Fargo

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 4

Fargo, la serie sorpresa de la

temporada
Por Emilio de Gorgot | Mayo, 2014

La idea, en principio, parecía poco prometedora. Al menos a mí me lo parecía, lo


confieso. Como mínimo, era una idea lo suficientemente dudosa a priori como para no
confiar en el resultado final. La ocurrencia de crear el spin off televisivo de una de las
mejores películas de los hermanos Coen (y por ende una de las mejores películas de las
últimas décadas) era, no ya un atrevimiento, sino que rozaba el sacrilegio artístico.
Incluso aunque los dos geniales hermanos estuviesen de alguna manera involucrados en
el proyecto —no creativamente que yo sepa, sino en la producción ejecutiva— existían
muchos y considerables motivos para la reserva. Por otra parte, la cadena
estadounidense FX se ha destapado con algunas buenas series pero desde luego no tiene
el empaque de una HBO y esto era una razón más para el escepticismo. Admito que la
películaFargo es, de largo, uno de mis largometrajes favoritos desde 1996 a esta parte.
Ese film es una obra de arte con mayúsculas, y las probabilidades de crear un producto
derivativo digno del original parecían verdaderamente mínimas. ¿Cómo intentar
capturar siquiera una parte del personalísimo universo de los Coen y no fracasar en el
intento? Se me ocurren pocos cineastas actuales tan reconocibles y a la vez tan difíciles
de imitar como ellos, así que no hubiese apostado tranquilamente a que en FX se iban a
salir con la suya.
¿Y cuál está siendo el resultado? Bueno: mientras escribo estas líneas se han emitido ya
seis episodios de la primera temporada y de momento la crítica está siendo
prácticamente unánime: Fargo, la serie, es una auténtica sorpresa. Eso en principio es
buena señal, aunque a veces sucede que la crítica ensalza un producto que a uno no le
llega por el motivo que sea. A fin de cuentas, cada espectador es un mundo y cada
crítico también. Pero en este caso he de sumarme al coro generalizado de voces
entusiastas. Aunque carece de sentido comparar el largometraje original y
el show televisivo (porque aquella película es mucha película, desde luego), esta serie es
una hija más que merecedora del nombre de su padre. No solamente ha conseguido la
improbable proeza de capturar el universo Coen sin desvirtuarlo, sino que lo ha llevado
a otro formato con tal habilidad y derroche de talento que todo el escepticismo inicial va
siendo demolido, golpe a golpe, conforme transcurren los episodios. Todavía nos
quedan por contemplar cuatro capítulos de la primera temporada, pero de momento hay
una cosa que se puede afirmar sin miedo: si es usted un fan de la película Fargo no va a
quedar decepcionado. Sí, sé que es difícil de creer, pero…

Las impresiones durante el primer episodio, eso sí, podrán resultarle un tanto
contradictorias. El capítulo inicial es una toma de contacto que consiste en una especie
de calco del film: personajes similares envueltos en un argumento criminal muy
evocador del original, con muchas referencias icónicas y la sensación generalizada de
que el spin off corría el riesgo de terminar siendo un homenaje hábil pero carente de
personalidad propia. En el caso de que le asalten estas impresiones, ha de saber que son
completamente transitorias: a partir del segundo capítulo la serie empieza a volar por sí
sola, abandonando gradualmente el nido paternal de las constantes referencias al trabajo
de los Coen y transformándose en una obra diferente… pero también fascinante. Y lo
que es mejor, incluso cuando la serie vuela por sus propios medios, el microcosmos de
la Fargo que todos conocemos sigue estando ahí: la estética, el ambiente, el humor
negro, los toques surrealistas… todo ha sido trasladado casi a la perfección a la pequeña
pantalla. Aunque la serie, cabe aclarar, no es un remake de la película sino una especie
de secuela geográfica y estilística: diferentes personajes protagonizan una historia
diferente, que transcurre en parecidos escenarios y está narrada con un tono parecido.
Tal y como sucedía en el film de 1996, todo comienza con un crimen que desencadena
una espiral de tétrico caos en la que salen a relucir los peores aspectos de la condición
humana, y también una parte de los mejores. Idéntica filosofía, similar envoltura
artística.

Lo más impactante es que —sin ánimo de comparar, insisto— la calidad de lo que


llevamos visto no desmerece en absoluto al original. Incluso reconociendo el hecho
innegable de que la película es superior (estamos hablando de un hito cinematográfico
para la historia, como ya sabemos) resulta difícil ponerle muchos inconvenientes a esta
secuela. Y este hecho resulta tan meritorio que no se puede insistir lo bastante sobre él.
Incluso hay secuencias que no hubiesen desentonado lo más mínimo en el film original;
esto da buena idea de los estándares de calidad que en algunos momentos alcanza la
producción de FX. Buen ritmo, diálogos punzantes, personajes que se dirían creados por
los propios Coen in person, y una cinematografía impecable, incluidas varias secuencias
con vocación de clásico. Incluso se usa la música de manera particularmente hábil, otro
rasgo muy «coeniano», utilizando algunas grandes canciones en el instante preciso para
conseguir dejarnos pegados al asiento (¡cómo olvidar el momento en que suena esta
maravilla!).
Teniendo en cuenta lo difícil de sacar adelante semejante planteamiento, las virtudes de
la serie son demasiadas como para enumerarlas todas, porque la manera en que ha
conseguido lo aparentemente imposible es más que sorprendente. Pero si hay un aspecto
que será comentado y ejemplificará el triunfo artístico de esta secuela es el de las
interpretaciones. Dos de los protagonistas absolutos son actores de garantías bien
conocidos de todos. El británico Martin Freeman -que aquí hace de estadounidense- ya
ha demostrado en varias ocasiones que es uno de los más brillantes actores de su
generación: desde su deslumbrante trabajo en The Office hasta la sorprendente Sherlock,
pasando por trabajos mas comerciales como su salto a la gran fama con El hobbit.
Encarna a un individuo que bien podría ser la versión extrema de aquel Tim Canterbury
de The Office, solo que con muchos más matices y recovecos. O lo que es lo mismo: un
Tim Canterbury pasado por el retorcido filtro de este universo pseudo-Coen y con un
Freeman funcionando al 100% de su capacidad, ¡lo cual es decir mucho! La otra
mención especial es, cómo no, para Billy Bob Thornton, que da vida al que sin duda
terminará siendo uno de los villanos más carismáticos y memorables de esta década. Su
diabólico personaje, y creo que no exagero al realizar esta afirmación, debería pasar a
los anales de la ficción televisiva actual. De hecho es tan fascinante que algunos
espectadores ya han empezado a sugerir interpretaciones esotéricas sobre su naturaleza;
en todo caso, no me extrañaría tampoco que a Thornton le lluevan los premios después
de esto. En los seis episodios que llevan emitidos, tanto Freeman como Thornton han
generado una más que aplastante antología de instantes memorables. El resto del reparto
tampoco se queda corto: los otros dos protagonistas principales de la serie están
interpretados por actores menos conocidos pero que dan un perfecto contrapeso.
Aunque en algún caso tienen una difícil papeleta: por ejemplo, Allison Tolman está
fantástica haciendo de agente de policía, aunque evidentemente tiene el serio
inconveniente de que el espectador pueda compararla con lo incomparable, esto es, con
la grandiosa Frances McDormand. Aquella Margie Gunderson del film de los Coen no
podría tener igual, pero aun así hay que admitir que Tolman hace un trabajo magnífico
con un personaje tan normal que no da para muchos lucimientos. Lo mismo sucede
con Colin Hanks, quien interpreta a otro policía rural de andar por casa y que pese a lo
convencional de su personaje también se las arregla para tener sus momentos de gloria.
Por otra parte tenemos a varias caras conocidas en papeles menores: desde el gran Keith
Carradine (de momento, por desgracia, su personaje aparece poco) hasta el inefable Bob
Odenkirk. Sí, el mismo que en Breaking Bad encarnaba al cochambroso abogado Saul
Goodman («better call Saul!»), cuyo carisma le valió un proyecto para una spin
off propia. Aquí, Odenkirk vuelve a demostrar que exuda carisma por todos los poros,
aunque sea interpretando a un policía obtuso e incompetente. Estos son solamente
algunos ejemplos, pero otros actores y actrices, incluso en papeles muy secundarios,
hacen un trabajo igualmente excepcional.

En definitiva: nunca hubiese creído posible que una secuela televisiva de Fargo podría
hacerme superar todas las reticencias iniciales y terminar capturándome tras un puñado
de episodios, sin que constantemente piense «deberían haber dejado el universo
de Fargo en paz». Aunque siempre hay opiniones para todos los gustos, creo que es
muy posible que a otros fans de la película les pueda suceder lo mismo. Esto no es el
trabajo de los hermanos Coen, pero es suficientemente cercano como para satisfacer a
sus seguidores. Es lo más parecido a la obra de los Coen que hemos visto y que
seguramente veremos en el futuro. Lo cual, dicho así, suena increíble, pero es
completamente cierto. Esperemos que la cosa no decaiga y que en el futuro podamos
dedicarle a esta serie un artículo de la serie «Imprescindibles». Con solamente seis
capítulos en el aire, aún es pronto para calificarla como tal… pero créanme, tiene todos
los mimbres. ¿Mi recomendación? Si les gusta el trabajo de los hermanos Coen, no se la
pierdan. La serie no está facturada por ellos, pero la van a disfrutar casi tanto como si lo
estuviera. Y si no conocen el trabajo de los Coen o no han visto la Fargo original,
vayan cuanto antes a ver la película y después pónganse al día con esta serie. De un
modo u otro, va a merecer la pena, palabra.

Este texto fue publicado en Jot Down


http://www.jotdown.es/2014/05/fargo-la-serie-sorpresa-de-la-temporada/

También podría gustarte