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ara otros usos de este término, véase Agujero negro (desambiguación).

Primera imagen de la esfera de fotones de un agujero negro supermasivo ubicado en


el centro de la galaxia M87, presentado el 10 de abril de 2019 por el consorcio
internacional Telescopio del horizonte de sucesos.
Cosmología física

Big Bang y evolución del universo


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Un agujero negro es una región finita del espacio descrita en las ecuaciones de
Einstein, cuyo interior posee una concentración de masa lo suficientemente elevada
como para generar un campo gravitatorio tal que, salvo por un determinado tipo de
procesos cuánticos, ninguna partícula ni radiación —ni siquiera la luz— pueden
escapar de él1 (en 2021 se observaron reflejos de luz en la parte más lejana de un
agujero negro).2 Los agujeros negros pueden ser capaces de emitir un tipo de
radiación, la radiación de Hawking, conjeturada por Stephen Hawking en la década de
1970. La radiación emitida por agujeros negros como Cygnus X-1 no procede del
propio agujero negro sino de su disco de acreción.3

La gravedad de un agujero negro, o «curvatura del espacio-tiempo», provoca una


singularidad envuelta por una superficie cerrada, llamada horizonte de sucesos.
Esto es previsto por las ecuaciones del campo de Einstein. El horizonte de sucesos
separa la región del agujero negro del resto del universo, y una vez dentro de él,
ningún tipo de partícula, sea material o electromagnética, puede salir, ni siquiera
los fotones. Dicha curvatura es estudiada por la relatividad general, la que
predijo la existencia de los agujeros negros y fue su primer indicio. En la década
de 1970, Stephen Hawking, Ellis y Penrose demostraron varios teoremas importantes
sobre la ocurrencia y geometría de los agujeros negros.4 Previamente, en 1963, Roy
Kerr había demostrado que en un espacio-tiempo de cuatro dimensiones todos los
agujeros negros debían tener una geometría cuasiesférica determinada por tres
parámetros: su masa M, su carga eléctrica total e y su momento angular L.

Se conjetura que en el centro de la mayoría de las galaxias, entre ellas la Vía


Láctea, hay agujeros negros supermasivos.5

El 11 de febrero de 2016, las colaboraciones LIGO, Virgo y GEO600 anunciaron la


primera detección de ondas gravitacionales, producidas por la fusión de dos
agujeros negros a unos 410 millones de pársecs, megapársecs o Mpc, es decir, a unos
1337 millones de años luz, mega-años luz o Mal de la Tierra.6 Las observaciones
demostraron la existencia de un sistema binario de agujeros negros de masa estelar
y la primera observación de una fusión de dos agujeros negros de un sistema
binario. Anteriormente, la existencia de agujeros negros estaba apoyada en
observaciones astronómicas de forma indirecta, a través de la emisión de rayos X
por estrellas binarias y galaxias activas.

La gravedad de un agujero negro puede atraer el gas que se encuentra a su


alrededor, que se arremolina y calienta a temperaturas de hasta 12 000 000 °C, esto
es, 2000 veces mayor temperatura que la de la superficie del Sol.7

El 10 de abril de 2019, el consorcio internacional Telescopio del Horizonte de


Sucesos presentó la primera imagen jamás capturada de un agujero negro supermasivo
ubicado en el centro de la galaxia M87.89

Proceso de formación

Un protón y un electrón se aniquilan emitiendo un neutrón y un neutrino-electrón


Los agujeros negros se forman en un proceso de colapso gravitatorio que fue
ampliamente estudiado a mediados de siglo xx por diversos científicos,
particularmente Robert Oppenheimer, Roger Penrose y Stephen Hawking, entre otros.
Hawking, en su libro divulgativo Historia del tiempo: del Big Bang a los agujeros
negros (1988), repasa algunos de los hechos bien establecidos sobre la formación de
agujeros negros.

Este proceso comienza después de la «muerte» de una gigante roja (estrella de 10 a


25 o más veces la masa del Sol), entendiéndose por «muerte» la extinción total de
su energía. Tras varios miles de millones de años de vida, la fuerza gravitatoria
de dicha estrella comienza a ejercer fuerza sobre sí misma originando una masa
concentrada en un pequeño volumen, convirtiéndose en una enana blanca. En este
punto, dicho proceso puede proseguir hasta el colapso de dicho astro por la
autoatracción gravitatoria que termina por convertir a esta enana blanca en un
agujero negro. Este proceso acaba por reunir una fuerza de atracción tan fuerte que
atrapa hasta la luz en éste.

En palabras más simples, un agujero negro es el resultado final de la acción de la


gravedad extrema llevada hasta el límite posible. La misma gravedad que mantiene a
la estrella estable, la empieza a comprimir hasta el punto que los átomos comienzan
a aplastarse. Los electrones en órbita se acercan cada vez más al núcleo atómico y
acaban fusionándose con los protones, formando más neutrones mediante el proceso:


+
+




0
+


p^{+}+e^{-}\to n^{0}+{\nu }_{e}

Este proceso comportaría la emisión de un número elevado de neutrinos. El resultado


final es una estrella de neutrones. En este punto, dependiendo de la masa de la
estrella, el plasma de neutrones dispara una reacción en cadena irreversible, la
gravedad aumenta enormemente al disminuirse la distancia que había originalmente
entre los átomos. Las partículas de neutrones implosionan, aplastándose más,
logrando como resultado un agujero negro, que es una región del espacio-tiempo
limitada por el llamado horizonte de sucesos. En la actualidad todavía se desconoce
lo que sucede con la materia que cae en el agujero negro atravesando este límite,
porque para escalas pequeñas solo una teoría cuántica de la gravedad podría
explicarlos adecuadamente, pero no existe una formulación completamente consistente
con dicha teoría.

Historia
Imágenes de M87 realizadas por el telescopio del horizonte de sucesos el 11 de
abril de 2017 anteriores a su presentación de 2019
El concepto de un cuerpo tan denso que ni siquiera la luz puede escapar de él fue
descrito en un artículo enviado en 1783 a la Royal Society por el geólogo y clérigo
inglés John Michell. Por aquel entonces la teoría de Newton de la gravitación y el
concepto de velocidad de escape eran muy conocidas. Michell calculó que un cuerpo
con una densidad 500 veces mayor a la del Sol, pero con su mismo radio, tendría, en
su superficie, una velocidad de escape igual a la de la luz y sería invisible. En
1796, el matemático francés Pierre-Simon Laplace explicó en las dos primeras
ediciones de su libro Exposition du Systeme du Monde la misma idea, aunque, al
ganar terreno la idea de que la luz era una onda sin masa, en el siglo xix fue
descartada en ediciones posteriores.

En 1915, Einstein desarrolló la relatividad general y demostró que la luz era


influida por la interacción gravitatoria. Unos meses después, Karl Schwarzschild
encontró una solución a las ecuaciones de Einstein, donde un cuerpo pesado
absorbería la luz. Se sabe ahora que el radio de Schwarzschild es el radio del
horizonte de sucesos de un agujero negro que no gira, pero esto no era bien
entendido en aquel entonces. El propio Schwarzschild pensó que no era más que una
solución matemática, no física. En 1930, Subrahmanyan Chandrasekhar demostró que un
cuerpo con una masa crítica (ahora conocida como límite de Chandrasekhar) y que no
emitiese radiación, colapsaría por su propia gravedad porque no habría nada que se
conociera que pudiera frenarla (para dicha masa la fuerza de atracción gravitatoria
sería mayor que la proporcionada por el principio de exclusión de Pauli). Sin
embargo, Eddington se opuso a la idea de que la estrella alcanzara un tamaño nulo,
lo que implicaría una singularidad desnuda de materia, y que debería haber algo que
inevitablemente pusiera freno al colapso, línea adoptada por la mayoría de los
científicos.

En 1939, Robert Oppenheimer predijo que una estrella masiva podría sufrir un
colapso gravitatorio y, por tanto, los agujeros negros podrían ser formados en la
naturaleza. Esta teoría no fue objeto de mucha atención hasta los años 60, porque,
después de la Segunda Guerra Mundial se tenía más interés en lo que sucedía a
escala atómica.

En 1967, Stephen Hawking y Roger Penrose probaron que los agujeros negros son
soluciones a las ecuaciones de Einstein y que en determinados casos no se podría
impedir que se crease un agujero negro a partir de un colapso. La idea de agujero
negro tomó fuerza con los avances científicos y experimentales que llevaron al desc

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