La - Historiografia YA
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Genara Pulido
Universidad de Jaén
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All content following this page was uploaded by Genara Pulido on 09 September 2015.
RESUMEN
La historia literaria en América Latina y el Caribe ha tenido que enfrentarse con los proble-
mas teóricos heredados de la historia literaria europea: positivismo, periodos literarios, ge-
neraciones literarias, objeto de estudio, y otros. En las tres últimas décadas del siglo XX
aparecen trabajos que, desde una perspectiva crítica y teórica literaria, a la par que aplicada,
cuestionan la validez de la disciplina tal como había sido practicada hasta entonces. Las
propuestas que se realizan son fundamentalmente dos: renovación de la historia literaria
atendiendo a la variedad de literaturas existentes en este ámbito cultural y a la base histórica,
radicalmente social, de estas literaturas, o renovación de la historiografía literaria recurrien-
do a elementos procedentes de la literatura comparada que son los que, a juicio de muchos
autores, pueden dar cuenta de una variedad que ha de contemplar no tanto la Literatura en-
tendida en sentido culto y tradicional como la enorme pluralidad de culturas literarias que
conviven en estos países.
Palabras clave: historia literaria positivista, historia literaria de América Latina y el Caribe, historia
comparada de las literaturas, historias literarias de América Latina, culturas literarias, historia social de
la literatura, sistemas literarios e instituciones sociales.
ABSTRACT
Latin American and Caribbean literary history has had to face the theoretical problems in-
herited from European literary history: positivism, literary periods, literary generations,
objects of study, and many others. In the last three decades of the twentieth century, works
have appeared which from a theoretical and critical, as well as an applied, literary perspec-
tive have questioned the validity of the discipline as it had been practiced up until that mo-
ment. The proposals offered are basically two. On the one hand, a renewal of literary history
accounting both for the variety of existing literatures in this cultural domain and for the
radically social historical basis of these literatures; on the other hand, a renewal of literary
historiography, resorting to elements coming from comparative literature. These elements,,
in the opinion of many authors, are the ones which may account for a variety which has to
be considered as, not so much literature in its learned and traditional sense, but rather as the
huge plurality of literary cultures which coexist in these countries.
Key words: Positivist Literary History, Latin American and Caribbean Literary History, Comparative
Histories of Literature, Literary History of Latin America, Literary Cultures, Social Literary History,
Literary Systems and Social Institutions.
La situación es tal que Enrico Mario Santi (1984) contrapone la historia a la his-
toria de la literatura entendiéndolas como dos actitudes antitéticas e irreconciliables
que se dan en la crítica de ese momento. La aproximación histórica sería la que usa
modelos de las ciencias sociales para explicar el texto literario en función de las
corrientes sociales, económicas o ideológicas que lo determinan; la corriente histó-
rica literaria o textual se centraría en las cualidades del texto literario prestando
especial atención a los rasgos estructurales, lingüísticos y estéticos. Esta doble di-
rección interesa al investigador de cara a la enseñanza de la literatura, pero no pue-
de ignorar la crisis que ha sufrido en las últimas décadas la crítica literaria ni los
cambios sociales que han conducido al desprestigio de las humanidades. La ausen-
cia de una crítica original es preocupante no tanto porque la existente hunde sus
raíces en otras latitudes (Europa), sino porque se aplica de forma mecánica y arbi-
traria a los textos de la tradición americana. Santi termina pidiendo tanto a críticos
estructuralistas como marxistas un concreto compromiso que ha de unirlos:
Yo creo que necesitamos una crítica ética de la literatura latinoamericana, una crí-
tica “apasionadamente temática” que incluya las dimensiones morales, existencia-
les, ideológicas, imaginarias de nuestros mejores textos. Creo que también necesi-
tamos profesores de literatura que asuman esa ética y estén dispuestos a desafiar
las supersticiones críticas que imperan hoy en día, que tengan el valor de recordar
a sus estudiantes, como Hans Jauss nos ha recordado a nosotros, que “ningún tex-
to literario fue jamás escrito para ser leído e interpretado filológicamente por filó-
logos ni… históricamente, por historiadores”. (Santi 1984: 112)
Hay que decir, en cualquier caso, que existieron intentos de realizar aproxima-
ciones marxistas a aspectos o periodos concretos de la historia literaria latinoameri-
cana. Un caso muy significativo es el de Françoise Perus, que en 1982 aboga por
una visión histórica de la literatura que no es una historia literaria, pero que man-
tendría vínculos con la disciplina; se trata de devolver a la literatura su historicidad
concreta para liberarla de todas las envolturas metafísicas que seguían presentes en
muchas divagaciones sobre su “esencia” o incluso su “especificidad”. Pero el pro-
blema es complejo y, más allá del materialismo que se desprende de toda teoría
marxista, Perus recoge años después, en un volumen, trabajos críticos que abordan
la relación entre literatura e historia desde perspectivas diversas como la hermenéu-
tica, la sociología de la literatura o la sociocrítica. En Historia y literatura (1994) se
recogen estudios de Michel de Certeau, Ricoeur, Spiegel, Eva Kushner, Edmond
Cros y Régine Robin; el objetivo de la obra es terminar con un estado de cosas que
se ha prolongado en exceso:
Años después del primer trabajo citado, Rincón (1986) vuelve a tratar el tema en
el mismo marco de crisis de la crítica literaria, unida esta crisis al auge de la nueva
narrativa latinoamericana y a las concretas vicisitudes sociales y políticas que se
producen en Latinoamérica. La visión de la historiografía literaria sigue siendo la
misma: recopilación de obras consideradas canónicas e inserción de enormes lista-
dos de autores y títulos que se ordenaban conforme a la teoría biologicista de las
generaciones. Así entendida, la historia literaria era una simple disciplina auxiliar
con funciones pedagógicas o propedéuticas. Existió, sin embargo, un intento de
renovación, aunque insuficiente:
Para mediados de los años setenta Rincón señala tres direcciones en la historia
de la literatura en Latinoamérica: Primera, la que enfrentaba la cuestión de las di-
versas lecturas de una obra con la historia de las sociedades de América Latina,
entendida como problema histórico-literario y de teoría de la literatura (es el caso de
autores como Antônio Cândido, Concha o Glissant), que implicaba la posibilidad de
romper con el análisis textual inmanente a partir de una historia de las estructuras
de género que se abriera hacia la perspectiva de la historia de la función. Segunda:
la que surge del examen de un sector concreto de la producción literaria, de signifi-
cación histórica variable, en el que se manifiestan elementos procedentes de las
literaturas indígenas o procedentes de África, esto es, las literaturas heterogéneas1
_____________
1
El concepto de literaturas heterogéneas lo empezó a formular Cornejo Polar en 1977 en
el texto “El indigenismo y las literaturas heterogéneas. Su doble estatuto sociocultural”.
de que hablan Cornejo Polar sobre todo, pero también Escajadillo, Losada, Wachtel
o Brathwaite. Y tercera, la que se produce en relación a la interpretación de la nueva
narrativa latinoamericana, que en un primer momento es analizada por los propios
novelistas como Carlos Fuentes, Vargas Llosa o Carpentier y Miguel Ángel Astu-
rias; el problema fundamental que se plantea en principio es la dialéctica continui-
dad / discontinuidad en relación a las corrientes literarias anteriores.
Si el proceso de autocrítica en la crítica y teoría literarias fue decisivo (sobre to-
do en lo relativo a una crítica socio-histórica o sociocrítica), en la historia literaria
también dio sus frutos:
una relación estética específica, y por ello deben ser incluidas en el decurso histó-
rico mediante el establecimiento de un nuevo significado. (Rincón 19986: 14)
2
Sobre la cultura de la resistencia, ver, entre otros muchos, Marta Traba (1974). Dicha
cultura parte de la dependencia que se detecta en los distintos países latinoamericanos tras
las guerras de la independencia. En este contexto “La obstinación de la cultura por perforar
el problema de la dependencia parte, desde luego, de la confianza de vencerla y superarla, y
de la certidumbre de que, dentro de ella, nunca se podrá aspirar a las formas modernas de la
libertad” (Traba 1974: 49). Pero los problemas que se plantean no proceden siempre de
fuera puesto que estos mismos países, con frecuencia, no son capaces de articular una alter-
nativa a la cultura capitalista colonial o imperialista que les llega desde distintos frentes.
daria y se presenta con un contenido programático que tiende a ser totalitario, disci-
plina tendente a conservar y transmitir determinados valores ideológicos. Por otro
lado, la selección de hechos históricos y literarios recogidos y descritos es arbitra-
ria, y son elegidos de entre el conjunto de procesos que constituyen la vida de los
grupos sociales:
diferentes discursos en los últimos treinta años en la presentación del proceso litera-
rio en Hispanoamérica. La comparación la establece Gallo a partir de una serie de
parámetros básicos: a) periodización; b) la manera de consignar los cambios o
transformaciones; c) el origen y la explicación que se da a esos cambios; y d) el
sentido que se les atribuye. Las conclusiones son reveladoras:
hay que tener en cuenta que la diversidad lingüística no se circunscribe a una dis-
persión geográfica, a cortes sociales horizontales, sino que entraña pluralidad en
los cortes verticales en una misma región o país (área andina, mesoamericana,
etc.), en la que se dan y se han dado expresiones literarias en diversas lenguas.
Hay que tener en cuenta también que si se insiste en el soporte lingüístico se corre
el riesgo de obrar a contrapelo de tendencias presentes en la vida social latinoa-
mericana que, en un proceso conflictivo, va mostrando propuestas de firme inter-
acción entre las diferentes culturas, o de afirmación de algunas lenguas indígenas
[…]; también el interés por el conocimiento de esas culturas, no solo en el ámbi-
to de la investigación, sino también en sectores sociales cada vez más amplios,
que reconocen como propio el legado de esas culturas. (Zanetti 1987: 177-178)
Hay que tener en cuenta, por tanto, las expresiones literarias que proceden de las
lenguas indígenas, la precolombina y las expresiones folclóricas y literarias, algunas
de ellas muy antiguas y transmitidas oralmente hasta que fueron incorporadas a la
literatura culta. Hay que tener en cuenta también los textos tradicionales de circula-
ción oral, las culturas populares tradicionales que son recopiladas en el siglo XX y
la cultura popular urbana3.
A estas alturas no cabe duda de que todas las ideas recogidas hasta aquí presen-
tan un gran interés, pero son dos propuestas en concreto las que van a romper con la
inercia de la historia literaria tradicional: el modelo de Alejandro Losada y el de
Ana Pizarro.
Losada publica a mediados de los setenta un trabajo en el que sistematiza los
conceptos que luego aplicará a la historia literaria. La idea de la que parte es la de
que los sistemas literarios son instituciones sociales, la finalidad: “la presentación
de un modelo hipotético-deductivo de sistema literario que permita la comprensión
de la literatura hispanoamericana posterior a la Independencia como praxis de di-
versos grupos sociales” (Losada 1975: 39). Los modelos utilizados para intentar
comprender la literatura hispanoamericana como conjunto son considerados arbitra-
rios, incoherentes e insuficientes; sus limitaciones son varias: no han podido dar
razón del diferente desarrollo diacrónico sub-regional ni de la simultaneidad de
fenómenos que aparecen de manera inmediata en literaturas de calidad; el intento de
solucionar esas diferencias con el método generacional ha fracasado debido a que se
ha procedido al agrupamiento incoherente de autores tan distintos como Cortázar,
Onetti, Ciro Alegría y José María Arguedas; se han utilizado criterios descriptivos e
interpretativos no pertinentes; no se ha distinguido entre la valoración estética de
una obra, un nuevo conjunto literario y su significación social. En suma:
_____________
3
Recientemente Ricardo Cuadros (2005, 2006) ha estudiado minuciosamente la periodi-
zación literaria y el método generacional en las obras más significativas de la historiografía
latinoamericana poniendo de manifiesto las fallas teóricas y metodológicas que presentan
tales instrumentos teóricos en la práctica.
político. Pero ni en uno ni en otro juicio han puesto en claro los supuestos estilís-
ticos y estéticos y sociales en que fundan su interpretación. (Losada 1975: 40)
consideran a la literatura como fenómeno social aceptan este modo de proceder, las
tendencias predominantes articulan los conjuntos “a) a la realidad social como a un
todo indiferenciado; b) a la sociedad estratificada y conflictiva, evolucionando a
través de períodos históricos; y c) a ciertos sectores, grupos o élites de la sociedad”
(Losada 1975: 43). Para Losada los dos primeros niveles están presentes en el fe-
nómeno literario y participan en la configuración de algunos de sus rasgos, pero
sólo el tercero constituye su especificidad. La crítica ya ha tratado con anterioridad
la presencia de distintos razas y culturas en el continente americano y su relación
con la metrópoli, pero al reducir una enorme complejidad a un todo unitario, indife-
renciado y estático (el mestizaje, por ejemplo) ha ocultado las auténticas caracterís-
ticas de esas literaturas y esas culturas ya que la idea de mestizaje no puede ignorar
la dominación y la dependencia, la peculiar relación de la sociedad latinoamericana
con el desarrollo histórico que se produce en la Edad Moderna y la posterior revo-
lución burguesa. El modelo Losada parte, pues, de la idea de que hay que articular
el fenómeno literario a una sociedad estratificada, conflictiva, que evoluciona a lo
largo de todo el proceso histórico; además, parte de una idea crítica de la cultura.
Tres modelos que se han dado en Latinoamérica partiendo de estos presupuestos
son los de José Antonio Portuondo, Antônio Cândido y Ariel Dorfman, que Losada
critica en función de tres presupuestos:
Por un lado se haría necesario formular una hipótesis sobre la realidad social lati-
noamericana que debería tener en cuenta situaciones histórico-sociales en la es-
tructura de la producción y en la de las relaciones entre las clases y los grupos so-
ciales (imperialismo, dependencia y subdesarrollo, violencia); por otro lado, se
haría necesario formalizar todo el fenómeno literario como un conjunto, cuyos
rasgos relevantes remitan a un modelo análogo a la hipótesis con que se com-
prende la realidad social; y, finalmente, se habrían de poner los dos conjuntos en
relación. (Losada 1975: 46)
Lo que Losada no tiene presente es que los críticos que cita no se marcan esos
objetivos, por eso ofrecen modelos diferentes al suyo.
En suma, el ya llamado modelo Losada tiene las siguientes bases programáticas:
Los supuestos teóricos del modelo conceptual que concibe el fenómeno literario
como inmediatamente articulado a la situación de la estructura social, son los si-
guientes: 1) se concibe al fenómeno literario como producto de una situación ob-
jetiva, la cual se desarrolla en la estructura social o en el modo de pertenencia de
un sujeto productor a una clase social; 2) se interpreta la naturaleza de la literatura
como una forma de conciencia o de conocimiento, en el sentido de que sería una
elaboración refleja y deformada de una situación que se desarrolla de manera in-
dependiente del sujeto productor; 3) se la analiza como un hecho estático, depen-
diente de un orden de cosas más consistente y determinante y, por lo tanto, como
a un fenómeno residual y no-significativo para determinar la existencia concreta
del sujeto productor; 4) se juzga el orden del lenguaje y de la cultura como un
ámbito interiorizado y subjetivo, en el sentido que no intervendría en la constitu-
ción de relaciones fundamentales del sujeto productor con respecto a sí mismo, a
En función de éstas y otras deficiencias hay que proponer una nueva historia lite-
raria que, por su complejidad, debe elaborar un equipo de investigadores. Las cues-
tiones y problemas a los que hay que hacer frente, a juicio de Losada, son los que
siguen:
1) El problema de la especificidad de la literatura ilustrada en América Latina
que, aunque ha sido considerada única durante mucho tiempo, convive con otros
fenómenos específicos que han de contemplarse también como son la literatura
gauchesca, las literaturas indigenistas, el movimiento de la negritud, y otros.
2) Campo y objeto I: la especificidad de este fenómeno surge como resultado de
la praxis social del grupo productor de cultura y de las funciones que cumple en la
vida social; esto es, “no se trata sólo de ampliar el objeto de investigación y de inte-
grar los resultados de otras disciplinas sobre los niveles histórico-culturales, sino de
la relación entre literatura y sociedad, y de las funciones que cumplen estas literatu-
ras en el desarrollo de estas sociedades” (Losada 1980: 173).
3) Campo y objeto 2: la especificidad de la literatura latinoamericana como un
fenómeno social es el resultado de un proceso genético que se desarrolla a partir de
finales del siglo XVIII y culminó con la constitución de un horizonte cultural con-
temporáneo, “nuestra hipótesis –observa Losada (1980: 179)– afirma que es muy
difícil interpretar correctamente el horizonte cultural instituido por la literatura con-
temporánea, si no se estudia el momento presente como la respuesta a una serie
acumulada de problemas y de experiencias históricas que determina decididamente
la forma de esta producción cultural”.
4) La hipótesis de trabajo parte de una serie de premisas básicas: a) hay que tras-
cender el análisis de obras y autores particulares y constituir conjuntos literarios
relevantes que dominen el horizonte social; b) hay que superar el tratamiento inma-
nente de los conjuntos literarios y devolverlos a su realidad concreta articulándolos
con la sociedad en la que tienen existencia real, observando las funciones que cum-
plen en la vida social y comprendiéndolos como el resultado de una práctica concre-
ta de un determinado sujeto social; y c) hay que comprender esa práctica social
como parte de una agenda que se plantea con la destrucción del mundo colonial, y,
a su vez, es el resultado de la acumulación de expectativas y experiencias que giran
en torno a posibilidades de transformar esa sociedad y su situación en un periodo
contemporáneo.
Ni que decir tiene que éste es un proyecto ideal. Losada conoce perfectamente
las literaturas latinoamericanas y los distintos sistemas sociales. A ello se une una
profunda formación teórica en el terreno en el que se mueve, de ahí que al enfren-
tarse a la práctica de la historia literaria de determinadas regiones y periodos su
trabajo sea mucho más coherente que el del resto de los historiadores de la literatura
de América Latina, pero lo cierto es que la práctica historiográfica presenta proble-
mas que a veces son difíciles de encajar en determinadas teorías construidas en
función de una realidad, pero también de la necesidad de otorgarle coherencia cien-
tífica a una disciplina literaria. Aún así, el modelo Losada es el más completo y
coherente que se ha formulado para la historiografía latinoamericana.
Ana Pizarro es la otra gran innovadora de la teoría de la historia literaria en His-
panoamérica. Con el apoyo de la AILC y la UNESCO encabeza el proyecto titulado
Para una historia de la literatura latinoamericana, el cual dio lugar a la celebra-
ción de dos encuentros cuyas ponencias y discusiones conocemos porque fueron
publicadas en dos volúmenes. El primero en aparecer (que corresponde a la segunda
reunión, celebrada en octubre de 1983) tiene el título La literatura latinoamericana
como proceso (1985), el segundo (correspondiente a la reunión de noviembre de
1982) es Hacia una historia de la literatura latinoamericana (1987) –seguiremos
aquí el orden de edición de las dos obras, no el de celebración de los encuentros, ya
que es la forma más coherente de proceder teniendo en cuenta los respectivos con-
tenidos–.
Frente al carácter sintético y contundente del modelo Losada, el modelo Pizarro
se extiende en múltiples direcciones y no niega a los precursores, esto es, la labor
realizada por Henríquez Ureña y Alfonso Reyes principalmente. “Los problemas
previos” que señala la autora son los que se estaban debatiendo en ese momento: la
problemática definición del objeto literatura, la necesidad de contemplar e incorpo-
rar las literaturas indígenas y del Caribe, la dificultad de estudiar un discurso litera-
rio múltiple ya que la llamada literatura latinoamericana constituye un conjunto
formado al menos por dos o tres sistemas literarios diferenciados según las regio-
nes, y la falta de instrumentos teóricos y metodológicos adecuados para dar cuenta
de todo ello. La historia literaria tradicional, esto es, la anterior a Henríquez Ureña,
que sería la que iniciaría la historia literaria moderna a juicio de esta investigadora,
no había podido solucionar estos problemas por las grandes limitaciones que pre-
sentaba frente a un universo cultural y literario rico como el latinoamericano y por
la carencia de un aparato conceptual apropiado, de ahí proceden su reduccionismo,
la transferencia de modelos teóricos, la simplificación del nacionalismo y la limita-
ción del concepto de literatura latinoamericana a la producida por sectores cultos.
La organización por periodos tampoco se considera oportuna: si es por siglos,
porque sólo tiene la validez de la cronología; si se basa en criterios pertenecientes a
la historia política, porque ignora la especificidad del fenómeno literario; la periodi-
zación basada en épocas culturales, por otro lado, no da cuenta con propiedad del
proceso de las literaturas que se constituyen no de forma mecánica, en función de
los modelos metropolitanos, sino “como respuesta creativa a los procesos de expan-
sión de las literaturas metropolitanas o de centros culturales hegemónicos” (Pizarro
1985a: 29).
El mayor problema metodológico deriva de la complejidad de las literaturas del
subcontinente que conviven de forma paralela, aparecen y desaparecen de forma
diferente en distintos marcos geográficos…, en definitiva, no existe una sucesión
temporal homogénea. Las posibles alternativas para abordar este problema son dos:
Una doble dualidad marca pues la perspectiva de nuestra óptica comparativa. Por
una parte es un comparatismo que se propone observar tanto los puntos de con-
junción como de divergencia de las diferentes literaturas de América –América
Latina y el Caribe– entre sí, la unidad en la diversidad de las manifestaciones lite-
rarias continentales. Por otra parte es un comparatismo que intenta apuntar las re-
laciones de las literaturas continentales en sus diferentes sistemas con las literatu-
ras no continentales y en éstas con aquellas que han tenido mayor incidencia co-
mo son las literaturas de Europa Occidental. (Pizarro 1985a: 67)
Este proyecto fue desarrollado con grandes estímulos, pero también con todas las
dificultades con que se lleva a cabo la investigación de largo aliento en la cultura
del continente. Estas dificultades nos hicieron renunciar al proyecto inicial, y
adoptamos la resolución de publicar los resultados parciales de la investigación,
transformando la Historia inicialmente prevista en tres volúmenes de ensayos dis-
puestos en orden cronológico. (Pizarro 1993: 13)
distintas. Los dos grandes retos que parecían plantearse años atrás se ven cubiertos:
primero, terminar con las limitaciones de la historia literaria clásica no sólo supe-
rando sus limitaciones metodológicas sino también renovando su mismo objeto de
estudio que pasa de ser la literatura en sentido estricto a las literaturas de la más
variada índole y procedencia junto a las culturas y manifestaciones culturales de
grupos que tienen una importante presencia en estos países; y segundo, atender a la
totalidad de este vasto espacio geográfico y cultural, hecho cuya importancia desta-
ca la investigadora:
4
El comparatismo dentro del ámbito de la historia literaria aparece en otros muchos pro-
yectos de los últimos lustros, como hemos estudiado en otro lugar (vid. Pulido Tirado 2005).
BIBLIOGRAFÍA