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LA FE CRISTIANA

FRENTE A LOS
DESAFÍOS
CONTEMPORÁNEOS
JOHN R. W. STOTT

HUMBERTO CASANOVA ROBERTS


EDITOR GENERAL
Publicado originalmente en inglés por Marshall Pickering,
subsidiaria de HarperCollinsPublishers, bajo el título:
Involvernent. Being a Responsible Christian in a Non-Christian Society (vol. 1) y
Involvement. Social and Sexual Relationships in the Modeni World (vol. 2)
Copyright © 1984 John Stott

Traducido por: Lilian D. Rogers


Título: La fe cristiana frente a los desa fíos contemporáneos

Diseño de cubierta: Ron Huizinga

Primera edición: 1991 (Nueva Creación)


Reimpresión: 1995
Primera reimpresión por Libros Desafío: 1999

I mpreso en los EE.UU.

Línea Nueva Creación

Libros Desafío es un ministerio de CRC Publications,


la casa de publicaciones de la Iglesia Cristiana Reformada
de Norteamérica, Grand Rapids, Michigan, EE.UU.

Library of Congress Cataloging-in-Publication Data


Stott, John R. W.
[Issues facing Christians today. Spanish]
La fe cristiana frente a los desafíos contemporáneos / John Stott;
[traducción de Lilian D. Rogers).
P. CM.
Translation of: Issues facing Christians today.
Includes bibliographical references and indexes.
ISBN 0-8028-0918-9
1. Sociology, Christian. 2. Church and social problems.
3. Evangelicalism. 4. Sex-Religiou s aspects-Christianity.
5. Christian life-Anglican authors. 1. Title
BT738.S7718 1991
261.8-dc20 91-9487
CIP

Publicado por
LIBROS DESAFÍO
2850 Kalamazoo Ave. SE
Grand Rapids, Michigan 49560
EE.UU.

© 1999 Derechos reservados


LOS DERECHOS HUMANOS

as siguientes palabras se atribuyen a Leon Trotsky: «Quien quiera vivir

L una vida tranquila, no debería haber nacido en el siglo XX.» En esto al


menos tenía razón.

Violaciones de los derechos humanos


Este siglo se ha caracterizado tanto por la violencia como por la violación de los
derechos humanos. En las dos guerras mundiales murieron alrededor de
sesenta millones de personas. Seis millones de judíos fueron exterminados en
el «holocausto» de los campos de concentración y las cámaras de gas de Hitler.
Millones de disidentes también fueron liquidados por Stalin en los campos de
trabajo forzado en Siberia. Según Solzhenitsyn, sesenta y cinco millones de
rusos han muerto a manos de sus líderes desde 1923. Y aunque la nueva
constitución de la Unión Soviética, introducida por Brezhnev en 1977 en
reemplazo de la de Stalin, prometía nuevos derechos, no los otorgó y silencia a
todo disidente, de tal modo que en la actualidad en la Unión Soviética hay diez
mil personas declaradas en prisión por motivos religiosos. El imperio del terror
de Id¡ Amin entre 1971-1979 costó la vida de entre quinientos y setecientos mil
ugandeses. Las crueles matanzas de los Khmer Rouge (nacionalistas

1. Es muy difícil obtener estadísticas precisas de las violaciones de los derechos humanos. Las que
presento aquí fueron extraídas de diversas fuentes, entre otras: los informes anuales de Amnesty
International y el libro de David Hayes, Human Rights, Wayland, 1980.

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PROBLEMAS INTERNACIONALES

camboyanos) entre 1975 y 1979 constituyeron nada menos que un genocidio;


pues tres millones de camboyanos murieron ejecutados, por enfermedad o
inanición, cifra que representa casi la mitad de la población.
América Latina es un continente en que la represión y la revolución se han
extendido ampliamente. En la Argentina desaparecieron alrededor de treinta
mil personas entre 1976 y 1982, sumados a miles de personas que murieron o
fueron exiliados. En 1976 Uruguay tenía la proporción más alta de prisioneros
políticos con respecto a la población que se haya conocido: se cree que uno de
cada cinco ciudadanos fue arrestado o encarcelado. En Chile el caso de Charles
Horman ha escandalizado a todo el que haya leído el libro o visto la película.
Horman fue uno de los dos norteamericanos (cuyo vínculo con el experimento
socialista chileno parece haber sido más sentimental que ideológico) que
desaparecieron durante el golpe militar de derecha encabezado por el general
Pinochet que derrocó al régimen marxista de Salvador Allende en 1973. Ed
Horman, el padre, demandó a los funcionarios del Departamento de Estado
desde Henry Kissinger hasta los miembros de la Embajada en Santiago por
complicidad en la muerte de su hijo; y retiró la demanda recién en 1981,
mientras el gobierno todavía se negaba a responder a ella en nombre de la
«seguridad nacional». Su abogado, Thomas Hauser, publicó el libro The
Execution o f Charles Horman (La ejecución de Charles Horman), subtitulado «Un
sacrificio norteamericano», que implica al gobierno estadounidense y que
provocó una inmediata refutación de tres páginas por parte del Departamento
de Estado. Luego, Costa Gavras, el director cinematográfico griego que había
filmado «Z» (documental sobre el régimen de los coroneles griegos), entrevistó
a los Horman y a Hauser, hizo investigaciones entre los chilenos exiliados y
fil mó la conmovedora película Missing (Desaparecido) en la ciudad de Méjico
durante el año 1981. Allí observamos a Ed Horman, un científico cristiano
sincero, que busca a su hijo desaparecido por las calles, en el estadio, en los
hospitales y, finalmente, en la morgue. Pero la evidente hipocresía de los
funcionarios de la Embajada de los Estados Unidos le hace pasar de la
incredulidad al desengaño, y luego del cinismo al convencimiento absoluto de
que el gobierno de los Estados Unidos estaba involucrado no sólo en la
«ejecución» de su hijo sino también en el golpe de estado mismo. La película
termina con la declaración de los siguientes hechos reales: aunque los Estados
Unidos habían prometido enviar el cuerpo de Charles inmediatamente, de
hecho fue enviado varios meses después, es decir, demasiado tarde para poder
establecer la causa de la muerte.
En Sudáfrica el aparato del apartheid segrega por la fuerza a los negros en
«Homelands», zonas designadas arbitrariamente para ellos. Además de esta
política inhumana de gobierno, hacia 1979 ciento sesenta y tres personas
habían muerto mientras permanecían bajo custodia policial, en su mayor parte

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LOS DERECHOS HUMANOS

en circunstancias misteriosas, entre las cuales el más conocido fue Steve Biko,
líder del movimiento «Black Consciousness» (Conciencia negra), quien murió
en 1977.
En tales listas de atrocidades corremos el riesgo de la indignación selectiva,
como si las violaciones de los derechos humanos fueran sólo perpetuados por
esos rusos crueles, esos sudafricanos racistas, las oligarquías o juntas militares
latinoamericanas (según sostienen algunos, en algunos casos con el apoyo de
los Estados Unidos). Por lo tanto, los británicos debemos recordar con
vergüenza que en 1978 la Corte Europea de Derechos Humanos en Estrasburgo
falló que los métodos empleados por la policía de Irlanda del Norte en 1971
para interrogar a catorce supuestos terroristas del IRA violaban el Artículo 3 de
la Convención Europea sobre Derechos Humanos. Si bien la Corte absolvió a
Gran Bretaña de los cargos del gobierno irlandés según los cuales las técnicas
equivalían a la «tortura», no obstante, las definió como «trato degradante e
inhumano». El gobierno británico aceptó el fallo de la Corte, estableció una
comisión investigadora, e instrumentó las recomendaciones de la comisión.
Los seres humanos sufren la opresión de muchas otras formas. La Comisión
sobre Derechos Humanos de las Naciones Unidas recibe alrededor de veinte mil
quejas por año. Ha existido, y en algunos caso aún existe, el trato injusto de las
minorías, por ejemplo, de asiáticos en África Oriental, de indios en el Brasil, de
aborígenes en Australia, de intocables en la India, de curdos en Turquía, Irán e
Irak, de palestinos en Oriente Medio, de indios en Norteamérica, de los «inuit»
(esquimales) en Canadá y, quizá debemos agregar, de católicorromanos en
Irlanda del Norte. También está la grave situación de los refugiados y la
degradación humana causada por el analfabetismo, el racismo, la pobreza, el
hambre y la enfermedad. En la actualidad existe en Occidente el nuevo
problema de la violación de la privacidad y el almacenamiento de información
en bancos de datos. Y peor aun que todos estos males es que persista el uso de
la tortura, a pesar de la censura universal contra ella. El doctor Emilio Castro ha
afirmado con razón: «La tortura mata la humanidad del torturador y aplasta la
personalidad del torturado.»2

Interés por los derechos humanos


Paralelamente a la violación de los derechos humanos, aun mientras los abusos
y los atropellos han aumentado, al parecer se ha producido un crecimiento
proporcional del reconocimiento de los derechos y del interés por defenderlos.

2. De un Editorial de Emilio Castro aparecido en International Review of Mission, Vol. LXVI, No.
263, dedicado a «Derechos Humanos», julio 1977, p. 218.

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PROBLEMAS INTERNACIONALES

En cierto sentido esto no es novedoso. El hombre, un ser con conciencia de sí


mismo, sin duda ha reflexionado acerca de sí mismo y de su identidad, sus
derechos y deberes, desde el principio. De modo que el concepto tiene una larga
historia. Platon y Aristóteles lucharon con las ideas de libertad y justicia,
mientras que Tomás de Aquino y otros teólogos medievales cristianizaron el
pensamiento de los griegos en términos de «derechos naturales». Gran Bretaña
rememora con gratitud la Magna Carta, la cual el rey Juan se vio inducido a
firmar en 1215, y que el rey Enrique III reinstauró diez años más tarde. Entre sus
disposiciones se contaban las garantías de libertad a la Iglesia y de juicio justo
por parte de pares. Otro hito de la historia británica es la Ley Fundamental («Bill
of Rights», 1688-1689) que estableció la sujeción de la corona al Parlamento.
Los Estados Unidos y Francia rememoran las revoluciones de fines del siglo
XVIII como la época en que se garantizaron los derechos constitucionales a los
ciudadanos de cada una de estas dos naciones. La «Declaración de la Indepen-
dencia» norteamericana (1776), redactada por Thomas Jefferson, sostenía que
era «evidente por sí mismo» que «todos los hombres fueron creados iguales y
que han sido dotados por el Creador con ciertos derechos inalienables», en
especial el derecho a «la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad». Un
lenguaje similar se emplea en la «Declaración de los derechos del hombre y del
ciudadano» de Francia, que fue promulgada en la Asamblea Nacional de 1789.
Habla de los «derechos naturales, imprescriptibles e inalienables del hombre» o
«los derechos naturales, inalienables y sagrados del hombre». Esta Declaración
fue defendida con elocuencia por Thomas Paine en el famoso libro The Rights
o f Man (Los derechos del hombre, 1791). En breve lo citaré.
Fue la Segunda Guerra Mundial, con el horroroso salvajismo de Hitler y la
brutalidad de Japón, que centró la atención del mundo en los derechos
humanos. En junio de 1941 el presidente Roosevelt pronunció el famoso
discurso del «Estado de la Unión», en el cual declaró su anhelo de ver el
surgimiento de «un mundo fundado sobre la base de cuatro libertades
esenciales»: la libertad de expresión, la libertad de culto, la liberación de la
pobreza y la liberación del temor; después de cada una de las cuales agregó «en
todas partes del mundo».3
La Organización de las Naciones Unidas fue establecida en 1945. El
preámbulo a la Carta dice así: «Nosotros, los pueblos de las Naciones Unidas»
declaramos nuestra resolución «de reafirmar la fe en los derechos funda-
mentales del hombre, en la dignidad y el valor de la persona humana y en la
igualdad de derechos de hombres y mujeres y de naciones grandes y pequeñas».
El Artículo 1 habla de la cooperación internacional para promover y alentar el

3. La colección de textos más accesible es Basic Documenta on Human Rights, editado por lan
Brownlie, Clarendon, segunda edición, 1981.

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LOS DERECHOS HUMANOS

respeto de los derechos humanos y las libertades fundamentales de todos sin


distinción de raza, sexo, lengua o religión. El Artículo 55 va más allá y declara
que las Naciones Unidas promoverán «el respeto universal y la práctica de los
derechos y las libertades fundamentales del hombre de todos sin distinción de
raza, sexo, lengua ni religión».
Al año siguiente las Naciones Unidas establecieron la «Comisión de Derechos
Humanos» -bajo la presidencia de la viuda del presidente Roosevelt, Eleanor-
a la cual se encomendó la redacción de la «Declaración universal de los
derechos humanos» como primer elemento de la «Ley de Derechos Funda-
mentales» que debía elaborar. El preámbulo subraya que «la libertad, la justicia
y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad
intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la
familia humana». El Artículo 1 declara que «todos los seres humanos nacen
libres e iguales en dignidad y derechos». El Artículo 2 agrega que «toda persona
tiene todos los derechos y libertades proclamados en esta Declaración, sin
distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de
cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, naci-
miento o cualquier otra condición». La primera parte de la Declaración trata de
los derechos civiles y políticos y la segunda de los derechos económicos, sociales
y culturales. Fue adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en
París el 10 de diciembre de 1948, aunque no fue ratificada por todas las
naciones.
El doctor Charles H. Malik, de la comunidad cristiana del Líbano, quien
luego sería presidente de la Asamblea General de las Naciones Unidas, escribe
refiriéndose al tiempo en que se elaboraba el texto de la Declaración, hacia fines
de la década del cuarenta: «Creíamos que nada se hacía más necesario en un
mundo que emergía de una guerra devastadora -no sólo física, económica y
políticamente, sino sobre todo moral, espiritual y humanamente devastadora-
que recuperar y reafirmar la integridad plena del hombre. Amábamos al
hombre y lo considerábamos maravilloso, y deseábamos que alcanzara la
plenitud de su ser, disfrutara de su libertad y dignidad inherentes; sin embargo,
al mirar a nuestro alrededor, sólo veíamos caricaturas de la humanidad:
hombres con necesidades materiales, oprimidos por ideas por medio de las
cuales interpretaban el mundo y a sí mismos, deformados por las leyes
arbitrarias de los gobiernos y por las costumbres y convicciones de sus
sociedades, disminuidos y desfigurados en su estatura humana ... Así fue que
nos propusimos averiguar en qué medida ... podíamos definir y defender
aquello que pertenecía a la esencia del hombre. Nunca trabajé con tanto
ahínco, nunca tuve un sentido tan claro de confianza en mí mismo, nunca
palpité con una felicidad existencial tan profunda, como en aquellos días
memorables».4

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PROBLEMAS INTERNACIONALES

La aprobación de la Declaración Universal fue sólo el principio. A la


Convención Europea para la Protección de los Derechos Humanos (1950)
siguió la creación de la Comisión Europea sobre Derechos Humanos (1953) y de
la Corte Europea de Derechos Humanos en 1958. En 1961 se fundó Amnesty
International. En 1966 se publicaron los dos Pactos Internacionales (uno sobre
derechos económicos, sociales y culturales, y el otro sobre derechos civiles y
políticos). 1968 fue declarado el Año Internacional de los Derechos Humanos.
En 1973 se llevó a cabo la Conferencia de Helsinki sobre Seguridad y
Cooperación en Europa, cuya declaración final (1975) incluye una sección
sobre «El respeto de los derechos y libertades fundamentales del hombre». Al
año siguiente (1976) entraron en vigencia los dos Pactos Internacionales y así
se hizo realidad la largamente soñada Ley de Derechos Fundamentales.
Esta es, entonces, la paradójica situación -la existencia de una Declaración
Universal de Derechos Humanos y la amplia violación de los mismos
derechos- en la cual los cristianos debemos plantearnos algunas preguntas
básicas: ¿Por qué es que los hombres tienen derechos? ¿De dónde los
adquirieron? ¿Los cristianos tenemos algo en particular que contribuir al debate
y a la acción relativa a los derechos humanos? Quizá haremos bien en comenzar
con Thomas Paine. Si bien fue un deísta y, por tanto, distaba mucho de ser un
cristiano ortodoxo, su padre era cuáquero y su madre anglicana, de modo que
su visión tenía suficiente influencia cristiana como para reconocer que los
derechos del hombre se retrotraen a la creación del hombre. En 1791 Paine
escribe:
«El error de quienes basan su razonamiento respecto a los derechos
humanos en precedentes tomados de la antigüedad es que no
retroceden lo suficiente en el tiempo. No llegan al principio. Se
detienen en alguna etapa intermedia de cierto siglo o milenio ... Pero
si seguimos retrocediendo, finalmente daremos con la respuesta
correcta; llegaremos al tiempo en que el hombre vino de la mano de
su Creador. ¿Qué era entonces? Hombre. El título de hombre era el
más alto y el único título que tenía, y no existe otro título mayor que
pueda recibir».5
Tom Paine tenía razón. El origen de los derechos humanos es la creación. El
hombre no los ha «adquirido», ni se los ha conferido ningún gobierno u otra
autoridad. El hombre los tuvo desde el principio. Los recibió de la mano de su

4. Dr. Malik, Introducción a Free and Equal, Los derechos humanos en perpectiva ecuménica, por
O. Frederick Nolde, WCC, 1968, p. 7.
5. Thomas Paine, The Rights of Man, 1791, octava edición, pp. 47-48.

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LOS DERECHOS HUMANOS

Creador junto con la vida. Son inherentes a su creación. Le fueron concedidos


por su Creador.
En otras palabras, los derechos humanos son los derechos de los seres
humanos, y la naturaleza de los derechos humanos depende de la naturaleza de
los seres humanos, a quienes pertenecen. Los derechos de los animales también
son importantes, como hemos considerado en otra oportunidad, ya que
también los ha creado Dios, si bien no ha honrado a éstos imprimiendo su
i magen en ellos. De allí que la pregunta sobre qué significa ser humanos sea
fundamental a los derechos humanos. Al centrarse en el propósito divino para
los seres humanos, la Biblia tiene mucho que decir al respecto. Se resume en tres
palabras: «dignidad», «igualdad» y «responsabilidad».

La dignidad humana
La dignidad humana se afirma en tres oraciones sucesivas de Génesis 1.27,28,
las que ya hemos examinado en relación con el medio ambiente. 1) «Creó Dios
al hombre a su imagen»; 2) «varón y hembra los creó»; 3) «los bendijo Dios y les
dijo: ... llenad la tierra y sojuzgadla». Aquí se observa que la dignidad humana
está dada por tres relaciones de carácter único que Dios estableció en la
creación, que en conjunto constituyen gran parte de la naturaleza humana y
que la caída distorsionó pero no destruyó.
La primera es nuestra relación con Dios. Los seres humanos son seres de
semejanza divina, creados a imagen de Dios, según él se propuso. La imagen
divina comprende aquellas cualidades racionales, morales y espirituales que
nos separan de los animales y nos vinculan con Dios. En consecuencia,
podemos aprender acerca de él por las enseñanzas de evangelistas y maestros (es
un derecho humano básico oir el evangelio); llegar a conocerlo, amarlo y
servirle; vivir en una consciente y humilde dependencia de él; comprender su
voluntad y obedecer sus mandamientos. Así pues, los derechos humanos que
llamamos libertad de profesar, practicar y propagar la religión, libertad de culto,
de conciencia, de pensamiento y de palabra, corresponden a la primera
clasificación de nuestra relación con Dios. Es asombroso que aun los líderes
deístas de las revoluciones norteamericana y francesa supieran esto instintiva-
mente y que hicieran referencia al «Ser Supremo», en quien se halla el origen
último de los derechos humanos.
La segunda capacidad exclusiva de los seres humanos es la relación de unos con
otros. El Dios que creó a la humanidad es un ser social, un Dios que comprende
en sí mismo tres personas eternamente distintas. Dijo: «Hagamos al hombre a
nuestra imagen» y «No es bueno que el hombre esté solo». Por lo tanto, Dios
hizo al hombre varón y mujer, y les mandó que procrearan. La sexualidad fue
creada por Dios, el matrimonio fue instituido por él y el compañerismo

17 9
PROBLEMAS INTERNACIONALES

humano estaba en su propósito. De manera que todas las libertades humanas


que llamamos la santidad del sexo, el matrimonio y la familia, el derecho de
reunión y el derecho a ser respetado, sin distinción de edad, sexo, raza o
condición, corresponden a la segunda categoría de nuestra relación los unos
con los otros.
La tercera cualidad distintiva como seres humanos es nuestra relación con la
tierra y sus criaturas. Dios nos ha dado dominio, con el mandato de sojuzgar y
cultivar la tierra fértil y gobernar sobre sus criaturas. De modo que los derechos
humanos que llamamos el derecho al trabajo y al descanso; el derecho a
participar de los recursos de la tierra; el derecho a la alimentación, el vestido y
la vivienda; el derecho a la vida y la salud y a su protección, así como la
liberación de la pobreza, el hambre y la enfermedad, corresponden a la tercera
clasificación de la relación con la tierra.
A pesar de la simplificación, podemos resumir el significado de la dignidad
humana en estos tres aspectos: nuestra relación con Dios (o el derecho y la
responsabilidad de la adoración), nuestra relación unos con otros (o el derecho
y la responsabilidad de la comunión) y nuestra relación con la tierra (o el
derecho y la responsabilidad de la mayordomía), naturalmente, junto con la
oportunidad que dan la salud, la educación y los medios económicos para
desarrollar este potencial humano único.
Así pues, todos los derechos humanos son básicamente el derecho a ser
humanos y, por tanto, a gozar de la dignidad de haber sido creados a imagen de
Dios y, consecuentemente, de tener una relación única con Dios mismo, con
nuestros semejantes y con el mundo material. Los cristianos tenemos algo
importante que agregar: que nuestro Creador también nos ha redimido o
recreado, a un costo personal muy alto, mediante la Encarnación y expiación de
su Hijo. Y el alto precio de la obra redentora de Dios refuerza el sentido del valor
humano, que ya nos había dado su creación. William Temple expresa esta
verdad con su habitual claridad:
«No puede haber derechos del hombre excepto sobre la base de la fe
en Dios. Pero si Dios es real, y todos los hombres son hijos suyos, ése
es el verdadero valor de cada uno de ellos. Mi valor es lo que valgo
para Dios; y es muchísimo, pues Cristo murió por mí. Así pues,
aquello que da más valor a cada uno de nosotros da el mismo valor
a todos; en lo que más importa todos somos iguales». 6
Nuestro valor depende, pues, de cómo nos ve Dios y de su relación con
nosotros. Por consiguiente, los derechos humanos no son derechos ilimitados,
como si fuésemos libres de ser y hacer absolutamente lo que queramos. Se

6. William Temple, Citizen and Churchman, Eyre & Spottiswoode, 1941, pp. 74-75.

180
LOS DERECHOS HUMANOS

li mitan a aquello que sea compatible con ser la persona humana que Dios creó
y que tenía como propósito para nosotros. La verdadera libertad la hallamos
siendo nosotros mismos, auténticos seres humanos, no contradiciéndonos. Por
esa razón es fundamental definir al «ser humano» antes de definir los «derechos
humanos». Este principio ha sido útil también cuando tratamos el tema de la
demanda de «derechos de la mujer» y de «derechos del homosexual». La
pregunta que surge frente a estas demandas es hasta dónde las prácticas
feministas y homosexuales son compatibles con la naturaleza humana que Dios
ha creado y se propone proteger.
No existe ninguna situación en la cual sea permisible olvidar la dignidad que
los seres humanos tienen por creación y el consiguiente derecho al respeto. Se
puede privar de la libertad a criminales convictos por un determinado período
de encarcelamiento, y esto puede ser justo. Pero el derecho al encarcelamiento
no implica el derecho a aplicar al prisionero el confinamiento solitario o tratos
inhumanos de otra clase. Me alegró saber que el obispo Kurt Scharf de Berlín-
Brandenburgo visitó en prisión a Ulrike Meinhof y a otros miembros del
notable grupo Baader-Meinhof, con el objeto de investigar el trato que recibían
y escuchar sus quejas.7 Asimismo estoy agradecido por la tarea de Prison
Fellowship International, organización fundada por Charles Colson luego de su
experiencia personal de los efectos brutalizantes del encarcelamiento. Los
presos, que han sido privados de la libertad por la justicia, no deben ser privados
de otros derechos. Jesús dijo: «estuve en la cárcel, y vinieron a verme».

La igualdad humana
La tragedia es que «derechos humanos» no siempre ha significado «derechos
iguales». Los dones buenos del Creador se arruinan por el egoísmo humano. Los
derechos que Dios dio a todos los seres humanos por igual, con facilidad
degeneran en mis derechos, los cuales insisto en defender, independientemente
de los derechos de otros o del bien común. Así es cómo la historia del mundo
es la historia del conflicto entre mis derechos y los tuyos, entre el bien de cada
uno y el bien de todos, entre el individuo y la comunidad. De hecho, cuando
los derechos humanos entran en conflicto unos con otros, se nos presenta un
difícil dilema ético. Puede ser la tensión entre los derechos de la madre y del hijo
nonato cuando se está considerando el aborto; o el conflicto entre el derecho de
un propietario individual a la propiedad y a la paz, por un lado, y la necesidad
que tiene la comunidad de un nuevo aeropuerto o autopista, por el otro; o entre
la libertad de expresión y de reunión que reclama un grupo defensor de los

7. Ver «The Human Rights of the Malefactor» por el obispo Kurt Scharf en International Review o f
Mission, op. cit., pp. 231-239.
PROBLEMAS INTERNACIONALES

derechos civiles para sus manifestaciones callejeras y la libertad que reclaman


los vecinos de que no se perturbe la tranquilidad ni se ponga a prueba su
paciencia.
Pero el conflicto de derechos que a menudo aparece contemplado en la Biblia
es de características diferentes. El énfasis es que ningún individuo poderoso
puede imponer su voluntad a la comunidad y que ninguna comunidad puede
violar los derechos de un individuo o de una minoría. La ley mosaica protegía
con especial cuidado a los más débiles y vulnerables. Lejos de explotarlos, el
pueblo de Dios debía ser la voz de los que no tenían voz y el defensor de los
indefensos, lo que incluía a los enemigos. Paul Oestreicher lo expresa con
lucidez:
«Cuando se conectan los electrodos, la víctima de la tortura sufre del
mismo modo cuando la «seguridad» cree que salva a la libre empresa
de la revolución que cuando cree que salva a la revolución de la
reacción ... Mi propio compromiso no es con el liberalismo ni con el
marxismo, sino con una singular idea propagada por un carpintero
que fue predicador disidente en Palestina según la cual la prueba de
nuestra humanidad se halla en la manera en que tratamos a nuestros
enemigos ... La madurez y la humanidad de una sociedad se medirá
de acuerdo con el grado de dignidad que dé a los desafectos y a los
que no tienen poder». 8
La igualdad de los seres humanos se expresa con claridad en las palabras «no
hace acepción de personas». La expresión griega original significa literalmente
«sin aceptación de caras». En otras palabras, debemos actuar sin hacer «ninguna
diferencia entre unas personas y otras» (VP) y sin ninguna deferencia especial
hacia algunos porque sean ricos, famosos o de influencia. Los autores bíblicos
subrayan esto con insistencia. Por ejemplo, Moisés declaró: «Porque Jehová
vuestro Dios es Dios de dioses, y Señor de señores, Dios grande, poderoso y
temible, que no hace acepción de personas». Por consiguiente, los jueces
israelitas debían juzgar con imparcialidad, sin hacer acepción de personas. 9
Encontramos el mismo énfasis en el Nuevo Testamento. Dios es el juez
imparcial. No toma en cuenta la apariencia externa ni las posiciones. No tiene
favoritismos, cualquiera sea nuestro trasfondo racial o social.'0 Una vez se
describió a Jesús en estos términos (tal vez como adulación, pero con exactitud):
«Maestro, sabemos que eres hombre veraz, y que no te cuidas de nadie; porque

8. Paul Oestreicher, Thirty Years of Human Rights, the British Churches' Advisory Forum on Human
Rights, 1980.
9. Deut. 10.17; 1.16, 17; cf. 16.18,19.
10. P. ej. Hch. 10.3 4; Ro. 2.11; 1 P. 1.17.

182
LOS DERECHOS HUMANOS

no miras la apariencia de los hombres» (Mr. 12.14). Es decir que ni trataba con
deferencia a los ricos y poderosos, ni despreciaba a los pobres y débiles, sino que
daba el mismo respeto a todos, cualquiera fuese su estrato social. Nosotros
debemos hacer lo mismo.
Considero que la mejor ilustración de este principio la hallamos en el libro
de Job. Específicamente, en la súplica final de Job por justicia, después de que
los tres consoladores han concluido sus acusaciones falsas, injustas y crueles.
Job se aferra a su propia inocencia, a la vez que reconoce que Dios es un Dios
j usto. Si ha quebrantado las leyes de Dios (por inmoralidad, idolatría u
opresión), pues entonces que el juicio de Dios caiga sobre él. Sigue diciendo: «Si
hubiera tenido en poco el derecho de mi siervo y de mi sierva, cuando ellos
contendían conmigo, ¿qué haría yo cuando Dios se levantase? Y cuando él
preguntara, ¿qué respondería yo? El que en el vientre me hizo a mí, ¿no lo hizo
a él? ¿Y no nos puso uno mismo en la matriz?» (Job 31.13-15). Job continúa en
el mismo tono y hace referencia a los pobres y necesitados, a las viudas y los
huérfanos. Tenemos los mismos derechos porque tenemos un mismo Creador.
En las Escrituras tanto la dignidad como la igualdad de los seres humanos
hallan sus raíces en la creación.
Este principio tiene que hacerse aún más evidente en la comunidad
neotestamentaria, ya que además tenemos un mismo Salvador. Pablo establece
reglas para la conducta entre amos y siervos recordándoles a ambos que tienen
un mismo amo celestial y que «para él no hay acepción de personas» (o
favoritismos)." Santiago intenta hacer desaparecer las distinciones clasistas en
el culto público de adoración exhortando a que no se haga diferencia entre ricos
y pobres en la comunidad de creyentes en Cristo Jesús (2.1-9). La misma verdad
es evidentemente aplicable entre los no creyentes. Nuestra común humanidad
basta para suprimir favoritismos y privilegios, y establecer la igualdad de
posiciones y derechos. Toda violación de los derechos humanos se opone a la
igualdad que disfrutamos por creación. «El que oprime al pobre afrenta a su
Hacedor» (Pr. 14.31). Si Dios manifiesta «parcialidad a favor de los pobres» y si
nosotros también deberíamos manifestarla (como se declara a menudo), y si
dicha parcialidad no quiebra la norma de la «no acepción», esto debe hallar
justificación en que la sociedad en general muestra parcialidad en contra de
ellos o que no tienen a nadie más que los defienda.
El hecho de que «para Dios no hay acepción de personas» es la base de la
tradición bíblica de la protesta profética. Los profetas denunciaron con valor la
tiranía de los líderes, en especial de los reyes de Israel y Judá. Ni su investidura
como monarcas, ni el ser «ungidos del Señor» los hacía inmunes a la crítica y a

11. EL 6.9; J. Col. 3.25.

183
PROBLEMAS INTERNACIONALES

la censura. Ciertamente se debía tratar a los gobernantes con el debido respeto,


por su cargo, pero todo intento de su parte de convertir la autoridad en tiranía
había de provocar la más enérgica resistencia. David fue el más famoso de todos
los reyes de Israel, pero ello no le otorgaba el derecho de matar a Urías y robarle
su esposa Betsabé. Dios envía al profeta Natán para amonestarlo. Cuando Acab
era rey de Israel, Jezabel su esposa consideraba que él tenía poder absoluto.
«¿Eres tú ahora rey sobre Israel?», le preguntó ella, insultante, al verlo resentido
porque Nabot se había negado a venderle su viña. Dios envía a Elías a denunciar
a Acab por haber asesinado a Nabot y haberse incautado de sus posesiones.
Joacim fue rey de Judá en el siglo VII A.C.; sin embargo no tenía derecho de
construir un lujoso palacio mediante la imposición del trabajo forzado.
Jeremías exclamó: «¡Ay del que edifica su casa sin justicia, y sus salas sin
equidad...!»; y luego: «¿Reinarás, porque te rodeas de cedro?». Entonces el
profeta lo exhorta a recordar a su padre Josías: «¿No comió y bebió tu padre, e
hizo juicio y justicia, y entonces le fue bien? El juzgó la causa del afligido y del
menesteroso, y entonces estuvo bien ... Mas tus ojos y tu corazón no son sino
para tu avaricia, y para derramar sangre inocente, y para opresión y para hacer
agravio». Jeremías agrega que nadie lamentaría la muerte de Joacim, y que su
entierro sería como el de un asno, arrastrado y echado fuera de las puertas de
Jerusalén.12
En nuestro tiempo los dictadores defienden el arresto y la detención, y aun
el encarcelamiento o la ejecución sin juicio previo, sobre la base de la «seguridad
nacional». Me pregunto cómo reaccionaría frente a esto un profeta bíblico. La
protesta y la denuncia dentro del mismo país sin duda costaría la vida al profeta.
Pero, al menos por lo que se puede observar, el tipo de tarea que realiza Amnesty
International es coherente con el precedente bíblico y con el reconocimiento de
que en Dios «no hay acepción de personas». Los derechos humanos son
derechos igualitarios.

La responsabilidad humana
A menudo los cristianos nos retraemos cuando surge el tema de los derechos
humanos, pues nos evoca la imagen de una persona reafirmando sus derechos
en contra de otra, y por lo tanto de conflicto y egoísmo. Aquí se hace necesario
aclarar la relación entre derechos y responsabilidades.
La Biblia habla mucho de la defensa de los derechos de los demás, pero poco
de la defensa de los derechos propios. Por el contrario, cuando se dirige a

12. La protesta profética contra estos tres reyes se encuentra en 2 S. 11-12 (Natán y David), 1 R. 21
(Elías y Acab) y Jer. 22.13-19 (Jerernías y Joacim).

184
LOS DERECHOS HUMANOS

nosotros, subraya nuestras responsabilidades y no nuestros derechos. Hemos de


amar a Dios y a nuestro prójimo. Estas demandas primordiales comprenden
nuestros deberes en su totalidad; pues «De estos dos mandamientos depende
toda la ley y los profetas» (Mt. 22.40). En efecto, como ha afirmado el doctor
Christopher Wright, lo que la Biblia contiene es una «declaración universal de
las responsabilidades humanas» (especialmente en términos de amor a Dios y
al prójimo), y no de derechos humanos. 13 De hecho, la Biblia va más allá de eso
y los vincula. Pone énfasis en que nuestra responsabilidad es garantizar los
derechos del otro. Hasta debemos abandonar nuestros propios derechos con
ese fin.
El modelo supremo de esta renuncia responsable es Jesucristo. Aunque
eternamente era de naturaleza divina, «no estimó el ser igual a Dios como cosa
a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho
semejante a los hombres» (Fil. 2.6,7). A lo largo de toda su vida fue víctima de
abusos a los derechos humanos. Fue un bebé refugiado en Egipto, un profeta sin
honor en su propia tierra y el Mesías rechazado por el «establishment» religioso
de su propio pueblo al cual él vino. Fue falsamente acusado, injustamente
condenado, brutalmente torturado y, finalmente, crucificado. Y en todo su
sufrimiento se negó a defender o exigir sus derechos, para servir con el sacrificio
de sí mismo a nuestros derechos.
Pablo escribió: «Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en
Cristo Jesús». Y Pablo puso en práctica lo que predicó. Tenía derechos como
apóstol (el derecho a casarse, el derecho a recibir sostén financiero), pero
renunció a ellos por causa del evangelio, con el objeto de volverse esclavo de
todos y así ponerse al servicio de los derechos de los demás (ver p. ej. 1 Co. 9).
La renuncia a los derechos, por más idealista o antinatural que parezca, es
una característica esencial de la nueva sociedad de Dios. En el mundo las
personas reafirman sus propios derechos y ejercen autoridad. «Mas no así
vosotros», dijo Jesús. Al contrario, en su comunidad los que aspiran a la
grandeza deben hacerse siervos; el líder ha de ser siervo, y el primero, postrero.
Pues el amor «no busca lo suyo», dice Pablo. Y esta actitud fundamental,
aprendida de Jesús, es aplicable a toda situación. Por ejemplo, los creyentes no
deben entablar juicios unos con otros, especialmente no en cortes seculares.
Los litigios cristianos habían llegado a ser escandalosos en Corinto; lo son aún
en India, Pakistán, Sri Lanka y en otros países. Los cristianos deberían por lo
menos resolver sus propios pleitos. Mejor aún: «¿Por qué no sufrís más bien el
agravio? ¿Por qué no sufrís más bien el ser defraudados?» ¿No es ésa la manera

13. Christopher J. H. Wright, Human Rights: A Study in Biblical Themes, Cuaderno Grove sobre éti-
ca, No. 31, Grove Books, 1979, p. 16.

185
PROBLEMAS INTERNACIONALES

de Cristo? Otra aplicación en el siglo 1 era en el caso de esclavos con amos


crueles. ¿Qué hacer si los castigaban injustamente? Debían soportarlo con
paciencia, siguiendo las pisadas de Cristo, quien no pagaba mal por mal, sino
que encomendaba su causa y a sí mismo al Juez de todos. 14 Este último punto,
el hecho de que además de no pagar mal por mal, se encomendaba a sí mismo
a Dios es significativo. Renunciar a los derechos no significa aprobar los
agravios. La razón por la cual no juzgamos es que ésa es prerrogativa de Dios y
no nuestra (Ro. 12.19). Además, Cristo vuelve, y entonces toda maldad será
juzgada, y la justicia finalmente será reivindicada.

He aquí, pues, una perspectiva cristiana de los derechos humanos. En primer


lugar, sostenemos la dignidad humana. Como los seres humanos fueron
creados a imagen de Dios para poder conocerlo, servirse unos a otros y ser
mayordomos de la tierra, deben ser respetados. En segundo lugar, sostenemos
la igualdad humana. Como los seres humanos fuimos creados todos a la misma
imagen por el mismo Creador, no debemos ser obsequiosos con algunos y
desdeñosos con otros, sino conducirnos sin hacer diferencias entre unos y otros.
En tercer lugar, sostenemos la responsabilidad humana. Como Dios nos ha
mandado amar y servir a nuestro prójimo, debemos luchar por sus derechos,
con la disposición a renunciar a los nuestros si fuese necesario.
Se desprenden de aquí dos conclusiones principales. La primera es que
debemos aceptar que los derechos de otras personas son nuestra responsa-
bilidad. Somos guardas de nuestro hermano, pues Dios nos ha colocado en la
misma familia humana y así nos ha dado un vínculo y una responsabilidad
unos por otros. La ley y los profetas, Jesús y los apóstoles, todos nos imponen
en particular el deber de servir a los pobres y defender a los indefensos. No
podemos evadirnos diciendo que no nos corresponde la responsabilidad por
ellos. Como ha escrito Solzhenitsyn: «No quedan asuntos internos en este
mundo nuestro. La humanidad sólo puede salvarse si todos se interesan en los
asuntos de todos los demás.»15 Por tanto, debemos sentir el dolor de aquéllos
que sufren la opresión. «Acordaos de los presos, como si estuvierais presos
juntamente con ellos; y de los maltratados, como que también vosotros mismos
estáis en el cuerpo» (He. 13.3). Para poder hacerlo, quizá necesitemos informar-
nos más acerca de las violaciones de los derechos humanos en el mundo

14. Sobre la renuncia a los derechos ver Mr. 10.42-45 («pero no será así entre vosotros»); 1 Co. 13.5
(amor); 1 Co 6.1-8 (litigios) y 1 P 2.18-25 (esclavos).
15. Discurso de aceptación del Premio Nobel, 1970.

186
LOS DERECHOS HUMANOS

contemporáneo.16 Luego, cualquiera sea la acción que consideramos adecuada,


debemos asegurarnos de que los métodos que usemos no infrinjan los mismos
derechos que nos proponemos defender.
La segunda conclusión es que debemos tomar más en serio la intención de
Cristo de que la comunidad cristiana sea un ejemplo para otras comunidades.
No me refiero solamente a la conducta cristiana en casa y el trabajo, donde
como esposos y esposas, padres e hijos, empleadores y empleados, debemos
someternos unos a otros por reverencia a Cristo (Ef. 5.21). Pienso en especial en
la vida de la iglesia local, cuyo propósito es ser una señal del reinado de Dios. La
Iglesia debe ser en el mundo la comunidad en la que invariablemente se
reconozcan la dignidad y la igualdad humanas, y se acepte la responsabilidad
mutua; donde los derechos de los demás se defiendan y no se violen, mientras
que a menudo se renuncie a los propios; donde se defienda a los pobres y los
débiles, y los seres humanos sean libres para ser humanos tal como Dios los
hizo y se propuso que fueran.

16. Se puede obtener información precisa y actualizada de la situación en la Unión Soviética y en


Europa Oriental, basada en investigaciones serias, en el Keston College, Institute for the Study
of Religion and Communism, Heathfield Road, Keston, Kent BR2 6BA, Inglaterra. Para solici-
tar información sobre violaciones de los derechos humanos en general, y sobre arresto y tortu-
ra en particular, escribir a Amnesty International, Tower House, Southampton Street, London
WC2.

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