Alessandro Campi Nacion. Historia de Una PDF

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Alessandro Campi

Nación
Historia de una idea
y de un mito político

sequitur
sequitur [sic: sékwitur]:
Tercera persona del presente indicativo del verbo latino sequor:
procede, prosigue, resulta, sigue.
Inferencia que se deduce de las premisas:
secuencia conforme, movimiento acorde, dinámica en cauce.

© Alessandro Campi
© Traducción de Heber Cardoso
Apéndice, traducido por Alicia Cusinato

© Ediciones sequitur, Madrid 2019


w w w.s e quitur.es

Todos los derechos reservados

ISBN: 978-84-15707-57-8
Depósito legal: M-4699-2019
Índice

Agradecimientos 7

Introducción 9

Antigüedad 15

La Edad Media 55

De la Reforma a la Revolución 87

El siglo XIX 137

El siglo XX 193

Apéndice: Nación y nacionalismos en la era global 249

Bibliografía 290
AGRADECIMIENTOS

Durante la preparación de este volumen, que apareció en Italia en 2004 y


que se presenta aquí en la versión castellana de Heber Cardoso actualizada
y ampliada (el Apéndice, traducido por Alicia Cusinato, es un texto inédi-
to y contiene una extensa descripción del debate científico contemporáneo
sobre la nación y el nacionalismo, con referencia particular a los estudios de
Anthony D. Smith), muchas han sido las personas con las que he contraído
una deuda de reconocimiento.
Quisiera recordar –y expresar mi agradcimiento– en particular a
Giovanni Belardelli, Luigi Cimmino, Andrea Dalledonne, Claudio Finzi,
Patrizia Liviabella, Karim Mezran, Roberto Pertici y Marco Pucciarini, por
las indicaciones y sugerencias, todas ellas preciosas, que me proporciona-
ron; a Monica Centanni, por haberme aclarado no pocas dudas y proble-
mas relativos a la antigüedad clásica y por los consejos que me dispensó con
gran generosidad y con espíritu de verdadera amistad; a Maximiliano
Passerini y Maria Teresa Petti, por la ayuda en la consecución de textos y
materiales; a Carlo Colaiacovo, Presidente de la Fondazione Cassa di
Risparmio de Perugia, por haber apoyado financieramente las investigacio-
nes de las que este ensayo es el fruto (parcial). Debo, finalmente, un agra-
decimiento particular al prof. Carlo Galli, por sus observaciones puntuales.
Deseo también dar las gracias al prof. de la Universidad de Murcia
Jerónimo Molina Cano por sus consejos y sugerencias. La publicación de
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este volumen en España, trece años después de su primera traducción en


Argentina (una versión ya no disponible y agotada), le debe mucho a su
amistad y colaboración.
También quiero decir al prof. de la Universidad de Valencia Ismael Saz
Campos, autor de investigaciones fundamentales sobre el tema del nacio-
nalismo contemporáneo, cuánto he apreciado el interés que me ha mani-
festado. Un agradecimiento especial, por mi participación en la conferen-
cia sobre el tema "La nación de las derechas" (Valencia, 17-19 octubre
2018), donde presenté y discutí algunas de las tesis presentadas en este libro
con referencia particular al nacionalismo catalán y a la relación entre nacio-
nalismo y totalitarismo, a Pilar Salomón Chéliz, a Mª Cruz Romeo Mateo,
y a Nuria Tabanera García.
Dedico este trabajo –como todo lo que hago a Maria Cristina: mi mujer,
mi nación.
INTRODUCCIÓN

Si tu Señor hubiera querido, habría hecho


de todos los hombres una sola nación: pero
los hombres continuaron con sus discor-
dias, excepto aquellos con los que Él fue
misericordioso: por eso los creó.
Corán, XI, 118-119.

De los términos que componen el léxico de la política, el de "nación" es


sin duda uno los más controvertidos y enigmáticos. Los significados que ha
asumido en las distintas épocas históricas han sido tantos y tan distintos
entre sí que se vuelve casi inútil cualquier intento de ofrecer una definición
unívoca de los mismos. En la historia de las ideas políticas no faltaron,
naturalmente, respuestas más o menos articuladas y originales a la fatal
pregunta "¿Qué es una nación?" (justamente, en muchas de ellas nos deten-
dremos en las páginas siguientes). No obstante, entre los estudiosos con-
temporáneos prevalece la convicción de que el de nación es un concepto
destinado a permanecer envuelto en la oscuridad y en la indeterminación:
en efecto, resulta estructuralmente "huidizo, plurisignificante y –digámos-
lo también– equívoco",1 "variable" y "carente de coherencia",2 "el testimonio
más inquietante no sólo de la extraordinaria variedad de significados que
un signo puede adquirir en el transcurso de la historia, sino también de la
pluralidad de valores que puede tener en una misma época".3 Pero, hay que

1. E. Sestan, Stato e nazione nell'Alto Medioevo. Ricerche sulle origini nazionali in Francia,
Italia, Germania (1952), Nápoles, Edizioni Scientifiche Italiane, 1994, pág. 13.
2. G. Delannoi, Sociologie de la nation. Fondements théoriques et expériences historiques,
París, Armand Colin, 1999, pág. 25.
3. C. Curcio, Nazione e autodecisione dei popoli. Due idee nella storia, Milán, Giuffré,
1977, pág. 16.
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preguntarse, ¿existen conceptos políticos que no presenten una multiplici-


dad de significados, a menudo contradictoria?
Reconocer la ambigüedad del término "nación", o bien la dificultad para
ofrecer una clave que permita una lectura analíticamente rigurosa del
mismo, no puede sin embargo empujarnos –según el historiador Hugh
Seton-Watson– sino a descuidar una evidencia trivial: la "nación", tanto se
quiera delimitarla en el plano terminológico como en el de su contenido,
"has existed and exists" (existió y existe). Representa una realidad histórica-
mente relevante, multiforme y articulada, pero, como con todos los fenó-
menos históricos, no es posible limitarse a describirla en la diversidad de
sus manifestaciones empíricas. Debe enmarcársela también en el plano
conceptual. De ahí la necesidad de intentar de todos modos una definición
aproximada, que para el caso de este estudioso suena, en verdad, como
vagamente tautológica: "a nation exists when a significant number of people
in a community consider themselves to form a nation, or behave as if they for-
med one"4 (una nación existe cuando una significativa cantidad de gente en
una comunidad se considera que forma una nación, o actúa como si la for-
mara). Lo que confirma –habría que decir– la dificultad que plantea ence-
rrar a la nación dentro de una fórmula o de una frase.
Vista desde la óptica no del investigador universitario, sino desde la
desencantada perspectiva de un contrarrevolucionario cáustico, como de
Maistre, una dificultad semejante se tradujo, hace un par de siglos, en una
frase efectista e inútilmente polémica: "Nación: gran palabra extremada-
mente cómoda, ya que con ella se hace lo que se quiere".5 Verba valent usu,
habría que decir para retomar una vieja sentencia. Como todos los térmi-
nos del vocabulario político, también el de "nación" es polisémico y elásti-
co: en el transcurso de la historia ha indicado –en función de los intereses,
las orientaciones y las aspiraciones (individuales y colectivas) dominantes
en diferentes contextos– las más variadas realidades: una colectividad étni-
4. H. Seton-Watson, Nations and States. An Inquiry into the Origins of Nations and the
Politics of Nationalism, Londres, Methuen, 1977, pág. 5.
5. J. de Maistre, Considerazioni sulla Francia (1796), Roma, Editori Riuniti, 1985, pág. 32
[Consideraciones sobre Francia, Madrid, Tecnos, 1990].
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camente homogénea, una corporación estudiantil, una representación mer-


cantil, una minoría revolucionaria, un cuerpo político soberano, una
comunidad lingüística o religiosa. Sin embargo, esto no significa que se
trate de un concepto vaporoso, vago, que se emplea de manera arbitraria e
instrumental. En realidad, cada fase histórica ha conocido, entre los altos y
los bajos que caracterizan el arco vital de cualquier concepto político,
empleos diferentes del término: el problema consiste en tratar de compren-
der todas las veces que ha sido empleado en la literatura y en la discusión
política, qué significaba y qué particulares valores le eran atribuidos, evi-
tando así asignarle contenidos y significados históricamente impropios.
En la historia política y en el vocabulario de los estudiosos y de los doc-
trinarios, el concepto de "nación" no tuvo un desarrollo lineal. No puede,
por lo tanto, asimilárselo a una idea política que se desarrolló al cabo del
tiempo a partir de un núcleo de contenidos que permaneció en lo sustan-
cial sin variaciones, de la que sólo se modifican las formas exteriores. Desde
el momento de su aparición, ya en la antigüedad romano-latina, y hasta
nuestros días, el mismo se ha caracterizado por profundas transformacio-
nes de sentido y por verdaderos saltos lógicos: ¿qué relaciones se pueden
establecer, a primera vista, entre la natio de los romanos y la nation imagi-
nada por los revolucionarios del siglo XVIII, entre las nationes bíblicas y las
naciones románticas? No obstante, sería erróneo pensar que los significa-
dos así llamados "modernos" o "contemporáneos" de nación, que se han
impuesto en el lenguaje político después de la fractura epistemológica con-
vencionalmente determinada por la Revolución Francesa, no tengan abso-
lutamente nada que compartir con los usos y los valores que la palabra
conoció en épocas históricas anteriores. Si se quiere trazar una historia de
la nación con el criterio de un concepto político, cabe moverse, en la estela
de las enseñanzas metodológicas de Reinhart Koselleck, según una pers-
pectiva que tenga en cuenta, en la medida de lo posible, tres aspectos: el de
la "duración", el del "cambio" y el de la "novedad".6 Precisamente, sobre la
6. R. Koselleck, Futuro passato. Per una semantica dei tempi storici (1979), Casale
Monferrato (To), Marietti, 1996, pág. 100 [Futuro pasado: para una semántica de los
tiempos históricos, Barcelona, Paidós, 1993].
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base de este planteo, en las páginas que siguen procuramos mostrar, a par-
tir de sus más lejanos orígenes etimológicos, cuántos múltiples significados
fue asumiendo el término "nación" en las distintas épocas y qué usos se
hicieron del mismo en el transcurso del tiempo. Investigar y reconstruir, en
los tiempos largos de la historia, los principales pasajes a través de los cua-
les el concepto de "nación" se fue modulando ha significado obviamente
sumergirse en una literatura heterogénea, por sólo calificarla de alguna
manera: textos sapienciales y religiosos, manifiestos y proclamas políticas,
escritos polémicos y de ocasión, grandes frescos historiográficos, ensayos
científicos y universitarios, obras literarias, tratados doctrinarios, libelos
revolucionarios. El resultado de este trabajo, realizado sin pretensión algu-
na de sistematicidad, ha sido una vasta acumulación de definiciones y de
usos, de acepciones y de significados, que en la medida de lo posible hemos
tratado de ordenar en una clave al mismo tiempo cronológica y conceptual.
Ha quedado fuera un trazado histórico-conceptual hecho de discontinui-
dades y persistencias, de desviaciones e interrupciones, de giros radicales y
también de imprevistos retrocesos. La idea que sustenta toda la reconstruc-
ción consiste en que sin su progresiva difusión y arraigo en la cultura polí-
tico-literaria occidental, quizá con acepciones y matices que poco tienen en
común con los que hoy nos resultan familiares, difícilmente el término
"nación" habría podido imponerse, a partir de fines del siglo XVIII, con
toda su carga innovadora, hasta convertirse en uno de los más empleados
(y abusados) del lenguaje político contemporáneo. Sin contar con que jus-
tamente al detenerse en los significados más en desuso y lejanos de nuestra
sensibilidad es posible captar, por contraste, aquellos que luego se afianza-
ron como decisivos y característicos en los dos últimos siglos.
Para concluir expondremos la que en cierta época se consideraba como
una opción de valor. En la cultura y en la política contemporáneas, la idea
de "nación" no goza, por lo general, de una buena reputación. Se escribe
sobre ella sobre todo para estigmatizarla, para mostrar sus limitaciones y
ambigüedades, para evidenciar su naturaleza caduca e itinerante, para
recordar sus aspectos nefastos y sus miserias, para espantar con el riesgo del
regreso en gran estilo a una escena política internacional inestable, en la
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que lo que se presagia, más bien, es la superación de identidades, límites,


intereses "nacionales", en sentido amplio, en favor de modelos de integra-
ción política de tipo, precisamente, supra o post nacional. Prejuicio por pre-
juicio, convienen aclarar, en beneficio del lector, que las páginas de este
libro están surcadas por la convicción –que me gustaría expresar en forma
más articulada en otro momento– de que la "forma política" de la nación
constituye un recurso simbólico identitario y político- organizativo para el
mundo contemporáneo, probablemente la única base política y sociocultu-
ral realista "para una sociedad de Estados libre en el mundo moderno".7
Dicho de otra manera, no estoy seguro de que un mundo sin naciones
soberanas sea más predecible, vale decir, más pacífico, más estable, más
justo, que un mundo en el cual esta particular forma de unidad política
continúe, en cambio, estimulando la lealtad de los individuos frente a las
instituciones y proporcionando el ámbito normativo, y el espacio simbóli-
co dentro del cual estructurar, en una forma cumplidamente democrática,
las relaciones sociales y políticas.

7. A. D. Smith, Nazioni e nazionalismi nell'era globale (1995), Trieste, Asterios, 2000,


pág. 155.

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