Módulo Ii
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(TLED)
Módulo II
Susana Nothstein
Natalia Bengochea
LA REPRESENTACIÓN
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la más difundida forma de representación democrática: la que nace de las preferencias de los
ciudadanos, expresada con el voto en periódicas consultas electorales, y que es sometida
regularmente a verificación mediante elecciones. Aunque es la más difundida, la teoría de la
representación democrático-electoral no es necesariamente la más aceptada y la más
compartida. Más bien, a menudo es considerada parcial, preliminar, insuficiente; parcial,
porque concerniría sólo a los que votan realmente; preliminar, porque pone sólo las bases
de la representación; insuficiente, porque comunica poca información a los elegidos y porque
los vincula aún menos.
[4] Tanto la teoría participacionista como la teoría de la semejanza entran
constantemente en competencia y, a veces, también en contraste con la teoría democrático-
electoral de la representación, pero en cierta medida la teoría participacionista apunta a
completarla, mientras que la teoría de la semejanza mina sus cimientos. Asimismo, la teoría
participacionista puede encontrar y ya encontró instrumentos de aplicación práctica, por
ejemplo, los referendos, mientras que la teoría de la semejanza es de considerarse
sustancialmente impracticable.
[5] Según la teoría participacionista, el pueblo puede participar de diversas maneras en
la formación de las decisiones que le conciernen, tanto a través de la actividad en los partidos
y en los grupos políticamente influyentes como por otras modalidades de participación
política y de modo más directo y más incisivo con el recurso a los referendos.
[6] En cierta medida, gobernantes, gobernados y representantes son influyentes por las
posiciones expresadas por los electores, también de manera informal y no convencional, al
grado de tener que abandonar los cargos tras un veredicto electoral desfavorable, y deben
tomarlo en cuenta, así como tienen que rendir cuentas de sus opiniones y de sus conductas
al respecto.
[7] La teoría de la representación como semejanza parece exigir, al menos en términos
generales, mucho más. En sustancia, requiere que los representantes constituyan un
microcosmos de los representados, que los gobernantes sean el espejo sociológico de los
gobernados. A nivel de las variables políticas, dentro de determinados límites que pueden
ser alcanzados por los sistemas electorales proporcionales, una asamblea electiva puede
acercarse de hecho a representar el microcosmos de un cuerpo electoral, puede reflejarlo –
con algunas inevitables distorsiones– en sus opiniones, en sus preferencias, en sus
exigencias, en sus demandas. Se regresaría por esta vía a la teoría electoral de la
representación. Pero la teoría de la representación como semejanza, como se ha dicho, va
más allá. Postula asambleas sociológicamente representativas que reflejan fiel y totalmente
el perfil de género, étnico, religioso, lingüístico, social, económico, profesional,
generacional de la población. Exige asambleas construidas según principios no sólo
políticamente correctos, sino también sociológicamente correctos. Se puede discutir si esos
objetivos son deseables. Pero debería ser evidente que no son alcanzables de manera alguna
con modalidades democráticas, es decir a través de procedimientos de elección confiados en
las evaluaciones, las preferencias y en el voto de los electores. En los hechos, no es posible
de ningún modo construir un parlamento que desde el punto de vista sociológico sea
perfectamente similar a la ciudadanía, por dos razones: en primer lugar, porque las
características sociológicas de la ciudadanía varían continuamente; en segundo lugar, porque
semejante parlamento debería ser demasiado amplio. Para entendernos, deberíamos tener un
parlamento integrado por cerca de dos mil personas, ya que este número sería la garantía, en
los sondeos atendibles, de que una muestra de electores representa realmente a la ciudadanía.
De todos modos, ningún procedimiento electoral, ni siquiera realizado con el más
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proporcional de los sistemas, garantizaría un resultado efectivo y seguro de representatividad
sociológica. Sin mencionar que la representatividad sociológica, a su vez, no podría
garantizar nada en el nivel de la representación política, que está hecha no sólo de intereses,
sino también de proyectos, de valores y de ideales.
[8] Un resultado de mayor representatividad sociológica, por ejemplo por lo que
concierne tanto al equilibrio entre género masculino y género femenino como a la presencia
de las minorías étnicas en las asambleas electivas, es sin duda deseable, pero no puede
producirse por decreto y desde arriba, desde luego no con “cuotas” previstas en las
constituciones, sino hechas valer eventualmente en los partidos y traducidas en candidaturas
que éstos expresaron. Los partidos pueden querer y lograr un reequilibrio en la
representación al perseguir el objetivo eminentemente particularista, pero totalmente
legítimo, del crecimiento de sus sufragios que se deriva de una convocatoria eficaz a
minorías y mayorías (las mujeres) subrepresentadas. El hecho es que, como toda sociedad
es perenne devenir, de todos modos, democráticamente es muy discutible. En efecto, nada
hace pensar que una asamblea óptimamente representativa de las mujeres desde el punto de
vista sociológico sería igualmente representativa de las preferencias políticas de las mujeres
mismas.
[9] La representatividad sociológica podría incluso ser contraproducente si una asamblea
seleccionada según criterios orientados a reflejar la sociedad se dividiera y votara de acuerdo
con líneas de demarcación precisamente “sociológicas” en bloques homogéneos, y no según
preferencias políticas transversales y potencialmente aglutinantes.
[10] Por otro lado, resulta bastante improbable que –pudiendo elegir representantes más
preparados y más competentes, o aun simplemente más motivados y más disponibles, más
interesados en la política y más ambiciosos– las electoras y los electores prefieran elegir a
uno de ellos, es decir a alguien sociológicamente parecido a ellos pero que podría no
compartir, y entonces no representar en absoluto, sus opiniones políticas, sus preferencias
programáticas, sus expectativas generales. Naturalmente, esto no significa que no sea útil y
deseable que exista cierta representatividad sociológica. Al contrario, algunas voces no serán
escuchadas y algunos intereses no serán tomados en cuenta si en una asamblea faltan por
entero los representantes de esas voces y de esos intereses. Sin embargo, el punto es que se
volverá conveniente para los partidos y para los candidatos representar aquellos intereses y
dar voz a aquellos electores cada vez que tengan relevancia política, y en una democracia
competitiva de masa siempre la tendrán. Así que, cada vez que se encuentren intereses e
ideales carentes de representación, se volverá políticamente útil para algún grupo tratar de
hacerse intérprete de ellos, restableciendo un equilibrio entre demanda y oferta de la
representación a través del principio sencillo, pero decisivo, democráticamente correcto y
recomendable, de la ventaja electoral.
[11] De ello se deriva el hecho de que es bastante improbable, aunque posible en términos
abstractos, que una asamblea electiva sea sociológicamente del todo representativa. Y,
aunque pueda ser relativamente poco representativa desde el punto de vista sociológico, una
asamblea tenderá siempre, por los imperativos político-electorales, a adquirir una
representatividad política. Por otra parte, es interesante notar que, a lo largo del tiempo, los
parlamentos electivos terminaron por parecerse todos un poco desde el punto de vista
sociológico, acompañando, al menos en parte, y tal vez precediendo, algunos procesos
sociales que han llevado a la reducción de las distancias entre las clases sociales.
[12] Excepto en los raros casos de aparición de una fuerza política nueva (por ejemplo,
históricamente, los radicales en Argentina a principios del siglo XX o bien los gaulistas en
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las primeras elecciones después de la instauración de la Quinta República francesa o bien
también Forza Italia y la Liga del Norte, en particular después de las elecciones de 1994),
que cambia al menos temporalmente en rostro sociológico de un parlamento, los parlamentos
contemporáneos están integrados preponderantemente por representantes del género
masculino, con las mujeres que superan muy raramente el 30 por ciento.
[13] La ubicación de clase de los representantes elegidos es grosso modo de clase media,
en algunos casos de clase media alta; su renta y su nivel de instrucción son superiores al
promedio de la población; para la mayoría de los parlamentarios la política es la única
“profesión” que han ejercido, o bien se ha vuelto a lo largo del tiempo, la actividad
preponderante; muchos de ellos son profesionistas independientes, con la clásica supremacía
de los abogados.
[14] En general, en todos los regímenes democráticos consolidados la gran mayoría de los
parlamentos está constituida por hombres de partido con poca o ninguna propensión a
abandonar la actividad política, excepto por razones de edad o de salud, o bien tras una
derrota electoral. A nivel global, pues, las asambleas electivas contemporáneas, como las del
pasado, son sociológicamente poco representativas del electorado. Sin embargo, los partidos
intentan sin cesar reclutar candidatos sociológicamente representativos, mientras que tanto
los partidos como los elegidos en parlamento procuran representar las preferencias, los
intereses, las demandas de sus propios electores. A su vez, las elecciones obligarán a rendir
cuentas a los electores de lo que han hecho o bien omitido hacer, confirmando una vez más
la validez de la teoría electoral de la representación.
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[17] Esta tripartición ha sido formulada sobre la base de algunas importantes
investigaciones realizadas acerca de las actitudes y las conductas de los representantes
elegidos en algunos estados de los Estados Unidos por Wahlke et al. (1962), pero podría
remontarse a Edmund Burke y su famosos discurso a los electores de Bristol en 1774.
[18] El delegado moderno no recibe órdenes directas de su electorado; al menos de
manera formal no viola el precepto que, por ejemplo, en el artículo 67 de la Constitución
italiana, lo compromete a “representar a la nación sin vínculo de mandato”. Su mandatario
es, en la mayoría de los casos, formal y prácticamente, el partido que lo ha postulado y que
lo ha hecho elegir. Entonces, el punto de equilibrio para el estilo de representación del
delegado se sitúa muy cerca de las indicaciones y de las exigencias del partido. En efecto, el
delegado sabe que responderá ante sus electores por su actuación personal esencialmente a
través de la mediación del partido que lo postuló, lo hizo elegir y decidirá si vuelve a
postularlo o no.
[19] El fiduciario se labra un mayor espacio de autonomía de representación. Considera
tener argumentos técnicos y la fuerza política para elegir en cada ocasión cómo votar y,
dentro de ciertos límites, cuáles posiciones sostener. Por supuesto, los fiduciarios pueden ser
numerosos entre los representantes donde los partidos son organizaciones relativamente
débiles, poco estructuradas, intermitentes y, a su vez, los representantes consideran ser
capaces de obtener el consenso electoral independientemente del apoyo o de la oposición de
sus partidos de referencia.
[20] Finalmente, los representantes que asumen un estilo llamado político buscan un
punto de equilibrio entre las exigencias del partido y los compromisos asumidos con el
electorado, entre su propia autonomía de juicio político y sus propios conocimientos
técnicos. También en este caso su autonomía es grande cuando el partido no es una
organización jerárquica, rígida, poderosa.
Bibliografía
Fisichella, D. (1996). La rappresentanza politica. Roma y Bari: Laterza.
Pitkin, H. F. (1967). The Concept of Representation. Berkeley: University of California
Press.
Sartori, G. (1995a). Elementi di teoria politica. Bolonia. Il Mulino.
Wahlke et al. (1962). The Legislative System. Explorations in Legislative Behavior. Nueva
York: Wiley.
Gianfranco Pasquino (2011). Nuevo curso de ciencia política. México: Fondo de Cultura Económica. 2014.
Fragmento adaptado
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c. El autor retoma una conceptualización de Sartori sobre la noción de
representación. A partir de la relectura de los párrafos correspondientes,
complete el cuadro caracterizando cada tipo de representación y, si las hubiere,
las dificultades que presentan:
Teoría consensual
4.5. En el párrafo [14], Pasquino refiere hechos históricos que ejemplifican cambios
sociológicos temporales en algunos parlamentos; entre ellos menciona el caso de los
radicales en la Argentina a principios del siglo XX. Explique por qué ello ilustra la
afirmación del autor; en otras palabras, por qué la llegada de los radicales al parlamento
implicó una modificación del rostro sociológico de este.
4.6. Enuncie los rasgos que caracterizan a los representantes de la mayoría de las asambleas
parlamentarias.
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ACTIVIDAD 5
5.3. Justifique por qué para Pasquino la alternativa que postula Sartori entre un gobierno
responsable y uno receptivo es “demasiado tajante, drástica y antagonista”.
5.4. Compare las caracterizaciones de cada uno de los estilos de representación que se
presentan en el fragmento de Pasquino con las que se dan en la entrada de diccionario de
Bobbio et al. ¿Encuentra coincidencias o diferencias entre ambas, enfatizan los mismos
aspectos? Justifique su respuesta.
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ACTIVIDAD 6
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Además de estas tres partes, hay que incluir las referencias bibliográficas: por orden
alfabético se lista la bibliografía utilizada en la exposición. El docente puede solicitar
también que el trabajo tenga un título y es posible que, en el desarrollo, sea necesario incluir
alguna nota al pie para hacer aclaraciones.
Finalmente, en relación con el estilo, como se trata de un género discursivo
predominantemente expositivo, debe delegarse la responsabilidad de lo que se expone en los
autores correspondientes a través de la reformulación de las fuentes y de alguna cita directa
que se incluya. En este aspecto, hay que atender a los verbos de decir que se seleccionan, de
modo que reflejen lo más adecuadamente posible la operación comunicativa que se lleva a
cabo (sostener, afirmar, narrar, describir…) La persona gramatical predominante es la
tercera.
A partir del artículo de Cotta del Diccionario de Bobbio, Pasquino y Matteucci y del capítulo
de Pasquino del Nuevo curso de ciencia política, responda las preguntas que se presentan a
continuación.
6.2. ¿Cómo se relacionan estos textos? ¿Presentan aspectos en común? Justifique.
6.3. ¿Esta relación sirve para contraponer posturas o para complementar conceptos?
Justifique.
6.4. ¿La lectura de ambos textos permite ampliar el conocimiento sobre la representación
política? Desarrolle la respuesta.
6.5. Complete el siguiente cuadro
Clases de representación
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Actividad de escritura
A partir del análisis de la entrada del diccionario de Bobbio, Pasquino y Matteucci escrito
por M. Cotta y del capítulo de G. Pasquino, redacte un texto expositivo en el que compare
las nociones de representación de ambos politólogos, los tipos de representante así como las
dificultades que la práctica de la representación implica.
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