Monografía Bruno Sabbatini La Repetición
Monografía Bruno Sabbatini La Repetición
Monografía Bruno Sabbatini La Repetición
La escritura es la repetición de aquello que hemos leído. Aquello que nos afecta y provoca la
necesidad de imitar, contestar, continuar o debatir. Repetimos aquello que nos cuesta, que nos
hace ruido. La escritura, por eso, necesita de la relectura. Pero como la lectura siempre
olvida, cuando se relee, surgen nuevas ideas que necesitan ser escritas. En esa relación de la
repetición con lo ya leído, la memoria con el olvido traiciona al recuerdo y gracias a eso se
logra crear algo nuevo. Se vuelve productiva.
¿Cuál es el sentido de la repetición? La angustia que provoca no poder escribir sino aquello
ya dicho. Escapando constantemente del peligro de caer en el plagio, sabiendo que cualquier
intento de originalidad está supeditado a la copia. En principio hay una lectura que nos afecta
y queremos recrearla. Influenciando con su omnipotencia todo lo que escribimos.
Entonces, ¿por qué escribimos? Para Freud la repetición no es un recuerdo sino un actuar, que
es necesario para volver a experimentar aquello que hemos olvidado. Del mismo modo, para
Kierkegaard lo que hace verdaderamente feliz al hombre es la repetición, mientras que el
recuerdo lo hace desgraciado.
Nicolás Rosa piensa la escritura como una operación compleja “no desde el saber, sino desde
el hacer” (33, Rosa, 1992). La escritura es una tarea productiva, transformadora, que marca,
afecta. Sin embargo, escribir es un acto que desde el primer momento está preparado para el
fracaso: “ningún escritor comunica lo que escribe porque es incomunicable, a lo sumo, lo
muestra” (34, ibid). Cuando uno lo hace tiene que prepararse para ser siempre
malinterpretado, para ser leído “mal”. A su vez “la escritura (...) no puede ser fingida” (32,
ibid) y las opciones para el escritor son limitadas: “escribe lo poco que puede y puede poco
frente a la varia riqueza del mundo” (33, Rosa, 1992).
La dificultad del hacer en la escritura se muestra en La repetición de Kierkegaard cuando el
narrador, Constantino Constantius, cuenta cómo trabajó de escribiente para un hombre que
declaraba que su imposibilidad para escribir consistía en que sus pensamientos ocurrían a una
velocidad que su mano era incapaz de seguir. Sin embargo, gracias a una técnica especial,
Constantino puede escribir sin problema lo que este hombre le dicta. Cuando el hombre
termina con su monólogo, Constantino le repite lo que ha acabado de escribir, imitando
incluso los tonos del hombre. Luego de escuchar esta repetición, el hombre se queda callado
y no le pide al narrador que escriba por él nunca más. En este relato se conjugan dos
conceptos: la dificultad de la escritura como acto, como actividad física; y la repetición que
muestra lo mismo pero distinto, corrido de lugar.
Para Rosa, la escritura tiene un límite, no puede decirlo todo, existe aquello que no puede ser
repetido. “Todo no puede ser escrito, pues no se puede escribir Todo (A), al Otro-Todo
siempre le falta un uno; aquello que no puede ser escrito. -Todo no puede ser leído, pues no
se puede leer Todo (A), al Otro-Todo siempre le falta un uno; aquello que no puede ser
leído”(155, Rosa, 2004). No puede ser repetido aquello que no fue leído. No puede ser
olvidado aquello que nunca se supo. En Artefacto esto se ve representado en las cartas de las
“sirvientas” que servían en los hogares bienpensantes. Rosa se pregunta “cómo recrear la
marca de la letra en las voces silenciadas, las novelas que leemos y de las que no podemos
hablar pues no forman parte de la audiofonía cultural, pues no forman parte de los circuitos
de papel, del buen o del mal papel, del engranaje de la cultura” (43, Rosa, 1992).
De la misma manera que estas voces nunca son reproducidas debido a su silencio, hay voces
que son imposibles no repetirlas, que son escuchadas aunque no queramos, aunque
intentemos cerrar ojos y oídos.
Rosa se enfoca en aquellos lugares comunes en los que, de tan comunes, ya nadie piensa, ya
nadie cuestiona. ¿Pero por qué no se cuestionan? “¿Por qué persiste lo que persiste?”.
Desconfiar de aquello que está demasiado claro con el motivo de enturbiarlo. Rosa repite las
palabras para cuestionar su significado. Milita Molina señala como Rosa repite la frase
“Clases prácticas” para “desnaturalizarla” (10, Molina, 2018), realizando una especie de
saciedad semántica, fenómeno que ocurre cuando la iteración de una palabra o frase lleva a
que esta pierda su sentido para el oyente. Al mismo tiempo Rosa machaca e insiste: “es
necesario desaprender”. Sin dejar de señalar que para desaprender hay que antes haber
aprendido, así como hay que recordar para olvidar y hay que leer para escribir.
Escribo lo que se me ocurre acerca de aquello que leí y, sin embargo, debo volver siempre al
texto-fuente, al texto padre. Esta lectura (relectura, repetición de una lectura ya realizada) me
devuelve que no recuerdo nada, he olvidado. O que recordaba otra cosa. O que las cosas que
recuerdo están en otro lugar, se reubican en mi mente. En esa escritura donde olvido lo que se
leyó es donde la relectura toma significado, en el recordar y olvidar es donde se vuelve
productiva. La repetición que es productiva es aquella que olvida, que malinterpreta, que
traiciona. La repetición en la que aparece un desfasaje entre lo que se reproduce y el original.
Rosa, en Artefacto, sostiene “se escribe para persistir, se lee para olvidar” (34, Rosa, 1992)
mientras que en El arte del olvido dice: “Se olvida el texto anterior (el otro textual) en la
operación de escritura y se recuerda -se rememora- al otro textual en la lectura” (29, Rosa,
2004). En la lectura existe una suerte de mímesis entre el yo-lector con el otro-escritor del
texto que se está leyendo, mientras que cuando se escribe lo que surge, inevitablemente, es la
diferencia. “Somos lectores de lo universal. Pero solo somos escritores de lo particular” (13,
Rosa, 2004). El ida y vuelta entre la escritura y la relectura es un espacio donde se juega el
“yo” y el “otro”, el recuerdo y el olvido. La escritura funciona “para inscribir en el espacio
vacío un gesto notoriamente ambiguo, que participa simultáneamente del recuerdo y del
olvido”(31, Rosa, 1992)
Rosa no opone el olvido y el recuerdo, tampoco son complementarios. La operación que
utiliza es la de confundirlos, allí donde hay recuerdo hay olvido y donde hay olvido hay
recuerdo. Milita Molina dice al respecto: “Cualquier página de Nicolás que elijamos presenta
series que incluyen elementos que se consideran opuestos, (..) Pero si estas series se
mantienen es para confundirlas, no para oponerlas ni complementarlas (o sea: ningún impulso
que lleve a la «síntesis»)” (16, Molina, 2018). De la misma manera se confunden las
operaciones de escritura y lectura. Aquel que se piensa escritor es lector y aquel que se piensa
lector es más bien escritor (32, Rosa, 1992) Y esto es una “minúscula catástrofe, una pequeña
conmoción''. La utilización del oxímoron para incrementar la confusión. Todos mecanismos
para mover del lugar común a lo común.
Cuando uno repite se inserta a sí mismo en una tradición mientras que al mismo tiempo está
permitiendo que esa tradición exista, sea posible. Uno repite y, como dice Lacan, “el hecho
de que un mensaje sea retransmitido legitima su pertenencia a la dimensión del discurso”.
Aquello que leemos determina lo que escribimos, a quién le escribimos y entre quiénes lo
hacemos. Para justificar por qué su libro trata sobre Masotta, Correas cuenta “hicimos las
mismas lecturas antes de conocernos” (19, Correas 2013). Correas reconoce como semejante
a aquel que, no solo es su amigo, sino que comparte sus lecturas. La distancia que surge entre
ellos nace debido a que empiezan las diferencias entre sus lecturas. Al final del libro, Correas
le reprocha a Masotta el hecho de que en su mundo “Kant es visible si y sólo si Lacan lo
menciona”(190, Correas, 2013).
Masotta se encuentra perdido en el ambiente cultural argentino y utiliza a Lacan y sus
lecturas para ocupar un lugar, para formar una identidad. Sin embargo, en la introducción de
Introducción a la lectura de Jacques Lacan Masotta escribe: “Todo aquí es diferencia. (...) un
texto que repite y transforma (...) que ahí donde repite tal vez traiciona y que ahí donde
transforma no es sino porque quiere repetir” (23-24, Masotta, 2008). Es en esta traición en
donde surge la repetición como algo productivo.
Harold Bloom en La angustia de las influencias, se refiere al concepto de Clinamen, que
significa “la mala lectura o la mala interpretación poética”. Es interesante de dónde recupera
este término Bloom: “Tomó la palabra de Lucrecio, en cuya obra significa un “desvío” brusco
de los átomos con el objeto de hacer posible el cambio en el universo” (22, Bloom, 1991), es
esta mala interpretación, esta mala lectura la que permite el cambio.
La repetición es al mismo tiempo traición y tradición. Es la actitud que toma el alumno frente
al maestro. Harold Bloom recupera una cita de Oscar Wilde al respecto: “la influencia es
simplemente una transferencia de la personalidad. (...) Todo discípulo le arrebata algo a su
maestro” (14, Bloom, 1991) En El retrato de Dorian Gray de Wilde se lee “Influir en una
persona es darle su propia alma”. El discípulo- lector no puede hacer otra cosa que repetir,
pero está en sus manos el poder de traicionar. Milita Molina cuenta como Rosa insiste “en la
importancia de la distancia justa, de la estrategia y de la traición”(20, Molina, 2018). Allí
donde hay confianza puede suceder la traición, la confianza es la que se traiciona y, otra vez,
elementos opuestos se confunden.
Lo que se repite nunca es lo mismo. Es una búsqueda. “Si (...) queremos fumar una buena
pipa olorosa siempre será para reeditar el oscuro recuerdo del humo que la alucina”(37, Rosa,
1992). Hay también una repetición que no es productiva es aquella que reafirma y se queda
inmóvil frente al otro que ejerce poder absoluto sobre uno. Una repetición que no afecta y
produce Acedía. Solo cuando escribimos, repetimos y traicionamos al recuerdo y al texto
padre podemos lograr la “copia original” a la que se refiere Germán García.
Finalmente, a pesar de la angustia, seguimos escribiendo. Si ya no podemos inventar la
pólvora, al menos, se mantiene la esperanza de prender un fuego para calentarnos. La
posibilidad de reconocerse en los padres, siempre a punto de traicionar para manifestarnos
como individuos originales. Repetir y solo así lograr hacer algo único.
Bibliografía
● Bloom, Harold, 1991. La angustia de las influencias. Caracas: Monte Avila Editores
● Correas, Carlos 2013 La operación Masotta (cuando la muerte también fracasa),
Buenos Aires, Interzona.
● Kierkegaard, Søren, 2009. La repetición, Madrid: Alianza Editorial
● Masotta, Oscar, 2008. Introducción a la lectura de Jaques Lacan, Buenos Aires:
Eterna Cadencia
● Molina, Milita, 2018. Nicolás Rosa. Buenos Aires: Ediciones UNL
● Rosa, Nicolás, 1992. Artefacto, Rosario: Beatriz Viterbo Editora
● Rosa, Nicolás, 1990. El arte del olvido, Rosario: Beatriz Viterbo Editora