El Cristianismo
El Cristianismo
El Cristianismo
Dentro de las tres grandes divisiones hay muchas más subdivisiones, e incluso dentro de cada
secta par ticular pueden encontrarse diferencias de doctrina. En este capítulo no intentaré
ninguna ex posición sistemática de la doctrina cristiana . Lo que trataré de hacer es liberar de
viciadas interpretaciones algunas de las tesis que entiendo que son esenciales a toda creencia
que merezca el nombre de «cristiana». Y al mismo tiempo indicaré alguna de las principales
dificultades con que esas tesis se enfrentan, de modo que en este capítulo la crítica se mezclara
con la exposición.
No, seguramente, un Dios que está literalmente «ahí», si tuado en algún lugar en el espacio y en
el tiempo. Cuando los cosmonautas rusos informaron que no habían en contrado a Dios en sus
viajes del espacio, esto no cons tituía seguramente evidencia genuina alguna contra el
Cristianismo. Tampoco debe ser identificado con la totalidad del universo, la suma total de
cuanto existe, como algunos escritores han dicho. Esto es panteísmo, no Cristianismo.
Hubo un tiempo en que muchos supusieron que había argumentos válidos para probar la
existencia de Dios, pero Hume y Kant criticaron destructivamente aquellos argumentos en el
siglo XVIII. Algunos cristianos han continuado sosteniendo que estamos capacitados para probar
la exis tencia de Dios, pero la validez de estos argumentos es, por supuesto, calurosamente
discutida por los no cre yentes. Muchos cristianos están ahora de acuerdo en que la existencia
de Dios no puede ser probada ni refutada por la sola razón de que la creencia en Él es una cues
tión de fe más que un argumento. Si Dios es trascendente, Él no es, por supuesto, visible, tan
gible, ni observable, por ninguno de los métodos de la ciencia.
En el capítulo II señalamos como el dolor y el mal en el mundo parecerían ser una prueba contra
aquel Dios omnisciente, omnipotente y benévolo, y, sin embargo, el cristiano no lo cuenta
necesariamente como un argu mento en contra de su creencia. Pero los no creyentes pueden,
sin embargo, preguntarse por qué Dios no puede haber hecho el mun do tal que el dolor no
fuera el único camino para el bien, y tal que los hombres hubiesen escogido libre y justamente.
Así parece como si el Cristianismo no exhi biese su creencia en Dios como susceptible de ser fal
seada por la evidencia del actual estado del mundo. Otra parte vital de la doctrina cristiana de
Dios es que Él creó el mundo .
Pero decir que ello implica que la Creación fue un hecho en el tiempo es una falsa
interpretación de esta doctrina. Los teólogos modernos no se dan nece sariamente por vencidos
ante las teorías cosmológicas que implican que el universo no tiene un principio en el tiempo.
Ahora se acepta muy generalmente que el relato de la creación del hombre en el Génesis es un
mito más que historia, de modo que no hay ninguna incompatibilidad con la teoría de la
evolución, a pesar de la tempestad que suscitó el tema en el siglo xix. El cristiano que todavía
mantiene la existencia histórica de Adán y Eva está insistiendo en una interpretación super-
literal de las palabras de la Escritura.
Antes era común argüir que el mundo, especialmente el mundo de los seres vivos, parece
como si hubiese sido diseñado por un Creador muy inteligente y poderoso. Así, los teólogos se
sienten actualmente mucho menos inclinados a contrastar la doctrina de la creación del mundo
por Dios mediante la observación del estado del mundo. Pero hace surgir de nuevo la pregunta
de qué clase de enunciado es la doctrina cristiana de la Creación. Ahora algunos cristianos se
dan por contentos con asegurar que todo lo que están haciendo cuando dicen que Dios existe es
afirmar una actitud, quizá que el amor es la cosa más importante del universo, o que
deberíamos comportarnos como si el universo estuviera regido por un Dios amoroso.
Pero un ateo podría estar también dispuesto a sostener tales actitudes, sin dejar de discrepar
al mismo tiempo acerca de la real existen cia de Dios. Toda creencia que merezca el nombre de
Cristianismo debe hacer más que expresar meramente una actitud, por vitales que sean las
actitudes y las ac ciones. Pero será inevitable mente muy discutible el cómo describir tales
experien cias, y el no creyente encontrará naturalmente gran di ficultad en la interpretación de
cualquier experiencia humalía en términos de un Dios trascendente. Otra su gerencia ha sido
que en la vida después de la muerte seremos capaces de verificar la existencia y naturaleza de
Dios, por algo similar a la observación.
La doctrina cristiana del hombre lo ve principalmente en relación a Dios, que lo ha creado para
ocupar una posición especial en el universo. Pero aunque el hombre es considerado así como fun
damentalmente distinto del resto de la creación, es al mismo tiempo continuación de ella . El
hombre está hecho del «polvo de la tierra» , es decir, de sustancia ma terial. Es una común,
repetida y errónea interpretación de la doctrina cristiana el entender que afirma un dua lismo
entre un cuerpo material y un alma o mente inmaterial.
En los primeros siglos de la Iglesia, la teoría cristiana em pezó a emplear ideas de la filosofía
griega en su formu lación de la doctrina, y la teoría del alma inmaterial halló su camino dentro
del pensamiento cristiano y ha tendido a permanecer ahí desde entonces. El Cristianis mo está,
por supuesto, comprometido con la idea de la vida como la supervivencia del alma inmaterial
después de la muerte del cuerpo material. Esta creencia en la vida después de la muerte por la
resurrección del cuerpo es, creo yo, otra de las doctrinas esenciales del Cristianismo. Interpretar
la doctrina como «el mal que hacen los hombres vive después de ellos», o tomar la promesa de
la vida eterna sola mente como un nuevo modo de vida en este mundo, es vaciarla de uno de
sus contenidos esenciales.
Pero lo mismo que antes, este elemento esencial tras cendente en la tesis cristiana incurre en
dificultades fi losóficas. Hip nosotros, o son intemporales los cuerpos resucitados, en cuyo caso
qué sentido puede darse a la idea de vida resucitada? . Otra mala interpretación de la doctrina
cristiana del hombre consiste en identificar la distinción entre bien y mal con la distinción entre
espíritu y cuerpo, o mente y materia. Esta idea de que toda materia es básicamente mala, si
bien tuvo influencia en el primitivo pensamiento cristiano, no es cristiana.
La distinción de San Pablo entre espíritu y carne no es entre pensa miento y materia, sino entre
el hombre regenerado y no regenerado. El punto más crucial en la concepción cristiana de la
naturaleza humana es la noción de libertad, la capa cidad de amar, que es la imagen del Dios
Mismo. Platón pone el énfasis sobre el intelecto, sobre la capacidad del hombre para alcanzar el
conocimiento de la verdad teórica y moral, pensando que el fin verdadero de la vida humana es
alcanzable solamente por los que son capaces de obtener tal cono cimiento. En cambio, el
Cristianismo no pone el énfasis sobre la moralidad o la vida virtuosa, sino sobre las bases del
carácter y la personalidad desde la cual procede tal vida.
La consecución del fin verdadero de la vida hu mana - el amor de Dios y la vida según su
voluntad está abierta a todos, cualquiera que sea la capacidad intelectual de cada uno .