler y Mussolini, que dieron su apoyo a Franco, presente
interlocutor. Tras dos reuniones en el aeródromo de Salamanca se aprobaría el principio de
disolución de la Junta y el nombramiento de Franco como “Generalísimo”, y
posteriormente también “Jefe del Gobierno del Estado Español”. La transmisión de poderes
se daría en la Capitanía General de Burgos del 1 de octubre del 36.
El Caudillo de España y la Junta Técnica del Estado
A partir de ese 1 de octubre empezó el culto a la personalidad del ahora llamado Caudillo,
figura capaz de fusionar los poderes omnímodos del Estado y el Ejército, con consignas tales
como “Una patria, un Estado, un Caudillo”. Su primera medida sería la creación de la Junta
Técnica del Estado, con un objetivo de gestionar la administración hasta el fin de la guerra,
la cual se vertebró en siete Comisiones (los futuros ministerios). El peso del ideario
falangista quedaría plasmado no tanto en los mandatarios (ninguno falangista), sino en los
primeros discursos del Caudillo. Otra de las nuevas medidas sería la integración de las
milicias carlistas, aplastando todo poder intransigente (Fal Conde) y demostrando en una de
sus primeras veces el como no temía subyugar a sus aliados.
Con la vuelta de Serrano Suñer tras su aprisionamiento en Madrid, el cuñado sería el mentor
de Franco. Una medida clara se dio en el 37, pues siguiendo los consejos de su cuñado y sin
consulta de los interesados se unificarían todos los partidos derechistas en la Falange
Española Tradicionalista y las J.O.N.S (Junta de Ofensiva Nacional-Sindicalista), al modo
de los regímenes fascistas unipartidistas. Así, el poder de Franco se extendió ahora como
líder también del partido, y no solo del ejército. Este hecho también beneficio a la Falange,
dotándola de un nuevo jefe, dándose una relación de mutuo interés.
Elementos del filo-fascismo:
1. Sindicalización corporativista y encuadramiento orgánico de las masas
civiles.
2. Caudillaje legal e irredentismo imperialista.
3. Símbolos y rituales políticos en forma de culto a la personalidad.
4. Implementación del saludo “a la romana”, el Yugo y las Flechas, la camisa
azul...
En suma, el franquismo bebería no tanto del conservadurismo u otros movimientos, sino del
fascismo (o dicho de otra forma, de los regímenes totalitarios italiano y alemán).
El Gobierno de la Victoria
El 30 de enero de 1938, Franco anunciaría la formación del primer gobierno regular en
sustitución de la Junta Técnica del Estado. Las carteras serían distribuidas entre militares,
falangistas (carteras sociales), un carlista (cartera de Justicia) y el monarquismo alfonsino
(Educación y Hacienda). El mismo día se aprobaría la “Ley de Administración Central del
Estado”, vinculando la presidencia del gobierno y la jefatura del estado (Franco sería
absoluto, solo responsable “ante Dios y la Historia”). Ese año 38 (segundo año triunfal) se daría
un informe desde el representante británico a Londres de la buena situación del bando
franquista.
La depuración en la educación en pro del nacional-catolicismo dio lugar a la sanción o
expulsión de miles de maestros. Dicha limpieza también se manifestó en la creación de
juicios sumarísimos y concejos de guerra que terminarían muchas veces en la ejecución, a
modo de violencia ejemplarizante para intimidar a adversarios políticos y someter a la
población civil. Los paseos eran otra forma de violencia, siendo tal esta que se cuenta que cerca
de 100.000 personas perdieron la vida durante la guerra civil solo por la represión
cruenta.
En la vertiente política, Franco empezó a dilucidar la instauración de un régimen vitalicio,
muy distinto al transitorio propuesto en un inicio y descartando tácitamente la posibilidad de
una monarquía al estilo de la de Alfonso XIII.
Ya el 9 de marzo se crearía la primera “Ley Fundamental”, el Fuero del Trabajo, que
consideraba la huelga como “delito de lesa patria”, a la que seguiría la “Ley de Prensa”, que
daba lugar a un marco de férreo control de toda expresión pública e instauraba la censura
como método habitual. Estas medidas a veces harían que algunos sectores viesen mermados
sus poderes o temiesen por un absoluto personalismo en la figura de Franco que, sin embargo y
pese a pequeños roces, no constituiría ningún gran problema a la larga, pues Franco
representaba tanto el futuro del ejército, como el cruzado de la Iglesia y el líder de la
Falange.
Capítulo 5: Guerra y Revolución en la España republicana
El gran dilema del bando republicano: ¿se luchaba por reinstaurar un modelo democrático o
por una revolución social incipiente?
La mermada capacidad militar estaba ligeramente compensada por la retención de dos
tercios de la aviación por parte del bando republicano, además de la flota de guerra (algo
anticuada). Pese a ello, y la muestra de diversos generales leales, los gobiernos se enfrentaron
a diversos problemas, como la falta de ayuda exterior (el retraso francés, la hostilidad
británica, la no-intervención de Europa en general...) y lidiar con dos frentes: uno sublevado
exterior, otro revolucionario interior. El gabinete de Giral, republicano y algo diverso, no
contaría con apoyos sociales ni capacidad efectiva por la debilitación de las instituciones
estatales; además, no habría un apoyo sindical fuerte.
La tarea de disciplinar y jerarquizar el ejército se encontró con un revés: las milicias
revolucionarias, en muchos casos antimilitaristas y de carácter autónomo, negándose a
seguir órdenes o incluso a entregar las armas. La multiplicidad de milicias autónomas era
enorme, tanto como el problema de dirigirlas para estrategias o avanzadas comunes con el
Estado Mayor. Este problema se agravó con la aparición de organismos de carácter político-
administrativo en cada zona territorial con cariz revolucionario: en Cataluña, el Comité
Central de Milicias Antifascistas de Cataluña; en Valencia, el Comité Ejecutivo Popular del
Levante... Se dio una atomización del poder político.
Las colectivizaciones también fueron un problema severo, especialmente en zonas de
predominio anarquista como Cataluña, colectivizaciones las cuales fueron un traspiés para la
economía republicana y su modelo en general. Se expropió cerca el 40% de la superficie útil,
con un 54% de la cual quedó colectivizada (en zonas agrarias). En áreas urbanas también
quedó patente, bajo el control obrero, como el caso de Barcelona, con hasta los cines siendo
colectivizados. El último problema interno de severa importancia fue la represión hacia los
enemigos de clase (derechistas, sacerdotes, burgueses, supuestos afines a los sublevados...),
la “vergüenza de la república”, incontrolable espiral de venganza, primero
desregularizado, luego más ordenado mediante tribunales populares). Los paseos, por su
parte, fueron obra criminal apadrinada por fuerzas sindicales y revolucionarias, con complicidad
forzada o voluntaria de la autoridad. Si la fuerza represiva de los sublevados fue ordenada y
metódica, la de los revolucionarios fue apasionada y autónoma, con más apoyo de ellos que de
las autoridades (las cuales intentaban detener esa suerte de justicia auto-otorgada).
A favor de la guerra: Republicanismo burgués, PCE y Prieto.
A favor de la guerra y la revolución: Lago-Caballero.
A favor de primero la revolución y luego la guerra: Anarcosindicalismo (CNT-FAI).
Junta de Defensa de Madrid: Órgano de carácter netamente militar, con Miajas y Rojo al
frente, con el objetivo de defender Madrid. No había un órgano ejecutivo, no había
homólogos a los ministros; eran militares designados por Azaña y gente del gobierno.
Hacer la Revolución o Hacer la Guerra
La banda socialista negaba la posibilidad de reconstruir el ejército, mientras que
anarcosindicalistas y revolucionarios largo-caballeristas no pretendían ceder a sus
proclamas por la revolución de clases. Las milicias debían existir sí o sí. Lo mismo opinaban
otros, como los militantes de la CNT o el pequeño pero activo POUM.
Se fraguó una alianza entre el republicanismo burgués de Giral, el socialismo de prieto y el
comunismo ortodoxo del PCE (uniendo el poder central y menguando el poder
revolucionario), basado en tres variables:
1. Fragmentación y recelo mutuo de las fuerzas revolucionarias. Medidas radicales
colectivistas o toma del poder político e instauración de la dictadura del
proletariado/anarquista.
2. Perfil internacional hostil a proclamas de un cariz local como ese y en medio de una
guerra total.
3. Posibilidad de fragmentar el acuerdo entre los revolucionarios y burgueses
reformistas.
El fragor de la guerra propiciaría que las fuerzas sindicales estuviesen abiertas a hacer
sacrificios. Los fracasos milicianos hicieron patente la necesidad de organización, sobre todo
ante la falta de líderes anarquistas. De la misma forma, ante una guerra total hizo falta una
reconsideración de la economía, orientada a estos preceptos:
1. Aumentar la jornada laboral.
2. Proscribir las huelgas y disminuir los descansos.
Se pasó de “el que no trabaja en el capitalismo es un héroe de clase” a “el que ahora no
trabaje es un fascista”. La fiesta revolucionaria de inicios de la guerra se topó finalmente con
la realidad cruda de una guerra. Esto llevó a la reducción a la mitad de la productividad tanto
en fábricas como en los campos, además de una inflación galopante (precios en Barcelona
en junio del 36: índice de 100; febrero del 38: 372).
Tras mes y medio inestable, Giral dimitiría y se nombraría a Largo Caballero como nuevo
jefe de gobierno.
Los gobiernos de Largo Caballero
El nuevo gobierno estaría compuesto por miembros del PSOE, otros miembros de partidos
como Unión Republicana o ERC, y por primera vez dos miembros del PCE (por orden de la
Internacional Comunista con el objetivo de expandir la influencia soviética). Asimismo, más
tarde se sumaría otro miembro sin cartera del PNV; finalmente cuatro ministros anarquistas se
conocerían el 4 de noviembre, con el cambio de gobierno y el traslado de este a Valencia. Este
gobierno heterogéneo tendría poca vida: siete meses.
Las voluntades revolucionarias anarquistas chocaron con el reformismo prietista, el
sincretismo entre revolución y estatismo largo-caballerista y el idealismo republicano-
democrático comunistas.
Se pretendió, de todas formas, restaurar las competencias interiores, todo mediante el
Estado Mayor Central, que intentó planear la defensa republicana (diseño del Plan P para
recuperar Extremadura). Junto a la llegada de las primeras tropas de las Brigadas
Internacionales se logró la primera victoria defensiva: la defensa de Madrid del 36.
Medidas tomadas por el gobierno republicano:
1. Reposición de alcaldes y otras figuras parecidas.
2. Vuelta a la reactivación económica.
3. Retorno a la diplomacia denunciando la no-intervención: éxito con la Unión
Soviética.
Gasto republicano de la guerra cercano a los 750 millones de dólares (venta de las reservas de
oro, plata y otra clase de créditos o divisas). Las derrotas franquistas múltiples no
revalidaron la autoridad de Largo Caballero, pues fueron obra de dos grupos distintos:
líderes militares como Miaja y Rojas, y líderes del PCE.
El PCE, con su alta militarización, la propaganda y el apoyo soviético se convertiría en una
organización de masas, multiplicando sus apoyos. Este ascenso meteórico contrastó
fuertemente con la fractura socialista entre prietistas y largo-caballeristas. Pese a ello, sus
intereses fueron comunes con los comunistas, y contrarios a los de los revolucionarios
sociales (CNT-FAI y POUM).
La oposición de Largo Caballero y el PCE creció, acusando el primer de proselitismo y
quitarle apoyos al segundo. Asimismo, el PCE se confrontó con la CNT-FAI y el POUM,
ejemplificado con las Jornadas de Mayo del 37. Se produjo un giro entonces del PCE, cuyo
objetivo efectivo fue el intento de eliminación total del POUM. Ejemplo de como el PCE se
desmarcaría de los intentos democráticos y se sumaría definitivamente a la eliminación del
contrario político está en su apoyo a la NKVD y el asesinato del líder anarquista Andreu
Nin.
El cambio de ofensiva de Franco, pasando de Madrid a Vizcaya, acentuó las tensiones en
el seno del gabinete. Esto condujo a las Jornadas de Mayo del 37, que hicieron que en el
gabinete todos pidieran a los líderes anarquistas que se pusiese fin al motín. El saldo fue la
derrota de la Revolución Social en favor de una República Democrática (interclasista),
además de la instauración del gobierno ante la vergonzosa actuación de la Generalitat. Toda
esta acción ya no sería obra del gobierno de Largo-Caballero.
Los Gobiernos de Negrín
Negrín quiso componer un gabinete con una idea común: ganar la guerra. Fuera las
proclamas revolucionarias, un gobierno netamente formado por partidos políticos, nada de
sindicatos. Los motivos para escoger a Negrín fueron dos:
1. La preferencia de la URSS.
2. La decisión de Azaña: Prieto debía estar en un puesto militar, donde era
insustituible; además, sus prontos eran repentinos e incontestables.
El objetivo de Negrín centrado en la guerra se vertebró en dos posibilidades: el estallido de la
guerra en Europa, obligando a las demás naciones a participar; o bien resistir el máximo
posible para tener las mejores condiciones en la capitulación. En la política exterior debía
mantenerse el apoyo soviético; en la interior debían reforzarse los lazos con el fortalecido
PCE. Pese a todo, los reveses en la guerra y la falta de ayuda franco-británica dejaron un
panorama penoso en la retaguardia. Asimismo, las fuerzas de Negrín estaban divididas entre los
suyos, partidarios de una guerra y defensa a ultranza, y los de Azaña, partidarios de la
intervención franco-británica para negociar la capitulación con Franco en el mejor resultado
posible.
El crecimiento del PCE se ira deteniendo y su influencia aislando. La quiebra en de la
amistad entre Negrín (guerra total) y Prieto (rendición y diplomacia con Francia y líderes
republicanos, socialistas y anarquistas) llegaría ya en 1938, con la conquista de Teruel de
manos de los franquistas y su llegada a la desembocadura del Ebro, partiendo la zona
republicana en dos. Finalmente Negrín cesó a Prieto. Tras el Pacto de Münich
(desmembramiento de Checoslovaquia en favor de Alemania) y la falta de apoyos de Francia y
otras naciones, Negrín solo buscaba un mínimo de condiciones favorables para evitar el
exterminio de miles de republicanos tras la derrota o rendición. El último plan ante el avance
franquista fue el exilio a Francia, donde medio millón de civiles y militares fueron hacia el
país galo, incluido Azaña.
La resistencia final se decidió entre Madrid y Valencia, con un deambular de Negrín.
Cuando Francia y Gran Bretaña reconocen de iure al gobierno de Franco, Azaña dimite y su
sucesor se niega a coger el cargo, provocando una crisis institucional a la que se sumaría una
sublevación profranquista en Cartagena. Finalmente, Segismundo Casado, jefe del Ejército
del Centro se sublevó contra el gobierno por considerarlo ilegítimo ante la dimisión de
Azaña (cinco días de guerra entre casadistas y comunistas). Negrín decidiría irse al exilio en
Francia. Casado fracasaría en el momento en que sus esperanzas de negociar con Franco
quedaron en nada, ya que el Generalísimo deseó una derrota “sin condiciones”. En dos días se
ocupó Madrid, y finalmente poco después el puerto de Alicante.
Capítulo 6: La Dimensión Internacional
Ni es cierto que las autoridades moscovitas deseasen iniciar una revolución antes de que se
diese la propia Guerra Civil (preocupados en parte por formar una alianza con franceses e
ingleses en contra de los nazis), ni tampoco que hubiesen pactos bélicos con Alemania e
Italia antes del conflicto por parte de los insurgentes.
La presencia internacional tuvo cabida gracias especialmente al carácter de microcosmos
europeo que representó España en ese momento, reflejo grotesco de la realidad política
continental. Así se entienden mejor los apoyos dado por parte de los diversos estados a los
bandos afines, sumado a ello la interesada y pasional opinión pública.
De todas formas, la Guerra Civil se entiende mejor como una consecuencia del periodo de
entreguerras, protagonizado por el rearme bélico y la confrontación de las nuevas ideas
sociopolíticas surgidas como respuesta a la crisis post-guerra y los problemas económicos
devastadores: el bando social-democrático (reformista), el fascista (reaccionario) y el
soviético/marxista-leninista (revolucionario). El inicio del conflicto español (1936)
coincidiría precisamente con una coyuntura crítica irreversible del marco de las relaciones
internacionales, internacionalizando consecuentemente la guerra
Esta crisis tendría un doble origen: el fracaso de la Sociedad de Naciones a falta de la
integración de Estados Unidos (y la tardía incorporación de Alemania y la Unión Soviética), y
la severa crisis del crack del 29, que arrastraría un cataclismo para las relaciones
interestatales. Así, las amenazas de los regímenes contrarrevolucionarios no se hicieron
esperar, con planes de expansionismo militar (Italia con su dominio mediterráneo, Alemania
con el Lebensraum) a base de intimidación, fuerza bélica y revisionismo de las fronteras. Pese a
ello, estos intereses de las potencias reaccionarias tendría ciertos problemas, debido a los
intereses mutuos en Austria y la zona de los Balcanes.
Otra amenaza para los antiguos aliados suponía ahora el régimen soviético, pues con el
triunfo del bolchevismo todo el arco político temía el inicio de nuevas revoluciones con un
conflicto parecido a la Gran Guerra. Pese a ello, la diplomacia stalinista se había moderado
debido a la necesidad de crear alianzas con otras potencias ante el peligro alemán y japonés;
temiendo que un posible conflicto se diese con la connivencia capitalista, la Unión Soviética
desistiría en sus intentos revolucionarios radicales y entraría en una fase de creación de
vínculos para una protección conjunta (entrada a la Sociedad de Naciones o un pacto de
asistencia mutua con Francia).
El primer hachazo al sistema internacional lo dio Japón con la ocupación de Manchuria,
en contra de los deseos de la Sociedad de Naciones. Más tarde vendría la salida de la
Sociedad y el rearme alemán, la ocupación militar de Abisinia por parte de Italia y la
militarización de Renania. la respuesta franco-británica a esto fue la política de
apaciguamiento, con intentos diplomáticos de contentar los intereses revisionistas de Italia y
Alemania sin dañar los intereses vitales propios, tratando de establecer un statu quo controlado.
El eje franco-británico no podía permitirse la guerra por cuatro motivos:
1. Debilidad económica.
2. Debilidad militar en un conflicto trilateral (Japón en Oriente, Alemania en Europa
Central, Italia en el Mediterráneo).
3. Situación diplomática desventajosa con el aislamiento estadounidense y el peligro
soviético.
4. Fragilidad política: gran rechazo de la opinión pública.
De esta manera se entiende la no-intervención franco-británica, el intervencionismo en busca de
aliados de la Unión Soviética, y la ayuda militar ítalo-germana en base al revisionismo y la
necesidad de la primacía fascista en el Mediterráneo.
El desigual proceso de internacionalización del conflicto
Ya al empezar la guerra tanto Giral como Franco se movieron rápidamente para solicitar ayuda
en el extranjero.
Giral: Solicita ayuda a una Francia dominada en el gobierno por el frentepopulismo
del socialista Léon Blum. Pese a la afinidad e incluso espíritu de ayuda de este y la ala
izquierdista del gobierno, cuando la noticia de la posible ayuda a la España republicana
se filtra provoca una división social entre los favorables a la intervención
(izquierdas) y los no-intervención (derechas). Pese a las ventajas de que ganase la
república (reducto de Francia para llegar a sus colonias africanas), había dos
motivos que desalentaban el apoyo: la hostilidad hacia el síntoma revolucionario de
la república y el miedo a desencadenar una guerra europea. Otro problema fue la
neutralidad británica, inestimable apoyo en esos momentos.
Los británicos, dirigidos por los conservadores, vieron en la Guerra Civil una suerte de
obstáculo para su política de apaciguamiento. Asimismo, la creencia de que el ejército
republicano estaba formado en la retaguardia por puras milicias revolucionarias hizo que los
ingleses optasen antes por la neutralidad, con cierta preferencia a los insurgentes debido a la
facilidad para controlar su economía mediante la libra y para disuadirlos con la Royal Navy. La
neutralidad adoptada implicaba el embargo y la prohibición del transporte, dándose así una
neutralidad benévola con los sublevados.
Franco: Aunque en un inicio la ayuda que solicitó a Alemania no fue fructífera,
mediante dos empresarios nazis Franco logró que el Führer enviase una serie de
aviones de transporte y y cazas que permitieron el transporte de las tropas
situadas en África a la península. Motivado por la necesidad de retirar posibles
aliados a Francia y seguir con su causa anticomunista Hitler tomó esa decisión
afirmativa. Por su parte el Duce apoyaría a Franco una vez supiese la decisión del
líder alemán, la división francesa y sobre la neutralidad británica; la ayuda se
centraría en más aviones para el transporte a Sevilla y una expedición militar a
Mallorca. Más tarde aparecerían otras necesidades, como la del hierro y la pirita,
interés alemán sobre todo, y también se sumaría a estos intereses la posibilidad de tener
un campo de pruebas para ensayar estrategias y armas nuevas.
Otro gran apoyo fue el proporcionado por Portugal, dirigida en ese entonces por Salazar, quien
viendo peligrar el futuro del Estado Novo por la aparición de las fuerzas comunistas daría
su apoyo a los sublevados. Su ayuda se centró en el transporte de armas y las
comunicaciones, así como permitir la presencia de los “viriatos”, es decir, hombres reclutados
para servir en las tropas españolas. Asimismo, el apoyo diplomático también fue indispensable.
La política de no intervención colectiva
Al descubrir la intervención ítalo-germana, Francia replanteó la posibilidad de intervenir en
España, pero por los mismos motivos prefirió tomar otra medida: la creación del Acuerdo de
No Intervención en España, con el cual se prohibiría el transporte de armas y municiones,
así como su venta a los españoles, haciendo que los demás no hagan lo que ellos no podían
hacer. El acuerdo lo suscribieron 27 estados, con excepción de Suiza debido al imperativo
constitucional de neutralidad. Fueron más declaraciones políticas que tratados de obligado
cumplimiento.
Gran Bretaña vio en este acuerdo la posibilidad de cumplir sus cuatro objetivos:
1. Confinar la lucha dentro de España.
2. Frenar la ayuda francesa a la República.
3. No alinearse con los soviéticos en el conflicto.
4. Evitar el conflicto con Italia y Alemania.
Incluso con la creación de un Comité de No Intervención y la previsión de juicios con pruebas
sustanciales (exclusivos a estados miembros), la medida fue una ilusión, puesto que Italia,
Alemania y Portugal siguieron prestando ayuda a Franco, ya fuese mediante armas,
transporte o apoyo logístico. Durante este tiempo es que se establecería el “eje Roma-Berlín”
(alianza militar esencial para la prueba de material militar). A esto se sumó la verdadera
falta de intenciones y fuerzas de los franceses e ingleses, provocando irremediablemente una
situación nada ventajosa para la República y favorable para el bando sublevado. Estados
Unidos también secundó el pacto, tanto por motivos del aislamiento, como por su
alineamiento usual con el eje franco-inglés, como por el temor de la pérdida de votantes
católicos al dar su apoyo a la república.
La única ayuda abierta fue dada por el México de Cárdenas, con el transporte de armas y
apoyo diplomático. Para conseguir aún más armas, debido a la falta de un mercado abierto se
recurrió a un mercado negro, con compras de armas antiguas a precios desorbitados en
diferentes países como Polonia, Turquía o Checoslovaquia. Asimismo, el catolicismo se
alinearía disimuladamente con los franquistas debido al fervor antirreligioso del bando
republicano.
Aunque todo pareciese perdido, el cambio de actitud de la Unión Soviética en relación con la
Guerra Civil proporcionaría una ayuda inestimable para la defensa de Madrid.
El giro de la Unión Soviética y sus implicaciones
En un inicio los soviéticos decidieron no apoyar la intervención, llegando a firmar el
Acuerdo con el objetivo de no alinear a los franceses y británicos con los fascistas y así
provocarles mayores problemas. Sin embargo, a causa de la política de no-intervención se
darían envíos de armas a partir del octubre del 36 al estilo ítalo-germano. Los motivos
fueron sencillos: evitar el deterioro de la posición francesa y testar la futura coalición
antifascista. Así, las dos formas de ayuda se materializarían en la formación de Brigadas
Internacionales y el envío directo de armas. La creación de estas brigadas, secundado por
una plétora de partidos comunistas alrededor del mundo, hizo que cerca de 35.000
voluntarios llegasen a ayudar, ejemplo más de valor solidario que militar, y esencial hasta el
38. Esta ayuda soviética fue esencial también por los asesores militar enviados. Súmese
también la no intervención relajada de Blum, haciendo la vista gorda en el contrabando de
armas.
Se habla del “oro de Rusia”, mas no del “oro de Francia” por motivos políticos. La respuesta
alemana al apoyo soviético se materializó en la creación de la Legión Cóndor, con un apoyo
mayor al bando nacionalista. Por su parte, los italianos, aunque más tarde mostraron mayor
apoyo incluso por el interés estratégico: se creó así el CTV (Corpo di Truppe Volontarie),
cuyos efectivos fueron de 40.000 hombres, pero ascendieron hasta los 73.000 con el devenir
de la guerra. A eso hay que sumarle los 6.000 hombres de la Aviación Legionaria.
La internacionalización fue inevitable en este contexto. Los británicos, de todas formas,
intentaron evitar la escalada intervencionista mediante una serie de controles terrestres y
navales formado por miembros neutrales y con buques de las cuatro grandes naciones
occidentales (no la Unión Soviética). La medida fue un fracaso y el Comité de No
Intervención sería visto como una farsa.
El lento desahucio internacional de la República
Las dificultades soviéticas para el envío de armas (logística y transporte dificultados por un
Mediterráneo altamente vigilado y una vía Atlántica a la expectativa de la arbitrariedad de las
autoridades francesas) decantaron la balanza a favor del bando franquista (que seguía
recibiendo las remesas militares de Alemania e Italia). Pese a los esfuerzos de Negrín para
lograr un apoyo de franceses y británicos, nada se logró, pues las dos naciones preferían evitar
un conflicto europeo a gran escala.
La única gran medida sería la conferencia de Nyon para evitar el hundimiento de más
barcos de mano de la flota italiana (no mencionada para evitar más conflicto). Así se hizo una
red de vigilancia enorme en el Mediterráneo que dificultó la ayuda de Mussolini a Franco.
Tras ello, la tensión diplomática cambió su eje, pasando de España a Alemania tras la
anexión de Austria en el 38 (con el consentimiento italiano), lo que provocó únicamente la
apertura de fronteras francesas en la zona de Cataluña para el transporte de material militar.
Pese a todo, la presión británica hizo que Francia clausurase las fronteras nuevamente.
Los motivos británicos para esa política benevolente con los franquistas fueron tres:
1. Aunque quisiera, Franco no podía permitirse una guerra.
2. Para la reconstrucción económica recurrirían al crédito británico.
3. No entrarán en conflicto por la clara inferioridad naval.
El último hachazo a la República se dio con el desmembramiento de Checoslovaquia a causa
de las intenciones alemanas de hacerse con los sudetes (de mayoría alemana). La resolución en
Múnich formó el Pacto Cuatripartito que tanto perseguía Gran Bretaña. Si no ayudaron a los
checos, menos aún a la república (esas fueron las conclusiones del bando republicano al
menos).
Cuenta Albert Speer, “el arquitecto de Hitler” y hombre cercano al Führer, (Memorias)
que Hitler consideró aquella penetración como la más osada de todas sus empresas militares
porque «no teníamos un ejército digno de tal nombre: ni siquiera habríamos podido
imponernos a Polonia. Si los franceses se hubieran puesto serios, nos habrían vencido
fácilmente» (pp. 135-136). Evidentemente, la historia fue la que fue y los contrafactuales a
estas alturas sólo sirven para lamentarnos.
Capítulo 7: El curso militar
Se suponía que la guerra sería breve, pero la resistencia miliciana, la posterior ayuda
soviética y la consecución de una estructura militar más ordenada permitieron a la
república extender el conflicto y resistir la ofensiva insurgente.
Desde un inicio los rebeldes contaron con una ventaja: tenían un ejército. La República vio
todas sus bases destruidas y un ejército desorganizado. Desde un inicio los sublevados
contaron con una fuerza de alrededor de 140.000 hombres entre reclutas ordinarios, agentes
del orden público y tropas africanas; a ello súmese los voluntarios. Hasta el final, mediante
reemplazos se logró enrolar a 1.260.000 hombres en las filas del bando nacional.
Por su parte, el mayor problema de la república fueron las milicias, cerca de quince en algunos
momentos que luchaban cada una de forma cuasi autónoma. A ello se añadió también la
paulatina falta de voluntarios , que hizo replantear a estas filas sindicales y revolucionarias la
necesidad de una verdadera estructura militar organizada, y la falta de armas. Hasta el final de
la República se movilizaron mediante reemplazos hasta a 1.700.000 efectivos.
Si no es considerado genocidio es porque la ONU no acepta las variables política y cultural
dentro del vocablo “genocidio”.
No sería hasta la llegada de Largo Caballero que se crearía el Estado Mayor del Ejército,
formado por militares profesionales, lo que al menos ayudaría a la dirección estratégica del
futuro Ejército Popular de la República.
Por otro lado, el bando insurgente tenía clara la estrategia: la ocupación necesaria de
Madrid, capital del poder, mediante una avance de distintas columnas repartidas por el
territorio. Mediante esta estrategia y la ayuda ítalo-germana Franco avanzaría desde Sevilla por
la Vía de la Plata (no el camino más rápido) para conquistar Badajoz y así asegurar las
comunicaciones con Portugal y la zona sublevada norte; el objetivo se cumple. El avance
arrollador se dio hasta el Alcázar de Toledo, victoria simbólica que pese a dar un tiempo
invaluable a la República (brigadas internacionales, ayuda soviética, reformación...), también
consolidaría a Franco como líder indiscutible y omnímodo.
El intento de toma de Madrid inicial, mediante asalto frontal se prestaba desesperado y
complicado, aunque las alternativas lo eran igualmente (tiempo perdido y difícil climatología).
La marcha fracasó debido al equilibrio de fuerzas logrado, con una defensa republicana
efectiva (encabezada por Miaja y Rojo) y el comienzo de la batalla entorno a Madrid. La
modificación de la toma de Madrid se dio en intentos de aislar a la capital, cortando el
aprovisionamiento y comunicaciones con ataques envolventes. El primero de estos fue por al
carretera a La Coruña, con un saldo de quince mil muertos. El intento por repetir la victoria
en Jarama fue infructuoso, pues aunque con una posición favorable no se cortaron las
comunicaciones Madrid-Levante. El último intento fue la fatídica batalla de Guadalajara,
que concluyó con la derrota de los sublevados (a causa de la mala coordinación, conducta
militar, tensiones, mala climatología inesperada y buena resistencia republicana).
El fin de estas intentonas iría acompañada del inicio de una nueva táctica: la táctica del
carnero. Mediante embistes constantes se pretende derribar a un enemigo claramente inferior
logística y militarmente. Pese a que la táctica iba en contra de la doctrina militar moderna y
causaba resquemores en sus aliados (alemanes con la Blitzkrieg e italianos con la Guerra
Celere), dicha táctica no pretendía una victoria rápida, sino la extirpación de la anti-
España, el fin de un enemigo antológico, la erradicación, en suma, del enemigo. Asimismo,
durante esa nueva táctica algo más lenta aprovecharía para consolidar sus poderes
dictatoriales. Asimismo, dicha lentitud también fue notoria por la aparición del Ejército
Popular de la República, que pese a sus dificultades encontró una táctica defensiva efectiva. El
abandono de la estrategia también supuso el inicio de la eliminación de otros reductos
importantes como el norteño-catalán o el del Maestrazgo.
La guerra que se hizo larga
El comienzo de la nueva táctica ayudó a la toma de Vizcaya y otros frentes secundarios. El
gobierno republicano no sería hasta con Negrín que nombrarían a Rojo como jefe del
Estado Mayor Central, con el objetivo de centralizar y revivir la capacidad defensiva
republicana. Por su parte, se necesitó la organización de la industria con una deriva militar,
creándose ya con Negrín las tres subsecretarías de Armamento: Centro, Norte y Cataluña.
Las protestas catalanistas hicieron que se sustituyese por la Comisión de Industrias de
Guerra, que más tarde sería disuelta por las tensiones del gobierno central y la Generalitat.
La nueva estrategia dada por Rojo fue la del abandono de una defensa estática en favor de
unas ofensivas de distracción y presión más dispersas, para así alargar la guerra hasta un
nuevo escenario internacional más favorable (como Negrín quería) y así tampoco
abandonar a las tropas de Asturias y Santander. La táctica fue un fracaso, con un éxito
inicial aparente que en los próximos días se desgastaba y cedía ante la persistencia franquista.
Problemas estructurales claros del ejército republicano:
1. Suministros bélicos insuficientes.
2. Mandos de escala inferior poco experimentados.
3. Rivalidades políticas lesivas.
4. El enfrentamiento entre las propias provincias y sus odios, cada una con su
Gobierno.
5. La falta de aviación.
Ante la intentona de ofensiva a Madrid, Rojo abrió un frente en Teruel, logrando su
conquista; dicho desafió sería aceptado por Franco. Dos semanas después de la
contraofensiva, los sublevados retomaban la plaza aragonesa. La catástrofe fue inaudita:
60.000 hombres perdidos y sin repuestos bélicos suficientes, con tropas restantes
desmoralizadas y exhaustas.
El próximo objetivo fue el avance sobre Aragón por el Ebro hasta llegar al Mediterráneo,
para así partir el territorio republicano. La ofensiva comenzó con un gran apoyo de 150.000
efectivos y una potente ofensiva aérea, como la producida por la aviación italiana sobre
Barcelona. Pese al claro avance efectivo, el degaste de los insurrectos y la apertura de la
frontera francesa temporal en favor de la república posibilitaron una respuesta que, sin
embargo, no logró más que una defensa. Las tropas franquistas, para no crear un conflicto
con Francia al invadir el frente catalán prefirieron centrarse en el Levante, conquistando
Castellón. Lo siguiente fue un avance infructuoso sobre Sagunto para acabar con Valencia.
El ejército republicano entonces probó su última táctica: una ofensiva en la zona del Ebro a
partir del llamado “Ejército del Ebro”. Así se dio lugar a la llamada como Batalla del Ebro,
la más dura y larga del conflicto. Pese al típico éxito inicial, una ofensiva directa por parte
de Franco obligó a replegar al ejército republicano a la orilla de partida del río tras
sucesivas derrotas que dieron la victoria al Caudillo. Tras tamaña pérdida y pese a las bajas
de los sublevados, Franco vio la oportunidad y se abalanzó sobre una Cataluña con nula
capacidad defensiva. Tal avance obligó a evacuar Barcelona, trasladar a la gente a Figueras
y posteriormente exiliarse a Francia, que había abierto la frontera para hasta medio millón de
personas. Tras este hecho y después de la vuelta de Negrín al centro y al sublevación de Casado
nada pudo para a Franco: el 26 de marzo del 39 comenzaba su ofensiva a Madrid; dos días
después cae la capital y el 1 de abril se firma en Burgos el último parte de guerra
victorioso.
Capítulo 8: Vencedores y Vencidos
Cerca de 350.000 víctimas mortales directas, ya sea mediante juicios informales, consejos de
guerra o muertes en batalla, o en menor medida en las operaciones militares.
Raymond Carr y Juan Pablo Fusi acerca del balance de la victoria franquista:
¿Por qué ganaron los nacionalistas? La respuesta, como en todas las guerras, es: un
liderazgo y una disciplina superiores en el Ejército, y un esfuerzo militar respaldado
por un gobierno de guerra unificado. Los nacionales fueron mejor ayudado que la
República por sus simpatizantes extranjeros en cuanto a suministro de armas: la
Legión Cóndor y las tropas y el material italiano compensaron sobradamente la ayuda
soviética al Frente Popular, que tan vital fue en las primeras fases de la guerra (...) La
disciplina militar de los nacionales era un reflejo de su unidad política; la debilidad
militar del Frente Popular una consecuencia de sus luchas políticas intestinas.
Víctimas mortales de la guerra:
1. Entre 150.000 y 200.000 en acciones de guerra directa.
2. Entre 500 y 2.000 en acciones de guerrilla.
3. Alrededor de 155.000 en acciones de represión de retaguardia.
4. Entorno a 346/380.000 por sobre mortalidad en la guerra.
Total: Entre 651.000 y 735.00 víctimas.
A todos estos datos se pueden sumar la cifra de niños no-nacidos (entre 400 y 600 mil) o el
número de exiliados (730 mil temporalmente y entre 200 y 300 mil de forma definitiva),
además de la disminución del capital humano y la productividad (menor escolarización,
recesión, pobre o nula inversión...).
La guerra fue la constatación de dos Españas que se odiaban, no por motivos antológicos, ni por
sus gobiernos, sino por su carácter. Esto dio que los combatientes encontrasen en ese periodo
una rutina anómala en las trincheras y cuarteles. Se rigieron por la ley bélica de sobrevivir
o morir, matar o ser asesinado. Así, también los hubo que desertaron, y de otros que en
héroes por su resistencia fueron coronados.
Asimismo, los efectos de la guerra también se sintieron en la retaguardia republicana, con dos
elementos de angustia primaria: el terror de bombardeos de la aviación y la artillería
pesada, y el hambre. Para los franquistas, el hambre asomaría a partir del 39.
En términos materiales, el PIB cayó un 20%, la producción agrícola un 21% y la industrial
un 30%. Asimismo, el tejido productivo se vio dañado, así como los transportes (ferrocarriles y
barcos mercantes) y la infraestructura.
La España del Exilio
El exilio tuvo un carácter distinto a lo habitual, pues no fue una llegada “espasmódica y
discontinua de unos centenares de militantes y dirigentes de partidos y sindicatos republicanos”,
sino en la entrada masiva, rápida y convulsa de millares de civiles y militares. Fueron
refugiados en campos improvisados en la zona de los Pirineos orientales, conservadora y de
producción agrícola. A finales del 39 alrededor de 300.000 personas regresaron a España,
sufriendo las consecuencias. Los otros 300 mil se dividieron entre distintos países, siendo los
principales receptores Francia (200 mil), México (30 mil) y Argentina (15 mil).
Buena parte de los exiliados fueron catalanes y aragoneses por su cercanía a la frontera
francesa, aunque otros como los norteños (vascos, asturianos y cántabros) corrieron más suerte
que los extremeños u otros tantos. La espera en el exilio a la caída de Franco debido a una
victoria aliada fue palpable, pero pronto se dieron cuenta de que eso solo era una ilusión; pese a
ello, la división fratricida no solo siguió, sino que se acentuó en el exilio. Esta lucha interna se
vio cuando a la SERE de Negrín (Servicio de Evacuación de Refugiados Españoles) le
surgió competencia por parte de Prieto con su JARE (Junta de Auxilio a los Republicanos
Españoles).
Pese a todo, el exilio fundó una suerte de nueva imagen española en el exterior, especialmente
en países como México, cuya imagen anterior era la del conquistador vanidoso y/o emigrante
pobre y menesteroso). Estas aportaciones, muchas veces en campos intelectuales o técnicos,
ayudaron a cambiar la imagen mexicana (y seguramente americana) que había de los españoles.