Trabajo Práctico N°9 de 4 Año
Trabajo Práctico N°9 de 4 Año
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El aluvión de votos peronistas a la fórmula Frondizi – Gómez en las elecciones generales de 1958,
sumado al apoyo comunista aumentaron la desconfianza de unas Fuerzas Armadas que habían
traspasado el poder tras el derrocamiento a Perón en 1955. Esto explica la actitud de constante vigilia
que se transformó en una verdadera presión y que generaría en los próximos años un clima de golpe de
Estado permanente.
Apenas asumió su presidencia, Arturo Frondizi decretó un aumento salarial del 60%, con el objetivo
de equiparar los registrados aumentos de precios, y en el orden político, impulsó una ley de
amnistía que posteriormente sería aprobada por el Congreso de la Nación. Si bien la ley no definía
legalmente la situación de proscripción del depuesto peronismo, permitió a sus seguidores el uso de sus
símbolos y la legalización de sus organizaciones y actividades. Con referencia al movimiento obrero, se
devolvieron a los peronistas seis sindicatos intervenidos y se propició la normalización de varios
gremios promulgándose la ley de Asociaciones profesionales que siguió el criterio de un solo sindicato
por rama industrial.
Frondizi implementó una política económica llamada “desarrollista”, ya que tenía como propósito
construir un país moderno, de acuerdo con los ejemplos de los Estados Unidos y de la Europa de
posguerra. Para ello era necesaria una expansión autosostenida de la industrialización. Esto se veía
obstaculizado, ya que el desarrollo industrial argentino se basaba en la industria liviana, orientada al
consumo, cuyos insumos, maquinaria, combustibles debían importarse. La situación daba como
resultado una crisis de la balanza de pagos, lo que significa que la cantidad de bienes importados es
mayor que las exportaciones, y como consecuencia el país sufre una escasez de divisas para continuar
importando los insumos para las industrias. Por eso, para el desarrollismo era necesario centrarse en las
industrias básicas y en el aprovechamiento de los recursos energéticos nacionales. En este proyecto, el
Estado cumpliría un rol fundamental a través de la protección arancelaria, el otorgamiento de créditos y
una política tributaria favorable, lo que en la práctica implicaba recurrir al crédito extranjero para
obtener el presupuesto necesario.
En este marco, Frondizi buscó alcanzar el autoabastecimiento de petróleo, que en ese momento
constituía un 25% del total de importaciones. Para eso se nacionalizaron las reservas de hidrocarburos,
se determinó que YPF (Yacimientos Petrolíferos Fiscales) el agente encargado de la política petrolera y
se estimuló el ingreso de capitales extranjeros para activar la exploración y extracción en los
yacimientos. Las empresas extranjeras se llevarían su ganancia exclusivamente en dinero, ya que el
resultado debía ser entregado a YPF. Como resultado en 1962 prácticamente se alcanzó el
autoabastecimiento.
La política desarrollista produjo un aumento del gasto público, mientras que las importaciones de
bienes de capital no lograban reducirse, ya que las inversiones aún no daban sus frutos. Para paliar el
déficit fiscal, en 1958 Frondizi lanzó un Plan de Estabilización y Desarrollo que implicaba liberar el
tipo de cambio (lo que en la práctica significó una devaluación), reducir el gasto público, restringir las
tarifas aduaneras y controlar los salarios.
En una primera etapa, hasta enero de 1959, intentó la implementación del modelo desarrollista, basado
en el impulso del desarrollo de la llamada “industria pesada” (metalurgia, siderurgia y petroquímica)
con el aporte de inversiones de capital y tecnología extranjeros debido a la falta de capitales nacionales.
Se buscaba así poner fin a la dependencia que el país tenía en materia de insumos importados. El
modelo proponía, asimismo, la modernización del campo, promoviendo el aumento de la producción
agropecuaria y, al mismo tiempo, un aumento de los saldos exportables y del saldo de la balanza
comercial. Pero la necesidad de la llegada de los capitales extranjeros implicaba el control de las
reivindicaciones de los sectores obreros. ¿Qué significaba esto? Nos lo explica Luis A. Romero: “Los
empresarios, nacionales o extranjeros, coincidían en que cualquier modernización debía modificar el
status logrado por los trabajadores durante el peronismo (se debía) revisar su participación en el
ingreso nacional, y también a elevar la productividad, racionalizando las tareas y reduciendo la mano
de obra. Esto implicaba restringir el poder de los sindicatos, y también el que los trabajadores,
amparados por la legislación, habían alcanzado en plantas y fábricas. Recortar los ingresos y
recuperar la autoridad patronal era los puntos salientes de una actitud más general contra la
situación de mayor igualdad social lograda por los trabajadores.” En otras palabras, los inversores
pretendían trabajadores más sumisos, más productivos y más baratos.
Frondizi pronto quedó atrapado en la falta de apoyos políticos, especialmente del sector peronista, tras una escalada
inflacionaria y el incumplimiento de lo pactado previamente. El agitado primer año de gestión cerraría con medidas de
fuerza del sector petrolero en repudio a los contratos firmados por el gobierno con empresas extranjeras. La actitud del
vicepresidente ahondó la crisis al amenazar con renunciar si dichos contratos no eran sometidos a la aprobación del
Congreso Nacional. Frondizi actuó con firmeza sosteniendo la política petrolera y decretando el Estado de sitio ante la
huelga apoyada por las 62 Organizaciones. El costo fue la renuncia de Gómez y el deterioro de las relaciones con el
movimiento obrero.
Para resolver el brote inflacionario y las dificultades en la balanza de pagos se incorporó al Plan económico desarrollista,
un plan de “estabilización” Se pidió ayuda al FMI y a los bancos privados, de los que se recibirían aproximadamente 330
millones de dólares. ¿Qué pedían a cambio? Un control monetario más rígido, el fin de los controles de precios y de los
subsidios, la restricción del crédito y elevación de las tasas de interés. Debía bajar el déficit fiscal, abandonando el
sostenimiento de las empresas estatales, reduciendo su personal y aumentando las tarifas de servicios públicos. En este
marco, se sancionó la ley 14.780 que otorgaba grandes beneficios a los inversionistas, dándoles la posibilidad de
transferir sus utilidades al exterior. La estabilidad conseguida durante 1959 y 1960 arrastró el salario real, aumentó el
costo de vida y alteró el delicado equilibrio que sostenía en el poder a Frondizi, quien ya había tenido que ceder al tener
que nombrar a Álvaro Alsogaray al frente de las carteras de Economía y Trabajo.
Al descontento obrero se le sumó el conflicto estudiantil, provocado por las medidas implementadas por el gobierno en
materia educativa. Un gobierno que ya había perdido la brújula, que había militarizado los distritos industriales en
conflicto mediante el Plan CONINTES (conmoción interna del estado permitía declarar zonas militarizadas a los
principales centros o ciudades industriales como La Plata, y autorizaba a las fuerzas armadas a realizar allanamientos y
detenciones sin cumplir las normas constitucionales. Además, durante el «estado conintes» se declararon ilegales las
huelgas y manifestaciones), que había adoptado una política de Relaciones Exteriores que preocupaba a las Fuerzas
Armadas (especialmente en relación a la postura frente a la Revolución Cubana) y con un pasado acuerdista con el
peronismo que era fuente de reiterados problemas.
El fin llegó en oportunidad de realizarse las elecciones en varias provincias en 1962, en las que Frondizi permitió la
presentación de candidatos peronistas. Así fue que triunfó el peronista Andrés Framini en el distrito de Buenos Aires, lo
que resultó intolerable para los militares. En los días siguientes a la elección, el gobierno decretó la anulación de las
elecciones y la intervención de aquellas provincias en las que los peronistas habían triunfado. El 17 de marzo de 1962,
las tres armas pidieron el alejamiento de Frondizi, quien intentó una última defensa al responder “No renuncio ni doy
parte de enfermo ni me voy de viaje, sigo siendo el presidente”. Ante su resistencia, el 29 de marzo la cúpula militar
anunció al país que “el presidente de la República ha sido depuesto por las Fuerzas Armadas”.
Fue reemplazado por el Senador José María Guido (presidente provisional del Senado ante la renuncia del
vicepresidente) quien asumió como nuevo presidente de la República Argentina.
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