Eric Hobsbawm-La Era Del Capital, 1848-1875. Capt 5 y 6

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92 LA ERA DEL CAPITAL. 1848-!

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década de 1 870. De hecho, no iba a haber una guerra. así durante otros cua­
renta años, más tiempo del que nunca ha conocido el siglo xx . Con todo,
nuestra generación, que puede mirar atrás y escribir de casi treinta años sin
guerra entre algunas de las potencias grandes o incluso de mediano tamaño,*
sabe mejor que nadie que la -ausencia de guerra puede combinarse con el per­
manente temor a ella. Sin embargo, y a pesar de Los conflictos, la era del
triunfo liberal fue estable. Después de 1 875 dejó de serlo.

5. LA CONSTRUCCIÓN DE NACIONES

¿Pero qué . . . es una nación? ¿Por qué Holanda es nación, en


tanto que no lo son Hannover y el Gran Ducado de Parma?

ERNEST RENAN, 1882 1

¿Qué es lo nacional? Cuando nadie entiende una palabra del


idioma que hablas.

JOHANN NESTROY, 18622

Si un gran pueblo no cree que la verdad sólo se encuentra en


él . . . , si no cree que únicamente él está dotadO y destinado para
elevar y salvar a los demás con su verdad, se transformará en
seguida en material etnográfico y no será un gran pueblo . . . Una
nación que pierde esta creencia deja de ser nación.

F. DosTOIEVSKI, 1 8 7 1 - 1 872 J

NATIONS. Réunir ici tous les pleuples (?)

ÜUSTAVE FLAUBERT, c. 18524

Si las políticas internacional e interior se hallaban estrechamente entrela­


zadas durante este período, el nexo que las vinculaba de manera más- obvia
era lo que nosotros llamamos «nacionalismo», pero que hacia la mitad del
siglo XIX aún se conocía como «el principio de la nacionalidad». ¿De qué tra­
taron las políticas internacionales entre 1848 y la década de 1 870? La tradicio�
nal historiografía occidental lo dudó muy poco: de la creación de una Europa
de estados-nación. Quizá existiera considerable incertidumbre en cuanto a la
relación entre esta faceta de la época y otras que evidentemente estuvieron
conectadas con ella, como, por ejemplo, el progreso económico, el liberalismo,
tal vez incluso la democracia; pero no hubo ninguna vacilación respecto a la
función central de la nacionalidad.
¿Y cómo iba a haberla? Sea lo que fuere 1 848, la <<primavera de los pue­
* Con la excepción del conflicto entre Estados Unidos y China en Corea en 1950- 1953,
blos», también fue claramente, y en especial en términos internacionales, una
cuando a China no se la consider3.ba todavía una gran poteHt:ia.
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afimiación de la nacionalidad, o mejor dicho, de nacionalidades rivales. Ale­ según lo denominó Walter Bagehot (1826-1 877), se estaba produciendo en
manes, italianos, húngaros; polacos, rumanos y los demás afirmaron su dere­ todo el mundo y era característica dominante de la época.
cho a ser estados independientes y unificados uniendo a todos los miembros La cosa era tan obvia que apenas se investigó la naturaleza del fenóme­
de sus naciones contra los gobiernos opresores, al igual que hicieron -checos, no: «No podemos imaginamos a aquellos para quienes es una dificultad: "sa­
croatas, daneses y otros, aunque con -crecientes recelos sobre las aspiraciones bemos lo que es cuando no nos lo preguntas", pero es imposible explicarlo
revolucionarias de naciones mayores que paredan excesivamente dispuestas o definirlo con mucha rapidez»,5 y pocos creían que lo necesitaban. ¿Seguro
a sacrificarse. Francia era ya un estado nacional independiente, y a pesar de que el inglés sabía lo que era ser inglés, y que el francés, el alemán, el ita­
ello nacionalista. liano o el ruso no tenían dudas de su identidad colectiva? Quizá nó, pero en
Las revoluciones fracasaron, pero las mismas aspiraciones dominaron la -
la época de la construcción de naciones se creía que esto implicaba la lógica,
política europea de los siguientes veinticinco años. Como hemos visto, esas necesaria y deseable transformación de las «naciones» en -estados-nación so­
aspiraciones se satisficieron realmente de una forma u otra, aunque, desde beranos, con un territorio c-oherente definido por el área que -ocupan los
luego, por medios no revolucionarios o sólo marginalmente revolucionarios.
miembros de una «nación», que a su vez la definen su historia pretérita, su
Francia volvió a ser una caricatura de «gran nación» bajo una caricatura del
gran Napoleón� Italia y Alemania se unieron bajo los reinos de Saboya Y cultura común, su composición étnica y, de modo creciente, su lenguaje.
embargo, no hay nada lógico en esta implicación. Si es innegable y tan vieja
Sin

Prusia; Hungría logró la propia dirección estatal mediante el Compromiso como la historia la existencia de grupos diferentes de hombres que se distin­
de 1867; Rumania se convirtió en estado por fusión de los dos «principados guen de otros grupos por la diversidad de criterios, no lo es, en cambio, que
danubianos». Sólo Polonia, que no había tomado parte adecuada en la revo­
impliquen lo que el siglo XIX consideraba como tener «Categoría de nación».
lución de 1 848, fracasó en su intento de conseguir la independencia o la
Aún sucede menos que estén organizados en estados territoriales del tipo del
autonomía por la insurrección de 1863.
siglo XIX, y no digamos nada de los estados coincidentes con «naciones>>. Es­
En el extremo oeste de Eurqpa, así como en el extremo sureste, se im­
tos fueron fenómenos históricos relativamente recientes, si bien algunos esta­
puso por la fuerza el «problema nacional». Los fenianos lo provocaron en
dos territoriales más antiguos, como Inglaterra, Francia, España, Portugal y
Irlanda en forma de insurrección radical, apoyados por millones de conciu­
quizá incluso Rusia, se podían haber definido como «estados-nación» sin que
dadanos a los que apretaba el hambre y el odio de Gran Bretaña a Estados
por ello fuera un absurdo. Hasta como programa general, la aspiración de for­
Unidos._ La crisis endémica del plurinacional imperio otomano adquirió la
mar estados-nación a partir de no-estados-nación fue un .producto de la Revo­
forma de sublevaciones por parte de los diversos pueblos cristianos que du­
rante tanto tiempo habían estado bajo su dominio en los Balcanes. Grecia y lución francesa. Consecuentemente, debemos distinguir con mucha claridad
entre la formación de naciones y el «nacionalismo», en cuanto que esto tuvo
Serbia eran ya independientes, áunque todavía mucho más pequeñas de lo
que creían que debían ser. Rumania obtuvo la independencia a finales de la lugar en nuestro período, y la creación de estados-nación.
década de 1 850. Las insurrecciones populares de principios de la década El problema no fue meramente analítico, sino práctico. Porque, sin con­
de 1870 precipitaron otra crisis turca interior e internacional, lo que conse­ tar al res-to del mundo, Europa se hallaba evidentemente dividida en «nacio­
guiría la independencia para Bulgaria al final d� la década y aceleraría la nes» sobre cuyos estados o aspiraciones de fundar estados había, adecuada
«balcanización» de los Balcanes. La llamada <<cuestión oriental», aquella o inadecuadamente, pocas dudas, y en aquellos otros territorios sobre los
permanente preocupación de los ministros del exterior, se planteaba ahora cuales había gran incertidumbre. La mejor forma de determinar las primeras
primariamente en la forma de cómo volver a dibujar el mapa de la Turquía era el hecho político, la historia institucional o la historia cultural de lo li­
europea entre uh incierto número de nuevos estados de inciertas dimensiones terario. Francia, lngJaterra, España, Rusia eran indudablemente «naciones»
que pretendían y creían ser «naciones». Y un poco más hacia el norte los porque tenían estados identificados con lo francés, lo inglés, etc. Hungría
problemas internos del imperio de los Habsburgo eran incluso más paten­ y Polonia eran naciones porque dentr-O incluso del imperio de los Habsbur­
temente aquellos de sus nacionalidades constituyentes, varias de las cuales go -existió un reino húngaro como entidad autónoma, y hubo durante mucho
-y en potencia todas ellas- presentaron demandas que iban desde una tiempo un estado polaco hasta que fue destruido a finales del siglo xvm.
suave autonorrúa cultural a la secesión. Alemania era nación por dos razones: primera, debido a que sus numerosos
Hasta fuera de Europa era dramáticamente visible la construcción de na­ principados, si bien nunca se unieron en un estado territorial, formaron du­
ciones. ¿Qué fue la guerra civil norteamericana sino el intento de manten�r la rante mucho tiempo el llamado «Sacro Imperio Romano de la Nación Ale­
unidad de la nación norteamericana contra el desperdigamiento? ¿Qué fue mana>> y siguieron formando la Federación alemana, y segunda, porque to­
la restauración Meiji sino la aparición de una nueva y orgullosa «nación» dos los alemanes cultos compartían el mismo 'lenguaje y la misma literatura
en el Japón? Era prácticamente innegable que <�a construcción de naciones», escritos. Por su parte, Italia, aunque nunca fue entidad política, contaba qu-i-
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zá con la más antigua cultura literaria común de su minoría selecta.* Y así fuerza militar; esto es, tenía que ser por lo menos moderadamente grande. De
sucesivamente. hecho, iba a ser la unidad «natural» del desarrollo de la sociedad moderna,
liberal, progresiva y burguesa de jacto. La «unificación», igual que la «inde­
El criterio «histórico» de categoría de na�ión implicaba, pues, la impor­
pendencia», era su principio, y allá donde no existían argumentos históricos
tancia decisiva de'las instituciones y cultura de las clases gobernantes o mi­
norías selectas preparadas, suponiendo que éstas se identificaran o no fueran para la unificación -al contrario de, por ejemplo, en Italia y Alemania-, se
formulaba como programa cuando era factible. No hay en absoluto eviden­
demasiado incompatibles con el pueblo común. Sin embargo, el argumento
cias de que los eslavos balcánicos se hayan considerado nunca miembros
ideológico a favor del nacionalismo era muy distinto y mucho más radical,
de la misma nación, pero los ideólogos nacionalistas que surgieron en la
democrático y revolucionariO. Se basaba en el hecho de que, sea lo que fue­
primera mitad del siglo pensaron en una «Iliria» apenas más real que la de
re lo que dijera la historia o" la cultura, los irlandeses eran irlandeses y no
Shakespeare, en un estado «yugoslavo» que uniría a serbios, croatas, eslove­
ingleses, los checos, ch�cos y no alemanes, los finlandeses no eran rusos, y
nos, bosnios, macedonios y otros, quienes, para no decir más, aún hoy de­
ningún pueblo debía ser explotado y gobernado por otro. Se podrían buscar
muestran que su nacionalismo yugoslavo se halla en conflicto con sus sen­
o inventar argumentos históricos para apoyar esta demanda -siempre pue­
tinlientos como croatas, eslovenos, etc.
den descubrirse-, pero, en esencia, el movimiento checo no se.basó en la
El paladín más elocuente y típico de la «Europa de las nacionalidades»,
pretensión de restaurar la corona de san Wenceslao, ni el irlandés en la abro­
Giuseppe Mazzini (1 805-1872), propuso en 1857 un inapa de su Europa
gación de la Unión de 1801. El fundamento de esta actitud de separación no
ideal; 6 consistía meramente en once uniones de este tipo. Está claro que
era necesariamente «étnico», en el sentido de existir unas diferencias físicas
su idea de «estados-nación» era muy distinta de la de Woodrow Wilson,
o incluso lingüísticas de pronta identificación. A lo largo de nuestro período
quien presidió el nuevo y sistemático trazado del �apa europeo de acuerdo
los movimientos de los irlandeses (la mayoría de los cuales hablaba ya in­
con los principios nacionales de Versalles en 1919-1920. Su Europa consis­
glés), los noruegos (cuyo idioma literario no era muy distinto del danés) o los
tía en veintiséis o (incluyendo a Irlanda) veintisiete estados soberanos, y se­
finlandeses (cuyos nacionalistas eran de habla sueca y -finlandesa) no provo­
gún el criterio de Wllson se podían haber completado con unos cuantos más.
caron ninguna cuestión fundamentalmente lingüística. Si el problema era cul­
¿Qué les iba a pasar a las naciones pequeñas? Sencillamente, tendrían que in­
tural, no se trataba de la «alta cultura>> de la que poco poseían varios de los
tegrarse de modo federal o de otra manera en los estados-nación viables, con
pueblOs en cuestión, sino de la cultura oral --cantos, baladas, epopeyas, etc.,
o stn alguna autonomía aún indeterminada, aunque esto parecía eludir la ad­
costumbres y formas de vida de «lo folklórico>>-- del pueblo común, o sea, el
vertencia de Mazzíni en el sentido de que el hombre que propusiera la unión
campesinado a efectos prácticos. La primera etapa del «florecimiento nacio­ de Suiza con Saboya, el Tiro! alemán, Carintia y Eslovenia difícilmente po­
nal» pasaba invariablemente por la adquisición, recuperación y acumulación dría criticar al --digamos- imperio de los Habsburgo por hollar el principio
de orgullo debidas· a esta herencia folklórica (véase La era de la revolución, nacional.
capítulo 14). Pero, en sí misma, esta circunstancía no era política. Quienes lo El argumento más simple de aquellos que identificaban los estados-nación
promovían eran casi siempre miembros cultos de la clase dirigente extranjera con el progreso era la t:tegación del carácter de naciones «reales» a los pue­
o minoría selecta, como, por ejemplo, los pastores luteranos alemanes o los blos pequeños y atrasados, o argüir que el progreso les debía reducir a meras
caballeros intelectuales del Báltico que reunieron el .folklore y las antigüeda­ icliosincrasias provinciales dentro de las naciones <<reales» más grandes, o in­
des del campesinado letón o estonio. Los irlandeses no eran nacionalistas por­ cluso hacerlos desaparecer por la asimilación a algún Kulturvolk. Esta teoría
que creían en los duendes. no parecía ser irrealista. Después de todo, la incorporación de los habitantes
Más adelante expondremos por qué y hasta qué punto eran nacionalistas. de Mecklemburgo a Alemania como miembros no les apartó de hablar un dia­
Lo significativo aquí es que la típica nación «ahistórica» o «Semihistórica» lecto que estaba más cerca del holandés que del buen alemán y que no podía
era también una nación pequeña, y esto hacía que el -nacionalismo del si­ entender ningún bávaro, y por la misma causa los eslavos de Lusacia no de­
glo XIX tuviera que enfrentarse con un dilema que raramente se ha recono­ jaron de aceptar (como siguen haciendo hoy) un estado básicamente alemán.
cido. Porque los defensores del «estado-nación» no sólo afihnaban que debía La existencia de los bretones y parte de los vascos, catalanes y flamencos, sin
ser nacional, sino que también debía ser «progresivo», es decir, capaz de de­ contar a los hablanteS del provenzal y de la langue d'oc, fue perfectamente
sarrollar una economía viable, una tecnología, una organización estatal y una compatible con la nación francesa de la que formaban parte, y si los alsacia­
nos crearon problemas fue únicamente debido a que otro gran estado-nación,
* Ningún inglés, francés o alemán contemporáneo puede leer las obras literarias del si� Alemania, se disputó su alianza. Por otro lado, se dieron ejemplos de peque­
glo XIV escritas en sus países sin aprender gran parte de un idioma distinto; sin embargo, todos ños grupos lingüísticos cuya culta minoría selecta consideraba sin melancolía
los italianos cultos pueden leer hoy al Dante con menos dificultad que los hablantes de inglés
la futura desaparición de su lengua. Gran cantidad de galeses se resignaron
moderno pueden leer a Shakespeare. <:)
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a ello a mediados del siglo XIX y algunos hasta lo aprobaron como medio de
fa�Üitar la penetración del progreso en una región atrasada. landés. Nada es más paradójico que su fallo -en adaptar al modelo naciona­
En tales argumentos se apreciaba un fuerte elemento de desigualitarismo lista el movimiento nacional sobre cuya base masiva no podía haber duda
y quizá aún uno mayor de indicio especioso. Algunas naciones -las gran­ concebible. Políticos de todas las clases se sintieron obligados a aceptar la
des, las <<avanzadas», las establecidas, Y ciertamente la del ideólogo-- se ha­ tercera alternativa para los checos, cuyo movimiento nacional, si bien no
llaban destinadas por la historia a prevalecer o (si el ideólogo prefería la fra­ vislumbraba entonces la independencia -total, no pudo ya ser discutido des­
seología ctarwiniana) a vencer en la lucha por la existencia; con otras, en pués de 1848. Naturalmente, donde era posible no se prestaba ninguna aten­
cambio, no ocurría lo mismo. Sin embargo, esto no debe interpretarse sim­ ción a tales movimientos. Difícilmente se preocupaba ningún extranjero de
plemente como una. conspiración de alfiunas naciones para oprimir a otras, advertir que varios de los estados «nacionales» más antiguos eran, en r-eali­
aunque difícilmente podría censurarse a los portavoces de las naciones no re­ dad, plarinacionales. (por ejemplo, Gran Bretaña, Francia, España), ya que
conocidas por pensar así. - Ya que. el argumento se dirigía por igual contra los los gáleses, los es_coceses, los bretones, los catalanes, etc., no planteaban
idiomas y culturas regionales de la nación y contra los intrusos, aparte de que ningún problema internacional y (con la posible excepción de los catalanes)
no pretendía necesariamente su desaparición sino sólo su degradación del tampoco suscitaban dificultades significativas en la política interior de sus
estatus de «idioma» al de «dialecto». Cavour no negó el derecho de los sa­ países.
boyanos a hablar en una Italia unida su lengua (más cercana al francés que
a1 italiano): él mísmo la hablaba al tratar casi siempre cuestiones internas.
Cavour y otros nacionalistas italianos insistieron meramente en que sólo debía II
haber un idioma y un medio de instrucción oficial, el italiano, y que los de­
más deberían ser secundarios. Por este motivo ni los sicilianos ni los sardos Existía, pues, una diferencia fundamental entre el movimiento para fun­
insistieron en su categoría de nación autónoma, y su problema se pudo· rede­ dar estados-nación y el «nacionalismo». El uno era un programa encaminado
fiÍür como «regionalismo». La fricción sólo era políticamente significativa a construir una estructura política con pretensiones de estar fundamentada en
cuando un pequeño pueblo pretendía la categoría de nación, como sucedió el otro. No hay duda de que muchos de los que se creían «alemanes»- para
con los checos en 1848 al rehusar -sus portavoces la invitación de los libera­ algunos fines, no pensaban en que esto implicara un único estado alemán, un
les alerrlaries a participar en el parlamento de Frankfurt. Los alemanes no ne­ estado alemán específico, y mucho menos un estado que, como decía la can­
gaban que eXistieran checos. Simplemente constataban, con toda propiedad, ción, incluyera a todos los alemanes que vivían en el territorio limitado por
que los checos cultos leían Y escribían alemán, compartían la elevada cultura los ríos Mosa en el oeste y Niemen en el ·este, los estrechos marítimos de Di­
alemana y (impropiamente), por lo tanto, eran alemanes. El hecho de que la namarca (el cinturón) en el norte y el rfo Adige en el sur. Por ejemplo, Bis­
minoría selecta cheCa hablara también checo y compartiera la cultura del marck habría negado que su rechaz-o de este programa de una «Alemania
pueblo local era, por lo visto, políticamente insignificante, al igual que las ac­ más grande» significara que él no era un Junker alemán y prusiano, amén de
titudes del pueblo común en general Y del campesinado en particular. servidor del estado. Él era alemán, pero no alemán nacionalista, probable­
Consecuentemente, enfrentados a las aspiraciones nacionales de- los pue­ mente ni siquiera «pequeño alemán» nacionalista por convicción, aunque fue
blos pequeños los ideólogos de la «Europa nacional» tenían tres elecciones: él quien realmente unificó el país (con la exclusión de las áreas del imperio
podían negar su legitimidad o su e�sten:ia en conjunto, podían reducirlos a austríaco que habían pertenecido al Sacro Imperio Romano y la inclusión de
movimientos en pro de la autonom1a regiOnal. y podían aceptarlos como rea­ los territorios que Prusia había conquistado a Polonia y que nunca habían
lidades innegables, pero ingobernables. Los alemanes tendieron a elegir la formado parte de ella). Un caso extremo de divergencia entre el nacionalis­
primera alteroativa con pue?l?s com.? los eslovenos, y los húngaros -con los mo y el concepto de estado-nación fue Italia, cuya mayor parte se unificó
eslovacos.* Cavour y Ma,zzm1 prefineron la segunda para el movimiento ir- bajo el rey de Saboya en 1859-1 860, 1866 y 1870. Había que remontarse a
la antigua Roma para descubrir el precedente - histórico de administración
única de todo el territorio comprendido entre los Alpes y Sicilia, al que Met­
-�< Debemos diferenciar esta actitud de la de los revolucionarios sociales que, al menos en
nuestro período,_ no dieron ningún gran significado al nacionalismo, y por lo mismo tuvieron ternich definió con toda justicia como «mera expresión geográfica». En el
de él una visión puramente funcional. Para Marx, el nacionalismo húngaro y polaco de 1848- era momento de la unificación, en 1860, se calculó que no más del 2,5 por 100
bueno porque se movilizó en el bando de la �volución, Y el nacionalismo checo y croata malo de sus habitantes hablaba realmente el italiano para los fines ordinarios de la
porque objetivamente se promovió en el pa:udo de la contrarrevolución. Sin ·embargo, no pode�
vida, mientras el resto hablaban idiomas tan distintos que a los maestros de
mas negar que existía un elemento de na�wnalismo de gran nación -en tales actitudes, aspecto
escuela que envió el estado italiano a Sicilía en la década de 1 860 se les
que fue muy evidente en los revolucionanos franceses de elevado chauvinismo (sobre todo en
los blanquistas), y de difícil negación incluso en Friedrich Engels. tomó equivocadamente por ingleses.7 Es probable que en aquella fecha un
oi
porcentaje mucho mayor, mas no obstante aún una modesta minoría, penSa-
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ran que en primer lugar eran italianos. No es extraño que Massimo d'Aze­ En la mayoría de las demás naciones, sobre todo en las nacientes, sólo
glio ( 1792-1866) exclamara en 1860: «Hemos hecho Italia; ahora tenemos el mito y la propaganda se daban por supuestos a mediados del siglo xrx. En
que hacer los italianos». . ellas, y después de su fase sentimental y fplklórica, el moviiniento «nacio­
Sin embargo, sea cual fuere su natj.1raleza y programa, los movimientos nal» tendía a ser político, con el surgimiento de grupos de mandos más o
que representaban «la idea nacional» crecían y se multiplicaban·. No repre­ menos grandes dedicados a «la idea nacional», publicaciones de diarios na­
sentaron con frecuencia --o siquiera normalmente- lo que hacia principios cionales y otra literatura, organizadores de sociedades nacionales, intentos de
del siglo xx se convirtió en la versión modelo (y extrema) del programa na­ establecer instituciones educativas y culturales, y diversas actividades más
cional, o sea, la necesidad para cada «pueblo» de un estado totalmente inde­ claramente políticas. Pero, en general, en esta etapa � movimiento le falta­
pendiente, territorial y lingüísticamente homogéneo, secular, y probablemente ba aún apoyo serio por parte de la masa de la población. Éste provenía prin­
del parlamento republicano.* No obstante, todos ellos propugnaban cambios cipalmente de la capa intermedia que existía (aunque con dudas) entre las
políticos más o menos ambiciosQs, y esto es lo que les hacía «nacionalistas». masas y la burguesía o aristocracia local, y especialmente de los ilustrados:
Éstos son los que nosotros debemos consid.erar ahora, evitando el anacronis­ maestros, los niveles más bajos de la clerecía, algunos tenderos y artesanos,
mo de la sapiencia a posteriori y la tentación de confundir las ideas de los y la clase de horilbres que habían ascendido tanto como les fue posible sien­
dirigentes nacionalistas más vociferantes con las que sostenían en realidad do hijos de un estrato campesino subordinado en una sociedad jerarquizada.
sus seguidores. Por último, los estudiantes procedentes de algunas facUltades, seminarios y
No debemos pasar por alto la sustancial diferencia que existía entre los escuelas superiores de mentalidad nacional les proporcionó un conjunto ya
nacionalismos viejos y nuevos, puesto que los primeros no sólo incluían formado de militantes activos. Desde luego en las naciones «históricas» que
las naciones «históricas» que aún no poseían sus propios estados, sino aque­ para resurgir como estados necesitaban poca cosa, salvo la eliminación del
llas que contaban con ellos desde mucho tiempo atrás. ¿En qué medida sin­ gobierno extranjero, la minoría selecta local -burguesía acomodada en Hun­
tieron los británicos el nacionalismo británico? No gran cosa, a pesar de la gría y Polonia, burócratas de la clase medía en Noruega- proporcionaba
virtual ausencia en esta etapa de movimientos a favor de la autonomía gale­ unos mandos más inmediatamente políticos y a veces una base mayor al
sa y escocesa. Había un nacionalismo inglés, pero las naciones más peque­ nacionalismo (véase La era de la revolución, capítulo 7). En conjunto, esta
ñas de la isla no lo compartían. Los emigrantes ingleses a Estados Unidos es­ fase de nacionalismo finaliza entre 1 848 y la década de 1 860 en el norte, el
taban orgullosos de su nacionalidad y, por lo tanto, eran reacios a adoptar la oes�e y el centro de Europa, si bien muchos de los pueblos más pequeños del
ciudadanía norteamericana, pero los emigrantes galeses y escoceses no tenían Báltico y los eslavos empezaban prácticamente a entrar en ella.
la misma fidelidad. Al poder seguir siendo tan orgullosamente galeses y Por causas obvias, los sectores más tradicionales, atrasados o pobres de
escoceses con la ciudadanía norteamericana como con la británica, se natu­ un pueblo eran los últimos en participar en tales movimientos: obreros, sier­
ralizaban libremente. ¿En qué medida sintieron el na_cionalismo francés los vos y campesinos, quienes seguían la senda trazada por las minorías selec­
miembros de la grande nation? No lo sabemos, pero las estadísticas de eva­ tas «educadas». La fase de un nacionalismo masivo, que por tanto caía nor­
sión del reclutamiento a principios del siglo sugieren que ciertas regiones del malmente bajo la influe:ncia de organizaciones de la nacionalista capa media
oeste y del sur (y no digamos nada del caso especial de los corsos) conside­ liberal-democrática --excepto cuando la contrarrestaban partidos obreros
raban que el servicio militar obligatorio era una desagradable imposición en y socialistas independientes-, tenía uria cierta correlación con el desarrollo
vez de un deber nacional del ciudadano francés. Como sabemos, los alema­ político y económico. En los territorios checos comenzó en la revolución
nes tenían distintos pareceres respecto a las dimensiones, la naturaleza y la de 1 848. decayó en la década absolutista de 1850, pero creció enormemente
estructura del futuro estado alemán unido, pero ¿a cuántos de ellos les preo­ durante el rápido progreso económico de la de 1860. cuando las condiciones
cupaba de verdad la unificación alemana? Se acepta �n general que no a los políticas eran también más favorables. Por entonces una nativa burguesía che­
campesinos alemanes, ni siquiera en la revolución de 1848, cuando predomi­ ca había adquiridO suficient!':! riqueza para fundar un eficáz banco checo y fi­
naba en la política la cuestión nacional. Estos fueron países en los que el na­ nalmente instituciones tan onerosas como .un Teatro Nacional en Praga (que se
cionalismo y el patriotismo masivo apenas puede negarse, y demuestran lo abrió de modo provisional en 1 862). Además, organizaciones culturales masi­
imprudente que es dar por sentada su universalidad y homogeneidad. vas como los clubs gimnásticos Sokol ( 1862) se extendían ahora por todas las
zonas rurales y -las campañas políticas posteriores al Compromiso austrohún­
garo se presentaron mediante una serie de vastas manifestaciones de masas al
* El sionismo, debido al extremismo de sus pretensiones, ilustra esto con claridad, ya aire libre -alrededor de 140, con una participación aproximada de 1,5 millo­
que implicó la conquista de un territorio y la invención· de l>na lengua y la secularización de las nes en 1868-1871-3 que, incidentalmente, ilustran la novedad y el «interna­
estructuras políticas de un pueblo cuya unidad histórica consistió exclusivamente en la prácti-
ca de una religión común. <� cionalismo» cultural de los movimientos nacionales de masas. A falta de un
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desa de conquista extranjera, pobreza. opresión y gran parte de la clase de


nombre propio para designar tales actividades, los ·checos utilizaron inicial­
terratenientes angloprotestantes impuesta al -campesinado irlandés y -católico
mente el término «mitin», tomándolo del movimiento irlandés que intentaron
movilizaba al menos político. En la primera mitad del siglo los dirigentes de
copiar.* Sin embargo, y como recuerdo a los husitas del siglo xv, · ejemplo
estos movimientos de masas pertenecían a la (pequeña) clase media irlandesa
natural para la militancia nac-ional checa, pronto se inventó un nombre ade­
y su propósito -al que había apoyado la única organización nacional efecti­
cuado y tradicional: el de «tabor». A su vez, este término lo adoptaron los
va, la Iglesia� había sido la consecución dé un moderado acuerdo con los
nacionalistas croatas para sus manifestaciones, si bien los husitas no tuvieron
ingleses. Las novedades que presentaban los fynianos, quienes por primera
relevancia histórica para ellos.
vez se manifestaron como tales a ñnales de lai:iécada de 1850, eran su abso­
Este tipo de nacionalismo de masas era nuevo, y muy distinto del nacio­
luta independencia de los moderados de la clase media. que su apoyo provenía
nalismo de minoría selecta o de clase media de los moVimientos italianos y
enteramente de las masas populares -inclusive de sectores dei campesina­
alemanes. Por otro lado, existía desde mucho tiempo atrás otra forma de na­
do, a pesar de la abierta hostilidad de la Iglesia-, y que eran los primeros
cionalismo masivo: más tradicional, más revolucionario y más independiente
en emprender un programa de total independencia de Inglaterra basado en la
de las clases medias locales, aunque sólo fuera porque éstas no tenían una
insurrección armada. Pese a su nombre, derivado de la mitología heroica de
gran consecuencia económica y política. Pero ¿podemos calificar de «nacio­
la v-ieja Irlanda, su ideología no era en absoluto tradicional, si bien su nacio­
nalistas» a las rebeliones de campesinos y montañeses contra el gobierno ex­
nalismo secular e incluso anticlerical no puede ocultar el hecho de que para
tranjero, cuando únicamente les unía la conCiencia de opresión, la xenofobia
la masa de los irlandeses fenianos_ el criterio de nacionalidad era -(y aún es)
y una vinculación a la vieja tradición, a la verdadera fe y a un vago sentido
la fe católica. Su incondicional concentración en una república irlandesa ob­
de identidad étnica? Sólo cuando se hallaban vinculados por una u otra razón
tenida por la lucha armada sustituyó a cualquier programa social, económico
a los modernos movimientos nacionales. Podría -discutirse si existía esa posi­
e incluso de política interior, y su heroica leyenda de pistoleros y mártires re­
bilidad de vinculación en el sureste de Europa, donde tates sublevaciones
beldes ha sido hasta nuestros días demasiado poderosa para aquellos que qui­
destruyeron mucho del imperio turco, particularmente en la década de 1870
sieron formular uno. Esta es la «tradición republicana» que perdura en la
(Bosnia, Bulgaria), aunque es innegable que dieron lugar a estados indepen­
década de 1970 y que ha resurgido en la guerra civil del Ulster en el IRA
dientes {Rumania, Bulgaria) que pretendieron ser nacionales. Con mucho po­
«Provisional». La presteza de los fenianos por aliarse -con revolucionarios
dríamos hablar de un protonacionalismo a semejanza del de los rumanos, que
socialistas, y la de éstos por reconocer el carácter revolucionario del fenia­
eran conscientes de la diferencia de lenguaje que tenían con- los eslavos, hún­
nismo, no debiera alentar grandes ilusiones.*
garos y alemanes que les rodeaban; o del de los eslavos conscientes de una
Pero tampoco deberíamos subestimar la novedad y el significado históri­
cierta «Calidad de eslavo», que los intelectuales y políticos de nuestro perío­
co de un movimiento cuyo apoyo financiero provenía de las masas de obre­
do trataron de ·desarrollar en ideologías de paneslavismo. ** E incluso entre
ros irlandeses a los que empujaba el hambre y el odio de Inglaterra a Estados
ellos es probable que el sentimiento de solidaridad -de los cristianos orto­
Unidos, cuyos reclutas procedían de proletarios irlandeses emigrados a Norte­
doxos con el gran ortodoxo imperio de Rusia fuera la fuerza que le propor­
américa e Inglaterra -apenas había obreros industriales en lo que ahora es la
cionó realidad en este período.
República irlandesa- y de jóvenes campesinos y de peones de hacienda de los
COn todo, uno de dichos movimientos era incuestionablemente nacional:
antiguos baluartes del «terrorismo agrario» irlandés, -cuyos mandos eran de esta
el irlandés. La Hermandad Republicana Irlandesa («fenianos»), con su toda­
última clase, y de la capa más baja de oficinistas revolucionarios, y cuyos di­
vía superviviente Ejército Republicano Irlandés {IRA), fue la descendiente
rigentes consagraban su vida a la insurrección. Se trataba -de la anticipación
lineal de las secr�tas fraternidades revolucionarias del período anterior a 1 848
de los movimientos revolucionarios nacionales de los países subdesarrollados
y la organiZación de su 'género de más larga vida. El masivo apoyo rural a los
en el siglo xx. Le faltaba, sin embargo, la esencia de la organización socialis­
políticos nacionalistas no era realmente nuevo, ya que la combinación irlan-
ta del trabajo, o quizás simplemente la inspiración de la ideología socialista
que convertirla en fuerza formidable en este siglo la combinación de libera­
* Los franceses y españoles se apropiaron también de la palabra <{mitin» para las manifes­ ción nacional y transformación sociaL No había socialismo en ninguna parte,
taciones masivas de la clase obrera. pero probablemente tomada de la experiencia inglesa. y mucho menos organización socialista en Irlanda, y los fenianos que también
** El paneslavismo interesaba tanto a los políticos conservadores e imperiales de Rusia. a eran revolucionarios sociales, en especial Michael Davitt (1846-1906), tuvie­
quienes ofrecía Iá ampliación de la influencia rusa, como a los de los pueblos eslavos más peque­
ños del imperio de los Habsburgo, a quienes ofrecía un poderoso aliado y quizás también, aunque
ron únicamente éxito en m&nifestar de modo explicito en el Land League la
más remotamente, la esperanza de formar una gran nación <<propia» en vez de un conjunto de na­ siempre implícita relación que existía entre el nacionalismo masivo y el des-
-Ciones pequeñas al parecer inviables. {El paneslavismo revolucionario y democrático del anarquis­
ta Bakunin podría omitirse por utópico.) Por esa causa tro:pezó con la fortísima oposición de ta
* Marx los apoyó con firmeza y mantuvo correspondencia con los -dirigentes fenianos.
izquierda, que consideraba a Rusia como principal baluart� de la reacción internacional.
104 LA ERA DEL CAPITAL, 1848-1875 LA CONSTRUCCIÓN DE NACIONES 105

contento de la _masa agraria; y aun esto no se cOnsiguió hasta después del la versión prusiana del programa nacional. Más que el patriotismo alemán, lo
final de nuestro período, durante la gran depresión agraria al final de las dé­ que ofendíó a los obreros alemanes fue la reacción; y uno de los aspectos más
cadas de 1870 y 1880. El fenianismo era nacionalismo masivo en la época inaceptables de ésta era que denominaba a los socialdemócratas vaterlandlo­
del liberalismo triunfante. Poco podía hacer aparte de rechazar a Inglaterra y se Gesellen (camaradas sin patria), con lo que les negaba el derecho a ser no
demandar, mediante la revolución, la total independencia para un pueblo opri­ sólo trabajadores, sino buenos alemanes. Y, naturalmente, para la conciencia
mido, confiado en que se resolvieran así los problemas de pobreza y explota­ política era casi imposible dejar de defmirse de una u otra manera nacional­
ción. Y ni siquiera lograron este objetivo con efectividad, porque a pesar de mente. El proletariado, al igual que la burguesía, existía sólo conceptualmen­
la abnegación y heroísmo de los fenianos, sus aisladas insurrecciones (1867) te como realidad internacional. De hecho, existía como conjunto de grupos a
e invasiones (por ejemplo, del - Canadá desde- Estados·-unidos) fueron dirigi­ los que definía su estado nacional o diferencia étnica-lingüística: británica,
das con notable incompetencia y, ·como es habitual en tales operaciones, sus francesa o, en los estados plurinacionales, alemana, húngara o eslava. Y como
dramáticos golpes sólo consiguieron una publicidad' temporal; en ocasiones quiera que al «estado» y la «nación» se les suponía una coincidencia en la
mala publicidad. Cierto es que generaron la fuerza que iba a Obtener la inde­ ideología de aquellos que establecían las instituciones y dominaban la socie­
pendencia para la mayor parte de la Irlanda católica, ·pero no generaron nada dad civil, la política en términos de estado implicaba la política en términos
más, dejaron el futuro de esa Irlanda a los moderados de la clase media, los de nación.
ricos hacendados y los comerciantes de pueblo de un pequeño país agrario
que se harian cargo de su herencia.
Aunque el Caso irlandés siguió siendo único, no hay duda de que en nues­ m
tro período el nacionalismo fue cada vez más upa fuerza masiva, al menos en
los países poblados por blancos. Aun cuando el Manifiesto comunista fue me­ Pero no obstante los poderosos sentimientos y -a medida que las nacio­
nos irrealista de lo que se supone frecuentemente, al declarar que «los traba­ nes se convertían en estados o viceversa- lealtades nacionales, la «nación»
jadores no tienen patria>>, es probable que avanzara a través de·la clase obrera no era un desarrollo espontáneo, sino elaborado. No se trataba simplemente
pari passu con conciencia política, aunque sólo fuera porque la tradición de de una novedad histórica, aunque representaba las cosas que los miembros de
la misma revolución era nacional (como .en Francia) y debido a que los diri­ algunos grupos humanos muy antiguos tenían en común o creían tener en co­
gentes e ideólogos de los· nuevos movimientos laborales se hallaban honda­ mún frente a los «extranjeros». Tenía que ser realmente construida. De ahí la
mente implicados en la cuestión nacional (como en casi todas partes en 1848). crUcial importancia de las instituciones que podían imponer uniformidad na­
En la práctica, la alternativa a una conciencia política «nacional» no era un cional, lo que significaba primeramente el estado, sobre todo la educación
«internacionalismo de la clase obrera>>, sino una conciencia subpolítica que to­ pública, los puestos de trabajo públicos y el servicio militar en los países
davía funcionaba a una escala mucho rrienor que la del estado-nación. Por otro que habían adoptado el reclutamiento obligatorio.* Los sistemas educativos
lado, eran pocos los hombres y mujeres de la izquierda política que hacían de los países desarrollados se extendieron sustancialmente a lo largo de este
elecciones claras entre lealtades nacionales y supranacionales como la causa período a todos los niveles. De acuerdo con las normas modernas, el número
del proletariado internacional. En la práctica, el «internacionalismo» de la de estudiantes universftarios siguió siendo extraordinariamente modesto. Sin
izquierda significaba solidaridad y apoyo para aquellos que luchaban por contar los estudiantes de teología, Alemania iba en cabeza al final de la dé­
la misma causa en otras naciones y, en el caso de los refugiados políticos, la cada de 1 870 con casi 17.000, seguida muy de lejos por Italia y Francia con
disposición a participar en la lucha allá donde se encontraran. Pero, como de­ 9.000 a 10.000 cada una y Austria con unos 8.000.·9 No aumentó grru;t cosa,
muestran los ejemplos de Garibaldi, Cluseret de la Comuna de París (quien salvo por la presión nacionalista y en Estados Unidos, d9nde se estaban mul­
ayudó a los fenianos en Norteamérica) y numerosos combatientes polacos, esta tiplicando las instituciones dedicadas a la educación superior.** La educa­
actitud no era incompatible con las vehementes creenCias nacionalistas. ción secundaria se desarrolló con las clases medias, aunque -al igual que
Podría significar asimismo la negativa a aceptar las definiciones del «in­ la burguesía superior a la que iban destinadas- siguieron siendo institucio­
terés nacional» expuestas por algunos gobiernos y otros. Sin embargo, los so­ nes muy de la minoría selecta, salvo de nuevo en Estados Unidos, donde los
cialistas alemanes. y franceses que en 1870 se unieron a la protesta contra la
«fratricida>> guerra franco-prusiana no eran insensibles al naclonalismo según * Había reclutamiento obligatorio en Francia, Italia, Alemania, Bélgica y la Hungría aus�
lo veían ellos. La Comuna de París obtuvo tanto apoyo del patriotismo jaco­ triaca.
bino de París como de las consignas de emancipación: social, y los marxistas ** De las dieciocho universidades nuevas que se fundaron entre 1849 y 1875, nueve eran

socialdemócratas alemanes· de Liebknecht y Bebe! obtuvieron gran parte del de ultramar (cinco en Estados Unidos, dos en Australia, una en Argel y otra en Tokio), cinco
eran del este de Europa (Jassy, Bucarest, Odessa, Zagreb y Czemowitz). Dos fundaciones muy
suyo por su llamamiento al nacionalismo radi,fal-democrático de 1 848 Contra modestas se hallaban en Gran Bretaña.
LA CONSTRUCC1ÓN UE NACIONES 107
106 LA ERA DEL CAPJTAL. ! 848-1875

«institutos» públicos empezaron su carrera de triunfo democrático. (En 1 850


que al idioma dominante de la clase dirigente. Los judíos europeos se con­
tentaban con conservar sus lenguas nativas --el yiddish derivado del alemán
sólO había un centenar de ellos en toda la nación.) En Francia la propor­
medieval y el ladino procedente del español medieval- como Mame-Loschen
ción de los que emprendían la educación secundaria ascendió de uno por
(lengua madre) para uso privado, comunicándose con sus vecinos gentiles en
cada 35 (1842) a uno por cada 20 (1 864): pero los graduados de secundaria
el idioma preciso y, si se aburguesaban, abandonando su vieja lengua y adop­
-fueron por término medio unos 5.500 anuales en la primera rrútad de_ la
tando la de la aristocracia y clase media que los rodeaba: inglés, francés, po­
década de 186(}-- supusieron sólo uno por cada 55 o -60 de 1� enseñanza
laco, ruso, húngaro, pero -especialmente el alemán. * Sin embargo, los judíos
obligatoria, si bien se mejoraba la situación de 1840, cuando habían su­ de esta época no eran nacionalistas, y su fallo en conceder importancia a una
puesto únicamente uno por cada 93.10 La mayoría de los países se hallaban
lengua «nacional», así como su falta de territorio nacional, introdujo en mu­
situados e:n alguna parte de las comprendidas entre los países totalmente
chos la duda de que ellos pudieran ser una «nación>, . Por otra parte, la cues­
preeducativos -o totalménie restricti.vos como Gran Bretaña con sus 25.000
tión era vital para la dase media y las cultas mínorias selectas que surgían de
.rí'fgchachos en 225 establ&:imientos puramente privados denominados de
los pueblos atrasados o subalternos. Era a éstas a quienes molestaba especial­
mQdo erróneo «escuelas públicas» y los alemanes ávidos de educación cu­
yos'--"gimnasios contenían quizás un cuarto de millón de alumnos en la déca­
mente el acceso privilegiado a los puestos prestigiosos e importantes que te­
nían los habitantes nativos de la lengua «oficial»; aun cuando (como ocunia
da de 1880.
con los checos) su mismo bilingüismo obligatorio les proporcionara ventaja
Sin embargo, el mayor progreso se produjo en las escuelas primarias,
sobre los alemanes monolingües de Bohemia. ¿Por qué iba a tener un croata
cuyo objetivo, por consenso general, no era solamente enseñar los rudimen­
que aprender italiano, idioma de una pequeña minoría. si quería ser oficial de
tos del alfabeto y la aritmética, sino, quizá todavía más, imponer a sus pupi­
la armada austríaca?
los los valores de la sociedad (moralidad, patriotismo, etc.). Se trataba del Y, sin embargo, a medida que se fueron formando los estados-nación, a
sector de la educación que había descuidado previamente el est¡1do secular, _y
medida _que se fueron multiplicando los puestos y las profesiones públicas de
su desarrollo se hallaba estrechamente vinculado al progreso en la política de
la civilización progresiva, a medida que la educación escolar se fue genera­
las masas, hecho que atestigua el establecimiento en Gran Bretaña del siste­
lizando. sobre todo a medida que la emigración fue urb?J1izando los pueblos
ma público de educación primaria tres años después de la ley de reforma rurales, estos resentimientos encontraron una resonancia general en aumento.
de 1 867 y la vasta extenSión del sistema en la primera década de la Tercera
Porque las escuelas y las instituciones, al imponer un idioma de instrucción,
República francesa. El progreso era realmente sorprendente: entre 1 840 y la imponían también una cultura, una nacionalidad. En las zonas de estableci­
década de 1880 la población de EurOpa creció un 33 por 100, pero el número
miento homogéneo esto no tenía importancia: la constitución austríaca de
de niños que iba al colegio aumentó un 145 por lOO. Hasta en Prusia, donde
1 867 reconoció la educación elemental en la «lengua del país». Pero ¿por qué
abundaban los ·colegios, el número de escuelas primarias aumentó más del
los eslovenos o los checos, que emigraban hasta entonces a las ciudades ale­
50 por 100 entre 1843 y 1 87 1 . Por otro lado, no hay que achacar únicamen­
manas, se veían forzados a hacerse alemanes como precio por aprender a leer
te al atraso educativo de Italia que el incremento más rápido en la población y escribir? Exigieron el derecho a tener sus propias escuelas aun cuando eran
escolar durante nuestro período se produjera allí: el 46 por 1 OO. En los quin­
minorías. ¿Y por qué los checos y eslovenos de Praga o Laibach (Ljubljana),
ce años siguientes a la unificación se dobló el número de los niños de escuela
después de reducir a la mayoría alemana a una pequeñísima minoría, tuvieron
primaria.
que enfrentarse a nombres de calles y normas municipales escritas en un
Realmente, estas instituciones fueron de crucial importancia para los
idioma extranjero? La política de la mitad austríaca del imperio de los Habs­
nuevos estados-:qación, ya que sólo a través de ellos el «idioma nacional» burgo estaba llena de complejidades porque el gobierno se veía obligado a
(generalmente construido antes mediante esfuerzos privados) pudo de verdad
· pensar plurinacionalmente. Pero ¿qué decir -de otros gobiernos que para ma­
convertirse en el idioma hablado y escrito del pueblo, al menos para algunos
giarizar, germaiüzar o italianizar sistemáticamente utilizaban la escolaridad,
fines.* De ahí también la crucial importancia que tuvieron para los movi­
esa poderosísima arma formadora de las naciones sobre las que pretendían
rnieritos nacionales en su ·lucha por la obtención de la «autonomía cultural»,
apoyarse? La paradoja del nacionalismo se hallaba en ·que, al formar su pro­
o sea, para controlar la parte destacada de las instituciones estatales, por
pia nación, creaba automáticamente el contranacionalismo de aquellos a quie­
ejemplo, alcanzar la instruCción escolar en el uso administrativo del idioma.
nes forzaba a elegir entre la asimilación y la inferioridad.
La cuestión no afectaba a los analfabetos, quienes aprendían su dialecto de
sus madres, ni tampoco a los pueblos minoritarios, que se adaptaban en blo-
. * Se creó un movimiento para desarrollar el yiddish y el ladino en lenguas titerariamente
umformes; en el primer caso se inició a mediados de siglo. y posteriormente lo continuaron los
* Los «medios de comunicación>) --en este período la prensa- sólo pudieron ser tal cosa movimientos judíos revolucionarios (marxistas), no el nacionalismo judío (el sionismo).
..c;uandO �e creó una masa de público que sabía leer y escribifliel idioma básico.
108 LA ERA DEL CAPITAL 1848-!875-

La era del liberalismo no captó esta paradoja. En · efecto, no comprendió


que el <<principio de la nacionalidad», que ella había aprobado, se considera­
ra a sí mismo tangible y en determinados casos activamente apoyado. Los ob­
servadores contemporáneos no dudaron en suponer --o en actuar como si lo
supusieran- que las naciones y el nacionalismo se hallaban aún muy lejos de
estar formados y· eran maleables. La nación norteamericana, por ejemplo, se
basaba en el supuesto de que al emigrar a través del océano muchos millones
de europeos abandonarían sus patrias y todas las pretensiones de estatus
oficial para sus lenguas y cUlturas nativas. Estados Unidos (o Brasil, o Ar­ 6. LAS FUERZAS
gentina) no serían plurinacionales, sino que absorberían en su nación a los
inmigrantes. Y esto es lo que aconteció en nuestro período, aun cuando las co­
DE LA DEMOCRACIA
munidades inmigrantes flo perdieron su identidad en el <<Crisol»· del nuevo
mundo, sino que siguieron siendo o incluso llegaron a ser consciente y orgu­
La burguesía debería saber que, junto a ella, en el Segundo
llosamente irlandeses, alemanes, suecos, italianos, etc. Las comunidades de Imperio se han desarrollado las fuerzas de la democracia. Se va
inmigrantes quizás constituyeran fuerzas nacionales de importancia en sus paí­ a encontrar a estas fuerzas . . . tan firmemente atrincheradas que
ses de origen, como ocurría con los irlandeses norteamericanOs para la política seña una locura reanudar la guerra.
de Irlanda; pero en Estados Unidos, por ejemplo, sólo tenían gran significado
HENRI ALAIN TARGÉ, 1868 1
para los candidatos a las elecciones municipales. Por su misma existencia los
alemanes en Praga proporcionaron los problemas políticos más trascendenta­ Pero como el progreso de la democracia es la consecuencia del
les al imperio de los Habsburgo; sin embargo, los alemanes en Cincinnati o general desarrollo social, una sociedad avanzada, en tanto dispone
Milwaukee no presentaron las mismas dificultades en Estados Unidos. de una mayor participación del poder político, protegerá al mismo
Consecuentemente, el nacionalismo parecía seguir siendo de fácil mane­ tiempo al estado de los excesos democráticos. Si, pese a todo,
jo en un marco de liberalismo burgués y compatible con éste. Se pensaba que éstos prevalecen por un tiempo, pronto serán reprimidos.
un mundo de naciones sería un. mundo liberal, y un mundo liberal se com­ Sir T. ERSKINE MAY, 18772
pondría de naciones. Con todO, el futuro iba a demostrar que la relación
entre ambos no era así de simple.
r

Si el nacionalismo fue una de las fuerzas históricas que reconocieron los


gobiernos, la «democracia>>, o la progresiva función del hombre común en
los asuntos del estado, fue la otra. Ambos fueron lo mismo, por cuanto los
movimientos nacionalistas de este período se convirtieron en movimientos de
masas, y en este sentido ciertamente casi todos los dirigentes nacionalistas
radicales supusieron que los dos eran idénticos. Sin embargo, y como hemos
visto, en la práctica grandes conjuntos del pueblo común, por ejemplo, los
camP,esinos, siguieron sin sentirse afectados por el nacionalismo aun en paí­
ses en los que se consideraba seriamente su participación en la política;
mientras que otros grupos, sobre todo las nuevas clases obreras, eran apre­
miados a adherirse a movimientos que, al menos en teoria,. ponían un común
interés de clase internacional por encima de las afiliaciones nacionales. De
todos modos, desde el punto de vista de las clase_s gobernantes lo notable no
era lo que creían «las masas», sino que sus creencias contaban ya en políti­
ca. Por definición eran numerosas, ignorantes y peligrosas; y más peligrosas
precisamente a causa de su ignorante tendencia a creer a sus ojos y a la sim­
ple lógica, ya que si los primeros les decían que sus gobernantes prestaban

1 10 LA ERA DEL CAPITAL, 1848*1875
LAS FUERZAS DE LA DEMOCRACIA 111
demasiada poca atención a sus miserias, la segunda les sugería que, puesto
res formas de administración política. Tal experimento se ajustaba al gusto,
que ellos formaban -el grueso del pueblo, el gobierno debería atender en pri­
aunque quizás menos a los talentos, del enigmático personaje que -estaba en
mer lugar sus intereses.
su cumbre.
Por otro lado, en los países desarrollados e industrializados de Occidente
Napoleón ID fue muy desafortunado en sus relaciones públicas. Tuvo la
estaba cada vez más claro que antes o después los sistemas políticos tendrían
desgracia de unir contra sí a todos los talentos más poderosos y polémicos de
que hacerles sitio. Además, también se hizo evidente que el liberalismo que
su -tiempo, y la invectiva combinada de Karl Marx y Victor Hugo basta para
formaba la ideología básica del mundo burgués no disponía de defensas teó­
enterrar su memoria, sin contar a otros talentos periodísticos menores de la
ricas frente a esta contingencia. Su manera característica de organización po­
época igualmente efectivos. Por otro lado, fue un notorio fracasado en -sus
lítica era el gobierno representativo a través de asambleas elegidas, y lo re­
empresas políticas internacionales e incluso interiores. Un Hitler puede so­
presentado no eran (como en los estados feudales) intereses o colectividades
brevivir a la unánime reprobación de la opinión mundial, por -cuanto es
sociales, sino cpnjuntos de individuos de estatus legalmente igual. El interés
innegable que este hombre malo, psicópata y aterrador consiguió cosas ex­
propio, la precauCión o incluso un determinado sentido común quizás sugirie­
traordinarias en el camino hacia una catástrof-e probablemente ip_evitable; no
ra a los que estaban en lo alto que todos los hombres no tenían la misma
fue poco mantener el sólido apoyo de su pueblo hasta el final. Napoleón III
capacidad para decidir las grandes cuestiones del gobierno: los analfabetos
no fue desde luego tan extraordinario ni tan loco. Este hombre con menos ca­
menos que los graduados de universidad, los supersticiosos menos que los
pacidad de maniobra que Cavour y Bismarck, cuyo apoyo político había mer­
ilustrados, los pobres irreflexivos menos que quienes habían demostrado su
mado peligrosamente incluso antes de la integración de su imperio después de
capacidad de conducta racional mediante la acumulación de propiedades. Sin
transcunidas unas cuantas semanas de guerra, que del «bonapartismo>>, gran
embargo, aparte de la falta de convencimiento -que tales argumentos llevaban
fuerza política en Francia, hizo una anécdota histórica, -pasará inevitablemen­
a los que estaban en lo más bajo, y que no eran de los más conservadores, te­
te a la historia como «Napoleón el Pequeño». Ní siquiera desempeñó bien su
nían dos grandes puntos débiles. La igualdad legal no podía hacer dichas dis­
escogid-a función. Aquella figura reservada y taciturna, pero frecuentemente
tinciones en teoría. Y lo que era muchísimo más importante, tales argumentos
simpática, de largos bigotes encerados, cada vez más atormentada por la falta
fueron progr-esivamente más difíciles de poner en práctica a medida que la
de salud, a la que horrorizaban las mismas batallas entabladas para establecer
movilidad social y el avance educativo, ambos esenciales a la sociedad, oscu­
su grandeza y la de Francia, sólo pareció ser imperial ex ojficio.
recieron la división que existía entre la clase media y sus inferiores sociales.
Fue esenCialmente político, político por intrigas, y, como se demostró, fra­
En la gran y creciente masa de obreros «respetables» y clases medias más ba­
casado. Aun así, el destino y su formación personal le asignaron un papel
jas que adoptabafl muchos de los valores de la burguesía y, en los casos en
totalmente nuevo. Como pretendiente imperial de antes de 1 848 -aunque se
que se lo perrtlitían sus medios, incluso la conducta, ¿dónde habría de trazar­
puso en duda su reclamación genealógica de ser un Bonaparte- tuvo que
se la línea? Dondequiera que se trazara, si ésta incluía a un gran número de
pensar en términos no tradicionales. Creció en el mundo de los agitadores na­
dichos individuos, probablemente comprendería también a un sustancial cuer­
cionalistas (estuvo vinculado a los carbonarios) y los sansimonianos. De esta
po de ciudadanos que no apoyaban muchas de las ideas consideradas por el
experiencia extrajo una creencia poderosa, quizá excesiva, en el carácter ine­
liberalismo burgués como esenciales a la prosperidad de la sociedad, y a las
vitable de fuerzas históricas tales como el nacionalismo y la democracia,
cuales se opondrian seguramente con vehemencia. Por otra parte, y de modo
y una cierta heterodoxia acerca de problemas sociales y métodos políticos que
aún más decisivo, las revoluciones de 1 848 habían mostrado la forma en que
posteriormente le fueron muy útiles. La oportunidad se la proporcionó la
las masas podían irrumpir en el círculo cerrado de sus gobernantes, y el mis­
revolución al elegir el nombre de Bonaparte para la presidencia por una abru­
mo progreso de la sociedad industrial hizo que su presión fuera c-onstante­
madora mayoría, pero concurrieron una diversidad de motivos. No tuvo ne­
mente mayor incluso en los periodos no revolucionarios.
cesidad de los votos para permanecer en el poder ni para declararse empera­
La década de 1850 proporcionó un respiro a la mayoría de �os gobernan­
dor después del coup d'état de 1851, pero si no hubiera sido elegido antes,
tes. Durante más de diez años no tuvieron que preocuparse por tales proble­
toda su capacidad de intrigante no habría bastado para persuadir a los gene­
mas en Europa. No obstante, hubo un país en el que los relojes políticos y
rales y otros poderosos y ambiciosos de que le apoyaran. Por tanto, fue el
constitucionales no pudieron sencillamente ser atrasados. En Francia, con tres
primer gobernante de un gran estado, aparte de Estados Unidos, que llegó al
revoluciones· ya, la exclusión de las masas de la política parecía una empre­
poder mediante el sufragio universal (masculino), y nunca lo olvidó. Por su­
sa- utópica: a partir de entonces tendrian que ser «manejadas». De ahí que el
puesto que continuó utilizásdolo, al principio igual que un César plebiscita­
llamado Segundo Imperio de Luis Napoleón (Napoleón ID) se convirtiera en
rio, más bien como el general De Gaulie (siendo del todo insignificante la
una especie de laboratorio de una política más ·moderna, si bien las peculia­
asamblea representativa elegida), y después de 1860 cada vez más también ,
ridades de su carácter han oscurecido a veces sus anticipaciones -de posterio-
• con los habituales adornos del parlamentarismo. Al ser un creyente de las
!12 LA ERA DEL CAPITAL. 1848-1875 LAS FUERZAS DE LA DEMOCRACIA 113

aceptadas verdades históricas de la época, probablemente tampoco creyó que Incapaces de hacer valer sus intereses de clase por propia iniciativa, ya sea
él pudiera resistir esta «fuerza de la historia>>. a través de un parlamento o de una convención. No pueden representarse a sí
La actitud de Napoleón III hacia la política electoral fue ambigua. y esto mismos, tienen que ser representados. Su representante debe mostrarse a la vez
como su amo, como una autoridad sobre ellos, como un poder gubernamental
es lo que la hace interesante. Como «parlamentario» jugó lo que entonces era
el juego corriente de la política, esto es, reunir una mayoria suficiente de en­ ilimitado que los protege contra otras ciases y les envía desde anib<i la lluvia
y el sol. La influencia política de los pequeños campesinos, pues, tiene su
tre los individuos elegidos en asamblea y luego agruparla en alianzas sueltas
expresión final en el poder ejecutivo que subordina a sí mismo la sociedad_3
y variadas con clasificaciones vagamente ideológicas, lo que no debe con­
fundirse con los modernos partidos políticos. De ahí que - durante la década
Napoleón era ese poder ejecutivo. Muchos políticos del siglo xx -na­
de 1 860 quedaran restaurados o adquirieran renombre político supervivien­
cionalistas, populistas y, en la forma más peligrosa, los fascistas- redescu­
tes de la monarquía de julio ( 1 830-1848) como Adolphe Thíers (1797- 1877),
brirían el tipo de relación que él inició con las masas «incapaces de hacer va­
y futuras lumbreras de la Tercera República como Jules Favre (1�09-1880),
ler sus intereses de clase por propia iniciativa». También iban a descubrir la
)ules Ferry ( 1823-1893) y Gambetta (1 838-1 882). Napoleón III no tuvo par­
existencia de otras categorías de la población semejantes en este sentido al
ticularmente un gran éxito en este juego, sobre todo cuando decidió suavizar
campesinado francés posrevolucionario.
el firme control burocrático sobre -las elecciones y la prensa. Por otro lado,
A excepción de Suiza, cuya constitución revolucionaria no varió, ningún
como veterano· propagandista electoral que era, se reservaba (de nuevo al
otro estado europeo funcionó sobre la base del sufragio universal (masculino)
igual que el _general De Gaulle, sólo que quizás con mayor éxito) el anna del
en la década de 1850.* (Quizás debiera notarse que incluso en Estados Uni­
plebiscito. Este había ratificado su triunfo en 1852 mediante una victoria
dos, nominalmente democrático, la participación electoral fue notablemente
abrumadora y -pese al considerable «manejo»- probablemente auténtica
más baja que en Francia: en 1 860 Lincoln fue elegido por menos de la mitad
de 7.8 millones contra 0,24 millones, con 2 millones de abstenciones; e in­
de los 4,7 millones de votantes de una población aproximadamente compa­
clusive en 1870, en vísperas del colapso, el plebiscito pudo aún trastrocar una
rable.) Eran muy notorias las asambleas representativas que por lo general
situación parlamentaria en deterioro con una mayoría de 7,4 millones frente
carecían de poder o influencia serios fuera de Gran Bretaña, Escandinavia,
a 1,6 millones.
Holanda, Bélgica, España y Saboya; pero es que además, invariablemente, o
Este apoyo popular se hallaba políticamente sin organizar (aparte, desde
habían sido elegidas de modo muy indirecto, o de forma parecida a la de los
luego, de las presiones burocráticas). Al contrario de los modernos dirigen­
viejos «estados», o con calificaciones más o menos rigurosas respecto a la
tes populares, Napoleón ITI no tenía «movimiento», aunque como cabeza del
edad y particularidades de votantes y candidatos. Por otro lado, a estas asam­
estado que era apenas necesitaba ninguno. Por otra parte, dicho apoyo no era
bleas elegidas así, casi siempre las acompañaban y frenaban otras cámaras
en absoluto homogéneo. A él le hubiera gustado el apoyo de los «progresis­
preferentes más conservadoras compuestas en su mayoría por miembros de­
tas» --el voto jacobino-republicano que siempre, y en todos los casos, se
signados por herencia o ex offi-cio. El Reino Unido, con alrededor de un millón
mantenía al margen en las ciudades- y el de las clases trabajadoras, cuya
de electores de 27,5 millones de habitantes, era sin duda menos restrictivo
significación social y política apreciaba él más que los liberales ortodoxos. Sin
que, por ejemplo, Bélgica, con alrededor de 60.000 de 4,7 millones, pero ni
embargo, y aunque a veces recibió el apoyo de portavoces importantes de este
era democrático ni lo intentaba ser.
grupo, como, por ejemplo, el anarquista Píerre-Joseph Proudhon ( 1809-1865),
El reavivamiento de la presión pOpular en la década de 1860 imposibili­
y realizó serios esfuerzos para conciliar y contener el creciente movimiento
tó que la política se aislara del sufragio universaL Hacia el final de nuestro
obrero en la década de 1 860 -legalizó las huelgas en 1864--, no supo rom­
período sólo la Rusia zarista y la Turquía imperial se mantenían como sim­
per la tradicional y lógica afinidad de estos grupos con la izquierda. Conse­
ples autocracias en Europa, mientras que, a la inversa, el sufragio universal
cuentemente, en la práctica confió en el elemento conservador y en especial
ya no ·era la prerrogativa de los regímenes surgidos de la revolución. El nue­
en el campesinado, principalmente en los dos tercioS del campesinado del
vo imperio alemán lo utiliZaba para elegir el Reichstag, si bien en gran parte
oeste del país. Para éstos él era un Napoleón, un firme y estable gobierno an­
a efectos decorativos. Durante esta década muy pocos estados evitaron algu­
ti_rrevolucionario cOntra las amenazas a la propiedad privada; y (si eran cató­
na ampliación más o menos significativa de su derecho al voto, y de ahí que
. Iicos) el defensor del papa de Roma, una situación de la que Napoleón hubiera abora inquietaban a la mayor parte de los gobiernos los problemas que has­
deseado escapar por razones diplomáticas, pero a la que estaba obligado por ta entonces habían preocupado únicamente a la minoría de países en los que
razones políticas internas.
el sufragio universal tenía una importancia real, esto es, la alternativa de vo-
Sin embargo, su gobierno fue aún más significativo. Con su habitual in­
tuición, Karl Marx describe la naturaleza de la relación de Napoleón III con * Aunque la Nationalrat suiza la eligieron todos los varones de veinte o más años sin ca­
el campesinado francés: ., lificación particular, la segunda cámara la eligieron los camones.
LAS FUERZAS DE LA DEMOCRACIA 115
LA ERA DEL CAPITAL, 1848-1 87"5
1 14
raramente, de los campesinos. Hablando en ténnínos generales, en este perio­
tos, la «geometría electoral» o fraude electoral en las
tar a listas o a -candida do de la historia les sonrió el éxito. En los sistemas políticos representativos,
geográficas, los controles que las primeras cá­
circunscripciones sociales y los liberales (normalmente el partido clásico de las clases negociantes urbanas
podían ejercer sobre las segundas cámaras, los derechos reservados al
maras e industriales) tenían por lo común e l poder y/o los cargos con sólo interrup­
todos modos, los problemas no eran aún muy difíciles. La
ejecutivo, etc. De ciones ocasionales. Así sucedió, por ejemplo, en Gran Bretaña de
1 846 a -1874,
ley -reformis ta de Gran Bretaña, en tanto que doblaba más o- menos en Holanda durante por lo menos veinte años después de 1848, en Bélgica
secrunda
.to reconociendo este derecho a sólo poco más
el número de votantes, seguía de 1857 a 1870, en Dinamarca más o menos hasta la derrota en 1864. En Aus­
n, Y en el reino recientemente unificado de Ita­
del 8 por 100 de la població tria y Alemania fueron el mayor apoyo formal de los gobiernos desde media­
lia esta proporción era del
1 por 100 pelado. (No obstante, si juzgamoS por dos de la década de 1860 hasta· el final de la de 1 870.
, Alemania y Norteamérica de mediados de la dé­
las elecciones de Francia No obstante, como la presión crecía desde abajo, de los liberales tendió a
el ·sufragio del varón ascendió en la práctica
cada de 1870, en este período separarse una rama más radical y democrática (progresista, republicana) que
población.) Con todo, además de producirse cambios,
al 20-25 por 100 de la dejaba de ser más o menos independiente. En Escandinavia los partidos cam­
que únicamente podían sufrir demoras.
se estaban fraguando otros pesinos se separaron y formaron «la izquierda» (Venstre) en 1848 (Dinamar­
Estos progresos hacia el gobierno representativo provocaron dos proble­
ca) y durante la década de 1860 (Noruega), o un grupo agrario de presión
distintos: el de das clases» y el de «las masas», se­
mas políticos totalmente antíurbana (Suecia, 1 867). En Prusia (Alemania) la rama inferior de los ra­
británica, es decir, el de las minorías selectas su­
gún la jerga contemporánea dicales democráticos, con su base en el suroeste no industrializado, se negaron
el de los pobres que siguieron estando muy al
perior-es y de la clase media, y a acompañar a los liberales nacionales burgueses en su alianza con Bismarck
del proceso oficial de la política. Entre ellos se encontraba la cate..: después de 1 866, si bien algunos de ellos prefirieron unirse a los demócratas
margen
de poca monta, artesanOs y otros «pequeños bur­
goría intermedia -tenderos sociales marxistas antiprusianos. En Italia los republicanos permanecieron en
campesin os propietari os, etc.- quienes, como dueños que ya eran, la oposición, en tanto que los moderados se convirtieron en la columna prin­
gueses»,
participaban al menos parcialme nte en la política representativa existente. Ni
ciPal del reino recientemente unificado. En Francia hacía tiempo que la bur­
hacendadas y hereditarias ni la nueva burguesía con­
las viejas aristocracias guesía era incapaz de navegar con su bandera o incluso con la de los liberales,
pero, a diferencia de la aristocracia, la bur­
taban con la fuerza del número, y sus candidatos buscaban el apoyo popular con consignas cada vez más
Porque, en tanto qU:e ambas tenían riqueza (al
guesía n�cesitaba esa fuerza. inflamantes. La <<reforma>> y el «progresismo» iban a dar peso a lo «republi­
y la especie de influencia y poder personal
menos en sus niveles más altos) cano», y éste a su vez a lo «radical», inclusive en la Tercera República a lo
hacía pasar automáticamente por «notables» al
en sus comunidades que les «radical-socialista»; ni que decir tiene que cada uno de estos témrinos oculta­
personas de consecuencia política, sólO las aristo­
menos potenciales, o sea, ba una nueva generación de sustancialmente los mismos Solones barbados con
cracias se hallaban parapeta das en instituciones que las protegían con"tra el levita, pico de oro y a menudo riquezas, que en cUanto lograban el triunfo
lores o en otras similares_ más altas, o mediante
voto: en las cámaras de los electoral en la izquierda, tomaban rápidamente el camino de la moderación.
superrepresentación como el «sufragio de clases»
una más o menos flagrante Sólo en Gran Bretaña siguieron siendo los radicales una rama permanente del
o la de los antiguos estados supervivientes
de las dietas prusiana y austríaca partido liberal; probablemente porque allí los campesinos y la pequeña bur­
rápida: desaparic ión. Por otra parte, en las monarquías, que seguían
pero de guesía que en los demás sitios les hab.ían dejado establecer su independencia
· si�ndo la
forma dorrúnante de gobierno europeo, recibieron normalmente política apenas existían como clase.
Pa oyo político sistem
ático como clase.
sus riquezas, en su carácter de in­
No obstante, a efectos prácticos el liberalismo continuó en el poder, ya
Por su lado, .los burgueses confiaban en que representaba la única política económica considerada como apropia­
que hicieron de ellos y de sus ideas los
dispensables y en el histórico destino da para el desarrollo (los alemanes lo denominaron «manchesterismo» ), y
s» en este períod�. Sin embargo, lo que
fundamentos de los estri;dos «moderno representaba también las fuerzas casi universalmente consideradas como re­
dentro de los sistemas políticos fue la habili­
realmente les convirtió en fuerza presentación de la ciencia, la razón, la historia y el pro_greso por aquellos que
el apoyo de los no burgueses que contaban con
dad que tuvieron para rp.ovilizar tenían alguna idea sobre estas cuestiones. En este sentido casi todos -Jos
. Privados de esto,. como ocurrió en Suecia ha­
el número y por tailto con yotos estadistas y funcionarios civiles de -las décadas de 1850 y 1860 eran libera­
e íba · a ocurrir en los demás sitios más tarde
cia finales de la década de 1860 les, al margen de su afiliación ideológica, al igual que hoy no lo es ninguno.
·de la genuina política de másas, quedaban reducidos· a una
con el crecimlento Los mismos radicales no tenían otra opción viable. En todos los casos la
al menos en la política nacional. (En la po­
minoría electoralmente impotente unión con la oposición verdadera frente al nacionalismo era, sí no imposible,
se mantendrí an con más decoro.) De ahí la crucial importan­
lítica municipal por lo menos políticamente casi impensable para ellos. Ambos formaban
conservación del apoyo de --o pqr lo menos de la
cia que para ellos tenía la parte de «la izquierda».
, de,Jas clases -trabajadoras y, más
hegemonía sobre- la pequeña burguesía
1 16 LA ERA DEL CAPITAL, 1848�1875 LAS FUERZAS DE LA DEMOCRACIA 117

La genuina oposición («la derecha>>) provenía · de aquellos que resistían a el Syllabus errorum. En él se condenan, implacablemente, ochenta errores,
las «fuerzas· de la historia», con independencia del argumento. En Europa entre los que se encuentran el «naturalismo» (que niega la acción de Dios so­
pocos confiaban realmente en un retomo al pasad(), como en los días · de los bre los hombres y el mundo), el «racionalismo» (el uso de la razón sin refe­
reaccionarios románticos posteriores a 1815. Lo que pretendían todos era de­ rencia a Dios) el «racionalismo moderado» (la negativa a la supervisión ecle­
tener, o inclusó simplemente aminorar, el progreso amenazador del presente, �
siástica por ·p e de la ciencia y la filosofía), el «indiferentismo» (la libre
objetivo que racionalizaban los intelectuales que precisaban los partidos del elección de cualquier religión o de ninguna), la educación secular, la separa­
«movimiento» y la «estabilidad», el «orden» y el «progreso». De ahí que el ción de la Iglesia y elestado Y en general (error número 80) el parecer de que
conservadurismo fuera tan atrayente de cuando en cuando a miembros y gru­ «el Pontífice romano puede Y debe reconciliarse y llegar a un acuerdo con el
pos de la burguesía liberal que creían que un mayor progreso aproximaría progreso, el li beralis o
m y la civilización moderna». Inevitablemente, la línea
una vez más la revolución peligrosamente. Desde luego que tales partidos de división entre la dereCha y.Ja izquierda se convirtió en gran parte en la que
conservadores atraían el apoyo de grupos particulares cuyos intereses inme­ existía entre lo clerical y lo anticlerical� el grupo de los anticlericales lo for­
diatos estaban en desacuerdo con la política liberal predo"Qlinante (por ejem­ maban principalmente incrédulos sinceros en los países católicos, pero tam­
plo, agricultores y proteccionistas), o de grupos opuestos ·a los liberales por bién, y sobre todo en Gran Bretaña, creyentes de religiones minoritarias o in­
razones que nada tenían que ver con su liberalismo, por ejemplo, los fla­ dependientes al margen de la Iglesia estatal* (véase el capítulo 14).
mencos belgas, resentidos con una burguesía esencialmente valona y con su Lo nuevo en la política de «las clases>> de este período fue primariamente
hegemonía culturaL Tampoco existe duda de que, sobre todo en la sociedad el surgimiento de la burguesía liberal como fuerza en la política más o me­
rural, las rivalidades familiares o locales fueron absorbidas de modo natural nos constitucional, y la decadencia del abs-olutismo, en especial en Alemania,
por una dicotorrúa ideológica .que poco tenía que ver con ellas. En la novela Austria-Hungría e Italia, o sea, en un área que abarcaba alrededor de un ter­
de García Márquez Cien años de soledad, el coronel Aureliano Buendía no cio de la población de Europa. (Algo menos del tercio de la población del
organiza el primero de sus treint'a y dos levantamientos liberales e_n el inte­ continente vivía aún bajo gobiernos en los que no participaba.) El progreso
rior de Colombia porque -sea liberal o sepa siquiera lo que significa esa pa­ de la prensa periódica, que fuera de Gran Bretaña y Estados Unidos todavía
labra, sino porque fue ultrajado por un oficial local que representaba un go­ iba dirigida casi en su totalidad al lector burgués, ilustra vivamente el cam­
bierno conservador. Puedy que hubiera una razón lógica o históriea por la bio: entre 1862 y 1873 aumentó el numero de publicaciones periódicas en
que los carniceros ingleses a mediados de la época victoriana debieran haber Austria (sin Hungría) pasando de 345 a 866. Por lo demás, dieron a conocer
sido predominantemente conservadores (¿algún vínculo con la agricultura?) poca cosa que no supieran las asambleas nominal o genuinamente electora­
y los _abaceros abrumadoramente liberales (¿algún vínculo con el comercio de les del período anterior a 1848.
ultramar?), pero ninguna de estas posturas ha quedado establecida y quizá lo El derecho a1 voto continuó estando tan restringido en la mayoría de los
que precisa explicación no es esto, sino por qué estos dos tipos de tenderos casos que era imposible el planteamiento de una política moderna o de cual­
omnipresentes rehusaron compartir las mismas opiniones, cualesquiera que quier otra en la que intervinieran las rnasas. En efecto, con frecuencia los dis­
_ _
éstas fueran. puestos ejércitoS de la clase med1a cas1 usurpaban el lugar correspondiente al
Pt::ro en esencia el conservadurismo se basaba en lo que representaba la «pueblo» real que pretendían representar. Pocos casos fueron tan extremos
tradición, la vieja y ordenada sociedad, la costumbre en vez del cambio, como los de Nápoles y Palenno a principios de la década de 1 870, donde el
la oposición a lo que era nuevo. De ahí la crucial importancia que tenían en 37,5 y el 44 por lOO de sus respectivos electores se hallaban en el censo por
él las iglesias oficiales, organizaciones que, si bien estaban amenazadas por tener algún título. Incluso en Prusia el triunfo liberal de 1863 resulta menos
todo lo que representaba el liberalismo, todavía eran capaces de movilizar en impresionante si recordamos que el 67 por 100 de los votos de la ciudad que
contra de éste poderosísimas fuerzas además de introducir una quinta co­ b
lo eligieron representa a de hecho sólo el 25 por 100 de los electores urba­
lumna en el mismo centro del poder burgués· en virtud de: la piedad y el tra­ nos, puesto que casi dos tercios del restringido electorado no se molestó en
dicionalismo notablemente mayores de esposas e hijas, mediante el control b
ir a las urnas en los pue los.4 Los espléndidos triunfos electorales que obtu­
clerical de las ceremonias del nacimíento, el matrimonio y la muerte, y de un vo el liberalismo en Ja década de 1860 en países de derecho limitado al voto
gran sector de la educación. Controles que, desde luego, fueron encarniza­ y apatía popular, ¿representare? �l�o más que la opinión de una minoña de
damente atacados, y que proporcionaron el mayor contenido de las luchas respetables ciudadanos de muruc1p1o?
poüticas entre conservadores y liberales en una serie de países.
* Donde las iglesias estatales eran religiones minoritarias, su posición era anómala. Los
Todas las iglesias oficiales eran_ ipso jacto conservadoras, aunque sólo la
católicos holandeses se hallaban en el bando liberal frente a los calvinistas predominantes; y
mayor de ellas, la católica- romana, formuló su postura de abierta hostilidad
� �
os ah�manes, ante la im sibilidad de un rse a la derecha protestante o·a la izquierda liberal del
po
a la corriente liberal. En 1 864 el papa Pío IX deijnió sus puntos de vista en _
1mpeno de Bismarck fonnaron un espectal «partJdo de centro», en la década de 1870.
,
1 18 LA ERA DEL -CAPITAL, 1848-1875
LAS -FUERZAS DE LA DEMOCRACIA 1 19
Por lo menos en Prusia, Bismarck pensó que no, y consecuentemente re­
solvió el conflicto constitucional que existía entre la dieta liberal y la mo­ hacían inevitablemente -c-on el papel de actores en -lugar del de meros com­
narquía (que se produjo en 1 862 a causa de la reforma del -ejército) mediante parsas en el bien diseñado y apretado escenario. Y mientras los campesinos
la simple gobernación sin tener en -cuenta al parlamento. Como quiera que atrasados podían confiar aún en muchos sitios, a los sectores urbanos y cre­
nadie apoyaba a los liberales excepto la burguesía, y ésta era incapaz o no es­ cientemente industriales les era imposible. Aunque -lo que sus habitantes de­
taba dispuesta a movilizar ninguna fuerza genuina, armada -o política, todo lo seaban no era el liberalismo clásico, tampoco aprobaban necesariamente el
que se dijera sobre el <<Parlamento Largo>� de 1640 o los -Estados Generales gobierno conservador, sobre todo aquellos que, cada vez más, se sentían liga­
de 1789 eran disparates.* Bismarck comprendió que, en el sentido más libe­ dos a una política social y económica esencialmente liberal. Esta circunstan­
ral del término, una <<revolución burguesa>> era imposible, ya -que sólo sería cia se evidenciaría a lo largo de la era de depresíón económica e incertidum­
una revolUción real si se movilizaban otros grupos que no fueran burgueses bre que siguió al colapso de expansión liberal de 1 873.
y, desde luego, los hombres de negocios y los profesores raramente se deci­
dían a levantar barricadas. Esto no le impidió aplicar el programa económi­
co, legal e ideológico de la burguesía liberal, teniendo en cuenta que podía II
combinarse con el predominio de la aristocracia hacendada en una monarquía
prusiana protestante. Bismarck no quiso conducir a los liberales a una alian­ El primero y más peligroso grupo que instauró su fundación e identidad
za desesperada con las masas, pues aparte de ser el programa de aquéllos el aparte en la política fue el nuevo proletariado, una vez hubo aumentado su
más natural para un moderno estado europeo, parecía además inevitable. número durante veinte años de industrialización.
Como sabemos, tuvo un éxito clamoroso. El grueso de la burguesía liberal El fracaso de las revoluciones de 1 848 y la subsiguiente década de ex­
aceptó casi sin otra opción el ofrecimiento del programa desprovisto de po­ pansión económica no causó tanto la destrucción como la decapitación del
der político, y en 1 866 se pasó al partido liberal y nacional que hasta el fin movimiento obrero. Los diversos teóricos del nuevo futuro social que con­
de nuestro períodO" fue la plataforma de las maniobras políticas internas de virtieron los disturbios de la década de 1 840 en el «espectro del comunismo»
Bismarck. y dieron al proletariado una perspectiva política alternativa conservadora y
Bismarck y otros conservadores sabían que, fueran lo que fueran las ma­ liberal o radical. se hallaban en la cárcel como, por ejemplo, Auguste Blan­
sas, estaban muy lejos de ser liberales en el sentido en que lo eran los hom­ qui, en el exilio como Karl Marx y Louis Blanc, olvidados como Constantin
bres de negocios urbanos. Consecuentemente, a veces creían que les sería Pecqueur (1801-1 887), o las tres cosas como Étienne Cabet (1788-1857). Al­
factible aplazar la amenaza liberal de extender el derecho al voto. Hubo oca­ gunos hasta hicieron la paz con el nuevo régimen, como, por ejemplo, le su­
siones en que incluso ellos lo l-levaron a cabo como, por ejemplo, hizo Ben­ cedió a P.-J. Proudhon con Napoleón ID. La época no era nada favorable para
jamin Disraeli en 1 867 y más modestamente·los católicos belgas en 1 870. Su los creyentes en el inminente fracaso del capitalismo. Marx y Engels, quie­
error estuvo, sin embargo, en suponer que las masas eran conservadoras al nes después de 1 849 mantuvieron durante uno o dos años ciertas esperanzas
estilo de ellos. Desde luego que el grueso del campesinado en la mayor parte de poder reavivar Ia revolución y que luego depositaron su confianza en la si­
de Europa seguía siendo tradicionaliSta, estando dispuestos a respaldar auto­ guiente gran crisis económica (la de 1 857), tuvieron que resignarse poste­
máticamente a la Iglesia, al rey o al emperador y a sus superiores jerárqui­ riormente por un largo período de tiempo. Si bien es quizá una -exageración
cos, sol;>re todo, contra los perversos designios de los habitantes de la ciudad. decir que el socialismo desapareció cOmpletamente, inclusive en Gran Bre­
Hasta en la Francia de la Tercera República grandes regiones del oeste y del taña, donde los socialistas del país, durante las décadas de 1 8-60 y 1 870, po­
sur continuaron votando a los partidarios de la dinastía borbónica. Y como dían haberse sentado cómodamente todos en una pequeña sala, probable­
después de !a ley reformista de 1 867 observó Walter Bagehot, el teórico de la mente la casi totalidad de los que en 1 860 eran socialistas lo habían sido ya
democracia inocua, tampoco hay que poner en duda la existencia de muchísi­ en 1848. Tal vez debamos estar agradecidos a este intervalo de forzoso aisla­
mas personas --entre ellas incluso obreros- cuyo comportamiento político miento de la política que permitió a Karl Marx la maduración de sus teorías
se hallaba gobernado por 1� deferencia hacia «sus mejores». Sin embargo, en y la colocación de los cimientos de Das Kapital, si bien él no sintió ninguna
cuanto las masas entraban en el suceso político, más pronto o más tarde se gratitud. Entretanto, las supervivientes organizaciones· políticas de, o dedica­
das a, la clase trabajadora quedaron paralizadas como, por ejemplo, la Liga
* Y a la inversa, lo que proporcionó a los liberales poder real en algunos países atrasados, Comunista en 1-852, o se hundieron gradualmente en la insignificancia, como
a pesar de su situación minoritaria, fue la existencia .de -terratenientes iiberales -cuyo control so­ el cartismo británico.
bre sus regiones sobrepasaba virtualmente a la influencia gubernativa, o -de oficiales del estado
No obstante, al nivel más modesto de la lucha económica y la defensa pro-­
dispuestos a tomar decisiones de acuerdo con los intereses liberales. Este fue el -easo en varios
países.
pia persistió la organización de la -clase obrera y además en constante creci­
" miento, pese a que, con la notable, pero parcial excepción de Gran Bretaña,
120 LA ERA DEL CAPITAL, 1848-1875 LAS FUERZAS DE LA DEMOCRACIA 121

se prohibieron legalmente los sindicatos y las hUelgas en casi toda Europa, Internacional d e Trabajadores, la Primera Internacional d e Karl Marx ( 1864-
aunque se consideraron aceptables las sociedades de ayuda mutua y las coope­ 1872). Podría discutirse la verdad del aserto del Manifiesto comunista en el
rativas, que por lo general en el continente se constituyeron· con propósitos de sentido de que «el trabajador no tiene patria»; ciertamente los obreros radi­
producción y en Gran Bretaña en forma de tiendas. No podemos decir que cales y organizados de Francia e Inglaterra eran patriotas a su manera, pues,
prosperaran notablemente: en· la región de Italia {1862) donde eran más fuertes, por ejemplo, la tradición revolucionaria francesa era notoriamente naciona­
el Piamonte, el ténnino medio de miembros de tales sociedades ·de ayuda mu­ lista (véase el capítulo 5). Pero en una economía en la que los factores de
tua se hallaba por debajo de los cincuenta.5 Sólo en Gran Bretaña, Australia y producción se movían libremente, hasta los sindicatos británicos sin ideo­
-muy curiosamente-- en Estados Unidos existían sindicatos .obreros de signi­ logía pódían apreciar la necesida4 de detener la importación de esquiroles
ficación real; en los dos últimos países debido, sobre todo, al bagaje de con­ extranjeros que realizaban los patrones. Para todos los radicales los triunfos
ciencia de clase y organización con que arribaron los inmígrantes británicos. y derrotas de la izquierda en cualquier lugar del mundo parecían tener que
En Gran Bretaña no sólo los especialistas de las industrias de maquinaria ver aún con ellos inmediata y directamente. En Gran Bretaña, la Internacio­
y los artesanos de ocupaciones más antiguas, sino incluso -gracias al núcleo nal surgió de la combinación de una renovada inquietud por la reforma elec­
de hilanderos varones adultos altamente especializados- los obreros del al­ toral y una serie de campañas en pro de la solidaridad internacional: con Ga­
godón mantuvieron fuertes sindicatos locales unidos nacionalmente de modo ribaldi y la izquierda italiana en 1 864-, con Abraham Lincoln y el Norte en la
más o menos efectivo; y en uno o dos ejemplos de sociedades n;lcionales guerra civil norteamericana (1861-1865), con los desventurados polacos
coordinadas (la Sociedad Unida de Ingenieros [1852] y la Sociedad Unida de en 1 863; se creía, y con razón, que todas estas cruzadas de solidaridad re­
Carpinteros y Ensambladores [1 860]), unidos también: financieramente, aun­ forzarian la política del movimiento obrero y, sobre todo, su «sindicalismo».
que no estratégicamente. A pesar de ser minoría, no eran, sin embargo, insig­ Y el mero cqntacto organizado entre trabajadores de diversos países no po­
nificantes, y en algunos casos de especialización hasta resultaban ser mayoría. día producir otro efecto distinto a las repercusiones en los movimientos res­
Además, proporcionaron la base para poder extender fácilmente el sindicalismo. pectiVos, _circunstancia que descubrió Napoleón 111 cuando permitió a los
En Estados Unidos los sindicatos eran quizá aún más poderosos, si bien hacia obreros franceses el envío de una gran delegación a Londres con ocasión de
finales de siglo iban a demostrar su incapacidad para resistir el impacto de la una feria internacional en 1 862.
industrialización realmen� rápida. Con todo, tenían menos fuerza que los La Internacional, fundada en Londres y rápidamente dirigida por el capaz
existentes en el paraíso del asociacionismo Obrero, las colonias australianas, Karl Marx, comenzó como curiosa combinación de d¡rigentes sindicalistas
donde los obreros de la construcción lograron ya en 1856 la jornada laboral británicos de tendencia liberal-radical. y un indefinido estado mayor general
de ocho horas diarias, ejemplo que siguieron en seguida otros gremios. Se d� viejos revolucionarios continentales con puntos de vista cada vez más va­
admite que en ninguna parte del mundo estaba el trabajador tan -considerado riados e incompatibles. Sus batallas ideológicas acabarían finalmente con ella.
como en esta dinámica y poco poblada economía, en la que las carreras del Como quiera que han solido acaparar el interés de muchos otros historiado­
oro de la década de 1850 provocaron la salida de millares de individuos, con res, no es preciso que les dediquemos aquí demasiado espacio. Hablando en
lo que subieron los jornales de lo no aventureros que se quedaron. términos generales, la primera gran batalla entre los sindicalistas <<puros» (es
Por otro lado, se sabe de observadores sensatos que no confiaron en la decir, liberales o liberales-radicales) y aquellos que tenían perspectivas más
duración de esta relativa insignificancia del movimiento obrero. En efecto, a ambiciosas de transformación social, la ganaron los socialistas (si bien Marx
partir de más o menos 1 860 se evidenció que el proh!tariado estaba volvien­ tuvo la precaución de mantener a los británicos. sus principales partidarios,
do a la escena junto a las otras dramatis personae de la década de 1840, si al margen de las batallas continentales). Consecuentemente, Marx y sus se­
bien de un modo menos turbulento. Surgió con una .rapidez inesperada, y guidores hicieron frente (y derrotaron) a los ·partidarios franceses del «mu­
pronto fue seguido por la ideología que hasta entonce� se había identificado tualismo» de Proudhon, a los artesanos antiintelectuales y conscientes de las
con sus movimientos: el socialismo. Este proceso de aparición fue una cu­ diferencias de clases, y posteriormente, a la alianza anarquista de Mijail Ba­
riosa amalgama de acción política e industrial. de diversos tipos de radica­ kunin (1814-1876), todos ellos movimientos formidables por operar con mé­
lismo que iban desde el democrático hasta el anarquista, de luchas de clases, todos ordenadísimos de organizaciones, fracciones, etc., disciplinadas y se­
de alianzas de clases y de concesiones gubernativas o capitalistas. Pero por cretas (véase el capítulo 9). Sin embargo, incapaz de mantener por más tiem­
encima de todo era internacional, y no sólo porque, al igual que el reaviva­ po el control de la Internacional, Maix la clausuró tranquilamente en 1 872
miento del liberalismo, sucedió simultáneamente en varios países, sino por mediante el traslado de su oficina central a Nueva York. Con todo, por esta fe­
su condición de - inseparable de la solidaridad internacional de las clases obre­ cha ya se-había roto la médula de la gran movilízación de la clase obrera, de
ras, o de la solidaridad inte�acional de la izquierda radical (herencia del la que era parte la Internacional y hasta cierto punto su coordinadora. No obs­
período anterior a 1 848). Se organizó realme¡l:te como y por la Asociación tante, y como quedó demostrado, las ideas de Marx habían triunfado.
122 LA ERA DEL CAPITAL. 1848-1875
LAS FUERZAS DE LA DEMOCRACIA 123
En la década de 1 860 esto no podía predecirse fácilmente. pues sólo exis­
tía un masivo movimiento obrero marxista, o realmente socialista: el que se al surgimiento de la clase obrera a través de un masivo movimiento industrial

desarrolló en Alemania después de 1863. {En efecto, si exceptuamos el fra­ Y sindical al que favorecía sistemáticamente, al menos desde 1 866. (Por otra
parte, hay que señalar la coincidencia de la IWMA -con el primer incremen­
casado Partido Nacional Reformista del Trabajo de Estados Unidos { 1872]
to internacional de las luchas obreras, si bien en algunos casos, como en el
-extensión política de la ambiciosa Unión Nacional del Trabajo [ 1 866-1872]
de los trabajadores laneros piamonteses en 1 866- 1 867, ciertamente nada
afiliada a la IWMA- sólo había un movimiento político laboral que funcio­
naba ·a escala nacional y .era independiente de los partidos «burgueses» o «pe­ tuvieron que ver con ella.) No obstante, y sobre todo a partir de 1868, tales
queño-burgueses».) Su fundación se debió a Ferdinand Lassalle ( 1 825-1865), luchas sí que coincidieron con la -fWMA, dado que los dirigentes de estos

inteligente agitador que cayó víctima de una vida privada muy pintoresca movimientos se sentían cada vez más atraídos por la Internacional o milita­
ban incluso ya en eUa Esta oleada-de- desórdenes y huelgas obreras se ex­
(murió a Consecuencia de las heridas recibidas en un duelo por una mujer), y
que se consideró a sí mismo seguidor de Marx, hasta donde puede decirse que tendieron por todo el continente, llegando hasta España e in9lusive a Rusia:
en 1 870 hubo huelgas en San Petersburgo. Produjeron la paralización -de Ale­
siguiera a alguien, que no era muy lejos. La Asociación General de Trabaja­
dores Alemanes de Lassalle (Allgemeiner Deutscher Arbeiterver-ein í 1863] mania y Francia en 1868, de Bélgica en 1869 {donde conservaron su fuerza
fue oficialmente radical-democrática en vez de socialista y su inmediata con­ durante algunos años), de Austria-Hungóa muy poco después, y llegaron por
signa la coilstituyó el sufragio universal. Sin embargo, era vehementemente último a Italia en 1871 {donde alcanzaron su apogeo en 1 872-1874) y a
consciente de las distinciones de clase y antiburguesa, al tiempo que, pese a España el mismo año. Por otro lado, la ola huelguística llegó también a su
su modesto número inicial de miembros, se hallaba organizada como un mo­ clímax en Gran Bretaña en 1 87 1-1873.
derno partido de masas. No resultó nada grato a Marx, quien respaldaba una S�gieron nuevos sindicatos que entregaron sus masas a la �nternacíonal:
organización rival al mando de dos discípulos más entusiastas (o al menos por ejemplo, sus partidarios austríacos pasaron de 10.000 en V1ena a 35.000
más aceptables), el periodista Wilhelm Líebknecht y el joven capataz Augu�t entre 1 869- 1 872, de 5.000 en las tierras checas a casi 17.000, de 2.000 en
Bebel. Este grupo con base en la Alemania central, aunque oficialmente más Estiria y Carintia a casi 10.000 sólo en Estiria.6 En comparación con poste­
socialista, siguió de forma paradójica una política menos intransigente de riores patrones estas cifras no parecen excesivas, pero representaron un
alianza con la izquierda democrática (antíprusiana) que se remontaba a 1 848. enorme poder de movilización -los sindicatos aleman.es aprendieron a de­
Los seguidores de Lassalle, movimiento casi enteramente prusiano� creyeron cidir las huelgas únicamente en mítines masivos donde también estaban re­

en esencia en una solución prusiana del problema alemán. Y como esta fue la presentados_ los que carecían de organización- y desde luego asustaron a
los gobiernos, sobre todo en 1871 , cuando el apogeo del atractivo popular
solución que claramente prevaleció después de 1866, dejaron de ser significa­
tivas las diferencias que se manifestaron vehementemente en la década de la de la Internacional coincidió con la Comuna de París (véase el capítulo 9).
unificación alemana. Los marxistas (junto a un grupo disidente de los lassa­ Ya a principios de la década de 1860 los gobiernos y por lo menos algu­
Ueanos que insistía en el carácter puramente proletario del movimiento) fun­ nos sectores de la burguesía se habían percatado del crecimiento de la clase

daron en 1869 un partido socialdemócrata que finalmente (en 1 875) se fusionó obrera. El liberalismo se hallaba demasiado comprometido con una ortodo­
-aunque conservando el mando-- con los seguidores de Lassalle, dando lu­ xia de laissez-jaire económico como para considerar seriamente la política
gar al poderoso Partido Socialdemócrata de Alemania. de reforma s ocial, aunque varios de tos. radicales demócratas, al darse pers­
El hecho importante es que ambos movimientos se hallaban ligados de picazmente cuenta del peligro que supondría la pérdida del apoyo del prole­
una u otra forma con .Marx, a quien consideraron (especialmente después tariado, estuvieron dispuestos a realizar inclusive este sacrificio, y en países
e, ios e
de la muerte de Lassalle) como su inspirador teórico y guro. Los dos se �onde el «manchesterismo» jamás había vencid� totalment funcionar
eso
emanciparon de la democracia radical-liberal y funcionaron como movi­ mtelectuales consideraron cada vez más la necesidad de tal reforma. Por
mientos independientes de la clase obrera. Y ambos Obtuvieron inmediato en Alemania, impresionados por el creciente movimiento socialista, un grupo
apoyo masivo bajo el sufragio universal que Bismarck concedió al norte de de mal llamados «profesores sociales» (Kathedersozialisten) crearon en 1 872
Alemania en 1 866 y a Alemania en 1871. Los dirigentes de los dos mo­ la influyente «Asociación pro Política Social» (Verein für Sozialpolitik), que­
vimientos también fueron elegidos para el parlamento. En Barmen, lugar de se dedicó a defendef la reforma social com o opción ó más bien prevención
nacimiento de Friedrich Engels, ya en 1 867 el 34 por 100 votaron por el frente a la lucha de clases marxista.*
socialismo, y en 1871 el 51 por JOQ_
Por otro lado, aunque la Internacional no había dado origen todavía a par­
>>
* Al contrario de! término «comunista>>, más incendiario, la palabra «SOcialista la pudo
tidos de la -clase obrera de importancia (los dos alemanes ni siquiera se ha­ seguir usando todo aquel que recorOendaba la acción económica estatal y la reforma social, y así
llaban afiliados oficialmente a ella), en una serie de países se había asociado oenera! de los movimientos obreros socialistas en la

se utilizó ampliamente hasta el aumento .,
década de i 880.
¡
!i 124 LA ERA DEL CAPITAL, 1848-1875 LAS FUERZAS DE LA DEMOCRACIA 125
f
,, No obstante, hasta aquellos que habían considerado como fórmula cierta necrología del intento en los términos más conmovedores, pero con el pro­
r
1 para la ruina cualquier intromisión pública en el mecanismo de mercado li­ pósito de instruir a través de este magnífico opúsculo (La guerra civil en
bre, se hallaban ahora convencidos de que si querían contener la organización Francia) a los revolucionarios del futuro, empresa que coronó el éxito. Sin
y las actividades de la clase obrera tenían que reconocerlas primero. Según embargo, la Internacional, o sea. Marx; permaneció mientras operó la Co­
hemos visto ya, algunos de los políticos más demagógicos, entre los que des­ muna. Durante la década de 1860 trabajó en los programas a largo plazo y
tacan Napoleón lll y Benjamin Disraeli, se percataron en seguida del poten­ mostró escaso interés por los proyectos a corto plazo. Marx se habría con­
cial electoral de la clase trabajadora. En la década de 1860 se- modificó la ley tentado con que, al menos en los grandes países industriales, se hubieran es­
en todo el continente europeo a fin de permitir por lo menos ciertas organi­ tablecido (donde legalmente era posible) organizados movimientos obreros
zaciones y huelgas limitadas de la clase trabajadora, o, para ser más exactos, políticos e independientes como movimientos de masas cuyo objetivo fuera
con el fin de incluir en la teoría del mercado libre los libres convenios co­ la conquista del poder político, emancipados tanto de la inflUencia intelectual
lectivos de los obreros. Sin embargo, la legalidad de los sindicatos siguió del radicalismo liberal (que incluía el simple «republicanismo» y el naciona­
siendo muy incierta. Sólo en Gran Bretaña el peso político de la clase tra­ lismo) como de la ideología de tendencia izquierdista (anarquismo, mutua­
bajadora -y sus movimientos fueron lo suficientemente grandes -por acuer­ lismo, etc.) a la que con cierta justificación tenía él por residuo de una época
do general formaban la mayoría de la población- como Para crear, después más temprana. Ni siquiera pretendió que tales movimientos fueran «marxis­
de varios años de transición (1 867- 1875), un sistema virtualmente completo de tas»; por otra parte, en aquellas circunstancias tal pretensión hubiera sido
reconocimiento legal, tan favorable al sindicalismo que desde entonces se utópica, puesto que Marx no contaba virtualmente con seguidores, salvo en
vienen haciendo tentativas periódicas para reducir la libertad que en aquel Alemania y entre los viejos emigrados. Tampoco creía en que el capitalismo
tiempo se consiguió. se hallara a punto del colapso o en inmediato peligro de derribo. Confiaba
El objeto de estas reformas fue evidentemente poder evitar el surgimien­ simplemente en poder iniciar la-organización de los ejércitos que librarian la
to de la clase obrera como fuerza política independiente, y sobre todo como larga batalla -contra el bien atrincherado enemigo.
fuerza revolucionaria. Esto se logró en países con movimientos ya estableci­ A principios de la década de 1 870 se tenía la impresión de que el movi­
dos de obreros no políticos o liberales-radicales. En los sitios en donde ya era miento había fracasado inclusive en la obtención de estos modestos objeti­
poderosa la clase trabajadora organizada, como, por ejemplo, en Gran Breta­ vos. La clase obrera británica siguió yendo a remolque de los liberales, con
ña y Australia, los partidos obreros independientes no surgirían hasta mucho unos dirigentes tan débiles y corruptos que ni siquiera podían exigir una re­
más tarde, y aun entonces continuaron siendo en esencia no socialistas. Pero, presentación parlamentaria significativa como consecuencia de su entonces
como hemos visto, en la mayor parte de Europa el movimiento sindicalista decisiva fuerza electoral.. El movimiento francés yacía arruinado por la de­
surgió durante el período de la Internacional y al mando principalmente de rrota de la Comuna de París, y entre sus restos era imposible discernir otra
los socialistas, y el movimiento obrero se identificaría en el aspecto político cosa mejor que el anticuado blanquismo, sansculotismo y mutualismo. El
con ellos y más especialmente con el marxismo. Por eso en-Dinamarca. don­ gran brote de de'sórdenes obreros se quebró en 1 873-1 875, dejando tras de sí
de en 1871 se fundó la Asociación Internacional de Trabajadores con el pro­ sindicatos apenas más fuertes, y en algunos casos realmente más débiles, que
pósito de organizar las huelgas - y las cooperativas de los productores, en los de 1866-1868. Se rómpió asimismo la Internacional, al no ser capaz de
cuanto el gobierno hubo disuelto en 1 873 la Internacional diversos sectores eliminar la influencia de la anticuada izquierda cuyo fracaso era evidentísi­
de la Asociación formaron sindicatos independientes que, en su mayoría, vol­ mo. La Comuna había muerto, y la única revolución europea que quedaba,
vieron a unirse posteriormente como «liga social democrática». Esta fue la la de España, se acercaba rápidamente a su final: en 1874 los Borbones se
hazaña más significativa de la Internacional, pues de este: modo logró que hallaban de nuevo en España y la próxima república española se posponía
la clase obrera fuese independiente y socialista. durante casi sesenta años. Sólo en Alemania se había producido un avance
Por otro lado, no la convirtió en insurrecta. Y es que. a pesar del terror visible. Por otro lado, ya podía discernirse una nueva aunque oscura pers­
que inspiraba a los gobiernos, la Internacional no planeaba la inmediata re­ pectiva de revolución en los paises subdesarrollados, y a partir de 1 870 Marx
volución. El mismo Marx, si bien no menos revolucionario que-antes, no atri­ empezó a concretar algunas esperanzas en Rusia. Pero lo más inmediata­
buía seriedad a esta contingencia. En efecto, recordemos su notable actitud mente interesante de estos movimientos, porque era lo único que casi con
de cautela con respecto al único intento de realizar una revolución proletaria: seguridad podía .hacer estremecer a Gran Bretaña, baluarte principal del ca­
la Comuna de París. Jamá$ creyó en que tuviera la más mínima posibilidad pitalismo mundial, también había quedado paralizado. El movimiento fenia­
de éxito. Lo máximo que hubiera podido conseguir era un pacto con el no en Irlanda yacía asimismo en ruinas (véase el capítulo 5).
gobierno de Versalles. Por eso, y tras su inevitabte final, Marx escribió la El aislamiento y el disgusto llenan los últimos años de Marx. En compa-
126 LA ERA DEL CAPITAL. 1848-1875

ración- escribió poco.* y políticamente estuvo más o menos inactivo. Con


todo, ahora podemos darnos cuenta de la perdurabilidad de dos logros de la
década de 1860. A partir de entonces existirían masivos movimientos obre­
ros socialistas, políticos, independientes y organizados. La influencia de la
izquierda socialista premarxiana había quedado muy quebrantada Y conse­
cuentemente la estructÚra de la política iba a estar en constante cambio.
La mayoría de estas variaciones no se evidenciaron hasta el final de la dé­
cada de 1880, cuando resurgíó la Internacional como frente común de los par­
tidos de masas principalmente marxistas. Sin embargo, aun en la década
7. LOS PERDEDORES
de 1870 por lo menos un- estado tuvo que afrontar el nueyo problema: Ale­
mania. En este país el voto socialista (102.000 en 1871) empezó a aumentar de
Últi mamente se h endido a la imitación de las costumbres
nuevo con una fuerza implacable después de haber sufrido un corto revés: at
europeas, inclusive del peligroso arte -de los préstamos: sin em­
en 1874 contabilizó 340.000 votos, y en 1877 medio millón. Nadie sabía bargo, en manos de los aobernantes orientales la civilización oc­
cómo actuar para -contrarrestarlo. En el esquema político de aquellas fechas 0
cidental es infructuosa; y, -en lugar de restablecer un resultado
todavía no se había incluido a las masas. que ni permanecían pasivas ni tam­ ta�baleante, resulta que lo alllenaza -con la más rápida de las
poco se hallaban preparadas para seguir a sus «superiores» tradicionales ni a rumas.
los de la burguesía, y cuyos dirigentes no podían ser absorbidos. Bismarck,
Sir T. ERKSINE MAY, 1877 1
quien para su propio provecho era -capaz de jugar al parlamentarismo liberal
tan bien o incluso mejor que nadie, no pensó en otra cosa sino en prohibir
La palabra de Dios no otorga autoridad a la moderna delica­
por decreto la actividad socialista.
deza hacia la vida humana . . . Es preciso que -en todas las tierras
Orierytales se tema y se respete al gobierno. Entonces, y sólo en­
tonces, se apreciarán sus beneficios.

J. W. KAYE, 18702

En aqu�lla «lucha orla existencia»


� que pro�or�i�naba la metáfora bás�ca
�e� pensam iento economice, político, social y biolog¡co -del mundo burgues,
umcamen�e sobrevivirían los «más aptos», aptitud que no sólo certificarían con
su supervivencia, sino con su dominio. Eh consecuencia, la mayor parte de la
población mundial se convirtió en víctima de aquellos cuya superioridad eco­
nómica, tecnológica y, por tanto, militar era indiscutible y aparentemente in­
cu�tiona�l�: las economías y estados de la Europa central y del noroeste, y los
paises co1omza�os por sus emigrantes, en e ecial Estados Uni?o� Con las tres
- sp
grandes excepcwn� de India, Indonesia y zonas del norte d� Africa. apenas se
_
estableCieron co1omas fonnáles durante el tercer cuarto del stglo XIX. (Podemos
dejar aparte las áreas- de colonización ano-losajona como Australia, Nueva Ze­
landa Y Canadá, que, si bien todavía ¡]0 e�n formalmente independientes, des­
de l�eg? no recibían igual trato que las áreas habitadas po: «nati�os», té:riDno
en SI m1smo neutro, pero que· adquirió una fuerte connotac10n � .
de mfenondad.)
* El grueso del material póstumo que Engels ordenó como El capital. vols. II y m, y las De acuerdo en que estas excepciones no son insignificantes, .pues sólo la In­
di� Contaba con el 14 por 100 de
«Teoñas sobre la plusvalía» se escribió en realidad antes de la publicación del vol. I en 1867. la población mundial en 1 87 1 . No obst_ante,
De las grandes obras de Marx, aparte de algunas cartas. sóW la Crítica del programa de Gotha la mdepende_ncia política del resto
0875} la escribió después de la caída de la Comuna.
tenía poco valor. Siempre que estuvieran

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