El Amor

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El Amor (en el

sufismo)
"Era un tesoro oculto y quise ser conocido; por eso
creé la creación"
Sufismo - 13/06/2008 11:56 - Autor: Sheikh Muzafer Ozak al-Yerrahi - Fuente:
Asociación de Sufismo para Latinoamérica
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Etiquetas: amor, sufismo, tesoro, oculto, quise, conocido, cree,


creacion, base, universo

Danza derviche.
Nota preliminar

El sufismo es el corazón del Islam, su aspecto


central y más profundo Tiene mil doscientos años
de una tradición iniciática sin interrupciones, y su
psicología contiene la sabiduría de siglos de
práctica espiritual.

El Sheik Muzafer Ozak (1916 – 1985) , como


maestro de la Orden Halveti al-Yerrahi, viajó
continuamente por Estados Unidos y Europa
impartiendo sus enseñanzas. Las siguientes son
sus palabras, recogidas por sus discípulos, que
transmiten la genuina visión del amor en el
sufismo.

“Era un tesoro oculto y quise ser conocido; por


eso creé la creación.”

Hadith Qudsi
 

El amor es la base de la creación del universo


entero, de todos los seres y criaturas. Todo tiene
como base y fundamento el amor. El amor es la
médula de todos los mundos, visibles o invisibles,
conocidos o desconocidos, el amor es el secreto de
la creación. Esta verdad se presenta llanamente en
la Sagrada Tradición antes mencionada. Por eso
humildemente deseo comenzar con el amor.
Amor significa amar y amarse mutuamente, en
turco se le da el nombre de muhabbet, palabra
derivada de la raíz árabe hubb que alude a la
inclinación del alma hacia algo material o
espiritual en lo cual encuentra placer y deleite; sus
varias manifestaciones se reducen a tres tipos
principales:

1. La persona se encariña tanto con lo que ama y


siente tal intenso afecto por ello, que llega a serle
tan necesario como el aire, el agua o el alimento
hasta tal punto que no puede vivir sin el ser que
ama. Así como no se puede sobrevivir sin respirar,
sin tomar agua y alimento, el que se enamora no
puede vivir sin ver el objeto de su amor, estar con
él y aspirar su perfume. Su vida depende del ser
amado y sólo sobrevive a causa de su amor.

En realidad, en tal caso es por nosotros mismos


que sentimos afecto, es a nosotros mismos a
quienes amamos. Como vemos nuestros propios
atributos y características en la persona amada
llegamos a sentir amor por ella. Este amor es
esencialmente el amor a los propios atributos y
características.

2. Una persona busca al ser que supuestamente


ama sólo cuandonecesita algo de él. . Esta clase de
afecto sólo puede compararse al la forma en que se
busca el retrete para descargarse de una
necesidad; una vez que ésta se ha satisfecho, se
sigue adelante hasta que una nueva urgencia se
presenta. Tal afecto es obviamente inaceptable
como afecto a la luz de la razón y la lógica, ya que
no es el amor, sino el interés lo que constituye el
factor principal, y el objetivo es la satisfacción de
una necesidad y la obtención de un beneficio bajo
la apariencia del amor. De ahí que no puede
dársele el nombre de amor; acaso pueda explicarse
como afecto en aras del provecho personal.

3. En cuanto al tercer y último tipo de afecto,


consiste en evitar al amante como quien huye de
una enfermedad infecciosa. Cuando el amante
desea acercarse al sujeto de su amor, el amado
huye de él como un mal contagioso, y trata de
alejarse lo más pronto posible.
Ya sea abiertamente o en forma velada, estos tres
tipos de afectos conllevan beneficios mundanos,
belleza, rango y situación social, juventud, salud,
vida y riqueza. Aunque parezca que se ama al
amigo, realmente se ama los beneficios que se
obtienen de él.

Tomemos como ejemplo el primer tipo de afecto


material: el sentimiento descrito, aparentemente
ideal, es la culminación del afecto material llevado
a la perfección. Como hemos dicho, para alguien
que ama en esta forma no es posible vivir sin el
objeto de su amor, como tampoco puede vivir sin
el aire, el agua y el alimento. En cuanto al que es
amado con esta clase de amor, su belleza y su
juventud es lo que atrae hacia él el amor y el
afecto. Porque en esta clase de amor, no se trata de
el prestigio o la riqueza, que se relacionan
particularmente con el amor del segundo tipo.

Ahora bien, yo pregunto:

¿Podremos amar a esa persona, sin la cual no


podemos vivir, con el mismo amor cuando él o ella
hayan envejecido y su belleza se haya tornado en
fealdad? La juventud, la belleza, la vida misma son
cosas que nadie conserva para siempre,
¿podremos sentir el mismo amor cuando la
persona a quien amamos en salud y lozanía cae
enferma? ¿Cuando nuestro ser amado muere,
podremos seguirle amando como en vida?

Sólo hay una respuesta a esta pregunta: ¡No!

En otras palabras, el amor y el afecto materiales se


basan únicamente en ventajas particulares;
cuando esas ventajas desaparecen, el amor y el
afecto se desvanecen.
¿Y bien? Entonces lo esencial es descubrir el
afecto y el amor verdaderos.

El amor verdadero

El amor que desea Dios, Alabado sea, es el amor


que nunca cesa por ninguna causa o razón y que se
sustenta a sí mismo sin consideraciones de
recompensa o beneficio. Este sentimiento se
designa con las palabras árabes hubb fi-allah,
amor por el amor a Dios. Quien ama por el amor a
Dios continúa amando aún cuando la belleza se
convierta en fealdad, la juventud en vejez, la salud
en enfermedad, y la vida en muerte. Porque este
amor es amor por el amor a Dios. El amado que es
amado por el amor a Dios es siempre bienamado.
Es soberano del amor entronizado en el corazón.
Esta clase de amor es un regalo de Dios. El ama a
Sus siervos y provoca en ellos el amor; El hace que
ellos sientan el amor. En ocasiones Dios ama a Sus
siervos, pero oculta su amor a los demás, y no
siempre permite que estos amen a quien El ama.
Dios puede hacer que su siervo sea querido y
respetado por todos, pero a veces deja que sea
apelado. Cuando en el medio de los golpes le
escucha decir, “Dios mío, Dios mío”, El dice “Mi
siervo se acuerda de mí y busca refugio en mí”.
Entre sus siervos predilectos, ¿acaso no permitió
que Zacarías, la paz sea con él, fuera descuartizado
con una sierra? ¿No permitió que Juan, la paz sea
con él, fuera cortado en pedazos? ¿No dejó que
Noé, la paz le acompañe, fuera azotado? ¿No
permitió también que Abraham, la paz sea con él,
se consumiera en el fuego? ¿Y que José, bendito
sea, fuera arrojado a un pozo y vendido por sus
hermanos como esclavo? ¿No hizo igualmente,
posible que quisieran crucificar a Jesús, la paz sea
con él? ¿No permitió Dios también que María
fuera calumniada, y que Moisés, la paz sea con él,
fuera separado de su madre y arrojado al río Nilo?
¿No dejó que destrozaran un diente al bendito
Profeta Muhammed (la paz y las bendiciones de
Dios sean con él)? ¿No hizo mártir de la sed al
imán Hussein junto con sus setenta y dos amigos?
¿No atrajo Dios hacia Sí al Imán Hasan,
concediéndole el regalo de la unión con El tras
morir envenenado? ¿Y cuántos amigos y amantes
de Dios perecieron encadenados, cortadas las
inocentes cabezas de unos, ahogados o quemados
los otros? En efecto, en ocasiones, así es como se
muestra y manifiesta el amor.

Muestra el fuego de la Belleza, el piadoso


hipócrita,
para adorar la Verdad basta una ruina.
El amado, gacela de ojos aterciopelados,
acabó con el amor que yo tenía por mí mismo.
Aprieta la cadena del amor, en mi locura no me
dejes huir.

El amor a Dios sólo es posible por medio de la


obediencia al objeto del amor, al no desear nada
más que ser Su esclavo y cumplir Sus mandatos
con fervor, llevando a cabo las obligaciones de Su
servicio. En otros términos, este amor se logra
dejándose caer como una gota de agua en el
océano. Significa saber que venimos de Dios,
reconocer que estamos con Dios, que estaremos
con El eternamente, sin olvidar nunca que somos
Sus siervos, agradeciendo de palabra y obra todas
las bendiciones espirituales y materiales que El
graciosamente nos confiere, concientes de nuestra
impotencia y nulidad.

Cuando las cualidades y atributos que ocasionan el


amor material cesan de existir, el amor mismo
desaparece. Pero el amor espiritual es duradero e
inacabable.
Si observamos cuidadosamente la historia
humana obtendremos de ella una gran lección.
Veremos cómo el afecto material se ha extinguido,
olvidado, acumulando polvo en las páginas
decoloradas de los libros en el mejor de los casos
recordado como tema de novelas y cuentos. En
cambio ¡cuantos amigos y amantes de Moisés,
Jesús y el amado Profeta Muhammed (la paz y las
bendiciones de Dios sean con ellos), se encuentran
hoy en el mundo¡ deseosos y dispuestos a
sacrificar todo por ellos, estarán allí hasta el fin de
los tiempos. En nuestros días, considerados por
muchos como la época del materialismo, hay
millones de seres que con su amor y devoción a
Dios, Alabado Sea, suspiran a Sus Mensajeros y se
estremecen día y noche, derramando lágrimas de
fervor reverente.

En cambio ¿acaso encontramos hoy a alguien que


llore por Antonio y Cleopatra?
En todo caso, el amor y el afecto, ya sean
materiales o espirituales, son sagrados. Hemos
pretendido explicar que el amor espiritual es
inmensamente superior al amor material, pues
existe una diferencia fundamental entre los dos. El
amor material tiene motivos ulteriores. Pero el
amor espiritual es por amor a Dios y por eso
decimos que es amor por amor a Dios. El que ama
a Dios, Alabado Sea, debe estar preparado y
dispuesto para toda clase de desventuras. En
realidad, lo que aparece como desgracia es una
gran bendición. Los amantes de Dios se afligen y
lamentan cuando no los alcanzan las penas. Para
ellos la desdicha es pura alegría.

No debemos olvidar que los más severos


sufrimientos han estado reservado a los Profetas, a
los santos que son sus herederos y a los de rango
similar en la presencia de Dios. Si alguno dice
amar a Dios, Alabado Sea, pero en la desgracia se
queja de su Señor y reniega de su infortunio,
miente al decir que ama a Dios. ¿No habéis leído o
escuchado que el Profeta Job no exteriorizó una
sola queja por todas las miserias que le
acontecieron, tanto en su propiedad como en sus
hijos, y jamás lamentó su suerte? Como
recompensa, Dios, Señor de la Majestad y la
Perfección, le confirió el título de Siervo de la
Penitencia. En medio de todas las pruebas, el
Santo Job buscaba refugio en la Majestad de Dios
en Su belleza: es decir, se amparaba de Dios en
Dios, propiciando la Misericordia Divina con esta
oración:

“¡Oh, Señor! Me ha acaecido una desgracia. ¡Tú


eres el Más Misericordioso de los
Misericordiosos!”

Si uno es sincero en su amor a su bienamado,


habrá de obedecerle. La característica del amor del
amor sincero es no ofender al amado. El signo del
amor es no quejarse del amado con nadie, tolerar
sus caprichos, y llevar a cabo amorosamente todo
lo que pida. Esto es, ni más ni menos, lo que hizo
el Profeta Job. Con ninguno fue a quejarse de su
Señor. Buscó refugio de Su Majestad con la Belleza
infinita de Dios: buscó amparo de Dios en Dios.
¿Pues dónde más podría uno refugiarse? Buscar
amparo de Dios con Dios es no quejarse de Dios,
Alabado Sea. Es más bien mostrarle a los seres
humanos cuál es el verdadero lugar de refugio. El
que clama sinceramente amar a Dios, nunca le
desobedece y se niega a ofenderle, El amante
obedece amorosamente al amado. La verdadera
prueba de su sincero afecto se demuestra al seguir
al amado, al obedecerle y al poner esmero en
evitar las cosas que el amado desprecia o le causan
disgustos. Los que reúnen estas condiciones han
desplegado, proclamando y comprobando su
amor. Este amor sí es genuino. Cualquiera que no
pueda tolerar los caprichos de su amado o sus
crueldades, y que muestre pereza o descuido en
servirlo, no podrá ser jamás un amante
verdaderamente afectuoso.

En una ocasión el Sheik Shibli, santificada sea su


alma, se vio arrebatado en un estado místico, y fue
por ello encerrado en un asilo de lunáticos.
Imaginando que lo amaban, muchos fueron a
visitarlo ahí.

“¿Quiénes sois?”, preguntó el Sheikh Shibli


“Somos algunos de los que te aman”, replicaron.

Entonces Shibli comenzó a juntar piedras para


arrojárselas a sus visitantes, con lo cual
comenzaron a dispersarse diciendo, “¡Ay, el
venerable Sheikh en verdad se ha vuelto loco!”

Cuando se iban los llamó: “Me pareció oír que


decían que me amaban. Ni siquiera pueden
aguantar que les lance una piedra sin huir de mí;
¿qué ha sido del amor que sentían por mí? Si
realmente me amaran, habrían tolerado esta
pequeña excentricidad mía y sufrido con paciencia
cualquier molestia que les causara”.

Con esto nos da una gran lección sobre el amor,


iluminándonos acerca del afecto verdadero. Los
expertos en amor beben el vino del amor en la
copa del amor; para ellos este mundo, tan ancho
como es, se vuelve estrecho. Aman a Dios, Alabado
Sea, con amor perfecto y completo.

Realmente temen a Dios y retroceden ante Su


Grandeza y Majestad. Viven maravillados y
anonadados ante Su poder creativo. Consideran
Sus órdenes como un gran favor que El les hace y
que los corona de éxito. Aquellos que beben el
vino del amor de Su Mano Poderosa y de la copa
del amor, se regocijan con El en el mar de la
amistad íntima de Dios. Por medio de sus
plegarias y súplicas gozan de su compañía. Tal es
ese estado de contento, placer y delicia, que para
ellos el día y la noche, lo blanco y lo negro, el
mundo y su contenido, los títulos, posiciones y
dignidad sociales dejan de existir y quedan
aniquilados en Dios. Y quienes son aniquilados en
Dios, vivirán eternamente. Es una certeza
absoluta.

El amor a Dios

¿Es acaso posible imaginar a alguien en este


mundo que, enamorado de lo Divino no se
intoxique con su amor? La bendición del amor es
tan grande que quien la posee puede perderse en
las arenas ardientes del desierto y el fuego del
amor hará que no sienta el calor. Si el amante
cayera al fuego, el calor de su amor extinguiría ese
fuego. El fuego del amor derrite los glaciares y los
polos.
Si cargara en sus espaldas peñas y montañas, el
fuego del amor eliminaría el peso. El amor nos
hace olvidar la sed y el hambre y nos sostiene en el
camino. A cada criatura le corresponde una cierta
porción de amor. Hasta los animales cuando se
enamoran son capaces de andar durante días sin
comer ni beber. Hasta los pobres camellos, cuando
el amor se les sube a la cabeza, no prueban
alimento en cuarenta días. En ese estado se les
puede hacer llevar varias veces el peso de su carga
habitual. Su inclinación y deseo por la amada los
vuelve inmunes a cualquier tipo de pena o
tormento, hasta el grado de que no se percatan de
que existe.

Hablando con franqueza:

Quien ama a Dios Todopoderoso tiene que


sacrificarse por su amor. Tal es el símbolo del
amor. Así sea el infierno, el amante verdadero
prefiere aún más que al cielo mismo el lugar a
donde lo invita el amado. Si lo invita a la muerte,
la muerte le parecerá más dulce que la propia vida.
Cuando Ibrahim (que la paz de Dios sea con él) fue
interrogado acerca de la naturaleza y significado
del amor a Dios, respondió lo siguiente:

"Consiste en expulsar y borrar del corazón todo lo


que desagrada a Dios, Señor de la Majestad y la
Perfección, quemar hasta las cenizas todas las
características , atributos y deseos negativos, que
se aparten de lo que manda el Verdadero Amado,
depurar el yo en el océano del conocimiento
espiritual e iluminarlo con el esplendor del amor".

Hemos dicho que el sentimiento del amor es la


condición resultante de la inclinación del corazón
hacia todo lo que complace y encanta nuestra
naturaleza.
Cuando esta condición se instala en el corazón y
crece en intensidad, se conoce como el Poder
Soberano del Amor. En ese punto el amante
sacrifica por el amado la lógica y el interés,
obedeciéndole en completa sumisión, y está
dispuesto a dar todo lo que tiene por el bien del
ser amado. La regla según la cual todo lo que el
amante posee es para el rescate del amado,
alcanza su más alto cumplimiento en esta etapa
del amor. El que no acepte dar la vida por su
amor, no puede adjudicarse el título de amante.
En el ilustre Sura Yusuf del Noble Corán definido
por Dios como "la mejor de las historias", se nos
revela el episodio de la esposa de Putifar de
Egipto, de fabulosa belleza, que por su amor a
José, la paz sea con él, "rompió la botella de la
vergüenza y la modestia" y sacrificó sus
propiedades, su honor, su buen nombre y todas
sus riquezas cuyo valor ascendía a setenta
camellos cargados de oro, plata, diamantes y
perlas, rubíes y esmeraldas, sus palacios y su
poder. La historia relata cómo llovían las joyas
sobre la persona que le llevara noticias de José o le
dijera, "Vi a José".

Su amor a José era tan grande que dio y repartió


hasta quedarse sin nada. Lo llamaba por su
nombre sin cesar. Lo veía en las estrellas del cielo,
e imaginaba su nombre inscrito sobre el sol y la
luna.
Y realmente así es. El amante ve en todo al amado;
hacia donde dirija la mirada, verá el nombre y la
forma del amado, y no vacilará en sacrificarlo todo
por su causa.

Zulayka estaba, en realidad, enamorada de Dios,


Alabado Sea. La verdad Divina se había
manifestado en ella a través de José, bendito sea.
En esencia, todos los amores se relacionan y se
refieren al Verdadero Amado. No obstante, sus
manifestaciones son diversas. El amante atestigua
la manifestación del amado. Por eso el sabio no se
limita al amor metafórico sino que tarde o
temprano alcanza al Verdadero Amado. El amante
ve en su amado al Verdadero Amado. El ser a
quien amamos es un velo sobre el Verdadero
Amado; cuando el velo se rasga, aparece el
Verdadero Amado.

De esta manera Zulayka lo sacrificó todo por el


amor de José. Más tarde su belleza y juventud le
fueron restituidas por Decreto Divino, y
finalmente pudo unirse a José, quien la había
honrado fielmente desde que la viera por primera
vez. Sin embargo, una vez casada con José, la paz
lo acompañe, le dio por huir de él. Se retiraba a
lugares apartados para adorar a Dios en la
soledad. Cuando José la llamaba a la cama, ella le
prometía que iría al día siguiente, si era de noche,
o al anochecer si era de día. José le decía: "¿Por
qué te alejas de mí ahora que eres mi esposa
legítima? En otros tiempos solía huir de tí cuando
me llamabas a compartir tu lecho, porque no me
eras lícita. Me rehusaba a aceptar tus favores por
temor a desobedecer a Dios. Pero ahora que al fin
eres mi esposa, ¿por qué huyes de tu legítimo
esposo?"

A lo que Zulayka replicaba: "¡Oh Noble José, te


amaba antes de conocer a Dios! Pero ahora, ya no
es a ti a quién amo. Me parece que tú eras sólo un
velo que me ocultaba el rostro de Aquél a quien en
verdad amo. A1 rasgarse el velo, he descubierto a
mi Señor. Desde que encontré a Dios, Alabado
Sea, y le conocí, Su amor me conquistó. Ha
expulsado de mi corazón todos los otros amores.
Su amor exige ser el único, y nada más que Su
amor me intoxica".

Del mismo modo ocurre en la historia de Majnum.


Cuando le preguntaban a Majnum cuál era su
nombre, sin pensar respondía, "Layla". Cuando
preguntaron a Majnún donde vivía Layla,
desgarrándose el pecho les mostró su corazón en
ruinas. Cuando Layla murió le dijeron: "Layla ha
muerto". Pero Majnum respondió :"¡No! ¡Layla no
ha muerto! Vive en mi corazón. ¡Ved, yo soy
Layla!" .Un día Majnum visitó el pueblo en donde
había vivido Layla. Al llegar frente a su casa, alzó
los ojos al cielo. "No mires al cielo, le decían,
observa las paredes de su casa, y quizás veas la
forma de Layla reflejada en ellas". Pero él les
contestó:

A Majnún preguntaron por Layla.

Y Layla se había ido, aunque aún pronunciaban su


nombre.

A mi corazón ha llegado una nueva Layla.


Vete Layla, que a Dios he encontrado.
Quien ve a su Señor, deja de ver a Layla,
Quien ve lo grande, ya no mira a la gente,
Quien ve la luna, ya no mira la estrella;
Vete Layla, que a Dios he encontrado.
Majnún vino ala Caaba lleno de añoranza,
Una vez en el círculo lo sacuden gemidos;
Majnún encontró a Dios cuando nombraba a
Layla;
Vete Layla, que a Dios he encontrado.
A Majnún lo servían los esclavos mejores;
Ahora las aves anidan su cabeza,
La montaña y el valle se han vuelto su reposo.
Vete Layla, que a Dios he encontrado.
Pájaros enormes han hecho su nido en mi cabeza.

Cuando me acuesto a dormir con Dios sueño.


Aléjate Layla, no estorbes mi camino.
Vete Layla, que a Dios he encontrado.
A Dios sueño si llego dormido.
A un lado, Layla, déjame pasar,
ábreme el camino, olvídame ya.
Layla se fue, y a mi Señor hallé.
¡Si! Por medio de "Layla" se alcanza a Dios. Del
ídolo pasamos a lo duradero. De pensar que Dios
comparte Su Divinidad con algún otro, pasamos a
reconocer Su Perfecta Unidad. El amor metafórico
nos lleva al amor Real. El amor es absolutamente
necesario para el ser humano. El amor, ya sea
metafórico o Real es un atributo propio de la
humanidad. El que esté privado de amor, no será
distinto de un asno. Al término de la construcción
de la noble mezquita Beyazid, en Estambul, se
llevó a cabo la ceremonia de inauguración. De
entre todos los eruditos de aquel tiempo, hombres
distinguidos en el campo de las ciencias prácticas
y espirituales, el Sultán Beyazid Khan II se dignó
asignar para dirigir la ceremonia, al venerable
Jamledin, uno de los sheikhs Halveti. El venerable
sheikh subió al púlpito para llevar a cabo la
sagrada obligación. Los jefes militares y civiles
encabezados por el Sultán y el Gran Visir, los
principales sabios de la época y una vasta
congregación poblaban la mezquita. El venerable
Jamaledin Halveti estaba a punto de comenzar su
discurso, cuando uno de los presentes se levantó y
exclamó:
"¡Oh reverendo sheikh! Vine aquí con la intención
de participar en esta piadosa reunión, pero en la
multitud he perdido mi asno. Ya que la
congregación se encuentra reunida para escuchar
tus sabias palabras, desearía preguntar a los
presentes si no han visto por allí un asno sin
dueño, cuyas características detallaré."

El venerable sheikh sonrió con gentileza y replicó:

"Hermano, por el amor de Dios, ten paciencia y si


Dios quiere, encontrarás a tu asno".

Luego agregó, dirigiéndose a la reunión:

"¡Hermanos! ¿Hay entre vosotros alguno que no


sepa lo que es el amor, alguien qué jamás haya
amado nada en la vida?"

Uno se levantó y dijo:

"¡Oh Sheikh! Yo no sé lo que es el amor; hasta el


presente no he amado nada; nunca he sido capaz
de amar."
Cuando otros dos se unieron al primero que no
sabía lo que era el amor y que decía no haber
amado nunca, el venerable Jamaledin Halveti se
dirigió al hombre que había perdido su asno:

"Dices que has perdido un asno: mira, aquí te he


encontrado estos tres. La única diferencia es que el
que se te perdió era cuadrúpedo, y éstos andan en
dos pies."

Dicho esto, prosiguió su sermón.

Que el corazón de los fieles quede absuelto y


aliviado de su carga con la afirmación del Amor
Divino, y el amor del Mensajero de Dios, y que
sean iluminados con la luz de la fe. Más hay algo
que no debemos olvidar: para aquellos que
consideran que el amor es un mero producto del
deseo y los instintos animales, quiero advertirles
que si así fuera, el asno ocuparía el lugar más alto.
El amor no debe confundirse nunca con la lujuria.

Hemos dicho que al afecto intenso se le da el


nombre de amor. Siempre y cuando este afecto sea
ternura, gusto y extinción de sí mismo en la
persona amada en su forma extrema, este amor es
un tipo de locura. Al que padece la enfermedad del
amor, se le da el nombre de amante.

Hay dos categorías de amantes: 1) el amante que


sufre de amor metafórico y 2) el enamorado del
Amor Real.

El afligido de Amor Real es llamado Amante de


Dios. Estos son los amantes de Alí Alabado y
Glorificado sea. Este grupo está formado por los
ángeles, los Mensajeros de Dios Todopoderoso, y
los santos que son sus herederos. Los mejores
entre la comunidad también son candidatos a este
grupo.

El amor metafórico se da cuando un hombre


siente amor profundo por una mujer, al grado de
perderse en su amada. Sin embargo, el amor
metafórico lleva al Amor Real. Mientras
exclamaba "Layla, Layla", Majnum experimentó la
unión con Dios. Como hemos intentado explicar
anteriormente, los que se quedan con Layla y no
encuentran a Dios, son dignos de compasión. Pues
significa que Layla es un velo que les oculta a Dios,
y en este sentido se convierte en su desgracia.

El verdadero nombre de Majnum en la leyenda era


Qays. Se le dio el nombre de Majnum, debido a su
amor por Layla. Su amor era tal, que cuando
visitaba el pueblo nativo de su amada, besaba los
ojos y las patas de los perros diciendo a quienes
intentaban detenerlo:

"¡Déjenme en paz! Estos ojos han visto a Layla.


Estos pies han andado por donde Layla pisó. Los
ojos que la han contemplado, y las patas que han
tocado sus huellas son sagrados para mí y dignos
de ser besados." Algunos le decían: "¡Layla es una
mujer sin gracia, flacucha y morena! Te
buscaremos una más bonita, de aterciopelados
ojos de gacela y esbelta". Pero él respondía: "Si
vieran a mi Layla como yo la veo, no me harían ese
ofrecimiento".

Majnum significa "loco". El apodo de Qays era


Majnum o el loco por su Layla. Para un amante
auténtico es correcto amar en esa forma. La pasión
del amor se manifiesta de acuerdo al modo de ser
y el carácter de cada persona. Hay quienes son
humanos de forma, y meramente animales de
carácter; en ellos el amor toma la apariencia del
deseo. Los que están así regidos por el instinto
animal, abandonarán al ser amado tan pronto
como hayan satisfecho sus deseos. Una vez que
alcanzan su objeto, las pasiones se aquietan. Esto
no es amor sino lujuria, avidez, apetito. Tales
individuos son capaces de matar sin escrúpulos al
ser que supuestamente aman. Testimonio de ello
son los numerosos encabezados de los diarios en
todas partes del mundo sobre crímenes
pasionales. En esos casos la lujuria juega la
mascarada del amor. El amor dentro de la
institución de la familia, entre marido y mujer, no
es producto de los deseos sensuales únicamente.
Es algo divino y sagrado, que trasciende con
mucho el instinto animal. Por lo tanto, no
debernos confundir el amor santificado dentro de
la familia con las relaciones efímeras y falsas que
hemos descrito, inducidas por las urgencias del
instinto animal.
En las relaciones sensuales basadas en la
animalidad y disfrazadas de amor, los celos
alcanzan a veces extremos en que el supuesto
amante puede llegar hasta a dar muerte al ser que
ama. Esto ni siquiera debe sorprendernos; tal
forma de "amor" es frecuente también entre los
animales. Por ejemplo, el perro de la casa se
pondrá celoso si su amo adopta a otro perro y
tratará de morderlo y alejarlo de su dueño si
puede. Pero si no, llegará incluso hasta querer
morder a su propio amo. Este comportamiento
por parte del perro, es el resultado de los celos
bajo la apariencia del amor. En el Amor Real
existe también un tipo de celos. Sin embargo,
éstos deben distinguirse de los celos ordinarios. Lo
que comúnmente conocemos como celos es
atributo de los seres imperfectos, en tanto que los
Celos, C mayúscula, son una cualidad que se
manifiesta en los seres perfectos.
Nuestro Maestro, el Más Noble Mensajero,
Muhammed ( que la paz y las bendiciones de Dios
sean con él) dijo una vez a Umar al Faruk:
"¡Oh Umar! Veo que tienes celos. Yo tengo más
celos que tú, y Dios en su Majestad, tiene más
celos que yo."

En efecto, los celos pueden ser un atributo


aceptable y digno de elogio. Dicho atributo en
Dios, Exaltado y Santificado Sea, corresponde a Su
perfección, y El confirió a Su Profeta bienamado
esta característica. Dios, Glorificado Sea, está
dotado de las cualidades de la Perfección, y exento
de cualquier deficiencia; para los fieles el poseer
alguno de los atributos propios de Dios, es la
mayor bendición y fortuna. Dios, en su Infinita
Magnificencia, está celoso. No quiere que sus
siervos amen nada más que Su Divina Esencia.
Porque El es el único Amado real y verdadero. Ser
Amado por ellos, es el derecho de Su Esencia
Unitaria. Si los amantes de la Esencia Divina
entregan su corazón a cualquier otra cosa que no
fuera Dios, el infortunio caerá sobre ellos sin
duda. Quienes aman a Dios, deben amarlo sólo a
El. Por lo menos, no deben considerar lo que
aman como distinto de Dios, pues lo que les hace
ver la verdad en aquello que aman, es
esencialmente Dios. Todo lo bueno, todas las
cualidades específicas de los seres, todo lo que
amamos es Su obra. Si amamos el efecto, tenemos
que amar la causa. Por eso el sabio nunca podrá
separar el efecto de la verdadera causa. Así corno a
Moisés se le manifiesta la palabra de Dios en el
Monte Sinaí, para el amante el objeto de su amor
es como el Monte Sinaí. Las virtudes y cualidades
especiales que ve ahí son la manifestación del
Verdadero Amado y Amigo en el ser del objeto de
su amor. Es por eso que no hay que tomar el efecto
por la causa, los nombres por lo nombrado, ni el
signo, la palabra, por la cosa significada.

Un día nuestro Maestro, el Glorioso Profeta


Muhammed (que la paz y la bendición de Dios
sean con él), sentó sobre sus benditas rodillas a
sus nietos Hasan y Husein, acariciándolos con
ternura. Resultó que su noble y purísima hija, la
Radiante Fátima, que Dios se complazca en ella,
había cosido los cuellos de las camisas de los niños
demasiado ajustados, pensando erróneamente que
eran las perneras de sus propios pantalones.
Viendo que sufrían incomodidad, el jefe de los
Profetas les desabotonó el cuello a los dos
príncipes. En ese momento se estremeció al darse
cuenta de que su amor hacia sus nietos había
alcanzado el mismo grado de su amor a Dios,
Alabado Sea, incurriendo por ello en los Celos
Divinos.

En ese instante el arcángel Gabriel, la paz sea con


él, descendió llevando en sus manos tres chales,
uno amarillo, uno rojo y negro el tercero. El
arcángel transmitió al bienamado los saludos
divinos y le comunicó las órdenes del
Todopoderoso, o más bien, estos arcanos
misterios:

"¡Mensajero entre los Mensajeros! Dios, el


Magnífico y Glorioso manda decir al portador de
Su Misión:

¿Cómo es posible que aquél que me ama, y a quien


amo, Mi más querido amigo, Mi bienamado, bese
a sus nietos, a sus retoños, con amor igual a su
amor por Mí? Envío un chal amarillo para Hasan,
uno rojo para Husein y uno negro para el
honorable Mensajero. Vestid cada uno su chal. El
negro es el símbolo del luto funerario; Hasan
sufrirá el martirio del veneno; Husein el de la
daga. Desde el momento en que besó a Hasan en
la boca y a Husein en el cuello sus destinos
quedaron sellados". Después de proferir estas
palabras, el arcángel Gabriel se retiró.

Con el tiempo este anuncio habría de cumplirse. El


Imán Hasan murió envenenado a manos de su
esposa, mientras que el Imán Husein encontró la
muerte en la batalla de Karbalá, en donde fue
degollado.

Ibrahim Adham, santificado sea su espíritu, nos


relata la siguiente historia:
"Conocí a cierto individuo en las montañas del
Líbano. Durante los cuarenta días que pasamos
juntos, el hombre no comió ni un pedazo de pan,
ni tomó una gota de agua. Me quedé atónito al
observar ese extraño fenómeno. Poco después
apareció un camello perdido. El camello le aplastó
la cabeza y lo pisoteó hasta darle muerte. El
impacto le hizo saltar los ojos de las cuencas".
Mientras ponderaba lo ocurrido en absoluta
perplejidád, reflexionando acerca del triste destino
de aquel hombre, recibí esta información por
medio de la inspiración divina:

"Si alguien que se dice Mi amante desvía la mirada


hacia cualquier otra cosa, ved como queda
aplastada su cabeza y botados sus ojos." Y
comprendí que el error del Santo había sido mirar
al objeto de su amor como distinto de Dios.

Ibrahim Adham, santificado sea su muy noble


espíritu, eligió el Trono del corazón, prefiriéndolo
al trono del imperio, y se fue a vivir a la Meca, la
Ennoblecida. Muchos años habían pasado desde
que abdicara en favor de su hijo y abandonara su
país, mientras tanto su hijo se había convertido en
un joven bello y lleno de donaire. Un día se enteró
de que su hijo, como soberano de su pueblo, se
había encaminado a La Meca con la loable
intención de cumplir la obligación religiosa de la
Peregrinación. El venerable Ibrahim Adham se
dirigió hacia la reverenciada Caaba con el objeto
de ver a su hijo, aunque fuera de lejos, por última
vez en la tierra. Entre los peregrinos que hacían la
circunvalación, pudo distinguirlo y sintió que la
sangre se agitaba en sus venas.

En ese instante se dio cuenta que el amor a su hijo


se había elevado en su corazón al mismo nivel de
intensidad que su amor a Dios, Alabado Sea, y
rompiendo en llanto allí mismo exclamó:

"¡Señor! Soy incapaz de conciliar en mi corazón el


amor que siento hacia Tu Divina Esencia, y el que
me inspira mi hijo cuyo rostro no había visto en
todos estos años".

Antes de que las palabras terminaran de salir de


sus labios, el Señor del Universo, que es el
Verdadero Amado, actuó en respuesta a la
plegaria; el joven soberano cayó allí mismo, en
plena circunvalación, entregando su alma a Dios. 

¡Oh, amante sincero! Siempre y cuando puedas


ver a Dios en el hombre o la mujer que amas,
estarás libre del pecado de igualar tu pareja a El.
Pero si divides el amor en dos, ¡Dios te ampare!,
caerás inevitablemente en ese error. El amor de
Dios es exclusivo, no se comparte. El amor al
Creador y el amor a las criaturas no pueden
coexistir en el mismo corazón. Si te atas a tus
propiedades y a tu familia, alguna calamidad los
atará a ellos a Dios. Si sabes que Dios es la causa
de todo, enhorabuena, ¡qué afortunado eres!

El es todo. El es el amor. El es el amante. El es el


amado. El es el querido. El es el anhelado. El es el
enamorado. El es el desposado. Aparte de El, no
hay nada. El es el que ve y el que es visto. El es tu
esencia. El es tu palabra. El es Todo. Todo viene de
El. El es Dios.

Muchos son los amantes de Dios que se han


entregado a El en el camino del amor,
abandonando las limitaciones del yo, y han
logrado alcanzar la unión con el Amado; se han
regocijado en el Amado. Por su negligencia hacia
el Amado, ¿acaso no le fue ordenado a Abraham,
la paz sea con él, que inmolara a su propio hijo?
Los amantes de Dios deben estar listos y
preparados para las pruebas. El amor de Dios es
una prueba tal, que resulta un placer y una delicia
dentro de la tribulación. Abraham, la paz lo
acompañe, fue arrojado al fuego por su amor a
Dios, pero el fuego abrasador de los hornos de
Nimrod se convirtió en luz. Debido a ello, los que
se consumen en el fuego se convierten en amigos
íntimos de Dios.

Si eres el amante del Amado


No mires a nadie;
que te abrase el fuego
como a Abraham.
Haz como él
Y hallarás las rosas,
cesará el dolor.

¡Déjalo todo y únete al amor! Aparta el corazón de


todo lo demás. ¡Siente cómo el amor inunda tu
personalidad! Toma el amor como guía en el viaje
hacia la tierra del Ser, para que puedas alcanzar al
Verdadero Amado y entrar en el paraíso de la
Esencia, contemplar la belleza del Amigo, cortar la
rosas en el jardín de la Unión. En el camino del
Amor, el amante se sacrifica, pero al final
encuentra al Bien adorado.

Todos los santos que han pasado por la tierra y


han gustado el vino del Amor, todos se han
sacrificado a sí mismos por el Amor. ¿Acaso no
has escuchado lo que sucedió a Mansur alHallaj ?
¿No has leído cómo en el camino del amor, su
cuerpo fue quemado y sus cenizas esparcidas en el
Tigris? ¿No has escuchado cómo los átomos de su
cuerpo se repartieron entre los amantes de Dios,
quemándolos e inflamándolos con el fuego del
amor?

Mansur al Hallaj fue capturado por gente que no


pudo comprender el secreto de las palabras
proferidas por él. El venerable Shibli, fue a
visitarlo para preguntarle el significado oculto de
su extraña conducta:

"Dime, ¡Oh Mansur! ¿Qué es amor?"

Mansur al Hallaj respondió con una sonrisa:


"Mañana responderé a tu pregunta".

Al día siguiente condujeron a al Hallaj hacia el


patíbulo.

Se dirigió al sheikh Shibli que se encontraba entre


la multitud que había acudido a mirar, y le habló
así:

"Oh Shibli , el amor comienza quemando y acaba


matando"

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