La Sociologia Juridica.

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Sociología Jurídica.

La sociología jurídica es una disciplina científica que intenta explicar las


causas y efectos de las normas jurídicas. En tanto ciencia, es un conjunto de
enunciados que pretenden describir plausiblemente -es decir pretenden ser
"verdad" - tanto los fenómenos que pueden ser vistos como causantes o "deter-
minantes" del ser así de las normas jurídicas, como los fenómenos que pueden
ser vistos como efectos de ellas.

¿Qué abarca la sociología jurídica?

La Sociología Jurídica, en términos generales, se define como la disciplina que


explica las causas y efectos de las normas jurídicas en la sociedad. Su objeto
de estudio se constituye por los fenómenos interrelacionados causalmente que
configuran al derecho.

¿Cuáles son los elementos de la sociología jurídica?

Algunos temas clásicos de la sociología jurídica son:


 la eficacia jurídica de las normas.
 la profesión jurídica.
 el sistema judicial (en particular el tema del acceso a la justicia)
 el análisis desde la sociología de la jurisprudencia.
 el pluralismo jurídico.
 el Derecho y la globalización.
 el multiculturalismo

¿Cuáles son las características de la sociología jurídica?


La sociología jurídica tiene una función dual, una de carácter científico y otra
de carácter práctico, lo que se traduce en una doble vertiente: una pura y otra
aplicada. Como ciencia es un saber razonado, sistematizado y coherente que
tiene como objetivo verificar la realidad

Sociología jurídica: concepto, objeto y justificación de su estudio

Podría decirse que las reflexiones sobre la vida en sociedad son tan antiguas
como el pensamiento humano mismo.2 De todas formas, es sabido que la
Sociología como disciplina surge como un intento por dilucidar los innumerables
cambios que se sucedían en la vida social como producto de una de las grandes
revoluciones históricas, la revolución industrial. En este sentido, la Sociología
puede ser definida como “diagnosis de la modernidad” (Heller 1991, 15).
La propia complejidad del mundo moderno, su diversidad y diferenciación
desplegadas desde el interior de los diferentes elementos del mundo social –
instituciones, acciones, roles, desviaciones, etc.– cada vez más marcadas con el
paso del tiempo, ha conducido también a reflexiones teóricas cada vez más
diferenciadas y con objetos de análisis de fenómenos sociales más específicos.
Esta necesidad de reflexionar sobre los caracteres propios de los cada vez más
diferenciados y complejos elementos societarios, ha conducido a la Sociología
como disciplina general, a desmembrarse en diferentes partes o especialidades
(del conocimiento, de la familia, política, de la religión, etc.) dentro de las cuales la
Sociología del Derecho o Sociología Jurídica3 merece un espacio destacado.
Si la Sociología es la disciplina que se ocupa del estudio de la vida social y los
fenómenos sociales, la Sociología Jurídica es una rama de aquélla que tiene como
objeto el análisis y comprensión de los hechos socio-jurídicos. Así, presenta las
mismas características de la primera, incluso comparte con ella los principales
conceptos, metodologías de investigación y visiones teóricas explicativas, pero
referidas a un fenómeno social específico: el Derecho.4
Podemos identificar diferentes definiciones de esta rama específica de la
Sociología…
la sociología del derecho es una disciplina que tiene la tarea de realizar dos clases
de investigaciones, conexas y complementarias; por una parte, aquellas que
tienen por objeto la sociedad en el derecho, es decir los comportamientos sociales
conformes o no conformes con los esquemas jurídicos formales; y por otra parte,
aquellas que tienen por objeto la posición y la función del derecho mismo en la
sociedad vista en su conjunto. (Treves 1993)
la sociología del derecho –o sociología jurídica– se puede definir como la ciencia
que estudia el derecho en cuanto modalidad de acción social. (Ferrari 2006)
la sociología del derecho es una rama de la sociología que trata de describir,
explicar y predecir los modos como las personas interactúan tomando como
referencia positiva o negativa un conjunto de normas jurídicas. (Fucito 1993)
la sociología jurídica es una disciplina científica que intenta explicar las causas y
efectos de las normas jurídicas. En tanto ciencia, es un conjunto de enunciados
que pretenden describir plausiblemente –es decir pretenden “ser verdad”– tanto
los fenómenos que pueden ser vistos como causantes o “determinantes” del ser
así de las normas jurídicas, como los fenómenos que pueden ser vistos como
efectos de ellas. (Correas 1993)
la especialidad de la sociología que conoce acerca de las instituciones
(estructuras) relativas al control jurídico en su relación con las prácticas sociales
(interacciones) que acaecen en la sociedad. (Silva García 2002)
… aunque todas señalando un mismo objeto de estudio: el sistema jurídico, el
Derecho y sus vinculaciones con los contextos sociales en los que emerge y se
ejerce.
En efecto, sea cual sea la definición que se adopte, incluso la ofrecida por
Luhmann (2016, 185 y ss.) al referirse a la Sociología del Derecho como la
disciplina que se ocupa de “estudiar el subsistema jurídico como parte del sistema
social general”, y aunque reconozcamos en ellas diferentes miradas teóricas sobre
la sociedad y el Derecho (cuestión que abordaremos más adelante), todas
coinciden en conceptualizar a la sociología jurídica como la disciplina que estudia
al Derecho en sus diferentes funciones e interacciones sociales; como un
fenómeno social.
Los estudios sociales sobre el Derecho y el sistema jurídico5 fueron impulsados
fundamentalmente por cuestiones prácticas, vinculadas a la validez, vigencia y
eficacia de las normas jurídicas. Se trata éste de un argumento tan simple como
potente: el Derecho atraviesa por entero a las sociedades modernas, impregna
toda la vida social y resulta uno de los fenómenos más significativos para la
sociedad en cuanto reservorio de elementos culturales valiosos. Conocer el
Derecho de una sociedad, implica conocer buena parte de la misma; develar sus
significaciones y efectos nos conduce a reconocer las principales dificultades que
esa sociedad atraviesa.
Desde la Sociología Jurídica el Derecho no es sólo visto como un conjunto de
normas; es norma pero también es discurso, significado, acción, poder y práctica.
Así, como fenómeno social que tiñe los campos y estructuras societales, su
estudio puede dar valiosa cuenta de las acciones individuales que orienta, de los
sentidos que inspira, de cuánto representa y expresa a la sociedad que regula, del
poder y control que ejerce y ocupa, de los concretos efectos que genera en los
sujetos y en la sociedad.
Coincidimos con Robles (1993, 19) en que la penetración de la Sociología –o,
mejor dicho, de una perspectiva social– en el pensamiento jurídico fue un
fenómeno complejo que se produjo en diferentes líneas pero en un único sentido:
el análisis crítico. Crítica hacia la ciencia dogmática del Derecho, hacia el
normativismo, pero incluso también y con más fuerza hacia el positivismo legalista
surgido en la Francia posrevolucionaria y extendido hacia y desde toda Europa;
perspectiva ésta que identifica al Derecho con la ley, la norma, elaborada y
aprobada por una asamblea representativa del pueblo que le otorga los dotes no
sólo de Derecho válido sino también de Derecho justo. Este legalismo expresado
en estos términos, paradójicamente, entra en contradicción con el concepto de
equidad o –aún más– conduce a la pérdida de su sentido esencial, cuando a la
hora de aplicar el Derecho se realza lo debido en lugar de lo que es equitativo y
justo. Dejar de lado en nuestros análisis o prescindir en los mismos del principio
que sugiere que las leyes no obligan en los casos concretos en los que se tornan
nocivas o injustas, no sólo roza con la desigualdad, sino que además le impone
una visión rígida y estática al Derecho que lo separa aún más de su vinculación
con la realidad que regula.
El Derecho es un fenómeno social, y como tal es abordado por la Sociología
Jurídica; como una dimensión más de la realidad social que sólo puede ser
analizada y comprendida en la complejidad de sus relaciones con las demás
dimensiones y fenómenos sociales. Efectivamente, la sola dogmática jurídica
entendida como “mera elaboración de estructuras verbales de segundo grado…
con escaso o nulo anclaje en la experiencia jurídica inmediata” (Perez Luño 1991,
7) resulta incapaz de explicar los efectos sociales devenidos de las normas y de
todo el sistema jurídico, ocultando el conocimiento teórico del Derecho y la
realidad práctica del mismo. Sólo reflexiones sociológicas sobre el sistema jurídico
pueden describir y expresar mejor las intrínsecas relaciones entre Derecho y
Sociedad, entre sistema jurídico y realidad social. Así, la mirada sociológica sobre
él resulta evidente y necesaria.6
De tal forma, la justificación de los estudios sociológicos sobre el Derecho se
vincula con el objetivo de los mismos de completar u optimizar al Derecho e,
indirectamente, asistir y cooperar con las tareas de jueces y legisladores. Tal
como lo concreta Cotterrell (1991, 30),
el objetivo principal ha sido mejorar el entendimiento de los fenómenos jurídicos,
contribuir a la superación de perspectivas parciales, y ayudar con ello a
comprender mejor la sociedad en que se da estos fenómenos y las situaciones y
responsabilidades de los individuos, en sus mutuas relaciones como miembros de
dicha sociedad. En este sentido amplio, el objetivo de la Sociología del Derecho
consiste en contribuir a una comprensión del significado y condiciones de la
justicia en la sociedad.
2. Campos de estudio e investigación de la sociología jurídica
Señalábamos ut supra que la Sociología Jurídica centra sus estudios en el
Derecho y lo mira y analiza como un fenómeno social. Fenómeno u hecho social
que sólo puede ser comprendido en el marco del contexto cultural que le otorga
significado a sus elementos normativos. Y dado que, como también decíamos, el
Derecho interviene y regula una gran parte de la vida social, el campo de estudio
de la Sociología Jurídica es por demás variado. La influencia de las normas
jurídicas y no jurídicas puede advertirse tanto en las formas de control social,
como en las de ejercer la ciudadanía, como así también en la relaciones entre
grupos, instituciones o estratos.
De tal forma, pueden identificarse dos grandes campos de estudio de interés para
nuestra disciplina (Fucito 1993, 24): el sistema social que enmarca las
interacciones de los justiciables y de los operadores jurídicos, esto es, la
estructura societaria, la realidad social; y las normas –jurídicas y no jurídicas– que
se utilizan para guiar o inspirar las conductas, sentidos y expectativas de esas
interacciones. Es claro que no sólo las llamadas leyes orientan y regulan las
conductas de las personas en su vida social; las costumbres, la religión, los
órdenes normativos subculturales y hasta las normas que ya nadie respeta o
cumple, forman un entramado normativo que influye en las acciones u omisiones
sociales. Todas ellas, son de interés del sociólogo del Derecho, que también
reflexionará sobre las razones por las cuales aquellas normas han dejado de tener
vigencia y legitimidad.
Podríamos esquematizar las áreas de conocimiento o las problemáticas más
relevantes de las cuales nuestra disciplina se ocupa, en las siguientes:7
 La definición del concepto de Derecho; que puede variar de acuerdo al
enfoque sociológico teórico con el que se lo estudie.
 El sistema jurídico; sus orígenes, su eficacia y sus funciones, sus relaciones
con los subsistemas sociales y con otros sistemas jurídicos. La influencia
de la sociedad sobre el orden e instituciones jurídicas, la vinculación entre
normas sociales y jurídicas, cambio social y valores culturales que influyen
sobre el Derecho; y cualquier relación entre los fenómenos sociales y
jurídicos, como estratificación social, cultura, poder, socialización,
burocracia.
 La influencia del Derecho sobre la realidad social; la producción de las
normas jurídicas, su eficacia, la relevancia de las leyes como herramientas
de control y cambios sociales, la legalidad y sus vinculaciones con la
inmovilidad, conservación o transformación del orden existente.
 La identificación y diferenciación del Derecho válido, el Derecho vigente, el
eficaz y el legítimo; fundamentos de la falta de vigencia de las leyes,
razones de la no aceptación del Derecho vigente, motivos de su
incumplimiento por parte de operadores y justiciables, la aplicación y no
aplicación de las normas jurídicas.
 Los roles profesionales que intervienen en los procesos de formación y
aplicación del Derecho; legisladores, jueces, abogados y demás operadores
jurídicos, la construcción jurídica que los mismos realizan de las
problemáticas sociales.
 El conocimiento y las valoraciones de los ciudadanos en relación a las
normas y el sistema jurídico en general; la socialización de las normas
jurídicas, confianza en la justicia, aceptación y legitimidad del Derecho,
ideología jurídica positiva y legitimidad social.
Tal como podemos observar a través de estos ítems, la Sociología Jurídica se
ocupa del influjo recíproco entre el Derecho y la realidad social. Esta influencia
recíproca puede ser abordada tanto con una mirada macro como con una mirada
micro-sociológica. Esto es, no sólo la estructura jurídica y sus relaciones con la
estructura social y cultural son de su interés, sino también las apreciaciones,
valoraciones y actitudes de los ciudadanos hacia ese sistema socio-jurídico: ¿se
sienten los justiciables identificados con los valores que el Derecho proclama?,
¿identifican el Derecho con el Estado, o como una herramienta de poder del
mismo?, ¿lo consideran legítimo y justo?, ¿es útil el sistema jurídico para resolver
conflictos?, ¿y para modificar la realidad?; todas problemáticas de interés que
también ocupan a los sociólogos del Derecho.
Esquematizando los campos de estudio e investigación de la Sociología del
Derecho, siguiendo a Gonzalez Galván (2019), podemos identificar cinco:
La Sociología Legislativa, que se vincula con el “antes” del Derecho existente y
refiere a las causas sociales que llevaron al legislador a aprobar las normas
estudiadas. Esta área de investigación se propone no sólo revisar y analizar el
proceso previo a la sanción de una ley, sus debates y exposición de motivos, sino
también indagar la apreciación sobre el origen de dichas normas, su aprobación y
futura aplicación de las personas que han participado en dicho proceso.
La Sociología Judicial y la Sociología Administrativa, que encuadran dentro del
“después” del Derecho y refieren al estudio de la aplicación de las normas o
efectos sociales que ellas generan en la solución de un conflicto, la primera, o en
la realización de un mero trámite, la segunda.
Estos tres primeros campos de la Sociología Jurídica centran su mirada y estudios
en el Derecho existente, en la aplicación del mismo, tomando en consideración
para sus análisis tanto las causas como los efectos de su aprobación.
La Sociología de los profesionales del Derecho y la Sociología del conocimiento
jurídico, son los dos últimos campos que distingue el autor citado. Ambas tienen al
sujeto como objeto de estudio, investigación y análisis por parte de la Sociología
Jurídica. En el primer caso, los operadores jurídicos, los estudiantes, profesores e
investigadores de Derecho, los litigantes, los magistrados, etc. De ellos nos
interesa indagar y es relevante para los estudios socio-jurídicos conocer qué
piensan, sienten u opinan sobre su trabajo; cómo aprenden, enseñan, investigan,
litigan, juzgan, defienden o administran el Derecho.
Y, dado que todas las personas que estamos involucradas en el fenómeno jurídico
somos temas de investigación relevante para la Sociología del Derecho, la
Sociología del conocimiento jurídico indaga en las construcciones que los propios
actores del sistema hacen y ejercen en relación al fenómeno jurídico; sus
intereses, expectativas sentires y valores. Las preguntas que pueden guiar las
investigaciones dentro de este campo de estudio tienen que ver con las
consecuencias de nuestras acciones sobre la sociedad, el Estado y el Derecho:
¿aspiramos a un Derecho justo? ¿a un Estado democrático, a una sociedad
solidaria? ¿cómo vivimos, sentimos y experimentamos el Derecho? ¿a quiénes
representamos y qué fines perseguimos como actores de la sociedad o
administradores del Derecho?
Más allá de los diversos esquemas acerca de los posibles campos de
investigación y estudio de nuestra disciplina que podamos presentar, es útil
resaltar el objetivo común que la despertó en sus inicios y que la sostiene en su
tarea científica: develar la realidad del Derecho tal como es, y hacer visible lo que
muchas veces se ignora u oculta. Y nos estamos refiriendo a problemáticas
vinculadas a las discordancias entre lo normativo y lo fáctico, a la excesiva
formalización y legalización del Derecho, a su lenguaje ininteligible para la gente
común, a la diversa y hasta contradictoria interpretación de las normas, a la
escasa confianza que la gente tiene en la justicia, al enfrentamiento de los
grandes principios que sostienen al andamiaje de todo nuestro sistema jurídico
frente a la realidad de muchos ciudadanos que aún ni siquiera adquieren esa
calidad de estatus completo frente al Estado o al Derecho.
Y sí, la Sociología Jurídica aparece y se sostiene en su trabajo científico para
reflexionar sobre esta realidad del Derecho; conocerla, evidenciarla, explicarla y
así abordar estrategias para su transformación. Tal como lo concluye lúcidamente
Fucito (1993, 16 y ss.),
El orden positivo se divorcia de la realidad cuando no se quiere ver lo que es
visible; así se pierde el carácter de regulador de conductas que puede llegar a
constituir. Si no queremos observar (porque nos molesta) el uso abusivo o espurio
de la ley, nos abroquelamos con la majestad del derecho genéricamente
considerado, cerramos dogmáticamente los ojos a su inoperancia y no ahondamos
en las causas de su desnaturalización…
Negar un problema no es un buen comienzo para superarlo…
La realidad se modifica en primer lugar, conociéndola… La solución es bajar a las
adversidades cotidianas para reconstruir la realidad a partir de las actividades de
sus operadores. El derecho no se construye sólo en las academias o en los
recintos legislativos. Se realiza en cada contrato de compraventa o de locación, en
cada petición de un ciudadano ante la administración pública, en la respuesta que
la Municipalidad da a cada vecino…
No creemos que las vergüenzas cotidianas del derecho deban merecer miedo
alguno, sino la atención que se brinda a cualquier fenómeno social, porque, de lo
contrario, se llegará a la triste decisión de ignorar las leyes injustas, o las justas no
aplicadas.
3. El análisis sociológico del derecho: del positivismo al pluralismo jurídico
¿Qué comparten la Sociología jurídica y el Derecho, cómo trabajan estas
disciplinas, que miradas tienen?
De acuerdo a lo revisado previamente, podríamos decir que las relaciones entre la
Teoría del Derecho y la Sociología Jurídica son por demás estrechas. Ambas
comparten el mismo objeto de estudio. No obstante, este punto ha sido objeto de
continuas disputas, a tal punto que a más de un siglo después de la aparición de
la Sociología Jurídica, aún nos encontramos formulando la pregunta sobre si cabe
una orientación socio-jurídica de la Teoría del Derecho e, incluso, si tiene sentido
una aproximación socio-jurídica al análisis de los fenómenos jurídicos. Y es que el
formalismo jurídico expresado en las Teorías positivistas del Derecho, han jugado
un papel fundamental a la hora de “cerrar cualquier fisura en el proyecto de
construir una teoría puramente conceptual y científicamente autónoma del
derecho” (Calvo García 2014, 48).8
En efecto, Kant (2008, 38) afirmaba9 que una teoría del Derecho meramente
empírica10 “es como la cabeza de madera en la fábula de Fedro: una cabeza que
puede ser muy hermosa pero que, lamentablemente, no tendría cerebro”.
Igualmente, Kelsen, con su Teoría Pura del Derecho, se propone formalizar
radicalmente su objeto para alcanzar una ciencia del Derecho autónoma y
objetiva, que crea sus propios instrumentos conceptuales, resaltando la clara
separación positivista entre Derecho, moral y otras disciplinas afines como la
psicología, la sociología o la política.11 De tal forma, Kelsen, excluye radicalmente
la perspectiva socio-jurídica en el análisis del ordenamiento jurídico (Calvo y
Picontó 2017, 28).
Siguiendo a Manuel Calvo (2014, 49 y ss.) podemos afirmar que este impulso de
formalización y autonomía del Derecho; que diferencia claramente las normas
jurídicas de otro tipo de normas (sociales, por ejemplo) y que se basa en criterios
de validez autorreferenciales de las mismas, esto es, independientes no sólo de la
moral sino de la propia eficacia de ese ordenamiento jurídico en la realidad social;
sigue expandiéndose a lo largo del tiempo con perspectivas renovadas de
positivismo jurídico como las expresadas en las obras de, entre otros, Herbert
Hart,12 o el aún actual Joseph Raz.13 El primero, inscripto en la llamada
jurisprudencia analítica, para el cual el análisis del lenguaje resulta un elemento
fundamental a fin de una mejor comprensión del Derecho. Define al mismo como
sistema de reglas y lo presenta como una teoría verdadera y, en consecuencia,
universal y neutral en términos morales, políticos e ideológicos. El segundo,
seguidor y discípulo de Hart, también defensor del iuspositivismo, entiende que los
sistemas jurídicos están basados en la posibilidad de imponer la fuerza, son
coactivos, frente a las posibles infracciones a sus normas. Afirma que la Teoría del
Derecho “tiene que basarse sólo en aquellos rasgos que los sistemas jurídicos
tienen que poseer, con independencia de las circunstancias especiales de las
sociedades en las cuales se encuentran en vigor” (Raz 1982, 137), rechazando
por lo tanto que la definición de Derecho deba tener en cuenta valores o
propiedades morales.
Desde esta mirada, la objetividad y la neutralidad aparecen como los pilares más
importantes que sostienen el andamiaje jurídico. En este contexto, el Derecho es
entendido como un conjunto de reglas que alcanzan la categoría de verdades
necesarias y universales cuando no se basa en prácticas sociales prexistentes,
contingentes y variables. Su concepto se reduciría, así, a un conjunto de normas
jurídicas que son producto de la labor del Estado. Tal como sostiene el autor que
venimos siguiendo, estas teorías jurídicas positivistas “anulan la consideración de
cualquier perspectiva socio-jurídica en la Teoría del derecho” puesto que expresan
y explican la objetividad del sistema jurídico, “lo cual se traduce en un
planteamiento filosófico pseudo-descriptivo, conceptual y formalista” (Calvo 2014,
52).
Es imposible negar el gran impulso que estos autores han dado a las ciencias
jurídicas. Y será ésta quizá la razón por la que gran parte de los estudiantes de
nuestras universidades (y profesores, claro está) parecen aferrados a este
formalismo jurídico a la hora de conceptualizar, describir, entender y enseñar el
Derecho. De todas formas, las apreciaciones críticas14 sobre esta mirada analítica
y doctrinal de la Teoría Jurídica hicieron surgir una renovadora fuente de
pensamiento jurídico, una perspectiva antiformalista; al decir de Krawietz (1988,
255), “un cambio de pensamiento que revolucionó todas las concepciones
jurídicas anteriores” y que, desde finales del siglo XIX,15 conduce hacia un
“concepto sociológico del Derecho”.
En efecto, Eugen Ehrlich,16 con su propuesta de Derecho vivo,17 afirma que
entender al Derecho en estos términos y sólo como el resultado del trabajo
legislativo del Estado es como encerrar las aguas de un río en un estanque
(Treves 1978, 59). El autor, permeado por la obra de Ihering y la Escuela Histórica
del Derecho, retoma el sentido de los fundamentos sociales para comprender al
Derecho, el que –sostiene– proviene del pueblo. Crítico del positivismo legalista y
sus fundamentos, el autor propone las bases de un pluralismo jurídico, definiendo
al Derecho como un conjunto de organizaciones de tipo institucional. Afirma que
para conocer las fuentes del que surge es preciso investigar las fuerzas motoras o
generadoras de la génesis de esas organizaciones jurídicas, a las que considera
hechos preexistentes a las proposiciones jurídicas del legislador y, como tales
hechos, corresponde a la sociología su estudio y observación. (Cebeira Moro
2008, 89)
Así, el principal propósito de este autor es derribar los dogmas positivistas y
formalistas que sostienen que el Derecho proviene exclusivamente del Estado y
elaborar una teoría jurídica pluralista que reconozca a los diferentes grupos y
organizaciones sociales como la principal y directa fuente del Derecho. En este
sentido, lo esencial de su mirada apunta a entender el Derecho estatal sólo como
una de las formas del Derecho, y no –precisamente– la dominante. Mientras que
el Derecho con fuente exclusiva en el Estado refuerza su importancia política y lo
vincula estrechamente con las relaciones de poder, una concepción que reconoce
al pluralismo jurídico se dirige a reforzar la importancia de las normas jurídicas
como respuestas a problemas surgidos de la propia interacción social.18
Esta perspectiva empirista o mejor definida para nosotros como sociológica19
distingue al Derecho desde una fenomenología social y así lo conceptualiza y
construye, a partir de los fenómenos sociales que le preceden. Así, este Derecho
plural planteado por Ehrlich es abordable científicamente sólo por la Sociología del
Derecho; única ciencia que desplaza a la metafísica del dogmatismo jurídico. Es,
en igual sentido, que podemos reconocer a autores más contemporáneos, como
Oscar Correas, quien define a la Dogmática o Jurisprudencia como la “disciplina
encargada de la descripción de las normas válidas, normas cuyas causas y
efectos son el objetivo del trabajo sociológico” (Correas 1998, 30). En efecto,
desde esta perspectiva la dogmática sólo puede captar la realidad del Derecho
transformado en leyes, dado que éste no se reduce sólo a ese tipo de Derecho.20
En igual sentido Krawietz21 afirma que
de lo que se trata es nada más y nada menos que del abandono de un concepto
positivistamente reducido del Derecho. Un concepto sociológico del Derecho
requiere su ampliación a través de la concepción de que todo Derecho no es
primordialmente un producto de la decisión del equipo judicial, sino, sobre todo, un
orden vivido, es decir, realmente vigente, normativamente eficaz, de la experiencia
vital y del comportamiento de las personas, cuyas estructuras de expectativas
institucionalmente establecidas con carácter de permanencia y su distribución de
derechos y deberes dependen y seguirán dependiendo de la formación social de
sistemas. (Krawietz 1988, 271)
Remarcando la necesidad de no perder de vista la utilidad de la Teoría del
Derecho para la praxis jurídica, es Roger Cotterrell quien también enfatiza la
importancia de un diálogo transdisciplinar continuo entre aquélla y la perspectiva
sociológica. Para este autor, la interpretación sociológica del Derecho es “un
recurso esencial para la comprensión del mismo, para reconocer su poder y sus
límites, y para apreciar correctamente a las ideas legales como medios en los que
se estructuran las dinámicas sociales”. En este sentido, Cotterrell concluye que
la teoría normativa del derecho y la teoría empírica del derecho, orientada socio-
jurídicamente, deben confluir en una sola tarea. Lo cual no supone rechazar o
minusvalorar el valor del análisis conceptual del derecho, propio de las propuestas
de la teoría normativa del derecho tradicional. Más bien supone insistir en que
dado el contexto de vertiginoso cambio del medio jurídico, las tareas de la Teoría
del derecho no pueden permanecer estáticas. (Cotterrell 2003, 263, cit. por Calvo
García 2014, 58)
Retomemos ahora, entonces, la pregunta inicial. ¿Qué comparten ambas
disciplinas, qué miradas tienen? ¿Cómo las distinguimos?
Sin duda comparten el mismo objeto de estudio y, de acuerdo a lo expresado y
pese las diferentes perspectivas revisadas sucintamente, tanto el Derecho como la
Sociología del Derecho son disciplinas que se encuentran en permanente contacto
y colaboración. Ambas se necesitan y complementan.
Se trata, en definitiva, de dos enfoques, dos miradas sobre el fenómeno jurídico
necesarias e interdependientes que deben actuar en conjunto; una más
prescriptiva y técnica y otra más teórica y descriptiva. En la línea de propuestas
revisadas, podemos puntualizar que –en síntesis– se trata de analizar la
interdependencia entre la sociedad y el Derecho; comprendiendo a éste como algo
más que un conjunto de normas jurídicas y descartando que es el exclusivo
resultado de la actividad legislativa del Estado. Y este es el fundamental aporte
que hace la Sociología Jurídica a la Teoría del Derecho. Comprender al Derecho
como fenómeno social, nos permitirá –por una parte– entender una buena parte
de la sociedad en la que se aplica, y –por la otra– comprender el sentido y el
significado que adquieren sus normas en virtud del contexto social que las
contiene. Como lo concluye Cotterrell (1991, 29):
El Derecho puede entenderse como consistente en normas –ought propositions–,
pero esas normas ‘existen’ en la experiencia y pautas de racionamiento de
individuos concretos; de donde el Derecho, incorporado en la conducta y
actitudes, como uno de los determinantes de la acción social sea un hecho social;
pero al mismo tiempo, un conjunto de ideas que deben ser entendidas en relación
con la significación subjetiva para los individuos que viven dentro de un orden
jurídico.
4. El derecho desde los teóricos clásicos de la sociología
Revisaremos sucintamente, a continuación, las principales líneas teóricas clásicas
más relevantes que han contribuido en el desarrollo histórico de la Sociología
Jurídica. No es intención de este trabajo resumir aquí la historia de la Sociología
del Derecho a través de la enunciación y descripción de buena parte de los
autores que se reconocen en sus orígenes,22 sino más bien resaltar los más
relevantes lineamientos sobre el Derecho de los teóricos más representativos de
la Teoría Sociológica, puesto que los principales enfoques teóricos que sostienen
a nuestra disciplina devienen de la Sociología general.
Indudablemente comenzaremos con el prestigioso sociólogo francés Emile
Durkheim (1858–1917),23 quien sin ser abogado ni haber recibido formación
jurídica, otorga al Derecho un importante desarrollo teórico anclando una
determinada concepción sociológica sobre el mismo. Identificamos al autor dentro
de la “mecánica organicista”24 de sus antecesores Comte y Spencer para el
estudio de la realidad social, a la que conceptualiza como un sistema. Una
estructura objetiva y externa frente a los individuos, dado que puede distinguirse
más no reducirse a sus partes constitutivas. Esta estructura sistémica, esta
realidad sui generis25 presenta características propias, diferentes a las de sus
partes integrantes, las que satisfacen requisitos, necesidades e imperativos
básicos de ese todo social.
Tan externa y objetiva es la estructura social, tan imposible de reducir a los
individuos que la componen, que posee su propia conciencia y genera sus propios
hechos.26 Esta conciencia colectiva,27 esta unidad psíquica que da coherencia y
sustento al todo moral28 es determinada por Durkheim a partir de la totalidad de
creencias y sentimientos comunes de los ciudadanos medios de una sociedad
determinada; que son generados por las interacciones individuales, que adquieren
relevancia objetiva y que –de esta forma– se imponen coactivamente a los
sujetos.29 El reconocimiento de la existencia de esta fuerte y coactiva conciencia
colectiva que orienta y hasta constriñe el actuar de las personas, trae consigo un
resultado importante: el consenso societal, la armonía de la sociedad fundada en
ese conjunto de normas, creencias y valores que impregna las conciencias
individuales. En este sentido, el orden social para este autor está garantizado por
un consenso normativo avalado y reforzado por la conciencia colectiva.
El consenso societal y las formas que éste puede adquirir; esto es, la solidaridad
social, término que utiliza el autor para describir la forma en que los individuos
están ligados unos a otros en virtud de la división del trabajo, cohesionados, y que
va más allá de los instantes en que ellos interactúan (Durkheim 2007, 70); es el
punto central para abrir la puerta del análisis jurídico en este sociólogo francés.
Afirma el autor:
La solidaridad social es un fenómeno completamente moral que, por sí mismo, no
se presta a observación exacta ni, sobre todo, al cálculo. Para proceder tanto a
esta clasificación como a esta comparación, es preciso pues, sustituir el hecho
interno que se nos escapa, con un hecho externo que le simbolice, y estudiar el
primero a través del segundo.
Ese símbolo visible es el Derecho. En efecto, allí donde la solidaridad social
existe, a pesar de su carácter inmaterial, no permanece en estado de pura
potencia, sino que manifiesta su presencia mediante efectos sensibles. (Durkheim
2007, 73)
Nos encontramos frente a una sucesión de conceptos que parecen estar
concatenados (e identificados) unos con otros: sociedad sui generis, conciencia
colectiva, moral, consenso, cohesión social, solidaridad… Derecho. En efecto, una
indisoluble unión, consustanciación, existe entre todos estos conceptos. De alguna
forma, cada uno va representando un aspecto distintivo de un único elemento: el
sistema social. En cuanto a la estrecha relación entre Derecho y moral, el primero
aparece como un elemento que conforma al segundo: “la moral se presenta como
producto del medio social, los sistemas de valores son manifestaciones de la
conciencia colectiva de los individuos y, entre esos sistemas de valores, el
Derecho ocupa su lugar” (De Lucas 1993, 49). Y, aún más, es gracias al Derecho
que podemos identificar la moralidad de nuestras acciones, puesto que
necesitamos una norma de referencia al cual adecuar nuestra conducta; de tal
forma, las reglas jurídicas deben ser entendidas como preceptos morales a los
que la sociedad ha dotado de fuerza obligatoria. A tal punto que “sin un
compromiso moral que lo sustente, el derecho no forma parte de la sociedad, sino
que sólo es un conjunto de fórmulas vacías, estériles e irrelevantes” (Cotterrell
1991, 76).
Así, la sociedad, la moral y el Derecho comparten una relación inseparable:
En efecto, la vida social, allí donde existe de una manera permanente, tiende
inevitablemente a tomar una forma definida y a organizarse, y el derecho no es
otra cosa que esa organización, incluso en lo que tiene de más estable y preciso.
La vida general de la sociedad no puede extenderse sobre un punto determinado
sin que la vida jurídica se extienda al mismo tiempo y en la misma relación.
Podemos, pues, estar seguros de encontrar reflejadas en el derecho todas las
variedades esenciales de la solidaridad social. (Durkheim 2007, 73 y ss.)
Para Durkheim, indagar en el propio Derecho y en la doctrina jurídica de una
sociedad es el mejor camino para comprender cuán integrado y cohesionado se
encuentra ese sistema social. Como medio moral que rodea al individuo la
solidaridad social se visibiliza a través del Derecho. Éste no sólo expresa esa
cohesión o integración social, también la garantiza:
Ya que el Derecho reproduce las formas principales de la solidaridad social, no
tenemos sino que clasificar las diferentes especies del mismo, para buscar
enseguida cuáles son las diferentes especies de solidaridad social que a aquéllas
corresponden. (Durkheim 2007, 77)
El Derecho penal o represivo, representa y garantiza una forma de consenso
social que el autor denomina solidaridad mecánica, típica de las sociedades
antiguas y que se caracteriza por una fuerte homogeneidad en los elementos de
su conciencia colectiva (ideas, valores, creencias), y de una marcada y fuerte
independencia de esa conciencia colectiva frente a los individuos. Así, el consenso
se sostiene y refuerza frente a las drásticas reacciones sociales –penas– que se
evidencian frente a las violaciones de individuos que no se ajustan a las normas
societales. Igualmente, el Derecho resarcitorio o restitutivo, que no se dirige al
castigo sino a la compensación o resarcimiento de las partes en conflicto,
garantiza la forma de consenso social que el autor denomina solidaridad orgánica,
propia de sociedades más industrializadas caracterizadas por una mayor división
del trabajo, la heterogeneidad de los elemento de la conciencia colectiva –propia
de la diversidad de experiencias sociales devenidas de la mayor división del
trabajo– y por la interdependencia funcional de sus integrantes.
Toda la doctrina jurídica de este autor se sostiene sobre esta distinción entre dos
categorías de derechos, que se corresponden con dos tipos de estructuras
societales caracterizadas por formas de solidaridad social diferenciadas: la
solidaridad mecánica y la solidaridad orgánica. La integración de todo sistema
social obedece, entonces, a este sistema moral expresado en el Derecho. El
consenso y la cohesión social se mantienen gracias a este medio moral que es
preexistente y que regula las condiciones de las relaciones sociales. El Derecho
se convierte –así– en el principal mecanismo de integración social: sin el Derecho,
la solidaridad social sería imposible.
El segundo autor que revisaremos, en este intento por descubrir las principales
aproximaciones de los clásicos de la Teoría Sociológica al Derecho, es Karl
Marx.30 Si bien gran parte de su obra está dedicada al análisis y explicación de
las problemáticas económicas (vinculadas a las instituciones sociales), ha
realizado también un gran aporte al desarrollo de la Sociología. Este verdadero
historicista31 intenta explicar las leyes del desenvolvimiento histórico de la
sociedad, enfatizando en su naturaleza histórica y entendiéndola como una unidad
histórica que transita etapas, cada una de éstas definida por un modo de
producción distinto. Su interés principal, se centró sobre la naturaleza de un modo
de producción determinado, el capitalismo, a quien Marx le adjudicaba las
principales transformaciones acaecidas en las sociedades modernas
industrializadas.
Su enfoque de la historia y de la vida social es materialista. Este materialismo
histórico puede ser comprendido a partir de las propias palabras del autor:
…debemos comenzar señalando que la primera premisa de toda existencia
humana y también, por tanto, de toda historia, es que los hombres se hallen para
‘hacer historia’, en condiciones de poder vivir. Ahora bien, para vivir hace falta
comer, beber, alojarse bajo un techo, vestirse y algunas cosas más. El primer
hecho histórico es, por consiguiente, la producción de los medios indispensables
para la satisfacción de estas necesidades, es decir, la producción de la vida
material misma… (Marx y Engels 1974, 28)
Así, desde esta concepción, Marx sostiene que las causas que originan las
transformaciones en la sociedad, los cambios sociales, están estrechamente
ligadas a influencias económicas, concretas y objetivas. Igualmente, su
materialismo es dialéctico; esto es, Marx reconvierte la lineal e idealista dialéctica
hegeliana para explicar los cambios económicos (y sociales) de las sociedades a
partir de la oposición, del conflicto inherente a ellas:
La historia de todas las sociedades hasta nuestros días es la historia de la lucha
de clases. Hombres libres y esclavos, patricios y plebeyos, señores y siervos,
maestros y oficiales, en una palabra: opresores y oprimidos, se enfrentaron
siempre, mantuvieron una lucha constante, velada unas veces y otras franca y
abierta; lucha que terminó siempre con la transformación revolucionaria de toda la
sociedad o el hundimiento de las clases en pugna. (Marx y Engels 2011, 30)
En la etapa histórica de la sociedad caracterizada por el capitalismo como modo
de producción, las sociedades modernas se encuentran estructuradas por un
sistema de estratificación por clases, en el que las relaciones de clase se
caracterizan por el conflicto y la desigualdad.32 Este conflicto de clases se funda
en la oposición de intereses motivada por la relación de explotación inherente a la
relación de clases dicotómicas (burguesía-proletariado), convirtiendo a las clases
en grupos conflictivos:
La expansión de la división del trabajo, junto con el mayor nivel de riqueza que
produce, va acompañada del crecimiento de la propiedad privada; lo que lleva
consigo la creación de un producto excedente (plusvalía, fuente de la subsistencia
burguesa) del que se apropia una minoría de no productores que en consecuencia
mantienen una relación de explotación vis-a-vis con la mayoría de los productores.
(Giddens 1991, 27)
Asimismo, este conflicto o lucha de clases es también una lucha entre ideologías
opuestas, construidas a partir de aquéllos mismos intereses económicos; en tal
sentido, la clase privilegiada que ostenta y dispone de los medios de producción
material de la vida, ostenta y dispone los medios de producción mental. Dice Marx:
Las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época; o, dicho
en otros términos, la clase que ejerce el poder material dominante en la sociedad
es, al mismo tiempo, su poder espiritual dominante. La clase que tiene a su
disposición los medios para la producción material dispone con ello, al mismo
tiempo, de los medios para la producción espiritual, lo que hace que se le
sometan, al propio tiempo, por término medio, las ideas de quienes carecen de los
medios necesarios para producir espiritualmente. Las ideas dominantes no son
otra cosa que la expresión ideal de las relaciones materiales dominantes, las
mismas relaciones materiales dominantes concebidas como ideas; por tanto, las
relaciones que hacen de una determinada clase la clase dominante son también
las que confieren el papel dominante a las ideas. Los individuos que forman la
clase dominante tienen también, entre otras cosas, la conciencia de ello y piensan
a tono con ello; por eso, en cuanto dominan como clase y en cuanto determinan
todo el ámbito de una época histórica, se comprende de suyo que lo hagan en
toda su extensión y, por tanto, entre otras cosas, también como pensadores, como
productores de ideas, que regulen la producción y distribución de las ideas de su
tiempo; y que sus ideas sean, por ello mismo las ideas dominantes de la época.
(Marx 1974, 50 y siguiente)
Dentro de este contexto de ideas, ¿dónde encontramos al Derecho? ¿de dónde
surge y qué funciones cumple?33 Para responder a estos interrogantes, debemos
primero describir la forma como se compone la estructura social para este autor
(Marx 2008, 4):
En la producción social de su existencia, los hombres establecen determinadas
relaciones, necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción
que corresponden a un determinado estadio evolutivo de sus fuerzas productivas
materiales. La totalidad de esas relaciones de producción constituye la estructura
económica de la sociedad, la base real sobre la cual se alza un edificio [überbau]
jurídico y político, y a la cual corresponden determinadas formas de conciencia
social. El modo de producción de la vida material determina [bedingen] el proceso
social, político e intelectual de la vida en general. No es la conciencia de los
hombres lo que determina su ser, sino, por el contrario, es su existencia social lo
que determina su conciencia.
La clave para entender todos los aspectos de una sociedad, incluido el Derecho,
está en la esfera material de la vida. Esto es, de la Estructura Económica de la
sociedad –en donde se desarrolla la producción de la vida material de todos los
sujetos– se origina, se levanta una Súper Estructura jurídica y política que
contiene los elementos no materiales, ideales, de esa forma de vida social. Así,
Marx da una solución materialista al problema de la generación de la cultura (Lista
1992, 111). El supuesto central es que las condiciones materiales de la existencia
humana determinan la conciencia humana.
Lo que sigue se advierte claramente: El Derecho y el Estado son la consecuencia
de un determinado modo de producción, son una consecuencia superestructural
de lo económico. Y como quienes dominan los medios de producción material,
también controlan los medios de producción no material de la vida (las ideas, los
valores, las creencias, las normas, el Derecho):
El gobierno del Estado moderno no es más que una junta que administra los
negocios comunes de toda la clase burguesa [p. 33] (…) Las leyes, la moral, la
religión son... meros prejuicios burgueses detrás de los cuales se ocultan otros
tantos intereses de la burguesía [p. 45] (…) vuestro derecho no es más que la
voluntad de vuestra clase erigida en ley; voluntad cuyo contenido está
determinado por las condiciones materiales de existencia de vuestra clase [p. 52].
(Marx 2011)
En definitiva, la principal función que el Derecho cumple en la sociedad,34 es la
función ideológica. El sistema y doctrina jurídicos surgen como una forma de
mantenimiento del orden social, de protección y sostenimiento de las relaciones de
producción y del modo de producción dominante que beneficia a una clase en
detrimento de la otra.
¿Cómo lo logra? Desarrollando formas superestructurales de conciencia35 que
justifican el orden de cosas existentes y ocultan así la existencia de un sistema de
desigualdad y dominación. En este sentido, el Derecho capitalista sostiene el
concepto de sujeto jurídico universal. Mantiene e impone el principio de igualdad
ante la ley, a pesar de las desigualdades económicas y sociales que
objetivamente pueden ser advertidas. Paradójicamente, “la libertad jurídica y la
igualdad ante el Derecho son, desde la perspectiva marxista, los fundamentos de
la coerción y explotación económicas” (Cotterrell 1991, 107).
Es en la obra de Max Weber (1864–1920),36 reconocido como uno de los
sociólogos más influyentes del siglo XX, donde sí podemos encontrar un particular
estudio sobre el Derecho y su influencia en las sociedades capitalistas. Su
pensamiento se forma en el período en que se produce un extraordinario
crecimiento del capitalismo moderno industrial (primera década del siglo XX);
proceso al que el autor le prestó principal atención, reflexionando sobre las
explicaciones del surgimiento de ese capitalismo en Europa.
La obra de Weber se enmarca en una época intelectual caracterizada por un
amplio debate entre el idealismo de Kant y Hegel y el materialismo histórico de
Marx; y, además, entre el positivismo naturalista y el historicismo como métodos
aplicables al estudio de lo social.37
En este último sentido, Weber critica e intenta superar este dualismo metodológico
pues entiende que, en función de los temas y fenómenos que se investiguen, la
realidad social es susceptible de ser analizada y comprendida mediante ambos
métodos científicos. Así, la comprensión del significado de las acciones para los
agentes, aparece como un concepto clave en la metodología weberiana: postula
que logrará alcanzarse una plena explicación de los fenómenos sociales cuando
éstos sean fácticamente probables a través de la interpretación causal, y cuando –
además– se conozca el significado que ellos tienen para los agentes sociales. Por
ello Weber habla de una “causalidad significativa o de una explicación
comprensiva, subrayando la necesidad del concurso de la explicación causal y de
la comprensión significativa para conocer sociológicamente las acciones sociales”
(Soriano 1997, 102).
Éste, a diferencia de la mirada de los autores revisados previamente, es un punto
esencial en su teoría: el valor que le otorga a la subjetividad de los actores
sociales. Para poder conocer esencialmente la realidad social, Weber propone
encontrar el significado de las acciones de los hombres que crean esa realidad, y
comprender desde su subjetividad cómo ellos juzgan y valoran las diferentes
relaciones sociales. Expone y desarrolla, así, una sociología comprensiva a la que
define como “una ciencia que pretende entender, interpretándola, la acción social,
para de esa manera explicarla causalmente en su desarrollo y efectos”;
revalorando la comprensión como forma de conocimiento científico y alejándose
de las perspectivas positivistas. Conceptualiza a la acción social, definiéndola
como como “una conducta humana (bien consista en un hacer externo o interno,
ya en un omitir o permitir) siempre que el sujeto o los sujetos de la acción enlacen
a ella un sentido subjetivo…” (Weber 2002, 5). Esto es, individuos inmersos en
relaciones sociales que interactúan entre sí, pero adjudicándole motivación,
sentido subjetivamente intencionado a sus acciones.
Desde este concepto de acción social podemos conectar estrechamente el
análisis que Weber realizó del Derecho. Sostiene Weber que “la acción, en
especial la social y también singularmente la relación social, pueden orientarse,
por el lado de sus partícipes, en la representación de la existencia de un orden
legítimo. La probabilidad de que esto ocurra de hecho se llama ‘validez’ del orden
en cuestión” (Weber 2002, 25). El orden legítimo representa en la teoría
sociológica weberiana, tal como lo afirma Fariñas Dulce, la institucionalización de
la conexión de sentido de las acciones sociales de los individuos; de tal forma,
éstos orientan sus acciones por la “representación” de la existencia de un orden
legítimo (1989, 21).38 En palabras de Weber (2002, 25):
Al ‘contenido de sentido’ de una relación social le llamamos: a) ‘orden’ cuando la
acción se orienta (por término medio o aproximadamente) por ‘máximas’ que
pueden ser señaladas. Y sólo hablaremos, b) de una ‘validez’ de este orden
cuando la orientación de hecho por aquellas máximas tiene lugar porque en algún
grado significativo (es decir, en un grado que pese prácticamente) aparecen
válidas para la acción, es decir, como obligatorias o como modelos de conducta.
Así, para Weber el orden normativo se compone de diferentes formas de
comportamiento habituales, “regularidades fácticas de la acción social”, como el
uso, la costumbre, la convención y el derecho. Sólo estos dos últimos constituyen
órdenes legítimos. Mientras que el uso puede entenderse como una forma de
proceder, la costumbre es esa misma forma de proceder que se encuentra
asentada, arraigada en el tiempo. Ambos carecen del elemento de la validez que
tienen la convención y el Derecho, entendidos por el autor como órdenes
legítimos.
Un orden debe llamarse: a) Convención: cuando su validez está garantizada
externamente por la probabilidad de que, dentro de un determinado círculo de
hombres, una conducta discordante habrá de tropezar con una (relativa)
reprobación general y prácticamente sensible. b) Derecho: cuando está
garantizado externamente por la probabilidad de la coacción (física o psíquica)
ejercida por un cuadro de individuos instituidos con la misión de obligar a la
observancia de ese orden o de castigar su transgresión. (Weber 2002, 27)
De tal forma, el Derecho es para Weber un orden legítimo. Pero, además, coactivo
e institucionalizado. Esa coacción está garantizada por la existencia de un aparato
institucional cuyo fin específico es hacer cumplir ese orden, utilizando el ejercicio
de la fuerza si fuese necesario.
En relación a la influencia del proceso de racionalización,39 típico de las
sociedades modernas, al campo del Derecho, deberemos recurrir a la tipología
que ofrece Weber de 4 tipos ideales40 de creación o aplicación del Derecho para
explicarlo:41
Derecho formalmente irracional: la creación del Derecho puede ser irracional
desde un punto de vista formal, cuando para la regulación de la creación de
normas o de la actividad judicial se recurre a procedimientos no controlados
racionalmente. Por ejemplo, los oráculos. Se caracteriza por su falta total de
previsibilidad de las decisiones, corresponde con las sociedades primitivas y
puede asociarse a los ritos religiosos.
Derecho materialmente irracional: cuando el juez o el legislador toman la decisión
de los casos atendiendo a apreciaciones valorativas concretas de índole ética,
sentimental o política y no de normas generales. Se decide arbitrariamente o en
base a valoraciones puramente emocionales y personales sobre el caso concreto.
Es un derecho poco previsible, cuyos criterios de decisión son externos al propio
Derecho; como la justicia del Cadí.
Derecho formalmente racional: cuando la ley o los procedimientos se establecen
únicamente sobre la base de conceptos abstractos creador por el pensamiento
jurídico. Se toman en cuenta únicamente las características generales, unívocas
de los hechos. Combina la previsibilidad de sus decisiones con criterios de
decisión exclusivos del propio ordenamiento jurídico.
Derecho materialmente racional: cuando la decisión de los diversos casos se toma
siguiendo mandatos de contenido general, tales como imperativos éticos, o
postulados políticos o religiosos. Los criterios de decisión son externos al propio
Derecho, pero éste se vuelve previsible ya que el contenido de esas reglas
generales es conocido de antemano. Este Derecho racional-material busca la
equidad del caso concreto.
El proceso de racionalización de la vida, típico de las sociedades modernas de
Occidente, es el mejor marco para el afianzamiento de un sistema normativo
legítimo con características formales-racionales. Es en estas sociedades,
caracterizadas por el sistema de producción capitalista, donde este Derecho se
asienta e instituye como regulador legítimo de la vida social. Weber destaca la
afinidad existente entre el Derecho formalmente racional y el capitalismo,42 pues
el mismo permite a las empresas el cálculo racional y la planificación que
caracterizan a este modo de producción económica. Igualmente, esta economía
capitalista, con su demanda de reglas claras y de seguridad jurídica, estimula a su
vez el proceso de formalización del Derecho. Tal como lo concluye este autor:
un orden económico de estilo moderno no se puede llevar a cabo sin un orden
jurídico de características muy particulares... La economía moderna descansa
sobre probabilidades obtenidas por contratos... la aceleración moderna del tráfico
económico reclama un derecho de funcionamiento rápido y seguro, garantizado
por una fuerza coactiva de la más alta eficacia, y sobre todo, la economía
moderna ha destruido por su peculiaridad las demás asociaciones que eran
portadoras de derechos y, por tanto, garantía del mismo. Esta es la obra del
desarrollo de mercado. El poderío universal de la sociedad que constituye el
mercado demanda, por un lado, un funcionamiento del derecho calculable según
reglas racionales. Y, por otra, la extensión del mercado... favorece, en virtud de
sus consecuencias inmanentes, el monopolio y reglamentación de toda fuerza
coactiva legítima por medio de un instituto coactivo universal, destruyendo todas
las estructuras coactivas particulares que descansan, las más de las veces, en
monopolios económicos, estamentales o de otra clase. (Weber 2002, 272)
5. Reflexiones finales
En este capítulo nos hemos aproximado a nuestra disciplina, la Sociología
Jurídica, a través de sus conceptualizaciones y los principales campos de estudio
en los que se desarrolla. Concluimos que esta mirada sociológica significa
aproximarnos al Derecho desde una perspectiva diferente respecto a la
perspectiva típica de abogados y juristas. Significa, como señalamos, entender al
Derecho como un fenómeno social, y comprenderlo a partir de los contextos
sociales en los que opera, y de los significados que los sujetos interpretan y
construyen a partir de sus normas y reglas. En definitiva, implica revisar el orden
jurídico como un producto social y analizarlo en su relación con otros fenómenos
sociales.
Describimos sus amplios y diversos campos de estudio; y concluimos que la
introducción de las reflexiones sociológicas sobre el Derecho tuvieron en esencia
un fin de análisis evaluativo sobre el mismo, al abordar la Sociología Jurídica la
descripción de la realidad social del Derecho tal cual es, de manera objetiva y
especialmente crítica. En este sentido, revisamos las bases del positivismo jurídico
y los cuestionamientos que a éste realizaron las perspectivas sociológicas sobre el
Derecho y lo jurídico; desmitificando la teoría y práctica jurídica como compuestas
de aparente igualdad formal y mostrando la ineficiencia del formalismo que lo
caracteriza. Así, observamos que el Derecho no es una única expresión de
legalidad y legitimidad, ni proviene únicamente del Estado; sino que lo jurídico
abarca una amplia diversidad de dinámicas sociales de regulación provenientes de
la comunidad y que conviven con el sistema jurídico vigente, colocando al
Pluralismo Jurídico43 como uno de los aspectos también centrales en relación a
los debates sobre el Derecho y su concepto.
Por último, revisamos el concepto de Derecho y las principales funciones que
cumple de acuerdo a las perspectivas teóricas de quienes podemos reconocer
como los autores clásicos que dieron origen a los estudios sociológicos: Durkheim,
Marx y Weber. Pudimos así comprender y entender el rol del Derecho y el sistema
jurídico en la sociedad de acuerdo a tres perspectivas teóricas distintas, aunque
también complementarias: como mecanismo de integración social; como aliado de
las estructuras de poder y reproductor de un sistema injusto y desigual de
recursos y derechos; y como un orden válido y legitimado, un elemento afín a las
acciones sociales típicas del modo de producción capitalista, que le da un marco
regulatorio de racionalidad, seguridad y certeza a la vida moderna.
Lejos de concluir que esta diversidad teórica es contradictoria o confusa en los
análisis del Derecho y del sistema jurídico, debemos admitir que –por el contrario–
la perspectiva sociológica es multiparadigmática (Lista 1992, 64) y transitarla
propone un interesante desafío. No podría ser de otro modo, dado la complejidad
de los fenómenos sociales, como el Derecho, que deben ser abordados desde
diferentes miradas, priorizando su compleja estructura, y enfatizando las
valoraciones y significados que genera en las acciones individuales. Como
concluye Giddens (1991, 30),
El hecho de que no exista un solo enfoque teórico predominante en sociología no
es un signo de debilidad, sino por el contrario, la pugna entre enfoques teóricos es
una expresión de la vitalidad de la empresa sociológica. Al estudiar a los seres
humanos, a nosotros mismos, la diversidad teórica nos libera del dogmatismo. El
comportamiento humano es complicado y polifacético, y sería del todo imposible
que una única perspectiva teórica pudiera cubrir todas sus facetas.

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