EL GENERAL Del Desierto La Historia de J PDF
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EL GENERAL Del Desierto La Historia de J PDF
desierto
RODOLFO SALA
Rodolfo Sala
El General del Desierto – La historia del general Julio Argentino Roca, protagonista de
la Generación del 80
1ra ed. – Buenos Aires: 2013
331 p.; 21x15 cm.
ISBN
1. Narrativa. Ensayo Histórico
INTRODUCCIÓN 12
Rodolfo Sala
I
Su abuelo
II
Su padre
José Segundo Roca, fue quien más esplendor le dio al
apellido; su nacimiento fue inscripto en la Iglesia Matriz el día 31
de mayo de 1.800. Su madre, doña María Antonia, sobrellevó el
peso de la familia conduciéndola por el difícil camino de una
viuda joven. Su entereza moral y su religiosidad mantuvieron a la
familia dentro del núcleo social de una pequeña villa, pero con
lazos de parentesco muy arraigados.
Los Roca de esa época tenían una vida modesta, pero con
gran predisposición por el trabajo y las armas. Efectivamente, casi
todos los hermanos varones revistaban en el ejército. José
Segundo fue entre los hermanos quien mayor vocación y
actuación tuvo. Se lo encuentra participando en el Regimiento Nº
11 y desembarcando en Pisco bajo el comando del general
Álvarez de Arenales. Este jefe de los ejércitos libertadores que
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combatieron en el Perú, tenía órdenes de conducir a las fuerzas
adentrándose hacia la cordillera de los Andes persiguiendo a los
españoles, entre las que se ubicaba el Regimiento Nº 11.
Combatió en Pasco y en mérito a su actuación fue ascendido a
teniente y, más tarde, luego de Pichincha, a Sargento mayor,
conduciendo él mismo el parte de la victoria al general San
Martín. También Zepita fue escenario de sus luchas por la
independencia de las Américas. Más tarde fue Bolivar su jefe con
quien combatió en Junín. El jefe venezolano en 1825 lo designó
Sargento Mayor de Caballería del Ejército del Perú. La batalla
final de Ayacucho no lo pudo contar debido a una grave
enfermedad. Dando por finalizadas las campañas libertadoras en
América, cuando San Martín, después de aquella famosa carta del
29 de agosto de 1822, en donde el Protector le dice al venezolano
“…Desgraciadamente, yo estoy íntimamente convencido, o que
no ha creído sincero mi ofrecimiento de servir bajo sus órdenes
con las fuerzas de mi mando, o que mi persona le es
embarazosa”. Luego de servir con Bolivar, José Segundo Roca
retornó a la patria no sin antes haber establecido vínculos de
camaradería con Lavalle, Necochea, Arenales y otros.
Pero los tiempos del descanso aún no habían llegado para
José Segundo. La guerra con el Brasil lo convocó y fue ayudante
de campo del general Mansilla con quien combatió en Paso
Ombú. También estuvo ofreciendo su vida en el combate en
Ituzaingó, bajo las órdenes del general Carlos de Alvear.
Una cosa era combatir por la independencia o guerrear
con enemigos limítrofes, pero otra, muy diferente, era enfrentarse
entre hermanos. Pero el ya teniente coronel Roca era un militar y
debía obedecer órdenes; así fue que participó con el general Paz
en momentos en que las provincias se hallaban convulsionadas
guerreando por preeminencias lugareñas sin que hubiera ningún
proyecto de país. Luego que Lavalle, su antiguo camarada de
armas en las campañas libertadoras de la Sierra y Ecuador, le
pidió que fuera su edecán, no pudo evitar acceder y participar en
el combate de Puente de Márquez en donde la coalición de
Estanislao López y Rosas con 4.000 soldados y 3.000 indios
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derrotaran a Lavalle que contaba con apenas 1.000 hombres.
Roca no entendía de política, él era un soldado que se
subordinaba a sus jefes, pero no quería hacerlo en el terreno de la
política y solicitó regresar a su tierra.
Sin embargo, sabía que era un militar y que sus buenos
oficios serían requeridos por los bandos irreconciliables de
unitarios y federales (o federales no dispuestos al sometimiento).
De modo que el general Paz requirió de sus servicios, más tarde
Javier López, gobernador de Tucumán, luego el gobernador de
Salta, José Ignacio Gorriti, para terminar exiliado en Bolivia
después de que acompañara a Lamadrid y estuviera en el desastre
de La Ciudadela.
Cuando la conjura comandada por el ex gobernador Javier
López y su sobrino Ángel López contra el gobernador Alejandro
Heredia abortara, Roca y el comandante Balmaceda fueron
detenidos junto a ellos. A los López, al día siguiente, el
gobernador los mandó a fusilar, Balmaceda fue entregado al
gobernador de Santiago del Estero y al coronel José Segundo
Roca le salvó la vida la mediación del doctor Juan Bautista Paz,
quien era secretario de gobierno y amigo de Roca.
Juan Bautista Alberdi estuvo de visita unos años antes en
Tucumán, salvándole la vida a los López merced a su
intervención. Hace una pintura de las tragedias y rencillas que se
producían en las sociedades de esos tiempos. Decía Alberdi:
“…Durante varias semanas después de enterarme de la pérdida
de mi querido Manuel, pensé mucho en mis otros hermanos:
Felipe y Tránsito, en sus hijos, en la inestabilidad política que era
una constante de mi Tucumán y en la que siempre, durante mi
existencia juvenil, habían estado involucrados mis parientes.
Justamente en enero de 1836, mi benefactor, el gobernador
Alejandro Heredia, había fusilado a mi tío Javier López y a su
sobrino Ángel López, a quien yo había salvado del patíbulo
cuando estuve en Tucumán (en1834). Recordemos que el actual
tío fusilado por mi benefactor, había fusilado a mi otro tío
Bernabé Aráoz. Quien estudie alguna vez mi vida, se tome en
cuenta, que mi existencia, ausente de la Patria y escapando de
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todo conflicto, tiene mucho que ver con este pasado preñado de
rencillas familiares y que terminaron con baños de sangre, que
nunca, mi padre y yo, deseábamos para el porvenir de nuestra
provincia y del país. Esta puede ser la síntesis de mi pasado
escapista de toda confrontación armada”
José Segundo estaba ansioso de abandonar la vida errante
del militar, siempre ausente de su familia, y quiso contribuir
pacíficamente al engrandecimiento de su provincia,
presentándose como candidato a diputado provincial en 1837.
Pero Bolivia tenía ambiciones de expansión territorial sobre
nuestras tierras y el coronel Roca fue convocado por Heredia
para defender las fuerzas nacionales. Vuelto de la campaña por
tierras bolivianas a poco de instalarse en Tucumán, los enemigos
de Heredia echaron la mirada sobre Roca, que lo veían federal
(sinónimo de rosista), ordenándole que se abstuviera de residir en
Tucumán. Sin que tuviera mérito alguno su foja de servicios, lo
mandaron exiliado de su patria chica con destino a Buenos Aires.
No obstante estos sinsabores, sobrevino la alegría que casi
siempre experimenta el casamiento; contrajo enlace con Agustina
Paz, hija del hombre que le salvó la vida cuando la conjura de los
López. Este acontecimiento ocurrió en 1836 o 1837 mientras
transcurría la guerra con Bolivia. La descendencia que produjo
esta unión sería de una trascendencia nacional como pocas en la
historia. Nacieron Alejandro, Ataliva, Celedonio, Agustín, más
tarde y precisamente el 17 de julio de 1843 llegó a este mundo en
el Vizcacheral, Alejo Julio Argentino, luego completaron la
familia, Marcos, Rudecindo y Agustina, la única mujer.
Los años que vendrían serían de mayor tranquilidad para
la familia Roca, pero Tucumán pasaría por momentos de zozobra
institucional cuando Alejandro Heredia fuera asesinado y se
hicieran dueños de la situación política un grupo denominado
unitario, pero que, con más propiedad, debería denominarse
antirosista. Los comentarios referidos a la participación de Marco
Avellaneda en el asesinato de Alejandro Heredia cayeron muy mal
en muchos amigos de ambos. La causa de la sospecha que Marco
Avellaneda participó en la conjura, radicó en que el crimen
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cometido por una partida de militares comandados por el coronel
Gabino Robles, el 12 de noviembre de 1838 en Lules, cuando el
gobernador se dirigía a su estancia “Las Arcadias”, un integrante,
el teniente José Casas, montaba un zaino prestado por
Avellaneda. Aparentemente Robles arrastraba un marcado
encono hacia el gobernador tucumano. Según se dijo, el coronel
vengaba una afrenta recibida del general. Uno de esos amigos
comunes era Juan Bautista Alberdi, quien había dicho:
“…sabiendo mi relación con Heredia y con Marco, alguno de mis
parientes tucumanos, al menos, me hubiera insinuado algún
comentario. Pero nada de ello ha ocurrido. Además hay que
considerar que el gobernador tenía resquemores con Rosas. El
propio gobernador de Buenos Aires le había reclamado sus
relaciones con los unitarios y su poco apego a la mención de la
terminología federal, al punto que en una carta le dice: «…Hago a
usted esta indicación porque noto que en sus oficios y proclamas
no resuena tanto como es preciso la voz y Causa Santa de la
Federación, y que por ejemplo al decir todo argentino, los buenos
argentinos, todo patriota, los buenos patriotas, no dice usted todo
Argentino Federal, los buenos Argentinos Federales, todo
Patriota Federal, los buenos Patriotas Federales, sobre lo que se
yo que se fija mucho la atención por Federales y unitarios, aquí y
en casi todas las provincias de la República, porque aquellos no
tienen por buen argentino, ni por buen patriota, como no deben
tenerlo, al que hoy día no es Federal, y éstos para encubrirse de
que son unitarios, y haciendo desprecio de la clasificación de
Federal, usan de esas voces desnudas, buen argentino, buen
patriota, las que por lo mismo si antes tenían entre nosotros una
significación noble, hoy la tiene muy ambigua y sospechosa». La
Sala de Representantes de Tucumán se limitó a informarle a Juan
Manuel de Rosas que el asesinato era producto de una conjura del
general Santa Cruz”.
III
La cruel situación política de los 40
La década del 40 encontró al Norte en un desencuentro
fatal para los pueblos que quisieron alzar sus voces en contra del
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centralismo porteño encarnado en el gobernador de Buenos Aires
Juan Manuel de Rosas. El 24 de agosto de 1840, Tucumán, Salta,
Catamarca, La Rioja y Jujuy formaron la Coalición del Norte, para
hacer oír sus voces, o su metralla, sublevándose ante el desigual
tratamiento que el puerto de Buenos Aires observaba contra las
provincias.
Este proceso que se iniciaba es el de mayor crueldad que
se produjo desde las guerras finales de la independencia hasta el
advenimiento de la organización nacional, luego de Caseros.
Las armas que Rosas había mandado a Heredia para
luchar en la guerra contra Bolivia, el caudillo bonaerense quería
recuperarlas antes que fueran utilizadas contra sí, y para ello
envió, inexplicablemente, a Aráoz de Lamadrid para rescatarlas.
Lamadrid era un unitario exiliado en Bolivia en donde estuvo
varios años, pero tras una breve estadía en Montevideo, Rosas lo
llamó para que se uniera a sus ejércitos, actitud que tomó
Lamadrid y, además, aceptó la misión que le encargara el
Restaurador. Queda sin explicación histórica la razón por la cual
Juan Manuel de Rosas convoca a Lamadrid, éste acepta y además
consiente en trasladarse a Tucumán para rescatar las armas. El
general Lamadrid al llegar a su tierra pacta con Marco Avellaneda
su ingreso a la Coalición del Norte. Retorna a su condición de
componente del unitarismo, en donde se lo designa comandante
de las fuerzas provinciales, a cuya gesta se le unió el general Juan
Galo de Lavalle.
La falta de coordinación y la ausencia de un comando
centralizado de las fuerzas rebeldes, aunque la hubo como un
formalismo en la persona de Tomás Brizuela, gobernador de La
Rioja, la pagarían muy caro. En efecto, hubo desacuerdos entre
Lavalle y Lamadrid por falta de coordinación y comunicación.
En Santiago del Estero hubo una sublevación en contra
del gobernador Ibarra, mata a quien se lo impide en el intento
pero resulta que uno de ellos era el hermano del gobernador.
Felipe Ibarra juró venganza lo cual sucedió a los pocos días
dando muerte con crueldad a los unitarios.
3
Colegio Superior del Uruguay “Justo José de Urquiza”, creado por el caudillo
entrerriano el 28 de julio de 1849; primero en el país de carácter laico. Posee un
histórico edificio habilitado en 1851 y, en 1942, fue declarado “Monumento Histórico
Nacional”. En ocasión de cumplir el 150º aniversario, en 1999, se le efectuaron
reformas habilitando el Museo Histórico del Colegio. Este colegio, desde muchos años
atrás su fama había trascendido los límites de la provincia. También pasaron por sus
aulas el presidente Arturo Frondizi y sus hermanos Oreste y Silvio, este último, en la
década de 1970, masacrado cruelmente por la guerrilla a balazos y luego atado con
alambre púas; el vicepresidente J. Hortensio Quijano, Benigno Ferreyra, presidente el
Paraguay, el ministro de Educación de Frondizi, Luis R. Mac Kay, el poeta Olegario V.
Andrade, Osvaldo Magnasco, Arturo Sampay, Felipe Texier, gobernador de Entre Ríos
Su iniciación militar
4En realidad su primera acción bélica fue en Rosario, antes de Cepeda, cuando la flota
porteña cañoneó al puerto y él, junto a la Brigada de Artillería, repelió el ataque
haciendo fuego.
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el ejército de Buenos Aires se produjo en la cañada de Cepeda
con el triunfo de la Confederación. La primera condición de los
vencedores fue la renuncia del gobernador de Buenos Aires, don
Valentín Alsina, luego de lo cual se iniciaron las negociaciones
donde Buenos Aires nombró sus representantes a los doctores
Tejedor y Pena, por su parte la Confederación, a los generales
Pedernera, Tomás Guido y el doctor Aráoz. Urquiza comete un
error fundamental para los hechos futuros, que fue no desarmar a
Buenos Aires y así evitar la amenaza latente en cualquier sedición.
Se declaró a Buenos Aires parte integrante de la
Confederación y se pactó formar una convención que revisaría la
Constitución –ya que en la Asamblea Constituyente Buenos Aires
no participó por propia decisión- y propondría las reformas
requeridas por Buenos Aires. Tras la mediación del hijo de
presidente paraguayo y futuro presidente también, Francisco
Solano López, finalmente se firmó el Pacto de San José de Flores
o de Unión Nacional, ad referendum de una convención nacional,
que resolvería si serían aceptadas o no por las partes.
Durante el mes de noviembre de 1859 se realizaron las
elecciones para designar los nuevos mandatarios nacionales.
Santiago Derqui obtuvo para ocupar el cargo de presidente
setenta y dos votos, quien se había desempeñado como ministro
de Justicia, Culto e Instrucción Pública durante el gobierno de
Urquiza. Derqui era abogado nacido en la provincia de Córdoba.
Y para vicepresidente, la Asamblea Legislativa eligió al general
Juan Esteban Pedernera, con cincuenta y cinco votos sobre
cuarenta y nueve de Marcos Paz; los nuevos mandatarios
asumieron en marzo de 1860.
Julio A. Roca al quedar integrado al ejército, sin perjuicio
de continuar con sus estudios, se incorporó como agregado a la
Brigada de Artillería “7 de Octubre” Nº 1 de Línea, comandado
por el coronel Simón Santa Cruz. El 20 de septiembre de igual
año ascendió a teniente 2º.
Las sensaciones que Julio Argentino tuvo en esta, su
primera campaña para enfrentar a las fuerzas bonaerenses en
Cepeda, fueron totalmente distintas a las que sintiera en otras
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oportunidades en que estuviese en las vísperas de un
enfrentamiento armado. No tenía temores. Todo era descubrir
nuevas sensaciones: como sentirse prematuramente respetado
cuando los soldados se le cuadraban, aún viejos, ante él, que era
sólo un mocoso con alguna jineta más. La camaradería era otra
sensación inigualable que sintió, donde todos tenían un
sentimiento común: la ayuda al compañero, antes que salvar su
propia vida o entregarle el alimento o el agua al compañero antes
que guardársela para sí. El sentido del obedecimiento sin matices
hacia el superior que ordenaba, era otra sensación que formaría el
carácter de aquel jovencito que tomaba las armas para pelear, y no
como una mera instrucción. Todas esas sensaciones Julio la
experimentaría en esta batalla. Todo lo que viniera después serían
nuevas experiencias de lo ya conocido.
Luego que experimentara las contradicciones de la belleza
de la batalla, donde las fuerzas de Mitre aún vencidas se
replegaban en orden, y la jerarquía de Urquiza, que no
aprovechaba de la derrota de su oponente para rematarlo, contra
la escena dantesca del final de la batalla, en donde los cuerpos
heridos, mutilados y muertos se desparramaban por el campo; el
hedor de la muerte y de las tripas abiertas, componían un
contrasentido, que expone al soldado si servirá para jactarse de tal
o si no podrá aguantar esa duplicidad de sensaciones: la belleza y
el horror.
Con el grado de teniente 2º se reintegró al Colegio para
terminar sus estudios y, en 1861, en carta que escribiera a su
padre, le informó sobre la calidad de los estudios de sus
hermanos, Agustín y Celedonio, y de las notas sobresalientes que
él mismo había obtenido en varias materias.
II
Buenos Aires se había integrado a la Confederación pero
no era más que un formulismo sellado por el Pacto de San José
de Flores. Los porteños y los confederados incluyeron en las
cláusulas del Pacto la federalización de la ciudad de Buenos Aires,
cuyos edificios pertenecerían a la provincia excepto el de la
Aduna, que pasaba a ser propiedad de la Nación. Esta cuestión de
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la federalización se declaraba pero no se sentía. Ni Buenos Aires
estaba dispuesto a estar en un segundo plano, ni Paraná era una
ciudad preparada para albergar una capital. Juan Bautista Alberdi
al visitar las distintas metrópolis, le pedía a Juan María Gutiérrez
que Paraná debía prepararse para albergar a las distintas
delegaciones extranjeras, aunque él mismo consideraba que la
capital debía ser Buenos Aires. Pero lo que realmente estaba en
juego era el dominio de la aduana portuaria o, al menos, la
atenuación del usufrutuo total por parte de Buenos Aires. Que sin
ella, el interior no podía subsistir y Buenos Aires no quería
cederla. Mientras tanto Alberdi, en su carácter de ministro
plenipotenciario de la Confederación, les aseguraba a los grandes
países sobre la libre navegabilidad de los ríos y que Buenos Aires
no debía impedirlo. Alberdi decía: “En este tránsito de mi gestión
debía agudizar el ingenio utilizando argumentos políticos de peso y
tenía que sufrir la angustia de la toma de decisiones de terceros
países, que me dieran el aval del reconocimiento de nuestra
independencia y de nuestro gobierno, y de la libre navegabilidad de
los ríos”. En Inglaterra, a Lord Williams Clarendon, que era
Secretario de Relaciones Exteriores y que había sido embajador
en España, por lo cual hablaba un fluido castellano, Alberdi
relataba: “Le explique las cuestiones de la libre navegabilidad de los
afluentes del Río de la Plata y le hice entrega del Memorándum que
había preparado en el viaje (de Estados Unidos) hacia Inglaterra.
Le hice ver que inexorablemente Buenos Aires tenía que ceder a su
posición segregacionista y anexarse al gobierno de Paraná porque
era una provincia más y siempre lo había sido. Que la actitud
separatista de Buenos Aires se debía a problemas circunstanciales
de hombres y no a una conveniencia efectiva de estado”.
Era indudable que Urquiza quería, por todos los medios,
consensuar con Buenos Aires, con la finalidad de que integrara el
congreso constituyente y pudiera ser sede del nuevo gobierno que
se elegiría con posterioridad a la proclamación de la Constitución,
pero Buenos Aires seguía en su posición de soberbia y egoísmo,
que sostenía los privilegios pero que se acabarían con una nación
constituida.
M
I
IENTRAS TANTO, el 5 de octubre de 1862 la
asamblea de electores se manifestó por
unanimidad por Bartolomé Mitre presidente y
Marcos Paz vicepresidente de la Nación.
Electos en los comicios nacionales del 4 de septiembre de
1862, Bartolomé Mitre, asume la presidencia de la Nación el 12
de octubre y, como vicepresidente, lo acompaña el coronel
doctor Marcos Paz.
El doctor Paz había obtenido, al fin, el cargo de
vicepresidente que había perdido en el gobierno anterior, recaído
en el general Pedernera por unos pocos votos de diferencia. La
fórmula compuesta por un porteño y por un provinciano, en esta
oportunidad, inauguró una tradición que durará por décadas y
que conformará una suerte de símbolo de unión nacional.
El tío de Julio Argentino, Marcos Paz, obtuvo fortuna por
vía del casamiento con una Cascallares, cuyo padre tenía en
Lobos algunas estancias que su yerno administró muy bien y le
permitió adquirir campos en Santa Fe.
Lo cierto, que a principios de 1862 todas las provincias, a
excepción de Entre Ríos, habían sucumbido a la influencia de
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Mitre, habían delegado en el jefe porteño los asuntos nacionales y
sólo faltaba formalizar la suerte de algunos jefes montoneros en
el norte. Y allí estaba Roca para sumarse militarmente a ese
cometido.
En los primeros meses de 1863 el Batallón que estaba con
asiento en San Luis pasó a San Juan por pedido expreso de su
gobernador don Domingo F. Sarmiento, que estaba asediado por
los montoneros.
A propósito de la sedición, y del ámbito en que actuó
Roca en estos preliminares encuentros hostiles con la montonera,
es hora que penetremos en el conocimiento de saber quién es
quién en esta ensalada histórica que son los tiempos de 1861 y
1869; es necesario entender por quiénes y por qué peleaban estos
valientes caudillos en una guerra malograda desde que se inició,
hasta su postrer aniquilamiento. Es necesario decir que la
adjetivación de valientes no significa que se los considerara
positivos para lograr el orden institucional que era necesario para
continuar con los hechos positivos, como la institucionalización a
través del dictado de una Constitución Nacional y del
establecimiento de un gobierno nacional. En algunos personajes
es difícil discernir para quiénes peleaban: en algunos casos como
actos de fidelidad para jefes montoneros de muy alto liderazgo y
en otros, para su propio ego. Aquello que sí está claro es que
peleaban en contra del poder central portuario.
II
Ángel Vicente Peñaloza
Fue el montonero por antonomasia, el más grande y el de
más predicamento. No es comparable con Güemes o Quiroga;
éstos tenían aptitudes de gobernantes por ejemplo, que el
“Chacho” no tenía o, en menor medida, pero tal vez mayor
devoción de sus huestes que no dudaban dejarse matar para
defender a su jefe.
Su apodo le fue impuesto por un tío abuelo clérigo, cuyo
significado responde al apócope de muchacho. Nació en
Malanzán, al Sur de La Rioja entre 1796 y 1798. Se casó con
Victoria Romero de cuya unión nacieron tres hijos, dos varones
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muertos de niños y una mujer, que no tuvo descendencia; además
adoptaron un huérfano hijo de un pariente.
El Chacho poseía las características del líder y profundo
conocedor natural de la psicología del gaucho. Un sólo hecho lo
marca con estas condiciones. Sus fuerzas venían castigadas de
derrota en derrota y en un momento en 1863, en una rueda, un
capitanejo cuestionaba ciertos movimientos de la tropa que les
resultó desfavorable y algunas críticas más hacia la conducción. El
Chacho permanecía en silencio con el sombrero en sus manos;
despaciosamente se levantó se acercó al caballo y comenzó a
ensillarlo, mientras murmuraba, pero para que todos lo
escucharan: “Ya que hay otro que sabe andar mejor que yo… ¿Pa
que le van a cerrar el camino al hombre? ¿Pa qué vu´a quedarme?
Terminó de ensillar subió al caballo y al paso se fue. Uno a uno
los hombres montan y van detrás de él. ¿Qué había hecho el
Chacho? Había jugado su liderazgo en un momento
políticamente oportuno. Fue una genialidad propia de un caudillo.
Estaba dotado para conducir tropas y esas dotes Facundo
Quiroga las descubrió en el Chacho. En la batalla de El Tala,
frente a Gregorio Aráoz de Lamadrid, fue seriamente herido lo
que le valió que Facundo lo ascendiera a Capitán de Milicias.
Participó en las batallas de Rincón de Valladares, La Tablada y
Oncativo. Más tarde, se tomó revancha del “manco” Paz,
vencieron en La Ciudadela, en donde el Chacho enlazó un cañón
y lo llevó para sus filas, por cuya acción Quiroga lo ascendió a
teniente mayor.
Luego del asesinato de Facundo Quiroga, en cierto modo
heredó el liderazgo del “Tigre de los Llanos”. El perfil de mayor
nitidez de Peñaloza fue la enemistad hacia todo lo significaba o
estaba relacionado con el centralismo porteño. Por eso fue un
enemigo acérrimo de Rosas, aún fuera éste federal y, en los
tiempos luego de Pavón, contrario a todo lo que fuera porteño.
También apoyó la campaña de Juan Lavalle en su postrera
campaña hacia el Norte seguido por Oribe. En 1848 con la ayuda
de Benavídez depuso al gobernador riojano Vicente Mota y
Felipe Varela
El caudillo era catamarqueño nacido presuntamente el 11
de mayo de 1821, porque se conocía el año y mes, de acuerdo al
santoral ese día se celebra el santo Felipe, y falleció en Chile, en
Atacama, el 4 de junio de 1870. Como los caudillos federales de la
época era acérrimo enemigo del centralismo porteño: desde Juan
Manuel de Rosas hasta Mitre, que era quien gobernaba en los
años en que guerreaba para imponer los derechos conculcados de
las provincias, según su célebre “Manifiesto a los Pueblos
Americanos”.
A Varela lo han considerado algunos historiadores como
salvaje y sanguinario, pero el caudillo no escapaba al estilo de la
época donde los llamados unitarios no sacaban ventajas sobre los
montoneros federales. Todos degollaban y fusilaban sin
miramientos, y algunas veces las cabezas de los difuntos eran
expuestas en picas para aterrorizar a los insurrectos de turno.
Lo cierto es que por naturaleza los guerreros lo eran
porque no les interesaba otra actividad y, además, porque
algunos no sabían otra cosa que no sea guerrear. También se
acercaban a los jefes a quienes admiraban, y cuando éstos
desaparecían del firmamento estelar, o heredaban el prestigio que
habían adquirido sus jefes, o conquistaban preeminencia derivado
de sus enemistades. Así pasó con Francisco “Pancho” Ramírez
junto a Estanislao López, o al Chacho cuando mataron a
Quiroga, o a Felipe Varela cuando asesinaron a Vicente Peñaloza.
Las herencias de los caudillos se extendieron hasta nuestros días.
Una de las primeras acciones que la historia recoge de
Felipe, es como combatiente contra el caudillo bonaerense Juan
M. de Rosas, por cuya causa debe exiliarse en Chile y luego
reaparecer en el ejército de la Confederación, y más tarde en
Pavón junto al general Urquiza. Junto al “Chacho” mantuvo a
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raya a los ejércitos nacionales, aparecía dando batalla y más tarde
desaparecía en tierras que conocían palmo a palmo. Luego del
injusto asesinato de Peñaloza, Varela se refugia en Entre Ríos
junto a su amigo, el general Urquiza, de quien fue su edecán. Pero
luego de un año retornó a Chile.
Cuando el gobierno nacional decide intervenir en la
Guerra de la Triple Alianza, a fines de 1866, Varela quiere sacar
partido de la concentración de tropas en esa interminable e
impopular guerra. Junto a otros jefes provinciales, como Felipe y
Juan Saá y Juan de Dios Videla, emiten una proclama
revolucionaria y emprenden un nuevo alzamiento con una carga
de resentimiento muy grande. A Bartolomé Mitre se le hace muy
difícil pelear en dos frentes, pero destaca a Arredondo y a
Paunero junto a los Taboada en Santiago del Estero, para
desbaratar esa insurrección. Urquiza toma con mucha frialdad
este levantamiento, pese a que Varela contaba con su apoyo.
Creemos que Urquiza estaba sobre las miradas de la montonera y
analizaba los esfuerzos de Mitre para consolidar a la Nación, no
obstante su desacuerdo con la propuesta porteña.
En marzo de 1867, dotado de armas modernas recibidas
del frente paraguayo, Paunero emprende el avance hacia Córdoba
y Arredondo enfrenta a las tropas montoneras y las vence en San
Ignacio, el 1 de abril de 1867. Varela no se entera de este
acontecimiento y decide avanzar hacia Catamarca porque
presume que Taboada está en La Rioja. Varela se apresura sin
descansar a la tropa y la caballada, y lo que es peor no se
aprovisiona de la suficiente agua. Taboada ha previsto esta
importante contingencia y se instala junto al Pozo de Vargas.
Varela toma razón del error cometido y decide no alargar el
padecimiento de la sed y decide atacar justo a mediodía, con
cinco escuadrones: dos por el centro a su propio mando, y otro
al mando de Medina; por el ala izquierda Chumbita y por la
derecha Elizondo. Los federales atacaron desesperadamente con
éxito, pero la fuerza de la artillería de los nacionales y su mejor
ubicación estratégica les otorgó el triunfo final, no sin antes haber
peleado durante ocho horas.
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“Galopa en el horizonte,
tras muerte y polvaderal;
porque Felipe Varela:
matando llega y se va”
Severo Chumbita
La provincia de La Rioja fue muy prolífica en la entrega
de caudillos montoneros. Severo Chumbita nació en Aimogasta,
mejor dicho Machingasta, un poblado a 7 kilómetros de aquella
población, nieto del cacique riojano gobernador de Aimogasta, e
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hijo de Juan Orensio Chumbita, también jefe de montonera del
Norte de La Rioja. Se casó con Rosaura Villafañe y tuvieron dos
hijos: Ambrosio y Manuel Antonio, quienes siguieron los pasos
de su padre pelearon al lado de Felipe Varela. También fue
hacendado, lo cual no lo hacía un montonero peregrino, sino que
en su actividad montonera subyacía un absoluto convencimiento
que la vida más apacible debía ser suplantada por una defensa de
derechos.
Severo Chumbita fue nombrado coronel por Vicente
Peñaloza. Peleó junto a él y con Felipe Varela al mando de la
columna izquierda en la Batalla del Pozo de Vargas. En mayo de
1862 derrotó a Arredondo en el combate de Mazán, en la
provincia de La Rioja. Cuando Varela traspasó la cordillera de los
Andes, Chumbita siguió sus pasos hasta Copiapó. Luego de los
fracasos bélicos del Pozo de Vargas, junto a su hijo Ambrosio
Chumbita, fueron procesados por la rebelión de 1861 hasta 1863.
Entre los delitos que se le imputaban figuraban seis asesinatos,
entre ellos el de Celestino Barcala y Balbino Arias. La sentencia
de culpabilidad fue apelada y la Suprema Corte de Justicia de la
Nación los sobreseyó en la rebelión en la revolución de 1861-63,
excepto la de los delitos comunes.
III
El 22 de diciembre 1862 Julio Argentino Roca recibió el
ascenso a Ayudante Mayor 1º. Este grado reservaba a los militares
la responsabilidad de la instrucción y disciplina, y debía reportar a
sus jefes las novedades del regimiento, tanto sea para castigo
como premio. Nuevamente en Villa Nueva había preparado a los
soldados con rigurosa y esmerada preparación, disciplina que
nunca dejaría de observar aún en los grados superiores, tanto en
sus jefes subordinados como en los propios soldados. La
rigurosidad de Sandes, su jefe, era un acicate para el
cumplimiento de la función específica.
Su regimiento permaneció en San Juan hasta abril de
1863, cuando Sandes intimó a Peñaloza para que entregara o
cooperara para la captura de los jefes montoneros Puebla,
Ontiveros y Carmona. Esta intimación fue como un insulto a la
hidalguía de Peñaloza quien le contestó que de ninguna manera
iría a permitir que ninguno de sus soldados cumpliera una
delación de esa calaña.
Sandes se internó en Los Llanos y los gobernadores
Sarmiento, Posse y Barbeito clamaban por ayuda a Paunero. Ya
hemos visto como Sandes se enfrentó con El Chacho en Lomas
Blancas, en donde el ayudante mayor Roca tuvo una actuación
sobresaliente. Sandes no esperó y salió en persecución de los
derrotados, pero éstos, eximios en el conocimiento del terreno, se
le escabullían en las serranías. Paralelamente los federales de
Córdoba, a quienes les llamaban los rusos, despojaron del poder a
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 58 -
Justiniano Posse e impusieron como gobernador a José Pío de
Achaval, quien para mantenerse llamó de urgencia al Chacho. El
caudillo riojano entró en Córdoba el 14 de junio, pero también
debió solicitar ayuda a Urquiza, a quien le instaba a que adhiera a
la rebelión. Nuevamente las fuerzas nacionales y las montoneras
se encontraron en Las Playas en furiosa contienda, en donde la
profesionalidad de los nacionales les daba el triunfo. Actuaron
como jefes a las órdenes del general Paunero, recién llegado al
escenario de la rebelión montonera, los oficiales Sandes, Julio
Campos, Agustín Olmedo y Julio A. Roca entre otros.
El destino del Chacho ya estaba signado, porque todos los
ejércitos reunidos en la zona de las provincias rebeladas estaban
detrás de los pasos del caudillo riojano. Entre ellos estaba el
mayor Roca, y en estas persecuciones aprendió a conocer el
terreno agreste, seco y polvoriento, en el cual padecían la tierra
que se les pegaba al sudor y una sed que no se podía describir. La
tropa de los nacionales estaba exhausta, sus pertrechos deshechos
por el trajín al que los sometió el Chacho; las caballadas se
negaban a proseguir las marchas forzadas.
La muerte de Vicente Peñaloza mereció por parte de
Roca, mucho después de haber ocurrido, por su condición de
subordinado, a la que calificó de canallesca la forma en que
mataron al caudillo y más aún, por los vejámenes a que
sometieron sus restos.
Arredondo le pedía a Paunero que retirara las tropas de
línea, debido al cansancio de ellas, y al mismo tiempo consideraba
que se debía dejar unas pequeñas fuerzas para mantener el orden
y evitar la pillería. Paunero consideraba también que era necesario
el descanso de las tropas, pero temía un rebrote de la rebelión, Le
pidió a Arredondo que aguantaran un poco más en esas
posiciones, ya que también necesitaba tropas en el Sur para
contener a la indiada que acechaba los pueblos fronterizos.
Consideraba Paunero que se “debían mantener 100 hombres de
línea alrededor de los Llanos para evitar que los fascinerosos se
asienten en esos lugares y se hagan fuertes”. De modo que las
fuerzas nacionales tenían tres frentes abiertos: el de la Guerra de
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 59 -
la Triple Alianza, la rebelión montonera y el asedio de los indios
en la frontera Sur.
Roca debió quedarse en los Llanos, pero su desazón se
vio atemperada porque el 17 de febrero de 1864 recibió el
ascenso a capitán, a los veinte años de edad. En abril de 1865 una
pertinaz culebrilla lo obligó a trasladarse a La Rioja y ponerse en
manos de una mano santa curandera. Repuesto de su mal, meses
más tarde fue trasladado a San Luis. Pero ese destino fue como
una posta en su camino a Buenos Aires, beneficiado por unos
meses de vacaciones, luego de dos años y medio de campaña en
la lucha en combate con la rebelión montonera en el Norte.
Resultaron cortas las vacaciones que lo mantuvieron ocupado en
las tertulias con amigos y parientes, y la visita a las librerías para
hacerse de material profesional y de esparcimiento para llenar los
tiempos de soledad en los cuarteles. También pudo estar con su
padre y charlar de todos las contingencias de guerras que don
José Segundo ya había sufrido. Éste comprendía los sacrificios
que su hijo debió soportar, pero era, ni más ni menos, la
consecuencia del destino que el propio Julio había elegido.
Su regreso a San Luis y ya como objetivo propio y del
regimiento, que ocupaba e inquietaba a las autoridades nacionales,
era la relación con los indígenas en carácter de connacionales o
como enemigos de las autoridades constituidas. Todo dependía
de la actitud que adoptaran los indígenas. De hecho que debía
tener desenlace institucional la inserción de esta particular capa
social dentro del contexto de una nueva nación. La solución era
simple: o se integraban mediante el convencimiento, la
instrucción, la educación y la formación familiar, con el
otorgamiento por parte del Estado de trabajo y vivienda, o la
salida violenta de la sociedad organizada. En realidad era un
verdadero agravio el enorme territorio que se extendía al Sur sin
que la ley tuviera vigencia, que los derechos no eran patrimonio
de nadie, incluso de los propios indígenas. Que el ocio era una
constante como si el tiempo para ellos no transcurriera. Era una
política que se debería implementar por parte de los gobiernos.
Los pueblos fronterizos con las tierras dominadas por los
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 60 -
indígenas clamaban para que se adoptaran políticas conducentes a
resolver los ataques (malones) a las ciudades desprotegidas, en
donde entraban a sangre y lanza para robar y matar con crueldad,
también se hacían de mujeres y niños. Asimismo robaban
hacienda que utilizaban para su propia alimentación y, el
excedente, lo vendían en Chile a través de caciques trasandinos en
connivencia con comerciantes chilenos. Todos los habitantes,
conscientes de este problema, sabían que no había medias tintas:
había que actuar de una u otra manera. No se podía convocar a
frailes con violín para civilizar a los indígenas.
La línea de fortines que defendía el avance de los indios
era un arco que partía desde la Cordillera de los Andes en la
naciente del Río Atuel, pasaba por Río Cuarto, Melincué en Santa
Fé, Junín, 25 de Mayo, Bahía Blanca y terminaba en Carmen de
Patagones en la provincia de Buenos Aires. Esta línea de fortines
enfrentaban a cuatro grupos de indígenas: los ranqueles en el Sur
de Córdoba a los que se unían 700 lanzas de Mendoza con un
total de 2.200 guerreros; los pampas en las Salinas Grandes con
2.000 lanzas; los chilenos cuyo jefe principal era Calfucurá, a los
que se añadían 800 guerreros que periódicamente cruzaban los
Andes y se agregaban a los tres grupos más estables en el
territorio.
IV
La situación en Buenos Aires era inquietante debido a las
convulsiones políticas que se producían, no obstante la paz
conseguida en el Norte. Adolfo Alsina se había separado de
Mitre, pese al tiempo transcurrido, todavía con la insoluble
designación de Buenos Aires como capital de la Nación
Argentina. A pedido de la Confederación Adolfo Alsina fue
miembro ad hoc de la Convención que reformó la Constitucional
Nacional en 1860. En esta reforma de veintidós puntos referidos
al artículo tercero, de residencia de la autoridad nacional, que era
la ciudad de Buenos Aires, comenzaba a perfilarse el gran debate
sobre la federalización, en donde tuvo participación destacada el
doctor Adolfo Alsina. Había sido elegido diputado, cuando en el
Congreso se trataron las federalizaciones de la provincia y la
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 61 -
ciudad de Buenos Aires; la actitud del caudillo porteño provocó la
división del Partido Unitario, fundó el Partido Autonomista, y
arrastró consigo todos aquellos que estaban en contra de la ley de
federalización. ¡Y ahora para colmo de males: la guerra al
Paraguay!
Es necesario, desde nuestro punto de vista, para
comprender las relaciones con nuestros países vecinos y la
política llevada cabo por Mitre, también para conocer su
personalidad y consecuentemente la actitud de las provincias, que
se negaron a contribuir con la gestión del gobierno central, los
motivos y hechos principales de la Guerra de la Triple Alianza.
También afloraron la inexperiencia de gobernantes de los países
limítrofes involucrados, motivados por la soberbia y afán de
poder, y como ocurre en todas las guerras, son los pueblos y
soldados quienes sufren las consecuencias de las ambiciones
desmedidas.
También queremos resaltar la opinión de Juan Bautista
Alberdi, quien había sido ministro plenipotenciario en Europa del
gobierno de la Confederación Argentina, sobre el conflicto
armado y que tantos aflicciones le produjo al ilustre tucumano.
Decía Alberdi: “–Benítez y Barreiro estaban destacados
por el gobierno paraguayo para informar a la opinión pública
europea sobre los motivos del conflicto, y para neutralizar el
envío de naves al Brasil. Decidí apoyar esta gestión y con fecha 1º
de marzo de 1865 publiqué un folleto en París, Librería E. Dentu,
en 71 pp., al que denominé: Las disensiones de las Repúblicas del
Plata y las maquinaciones del Brasil, en el que destacaba los
objetivos imperialistas del Brasil de expandirse hacia el Sur, cuyas
razones eran por demás obvias: económicas y geográficas. A mí
me mortificaba el deshonor que esta guerra traería para nuestro
país.
” –Debo dejar claramente expresado que yo no tenía simpatías
especiales por el Paraguay. Reconozco que la política
armamentista era un peligro latente para la región y que todos los
países se hallaban intranquilos. También es un hecho que el
Paraguay no permitía la libre navegabilidad del río a los
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brasileños, que tenían necesidad de comunicarse con el Matto
Grosso y, sobre todo, resguardarlos de ataques. Pero todos
sabemos, aunque no tengamos conocimientos profundos de
geopolítica, que si una región carece de equilibrio de fuerzas, libre
navegabilidad y libertad de comunicarse con el exterior, no hay
paz duradera.
”–Yo había escrito, según mis principios de política exterior:
Montevideo es al Paraguay, por su posición geográfica, lo que
Paraguay es al interior del Brasil: la llave de comunicación con el
mundo exterior. Tan sujetos están los destinos del Paraguay a los de
la Banda Oriental, que el día en que Brasil llegue a hacerse dueño
de ese país, el Paraguay podrá ya considerarse colonia brasileña,
aún conservando su independencia nominal. Ocupado Montevideo
por el Brasil, la República del Paraguay vendría a quedar, de hecho,
en medio de los dominios del Imperio. He aquí porque el Paraguay
ha visto y ha debido haberse visto amenazado en su propia
independencia por la invasión del Brasil a la Banda Oriental. Ha
hecho suya propia la causa de la independencia oriental, porque lo
es en efecto y su actitud de guerra contra el Brasil es esencialmente
defensiva aunque las necesidades de la estrategia le hagan salir de
las frontera…, y agregué: …Esta identidad de causa entre el
Paraguay y el Uruguay resulta probada por el manifiesto en que el
Brasil anunciara a los países amigos su determinación de hacer la
guerra al Paraguay. La cuestión de límites es la causa principal de
la contienda. Esta cuestión, que ya dos veces en los últimos diez años
puso las armas en manos del Brasil y que no está resuelta todavía, es
la que quiere resolver de hecho, tomándole al Paraguay la ventaja
que él le lleva por estar más abajo que el Matto Grosso, con la
ocupación de la Banda Oriental, que es la clave de la navegación
del Paraguay. He aquí por qué el Paraguay advirtió en peligro
inminente la libertad de navegación desde que ha visto al Brasil en
camino de apoderarse del Uruguay, como ya lo hizo en 1820. La
complicidad de Buenos Aires con el Brasil en la ocupación de la
Banda Oriental no hace sino más amenazante para el Paraguay la
actitud del Imperio.
”– ¿Por qué el crimen de la guerra? Porque la guerra es el último
recurso de los países para lograr sus libertades y derechos. Porque
la guerra la planean los políticos y el alto mando militar, y los
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 63 -
reclutas, sin entrenamiento para defenderse, son los que van al
frente y son la carne de cañón de las fuerzas enemigas. Usted se
ha puesto a pensar la cantidad de hombres de trabajo útiles para
sus familias y para el trabajo que se pierden. Y de los cerebros
potenciales que pudieran ser grandes conductores políticos o
científicos u hombres de letras y artistas, que mueren sin
brindarles al país sus conocimientos. Es un crimen, en mayor
escala, como no brindarles educación y enseñanza a miles de
niños que potencialmente podrían ser aprovechados para el
engrandecimiento del país. Y las mujeres, fundamentalmente, las
mujeres, que pierden a sus hijos en el esplendor de la vida, o a sus
maridos, y que pasan el resto de sus vidas sin el apoyo de los
hombres que amaron con quienes concibieron sus hijos, que
nunca más tendrán el resguardo necesario. Piensen si la guerra
vale la pena. En aras de qué patriotismo inútil podemos estar a
favor de la guerra. ¿Y al individuo en qué escala de valores lo
ponemos?
”–Esta síntesis, a la que se le podrán agregar argumentos a favor
de unos o en contra otros, no va a cambiar el meollo de la
cuestión. –Lo cierto es que la guerra no debió de producirse, pero
hecha que está, seguramente sirva para otorgar el equilibrio de
fuerzas e intereses que hablábamos antes y limpie las situaciones
enojosas entre los países que se remontan a tiempos pasados ya
prescriptos”.
El general oriental Venancio Flores, quien había sido
depuesto por la revolución de 1854, preparó una conspiración
desde Buenos Aires, apoyado por Mitre, en contra del gobierno
uruguayo de Gregorio Berro. Mientras tanto, muerto el
presidente paraguayo Carlos Antonio López, le sucedió su hijo, el
mariscal Francisco Solano López, quien sufría de exceso de
juventud para resolver estas cuestiones de relaciones con los
países vecinos. Lo grave, para los argentinos, que quien
gobernaba nuestro país no padecía la misma patología, pero
actuaba con similares desatinos. López defendía al presidente
Berro, del partido blanco en la guerra civil del Uruguay, y había
iniciado ya en vida de su padre una carrera armamentista. Urquiza
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 64 -
había reconocido la independencia paraguaya, contrariamente a la
actitud de Rosas, que sostenía que el Paraguay pertenecía a la
Argentina. Paraguay pretendía un territorio en poder del Brasil, al
Norte y al Este del río Paraguay. Pero como así el conflicto
uruguayo era una cuestión interna del Uruguay, la disputa entre el
Brasil y Paraguay era ajena a nuestros intereses, o al menos lejos
de ser motivo de una participación en un conflicto bélico.
El conflicto se desencadenó a fines de 1864, cuando el
mariscal Francisco Solano López, presidente paraguayo, decidió
ayudar al gobierno del Uruguay en poder del Partido Blanco, en
guerra contra el Partido Colorado, apoyado éste militarmente por
el gobierno del Brasil. El equilibrio geopolítico se alteraría si
cualquiera de los países de la región perdiera su autonomía. De
modo que el mariscal López les hizo saber a los gobiernos de
Argentina y Brasil que cualquiera agresión al Uruguay implicaba
un cambio en el equilibrio existente. Pero las tropas imperiales del
Brasil, en octubre de 1864, invadieron territorio uruguayo. En
represalia Francisco Solano López se apoderó de un buque
mercante brasileño e invadió el Mato Grosso en diciembre de
1864.
Al avanzar la disputa, la Argentina hace una alianza con el
Brasil, contraria a las tradiciones históricas. Mientras tanto,
Venancio Flores, con apoyo brasileño, tomó Montevideo y el
general victorioso se erigió en presidente provisorio del Uruguay.
En nuestro país, a raíz de este conflicto, las opiniones se
dividieron para uno y otro lado, retrotrayéndose las disputas a la
época de Rosas. Mitre, que debía levantar la bandera de la paz,
mediar para que la guerra no se extendiese, se abstuvo esperando
que el Paraguay actuase. Las provincias federales se inclinaron
decididamente a favor de Francisco Solano López y el gobierno
nacional sufrió el levantamiento de Juan Saá en Cuyo.
Los porteños no ocultaban sus simpatías por Venancio
Flores. El Paraguay se vio asediado por Brasil, que había invadido
V
El desastre de la batalla de Curupaytí caló muy hondo en
las fuerzas aliadas, especialmente en aquellos oficiales que vieron
morir sus camaradas y soldados. A Mitre se le traslucía su
abatimiento en el semblante y en su cansancio, según lo describía
Roca. El comandante en jefe lo comisionó a Julio Argentino, para
que le llevara al vicepresidente en ejercicio, doctor Marcos Paz, el
parte de la batalla. Inmediatamente partió Julio, quien se embarcó
y en cuatro días estaba en Buenos Aires. Tío y sobrino se
fundieron en un abrazo con el llanto sin controlar, por las
pérdidas militares sufridas, pero también por los afectos de sus
parientes muertos en cumplimiento del deber.
Para quien había participado de la organización nacional y
veía los acontecimientos desde una visión europea como Juan
Bautista Alberdi, sus conceptos tenían un especial valor pese a
que Mitre y Sarmiento lo tildaran de traidor merced a su análisis
de la guerra. Alberdi decía: “Benítez y Barreiro estaban
destacados por el gobierno paraguayo para informar a la opinión
pública europea sobre los motivos del conflicto, y para neutralizar
el envío de naves al Brasil. Decidí apoyar esta gestión, y con fecha
1º de marzo de 1865 publiqué un folleto en París, Librería E.
Dentu, en 71 pp., al que denominé: Las disensiones de las
Repúblicas del Plata y las maquinaciones del Brasil, en el que
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destacaba los objetivos imperialistas del Brasil de expandirse hacia
el Sur, cuyas razones eran por demás obvias: económicas y
geográficas. A mí me mortificaba el deshonor que esta guerra
traería para nuestro país. Debo dejar claramente expresado que yo
no tenía simpatías especiales por el Paraguay. Reconozco que la
política armamentista era un peligro latente para la región y que
todos los países se hallaban intranquilos. También es un hecho
que el Paraguay no permitía la libre navegabilidad del río a los
brasileños, que tenían necesidad de comunicarse con el Matto
Grosso y, sobre todo, resguardarlos de ataques. Pero todos
sabemos, aunque no tengamos conocimientos profundos de
geopolítica, que si una región carece de equilibrio de fuerzas, libre
navegabilidad y libertad de comunicarse con el exterior, no hay
paz duradera.
5 El entrecomillado pertenece al libro del autor “Charlando con Juan Bautista Alberdi”
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con el poder que cada uno de ellos tenía, sin que se opusieran las
fuerzas nacionales. Este era el federalismo que los caudillos del
interior reconocían: la anarquía sin intervención del poder central.
Cuando lo propio era la autonomía provincial amparada por el
orden institucional, sin injerencia o imposición de ideologías
ajenas a las que las propias provincias habrían elegido, bajo el
paraguas común de la Constitución Nacional. Pero, ¿En alguna
etapa de la vida institucional argentina fue logrado este precepto?
Lamentablemente podemos afirmar que estas
deformaciones: la anarquía por un lado y la intromisión del
gobierno nacional en los asuntos provinciales por otro, ha sido y
todavía lo es, la causa de los desencuentros permanentes entre el
interior y el poder central, cuya síntesis se traduce en la falta de
reconocimiento de la vigencia de la Constitución. Y además, con
el agregado que la compra de los caudillos regionales, antes
armados y ahora con dinero para incorporar adeptos, se
constituyó en las máximas operaciones de corrupción.
El ejército del interior había quedado al mando del
general Paunero y como segundo jefe Arredondo. El mayor
Roca se unió en Rosario al ejército que comandaba su amigo, el
coronel José Miguel Arredondo, nacido en Canelones, Uruguay,
en 1832. Roca tenía una gran amistad con el uruguayo y éste
consideraba al joven militar con más grande futuro. Esta amistad
quedaría trunca en 1874 por cuestiones militares y, en esencia, del
convencimiento de la función integradora nacional del ejército
que tenía Roca, comparada con la condición de uruguayo que
tenía Arredondo, que oportunamente narraremos.
6Muchos historiadores tendenciosos han visto en este pecado de Julio A. Roca como
una mancha que enturbia la carrera militar y política. El contexto de la época, en esta
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 87 -
Córdoba había reafirmado su condición de provincia
adicta a la política y había reformado su Constitución, cuyo
objetivo fundamental era la estabilidad del gobernador. Roca
había visitado con fines profesionales a esa provincia y además
participaba de reuniones sociales con lo más granado de la
sociedad en donde tenía amigos, y en ese ambiente hizo
relaciones con una niña de su medio, Clara Funes, de quien
hablaremos oportunamente. Como las relaciones de los
tucumanos, en particular Roca, con los santiagueños partidarios
de los Taboada era muy tirante, no quería arriesgarse de paso en
sus viajes cerca de su territorio, por lo cual daba un rodeo por
Catamarca. Este acercamiento de Roca a Córdoba, Sarmiento lo
vio muy positivo y decidió transferir, a fines de 1870, el Batallón
7º de Línea junto a su jefe el teniente coronel Julio Argentino
Roca.
Urquiza y Sarmiento habían acercado posiciones y el
presidente lo demostró con un viaje al Palacio San José de Flores
para celebrar el aniversario de Caseros. El individualismo
hispánico provinciano de Entre Ríos desató la enemistad aún más
acentuada con el centralismo porteño. Sin embargo, la actitud de
Sarmiento significaba una muestra de aperturismo hacia la
provincia. Pero aparentemente ese hecho era sólo un pretexto
porque el encono era con Urquiza, que había quedado resentido
con la actitud del Supremo Entrerriano en la batalla de Pavón y
había enaltecido la figura de Ricardo López Jordán, casi un hijo
de Urquiza en la política, quien se había debatido con gran
valentía en ese encuentro. La Guerra de la Triple Alianza, de la
cual López Jordán se había declarado acérrimo enemigo,
contribuía al encono con Buenos Aires.
El 11 de abril de 1870, López Jordán se levantó en contra
del poder constituido y ordenó el apresamiento del general
Urquiza con la colaboración de Nicomedes, coronel mayordomo
del general. Pero a Simón Luengo, quien fuera el encargado del
asalto al Palacio San José de Flores, se le fue la mano y mató al
materia, era ese machismo necio que hemos visto en mucho próceres que han tenido
hijos naturales, algunos ignorados por sus propios padres.
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 88 -
general y a dos de sus hijos. A los pocos días la legislatura designó
gobernador al jefe revolucionario, pero los adictos al gobernador
lo acusaron de la muerte de Urquiza. Aunque el autor material
fuera otro, sin duda la responsabilidad de los crímenes le cupo al
jefe revolucionario.
Parecería que López Jordán no se hubiera enterado de los
preceptos establecidos en la reciente Constitucional Nacional. En
su asunción del mando entre otros conceptos decía: “…Y el día
que yo comprenda que el pueblo no me rodea, seré el primero en
declinar la honra que me hacéis…” Este es un concepto muy
vertido por los amantes del poder ¿Porque cuál es la medida del
acompañamiento, sino mediante el ejercicio del voto democrático
del pueblo, y no de aquellos que rodean al gobernante, al asumir
que son la mayoría con derecho a elegir si el gobernante sigue o
no? El país transitaba otras sendas que aquellas que habían
andado su tío Francisco Ramírez y Artigas; ahora la jefatura del
gobierno tenía que ser refrendada por la ciudadanía y de ninguna
manera quedaba al arbitrio de sus pareceres sobre su popularidad
y mucho menos por la fuerza de las armas y el asesinato. Para la
Nación, López Jordán era un fugitivo de la ley y no lo honraba
ningún gobierno por más que él así lo entendiera.
Sarmiento no esperó para intervenir la provincia, que
demostró con esta medida que el país no era un muestrario
fragmentado. Sin embargo, López Jordán no iba a ser presa fácil
del gobierno nacional, que envió a los mejores jefes quienes
desembarcaron en distintos lugares de la provincia; designó a
Emilio Mitre con el cargo de Jefe del Comando general; el general
Emilio Conesa debía operar en las dos márgenes del Río Paraná;
el general Juan Andrés Gelly y Obes desde Corrientes; El general
Galarza debía reunir las fuerzas adictas al gobierno nacional, e
Ignacio Rivas como jefe de los departamentos de la costa del Río
Uruguay. Lograron dar una lucha franca y fueron rechazados por
los entrerrianos insurrectos, que preferían la guerra de guerrillas.
El asalto del pueblo de Federación es una prueba elocuente de la
táctica empleada por López Jordán. El pueblo estaba guarnecido
por una pequeña dotación de policía al mando del coronel Salas,
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 89 -
quien, al parecer, fue traicionado por alguno de sus hombres. El
asalto se produjo a las 8 de la mañana y aunque Salas reunió a la
gente que pudo, fue derrotado y sucumbió ante la ferocidad de
los asaltantes que mataron a toda la dotación, incluido a Salas,
quien fue degollado.
Como la rebelión se extendía a Corrientes, el presidente
Sarmiento bramaba porque no había avances. El paradero del jefe
de la rebelión se desconocía, ya que no había operaciones de
inteligencia. No obstante, los nacionales tuvieron algunos éxitos
como el de Ignacio Rivas en Santa Rosa, merced al auxilio de
Gelly y Obes, quien llegó a tiempo al escenario de la batalla para
dar vuelta las acciones. Un mes más tarde fue Rivas quien auxilió
a Gelly y Obes. El ejército nacional se desgastaba en acciones
aisladas, que no podían dar una lucha franca. Ante esta situación
el presidente relevó a Emilio Mitre y designó al general
Arredondo en su lugar, quien designó al experimentado 7º de
Línea con Roca a la cabeza. El gobernador Santiago Baibiene,
tampoco podía con el asedio; el presidente Sarmiento envió a
Roca para reforzar la defensa de Corrientes y dar caza a López
Jordán. Sarmiento había dicho: ¡Sí! ¡Quiero que vaya Roca! La
instrucción que tenía Roca era desembarcar en Goya con el
Regimiento de Línea que tenía a su mando. La posición de los
jordanistas era inmejorable ya que se encontraban resguardados
por los ríos Paraná y el Uruguay y las fronteras de tres países.
Roca ordenó que todos los efectivos se metieran bajo la cubierta
del vaporcito que los llevaba a Goya y han salvado cada puesto de
guardia jordanista al saludar efusivamente al paso de la pequeña
nave; cuando pudieron salir del encierro en que estaban dieron
gracias al cielo. Roca se encontró en una posición muy incómoda;
primero, por no haber podido reconocer el territorio, segundo,
porque López Jordán los había llevado a una encerrona con agua
por los costados y por detrás, sin posibilidad de retroceder ante
una situación de lucha desventajosa, a ganar o morir y, tercero, las
fuerzas que enfrentaba era de 7.000 hombres y 9 cañones contra
los 3.000 hombres y 6 cañones con que contaba las fuerzas
nacionales. Así, ver venir las tropas entrerrianas Baibiene le dijo:
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 90 -
–“Y ahora qué hacemos”
Roca, muy concentrado en su acción, le contestó:
–“Si no atacamos, esto va a ser un desastre”
El gobernador le replicó:
– “Haga lo que crea más conveniente, comandante”
Hay que saber que el 7º de línea, si bien era una fuerza
veterana, poco tiempo atrás había sido remontada y tenía
integrantes bisoños. Roca en esas circunstancias, rebenque en
mano mandó a atacar con furia, cruzó rebencazos a quien atinaba
a retroceder. Se entremezcló con sus soldados, los que al verlo,
picaron las espuelas, lo siguieron con furia y han dado vuelta la
lucha. En realidad, hizo lo que acostumbraba hacer López Jordán
arremetió con furia sobre las líneas enemigas, y esto desarmó la
defensa del entrerriano, quien se vio desbordado, quien cometió
errores estratégicos. El más importante –señalaba Roca tiempo
después–, fue que el primero que recibió la carga del 7º de línea
fue el coronel Seguí, quien le pidió ayuda a López Jordán y éste lo
mandó resistir, en lugar de ordenarle que retrocediera hacia su
posición, de manera de llevarlo a Roca hasta la suya y obligarlo a
enfrentarlo cansado de seguir a tropas que huyen. El propio
López Jordán se vio complicado en su accionar por las tropas
propias que huían y arrastraban a las que estaban frescas. Al
desparramar a los jordanistas, los correntinos rehicieron las
escuadras y ya los entrerrianos no tuvieron más remedio que huir
desbandados unos, muertos otros y prisioneros los más. En esta
batalla de Ñaembé se notó que Roca además de cerebral era
también un guerrero. Ese mismo día, el 26 de enero de 1871, en
el campo de batalla, el gobernador Baibiene, en mérito a que la
victoria le correspondía al teniente coronel Julio Argentino Roca,
lo ascendió al grado de coronel, con veintisiete años, decisión que
ratificó el presidente Sarmiento y el Senado de la Nación. Con
este ascenso Roca se incorporaba como oficial del Estado Mayor
y su estrella refulgía en el firmamento de la política nacional; en
todos los ámbitos se hablaba de Roca, especialmente en las filas
oficialistas que le reconocían que se había jugado por defender el
orden institucional y también el respeto de los mitristas. Se agrega
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 91 -
a su valentía que peleó adoleciendo “chucho”, una enfermedad
endémica de la región. López Jordán huyó al Brasil con 1.000
hombres que aún le quedaban; trató de levantar al litoral y crear
un estado independiente, empresa que fracasó, pero que nunca
abandonó. Finalmente fue asesinado en Buenos Aires por el
joven Aurelio Casas, el 22 de junio de 1889, en venganza de algún
maltrato a su padre.
IV
El joven Julio Argentino Roca abrigaba esperanzas ciertas
de su ascenso al generalato en poco tiempo, como también estaba
ávido de relacionarse con personajes del mundo político, que se
nucleaban junto a profesionales universitarios, constructores de
obras públicas nacionales, poseedores de grandes capitales,
importadores, exportadores y terratenientes. Este elenco de
personas influyentes serían los que constituirían la nueva
oligarquía que se concentraba alrededor del puerto de Buenos
Aires y, también, de las progresistas capitales de provincias.
Cuando decimos “la nueva oligarquía” nos estamos
refiriendo a que ya hubo una anterior, cuyo exponente máximo
fue Juan Manuel de Rosas, amo y señor del comercio
internacional, con su dominio total sobre la aduana del puerto de
Buenos Aires y el control de la navegación de los ríos interiores.
Recién con el advenimiento de la Confederación Argentina se
pudo instalar la libre navegación, mas no los derechos aduaneros
que permanecían en poder de Buenos Aires y por cuya razón la
Confederación impuso los derechos diferenciales, por los cuales
los comerciantes e importadores de Buenos Aires que vendían
productos en las provincias que componían la Confederación
debían pagar una tasa.
La nueva oligarquía era una consecuencia de la reciente
creación de la república y de la vertiginosidad de los
acontecimientos que se sucedían en el mundo y, en particular, en
esta parte del planeta que requería, casi en exclusiva, la
convergencia de capitales y profesionales que, debido a la
mocedad de la Nación, no había en cantidad suficiente para
hacerse cargo de los nuevos proyectos de desarrollo. Este
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 92 -
conjunto de capitalistas y profesionales dominaban el espectro
gobernante argentino, en donde los políticos provinciales y
barriales, sin roce con la modernidad, tenían pocas chances de
acceder. Y es lógico así pensar porque no sabrían qué hacer con
las nuevas metodologías y procesos industriales y financieros.
Las circunstancias políticas indicaban que Roca fuera a
Buenos Aires a recibir los halagos de la resonante victoria de
Ñaembé. Sin embargo, un poco por el temor a contraer la fiebre
amarilla, que comenzaba a mostrarse, y otro por mantenerse
ajeno al tratamiento de los grandes diarios, como La Prensa y
fundamentalmente La Nación, pudieran tocarlo por algunos fallos
personales, fundamentalmente por el affaire con Ignacia Robles,
cuyo recuerdo todavía estaba fresco. La imagen del caudillo
militar que prefiere la ausencia a la corona de laureles, que los
triunfalistas querían adornar su cabeza, le daba un perfil místico,
con características de un gobernante en ciernes, porque para los
tiempos políticos todavía eran prematuros.
El 27 de enero de 1871 se declara la terrible epidemia de
fiebre amarilla que desata el caos en la ciudad de Buenos Aires, y
provoca hasta el mes de julio 13.614 muertos. La población de
190.000 habitantes queda reducida a sólo 60.000 por las muertes y
el éxodo preventivo.
Por esas razones Julio prefirió trasladarse a Córdoba y
porque también lo esperaba el halago del triunfo y las copas
alzadas en brindis de bienvenida. Dominaba los corrillos el
noviazgo de Roca con una niña de la sociedad cordobesa, Clara
Dolores Funes Díaz. Clara era una dama en todo el sentido de la
palabra y pertenecía a una antigua familia aristocrática
descendiente directo por vía paterna del prócer de la
independencia, el Deán Funes. Su hermana Elisa estaba de novio
con un prestigioso abogado cordobés, Miguel Ángel Juárez
Celman, con quien Julio hizo buenas relaciones. Los Díaz, rama
materna de Clara, contaban con una actualidad distinta de los
Funes, porque la influencia de Felipe Díaz González en la política
era muy fuerte, respaldado por su gran capital económico y
tradicional linaje con la España aristocrática. Felipe Díaz era un
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 93 -
militar que peleó junto a Lavalle en Famaillá; también lo hizo en
Pavón junto a Bartolomé Mitre y adhirió al Partido Liberal
Nacionalista liderado por el general porteño. La actividad
económica de los Díaz tenía su sustento en la explotación de la
estancia Santa Catalina, que había sido construida por los jesuitas
y luego confiscada cuando eliminaron la orden.
Esta nueva etapa en la vida de Julio Argentino Roca,
digamos que esta década de los setenta, tiene en su porvenir lo
más importante que le ocurrió, ya que marcó el camino triunfal
de toda su existencia: el liderazgo militar con la conquista del
desierto y el manejo de la política que culminó con el acceso a la
presidencia de la república en dos oportunidades.
Creemos que por primera vez en su vida militar haya
fijado objetivos tan claros como en los tiempos que vendrían,
respecto a la incorporación a la actividad económica de la Nación
de millones de hectáreas de terreno fértil. Y ese objetivo no
estaba precisado en función de antinomias racistas ni de
paradigmas personales, sino la concreción de un concepto que
tenía del engrandecimiento de la Nación, por la seguridad y
fortuna de millares de argentinos que vivían pendientes de la falta
de protección que la vida conllevaba en las fronteras. Y, también,
por la redención de los mismos salvajes y sus descendencias que
de una buena vez se debía tomar una decisión terminal como
presupuesto de una política de estado.
Desde la conquista y la colonización de América el tema
de la incorporación del indio a la vida comunitaria con los
europeos y sus descendientes, fue una preocupación de los
gobernantes, como así establecer los derechos que a ellos les
correspondía.
Arredondo en 1868 fue nombrado comandante general de
la frontera con el indio en Córdoba, San Luis y Mendoza.
Durante su gestión no tuvo grandes problemas con los indios
ranqueles, que estaban mucho más pacíficos que los indios
pampas de Calfucurá.
7 El entrecomillado pertenece al libro del autor “Charlando con Juan Bautista Alberdi”.
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mencionaba a Mitre, sostenido por sus seguidores y algunos jefes
militares entre los que se encontraban los generales Rivas y
Arredondo, pero las consecuencias de la guerra de la Triple
Alianza había calado muy profundo en los gobernadores, muchos
de los cuales le habían prometido a Avellaneda su apoyo.
El coronel Julio A. Roca se instaló en Villa Nueva donde
tenía su cuartel general y allí recogía las expresiones de euforia
por el momento de júbilo que la provincia pasaba, pero también
el temor latente de las poblaciones de frontera que lindaban con
los territorios dominados por los indios.
Una de las preocupaciones de las planas mayores y del
Ministerio de Guerra, era la carencia de hombres para cubrir las
plazas necesarias. El ministro de Gainza se reiteraba con el
argumento que a los congresistas no les interesaba mucho legislar
para conseguir el reclutamiento de tropas. El sistema político
todavía no permitía tener los frentes cubiertos, es decir, mantener
las tropas de frontera y, al mismo tiempo, tener tropas
disponibles para mantener el orden en las provincias. Roca
abogaba por una ley de enrolamiento militar y que, además, era el
sentimiento generalizado en las esferas castrenses.
Los jefes de frontera tenían como referente al general
Lucio V. Mansilla por su versación sobre el tema indígena y por la
paz que pudo mantener, y así se lo hizo saber Roca por carta al
ministro de Gainza. El ministro se apresuró a contestarle que el
paralelo que “efectúa le favorece a usted”.8 Como Roca era muy
zorro, utilizaba estos argumentos modestos –en realidad
generalmente lo era– para que fueran otras personas las que
marcaran las diferencias en su favor. En realidad, respecto a
Lucio V. Mansilla, de quien Roca era muy amigo, y su relación
con los indígenas, Mansilla era un pacifista y le gustaba penetrar
en la sociedad para estudiarlas y conocerlas. En cambio Roca era
un militar cuyo objetivo era echarlos hacia el Sur de manera que
así protegía las vidas y preservaba los bienes de los ciudadanos
que se habían adaptado a un sistema de vida civilizado. Mansilla
8Estas cartas son transcriptas en toda su integridad en “Julio A. Roca” por Aurora
Mónica Sánchez, en su inmejorable obra biográfica.
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 97 -
pintaba a los indios como seres ocurrentes y pintorescos en
concordancia con el espíritu de sus narraciones, pero olvidaba
que él era un militar cuyo objetivo, definido por el Gobierno
Nacional, no era ese sino aplacarlos, pactar con ellos, y si se
desviaran, combatirlos hasta su dominio o exterminio. No había
términos medio con los aborígenes. El proceso de la fijación de
políticas de estado tenía cincuenta años de discusión. En cambio
Roca, no estaba de acuerdo con su amigo Mansilla, porque él
aborrecía sus comunidades porque no se adaptaban a los
acuerdos y a las formas establecidas por la autoridad, que no eran
de los indios precisamente. Este proceso se daba en el mundo en
donde este tipo de problemas estaba latente. Porque es muy
simpático hablar hoy de los pueblos “originarios” como si esos
pueblos tuvieran el derecho de todas las posesiones de la Tierra.
El mundo se materializa en una constante búsqueda de progreso
y aprovechamiento de los recursos materiales y humanos, para
cuya obtención se dictan normas y leyes adaptadas al momento
histórico que la humanidad vive y quienes no las cumplan se
deben de apartar del camino. Es así de sencillo y de real. Los
objetivos de Roca y los de Mansilla eran muy distintos. La
literatura sobre la defensa de los indígenas está plagada de lugares
comunes, pero no hay nadie que diga, con conciencia de la real
situación en que estaba el país en esos tiempos, en que la huella le
había dado paso a los caminos de “fierro”, las comunicaciones
telegráficas habían suplantado al chasque y adelantos que a diario
se daban. ¿Cuál hubiera sido la solución, sino la que emprendió,
no ya Roca, sino los distintos gobiernos nacionales que se
sucedieron y que antecedieron?
Un siglo antes, justamente en 1774, el padre jesuita y
médico Thomas Falkner, escribió la obra “Descripción de la
Patagonia y de las partes contiguas de la América del Sur”, el cual
contiene indicaciones claras y precisas sobre las ventajas de
ocupar la Patagonia. La publicación despertó ansias de dominio
en algunos gobiernos de Europa. Esto movió a las autoridades
españolas a fundar en 1779 el fuerte de Carmen de Patagones.
Este era precisamente el peligro de ocupación por países
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 98 -
europeos y también limítrofes, si el territorio argentino no se
ocupaba, más allá de la adecuación del problema indígena.
El concepto geopolítico del desierto era muy bien
utilizado por los indios y las autoridades nacionales, que también
sabían que no habría una solución definitiva si el territorio del
desierto no se ocupaba. Tantas veces el hombre blanco avanzó
sobre el territorio del desierto, tantas veces debió retroceder, por
razones de no emprender una política profunda. En ese ir venir
de las avanzadas civilizadas se perdían recursos y vidas.
Ya Juan Manuel de Rosas en 1833 planeó una ofensiva
contra los indígenas en tres frentes: la del Oeste (derecha)
comandada por el gobernador de Mendoza José Félix Aldao, la
del Centro a cargo de José Ruiz Huidobro que era comandante de
la frontera Sur de Córdoba, y la del Este (izquierda), al mando del
Brigadier general Juan Manuel de Rosas. También el general
Manuel Bulnes, futuro presidente de Chile, coordinaría con las
columnas argentinas una avanzada hacia el Sur, pero sobre la
fecha de iniciar las acciones declinó por cuestiones internas en
Chile. La Comandancia general estuvo a cargo del general Juan
Facundo Quiroga. El objetivo de la campaña era someter a los
indígenas al imperio de la ley, terminar con los malones que
asolaban las poblaciones fronterizas, rescatar a los cautivos e
incorporar territorios para la producción al eliminar el
contrabando de ganado a través de compradores chilenos. La
primera salió el 22 de febrero de 1833 al mando del general Ruiz
Huidobro, la segunda fue la comandada por Aldao que salió el 3
de marzo y la tercera, comandada por Rosas, partió de San Miguel
del Monte el 22 de marzo de 1833. Militarmente establecieron
como objetivo alcanzar el río Colorado y juntarse con las
restantes columnas en el río Negro y batir al cacique Chocorí que
tenía su cuartel general en la isla Choele Choel, por donde pasaba
el ganado robado hacia Chile. Entre sus refuerzos cada soldado
llevaba 3 caballos y el conjunto 5 piezas de artillería.
Terminada la campaña Rosas informó al gobierno de
Buenos Aires que el saldo había sido de 3.200 indios muertos,
1.200 prisioneros y se rescataron 1.000 cautivos blancos,
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producto de los malones. Además por imperio de la fuerza que
ejercía, los pampas tuvieron que pactar con Rosas, pero éste se
enfrentó con los ranqueles y con la confederación liderada por
Juan Manuel Calfucurá. Éste era el jefe indio con más prestigio,
producto de su inteligencia natural y su cualidad de gran
organizador. Murió en 1873 a la edad de casi cien años y le
sucedió su hijo Namuncurá, pero sin las condiciones de gran jefe
de su padre.
Hasta la caída de Rosas las poblaciones fronterizas
gozaron de cierta tranquilidad, pero cuando comienzan los
enfrentamientos de la guerra civil y se debilitan los cuerpos de
frontera, los indios se sienten más fuertes y reanudan los ataques
a los blancos. De todos modos, la operación de la campaña de
Rosas, carecía de un plan integral de ocupación del territorio
conquistado, lo cual importaba que, en geopolítica, todo territorio
que no se ocupa, siempre hay alguien que está dispuesto a hacerlo
y luego se siente dueño. Así ocurrió con nuestras Malvinas, y si la
campaña de Roca no se hubiera producido, es muy probable que
ese territorio no estuviese ocupado por argentinos.
Calfucurá aprovechó la enemistad entre Rosas y Urquiza,
dominó el Sur de la provincia de Buenos Aires y las de Neuquén,
Río Negro, La Pampa, parte de Mendoza y San Luis. En la batalla
de Caseros estuvo del lado de Rosas y el 4 de febrero de 1852
atacó Bahía Blanca. El 13 de febrero de 1855 aliado con Catriel
atacó la ciudad de Azul con 2.500 guerreros en cuya acción
murieron 300 personas, robó 60.000 cabezas de ganado y 150
familias fueron llevadas cautivas. Esto indignó al coronel
Bartolomé Mitre que decidió enfrentarlo con 2.000 soldados en
dos columnas que salieron del Azul. El 30 de mayo se
encontraron en la Batalla de Sierra Chica en donde Bartolomé
Mitre sufrió una dolorosa derrota. Ante esta medición de fuerzas,
Mitre comprendió que los indios comandados por Calfucurá eran
una fuerza interna difícil de escarmentar. Por tal razón, organizó
el Ejército de Operaciones del Sur, al mando del general Manuel
Hornos con 3.000 hombres y 12 cañones, quien partió del fuerte
del Azul. Se encontró cerca, en el arroyo Tapalqué, en donde una
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 100 -
vez más salió airoso en la batalla de San Jacinto el jefe indio de
más renombre, Juan Manuel Calfucurá. En esta acción murieron
varios oficiales y 250 soldados. Envalentonado por este triunfo y
ya sin defensa de fuerzas provinciales, atacaron Cabo Corrientes,
Azul, Tandil, Junín, Olavarría, Alvear, Bragado y Bahía Blanca.
En septiembre de 1855 Yanquetruz con 2.000 indios atacó al
comandante Nicanor Otamendi, en la estancia San Antonio de Iraola,
quien para defenderse buscó un corral con palo a pique en donde se
encerró con la caballada, en previsión de lograr un escape.
Desgraciadamente no lo logró y murió toda la columna que mandaba, a
excepción de un soldado y un joven de quince años. Esta acción
encierra muchos aspectos que han sido callados, porque no se entiende
que Otamendi haya sido enviado a contener a 2.000 indios
experimentados con una pequeña columna. El comandante se batió con
notable entereza y valentía en total inferioridad numérica, ya que
inexplicablemente luchó con 126 hombres, entre los que se encontraba
el segundo jefe Capitán Cayetano Ramos. Luego de esta acción José
María Bulnes, Yanquetruz9, atacó el Tandil y más tarde, Calfucurá,
saqueó el pueblo Puntas de Arroyo Tapalqué.
En 1857 Coliqueo invadió Pergamino de donde se llevó
de estancias periféricas 4.000 cabezas de ganado.
Varias comisiones fueron encargadas por el gobierno
bonaerense para frenar los ataques de los indios en el Sur de la
provincia. El coronel Nicolás Granada a principios de 1858 partió
desde Bahía Blanca con 3.000 hombres y ha tenido varios
encuentros con la indiada de Calfucurá batiéndolos. Al mismo
tiempo, Emilio Mitre partió de Médano de Acha con 2.000
soldados en busca de los ranqueles. En 1862 el coronel Julio de
Vedia partió de Bragado con más de 1.000 hombres y ha batido a
los ranqueles cerca de las tolderías principales. Los combates
9Nació en 1831 hijo del cacique Cheuqueta y murió apuñalado en Bahía Blanca en
1858. El gobernador Pastor S. Obligado con el fin de evitar los malones, envió un
emisario a entrevistar a José María Bulnes, Yanquetruz, para firmar un tratado según el
cual, insólitamente, se le otorgó el rango de teniente coronel, con sueldo y uso de
uniforme. No se debe confundir con el cacique Yanquetruz que nació en la Araucania
en Chile y murió en 1836
II
13 Dos casos similares ocurrieron años más tarde, realizándose una nueva elección. La
primera fue cuando el vicepresidente que acompañaría a Hipólito Yrigoyen, Francisco
Beiró falleció y el Colegio electoral eligió a Enrique Martínez. La segunda, cuando
falleció Juan Hortensio Quijano, antes de asumir, vice elegido con la segunda
presidencia de Perón y, luego en una nueva elección, se eligió a Alberto Tessaire.
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 126 -
mencionados. En el articulado se establecía la modalidad de las
ventas de las tierras recuperadas, cuyos valores obtenidos serían
aplicados a cancelar, en principio, al monto asignado por la
propia ley. Paralelamente, se crea la Gobernación de la Patagonia,
mediante la ley Nº 954 sancionada el 11 de octubre de 1878, con
capital en Mercedes de Patagones, hoy Viedma. Durante los
siguientes seis meses, Roca ordena operaciones parciales en toda
la línea de frontera destinadas a debilitar a los indios.
Una ley de esta naturaleza requería del conocimiento
público y un apoyo de la ciudadanía en general. Esta era una
práctica republicana que el presidente Avellaneda no pasó por
alto y al propio general Roca le proporcionaba una tranquilidad
estratégica que el pueblo argentino apoyara su campaña. Para ello
Roca habló con el doctor Estanislao Zeballos, quien redactó un
libro que tuvo una gran aceptación pública que llamó: La
Conquista de Quince Mil Leguas. Esta edición, que había sido
lanzada en el mes de septiembre de 1878, se agotó
prematuramente. La segunda edición la imprimió gratuitamente el
diario La Prensa, en virtud de la relación familiar que existía entre
Roca y los Paz. En la primera edición Roca había introducido una
carta para hermanar la campaña con el propio protagonista, y en
la segunda, el prólogo fue firmado por el autor, a la cual
denominó con el pomposo título de “Conquista del Desierto”.
17 Internet: www.argentina-rree.com.ar
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Saturnino Unzué y José Gregorio Lezama. Industriales como
Carlos Casares. Diego de Alvear convocó a una reunión en su
casa a la que concurrieron más de trescientas personas. También
adhirieron Benjamín Victorica, yerno de Urquiza, y Torcuato de
Alvear entre los más conspicuos. Más tarde se lanzó la
candidatura del tucumano en el teatro Politeama con una gran
concurrencia y luego se constituyó un club político, en el teatro
Variedades, en Constitución.
Tejedor negociaba la vicepresidencia con el ex Ministro
del Interior Santiago Laspiur, a cambio del apoyo de algunas
provincias que suponía tenía influencia, lo que le valió que
Avellaneda le pidiera la renuncia. Apoyaba al candidato porteño el
grupo autonomista alsinista, denominado lírico, encabezado por
Martín de Gainza, mitrista, con influencia en la Capital Federal y
provincia de Buenos Aires, además de convocar algunos sectores
del interior, merced a su paso por el Ministerio de Guerra.
Mariano Acosta, el vicepresidente, también era un porteñista
destacado afín a Carlos Tejedor, pero sin peso político, aunque sí
institucional, como veremos más adelante, peligroso para la
estabilidad de Roca. Las tensiones, entre las autoridades
nacionales y provinciales, se estaban calentando, más aún cuando
el gobernador Tejedor llamó “huéspedes” a las autoridades
nacionales que estaban de prestado en jurisdicción que todavía
eran provinciales. Esta posición de los tejedoristas favorecía a
Roca, quien había alzado la bandera de la capitalización de
Buenos Aires, también compartida por Juan Bautista Alberdi,
desde mucho tiempo atrás en varias publicaciones, recién llegado
de Europa luego de una ausencia de cuarenta años, para asumir
una diputación por Tucumán, comprovinciano de Roca. Un
conflicto entre el Banco Nación y el Provincia, con motivo de la
inconversión se había resuelto a favor del último, lo cual
desnudaba la falta de poder de la institución nacional. Estas
cuestiones caían en el interior como asuntos provocadas por el
centralismo porteño, de cuya causa era un abanderado Tejedor.
Todavía, en funciones de ministro, a fines de agosto del
79, Roca fue interpelado por el Congreso para que rindiera
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 148 -
cuentas sobre los gastos de la campaña del desierto, dejó atónitos
a los interpeladores. Estos no conocían la pasión de Roca por el
orden, de manera que si lo hubieran sabido no se hubiesen
arriesgado a pasar un papelón como el que hicieron al escuchar
un detallado informe de todos los gastos incurridos, hasta los más
mínimos. A la salida del Congreso, un grupo de matones se
abalanzaron sobre el coche en donde se suponía que iba, al grito
de ¡Muera Roca! ¡Viva Tejedor! Estas acciones, primero que
polarizaban la elección entre Roca y Tejedor, cuya circunstancia
fortalecía al general del desierto.
En vistas del clima denso que se mantenía alrededor de la
contienda electoral, Roca decidió junto su familia trasladarse a
Córdoba, a la estancia La Paz, de propiedad de su suegro, dejó allí
su familia y él se instaló en Córdoba. Se trasladaba a Rosario para
contactarse con sus amigos porteños y cambiar impresiones sobre
el transcurso de la campaña electoral.
Un signo que no cayó bien en los sectores menos
politizados de la ciudad de Buenos Aires, que en definitiva eran
los mayoritarios, fue que Tejedor comenzó a adquirir armamento
para la milicia de la provincia, sin ningún tapujo. Además,
movilizó a los sectores estudiantiles y los enfervorizó en contra
de la capitalización.
El clima de guerra connotaba la necesidad de establecer
un sistema de inteligencia y como el único medio de comunicarse
a distancia, al menos con cierta precisión, era el epistolar, los
roquistas establecieron una clave de nombres: a Pellegrini se lo
denominaba “sable”; a Sarmiento “Claudio”; a Avellaneda
“Nerón”; a Tejedor “Moltke” y a Alem “Peñaloza”, entre otros.
La sensación que producía en los grupos pacifistas verla a
Buenos Aires con el encono vuelto a enarbolarse, daba la
sensación una vez más por no perder el aura virginal en beneficio
de las provincias bárbaras y tiránicas, era de tristeza y de
sensación que todo lo que se había adelantado se perdería.
Nuevamente se avecinaba una guerra civil, insospechada, luego de
haber transitado el camino del progreso, de la educación y de la
población de inmigrantes que se llegaban a rincones
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 149 -
insospechados del país para llevar el fruto del trabajo. Iba a
traducirse en un retroceso de veinte años si la guerra se produjera,
más allá de los límites de la ciudad.
El clima beligerante de Carlos Tejedor había enmudecido
al presidente Avellaneda que estaba atacado de inacción. Las
fuerzas provinciales tal vez superarían a las nacionales, todavía
comprometidas con el fin de la campaña al desierto. Los
partidarios del candidato porteño decían que si ganara Roca
defenderían con las armas a Buenos Aires y no entregarían el
poder a las provincias. Las provincias estallaban de odio hacia los
porteños. Otra vez se producía el consabido anacrónico
enfrentamiento belicista entre Buenos Aires y los trece ranchos.
Solamente Buenos Aires y Corrientes le eran adictas a
Tejedor, mientras que el resto de las provincias le respondían a
Roca. Como esta situación colocaba a Tejedor perdedor, desafió
al tucumano a que renunciaran los dos a las candidaturas. Esto
instalaba a Roca en la posición de decidir este renunciamiento.
Aquí demostró Carlos Tejedor que tampoco él conocía a Julio A.
Roca, porque el general no era de renunciar fácilmente. Si se
había enfrentado a López Jordán con un ejército que era un tercio
de su oponente y lo había vencido en Ñaembé a fuerza de coraje,
no se iba a rendir ante Tejedor, que experto en ocupar cargos
públicos y también a ejercerlos con solvencia, pero que siempre
las había tenido fáciles.
Como Paul Groussac era un periodista que había tomado
cierto predicamento, le hizo una nota a Roca en el diario Le
Courier de la Plata, el cual tuvo una gran repercusión y fue
reproducido por los grandes diarios del país. Groussac describía a
Roca como “un pensador taciturno, que no gusta de reuniones
numerosas, y como militar, poco afecto a los entorchados”.
Groussac le preguntó si creía sincero el ofrecimiento de Tejedor
de renuncia a la candidatura, a lo que Roca le contestó que “era
un ardid de abogado”. También el periodista le dijo que se abría
la posibilidad de una guerra civil. Le respondió: “¿Con qué
pretexto? Porque el gobierno no le dará ninguno. ¿Contra quién
cree usted que se subleven? … No hay argentino que no sepa hoy
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 150 -
que el secreto de la grandeza de la República está en el respeto a
la fiel observancia de la Constitución”. Roca aprovechó esta
oportunidad que le daba el periodista para explayarse sobre su
plan de gobierno, en el cual el candidato expuso claramente sobre
la necesidad de extender las redes ferroviarias financiadas por
capitales nacionales o externos, con lo cual decía que cuidaría el
mantenimiento del crédito que viniera a invertir en nuestro país
en actividades productivas. Sobre las relaciones con Chile expuso
que era necesario la firma de un tratado de límites que
aprovechara que el país trasandino estaba complicado en la
Guerra del Pacífico y, cualquiera fuese el resultado, Chile no
querría complicarse en una nueva contienda de límites. También
manifestó que, si llegara al gobierno, no cederá un ápice de
territorio en la Patagonia, aún tuviere que recurrir al arbitrio
pacífico.
El 1º de febrero de 1880 se realizaron elecciones para
elegir diputados nacionales y, como se esperaba, Buenos Aires y
Corrientes eligieron a los diputados tejedoristas y el resto de las
provincias a los candidatos roquistas. Pero en el ambiente, pese a
que la jornada cívica fue de absoluta calma, se notaba que la
cuestión de la elección presidencial no pasaba por los aspectos
cívicos sino más bien por los militares. Esta actitud belicista de
los partidarios tejedoristas denotaba una gran irresponsabilidad,
porque no podían correr con el riesgo de enfrentarse a quien se
movía como un pez en el agua. Roca, en el puesto de mando, no
había perdido jamás una batalla, con el agregado que siempre se
enfrentó a fuerzas que atentaban en contra de la Constitución.
La respuesta de los tejedoristas fue que anunciasen para el
día 15 de febrero un gran desfile militar por la ciudad de Buenos
Aires de los rifleros con todos sus efectivos, que era la fuerza que
respondía al gobernador. El Ministro de la Guerra Carlos
Pellegrini no autorizó el desfile y le informó de la decisión al
coronel Julio Campos, quien le contestó que únicamente recibía
órdenes del gobernador Carlos Tejedor, lo cual daba la pauta de
la poca fortaleza del gobierno de Avellaneda. Pellegrini ordenó
reunir las tropas en el Tiro Federal para evitar que las fuerzas
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 151 -
tejedoristas se juntaran allí. El ministro había logrado concentrar
algunos efectivos en la Chacarita y colocó al 7º de Infantería
frente a la Casa de Gobierno para proteger al presidente,
funcionarios y empleados.
Las elecciones se habían convocado para el 11 de abril de
1880. Tejedor arregló con Santiago Laspiur como candidato a
vicepresidente, de clara militancia en el sector de amigos de
Bartolomé Mitre.
Roca eligió su compañero de fórmula con el precepto que
no tuviera una militancia política anterior, en prevención de que
su presidencia cayera en demérito y fuera aprovechada por grupos
golpistas. Así resultó que el elegido fue Francisco Bernabé
Madero. Roca cometió una gran injusticia al especular sobre la
honradez política de Madero. Sus prejuicios estaban
absolutamente demás, porque era una excelente persona. Era el
propietario de la casa que alquilaba Roca en la calle Suipacha.
Los escritos que a continuación se transcriben en “La Revolución
del 39”18, pintan de manera excelente la calidad humana y cívica
del candidato elegido; dice:
“A los ciudadanos D. Francisco B. Madero y D. Matías
Ramos Mejía – Iniciadores de la Revolución del Sud en 1839, y
ayudantes de campo del Jeneral Lavalle en 1840”.
“Si coloqué mi obra anterior bajo los auspicios de Vds.,
mayor razón me asiste ahora para dedicarles la presente”.
”Siguiendo ambos una bandera sin mancha, é inspirados
por un patriotismo desinteresado, contribuyeron al levantamiento
memorable de la provincia de Buenos Aires contra la tiranía de
Rosas. Después, cuando los pueblos de Dolores y Chascomús
quedaron bajo las sombras de la proscripción, Vds. se alistaron de
nuevo en el ejército libertador perseverando en tal empresa, hasta
que caído su noble caudillo, salvaron sus reliquias más allá de las
fronteras argentinas”.
”Pero el tiempo ha coronado al fin las esperanzas de una
juventud consagrada al honor. El horizonte se ha serenado para la
República y se afianzan sus instituciones. Así, los recuerdos á que en
La generación del 80
22
De “El conflicto con Chile en la Región Austral”. General Osiris Villegas.
23
Del diario La Prensa: (...) Febrero de 1904. Hoy se arrió el pabellón inglés, izándose en su
lugar el argentino. En seguida se procedió a la entrega formal de la isla y del Observatorio a la
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general Roca indicó dotar de científicos para la atención de esta
base que significó un hito fenomenal en la lucha por reivindicar la
soberanía del sector antártico. La Argentina mantuvo el
establecimiento en actividad hasta el presente. Este acto, como
tantos otros, estaba dentro de las políticas de estado que se
mantuvieron a lo largo de varios años de historia y gobiernos
nacionales.
VI
Dentro de la batería de problemas urgentes a resolver
estaba la creación de una moneda estable con el debido respaldo
metálico. Al sancionarse la Constitución en 1853, convivían en el
país distintas clases de monedas metálicas de oro y plata.
Circulaban los doblones españoles, las águilas estadounidenses,
los cóndores chilenos, los soles peruanos, y otras en el interior,
principalmente de plata de baja ley, como las denominadas
"chirolas", además del papel moneda que emitía el Banco de la
Provincia de Buenos Aires, que había sido Casa de Moneda en la
época de Rosas y que tenía papel moneda de curso legal forzoso
que cotizaba frente al oro en la Bolsa. Es decir, que cierto rasgo
de identidad del país existía en la circulación de moneda. Alberdi
decía en sus obras de carácter económico: "... con toda su
civilización relativa, un país en que los cambios se hacen por una
moneda sin fijeza, es un país en el estado primitivo de los pueblos
que no conocen la compraventa, sino el trueque y la permuta...
sólo el oro tiene y puede tener esa fijeza, y no hay más medio de
dársela al papel que asegurarle la infalibilidad de su conversión en
oro a la vista y al portador...". Estos conceptos se clarifican y en
1875 se dicta la ley 733 que establece el Peso Fuerte. De este
modo, el ingeniero Eduardo Castilla recorrió –en 1878– cecas
inglesas, belgas y francesas y celebró algunos contratos ad
referendum para la adquisición de implementos. Mientras Castilla
hacía su gira por Europa, la Municipalidad de Buenos Aires
24
No fue hasta 1505 que los monarcas solicitaron al Papa las prerrogativas plenas del
patronato en las zonas descubiertas y en el territorio español bajo su dominio. Y sólo en
1523, el Papa Adriano VI las concederá. Esta doctrina, mantenida en España, fue
invocada también por las recién formadas repúblicas americanas después de las guerras
de independencia hispano-americana (1808-1821). Los nuevos estados americanos
querían mantener el Derecho de Patronato, al considerarse como continuadores de las
obligaciones históricas y legales de la corona española, sobre la Iglesia católica dentro
de sus territorios.
26
Otros presidentes, han beneficiado a hermanos, hijos y parientes y sin embargo nadie
ha osado inferirles algún cargo. Hemos visto y somos testigos, cómo se beneficiaron
tíos pudientes de un presidente con giras europeas o giras de pesca de amigos y
parientes trasladados por el avión presidencial. También hermanos e hijos ocupando
cargos, en algunos casos ministeriales sin lanzarse campañas de corrupción o
nepotismo, a las cuales de ningún modo adheriríamos, como no adherimos a las
campañas en contra del general Roca, porque sus hermanos se enriquecieron
comprando tierras fiscales.
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 200 -
un viaje a Europa, en el que se destacaría la vinculación con
representantes de potencias extranjeras.
De regreso en Buenos Aires con tiempo suficiente para
preparar el viaje, emprende el viaje a Europa en compañía del
joven abogado Enrique García Merou, quien en un acto
académico en la Facultad de Derecho, el 28 de mayo de 1880,
leyera la conferencia de Juan Bautista Alberdi, “La omnipotencia
del estado elimina los derechos individuales”. Lo acompaña
también, su gran amigo el coronel Artemio Gramajo, eximio
cocinero y catador. Propio de la Argentina opulenta a que se
encaminaba el país, en abril de 1887, Roca y sus compañeros de
viaje, llegó a la Boca para embarcarse a Montevideo junto a una
centena de amigos que lo acompañarían hasta la capital uruguaya,
en el vapor de la carrera Eolo. La noche de la travesía transcurrió
en una gran fiesta a bordo. A la mañana siguiente el general Roca
visitó al presidente Santos; a la noche despidió a sus amigos en el
vapor de la carrera de vuelta a Buenos Aires y se embarcó con sus
acompañantes en el buque Congo rumbo a Europa.
La travesía del Atlántico culminó en el puerto de Burdeos
y de allí a París en donde fue agasajado por el cuerpo diplomático,
por la colonia argentina y por funcionarios franceses. También la
embajada argentina había preparado una visita al presidente
francés F. P. Jules Grévy. Pudo observar la influencia
arquitectónica dispuesta en el diseño de parque y paseos, por el
intendente Torcuato de Alvear en Buenos Aires, al estilo de las
avenidas de París por el Barón Haussmann, indicadas por
Napoleón III. Gramajo se regodeaba con las cenas plenas de las
delicias de los restaurant parisinos.
A mediado de junio de 1887, premeditadamente, los tres
viajeros cruzaron el Canal de la Mancha rumbo a Londres, para
asistir el 20 de junio al Jubileo de Oro del Reino Unido de la
Reina Victoria. Tal acontecimiento implicaba haber tomado las
reservas de alojamiento con mucha anticipación, lo cual
demostraba que el viaje había sido planificado tiempo atrás. A
estas alturas del reinado, la reina Victoria había recuperado su
28
“Apogeo y crisis del liberalismo” Gustavo Ferrari
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 207 -
Nuevamente en 1889 Pellegrini viajó a Europa para
buscar apoyo financiero en Londres y París, para hacer frente al
caos económico que se avecinaba. A fines de ese mismo año
retorna a Buenos Aires sin obtener, en general, resultados
positivos. En vistas de la ausencia de Pellegrini, Roca aceptó la
designación de vicepresidente 1º del Senado, que estaba tercero
en la sucesión presidencial, en prevención de alguna actitud
insensata de la oposición, como se lo había presagiado Pellegrini.
Se enajenaba el patrimonio ferroviario en aras de obtener
mayor liquidez de caja y enarbolar un supuesto liberalismo, pero
no era otra cosa que pensamientos de pacotilla. Aquella forma de
pensamiento también estaba en Roca, pero no para entregar una
herramienta fundamental de la formación estructural de la
economía y de su exigua independencia. Personajes
representativos de capitales ingleses compraron ferrocarriles en
las provincias de Mendoza, Entre Ríos y Santa Fe. También
Máximo Paz, gobernador de Buenos Aires, primo hermano de
Roca, vendió el F.C. Oeste, que era un ejemplo de eficiencia. La
inversión privada era importante para la financiación de bienes de
producción con riesgo inherente para los capitales privados, pero
la enajenación de activos ferroviarios, que estaban en producción
con rentabilidad, era un contrasentido con la emancipación
económica que se buscaba. Estos actos produjeron en Roca una
gran desazón, cuya razón se explicaba porque no se seguían las
políticas de estado que habían continuado en esta materia
Sarmiento, Avellaneda y él. Ya se presentaba en la política
argentina esa maníaca actitud de desarmar aquello que el
gobernante anterior había construido. Roca en el gobierno,
prosiguió la obra que dejaron Sarmiento y Avellaneda en materia
de inmigración y educación. Por lo tanto hubiese correspondido a
Juárez Celman, proseguir los proyectos que en origen ferroviaria
habían iniciado los gobiernos anteriores.
Las relaciones entre Roca y Juárez Celman eran muy
tirantes desde los acontecimientos en Córdoba con don
Ambrosio Olmos. Este enfriamiento de la amistad entre los
concuñados repercutía en las dos hermanas que eran muy
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 208 -
afectuosas entre sí. Pero Roca no podía permanecer impávido
ante el cúmulo de insensateces, que alejaban al Estado de las áreas
de gobierno. Se habían entregado a particulares la explotación de
los puertos de Mar del Plata, Quequén y Bahía Blanca. El
Congreso era también cómplice, aunque a desgano, de la venta en
Europa de 24.000 leguas de tierras feraces. La emisión de papel
moneda sin el debido respaldo hizo proliferar la creación de
bancos con el consecuente aumento del precio del oro y
encarecimiento de la vida, que redundaba en el malestar de la
población y en el descreimiento de la nueva política.
Los críticos de Roca han opinado que el gobierno de
Juárez Celman era la continuidad del período anterior, pero nada
más equivocado, no obstante que el proyecto había sido
inaugurado por el presidente anterior. Juárez Celman recibió la
prosperidad económica, producida por la transformación
estructural de la Argentina del gobierno de Roca. En el período
presidencial siguiente se debía regular ciertos parámetros de la
economía, además de continuar con el desarrollo de los
ferrocarriles, preparar las fuentes de trabajo de los inmigrantes
que llegaban en una cifra cercana a las 300.000 personas, nuevos
edificios donde albergara dependencias del estado. En la tarea de
la capitalización, que había quedada congelada por veinte años,
requería la construcción de nuevos edificios acorde a la
transformación estructural y a la modernización que requería el
nuevo estado. En el plano económico, se habían utilizado
reservas en oro que debían recuperarse para no correr el riesgo de
inflación, como se presumía que estas inversiones en activos fijos
producirían. Lejos de cuidar la emisión monetaria se gastó
desmesuradamente. Roca inauguró un gobierno pragmático que
defendía la ideología nacional, demostrada en los tratados
internacionales con Chile, en la preservación de los ferrocarriles
como instrumento de la soberanía; en materia educativa sancionó
la ley de enseñanza pública, obligatoria y gratuita. Los actores
parecían los mismos pero la acción de gobierno se diferenciaba
en los hechos y en los resultados.
El Zorro y el Gringo
30 Los radicales han entendido siempre que el acuerdo político era una deshonestidad
cívica, cuando en realidad, la forma de establecer políticas de estado, es el acuerdo y el
consenso sobre los temas básicos y comunes a las distintas ideologías. Tampoco, en
ciertas oportunidades, es indeseable el acuerdo electoral, como forma de frente, en
acuerdo a puntos básicos de un plan de gobierno.
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 222 -
Bartolomé Mitre, Julio Roca, José María Gutiérrez y, exentos de
representación, el dueño de casa y Aristóbulo del Valle. Mitre
propuso la formación de una Junta para lograr un nuevo acuerdo.
Luego de pasado unos días Pellegrini propuso a la Junta que se
invitara a Bernardo de Irigoyen y a Hipólito Yrigoyen en forma
personal. Pellegrini quería integrar al radicalismo al acuerdo. El 18
de octubre de 1891 se llevó a cabo la reunión en la casa de
Pellegrini, con la asistencia de Hipólito Yrigoyen y Oscar Liliedal,
éste en representación de don Bernardo. Hipólito Yrigoyen
manifestó que el radicalismo no secundaría al presidente, si éste
no se ponía en su puesto. A lo que Pellegrini respondió
airadamente: Cómo quiere el doctor Yrigoyen que me coloque en mi
puesto si siento que una revolución me está quemando la cara.
Yrigoyen replicó: Cumpla el presidente con su obligación, garantice
los comicios y verá como ninguna revolución le quema la cara.
El acuerdo estaba roto por la intransigencia radical, sin
siquiera escuchar la propuesta que la Junta haría. Aristóbulo del
Valle intentó delegar en el presidente para que reuniera hombres
eminentes para lograr una solución nacional. Yrigoyen se
mantuvo intransigente. Era su estilo y lo sostuvo a lo largo de su
extensa vida política y lo transmitió a sus seguidores como parte
de una ideología de partido. Como no todo el partido lo siguió, se
produjeron rompimientos partidarios importantes. Los grises no
contaban para Yrigoyen y, además, era su forma de pensar la que
parecía, la única posible en la política argentina.
A todo esto el gobernador de Buenos Aires, Julio Costa,
lanza la candidatura de Roque Sáenz Peña, quien se llevaba bien
con Pellegrini pero no con Roca. Pero como el dúo Pellegrini
Roca se había solidificado de tal modo, desde los tiempos en que
el tucumano era presidente, que los candidatos que ambos
promovieran debían de ser del agrado de los dos. Por otra parte
Pellegrini era más amplio y generoso de criterio. Cuenta Roca31
(Félix Luna: “Soy Roca”) que estaban en Mar del Plata, en una
casilla de madera al borde de la playa, cambiaban ideas de cómo
31
Félix Luna “Soy Roca”
Rodolfo Sala El General del Desierto Página - 223 -
eliminar a Roque Sáenz Peña sin enfrentarlo, hasta que Roca le
dice a Pellegrini:
“–Ya lo tengo, mi doctor...
”– ¿Quién?
”–Su señor padre, el doctor Luis Sáenz Peña
”– ¡Superior! Don Luis es un pan de Dios y no arrastra a nadie,
pero para su hijo...
”–Claro, es un buen hijo. Y ¿quién convencerá a don Luis que
acepte la candidatura? Yo no debo hacerlo: desconfiaría. Usted,
tampoco: es el presidente. Pero usted podría pedirle a Mitre que
hable con don Luis y lo persuada de que la Nación está ansiosa de
tenerlo como presidente”.
Así fue que Mitre convenció a don Luis, y Roque, su hijo,
en una carta muy respetuosa, declinaba su candidatura, ante una
demostración de la muñeca32 del Gringo y la astucia del Zorro
La situación política seguía complicada en el interior, y en
la capital se sospechaba de una nueva conspiración de la
oposición.
Precisamente en Mendoza, José Néstor Lencinas, había
iniciado un movimiento de copamiento electoralista que hizo que
Pellegrini enviara tropas a ocupar la provincia y decretar el estado
de sitio, que luego se trasladó a otras provincias.
En la Capital Federal, el 2 de abril, la policía detiene, por
orden presidencial, a casi todo el elenco radical so pretexto de
una conspiración. Se mostraron bombas que estarían en poder de
los revolucionarios y un plan para asesinar a Mitre, Pellegrini y
Roca. Según dicen, pocos creían en la veracidad de estos hechos.
Pero tampoco era improbable su certeza, para quienes conocían
el estilo que habían puesto en práctica los sectores opositores. El
estilo electoral del elenco gobernante, lamentablemente, se
mantenía. Y lo que es poco claro también, la intransigencia de los
radicales en no contribuir a la pacificación del país y al
compromiso de respeto a la Constitución, defecto que, en
definitiva, también era objetable por la falta de apego del
gobierno a establecer sistemas electorales más confiables. Pero de
33 Hubo tranvías en muchas ciudades, y con los más variados sistemas de tracción. La
red más importante fue la de en Buenos Aires con casi 900 kms de vías. El primer
tranvía porteño de (tracción de sangre) circuló en 1863, con sólo una prolongación del
Ferrocarril del Norte, desde la Plaza de Mayo a Retiro. En 1865 el F.C.S hizo lo propio
e instaló su línea de tranvías de prolongación desde la Estación Constitución hasta
Lima y Belgrano. El 27 de febrero de 1870 comenzaron a rodar tranvías por el casco
céntrico de Buenos Aires, con la inauguración simultánea del "Tramway Central" de los
hermanos Julio y Federico Lacroze (que unía la Plaza de Mayo con el Once por la calle
Cangallo), y del "Tramway de la Calle Cuyo", empresa de los hermanos Teófilo y
Nicanor Méndez (que tenía las mismas cabeceras, pero circulaba a lo largo de la paralela
calle Cuyo, apenas a 100 metros de distancia). El tranvía eléctrico llegó a Buenos Aires
en 1897, aunque el primero de su tipo circuló en La Plata en 1892. En 1888 se inauguró
una línea como "Tramway Rural" de los hermanos Lacroze de 47 km (29 millas) tirados
por caballos desde Buenos Aires a través del campo hacia el pueblo de Pilar. (Tramway
Rural, por: Walter G. Belfiore y Alberto Allindo). Además de Buenos Aires y La Plata,
tuvieron tranvías eléctricos en varias ciudades argentinas
Anexo
Efemérides familiares
Julio Argentino Roca:
Nació el 17 de julio de 1843 y murió el 19 de octubre de 1914
Ascensos
1. El 22 de diciembre 1862 Ayudante mayor 1º - 19 años
2. 17 de febrero de 1864 Capitán – 20 años
3. Abril de 1866 Sargento Mayor Graduado – 22 años
4. 15 de septiembre de 1868 teniente coronel - 25 años
5. 26 de enero de 1871 coronel – 27 años
6. 7 de diciembre de 1874 general – 31 años
7. 28 de septiembre de 1880 Brigadier general – 37 años
8. 12 de octubre de 1886 teniente general – 43 años
Primera presidencia: el 12 de octubre de 1880 – 37 años
Segunda presidencia: el 12 de octubre de 1898 – 55 años
Atentado el 10 de mayo de 1886 por Ignacio Monges
Hermanos:
1. Alejandro Segundo Roca: N. en Junio de 1838 San Miguel
de Tucumán, F. 2 Apr 1904, Buenos Aires.
2. Antonio Ataliva Roca: N. 10 Mayo 1839, San Miguel de
Tucumán. F. 21 Mayo 1912, Buenos Aires.
Hermanos de Clara:
1. Javier Funes Díaz. 1843 Córdoba
2. Félix José Antonio Funes Díaz González, 19 Nov 1847,
Córdoba, 3 Mar 1904, La Carlota, Córdoba.
3. Manuel Augusto Funes Díaz González 9 Abr 1850,
Córdoba.
4. Elisa Funes Díaz González 12 Ene 1853, Córdoba, 21
Nov 1933, Buenos Aires.
5. Guillermina Eloísa Funes Díaz González 8 Enero