El documento explica los principios básicos de la resonancia magnética. Los átomos poseen protones que actúan como pequeños imanes y pueden alinearse con un campo magnético externo. Al aplicar pulsos de radiofrecuencia, los protones cambian su alineamiento y producen una señal que proporciona información sobre los tejidos. La señal se captura y procesa para generar imágenes con contraste entre los tejidos basado en sus tiempos de relajación.
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El documento explica los principios básicos de la resonancia magnética. Los átomos poseen protones que actúan como pequeños imanes y pueden alinearse con un campo magnético externo. Al aplicar pulsos de radiofrecuencia, los protones cambian su alineamiento y producen una señal que proporciona información sobre los tejidos. La señal se captura y procesa para generar imágenes con contraste entre los tejidos basado en sus tiempos de relajación.
El documento explica los principios básicos de la resonancia magnética. Los átomos poseen protones que actúan como pequeños imanes y pueden alinearse con un campo magnético externo. Al aplicar pulsos de radiofrecuencia, los protones cambian su alineamiento y producen una señal que proporciona información sobre los tejidos. La señal se captura y procesa para generar imágenes con contraste entre los tejidos basado en sus tiempos de relajación.
El documento explica los principios básicos de la resonancia magnética. Los átomos poseen protones que actúan como pequeños imanes y pueden alinearse con un campo magnético externo. Al aplicar pulsos de radiofrecuencia, los protones cambian su alineamiento y producen una señal que proporciona información sobre los tejidos. La señal se captura y procesa para generar imágenes con contraste entre los tejidos basado en sus tiempos de relajación.
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Como todos sabemos, la materia está conformada por átomos.
Estos átomos poseen
un núcleo donde se encuentran protones y neutrones, y una corteza en la que se disponen los electrones. Los átomos con número impar de electrones poseen un excedente de cargas positivas en el núcleo (protones), las cuales se encuentran girando constantemente sobre su eje a manera de peonza, movimiento denominado spin. Esta carga positiva del protón en movimiento produce una corriente eléctrica que, por estar en constante movimiento, genera una fuerza magnética, es decir, un campo magnético. Por ello, el protón tiene su propio campo magnético y puede considerarse como un pequeño imán. El átomo de hidrógeno (el más abundante en el cuerpo humano) posee la propiedad anteriormente descrita, conocida como spin o momento magnético. Sin embargo, en cualquier tejido estos campos magnéticos se encuentran orientados al azar, cancelándose unos a otros, razón por la cual los tejidos no poseen magnetismo neto. ¿Qué pasa si se somete un tejido a un campo magnético? Los protones, al ser como pequeños imanes, se alinean en el campo magnético externo. Pueden alinearse paralelamente al campo magnético externo (necesitando un menor nivel de energía para lograrlo) o de forma antiparalela al campo magnético (requiriendo más energía para este propósito) La alineación predominante es la que implica menor uso de energía, así que se alinearán más protones en sentido paralelo. Sin embargo, la diferencia en el número de protones alineados paralelamente, en comparación con los que lo hacen forma antiparalela, es muy poca. Se hace un cálculo 10.000.007/10.000.000 Estos protones, además de alinearse paralela o de forma antiparalela al campo magnético, se mueven alrededor de él a manera de una peonza, movimiento al que se denomina precesión, cuya velocidad o frecuencia están determinadas por la intensidad del campo magnético al que se somete al paciente. Cuanto más intenso es el campo magnético, mayor será la frecuencia de precesión (W), que podrá calcularse según la ecuación de LARMOR, donde B0 es la intensidad del campo magnético externo (que se mide en Tesla o T), y γ es una constante giromagnética que es diferente para cada elemento (el valor para el protón de hidrógeno es de 42,5 MHz/T). W [Hz/MHz] = γB0 [T] Entonces, la frecuencia de precesión (W) es igual a la constante giromagnética por la intensidad del campo magnético. Es de gran importancia conocer la frecuencia de precesión en la generación de imágenes de resonancia magnética, como se verá más adelante. El resultado inicial de someter al paciente a un campo magnético es la obtención de una magnetización neta, a partir del exceso de protones que se orientan paralelamente al eje del campo magnético externo. Como esta magnetización se encuentra en la dirección del campo magnético, se le denomina magnetización longitudinal. Esta magnetización longitudinal se usa para obtener señales de resonancia magnética; sin embargo, no aporta información sobre el contraste magnético de los tejidos (que es lo que nos interesa), por lo que se hace necesario el uso de pulsos cortos de ondas electromagnéticas, que se denominan pulsos de radiofrecuencia, cuyo propósito es perturbar ese exceso de protones que se encuentran en un menor nivel de energía y que conforman la magnetización longitudinal. No cualquier pulso logra perturbar el vector de magnetización longitudinal; solamente un pulso de radiofrecuencia con la misma frecuencia de precesión (ecuación de Larmor) puede hacerlo entrar en resonancia e interactuar. Al aplicar el pulso de radiofrecuencia a los tejidos, este provoca dos efectos. El primero es proporcionar energía a los protones causando que algunos de ellos se dispongan en la posición antiparalela, por lo que disminuye la magnetización longitudinal; el segundo hace que los protones entren en sincronismo y comiencen a procesar en fase, lo que genera que los vectores de las cargas de los protones se sumen ahora en dirección transversa al campo magnético, estableciendo una nueva magnetización transversal. En resumen, el pulso de radiofrecuencia hace que disminuya la magnetización longitudinal y se establezca una nueva magnetización transversal, que puede ser medida y que aporta la información sobre el contraste magnético de los tejidos. Un pulso de radiofrecuencia que inclina la magnetización generando un nuevo vector de magnetización transversal que se ubica a 90 grados con respecto al vector de magnetización longitudinal inicial, se denomina “pulso de 90 grados”. Son posibles otros pulsos de radiofrecuencia denominados según el ángulo que originan; sin embargo, los pulsos más usados en la generación de secuencias de resonancia magnética son de 90 y de 180 grados . Efecto de un pulso de radiofrecuencia de 90 grados. Al enviar el pulso de radiofrecuencia algunos protones captan energía y pasan a un nivel de mayor energía, por lo que disminuye la magnetización longitudinal . Los protones entran en sincronismo y comienzan a procesar en fase . Sus vectores se suman en dirección transversa al campo magnético y se establece una magnetización transversal o un vector suma que representa el momento magnético total de un tejido. Habiendo obtenido el vector de magnetización transversal, el siguiente paso que permite obtener información sobre el contraste magnético de los tejidos, consiste en la interrupción del pulso de radiofrecuencia, con lo que los protones vuelven a su menor nivel de energía y pierden la coherencia de fase. De esta manera, liberan la energía (anteriormente tomada del pulso de radiofrecuencia) como una corriente eléctrica denominada señal de resonancia magnética o eco, que es captada por una antena para cuantificar los tiempos en que la magnetización transversal desaparece (tiempo de relajación transversal o T2) y la magnetización longitudinal se restablece completamente (tiempo de relajación longitudinal o T1). Al intervalo de tiempo transcurrido entre la aplicación del pulso de radiofrecuencia y la captación de la señal de resonancia magnética o eco, se le conoce como tiempo de eco (TE), factor también importante en la generación de las diferentes secuencias . Interrupción del pulso de radiofrecuencia. Los protones regresan a su nivel de menor energía, disminuye la magnetización transversal (T2) y se recupera la magnetización longitudinal (T1), proceso que genera la emisión de la señal de resonancia o eco que va a ser captado por una antena. La relajación transversal y la longitudinal ocurren sincrónicamente. Al tiempo de relajación longitudinal se le denomina T1 y es cuando se ha recuperado el 63% de la magnetización longitudinal original. Al tiempo de relajación transversal se le denomina T2 y es cuando ha decrecido la magnetización transversal en un 37% de su valor. Los tiempos de relajación son propiedades de los tejidos que no se pueden modificar y que van a proporcionar información sobre la composición del tejido examinado. Así, al variar los parámetros técnicos de las secuencias, se puede observar mejor alguno de los dos tiempos de relajación con el fin de modificar el contraste entre los tejidos. Como la señal con la que se trabaja es muy pequeña, pues proviene de ese pequeño exceso de protones que inicialmente se alinearon paralelamente al campo magnético, es preciso repetir las mediciones varias veces para obtener una imagen que tenga utilidad clínica. Es por esto que se debe emplear más de un pulso de radiofrecuencia; a esto se le denomina secuencia de pulsos. Como pueden usarse varios tipos de pulsos (90 ó 180 grados) y los intervalos de tiempo entre pulsos sucesivos (tiempo de repetición o TR) pueden ser diferentes, el resultado es la posibilidad de generar diferentes tipos de secuencias. Así, la elección de una secuencia de pulsos determina la clase de señal que se obtiene de un tejido. Esta señal se digitaliza en una escala de grises y la terminología adecuada para describirla la califica como señal alta, intermedia, baja o nula.