Trabajo Final de R.C.
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Resumen
Palabras clave
Abstract
Keywords
I. Introducción
Para entender la decisión de la Corte Suprema conviene revisar los antecedentes del
proceso, donde se aprecia que la pretensión de la demanda se sustenta en la solicitud
del pago de una indemnización por daños y perjuicios que comprendían el lucro
cesante y el daño moral, como consecuencia del despido inconstitucional sufrido por la
demandante.
El problema gira en torno al criterio tomado para determinar el daño por lucro cesante
seguidos tanto por el juez de primera instancia y los jueces de segunda instancia,
como los jueces de la Corte Suprema. Los jueces que vieron el proceso de la casación
en mención establecieron el monto del lucro cesante solo teniendo en cuenta la última
remuneración de la demandante y el tiempo dejado de laborar, dejándose de lado
otros criterios indispensables para evaluar la determinación del daño; y, más aún,
estableciendo que el hecho de que el demandante haya laborado para otro empleador
durante el periodo del despido no puede ser tomado en cuenta para negar o
desmejorar la indemnización por lucro cesante. Con lo anterior, la Corte Suprema no
ha tomado en cuenta la regulación de la responsabilidad civil contractual desarrollada
en el Código Civil, que es de aplicación supletoria en el ámbito laboral; promoviendo
así un criterio para establecer el monto del lucro cesante que está lejos de representar
una valoración equitativa y razonable del resarcimiento.
Por tanto, aun cuando el Estado no pueda garantizar el derecho al trabajo de todos
sus miembros, sí existe el deber social y moral del trabajo, que justifica la existencia
de medios indirectos que busquen la exigibilidad de este deber. Es decir, tal como lo
precisa Jorge Toyama (2005), “el deber de trabajo (…) viene a ser una obligación
general a los ciudadanos sin una sanción concreta, es una suerte de llamada a la
participación en el interés social, de lo que se trata es de vincular este deber al
principio de solidaridad social”.
Pese a lo anterior, conviene revisar que ya desde la Ley 26636, Ley Procesal del
Trabajo, se estableció en el literal j) numeral 2 del artículo 4 que:
De igual modo, en la actual Ley 29497, Nueva Ley Procesal del Trabajo, se establece
y reconoce en el literal b) numeral 1 del artículo 2 que:
Los juzgados especializados de trabajo conocen de los siguientes procesos:
1. En proceso ordinario laboral, todas las pretensiones relativas a la protección
de derechos individuales, plurales o colectivos, originadas con ocasión de la
prestación personal de servicios de naturaleza laboral, formativa o
cooperativista, referidas a aspectos sustanciales o conexos, incluso previos o
posteriores a la prestación efectiva de los servicios. Se consideran incluidas en
dicha competencia, sin ser exclusivas, las pretensiones relacionadas a los
siguientes: b) La responsabilidad por daño patrimonial o extrapatrimonial,
incurrida por cualquiera de las partes involucradas en la prestación personas de
servicios, o terceros en cuyo favor se presta o prestó el servicio.
-El factor de atribución: Este elemento está compuesto por el dolo o la culpa; siendo
que, en términos generales el primero es entendido como aquella intención de dañar,
es decir, la intencionalidad de generar el mal, mientras que, la culpa, es entendida
como el daño generado por conductas imprudentes, negligentes, entre otros.
-El nexo causal: Es entendido como la relación o vínculo que debe existir entre el
hecho y el correspondiente daño. Si no hay nexo causal no surge responsabilidad civil,
porque el daño no puede imputarse sino a quien ejecutó el hecho.
No obstante, Beltrán (2022) señala que para analizar un caso de responsabilidad civil
se necesitan evaluar los siguientes juicios:
-Juicio de imputación: Evalúa la razón por la que se atribuye el costo del daño al
responsable.
Con este fundamento, los Jueces Supremos reconocieron, y así lo precisaron, que el
monto de las remuneraciones dejadas de percibir o, dicho de otro modo, las
remuneraciones no percibidas durante el periodo que duró el despido, son solo un
indicador o criterio para establecer el monto indemnizatorio por lucro cesante, pues,
existen otros criterios o indicadores que también son relevantes y tienen incidencia en
el monto finalmente reconocido, sean estos positivos o negativos; es decir, que sumen
el monto indemnizatorio o, también, lo resten o disminuyan.
El análisis del Pleno citado anteriormente encuentra respaldo, aunque con algunas
precisiones o correcciones, en el Pleno Jurisdiccional Laboral y Procesal Laboral
llevado a cabo en la ciudad de Tacna los días 23 y 24 de mayo de 2019; debido a que,
los Jueces Superiores de diferentes Cortes Superiores de Justicia del país, debatieron
sobre otros criterios o indicadores para el otorgamiento y la determinación del monto
indemnizatorio por lucro cesante. En cuyo debate, acordaron por mayoría que:
Si bien es cierto, los términos económicos utilizados por los Jueces Superiores no son
del todo correctos, se debe reconocer que el sentido o fin del acuerdo es coherente
con la institución jurídica de la responsabilidad civil y, específicamente, del elemento
daño por lucro cesante; pues, en este acuerdo se reconoce que en este tipo de daño
importa, no las remuneraciones dejadas de percibir, sino todos aquellos ingresos que
el trabajador pudo percibir de continuar laborando para el empleador que lo despidió
de forma arbitraria menos los costos (no gastos) de conseguir esos ingresos; además,
de la incidencia de haber conseguido trabajo con un empleador distinto.
En este contexto, ingresemos a lo más básico del término, que no es otra cosa que su
definición. Respecto a esto, el Diccionario de la Real Academia define a la palabra
lucro, la cual proviene del latín lucrum (Del Col, 2007), como la “ganancia o provecho
que se saca de algo”; por lo que, en aplicación de esta definición, lucro cesante es la
ganancia o provecho que se deja de obtener. Asimismo, este diccionario define la
palabra ganancia como la “utilidad que resulta del trato, del comercio o de otra acción”.
Siendo esto así, llegamos a un punto en donde es necesario analizar, desde un punto
de vista económico y/o contable, lo que estas palabras significan, solo así será posible
entender la indemnización o resarcimiento del lucro cesante.
Agrega Donato Menéndez (1980) que, desde hace muchos años se puede evidenciar
que se utilizan numerosos vocablos para expresar el resultado económico de una
empresa o de la actividad humana. Dichas expresiones, unas más correctas y
acertadas que otras, son las siguientes: beneficio, ganancia, ingresos netos, lucro,
rédito, renta, realizado, realizar, superávit, utilidad. Por tanto, es razonable establecer
que, dentro del Código Civil, en la regulación referente al lucro cesante, se ha
entendido la primera palabra (lucro), como “ganancia”, “utilidad” o “ingresos netos”. Lo
cual, además, puede ser confirmado por la propia jurisprudencia y pronunciamiento
(sentencia) que han emitido los juzgadores de nuestro Poder Judicial.
Por lo tanto, el lucro cesante, como una creación jurídica que incluso encuentra
sustento en las perspectivas económicas y contables, se refiere a la ganancia, utilidad
o ingresos netos que deja de percibir la víctima como consecuencia del acto
antijurídico ejecutado por el victimario. En cuyo caso, por definición, sería erróneo
pensar, y más aún, establecer que el lucro cesante incluye todos los ingresos que la
víctima pudo haber obtenido sin la incidencia de ningún costo; pues, es conocido y
aceptado que toda actividad económica genera un costo, en el cual se incurre,
justamente, para obtener los beneficios o ganancias que se buscan a través de dicha
actividad. Este costo, mínimamente, es conocido como el costo de oportunidad;
definido como el “coste de la inversión de los recursos disponibles, en una oportunidad
económica, a costa de la mejor inversión alternativa disponible” (Academia de
Inversión, 2016); dicho de otro modo, el costo de oportunidad de una decisión
económica o actividad económica es el conjunto de cosas que se sacrifican por
asignar un recurso escaso (tiempo, dinero, recursos naturales, etc.) a cierto objetivo y
no a otro alternativo, con la finalidad de obtener un beneficio mayor (Arim, 2012).
Existe divergencia en cuanto al origen de la mitigación del daño, pero ya era posible
encontrar una clara referencia en el Digesto de Justiniano (Ugarte Mostajo, 2018). No
obstante, se debe precisar que lo importante de la mitigación del daño es su
naturaleza jurídica; pues, a pesar de que en parte de la doctrina y la jurisprudencia ha
sido concebido como un “deber” u “obligación” de la víctima, lo cierto es que, no reúne
las características para ser tal (Pérez Velázquez, 2015), porque un “deber”, en sentido
técnico, constituye una situación jurídica subjetiva pasiva que impone a su titular un
comportamiento orientado a satisfacer un interés ajeno, lo que no sucede en el
supuesto “deber de mitigar el daño”, debido a que su ejercicio no está destinado a
satisfacer el derecho subjetivo de un tercero.
Por estas razones, la mitigación del daño es más una carga que recae sobre la víctima
del daño (acreedor de la indemnización) como consecuencia del incumplimiento de la
obligación contraída. Carga que es entendida como la situación jurídica de aquella
persona que debe efectuar determinado comportamiento (activo u omisivo) si quiere
tener la posibilidad de utilizar alguna situación activa suya, porque las normas
subordinan dicha posibilidad a la condición de que él realice tal comportamiento
(Ugarte Mostajo, 2018). Precisando, además, que el término “mitigar” no es del todo
correcto, pues resulta insuficiente; ello, debido a que a la víctima le corresponde no
solo “mitigar” o reducir el daño, sino también procurar evitar que se produzca (Pérez
Velázquez, 2015).
En virtud de la carga de mitigación del daño, dentro del ejemplo acotado, la empresa
ABC solo respondería por la afectación parcial del almacén y por la destrucción de los
300 equipos de sonido (no por el total de 10,000 unidades). En cuyo caso, la empresa
ABC no tendrá obligación de resarcir los daños ocasionados con posterioridad al
accidente; pues, sobreviene el deber de la empresa XYZ de procurar todos los actos
necesarios para mitigar los daños directos o mitigar los daños potenciales. Por lo cual,
se puede decir que la empresa XYZ ha incumplido con la carga de mitigación del
daño, lo que deriva en una fractura del nexo causal y, con ello, el daño ocasionado
como consecuencia de la negligencia de la empresa XYZ no será imputable a la
empresa ABC.
Como ya se ha mencionado en los dos primeros apartados del presente trabajo, este
pronunciamiento de la Corte Suprema es actual; la Casación ha sido emitida el 15 de
enero de 2020 y publicada en el diario oficial El Peruano el 20 de febrero de 2020, y
abarca, principalmente, lo relacionado a la determinación de la indemnización por lucro
cesante, como consecuencia de un despido arbitrario.
Dentro de esta Casación cobran relevancia algunos de sus considerandos; los cuales,
pese a ser coherentes con lo que se ha venido desarrollando en esta investigación,
son utilizados para tomar una decisión que se aparta de la regulación y naturaleza del
lucro cesante que previamente se reconoce y establece.
Como lo hemos visto anteriormente, el error antes anotado puede ser evidenciado
desde dos aristas que, finalmente, convergen. Por un lado, olvidar completamente que
el trabajo, reconocido constitucionalmente, no solo es un derecho, sino también un
deber de todo ciudadano, el cual viene dado por su condición de persona; por otro
lado, no tener en cuenta que dentro de la responsabilidad civil existe la carga de
mitigar o evitar el daño, el cual recae sobre la víctima.
Por lo que, analizadas en conjunto estas dos aristas, podemos reconocer que el hecho
de haber prestado labor efectiva para otro empleador y, consecuentemente, haber
recibido una remuneración (ingresos brutos), repercute en los criterios de
determinación para el lucro cesante, porque la víctima ha logrado, consciente o
inconscientemente, mitigar el daño que se le venía causando, en pleno ejercicio no
solo de su derecho, sino también de su deber de trabajar; más aún, si tenemos en
cuenta que esos ingresos no habrían podido ser percibidos si el demandante seguía
prestando labor efectiva a su empleador demandado.
Por lo tanto, reducir el monto del lucro cesante en proporción a los ingresos percibidos
por el demandante por la prestación de sus servicios a otro empleador durante el
periodo del despido, no significa que la víctima se pague a sí misma el daño y se
exonere al victimario; sino, por el contrario, esto significa que la víctima ha mitigado el
daño que se le venía causando, en aplicación de la carga reconocida en el artículo
1327 del Código Civil y en pleno ejercicio de su deber constitucional de trabajar.
Por otro lado, en el último párrafo (párrafo sétimo) del Considerando Octavo, la Corte
Suprema se ampara en lo regulado en el artículo 1332 del Código Civil para establecer
el valor indemnizatorio por lucro cesante teniendo en cuenta la última remuneración
percibida por el demandante y el tiempo de duración del despido, la cual concluyó con
la reposición efectiva del trabajador. Lo curioso, es que a continuación, la Corte
Suprema, precisa que el monto reconocido no equivale a las remuneraciones
devengadas, sino a una valoración equitativa. Sin embargo, en la práctica, el monto
establecido como indemnización por lucro cesante es, en efecto, equivalente a las
remuneraciones que el demandante habría seguido percibiendo de no materializarse
el despido inconstitucional, las cuales fueron proyectadas teniendo solo en
consideración la última remuneración (bruta) percibida por el trabajador.
Con este criterio, simplista y reducido, los jueces de la Segunda Sala de Derecho
Constitucional y Social Transitoria de la Corte Suprema van contra uno de los criterios
reconocidos hace poco menos de un año, en el Pleno Jurisdiccional Laboral y
Procesal Laboral llevado a cabo en la ciudad de Tacna los días 23 y 24 de mayo de
2019 y contra el V Pleno Jurisdiccional Supremo en Materia Laboral y Previsional
llevado a cabo en la ciudad de Lima el 19 de octubre de 2016, donde se estableció
que las remuneraciones percibidas por el demandante (víctima) y el periodo que duró
el despido eran solo uno de los criterios para fijar el monto indemnizatorio por lucro
cesante; precisándose también en el Pleno del año 2019 llevado a cabo en Tacna, que
en este tipo de daño importa, no las remuneraciones dejadas de percibir, sino todos
aquellos ingresos que el trabajador pudo percibir de continuar laborando para el
empleador que lo despidió de forma inconstitucional, menos los costos (no gastos) de
conseguir esos ingresos; restando, además, la incidencia de haber conseguido trabajo
con un nuevo empleador.
Por lo antes expuesto, el monto que reconoce la Corte Suprema como lucro cesante
está lejos de ser razonable; pues, ha dejado de lado lo más básico del significado de
este tipo de daño: utilidad. Además de lo cual, la Corte Suprema ha negado la
incidencia de que la víctima haya obtenido ingresos mensuales a través de otro
empleador, los cuales no habría podido obtener de no haberse configurado el hecho
dañoso; con lo que, la víctima ha actuado de acuerdo con la carga de mitigación del
daño. Esto significa, contrariamente a lo reconocido por la Corte Suprema, que se ha
establecido un monto indemnizatorio por lucro cesante que es irrazonable y arbitrario,
y desconoce los criterios establecidos por nuestro ordenamiento jurídico en materia de
responsabilidad civil contractual, detallados en el Código Civil. Por lo tanto, la fórmula
establecida por la Corte Suprema debe rechazarse, por no ser coherente con la
institución jurídica de la responsabilidad civil y, específicamente, con el lucro cesante
como un tipo de daño indemnizable.
Pese a que existe jurisprudencia del Poder Judicial, a través de las diferentes
instancias, que se acercan a la esencia del lucro cesante, vemos que con el último
pronunciamiento se empieza nuevamente a alejar del verdadero concepto y naturaleza
del lucro cesante como un daño resarcible a través de un proceso de responsabilidad
civil. Con lo cual, en la práctica, a pesar de que sea negado por los jueces, estos
terminan reconociendo las remuneraciones devengadas proyectadas del demandante,
aunque invoquen el artículo 1332 del Código Civil para una supuesta valoración
equitativa del lucro cesante. Por lo que, a raíz de lo estudiado y analizado
precedentemente, resulta necesario establecer criterios razonables que signifiquen
una correcta, y equitativa determinación del lucro cesante.
Es razonable reconocer y pensar que la determinación de los costos en los que incurre
una persona para generar su remuneración es sumamente difícil. Sin embargo, no es
una tarea imposible si nos remitimos a información estadística confiable, que nos
podría aproximar verdaderamente a una cuantificación o valoración equitativa del
resarcimiento. Estas bases de datos nos proporcionan información promedio de la
población peruana. Dentro de esta información, será necesario identificar qué es lo
que interesa para el tema de análisis. En cuyo caso, uno de los datos más relevantes
será el ingreso promedio (bruto) de una persona que vive en la ciudad o en un espacio
geográfico similar al lugar donde se realiza el proceso. Por el lado opuesto, para
determinar los costos que hemos aludido anteriormente, es necesario usar aquellos
datos que nos informen sobre los gastos promedios en transporte y alimentación fuera
del hogar en los que incurre una persona que vive en la ciudad o en un espacio
geográfico similar al lugar donde se realiza el proceso. Estos últimos datos, han sido
tomados en cuenta porque es la información que nos brindan las bases de datos y son
los más cercanos a reflejar los costos directos en los que incurriría una persona
promedio para generar sus ingresos mensuales.
Debe tenerse presente lo que se busca con este resarcimiento. Se pretende reintegrar
aquellas ganancias netas que se habrían logrado obtener de continuar trabajando; por
lo que, si se logra generar ganancias netas de otra fuerte de trabajo subordinado, lo
lógico y razonable es que esto incida en el cálculo del lucro cesante; pues, las
ganancias netas de esta otra fuente de trabajo subordinado no habrían podido
generarse de haber continuado trabajando para el empleador demandado. Motivo por
el cual, de no reconocerse esta incidencia, estamos ante un caso de enriquecimiento
sin causa o injustificado. Por lo tanto, si el empleador demandado logra demostrar que
“el demandante ha percibido ingresos que no hubiese podido obtener de no haberse
materializado el cese, estos evidentemente desvirtúan el lucro cesante en todo o en
parte según sea el caso” (Ávalos Jara, 2018). Debiendo ser precisado que lo
importante es reconocer la incidencia solo de aquellas ganancias netas por trabajo
subordinado que el trabajador no haya podido obtener de no materializarse el despido
inconstitucional; pues, si estas ganancias perfectamente se podrían haber obtenido
independientemente del despido, no tendrían por qué afectar la indemnización por
lucro cesante. Del mismo modo, por ejemplo, si se tratan de servicios independientes
que el demandante (víctima) habría estado generando, incluso, antes del despido
inconstitucional, no sería razonable que incida negativamente en el cálculo de la
indemnización por lucro cesante.
No obstante, el hecho de que el demandante (víctima) no haya prestado servicios,
subordinados o independientes, y no haya generado ningún ingreso, no significa que
sea posible deducir, por ejemplo, la remuneración mínima vital, invocando el deber de
trabajar; pues, tal como ha sido reconocido en el apartado correspondiente, el hecho
de no trabajar no justifica que el Estado implemente sanciones, pues nuestro propio
Estado no puede garantizar el derecho al trabajo de todos sus miembros (puestos de
trabajo). Por ello, si no se logra demostrar que el demandante prestó servicios
subordinados o independientes, no autoriza a deducir ningún monto de la
indemnización por lucro cesante.
Asimismo, no se debe perder de vista que esta carga es una manifestación del
principio de buena fe contractual, que debe ser aplicado y tomado en cuenta, incluso,
desde los actos preparatorios del contrato (momento precontractual), extendiéndose
hasta el momento posterior a su ejecución. Del mismo modo, como se ha estudiado y
analizado anteriormente, la carga de mitigación del daño actúa también como un límite
de la responsabilidad civil; con la finalidad de que los daños no se extiendan
innecesariamente y tampoco se incurra en un enriquecimiento sin causa del acreedor
del resarcimiento (víctima del daño). No obstante, ese sería un plano ideal del proceso
laboral de indemnización por daños y perjuicios como consecuencia de un despido
inconstitucional; y, además, teniendo en cuenta que no es posible aplicar sanciones
específicas y directas al incumplimiento del deber de trabajar, si el demandante no
aporta este tipo de medios probatorios, tampoco tendrían incidencia negativa en el
cálculo del lucro cesante.
X. Conclusiones
Bibliografía