Revista Chilena de Derecho 0716-0747: Issn: Redaccionrchd@uc - CL
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Pontificia Universidad Católica de Chile
Chile
I. DE LA FUNCIÓN A LA NATURALEZA
Las prestaciones económicas que las leyes de divorcio suelen disponer para amino-
rar los efectos de la disolución del vínculo son desde antiguo objeto de disputas y
controversias doctrinales acerca de su verdadera naturaleza jurídica. Ya respecto del
Código Civil francés de 1804, que autorizó por primera vez el divorcio legal, se suscita-
ron opiniones diversas sobre este particular1. La discusión se mantiene en las legislacio-
nes modernas que con distintas terminologías (prestación, pensión compensatoria, asig-
nación de divorcio) mantienen esta figura legal.
Incluso en ordenamientos que parecieran haber zanjado expresamente la contro-
versia, la cuestión vuelve a resurgir. En Argentina los arts. 207 y 217 del Código Civil,
incorporados por la ley de divorcio 23.515 de 1985, señalan expresamente que se trata
de “alimentos”. Pero parte de la doctrina sostiene que en verdad no lo son sino que se
trata de un resarcimiento por los perjuicios derivados del divorcio para el cónyuge
inocente2.
No debe sorprender, en consecuencia, que la “compensación económica” consa-
grada en los arts. 61 y siguientes de la Ley Nº 19.947, de 2004, Nueva Ley de Matrimo-
nio Civil3, esté ya siendo objeto de numerosas interpretaciones tanto doctrinales como
judiciales que se presentan como discordantes, si no derechamente contradictorias.
La cuestión no es irrelevante desde el punto de vista práctico. La identificación de
la naturaleza jurídica sirve para dar contenido a las expresiones o conceptos de textura
abierta contenidos en la regulación normativa, ayuda a elegir factores de decisión que
aparecen aludidos únicamente por la intención del legislador de hacer enumeraciones de
elementos no taxativas; y, finalmente, resulta útil para reconocer y aplicar el derecho
supletorio.
Ante las dificultades que presenta la figura, quizá sea menester recurrir como
criterio inicial a la función práctica para la cual fue diseñada. Pensar para qué se intro-
dujo y el contexto social en el que se legisló. Antes de comenzar el examen de los textos
normativos, convendría precisar, además, cuál fue el caso hipotético central que llevó a
determinar la institución, dejando fuera del análisis otros supuestos a los cuales se
extendió por razones diversas.
A nuestro juicio, si se examinan las actas de la discusión en el Senado, se llega
claramente a la conclusión que uno es el caso central que los legisladores tuvieron en
vista para instituir esta nueva figura legal: se trata de la mujer que, normalmente habien-
do llevado el mayor peso de las responsabilidades de la familia, es objeto del divorcio
por voluntad unilateral de su marido. La compensación económica resulta ser así un
beneficio que la ley otorga a la mujer que se ha dedicado al hogar cuando su matrimonio
es disuelto por voluntad del marido. La compensación económica aparece prevista como
un paliativo a la crueldad que suele conllevar el divorcio por repudio: “objeto de horror
para nuestras sociedades occidentales” en expresión de Carbonnier4.
Su función, por tanto, es servir de morigeración o paliativo del desamparo
económico en que queda esta mujer que, confiando en la promesa matrimonial del
marido, invirtió todos sus esfuerzos en sacar adelante la familia, y ahora ve que la ley
1 Así, T OULLIER, AUBRY y R AU, RIPERT, J OSSERAND, y otros. Pueden verse citados en FANZOLATO (1991)
pp. 38 y 39.
2 F ANZOLATO (1991) pp. 26 y ss.
3 Los artículos que se citan sin indicar fuente son de este cuerpo legal.
4 C ARBONNIER (1975) chr. 119.
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autoriza a que, sin su voluntad, le prive completamente del estatuto protector del
matrimonio5.
De allí el nombre que podría desconcertar por su uso poco técnico6: se “compen-
sa” en lo económico el retiro unilateral de los beneficios prometidos por el matrimonio,
no en su integridad porque ello no es posible, pero sí en la medida en que permite
mejorar la posición de la mujer.
Para efectos de guardar una cierta compostura y seguir los criterios políticamente
correctos de no discriminación, se extiende el beneficio a cualquiera de los cónyuges y,
además, se permite en teoría que incluso el cónyuge que pide el divorcio unilateral
reclame para sí la compensación. Pero se trata de casos excéntricos, que raramente
sucederán y que no fueron los determinantes en el ánimo de los legisladores.
Por razones de política legislativa se amplía el beneficio también a la nulidad
matrimonial. Dos son los motivos que, aunque de inspiración diversa, coinciden en el
resultado final: 1º) para evitar un incentivo a los juicios fraudulentos de nulidad que se
podría suscitar si los demandantes buscaran por esta vía eludir el pago de la compensa-
ción; y 2º) para permitir que quienes por convicciones morales o religiosas piensan que
el matrimonio es indisoluble puedan recurrir a la nulidad civil (por ejemplo después de
haber obtenido la nulidad canónica), sin que se vean perjudicados en sus pretensiones
patrimoniales. De lo contrario habría un incentivo para que estas parejas en vez de la
nulidad persiguieran el divorcio.
Pero el caso central es el que hemos identificado antes: la mujer que se ha dedica-
do al hogar y que es abandonada por su marido con la autorización de la ley civil. Esta
le pide a este que al menos “compense” en parte los beneficios económicos de los que se
ve privada sin culpa alguna de su parte. De esta manera, el legislador pretende evitar que
la generalización del divorcio se transforme en una de las principales causas de feminiza-
ción de la pobreza7.
Si esta es la función, pensamos que la naturaleza jurídica de la compensación
económica no es propiamente asistencial o alimenticia (porque el matrimonio se extin-
gue y con ello el deber de socorro), ni tampoco una manifestación del enriquecimiento
sin causa (si efectivamente lo hay podrá reclamarse por una acción autónoma), ni tam-
5 En este sentido, la compensación es uno de los pocos límites que encuentra la libertad de demandar el
divorcio unilateral acogido por la ley. Cfr. DOMÍNGUEZ HIDALGO (2005a) pp. 101-102.
6 Señala así T URNER S AELZER (2004) p. 99, que desde una perspectiva formal la denominación es al menos
vaga ya que la compensación no opera aquí ni en el sentido de modo de extinguir obligaciones como la
trata el art. 1655 del Código Civil ni como comparación de patrimonios como se observa en la legislación
española.
7 Así lo reconoce V ELOSO V ALENZUELA (2006) p. 172, si bien piensa, alinéandose con las posturas
feministas e igualitaristas, que ello no puede ser razón para que el Estado intente evitar o disminuir los
divorcios, sino únicamente para que adopte medidas a fin de que el costo económico del divorcio no
recaiga solo en la mujer y en los niños. Lo cierto es que la experiencia internacional señala que todas estas
medidas, entre las que se encuentran las pensiones postdivorcio, no surten el efecto deseado. Son muchos
los estudios que así lo demuestran. Cfr. Informe sobre el divorcio. La evidencia empírica internacional (2002)
pp. 67-71. En este estudio se cita, por ejemplo, el libro del estadounidense WEITZMAN (1985) p. xv: “El
principal resultado económico de la revolución de la ley de divorcio es el sistemático empobrecimiento de
la mujer y de sus hijos. Ellos se han convertido en los nuevos pobres”.
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poco una forma de responsabilidad civil contractual objetivada por lucro cesante o
pérdida de una chance (lo que también podrá ser objeto de una acción independiente en
la que se podrán cobrar incluso perjuicios morales)8. La figura cae más bien en las
llamadas en España indemnizaciones por sacrificio9, o lo que nosotros denominamos
indemnizaciones por afectación lícita de derechos, similar a las indemnizaciones que se
pagan en caso de expropiación o de imposición de servidumbres legales 10.
8 En nuestra primera aproximación a la figura en un comentario de primera hora decíamos que la compen-
sación tenía naturaleza indemnizatoria y que se basaba en el esquema de la responsabilidad por lucro
cesante: CORRAL TALCIANI (2004): pp. 266-267. Después de un mayor estudio precisamos que si bien
tiene naturaleza indemnizatoria no es un supuesto de responsabilidad civil sino el de indemnización por
afectación autorizada de derechos ajenos.
9 Cfr. D ÍEZ -P ICAZO (1999) pp. 56-57.
10 C ORRAL T ALCIANI (2003) pp. 62-63. Recoge esta idea aplicada a la compensación, V IDAL O LIVARES
que ahora rectificamos, C ORRAL TALCIANI (2004) p. 266. Cfr. P IZARRO W ILSON (2004) pp. 91 y 96;
GÓMEZ DE LA TORRE (2005) p. 12. También en las obras generales dedicadas a comentar la Nueva Ley de
Matrimonio Civil: BARRIENTOS GRANDON et al. (2004) pp. 427-428; COURT M URASSO (2004) pp. 95-
96 y 98; O RREGO A CUÑA (2004a) pp. 129-130.
12 Tratando de soslayar el texto claro de la norma se sostiene que “Para la existencia del menoscabo
económico, el artículo 63 [sic] señala ciertos factores que deben considerarse, aunque estos tengan rela-
ción, más bien con la cuantía de la compensación” (P IZARRO W ILSON, 2004, p. 96). No es eso lo que
manda la ley, pues claramente ordena tomarlos en cuenta en las dos etapas: determinación de la existencia
del beneficio y cuantificación de su monto.
13 Así, V IDAL O LIVARES (2006) pp. 221-222; C UEVAS M. (2004) p. 75.
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Pero bien puede ser que el menoscabo no se produzca por esta circunstancia típica
y más frecuente (la dedicación de un cónyuge al hogar), sino por otras que no se
mencionan en el art. 61, pero sí en el art. 62. Por ejemplo, si la mujer que pudo ejercer
una profesión durante su matrimonio se ve privada de beneficios previsionales o de
salud derivados del sistema al que pertenece el marido y por razones de edad o de salud
no es previsible que pueda proporcionárselos a través de sus propias cotizaciones legales.
También puede suceder que no se dé el supuesto principal del art. 61 porque la
mujer no trabajó, ya no porque se dedicó al hogar o a los hijos, sino sencillamente
porque no pudo hacerlo al verse afectada por una enfermedad física o mental incapaci-
tante. Si se observa la letra del precepto del art. 61, tendríamos que llegar a la conclu-
sión de que esta mujer no tendría derecho a la compensación ya que ella no eligió
voluntariamente no trabajar (faltaría la exigencia de que “podía y quería” de que habla la
norma)14. En este caso, nuevamente los criterios del art. 62 pueden llevar al juez a
determinar la existencia del menoscabo económico que autorizará la imposición de la
compensación15.
Una sentencia que resuelve sobre la materia llega en la práctica a esta misma
conclusión, pues determina que no consta en el proceso que la demandada haya sufrido
menoscabo económico, ya que tenía trabajo estable en la Asociación de Seguridad como
jefa de departamento, a lo que renunció voluntariamente, lo que no constituye un hecho
imputable al marido. Sin embargo, señala que “el Tribunal estima que la demandada
debe ser compensada en alguna medida y, por una suma prudencial, dado que la separa-
ción habida con su cónyuge en alguna manera la tiene que haber afectado moralmente”.
Fija la compensación en $ 12.000.000, pagaderos en cuotas mensuales de $ 1.000.000
(Chillán, sentencia de 8 de agosto de 2005). No es correcto que se intente compensar
14 Por seguir esta interpretación en nuestro primer comentario sosteníamos que la compensación era un
precio ínfimo para el costo del divorcio unilateral sufrido por la mujer, y que la mujer enferma que por esa
razón no trabajaba ni se dedicaba al hogar quedaría en la indefensión, “si el legislador o la jurisprudencia
no corrigen estos preceptos” (CORRAL TALCIANI, 2004, p. 267). Damos ahora una interpretación que,
concordando con los textos, permitirá a los jueces evitar esos casos de injusticia notoria.
15 Nuestra interpretación coincide, en parte, con la sostenida por T URNER S AELZER (2005) pp. 485 y ss.,
en cuanto a distinguir dos funciones de las circunstancias del art. 62: la de determinar la existencia de la
compensación y la de cuantificar su monto. No obstante, la profesora Turner parece reducir la primera
función de las circunstancias a la de neutralizar o limitar el efecto del menoscabo causado en virtud de la
circunstancia típica del art. 61, es decir, la dedicación al hogar. Señala por eso que “no todo daño
proveniente de la falta total o parcial de trabajo remunerado durante el matrimonio a causa del cuidado de
los hijos o del hogar común, deberá ser compensado por el otro cónyuge. Lo será solo aquel que, según las
circunstancias del art. 62 inc. 1º L.M.C., sea relevante. Por consiguiente, en este primer momento, las
circunstancias son complementarias del art. 61 L.M.C., y desde este punto de vista lógico debieran
entenderse incluidas en él” (p. 489). Nuevamente se advierte una interpretación influenciada más por
normas extranjeras (la autora pone de manifiesto que el art. 97 del Código Civil español recoge mejor la
idea que ella sustenta) que por el sentido y la función de los textos nacionales. No hay ningún indicio ni
en la ley, ni en su historia, que se haya querido con la enumeración de circunstancias del art. 62 denegar o
limitar la procedencia de la compensación económica prevista en el caso prototípico del art. 61. La
intención en todo caso sería ampliar dicha procedencia añadiendo otros criterios por los cuales el juez
puede llegar a la conclusión de que el menoscabo se ha efectivamente producido, a pesar de no haber
concurrido en la especie el trabajo hogareño de la mujer.
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por esta vía perjuicios morales16. Lo que el sentenciador estaba buscando era compensar
un menoscabo económico producido a la cónyuge, pero no por haberse dedicado al
hogar y no haber podido trabajar, sino por la pérdida de los demás beneficios que
conlleva el estatuto matrimonial. Debió sí haberlo justificado con alguno de los otros
elementos indicados por la ley.
A la inversa, en principio, también podría darse el caso, es decir, que concurriera
el supuesto principal del art. 61, pero que el juez llegara a la conclusión de que no se da
el menoscabo económico exigido sobre la base de las pautas mencionadas en el art. 62.
Podría la mujer tener un fuerte incremento patrimonial sobre la base de adquisiciones a
título gratuito y quizás debería pensarse que el análisis del elemento “situación patrimo-
nial de los cónyuges” podría llevar a descartar la compensación si el marido tiene menos
bienes que la beneficiaria17. Debemos advertir, sin embargo, que es difícil que esto
ocurra en la práctica. La omisión de una actividad remunerada o lucrativa le ha de haber
repercutido nocivamente en su situación patrimonial, es decir, el menoscabo económico
existirá, ya que es de presumir que de no haberse dedicado al hogar habría desempeñado
una actividad remunerada o lucrativa18. Además, es incuestionable que el juez tendrá
que considerar que, aun en ese caso, el trabajo hogareño de la mujer ha de ser estimado
una colaboración prestada a las actividades lucrativas del otro cónyuge, que es el último
de los elementos que ordena tomar en cuenta la ley en el art. 62 inc. 1º.
En consecuencia, lo relevante para que el juez pueda conceder el beneficio es la
acreditación en el proceso de un menoscabo económico producido por el retiro del
estatuto protector del matrimonio derivado del divorcio (o nulidad).
En la mayoría de los supuestos para determinar la existencia de este menoscabo,
bastará acreditar que la mujer se ha dedicado al hogar en vez de al trabajo externo. Si
esto no se acredita, el menoscabo se puede comprobar por la comparecencia de uno más
de los criterios mencionados en la regla del primer inciso del art. 62.
¿Y podría el juez tener por determinado el menoscabo por algún criterio que no
esté ni en el art. 61 ni en el art. 62? Ya hemos despejado que no consideramos esencial,
sino solo prototípico, el supuesto del art. 61. El juez podría basarse en otro criterio que
no fuera el tipo de dedicación que tuvo la mujer o el cónyuge más débil económicamen-
te. Pero, en tal caso, ¿podría considerar un criterio que no esté tampoco mencionado en
el art. 62? Nos parece que la respuesta a esta interrogante debe ser afirmativa. En efecto,
según el mismo precepto, las pautas que se mencionan en él deberán considerarse por el
juzgador “especialmente”. Esta expresión sugiere que la mención no es taxativa, sino
16 La misma ley habla de menoscabo económico. Lo que no quita que no puedan reclamarse este tipo de
daños por un acción de responsabilidad civil siguiendo las reglas generales. Cfr. DOMÍNGUEZ HIDALGO
(2005) pp. 120-121.
17 En este sentido T URNER S AELZER (2004) p. 100, cuando escribe que las circunstancias elencadas en el
art. 62 de la ley “no solo cumplen una función de cuantificación del menoscabo, sino que condicionan su
propia existencia”. Pensamos, sin embargo, que la condicionan tanto en sentido negativo (determinando su
inexistencia a pesar de concurrir los supuestos de hecho del art. 61) como de manera positiva (determinan-
do la existencia del menoscabo incluso cuando no concurran los supuestos fácticos del señalado art. 61).
18 En contra V IDAL O LIVARES (2006) pp. 255-256, quien sostiene que no basta la dedicación y que debe
meramente ejemplar19. Por ello bien puede el juez considerar que existe un menoscabo
económico derivado del divorcio que da derecho a la compensación sobre la base de otro
elemento que no haya sido expresamente considerado por estas normas. Aquí cabe
considerar los resultados del régimen económico del matrimonio (si es que no se le
estima incluido en la mención de la situación patrimonial de los cónyuges) o la convi-
vencia que haya precedido al matrimonio20.
También aquí habría que considerar los beneficios económicos de que la mujer se
vio privada por el hecho de contraer matrimonio. Es sabido que existen beneficios
previsionales que se pierden por el hecho de contraer matrimonio civil (antiguas pensio-
nes para hijas solteras). Si habiendo perdido ese beneficio al casarse confiando en la
conservación de por vida del matrimonio y de la obligación de alimentos entre cónyu-
ges, una mujer se ve luego privada de este por voluntad unilateral del marido, es claro
que habrá sufrido un perjuicio económico que debe serle compensado21.
Por último, pensamos que el juez puede tener en cuenta criterios no mencionados
en la ley para constatar que el menoscabo económico no se ha producido y que por
tanto no corresponde otorgar la compensación económica. Es lo que sucedería si es la
misma mujer que se ha dedicado al hogar la que demanda unilateralmente el divorcio y
pide para sí una compensación de las pérdidas que el mismo divorcio le producirá. En
tal caso, bien podría el juez denegar la compensación ya que nadie puede aprovecharse
de sus propios actos. Y si ella prefiere extinguir el efecto protector del matrimonio no
puede pretender que se le compense por su pérdida. Cuestión distinta es si pide el
divorcio por culpa del marido, porque en tal caso no puede decirse que ella extingue
unilateralmente los beneficios del matrimonio.
19 Es la opinión común de los comentadores: BARRIENTOS et al. (2004) p. 425; P IZARRO WILSON (2004)
p. 98; COURT MURASSO (2004) p. 98; ORREGO A CUÑA (2004b) p. 142.
20 Cfr. R ODRÍGUEZ G REZ (2004) p. 46.
21 Otra circunstancia podría ser la precedencia de una convivencia previa al matrimonio, en la que la mujer
Por tanto, no hay propiamente una reparación del daño como sucede en la res-
ponsabilidad civil, en que rige el principio de la integridad de la reparación: todo daño
debe ser reparado. Se trata de una compensación paliativa que intenta en la medida de lo
posible cubrir el menoscabo económico más manifiesto, y según pautas de orientación
que la misma ley se encarga de fijar, aunque sea a modo ilustrativo.
Entre estas pautas está una, la del art. 61, que es la principal y la que con mayor
frecuencia se aplicará, y otras adicionales que pueden concurrir o no y que se prevén en
el art. 62 inc. 1º.
Es menester advertir que no es discrecional para el juez aplicar las pautas estable-
cidas en la ley, sino que se trata de un deber impuesto imperativamente, lo que releva el
texto del art. 62: “se considerará”. Pero no existe prelación o prevalencia de unas cir-
cunstancias en desmedro de otras22.
b) La situación patrimonial
También el juez debe considerar la situación patrimonial de ambos cónyuges. Se
ha señalado que a este respecto el juez debe tener en cuenta los resultados de la liquida-
ción del régimen de bienes de sociedad conyugal o participación en los gananciales que
existiere entre ellos. Si la liquidación no ha sido hecha previamente ni es materia de la
misma sentencia de divorcio, el juez debería hacer una anticipación imaginaria y aproxi-
mada de los resultados de dicha liquidación29, para lo cual será necesario que las partes
hayan aportado antecedentes sobre los bienes ingresados al régimen económico matri-
monial, así como de las deudas.
Pero está claro que la compensación no puede agotar su cuantía en la participa-
ción del cónyuge débil en los gananciales generados por el régimen matrimonial30. Una
parte de los perjuicios sufridos por el cónyuge demandado podrá verse compensado con
esa participación, pero no todos. Los gananciales pueden compensar el apoyo del cónyu-
ge que se dedica al hogar al que trabaja en la adquisición de bienes comunes (en ese
(2004a) p. 131. En contra, C UEVAS (2004) pp. 82-85, sostiene que los regímenes de sociedad conyugal
(salvo renuncia de la mujer a los gananciales) y de participación en los gananciales compensan suficiente-
mente el menoscabo económico del divorcio.
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sentido pueden compensar la falta de ingresos por no haber tenido una actividad lucrati-
va propia). Pero el costo de la oportunidad laboral, la pérdida del derecho de alimentos,
del sistema de salud, de una pensión de sobrevivencia, no quedarán suficientemente
compensados por la distribución de los gananciales, por lo que deberán computarse
aparte.
No cabe, es cierto, que el juez convierta este elemento en un nuevo régimen
comunitario aplicable automáticamente a todos los cónyuges que se divorcian, por el
simple expediente de comparar patrimonios y fijar como compensación la diferencia de
valor que se produzca entre ellos en perjuicio del cónyuge demandado31.
Es verdad, sin embargo, que la existencia de la compensación económica servirá
para corregir parcialmente las injusticias producidas contra la mujer que se casó en
separación de bienes confiando en que la persistencia de su matrimonio le aseguraría
derechos de alimentos, previsionales y hereditarios.
Es un hecho que este factor puede asemejar la compensación a los alimentos, ya
que en ellos se miran las necesidades y la capacidad económica de las partes para
decretarlos. Pero no siendo realmente alimentos no cabe aplicarlo en ese sentido, pues
no se trata de las necesidades actuales o de la capacidad actual que tengan ambos
cónyuges, si no del menoscabo económico producido por el divorcio (o la nulidad). La
ley manda apreciar la situación patrimonial porque un desnivel entre ellos puede ser
indiciario sobre la existencia y cuantía de dicho menoscabo, que se prologaría en el
tiempo32.
En particular, nos parece que debe descartarse que se pueda denegar la compensa-
ción fundándose en que el cónyuge deudor carece de bienes suficientes para hacer frente
a su pago. El menoscabo económico no desaparece por la falta de capacidad patrimonial
actual del cónyuge que lo ha producido pidiendo el divorcio. Si se trata de un resarci-
miento su monto no puede quedar entregado a la solvencia económica del obligado. Por
lo demás, la ley se pone expresamente en este supuesto, pero no para que se suprima o
disminuya la compensación, sino únicamente para que el juez pueda decretar la división
del pago de la compensación en cuotas (art. 66)33.
ingresos el pagar una compensación económica se estaría incurriendo en una privación severa de la libertad
personal. Pero la misma autora se da cuenta que este argumento no es sustentable puesto que, como ella
misma dice, también la exoneración del cónyuge deudor de pagar esta compensación limita la libertad
individual esta vez del cónyuge acreedor. En verdad, la institución de la compensación económica no
puede basarse en criterios de utilidad y bien privado, sino de bien público y social. Se basa en el principio
general de la ley como es la protección al cónyuge más débil (art. 3), que limita la autonomía privada. Por
su parte, RODRÍGUEZ GREZ (2004) p. 48, sostiene que la compensación no está subordinada a la subsis-
tencia de los recursos que uno de los cónyuges obtuvo en desmedro de las expectativas del otro. En el
mismo sentido ORREGO A CUÑA (2004a) pp. 145-146.
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c) La buena o mala fe
Este factor se introdujo en la ley, al advertirse que la compensación procedería
también en casos de nulidad matrimonial y que sería inconsecuente autorizar que el
cónyuge que contrae de mala fe pueda beneficiarse de un beneficio derivado de la
disolución del matrimonio que él podía prever y esperar.
No nos parece que pueda tener incidencia en el caso del divorcio, ya que la
denegación o atenuación del derecho a compensación en caso de culpa del cónyuge
beneficiario fue objeto de una norma aparte (art. 62 inc. 2º)34.
34 En este sentido también, PIZARRO WILSON (2004) p. 98, nota 20; VIDAL OLIVARES (2006) p. 264;
TURNER SAELZER (2005) pp. 498-499. En cambio, GÓMEZ DE LA T ORRE (2005) p. 14, sugiere que en el
divorcio se aplicaría este factor para evitar que el cónyuge que haya “provocado la ruptura matrimonial”
pretenda después el pago de la compensación.
35 Lo sugiere T URNER S AELZER (2005) p. 502, citando jurisprudencia española que así lo ha entendido.
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restricción la mayor parte de las veces será padecida por la mujer (que es la asignataria primordial de la
compensación) y también por no estar de acuerdo con la existencia de un divorcio culposo.
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2. LÍMITES EN GENERAL
Pero la autonomía negocial que tienen los cónyuges no es absoluta y está sujeta al
control judicial. Por eso la ley encarga al juez la aprobación del convenio que regula la
compensación.
No se trata de un control meramente formal. El juez debe considerar si la com-
pensación está correctamente aplicada, al menos en sus rasgos generales y más funda-
mentales. Si llega a la conclusión fundada de que la compensación es insuficiente podrá
aumentarla, sobre todo considerando que la ley le ordena resolver teniendo en cuenta el
interés del cónyuge más débil (art. 3 inc. 1º).
La ley parece pensar en un acuerdo de la compensación que se adopta ante la
ruptura del matrimonio y para efectos de ser presentada al tribunal que juzgará el
divorcio o nulidad ya demandada o que se pretende demandar en breve tiempo después
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3. EL PROBLEMA DE LA RENUNCIA
Se ha sostenido que es legítimo que por acuerdo los cónyuges, en ejercicio de su
autonomía, renuncien recíprocamente a la compensación económica que pudiere corres-
ponderles41. Incluso se ha pensado que ello procedería en forma previa al matrimonio
por capitulaciones matrimoniales42. Nos parece que esta renuncia anticipada sería inváli-
da. Se trata de un derecho personalísimo del cónyuge sobre el cual no proceden actos de
disposición43. Tampoco es susceptible de transmisión mortis causa44.
Por tanto, el juez no tendrá en cuenta la renuncia pactada ya sea en un convenio
previo al matrimonio o en un acuerdo con vistas al divorcio. Si observa que hay antece-
dentes para dar lugar a la compensación, debe fijarla, nuevamente haciendo uso de la
facultad de resolver protegiendo el interés del cónyuge más débil.
Cosa distinta es la preclusión procesal del derecho por no oponerlo oportunamen-
te en el juicio de divorcio. Es discutible que el juez pueda tener la facultad para proceder
de oficio en estos casos. Más difícil todavía nos parece sostener que proceda demandar la
compensación económica después de decretado el divorcio en otro juicio diferente. La
ley no lo ha prohibido expresamente, pero su espíritu parece ser que todas las cuestiones
que derivan de la extinción del matrimonio se concentren el proceso de divorcio45.
Por cierto, una vez determinada la compensación económica por sentencia firme,
el crédito podrá ser condonado, cedido y transmitido mortis causa, según las reglas
generales46.
40 En contra, DOMÍNGUEZ H IDALGO (2005b) pp. 14-15, D OMÍNGUEZ HIDALGO (2005a) pp. 108-109,
salvando el caso de la renuncia.
41 G ÓMEZ DE LA T ORRE (2005) p. 18.
42 P IZARRO W ILSON (2004) pp. 102-103.
43 En este sentido, V IDAL O LIVARES (2006) p. 277; D OMÍNGUEZ H IDALGO (2005b) p. 17.
44 Si el matrimonio se extingue por la muerte del hipotético cónyuge beneficiario, sus herederos no podrán
reclamar la compensación porque no podrán interponer la acción de divorcio ni, en general, la de nulidad.
Tampoco parece aceptable que los herederos puedan proseguir la acción o defensa intentada por el cónyuge
difunto, si se trata de divorcio, ya que en este caso la sentencia es constitutiva de estado civil y no podrá
dictarse al haberse previamente disuelto el matrimonio. La única hipótesis que podría considerarse admisi-
ble es la de los herederos del cónyuge que muere durante el proceso de nulidad. Siendo la sentencia de
carácter declarativo puede continuarse el juicio y fijarse la correspondiente compensación económica que
se transmitirá a los herederos del beneficiario.
45 En este sentido, R ODRÍGUEZ G REZ (2004) pp. 46-47.
46 También la deuda de compensación económica es transmitida a los herederos del cónyuge deudor que
fallece después de su determinación judicial, sin perjuicio de su derecho a aceptar la herencia con beneficio
de inventario. Cfr. PIZARRO WILSON (2004) p. 101; ORREGO A CUÑA (2004a) pp. 147-148.
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47 En contra, V ELOSO V ALENZUELA (2006) p. 185, quien estima que el juez debe aprobar “sin más” el
ellos derechos patrimoniales que exigir, lo que la sentencia aprueba sin más (rol C-
12903-2004, sentencia de 28 de enero de 2005). Otro caso: las partes expresan “que no
solicitarán la compensación económica, al no existir menoscabo por las labores del hogar
o el cuidado de los hijos durante el matrimonio”, y la sentencia se limita a señalar que le
parece completo y suficiente el acuerdo obtenido (rol C-2467-2005, sentencia de 26 de
julio de 2005).
Sería deseable que los juzgados de familia tuvieran un poco más de iniciativa y
acuciosidad para ejercer la labor de control y protección que la ley les encomienda en
tutela de los intereses del cónyuge más débil, sobre todo teniendo en cuenta el princi-
pio de actuación de oficio que se aplica en estos procedimientos en conformidad a la
Ley Nº 19.968, de 2004 (arts. 9 y 13).
V. CONCLUSIONES
La mayor parte de las reflexiones que se contienen en este apretado trabajo son
meras aproximaciones frente a lo que es una novedad en nuestro Derecho y que, por su
propia naturaleza, no es posible delimitar perfectamente, sino mediante la aplicación de
la prudencia judicial.
Nuestra impresión, como hemos dicho, es que esta extraña ley –a lo que hemos
motejado de paradójico y a la que el profesor Mauricio Tapia prefiere denominar más
elegantemente “de compromiso”48– es intencionadamente contradictoria y ambivalente.
Más que en la literalidad de los textos normativos, hay que buscar las realidades e
ideologías sumergidas que trataron de conciliar lo inconciliable: el matrimonio para
toda la vida y la libertad para divorciarse cuando se quiera.
La compensación económica es una manifestación de esta encrucijada del legisla-
dor, que quiso mantener la definición del matrimonio como indisoluble en el art. 102
del Código Civil pero al mismo tiempo declararlo desahuciable por voluntad incluso
unilateral de los cónyuges.
La compensación económica en su realidad última parece ser un postrero home-
naje –más que sea en justicia económica– a la indisolubilidad del matrimonio. Una
especie de extensión –limitada a lo meramente material– de la solidaridad matrimo-
nial incluso después del rompimiento del mismo. En palabras del decano Carbonnier,
autor, por lo demás, de la ley de divorcio francesa de 1975, estas prestaciones posdi-
vorcio indican de alguna forma que el deber de socorro no se extingue por entero por
la disolución del matrimonio, porque la primera esposa del divorciado continúa sien-
do, en cierto orden inmaterial –por derecho natural, diríamos nosotros–, su sola y
única esposa 49.
Santiago, 13 de diciembre de 2006
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