Enfoques y Perspectivas en Psicología Social

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ENFOQUES Y PERSPECTIVAS EN PSICOLOGÍA SOCIAL

Ana Quiroga

Cap. I. El concepto de grupo y los principios organizadores de la estructura


grupal en el pensamiento de Enrique Pichón-Riviere (EPR)

GRUPO: “conjunto restringido de personas que ligadas por constantes de tiempo y espacio y
articulados por mutua representación interna se propone, en forma explícita o implícita, una tarea
que constituye su finalidad, interactuando a través de complejos mecanismos de asunción y
adjudicación de roles”.

PRINCIPIOS ORGANIZADORES INTERNOS DEL GRUPO:


Pensar en estos principios nos remite a la problemática del sujeto.

 SUJETO: Desde Pichón, la psicología se define como social a partir de la concepción del sujeto
como emergente, que se configura en una trama social compleja, en la que se entretejen vínculos y
relaciones sociales. Para Pichón la subjetividad está determinada histórica y socialmente, en tanto el
sujeto se constituye como tal en un proceso de interacción, en una dialéctica o interjuego entre
sujetos, de la que el vínculo, como relación bicorporal y el grupo, como red vincular, constituyen
unidades de análisis.
El sujeto aparece entonces bajo un doble carácter:
- Como agente: actor del proceso interaccional, y a la vez,
- Como emergente: se configura en ese proceso, emerge y es determinado por las relaciones que
constituyen sus condiciones concretas de existencia.
 Concepción pichoneana de sujeto: “sujeto de la necesidad”. El eje central del análisis se sitúa en
la contradicción interna inherente a ese sujeto como ser vivo, entre: la necesidad emergente del
intercambio material del organismo con el medio y la satisfacción de esa necesidad.
Esa contradicción interna vuelca al sujeto sobre el mundo externo en busca de la fuente de
gratificación en relación con otro sujeto.

 NECESIDAD: experimentada como tensión interna. Promueve en el sujeto la realización de un


conjunto de operaciones materiales y simbólicas, a las que se denomina conducta. Determina en él
una acción concreta, transformadora, destinada a la satisfacción de la necesidad. Esta acción, no
sólo transforma contexto, sino también al sujeto, protagonista de la acción, y adquiere entonces la
condición de aprendizaje.
El sujetarse a una necesidad, es condición de una tarea.

 TAREA: es el punto de partida para el inicio de una acción orientada a la gratificación, a partir
de la cual el sujeto se proyecta hacia el exterior, con una direccionalidad (proyecto) en un hacer que
luego lo modifica. La noción de tarea, es doblemente fundante. Por un lado, de la noción de sujeto
de la acción, y por otro, de la noción o criterio de salud, en términos de adaptación activa de la
realidad.

Sujeto sano: El sujeto es sano, en tanto pueda integrar la realidad, transformarla, y transformarse.
El sujeto está “activamente adaptado” en la medida en que mantiene un interjuego dialéctico con el
medio, y no una relación rígida, estereotipada. Desde Pichón, la Psicología Social no es una
psicología de los grupos sino una reflexión acerca del sujeto y su comportamiento. Sin minimizar
por eso, la importancia de lo grupal, escenario e instrumento de la constitución del sujeto.
La concepción vincular del sujeto es elaborada por Pichón a partir de su práctica clínica, en la cual
se revela el mundo interno del paciente, la dimensión intrasubjetiva, estructurada como grupo
interno, un escenario interior en la cual se reconstruye la trama vincular en la que el sujeto está
inmerso, en la cual sus necesidades logran la satisfacción.
Enfermedad mental: podemos pensar a la enfermedad mental como emergente de una dinámica
vincular, la del grupo familiar. El que enferma es el portavoz mas señalado de ese proceso, y su
conducta resultado de la intolerancia a un determinado monto de sufrimiento, remite, como signo, a
una modalidad de interacción grupal, que en ese momento opera como condición de producción de
ese comportamiento patológico.
La contradicción necesidad/satisfacción reenvía al contexto vincular del sujeto, ya que el vínculo es
el escenario de la gratificación o la frustración. Entonces la conducta es esencialmente relacional y
solamente puede poseer significación dentro del contexto o red vincular de la que se configura.
Desde este encuadre grupal, la enfermedad mental como comportamiento que rompe las
expectativas sociales, pierde su carácter inicial, incompresible, transformándose en un lenguaje
complejo pero direccional y decodificable. Es en el contexto grupal (sobretodo el grupal-familiar),
que esa conducta reviste significatividad, y en tanto comprensible, resulta modificable.

La interacción: Proceso motivado


El grupo tiene “leyes internas” o “principios organizadores”, lo que permite intervenir
psicológicamente, para desarrollar los distintos momentos de la planificación: estrategia, táctica,
técnica y logística.
En una situación de interacción, dos o más sujetos comparten un tiempo y un espacio, hay entre
ellos un juego corporal, de miradas, de gestos. Se perciben recíprocamente y sobre la base de esa
percepción recíproca intercambian mensajes, utilizando un lenguaje verbal y gestual. Se establece
entre esos sujetos un proceso comunicacional, en tanto intercambian signos de un código, por lo que
describen objetos y expresan emociones.
La interacción se da en tanto se de una determinación recíproca o interjuego que se efectiviza
cuando la presencia y la respuesta del otro es incluida, anticipada en la actitud de cada sujeto.
El desarrollo de expectativas reciprocas, el intercambio de mensajes permite afirmar que la
interacción implica procesos de comunicación interna de cada uno de los actores, modificación
emergente del reconocimiento del otro, de su incorporación, lo que tendrá por efecto un ajuste del
comportamiento de ambos a esa realidad que significa la presencia concreta del Otro.
Cuando se da ese interjuego de expectativas recíprocas, en el que el sujeto aparece como
significativo para el otro, se habla de una acción direccional de un actor hacia otro. Entonces
podemos decir que la interacción es un interjuego de expectativas recíprocas.

Unidad interaccional (grupo): se caracteriza por ser una integración de tiempo, espacio, sujetos
que se perciben mutuamente y cuyas acciones están articuladas por leyes de causalidad recíproca.
Es un sistema con una organización interna, que articula las distintas unidades interaccionales en las
que participamos cotidianamente: pareja, grupo familiar, trabajo, equipo deportivo, etc.

Serie: antitesis de la unidad interaccional. Son formas de lo colectivo, cuya unidad es exterior, sus
principios organizadores son externos, es inestructurada, carece de coherencia interna. Ej: los
espectadores que asisten al cine, los clientes que esperan ser atendidos. Son varias personas que
comparen tiempo y espacio, que incluso desarrollan una actividad similar, pero no hay reciprocidad
en sus acciones. Lo que los reúne es un elemento externo.
los otros, aunque fueran percibidos, no aparecen como significativos, dado que no hay un interjuego
de expectativas recíprocas. La finalidad puede ser la misma, pero no aparece compartida.

Necesidad/Satisfacción: Cada sujeto se incluye en una dialéctica, en un interjuego con otros


sujetos a partir de la contradicción interna necesidad/satisfacción, contradicción que sólo puede
resolverse en una relación con otro. Es desde su condición de sujeto de la necesidad, y en el proceso
relacional de satisfacerlas, que el hombre se transforma en sujeto humano.
¿Cuál es el lugar de esa necesidad y de las acciones destinadas a satisfacerlas (objeto – tarea)
en la constitución de la estructura vincular y del grupo como sistema interaccional?
La acción hacia el otro, fundada en la necesidad, plantea la idea de una relación direccional, que no
surge al azar sino con un objetivo o tarea, que podrá o no ser explícita. La acción hacia el otro tiene
siempre una finalidad. Es por esto que Pichón sostiene que no hay vínculo y en consecuencia,
grupo sin tarea.

El grupo: como red vincular, se estructura sobre la base de una constelación de necesidades-
objetivos-tareas.

El objetivo o proyecto del grupo: es aquello de lo que se carece y hacia lo que se tiende.

La tarea: es el conjunto de acciones destinadas al logro del objetivo. Se plantea desde la necesidad
y es la transformación de esa ausencia. Implica necesariamente, transformación de la realidad
interna y externa.
La tarea es, entonces, uno de los principios organizadores del grupo como estructura, es decir como
sistema dotado de coherencia interna. Para Pichón el grupo se define como una estructura de acción,
de operación, por eso para él, todo grupo es operativo. Esta concepción de grupo tiene
consecuencias a nivel metodológico. La técnica, el tipo de intervención psicológica que plantea
Pichon, apunta a centrar la interacción en la tarea, potencializándose así la acción grupal, en tanto se
visualicen, aborden y resuelvan los obstáculos que emergen de la marcha hacia los objetivos
grupales.
El objetivo-tarea-finalidad, se perfila entonces como un principio organizador del grupo.
Organizador porque en la red interaccional cada sujeto ocupa una posición que está ligada a su
función dentro del sistema. Este proceso se constituye a través de los mecanismos de adjudicación y
asunción de roles.
Los roles en el grupo, están referidos desde la tarea, tanto para realizarla como para negarla. La
emergencia de ciertos roles (coordinador, chivo emisario) revela la emergencia de una modalidad de
interacción grupal que remite a la relación que los miembros de ese grupo guardan con las
necesidades-objetivos y la tarea que los integra en una estructura.
La realización de la tarea, exige en primer término, que los integrantes del grupo reconozcan esas
necesidades y objetivos como comunes.
Una de las dificultades más habituales con las que se tropieza al plantear la situación grupal como
instrumento terapéutico está dada por la resistencia a reconocer la neurosis como un proceso
común. Los roles, al no reconocerse las necesidades y objetivos comunes, se hacen suplementarios
y no complementarios. Se cercenan las posibilidades de creatividad grupal. El punto de vista de la
productividad grupal es el reconocimiento que sus integrantes hacen de sus necesidades como
sujetos y como grupo. Hemos hablado hasta aquí de identificación, de reconocimiento del grupo
como instrumento, de definición de necesidades comunes, de obstáculos emergentes de ese
reconocimiento recíproco.

La interacción: Proceso eficaz


La constitución del vínculo como estructura de interacción implica un aprendizaje, una
modificación estructural de los sujetos, en el proceso de interacción, una transformación cualitativa
del mismo.
La transformación cualitativa del proceso interaccional está dada por la internalización del
vínculo, el cual se aloja en el mundo interno del sujeto, adquiere una dimensión intrasujeto, de cada
uno de los protagonistas de la relación, en un proceso de internalización recíproca.
La interacción no es sólo un proceso motivado (direccional y con sentido), sino que también es un
proceso eficaz.
Es a partir de esa eficacia de la interacción, de esa capacidad de transformar estructuralmente al
sujeto que caracterizamos al proceso interaccional como dialéctica entre sujetos.
En esa internalización recíproca, a la que Pichón denomina mutua representación interna, se
constituye el vínculo como tal, de la misma manera que se constituye esa trama o red vincular más
compleja que es el grupo.
Se hace posible, a partir de esa inscripción fundante de lo grupal, efectivizada en la mutua
representación interna, la emergencia de un juego de fantasías y expectativas que se patentizan en el
campo grupal a través de los mecanismos de adquisición y asunción de roles.
El vínculo, relación interpersonal elemental, y el grupo como trama vincular, se constituyen
desde las necesidades de los sujetos y a parir de su mutua representación interna.
Pichón indica que no necesariamente todo nexo o relación interpersonal significa vínculo. En el
vínculo cada sujeto reconoce al otro como diferenciado de sí, a la vez que relacionado con él. Es la
comunicación la que permite el reconocimiento con el otro, su incorporación. Esta realimentación
recíproca, que remite a una fluida dialéctica entre grupo interno y mundo externo, es el signo del
crecimiento de los sujetos en ese escenario vincular.
A partir de la mutua representación interna, se configura un “lugar” del grupo, la estructura
representacional que se apoyó en todos y cada uno de los miembros del mismo. Estos quedarían
ligados entre sí. Es en ese proceso de mutua representación interna, que emerge el “nosotros”, la
vivencia de la unidad vincular o grupal.
Esta vivencia se transforma en pertenencia. Pichón la caracteriza como el sentimiento de integrar
un grupo, el identificarse con los acontecimientos y las vicisitudes de ese grupo. Por la pertenencia
los integrantes de un grupo se visualizan como tales, sienten a los demás miembros incluidos en su
mundo interno, los internalizan. La pertenencia permite establecer la identidad del grupo y
establecer la propia identidad como integrante de ese grupo.
“La tarea, sentido del grupo y mutua representación interna hecha en relación a la tarea
constituyen al grupo como grupo. La tarea es la marcha del grupo hacia su objetivo, es un
hacerse y un hacer dialéctico hacia una finalidad, es una praxis y una trayectoria”.
 
PSICOLOGÍA SOCIAL Y CRÍTICA DE LA VIDA COTIDIANA

Para lograr un conocimiento del hombre, unidad bio-psico-social se requiere un análisis en


sus condiciones concretas de existencia, en su cotidianidad.
Hablamos de hombres concretos, abordados en sus condiciones concretas de existencia. Lo más
inmediato, concreto y esencial de esos hombres es su condición de seres vivos y de sujetos de
necesidades en intercambio permanente con el medio. En tanto seres de necesidades, establecen
entre sí relaciones en las que producen mediante el trabajo (acción planificada y social) los bienes
destinados a satisfacerlas.
Se trata de hombres que producen y reproducen su vida, en una doble relación: con la naturaleza y
con los otros hombres.
Las formas de vida de los hombres están directamente relacionadas con las modalidades en que la
existencia material se produce y reproduce. El objeto, los medios y las formas de producción, la
inserción de los sujetos en ese proceso productivo, la distribución de lo producido y la relación que
entre lo producido y su distribución con las necesidades de los hombres que constituyen una
organización social, determina sus formas de vida, su cotidianidad.
Desde la psicología social se jerarquiza la producción de la propia vida como hecho fundante en
dado que es condición de existencia y condicionante de toda otra experiencia.
La producción de la propia vida, surgida de las necesidades y que implica una relación con otros
hombres y con la naturaleza, es la que da lugar a la emergencia de los procesos psíquicos, al
nacimiento y desarrollo de la subjetividad, la que se configura en el interior de esas relaciones.
Desde esta afirmación queda planteado el carácter social e histórico de lo psíquico, dejando de
lado la concepción de una naturaleza humana ahistórica y presocial sostenida por la ideología
dominante.

Pichon-Riviere:
Sujeto: como emergente, producido en una complejísima trama de vínculos y relaciones sociales.
Producido y emergente, en tanto determinado, pero a la vez productor, actor, protagonista.
Hombre: como configurándose en una actividad transformadora, en una relación dialéctica,
mutuamente modificante con el mundo; relación ésta que tiene su motor en la necesidad.

La Psicología Social se plantea el abordaje del sujeto en la interioridad de sus vínculos, en el seno
de las tramas de relación en las que sus necesidades emergen, son decodificadas y significadas,
cumpliendo su destino vincular y social de gratificación y frustración.
La Psicología Social que postula la autora, en función del abordaje del sujeto en sus condiciones
concretas de existencia, se define como crítica de la cotidianidad.

La crítica de la vida cotidiana: consiste en el análisis del destino de las necesidades de los
hombres en una organización social determinada.
Desde la perspectiva psicológica, ese análisis apuntará a determinar de qué manera esa organización
promueve en los sujetos el aprendizaje, la salud mental o, por el contrario, se constituye en un
obstáculo para la adaptación a la realidad, para el desarrollo de una relación dialéctica, de
transformación recíproca entre el sujeto y el mundo.
La indagación de la cotidianidad, enriquecida desde una comprensión psicológica, permite develar
los mecanismos por lo cuales un sistema de relaciones sociales configura los sujetos aptos para
sostener esas relaciones y desarrollarlas.

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