Escatología
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Juan 5:19-29
Clase 7
I. La resurrección de la carne
La resurrección de la carne (expresión tomada del credo de los apóstoles), es algo
que debemos creer por ser una verdad bíblica. Los apóstoles y las primeras
comunidades de cristianos se enfrentaron a la herejía gnóstica del dualismo. Donde
se cree que la materia es inherentemente mala y el espíritu es bueno. Esta filosofía
asevera que cualquier cosa que se haga en el cuerpo, incluso el pecado más grande,
no tiene sentido, porque la vida real existe solamente en el reino de los espíritus. El
apóstol Juan, en su primera carta, escribe fuertemente en contra del gnosticismo;
defendiendo la doctrina de la santificación progresiva y de la resurrección [1 Jn.
1:1-3; 5-9]. Por tanto, si la doctrina de la resurrección es una enseñanza revelada
por Dios en Su Palabra, entonces no podemos pensar en la vida eterna como de un
espíritu que existe (según el gnosticismo) libre de la prisión del cuerpo. No existe
tal liberación del espíritu de la carne en la resurrección, es el espíritu de la persona
humana que se une al cuerpo en la resurrección de la carne.
Todos aquellos que han escuchado la voz del Hijo [v 25], y creído en Su glorioso
Evangelio [2 Corintios 4:6], ya tienen la vida eterna y disfrutan de las bendiciones
de ella; aunque no de una manera plena [ya, pero toda vía no]. Estos, los que
creyeron, ya han pasado de muerte a vida. De manera que, vendrá un tiempo en
que todos los que tienen la vida eterna por gracia por medio de la fe, aunque están
en las tumbas, en los sepulcros, oirán la voz del Señor y resucitarán. Esto, entonces,
nos lleva a entender claramente que, el texto bíblico enseña que, la resurrección
primeramente tiene que ver con el juicio final, segundo, ha sido entregado al Hijo,
y, en tercer lugar, que tiene dos contrastes [v 29]:
Los fariseos negaban la resurrección de los impíos [Josefo, Ant.XVIII]. Esta postura
es abrazada por algunas sectas como son: Los Testigos de Jehová y algunas ramas
del adventismo. Conocida como “la doctrina del aniquilacionismo”, viene a negar la
resurrección de los incrédulos y presume su aniquilación al momento de morir. Sin
embargo, hay textos bíblicos que aseveran una resurrección para condenación –
aunque es claro el énfasis que la biblia da a la resurrección de los justos –. Daniel
12:2: “Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para
vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua. Claramente miramos el
anuncio de una resurrección para condenación que contrasta con aquella que
experimentarán los justos. Juan 5:29: “y los que hicieron lo bueno, saldrán a
resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación”.
Los justos [Justificados por la obra redentora de Cristo] han de resplandecer como
el sol. La imagen del Cristo resucitado en ellos. Semejantes al cuerpo de la gloria
suya. Semejantes a él. Daniel 12:3: “Los entendidos resplandecerán como el resplandor
del firmamento; y los que enseñan la justicia a la multitud, como las estrellas a perpetua
eternidad. 1 corintios 15:49: “Y así como hemos traído la imagen del terrenal, traeremos
también la imagen del celestial”.
¡Que tremendo contraste! La biblia enseña que, por una parte, el pecado y el dolor
en el rostro del incrédulo y por otra, la santidad y gloria en el rostro de los
creyentes. La resurrección tiene doble aspecto: para vida y para muerte. La
resurrección del cuerpo no es necesariamente resurrección para vida. [Nyenhuis,
marzo 2006].
Así que, la resurección [la primera], a la que la biblia hace referencia [cf.
Apocalipsis 20:5-6] es aquella que, por la obra del Espíritu Santo, es la regeneración
del corazón. La persona humana es transformada de incredulo a creyente. Ha
pasado de muerte a vida. Sin embargo, la resurección a la que hacemos referencia
en esta clase es aquella que es posterior para el creyente, a la gracia de recibir la
vida eterna. Por tanto, la resurrección para el creyente, está en función de su
salvación y vida eterna. Por otra parte, y en contraste, la del incrédulo, en función
de su justa condenación. Así que, como Juan capítulo cinco revela: la resurección
será efectuada, tando de incrédulos como creyentes, por el poder que el Padre
concedió al Hijo.
La palabra “ge'henna” es griega, pero viene del hebreo “Hinnom”, un valle al lado
de Jerusalén donde en la antigüedad se practicaban las peores formas de idolatría,
sobre todo la de quemar los hijos a Moloc (ver Levítico 18:21; 20:1-5; Jeremías 7:31;
19:2,6; 32:35) pero que, en el tiempo de Jesús era el tiradero de basura de Jerusalén.
Ahí quemaban la basura y el fuego nunca se apagaba; ahí también las moscas
ponían sus huevos y el gusano nunca se moría. Si juntamos los dos conceptos—la
abominable idolatría y el tiradero de basura— nos es fácil entender cómo la
palabra ge'henna puede estimular la imaginación en cuanto al lugar de
condenación.