Rao Bewa Los Cantos Medicinales Del Pueblo Shipibo-Konibo
Rao Bewa Los Cantos Medicinales Del Pueblo Shipibo-Konibo
Rao Bewa Los Cantos Medicinales Del Pueblo Shipibo-Konibo
102082
Chonon Bensho
Clínica de Medicina Tradicional y Centro de Estudios Ancestrales Nishi Nete, Ucayali, Perú
[email protected]
El pueblo shipibo-konibo, asentado principalmente en las orillas del río Ucayali, es uno de los más
numerosos de la Amazonía peruana. Sus médicos tradicionales, llamados Meraya (u Onanya), son
reconocidos en la región por sus grandes conocimientos y su honda tradición terapéutica. En el presente
artículo, los autores proponen, con base en una sólida investigación etnográfica de muchos años y en
sus propias experiencias en el campo de la medicina tradicional, una reflexión creativa, filosófica y
poética en torno a los cantos medicinales de los sabios indígenas. Debido a que ambos autores son
comuneros empadronados de la comunidad nativa Santa Clara de Yarinacocha y miembros (por afinidad
y parentesco) de una familia shipiba que ha practicado la medicina tradicional y visionaria amazónica
por muchas generaciones, el artículo no aplica metodologías eurocéntricas ni una escritura técnica. Se
opta, más bien, por hablar desde adentro de las propias racionalidades, epistemologías y ontologías del
pueblo shipibo-konibo. Los autores sostienen que este tipo de escritura permite dar cuenta de los saberes
ancestrales con mayor fidelidad a la palabra de los sabios y expresar de una manera más profunda la rica
herencia poética de los ancestros. Esta perspectiva metodológica busca ser un aporte en la formación de
una academia indígena intercultural.
Palabras clave: cantos medicinales; ikaros; medicina ancestral; Meraya; poéticas indígenas;
shipibo-konibo.
Cómo citar este artículo (mla): Favaron, Pedro y Chonon Bensho. “Rao bewa: los cantos
medicinales del pueblo shipibo-konibo”. Literatura: teoría, historia, crítica, vol. 24, núm.
2, 2022, págs. 139-165
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N
uestros abuelos se han dedicado a la medicina ancestral desde
tiempos muy antiguos. Su conocimiento es vasto y profundo. Los
médicos y sabios reciben en shipibo los nombres de Meraya o de
Onanya. Nuestro abuelo, Ranin Bima, fue uno de los mayores médicos
tradicionales de su época y alcanzó los más altos niveles en el conocimiento
iniciático. Nosotros, autores de este artículo, hemos sido formados en el
sistema académico moderno; pero, al mismo tiempo, hemos atravesado los
procesos de iniciación en el conocimiento medicinal y espiritual, siguiendo el
ejemplo de los ancestros. Hemos caminado las sendas sagradas de los antiguos
sabios para vincularnos con los mundos espirituales y recibir una luz y una
fuerza que ilumine nuestras almas y nuestras vidas. Nuestros mayores nos
han transmitido su sabiduría y, en nuestros sueños, hemos conversado con
los Dueños espirituales de la medicina, con los seres luminosos Chaikonibo y
con los Inka eternos. Ellos nos han brindado sus enseñanzas con compasión
y generosidad. Nuestra investigación ha sido hecha con rigor etnográfico,
pero sin descuidar el afecto que nos une a nuestra cultura. Pensamos con el
corazón. No nos limitamos a lo que podemos ver con los ojos del cuerpo,
sino que sabemos, como enseñaron los antiguos, que los conocimientos
más profundos provienen de los mundos suprasensibles, los que llegamos
a contemplar y a escuchar gracias a nuestros sentidos visionarios.
Al menos en lo que se refiere a los estudios etnográficos y culturales, el
paradigma eurocéntrico no puede ser tomado como una verdad universalmente
válida que permita leer e interpretar culturas distintas a la modernidad
ilustrada. En muchas ocasiones, los estudios antropológicos han perpetuado
prejuicios que consideraban a los pueblos indígenas como un rezago del
pasado, con un mínimo desarrollo intelectual y con concepciones espirituales
infantiles. Hemos sido descritos como una suerte de salvajes e, incluso,
se dudaba de que tuviéramos alma o fuéramos plenamente humanos. La
antropología nació al mismo tiempo que la expansión colonial moderna
(siglo xix) y muchas veces sirvió, en un principio al menos, a los intereses
opresivos de los imperios y a fortalecer los prejuicios existentes sobre la
evolución de las culturas. No cabe duda de que, a pesar de las pretensiones
de objetividad, buena parte de los textos de las ciencias sociales procuraron
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infancia, de las historias que ellos narraban, las plantas con las que nos
curaron, los cantos con los que hemos sido sanados y protegidos. Pero lo
más importante nos fue transmitido de forma intuitiva desde los mundos
espirituales: ha sido siguiendo los caminos iniciáticos y liberando nuestros
sentidos visionarios, que hemos podido escuchar las voces de la sabiduría
ancestral. En nuestros sueños y visiones hemos comprobado la realidad de lo
que nos fue narrado por nuestros abuelos, y eso ha suscitado nuestras propias
reflexiones. Aunque este método no parecerá apropiado a buena parte de las
corrientes académicas dominantes, es el más necesario y fundamental cuando
pretendemos decir algo significativo sobre la espiritualidad indígena y sus
expresiones poéticas. No se puede permanecer como un mero espectador
desde la orilla; tampoco podemos mojar solo uno de nuestros pies: se precisa
dar el salto entero, hundirnos en las aguas vivificantes e iluminadoras de
las antiguas enseñanzas.
4 Según el modo de hablar cotidiano de nuestra familia, el término rao debe traducirse
como “medicina”. Sin embargo, en otros contextos, puede tener un significado más
complejo. Como afirma Jaques Tournon, “no existe un término castellano exacto que
corresponda a rao, lo definimos así: cualquier producto de origen vegetal, animal o
mineral que pueda tener una actividad o poder” (164). Se puede decir, por ejemplo:
“raonshon rete kana”, que en castellano puede traducirse, de forma simple, como: “lo
envenenaron”; en tal contexto enunciativo, rao vendría a significar “veneno”. Sin embargo,
como nuestro único interés en el presente texto es hablar de las plantas usadas desde
antiguo por nuestros abuelos para curar enfermedades y promover comportamientos
positivos, en este trabajo nos referiremos al término rao exclusivamente como “medicina”.
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sin conectores sintácticos. Las palabras de los rao bewa son frecuencias
emitidas en tonos precisos para penetrar hasta la intimidad del paciente y
hacerla vibrar en armonía con la música luminosa, saludable, regeneradora,
que emite el mundo espiritual de la medicina (el jakon nete, que puede ser
traducido como el “mundo bueno” o “la tierra sin mal”, es de una dimensión
suprasensible de la que proviene la fuerza espiritual y curativa de los médicos).
La fuerza curativa de los cantos no pertenece al médico, sino que desciende
del mundo medicinal. Esta corriente luminosa de alta vibración puede ser
captada por los Meraya gracias a que, mediante sus procesos iniciáticos, han
refinado de forma plena sus facultades psíquicas y espirituales. La medicina
espiritual se materializa en la voz del médico, en sus palabras y vibraciones
tonales, para así repercutir en la materia biológica del enfermo y también en
su pensamiento. La música de los cantos es materia vibrante. Esta vibración
puede devolver los equilibrios perdidos.
El canto de un legítimo médico repercute en lo más profundo de la
biología humana (yora) y ejerce un influjo benéfico, siendo capaz de limpiar
los malos aires (jakoma niwe) de la enfermedad. La palabra shipiba niwe,
que traducimos en castellano como aire o viento, da cuenta de substancias
sutiles, invisibles para la mirada cotidiana, semejantes al viento o a un soplo.
Algunas de estas substancias sutiles son patógenas y se les consideraba
como el origen de muchas enfermedades. A un nivel biológico, la vibración
de los cantos puede causar una transformación material en el cuerpo del
paciente, limpiándolo de estas substancias suprasensibles que provocan la
enfermedad. Así mismo, el canto medicinal tiene la capacidad de penetrar
hasta las capas más profundas del pensamiento (shinan shama), logrando
modificar patrones mentales antisociales y nocivos, arraigados en dinámicas
del sufrimiento e incluso apaciguando, poco a poco, los traumas que se
arrastran desde la infancia. El canto limpia los malos pensamientos (jakonma
shina), las tristezas y la depresión (onis shina), la angustia y la preocupación
(masa shina), el susto (rate), y cura las repercusiones somáticas que estos
pensamientos tienen en el cuerpo del paciente. Por supuesto, esto solo se
realiza cuando el enfermo lo precisa y solicita, y no puede lograrse si el
paciente se aferra a esos patrones negativos que le causan sufrimiento. Para
que el canto medicinal logre purificar al paciente en un plano biológico y
psíquico, es indispensable que el paciente se abra de forma unánime a la
medicina con fe y humildad, dejando de lado toda resistencia.
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5 En el shipibo cotidiano, la palabra kano tiene otras acepciones, ya que suele usarse en la
arquitectura tradicional para referirse a la estructura de la casa, y, en el arte tradicional,
se usa para hacer referencia al trazo principal de un diseño kene.
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6 Término usado en castellano por muchos médicos tradicionales shipibo para señalar el
efecto que produce la toma de ayawaska.
7 La diferencia entre los curanderos mestizos y los Meraya shipibo no es siempre fácil de
definir. Es seguro que la medicina tradicional entre los mestizos tiene una base indígena;
al mismo tiempo, la medicina indígena está permeada por influencias culturales mestizas
e, incluso, occidentales. La mayor diferencia, sin embargo, es la solvencia en el uso de la
lengua indígena por parte de los médicos indígenas, lo que les permite, así mismo, una
concepción del canto medicinal bastante más compleja y refinada.
8 Con respecto a los procesos iniciáticos dentro de la medicina visionaria shipibo-konibo,
puede revisarse Caruso y Favaron.
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9 Sobre los cambios biológicos provocados por la dieta puede consultarse Colpron
(Dichotomies y “Monopólio masculino”).
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10 Nosotros consideramos inadecuado que se hable del ritual del ayawaska, al menos no
según las formas terapéuticas de nuestra familia, ya que no nos parece que la práctica
curativa llevada a cabo por nuestros mayores deba ser entendida en términos ritualísticos.
Se trataría, más bien, de sesiones de trabajo medicinal, en la que el médico toma ayawaska
para diagnosticar y curar con sus cantos, con el humo de tabaco, con perfumes y masajes.
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la palabra shipiba shaman, que se traduce como “profundo”, tiene que ser
entendida como aquello que no se ve a primera vista, es decir, como lo que
solo se muestra ante la percepción acrecentada y trascendente del Meraya. Por
eso, cuando el poema medicinal dice “vinculándome con la profundidad de
tu cuerpo”, debe entenderse que el médico, mediante su canto, establece una
conexión con el interior del cuerpo biológico del paciente; esta conexión le
permite ver (oi) las substancias patógenas (o malos aires) que afectan la salud
del paciente y, así, realizar un diagnóstico. El mal aire (jakonma niwe) es una
substancia sutil, casi metafísica, pero que tiene consecuencias nocivas en la
salud del paciente. A continuación, el canto nombra las distintas substancias
negativas que están perjudicando al paciente; de esta manera, el canto narra
el diagnóstico, pero, al mismo tiempo, al nombrar estos “aires” nocivos, los
convoca, los atrapa, los magnetiza, para luego empezar a extraerlos. Una
vez nombrados los diferentes tipos de malos aires, el médico abre con su
palabra el mundo suprasensible de la medicina. Hecho esto, convoca de
forma específica a las potestades medicinales del árbol ayahuma (al que
el canto menciona con su nombre quechua, en vez de utilizar el nombre
shipibo de la planta, ino shatan, “la calabaza del jaguar”). No solo abre los
mundos del árbol (los aspectos metafísicos del vegetal, digamos), sino que
también convoca a los Dueños espirituales de la planta (ayahuma jonibo,
las personas del árbol) para que lo asistan en la curación del paciente. De
esta manera, el canto vehiculizará la fuerza medicinal del árbol ayahuma
para encaminarse en el proceso de curación, limpiando y expulsando los
malos aires de la brujería. El canto está animado por una suerte de motor
(que el médico, en su canto shipibo, designa con el nombre castellano de
máquina, y que da cuenta de su fuerza interior, del ánimo que lo impulsa
y le brinda la capacidad de curar). En los últimos versos, Shanen Sheka
afirma la potencia de su palabra, capaz de ejecutar la acción terapéutica
y de provocar una transformación sanadora sobre el cuerpo del paciente,
asegurando que él es un médico legítimo, como los antiguos.
Los cantos son potencias medicinales y cada palabra despliega una
acción. El canto ejecuta lo que dice, en una suerte de presente absoluto y
performatividad de la palabra. La palabra de los cantos medicinales shipibos
es doblemente performática: no solo narra una acción, sino que el canto
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mismo ejecuta esa acción. 12 Si el médico afirma en su canto que está limpiando
el cuerpo del paciente, el verbo curativo en efecto está limpiando, en ese
mismo instante en que la palabra fuerte es pronunciada. La vibración 13 de
la palabra pronunciada con convicción repercute en la materia y limpia el
cuerpo del mal aire de la enfermedad. En la voz del Meraya, palabra y acción
se dan en simultáneo, sin separación entre el nombre y lo nombrado (o entre
el significante y el significado, ni entre el decir y el hacer). Son múltiples las
acciones que los cantos tienen el potencial de ejecutar: hacen retroceder a
los demonios y expulsan la brujería; limpian la sangre, el estómago, la cabeza
y el cuerpo entero de los malos aires que afectan la salud; expulsan los aires
inquietos (tsokas niwe), los aires que dan vuelta al interior del cuerpo del
paciente (maya niwe), el aire amarillo de la brujería (panshin niwe), los
aires malolientes (itsa niwe), los aires sucios (keras niwe). El canto puede
calmar los pensamientos agitados (tsokas shina), los pensamientos tristes
(onis shina), los pensamientos abrumados por las preocupaciones (masa
shina). Los cantos convocan las propiedades de las plantas medicinales y
las canalizan para el bien del paciente; la belleza y alegría de las notas más
ligeras del ikaro (raro bewa) penetran en el paciente y erradican sus tristezas,
desatan los nudos emocionales, alivian sus rabias, calman sus inquietudes,
consuelan su corazón. El perfume del canto (inin) lo aligera, lo purifica, lo
despierta a la belleza y lo eleva a la luz.
El canto supera las diferencias ontológicas y lingüísticas entre los
diversos seres y permite que el médico converse con la totalidad del
cosmos: el médico dialoga cantando con el corazón de las sustancias y de
los diversos mundos. El Meraya se vincula con el resto de seres vivos porque
el canto recupera el lenguaje primordial que, según cuentan las narraciones
12 En este punto nos vinculamos con algunas corrientes de interpretación de la literatura
oral indígena esbozadas en diálogo con la antropología. Por ejemplo, con respecto a los
cantos durante la ingesta de ayawaska por los pueblos siona, de la Amazonía colombiana,
Esther Jean Langdon, ha dicho que: “Este performance es un evento interactivo, en el
que el narrador cuenta a los demás sus aventuras en el lado oculto del universo ” (185
[traducción de los autores]). Sin embargo, nosotros, para el caso shipibo, ampliamos la
concepción de performatividad, no solo incluyendo la descripción narrativa de lo que
el Meraya visiona bajo el influjo del oni, sino también la ejecución misma de una acción
con base en una concepción vibratoria y fuertemente activa de la palabra medicinal.
13 A manera de ejemplo, para dar cuenta de la sonoridad y la vibración de los cantos
medicinales, compartimos un enlace de Youtube con los cantos del médico tradicional
Senen Pani. Véase “Senen Pani”.
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ancestrales, compartían todos los seres vivos cuando el mundo era nuevo. 14
El canto es la forma apropiada que tiene el médico de presentarse ante los
Dueños del mundo medicinal, para hablarles con respeto y pedirles ayuda.
El sonido de los cantos cubre a los pacientes de diseños de sanación (rao
kene), envolviéndolos con una espiral luminosa y aromática. El canto, que
parece seguir una partitura invisible y geométrica, también forma diseños
geométricos en el aire. Los cantos tienen siempre que girar, que avanzar
trazando círculos (maya maya bainkin). El movimiento de los cantos, como
la vida misma, es circular, como los meandros de los ríos. La medicina actúa
en círculos y espirales y este movimiento circular de los cantos debe fluir de
forma armónica, sin ninguna traba, disolviendo toda oposición. El canto
tiene una fluidez líquida y esférica.
El canto expresa lo que revela la clarividencia del Meraya. El médico que
alcanza los más hondos niveles de la realización personal y la maestría de su
oficio conoce la potencia esencial de las palabras. Cuando ingiere ayawaska
y empieza el efecto visionario, tiene que contemplar sin dejarse perturbar,
guardando el respiro sosegado en medio de la intensidad de la experiencia.
Para poder contemplar de forma plena el interior del paciente y así saber
sobre qué tiene que cantar, el médico debe despojarse de toda preocupación o
deseo personal. Se trata de un estado meditativo profundo. La concentración
perfecta es atención unánime al presente y completa apertura a lo que se
presenta en el instante, a lo que emerge. El Meraya no busca obtener algo,
ya que obtener siempre está en el futuro. En la meditación del Meraya no
debe participar ningún rezago de egoísmo. Su concentración se enraíza en
el aquí y en el ahora (nano, rama). Cuando se está absolutamente atento
al instante, se abren todos los mundos y todos los tiempos; se despiertan,
entonces, nuestras verdaderas potencialidades psíquicas, perceptivas y
espirituales. La meditación profunda permite contemplar las dimensiones
ocultas, tanto del cuerpo del paciente, como de su pensamiento y espíritu.
Los antiguos médicos del pueblo shipibo-konibo no practicaron otra cosa
que la meditación profunda. El médico canta lo que contempla el ojo de
su espíritu. La concentración del Meraya se centra en la salud del paciente.
El legítimo rao bewa no busca fascinar a los demás mediante un despliegue
de técnica vocal; el sentido de canto es servir a nuestros semejantes y dar
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alivio a los que sufren. El canto del Meraya no solo responde a su visión, sino
también a su intuición. La intuición es clara cuando el corazón del médico
está tranquilo y libre de todo deseo egoísta, ansiedad o expectativa, cuando
todo en nosotros es entrega generosa al servicio curativo. Ahí sentado, sin
realizar ningún movimiento, libres de toda perturbación o temor, el médico
recibe las respuestas que necesita para revelar el mal que aqueja al paciente
y curarlo. Es como si escuchara dentro suyo las voces mismas de los Dueños
de la medicina que le dictan lo que debe cantar. El corazón del Meraya ha
de abrirse por completo, consagrase por entero y sin mezquindad alguna.
El Meraya se conecta, entonces, con el mundo perfumado de la medicina
(inin nete), y de sus palabras brota el aroma de las plantas, que purifica
al paciente, que atrae el amor y bendice su vida. El médico limpia con el
perfume de las plantas y de las flores la “saladera” que atrasa los propósitos
de sus pacientes y trunca sus proyectos. La medicina es siempre aromática.
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Obras citadas
Caruso, Giuseppe. Onaya Shipibo-Conibo: el sistema médico tradicional y los
desafíos de la modernidad. Abya-Yala, Quito, 2005.
Colpron, Anne-Marie. “Dichotomies sexuelles dans l´étude du chamanisme: le
contre-exemple des femmes chamanes shipibo-conibo”. Tesis de doctorado.
Université de Montreal, 2004.
. “Monopólio masculino do xamanismo amazônico : o contra-exemplo das
mulheres xama shipibo-conibo”. Mana, vol. 11, núm. 1, 2005, págs. 95-128. doi:
https://doi.org/10.1590/S0104-93132005000100004
Favaron, Pedro. Las visiones y los mundos: sendas visionarias de la Amazonía
occidental. caaap / unu, Lima, 2017.
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