Como Todos Sabemos

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 Como todos sabemos, la materia está conformada por átomos.

Estos átomos poseen


un núcleo donde se encuentran protones y neutrones, y una corteza en la que se
disponen los electrones.
 Los átomos con número impar de electrones poseen un excedente de cargas positivas
en el núcleo (protones), las cuales se encuentran girando constantemente sobre su eje
a manera de peonza, movimiento denominado spin.
 Esta carga positiva del protón en movimiento produce una corriente eléctrica que, por
estar en constante movimiento, genera una fuerza magnética, es decir, un campo
magnético. Por ello, el protón tiene su propio campo magnético y puede considerarse
como un pequeño imán.
 El átomo de hidrógeno (el más abundante en el cuerpo humano) posee la propiedad
anteriormente descrita, conocida como spin o momento magnético. Sin embargo, en
cualquier tejido estos campos magnéticos se encuentran orientados al azar,
cancelándose unos a otros, razón por la cual los tejidos no poseen magnetismo neto.
 ¿Qué pasa si se somete un tejido a un campo magnético? Los protones, al ser como
pequeños imanes, se alinean en el campo magnético externo. Pueden alinearse
paralelamente al campo magnético externo (necesitando un menor nivel de energía
para lograrlo) o de forma antiparalela al campo magnético (requiriendo más energía
para este propósito)
 La alineación predominante es la que implica menor uso de energía, así que se
alinearán más protones en sentido paralelo. Sin embargo, la diferencia en el número
de protones alineados paralelamente, en comparación con los que lo hacen forma
antiparalela, es muy poca. Se hace un cálculo 10.000.007/10.000.000
 Estos protones, además de alinearse paralela o de forma antiparalela al campo
magnético, se mueven alrededor de él a manera de una peonza, movimiento al que se
denomina precesión, cuya velocidad o frecuencia están determinadas por la intensidad
del campo magnético al que se somete al paciente. Cuanto más intenso es el campo
magnético, mayor será la frecuencia de precesión (W), que podrá calcularse según la
ecuación de LARMOR, donde B0 es la intensidad del campo magnético externo (que se
mide en Tesla o T), y γ es una constante giromagnética que es diferente para cada
elemento (el valor para el protón de hidrógeno es de 42,5 MHz/T). W [Hz/MHz] = γB0
[T] Entonces, la frecuencia de precesión (W) es igual a la constante giromagnética por
la intensidad del campo magnético. Es de gran importancia conocer la frecuencia de
precesión en la generación de imágenes de resonancia magnética, como se verá más
adelante. El resultado inicial de someter al paciente a un campo magnético es la
obtención de una magnetización neta, a partir del exceso de protones que se orientan
paralelamente al eje del campo magnético externo. Como esta magnetización se
encuentra en la dirección del campo magnético, se le denomina magnetización
longitudinal. Esta magnetización longitudinal se usa para obtener señales de
resonancia magnética; sin embargo, no aporta información sobre el contraste
magnético de los tejidos (que es lo que nos interesa), por lo que se hace necesario el
uso de pulsos cortos de ondas electromagnéticas, que se denominan pulsos de
radiofrecuencia, cuyo propósito es perturbar ese exceso de protones que se
encuentran en un menor nivel de energía y que conforman la magnetización
longitudinal. No cualquier pulso logra perturbar el vector de magnetización
longitudinal; solamente un pulso de radiofrecuencia con la misma frecuencia de
precesión (ecuación de Larmor) puede hacerlo entrar en resonancia e interactuar. Al
aplicar el pulso de radiofrecuencia a los tejidos, este provoca dos efectos. El primero es
proporcionar energía a los protones causando que algunos de ellos se dispongan en la
posición antiparalela, por lo que disminuye la magnetización longitudinal; el segundo
hace que los protones entren en sincronismo y comiencen a procesar en fase, lo que
genera que los vectores de las cargas de los protones se sumen ahora en dirección
transversa al campo magnético, estableciendo una nueva magnetización transversal.
En resumen, el pulso de radiofrecuencia hace que disminuya la magnetización
longitudinal y se establezca una nueva magnetización transversal, que puede ser
medida y que aporta la información sobre el contraste magnético de los tejidos. Un
pulso de radiofrecuencia que inclina la magnetización generando un nuevo vector de
magnetización transversal que se ubica a 90 grados con respecto al vector de
magnetización longitudinal inicial, se denomina “pulso de 90 grados”. Son posibles
otros pulsos de radiofrecuencia denominados según el ángulo que originan; sin
embargo, los pulsos más usados en la generación de secuencias de resonancia
magnética son de 90 y de 180 grados . Efecto de un pulso de radiofrecuencia de 90
grados. Al enviar el pulso de radiofrecuencia algunos protones captan energía y pasan
a un nivel de mayor energía, por lo que disminuye la magnetización longitudinal . Los
protones entran en sincronismo y comienzan a procesar en fase . Sus vectores se
suman en dirección transversa al campo magnético y se establece una magnetización
transversal o un vector suma que representa el momento magnético total de un tejido.
Habiendo obtenido el vector de magnetización transversal, el siguiente paso que
permite obtener información sobre el contraste magnético de los tejidos, consiste en
la interrupción del pulso de radiofrecuencia, con lo que los protones vuelven a su
menor nivel de energía y pierden la coherencia de fase. De esta manera, liberan la
energía (anteriormente tomada del pulso de radiofrecuencia) como una corriente
eléctrica denominada señal de resonancia magnética o eco, que es captada por una
antena para cuantificar los tiempos en que la magnetización transversal desaparece
(tiempo de relajación transversal o T2) y la magnetización longitudinal se restablece
completamente (tiempo de relajación longitudinal o T1). Al intervalo de tiempo
transcurrido entre la aplicación del pulso de radiofrecuencia y la captación de la señal
de resonancia magnética o eco, se le conoce como tiempo de eco (TE), factor también
importante en la generación de las diferentes secuencias . Interrupción del pulso de
radiofrecuencia. Los protones regresan a su nivel de menor energía, disminuye la
magnetización transversal (T2) y se recupera la magnetización longitudinal (T1),
proceso que genera la emisión de la señal de resonancia o eco que va a ser captado
por una antena. La relajación transversal y la longitudinal ocurren sincrónicamente. Al
tiempo de relajación longitudinal se le denomina T1 y es cuando se ha recuperado el
63% de la magnetización longitudinal original. Al tiempo de relajación transversal se le
denomina T2 y es cuando ha decrecido la magnetización transversal en un 37% de su
valor. Los tiempos de relajación son propiedades de los tejidos que no se pueden
modificar y que van a proporcionar información sobre la composición del tejido
examinado. Así, al variar los parámetros técnicos de las secuencias, se puede observar
mejor alguno de los dos tiempos de relajación con el fin de modificar el contraste
entre los tejidos. Como la señal con la que se trabaja es muy pequeña, pues proviene
de ese pequeño exceso de protones que inicialmente se alinearon paralelamente al
campo magnético, es preciso repetir las mediciones varias veces para obtener una
imagen que tenga utilidad clínica. Es por esto que se debe emplear más de un pulso de
radiofrecuencia; a esto se le denomina secuencia de pulsos. Como pueden usarse
varios tipos de pulsos (90 ó 180 grados) y los intervalos de tiempo entre pulsos
sucesivos (tiempo de repetición o TR) pueden ser diferentes, el resultado es la
posibilidad de generar diferentes tipos de secuencias. Así, la elección de una secuencia
de pulsos determina la clase de señal que se obtiene de un tejido. Esta señal se
digitaliza en una escala de grises y la terminología adecuada para describirla la califica
como señal alta, intermedia, baja o nula.

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