Autogestion Pedagogica Georges Lapasade
Autogestion Pedagogica Georges Lapasade
Autogestion Pedagogica Georges Lapasade
Georges Lapassade
INTRODUCCION
La teoría y la práctica de la autogestión pedagógica[2] fueron elaboradas hace ya diez
años. En los primeros tiempos, algunas experiencias principales fueron realizadas por
el Grupo de pedagogía institucional en todos los niveles de la enseñanza francesa.
Cotejábamos nuestras experiencias en el Grupo de pedagogía institucional, fundado en
1963, y, a partir de 1964, en los coloquios pedagógicos de Royaumont. Definíamos
entonces la autogestión pedagógica como un sistema de educación en el cual la
relación de formación se halla, en principio, abolida. Los «educandos» son quienes
deciden en qué debe consistir su formación y ellos la dirigen.
G.L.
AYER Y HOY
Georges Lapassade
EL CONTEXTO HISTORICO
A todo lo largo del siglo x los elementos más avanzados del movimiento obrero
plantearon incesantemente, como reivindicación, la gestión de la producción por parte
de los propios trabajadores. Al mismo tiempo, los teóricos del socialismo —Fourier,
Marx, Proudhon. . .—. expresaban esas reivindicaciones y les daban una formulación
teórica. El movimiento obrero, con sus luchas, con sus formas de organización,
revelaba, en la práctica, el secreto de la sociedad moderna: la estructura de
explotación. Se convertía, así, en el analizador de la sociedad industrial y capitalista.
Bien sabido es que todas aquellas luchas, aquellas aspiraciones, aquellas «utopías»
encontraron su primera realización, su verificación histórica en 1871, con la Comuna
de París. Bien conocida es, también, la célebre expresión de Marx: la Comuna de París
demostró la posibilidad del self-government, —de la autogestión de los trabajadores y,
por lo tanto, de una sociedad de autogestión.
«El poder centralizado del Estado, con sus órganos omnipresentes —ejercito
permanente, policía, burocracia, clero y magistratura— elaborados según un plan de
división sistemática y jerárquica del trabajo, data de la época de la monarquía
absoluta, durante la cual servía a la sociedad burguesa naciente como arma poderosa
en sus luchas contra el feudalismo.
»Sin embargo, su desarrollo permanecía trabado por restos medievales de todo tipo:
prerrogativas de los señores feudales y de los nobles, privilegios locales, monopolios
municipales y corporativos y Constituciones provinciales. El gigantesco vendaval de la
Revolución Francesa del siglo XVIII barrió con todos esos restos de épocas superados,
liberando así, al mismo tiempo, al sustrato social de los últimos obstáculos que se
oponían a la superestructura del edificio del Estado moderno. Este fue edificado bajo
el Primer Imperio... »[4]
La autogestión es, antes que nada, esa liberación de las fuerzas instituyentes.
La investigación, ya clásica de L. Coch y J. French [5] demostró que los cambios son
aceptados y realizados con mayor facilidad cuando son decididos por los propios
interesados —es decir, por los propios trabajadores— y no por la burocracia de la
empresa.
Hay, como mínimo, dos puntos comunes entre las dos prácticas institucionales: un
trabajo crítico de revisión respecto a la orientación hasta ahora más avanzada de la
pedagogía francesa —el movimiento Freinet—, y otro trabajo crítico, orientado esta
vez, hacia las técnicas de grupo elaboradas por las distintas corrientes de la
sociometría, de la dinámica de grupo y de las terapéuticas de grupo. Un tercer punto
común surge del descubrimiento concreto de los frenos burocráticos que se encuentra
en las organizaciones de cura o de formación que llamamos instituciones: instituciones
educativas o instituciones terapéuticas. Cuando, por ejemplo, F. Tosquelles, en una
obra de reciente publicación, declara, después de Moreno, que es necesario «curar la
institución», creo poder entender que piensa, en primer lugar, en la necesidad de una
desburocratización que podría, al menos, eliminar los frenos burocráticos susceptibles
de aniquilar los esfuerzos del psiquiatra o del educador.
* * *
Este cuadro sinóptico no hace más que sugerir las grandes líneas de tensión de las
orientaciones históricas en materia de autogestión pedagógica. En la actualidad, y
todo este libro lo demostrará, las orientaciones se distribuyen de otra manera, y se
alejan con frecuencia de sus fuentes originales. Simplemente, quisimos recordar aquí,
en este estudio de introducción, cómo se inició la autogestión pedagógica y cuáles
fueron las corrientes fundadoras.
* * *
LA PRACTICA DE LA AUTOGESTION PEDAGOGICA: LOS
PROBLEMAS TECNICOS
¿Qué ocurre cuando se instituye la autogestión en una clase? Tal la pregunta cuya
respuesta tratamos de elaborar experimentalmente, a partir de 1962, sometiendo al
análisis los primeros ensayos.
Las líneas que siguen —en las que reproduzco un texto de aquella época —muestran
cómo encarábamos entonces ese problema.
2. ¿Puede intervenir el pedagogo sin que medie un pedido explícito de parte del grupo?
¿Puede, por ejemplo, hacer propuestas de organización? Esto es peligroso, porque el
grupo, cuando debe enfrentar problemas difíciles de resolver, tiende a remitirse a
alguien más «experimentado» para que este tome las decisiones en su lugar. Es
indispensable, a nuestro juicio, que el pedagogo observe estrictamente el principio de
la solicitud, es decir, que no intervenga antes de que el grupo haya logrado llegar a un
acuerdo para formular una solicitud explícita. Esto crea angustia y un cierto pánico en
los individuos. Pero estas vivencias no son necesariamente desfavorables. El
psicoanalísta, al igual que el monitor de training-group, las acepta y las considera,
incluso, como una etapa necesaria.
Todas estas conductas se inscriben en una dinámica de grupo con cierta evolución.
Puede resumirse como sigue las etapas que generalmente cumple tal evolución:
1 — El «traumatismo» inicial.
Esta etapa puede durar bastante tiempo. Es la más penosa: se asiste al nacimiento y a
la muerte de proyectos no viables o mal formulados, a divergencias de funciones que
parece imposible superar, a la expresión de angustias mal definidas respecto al
examen, al cumplimiento del programa, etc. Es necesario un cierto tiempo antes de
que los alumnos encaren con calma y racionalmente modos de organización válidos y
que cesen, ya sea de pedir el retorno al sistema tradicional, ya sea de lanzarse a una
organización cualquiera, que los satisfaga en su necesidad de actividad y les calme la
angustia.
2 — El problema de la organización.
La tercera etapa es la del trabajo propiamente dicho, que puede tomar formas de una
extrema variedad: en equipos especializados y funcionales, en equipos homogéneos,
sin equipos, etc. El pedagogo encuentra, por fin, el diálogo con los miembros del
grupo; este era imposible en el sistema tradicional. Puede decir lo que tiene que
decir, aportar las informaciones útiles, comunicar su saber y su experiencia, de tal
suerte que esto sea percibido y deje de ser un clamor en el desierto, registrado
mecánicamente por alumnos que se limitan a «tomar apuntes». Todo el tiempo
aparentemente perdido en las etapas precedentes es recuperado en muy breve lapso,
y el grupo realiza rápidos progresos en lo que concierne a la adquisición de
conocimientos. Hemos visto cómo algunos grupos realizaban un trabajo extraordinario
con el que nunca habrían podido cumplir en otras circunstancias. Las mismas cosas
que, dichas por el pedagogo en el antiguo sistema, ni siquiera eran escuchadas, ahora
son comprendidas y asimiladas. Debemos hacer notar, también, que la crítica de las
ideas o de las funciones del pedagogo es mucho más frecuente que en el antiguo
sistema. Por otra parte, sería necesario que fuera más frecuente aún.
1. El del analista.
3. El del educador que posee un «saber» y debe entregarlo por obligación profesional
(esta es la razón de su presencia en el grupo).
En cada uno de estos niveles el pedagogo permite una «formación» que era imposible
en el antiguo sistema.
3. Preparar a sus alumnos para el análisis del sistema social en el que viven, es decir,
el sistema burocrático. Este cuestionamiento se lleva a cabo, con frecuencia, al mismo
tiempo que se desarrolla la experiencia, cuyo significado profundo es percibido por los
alumnos.
* * *
Es frecuente que se confunda, en Francia, a la autogestión pedagógica con la
psicosociología no directiva, que, efectiva mente, contribuyó al surgimiento de la
nueva pedagogía.
Las instituciones sociales que habíamos llamado instituciones pedagógicas externas son
las estructuras pedagógicas exteriores a la clase: el grupo escolar al que la clase
pertenece, la Academia, los inspectores, el Director de escuela. En toda práctica de
formación (de educadores, de vendedores, de psicosociólogos...), la institución
externa es la organización que instituyó la práctica (tal práctica fue «instituida» por
una empresa, tal otra por una organización de psicosociólogos, por ejemplo). Los
programas, las instrucciones, los reglamentos también son instituciones externas.
Los educadores y los educandos están, pues, sometidos a reglamentos y a programas, a
normas que ellos no crearon, que se originan fuera del grupo y clase cuyo trabajo
cotidiano determinan. Las instituciones sociales son coercitivas y se hallan fuera del
alcance del grupo —al menos en nuestro sistema social actual. Las instituciones
internas, por el contrario, pueden dar lugar a una actividad instituyente de los
educandos. Esto define la autogestión pedagógica.
El análisis institucional provee, pues, el criterio esencial para separar dos grandes
formas de la pedagogía. Es necesario definir la pedagogía tradicional por un hecho: en
ella, las instituciones internas de la clase son decididas únicamente por el maestro,
incluso los más «modernos», «recientes», y «activos», siguen siendo métodos
tradicionales. Frente a la pedagogía tradicional, tal como acabamos de definirla,
queda una única alternativa: la pedagogía institucional. Ella consiste en la autogestión
de las instituciones, métodos y programas por parte de los educandos.
«Donde con mayor facilidad puede realizarse el análisis del contexto institucional es
en el acto pedagógico, cualquiera que sea su marco instituido (escuela, cursos para
adultos, cursos de extensión, etc.). El trabajo de investigación es permanente y
discontinuo a la vez: no reemplaza a la tarea propiamente dicha, salvo en caso de
situación límite, de tensión o de crisis. El consejo de clase, en la escuela primaria, en
el Centro de Estudios Secundarios o en el liceo, puede ser el lugar apropiado para esta
discusión sobre la institución. A medida que la institución divide el tiempo de trabajo
en unidades autónomas y separadas, es decir, a medida que se pasa de la enseñanza
primaria a la enseñanza superior, se hace cada vez más difícil encontrar el lugar
apropiado para esa discusión. En el liceo o en la Facultad, cuando la situación lo
exige, es posible dedicar algunas sesiones de trabajo, en forma exclusiva a un análisis
institucional.
En tiempos normales; puede realizarse el análisis de las implicaciones, de las
pertenencias y de las referencias a propósito de:
b) El funcionamiento:
3. En la autogestión, la actitud «no directiva» del educador se ejerce, antes que nada,
respecto al saber instituido, y esto como un rechazo metódico a la identificación con
ese saber y, por lo tanto, como una forma de negarse a «transmitir» tal sedicente
saber; la autogestión no debería basarse en la idea positivista según la cual los
alumnos podrían «administrar» espontáneamente el saber instituido, sino, por el
contrario, en la «negación» de ese saber y en la elucidación del no-saber que, más que
un saber ilusorio, guía nuestros actos.
* * *
Pero si esto hubiera sido todo, nuestro trabajo habría consistido, simplemente, en
sistematizar las corrientes que ya describimos como fundadoras: Makarenko, Freinet,
Lewin, Rogers... Me parece, sin embargo, que los obstáculos encontrados, los límites
rápidamente descubiertos, debían llevarnos más allá de la mera preocupación por
mejorar un poco más la nueva pedagogía. Tales obstáculos, al obligarnos a analizar la
inserción del aprendizaje en el sistema, nos revelaron, progresivamente, que el
dispositivo de autogestión era contra-institucional, que incesantemente hacía aparecer
los obstáculos, las resistencias, no sólo en el medio ambiente institucional y en los
educadores, sino también en los sujetos de la formación —los propios educandos.
Descubrimos, así, que el dispositivo de autogestión funcionaba como un analizador.
[1] Georges Lapassade. Autogestión Pedagógica: Un sistema en el cual los educandos deciden en
que consiste su formación y la dirigen. Barcelona: Gedisa. 1986. pp. 9-35.
[2] La noción de autogestión pedagógica fue hecha pública, por primera vez, durante un coloquio
sobre El psicosociólogo en la Ciudad, que se desarrolló en Royaumorst, en diciembre de 1962, y
cuyas Actas fueron publicadas por las «Editions de 1’Epi», en 1967. Véase, en dicha publicación: G.
La pasaade, A. Lhotelier y B. This: Les séminaires de formation.
Reproducimos aquí la descripción de las tres experiencias principales realizadas a nivel del primer
grado por Monique Labat, Bernard Besai y Ray. mond Fonvieilie. Michel Lobrot reemplazó su texto
original, que describía sus experiencias en Beaumont-sur-Oise, antes de 1968, por un nuevo texto
dedicado a su experiencia en la misma institución, pero esta vez, después de mayo de 1968. René
Lourau reprodujo, aquí, una parte de su monografía. Philippe Grauer retiró el resumen de su
experiencia, que figuraba en primera edición de Groe pez. No lo reemplazó. A esas publicaciones
de 1964, agregamos aquí nuevas publicaciones.
[4] Marx, Adresse sur la guerre civile en France, pág. 46. Tocqueville, en lo que concierne al
Antiguo Régimen, y más tarde H. Taine, en lo que tiene que ver con el Primer Imperio,
reprodujeron la génesis de ese Estado moderno que, según Marx, debe ser destruido para ceder su
lugar a la autogestión.
[7] Empleo aquí la terminología del médium y del mensaje para subrayar claramente lo que sigue:
toda pedagogía consecuente busca, antes que nada, actuar sobre el «medio» de la formación, sobre
la institución, sobre los dispositivos por los que pasan los mensajes. Por esta razón, ya había
destacado, en 1959, en un ensayo sobre la función pedagógica del T. Group, la necesidad de iniciar
la formación de los formadores con una técnica de formación que permita analizar el médiunz
educativo. La reflexión original sobre esta posibilidad me permitió, luego, proponer, en 1962, en el
Coloquio de Roysumont sobre El psicosocíólogo en la Ciudad, el concepto de autogestión
pedagógica. Véase, en ese Coloquio, el Informe sobre los Seminarios de formación, donde puede
estudiarse cómo la teoría y la técnica de la autogestión pedagógica logran su definición y su
desarrollo a partir de una reflexión crítica sobre el T. Group de Béthel, en: Le psycbo sociologue
dans la cité, Paris, l’Epi, 1967.
[10] El Plan Dalton es un ensayo generalizado de nueva pedagogía realizado por Miss Parkhurst en
Dalton (Massachusetts), a partir del método Montessori. Los elementos originales de este método
pueden resumirse en dos puntos:
1. — El método del contrato. El niño acepta, por contrato, vincularse a la escuela y aprender tal
materia o tal otra. Realiza, pues, en lo que le concierne, una opción inicial, una «decisión».
2. — La enseñanza es individualizada. El Plan Dalton, adelantándose en esto al sistema de las
«fichas de auto-corrección» y a la enseñanza programada, propone que se dé al niño progresiones
escritas de una gran fijeza, que él mismo puede controlar, con la ayuda del profesor. En cierta
medida, puede trabajar siguiendo su propio ritmo, organizando él mismo su trabajo. Esta idea, de
una organización —aún restringida— de la que el alumno es responsable, es nueva.
[11] Son bien conocidos los Momentos sucesivos de la técnica: redacción del texto, elección del
texto de trabajo (lectura, discusión, voto); ajuste colectivo por parte de la clase —comité de
redacción, publicación (u Otra utilización). Esta técnica de autogestión de la escritura colectiva se
apoya en un método, el del diario publicado por la clase —de ahí la necesidad de usar imprenta en
la escuela— y de la correspondencia interescolar. (El aporte histórico de C. Freinet radica en esta
invención de nuevos media de formación a partir de los media de información: prensa). Así como
Moreno introduce el «teatro» en la terapia, asimismo, Freinet lleva el periodismo (como médium) y
la imprenta a la escuela. Tales invenciones técnicas preparan la autogestión.
[12] 9. R. Lourau subraya que «la base material de las instituciones es el elemento esencial que
debe descubrir el análisis», al se quiere descubrir los procesos de simbolización. Muy numerosos
ejemplos, en psicoterapia institucional y en pedagogía institucional, muestran que el análisis recién
empieza a partir del momento en que es cuestionada la infraestructura morfológica, ecológica y
financiera. El banco de los enfermos, en el hospital psiquiátrico, permite sacar a luz el conjunto de
las relaciones que los usuarios del hospital (incluso, los terapeutas) mantienen con el dinero y con
las instituciones del modo de producción. La cooperativa escolar, en una clase que explote todas
las posibilidades contenidas en las técnicas Freinet, no se limita a introducir una «institución» más
«democrática» o más «educativa», sino que modifica la práctica social de los actores tanto dentro
de la clase como fuera de ella.
B. M. Bass, «The anarchist movement and the T. Group; some possible lessons for organizational
development», en «J. Appl. Behav, Sci, 1937, N.° 2. Traducido al alemán en: Gruppendynamik,
Heft 2, april 1970. Número especial sobre la teoría del training group, con la participación de B. M.
Bass, G. La passade, D. R. Bunker, H. Levinson, P. B. Smith, A. Winn.
[14] Propuse establecer una distinción entre las «instituciones internas» y las «instituciones
externas» en la primera edición de Groupes, organisations el institutions, Paris Gauthier.Villars,
1967. (Hay versión española. Granica Editor, 1977) — Véase, en la segunda edición de la misma
obra, el Lexique, pág. 219: «Instituciones pedagógicas». También se encontrará en el mismo
Lexique, la primera definición de la autogestión pedagógica (pág. 207).
[15] Sobre la teoría del T. Group, véase Groupes, organisations, institutions, págs. 57 a 64. — Sobre
la crítica institucional de los seminarios de psicosociología, véase «el obstáculo institucional», en
Recherches Universitaires, 1963.