10 Maneras de Ayudar A Una Amiga Con CA Mama

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Diez maneras de ayudar a

una amiga con cáncer de


mama
Este 19 de octubre es el Día
Internacional contra el Cáncer de Mama.
IsabeldeO, que padeció esta enfermedad,
escribe un texto con consejos prácticos que
aprendió de su enfermedad, y la dibujante
Aurora Jiménez pone las viñetas
Un diagnóstico de cáncer de mama es un
mazazo de tal magnitud en la vida de cualquiera que
muchas personas no saben cómo gestionarlo. En
ocasiones, con toda la buena intención del mundo
agravan el problema en lugar de aligerar la carga de
las pacientes. Yo pasé por un proceso parecido hace
algunos años y viví situaciones de todo tipo, algunas
de ellas tragicómicas.

Esta lista de consejos que os propongo me


funcionaron a mí, en mi caso concreto. Eso no
significa que puedan aplicarse a cualquiera, pero si
sirvieran para ayudar a una sola mujer habrá
merecido la pena el tiempo que le hemos dedicado..
01. Nada de aspavientos

Tu amiga te acaba de contar que tiene


cáncer. Trata de controlar tus propias emociones,
manteniendo la calma y la serenidad. Evita a toda
costa proyectar tu miedo sobre ella, ni hables
imaginando lo que sería una noticia así en tu propia
vida. El problema lo tiene ella, no tú. No le
recuerdes la cantidad de gente que muere de cáncer
pero tampoco hagas lo contrario, quitarle
importancia o especular con que todo va a salir bien.
En este momento ella estará en shock y no puede
pensar con claridad.

Necesitará personas lúcidas a su alrededor


que la guíen en sus necesidades, no gente que trate
de hacer auto-terapia a través de los demás. No lo
olvides. Serenidad, por favor. Con todo el cariño del
mundo hacia las personas que hayan reaccionado
así, les dedicamos estas viñetas. Todo dependerá del
nivel de confianza que tengas con ella y de lo que
puedas llegar a ayudar, pero conseguir que hable
con alguien que haya pasado por lo mismo es mano
de santo.
02. Mejor un mensaje que
una llamada
Desde que le han comunicado la
noticia, tu amiga probablemente haya
colapsado y puede que esté con las lágrimas a
flor de piel. Si la llamas por teléfono en un
momento tan complejo, más que ayudarla,
quizá lo único que consigas es que reviva el
disgusto una y otra vez. A no ser que sea muy,
muy cercana, trata de comunicarte con ella
por mensajes. De esta manera respetarás sus
tiempos y la información que quiera darte.

Aunque te mueras de curiosidad por


conocer los detalles, espera a que sea ella la
que tome la iniciativa. Cuando haya pasado un
tiempo prudencial y ella lo haya asimilado,
adelante, llámala.
03. Internet… ¡No, gracias!

No dejes que busque


información en internet y mucho
menos a través de Google, que
rastreará y guardará su búsqueda y
la atormentará con publicidad
relativa al cáncer y la salud durante
meses. A mí me ayudó mucho leer
libros con altas dosis de rigor.
04. Nadie tiene la culpa

Llegados a este punto hay que subrayar con


rotulador rojo bien grande: nosotras no provocamos nuestras
enfermedades. Por lo tanto no somos culpables de tenerlas.
Expulsa de tu vida a quien piense que tu cáncer te lo has
provocado tú misma, es gente altamente tóxica. Cualquier
oncóloga te puede poner miles de ejemplos de mujeres que
llevaban dieta saludable y hacían deporte, de mujeres
altamente estresadas y otras que no lo estaban, de mujeres
gordas, delgadas, vegetarianas, etc… y todas ellas
desarrollaron un cáncer. Es una enfermedad de origen
multifactorial. Y no siempre está a nuestro alcance controlar
todos los elementos que lo generan.

Y otra cosa. Es importante no dejarse llevar por


pensamientos negativos. Pero no va a pasar nada si se
experimentan de vez en cuando. Y mucho menos debe
sentirse culpable si la invade el pesimismo. Es completamente
humano y no va a tener ninguna incidencia sobre el proceso
de sanación.
05. Nunca sola a la consulta
Una vez que le han confirmado el
diagnóstico, asegúrate de que nunca vaya
sola a hacerse las pruebas. Por mucho
que ella se empeñe, por mucho que os
diga que no os molestéis, que no necesita
compañía. Al médico y a las pruebas,
siempre acompañada.

Porque, además, el nivel de


palabrejas y jerga médica a la que va a
ser sometida constituye todo un máster
en medicina de obligado estudio para
entender todo lo que se le viene encima.
Y mejor si hay cuatro orejas y dos
cerebros atendiendo.
06. Reposo es reposo

Esta anécdota me la contó mi


doctora y me reí mucho imaginándola:
una mujer acude a la consulta
acompañada de su marido. Cuando
comienza a explicarles a los dos que la
paciente necesita reposo absoluto, nota
que la mujer hace pequeñas señales
apuntando a su marido.
07. Visitas de dos en dos

El estado de cansancio y agotamiento que


atravesará durante el tratamiento es enorme y tu
amiga quizá no tenga la cabeza para nada más,
excepto cuidar de sí misma. Una visita unipersonal
requiere concentrarse y participar en la conversación
por cortesía, mientras que si vais de dos en dos puede
ser más llevadero. Las visitadoras hablarán entre sí y
ella no se sentirá obligada a intervenir, si no le
apetece hablar. Mantener la atención cuando todas las
células del cuerpo están focalizadas en luchar contra
el tumor es agotador, así que mucho más cómodo si
puede desconectar mentalmente cuando lo necesite.

Y ni se te ocurra echarte perfume. Colonias,


perfumes, ambientadores y olores fuertes en general
se transforman en algo muy molesto, porque en el
proceso de curación los sentidos del gusto y del olfato
se ven muy alterados.
08. El regalo infalible: crema
hidratante

Puestos a elegir objetos o acciones que


puedan ayudar a tu amiga, el abanico de
posibilidades es amplio: desde una peluca si quiere
ponérsela, hasta un tupper rebosante de comida
sana. Pero hay un efecto secundario que yo
desconocía de la quimio y es el elevado nivel de
deshidratación que produce.

Una buena crema hidratante es un regalo


muy útil que utilizará seguro. Para pieles mixtas,
secas, sensibles… da igual. Quizá tenga que
combinarlas en un mismo día varias veces. Y ojo,
que una crema de farmacia no es sinónimo de
"buena crema" para una paciente oncológica. Cada
cosmético que yo uso lo analizo con una de esas
aplicaciones de móvil que detecta si en su
composición hay alguna sustancia cancerígena. "Yo
no me fío mucho de esas cosas", me dijo una vez
una farmacéutica. "Cuando hayas sobrevivido a un
cáncer, vienes y me lo cuentas." Le contesté.
09. En la sala, silencio, por
favor

Yo desconocía por completo en qué


consistía la quimioterapia. Lo relacionaba con el
verbo "quemar" y puestos a imaginar, visualizaba
un rayo láser que quemaba el interior del cuerpo en
busca del tumor maligno. Pero no. Viene de
química. Los químicos que te inyectan en el cuerpo
a través de un catéter subcutáneo, que implantan
temporalmente en una zona del escote y vuelven a
extraer cuando todo ha acabado.

El proceso de administración de la quimio


suele durar varias horas y produce un estado de
sopor cercano al sueño. Cada ruido, cada voz
subida de volumen se convierte en una
desagradable cacofonía. Por favor, si acompañas a
una paciente de cáncer en este momento, guarda
silencio, por ella y por el resto de pacientes que
estén en la sala del chute. Te lo agradecerán.
10. El final no es el final
Otro de los momentos que suele pillar
desprevenidas a las pacientes es cuando todo el proceso
acaba. Después del agresivo tratamiento ya está curada y hay
que volver a la vida. El planeta ha continuado girando pero la
enfermedad impuso un tiempo diferente, más pausado y
minimalista. Todas las personas que han estado echando una
mano y cuidando acusan también el cansancio y necesitan
volver a sus actividades cotidianas.

Yo me sentía como si acabara de salir de la cárcel.


El mundo iba muy deprisa y yo iba muy despacio, no lograba
adaptarme a lo de antes. Tardé en volver a apreciar los
sabores, a disfrutar de los olores, a preocuparme por las
mismas tonterías de siempre. Fue un periodo de
vulnerabilidad inesperada en el que desapareció la que había
sido la principal ocupación durante meses: curarme. Había
desaparecido el suelo bajo mis pies.

Pues bien. En ese momento, sigue con el ojo puesto


en tu amiga porque te aseguro que, por muy abrumada que
se sienta ya por tantas atenciones, seguirá necesitándolas un
poquito más. Así que no la sueltes de la mano hasta que te
asegures que camina sola, firme y al mismo ritmo de antes.

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