Little Demon Bells (Extra) - Nordika Night

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Contenido
1. El día de la boda
LAS CAMPANAS DEL PEQUEÑO DEMONIO
ESCENA EXTRA DE BLAKE & MERCER

NORDIKA NIGHT
CONTENIDO
1. El día de la boda

Traducción al español NO OFICIAL por fans y para fans sin fines de lucro. Por favor, apoyen al
autor comprando su historia en las plataformas oficiales y no difundan por redes sociales como
Instagram, TikTok, Twitter, etc.
1
EL DÍA DE LA BODA
BLAKE

HAY UNA daga arrojadiza incrustada en la partición entre nosotros, solo la punta
sobresale a través de mi costado. La madera se astilla cuando Mercer la libera de su
costado, y me tomo un minuto informal para abrocharme los botones de mi camisa de
vestir mientras él apuñala la pared como un psicópata.
—¡No. Es. Cómo. Lo. Pedí! —El enloquecimiento de Mercer no tiene nada que ver
con nuestra boda y sí con lo que sea que esté usando debajo de su traje—. Si esa perra
cree que voy a usar lencería que ella eligió para mi boda con su encuentro sexual fallido,
¡la despediré y le diré al mundo que es una escort!
—He estado allí, he hecho eso, —dice Dee desde su lado—. Crece, zorra asesina. Tú
lo elegiste. Simplemente lo saqué de la bolsa.
—¡Se supone que no debes verlo! —le grita—. ¿Sabes qué? Nuestro espacio de dos
horas ha terminado. Puedes irte a la mierda de mí espacio ahora. Gracias.
Con una risa condescendiente, tal vez un resoplido de molestia, Dee se va con
algunas palabras selectas. Palabras que me dan ganas de quitarle ese cuchillo a mi
futuro esposo y metérselo entre los ojos. Desafortunadamente, a Mercer realmente le
gusta, a pesar de que la usa como válvula de escape para su ira fuera de lugar, por lo
que matarla me haría tener algunas peleas más con mi pequeño demonio agresivo.
—¿Ya terminaste? —Yo le pregunto.
La punta afilada de la daga vuelve a atravesar el tabique. Seguida por otra. Y otra.
—¿Por qué no sigues adelante y haces un gloryhole1 en esta pared para que pueda
callarte con mi polla? —Sonrío mientras lo digo porque sé que va a empezar a tallar.
Empieza a tallar. —¿Sabes qué, Blake? —Me pregunta por encima del sonido de la
madera—. ¡Estoy estresado! ¡Tú y tu calma de pepino2 no me han contagiado, y te culpo
por eso!
Recojo mi chaleco y me lo pongo sobre mi camisa de vestir. —Por supuesto que sí.
—No me provoques el día de nuestra boda, Blake Carter. No es un buen Karma.
Qué jodidamente hipócrita.

1 Son agujeros en la pared donde los hombres introducen sus penes y esperan que alguien del otro
lado de la pared les haga mamadas o se dejen penetrar, el morbo es no ver quien está al otro lado, o si es
mujer u hombre.
2 Se refiere a una persona tranquila y serena, dueña de sí misma, se basa en el hecho de que cuando

hace calor el interior de los pepinos permanece más frío que el aire.
—¿Estás vestido, Mercer? —Apoyo la cabeza contra la pared y cierro los ojos para
imaginar el rubor de sus mejillas y el desafío en sus ojos color whisky.
—No, —se burla—. Estoy aquí en ropa interior, Blake. ¡Solo! ¡Ropa interior!
Bien. Doy la vuelta a la pared y veo su culo apretado, inclinado para poder tallar un
agujero glorioso. Él grita y trata de esconderse de mí. Sus uñas pintadas cubren su polla
y la daga cubre sus pezones.
—¡Ey! ¡Mala suerte! —Blande el cuchillo hacia mí—. Mala suerte y mal karma. Dios
mío. Estamos tan condenados.
—Relájate. —Le quito el objeto puntiagudo y lo callo con un beso cuando me
advierte que no le diga que se relaje—. Sólo será mala suerte si te veo con tu traje.
Estamos bien. —Agarro su mandíbula, apretando sus mejillas para que sus labios
sobresalgan—. ¿Por qué estás asustado?
—No lo estoy, —murmura.
—Lo estás. Dime por qué.
Me mira fijamente, parpadeando con sus grandes ojos como si fuera a distraerme. Lo
hace un poco, no voy a mentir.
—¿Nervioso por casarte conmigo? ¿Ya no quieres?
—No.
—¿Ataque de pánico? ¿Tienes dudas sobre ser casi asesino de dos veces?
Un giro de ojos. —No.
—¿Honestamente enojado porque ella vio tu lencería?
—Sí. —Aparta mi mano de un golpe—. Pero…
Inseguridades. Vulnerabilidades. Dudas de sí mismo. Todo me golpeó directamente
desde sus ojos. Entonces, en lugar de obligarlo a expresarlas todas, las diré por él.
—Tu amor es mucho que manejar, —empiezo. Sus ojos se llenan de lágrimas—. Tu
actitud es jodidamente enorme. Tus preocupaciones son muchas con las que deberé
estar al día. Tu atención es exigente y tu hipocresía no conoce límites.
—Blake... —Sus hombros se hunden.
—Tus miedos nos abruman y tu brillantez eclipsa la mía. Tus juegos son agotadores.
Tu actitud de mocoso es de primera. Tus gestos infantiles todavía están ahí. —Doy un
paso hacia él, le levanto la barbilla y lo obligo a ponerse de pie—. ¿Crees que estas son
debilidades, Mercer? ¿Crees que no sé todas estas cosas sobre ti? ¿Qué tal vez me estoy
dando cuenta hoy porque es el día de nuestra boda y ahora me voy a dar cuenta de que
eres demasiado para mí?
Se ahoga con un sollozo, los ojos llorosos pero no llora. —Sí.
—Conozco cada pequeña parte de ti que crees que me hará correr. Te conocí. El
verdadero tú. Y cualquier otra cosa que decidas mostrarme a lo largo de nuestras vidas
juntos, las amaré todas tanto como te amo a ti ahora mismo. Pero hay una cosa que no
me gusta de ti.
Suspira por la nariz, quiere preguntar, pero no tiene el valor suficiente para hacerlo.
—Que no confías en mí para saber amarte. Sé exactamente lo mocoso que eres, ¿y
adivina qué? Estoy parado aquí, esperando impacientemente casarme contigo en la
boda con la que me obsesioné. Eso es lo mucho que te amo, Mercer. Empieza a confiar
en ello, ¿me oyes?
Sus ojos se encuentran con los míos, llorosos y hermosos. —¿Pero?
Me inclino para besar sus labios, una suave caricia. —Sin putos peros, Mercer.
Ninguno. ¿Listo para casarte conmigo?
Endereza la columna, parpadea para secarse las lágrimas y levanta la barbilla. —
Lárgate de aquí para que pueda vestirme. No empezaré mi vida como Carter con mala
suerte. —Me mira como si estuviera perdiendo el tiempo—. Y vete a la mierda por lucir
tan bien.
Ahí está mi pequeño demonio.

PUTA MIERDA. Estoy sin palabras. Sin carácter. A punto de caer de rodillas para adorar al
hombre que será mío para siempre.
El angelical gemelo de aquel traje del que me enamoré en la gala abraza su cuerpo a
la perfección. Los broches y cierres lo decoran, pero no desmerecen en absoluto al
hombre que lo lleva. Porque lo lleva puesto. Mercer brilla con ese traje; no lo eclipsa en
absoluto.
Estoy a punto de inclinarme ante él o tener una erección delante de un sacerdote.
Las probabilidades aún existen.
—¿Señor Carter?
Miro al sacerdote que dijo mi nombre, pero no puedo apartar los ojos de Mercer. Sus
manos están en las mías, se dijeron cosas, sorprendentemente no ha llorado y ahora me
mira como si supiera que me dejó sin aliento.
—¿Qué? —Pregunto, perdido.
Mi familia se ríe y la sonrisa de Mercer se vuelve diabólica.
El sacerdote se aclara la garganta. —Te pregunté, Blake Carter, ¿tomarás a Mercer
Bentley Palmerston como tu...
—Sí. Mierda, sí. Sí.
Mercer se regodea.
—¿Y usted, Mercer Bentley Palmerston, tomará a Blake Carter...?
—Sí, sí quiero y todo eso. ¿Pero estás seguro, Blake? ¿Aceptarme como tu pequeño
demonio, por los siglos de los siglos, por completo, con mi gran actitud y mi hipocresía,
mientras me compres café con leche con especias de calabaza?
Me río y tiro de su muñeca. Cuando choca contra mi pecho con su propia risa, tiro
de su cabello y miro su sonrisa. Una verdadera sonrisa. —Ahora eres jodidamente mío,
pequeño.
—Moriré si me abandonas. Sólo para que quede claro.
—Soy consciente. ¿Qué otra cosa?
—Simplemente ámame más fuerte, Blake. Sin peros.
Debería haber un millón de peros, pero presiono mis labios contra los suyos y
susurro—: Sin peros, bebé. No puedo esperar para arrancar este traje de tu cuerpo
perfecto.
INCLUSO TIRADO DE ESPALDAS, resbaladizo por el sudor y el semen, y jadeando como si
acabara de completar un pentatlón, Mercer es hermoso. Su traje de marfil está en el
suelo en un montón arrugado, las bragas que usó, porque se negó a usar el conjunto de
lencería que vio Dee, están colgando al azar de una manija de la cómoda, y las únicas
cosas que quedan en su cuerpo son un par de medias hasta los muslos. Negras con
ribetes de encaje alrededor de sus delgados muslos.
Mm.
Y él es todo mío ahora.
La habitación de hotel está en penumbra, pero las luces entran por la ventana desde
la terraza de abajo, las celebraciones de la boda aún continúan. A pesar de que nuestra
boda fue pequeña e íntima, no podría haber imaginado un día más perfecto.
—¿Qué pasa si cambias de opinión? —Le pregunto a Mercer, recostándome boca
arriba a su lado.
—¿Sobre ti? —Pregunta, con los ojos cerrados, el antebrazo sobre su frente y su
suave polla pegada a su muslo.
—Me hiciste prometer que sería tuyo mientras te compre café con leche con especias
de calabaza. ¿Qué pasa si te conviertes en un hombre de caramelo macchiato? ¿O un
tipo de chico con moca de menta?
Él se burla. O resopla. O se ríe condescendientemente. —Oh por favor. El caramelo
es demasiado dulce para mi personalidad salada y ambos sabemos que de todos modos
me comprarás todas las delicias que quiera. Si logro que cedas con el termostato, puedo
hacer cualquier cosa.
Mira hasta dónde ha llegado. No había nada de esta confianza al principio, y ahora
que está aquí, espero que permanezca para siempre.
Tomo su mano de su frente y juego con sus dedos, especialmente el anillo que ahora
se encuentra cómodamente en su mano izquierda.
—Hace demasiado calor para acurrucarse. —Se acerca, choca contra mí y coloca una
pantorrilla rebelde sobre mis abdominales—. Sé que huelo a miel cuando sudo, pero tú
no.
—No lloraste hoy. —Giro el anillo en su dedo.
Mercer gira la cabeza y me mira. —Lloro si me pongo triste. No soy un llorón de
felicidad, —dice, mintiendo porque definitivamente ha sido un llorón de felicidad
antes—. Estaba demasiado feliz para llorar hoy, esposo.
Me pongo de costado y acaricio la curva de su cuello. Mercer mantiene su pierna
sobre mi cadera y sus dedos en los míos, pero apoya su sien contra mi cabello y
permanece extrañamente silencioso.
Lo encontré. Un mocoso sin idea de a quién estaba tratando de llamar la atención. Lo
vi sufrir, tambalearse y volverse más fuerte que nunca. Lo ví y le mostré que lo había
visto y, en el proceso, supe quién era debajo de las máscaras que llevaba.
Pero él también me curó.
La profundidad y los apegos no eran algo que anhelara. Yo era un hombre
superficial con sueños superficiales. Mercer arrancó la tapa de mi personalidad, se abrió
camino en mi psique y sacó a relucir mi profundidad. Pasé de ser unidimensional a
multifacético porque él me obligó a serlo. Aprendí a amar a alguien con cada parte de
mí y, a través de ese amor, me convertí en alguien con lazos más profundos con mi
familia, mis amigos y mi papá. Puede que siga siendo un hombre de pocas palabras,
pero eso es porque todo lo que digo queda guardado para mi esposo.
—No te juzgaré, —susurra Mercer en la oscuridad de la habitación—. Sé que soy
lindo cuando lloro, pero te daré un pase único para ser un llorón feo. Adelante, Blake.
Desahógate.
Lo acerco más fuerte y beso el punto de pulso en su cuello. —Te amo, Mercer.
—Llámame mi nombre real.
Sonrío contra su piel. —¿Qué? ¿No estabas harto de los apodos cariñosos?
Me muerde. Justo en la maldita mejilla. —No seas absurdo. Debes llamarme
Pequeño Demonio no menos de cuatro veces al día. Para siempre. Lo puse en el
contrato matrimonial.
—¿Ese es el único?
—Bebé. Quizás “Pequeño una vez a la semana. —Aunque creo que ya terminé con el
resto. Sus dedos se entrelazan en mi cabello.
—¿Ya no eres una zorra? —Pregunto.
—Siempre seré una zorra. Tu zorra. Pero eso es más un término cariñoso que un
apodo cariñoso. Es un título del que estoy orgulloso. Gracias.
Me río. —Como deberías estar.
—Llámame por mi nombre real, Blake.
Lo empujo hacia atrás y me le subo encima, sentándome a horcajadas sobre mi
esposo y admiro todo en él, incluido el poco de timidez en sus ojos. Desliza sus manos
por mis muslos y le sonrío.
—Mi pequeño demonio. Un hombre rudo en el micrófono, una zorra y un mocoso a
tiempo completo. —Me agacho para presionar mis labios contra los suyos—. Te amo,
Mercer Bentley Carter. Sin peros.
—Mm. —Sus labios vibran contra los míos—. Dilo otra vez.
Lo diré por siempre.

EL FIN.

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