7 Greco - La Autoridad Pedagogica en Cuestion (2 y 4)
7 Greco - La Autoridad Pedagogica en Cuestion (2 y 4)
7 Greco - La Autoridad Pedagogica en Cuestion (2 y 4)
1
Capítulo 2
Autoridad e igualdad:
paradojas de un ejercicio en tiempos de transformación.
1
Según dice Chateubriand: “El tiempo actual, sin autoridad consagrada, se ubica ante una doble
imposibilidad, la del pasado y la del porvenir” (1989: 922)
7
Veamos un texto crítico que propone justamente, considerar como un principio a la
igualdad al interior del vínculo pedagógico así como la igualdad, en un sentido
genérico, “en una sociedad desigual”, en palabras de Rancière.
La voz que Rancière hace oír de nuevo, la de Jacotot, es entonces una voz
extraña, escandalizadora de su época, una voz que, a la vez que se sumergía en
el siglo de las luces, lo enfrentaba y conmovía con su empeño –él también- de
pensar de otra manera la igualdad, como principio de igualdad, axioma postulado
8
de antemano, dando vuelta la lógica habitual de una sociedad en busca de la
igualdad que sin embargo, confirma lo contrario a cada paso.
9
Un pensamiento pleno de paradojas, que interroga las certezas que habitualmente
construimos, moviliza el pensamiento, sacude los lugares vacíos al que llegan
muchas veces las palabras y ayuda a recrear su sentido. Nos interrogaremos,
entonces, acerca de las posibilidades de que una autoridad pedagógica sea
reformulada y una relación maestro-alumno “emancipatoria” se constituya en las
instituciones donde se enseña y se aprende, movimiento individual y colectivo,
personal y político.
“no existe inteligencia allí donde existe agregación, atadura de un espíritu a otro
espíritu”
10
“es el alumno el que hace al maestro”
Sin embargo, lejos de ser este pensamiento una negación del lugar del maestro y
de su autoridad, nos provoca a pensar de otro modo este lugar y a aceptar la
paradoja de un tipo particular de relación: ofrecer un lazo para que pueda ser
desatado, enlazarse a otro para, en el mismo movimiento, liberarse. Ser maestro
sin ser amo 2 , dueño
Diría Meirieu (1998) que se trata de la diferencia entre “fabricar al otro” y “darle
nacimiento”, esa compleja tarea de introducir al otro en la vida ayudándolo a
construir su diferencia, a ejercer su libertad, aún cuando éstas lo alejen de quien
sostuvo esta posibilidad, su maestro. Es la diferencia entre fabricar una obra que
nos pertenece y nos completa, a imagen y semejanza y hacer nacer a otro/a
dando lugar a lo novedoso y diferente que trae, a las distancias que despliega y
las disidencias que plantea.
2
“maître” en francés tiene esta doble significación: amo y maestro
3
el encuadre no es un molde o un listado de prescripciones estrictas. Nicastro lo define como “un conjunto de
constantes o invariantes que regulan, contienen, informan, en el sentido de dar forma, la marcha de todo lo
que acontece en el campo de trabajo profesional” (2006: 74)
11
La autoridad queda así reformulada, reubicada, desplazada de su tradicional plano
de superioridad, interrumpida la jerarquía que le ha otorgado siempre un lugar “por
encima de” aunque continúa sosteniendo una asimetría fundante, propia de toda
transmisión. Diferencia de lugares que se sostiene pero no eclipsa el trabajo de
cada uno sobre sí mismo.
Para Rancière parecerían coexistir –en esta autoridad particular- una asimetría
que se expresa en la disociación de voluntades e inteligencias y una igualdad que
caracteriza a toda relación que entre seres parlantes se establezca. Este tipo de
autoridad opera ella misma una disociación, la disociación que hace Jacotot entre
la posición de maestro y la de sabio. Es el ejercicio de una posición frente a otro
en acto pero no en tanto sabio ni por el hecho de transmitir conocimientos,
ejercicio que, a su vez, otorga una legitimación particular.
El maestro ignorante enseña sin explicaciones, sin indicaciones sobre las palabras
que el alumno deberá decir ni el lugar en que deben ser colocadas, sin el
despliegue de la inteligencia del maestro, pero con insistencia en la necesidad de
que el alumno realice su trabajo intelectual, que no descanse perezosamente en la
inteligencia del maestro sino que otorgue a su propia inteligencia toda las
posibilidades de desplegarse. Es esta autoridad insistente sobre el trabajo del
alumno, que lo obliga a desplegarse, la que ejerce Jacotot como maestro, lo que a
la vez legitima su lugar. Una autoridad que disocia voluntad e inteligencia.
“Hay así, una autoridad que se ejerce en acto a diferencia de una autoridad que se
ejerce como confirmación de una posición. La autoridad no es finalmente un
mandato sino la garantía que alguien da a lo que dice y a lo que hace. En general
se la relaciona con la idea de un poder que se ejerce, incluso se la piensa ya sea
como una posición de jerarquía ya planteada o creando una jerarquía. Creo que
hay que distinguir tipos de autoridad. Pienso que en la autoridad hay un cierto lazo
entre el ejercicio y la legitimación. Es éste el corazón de la cuestión” (2005)
4
en el marco de una entrevista no publicada, realizada en 2005, en el marco del trabajo que dio origen a este
texto
12
o una imposición que los minimiza y descalifica. En una conversación con alumnos
que habían atravesado experiencias dentro de institutos de menores y que
asistían, en ese momento, a una escuela nocturna común, afirmaban “muchos
profesores ‘se ponen la gorra’ cuando dan clase”, “te explican y te explican como
si vos fueras un tonto, bah, te hacen sentir un tonto, que no valés nada”
Sin embargo, también decían esperar de sus profesores “que sepan” y “que nos
expliquen hasta que entendamos”. Podríamos diferenciar aquí lo que implica la
explicación para diferentes maestros y las resonancias que tiene para diferentes
alumnos según los modos de ejercer ese lugar de uso de la palabra y de la
transmisión de conocimiento que supone la explicación.
Si volvemos a nuestros primeros postulados, veremos que hay allí una marcada
preocupación por enunciar y reubicar el lugar del alumno y su potencialidad en la
escena pedagógica, no tanto por subrayar el lugar del maestro llenándola de
contenidos:
13
“todas las inteligencias son iguales”: se refiere a ‘todas’ las inteligencias: la del
docente, la del alumno, la del libro, la del autor, etc. Reconoce entonces, en el
alumno, una inteligencia igual a la de cualquiera y la siempre presente posibilidad
de desplegarla, lo arranca de su supuesto lugar de inferioridad, lo valoriza y
reconoce, lo acepta y anima al trabajo, lo cree capaz de acceder a los textos por
sus propios medios,
“no existe inteligencia allí donde existe agregación, atadura de un espíritu a otro
espíritu”: la inteligencia del alumno no se despliega si otra inteligencia la aplasta,
por tanto, es necesario dejarla sola y a la vez sostenerla, no atarla a otra
confiando en su potencia, la aventura de conocer y aprender solo se puede llevar
a cabo por uno mismo, introduciéndose en ese “bosque de signos” para hacer los
caminos y encontrar la salida por los propios medios, en ello consiste la
emancipación 5
5
trabajaremos acerca del concepto de inteligencia y emancipación, en profundidad, desde esta perspectiva en
el capítulo 3
14
Revisemos desde dónde, como lo propone el maestro ignorante, un maestro
puede ubicarse de otro modo.
2.1.2. Autoridad: un modo de pensar y actuar, una relación con uno mismo.
Aperturas hacia lo político.
“Los únicos insensatos son los que tienden a la desigualdad y a la dominación, los
que quieren tener razón. La razón empieza allí donde cesan los discursos
ordenados con el objetivo de tener razón, allí donde se reconoce la igualdad: no
una igualdad decretada por la ley o por la fuerza, no una igualdad recibida
pasivamente, sino una igualdad en acto, comprobada a cada paso por estos
caminantes que, en su atención constante a ellos mismos y en su revolución sin
fin en torno a la verdad, encuentran las frases apropiadas para hacerse
comprender por los otros” (Rancière, 2003: 97)
15
educativo e institucional, es ejercer una autoridad en otro sentido,
fundamentalmente político, reconocedora de derechos, a contramano de lo que
ocurre en la sociedad.
A menudo escuchamos hoy que son ellos quienes no quieren aprender, que nada
les interesa, que buscan el “facilismo” de las nuevas tecnologías o la huída a
través de la apatía, el consumo, la droga, etc. Se dice que tienen muchos
problemas, que no saben convivir con otros, que no cuentan con normas de
conducta o con deseos de esforzarse. Sin embargo, no se pregunta qué ocurre
con aquello que autoriza a alguien a desear aprender y producir movimientos en
ese sentido, no se pregunta por lo nuevo y diferente que nos demandan estos
niños y jóvenes hoy, en tanto autoridad pedagógica. Es posible que ese algo sea
una “autorización” distinta de la que imaginábamos, es decir, una palabra otorgada
y asumida por el que aprende en el sentido de apropiarse de sus posibilidades de
aprender en el marco de una relación de igualdad con su maestro.
En este sentido, es claro que los tiempos que vivimos, marcados por extremas
desigualdades, colocan a muchos niños y jóvenes en problemas y los someten a
situaciones dificultosas a menudo sin salida. Sin embargo, con mucha frecuencia
todo el análisis parece quedar en la peligrosidad depositada en sus “identidades”
violentas o en la incapacidad de sus retrasos personales. Poco se considera la
necesidad de desarrollar “otra” autoridad posible, una autoridad política en acto 6 .
Esa autoridad que sostiene una relación particular con el conocimiento, que
detiene la regresión explicadora actualizando la igualdad como no explicación
6
no queremos significar con estas palabras que la autoridad pedagógica sea la única autoridad que deba
hacerse cargo de la desigualdad social o deba revertir un orden injusto del que a su vez forma parte, pero sí
que debe incluirse en el análisis de la situación educativa/escolar actual
16
continua de lo que el otro no sabe o no puede 7 , en un modo de relación
caracterizado por la confianza. Esa confianza que Cornu concibió, a su vez, con
un sentido político. Confianza que libera al otro, que le otorga capacidad de acción
porque se alienta a que actúe según su voluntad en un encuadre de trabajo y no
que responda de acuerdo a lo ya previsto. En este sentido, si ser autoridad es ser
garante “el que se encuentra en el lugar de la autoridad es precisamente el que
promete y verifica la igualdad (...) es el que asume un riesgo, una decisión de no
considerar al otro como una amenaza, el que le da un porvenir y un espacio”
afirma Vermeren (2002: 146-147).
7
pensamos aquí no sólo en las explicaciones instructivas (que explican el conocimiento) sino también en
aquellas moralizantes (que explican en general, sin éxito, normas de conducta, reglamentos, códigos de
convivencia, construidos por otros)
17
pueblo no podían disponerse ni organizarse de manera que la ciencia, el saber y
la instrucción los alcanzara con facilidad. Los progresistas contaban con “métodos
de enseñanza mutua” que reunían a alumnos avanzados, los monitores, con otros
menos avanzados, a fin de repartir el conocimiento desde los más sabios a los
ignorantes, explicando de “arriba hacia abajo”. Jacotot desconfiaba de estos
métodos por considerarlos “adiestramientos perfeccionados”, donde siempre
prevalece una superioridad intelectual que se impone sobre otros, los inferiores.
Su trabajo es político, desde sí mismo hacia los otros, hacia cada otro u otra en su
singularidad. Hace el esfuerzo de reunir espacios sociales y de saberes muy
diversos, lo cotidiano con lo académico, lo próximo con lo distante, la escritura con
la voz.
18
Rancière encuentra en Jacotot un “hombre de ciencia” del siglo de la Ilustración
que se instala en la frontera entre “espacios de sabios y espacios populares”
(1985: 36) ya que para él, el filósofo contemporáneo, se trata de interrogar la
distancia entre la figura del intelectual, del sabio o del filósofo y las prácticas
sociales. Una distancia que separa y jerarquiza inteligencias e instala formas de
desigualdad a través de lo que ciertas partes de la sociedad pueden decir y hacer
con valor de verdad en relación a otras partes de la sociedad cuya palabra no
“dice” nada y cuyas actividades son consideradas inferiores o sin valor.
8
desplegada en el capítulo anterior
19
“autorización” intelectual y de la palabra que los obreros ejercieron sobre ellos
mismos para habilitarse de otro modo y hacerse contar en el orden social.
Es este principio –el de la relación entre el todo del conocimiento y las diversas
maneras del acto del conocer- el que toca el corazón de las experiencias de los
obreros y artesanos recabadas por Rancière en La noche de los proletarios,
quienes azarosamente descubren fragmentos de escrituras, trozos de ciencia,
formas de un saber desde sus vidas cotidianas que, a su vez, los alejan de sus
rutinas de trabajo y sacrificio. Es el principio jacotista del aprender el que habla de
una genuina experiencia del conocer, la que se abre paso en medio de un mundo
infantil o adulto signado por la repetición y el trabajo esforzado. Es “ese
suplemento de infancia que rechaza lo doméstico, entre la edad de la inconciencia
9
Citado en La nuit des prolétaires. p. 64.
20
y la del servicio; ese tiempo perdido en el que el placer es menos el de jugar que
el de errar solitario, de soñar o de aprender” (1981: 61). Espacio de placer y
aprendizaje, espacio único y novedoso, disrupción que revela un mundo diferente,
entre la vida y la escritura.
“Yo no conocí las alegrías de la infancia y los juegos de la primera edad. Desde
que supe leer, la lectura se volvió mi única ocupación, el encanto de todos mis
instantes. Experimentaba un vago deseo de conocerlo todo, de saberlo todo. (...)
Demasiado joven aún para apreciar mi posición social, era feliz. El futuro me
parecía brillante y lleno de gracia. Me veía rica en tesoros de la ciencia” 11
Otras épocas, otros sujetos, otros escenarios sociales. Los relatos invitan, sin
embargo, a trazar similitudes con algunas condiciones precarias actuales, a
señalar las enormes diferencias, a pensar en los sujetos y su deseo más allá de
las épocas. Espacios de aprendizaje en lugares que no son aulas escolares y con
“enciclopedias” poco habituales, entre las cuatro paredes del hogar, en un
hospicio, en las rutas, en la naturaleza. Tiempos robados a los horarios cotidianos.
Sueños que irrumpen y desarticulan la sutil y cotidiana maquinaria social y familiar,
que desoyen métodos de enseñanza y aprendizaje de la época, que construyen el
sentido de la experiencia de aprender por fuera de los círculos explicadores y de
las instituciones que trabajan en pos de la igualdad, produciendo desigualdad. Tal
vez una anécdota histórica. Tal vez una invitación a seguir pensando, a partir de
aquí, nuestra época.
Podría decirse que hoy, entre nosotros, Jacotot no estaría de moda. No ofrece
respuestas claras a nuestros problemas, no describe técnicas rápidamente
10
Gabriel à Louis, Fonds Gauny. En Rancière J. Ibid. p.62
11
Profession de Foi Jeanne Deroin, Fonds Enfantin. En Rancière J. Ibid. p.62
12
Claude Genoux. Mémoires d’un enfant de la Savoie, Paris, 1884. En Rancière J. Ibid. p.63.
21
aplicables ni métodos exitosos que expliquen cómo mejorar la enseñanza. Sólo
habla de una experiencia a realizar, de una posición filosófica a sostener y de un
axioma a verificar...
Veamos que nos dice el maestro ignorante del modelo socrático. Su autor es muy
crítico, oponiéndolo claramente a la propuesta jacotista. Sócrates no es para él
ningún maestro ignorante, finge ignorancia para imponer con mayor contundencia
y menor resistencia por parte del alumno, su saber. Disimula igualdad. Porque
sólo de eso se trata, para todo maestro de la tradición, que el alumno ceda sus
falsos presupuestos, deje de saber lo que erróneamente sabía o no sabía para
saber correctamente, según el modelo del maestro. Sócrates pregunta porque
sabe, no porque ignora. Pregunta para mostrar que sólo su saber vale, para
mostrar su superioridad. Trabaja metódicamente desde la superioridad del sabio.
El esclavo de Menón así lo atestigua, no sólo se prueba que no puede aprender
nada por sí mismo sino que aprende que sólo puede aprender llevado por la
inteligencia superior del maestro. Paradójicamente, en el mismo momento en que
aprende confirma su inferioridad, su esclavitud, su dependencia 13 .
Es por esto que el aprendizaje del alumno no puede ser controlado. Un maestro
sólo puede escuchar su pensamiento y confiar en él forzando cada vez el trabajo
ofreciendo una “cosa en común”, el libro, y esperando una oportunidad para dar
13
Para profundizar el lugar de Sócrates como maestro y una lectura diferente a la de Rancière, véase Walter
Kohan (2003, 2006)
22
testimonio con su palabra. Tenga la edad que tenga, sabiendo que niño, joven o
adulto, todo ser sabe de lo humano y sus pasiones y puede hablar de ellas. Sabe
y puede hablar de la soledad, de la tristeza, del valor, de la desconfianza, del
coraje, del mundo, de los otros...
Un maestro sólo es tal en una relación de confianza con un alumno que responde,
que piensa, que se equivoca, que va y viene con su pensamiento, en relación con
las preguntas genuinas del maestro, en un vínculo de igualdad. Esta confianza es
confianza en el saber sobre lo humano que habita cada pensamiento, “ni profundo
ni superficial”, que sólo requiere espacio y tiempo para desplegarse, que sólo
demanda paciencia e ignorancia por parte del maestro para que pueda ser dicho.
“¿Qué ves?, ¿qué piensas?, ¿qué haces?”, pregunta con insistencia el maestro
ignorante, pero no porque retacea un saber sino porque intenta colocar así al
alumno ante su propio poder intelectual, haciendo que vea todo, que piense y
compare todo, que se enfrente con lo infinito del saber que no se acaba en la
palabra del libro ni en la palabra de su saber magistral.
23
entramado de pasiones, voluntad e inteligencia que se articula durante el trabajo
del conocer.
24
dos hombres al mismo tiempo” (...) “Los pensamientos vuelan de un espíritu a otro
sobre el ala de la palabra” (2003: 85)
25
ignorancia no pueden convivir más que por momentos y en “desacuerdo”, diría
Rancière. Y este desacuerdo es ya un modo de pensar la dimensión política de la
educación, aspecto que Jacotot desestimó. El pedagogo es categórico en este
sentido, el camino de la emancipación –y el (anti) método de la ignorancia- es
individual, no colectivo ni institucional ni institucionalizable.
26
Otra forma de expresarlo, es la que utiliza Rancière cuando define “La partición de
lo sensible” (2000). Propone allí pensar que el sistema de evidencias sensibles,
aquello que percibimos del mundo social, lo que vemos y dejamos de ver
habitualmente, lo que naturalizamos, supone al mismo tiempo la existencia de algo
que es común a todos y los cortes, lugares y partes allí definidos. Hay entonces, al
mismo tiempo, un común compartido y partes exclusivas: espacios, tiempos y
formas de actividad, donde algunos participan en unas y otros en otras (unas
prestigiosas, las otras subalternas). Pero hay algo antes que no pensamos
habitualmente y es que hubo primero una determinación de los que allí tienen
parte que deja afuera a quienes no tienen ninguna, los “sin parte”. “La partición de
lo sensible hace ver quién puede tener parte en el común en función de lo que
hace, del tiempo y del espacio en los cuales esa actividad se ejerce. Tener tal o
cual “ocupación” define así competencias o incompetencias en el común. Esto
define el hecho de ser o no visible en un espacio común, dotado de una palabra
común, etc.” (2000: 12 y 13)
Lo político tendría que ver con interrumpir esta lógica naturalizadora de las partes
que a cada uno le tocan, este orden común que no se cuestiona, esa participación
de lo sensible que divide mundos: uno del trabajo manual y otro del pensamiento.
Los artesanos, decía Platón, no pueden ocuparse de las cosas comunes porque
no tienen el tiempo de consagrarse a otra cosa más que a su trabajo. Ellos no
pueden estar en otro lado porque el trabajo no espera. En nuestro contexto, ya no
sólo se alude a la división entre seres destinados al trabajo y otros al pensamiento
sino a la posibilidad misma de formar parte del mundo humano común, con
condiciones de vida humana habilitantes –no de mera supervivencia-, vivienda y
alimentación garantizadas, trabajo, salud, educación, recreación, etc.
No podemos dejar de pensar que más de la mitad de los niños, niñas y jóvenes de
nuestro país viven en condiciones de pobreza y por tanto, quedan ubicados en esa
parte del mundo dividido en que las condiciones básicas no están garantizadas.
Son los “sin parte”, sin voz, sin futuro. Sin embargo, no se termina de cuestionar
ese orden social injusto, ni de discutirlo para transformarlo, mediante políticas (en
plural, esta vez) de la infancia, del trabajo, de la educación, de la salud,
efectivamente políticas, en el sentido en que lo propone Rancière.
27
verificarla. Proponemos pensar que, en esta lógica, sólo podría concebirse la
autoridad como la causa de una interrupción, la que detiene un funcionamiento
del orden social de dominación naturalizado, una autoridad que funcione
instalando el principio de igualdad como reconfigurante de las relaciones entre
mundos distintos en la partición de lo sensible establecida.
28
pueden crear ese carácter político de la experiencia que parte de una posición
subjetiva compartida con otros.
14
en el marco del proyecto de investigación “Sujetos y políticas en educación”, de la Universidad de Quilmes
15
esta experiencia fue relatada en el trabajo “Un proyecto de no gradualidad” de Baquero, Greco y docentes
de la escuela 57. En Baquero, Diker, Frigerio (comps) (2007)Las formas de lo escolar.
29
individual y colectiva, la lectura, el lugar de los textos en la vida cotidiana.
La palabra recorre horizontalmente los más diversos espacios escolares.
Si volvemos ahora a Jacotot y sus postulados podría pensarse que, aún cuando
su apuesta emancipatoria era individual, de maestro a alumno, la ruptura
propuesta tenía efectos políticos, en tanto su enseñanza instalaba el principio de
igualdad entre seres parlantes como axioma.
30
sigue recorrerá estas formas diferentes de cuatro conceptos que se repiten a
menudo y que demandan ser problematizados para nuestro propósito de concebir
nuevos modos de autoridad.
Capítulo 4
31
Pensar la potencia la palabra, en el espacio entre niños/as, adolescentes, jóvenes
y adultos, supone transformar una cierta imagen del otro –niño/a o adolescente-
sobre quienes se ejerce el poder de la palabra en educación, en contextos
escolares -y también en contextos de crianza-. Esta potencia –y sus efectos de
poder- puede ser necesaria, constitutiva de subjetividad, la que nombra y otorga
lugares o, por el contrario, arrasadora, invasora, inhabilitante, la que no deja lugar.
Pensar la potencia de la palabra nos obliga a pensar las modalidades en que las
palabras circulan o se detienen entre los “viejos” y los “nuevos” en la escuela; los
modos en que instituyen lugares, identidades, divisiones, poderes, saberes,
autoridades y legalidades diversas. Implica reconocer la tensión paradojal de
concebir que estos “espacios instituidos” ofrecen también, a su vez, “espacios de
libertad” para el despliegue subjetivo, son lugares de subjetivación, de creación de
uno mismo a partir de los otros. Nos llevan a reconocer la potencia de la palabra
como generadora de condiciones para la experiencia en el marco de instituciones.
¿Qué implica para Aulagnier esta violencia? En principio se trata de distinguir una
violencia primaria de otra secundaria en la constitución subjetiva, una –la primaria-
que subjetiviza, que hace lugar al sujeto y por tanto, necesaria, que anticipa, que
nombra, que funda y “deja ser”, de otra –la secundaria- desubjetivante,
arrasadora, excesiva, que en lugar de hacer lugar, lo quita, lo borra, lo inunda,
haciéndose pasar por necesaria. La primaria será una violencia indispensable para
permitir a alguien el acceso al orden de lo humano, precede al nacimiento del
sujeto, es una especie de “sombra hablada” que la madre proyectará sobre el
cuerpo del sujeto ni bien nace y ocupará el lugar de aquel al que se dirige. Esta
violencia primaria, ejercida en actos y palabras se anticipa siempre a lo que el niño
puede conocer de ellos, la oferta precede a la demanda, y “si el pecho es dado
antes de que la boca sepa lo que espera” (Aulagnier, 1988: 33), la distancia es
aún mayor cuando se trata de las palabras, del sentido. Distancia, sin embargo,
32
necesaria y dadora de lugar porque anticipa un mundo en el cual el futuro sujeto
es sumergido, recibido, acogido.
Es así que el psiquismo del “infans” (el niño que aún no habla) vivirá en el
momento del encuentro con la voz materna: en este sentido es necesaria, porque
garantiza la vida psíquica de un sujeto, es condición para la futura existencia. Sin
ella, no habría sujeto con un lugar que le sea propio, aún cuando ese lugar tenga
que seguir construyéndose desde sí mismo a lo largo de toda su vida.
Podemos pensar que estos dos tipos de violencia no son solamente modalidades
de la función materna/paterna sino que también pueden reconocerse en el
funcionamiento de las instituciones, espacios sociales donde los sujetos pueden
ser albergados otorgándoseles un lugar para habitar o pueden ser avasallados,
imponiéndoseles un molde al cual deben simplemente adaptarse, sin lugar alguno
para la propia voz.
33
mismo y se sostenga como tal, sabiéndose parte, coautor, coconstructor y
protagonista.
Dice Aulagnier que “El Yo no es más que el saber que el Yo puede tener acerca
del Yo” (1988: 147), saber que siempre es parcial y hecho de fragmentos, incluye
lo que el campo social, cultural -al que pertenecen los padres y otros adultos
significativos- espera de él, del cual, a la vez, el niño deberá apropiarse y enunciar
con su propia voz, con sus propias modulaciones, según su deseo y sus anhelos,
independientes del exclusivo veredicto parental (o social). La autora ubica aquí lo
que llama, proyecto identificatorio, que consiste en la posibilidad de que el yo
construya un saber sobre el yo futuro y sobre el futuro del yo, un yo futuro que
renuncie a la certeza, que represente una esperanza, designando su objeto en
una imagen identificatoria valorizada por el sujeto y por el conjunto social.
Dice Silvia Bleichmar que estos tiempos neoliberales, en nuestro país, han
producido un “estallido de la identificación” 16 : la sensación de superfluidad (ser
descartable, estar de más, de sobra) para muchos que son excluidos, la
disminución de su autoestima y la ausencia de representación del tiempo futuro,
cuando la única tarea es la de sobrevivir en la inmediatez. Pero no sólo se pone
en riesgo la identificación social –y el sostén que significa- para quienes viven en
la pobreza; si la noción de semejante se desarma, si los vínculos entre sujetos
como sujetos (no como objetos) se destejen, el vacío de significación afecta a
todos. Asistimos entonces, a numerosas situaciones donde niños y jóvenes de
cualquier sector social, no hallan un lugar –simbólico- que les de acogida, pierden
su infancia o adolescencia para trabajar y sobrevivir o para estudiar con vistas a
competir en un mundo laboral exigente. Así, niños y adolescentes padecen de in-
significancia porque un sistema social –y los adultos que lo componen- les ofrece
16
En su libro “No me hubiera gustado morir en los 90” (2006)
34
un mundo des-simbolizado, “naturalizado” en tanto sólo se trata de preservar la
vida biológica, donde sobrevivir a tanto peligro.
Sabemos que esta trama social desgarrada dificulta el sostén de sujetos y familias
y en las escuelas se resiente el trabajo que se venía haciendo, asentado sobre
certezas y acuerdos que hoy no existen. Pero también sabemos que los espacios
sociales, institucionales, subjetivos son realidades vivientes, en transformación,
capaces de recrearse y reformularse. Si las condiciones sociales cambian, habrá
que cambiar modos de relación en las instituciones, volver a pensar y buscar
nuevas formas del trabajo de la palabra y el relato, del encuentro entre sujetos, de
la operación de una ley simbólica que nos cobija –en tanto humanos- y que no
puede borrarse. Habrá que reencontrar modos de afirmar condiciones para el
pensamiento 17 , la palabra y el reconocimiento entre semejantes. Legalidades, tal
vez nuevas, que recuperan lo que no puede perderse.
Nuestra época probablemente, más que otras, nos obliga a revisar ese lugar de
prestadores o de dadores de palabras, imágenes e imaginaciones de futuro.
¿Qué es sino la palabra “dada” aquello que humaniza la vida puramente biológica,
hace un “lugar hablante” a quienes nacen: los que aún deben transformarse en
sujetos, inscribirse en el mundo, ser hijos e hijas de una historia, habitar la escena
de ese mundo simbólico con otros en el espacio común que los reúne? Decimos
palabra “dada” y surge la polisemia de la expresión: dar la palabra, ofrecerla
dando la propia y, a la vez, dejando que el otro hable, la tome, la haga propia, la
utilice como le plazca, la abandone para retomarla luego, prestándola...
Por eso, pensar otros lugares para la “infancia” –nuevos, mejores, habilitantes- es
redefinirla en términos de una relación y una diferencia, no como una simple
17
Dice Bleichmar: “La posibilidad de pensar deviene entonces una tarea mayor en el proyecto de rescate de
la infancia y en la resistencia a la des-subjetivación, a la cual pareceríamos condenados si nos limitamos a
paliar las condiciones existentes” (2006: 163)
35
categoría de edad. Aunque pueda fecharse una época de la vida en la que,
temporariamente, los otros, los que han donado esa vida, tengan que prestar sus
palabras, sus identidades, sus gestos, su mirada anticipadora, su sostén, su
interpretación, la infancia es algo más. Nos habita a unos y a otros, supone una
relación entre diferencias. Y esta relación entre diferencias -en una asimetría
constitutiva- no supone superioridades e inferioridades, ni desigualdad jerárquica,
sino que implica posiciones diferentes, que requieren un reconocimiento mutuo.
Dice Graciela Frigerio: “Pensar las infancias significa estar dispuesto a pensar
entonces el mundo de los adultos, trabajar con niños exige siempre un trabajo de
los grandes sobre sí (que no suele ser mencionado). Es decir, un trabajo sobre
sus/nuestras historias, sus/nuestros sueños, sus/nuestros miedos, sus/nuestras
novelas familiares, sus/nuestros deseos (o ausencia de deseo) de ser madres o
padres; o el modo y razones (o la ausencia de ellos) de ejercer no sólo la
maternidad/paternidad sino algo más estructurante, al que los psicoanalistas
llaman la función materna y la función paterna: algo que puede ejercer todo el
mundo con independencia del sexo al que lo asigne su anatomía y del género con
el que se identifique, algo que se ejerce sin que la procreación intervenga y que
tiene que ver con el modo de asumir la adultez.
Pensar a los niños exige pensar a los adultos. (...)” (2006: 322)
Desde esta perspectiva infancia no es niñez, no son los pequeños niños o niñas
sino que es lo que se pone en juego entre ellos y nosotros, en relación; el diálogo
entre un adulto y “su” niño, la mirada sobre “lo nuevo” que no siempre nos
animamos a sostener, el “acontecimiento” de aquello que nos transforma, la
experiencia de “lo que viene”. Tampoco es inferioridad, debilidad, imposibilidad.
Infancia no es falta o carencia de lo humano, un estado primitivo que debe
evolucionar y progresar hacia la adultez, de lo incompleto a lo completo, de lo
36
inmaduro a lo maduro, sino que es la condición misma de lo humano, la que lo
hace posible. Infancia es novedad, sorpresa, un comienzo siempre inédito, es
estar en contacto con una parte que no nos pertenece del todo, con aquel o
aquella que fuimos pero que no reconocemos, con un enigma que nos habita y del
que no podemos saberlo todo 18 .
La infancia no habla pero nos hace hablar, traducir, buscar las palabras, ensayar
el diálogo, leer, escribir, crear, generar, enseñar; desde ella nos proyectamos
como adultos y sigue siendo nuestra posibilidad de “algo nuevo” en el encuentro
con uno mismo y con otros.
18
Frigerio (2006: 333) concibe un “juego de muñecas rusas” en las que alude a un conjunto de figuras, doce
presencias –relaciones- simultáneas, entre niños y adultos, que se remiten mutuamente: el niño en el adulto, el
niño para el adulto, el niño del hombre, el niño para el hombre, el niño para el niño, el adulto del niño, el
adulto para el niño, el adulto en el niño, la institución del niño, el niño para la institución, el niño en la
institución, la institución y el niño.
37
La infancia –entonces- no está lejos sino muy cerca, nos habita, constituye nuestra
posibilidad de discurso, sin que lo sepamos aunque muchas veces lo intuyamos
en nuestra relación con niños y adolescentes.
Dice Kohan: “Infante es todo aquel que no habla todo, no piensa todo, no sabe
todo. Aquel que, como muchos filósofos, no piensa lo que todo el mundo piensa,
no habla lo que todo el mundo habla. (...) Es aquel que piensa de nuevo y hace
pensar de nuevo. Cada vez por primera vez. El mundo no es lo que pensamos.
“Nuestra” historia está inacabada. La experiencia está abierta. En esa misma
medida somos seres de lenguaje, de historia, de experiencia. Y de infancia. En un
cierto sentido, estamos siempre aprendiendo a hablar (y a ser hablados), nunca
“sabemos” hablar de forma definitiva, nunca acaba nuestra experiencia en el
lenguaje. Cuando creemos saberlo todo, nos hemos vuelto naturaleza” (2003: 275)
Cuando docentes, profesores, profesionales nos vinculamos con ellos desde este
lugar –resonando a partir de la propia infancia y adolescencia- haciendo un
“trabajo sobre uno mismo” reconocedor de ese tiempo, paradójicamente, se
recupera una igualdad en tanto humanos mientras se acentúa una diferenciación
de lugares.
Un escritor –Paul Auster- relata una historia de otro escritor –Franz Kafka-, acerca
de la vida, la muerte, la infancia, las historias contadas, las pérdidas, su
aceptación, una renuncia...
38
salir de Praga, algo que Kafka desea hacer desde hace mucho, y se convierte en
la primera y única mujer con quien Kafka vivirá jamás. Llega a Berlín en el otoño
de 1923 y muere la primavera siguiente, pero esos últimos meses son
probablemente los más felices de su vida. A pesar de su deteriorada salud. A
pesar de las condiciones sociales de Berlín: escasez de alimentos, disturbios
políticos, la peor inflación en la historia de Alemania. Pese a ser plenamente
consciente de que tiene los días contados.
Todas las tardes, Kafka sale a dar un paseo por el parque. La mayoría de las
veces, Dora lo acompaña. Un día, se encuentra con una niña pequeña que está
llorando a lágrima viva. Kafka le pregunta qué le ocurre, y ella contesta que ha
perdido su muñeca. Él se pone inmediatamente a inventar un cuento para
explicarle lo que ha pasado. 'Tu muñeca ha salido de viaje', le dice. '¿Y tú cómo lo
sabes?', le pregunta la niña. 'Porque me ha escrito una carta', responde Kafka. La
niña parece recelosa. '¿Tienes ahí la carta?', pregunta ella. 'No, lo siento', dice él,
'me la he dejado en casa sin darme cuenta, pero mañana te la traigo. 'Es tan
persuasivo, que la niña ya no sabe qué pensar. ¿Es posible que ese hombre
misterioso esté diciendo la verdad?
39
determinadas complicaciones que han surgido en su vida y hacen imposible su
vuelta a casa. Poco a poco, Kafka va preparando a la niña para el momento en el
que la muñeca desaparezca de su vida por siempre jamás. Procura encontrar un
fin satisfactorio, pues teme que, si no lo consigue, el hechizo se rompa. Tras
explorar diversas posibilidades, finalmente se decide a casar a la muñeca.
Describe al joven del que se enamora, la fiesta de pedida, la boda en el campo,
incluso la casa donde la muñeca vive ahora con su marido. Y entonces, en la
última línea, la muñeca se despide de su antigua y querida amiga.
19
Para profundizar el concepto de “experiencia” en este sentido remitimos al texto de Giorgio Agamben
(2003) y a los textos de Jorge Larrosa (2003)
40
introducen la posibilidad del sujeto de narrar/se una historia y por ello, de
inscribirse en una misma línea de filiación.
Así, nuestra mirada moderna sobre niños, niñas y adolescentes nos hace perder
de vista –muchas veces- quienes ellos y ellas “son” o “van siendo”: seres en
tiempo de infancia y búsqueda de palabras, y nos obliga a ubicarlos en los moldes
de la normalidad o la anormalidad, mientras que los tiempos contemporáneos
hacen llegar niños, niñas y adolescentes a las escuelas en condiciones subjetivas
diferentes a las esperables para la expectativa moderna.
Otros lugares para las infancias y adolescencias, reclama nuestro tiempo. Otros
lugares de adultos y de autoridad, a su vez. Es allí donde se hace indispensable
una búsqueda de nuevas relaciones que hagan posible un encuentro, una
experiencia y un reconocimiento entre generaciones. Encuentro que se ve
habilitado cuando se recrea la mirada: viendo otros rostros en los mismos niños,
niñas y adolescentes con que trabajamos todos los días; viendo a alguien en
tiempos de infancia en “este” niño (que a veces percibimos tan ajeno y tan
41
extraño), viendo a alguien en tiempos de adolescencia en “este” adolescente (que
a veces asume lugares de adulto muy temprano).
Otro lugar para la infancia significa valorizar la infancia, no como imposibilidad sino
como potencialidad, no como momento de pura dependencia sino de despliegue,
como relación y punto de reunión para adultos y niños. Otro lugar para la
adolescencia significa reconocerla como espacio de apertura y no de simple
oposición al adulto, momento donde la palabra necesita hacerse efectivamente
“propia”, diferenciada, creadora de nuevos sentidos.
Los “lugares de habla” de una ciudad son espacios vivientes y habitables, donde
es posible respirar, oxigenarse, palpitar, utilizando la palabra como “aire”, que
permite hacer circular diferentes significaciones. Es posible que existan muchos
lugares donde se habla, pero no en todos ellos se respira ni la palabra que se dice
20
Janet Pierre. L’évolution de la mémoire et la notion du temps. 1928. P.261. Frase citada por M.de Certeau al
comienzo del capítulo IX de L’invention du quotidien.
42
es condición de vida humana. Podríamos decir que no todo lugar donde se habla
es un “lugar de habla”.
Gadamer dice que llevarse una palabra a la boca no es utilizar una herramienta,
sino “situarse en una dirección de pensamiento que viene de lejos y nos
desborda”. “Pronunciar una palabra es situarse, entonces, en los rastros que trae y
en los caminos que abre” 21 , más que apropiarse de ella, es viajar con ella, o
permitir que el pensamiento se desplace de idea en idea, de un sujeto a otro, de
un tiempo o espacio a otro tiempo y espacio, de un texto a otro.
¿Cómo habilitar, entonces, “lugares de habla” hoy en las escuelas? ¿cómo pensar
formas de circulación de la palabra que “hagan lugar” a los sujetos, tal como éstos
“van siendo”? Delinearemos cuatro figuras de circulación de la palabra que
permiten reconocer estas formas posibles: palabras que transportan, palabras que
traducen, palabras que autorizan y protegen, palabras que se superponen.
43
Para ir al trabajo o volver a la casa, se toma una “metáfora” –un colectivo o un
tren-. Los relatos podrían igualmente llevar este bello nombre: cada día, ellos
atraviesan y organizan los lugares; los seleccionan y los enlazan; hacen frases e
itinerarios. Recorridos de espacios.
En este sentido, las estructuras narrativas tienen valor de sintaxis espaciales. Con
un abanico de códigos, conductas ordenadas y controles, regulan los cambios de
espacio (o circulaciones) efectuadas por los relatos bajo la forma de lugares
puestos en series lineales o entrelazadas (...) con una sutil complejidad los
relatos, cotidianos o literarios, son nuestros transportes en común, nuestros
metaphorai” (1990: 170)
Sin embargo, las palabras pueden ser concebidas como metaphorai, como
transporte entre lugares -e incluso como caminos hacia lugares aún desconocidos-
y no marcas de identidades fijas o etiquetas. Una confianza instituyente entre
nosotros, seres parlantes, entre niños, jóvenes y adultos, permite que las palabras
nos transporten adonde ellas quieran. Como dice Cornu, una confianza que es un
a-priori de la relación entre maestro y alumno, que la instituye y se va haciendo en
el “saber escuchar y saber decir, comprender las preguntas y saber decir los
límites, de dirigirse a. Así como la desconfianza es contagiosa, la confianza es
recíproca, corre el riesgo de construirse, como un primer paso: el ejercicio
confiado de la autoridad está por inventarse” (2003: sp). Es la confianza del
maestro ignorante, que ignora lo que enseña, pero también ignora la desigualdad
del alumno, lo define igual en su potencialidad de conocer y confía, lo habilita para
leer el texto por sí solo y lo convoca a un trabajo insistente para hacerlo. Este
maestro no se queda con lo que ve, interrumpe lo habitual de la desigualdad,
descree de la división establecida entre los que saben y los que no y dirige su
palabra para crear un nuevo orden de cosas. En este sentido, las palabras como
metaphorai llevan a los sujetos a nuevos lugares al ser dichas y escritas fuera del
tiempo y de los espacios donde generalmente se dicen.
Una escritora relata su experiencia como autora de un libro de cuentos junto con
niños ciegos. Sorpresivamente, el diálogo de esta “autoridad literaria” con niños y
niñas no mirados en tanto niños “discapacitados” sino como niños, le permitió abrir
nuevos sentidos que su condición de persona vidente no le permitía reconocer,
haciendo que las palabras trastoquen los lugares, transporten a estos niños al
lugar de “saber acerca del mundo” desde su propia perspectiva, autorizándolos.
Cuenta la autora: “(...) También les enseñaba escritura creativa, y enseguida noté
algo sorprendente: a través de su escritura me resultaba imposible reconocer que
eran ciegos. Usaban imágenes visuales y describían las cosas como si las
hubieran visto. Pronto comprendí que estaban reproduciendo lo que habían leído y
44
escuchado. Mi primera tarea consistió en pedirles que se olvidaran de las
imágenes visuales, en animarlos para que escribieran desde sus propias
experiencias. Los llevé a nadar y les dije que describieran desde sus propias
experiencias. Los resultados fueron asombrosos. Por ejemplo, un chico describió
que la marea llega “en franjas”, lo cual me pareció fantástico De hecho, cuando
estamos dentro del mar, sentimos que el agua llega a nosotros “en franjas”, pero
jamás pensamos en ello porque las imágenes visuales son demasiado fuertes. (...)
En la novela, cuando Laura entra a un “sitio salvaje”, les pregunté cómo
describirían ese sitio. Ellos dijeron que el sitio salvaje era un lugar desnudo, un
lugar donde no hubiera nada que tocar. Esto fue revelador para mí. Yo hubiera
pensado que el lugar salvaje era una jungla, pero para ellos, estar perdidos en el
lugar salvaje significaba encontrarse rodeados de la nada, estar en una especie de
desierto. ” (Doherty, 2002: 9)
45
promover sujetos dependientes y heterónomos que no descubren en sí mismos
las posibilidades singulares que los constituyen.
Otra alumna, en un colegio nocturno, se resiste al trabajo con los textos, no habla,
no participa, se opone al trabajo de su profesora, la desafía con su silencio y su
gesto, ésta elige finalmente un texto de Castillo que relata una historia de vida
cruel, descarnada, de jóvenes a la intemperie, de soledades, lo lee para el grupo y
no explica nada. Ante la sorpresa de la docente, la alumna comienza a hablar, a
desplegar su experiencia, su pensamiento, su propia lectura del texto y se hace
así posible un diálogo entre pares, docente-alumna, en torno al dolor y al
desamparo. Una traducción posible tuvo lugar cuando otro texto –el del escritor-
tocó la experiencia de la joven, no expresada hasta el momento.
22
Citado en Skliar y Frigerio (2005). Huellas de Derrida. P. 91
23
Este proyecto “Taller de Lectura” se viene desarrollando en una escuela pública de la Ciudad de Buenos
Aires, desde 2004, bajo diferentes formas, buscando siempre modalidades diferentes de desplegar las palabras
de los alumnos, lo que lo ha hecho transformarse desde su inicio.
46
Pensar, decir, esforzarse por comprender o hacerse comprender, traducir,
adivinar, volver a traducir de otra manera, son operaciones de la inteligencia, del
aprendizaje y de la enseñanza que no siempre se ven habilitadas en la escuela
porque la exigencia de la lógica de la certeza y de los mundos divididos entre
seres supuestamente muy diferentes (maestros que saben, alumnos que no
saben, buenos y malos alumnos) establece otras maneras del conocer,
confirmadoras de un orden de desigualdad. Los rasgos que nos reúnen en tanto
seres hablantes, atañen a alumnos y a docentes, a niños, jóvenes y adultos, a
sujetos con experiencias y condiciones de vida muy diferentes; es lo que nos
coloca en posición de igualdad, aquello que desarticula superioridades e
inferioridades, aunque temporariamente algunos enseñen y otros aprendan.
Traducir no sería así suponer una verdad esencial que sólo de una manera única
puede recubrirse de palabras. No hay traducción de una verdad a un texto, sino
siempre pasaje de un texto a otro texto. En ese sentido, la traducción es imposible.
No hay un solo texto a ser traducido. Pero aún cuando sea imposible, no podemos
hacer otra cosa más que traducir, es decir, intentar, esforzarnos por decir,
hacernos lugar con la propia voz , darle una forma posible, apropiarse de esa
palabra traductora. No hay un secreto a develar cuya traducción sería la palabra
de la autoridad de quien sabe.
Una autoridad pedagógica hoy es aquella que comprende que no hay un solo
modo de decir, que la traducción única y “verdadera” no es posible, que sólo se
puede hacer el esfuerzo de hablar cada vez, cada conocimiento como una lengua
y, en ese mismo momento, aprenderla, apropiarse de ella como un pequeño niño
se apropia de su lengua materna.
24
Comentamos ya esta experiencia en el capítulo 3.
47
lecturas, escrituras, diálogos, monólogos, polifonías) diversas y problemáticas,
siempre en tensión, en estado de confusión y dispersión. En este sentido, la
traducción no es solamente entre lenguas sino al interior de la misma lengua,
entre sujetos que se hablan desde diversos lugares, posiciones, mundos
simbólicos, grupos sociales, ideologías, géneros, edades, etc.
Así, que un alumno no hable lo que se espera, que no sepa o no quiera decir, que
utilice otras “lenguas”, a veces “escandalosas” por lo disrruptivas, nos remite a
esta condición babélica. No es un obstáculo, no es imposibilidad, ausencia de
lenguaje o ignorancia absoluta. La lengua escolar, a veces, no acepta esta
condición babélica, se pretende única y sólo ella verdadera. Y espera respuestas
prontas. Una autoridad pedagógica puede comprender que no es así y asumir la
“bendición de Babel” para articular (traducir) lenguas desde allí. Ello supone
reconocer y asumir en positivo la diversidad que nos caracteriza, en tanto
humanos, no como problema o impedimento sino como condición y oportunidad.
48
solamente conminatorias, palabras que dicen el sentido de un espacio habitable”
(2003). Decir el sentido... si, como decíamos, es posible que sea el sentido lo que
hoy no sabemos cómo decir y, por lo tanto, crear, también es posible que la crisis
de la cultura escolar sea en sí misma una crisis de autoridad. A la escuela y sus
dificultades nos llevan infinidad de descripciones de instituciones que no son ya
garantes de procesos sociales humanizadores, como lugares de
desinstitucionalización, de desautorización, de ausencia de “alguien que se haga
cargo” porque se han perdido las referencias tanto para jóvenes como para
adultos. No es posible, entonces, dejar de interrogarnos por la autoridad allí, por lo
que ya no está garantizado y lo que podría garantizarse, una autoridad
reformulada. Si la autoridad puede encarnar la causa de la interrupción de un
orden de desigualdad, para “proteger lo frágil”, es porque hay nuevas posibilidades
de proteger la vida, en general, tanto de jóvenes como de adultos.
Nos vuelve a decir Michel de Certeau que las palabras protegen, que las
escrituras tienen la finalidad de proteger la piel, el cuerpo y el encuentro entre
cuerpos en el espacio social. Mientras los seres vivientes somos introducidos en
textos, “hechos texto”, nos vemos protegidos por la “ley”25 .
“Todo poder, incluido el del derecho, se traza ante todo sobre la espalda de sus
sujetos. El saber hace otro tanto. (...) Podría suponerse que los pergaminos y los
papeles están en el lugar de nuestra piel y que sustituyéndola, durante los
períodos felices, forman alrededor de ella una protección. Los libros no son más
que las metáforas del cuerpo. Pero en los tiempos de crisis, el papel no alcanza ya
a la ley y es sobre el cuerpo que se traza de nuevo” (1990: 207) Una ley que se
inscribe metafóricamente por el grupo social a través de la palabra y la escritura,
protege, reconoce, da un nombre, ofrece sentido, un mundo simbólico a compartir,
una historia donde reencontrarse.
Una ley-palabra que no sólo concede, sino que a la vez, delimita, prohibe y
habilita, ordena, estructura y subjetiva. La ley pensada en términos fundantes de lo
humano, como ley simbólica estructurante es una ley que opera como límite, como
25
Nos referimos aquí al concepto de ley simbólica que denominamos como “ley-palabra”, véase Greco (2005)
49
borde de un espacio para la construcción de lazos y encuentros, para la
sublimación y la acción creadoras. Es ley que inhibe y que permite, que frustra y
satisface, que habilita lugares, psíquica y políticamente hablando, para la palabra
y la subjetivación.
Es así que esta ley-palabra no tiene que ver con códigos o reglamentos, saberes
establecidos y cristalizados, textos ya definidos por fuera de la experiencia,
externos, a ser acatados, cumplimentados, aprehendidos desde fuera, sino que
esta palabra que circula como ley es traducción de un pensamiento conjunto que
se hace texto y genera sentidos para quienes allí hablan.
La autoridad pedagógica hoy puede hacerse cargo de entramar esta ley simbólica
que es del orden de la palabra, probablemente en contra de lo que culturalmente
se impone, rechazando las in-significancias, la neutralidad, la ruptura del lazo, lo
que tiende a des-simbolizarse.
50
en la escuela y organizan autónomamente sus actividades con un profundo
respeto entre sí (contradiciendo situaciones anteriores). Son los jóvenes
inmigrantes bolivianos y peruanos que no hablaban y comienzan a hacerlo
después de ver con su profesora una obra de teatro sobre la inmigración a nuestro
país en el siglo XIX, es la adolescente que dialoga con su profesora cuando se
conmueve con los relatos de Abelardo Castillo; son las palabras de tantos
adolescentes que parecen no tener palabras y sin embargo...
Hay momentos, en las escuelas, que parecen instalar otra temporalidad. Tiempo
del orden de lo virtual o de la “apariencia”. Ficciones de lo real. Una temporalidad
diferente que se actualiza ahora. Hay algo de la percepción del tiempo lineal
pasado-presente-futuro que se desarticula, una discontinuidad que ya no supone
un futuro mejor que algún día llegará, no persigue horizontes lejanos, no busca
sustituir el presente, rompe con la oposición presente-futuro (“algún día llegará, lo
que hoy no es”) y con la fijeza de la categoría. Es un tiempo que escapa a la
idealización de lo que debe completarse para cambiar lo real y actual rechazado.
Un tiempo del “aquí y ahora” que no colma sino que despliega, que no cierra sino
que abre y que se constituye “en acto”. Hay algo del trabajo de un dramaturgo o
cineasta: imaginando, montando escenas, inventando ficciones, creando
novedades, produciendo acontecimientos, y dejándose producir por ellos, allí
donde la desigualdad persiste en el orden social habitual.
El trabajo que demanda la escuela, entonces, a partir de pensar este otro tiempo,
es el de poner en marcha procesos de palabras dichas en igualdad con otros,
procesos de subjetivación, que se efectúan en la actualidad, se verifican hoy
51
mismo “a contramano” de los hechos “reales” (como si los desmintieran al poner
en duda “lo evidente”) y no como discurso de verdad de ningún sabio.
Crear escenas que hagan posible lo que parece imposible. Escenas virtuales que
sin embargo, no son ilusorias. Convocar (a quienes están allí, no a otros alumnos
imaginarios e ideales) a leer, a hablar, a escribir, a reformular nuevas normas para
la convivencia, a vincularse con el contexto, a proyectarse en el futuro en
“identidades” que aún deben construirse. Son escenas de desidentificación porque
abren el juego a sujetos que aún no están pero que se irán constituyendo, a los
que no se reconoce habitualmente allí: profesores y alumnos que hablan como
iguales, profesores y alumnos que juegan un mismo juego, profesores y alumnos
que toman las palabras de un saber-poder alternativamente. Escenas donde se
superponen palabras inéditas a las que habitualmente se pronuncian y al hacerlo,
abren nuevas posibilidades. Escenas hechas fundamentalmente de palabras que
se van desplazando de un texto a otro texto.
Recorrimos hasta aquí caminos que van del ejercicio de la autoridad del adulto a
la autoridad de la palabra y de ésta a lo que denominamos “autorización”, ese
movimiento que habilita, responsabiliza, conduce a asumir una voz propia y un
52
lugar simbólico. Decíamos que es éste el desafío de este tiempo en que corremos
riesgo de des-simbolización de los espacios, de biologización de la vida, de
naturalización del mundo humano.
Volver a pensar lo que implica la palabra “dada”: no la que explica, sino la que se
dirige a otros y a la vez, hace lugar a la palabra de cada niño, niña, adolescente,
alumno o alumna. Ni una ni otra ocupan todo el espacio... El lugar de la autoridad
revisitado, los lugares de la infancia y la adolescencia preservados.
53
“¿Qué debemos hacer con nuestras imaginaciones?”
Relata Agamben que para él, los seis minutos más bellos de la historia del cine
son aquellos en que “Sancho Panza entra en un cine de una ciudad de provincia.
Viene buscando a Don Quijote y lo encuentra: está sentado aparte y mira
fijamente la pantalla. La sala está casi llena, la galería -que es una especie de
gallinero- está completamente ocupada por niños ruidosos. Después de algunos
intentos inútiles de alcanzar a Don Quijote, Sancho se sienta de mala gana en la
platea, junto a una niña (¿Dulcinea?) que le ofrece un chupetín. La proyección
está empezada, es una película de época, sobre la pantalla corren caballeros
armados, de pronto aparece una mujer en peligro. Inmediatamente Don Quijote se
pone de pie, desenvaina su espada, se precipita contra la pantalla y sus sablazos
empiezan a lacerar la tela. Sobre la pantalla todavía aparecen la mujer y los
caballeros, pero el rasgón negro abierto por la espada de Don Quijote se extiende
cada vez más, devora implacablemente las imágenes. Al final, de la pantalla ya no
queda casi nada, se ve sólo la estructura de madera que la sostenía. El público
indignado abandona la sala, pero en el gallinero los niños no paran de animar
fanáticamente a Don Quijote. Sólo la niña en platea lo mira con desaprobación.
¿Qué debemos hacer con nuestras imaginaciones? Amarlas, creerlas a tal punto
de tener que destruir, falsificar (éste es, quizás, el sentido del cine de Orson
Welles). Pero cuando, al final, ellas se revelan vacías, incumplidas, cuando
muestran la nada de la que están hechas, solamente entonces pagar el precio de
su verdad, entender que Dulcinea –a quien hemos salvado- no puede amarnos”
(2005:123)
54
Estamos parados en el territorio de la invención, allí donde el desierto se vuelve
“terreno de juego”, recreación de sentido. Las viejas generaciones, los adultos en
las escuelas podemos elegir, si la apuesta es decisión singular y colectiva:
transformar el desierto en lugar habitable sosteniendo nuevas posiciones,
arriesgando la mirada, interrumpiendo la queja, haciendo visible otras relaciones.
Las nuevas generaciones aún no pueden elegir, en este tiempo de la vida
dependen –en gran medida- de nuestras imaginaciones.
Por eso, surge la propuesta para cerrar momentáneamente este texto y dar lugar a
otros textos, una invitación al pensamiento y a la acción, a la vez: preguntarnos
hoy, en nuestros contextos, ¿qué puede una autoridad?, desde el convencimiento
de que puede, sin que estos intentos de respuesta sea tomados como simple
“voluntarismo” o prescripciones ingenuas.
- hacer que la “casa común” sea habitable, que adultos y jóvenes puedan
entrar y salir de ella, que haya espacios compartidos e íntimos, tiempos de
acción y pausas permitidas
55
- sostener el “a la vez”, escapando a la lógica de las oposiciones sujeto-
cultura, individuo-sociedad, interno-externo, y articulando en el medio de
experiencias de enseñanza y aprendizaje:
lo colectivo y lo singular
la ley y la experiencia
lo universal y la construcción singular de lo individual
lo fundante y lo emergente
la palabra y el silencio que autorizan
el ejercicio de su autoridad y la autorización de otros
- recrear formas de autoridad junto con otros adultos, mostrar a los niños, niñas
y jóvenes que la responsabilidad se comparte, se reparte, se asume de
diferentes maneras, según distintas perspectivas adultas no siempre idénticas
entre sí
56
ideas, intercambiando pensamiento, probando acciones necesarias donde educar
renueve sentidos.
Bibliografía
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