Karmy, Rodrigo - Stasiologia
Karmy, Rodrigo - Stasiologia
Karmy, Rodrigo - Stasiologia
STASIOLOGÍA
Guerra civil, Formas-de-vida, Capitalismo
Prólogo
Pamela Soto García
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Prólogo
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1.- El Método Iraquí. 22 tesis y una apostilla chilena
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2.- El Nómos del Fuego
85
3.- Stasiología. Para una “anti-ciencia” de las
formas-de-vida
Prólogo
9
y promueven desde los aparatos políticos-insti-
tucionales regulados desde estos horizontes, los
que han mantenido la injusticia social como un
destino para nuestros pueblos. Esta situación
establece la urgencia de pensar en otras opciones
para abordar el pensamiento político, en particular
si nos detenemos en los avances de los discursos
fascistas que proliferan en la actualidad, haciendo
de la extrema derecha una posibilidad política cada
vez más cercana a través de las urnas.
10
El año 2016 Rodrigo Karmy nos proporcionó
una aproximación a esta pregunta en el texto Escritos
bárbaros. Ensayos sobre la razón imperial y el mundo
árabe contemporáneo, en esta ocasión, los escritos que
componen este volumen que comentamos abordan
la discusión desde otros referentes teóricos, a partir
del cuestionamiento a toda perspectiva política que
excluye al conflicto del campo político, a su vez que
profundiza en las características específicas de esta
disputa, a partir del cuestionamiento a la unidad
homogénea de la nación y a la representación como
expresión democrática, entre otras premisas que han
primado y capturado la reflexión filosófico-políti-
ca. Esta búsqueda de alternativas para abordar la
pregunta se realiza a través de un análisis material
de las relaciones políticas a nivel global y local, lo
que entrega a las reflexiones que se nos proponen
una condición concreta desde la que se aborda la
reflexión filosófica propuesta.
11
que vincula el autor con una poética del pensamiento.
De este modo, los escritos que componen el texto:
El Método Iraquí. 22 tesis y una apostilla chilena;
Nomos de fuego; y, Stasiología. Para una “anti-cien-
cia” de las formas-de-vida, se organizan al estilo de
notas para la configuración de una filosofía política
conflictivista para pensar el presente.
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disidencia y depotenciar la capacidad de resistencia
y subversión. Este primer texto viene acompañado
por una lectura acerca del proceso destituyente
chileno iniciado con la revuelta popular de octubre
del 2019, el que, siguiendo a Furio Jesi, es conside-
rado un “punto de intersección” como “momento
de suspensión en el que la potencia de lo común
puede ser habitada nuevamente” (Karmy, 2023: 46).
Esto, a través de las fisuras que las formas-de-vida
ocasionan a los poderes establecidos de una época. El
autor expone cómo la técnica de gobierno imperial
no quiere ceder espacios a otras formas-de-vida, ante
lo cual términos como “feminismo” y “comunismo”
se transforman en alternativas que permiten ampliar
los contornos de la discusión política. Este último
punto implica un desplazamiento relevante para la
filosofía política al proponer una relectura crítica
para ambos términos constituyéndose como parte
del léxico que subvierte la condición metafísica de
la política y el continuum histórico.
13
de fuego, a partir de la descripción de las fases de la
constitución del Imperio. Cuando se hace referencia
la técnica de gobierno imperial alude a un tipo de
razón del mismo tipo, que es posible reconocer en
tres grandes proyectos que se organizan a inicios de
la modernidad, y cuya yuxtaposición va entramando
la articulación del capitalismo global: “El primero
se despliega desde la “evangelización” hispana; el
segundo la “civilización” franco-británica; el tercero
la “democratización” estadounidense” (Karmy, 2023:
67). La implosión actual de este proyecto imperial
que se señala en este texto conduce a preguntarse:
“¿dónde está el límite, la frontera, el territorio del
“bien” y el del “mal” ” (Karmy, 2023: 66), ante lo
que el autor responde “No hay límite, frontera o
territorio” (2023: 66), lo que implica analizar el
nomos. El Nomos de fuego consiste para el Karmy
Bolton en la expresión de una máquina mitológica
capitalista. Si nos ajustamos a las reflexiones acerca
de la concepción maquínica de la política, desde el
Anti Edipo de Gilles Deleuze y Félix Guattari, esta
articulación permite categorizar la revuelta como
aquella potencia política que interrumpe el fun-
14
cionamiento de la máquina normativa del poder,
restituyendo con ello la condición afirmativa de la
política a los individuos y sus colectivos, y al nomos
de fuego queda subsumido a la expresión nihilista
del capitalismo global, que opera separando la
vida de su potencia de subversión y reduciendo al
pueblo a una población inmunitaria.
15
binomio “guerra” y “paz”, y con ello de toda una
tradición política que opone ambos términos, y
que ve en el binarismo el modo de resolución de
los problemas político. Sin embargo, la stasis no
calza con esta estructuración de lo político, pues
ella misma es una “localización dislocante” un
an-arché abisal:
16
discusión se recogen algunas reflexiones del pen-
samiento de Guadalupe Santa Cruz, que a través
de la descripción de lo que implica la elaboración
de jardines expone algunas de las características
de un hacer aneconómico, que desde lo cotidiano
expone una potencia destituyente, que pone en
crisis la lógica hegemónica, densa y continua de
la razón imperial. La stasis desde esta perspectiva
puede ser leída como la expresión de la potencia
destituyente, que mantiene vivo el campo político,
porque logra “privar al poder de todo fundamen-
to y mostrar que éste se mantiene o profundiza
solo gracias a un despliegue continuo de tácticas,
simulacros, estrategias de diversa índole capaces
de sostenerle” (Karmy, 2023: 119), las que -no
debemos olvidar- siempre son posible evadir,
subvertir o desmantelar. Desde esta perspectiva
las formas-de-vida que recoge de las reflexiones
de Giorgio Agamben no responden a identidades
sino la expresión de “potencialidades inactuadas”,
o, si se quiere, a una física de los cuerpos en cuya
intensidad se juegue el trabajo de invención de otras
prácticas y discursos que posibilitan ir a contrapelo
17
del lugar propuesto por el régimen representacional,
y a partir de ello potenciar la sublevación que surge
desde las interacciones cotidianas.
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afirmativa tras el conflicto nos recuerda, entre otras
cosas, que el poder no se cede, ni se transfiere por
lo que sigue siendo una tarea permanente iniciar
procesos políticos que busquen mejores condiciones
de vida, a contrapelo del despojo que implica el ca-
pitalismo global integrado para nuestros pueblos.
19
EL MÉTODO IRAQUÍ
22 tesis sobre la devastación mundial y una
apostilla chilena
PREMISA
Año 2021. Se cumplieron veinte años del aten-
tado al World Trade Center que, en una respuesta
estadounidense oportunista, terminó en la invasión
a Iraq en 2003. Y se cumplen, a su vez, treinta
años de la primera Guerra del Golfo por la que
Bush padre, con el respaldo completo de Naciones
Unidas y de los países árabes, atacó a Iraq después
de que Saddam decidiera dejar de ser “amigo” de
aquellos que solo tratan con “intereses”. Desde 2003
que las tropas estadounidenses siguen ahí –como
en Afganistán– y la devastación del mundo por la
aplicación de su “método”, que terminó por des-
21
truir completamente a un pueblo, sigue vigente.
El “método iraquí” ha devenido técnica predilecta
del Imperio. Por supuesto, estas “tesis iraquíes” no
son una reflexión acerca de la situación de Iraq. El
nombre “Iraq” podría designar cualquier parte de
lo que queda de mundo. Las tesis que presento a
continuación juegan con el catastrófico y singular
nombre del aniversario en curso.
22
I
23
incapacitado, el Iraq inmediatamente después de
la caída de Saddam Hussein se parece demasiado a
muchos lugares por todos muy conocidos. Como
si el “método iraquí” fuera el método universal del
Imperio, replicado acelerada e irrisoriamente por
todos los gobiernos desde 1990 hasta la presente
pandemia.
II
24
día ir sola. Requería de un suplemento securitario
decisivo –que en realidad no era más que uno de
sus polos– que le permitiera imponerse no solo al
interior de las grandes estructuras de un Estado
cada vez más alejado de la nueva época, sino de las
pequeñas capilaridades sensibles en las que se traman
los cuerpos. Ello se produjo el 11 de septiembre de
2001 con el atentado a las Torres Gemelas, donde la
industria de la seguridad experimentó una aceleración
radical para enfrentar al espectro del “terrorismo” y
reconfigurar así un nuevo tipo de “guerra” que carecía
de límites espaciales y temporales definidos: la The
war of terror. Una guerra sin principio ni fin, sin más
fronteras que la misma producción del terror en la
forma de un enemigo invisible (el “terrorista”). Pero
la aceleración securitaria del 2001 desarrolló, a su
vez, la aceleración biomédica que complementaba
esa misma tecnología securitaria acelerada en función
de ganar eficacia en la penetración de la capilaridad
sensible de los cuerpos: después de un momento de
preparación con la “gripe porcina”, fue en marzo
de 2020 que la OMS (Organización Mundial de
la Salud) declaró al Covid-19 una “pandemia” y las
25
grandes corporaciones farmacéuticas convirtieron
a la población global en el terreno de la experi-
mentación de las vacunas para enfrentar al nuevo
espectro, que ya no era solo el “terrorismo”, sino
el “virus”, al que consideraba un nuevo “enemigo
invisible” –según la retórica de la guerra urdida–.
Tanto el terrorista como el virus devienen espectros
sin un espacio y tiempo definidos y, por tanto, su
“combate” ha de realizarse en todo momento y lugar.
Ambos son cuerpos que parasitan otro cuerpo para
hacerlo implosionar. Sea el cuerpo estatal, en un
caso, o el cuerpo humano en otro. “Aceleración” es
el nombre para el despliegue infinito del capital cuya
acumulación se articula como una máquina de dos
cabezas que, desde 1990, requiere de la aceleración
securitaria y biomédica, a la vez, para envolver así
toda la unidad del globo, separando a cada cuerpo
de sus potencias, a cada vida de sus imágenes. Por
cierto, los tres momentos señalados no se inscriben al
interior de una línea secuencial, sino de un despliegue
coextensivo en el que se traman y yuxtaponen entre
sí: el triunfo incondicionado del capital en 1990
acelera el desarrollo de sus dos polos fundamentales
26
para su expansión global (sin los cuales devendría
imposible), poniendo énfasis tanto en el securitario
en 2001 como y en el biomédico en 2020. Ambos
son dos polos de la misma maquinaria imperial que,
a través de la regulación del terror, asaltan el libre
juego de nuestras formas-de-vida.
III
27
IV
28
con la “revolución mundial” enteramente unificada.
Esto aconteció como globalización y aquí estamos
y seguirá aconteciendo en el devenir de su fase
cibernética. Una contestación radical solo puede
advenir de la implosión del globo por una miríada
fragmentaria de sublevaciones imposibles de asir.
Quizás, sean estas sublevaciones las que devienen
parte de una “revolución destituyente” en curso, que
no mira el “futuro” sino la intensidad del “ahora”.
Pero “revolución” ostensiblemente menor en cuyo
acontecer, acefalía, contingencia e inoperosidad
constituyen tres rasgos que le distancian de la no-
ción de “revolución” propia del horizonte moderno.
VI
29
do de una instancia metafísica capaz de agenciar
pensamiento y acto, sepan que con ello se unen
alegremente al Imperio y dejan de lado el azote de
la guerra civil sobre los cuerpos.
VII
30
triunfante que mutó en un nuevo tipo de racismo
de carácter “culturalista” por el cual el Imperio
se erige como reconciliación global (el “fin de la
historia”). Así, la uniformización implica diver-
sidad securitaria frente a las diversas “amenazas”
necesarias de “prevenir”1; guerra preventiva que
encuentra diversos “terroristas” en múltiples puntos
del planeta y diversidad biomédica que reacciona a
virus igualmente globales como el Covid-19, que
pueden adaptar sus cepas a la especificidad de la
diversidad cultural (cepa británica, cepa brasileña,
cepa sudafricana).
VIII
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rial contemporánea carece de centro articulador y
solo se define por una red impersonal de poderes
articulados en una multiplicidad de nodos desple-
gados globalmente. El “método iraquí” enseña que
no hay más Estado como centro articulador de la
violencia soberana, sino una polimorfía infinita e
impersonal de nodos que cristalizan modulaciones
variables de conflictos que ninguna geopolítica
clásicamente imperialista puede llegar a contener.
IX
32
la producción de “identidad”, tanto en sus dispo-
sitivos económicos, securitarios y biomédicos. Pero
la “potencia destituyente” no puede comprenderse
en sentido “negativo” ni menos “dialéctico”, esto
es, inscrita en un círculo que “hace sistema” con
algún proceso de “constitución” que realiza o
realizará. Más bien, es un proceso de gestualidad
absoluta, exposición de una forma-de-vida en la
que “no se produce ni se actúa”, sino que irrumpe
una vida expresiva. En los últimos diez años, desde
El Cairo hasta Santiago de Chile ha resonado la
forma-de-vida bajo un nombre decisivo: “digni-
dad”. Irreductible a toda separación, “dignidad”
define un gesto singular en que imaginar, usar y
pensar —tres términos que la tradición filosófica
separó— devienen una misma intensidad popular:
“Pero esa dignidad –escribe Fanon refiriéndose a
los pueblos colonizados– no tiene nada que ver con
la dignidad de la “persona humana”. Esa persona
humana ideal, jamás ha oído hablar de ella. Lo que
el colonizado ha visto en su tierra es que podían
arrestarlo, golpearlo, hambrearlo impunemente; y
ningún profesor de moral, ningún cura, vino jamás
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a recibir los golpes en su lugar ni a compartir su
pan.” (Fanon, 1963: 36).
34
XI
XII
35
rrera y su evidente comicidad heroica. Como las
“formas-de-vida” no son equivalente a “identidades”,
tampoco el feminismo puede ser el movimiento
exclusivamente de “mujeres”, sino simplemente,
otro nombre para el pensar común de los pueblos.
XIII
XIV
36
rial– fue colgado junto a Saddam e Iraq destruido
enteramente, generando las condiciones para la
aparición de Al Qaeda y el Estado Islámico, que
aceitaron el «método iraquí», convirtiéndose en
los mejores amigos del Imperio. Sin embargo, las
revueltas llegaron y solo fueron suspendidas (no
acabadas) por la irrupción de la pandemia. No
obstante, esta última ha terminado por agudizar
el abismo abierto por las revueltas, exponiendo la
precariedad completa, si se quiere, la devastación
de mundo, a la que nos ha conducido el “método
iraquí”. Si imaginamos que Iraq es el mundo en
que vivimos, contemplamos que el mismo Imperio
produce sus espectros. Derroca a sus “amigos” del
pasado (Saddam) para experimentar cómo el impe-
rialismo traía consigo al Imperio y cómo el poder
personal se invirtió en uno impersonal. Estados
Unidos no es el Imperio, sino uno de sus policías
más efectivos hoy en “retirada” a favor de la anar-
quía imperial que disputa su “nada” y que China
amenaza con ocupar. Pero el bloque de potencias
emergentes (China y Rusia) no configuran el “eje de
la resistencia” sino el de su patética “equivalencia”.
37
XV
38
masivo por aplicación del “método iraquí”, he aquí
la escena de un conjunto de conflictos sin centro,
desplegados en red y de corte global. La oligarquía
militar-financiera puede prescindir del planeta con
sus proyectos de colonización del espacio exterior
y acelerar así, junto al abandono del 80 por ciento
de la población mundial a una tierra despedazada,
la lógica del capital y su devastación. Así, el capita-
lismo expone su verdad: no necesita de “mundo”, le
basta con el “axioma”; antes que mixtura de afectos,
formas abstractas de mercancía.
XVI
39
ilustrado: a pesar de la pervivencia de la institución de
la monarquía, esta no reinaba ni gobernaba, porque
era la otrora burguesía, sin poder aún expresarse
en una institucionalidad política, la que reinaba y
gobernaba. En la actualidad, Estados Unidos ocupa
el lugar del antiguo déspota ilustrado como China
el de la otrora burguesía.
XVII
40
cuando, desde finales de los años cuarenta, la
concepción biológica de la vida abandona defini-
tivamente el paradigma “mecanicista” de la época
moderna y asume el paradigma “informacional”
del momento imperial.
XVIII
41
XIX
XX
42
la tradición griega cristiana y musulmana), porque
“él ve lo que el poder no puede ver”. Como si fuera
un regalo, porta el conocimiento fulmíneo que hace
posible el paso de las condiciones materiales hacia
la explosión de los cuerpos: Mohamed Bouazizi, el
verdulero ignorado por los radares del poder, devino
mártir (shahid) precisamente porque “pudo revelar lo
que no podía ser revelado: que el poder es nada" pues
destituye toda forma de legitimidad ficcionada. El
martirio ve lo que el poder no puede ver. Atestigua,
no controla. Su “ver” es cualitativamente distinto
al del ojo vigilante. Un mártir trae formas-de-vida
como mixtura absoluta de cuerpos; un sacrificio,
en cambio, las neutraliza en la unidad abstracta
de una comunidad sostenida bajo un equivalente
general: el tótem erigido después del asesinato. Por
eso, la “potencia destituyente” solo puede serlo en
cuanto el martirologio la abre al libre juego de las
formas-de-vida, al comunismo. Y, por eso, frente a
la producción y circulación infinita de la deuda, el
martirio pone en juego una suerte de “don absoluto”.
Si el capitalismo produce deuda sin don, el martirio
abraza la radicalidad de un don sin deuda.
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XXI
44
excusa. El capitalismo su realidad. La irrupción de
revueltas por el orbe define una sublevación de lo
sensible, un intento –desesperado pero decisivo– de
aferrar la pluralidad de mundos del mundo ante la
asonada global del Imperio. En otros términos, las
revueltas han devenido uno de los pocos lugares
posibles de ser verdaderamente habitados.
XX
45
se produce lo que Furio Jesi denominó “punto de
intersección”: momento de suspensión en el que la
potencia común puede ser habitada nuevamente.
Es precisamente ese punto –una khorá– el que ha
de ser considerado el lugar decisivamente políti-
co, médium sensible (potencia, khorá) en que toda
política revolucionaria puede florecer.
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APOSTILLA CHILENA
47
cracia bajo gobiernos progresistas. El 18 de octubre
de 2019 no fue un levantamiento espontáneo,
pero tampoco planificado. Como toda revuelta,
su singularidad responde a un proceso de luchas
microfísicas desplegadas en el campo de la sensibi-
lidad que, en Chile, vienen ocurriendo desde hace
varias décadas, pero que encuentra una agudización
desde 2006 para consumarse en 2019. Nuevas
luchas que prescindieron de la antigua cartografía
política y devinieron intensidad de formas-de-vida
por años invisibilizadas.
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4
49
la institucionalidad muerta mantiene su “inercia”
gracias a la minoría “portaliana” que, por medio de
una dictadura comisarial modulada (que se llamó
transición a la democracia), ganó privilegios durante
los últimos 200 años.
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neoliberal (como el poder judicial, en el caso de
Brasil, Ecuador u otros), en Chile el lawfare o
“guerra legal” se impuso no contra un gobierno,
sino contra la imaginación popular en el instante
en que esta puso al presidente al borde del abismo.
El lawfare fue impuesto por el Congreso Nacional
que, de facto, devino en “poder constituyente”
y estableció un mecanismo que permitía ganar
tiempo y cerrar de antemano las formas —y, por
tanto, las fuerzas— que regularán la Convención
Constitucional (los dos tercios que habrían dado
ventaja a la derecha). En la intensidad del lawfare
del 15 de noviembre, el término Asamblea Cons-
tituyente fue sustituido por el de Convención
Constitucional, quitándole el carácter soberano
a la instancia popular para garantizar así que el
“partido neoliberal” tenga mejores chances de rea-
gruparse y articular el nuevo pacto oligárquico. El
lawfare intentó apropiarse del vacío abierto por la
revuelta, pero la revuelta lo “evadió” de diferentes
formas: se apropió de algunos de sus mecanismos
(el plebiscito) y disputa todos los días el marco
institucional inicialmente impuesto por el golpe
51
parlamentario, ampliando dicho marco e intro-
duciendo su ritmo a la escena representacional
impuesta por la Convención:
52
completamente su objetivo. De triunfar el lawfare,
el “método iraquí” podría continuar sin recurrir a
la devastación de 1973, pero con un nuevo pacto
«legal» que intentará replicar el momento de 1990,
ya no como tragedia, sino como farsa.
53
paranoide un narciso y todo narciso un potencial
paranoide? Ambas actitudes llevan al inmovilismo y
por esa misma razón no fue asumida por la revuelta:
así como “evadió” el pasaje del Metro en los días
de octubre, la multitud ha intentado “evadir” la
trampa de la Convención Constitucional –saltar sus
“torniquetes”–, apropiándose del proceso. Porque
“evadir” aquí significa usar libre y en común lo
que la multitud ha destituido, “profanar” lo que
parecía “sagrado” y obligar al “partido neoliberal”
a camuflarse desesperado, como si fuera parte de
la multitud. Apelaciones a la “dignidad”, a los
“derechos sociales”, u otras consignas de parte de
quienes defendieron exactamente lo contrario por
décadas, muestra el momento de suspensión al que
asistimos, en que los intentos de cooptación por
parte del orden y destitución de ese mismo ejerci-
da por el partido octubrista, parecen jugar a cada
minuto en intensidades de luchas absolutamente
decisivas orientadas a la situación socio-económica y
el autoritarismo político. Es posible que se apropien
de las consignas, pero no de los ritmos; acaso de
las formas, pero no del evento. La “evasión” aquí
54
comprometida apunta a destituir a la oligarquía
militar-financiera y todo el esfuerzo constitucio-
nal de la multitud parece orientarse a abrazar una
república salvaje o expresiva que pueda dejar la
idea moderna de “ciudadanía” y la transfigure en
la multiplicidad de las formas-de-vida con la que
se marca el tempo contemporáneo de la lucha de
clases. Usar libremente la ley, la institucionalidad,
el aparato de Estado, para inundarlo de una “vida
nueva” que la profane y transforme completamente
en otra de sí. He ahí la decisión de la multitud al
enfrentar la trampa propuesta por el acuerdo del 15
de noviembre y no escuchar al moralismo, sea en su
forma derrotista o triunfalista. Se trata de actuar, de
apropiarse del presente y no de lamentar antes de
tiempo. En esto, se sabe que el Estado chileno –en
su “matriz subsidiaria”– ha funcionado como un
“fiel sirviente del Imperio” que será preciso destituir
si la cuestión reside en llenar de “vida nueva” lo
que la oligarquía militar-financiera transformó en
“trabajo muerto”.
55
9
56
del orden “sin afuera”, un lugar que no tiene lugar en
la cartografía del orden y que, por tanto, no podía
sino advenir intempestivo; el “partido neoliberal” es
la “facticidad sin afuera” que agencia al simulacro
imperial: ¿qué más simulacro que la “democracia”
chilena fabulada durante treinta años?
10
57
dificar la razón imperial a la que servía. La verdad
que porta la experiencia de Túnez es que el Imperio
ha sido, en realidad, el verdadero “anarquismo” en
la medida en que ha sido tremendamente efectivo
al desarticular el poder soberano de los Estados,
reduciéndolos a simples funciones policiales de
tipo local y convirtiéndolos así en nada más que un
conjunto de nodos del capital2. Si el Estado no va
más e irrumpe la “crisis no moderna de la univer-
sidad moderna” (Thayer, 1998), las formas-de-vida
permanecen en flotación, en “una danza irresoluta
que exige organización”: solo el devenir comunista
puede destituir la devastación propiciada por el
“método iraquí”. Solo en dicho devenir podemos
recuperar el gusto por vivir.
11
58
oligarquía impuso en él sus términos, él fue efecto
de la revuelta y, a su vez, la revuelta profanó inter-
namente al “Acuerdo”: paridad, escaños reservados
a pueblos originarios y formas electorales más
accesibles y directas (no hecha para “políticos pro-
fesionales”) fueron parte de dicha profanación. La
elección del 15 y 16 de Mayo de los constituyentes
fue el momento culmine del partido octubrista: la
elección no eligió a los partidos tradicionales, la
derecha no alcanzó el tercio requerido y los movi-
mientos sociales y partidos más de izquierda fueron
elegidos. La Convención fue un experimentum que
no soportó serlo.
12
59
pre muy problemática. En particular, la relación
entre revuelta y Convención estuvo marcada por
la progresiva expulsión de la primera por parte
de las hegemonías que triunfaron en la segunda.
El abandono del disfraz de la tía Pikachú, el
haber borrado la referencia al estallido social en
el preámbulo son dos signos del modo en que el
dispositivo Convención terminó normalizando
las prácticas y el discurso, neutralizando así el
“exterior” destituyente que yacía en su propio
“interior”.
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60
neoliberal (o partido portaliano) atrincherado en el
Congreso Nacional retomara el control del proceso.
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61
flotando en el vacío y las capas medias profesionales
terminaron completamente presionadas desde arriba
por la oligarquía militar-financiera y desde abajo por
el mundo popular. El nuevo “enemigo común” (capas
medias profesionales) para la oligarquía y al mundo
popular, produjo el triunfo de la opción Rechazo para
el plebiscito de salida del 4 de septiembre.
15
62
NOMOS DEL FUEGO
II
63
URSS– implicó la instauración de un “protectorado”
estadounidense sobre Europa. Que el canciller alemán
Olaf Scholz haya propuesto aumentar el presupuesto
militar alemán a un 2% del PIB expresa, de manera
crítica, que lo que está en juego aquí es, sobre todo,
el resquebrajamiento de este “protectorado”. Que se
le haya exigido a Europa y a Alemania en particular
cerrar el proyecto Nordstream 2 a favor de los capitales
estadounidenses, tampoco debe entenderse como
expresión de la fortaleza del “protectorado” sino
como el intento económico y político por suturar
la actual exposición de su fractura.
III
64
planeta, en la forma de una “policía global”
orientada al resguardo político-militar del
capitalismo igualmente global.
b) Fase “oligárquica” donde, después de los
atentados a las Torres Gemelas y la consecuente
declaración de la “guerra contra el terror”,
EE.UU. establece una estrategia orientada a
establecer alianzas con las oligarquías regio-
nales, para mantener su dominio al precio de
“subsidiar” nuevas guerras.
c) Fase “implosiva” en la que EE.UU. fracasa
en su intento hegemónico pues se encuentra
con potencias emergentes de tipo capitalistas
(China), pero que abandonan el proyecto
liberal. En este sentido, la hegemonía de 1990
retrocede del mundo y EE.UU. experimenta
un proceso de tipo “implosivo” que, sin em-
bargo, aún no se expresa a nivel militar donde
EE.UU. sigue teniendo la mayor cantidad de
bases militares alrededor del planeta (entre
700 y 800). Sin embargo, la fase “implosiva”
ya comenzó, y encuentra su momento en dos
escenas que están estructuralmente anudadas
65
entre sí: la entrada de trumpistas al Capito-
lio mientras tenía lugar el conteo de votos
durante la elección Biden-Trump y el retiro
de las tropas estadounidenses de Afganistán:
la “barbarie” (estadounidenses) se hundía
en el seno del imperio y los otrora bárbaros
(afganos) emergían como nuevos “civilizados”
al constituir un nuevo gobierno: ¿quiénes
son los bárbaros, quienes los civilizados? –se
traduce en: ¿dónde está el límite, la frontera,
el territorio del “bien” y el del “mal”? No hay
límite, frontera o territorio. No hay nómos. A
pesar de las ilusiones completamente restituti-
vas de Trump (“make America great again”)
y Biden (“America is back”), la desaparición
de la pax americana es total.
IV
66
de Suez una vez que el Egipto de Gamal Abdel Nas-
ser lo nacionalizara, EE.UU. experimenta su Suez
en Afganistán, acontecimiento que marca el inicio
de su fase “implosiva”: America is back (“EE.UU.
está de regreso”) fue la fórmula de Biden cuando
asumió la presidencia de los EE.UU. Habría que
interponer un going en la misma frase: America is
(going) back (“EE.UU. está retrocediendo”) para
advertir la magnitud del Suez aquí iniciado.
67
sino yuxtapuesta y que, entre batallas, guerras e
imperialismos, lograron articular al capitalismo
global. Sin embargo, el Suez de la razón imperial
euro-atlántica no implica la implosión del capitalismo
global. Más bien, designa la implosión su nómos
que, por siglos, y con transfiguraciones significativas,
logró apropiarse del capital y el “poder de fuego”
que portaba consigo. Así, se trata de advertir el
doble movimiento en el que implosiona el nómos
euro-atlántico y se expande el capitalismo global
como guerra civil, su forma originaria (Hobbes).
VI
68
apenas podemos respirar y del cual sólo permanece
el humo y su densa opacidad. Ahogados en un
planeta “devenido cámara de gas”, los seres vivos
agonizan por doquier mientras el fuego consume
todo. Todo quema y se quema. Nos quemamos.
Ardemos. Y de ello, nada queda más que las ce-
nizas diseminándose. No fue el “hombre” quien
manipuló el fuego, sino el fuego el que transfiguró
a los seres humanos:
69
La “domesticación” experimentada por el
fuego sobre la humanidad fue la cocina, el domus,
la transfiguración del paisaje natural, pero, en un
determinado momento ello se tradujo en guerra y
el “fuego fue domesticado a su vez por ella”. Los
seres humanos devinieron guerreros –los mejores
guardianes del fuego– que hicieron de su “hábitat”
un permanente campo de batalla. Hoy el nómos del
fuego está en su más extremo momento, en el cual
no queda absolutamente nada, pues todo termina
consumido en las llamas. Así, el nómos del fuego se
ha desplegado como un verdadero nómos de nada
(el nihilismo) en el que precisamente el desierto
no deja de avanzar porque siempre habrá seres por
quemar.
VII
70
quien ofreció un desplazamiento biopolítico des-
de la noción de nómos hacia la de “civilización”.
Construido por los fisiócratas durante el proceso
de modernización del Estado francés, el término
“civilización” constituye un término originalmente
económico-administrativo que, posteriormente,
se naturaliza al campo de las emergentes ciencias
históricas y sociales en el que, como se advertirá
en Toynbee, designa la “vida” de un determina-
do pueblo. El mismo Toynbee toma el esquema
“civilizatorio” de la tesis acerca de las “crisis”
económicas desarrolladas por Walter Bagehot.
Justamente, el desplazamiento desde un concepto
jurídico-político (el nómos de Schmitt) hacia uno
de índole económico-administrativo (Hunting-
ton) expone la cruda realidad a la que asistimos:
la guerra civil planetaria no es otra cosa que la
lucha de los pueblos contra las variadas formas
de biopoder que tienen por objetivo inmediato
la separación de la vida respecto de su potencia
y la consecuente transformación de los pueblos
en poblaciones.
71
VIII
72
2018) en la que identitarismos de distinta índole
son producidos copando completamente la escena
política y confundiendo a los “analistas” que asumen
la existencia de identidades etno-confesionales como
“hechos”, sin si quiera cuestionar las condiciones de
producción de la maquinaria biopolítica en curso.
IX
73
mundo: guerra contra el terrorismo, guerra contra
el virus, guerra inter-imperialista (Ruso-OTAN).
74
5 de sus estatutos que conmina a todos los
países miembros a actuar de consuno cuando
uno de ellos se ve atacado.
75
biomédico de la nueva guerra contra el virus.
Si en la guerra contra el terrorismo eran las
grandes empresas de armas y seguridad las que
se potenciaban sistemáticamente, en la guerra
contra el virus serán las grandes corporaciones
biomédicas de los centros metropolitanos
más importantes del mundo (dirigidas a la
producción de vacunas), las que intentarán
asumir el control pasajero del capitalismo
global y radicalizarán el “devenir-negro del
mundo” entre las corporaciones y los países
–los pueblos– que quedan completamente
capturados a ellas.
76
Ella restituye la nostalgia en las formas de
soberanía cuando las dos formas previas de
intensificación del nómos del fuego la habían
difuminado para siempre. La guerra en Ucrania
es nada más que una “guerra comercial” que
disimula su contienda bajo los ropajes de la
soberanía. Las imágenes se llenan de tanques
sitiando ciudades, muertos y soldados de
ejércitos regulares, que habían quedado fuera
del protagonismo espectacular vuelven con
intensidad. La producción mediática sitúa
al conflicto donde no se trata de una guerra
contra un enemigo invisible como es el te-
rrorista o el virus, sino de una guerra regular
que, sin embargo, se inscribe al interior de la
completa irregularidad del capitalismo global
y su “guerra comercial”. Putin intenta abrir
y expandir el flujo del capital euroasiático
alternativo al flujo del capital euroatlántico,
sin tener que ser controlado por este último.
Para ello, su “guerra regular” constituye el
gran simulacro de la emergencia del “capital
euroasiático”, de la misma forma que la OTAN
77
intenta “disimular” el momento “implosivo”
de los EEUU y el resquebrajamiento de su
“protectorado” sobre Europa.
XI
78
fuerza de movimientos neofascistas que asumen
su nueva forma al interior del capitalismo global.
La intensificación del nómos del fuego en sus tres
variantes yuxtapuestas concierne, en rigor, a una
sola: la de búsqueda de nuevas territorializaciones
para el capital que, como bien supieron Deleuze y
Guattari, ya no comporta una deriva “expansiva”
sino completamente “intensiva”, pues el “afuera”
ha sido clausurado en la inmanencia de un globo
que ha desplazado al mundo, de una “civilización”
(biopoder) que ha difuminado al nómos (soberanía).
XII
XIII
79
a Occidente con EE.UU. así como a este último
con el capitalismo globalizado. De esta forma,
han terminado celebrando el fin del capitalismo
mientras éste no deja de celebrar su reconfiguración
hegemónica de tipo “oriental”. Reconfiguración
“desweberianizada” que prescinde del “individua-
lismo” como forma de subjetivación y abraza un
corporativismo capitalista (un capitalismo “político”
hasta cierto punto) globalmente mucho más eficaz.
Crudamente: el famoso “eje de la resistencia” des-
tacado por el soberanismo (el de izquierda y el de
derechas), en rigor, se expone como un “eje de la
equivalencia”, en el sentido que mantiene intacta
la racionalidad del capitalismo global y, por tanto,
no puede constituir su alternativa.
XIV
80
XV
XVI
81
incendio. Por eso, la cibernética no constituirá
más que un perfeccionamiento e intensificación
del nómos del fuego.
XVII
82
Pues, haber hecho del fuego una máquina mitoló-
gica –un nómos– resume la historia “técnica” de la
humanidad. Destituir significa abrir el hiato entre
fuego y nómos e interrumpir así al funcionamiento
de la máquina, apagar el fuego al desprenderlo
de su máquina. Justamente, el instante en que la
máquina mitológica del fuego se desoperativiza
puede ser entendido como el singular momento
de la “clase”: “[…] cuando el tráfago del proceso
de producción se interrumpe y una voz se alza de
pronto […]” (Cavalletti, 2013: 70).
83
STASIOLOGÍA
Para una “anti-ciencia” de las formas-de-vida
1.- Denegación
85
la pólis, el conflicto intestino antes que la tran-
quilidad de la ciudad:
86
¿Qué significa “ver” sino lo que no puede ha-
cer un régimen de visibilidad determinado, una
episteme? Enfocados en la grandeza de la “paz” y
la “guerra” y, por tanto, en la monumentalidad de
la dinámica sacrificial característica de la historia
estatal, no han podido contemplar la singularidad
de la stásis. El binomio “guerra y paz” que condi-
ciona a la máquina metropolitana experimenta una
dislocación inminente frente a la stásis, en cuanto
posibilidad cierta de su destrucción.
87
su análisis sobre la antigua Grecia, haciendo de esta
un asunto periférico y absolutamente “contingente
a la vida cívica”.
88
estamos embarazados de stásis, abismo por el que la
comunidad no deja de experimentar su fisura en
el fragor de lo viviente que le habita en su interior.
89
toda la ambigüedad de este término) los
griegos instalaron el conflicto –ni bueno
ni malo, como la condición humana cuya
forma esboza en el mundo de las ciudades.
Yo apuntaba en cambio a aclarar indirec-
tamente lo que se llama la ciudad, a la luz
de lo que constituye y que ella rechaza […]
(2008: 119)
90
an-arquía que le atraviesa. Por definición la episteme
proveería de una denegación constitutiva de la stásis:
la ciudad, el Estado, el ciudadano y el derecho, son
los conceptos que ilusionan erigirse más allá de la
stásis, cuando en rigor devienen “conceptos stasio-
lógicos denegados”1.
2.- Guerra
1.- “[…] con la fórmula “qué hace una ciudad griega con la stásis”
–remarca Loraux- queremos sugerir también que, en el fondo y muy
profundamente, la ciudad desearía no hacer nada con ella o, más
bien, hacer todo lo posible para que la stásis no fuera nada. En otros
términos, lo que importa es denegar que el conflicto sea connatural a
lo político” (Loraux, 2008b: 63) ¿Qué hacer con la stásis? Es una
pregunta que podría formularse así: ¿qué hacer con lo Real, “cosa” que
impide que la pólis coincida consigo misma, que hace de la unidad
una dimensión enteramente imposible? Para Loraux, la respuesta
se hace miles de años reside en el mecanismo de la “denegación”
propuesto por el psicoanálisis. En esta perspectiva, para Loraux, lo
que los griegos hacen con la stásis es el intento imposible para no
tener que lidiar con ella, erigiendo un borde, un orden, una precisa
forma de cartografía que le han llamado pólis. Stásis deviene así, el
nombre del umbral de lo político, la frontera licantrópica en la que
los hombres devienen lobos para sí mismos; lugar que tendrá que
ser “denegado” por la pólis a pesar que ella misma la supura.
91
lógicos para comprender el fenómeno del poder
y disputar así su inteligibilidad a la “teoría de la
soberanía”. Si en la primera clase da una pista
acerca de la “genealogía” como un conjunto de
“anticiencias” en la medida que su “objeto” remite
a un “acoplamiento” de saberes desplazados y
“memorias locales” que han debido de librar un
conjunto de luchas contra el discurso propiamente
científico (la episteme); en las clases que siguen,
Foucault se enfrentará directamente a la cuestión
del poder, desafiando en una primera instancia,
la noción marxista que lo reduce a la cuestión
económica (tesis de la “última instancia”) para
terminar en la problematización que hace de la
cuestión hobbesiana de la soberanía.
92
cault, 2000: 27). En cuanto el poder no puede
plegarse al paradigma economicista, tampoco
puede reducirse a la cuestión de la “represión”
que ha sido la fórmula filosófica moderna que iría
desde el pensamiento de Hobbes al de Marcuse.
93
se trata de pensar la guerra como desarticulación
interna a la propia escena de la paz, del mismo
orden del Estado.
94
Frente a la mirada “hobbesiana” que insistiría
en “ver” en el Estado el lugar de la neutralización
de las fuerzas, Foucault insistiría en subrayar su des-
plazamiento, bajo intensificaciones absolutamente
variables que permiten desprender la disyunción
teórica que pervive entre guerra y Estado y, a la
vez, subrayar cómo la “guerra deviene estructural”
al complejo jurídico-estatal, en la medida que éste
no sería más que un conjunto de formas de cristali-
zación de la guerra (saberes, técnicas, dispositivos).
Foucault construye así una verdadera topología de la
guerra cuya expresión se articula en una relación de
enfrentamiento radical, permanente y subterráneo.
95
segundo lugar, que emancipada del esquema jurídi-
co-estatal, el concepto de “guerra” experimenta una
desmonumentalización que la exime de las “grandes
batallas” y la singulariza en luchas locales, silenciosas
y capilares que no encuentran neutralización alguna
en la instauración del Estado, sino que escapan a él
una y otra vez constituyendo así, el a priori histórico
de todas las “grandes batallas” y sus dominaciones.
Dice Foucault:
96
Nietzsche” que permite exponer cómo es que ese
conjunto de relaciones de poder implica una suerte
de “guerra primitiva permanente” que, de manera
muy excepcional, y a propósito de circunstancias
que Foucault analizará durante el transcurso de las
clases (la cuestión del “racismo de Estado” como
una forma de apropiación estatal de la otrora
“guerra de razas”) puede devenir “guerra” en el
estrecho y monumental sentido político-estatal.
97
La “hipótesis Nietzsche” que contempla la
dimensión estructural del enfrentamiento y atra-
vesamiento de las relaciones de poder, permite
concebir así que el problema de guerra planteado
por Foucault designa una stásis y las genealogías no
serían sino una forma muy precisa de stasiología:
ciencia menor, una “anticiencia” si se quiere, que
concierne al estudio de las luchas –la guerra– que
liberan saberes desplazados por las formas universi-
tarias del saber-poder y, con ello, las formas-de-vi-
da que destituyen todo intento por plantear una
“teoría de la soberanía” a favor de una verdadera
“analítica del poder”: la “hipótesis Nietzsche” que
Foucault trabaja estratégicamente contra Hobbes
y la teoría política, no es más que una verdadera
hipótesis stasiológica.
3.- Jardín
98
el “hacer” del jardín, sino precisamente a la luz de
la “imposibilidad constitutiva de saber escribir”,
de que nadie puede saber escribir plenamente y,
por eso, solo queda “hacer” jardines.
99
del “jardín” que, como veremos a continuación,
trae implicancias absolutamente significativas.
100
con su disciplina y modos de domesticación, doci-
lizan la voz gracias a esa “larga violencia” asaltada
por los “técnicos del lenguaje”.
101
¿Puede una palabra privarse de su potencia, de
su intensidad? La “larga violencia” preparada por los
“técnicos del lenguaje” ha constituido una episteme,
una ciencia, sobre la cual se sostiene la República: sus
ciudadanos son tales porque, entre otras cosas, son
capaces de hablar una lengua precisa y, por tanto, de
adoptar las reglas de una gramática que los convierte
en interlocutores legítimos de una comunidad. Solo
devienen interlocutores en cuanto se atenga dicho
“saber” sobre las palabras, en cuanto pueda ser po-
sible docilizar el “devenir anárquico de la escritura”.
Que no se puede escribir sino formalmente, en la
conducción pastoral de lo que yace “suelto” y que
se “fuga” permanentemente del lenguaje. Conducir
palabras implica disciplinar cuerpos justamente
cuando la voz se estrecha o amplía dependiendo de
los escenarios políticos y los modos en que actúa –y
se intensifica– la “larga violencia”.
102
la potencia de la imaginación, en último término,
lo que designa un gesto. De hecho, el jardín difiere
sustantivamente del campo agrícola completamente
destinado a la producción y subsumido, por tanto, al
capital y su “larga violencia”. El jardín es la imagen
que ha sobrevenido a la escritura de Santa Cruz en
el instante en que la palabra deviene enteramente
gesto o, si se quiere, “forma-de-vida”. Así, liberar a
la escritura de la gramática implica enredarla en el
sitial de un jardín por el cual nadie puede “saber”
escribir, sino única y exclusivamente asumir el poder
“hacer” jardines.
103
“larga violencia”, por eso no puede haber “saber”
alguno que conduzca la proliferación de palabras,
sino un “hacer” en el que una voz pueda devenir
forma-de-vida.
4.- Forma-de-vida
104
Giorgio Agamben traza los contornos de lo que
podría ser una forma-de-vida. No se trata de las
formas de vida en general (las identidades), sino de
una precisa irreductibilidad cuya exposición me-
dial asume en la forma del gesto. Los guiones que
marcan el término ofrecen el carácter singular de
una vida “[…] en la que no es nunca posible aislar
algo así como una nuda vida.” (Agamben, 2001:
134). Pero, lejos de constituir una simple definición
“negativa”, la “forma-de-vida” designa una vida en
la que sus “[…] modos, actos, procesos singulares
del vivir no son nunca simplemente hechos, sino
siempre y sobre todo posibilidad de vivir, siempre
y sobre todo potencia.” (2001: 13). Se trata de un
“ser-de-potencia” (no ser “en” potencia) antes que,
de un vivir subsumido a un acto por ejecutar, a una
obra por realizar. A diferencia de las formas políticas
prevalentes basadas en la operación de separación
entre una vida cualitativa y una vida desnuda, entre
una vida pública y otra privada, la “forma-de-vida”
sobre la que Agamben repara, indica una zona de
indiferencia entre las dicotomías clásicas esgrimidas
en las que éstas experimentarían su desactivación.
105
Si las máquinas de poder orientan su opera-
ción en borrar la intensidad de la “forma-de-vi-
da”, estas últimas, llevan a toda maquinaria a su
implosión, no solamente sustrayéndose de su
vocación separadora sino, además, interrumpien-
do el continuum separador que, por intermedio
del dispositivo del estado de excepción, divide a
la vida en vida civil y vida desnuda. Separar al
ser-de-potencia de la inmanencia de sus formas
significa reducirla a una vida desnuda y agregarle
una forma trascendente que mantendrá intacta
la disposición de dicha vida al a-bando-no de la
soberanía (Agamben, 1995).
106
porque abrirían la posibilidad para pensar una
“política no estatal” en la que se jugaría una “vida
de la potencia”.
107
Por esta razón –argumenta Agamben– el cine no
tiene como elemento la “imagen”, sino justamente
al “gesto”: en una “prolongación” de la tesis deleu-
ziana acerca de la “imagen-movimiento”, Agamben
plantea que ésta última define a la imagen misma
de la modernidad. En este sentido, la característica
más decisiva del gesto que porta consigo el cine sería
que en él: “[…] no se produce ni se actúa, sino que
se asume y se soporta” (2001: 53).
108
el hacer visible un medio como tal.” (2001:54). En
el gesto, la imagen –toda imagen– encuentra vida
y los medios sin fin reinan.
109
ferencia” entre ambas en que tanto el arte como
la vida se trastocan completamente abriendo una
dimensión irreductible para las categorías clásicas
de la filosofía.
110
destituyente –escribe Agamben– a una potencia
capaz de deponer en cada oportunidad las relaciones
ontológico-políticas para hacer aparecer entre sus
elementos un contacto.” (Agamben, 2017: 485). El
término “contacto” es retomado de Giorgio Colli y
no designa una relación entre dos elementos, sino
una verdadera disyunción que expone el vacío o
la ausencia de toda relación de los elementos en
cuestión. Frente a la maquinaria del poder que
siempre intenta mantener unidos sus elementos
argumentando su necesidad divina, natural o hu-
mana, la potencia destituyente sería justamente
la que expondría la “nulidad” de dicho vínculo,
liberando así lo que la máquina, vía el dispositivo
de la excepción, había mantenido capturado. Des-
tituir significa liberar las: “[…] potencialidades
que en eso permanecían inactuadas para de esa
manera permitirle un uso distinto.” (2017: 487).
Si toda captura circunscribe determinadas formas
de uso, limitándolas, la destitución abre dichas
potencialidades y posibilita otros usos que jamás
habían sido siquiera imaginados: “En el punto en
el cual el dispositivo es así desactivado, la potencia
111
se vuelve una forma-de-vida y una forma-de-vida
es constitutivamente destituyente.” (2017: 401).
La potencialidad liberada no es más que una
“forma-de-vida”. Ni más ni menos. Aquello que
permanecía impensado, en la clandestinidad de la
máquina de poder es liberado gracias a la destitución,
en la medida que ésta define “constitutivamente”
a una “forma-de-vida”, una vida de potencia, sin
presupuesto ontológico alguno, “[…] solo una ma-
nera de ser y de vivir” (2017: 401) sin una Voz a la
que excluir y sobre cuya negatividad fundar el ser.
112
agambeniana acerca de la forma-de-vida –en rigor,
toda su “arqueología de la potencia”– se resuelve
como un resto que permanece entre el movimien-
to de una desubjetivación y una subjetivación, su
apuesta destituirá toda forma de identidad a favor
de una apuesta radicalmente stasiológica.
5.- Stasiología
113
o la jurisprudencia. Pero la filosofía –sobre todo en
su deriva cristiana, aquella que Heidegger calificaba
de “onto-teo-logía”– se mantuvo fiel a su espíritu
estatal destinado a gobernar y a marcar a fuego los
cuerpos hasta reducirlos a la sacralidad.
114
reclama para sí la verdad. La stásis jamás fue objeto
de ciencia alguna, y siempre fue acusada de traer
consigo la “enfermedad” (Platón, Libro V). La
filosofía se orienta por el “bien” y actúa como una
medicina sobre los cuerpos; la stásis parece hundirse
más allá del bien y el mal, dislocando la unidad
que reclaman los cuerpos. Antes bien, la stásis no
es más que la disyunción de la existencia, el lugar
sin espacio, el sitio sin territorio que, sin embargo,
atraviesa y desarticula. No hay ni hubo ciencia de
la stásis, porque toda ciencia traza una cartografía
de las cosas, un mapa del orden al que pertenecen,
las leyes a las que obedecen.
115
heimlich irrumpe y todos devenimos desconocidos
para nosotros mismos. El saber se ha inaugurado a
la luz de un punto ciego estructural, un régimen de
visibilidad que no ve, una luz que no ilumina, un
desocultar que oculta justamente lo más decisivo,
pero que no es ningún origen, principio o funda-
mento último, sino justamente, su diferencial, su
forma-de-vida, su stásis.
116
Sin embargo, en los bordes de la propia filosofía,
en aquellos problemas y nombres que la propia
filosofía deniega nos encontramos con una apuesta
más allá de sí, una “poética del pensamiento” que
ha podido transgredir la operación propiamente
policial clásicamente otorgada (Meschonnic, 2007)
117
la tierra, la stasiología deviene una topología de las
formas-de-vida que expone a una potencia desti-
tuyente que se anuda en la stásis y que no cabe en
el lugar propuesto por el régimen representacional
erigido. Cuando Loraux indicaba que la “ciudad
está embarazada de stásis” se refería justamente al
estatuto topológico en el que se juega la stásis como
proliferación de las formas-de-vida.
118
que resulta capaz de privar al poder de todo funda-
mento y mostrar que éste se mantiene o profundiza
solo gracias a un despliegue continuo de tácticas,
simulacros, estrategias de diversa índole capaces
de sostenerle. La stasiología es la (anti) ciencia, la
musicalidad de una secuencia que abre múltiples
posibilidades, la (anti) ciencia de la potencia.
119
Si es cierto que una forma-de-vida se: “[…]
relaciona no a lo que yo soy, sino a cómo yo soy el que
soy” (Tiqqun, 2010: 22) es porque ella no coincide
con los límites de un sujeto, sino con el campo de
sensibilidad común, con el “ser exposición absoluta
de una ritmicidad”, de un gesto. La stasiología no
puede ser la ciencia de lo idéntico sino la que abraza
la singularidad de un resto, que abre la distancia,
la impoliticidad de un afuera que impide que la
sutura sobre el orden pueda consumarse.
120
Bibliografía general
121
Cavalletti, Andrea, (2013). Clase. El despertar de la
multitud. Buenos Aires: Ed. Adriana Hidalgo.