Contrato de Honor - Maria Suarez

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Sinopsis.

Mara Rivera tenía pánico a volar, el fin de sus vacaciones llegaba y


estar sentada en aquel avión la estaba matando. Mantenía los ojos cerrados y
a pesar de no saber quien era su compañero de asiento podía sentir el
seductor aroma del perfume del hombre.
—¿Señorita, se encuentra bien??
Esas palabras cambiarían el rumbo de los dos en el futuro.
CONTRATO DE HONOR


MARÍA SUÁREZ

TEMPUS FUGIT EDICIONES



Titulo original: Contrato de Honor
©2014 María Suárez
© Diseño maqueta y portada: Tempus Fugit Ediciones
Copyright 2014. Todos los derechos reservados. Queda rigurosamente
prohibida, sin la autorización escrita de los titulares del copyright, bajo las
sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o total de esta
obra por cualquier medio o procedimiento, incluidos la reprografía y el
tratamiento informático, así como la distribución de ejemplares mediante
alquiler o préstamo público.
Todos los derechos reservados


Dedicado a mi madre que se fue tan pronto que no pudo llegar
a leer estas páginas.

Y agradecer a las personas que me han ayudado a cumplir este
sueño. Armanda Muriel y Tempus Fugit. Mis hijos: Aythamy,
Andrea, Martha y Adasat a mi marido Sebastian y a mis hermanos
Pedro y Adolfo.

Gracias a todos.


CAPÍTULO 1





Mara Rivera tenía pánico a volar. Con veinticuatro años nunca había
superado ese miedo que sentía desde que era niña, viajaba poco por ese
motivo. De origen puertorriqueño pero americana de nacimiento, era la
primera vez en su vida que viajaba hasta la isla que había visto nacer a sus
padres. Durante un mes de vacaciones visitó abuelos, tíos, primos, quiso
conocer sus raíces. Llegado el momento de volver casi se arrepiente al
acordarse de que tendría que pasar de nuevo más de dos horas dentro del
aparato.

Con veinte años de independizó de su familia y se fue en busca algo
que la llenara, mediocre en los estudios, había trabajado en todo lo que le
surgió hasta llegar a Palm Beach. Desde camarera hasta repartidora de
pizzas, niñera y por último trabajaba en un gran hotel como jefa de
desayunos. Ella era su jefa si bien tenía que acatar las órdenes del chef, tenía
completa libertad para trabajar a gusto. Contaba con varios ayudantes y un
gran espacio para trabajar cómodamente. Últimamente el ambiente de
trabajo era muy difícil, los problemas económicos hacían que los empleados
no estuvieran muy contentos.
Intentando olvidarse de su tortura, sus pensamientos volvieron hasta
sus días de vacaciones cuando hoyó hablar. El comandante del avión estaba
avisando a los pasajeros de que estaban sobrevolando unas turbulencias,
recomendaba que todos se mantuvieran en sus asientos, con los respaldares
en posición vertical y los cinturones abrochados menuda suerte, acabar en el
fondo del mar.
Todo el año deseando ese viaje y en el último instante se estaba
lamentado de haberlo hecho.
Los nudillos de sus manos los tenía blancos de aferrarse a los laterales
de su asiento quería llegar, estaba a punto de llorar de impotencia, parecía
una niña pequeña, pensó.

—¿Señorita, se encuentra bien?—el hombre que estaba sentado a su
lado se dio cuenta del desazón que sentía su compañera de asiento.
Mara no se atrevía ni tan siquiera a abrir los ojos, con la cabeza
gesticuló dándole a entender al hombre de que estaba bien ¡mentirosa! Se
avergonzaba de su miedo.
—Sí, gracias.
A pesar de que ella no pudiera verlo el hombre curvó sus labios en una
sonrisa decidió dejarla y seguir atendiendo a sus documentos.
El vaivén del avión duró algo más de lo esperado por los pasajeros, la
nave subía y bajaba en la medida que lo requiriera las turbulencias, un
descenso algo más brusco de lo normal provocó que se oyeran algunos
gritos de terror, Mara no pudo evitar un gemido.
—Oh, Dios— La mano intentó agarrarse con más fuerza a su asiento
pero lo que encontró fue la mano del hombre que le había preguntado si
estaba bien.
—Lo siento.
—No se preocupe, debería relajarse un poco y verá que no pasa nada,
son solo unas nubes.
—Ja, disculpe tanta euforia— La sarcástica risa fue auténtica. Ella
seguía tiesa en su asiento, evitaba moverse y no había abierto los ojos
mientras hablaba con el hombre, una cosa tenía a su favor…olía de lujo.
—Mire, le ofrezco un trato. Dígame algo que le guste y hablamos hasta
que lleguemos al aeropuerto.
—De verdad que se lo agra…— el dichoso hombre era persistente, ni
la dejó terminar.
—No, no me diga que no. Veamos tiene pinta de venir de vacaciones
¿me equivoco?
—No.
—Bien, está soltera por lo que no puedo preguntarle por su marido —el
suspiro de ella lo divertía así que siguió—, lo deduzco porque no lleva
anillo ¿cierto?
Mara asintió con la cabeza, tenía que ser justa, simplemente estaba
ayudándola a pasar el mal trago que estaba pasando. Poco a poco fue
soltando sus garras de los laterales del asiento y relajando los hombros.
Abrió los ojos y sonrió ante su actitud.
— Debe pensar que soy una demente por comportarme de esta manera.
—Bueno…lo ha dicho usted —en ningún caso pensaba eso pero por lo
menos había logrado que hablara un poco—, es broma, todos tenemos algún
miedo.
—Me temo que la mía es de especialista, siento verdadero pánico a los
aviones.
—Bueno, pero hay barcos. Podría usar ese medio de transporte o viajar
a otro lugar.
—Sí, pero entonces mi periodo de vacaciones se iría en ir y venir a
visitar a la familia.
—Lo ve — una sonrisa pícara se dibujó en la cara del hombre—,
cuando aterricemos ya me habré enterado de toda su vida.
—¡Oh, lo siento! No era mi intención molestarlo—se sentía como una
estúpida.
—No me ha entendido, no me molesta por que yo he sido el que
comenzó la conversación, cuénteme algo de sus vacaciones.
Mara pensó en las palabras que tanto escuchó de pequeña en su casa,
no hables con desconocidos.
El hombre pareció leer el pensamiento de la chica.
—Déjeme adivinar seguro que de pequeña le habrán dicho que no se
habla con desconocidos ¿me equivoco?
—¿He hablado en voz alta? — pensando que tal vez su pensamiento le
hubiera jugado una mala pasada, el rubor cubrió por completo su cara.
—Bueno, mi santa madre lo diría. Si ayuda a que se relaje me
presentaré yo primero. Me llamo Lucas Wells y en palabras de las féminas
de mi familia, estoy en edad de estar casado y con hijos ¿tiene algo que
supere eso?
Aquella cháchara estaba logrando que Mara se relajara y se olvidara de
su drama particular.
—Bueno, es algo difícil creo. Yo me llamo Mara Rivera y por ahora
nadie me presiona para que me aunque tengo un problema mayor.
—Nos queda tiempo, me gusta oír los problemas de los demás, luego
pienso en que los míos son nimiedades. — Mara observó al hombre que
estaba sentado al lado, era un hombre realmente atractivo, tal vez de unos
treinta y tantos años. Su ropa era de calidad, iba provisto de un portátil y de
muchos papeles que tenía esparcido sobre sus rodillas. Las gafas apoyadas
sobre la nariz descuidadamente le daban aspecto de hombre de negocios ella
no entendía de cosas caras, pero el reloj que lucía en su muñeca derecha
tenía pinta de ser muy caro.
—Mi vida se desmorona, estoy a punto de quedarme sin trabajo.
—¡Vaya! Ese sí que es un gran problema.
Mara se quedó en silencio, para ella su trabajo era un tesoro. Gracias a
Dios, no tenía que hacer frente a los problemas a lo que se encontrarían el
resto de compañeros, todos estaban a la espera de saber si la supuesta venta
se haría, en qué condiciones se haría y si ellos conservarían sus puestos.
—Sí.—susurró
—¿A qué se dedica?
—Trabajo de cocinera, bueno creo que no me equivoco si digo
trabajaba. Algún día me gustaría tener mi propio negocio de pastelería.
Lucas Wells prestó algo más de atención a la conversación de la joven.
Seguramente ¡no, estaba seguro! si alguna vez se hubiera cruzado con ella
no era probable que se hubiera molestado en mirarla siquiera. No era el tipo
de mujer con la él se relacionaba, sus acompañantes se identificaban por ser
exuberantes bellezas, mujeres hermosas por fuera y huecas por dentro, ese
era en gran medida el motivo por el que con treinta y siete años todavía
estuviera soltero, a pesar de las lamentaciones de su madre. La chica que
había llamado su atención debido a su miedo a volar no era ni mucho menos
guapa, su corte de pelo era tan diminuto como el de un cadete militar, las
pecas salteaban su cara. Acostumbrado al glamour de sus amantes, no
quedaba ninguna parte de la anatomía de una mujer que pudiera
sorprenderlo en cambio el sugerente escote del vestido de la tal señorita
Rivera lo estaba dejando llevar por el erótico mundo sexual.
—¿Trabajaba? Me apena oír eso, seguro que es usted una buena
cocinera.
—Espero que el empresario que se supone que comprara el hotel donde
trabajo tenga a bien dejar por lo menos a los trabajadores con hijos, no lo
conozco pero ya me cae antipático.
Lucas escuchaba absorto el relato de la chica acerca de los por menores
de su nefasta situación laboral.
—Se ruega a los señores pasajeros se preparen para el aterrizaje en
Southwest Florida International Airport.—aquella palabras fueron música
celestial para los oídos de Mara, estaba harta del dichoso viaje y lo que le
quedaba todavía para llegar hasta su casa.
Casi media hora más tarde los dos compañeros de viaje estaban en la
salida del aeropuerto, ambos se preparaban para tomar cada uno su destino.
—Ha sido un placer conocerla señorita. Si alguna vez necesita un
compañero de vuelo, ya sabe. Le dejo mi tarjeta.
Extendiendo la mano depositó el papel en la mano de Mara.
—Llámeme si quiere un trabajo, a lo mejor puedo ayudarla.
Mara estaba aturdida, su experiencia con los hombres era mala, el
interés que aquel hombre había demostrado por ella aunque fuera por pena,
la avergonzaba, no sabía que decirle.
—Le agradezco su atención, seguramente me habría tirado por la
ventanilla del avión si no fuera por usted—aceptó la tarjeta que le ofrecía a
sabiendas de que nunca la usaría.
—¿La puedo acercar hasta su casa?—mientras le hablaba extendió la
mano para despedirse de ella— No tengo ningún problema por ello.
Mara negó con la cabeza, estaba aturdida por el contacto de su mano
apretando la de él.
—No gracias.
El hombre había andado unos pasos cuando volvió para atrás.
— Por curiosidad, ¿cómo se llama el hotel donde trabaja? Tal vez
algún día pase y entre a ver si sigue usted por allí.
Mara contestó educadamente.
—Chesterfield hotel, en South Beach.
Algo parecido a la sorpresa se dibujó en el semblante de Wells, se
volvió a dar la vuelta y se perdió entre el barullo de gente y allí parada
quedó Mara Rivera.
CAPÍTULO 2





Con tres largas horas de viaje por delante antes de llegar hasta su casa,
Mara no dejaba de lamentarse, estaba agotada. Su pensamiento
irremediablemente volvía una y otra vez hasta la conversación que había
mantenido con Lucas Wells le pareció un señor muy amable y atento,
lástima que ella no supiera rodearse de hombres con ese don. Sin relaciones
sentimentales serias o más bien nulas, cuando sus supuestos novios
intentaban profundizar en su intimidad se encontraban con la pared del
rechazo. Mara venía de una familia religiosa y muy conservadora, era la
segunda de seis hermanos, su decisión para ser una joven independiente
contrastaba enormemente con el respeto con el que trataba el tema de las
relaciones sexuales no en vano seguía siendo virgen con la edad que tenía,
ella se consolaba pensando que era porque no había aparecido el hombre
perfecto, esperaba que apareciera en algún momento de su vida. No se tenía
por una joven remilgada pero en el fondo era una romántica empedernida.
¡Oh señor! Menos mal que ya estaba en su casa. Vivía en un pequeño
apartamento en el barrio de Westgate, no era nada lujoso, la renta estaba
muy bien y lo mejor de todo es que a ella le gustaba vivir allí. Al entrar en el
salón observó que sus plantas necesitaban agua urgentemente, antes de nada
se dedicó a regarlas y a dejar entrar aire fresco en la estancia.
Tras un mes de ausencia y pensando en que al día siguiente comenzaría
de nuevo a trabajar se decidió a limpiar la casa y a lavar toda la ropa del
viaje, poniendo la lavadora estaba cuando alguien llamo a la puerta.
Suponiendo quien sería fue a recibirla a su visita.
—¡ Maggie! Sabía que eras tú.— La chica que estaba al otro lado de la
puerta era su vecina. Las dos se habían convertido en grandes amigas, se
abrazaron con verdadero cariño.
—¡Oh, Mara! Te he echado tanto de menos, tienes que contarme como
te lo has pasado.
Sentadas en el sofá y con una taza de humeante té las dos amigas se
contaron todos los acontecimientos de ese mes.
—Por cierto…sé que te enfadaras cuando te cuente algo.
—Puf…pues no me lo cuentes.—Mara temía oír lo que iba a contarle.
—Veras, es que Tony estuvo hace unos días por aquí…
Tony Malcolm fue un pretendiente de Mara, además de compañero de
trabajo. Su relación comenzó como una bonita amistad, ella se sentía a gusto
en su compañía y él se comportaba como un verdadero caballero. Al
principio no le dio mucha importancia al hecho de que de vez en cuando se
fumara un porro en la casa de ella, no le molestaba pero no participaba de
esa afición. Poco a poco la marihuana fue haciendo hueco a las cervezas y
semanas más tarde Mara lo vio escondido en el baño absorbiendo un polvo
blanco por la nariz. Cuando ella lo reprendió por esa actitud recibió un
bofetón de su parte que la dejó noqueada.
—¡Perdona cariño! No quería hacerlo.
El hombre estaba fuera de sí, trataba de hacerse perdonar por cualquier
medio. Tan alterado estaba que comenzó a besarla con fuerza y Mara se
resistía pero sin mucho acierto pues el golpe la había dejado algo atontada—
¡Mara…Mara! te haré el amor y te olvidarás de este mal momento
El hombre no dejaba de manosearla. Cuando le rasgó la camiseta algo
pareció despertarse en el subconsciente de la chica. De un empellón en la
entrepierna lo dejó doblado sobre sí lamentándose como un lobo herido.
—¡Maldita puta! Me has reventado
Todavía incrédula por lo que había hecho se mantenía quieta sin
reaccionar, fue así como él se incorporó y volvió a cruzarle la cara
partiéndole el labio.
—Te crees muy lista eres una frígida, no sirves ni para follar. Pero no te
preocupes seré el primero en tener ese honor aunque me des asco, tengo que
ganar la apuesta.
Escuchar aquella palabras fueron un mazazo para ella ¿una apuesta?
¿De qué puñetas estaba hablando aquel loco? Ya tendría tiempo de
averiguarlo ahora lo primero era librarse de ese hijo de perra. Recordando
que en la pequeña mesita que había detrás de ella, había un candelabro de
plata, regalo de su siempre práctica madre lo agarró y amenazó al hombre
con él, en la otra mano tenía el teléfono.
—Si te acercas te abro la cabeza, yo que tú me iba antes de que llame a
la policía.
El hombre aun dolorido por el golpe en sus partes íntimas la miraba
desafiante—Eres una zorra.
Te arrepentirás de esto.
Alertada por el ruido que se escuchaba en casa de su amiga, Maggie
tocó desesperada en la puerta.
—¡Mara!¡Mara! ¿Estás bien?—desde el principio de su amistad las dos
jóvenes se habían
Intercambiado las llaves de sus apartamentos por si alguna vez les
hacía falta. Mara siempre estaría agradecida por eso, estaba segura de que
eso le había salvado la vida.
Cuando Maggie entró en el salón se tapó la boca el grito quedó
marcado en su cara
—¡Dios mío! Mara— viéndose acorralado Tony decidió marcharse. El
odio con el que miraba a las dos chicas no presagiaba nada bueno.
Alejándose casi a rastras llegó hasta la puerta, antes de salir las amenazó—.
Si alguna de las dos se atreve a decir una sola palabra de esto lo lamentará.
Tengo amigos muy buenos haciendo desaparecer basura.
Las dos chicas quedaron aterradas ante la amenaza. En ese momento lo
primero era ayudar a Mara, lo demás ya llegaría.
Oír el motivo por el que se suponía que ella se enfadaría, nubló la
alegría que Mara sentía de encontrarse con su querida amiga.
— Crees bien. No me interesa escuchar nada de ese tipo.
—Lo sé. Yo también me asusté cuando lo vi en la puerta de mi casa,
tengo que decirte que ni siquiera me atreví a abrirle la puerta. Te dejó una
carta.— entregándole el sobre que traía en el bolsillo de su pantalón, esperó
a que su amiga decidiera lo que haría con la misiva.
Mara miraba la carta, le daba la vuelta para un lado, para el otro,
pensaba y al final se decidió. De un solo movimiento la rasgó en dos
pedazos, luego en cuatro y siguió hasta hacerla diminutos trozos. Temblaba
al recordar los malos momentos vividos aquella noche en su casa,
sintiéndose rodeada por los brazos de su amiga lloró.
Cuando se hubieron tranquilizado Mara le contó los pormenores de su
viaje y como sabía que ambas necesitaban un motivo de distracción decidió
contarle su encuentro con el señor Wells.
Maggie brincaba de excitación escuchando el relato de su amiga.
—¡Oh, que emoción!¡Cuenta ,cuenta!¿estaba bueno?
—Bueno estaba pasable. Lo más que me llamó atención era su
agradable olor. Era perfume bueno y caro.
La otra chica era de la misma ideología que Mara, ambas practicaban el
romanticismo hasta sus últimas consecuencias así les iba a las dos.
Después de haberse pedido una pizza para cada una, haber cenado y
cotilleado de todo, Mara se dispuso a descansar pues al día siguiente debía
comenzar a trabajar de nuevo. Sentía un nudo en la boca del estómago al
reincorporarse a su puesto, debía volver a encontrase con Tony al que no
veía desde aquella noche y lo que más incertidumbre le provocaba era saber
cuál era la situación laboral de la empresa. El despertador sonó a las cuatro
de la mañana pero ella, ya hacía rato que estaba despierta, se había duchado
y ya iba por la segunda taza de café solo y bien cargado. Cogió la mochila,
las llaves, su móvil y el casco
Las siempre bulliciosas avenidas de Palm Spring estaban desiertas
todavía a aquellas horas de la mañana ese silencio era roto solo por el ruido
de unas ruedas sobre el asfalto. La moto era el mayor capricho del que se
había hecho cargo Mara Rivera, su máxima pasión.
La vuelta al trabajo fue una gran alegría para los compañeros de trabajo
de Mara, entre huevos fritos, beicon, leche ella se encontraba en su mundo.
Ese primer día de vuelta se había convertido en reencuentros y preguntas.
En algún momento se debía producir el encuentro con Tony y al
parecer había llegado, ella se disponía a salir al buffet para asegurarse de
que todo estaba en orden cuando se lo encaró de frente.
—Cariño, cuanto me alegro de que hayas vuelto. ¿Leíste mi carta? No
sabes lo preocupado que he estado, no sé ya que hacer para que me
perdones. Necesito explicarte que fue lo que me pasó aquella noche. Di algo
por favor.
Mara suspiró despacio, en aquellos momentos solo le apetecía asestarle
el mismo golpe que lo dejó doblado semanas atrás, pero no debía, no allí.
—Te lo diré una sola vez, aléjate de mí, no te cruces en mi camino y
sobre todo, no te vuelvas a acercar a mi o te arrepentirás.
—¡Pero!—abría y cerraba la boca como un pescado.
—Si crees que me vas a volver a amenazar, te equivocas. Aléjate de mí
y atiende tu trabajo.
Aparentando una tranquilidad que no sentía se alejó dejándolo allí
parado mascullando su rabia.
Así fue como la semana siguiente a su vuelta al trabajo terminó sin
nada importante para recordar por parte de Mara Rivera.
—¡Me da igual! He dicho que no se despedirá a nadie y es mi última
palabra—Lucas Wells se mantenía firme en su decisión. Sus asesores no
dejaban de presionarlo para que reestructurara toda la plantilla laboral del
Chesterfield hotel. Wells de dedicaba a comprar cualquier negocio que le
reportara algún beneficio, la suya era una empresa construida de la nada. Él
con tan solo un par de dólares en el bolsillo había creado un imperio. Su
padre siempre fue un borracho que solo vivía y trabajaba para su vicio, nada
ni nadie tenía importancia para él. El único placer que encontraba en su
hogar era hacer hijos, su mujer paría y allí estaba él preparado para volver a
procrear, poco le importaba si había con que alimentarlos. Gracias al señor
en el séptimo embarazo de su madre alguien se encargó de quitarlo de en
medio. Una deuda de apuestas provocó que una mañana la policía llegara
hasta su casa con la noticia de que su cuerpo había aparecido en un callejón
cocido a navajazos. Nadie lo lloró, nadie se lamentó y nadie acudió a su
entierro, los servicios sociales se hicieron cargo de su sepelio.
Lucas era el mayor, con apenas quince años trabajó día y noche, en el
muelle por la noche, de friegaplatos por el día. Recogiendo basura, incluso
llegó a ser chico de compañía de señoras ricas que llegaban a Palm Spring
de vacaciones, nada de lo que hacía era suficiente él quería que nada faltara
en su casa.
Acompañando a esas señoras ricas empezó a tener conciencia de
negocios, algunas de ellas hablaban de cómo sus maridos invertían su dinero
y obtenían las ganancias. Con dieciocho años ya era dueño de un pequeño
hotel. Invirtió en su aspecto contrató personal adecuado, lo reflotó y cuando
estuvo listo lo vendió por el doble de lo que le costara en un principio. Su
imperio se dedicaba a comprar cualquier cosa. Meses atrás había llegado
hasta su mesa el nefasto estado en el que se encontraba el Chesterfield,
había estudiado la situación y a pesar de que era un gran candidato a ser
parte de su imperio, no fue hasta la conversación que tuvo con aquella joven
lo que lo decidió a comprarlo.
La casualidad hizo que se le escapara su vuelo y tuviera que viajar ese
día de vuelta de Puerto Rico, allí había cerrado la venta de una fábrica de
lácteos. En el primer instante su reacción había sido el de pedir a la azafata
que lo cambiara de sitio, a punto estuvo cuando recordó que su hermana
Nancy sufría del mismo mal.
—No me gusta repetir las mismas cosas dos veces, quiero el mismo
personal. Quiero que si es necesario contratar a alguien que los asesore que
se haga y creo que fui claro, yo mismo me voy a encargar de seguir su
evolución ¿me expliqué bien?
—Sí señor —el hombre sabía que de nada serviría discutir con él,
cuando tomaba una decisión nada lo hacía cambiar de opinión—, le
recuerdo que esta noche tiene la cena con el senador Cuper.
Lucas sentía verdadera tirria a esos eventos en los que solo se
agasajaba su dinero. Se rodeaba de mujeres bellas, se dejaba fotografiar con
ellas y volvía a su solitaria casa.
Las mañanas de domingo eran sagradas para Mara, ese día era solo y
exclusivamente para ella y su cuerpo. Desayunaba con calma y placer,
saboreaba cada mordisco algo que durante la semana era impensable. Se
levantaba corriendo, el día lo agotaba corriendo, era el único momento que
tenía para ojear el periódico, llamaba a sus padres y si el tiempo ayudaba
salía a comerse un helado, ya tendría tiempo de lamentarse más tarde
cuando se subiera a la báscula.
Dándole un mordisco a su cruasán pasó la página de los cotilleos
¡vaya! Pero si era el señor Wells, a pesar de que cuando lo conoció le dio la
impresión de que era alguien importante nunca imaginó verlo en esa
columna del diario.
<<Lucas Wells se dejó ver en la cena que el senador Cuper ofreció la
noche del sábado en su lujosa residencia. Como ya es habitual en él, su
presencia causó gran revuelo entre las féminas que acudieron a la velada.
Las malas lenguas dicen que se le vio en actitud más que cariñosa con la
hija de senador. En el momento de su salida se les pudo fotografiar saliendo
muy acaramelados, ambos se subieron en el lujoso coche de Wells y se
perdieron en la noche>>
Al pie de la noticia se podía ver una fotografía en la que se veía a la
despampanante rubia que al parecer se había olvidado ponerse falda, era tan
diminuta que parecía un cinturón. Iba tan pegada al hombre que
seguramente tuvieran que usar disolvente para despegarlos, pensó Mara.
Bueno, nunca más se volvería a encontrar con él por lo que se podía
dar el gusto de criticar su mal gusto referente a las mujeres. ¡Bahh! De un
solo tiro el periódico acabó en el cubo de la basura. Estaba preparándose
para salir a pasear cuando su móvil sonó.
—¡Diga!
—Hola Mara, perdona que te moleste en tu día libre —el chef Marvin
era de pocas palabras así que fue directo al grano—. me han llegado ordenes
nuevas.
—¿Órdenes?
—Si querida, mañana a las once tenemos una reunión con los nuevos
propietarios del hotel.
Tras escuchar eso la joven se quedó un poco preocupada.
—¿Han dicho de que se trata?
—No. Solo que debemos estar todos en el despacho del director.
—¿Toda la plantilla?—temía la respuesta, sentía que las piernas le
temblaban.
—Sí.
Tras unas palabras más, se despidieron quedando para la mañana
siguiente, Mara sentía que los acontecimientos tal vez no fuera de su agrado.
Habría que esperar.





CAPÍTULO 3



—¡Niña! No puedes contradecir las órdenes —él pobre chef con sus
gestos amanerados y su cursi acento francés no paraba de gesticular ya
debería estar acostumbrado a la rebeldía de su mejor cocinera—, tenemos
que ir todos.
Mara no tenía ninguna intención de asistir a una reunión dónde lo más
probable sería que los despidieran a todos.
—Tú sabes que no puedo ir ¿quién seguirá con el servicio a los
clientes?
El hombre se rascó la barbilla con gesto dubitativo, en el fondo no
había pensado en los clientes y en que si todos asistían no quedaría nadie
para atender sus necesidades.
—Vete tranquilo, explícales que no se puede desatender la cocina y que
ya tú me contaras todo lo que se hable.
Sin más remedio pues ya era la hora marcada, el chef se fue dejándola
allí con su trabajo.
La expectación era máxima, se habían dispuesto sillas para todo el
personal. Varios hombres bien trajeados estaban de pie esperando que todos
tomaran asiento, el despacho del director quedaría pequeño en cualquier
momento gracias a Dios ya no quedaba nadie más que llegar.
Wells escrutaba con mucha atención a todos los recién llegados, esperó,
esperó, pero no vio aparecer a la causante de la decisión.
—Buenos días señoras y señores ¿estamos todos?
Alguien se erigió representante de los trabajadores
—Si señor.
—¿Está seguro? No me gustaría hablar dos veces sinceramente lo odio,
es por eso que si falta alguien quisiera que se le fuera a buscar
inmediatamente. —Aquel tono de voz podía poner los pelos de punta a más
de uno, eran palabras cargadas de autoridad y que no dejaban margen a la
contradicción.
—Señor, me temo que como siempre hay una persona que se pasa las
órdenes por los pies. —Al parecer había llegado el momento de su venganza
— Hay una aprendiz de cocinera a la que no ha debido parecerle bien
deleitarnos con su presencia.—Tony estaba satisfecho con haber enterrado a
esa furcia en la mierda.
—¿Y usted es?
—Mi nombre es Tony Malcolm y trabajo en la cocina. Conozco la
desfachatez de la que es capaz esa joven y puedo asegurarle que si no ha
venido ha sido porque no le ha dado la gana.
Wells quedó pensativo ante aquellas palabras, nadie podía conocer a
nadie en tan solo un par de horas pero estaba seguro que ese no había sido el
motivo para que la señorita Rivera no hubiera asistido a la reunión
—¡Monsieur! No, no, no, perdone mi intromisión, falta la señorita
Mara. Ella quería asistir pero alguien debía quedarse atendiendo a los
clientes. Me ha pedido que la excuse.
—¿Y usted es?
—¡Oh! Disculpe mi falta de educación, soy el chef Marvin.
Aclarado el tema de la ausencia de Mara, Wells cogió el mando de la
conversación.
—Empezaré confirmándoles a todos ustedes que nadie será despedido
de su puesto, me encargaré personalmente de estudiar uno a uno sus
expedientes, les puedo prometer que se negociara con quien no quiera seguir
perteneciendo a este proyecto. También les aseguro que se tratará con
mucha dureza a quien no quiera trabajar y entorpezca la labor de quien si
quiere. Desde este momento este hotel pasará a pertenecer a la LW
Company.
Por el momento Lucas no se había dado a conocer como el dueño,
quería hacer primeramente el seguimiento de cada uno de los trabajadores.
—Quiero que sepan que habrá una reunión independiente con cada uno
de ustedes, la directiva desea saber cuáles son sus impresiones, sus quejas y
sugerencias en post del buen funcionamiento del negocio. —Desde su
puesto detrás de la gran mesa que ocupaba el despacho podía ver el
semblante de preocupación en algunas de las personas. No dejaba de
entender que para todos ellos aquella era una situación nueva, sabía por los
informes que había recibido en su momento que muchos de los trabajadores
llevaban años trabajando allí.
—Por ahora es todo lo que teníamos que comunicarles pueden volver a
sus puestos. —Uno a uno Lucas saludó a todos los trabajadores, sus
asesores habían hecho bien su trabajo y las condiciones en las que se habían
estado moviendo esa gente era realmente penosa, si sus notas no fallaban,
llevaban tres meses sin cobrar. De ese tema también se habían ocupado,
seguramente a esas horas todos ya habrían cobrado lo atrasado.
El último sujeto en salir fue aquel que se había referido de forma tan
despectiva sobre la señorita Rivera.
—Disculpe señor ¿cómo he de dirigirme a usted?
Lucas no era hombre de odios, ero aquel tipo no le gustaba nada. Había
algo en el que indicaba que no era de fiar.
—De momento de ninguna manera, si yo tengo algo que decirle a usted
ya lo llamare yo.
Tony enrojeció por el desprecio, no era que ese estúpido fuera de su
agrado tampoco, pero si quería ganar puesto en los cambios debería
aguantarse.
—Quisiera que usted supiera que puede contar conmigo para lo que
sea. Conozco a todos y cada uno de los empleados y tenga por seguro que
nadie mejor que yo para darle referencias de todos.
Aquellas palabras encendieron una bombilla en la cabeza de Lucas, tal
vez fuera buena idea tener la primera conversación con él, quería saber de
qué pata cojeaba y si era buena idea de tenerlo trabajando para la empresa.
—Umm ¿usted me dijo que era?
—Tony Malcolm, señor
—Bien Tony —para un rastrero como ese, que un jefe lo tratara por su
nombre de pila era buena señal—, me parece que tú vas a tener el privilegio
de ser el primer entrevistado.
La codicia se dibujó en la cara del hombre, tenía gustos caros y
aficiones muy costosas, si jugaba bien sus cartas podía ser posible de que
después de esa charla consiguiera un ascenso y con ello más dinero.
—Estoy a su disposición.
Ajena a lo que estaba pasando varias plantas más arriba, Mara se
afanaba por sacar su trabajo en completa soledad. Ya hacía casi una hora
que todos estaban en la reunión y por el momento por allí no había
aparecido nadie. La hora del desayuno de los clientes alojados en el hotel ya
había acabado, ahora que daba el trabajo más engorroso había que retirar lo
sobrante, reciclar lo que se pudiera, preparar lo del día siguiente y dejar todo
el material completamente limpio e inmaculado. De todos era esperado ese
momento, Mara se había traído un aparato musical de su casa y acabado el
servicio del desayuno la música se adueñaba del recinto. Desde las melodías
más recientes hasta lo más antiguo, ella era mujer de contradicciones. Ese
día sonaba Bon Jovi, los acordes de Runaway la acompañaban en su tarea.
—¡Mara! —Marvin hizo su entrada de forma teatral, para nadie era un
secreto que el jefe era gay a nadie le importaba y sobre todo nadie lo
juzgaba— Dios mío, casi me desmayo querida.
A pesar de su fingida indiferencia estaba histérica, deseaba que alguien
le contara que es lo que había pasado.
—Menos mal, creía que estaba sola al parecer nadie se acuerda de que
hay que trabajar. —esas palabras iban dirigidas a sus ayudantes que llegaban
en ese momento.
—Acompáñame, nos tomaremos un café y te cuento las noticias.
Sentados los dos en la oficina de jefe, él no paraba de gesticular.
—Deberías a ver visto a ese hombre, realmente un espécimen de
museo. Su mirada era dura como el acero miraba a cada uno de los que
estábamos allí como si quisiera leernos la mente. Cuando el mal nacido de
Tony dijo que faltabas tú y que no habías querido ir el hombre no pareció
muy contento que digamos.
—¿Le dijo eso?
—Sí, querida.
—Hijo de puta, me las va a pagar ¿pero cuenta algo de la reunión?
¿Nos vamos a la calle o qué va a pasar con nosotros?
—Nada de eso niña, nos quedamos todos. Nos irán llamando para
entrevistarnos, ahora el hotel pertenece a una empresa de no sé qué, LW o
algo así. Pero volvamos a lo importante…casi me desmayo, ese hombre
hizo que recordara el tiempo que hace que duermo solo.
Escuchar que nadie se iría a la calle fue un alivio monumental para ella.
Se sentía feliz por conservar su trabajo, al parecer tendría que ocuparse de
Tony, se la estaba buscando con ella y al se iba a arrepentir de meterse con
la persona equivocada. Le causaba gracia ver a Marvin suspirando por el
nuevo jefe.
Lucas escuchaba atentamente al hombre que hablaba tan
despectivamente de sus compañeros, pocos por no decir ninguno se salvaba
de los insultos del tipo. Al principio se sintió tímido, cuando nada de lo que
estaba diciendo era rebatido por el otro hombre, Tony se dejó llevar por la
euforia.
—Desde que esa chica llegó, la cocina es una verdadera locura. Ella se
cree la jefa, se sirve lo que ella dice, yo sinceramente no entiendo para que
hay un jefe de cocina —encogiéndose de hombros siguió su relato—, se ha
creído que aquello es una discoteca ¿se lo puede creer? Si usted bajara ahora
—mirando su muñeca para dar más realidad a lo que estaba hablando—
justo, esta es la hora en la que la música es ensordecedora.
—¿Música? Se supone que están trabajando
—Cierto, pero le repito que ella se pasa las órdenes por los cojones.
¡Basta! Lucas ya había escuchado suficiente, lo único que había sacado
en claro de aquella conversación era que ese hombre por el motivo que fuera
odiaba a Mara Rivera.
—Te agradezco tu información Tony, puedes tener la seguridad de que
has sido de gran utilidad. Puedes volver a tu trabajo
—Gracias a usted por confiar en mí. —No quería irse sin decir la
última palabra, esa zorra le había hecho perder mucho dinero y de alguna
manera se lo iba a cobrar— Yo le aconsejaría que la despidiera, he
escuchado rumores de que suele —tenía que ser convincente así que movió
la cabeza varias veces para dar más realismo a lo que iba a decir—,
prostituirse para conservar su puesto.
Pensativo he irritado con lo que había escuchado, Lucas decidió olvidar
el tema por el momento. Ya tendría tiempo de averiguar la verdad. Las
siguientes horas las aprovechó para conocer las instalaciones, anotar junto a
sus ayudantes los posibles cambios y charlar con los clientes con los que se
encontraba, quería saber sus opiniones. Tomándose un descanso para
fumarse un cigarro llegó hasta los aparcamientos justo en el momento en el
que una bonita Harley Davison traspasaba la barrera de salida. Esa visión le
llamó la atención, se suponía que los clientes tenían su propio lugar de
aparcamiento y conociendo como conocía la situación financiera de los
empleados no creía posible que ninguno pudiera ser el dueño de esa belleza
otra nota mental, averiguar de quien era.





CAPÍTULO 4



Los días seguían su curso tranquilamente, Mara se vio sorprendida al
echar una ojeada a su cuenta y observar que no estaba en números rojos
como ella pensaba. Al parecer los nuevos propietarios cumplían sus
promesas, todos y cada uno de ellos ya habían recibido sus sueldos
atrasados.
Así mismo por las zonas comunes del hotel se veían operarios
realizando toda clase de reformas, en todo momento se evitaba molestar a
los huéspedes. El grueso de la plantilla se había multiplicado por lo que el
departamento que más lo notaba era el de la cocina, más personas más
comida.
Una petición extraña y sorprendente para Mara era que todos los días a
las nueve de la mañana le llegaba la petición de un zumo de naranja recién
exprimido, café y dos tostadas, ella podía imaginar que sería para el
propietario pero, tampoco es que le hiciera mucha ilusión preguntar. Sabía
que todos los compañeros estaban recibiendo citaciones para acudir al
despacho del director, sin embargo ella seguía trabajando como si no fuera
con ella.
Uno de esos días de más trabajo Mara estalló, estaba sola, sin
ayudantes y con quinientos comensales esperando por sus huevos fritos. Por
alguna incomprensible razón alguien había mandado a sus dos compañeros
de trabajo a la dichosa oficina del director.
—¡Me da igual! Si ese señor no puede desayunar zumo de naranja pues
que no lo haga. —El enfado no iba dirigido a nadie en particular. Sabía que
por los alrededores estaría rondando el chico que bajaba todos los días en
busca de la bandeja— Si es capaz de entorpecer mi trabajo también lo es
para prepararse el mismo su desayuno.
—Mara por favor, baja la voz. —Marvin sabía perfectamente de lo que
era capaz esa loca muchacha cuando estaba alterada— Te mandaré a alguien
para que te ayude, pero baja la voz
—No, si me da igual. He dicho que se acabó el desayuno de pijos y se
acabó. Si me quiere de despedir pues que lo haga ¿me entendiste chico?
El pobre muchacho estaba incrédulo. Ver a esa mujer rompiendo
huevos con una mano y friendo con la otra y aun así despotricar como lo
estaba haciendo contra la persona que se comía todos los esa comida que
ella preparaba era todo un espectáculo. Él era un pobre aprendiz de
camarero que cumplía órdenes.
—Subirás, y le dirás a ese señor que yo, Mara Rivera, me niego
rotundamente a seguir haciendo de cocinera particular para él. El no respeta
mi trabajo, pues que vaya a la cafetería y pida lo que quiera ¡fuera de mi
cocina! Y no te olvides de repetir una a una mis palabras.
Lucas Wells se reía sin tino, escuchar el mensaje que le había llegado
de parte de la señorita Rivera era lo que necesitaba para despejarse de una
mañana ajetreada. Parecía que algo de lo que había hecho ese día parecía a
ver molestado a la mujer. Pensaba mandarla a llamar pero alguien estaba
llamándolo por teléfono.
—Mamá, me alegro de oírte. —el identificador de su móvil no mentía.
Aunque ese no fuera su teléfono él sabía que nadie más era capaz hacer una
llamada a esas horas— ¿Ha pasado algo?
—Hola hijo —el llanto que siguió a ese saludo fue lastimoso—, se trata
de tu hermano. Se niega a comer y lo que es peor, ha intentado tomar más
medicamentos de los que debería.
Lucas apretó el teléfono con tanta fuerza que estuvo a punto de
reventarlo. El daría cualquier cosa por su familia, pero ya no estaba en su
mano ayudar a Dom, él no quería vivir y nadie podía hacerlo cambiar de
opinión. La única herencia que el desgraciado de su padre les dejó fue el
legado del alcohol. Desde que era un niño Dominic fue consciente de ese
tema, veía a su padre a todas horas con las botellas y como un niño sin
conocimiento que era pensaba que aquello estaba bien. Desde muy joven se
aficionó a beber y nadie lo notó hasta que fue tarde. Una noche salió con el
coche de su hermano, había bebido más de la cuenta y el final fue todo lo
trágico que se podía esperar. Con treinta y dos años estaba postrado en una
silla de ruedas. El accidente lo había dejado inválido de cintura para abajo,
sus manos funcionaban perfectamente así como el resto de su cuerpo. Verse
allí sentado desde que tenía apenas veintitrés años fue suficiente para su
inmadura mentalidad. Por tiempos su débil empeño por llevar una vida más
o menos cómoda caía en saco roto. Todos los hermanos Wells se llevaban
apena dos años, en ese sentido estaban todos muy mentalizados a ayudarse
entre sí. Lucas y Dominic eran los únicos varones entre tanta chica, ellas se
habían erigido las guardianas de sus hermanos y ellos se dejaban cuidar.
—Mamá, sé que no estás de acuerdo pe…—hacía tiempo que estaba
barajando la idea de internarlo pero siempre se encontraba con la negativa
de su madre.
—¡Jamás! —Martha Wells se negaba a aceptar esa idea, nunca
permitiría que se llevaran a su hijo. Con cincuenta y cuatro años como tenía,
su vida estaba dedicada en cuerpo y alma al cuidado de Dom. Los médicos
ya le habían advertido de que se convertiría en el blanco de la ira de su hijo
pero ella estaba resignada, la insultaba, la maltrataba psicológicamente, la
culpaba de no haber sabido reconocer su problema, y cuando ya no sabía
cómo hacerle más daño se derrumbaba como un bebé y lloraba y lloraba
hasta quedar dormido en los brazos del ser que más lo quería del mundo, su
madre— Nunca, óyeme bien Lucas Wells. Si tu tiras la toalla te entiendo,
pero yo no. Había pensado en conocer tu nuevo hotel. El doctor Sanders nos
ha recomendado hacer un viaje y como las chicas están todas atareadas con
la boda de Kim, había pensado en visitarte, pero si molestamos no iremos.
Lucas podía parecer un hombre de acero, tener fama de ser amoral,
pero en ese momento estaba librando una batalla interna despiadada. Por un
lado su madre y por el otro su hermano
—Sabes que no tienes que pedirme permiso, todo lo que tengo te
pertenece madre, si quieres venir serás bienvenida. Y Dom también.
Siempre que mantenía una conversación de esa clase con ella
terminaba derrotado, el mal humor lo destrozaba. En esos momentos lo
único que lo relajaba era un buen café, pero claro ahora tenía el problema de
que una chiquilla marimandona se negaba a servírselo. Apretando el botón
del interfono mandó a llamar a su secretaria.
—Luci, me apetece tomar un café bien cargado. Lo pedirás a la cocina
y quiero que me lo traiga la señorita Rivera. —Ya iba siendo hora de poner a
cada uno en su sitio.

La petición llegó justo cuando acababa el turno de trabajo de Mara,
decidiendo que quien quiera que fuera el nuevo propietario con ella estaba
confundido, decidió simplemente obviar la orden…
Porque eso es lo que era, una orden
Justo en el momento en que Wells observaba por la ventana de su
oficina como la moto que tanto le llamaba la atención cruzaba el parking,
los toques en la puerta lo espabilaron.
—Lo siento señor Wells —la pobre secretaria se estregaba las manos
nerviosamente—, la señorita Rivera ya estaba terminando su turno y…y
—¡Dilo, mujer! —como no le perdiera el miedo temía que tendría que
cambiar de secretaria próximamente.
—Dice que ella no es su criada, que si quiere un café pues que lo pida
con tiempo y si no que se compre una cafetera. —El rubor de la cara de la
mujer indicaba que estaba avergonzada por tener que transmitir el mensaje
—De acuerdo Luci, no te preocupes. Mañana arreglaré este tema. —
Esperó hasta que la mujer se hubo marchado para esbozar una sonrisa. En
esos momentos recordó las palabras que ella le dijo la vez que coincidieron,
le comentó que si conocer al nuevo dueño este ya le caía antipático. Menuda
sorpresa le esperaba a la altiva señorita Rivera.

—Ya será para menos amiga. —Maggie sabía que Mara era de ideas
extremas, o bien o mal para ella para ella no existía el término medio.
—¡Qué no! Estoy segura de que ese hombre tiene algo en contra mía,
me temo que Tony está detrás de esto. No es normal que primero me retire a
los ayudantes del servicio del desayuno y que luego tenga la desfachatez de
pedirme que le lleve personalmente un café. Ha llamado a casi todo el
personal de cocina para entrevistarlo menos a mí, eso me da que pensar.
—¡Bahh! Seguro que hay una explicación. ¿Te apetece dar un paseo?
Podemos comernos un helado.
—No sé, estoy cansadísima. Todavía es viernes y ya no puedo con mi
alma. — Al final costó poco convencerla.
Mientras que su amiga fue a su casa a prepararse, Mara aprovechó para
darse una ducha rápida. Estaba delante del armario decidiendo que ropa
ponerse, aunque no fuera una salida especial le apetecía arreglarse, quería
que cuando se mirara en el espejo viera otra imagen distinta a la mujer que
andaba a todas horas en ropa informal. Se decidió por un pantalón blanco y
un top palabra de honor de color rojo. Con lo menos que se entretuvo fue
con su pelo, su madre jamás entendería su afición a llevar el cabello tan
corto, para ella esa era su seña de identidad. Complementó su aspecto con
unos pequeños pendientes blancos, un poco de brillo en los labios se ató con
mucha gracia un pañuelo al cuello y se calzó unos zapatos de cuña rojos y
¡lista!
El invierno en Palm Spring era cálido y seco, estaban en pleno mes de
Marzo y apetecía sentarse en una terraza, su amiga tocó el timbre de la
puerta por lo que salió rápidamente.
—¡Nena, si no ligas con esa pinta, me meto a monja!—Nada que decir
del vestuario de Maggie, ella tiraba por lo corto. Sus minifaldas mientras
más pequeñas mucho mejor. Riendo a carcajadas las dos emprendieron
camino.
Lucas Wells había decidido despejar su mal humor saliendo a tomarse
una copa, al día siguiente o más tardar al otro llegaría su madre y Dom,
tenía que tener la cabeza bien despejada para lidiar con los dos. Esta noche
le apetecía salir solo, sin ningún problema podía llamar a cualquier contacto
de su teléfono y antes de colgar ya estaría allí. Sus verdaderas amistades se
podían contar con los dedos de una mano, su mejor amigo acababa de
casarse y estaba esperando que volviera de su viaje de novios para que se
incorporara al trabajo. Leonard estaba con Lucas desde el principio, los dos
se conocían desde niños y cuando la prosperidad de Wells fue una realidad
no dudó en contar con Leo para compartirla. Ambos eran socios en algunos
negocios a parte de cuñados. Lilian era la mayor de sus hermanas, lo de
ellos era una verdadera historia de amor. Juntos desde niños a ninguno de
los dos se les conoció otro amor. Después de convivir durante varios años,
decidieron casarse y Lucas estaba encantado de que su amigo fuera parte de
su familia.
Viendo pasar a las personas por delante de la terraza en la que estaba
saboreando su wiski se daba cuenta de lo privilegiado que era. No tenía que
rendirle cuentas a nadie, podía llegar a la hora que le diera la gana, nadie lo
ataba.
En su momento de relax vio acercarse a las dos mujeres, una le llamaba
enormemente la atención, escudriño con la mirada aquella figura porque le
resultaba algo conocida.¡ Vaya! Pero si resultaba que era su mayor
detractora. En lo más hondo de su fuero interno tenía que reconocer que
estaba disfrutando del tira y afloja que mantenía con ella. Bien reconocido
estaba diciendo que él jugaba con ventaja, ella no sabía con quién estaba
tratando.
Esperó hasta que las dos jóvenes estuvieron casi a su altura para
saludarlas.
—¿ Señorita Rivera?
Mara se sorprendió de que alguien se dirigiera a ella tan formalmente,
cuando vio al dueño de ese saludo se sonrojó un poco.
—¡Hola! Me alegro de volver a verlo señor Wells.
Lucas extendió la mano hasta apretar la de ella, la retuvo más de lo que
el saludo requería.
— Es una grata sorpresa encontrarla por aquí.
—Lo mismo digo, permítame presentarle a mi amiga Maggie Rogers.
La pareja se saludó cortésmente.
—Encantado de saludarla señorita Rogers. ¿Les apetece tomarse una
copa conmigo?
Mara estaba aturdida por haberse encontrado con el hombre, su
atuendo era muy distinto al del día que lo conoció. Su camisa blanca
inmaculada, los ajustados pantalones vaqueros de buen corte y unos
mocasines que bien podrían costar medio sueldo de ella.
—No quisiéramos molestarlo.
—Para nada, estoy solo y me aburro
Así fue como las dos chicas se sentaron en la terraza del lujoso
restaurante. Al principio el momento fue incomodo los tres estaban en
silencio, como alguien debería ser el primero en hablar Mara se atrevió.
—No tenía ni idea de que usted viviera por aquí.
—Me gustaría que dejáramos las formalidades. Estoy de paso, tengo un
negocio por aquí y me llevará algún tiempo ¿y tú?
Maggie escuchaba atenta la conversación entre ellos y parecía como si
ella no existiera.
—Nosotras vivimos en Westgate.
—¿Son compañeras de piso?
—¡Oh, no! Y no es por falta de ganas, Mara y yo vivimos en el mismo
edificio— La rubia joven miraba embelesada a Wells—. Cuando quieras te
invitamos a un café. Creo que he visto a un conocido, si me perdonan voy a
saludarlo.
Cuando quedaron solos Lucas pasó al ataque, quería saber cómo estaba
llevando ella la llegada de los nuevos cambios.
—Cuéntame, al final ¿Qué pasó con tu trabajo?—Lucas la observaba
con interés, tenía que reconocer que estaba muy guapa, aun así no, llegaba a
sentir atracción sexual por esa joven y eso era raro en él, la primera vez que
la vio su generoso escote lo dejó más emocionado de lo que él habría
querido, más sabiendo que no estaba a su alcance acostarse con ella pero
ahora algo había cambiado y no lograba saber qué y por qué.
—Pues sigo trabajando pero me temo que no por mucho tiempo.
Aquellas palabras provocaron interés en él
—¿Problemas?
—Sí. Al parecer el nuevo dueño tiene otros planes para mí.
Aquello se ponía interesante
—¿Otros planes? Pareciera que se tratara de un gánster.
—Me gusta esa definición, conmigo se está comportando como un
troglodita. Se piensa que porque me está pagando un sueldo tiene el derecho
de pensar que soy su criada.—Después de tantos días aguantando la presión
Mara se dejó llevar por sus emociones
—Me levanto a las cuatro de la mañana, cuando seguramente ese tipo
se acuesta y él llega allí a la hora que le da la gana exigiendo su desayuno.
Fíjate como puede, ser que hoy me retiró a mis ayudantes durante toda la
mañana y tuve que sacar yo sola el servicio a los huéspedes y para rematar
su gracia me mandó a pedir un café y quería que yo en persona se lo llevara
—Yo me aventuraría a decir que tal vez todavía no está familiarizado
contigo, quizás.
—¡No! Se está dejando mal asesorar, ese hombre no me conoce de
nada y sin embargo ya se ha formado una idea de mi persona que no es
cierta.
—¿Por qué piensas eso?
—Comentarios que llegan —Mara se encogió de hombros queriendo
no darse por ofendida pero no podía disimular su mal estar—, ese incauto
tiene amistades con una sabandija y me temo que él es otro bicho rastrero.
—¡Ja,ja,ja —era la primera vez que una mujer lo trataba de bicho
rastrero y era como mínimo sorprendente. El mal humor de la mañana se
estaba disipando, pero tenía que reconocer que cuando la señorita Rivera
supiera quien era él ese buen rato pasaría a la historia.
—Ya, es fácil reírse, pero a mi maldita la gracia que me hace. Estoy
planteándome cambiar de trabajo.
Charlaron un rato más sobre temas banales, el tiempo, lo bonito que era
el lugar y poco más. Mara estaba cansada y tenía que levantarse temprano,
en vistas de que Maggie no aparecía decidió irse ella sola
—Creo que mi amiga me abandonó por alguien más interesante, estoy
cansada y debo madrugar. Ha sido un placer hablar contigo con los pies en
la tierra.
—Um, lo mismo digo, ¿piensas volver tu sola? No creo que sea buena
idea.
—No te preocupes, cogeré un taxi.
—Te acompaño, no me quedaría tranquilo.
—¡No! vivo…
—Me da igual, te acompaño y punto.
Que fastidio, ella quería volver paseando mientras se comía un helado
Veinte minutos más tarde los dos estaban en la puerta del edificio de
Mara, no conocía de nada a ese hombre y después de la experiencia de Tony
se había prometido no dejar entrar nunca más a un hombre en su casa
—Te agradezco que me acompañaras. Tal vez volvamos a coincidir
otro día.
Lucas aceptó la mano que ella le ofrecía, la estrecho y mentalmente
pensó que se volverían a encontrar antes de lo que ella se esperaba
—Estoy seguro de eso. Buenas noches.
Paró un taxi y volvió a su hotel.
Mara se apresuró a meterse en la cama inmediatamente, su último
pensamiento antes de cerrar los ojos fue para el enigmático hombre.
Otro día, huevos fritos ¡qué se ha acabado la leche! Gritos y más gritos.
El mayor deseo de Mara es que se acabara ya ese sábado y que llegara su
día de descanso.
—Señorita Rivera —la misma mujer estirada del día anterior estaba a
su lado—, me han pedido que la acompañe al despacho del director.
El primer pensamiento de Mara era que la iban a despedir por haberse
negado a prepararle el café, pensó en negarse, si querían despedirla que
fuera en su territorio
—Lo siento, no es un buen momento, todavía estamos en servicio.
—Lo sé, para eso está su jefe.— Aquella antipática estaba en todo.
Marvin ya estaba a su lado ocupando su lugar. Resignada siguió como un
corderillo a la secretaria.
Mara se adentró en un lujoso despacho, olía a tabaco pero estaba
completamente vacío
—Tome asiento, enseguida la atienden.
Estuvo sola varios minutos, eso le dio tiempo para tranquilizar sus
nervios, estaba a punto de salir corriendo de allí cuando oyó abrirse la
puerta y pasos que se acercaban, también le llegó el tintineos de las tazas y
el olor a café recién hecho. La alta figura que se acercó a la mesa le estaba
dando la espalda pero…algo la alertó. Cuando el hombre dejó su mercancía
sobre la mesa habló con tranquilidad
—No estaba seguro de contar con su presencia señorita Rivera.
Mara estaba estupefacta, ese hombre era el mismo con el que había
estado tomándose un refresco y despotricando sobre su nuevo jefe. Tenía
que haber una explicación para eso y estaba empezando a ponerse muy…
muy nerviosa, odiaba que la engañaran y estaba segura de que eso había
pasado
—¿Puedo preguntar qué es lo que está pasando?
Lucas estaba sirviendo el café en dos tazas
—¿Solo y azúcar?—como ella no contestaba lo sirvió y otro para él—
Bebe, se enfriará.
—¿Eres el dueño?
Lucas tardó en contestarle, la miraba por encima de su taza. Ella no
había tocado la suya y por una intuición sabía que no la tocaría.
—Así que tú eres el bicho rastrero que ha estado tocándome los
cojones durante toda la semana.
—Me temo que sí. —No había ni rastro de remordimiento en sus
palabras, aunque sabía que ella tenía motivos para estar enfadada.
—Vaya, veo que vuelvo a equivocarme al elegir a mis amistades
aunque usted no sea mi amigo. Me imaginó que se habrá divertido a mi
costa, me alegro por usted señor Wells. Si he servido para que usted lo haya
pasado bien, ya puedo ganarme la vida como payasa en un circo.
—¡Espera! Deja que…
—Fíjese que no me importa un pimiento lo que tenga que decirme, lo
que sí puedo decirle yo a usted es que puede meterse su café por donde le
quepa y ya no le digo lo que puede hacer con su trabajo porque no le cabría.
Lucas dio dos pasos hasta llegar a ella y la agarró por el brazo lo que
produjo que Mara comenzara a temblar inmediatamente.
—No vuelva a tocarme jamás. —A trompicones llegó hasta la puerta y
lo dejó allí parado. Temblando y sin apenas aire en los pulmones llegó hasta
su taquilla donde recogió las llaves y el casco y se marchó.
Lucas miraba por la ventana de su despacho, estaba pensativo y
exaltado por lo que acababa de pasar, en cuanto vio pasar la moto pudo
reconocer a la mujer que acababa de salir de allí, así que era de ella y la muy
loca no se había puesto el caso.
Horas más tarde aún coleaba en la cabeza de Lucas el incidente con
Mara, desde el primer momento supo que eso acabaría mal. Al principio le
causaba regocijo jugar al gato y al ratón con ella, viendo la poca gracia que
le causó se planteó la idea de que tenía que haberse dado a conocer antes.
Ahora su problema tenía dos frentes, disculparse con ella y conseguir que no
dejara su puesto. Todo eso debería esperar, su madre y su hermano ya
estaban llegando.
Lucas esperaba tranquilamente en la puerta del hotel hasta que el coche
especial en el que se movía su hermano llegara. Llevaba varios meses sin
verlo y por mucho que quisiera negarlo lo echaba de menos, a pesar de su
mal humor.
—Madre —Lucas se sentía como un niño pequeño que necesitaba el
abrazo de su madre para reconfortarse, sabía que esa afirmación era un
golpe para su ego masculino—, me alegro de verte, estas tan guapa como
siempre.
—Yo también me alegro de verte ¿estás bien querido? Te veo nervioso.
—No te preocupes, son cosas de trabajo.
Tras eso tocó el turno de saludar a su hermano
—Dominic, te veo muy bien hermano.
—Fíjate que yo me veo igual, llevo nueve años viéndome sentado en
esta silla.
Ante aquello era imposible entablar una conversación amable con él
—Cuando hayas descansado un poco me gustaría hablar contigo.
—Cansado, lo que se dice cansado no estoy. Pero no tengo mucho
interés de hablar contigo.
Resoplando y apretando los puños a los lados de su cuerpo Lucas se
encaminó dentro, ya había dispuesto que se prepararan las habitaciones que
tanto ellos como el chofer que siempre lo acompañaba ocuparan.
—Descansen un rato, tengo trabajo que hacer. A las ocho los paso a
recoger para la cena.
—Por mi te puedes ahorrar mi parte y mi silla para la cena, no pienso
bajar.
Mentalizándose de que estaba tratando con el mismo joven e inmaduro
que era cuando sufrió el accidente dejó pasar la respuesta.
Encerrado en su despacho trazaba un plan para intentar pasar lo mejor
posible ese tiempo que tuviera que pasar con ellos. Había pensado en
ofrecerle a su hermano algún tipo de trabajo que él pudiera desempeñar.
Había muchas cosas que no requerían de poder caminar, pero era algo que
todavía no tenía claro.
La cena fue un completo fracaso, lo advirtió y lo cumplió. Ni bajó a
cenar ni acepto la comida que le sirvieron en su confortable habitación. Lo
único que parecía entretener a Dominic era jugar a las cartas con Brian, el
enorme fisioterapeuta que trabajaba con él. Mientras eso sucedía, Lucas
hablaba tranquilamente con su madre
— Mamá, estás desmejorada, necesitas descansar y relajarte.
—Estoy bien, pero cuéntame algo de ti
—Bahh, mi vida no tiene nada de interesante.
—Yo no diría eso granuja, vi tu foto en el periódico con la hija del
senador.
El recuerdo de aquella gata salvaje le alegró la velada. Estaba seguro
de que no habría próxima vez con ella, pero había sido muy interesante.
—¡Oh eso! Compromisos únicamente, ya que estamos tranquilos me
gustaría comentarte algo
—Te escucho.
—He pensado en crear cualquier puesto de trabajo en el que Dom
pueda distraerse, de esa manera se mantendrá ocupado y tú… —Lucas se
calló al ver las lágrimas corriendo por la cara de su madre— ¿Mamá? No
quería molestarte, lo siento…—realmente estaba acongojado, odiaba verla
sufrir y más cuando la causa de ese dolor no tenía remedio, alivio tal vez,
pero jamás remedio.
—No te preocupes. No me has molestado pero no me esperaba esto, tú
sabes como yo que nunca aceptará.
—Bueno, no adelantemos acontecimientos, ya se me ocurrirá algo.
Después de acompañar a su madre hasta su habitación decidió retirarse
el también, estaba agotado tanto físico como mentalmente, había sido un día
muy duro.
El domingo amaneció soleado completamente, Mara se había
propuesto que no malgastaría ni un segundo de ese precioso día pensando en
el embustero de Wells, ya la tarde anterior estuvo pensando hasta quedar
dormida del agotamiento en su siguiente paso. Si ese mentiroso creía que
ella le iba a reír las gracias era porque no la conocía ni de lejos.
Si quería aprovechar el buen tiempo tenía que darse prisa, el día
anterior había llamado a su familia por lo que era algo menos de lo que
ocuparse. Sabía que Maggie estaba acompañada así que ni se molestó en
invitarla. Enfundada en unos ajustados vaqueros, una camiseta blanca y sus
zapatos de cuña se tiró a la carretera. Cuando se compró la moto lo hizo
bajo la promesa de que nunca la usaría de forma temeraria, aunque el calor
era agobiante a esas horas de la mañana no dudó ni por un momento en
ponerse una gruesa chaqueta de cuero, sabía que si llegara a caerse en algún
momento por lo menos eso la ayudaría a minimizar los daños.
Complementó su atuendo con el casco y los guantes…a disfrutar del día.
Lucas Wells estaba más que harto de aguantar las impertinencias y los
desplantes de su hermano, por segundo día consecutivo se había negado a
desayunar y por más que quisiera entenderlo y comprenderlo ya estaba
llegando a su límite.
—Te comportas como un niño.—Su voz sonó a rabia contenida
—¿Y eso lo dices tú, querido hermano? Disculpa si no me rio ¿ya no te
acuerdas de como usas tu dinero y tus amenazas para tener a todo el mundo
controlado a tu voluntad? Veo que tus recuerdos se borran según a ti te
conviene.
—Eres injusto Dom —pocas veces y muy pocas personas tenían la
habilidad de dañar a tan duro ser, cuando su hermano arremetía contra él
intentaba no tomárselo en cuenta pero a veces era tan duro—, sabes que
siempre he hecho lo mejor para las chicas y para ti.
—Ja, ja, ja —En el fondo de su alma Dominic Wells se sentía como un
verdadero bastardo, alguien debía de servirle como saco de boxeo y ese era
su hermano—, una duda que siempre he tenido ¿dónde estabas tú cuando yo
te necesitaba? Si siempre has hecho lo mejor para nosotros tiene que ser que
yo sobraba en tu lista. ¡Me cansas, de verdad! Mira, estoy aquí porque no
me queda otra opción, pero hagamos un trato, olvida mi presencia, ocúpate
de tus cosas y veras que yo no me cruzo en tu camino.
Después de esa conversación Lucas se quedó con la desagradable
sensación de que todo iría a peor en su futuro más próximo.
El lunes por la mañana, Mara dudó entre si acudir a su trabajo o dejar
que ese listillo se las apañara solo. Él era el dueño pues que se buscara la
vida. La duda dejó paso a la realidad, no podía dejar a sus compañeros
tirados sin previo aviso.
Ese día no le pidieron ni café ni nada, lo único extraordinario del orden
del día era la reunión de contenidos. Se hacía una vez a la semana y era el
momento en el que se acordaba los menús y todo lo relacionado a las
actividades del hotel, ese era el trabajo de los jefes de los distintos
departamentos por eso le causó tanto asombro que Marvin le dijera que ella
tenía que estar presente.
—Es orden querida.—por la cabeza se le pasó la idea de negarse y tal
vez lo hiciera, si esa era la forma que tenía el prepotente de Wells para
disculparse, mal camino había tomado.
El día siguiente a su descanso siempre era agotador para Mara, ella
tenía su forma de trabajar y sus ayudantes no eran capaces de seguir sus
instrucciones tal y como ella las dejaba, con su paño estaba limpiando la
zona del buffet y estaba tan ensimismada que al girarse no pudo más que
chocar con algo que le hizo perder el equilibrio.
—¡ Eh, cuidado señorita!
Mara había caído encima de un joven en silla de ruedas.
—¡Qué vergüenza! Disculpe señor— la pobre chica estaba roja como
la grana, no sabía dónde mirar ¡oh! dándose cuenta de que estaba casi
sentada encima de él todavía se apresuró a levantarse rápidamente—. Lo
siento, ¿le he hecho daño?
Doninic la miraba con mucho interés, le causó mucho regocijo ver la
turbación de la chica, ella estaba recomponiéndose la ropa pues hasta la
pequeña gorra de su cabeza se le había caído.
—No se preocupe señorita, como ve sigo entero. Además fue culpa
mía.
Volviéndose a disculpar Mara se despidió de su víctima.
—Si acepta de nuevo mi disculpa le prometo que mañana le preparo un
zumo especial ¿Qué me dice?
—¡Vaya! Es la primera vez que una mujer intenta sobornarme, acepto.
—jamás pensó que su aventura de bajar a desayunar solo para molestar a su
madre y a su hermano le iba a deparar una situación tan divertida e
inesperada.
—Espabila Mara, la reunión empieza en diez minutos. —Marvin la
estaba apurando pues veía que ella no tenía intención de acompañarlo.
—Sinceramente no sé qué pinto yo con los jefes —la rabia de sentirse
engañada y hasta manipulada por Wells la hacía negarse a cualquier orden
que viniera de él—, dile que no pienso ir.
—¡Dios mío, estás loca! ¿Quieres que te despida? ¿Hay algo que yo
deba saber? Se me hace tan difícil de entender tu forma de actuar que no sé
qué pensar.
—No, lo único que tienes que saber es que no pienso ir y listo.—Ni
más explicaciones ni más palabras, se dio la vuelta y siguió haciendo su
trabajo
En algún lugar del lujoso hotel dos hombres pensaban en la misma
mujer, la diferencia era la naturaleza de esos pensamientos de uno al otro.
Mientras uno deseaba que ya fuera la hora del desayuno del día
siguiente, otro pensaba seriamente en las acciones que debería emprender
contra ella, hasta cierto punto podía entender que se sintiera molesta con él,
pero esa guerra que estaban manteniendo a ver quién podía más que el otro,
ya no le parecía tan graciosa. Nadie se había atrevido a llevarle la contraria
tan descaradamente y seguía trabajando para él.
Mara ya había llegado al fin de su turno, estaba cansada y le dolía la
cabeza de manera horrible. La sorpresa se adueñó de ella cuando se
acercaba hasta el aparcamiento y reconoció al hombre de la silla de ruedas.
—¡Hola! Nos volvemos a encontrar.
Dom estaba sorprendido de volver a verla. La chica no era ni mucho
menos una belleza pero si la observaba bien tenía su encanto. Allí parada
con su ropa de trabajo lo miraba con naturalidad, parecía no darse cuenta de
que estaba sentado en la silla.
—Hola— su interés creció al verla cargando con un casco en las manos
—¿es tuya? Imposible.
—¿Por qué? No será usted de esos hombres que piensan que las
mujeres no deben conducir.
El gesto de su boca lo delató, Mara pareció reconocer en aquel rostro la
cara de Wells, no, seguro que se equivocaba. El hombre que estaba postrado
en la silla era más bien de tez clara, su pelo castaño y de ojos oscuros
parecía joven aunque era difícil decir. Sus brazos lucían unos buenos bíceps
seguramente a causa del esfuerzo de moverse en silla de ruedas, realmente
una pena, parecía tan joven y tan triste.
—Lo siento, no era mi intención molestarte.

—Ah, no se preocupe, estoy acostumbrada.—en eso no mentía,
siempre que alguien curioseaba en su moto preguntaba lo mismo, parecía
que una mujer no tenía derecho a tener una moto como aquella.
—Es preciosa.
—Sí, tiene mil quinientos centímetros cúbicos, es del modelo touring,
versión road King y arranque eléctrico. Y como ve me encanta que sea roja
y plateada.
—¡Guau! Me dejas sin palabras.—El comentario fue sincero.
—Siempre me quedo a gusto después de decirlo, es de las pocas veces
que puedo dejar a un hombre sin palabras, deduzco que se hospeda aquí
¿cierto?
Dom pensó en mentirle pero no tenía caso, tarde o temprano acabaría
enterándose y seguramente ya no volviera a verla de nuevo. En su recuerdo
aparecía siempre una chica de la que estuvo enamorado en su juventud y
que cuando se enteró de su suerte desapareció como el viento.
Ajenos a su conversación una figura los estaba mirando desde la altura,
estaba furioso con aquella estúpida, ya era la tercera vez que se atrevía a
dejarlo esperando por ella.
— Se podría decir que sí, me llamo Dominic Wells y soy hermano del
todo poderoso dueño de todo esto. Como veras en mi situación negarme a
algo es misión imposible, mi madre quería venir a ver el hotel de mi
hermano y he tenido que acompañarla.
—Encantada de conocerte Dominic, me temo que si tu hermano me
viera hablando contigo sería la guerra total entre él y yo, así que será mejor
que me vaya.
—Ja,ja,ja ,no me digas que ya conoces ese lado bélico de Lucas.
—Ja, ja, se puede decir que sí. Por cierto me llamo Mara.
Algo más de un cuarto de hora estuvieron los dos pardos allí, hablando
como si se conocieran de toda la vida y Lucas observándolos con intriga y
una mueca cuanto menos asombrosa en la cara.
—Debo irme, estoy cansada.
—Perdona, te he entretenido con mi estúpida conversación.
—¡No por favor! No digas eso, me ha gustado hablar contigo, lo que
pasa es que me duele la cabeza y ha sido un día duro.—Podía evitarse las
explicaciones del motivo de su dolor de cabeza.
Se despidieron con la promesa del zumo especial del día siguiente.

Mara durmió un par de horas después de llegar a su casa, parecía que el
calmante había hecho efecto y ya no le dolía tanto la cabeza. Una ducha
relajante y tal vez un café y estaría como nueva. El timbre de la puerta sonó
justo en el momento en el que estaba saliendo del baño, estaba desnuda y
aunque imaginaba que era Maggie no quiso tentar a la suerte y se puso
rápidamente un albornoz
—¡Voy! —mala costumbre la suya de no mirar por la mirilla— Pasa.
En el momento en que abrió la puerta se arrepintió de su gesto, quien
estaba al otro lado no era su amiga, el hombre la miraba de arriba abajo con
lo que parecía desprecio.
—Veo que no me esperabas a mí.
Mara se ajustó el cinturón y se cubrió bien con la prenda del baño.
—Señor Wells ¿puedo ayudarlo en algo?
Sin esperar a que lo invitara a entrar pasó sin mucho miramiento hasta
el salón del pequeño apartamento. Con una simple mirada bastó para
recorrer casi toda la casa, todo bien colocado y limpio.
—He venido para hablar contigo
—Pues hubiera esperado a mañana.—Se estaba empezando a sentir
irritada con la visita
—¿Lo dices en serio? Es más fácil una cita con Obama que contigo.
En cualquier otro momento y viniendo de otra persona ese comentario
le habría causado gracia, pero de él no—No estoy de humor para sus bromas
¿Qué quiere?
Lucas estaba a punto de convertirse a los ojos de aquella chica en un
bastardo hijo de puta, su fama de depredador era algo que él había
fomentado a base de golpes como el que estaba por dar.
—Resulta que me he cansado de concertar reuniones contigo y de que
me dejes plantado, te recuerdo de que yo soy el que paga tu salario y que
hasta hoy me hacía gracia este juego, pero se acabó.
Mara no sabía hasta dónde quería llegar, ella se había refugiado en una
esquina del salón y estaba empezando a impacientarse, había algo en aquella
actitud que la ponía nerviosa y no sabía por qué.
Lucas Wells se giró hasta quedar frente a frente.
—Hoy te vi hablando con mi hermano y es la primera vez que lo vi tan
animado desde que tuvo el accidente.
—No sé dónde quiere llegar, estoy levantada desde muy temprano. Me
alegro de servir de animación para usted y su familia pero sinceramente no
sé qué es lo que quiere de mí.
Lucas guardó silencio, la miraba con interés
—Quiero que hagas lo posible para que se enamore de ti, dejaras de
trabajar en el hotel y cuidaras de él como tiene que hacerlo una esposa.
Mara creyó que estaba viendo una de sus películas y que era tan real
que ella misma la estaba protagonizando
—¡Estás loco verdad! —Sin darse cuenta estaba tuteándolo de nuevo—
Quiero que te vayas de mi casa, necesitas un médico que te mire la cabeza.
—No, estoy muy cuerdo. Veras, no tienes opción ninguna, Dom es un
buen tipo, tuvo mala suerte cuando era joven y solo le hace falta alguien que
lo estimule y por lo que he visto hoy creo que eres la persona idónea.
Además tiene una pequeña fortuna.
—Ja,ja,ja ¿idónea? Solo estuve hablando un par de minutos con él, tú
tampoco me conoces de nada. Si quieres una novia para tú hermano pon un
anuncio en el periódico seguro que encuentras muchas candidatas.
—Error, te quiero a ti. Escúchame bien señorita Rivera, tienes
exactamente un mes para conseguirlo, usa bien tus armas porque si no lo
consigues tus queridos compañeros de trabajo se verán de patitas en la calle
¿Qué te parece?
—Que eres un hijo de pu…—no pudo continuar porque de un solo
movimiento la agarró de la solapa del albornoz y la acercó hasta su cuerpo
—Cuidado nena, piensa bien lo que vas a decir—¡joder! Sin querer su
cuerpo reaccionó al aroma a limpio que desprendía su cuerpo, podía notar
que aún estaba húmeda por la ducha, olía a vainilla y ¡maldita fuera! se
estaba empalmando por ella—. Un mes —aspiró de nuevo esa fragancia y
muy despacio volvió a hablar—, si no cierro el hotel y todos a la calle. Y
para que no te quede duda de mis intenciones piensa en tu propia familia,
hipoteca, universidad…en fin, tú sabes.
Mara temblaba de rabia, estaba estupefacta escuchando las palabras de
aquel loco porque eso era ¡un loco! No podía creer que la estuviera
amenazando con dejar a su padre sin trabajo. Se había atrevido a investigar
su vida
—¿Hablas en serio?
—Muy en serio, de ti depende. —Con mucha parsimonia y sabiéndose
ganador de esa partida se encaminó hasta la puerta— Procura que sea todo
muy natural.
No escuchó cerrarse la puerta, ni supo cuánto tiempo estuvo parada en
aquella esquina, en algún momento sus piernas se negaron a seguir
manteniéndola en pie y se dejó caer al suelo. No sabía si llorar o reírse, pero
una cosa estaba clara, la amenaza había sido clara.

CAPÍTULO 5





El despertador sonaba y sonaba, la inmóvil figura que yacía en la cama
se negaba a moverse siquiera para apagarlo. La noche sin dormir y su estado
de total desesperación por la amenaza que Wells había vertido sobre su
padre, la hacía plantearse si debía acudir a su trabajo.
Por más que quisiera entender su actitud no podía. No podía creer que
ese hombre despiadado que había estado en su casa la noche anterior, fuera
el mismo hombre agradable y preocupado que la había ayudado a superar su
miedo en el avión en el que se conocieron.
Mara se movía por la amplia cocina del hotel como una autómata, sus
grandes ojeras y su mal humor era el tema de conversación por todos sus
compañeros. Tony intentó varias veces acercarse a ella para tratar de
averiguar que le pasaba pero nunca tuvo suerte. Marvin también se
preocupó del estado de su amiga pero el resultado fue nulo.
—No me pasa nada, solo estoy cansada, lo siento, debo volver a mi
trabajo.—Se despidieron y ella volvió a reanudar su trabajo, mientras
caminaba hasta la cocina se sintió observada. Fue un instante de
incomodidad, el vello del cuello se le erizó y un escalofrío la recorrió de
arriba abajo
La música de Bruce Springsteen sonaba de fondo, Lucas decidió visitar
esa parte del recinto en parte porque aún no la conocía y también motivado
por ver si la señorita Rivera seguía sus instrucciones al pie de la letra. Desde
una de las ventanas de su oficina se podía ver parte del comedor y le agradó
ver que ella estaba sentada con su hermano bueno, agradar, agradar, en el
fondo no le agradaba mucho. Se sentía como un verdadero gilipollas,
pensaba que eso era lo mejor y más acertado para Dom pero luego imaginar
lo que eso supondría entre ellos lo hacía poner de muy mal humor.
Durante casi una hora Lucas anduvo por la cocina, junto al chef Marvin
se enteró de cómo funcionaban los servicios a los huéspedes. Quiso saber
todo sobre los proveedores y de cuál era la situación del material con el que
trabajaban. El run-run de la música lo acompañaba en la visita, estaba
evitando todo lo posible el encuentro con ella, no quería coaccionarla más
de la cuenta.
—Señor Wells es un placer encontrarlo por aquí.—Como surgido de la
nada apareció
Tony, él quería un puesto de mayor importancia y lo lograría a
cualquier precio.
A Lucas no le causó ninguna alegría encontrarse con él, no sabía
cuándo pero tenía claro que terminaría por espantarlo, ese tipo era un
rastrero y no tenían nada en común.
—¿Tony, verdad?
Aquella falta de respeto no le hizo mucha gracia a otro hombre, pero
esperaría.
—Sí señor. —Ver al dueño del hotel en su terreno era una buena
ocasión para seguir sembrando su maldad
—Siento molestarlos, pero es que el chef tiene una llamada, dicen que
es importante.
Ante aquellas palabras a Marvin no le quedaba más remedio que
dejarlos solos
—Yo puedo seguir guiándolo —el incesante parloteo estaba sumiendo
a Lucas en un gran enfado interno. Al llegar al lugar de dónde provenía la
música Tony se creció—. Se da cuenta de lo que le dije, esta chica no
respeta a nadie, fíjese como será que había hasta una apuesta. Se dice que se
acuesta con cualquiera que le sirva en su propósito de escalar en su vida de
lujo.
El mal humor de Lucas iba en aumento.
—Yo mismo fui uno de esos tontos que cayó en sus redes, menos mal
que pude darme cuenta a tiempo y logré sacarla de mi vida.
Aquello estaba poniéndose interesante, quería saber todo lo que tuviera
que ver con esa mujer antes de que fuera tarde.
—Cuente, quiero saber a quién tengo trabajando a mis órdenes.
En esos momentos la música paró pero ninguno de los dos hombre
pareció darse cuenta que desde el otro lado de la puerta Mara escuchaba
todas y cada una de las palabras que salían por la boca de aquel desgraciado.
Estaba avergonzada escuchando como Tony le relataba sus supuestos
encuentros sexuales, se ruborizaba de solo pensar que un hombre y una
mujer pudieran hacer aquello.
—Se lo juro jefe, esa chica tiene una enfermedad con el sexo, es una
viciosa además de tener gustos caros. Cada vez que me acostaba con ella
tenía que hacerle un regalo ¿Quién cree que le regalo esa estupidez de
moto?
—¿No es de ella?
—Sí, pero la pagué yo.
—¿Y de que iba la apuesta?—Wells siguió preguntando.
Mara apenas podía retener las lágrimas, siempre tuvo interés de saber
de qué se trataba.
—¡Oh, sí! Me pongo cachondo de pensarlo. Quien lograra grabarla en
video practicando sexo ganaría.—Mara tuvo que taparse la boca para no
gritar, ese hijo de puta se las iba a pagar.
—¿Lo hizo alguien? Sería interesante verlo—Wells esperaba temeroso
la respuesta.
Este también se las pagaría, prometió Mara.
Para los dos hombres fue un gran sobresalto por lo inesperado escuchar
de nuevo los acordes de una canción, tan ensimismados habían estado que
no se percataron de que hacía rato que no sonaba nada. Mara mascullaba su
ira, tenía que ser cauta y pensar bien como lo haría, de momento seguiría
como si no hubiera escuchado nada. Bon Jovi interpretando, it´s my life,
inundó la cocina del hotel mientras ella intentaba ella intentaba recuperarse
antes de salir
—¡Oh Dios! Lo siento, no sabía que había nadie aquí.—Con toda la
intencionalidad del mundo había volcado un gran cubo de agua sucia con el
que acababa de limpiar el suelo…no sin antes haber vaciado una botella de
lejía, el resultado fue desastroso. Los caros zapatos italianos y el impecable
pantalón oscuro del dueño quedaron manchados inmediatamente.
—¡Eres tonta!—Tony estaba rojo, se sacudía como podía el agua de los
zapatos a la vez que hacía aspavientos con las manos— Lo hiciste adrede.
—Ya he dicho que lo siento, no sabía que había nadie aquí, además, tu
mejor que nadie sabe que esta es la hora que yo limpio el suelo. —Con
fingido interés se acercó a Wells con intención de limpiar lo que había
hecho pero el hombre la detuvo.
—No hace falta señorita, ha sido culpa nuestra.—Mientras se miraba el
bajo de sus pantalones manchados he inservibles, sabía que no había sido un
accidente, esa loca lo había hecho adrede.
Por lo menos el incidente había subido un poco el maltrecho orgullo de
Mara, pero no la hacía olvidarse de que Tony estaba levantando calumnias
sobre ella y de que hubiera quien lo creyera.
Cuando llegó hasta su aparcamiento alguien la estaba esperando.
—Hola —Dominic Wells inspeccionaba la moto de Mara—, ¿sabes
que pierde aceite?—para reforzar sus palabras le señaló la mancha del suelo.
Un poco preocupada por ese hecho quiso estar segura.
—¿Es de mi moto?—se arrodilló hasta donde estaba la mancha y
quedó a la altura del hombre— Vaya tienes razón.
Dom le dio instrucciones para que pudiera llegar sin dificultad hasta un
taller, en el fondo tenía que reconocer que se había enamorado de la moto,
era una belleza.
La idea salió sin pensar en la amenaza del hermano, simplemente Mara
vio en él un chico agradable que emitía señales de ayuda, nunca haría nada
que pudiera hacerle daño y mucho menos permitiría que su estúpido
hermanos jugara con él y mucho menos con ella—Oye ¿te gustaría cenar
conmigo y una amiga mía? antes de que contestes te advierto que está loca
como una cabra, pero es encantadora.
Aquella invitación fue algo nuevo para Dominic, más allá de sus
hermanas nadie se acordaba de él, las amistades de su juventud lo habían
dado por muerto y enterrado después del accidente. Que sus piernas no
funcionaran era solo una anécdota, por lo demás era un hombre como otro.
Sus limitaciones eran solo para caminar, sentía y se excitaba al ver una chica
guapa, pero no tocaba a una desde hacía años. ¿Una cita? ¿Por qué no?
—¿Estas segura? Como veras no podré abrirte la puerta del coche
como un caballero.
Un poco de alegría y de teatralidad no estaría mal.
—¡Oh Dios! No sé si podré soportarlo, aun así pasaremos a recogerte a
las siete ¿te va bien?
—Perfecto.
Se despidieron bajo la atenta mirada de otro miembro de la familia
Wells, solo que ese no estaba tan animado, por alguna razón que se le
escapaba estaba seguro de que aquella arpía le había manchado la ropa
adrede, no había posibilidad que hubiera escuchado la conversación ¿o sí?
El resto del día pasó sin pena ni gloria para Mara, de regreso a su casa
pasó por el supermercado para comprar lo necesario para la cena, luego pasó
a contarle a su amiga los planes
—¡Estás loca! Y por si fuera poco quieres que yo participe.
—Ya verás no te arrepentirás. Parece un buen tipo y en el fondo me da
lástima, siempre está solo y es muy guapo. —A regañadientes Maggie
aceptó la invitación.
Dentro de los planes de Mara para esa noche estaba contarle a Dominic
los absurdos deseos de su hermano. Había trazado su venganza y estaba a
punto de ponerla en práctica.
—¡Dom querido! Estas muy elegante, me alegro de que vayas a cenar
con nosotros.
Para Martha Wells era una grata visión, su hijo se había arreglado con
esmero, estaba recién afeitado y no usaba la horrible camisa de cuadros que
era imposible de aguantar a la vista, hacía que su apariencia fuera la de un
vagabundo. Tenía que reconocer que estaba muy guapo.
—No voy a cenar con ustedes, tengo una cita mamá.
—¿Una cita? ¿Con quién? No sabía que conocieras a nadie aquí.
—No tienes por qué saberlo, voy a salir y punto —después de
pronunciar las palabras se arrepintió, sabía que si alguien no se merecía ese
trato era su madre. Ver como ella agachaba la cabeza con tristeza y se daba
la vuelta lo hizo arrepentirse de su antipatía—. Perdona, saldré a cenar con
una amiga, no me esperes levantado.
La mujer parpadeó varias veces para alejar las lágrimas de sus ojos
antes de darse la vuelta hacia su hijo
—Me alegro por ti, te deseo que te lo pases bien.
Dominic esperaba en la puerta del hotel hasta que fuera la hora
indicada, estaba nervioso por mucho que se empeñara en pensar lo
contrario, sabía que el único motivo para aquella invitación no era más que
un acto de gratitud por parte de Mara. Para la ocasión le había pedido a
Brian que lo ayudara a vestirse, normalmente lo hacía el solo pero esta vez
se dejó ayudar. Se puso un pantalón blanco con un jersey azul turquesa y
unas zapatillas blancas, Se perfumo y listo.
Puntualmente a las siete apareció una camioneta cuanto menos
escandalosa, su color amarillo y las flores de colores que la salpicaban
hacían pensar que su dueña acabara de regresar de los años sesenta y era
realmente bonita, fue el primer pensamiento de Dom.
—¡Hola! Ya hemos llegado —las dos ocupante del vehículo se bajaron
—. Déjame que te presente a mi amiga Margaret.
—Encantado de conocerte Margaret.
Maggie aceptó la mano del hombre, estaba un poco desconcertada, no
era lo que ella esperaba aunque no sabía bien que debía esperar.
— Por favor, llámame Maggie.
—¿Estás listo? —Dom asintió a las dos chicas, con dos breves
consejos y mucha habilidad por su parte se subió al vehículo. Dentro estaba
todo preparado para poder vivir allí, aquello era una mini caravana y por lo
que podía ver parecía muy confortable.
—¿Qué tipo de música te gusta?
Maggie deseaba que su invitado se sintiera a gusto.
—Cualquiera. —Lo que en un principio le pareció una locura ahora
estaba empezando a gustarle. Con mucho ánimo llegaron a casa de las
chicas. El piso era un bajo por lo que no hubo impedimento para la llegada
de la silla de ruedas. Como si de tres conocidos de toda la vida se tratara
comenzaron a hablar de sus vidas.
—Mamá, parece que cenaremos los dos solos otra vez ¿Dom no está
dispuesto a honrarnos con su presencia hoy tampoco?—Su paciencia estaba
al límite por tantas cosas que no sabía bien cuanto estaría por aguantar a su
hermano.
—Siento decepcionarte, tu hermano ha salido. Me ha dicho que tenía
una cita con una chica.
Así que una cita, al parecer su amenaza ya estaba surtiendo efecto, si
eso era lo que él quería, porque se estaba poniendo de mal humor en pensar
lo que estarían haciendo. Tendría que ponerse manos a la obra en cuanto al
fondo económico que su hermano se refería, recordaba que se lo había
comentado a la señorita Rivera, pero omitió el pequeño detalle de que ellos
se casarían en separación de bienes, ¿Casarse? A Lucas Wells se le atraganto
esa noche la cena mientras que otros la estaban disfrutando.
—Estoy muy agradecido por la invitación, chicas, hacía mucho tiempo
que no me lo pasaba tan bien. — Las palabras del hombre eran sinceras, lo
había pasado muy bien con Mara y su pelirroja amiga
—Bueno yo también me despido, es tarde y mañana tengo que trabajar.
—Maggie se sentía cohibida, no dejaba de reconocer que el chico era guapo
pero era posible que su amiga estuviera interesada en él y no quería
entrometerse— Ha sido un placer conocerte Dominic.
—Lo mismo digo, espero que no sea la última vez que nos veamos. —
Ante aquellas palabras Maggie se sonrojó.
Mara había estado aguardando hasta que el momento fuera el idóneo
para comentarle a Dom las intenciones de su hermano
—¿Te pasa algo? Te veo muy callada y hasta seria.
—No…bueno sí. Veras, hay un tema que quería tratar contigo y no sé
cómo hacerlo.
—Pues empieza por el principio ¿no te parece?
—Es que es delicado, muy delicado.
—¡Ahh, ya entiendo! Quieres ligar conmigo y no te atreves.
—¡Dios mío! Estas igual de loco que tu hermano.
Aquella referencia a su hermano Lucas hizo que el buen humor de
Dominic se esfumara.
—¿Qué tiene que ver mi hermano en todo esto? —De pronto se volvió
a convertir en el hombre malhumorado y retraído de siempre— ¡Habla
maldita sea!
Mara se asustó al oír el tono.
—Perdona.—La disculpa fue sincera.
—No te preocupes no pasa nada. Resulta que sabe Dios de dónde sacó
tu hermano la idea de que tú necesitas una esposa y lo más absurdo de todo
es que se le ha metido en la cabeza que tengo que ser yo. —Ya estaba, ya lo
había dicho.

Dominic guardó silencio ante aquellas palabras, estaba desconcertado y
su cara era el reflejo de la incredulidad. De pronto comenzó a reír.
—Jaaajaa ¿Qui-quiere que me case contigo?—Las lágrimas se
deslizaban por sus mejillas a causa de la risa—Lo-lo ¿lo dices en serio?
De todas las reacciones posibles aquella era la menos esperada, Mara
estaba estupefacta viéndolo reír—Vaya, me alegro de que te parezca
gracioso, me quitas un gran peso de encima.
—Ohhhhh, jaaajaa, no me rio de ti, lo hago del infantil de mi hermano,
cuéntame todo desde el principio. —Dominic Wells hacía todo lo posible
por aguantar la risa hasta que ella terminara de hablar.
Mara se desahogó, le conto la amenaza y de cómo se sentía ella con
todo aquello.
—Quiero que me entiendas, me pareces un chico agradable pero no te
conozco y mucho menos me casaría contigo. Creo que tú te mereces una
gran mujer y yo no lo soy. Tengo un plan para que tu hermano entienda que
no se puede comprar a la gente por capricho.
Después de oír la idea de Mara y comprobar que de verdad la chica se
había sentido humillada por el ataque que había sufrido por parte del
insensato de Lucas, estuvo de acuerdo en ponerla en práctica.
—Me gusta tu idea, me parece que mi querido hermano necesita que
alguien le dé de su propia medicina
¡Prepárate Lucas Wells! Te metiste con la persona equivocada, ese fue
el último pensamiento de Mara Rivera antes de cerrar los ojos, a la mañana
siguiente comenzaría la venganza.


CAPÍTULO 6





Toda la noche en vela, de esa manera había estado Lucas hasta que vio
aparecer a su hermano. Hizo sus averiguaciones y al final se enteró de con
quien estaba cenando, lejos de estar contento con la idea se sentía irritado y
hasta enfadado. Y no debería.
Como cada día Mara acudió hasta su trabajo con la intención de
realizar sus tareas como si nada pasara luego ya se vería.
Su sorpresa al ver luz en la cocina fue real, siempre era ella quien
llegaba primero y quien se ocupaba de encender todo, le extrañó que a esas
horas hubiera alguien allí, pronto salió de dudas.
—¿Qué hace usted aquí?
La cara de pocos amigos de su visita casi era hasta graciosa.
— ¿Te recuerdo que todo esto es mío?
—Ya. Bueno, hay alguna razón para su visita o es que pasaba por aquí
Lucas estaba sentado sobre una gran encimera, sus piernas colgaban
despreocupadamente, como si su estancia allí fuera casual.
Mara decidió obviarlo, se dedicó a sus quehaceres como si el no
existiera, puso su música a bajo volumen, encendió la cafetera de la
discordia y se dispuso a cambiarse de ropa, todo eso bajo la atenta mirada de
Wells.
—Me pone nerviosa con tanta mirada, si tiene algo que decir dígalo y
fuera de mi cocina.
Aquellas palabras hicieron que Lucas alzara las cejas en señal de
sorpresa.
—¿Tu cocina?
—Sí, mi cocina de momento —El olor a café inundó la estancia, se
sirvió el suyo y como parte de lo que estaba por venir le ofreció uno con
mucha educación—. ¿Quiere?
—Por favor, como el tuyo
—Ve que fácil habría sido pedirlo así desde el principio. —Sin dejarse
amedrentar por la presencia del hombre al tiempo que se tomaba el café se
movía con mucha precisión preparando el desayuno de los clientes.
—Veo que ya te has puesto manos a la obra.—Se había acercado a ella
y su ronca voz sonó a muy poca distancia de ella.
—Los huéspedes no esperan para desayunar.
—No me refería a eso, hablo de mi hermano
—¿No era eso lo que quería?
—Sí, no pierdes el tiempo.—Fue la escueta respuesta.
—Ya que está aquí creo que deberíamos tratar el asunto económico de
mi sacrificio ¿no le parece?
—¿Tu sacrificio? Creía que teníamos un trato, corrígeme si me
equivoco.
—Se equivoca y usted lo sabe, me está obligando a dejar mi vida para
ocuparme de un incapacitado. —Se sentía como una rastrera al dirigirse de
esa manera a Dominic pero era parte de su plan— Como usted bien sabrá mi
salario es mi sustento, así que tendré que tener algún pago por mi
dedicación, es lo justo ¿no?
—Ya veremos…—aquello se le estaba yendo de las manos, lo último
que quería era que su hermano se enterara y posiblemente lo haría si esa
pequeña bruja no conseguía lo que quería.
—Vamos a hacer una cosa, este no es el mejor momento para hablar,
cuando termine mi turno lo discutimos con más calma ¿le parece bien?
Lucas asintió…estaba deseoso de ver las peticiones de esa arpía, era
como todas
—Te espero.

El día transcurría con normalidad para todos, el pensamiento de los
implicados en la reunión los hacía divagar en los resultados
—¡Hermano! Pareces que estuvieras librando una gran batalla.
Dominic que era conocedor de los posibles pensamientos de su
hermano no perdía tiempo en hurgar en su herida, quería que dejara de
tratarlo como si fuera un niño. Agradecía enormemente su ayuda, sabía que
siempre estaba allí para todo lo que el necesitara pero….comprarle una
esposa, eso era demasiado. Tenía que reconocer que los pocos días que hacía
que conocía a Mara su impresión era buena, pero de ahí a casarse con ella
iba un abismo.
—¿Problemas? —Su tono sarcástico no cambio el agrio rictus de la
cara de Lucas. Los dos se encontraban sentados en el bar del hotel
tomándose un refresco, y en el fondo se lo estaba pasando en grande.
—Nada que no tenga arreglo, por cierto ¿qué tal tu cita de anoche? —
Antes de reunirse con aquella listilla tenía que saber cómo iba el asunto
—Ummm, te podría decir que fue alucinante, ya sabes —un guiño de
ojos dio más interés a sus palabras. Mara le había contado la conversación
que escuchó y de como aquel mal nacido iba jactándose de haberse acostado
con ella—. Disfruté como hacía mucho tiempo que no lo hacía —en la cara
de su hermano se podía ver la sorpresa que le causaban sus palabras—. Si
me disculpas estoy algo cansado y me voy a descansar un rato creo que esta
noche no dormiré aquí.
—¿No vas muy rápido? Apenas conoces de nada a esa chica— sin
darse cuenta se acababa de delata
—¿Me estabas espiando?—Intentó demostrar algo de orgullo, tenía que
parecer molesto.
—No, estaba preocupado por ti y uno de los botones me dijo que te
habías subido al coche de…la cocinera.
—Pues te recomiendo que dejes tu preocupación ¡buff! Me acabas de
poner de mal humor. Y por si no conoces a tus empleados se llama Mara,
harías bien en aprenderte su nombre…nunca se sabe lo que podría pasar—
Con mucha decisión y riéndose interiormente porqué su intuición le decía
que su hermano estaba cuanto menos celoso, se fue, era hora del segundo
acto.
Dos horas más tarde sonó el interfono de Lucas
—Señor Wells, la señorita Rivera. —La secretaria anunció la esperada
visita. La mujer estaba atónita con la recién llegada.
En un principio había pensado en hacerla esperar, al fin de cuentas eso
era lo que ella había hecho con él, nunca hizo caso de sus citas, pero el
asunto era delicado
—Hazla pasar.
Mara pudo darse cuenta de la duda que generó la espera de su
contestación, eso le causó gracia ya no había vuelta atrás. La puerta del
despachó se abrió para que ella pasara y con la misma se cerró a su espalda.
La figura que se encontraba de cara a la ventana no pareció tener mucha
prisa en atender a su visita ¡mal educado! Mientras, ella seguía parada en el
centro de la habitación.
—Buenas tardes.
Silencio, las manos metidas en los bolsillos de sus pantalones beige, la
camisa negra arremangada hasta los codos y los zapatos oscuros también
eran una muy interesante visión. Mara lo observaba con mucho cuidado,
tenía un cuerpo musculado se notaba que practicaba deporte, por cómo se
ajustaba la ropa a su figura.
—¿Cuáles son tus pretensiones?—habló sin mirarla.
Vaya, iba al grano.
—Escucho ofertas, estoy abierta a todo. —Su voz sonó tan sugerente
como pretendía.
Lucas cayó en la trampa, al darse la vuelta no le quedó más remedio
que ahogar un gemido de sorpresa. La persona que estaba parada en medio
de su despacho no era la misma de la mañana ¡oh no! Frente a él se
encontraba una desconcertante mujer vestida, bueno, casi desnuda. La
minúscula falda blanca apenas dejaba nada a la imaginación de quien la
estuviera mirando, se acompañaba de una blusa blanca transparente debajo
de la cual se veía claramente el sujetador negro. La mirada bajó por el
cuerpo y las piernas hasta llegar a los altísimos zapatos de tacón de ajuga
negros. Otra cosa que llamó poderosamente la atención de Lucas fue el
tatuaje que lucía su tobillo derecho se trataba de pequeñas estrellas de
colores que salían desde sus dedos y llegaban a la pantorrilla ¡ohhh!
imaginar que tuviera alguno más escondido en otra parte de su cuerpo hizo
que se excitara de solo pensar en descubrirlo. Su mirada se fue hasta su
rostro nada de maquillaje, tampoco era que le hiciera falta, su pelo corto
ahora más crecido que cuando la conoció estaba peinado al descuido.
Mara estaba disfrutando en ver su desconcierto, si quería que todo
saliera bien tenía que tener una buena puesta en escena, para ello debía
comenzar por el vestuario. Si ese hombre quería una buena esposa para su
hermano tendría que ser alguien a la altura de su nuevo estatus, tendría que
ser como esas figuritas con las que el posaba en las revistas o más o menos.
Parecía que había causado la impresión que quería, tampoco debía parecer la
prostituta que él creía que era.
—Tenía pensado que si tengo que dejar mi trabajo se me compense de
alguna manera. Como bien le dirían sus detectives ayudo a mi familia
económicamente. —Ese engreído pensaba dejarla allí de pie toda la
entrevista, pues bien, se pasearía un rato. El contoneo de sus caderas era
digno de una estrella, se movió por toda la habitación mientras le contaba
cuales eran sus peticiones. Habló y habló, pidió dinero para ropa, un lugar
dónde su supuesto marido pudiera vivir cómodamente y la promesa de que
si el matrimonio no funcionaba el no tomaría represalias contra los
trabajadores ni contra su familia.
Lucas la dejó hablar sin interrumpirla ni una sola vez, estaba más
preocupado mirando que la falda no subiera más aún que de lo que ella le
estaba pidiendo.
—Puedes sentarte si quieres.
Él se hallaba escorado sobre la mesa de su escritorio, tenía las piernas
extendidas y los brazos cruzados, la miraba de manera extraña, parecía estar
valorando sus palabras.
Haciendo caso a su recomendación tomó asiento en uno de los sillones
que estaban justamente frente a él, cruzó las piernas muy despacio y esperó.
—¿Qué te hace pensar que voy a acceder a tus locuras?
—¿Tal vez sus ganas a quitarse a su hermano de en medio? —Aquello
dolió. Con la rapidez de un puma y sin darle tiempo a reaccionar tiró de ella
hasta ponerla en pie, con tacones y todo, su altura no llegaba a la de él, unos
pocos centímetros separaban los ojos de uno con los del otro.
—Repite lo que has dicho. —El tono de su voz ahora era frío como un
témpano de hielo.
Mara no se dejó amedrentar
—Lo que ha escuchado, si está tan desesperado como para
amenazarme como lo hizo, es síntoma de que su hermano le estorba, ¿le
duele la verdad?
—Eres una estúpida, no tienes ni idea de nada.—Estaba tan cerca de
ella que podía sentir como aplastaba sus pechos contra su torso. El perfume
que usaba entró por su nariz embargando sus sentidos, olía a jazmín, a
fresco, acostumbrado a olores caros esa fragancia era nueva para él.
Estaba enfadado, con ella por acusarlo como lo hizo y con él por perder
la compostura al tenerla cerca
—Tú no sabes cuales son mis sentimientos hacia mi hermano, no eres
nadie para criticarme.
Mara sentía las vibraciones que emanaban del cuerpo del hombre,
estaba realmente furioso. Intentó separarse pero la tenía sujeta por la cintura
como si fuera un brazo de hierro.
Lucas actuó movido por las acusaciones que Tony había hecho de ella,
quería comprobar por sí mismo si era verdad que usaba a los hombres en su
beneficio. Con muy poca delicadeza cubrió la boca con la suya exploró esa
húmeda cavidad con deseo y apuró el beso hasta quedar ambos sin aire. En
el intervalo del beso Mara tuvo que apoyarse en su pecho para no caer y
sentía como la piel le quemaba debajo de las palmas de sus manos.
—¿Está conforme con la mercancía que compra?—Fue dura con sus
palabras pero era lo que se merecía.
En cuestión de segundos reaccionó, se apartó de ella como si apestara y
se reajustó la ropa.
—Veo que…—intuyendo lo que estaba por decir Mara lo interrumpió
—¿Qué? qué son ciertos los comentarios sobre mí, ya lo has
comprobado y como te habrás dado cuenta no tengo ningún reparo —más
tarde tendría tiempo de pensar en las locuras que estaba haciendo—, si las
ganancias lo valen estoy dispuesta a…todo —para realzar lo que estaba
diciendo moldeó su cuerpo con sus manos—. Tú decides. —Y se marchó.
Lo único que recordaría al llegar al baño que se encontró fuera del
despacho era que había llegado a tiempo de vomitar, estuvo durante largo
tiempo sentada en el suelo del baño. Los nervios y la tensión acumulada
durante la noche terminaron por destrozarla. Se había comportado como la
prostituta que él pensaba que era, ahora había que defender su papel.
Rápidamente se cambió de ropa otra vez y se alejó de allí como alma que
lleva el diablo, todavía podía sentir dentro de su boca aquella lengua áspera
y cálida que recorría su boca, jamás nadie la había besado de igual manera.
El reloj de la mesita de noche marcaba las diez de la noche, la tensión y
la desgana hacían de la cama el mejor refugio que pudiera existir para ella
pero no podía seguir acostada. Una ducha rápida y un cómodo pijama fue
suficiente para decidirse a cruzar el pasillo hasta casa de su amiga, Maggie
se había hecho cargo de ir a recoger a Dominic al hotel para que ella pudiera
descansar un poco. Al parecer se lo estaban pasando bien a tenor de los
gritos que se oían a través de la puerta, llamó y esperó
—¡Hola! Pasa, espero que tu llegada sea mi alivio. — Una arrebolada
Maggie recibió a su mejor amiga.
Mara pudo ver una mesa con refrescos y restos de pizzas y en el centro
un juego del Monopoly
—¿Qué te pasa?
—Este chico es un tramposo, lleva mucho tiempo entre negocios
turbios.
La cara de picardía del hombre era suficiente para saber que estaba a
gusto, se había adaptado bien a la compañía de las chicas a pesar de ser
prácticamente desconocidos.
—¿Qué tal la entrevista? —Ninguno de los dos se escondió para
comentar lo que se traían entre manos delante de la otra joven pues la habían
puesto al tanto de todo.
—Una bomba. —No pudo evitar ponerse roja al recordar lo que había
hecho.
En un discreto resumen puso a la pareja al tanto de lo que había pasado
con Wells, recibiendo aplausos de su público al terminar el relato.
—Me habría gustado estar allí, es que me lo estoy imaginando. —Por
un segundo sintió que estaba traicionando a su hermano y en el fondo le
daba pena…al fin y al cabo nunca lo había dejado tirado ¡que puñetas! Se
merecía un escarmiento.
Una hora más tarde Mara decidió retirarse y se le presentaba un
problema, Dominic quería que todo pareciera real y para eso tenía que
convencer a su hermano de que de verdad estaban liados por lo tanto
quedarse en casa de ella era uno de los requisitos ¿qué hacia ella con un
hombre en silla de ruedas?
Pareciera que habló en voz alta porqué la solución fue simple.
—Yo puedo quedarme en tu apartamento y él se queda aquí
—¿Solo? No me parece bien.—Mara no creía esa opción una buena
idea.
—No soy un niño. —Molesto por que lo creyeran incapaz de pernoctar
solo, casi se enfurruñó como un bebé
—Ya lo sabemos, pero no creo que sea buena idea que te quedes solo.
—Agradezco la preocupación, pero no hace falta, hay un aparato que
se llama teléfono y que puedo usar si tuviera algún problema.
Al final de la discusión se acordó que él se quedaría en el apartamento
de Maggie y las chicas juntas.
—Nos avisa para lo que sea.
—Sí.

La semana avanzaba tranquilamente, Mara esperaba que a que Wells se
manifestara en cualquier sentido, misteriosamente desde aquel día no se lo
había vuelto a encontrar, si bien no sabía si estaba en el hotel o no, lo cierto
es que estaba siendo un final de semana muy relajado.
Por su parte para Dominic encontrarse con ella había supuesto un
cambio en su vida, relacionarse con mujeres jóvenes y que en pocas
ocasiones mentaban su invalidez fue un gran alivio para él sobre todo en su
forma de tratar a sus allegados. Normalmente por las noches dormía en el
apartamento de Maggie dónde se sentía a gusto
—Dom hijo, ya casi no te veo. —El reclamo de Martha fue sencillo,
sabía que su hijo estaba en tratos con una trabajadora y en su interior temía
que solo fuera un espejismo y que su hijo resultara dañado.
—Pues deberías estar contenta, tienes tiempo para relajarte. Puedes
hacer algo más que cuidar del inútil de tu hijo.
—¡Dom! Tú no eres ningún inútil, yo temo que te puedan herir.
La respuesta fue ahogada por la llegada de Lucas
—¡Hola! —un beso a su madre y una caricia en la mejilla a su hermano
— ¿Cómo estás? Ya no te veo
—¿Tienes que hacer eso? Sabes que me repatea.
—Ja,ja,ja ¿desde cuándo? Nunca has protestado
—Ya no soy un niño Lucas.
—¡No! Eres mi hermano y te guste o no voy a seguir haciéndolo.
Era difícil tener una conversación entre ellos sin que saltaran chispas,
por eso en esa ocasión en la que los tres estaban tan relajados había que
aprovechar
—¿Te gustaría que hiciéramos algo juntos el domingo? Hay poco
trabajo y podemos salir.
—Umm, no puedo —por mucho que le apeteciera no podía fallarle a
Mara—, tengo planes.
Aquella respuesta enervó a Lucas….culpa suya.
—¿No puedes prescindir de tu novia un día?
—Lo siento, ¡ven con nosotros! Así la conoces bien.
—Estás loco, ¡no, no! ni hablar.
—Venga hombre, nos lo podemos pasar bien. —Ya lo creía, iba a ser
muy divertido
—Me lo pensaré pero no te prometo nada, me marcho, tengo trabajo.
Esa noche Dominic contó a Mara la conversación con su hermano y de
cómo se había inventado una cita.
—Lo invité a venir con nosotros.
—¿Perdona? Quieres que yo pase mi día libre aguantándolo, de eso
nada.
—Pero piensa, estarías en una buena situación….imagínate, podrías
hacerle ver qué clase de mujer eligió para su pobre hermano ¡pobrecito de
mí!
Tres personas pero solo dos tomaron el comentario con alegría, a una
de ellas empezaba a reconcomerla los celos y sabía que no tenía motivos,
ella parecía ser solo la animadora del trio, nada más.

El sábado Mara terminó su jornada y volvió a su casa, al llegar se
encontró una nota.
<Amiga, hemos cogido la camioneta y estaremos el día por fuera, tal
vez vayamos a la playa y volvamos tarde, no te preocupes por nosotros>

Bueno, estaba sola, comenzó su ritual .Llamada a sus padres
— Si mamá, estoy bien, como bien y me cuido mucho. Yo también
tengo ganas de verlos a ustedes. Si…si….no…si, intentaré visitarlos
pronto…si cuídate tú también….si mamá, dale saludos a papá. Besos mami.

Hablar con su madre la puso nostálgica, hacía tres meses por lo menos
que no se veían.
Su apartamento estaba limpio, la colada hecha y ella estaba aburrida.
Ya estaba acostumbrada a ver a Dominic y a Maggie pululando por allí que
en esos momentos de soledad los echaba de menos. Ya era de noche y no
habían llegado por lo que decidió darse un baño y acostarse. Casi una hora
estuvo relajándose en la bañera, de vez en cuando se daba el capricho de
ambientar el baño con velas y se tomaba una copa de vino escuchando a
Bon Jovi entre espuma y sales.
¿Soñaba o realmente alguien estaba llamado a la puerta? Bajó el
volumen de la música y prestó atención ¡si, estaban tocando el timbre! Que
inoportuno, quien quiera que fuera estaba apurado porque lo atendiera a
tenor de los golpes de la puerta.
—¡Ya voy! ¡Voy! me van a quemar el timbre. —Todavía chorreando
agua se puso el albornoz y salió a ver qué pasaba para tanto apuro.
Los ojos casi se le salen de las orbitas al ver a su visitante…apoyado en
el quicio de la puerta se encontraba Lucas Wells y aparentemente en no muy
buenas condiciones, oía a whisky y su ropa estaba algo desarreglada.
—Señor Wells ¿puedo ayudarlo en algo?
—Umm, sí. Qui-quiero-quiero hablar cooontigo
—¡Estas borracho! Vuelve mañana
—¡No, ahora!
—Esta es mi casa y yo digo que no —a su mente vinieron recuerdos
poco gratos de otra ocasión en la que tuvo que lidiar con un hombre en
malas condiciones como estaba él. Pareciera que se hubiera peleado con
alguien, la camisa estaba abierta dejando ver su pecho. Los ojos los tenía
inyectados en sangre, estaba borracho y la miraba de forma amenazante—.
El lunes podrás decirme lo que quieras.—Casi llegó a cerrar la puerta del
todo, casi, porque la pierna evitó que lo hiciera.
Con un empujón la abrió y entró hasta el salón haciendo que Mara
estallara.
—¡ Fuera de mi casa o llamo a la policía!
Lucas entrecerró los ojos y la miró intensamente, en esos momentos
Mara cayó en la cuenta de que estaba semidesnuda, rápidamente se apresuró
a atarse bien la prenda. Dando por perdida la de que se fuera a marchar cerró
la puerta tras de sí.
—¿Qué quieres?
—¿Dóoonde está mi hermano?
—No lo sé, te recuerdo que no soy su niñera.
—Te haré un café para que te despejes y luego te irás. —Se alejó de
aquella penetrante mirada que tanto la turbaba. Pensó en ponerse algo de
ropa pero no quería entretenerse más de lo necesario.
Mara llego de nuevo al salón pero no lo vio sentado
—¿Lucas? —no respondió, tal vez se hubiera marchado y ella no lo
oyó— ¡Ohh! ¿Qué haces? —no lo vio acercarse por detrás, venía del baño.
—Hueles…a…a…—la borrachera era monumental.
—Vete por favor, Dominic está a punto de llegar.—No era del todo
mentira, sentía el aliento del hombre en su cuello.
—¿Te gusta?
—¿El qué?
—Mi hermano.
—Sí. —Era cierto, solo que no como él se imaginaba.
—¿Y yo? —Suavemente soplo en el cuello haciendo que la piel se le
erizara— ¿Yo te gusto?
—No. —Tajante pero creíble.
—¿Segura? El otro día no me decías eso, me-me excitaste adrede —
pasó los dedos por el contorno del albornoz haciendo que este dejara ver un
poco el hombro—, ¿llevabas ropa interior ese día?
—Vete.
—¿Ahora llevas? Me parece que no ¿Sabes? me estaba volviendo loco
viéndote con aquella falda, quería comprobarlo —la voz sonó a deseo puro
en su oído. Lentamente fue subiendo la prenda que la tapaba, lo hizo hasta
comprobar su duda. La sujetaba con decisión, él era más fuerte que ella.
Con la mano cubrió su sexo haciéndola jadear con el roce—. Ahh —
ágilmente y sin apenas movimiento sus dedos exploraron la intimidad de
cuerpo. Un dedo recorría de atrás a adelante para luego moverse en círculos
alrededor de su vulva, dejó la caricia sin terminar para introducir primero un
dedo, luego dos—, estas….estas…húmeda.
Mara trataba de alejarse, quería que aquel demonio saliera de su casa.
—Por favor, te ruego que te vayas. — La tortura a la que la estaba
sometiendo era insoportable, su ángel bueno le susurraba en el oído que lo
echara a patadas de allí, mientras un pequeño demonio le decía que no, que
disfrutara.
Leyéndole el pensamiento volvió a rodear ese minúsculo botón que
palpitaba bajo sus dedos, como mismo la empezó la dio por terminada
dejándola frustrada.
—¿Te gusta?— la mano se retiró de esa parte del cuerpo y llegó hasta
el cinturón que lo ataba, con cierta dificultad debido a su estado intentó
desatarlo pero ella lo evitó
Mara estaba atónita por su comportamiento, nunca había llegado tan
lejos con ningún hombre y le daba rabia que este lo estuviera consiguiendo.
—¡Mírame! —La orden fue tajante
—Estas borracho, quiero que te vayas y que recuerdes que soy la mujer
que tú quieres que se case con tu hermano. —Parecería gracioso si no fuera
porque estaba a punto de quedarse desnuda en el salón de su casa.
Aquellas palabras fueron un error, Lucas se transformó en un instante.
Sin dejarla pensar buscó la boca de ella con brusquedad, la besó
intensamente haciendo que Mara tuviera que agarrarse a él para no caerse.
Estaba poseído, la besaba primero con rudeza para después dejar paso a la
calma.
—¡Suéltame! —Se asustó al verse levantada en brazos y llevada hasta
su cuarto al mismo que la besaba.
Lucas la dejó con caer sobre la cama, la miró y reclamó de nuevo sus
hinchados labios. Las manos buscaron a tientas el cinturón de la prenda para
desatarla mientras seguí besándola con avidez. Lo logró con algo de
esfuerzo había bebido más de la cuenta y eso le estaba pasando factura. La
boca recorría el cuello trazándolo con la tibia lengua, siguió bajando hasta
los senos y ahogó un gemido de puro deseo al darse cuenta del tatuaje que
tenía en la ingle, una mariposa bellamente detallada.
—¿Tienes más?
Mara asintió.
La lujuria que manaba de cada caricia que Mara recibía la evadía de su
sentimiento de frustración, era imposible, ese hombre la estaba llevando a la
locura.
—¡No! —fue lo único que pudo decir al notar la lengua bajaba por su
estómago,
Ella no tenía idea de nada de lo que estaba viviendo, jamás había
pasado de castos besos o de torpes caricias con sus novios.
—¿Dónde tienes el otro tatuaje?
Mara no podía hablar, se giró hasta quedar de espalda y enseñarle su
trasero.
En la nalga tenía una orquídea bien grabada, esa visión era más de lo
que su maltrecho cuerpo podía resistir, Lucas estaría borracho pero su
miembro estaba en perfectas condiciones para actuar, En dos movimientos
se deshizo de toda su ropa dejando al aire su erección, se sentó sobre la
espalda de ella y comenzó a masajear eróticamente la espalda, bajó por las
nalgas muy, muy lentamente hasta oírla gemir de nuevo. Ya se habían
acabado los juegos, él quería su parte,
La instó a girarse y le dio un largo beso con sabor a alcohol
¿Estás segura de lo que estas a punto de hacer? Era su único
pensamiento, era virgen pero no boba, si no lo paraba en esos momentos ya
no habría sitio para las lamentaciones. Podía sentirlo desnudo sobre ella y el
roce de su miembro contra su vientre. Las manos de Mara tocaban con
mucha vergüenza la espalda de Lucas, todo eso era nuevo para ella. Lo vio
que se retiraba un momento y de que pareciera estar buscando algo en sus
pantalones, su cara enrojeció cuando lo vio colocarse sobre su crecido pene
un preservativo.
— La próxima vez iremos más despacio.
La sorpresa de sentir como se introducía en ella era verdadera, sabía
que la primera vez dolía, todas su amigas lo comentaban y si a eso se le
juntaba que las copas le estaban nublando las ideas, solo se podía esperar un
resultado.
—¡Oh! ¡Oh!
Lucas no asociaba los gemidos al dolor, estaba tan excitado que no era
capaz de darse cuenta de que acababa de desvirgarla, tal vez algún día
recordara esos momentos. Tras unos segundos volvió a moverse, con
premura al principio y con placer después, más, más, más hasta quedar
tendido sobre el cuerpo de Mara, los dos estaban sudando. Tardo en salir de
ella, estaba a gusto.
Mara estaba pegajosa, podía tocar la sangre que se deslizaba por sus
muslos, no quería moverse para que Lucas no la viera sucia, hasta que se
levantó y se fue hasta el baño, lo oyó abrir la ducha momento que ella
aprovechó para limpiarse rápidamente con la misma sábana de la cama, Sin
perder tiempo la quitó y colocó otra en su lugar, para cuando el volvió de
nuevo a la habitación Mara estaba de pie esperando su turno para la ducha.
— Podías a ver entrado, te habría hecho un sitio.
Estaba avergonzada, se había dejado llevar por la lujuria y no pensó en
que ese hombre era un mujeriego y que la estaba coaccionando, sin contar
que le podía hacer mucho daño.
Se entretuvo bastante rato en el baño para darle tiempo a que se vistiera
y se marchara cuanto antes, pensar en encontrárselo de nuevo la turbaba, le
quedaba la esperanza de que al día siguiente a causa de las copas no
recordara nada de lo que había pasado.
¡Joder! El muy estúpido no solo no se había ido sino que para más
enfado de Mara estaba roncando en su cama. Tumbado boca abajo, desnudo
y rodeando la almohada con el brazo, de esa se había apropiado de la cama.
La opción más fácil era irse a dormir al sofá pero no la más atractiva,
era incómodo y pequeño.
Tras mucho pensar decidió que se quedaría en su cama, no le costó
mucho trabajo quedarse dormida, estaba agotada física y mentalmente.
¡Ohh, Dios! La cabeza estaba a punto de estallarle, a Lucas Wells le
latía con mucha insistencia las sienes. Pocos y nítidos recuerdos de lo qué lo
había llevado a ese lamentable estado. Otra duda que tenía era la de saber
dónde estaba, abrió los ojos con mucha dificultad y no reconoció el lugar,
aunque todavía era de madrugada la luz que se filtraba de la calle no le daba
ninguna pista del lugar.
Intentó girarse un poco para colocarse de mejor forma y fue como
comprobó que no estaba solo en la cama ¡maldita sea! eres un gilipollas.
¡Claro! Ahora empezaba a recordar, fue a casa de Mara para hablar con ella
sobre su hermano, lo que no tenía muy claro era de si ya estaba bebido
cuando llegó o eso fue después.
¿Qué coño había pasado para acabar desnudo en la cama de ella?
no..no..no . Quería recordar pero era imposible y menos con esa terrible
resaca. Apoyándose sobre un brazo para verla mejor se dio cuenta de que
ella por lo menos tenía una camiseta puesta, estaba profundamente dormida
¿pasaría algo entre ellos? Su hermano jamás se lo perdonaría y él tampoco,
solo había una forma de averiguarlo
A tientas llegó hasta el baño y salió de toda duda, en la papelera podía
ver la huella de su locura. Masajeándose la cabeza para ver si se aliviaba un
poco trató de pensar en algo. Lo primero era marcharse antes de que alguien
lo viera. Volvió al cuarto a recoger su ropa y la encontró doblada
pulcramente sobre una silla, evitaba mirar la figura que dormía ajena a su
batalla mental.
Antes de marcharse tenía que buscar algo que calmara su insistente
dolor y lo encontró sobre la mesa, con una nota <tomate dos, te ayudará> si
no fuera tan delicada la situación hasta se reiría.
Ring…ring…ring…el teléfono de Mara no paraba de sonar, estaba
barajando la idea de tirarlo por la ventana—¿Diga??
—¡Mara! Llevo una hora llamándote —Maggie estaba irritada—, ¿no
te abras olvidado de la cita verdad?
—¿Cita? ¿Qué cita? —Estaba completamente dormida.
—La que tienes hoy ¿te pasa algo? Te noto rara
—No me pasa nada, anoche dormí mal y me duele la cabeza ¿qué cita
es esa? ¿Qué hora es?
—Son las doce y habíamos quedado para ir a comer con el hermano de
Dominic ¿recuerdas?
Si, ahora recordaba a Lucas, mejor de lo que su amiga podía
imaginarse.
—¿No podemos dejarlo para otro día? No me encuentro bien, me
apetece quedarme en casa.
—Ya es tarde — Maggie bajó la voz—, están aquí en mi apartamento,
como tú no dabas señales de vida vinieron a mi casa.
—¿Y ustedes a qué hora llegaron?
—Yo tarde, pasé por el hotel a dejar a Dom y no quise molestarte a
esas horas.
—¿De verdad tengo que ir?
—Lo siento cariño
—Vale, me preparo.
El agua no era capaz de aliviar el tormento que Mara estaba viviendo,
dejó qué el frío liquido corriera por su cuerpo hasta quedar entumecida. Le
consolaba pensar que su acción no estaba dañando a nadie más que a ella, su
relación con Dominic no existía.
Media hora después y oculta bajo unas gafas de sol llegó a casa de su
amiga.
—Buenos días.
Tres pares de ojos la miraron al entrar, se había vestido con un pantalón
vaquero, una blusa sin mangas blanca, llevaba una chaqueta rosa colgada
del brazo, un bolso marrón con zapatos a juego.
El primero en saludarla fue Dominic.
—Estas guapísima cariño. — Tendiéndole la mano la acercó hasta él
con la intención de besarla y ella se dejó llevar bajo la atenta mirada de
Maggie que cerró los ojos para evitar la escena. Casi todos los que estaban
presentes sabían que aquello era una representación, pero a unos les hacía
menos gracia que a otros.
—Señor Wells. —El saludo a Lucas fue frío e impersonal.
—Cariño, no lo trates de esa forma, al fin y al cabo cuando nos
casemos será familia tuya.
—¿No es demasiado pronto para hablar de boda? —Se sentía como un
imbécil preguntando eso.
—No, creo que por fin encontré la mujer de mi vida.
—Bueno, ¿nos vamos? —Maggie fue la encargada de romper el tenso
momento.

El día fue un suplicio para todos. Lucas evitaba mirar a su hermano a
los ojos y ya ni qué decir de dirigirse a Mara.
Maggie estaba sufriendo sus sentimientos, culpa suya pensó, nadie le
había dado pie para sentirlos.
Mara quería que todo acabara cuanto antes, ese horrible día, esa farsa
de relación.
El único que estaba ajeno a los tormentos de que acechaba a sus amigas
y a su hermano era Dominic.
Las constantes muestras de afecto entre la pareja enervaba el mal genio
de Lucas ¿cómo podía ser que unas horas antes estuviera follando con él y
ahora actuara como si nada? Cada vez se arrepentía más de ser el causante
de enredar a su hermano con ella, sería algo que lo perseguiría toda la vida.
Esa forma de actuar demostraba que era una vividora.
—Mi vida ¿qué te parecería irte a vivir conmigo al hotel? Estaríamos
más cerca de mi familia y eso los ayudaría a conocerte mejor.
La piel de Lucas se erizó de arriba abajo ¡por encima de mi cadáver!
Estaba tan distraído que no oyó su respuesta.
La reunión duró casi tres horas más, falsas risas, empalagosos besos,
todo por la causa.
Fue Lucas el que puso punto y final al día.
— Me ha encantado pasar un rato tan agradable con ustedes —
mentiras, su dolor de cabeza se lo recordaba—, mañana me espera un día
muy difícil con la reinauguración del salón de fiestas del hotel y todavía me
quedan muchos flecos que organizar.
—¡Ves mi amor! Mañana asistiremos a nuestra primera fiesta juntos.
—Dominic estaba pasándoselo en grande, estaba dándole a su hermano lo
que él quería.
—Yo-yo no sé si será buena idea, trabajo ahí y no estaría bien—los
nervios estaban a flor de piel
—¡Claro que sí! Y Maggie también tiene que ir.
— Lo siento, yo no puedo, mañana tengo el turno de tarde. —Maggie
era enfermera en el hospital comarcal. Una llamada y no tendría problema
para asistir, pero no le apetecía esa fiesta.
—Pues iremos nosotros solos, pronto se casa nuestra hermana y
también asistiremos
Aquello era más de lo que su maltrecha cabeza podía aguantar.
—Como quieras. —Lucas no se molestó ni en despedirse, se levantó y
se fue.
—Ja,jaj, creo que con esta dosis tendrá para pasar una buena noche —
Dominic se relajó ahora que ya había pasado el peligro—, me dijiste que
trabajabas por la mañana. —Espetó a la enfermera su reproche
—Pues me entendiste mal, trabajo por la tarde
—¿Y a ti qué te pasa? Estás muy rara.
—Mala noche, así que me voy pero ustedes pueden quedarse hasta que
quieran. Hablamos mañana. —Mara se alejó caminando y ensimismada en
sus pensamientos, quería llorar, desahogarse y olvidar su nefasta vida. Al
marcharse se perdió la conversación que mantuvieron sus amigos.
—¿Tienes algún problema conmigo?—Dominic se decidió por la
claridad.
—¿Yo? No, ¿por qué?—Maggie se hizo la sorprendida.
—Pues porque te noto rara, puede ser que haya dicho o hecho algo que
te haya molestado y no me he dado cuenta.
—No te preocupes, no me has molestado en absoluto. —Una tremenda
mentira.
Pareció que Dominic se quedaba con ganas a decir algo más pero
guardó silencio.

El lunes por la mañana se irían encadenando las malas noticias una tras
otra. Mara comenzó su jornada de trabajo ajena a lo que estaba por pasar, ni
en sus más terribles pesadillas podría imaginárselo.
—Mara querida, tengo que hablar contigo —Marvin la instó a dejar lo
que estaba haciendo en manos de Tony—, él se ocupará.
Extrañada por tanto misterio acompañó a su jefe hasta la oficina.
—Tiene que ser algo grave para que me hagas dejar el servicio a
medias.
—Lo es —el hombre le entregó un sobre—, te dejo sola para que lo
leas
El sobre era blanco y como única reseña; el nombre de Mara Rivera.
Sus manos temblaron antes de abrirlo y a medida que lo leía su cara
palidecía.


<< Con la presente carta se comunica a la señorita Rivera su despido
inminente, sus métodos de trabajo no tienen cabida en el nuevo proyecto
que se está construyendo. La dirección del hotel agradece su aportación y le
desea suerte en su nuevo horizonte.

Firmado
Lucas Wells. >>



¡Hijo de puta!

Mara tardó varios minutos antes de salir, el pobre Marvin que ya sabía
de la noticia estaba acongojado pero las órdenes eran irrevocables
—Mara. Yo no sé qué decirte.
—No te preocupes, no hace falta que digas nada. —Y se alejó a recoger
sus pertenencias.
Tony no perdió el tiempo en preguntar qué era lo que estaba pasando.
— Marvin ¿qué le pasa?
—Nada, la han despedido.

Una inmensa alegría recorrió el cuerpo del hombre. Estaba feliz y
satisfecho.



CAPÍTULO 7





Desde su despacho no perdía detalle de la escena que se estaba
produciendo en el aparcamiento, Mara se afanaba por colocar algunos
objetos en el portaequipajes de su moto. Desde allí no podía verle la cara
pero imaginaba que estaría furiosa. Otro que vendría a reclamar sería su
hermano cuando se enterara.
—Señor Wells, su hermano desea verlo. —¡Qué rapidez! Pues sí que
corrían las noticias.
—Hazlo pasar —el mismo le abrió la puerta—. Dom me alegro de tu
vista.
Dominic fue al grano.
—¿Por qué?
—No sé a qué te refieres, ¿de qué hablas?
—Nos conocemos hermano, no hacen falta tonterías ¿por qué la has
despedido? Creía que te caía bien.
—Esto no tiene que ver con que me caiga bien o no, simplemente no
estoy conforme con su trabajo y punto.
—Ósea que lo que quieres es apartarla de mí.
Eso era verdad pero no podía reconocerlo delante de él.
—Dom yo…
—No. No te preocupes, no hace falta que busques excusas, ya
encontraremos una solución. Me decepcionas y más cuando no tiene ni idea
de nada.

Las palabras de su hermano lo tuvieron el resto del día intrigado Debía
dejar de pensar en todo ese embrollo que el mismo había formado para
concentrarse en la fiesta que estaba a punto de comenzar.
Sería un acontecimiento, las personas más importantes de la ciudad
estaban invitados. Todo era válido para que el Chesterfield Hotel volviera a
recuperar su buen nombre
—Que guapo estas hijo.—Martha Wells estaba orgullosa de los hijos
que el señor le había mandado. Cada uno de ellos era diferente y en el fondo
grandes personas. Lucas estaba espectacular enfundado en su traje negro. La
ropa no hacía a la persona y en este caso era cierto, la chaqueta se ajustaba a
los anchos hombros, la camisa negra sin corbata estaba abierta lo suficiente
para hacer suspirar a más de una mujer, los pantalones de buen corte le
quedaban perfectos
—Gracias madre tú también. —La invitación requería etiqueta motivo
por el cual su madre vestía un traje largo de color rosa
—Se me hace tan raro verte con las gafas.
—¿No te gusta?
—No es eso, es que…
—¿Qué pasa? —Acercándose a ella puedo darse cuenta de que tenía
los ojos inundados de lágrimas— ¿Madre?
—Es que eres idéntico a tu padre, sé que no te gusta que te lo diga pero
es así
—No pasa nada, puedo vivir con ello. Hoy me duele terriblemente la
cabeza por eso las tengo puestas, tantos papeles me vuelven loco. —Por
supuesto que le afectaba parecerse al individuo que tanto daño había hecho
a su familia, pero ya era duro para su madre la vida que le dio como para
que encima el protestara por su parecido entre ambos, la reconfortó con un
beso y un abrazo.
—¿Sabes algo de tu hermano? Me tiene preocupada. Desde que hemos
llegado parece otro, no sé si será bueno que ande en tratos con esa chica ¿a
ti que te parece?
—Que debemos dejarlo tranquilo, ya es mayorcito y sabe cuidarse
solo.

La fiesta era impresionante, el salón estaba a rebosar de invitados que
solo tenían palabras de elogio para el buen trabajo realizado en tan poco
tiempo. Lucas se paseaba entre ellos saludando y departiendo con todos.
Raro era verlo sin llevar a una bella mujer colgada de su brazo.
Dominic y Mara entraron en el hotel juntos, parecían una pareja que
llevaran cuarenta años casado.
—Es que yo no quería venir, tú me has obligado. Ya no tiene ningún
sentido seguir fingiendo.
—Te equivocas preciosa, ahora es cuando tenemos que demostrarle a
ese estúpido que tú no te doblegas ante él.
Mara sintió miedo, durante esas semanas en las que cada día conocía
mejor al chico el temor de que estuviera confundiendo iba creciendo
también. Tenían que hablar y ese parecía un buen momento.
—Dominic antes de entrar quiero hablar contigo.
—¡Oh, no! Ahora es cuando la chica dice, lo siento, me gusta otro.
Creo no podré soportarlo. —Teatralmente se llevó las manos a la cara y
fingió llorar.
—¡Dominic!
—Perdona, habla.
—Creo que no fue una buena idea mezclarte en todo esto. El problema
lo tenía yo con tu hermano y ahora estas involucrado. ¡No, espera! Déjame
terminar, me caes bien, eres un hombre muy atractivo y no me fijo en tu
incapacidad pero temo poder confundirte ¿tú me entiendes? A lo mejor esto
se me está escapando de las manos. Yo-yo…
—¡Mara! Mara cariño, escúchame. No te preocupes por mí, yo no he
mal interpretado la situación. Relájate y disfruta que estás preciosa, un día
de estos te darás cuenta de lo que te estoy hablando.
Saber que tendría que vestirse para encontrarse de nuevo con ese
hombre, le revolvía las tripas. Maggie le prestó un vestido porque ella no
tenía ni quería gastarse su dinero en esa fiesta.
—¿Preparada? —ella asintió compungida— Pues vamos
Lucas los vio entrar, desde su posición casi todo el salón estaba a su
alcance. Se iban riendo y su hermano parecía estar reconfortándola por algo,
le hablaba mirándola a los ojos y le acariciaba la cara. Por una vez Dominic
había hecho caso, llevaba corbata y su presencia era de admirar.
Ella estaba muy guapa, desde el día en que la conoció Lucas fue
consciente de que no era físicamente una mujer bella. Su altura le daba
elegancia, tenía la cara salpicada de pecas, había que reconocer que el
cabello corto la favorecía mucho. En su cuerpo se marcaban las generosas
curvas que la naturaleza le había concedido, pero no podía ser hipócrita,
estaba acostumbrado a otra clase de mujeres
El vestido azul eléctrico se ajustaba a su cuerpo, al girarse pudo ver
que llevaba la espalda descubierta, estaba peinada con una simple raya a un
lado, iba sencilla y muy elegante, los zapatos y el bolso color plata le daban
el color perfecto. ¡Maldita mujer! Lo que daría por recordar que había
pasado la otra noche.
Lucas fue reclamado por algunos de sus invitados y se dedicó a
relacionarse con ellos, en algún momento tendría que encontrárselos.
Y llegó la ocasión, sin opción de cambiar de rumbo tropezó de frente
con ellos.
— Buenas noches.
Dominic había hecho de aquella su guerra y no estaba por la labor de
reírle las gracias a su hermano.
—Hermano
Mara se mantenía alejada y en silencio, tenerlo cerca traía recuerdos
cuanto menos vergonzosos. Todavía sentía, molestias y mal estar en su
cuerpo, algunas partes todavía estaban muy sensibles al tacto.
—Señorita Rivera, está muy guapa. —La cortesía y la educación
siempre presente.
—Gracias.
—¡Domicic Wells! Cuanto tiempo —un invitado se acercó a ellos,
parecía conocer a los hermanos—, me alegro de volver a verte, estas
estupendo
—Hola Jeff, es una sorpresa verte aquí.
—Sí, si tienes tiempo podemos tomarnos algo y charlar un rato —Me
gustaría pero…—, aunque le apeteciera hablar con su amigo al que no veía
desde hacía años, no podía fallarle a Mara, ella no conocía a nadie y sería
muy feo por su parte dejarla sola o a merced de su hermano.
—Por mí no lo dejes —ante la certeza de que ella era el motivo para
que se negara lo apremió para que aceptara—, ¡anda vete! Yo no me voy a
ir, te espero aquí.
—¿Segura?
—Sí —para confirmar que no le molestaba quedarse sola se acercó y lo
besó en la mejilla—, tranquilo, estoy bien.
Lucas seguía la escena desde su sitio, el incómodo silencio que se creó
tras la marcha de los hombres fue roto por él.
—Quiero hablar contigo.
—Me da igual lo que tú quieras.
—Pero a mí no —sujetándola con fuerza por el brazo la sacó del salón
y la llevó hasta la primera puerta que encontró que resultó ser un office de la
limpieza—. ¡Entra!
—¡Eres un bruto, me haces daño! —Cuando la soltó se frotó el brazo
que estaba empezando a ponerse rojo
—Quiero que me explique qué estaba haciendo yo en tu cama ¿a qué
fui yo a tu casa? ¿Se enteró mi hermano? ¡Habla maldita seas!
Mara pensó en mentirle pero ya se estaba cansando de toda aquella
historia que no le había sino traído muchos problemas.
—No sé a qué fuiste, estabas borracho como una cuba y con lo
inteligente que eres ya podrás imaginarte el resto.
—¡No me toques los cojones Mara! ¿Qué fue lo que pasó?
—¿De verdad quieres saberlo? Tú mismo. Llegaste como te acabo de
decir, bebido, aproveché la situación para seducirte y acabamos en la cama.
Ahora viene lo mejor, en vista de que me has despedido pienso sacar
provecho de ese revolcón que nos dimos ¿me vas siguiendo?
—¡Eres una zorra! —Estaba iracundo, se había puesto rojo de la
rabia.
—Cuidado, espera que no he terminado. Se supone que tendré que
vivir de algo y como ahora no tengo trabajo esto es lo que hay. Me pagaras
lo que me pertenece, ni más ni menos y luego pagara mi silencio y eso es
todo por el momento.
Lucas la miraba con el odio escrito en la cara.
—¿Por qué crees que lo haré? Al fin de cuenta solo eres una fulana con
la que tuve la desgracia de coincidir una vez y de la que me estaré
lamentando toda la vida
El cruce de insultos, reproches y amenazas iba en aumento.
—Hombre….que tú me insultes cuando quieres que me case con tu
hermano, no te deja en buen lugar. Lo harás porque no querrás que Dominic
sepa hasta dónde eres capaz de llegar ¿nos vamos entendiendo?
Era inaudito, Lucas no podía creerse que eso le estuviera pasando a él
¡cómo lo había engañado, la muy perra!
—No pienso aceptar tus chantajes.
—Yo no soy como tú, no te confundas. Simplemente quiero lo que me
pertenece por mi trabajo y por hacerme cargo de tu querido hermano. —
Mara estaba dolida con él y la mejor manera de desquitarse era atacándolo.
La sorpresa del gesto la cogió desprevenida, del tirón la acercó a su
cuerpo y la miro directamente a los ojos.
—Te arrepentirás de haberte cruzado en mi camino. —Fue tan brusco
al soltarla que tuvo que agarrarse a una estantería para no caerse. Salió
dejándola allí sola.
Ya hacía mucho tiempo que lo lamentaba…

Mala….muy mala idea la de haber ido a esa fiesta. La noche avanzaba
y Mara cada vez estaba peor, Dominic no aparecía y ella estaba
completamente sola. Desde la distancia podía ver a Wells con su madre
charlando animadamente con los invitados. De vez en cuando se unía alguna
mujer que se creía dueña del hombre por la forma tan obsesiva con la que lo
sujetaba.
Ya estaba al límite de su resistencia, decidió salir un rato al jardín a
tomar el aire. Buscó dónde sentarse lo más alejada del barullo, esperó y
pensó. Las lágrimas pugnaban por salir, se sentía derrotada y vencida.
Nunca en su vida había tenido ese sentimiento, casi sin darse cuenta y sin
poder evitarlo comenzaron a rodar por sus mejillas. Durante rato dejó fluir
esa amargura que la embargaba, no temía que nadie la oyera porque el ruido
de la música ahogaba su llanto y la oscuridad y la lejanía del salón la
mantenían oculta en la noche.
Alguien más era espectador de ese momento solo que no creyó buena
idea la de salir de su escondite.
Mara sabía que con esas pintas ya no podría volver a la fiesta, decidió
mandarle un mensaje a Dominic excusándose por un supuesto dolor de
cabeza y volviendo a su casa.

Desde aquella noche ninguno de los dos se había vuelto a encontrar
con él otro, Mara se dedicaba a pasear por la avenida de Palm Spring en
busca de otro trabajo que no aparecía. Varios días después del infortunado
encuentro llegó a casa de la chica un sobre, dentro había dos cheques, en
uno la cantidad de mil dólares en concepto de indemnización y el otro le
causó un gran sofoco por la cantidad ¡diez mil dólares! Nunca pensó que
aceptara pagárselos más bien lo había dicho para no decepcionarlo, él se
había creído la fama de buscona de ella y no lo había decepcionado. Jamás
aceptaría tocar ese dinero, lo devolvería cuando tuviera la oportunidad.
Por otro lado Dominic seguía frecuentado las casas de las chicas como
si nada, para la familia de él, ellos estaban enamorados. Otra cosa era lo que
pasaba de puertas para adentro, entre Maggie y Dominic las cosas no eran
tan fáciles, discutían por todo y llegaban a pasarse varios días hablarse,
Mara no entendía bien que estaba pasando.
Un mes después de haber sido despedida encontró un anuncio en el
periódico en el que buscaban una cocinera para una casa, si no quedaba otro
remedio lo aceptaría, llamó y concertó la cita para esa misma tarde.
La casa era impresionante, estaba situada en uno de los mejores barrios
de Palm Spring, Northboro Park.
A falta de otra cosa mejor tendría que aceptarlo.
—Buenas tardes vengo por lo del trabajo.
—El servicio entra por la puerta de atrás. —La sirvienta que la atendió
le cerró la puerta en la cara. Tuvo que averiguar cuál era esa puerta y esperar
que la atendieran

Una hora más tarde Mara salía de aquella casa con trabajo, empezaría
al día siguiente. La señora de la casa personalmente la había atendido, algo
remilgada para los gustos de Mara pero bueno…tenía que trabajar.
Entre las condiciones estaba que debía empezar a trabajar a las seis de
la mañana y no saldría hasta después de la cena. Otro requisito
imprescindible era tener buenos conocimientos de cocina, el señor de la casa
estaba postulándose para la alcaldía de la ciudad y las cenas con gente
importante de la ciudad era un buen reclamo
Al llegar a su casa se encontró con el rechazo de sus amigos.
—¡Estás loca! No habrás aceptado.
—Mara, déjame ayudarte, no tienes por qué aceptar ese trabajo—Esa
fue de las pocas veces en los últimos días en los que los dos estaban de
acuerdo en algo.
—No, voy a trabajar y fin de las discusión. El uniforme es feísimo.
—Póntelo para verte. —Maggie quería quitar algo de hierro al asunto.

La figura de Mara reflejada en el espejo era patética, el traje negro era
horrible y lo menos adecuado para trabajar en una cocina, se
complementaba con un delantal blanco y la cofia, por lo menos sus amigos
tendrían motivos para reírse un rato.
—¡Voy!
El silencio fue sepulcral, Dominic había palidecido, a Maggie se le
saltaron las lágrimas y Mara esperaba.
—Bueno yo… —Dom fue el primero— yo, jajajajajaj, lo jajajajajaja lo
siento ¡no puedo!—la silla de ruedas se ladeó y terminó cayendo, aun así no
dejó de reír— Es feísimo
—¡Dominic! estás loco ¿te hiciste daño?—las dos chicas corrieron
inmediatamente a su lado preocupadas por la caída.
—¡No! estoy bien, que bien te queda esa cosa de la cabeza, jajaja.
A duras penas pues no dejaba de reírse lo ayudaron a sentarse en el
suelo y después de mirar bien la pinta que tenía Mara los tres estallaron en
grandes carcajadas.
— ¡Oye! No permito que te rías de mi cofia, es muy señorial y
distinguida.
Lucas evitaba pensar en aquella embaucadora, lo primero fue
despedirla, ahora solo quedaba alejarla de su hermano ¿cómo? Tendría que
pensarlo.
Para él fue un gran golpe oírla llorar aquella noche, se suponía que las
mujeres de su calaña no lloraban, pero fue un descubrimiento. La había
visto salir por la puerta que daba al jardín y decidió seguirla, quería saber
qué era lo que se traía entre manos. Desde que la oyó llorar tuvo
remordimientos, sabía que parte de aquellas lágrimas eran culpa suya. Él la
había obligado a esa locura.

El nuevo trabajo de Mara era agotador, desde el primer día en que
empezó tenía una nota con lo que los señores querían comer. Eran muy
sibaritas, la familia constaba de cuatro miembros y ninguno comía lo mismo
que el otro, tenía que hacer cuatro menús en cada comida desde el desayuno
hasta la cena. La más difícil de contentar era la hija mayor, se trataba de una
mujer muy engreída, no hacía nada útil más que intentar pescar un marido
rico. Más de una vez devolvía la comida sin tocar…no era de su agrado, por
lo demás era un trabajo como cualquier otro. La señora había visto su
tatuaje de la pierna y la obligaba a usar medias oscuras para taparlo.
—Señorita Rivera, la señora quiere hablar con usted. —una de las
chicas del servicio había entrado en la cocina a buscarla. Ya llevaba cerca de
un mes trabajando para ellos y hasta ese momento con pocos
contratiempos.
—Gracias voy enseguida.
La chica la condujo hasta la salita dónde la señora Martin la esperaba.
—Buenos días señora.
—Buenos días, la he llamado porque tengo algo importante que
comunicarle. Mañana daremos una pequeña fiesta aquí en la casa y necesito
que se quede hasta más tarde —aquellas palabras no le hicieron mucha
gracia a Mara—, vendrán algunos amigos y posibles donantes de fondos
para la campaña de mi marido. Es un día muy especial porque tal vez asista
un posible pretendiente de mi hija. Quiero que todo salga bien ¿me ha
entendido?
—Perfectamente. — Mara tenía claro que su estancia en aquella casa
no duraría mucho, a ella no le asustaba trabajar, lo que aquella gente hacía
era explotar a sus trabajadores.
—Aquí tiene el menú, haga una lista de los ingredientes para enviar a
cómpralos.

En la soledad de la cocina pudo leer con detenimiento el menú y casi
sale corriendo, aquello de pequeña fiesta nada, algo a su favor era que los
platos eran muy sencillos, no se habían entretenido en solicitar grandes
viandas ¡serian treinta personas! Y solo ella en la cocina.
El mal humor la acompañó hasta su casa y para aumentarlo se encontró
que estaba sola, no había rastro de los chicos. Se apuntó mentalmente la
pregunta, quería saber qué era lo que estaba pasando entre ellos.

Se presentaba un día complicado, mucho que hacer y pocas manos.
—Señorita Mara, la señora me envía para que la ayude.
Mara recibió de muy buena gana la llegada de la chica, ella era de las
que se ocupaban de la limpieza de la casa. Alguna que otra vez se habían
cruzado saludos además del agradecimiento por la comida que el personal
también comía.
—¿Cómo te llamas?
—Lisa, señorita
—Bueno Lisa vamos a empezar dejando él señorita, me llamo Mara
simplemente, nada de usted ni cosas raras ¿te quedó claro?
La chica asintió con la cabeza en gesto afirmativo.
—Sí.
Trabajaron sin descanso durante toda la mañana, unos minutos para
comer algo y vuelta al trabajo,
En la casa se podía ver el ajetreo de la organización del evento, flores
por aquí, manteles por allá, camareros externos para la ocasión
—Mara la señora nos ha dado los uniformes para la cena
La ropa era prácticamente igual que la de diario solo que esta estaba
ribeteada de blanco en las mangas y el cuello y el escudo de la familia
grabado en el pecho.
—Debemos ponernos los guantes los guantes cuando salgamos fuera a
servir.
—Puff, si no queda más remedio

Los invitados comenzaron a llegar a las siete, hora de empezar el
espectáculo. La música llegaba hasta la cocina dónde las dos chicas
trabajaban sin descanso.
— ¡Vamos! Los invitados esperan por la comida. — La desagradable
voz de Helen sonó a escasos centímetros de ella, nunca había sido agresiva
pero se estaba conteniendo con aquella estúpida.
Todo marchaba según lo previsto, mejor de lo que ella esperaba para el
poco tiempo con el que había contado para preparar todo, todo bien hasta
que estalló la tormenta.
—¡Oh Dios! Mara, se me ha caído un plato en medio del salón. —La
pobre chica estaba al borde del llanto
—No te preocupes, lo limpias y ya está.
—Pero no lo entiendes, la señorita me ha mirado de malas maneras
— ¡Bah!, no le hagas caso, atiéndeme. Vuelve fuera con tu mejor
sonrisa, limpias lo que se te cayó y te excusas pero siempre con la sonrisa en
la cara, ¡nada de lágrimas!
Superado el primer obstáculo.
La velada estaba en pleno apogeo, el trasiego de camareros entrando y
saliendo de la cocina era incesante. Los platos se iban apilando en el
fregadero irremediablemente, no daban abasto.
—Mara, la señora me ha despedido.
Aquello no entraba en los planes de Mara.
— ¿Qué has dicho?
—Que me ha despedido. —La pobre no podía evitar el llanto
—¿Por qué?
—Es qué me equivoqué de cubiertos para el postre y se puso hecha una
furia. Me ha dicho que no quiere verme por aquí, que ya me enviará mi paga
a casa.
¡Joder! Eran unos dictadores.
—Seguro que se le pasa.
—No está fuera esperando que me vaya, lo siento tengo que dejarte
sola.
No hubo tiempo para más, Lisa salió dejándola sola con todo aquel
caos.
La cena había acabado mejor de lo que ella esperaba, ahora lo invitados
estaban disfrutando de la buena música y del baile que la orquesta estaba
amenizando.
—Mara, salga fuera y ayude a retirar los platos sucios, alguien tiene
que hacerlo.
Eso era lo que le faltaba, tener que salir allí. Poco a poco fueron
despejando el comedor y llevándoselos a la cocina.
Ensimismada cómo estaba en recoger, no se percató de que los
invitados se movían todavía por allí, algunos rezagados que no estaban
bailando.
Su pericia de tanto tiempo trabajando en el hotel hacía que tuviera
mucho equilibrio cargando con grandes pesos, solo que no calculó bien sus
posibilidades y más después de un día tan duro de trabajo.
La bandeja con los restos de un pastel que se sirvió a los invitados
pesaba más de lo esperado, Mara iba pendiente de que no se le cayera y no
vio a la pareja que se acercaba a ella hasta que el golpe y el consiguiente
grito la paró.
—¡Oh ¡Estúpida! Mira lo que has hecho— La voz de Helen resonaría
el resto de su vida en su mente, con la inercia del golpe ella también había
caído junto con la bandeja pero parecía que no sin haber manchado a
alguien
Desde su posición podía ver las piernas de la mujer y los pantalones de
su compañero.
—No le grites, la chica no lo ha hecho queriendo— aquella voz—
señorita ¿está bien?
Maldita fuera su suerte. Se mantuvo callada esperando que no le
prestaran atención y siguieran su camino
—Déjala querido, vamos arriba a limpiarte la chaqueta. Ya me ocuparé
de ella más tarde.
—La ropa no es importante Helen, esta mujer se ha caído y a ti lo
único que te preocupa es la chaqueta.
.
—Sí, ella es insignificante, no es más que la torpe cocinera.
El hombre se arrodilló hasta la mujer que se afanaba por recoger lo
esparcido en el suelo
—Seño…—al ver de quien se trataba las palabras murieron en su boca
— ¿se encuentra bien?
Mara evitó contestarle y mirarlo, movió la cabeza asintiendo y siguió
limpiando
Lucas Wells estaba estupefacto ¿qué coño estaba haciendo ella allí?
Hacía tiempo que no coincidían y evitaba preguntarle a su hermano a que
se dedicaba desde que la despidiera.
Él tenía la convicción de que estaría viviendo y disfrutando del dinero
que le había sacado trabajar de cocinera.
—Lucaaas —el tono lastimero de Helen daba risa—, atiéndeme a mi
soy más importante que esta mujer, si se cayó que se levante y siga
trabajando. Vamos arriba me ocuparé de que quedes limpio.
Mara se dejó ayudar por Wells a levantarse, no quería darle más
importancia al asunto negándose a que él la ayudara, quería evitar que el
hombre hiciera preguntas, cuanto antes se fuera mejor.
—¿Estás bien?
—Sí, gracias. —Mentira…al caer se había hecho daño. Su rodilla
derecha se había llevado la mayor parte del golpe. Esperó hasta que la pareja
se fue para alejarse cojeando hacia la cocina.
Ya era bien entrada la madrugada cuando Mara abandonó la residencia
de los Martin, hasta que todo no estuvo en su sitio no se marchó. Habían
sido las horas más duras de su vida, le dolía tremendamente la rodilla y
apenas podía caminar aun así, no dejaron que se marchara hasta terminar.
El barrio era tranquilo, todos los habitantes eran personas bien situadas
y no había riesgo de que anduviera por allí nadie peligroso aunque nunca se
sabía. Mara acudía siempre en autobús a su trabajo, desde que la habían
despedido apenas usaba la moto por miedo a que se rompiera y no pudiera
hacerse cargo del arreglo.
Tan despacio como su dolor se lo permitía comenzó a caminar,
esperaba que pasara algún taxi pronto o estaba segura de que no llegaría
muy lejos.
Justo en ese mismo instante en el que ella tenía ese pensamiento un
coche puso el motor en marcha….accionó las luces y llegó hasta su altura.
Mara se puso nerviosa, quería apurar su paso pero no podía. El coche la
seguía despacio y el pánico se apoderó de ella, no sabía qué hacer.
El coche se puso a su lado y bajó la ventanilla.
— Sube.

No es que le hiciera mucha gracia descubrir quién era el conductor
pero por lo menos no era nadie con malas intenciones.
— No, gracias. Cogeré un taxi.
—¡Joder, sube al puto coche! —La poca paciencia de Lucas estaba ya
al límite.
Si pensaba que iba a claudicar tan rápidamente estaba equivocado,
siguió por su camino sin hacer caso de su mal genio.
El frenazo del coche y el portazo que dio al salir fue suficiente para
despertar a todo el vecindario.
— Te digo que subas o si lo prefieres te cojo en brazos ¿tú decides?
Mara sabía que sería capaz de hacerlo, lo que no entendía era porque
estaba todavía allí. Lucas seguía parado con la puerta abierta esperando a
que se subiera.
— ¿Tú o yo?
Intentando que se le notara poco la cojera anduvo hasta la puerta y se
subió.
Ninguno habló durante varios minutos…el ambiente era bastante hostil
por parte de ambos
—¿Se puede saber que estabas haciendo en esa casa?—cuando hablo
no se podía distinguir si su tono era de enfado o de incredulidad
—Ganarme la vida.
—¿Ganarte la vida? perdona que me cueste entender que ya hayas
gastado todo el dinero que te di.
—Te recuerdo que tú no me has regalado nada….además, yo no tengo
que darte explicaciones de nada, quiero irme a mi casa, puedes dejarme aquí
mismo
.Estaba claro que entre ellos nunca habría entendimiento de ninguna
clase.
—Este no es el camino a mi casa ¿dónde vamos?
Lucas no hizo caso a la pregunta, su mirada iba fija en la carretera.
Estaba conduciendo por las calles de Palm Spring muy cómodamente,
apenas había tráfico aquellas horas de la madrugada
—¿Te duele?
Mara dio un respingo en el asiento, confiaba en que no se hubiera dado
cuenta de su cojera, trató de hacerse la despistada pero no lo consiguió.
—Me cansa tener que repetirte las cosas dos veces, vuelvo a
preguntarte ¿te duele la rodilla?
—Casi nada.
Veinte minutos más tarde el coche entró en el aparcamiento de un
edificio de varias plantas, parecía muy lujoso.
—¿Dónde estamos? ¿Quién vive aquí?—pensó que era hablar con una
pared.
Lucas se bajó primero y rodeó el coche para ayudarla a bajarse.
—Vamos, vaamos—le tendió la mano pero no la aceptó lo que le hizo
que sus labios se curvaran en una sonrisa. Despacio se dirigieron hasta el
ascensor y apretó al ático. Mara a duras penas podía aguantar el dolor que la
estaba consumiendo, sabía que al relajarse el cuerpo, el dolor sería más
intenso y temía que dentro de un par de horas cuando tuviera que volver a su
trabajo apenas podría caminar.
El apartamento al que fueron era verdaderamente bonito, las luces que
les dieron la bienvenida dejaron ver un amplio salón decorado en tonos
marrones y blanco. El enorme sofá era más grande que la cama de ella.
Algunos cuadros tribales y escasos adornos una chimenea que más bien
parecía de adorno y una amplia alfombra bicolor. La barra americana
separaba esa estancia de la cocina y lo más que llamó la atención de Mara
fue el espectacular suelo de mármol que brillaba aún de noche.
—¿ Quien vive aquí?
—Yo—Fue una respuesta rápida y escueta—te voy a preparar el baño
para que te des una ducha.
—¿Qué? ¡Estás loco! Yo me voy inmediatamente para mi casa.
—Escúchame bien. Te vas a meter en el baño a la primera y me dejaras
ver ese golpe, esa es la primera opción y la segunda, te llevo a un hospital y
pasas allí la noche en observación ¿qué hacemos pues?
Ese condenado hombre sería capaz de llevarla al hospital y no le
apetecía nada, pero tampoco le llamaba la idea de pasar la noche bajo el
mismo techo que él.
— Me lo imaginaba, sígueme.
Mara tardó casi media hora en asearse, durante varios minutos dejó que
el agua corriera por su dolorido cuerpo. Al desnudarse pudo comprobar el
gran moretón que tenía en el muslo sobre el que cayó. También tenía la
rodilla muy hinchada por lo que cuando terminó de lavarse dejó que el agua
fría calmara el dolor que estaba sintiendo sobre esa extremidad.
Si no quería ponerse de nuevo la sucia ropa de trabajo tendría que usar
un albornoz que estaba colgado de la puerta del baño y que le quedaba
enorme.
Lucas esperaba pacientemente a que ella saliera del baño, mientras eso
pasaba, su cabeza trabajaba a marcha esforzada. Por mucho que quisiera no
podía entender por qué esa mujer le afectaba tanto. Él era un hombre de
éxito, se movía en los mejores círculos sociales y podía disfrutar de la mujer
que él quisiera y sin embargo, su única obsesión era la mujer que el mismo
había elegido para que se casara con su hermano.
Estaba empezando a preocuparse pues ya estaba tardando mucho…no
quería que se sintiera presionada pero creyó que era el momento de
preguntarle si estaba bien.
Al entrar en su cuarto vio la razón por la que no había salido; estaba
dormida en su cama. Lo más probable fue que se sentara a descansar y el
cuerpo no aguantó, suponía que llevaba muchas horas trabajando. La fama
del candidato a la alcaldía no era muy buena referente al trato que daba a sus
empleados. Alguna que otra vez había escuchado comentarios poco
afortunados para alguien con sus pretensiones.
Se acercó a la cama para acomodarla algo mejor, su bata de baño le
quedaba enorme y la tenía subida hasta lugares realmente eróticos a su
pensamiento. Todo ese deseo quedó en el olvido al ver el tremendo golpe
que tenía en su pierna, la rodilla duplicaba su tamaño normal y el muslo
estaba coronado por un enorme moretón negro.
Se sentía culpable por que se lo había hecho al chocar con él.
La tapó con una manta y se fue dejándola dormir.
Mara intentó hacer el menor ruido posible, no había dormido mucho
pero aun así estaba algo descansada. No era su intención quedarse dormida
pero su cuerpo no resistió la comodidad de la cama, desistió de la idea de
darse una ducha antes de irse, no quería hacer ruido y despertar a Wells.
La estaba oyendo moverse con el sigilo de un ladrón, parecía mentira
pero había sido incapaz de pegar ojo en toda la noche. Estaba incrédulo
pensando que estaba pensando en ir a trabajar ¡estaba loca! Esperó hasta que
se creyó a salvo cerca de la puerta.
—¿ Dónde vas?
Para ella fue una sorpresa escucharlo prácticamente detrás de ella,
pensaba que estaría acostado en otro cuarto, nunca imaginó que por su culpa
estaba durmiendo en el sofá.
Casi por arte de magia se encendió una pequeña lámpara que alumbró
tenuemente su cara.
— Te repito la pregunta ¿dónde crees que vas?
—Me voy a trabajar, es obvio.
—Ya, es obvio que eres una insensata —se levantó del sofá y se acercó
a ella amenazadoramente—, apenas puedes caminar por no hablar del
moretón del muslo.
La visión de ese hombre vestido solo con un pantalón de pijama y
acercándose a ella con cara de pocos amigos era como poco, intimidante.
— Ya…apenas me duele.
.Lucas se paró tan cerca de su cuerpo que podía sentir los latidos de su
corazón.
—¿Estás segura?
— Si…
—¿Segura? — Habló tan bajo que pareció el susurro del viento
—Me tengo que ir
—No irás —echó mano al bolso que tenía colgado del hombro y
aseguró—, no estás en condiciones de ir a ningún sitio.
Mara tembló con el roce de su mano, se sentía débil junto a él y se lo
reprochaba interiormente.
—Vuelve a la cama.
Estaba claro que no la iba a dejar salir. Quería que amaneciera cuanto
antes para poder alejarse de él, ese hombre era peligroso para ella.
De vuelta a al sofá él y al dormitorio ella, la oscuridad de la madrugada
y el silencio se apoderó de nuevo del apartamento.
¡Maldita sea! Era imposible dormir, no con esa dichosa mujer acostada
en su cama. Sabía que no estaba siendo buen hermano por muchos motivos,
el peor de todos era desear a la novia de su hermano.
A las siete de la mañana el ruido del agua correr en el baño espabiló a
Lucas de su sopor, el día no sería nada agradable después de haberse pasado
toda la noche despierto.
Esperó a que terminara de bañarse para aplicarle una pomada en los
golpes, su intención había sido hacerlo antes de que se durmiera pero no
hubo ocasión
—¿Has terminado? —Decidió que aunque estuviera en su casa
respetaría su intimidad.
Desde el interior de la habitación sonó la respuesta.
—Si
—¿Estas vestida? Voy a entrar
Al entrar se la encontró de pie junto a la cama, parecía sorprendida por
su presencia,
—Acuéstate te voy a poner un poco de crema en la rodilla.
—Te lo agradezco pero no es necesario.
—Bien, esa es tu opinión, pero no la mía. Acuéstate. —Le habría
gustado conocerla en otro momento más oportuno, vivir con ella tendría que
ser todo un ejercicio de paciencia total.
Si se negaba volverían a discutir y ya estaba cansada, si le hacía caso se
libraría de él rápidamente.

Lucas comenzó a masajear la dañada rodilla con sumo cuidado, sabía
que lo que estaba haciendo le producía dolor por más que ella quisiera
negarlo Estuvo haciéndolo un buen rato. Luego le pidió que se subiera la
bata hacia arriba.
—No pretenderás que te la ponga encima de la ropa ¿verdad?
—Yo lo puedo hacer.
—Sí, pero lo haré yo.
Mara no podía evitar que el roce de las manos en su pierna la hiciera
quejarse, le dolía bastante pero no creía que tuviera nada roto.
—¡Oh!
—Perdona ¿sabe mi hermano que estas aquí?
Buena pregunta.
—No, le dije que si la fiesta terminaba tarde me habían ofrecido que
pasara la noche en la casa. Por lo tanto no está preocupado por mí.
—¿Entonces por qué no te quedaste?—mientras estaba hablando con
ella se estaba dejando llevar por la imaginación. Sabía que no debía, la
mano fue cambiándola forma de moverse. Ya no estaba untando el
medicamento. Ligeramente iba descubriendo el resto de la pierna.
Solo que…
— No sigas por favor—tendría que pararlo o luego sería tarde.
—¿No te gusta?
—No. Quiero irme — Mara tenía que ser consciente, Lucas Wells
pensaba que ella era cuanto menos una prostituta, estaba acostumbrado a
tratar a las mujeres como trofeos o como en su caso mercancía de chantaje.
Ella tenía que reconocer que le gustaba…pero nada más. No iba a dejar que
le destrozara la vida—, te agradezco tu ayuda pero tengo ganas de ver a
Dominic.
Ese fue un golpe bajo.
Terminó de aplicar el ungüento, de un plumazo se le había esfumado
cualquier pensamiento
—Vístete, te llevaré a tu casa.
Mara se dio prisa en ponerse la ropa, aprovechó el momento en el que
lo vio entrar en el baño para marcharse.
Lucas salió bañado, vestido y de mal humor algo que se acrecentó al
ver que estaba solo, la muy…se fue sin esperar por él.

Mara volvía a estar sin trabajo, el incidente había hecho que Helen
Martin se vengara de ella con una llamada.
—Me avergonzaste delante de mi novio, eres además de mala cocinera
una estúpida, me ocuparé de que nadie en Palm Spring te vuelva a contratar
nunca.
¿Su novio? Eso le causó gracia, Mara daría lo que fuera por ver su cara
al saber que su novio, había estado dispuesto a meterse en la cama con ella
sin pensárselo dos veces.
Ninguno de los dos deseaba provocar un nuevo encuentro entre ellos,
Lucas pensaba que tenía que alejarse de ella por el bien de su hermano. Tan
solo una vez le pregunto por su estado después del accidente— Está mejor,
lo que fue una gran casualidad es que fuera contigo con quien chocó en
aquella fiesta, estás destinado a llevarte bien con ella hermano— fue una
frase con segundas intenciones que Lucas no pareció entender.



CAPÍTULO 8





Las reservas de ahorros de Mara empezaban a escasear, necesitaba
urgentemente un trabajo Cuando se lo comentaba a Dominic y a Maggie los
dos le daban la misma respuesta—Ya vendrá, no te agobies.
Una tarde en la que solo estaban el chico y ella viendo la televisión se
atrevió a preguntar eso que le estaba rondando en la cabeza desde hacía
mucho tiempo.
—Dom ¿te puedo hacer una pregunta?
—A ti te permito lo que quieras.
No quería andarse con muchos rodeos.
—¿ Te gusta Maggie?
Dominic no contestó, se mantuvo callado y pensativo. Cuando conoció
a las dos amigas de ninguna manera se había planteado entablar una relación
con alguna de ellas. Eran simpáticas y estaba a gusto en su compañía. Fingir
que le gustaba Mara había sido gracioso al principio, se lo pasaba bien
haciendo creer a su hermano que estaba consiguiendo lo que él quería, pero
eso ya había cambiado. El día a día con Maggie había hecho que fluyeran
sentimientos enterrados para él desde el accidente, podía intuir que ella
sintiera algo también. Deseaba a una mujer…deseaba a esa pelirroja de mal
carácter cuando se enfadaba, a la chica que estaba pendiente de cualquier
cosa que necesitara antes de pedirla. Para Dominic era un reto que una chica
tan guapa como ella se fijara en un tipo en silla de ruedas. Para los dos la
mentira que estaban manteniendo delante de Lucas era un impedimento por
el momento insalvable.
—Um ¿te preocupa que te deje tirada?
—No, solo quiero que me contestes la pregunta ¿te gusta Maggie? Es
sencillo, sí o no
— Sí
—¿Porque entonces la veo tan triste? Anoche me la encontré llorando.
— No lo sabía. —El tono de voz del hombre cambio radicalmente,
estaba desconcertado.
—Lo que no entiendo es que si los dos sienten lo mismo no se decidan.
—Ella imaginaba que los sentimientos de su amiga eran los mismo que los
de él. Solo en una ocasión había salido el tema y la pelirroja lo esquivó con
poca suerte.
—Es sencillo querida….
—¡Oh que tonta soy! La culpa es mía
— No Mara, escúchame
—¡No!¡no!¡no! tenemos que acabar con toda la tontería de tu hermano,
hay que decirle de una vez por todas que tú y yo no nos vamos a casar
— Espera.
—¡No! No pienso esperar nada, ahora mismo se lo digo.
—¡Mara! atiéndeme un momento. Dentro de una semana es la boda de
mi hermana, espera hasta ese día, luego se lo decimos, una semana nada
más
—¿Y qué pasará con Maggie?
— Yo hablaré con ella más tarde, no te preocupes
—Lo único que te pido, es que no la hagas sufrir.

La gran familia Wells empezó a congregarse en Palm Spring, las cinco
hermanas de los dos hombres parecían cinco madres. La futura esposa era
espectacularmente guapa, como todas las demás. Todas ellas llegaron
acompañadas de novios y maridos.
Revoloteaban alrededor de ellos como abejas en la miel, querían saber
cualquier cosa que sirviera para chismorrear entre ellas.
La noticia de que Dominic tenía novia fue motivo de gran júbilo, ahora
solo quedaba Lucas.
A Mara la acosaban sin piedad bajo la atenta mirada de Lucas, ella
intentaba no dar muchos detalles de su supuesta relación, ya quedaba poco
para que acabara.
.El día de la boda amaneció despejado, todos estaban muy nerviosos
pero contentos y felices.
La novia avanzó por el pasillo de la iglesia del brazo de su hermano
mayor, los dos levantaban suspiros a su paso, Lucas iba enfundado en un
esmoquin negro que no dejaba duda que era a medida….estaba
impresionante.
La ceremonia duró una hora en la que Mara no dejaba de pensar en que
diría para explicar su mentira, estaba asustada ante las reacciones que se
pudieran dar.
— Tú déjame a mí, yo me ocupo.
A si fue avanzando el día, el banquete de bodas se celebraría en el
Chesterfield Hotel, el gran salón recién inaugurado se había engalanado para
ese evento tan especial. Mara quería evitar a toda costa que se fijaran en
ella, se mantenía alejada de la familia…casi invisible.
Maggie también había asistido por expreso deseo de Dominic, estaba
muy guapa, algo había cambiado entre ellos y Mara estaba muy contenta.
—¿Te estas escondiendo de alguien?
La voz que sonó tras ella la cogió desprevenida, no sabía que nadie se
fijara en ella después de todo había muchísima gente.
—No ¿qué haces?
— Nada, te vi aquí y pensé que te escondías.
—Pues te equivocas. —No mucho pensó Mara, pero no lo admitiría
delante de él
—Estas muy guapa ¿te lo han dicho?
—Si, gracias. —Ella sabía que aunque no le apeteciera asistir sabía que
debía vestirse acorde con el evento. Para la ocasión se puso un vestido verde
esmeralda palabra de honor, unos bonitos pliegues que terminaban en un
lazo a la altura de la cadera le daban el toque perfecto. Se complementaba
con zapatos negros de tacón, una pequeña cartera dorada, pendientes verdes
y un brazalete dorado.
Alguien reclamó la presencia de Lucas por lo que se alejó de allí.
La familia estaba reunida en un salón privado del hotel, los invitados
ya hacía rato que se habían marchado y como los novios no se iban de viaje
hasta el día siguiente decidieron sentarse todos a tomarse un café antes de
retirarse a descansar a sus habitaciones. Mara y Maggie se alojaban también
allí esa noche, a excepción de ella que había subido a cambiarse los zapatos
todos los demás si estaban.
Las mujeres parecían gallinas cluecas hablando al mismo tiempo, reían
de ciertos vestidos y llegaron a llorar al recordar algunos sombreros
.—¡Familia! Quiero que me presten atención, quiero comunicarles algo
— Dominic consiguió el efecto deseado, todos estaban pendientes de él—
quiero que sepan que estoy enamorado y me voy a casar.
¡Ohhh! Fue la exclamación unánime de todos. Solo había una persona
en contra de esa decisión.
Las chicas saltaron de alegría, la madre estaba algo sorprendida y
Lucas no sabía que decir….o sí.
—Tu no dices nada hermano ¿estarás contento por lo menos?—quería
obligarlo a descubrirse.
Las palabras de Lucas cayeron como una piedra entre los presentes.
— No puedes casarte con esa mujer.
—¿Y cuál es la razón?
—Pues porque te lo digo yo, no te conviene.
—Me imagino que tendrás motivos para afirmar eso. —Dominic
conocía sobradamente a su hermano, sabía que estaba a punto de estallar. Lo
que menos podía imaginar es que fuera tan duro y tajante.
—Los tengo. —Había llegado el momento de acabar de una vez con
esa farsa que él mismo había urdido.
—¿De qué hablas hijo? —Martha se sentía confusa por la frialdad que
estaba sintiendo entre sus hijos.
—Esa mujer no te quiere….si está contigo es por pena.
—¿Pena? Que sabrás tú lo que ella siente por mí, me parece que lo que
pasa es que estás celoso ¿me equivoco hermano?
—¡Maldita sea Dom! Yo no tengo celos ni de ti ni de nadie. Lo único
que te digo es que no te conviene y ya está.
—Tú eres de los que cree que en mi estado ya no sirvo para nada,
piensas que una chica guapa no se puede fijar en mí, te equivocas. Yo sigo
siendo un hombre, no camino pero valgo lo mismo que tú.
La familia asistía atónita al cruce de reproches que se estaban lanzando
mutuamente.
—¡Chicos! Déjenlo ya por favor. —Una de las hermanas intentó frenar
aquello.
—¡No! Quiero que me diga por que no puedo ser feliz.
—¡Estúpido! Por qué yo la contraté para que se casara contigo.

Aquella bomba silenció a todos, menos a los que sabían la verdad. La
pobre Maggie estaba deseando que su amiga no apareciera, quería evitarle
aquel bochorno.
—¿Qué tú qué?
—Yo la contraté, quería que se enamorara de ti, pensé que era otra
clase de mujer. Te vi un par de veces con ella y creí que sería digna de ti. Lo
siento, me equivoqué. Quería verte feliz.
—Jaja ¿querías verme feliz? Y para eso era necesario que amenazaras a
una mujer y, ¿qué te hizo cambiar de opinión?
—Su fama, nadie habla bien de ella. Un antiguo novio me contó las
peores cosas que se pueden decir de una mujer.
—¡Cabrón! ¡Mientes!
—¡Es verdad! Créeme Dom, se dé que te estoy hablando.
— No sigas Lucas, no quiero escucharte más.
—Tú eres mi hermano pequeño y te quiero. Yo haría lo que fuera por
ti. —Mara llegaba en esos instantes, estaba escuchando los agrios gritos que
salían del salón y decidió espera a que se calmaran, no podía imaginar a que
venían, era un día especial para ellos— Esa chica es una chantajista, me
pidió dinero para mantener silencio y hacerse cargo de ti, palabras textuales.
Mara estaba estupefacta escuchando.
—Sé que soy culpable de haberla metido en tu vida, pero haré lo
posible para echarla de ella.
—Lucas…para. —Dominic no quería que siguiera hablando, no era
justo para su amiga que el resto de la familia escuchara las mentiras que
alguien le había contado al insensato de su hermano— Luc…
—¡No! Me vas a escuchar. Su novio me contó que se acostaba con
cualquier hombre que le reportara beneficios —Mara sentía como el cólera
se adueñaba de ella, decidió entrar y afrontar esas injurias en su contra—, yo
mismo fui uno de ellos….y me avergüenzo
—¿Qué? — fue la exclamación genera—La elegiste como mi esposa y
te acostaste con ella.
—Yo caí en sus redes, no me acuerdo como…lo cierto es que acabé en
la cama con ella.
—Lucas por favor…cállate ya, más tarde te arrepentirás —Dominic
buscaba la forma de hacer callar a su hermano.
—No puedo, quiero que te des cuenta de que no merece la pena. —
Lucas estaba de espaldas a la puerta, no había visto que la mujer de la que él
estaba hablando estaba parada con la cara desencajada.
—No es con ella con quien me voy a casar.
—¿Perdona, que has dicho?
—Que yo no me voy a casar con Mara, .yo estoy enamorado de
Maggie.
—¿Me han engañado?
— No, te hemos pagado con tu misma moneda.
— Eso no cambia nada, me da más la razón. Ella era consciente de su
engaño y sin embargo se aprovechó para estafarme mucho dinero. Tony
tenía razón cuando me dijo que era una prostituta, que usa su cuerpo para
vivir de los hombres.
—¡Oh!— todos se giraron y fue una sorpresa ver a Mara en la puerta,
su cara no reflejaba nada. Estaba seria…quizás hasta aliviada de que todo
hubiera acabado ya. Miraba fijamente a Lucas, estaba inexpresiva.
Nadie supo reaccionar, Mara se dio la vuelta tranquilamente y se
alejó…
Misteriosamente a toda la familia Wells le entró el sueño al mismo
tiempo, uno a uno se fueron excusando y subiendo a sus habitaciones. Nadie
fue capaz de pronunciar ni una palabra sobre lo ocurrido, discretamente
abandonaron el salón en silencio. Ellos estaban atónitos viendo el cruce de
acusaciones entre los dos hermanos.
Maggie estaba tan enfadada que temblaba sin poder remediarlo, ella
fue la última en salir, delante iba Dominic….tampoco le dirigió la palabra a
su hermano.
Lucas disponía de una habitación en el hotel para cuando su trabajo no
le permitía volver a su casa, esa noche el motivo de su insomnio eran los
nervios, el desagradable espectáculo que se había vivido el día de la boda de
su hermana fue bochornoso. Por la mañana se disculparía con ellos.
Decidió salir a la terraza a tomar un poco el aire, todo estaba en
silencio apenas roto por los trabajadores del turno de noche.
Su elegante ropa había dejado paso a un pantalón vaquero y una
camiseta estaba descalzo y fumaba sin parar, un cigarrillo detrás de otro.
¿Qué era lo que estaba pasando? Su vida estaba patas arriba en esos
momentos de la noche y todo prometía que al día siguiente sería peor.

El nuevo día trajo la repentina marcha de las hermanas Wells, todas
parecían haberse puesto de acuerdo en regresar a sus casas. Ellas eran
conscientes de que sus hermanos tenían un problema que debían solucionar,
.no ayudaría el que estuvieran en medio.

Martha Wells también decidió irse a su casa, el viaje había servido para
que su hijo encontrara la felicidad y ella no era nadie para interponerse,
prometió que volvería en un par de semanas.
Maggie no quiso molestar a su amiga la noche anterior, las dos
compartían la habitación pero si de algo presumía era de conocer a Mara, lo
mejor que podía hacer para ayudarla era dejarla sola no atosigarla.
—Mara…cariño ¿podemos entrar? —Maggie esperó la respuesta—
¿Estas despierta? —Una señal de alarma se encendió en la chica. Entró
despacio y salió de duda, la habitación estaba recogida nadie había dormido
en la cama, abrió el armario y estaba vacío— No está, se ha ido.
Dominic la había seguido dentro de la habitación.
—Lo siento ¿tienes idea de dónde estará?
Maggie negó con la cabeza, quería evitar llorar para no preocupar a su
novio pero fue imposible —Te-tenía que haber dormido aquí con ella
¡maldigo el día en que conoció a tu hermano!
Andaba dando vueltas por el cuarto, se lamentaba del dolor de su
amiga y lloraba de impotencia. Su mirada se fijó en la mesita de noche,
había un sobre blanco a su nombre. Lo abrió y leyó en voz alta << Amiga
devuelve esto a su dueño, nos vemos>> era un cheque por diez mil dólares a
su nombre y firmado meses atrás por Lucas Wells.

La rabia que sentía Maggie en esos momentos la hacían pensar en
regalárselos a cualquiera que pasara por la calle, si lo hacía ese bastardo
siempre creería que ella se los gastó.
La pareja salió en busca del citado. Tardaron mucho tiempo en
encontrarlo, estaba en su despacho trabajando en su ordenador
—¿ Podemos entrar?
— Claro —Lucas sabía que tarde o temprano tendría que hablar con su
hermano y explicarse.
Dominic fue al grano
— Luc…
—¡No! Déjame a mi primero. Yo siempre he intentado cuidar de esta
familia lo mejor que he podido y tú lo sabes —sentado detrás de su
escritorio parecía cansado, llevaba sus gafas puestas y su aspecto no era el
mejor, incluso parecía no haberse peinado—, cuando tuviste el accidente
habría dado lo que fuera para evitarte todo el dolor que pasaste, me habría
cambiado por ti sin dudarlo. He visto como maltratabas a todo el mundo
incluso a nuestra madre, no me arrepiento de nada en mi vida y si crees que
lo que hice estuvo mal, lo siento, Yo solo quería que fueras feliz.
—¿Pero comprarme una esposa era la solución? A lo mejor la habría
encontrado yo solo —esas palabras las dijo mirando a Maggie que se
mantenía en segundo plano—, ¿ por qué elegiste a Mara?
—No lo sé, nos conocimos por casualidad en un avión. Estuvimos
hablando un rato y la casualidad quiso que ella trabajara en el hotel que yo
acababa de comprar — todavía tenía muy presente la guerra abierta entre
ellos cuando Mara no sabía quién era su nuevo jefe—, un día te vi hablando
con ella cerca de su moto y no preste mucha atención…pero eso fue
pasando un día tras otro y pensé que tal vez ella era lo que tu necesitabas.
—Y no se te ocurrió otra cosa que amenazarla con destruir todos los
puestos de trabajo de sus compañeros, incluido el de su padre.
—Bueno eso fue una medida de presión. Tú me conoces y sabes que
jamás lo habría hecho.
Dominic hacía tiempo que no conocía a su hermano.
—¿Por qué entonces cambiaste de opinión sobre ella?
—Ummm, difícil de explicar. Un antiguo novio suyo trabaja aquí y me
puso sobre aviso de ella. Me contó como usaba a los hombres para sacarles
dinero y joyas, lo había hecho con él y yo no quería eso para ti.

Maggie escuchaba asombrada, ese hombre era un gilipollas desde que
nació, no lograba entender que podía ver una mujer en él para encontrarlo
interesante
—Me imagino que hablas de Tony ¿cierto?
—Sí.
—¿Que más te contó?
A Lucas le sorprendió que su amiga quisiera saber más cosas, se
suponía que eran amigas, con lo cual sabían una la vida de la otra.
— La verdad que fueron cosas muy relevantes para que yo cambiara de
idea sobre que se casara con Dom…
—Ya ¿te contó por casualidad tu amigo que un día casi mata a Mara de
una paliza? —la cara de espanto de los dos hermanos era digna de una
fotografía—, veo que no.
—Eso es mentira ¿Quién te lo contó, ella? Mira que Tony me avisó
sobre su afición a contar mentiras.
—Ya veo que Tony te cayó bien. Pues no me lo contó ella, fíjate. Un
día yo salí más temprano de mi turno y llegue a casa antes de la hora —
recordar que eso le había salvado la vida a su amiga provocó en ella de
nuevo las lágrimas—, al poco rato de estar en mi casa empecé a oír gritos,
estaban discutiendo, pero no le di más importancia, cosas de novios pensé
yo. Los gritos dieron pasos a golpes, oía cosas romperse, cristales estallando
y luego gritos de horror. Desde que Mara y yo nos conocimos nos caímos
bien, un día ella se quedó sin llaves y decidimos que lo mejor era que cada
una de nosotras tuviera llave de la otra. Yo fui hasta su casa con mi llave y
como no me habría use la mía para entrar. —Maggie no pudo seguir se
derrumbó totalmente. Lloraba sin consuelo.
—Trae un vaso de agua. —Dominic culpaba a su hermano de aquella
lágrimas.
Lucas se acercó a la chica con el líquido, estaba cuanto menos perplejo
con lo que estaba oyendo.
—Cariño, déjalo. Recordar eso te hace daño.
—¡No! Quiero que el señor sabelotodo se entere de a quien humillo
anoche delante de toda tu familia —no pensaba salir de allí sin que su futuro
cuñado se sintiera como un miserable desgraciado—, cuando entré al
apartamento de Mara me quedé horrorizada. Todo estaba roto, destrozado y
Tony estaba….estaba intentando ¡violar a mi amiga!
—¡Maldita sea! — Dominic estaba furioso— ¿Qué pasó?
—Tony estaba drogado y no atendía a nada. Como pude logré que se
separara de ella, le había partido el labio y tenía la cara hinchada por los
golpes. Le había contusionado las costillas y se permitió el lujo de amenazar
con mandar matarnos si le denunciábamos. Mara tenía un corte en la pierna
que necesitó que le cosiera. No quería ir al hospital por lo que yo misma la
atendí. Era horrorosa poco a poco la convencía para que cuando se le curara
se hiciera un tatuaje que se la disimulara y así fue.
—Pero ellos trabajan juntos…no lo entiendo
—Simple, el hotel no tenía dirección y las constantes amenazas para
callarla pesaban más. Mara decidió adelantar sus vacaciones y fue al país de
sus padres a conocer familia que tiene allí.
Lucas Wells siempre había presumido de conocer a las personas con las
que trataba, era difícil que alguien lo engañara hasta ese momento, se sentía
como un idiota.
—Pero me dijo que ella usaba a los hombres para vivir….que había
una apuesta para ver quién era capaz de grabarla en la cama. También me
contó que la moto fue un capricho que él tuvo que pagar.
.
—¿Y tú te lo creíste? Si, veo que le creíste. Mara viene de una familia
creyente y muy religiosa me dirás que eso ya no se usa, pero ella es de las
que piensa que no hay que acostarse con el primero que aparezca. La moto
es de ella, pagada hasta el último dólar con su trabajo
—¿Quieres decir?— Lucas estaba atónito, no quería ni pararse a pensar
en lo que le rondaba en la cabeza.
—Si…eso mismo, es virgen o lo era. —Fue un momento de
incomodidad para los tres, todos recordaban las palabras de Lucas la noche
anterior dando a entender que se había acostado con ella. Maggie no
entendía como su amiga no le había contado lo que se traía con él.
—Yo…no sé qué decir. Quiero estar solo, tengo muchas cosas en las
que pensar.
Dominic había estado callado escuchando a su novia relatar ese
espeluznante episodio, estaba sorprendido por la unión que veía entre las
amigas y por otro lado sentía que su hermano estaba al borde del precipicio.
—Vamos Maggie, tendremos tiempo de volver a charlar.
—¡No! No pienso irme hasta que me escuche. Anoche pude sentir
vergüenza ajena, humillaste a una persona que no se lo merecía. La
chantajeaste, la amenazaste ¿sabes qué? No te diferencias mucho del cerdo
de Tony, es más, pareces familia de él. Mara es una buena chica, la mayor
parte de su sueldo, ese que ganaba hasta que tú la despediste, lo usaba para
ayudar a pagar los estudios de sus hermanos. Tú entraste en su vida para
destrozarla pero puedes quedarte tranquilo, se ha ido. Ya no habrá más
mentiras ni más dolor para ella. Antes de irse te dejó esto—no se merecía
ningún trato de favor, con mucho desprecio le tiró el sobre encima de la
mesa.
—¿Que se ha ido? ¿A dónde?—Lucas quería escuchar de su boca todo
lo que su amiga acababa de decir. Cogió el sobre y o abrió. Dentro estaba el
cheque de diez mil dólares que él le había enviado por correos.
Lucas no se dio cuenta de que su hermano y su acompañante lo habían
dejado solo, de todo lo que Magiee dijera solo pensaba en algo….era virgen.
Un puñetazo mental sacudió su alma, aquella noche en la que fue a su casa
estaba bebido…pero su madre siempre decía que un borracho nunca
olvidaba sus fechorías, ella era experta en ese tema.
Mientras intentaba recordar lo sucedido había otra cosa de la que
ocuparse.
—Luci —apretó el interfono para dirigirse a su secretaria—, quisiera
que llamaras a Tony Malcolm, quiero hablar con él ¡ya!— fue conciso.
Mientras llegaba su empleado su pensamiento iba irremediablemente
hasta todas y cada una de las palabras que Maggie le había espetado.
Cuando su secretaria lo avisó de que ya había llegado su visita él estaba
terminando de firmar unos papeles que dejó encima de la mesa junto a un
bolígrafo….todo dispuesto para una firma.
—Hazlo pasar.
—Buenos días señor Wells ¿para que soy bueno?
—Siéntate Tony, me gustaría hablar contigo de algo—por más que
quisiera darle lo que se merecía a ese tipo, todavía tenía que aclarar ciertas
cosas
—¿Cómo funciona todo ahora? ¿Ha mejorado el ambiente?
El hombre pareció tranquilizarse al oír el motivo de su llamada.
—Mucho, señor Wells. Hay un refrán que dice, muerto el perro se
acabó la rabia .y eso es lo que ha pasado.
—Pues perdona que te diga, no lo entiendo. Se supone que tú fuiste
novio de la señorita Rivera, tendrías que estar un poco apenado por su
marcha.
—¡Oh, no! Cuando descubrí como era en realidad me decepcionó.
—Um —Lucas ya no podía contenerse más—, oye…una pregunta que
quiero hacerte ¿qué piensas de los hombres que maltratan a las mujeres?
Tony se revolvió nervioso en el sillón dónde estaba sentado.
— Pu-pues que deberían colgarlos a todos por los huevos.
—Bahh, seguro que habrá razones para ello ¿te ha pasado alguna vez?
Oye siempre hay mujeres pesadas que sacan a uno de sus casillas.
Tony estaba cada vez más nervioso, no sabía a dónde quería llegar con
esas preguntas, él pensaba que le iba a comunicar un ascenso.
—No, no soy partidario de la violencia.
—Vaya…vaya, eres un hombre íntegro
—Gracias, lo intento.
—Otra cosa que me gustaría saber —Lucas se levantó de su silla y se
acercó hasta escasos centímetros del hombre—, ¿todavía eras novio de la
señorita Rivera cuando se fue de vacaciones?
—¡No! Que va. Yo no quería tratos con ella en ese entonces.
— Por lo que me cuentas, no sabrás quien fue el hijo de puta que le dio
una paliza ¿me equivoco?
Aquello estaba empezando a no gustarle.
—Perdone pero no sé qué tiene eso que ver conmigo.
—Nada hombre, estamos hablando nada más. —Empezaba la fiesta.
—Yo debería volver…hay mucho trabajo y con la marcha de Mara
somos menos manos para trabajar.
— Si, si, no te preocupes terminamos ya. Pero, tengo una duda que
quiero que me aclares.
— Lo que usted quiera
—Sabía que podía contar contigo. —Wells se dedicó a pasear por su
despacho durante unos momentos, quería evitar ponerle las manos encima
por muchas ganas que tuviera. Ya el daño estaba hecho y nada ni nadie
podría cambiarlo. Él se había comportado como un desgraciado y eso ya no
tenía arreglo, para lo que si había remedio era para tener un maltratador
trabajando en su hotel.
—Te voy a explicar algo, seré rápido. Esta mañana me enteré de que
alguien, tú para ser más exacto, le había dado una paliza a Mara Rivera.
Según me cuentan le destrozaste tanto la cara que no pudo venir a trabajar es
más, se tuvo que ir de vacaciones para poder recuperarse. Fuiste tan cobarde
que la amenazaste para que no te denunciara, pien…
—¡Eso es mentira! —Tony estaba acorralado y lo sabía— Esa mujer es
una mentirosa, yo no la he tocado jamás.
Lucas no se dejó influir por su vehemencia.
—Como te decía, solo los cobardes pegan a una mujer y solo los
cobardes, intentan abusar de ellas. A los cargos de agresión se suman los de
intento de violación. Nunca me caíste bien, ahora solo me gustaría tener la
influencia necesaria para poder internarte en una cárcel en la que pudieras
sentir en tu propia piel lo que es una violación.
Tony se fue a levantar pero una garra alojada en su hombro se lo
prohibió.
—¡Siéntate! Todavía no he terminado, si por mi fuera esta
conversación la tendrías con la policía, pero no vas a tener tanta suerte. Eres
carroña, te dedicaste a infundir mentiras sobre una compañera tuya, vales
poco, me equivoco, no vales una mierda.
El hombre estaba asustado, lo más que le cabreaba era que aquella puta
se hubiera ido de la lengua, pero ya se las cobraría. Se lo advirtió y no le
hizo caso, ella misma. Tenía amigos con muchas malas pulgas que con solo
una llamada serían capaces de todo. Estaba a la misma altura que Wells
esperando que terminara de hablar.

— Antes de echarte de mí hotel te voy a dar un par de consejos. El
primero, si por alguna razón me entero de que a la señorita Rivera o a
alguien cercano a ella le pasa algo…iré a por ti.
Segundo, si piensas que después de salir de aquí encontraras trabajo en
cualquier parte de del condado, te equivocas ya me he encargado de difundir
tus credenciales y tercero y más importante, cuídate muy mucho de volver a
pegar a una mujer, desearía que la próxima vez, te encuentres con alguien
que te haga esto —Tony no esperaba que un tipo tan bien cuidado como
aquel lo tumbara del golpe. Quedó en el suelo atontado por el golpe, la nariz
le sangraba a borbotones… estaba aturdido—, recoge tu sucio dinero y
¡fuera de aquí!
Tony anduvo a rastras hasta la puerta, con una mano intentaba
taponarse la nariz y con la otra agarraba con fuerzas el cheque que su jefe le
había tirado como si fuera basura
El teléfono de Mara estaba apagado o fuera de cobertura, el timbre de
su casa sonaba y sonaba pero nadie abría la puerta.
— No sé si debo entrar. — Maggie llevaba todo el día intentando dar
con el paradero de su amiga. Su desesperación era tal que sin querer había
descargado su rabia con Dominic— Maldigo la hora en que los Wells
entraron en nuestras vidas.
—Um —él sabía que no lo decía de corazón, estaba enfadada y la
comprendía—, pues yo me alegro de haberte conocido.
—¡Ohh, lo siento! Es que estoy tan preocupada — se decidió a usar su
llave y sus ojos comenzaron de nuevo a llorar dentro estaba todo en absoluto
silencio, no había nadie—, no está
Dominic pudo sentir la desolación que apenaba a su chica, para él
tampoco era agradable la situación, en parte ocasionada por su hermano.
Ambos se dirigieron a la habitación de la chica, estaba todo recogido,
abrieron el armario y nada….vacío completamente. En esos momentos
comprendieron que Mara Rivera se había ido.

Al regresar al salón una nota bajo una plantita fue descubierta por
Dom.
—Amor, una nota, seguro que para ti.

<< Querida amiga—Maggie decidió leer en voz alta—supongo que si
estás leyendo estas palabras es por qué primero me habrás buscado sin
suerte. No te angusties por mí, estoy bien. Tengo que marcharme ¿dónde?
No lo sé, ¿volveré? No lo creo. No quiero que sufras por mí, simplemente ya
es hora de empezar en otro lugar. Conociéndote estarás pensando que por
qué no conté contigo, las dos sabemos que tú ya tienes el futuro cerca de
ti…es más, seguramente estará escuchándote leer. Yo deseo que la vida
para ustedes sea la que los dos se merecen, Dominic es un buen tipo, te
hará feliz, como estoy segura que tú harás con él. Antes de despedirme
tengo que pedirte un gran favor, todas mis cosas se han quedado ahí, te dejo
a ti la labor de quedarte con lo que quieras y deshacerte de lo demás. Tú
sabes que lo más que quiero en la vida son mis discos y mi moto, por este
orden. Los discos los puedes meter en una caja y enviárselos a mi madre y
mi moto— en aquellos momento Maggie pudo imaginarse a su amiga
llorando a lágrima viva—si encuentras alguien que la compre con la
promesa de cuidarla….la vendes. Ya sabes lo que tienes que hacer con el
dinero. >>
¡Se fue! Atónita…así se quedó Maggie al comprender que su amiga no
iba a volver.

Lucas Wells se armó del valor necesario para afrontar sus actos como
un hombre, tenía que hablar con ella y pedir las disculpas oportunas. No
tenía claro que lo fuera a conseguir pero debía intentarlo. Lo que menos
pensaba era encontrarse a su hermano y a su novia empaquetando cajas en
casa de Mara, la puerta del apartamento de la chica estaba abierta y algunas
se apilaban en la entrada.
—Hola ¿Qué hacen?
Maggie se mordió la lengua para no contestarle como se merecía—
Empaquetamos las cosas de mi amiga.
—¿Se muda?—Lucas miraba por todas partes, esperaba que ella saliera
de cualquier lugar y lo echara de su casa.
—No….o si, lo cierto es que Mara me ha encargado que recoja todas
sus cosas y las empaquete.
—No lo entiendo, Dom me lo puedes explicar por favor.
—¡No, lo haré yo! Parece que eres cortito de entendederas. Te lo voy a
explicar despacio para que me entiendas, mi amiga Mara se ha ido ya no
vive aquí. Tu eres el culpable de que ella se haya marchado, no va a volver y
yo tengo que vender todas sus cosas ¿entendiste ahora?
Lucas quedó parado en medio del apartamento, ignorado… Era la
primera vez en su vida que una mujer lo dejaba callado, y tenía que
reconocer que era una sensación extraña para él.
Los primeros días ante los acontecimientos vividos pasaron factura a
Lucas.
Un hombre de su repercusión no podía permitirse el lujo de asistir a los
eventos de mal humor, eso no era bueno para el negocio.
Su aspecto tampoco era bueno, la barba de varios días y la pérdida de
peso había sido objeto de chismorreo en la prensa<<¿Qué le está pasando
al atractivo señor Wells?>>.
En los actos se le veía abstraído incluso asqueado, las mujeres se
peleaban por ofrecerles sus atenciones sin mucho resultado por parte del
hombre.
Si su vida social no iba bien en la personal era todo peor.
La relación con su hermano se había resentido hasta los peores
extremos. Cada conversación entre ellos terminaba en reproches y
acusaciones. Con su futura cuñada era todavía peor, ella no parecía temerle
y aprovechaba cada encuentro para soltarle alguna de sus perlas.
La soledad de su casa era el único momento que tenía para pensar,
saber que quizás no tendría la oportunidad de disculparse lo hacía sentir
como un estúpido.
Conocer que la verdadera de la chica no tenía que ver con la que él
conocía le provocaba buscarla aunque fuera debajo de las piedras. Tenía que
hablar con ella.
La agencia de detectives que contrató para su búsqueda no había tenido
suerte, se suponía que eran los mejores y tampoco es que ella fuera una
súper espía.
—¡Maldita sea! No me digas que no das con ella, que tú quieras creer
que yo soy gilipollas es tú problema, no me vengas con la historia de que se
la tragó la tierra. —Estaba de muy mal humor.
—Lo siento señor Wells hemos vigilado la casa de sus padres,
conocemos a todos y cada uno de sus hermanos y nadie sabe nada de ella.
Tampoco parece que haya abandonado el país.
—¿Me estás diciendo que no se ha puesto en contacto con ellos? Eso
no encaja es imposible, no sería capaz de irse sin contárselo a ellos—una
mujer que aceptara el chantaje al que el la obligó por el miedo a que su
padre perdiera su trabajo no sería capaz de desaparecer sin más.
—Créame, es así. La única visita que han tenido es la de una pelirroja
que llevaba muchas cajas en las que aparecía el nombre de esa señorita que
buscamos.

—¿Has dicho pelirroja? —Intuía de quien se trataba— ¿Sabes cómo se
llama?
—Sí. —El hombre abrió la carpeta que llevaba— Se llama Margaret
Rogers.
¿Por qué sería que no le extrañaba? Ya suponía que Maggie sabía algo
pero eso era caso perdido, ella nunca aceptaría contarle nada.
Después de su fracaso con los detectives Lucas decidió que sería el
mismo quien se encargaría de buscarla.
Su primer paso fue ponerse en contacto con la familia Rivera.
—Buenos días señora, me gustaría hablar con la señorita Rivera.
La mujer del otro lado del teléfono guardó silencio.
—Depende joven, aquí viven tres señoritas Rivera ¿por cuál pregunta
usted?
¡Vaya! Primer fallo.
—Disculpe, pregunto por Mara Rivera.
—¿Quién dijo que era usted?
La señora se estaba poniendo un poco insistente, no sabía si era la
madre o no y tampoco lo que sabría de lo ocurrido.
—Verá señora, yo soy un compañero de Mara. Hace un tiempo ella me
prestó dinero y me gustaría devolvérselo. —Esperaba que fuera suficiente
para calmar la curiosidad y que le diera la información que necesitaba.
—Queda pocas personas honradas en el mundo. Debería llamarla por
teléfono ¿no cree?
—Lo he intentado pero su teléfono esta fuera de cobertura.
—Pues lo siento joven, no puedo ayudarlo.
—¡Espere señora! Me urge hablar con ella, tengo que irme de viaje—
Lucas se vio interrumpido por la fría voz de la mujer.
—Mire muchacho, pierde el tiempo, no tengo ni idea de dónde está, mi
hija —por lo menos ya sabía que era la madre de Mara—, estuvo un par de
días y luego se marchó ¿dónde? No me dijo, lo único que le puedo contar es
que esa muchacha triste no era mi hija. No sabemos qué fue lo que le pasó
pero sí le puedo asegurar una cosa. Si alguna vez me llego a enterar de que
alguien le hizo daño, por esta—Wells pudo imaginarla señal que había
hecho con la mano—, le juro que el culpable deseará estar muerto.
Aquel juramento hizo que Lucas se estremeciera.
—¿Usted cree que ese sea el motivo?
—Mi hija confía en cualquier basura, si hay un cerdo a la vista seguro
que se encuentra con ella.
—Pues no la molesto más—estaba seguro que esa puerta se cerraba sin
resultados.
—Si usted quiere puede enviárselo aquí. Mara no dijo cuándo piensa
volver, estaba tan triste que no quiso ni celebrar su cumpleaños con
nosotros.
—¿Su cumpleaños? ¡Es verdad se me había olvidado! —otra mentira
para la colección de Lucas Wells.
—Si hijo, el mismo día trece de junio se marchó, apenas estuvo una
semana aquí con nosotros.
Ya había pasado un mes desde ese momento, tenía claro que ella sabía
lo que hacía. Se despidió de la señora asegurándole que en breve tendría
noticias de él.
Efectivamente, Mara había cumplido veinticinco años, el expediente
laboral que tenía sobre la mesa lo confirmaba.
—Señor Wells tiene una llamada desde Puerto Rico—la secretaria
había interrumpido la meditación en la que se había sumido tras hablar con
la madre de Mara.
—Pásamela.
—¡Buenos días patrón!
—Buenos días José ¿tienes noticias para mí?
Aunque Lucas no había estudiado lo suficiente para poder presumir de
títulos y carreras si se había esmerado en aprender idiomas. Sabía que para
un hombre de negocios como él saber tratar con la gente en su propia lengua
era importante. Varias de sus empresas estaban en Latinoamérica así que
aprender castellano fue primordial.
—Sí señor y me parece que no serán de su agrado
—Déjate de rodeos y dime que has averiguado.
—Ese es el problema, que no hay nada. Esa señorita que anda
buscando no ha aparecido por aquí. Su familia no sabe nada de ella.
—¿Estás seguro de eso?
—Completamente patrón, de todas maneras tengo gente pendiente de
cualquier noticia,
—Gracias José.
Nada, no tenía nada en absoluto.
Poco a poco la rutina se adueñaba de la vida de Lucas Wells. El verano
avanzaba entre lluvias y tormentas de verano. El clima era cuanto menos
curioso, como sus habitantes.

Corría el mes de Septiembre y todo empezaba a recuperar su curso.
Para Lucas dar con el paradero de Mara se había convertido más que en un
capricho una obsesión.
La boda de su hermano con Maggie estaba pronta, en tan solo dos
semanas se casarían en una ceremonia íntima.
La novia carecía de familiares directos, su vida entre orfanatos y
familias de acogida no le habían dejado raíces en ningún sitio. Su decisión y
la falta de compasión hacia sí misma habían forjado una mujer fuerte y sin
complejos. No echaba de menos a nadie, era feliz como estaba.
Aunque dudaba que la guerra no declarada entre ellos terminara un día,
tenía que reconocer que sentía admiración por ella. Con su trabajo y
esfuerzo había logrado una profesión digna de alabar y aunque jamás tuviera
la oportunidad de decírselo creía que pocas mujeres aceptarían el reto de
unirse a un hombre en silla de ruedas como estaba Dominic.
Amor era lo que desprendían los ojos cuando estaban juntos.
—Lucas ¿me estas escuchando?
—Perdona, estaba distraído ¿qué decías?
—Estas en las nubes, te pregunte si ya tenías el traje.
Lucas sería el padrino de la boda. Tenía la convicción de que a su
cuñada esa idea no le hacía mucha gracia, tener que aparecer el día de su
boda del brazo del culpable de la desaparición de su amiga no era el mejor
de los planes.
—Sí despreocúpate de eso —tenía que hacer la pregunta o reventaría
—. ¿Vendrá Mara a la boda?
Dominic estaba agradecido a su hermano por lo que estaba haciendo
por ellos pero todavía estaba muy reciente el dolor de la humillación pública
a su amiga y eso se interponía entre ellos.
Aquella era la primera vez que preguntaba por ella. Realmente las
noticias habían sido escasas, en una ocasión se había comunicado con ellos
para tranquilizarlos, estaba bien pero no iba a volver. La siguiente vez que
hablaron con ella lo hizo para despedirse, ella tenía intención de moverse
por el país en busca de una oportunidad de comenzar de nuevo.
—No lo creo.
Lucas alzó las cejas sorprendido.
—¿Lo dices en serio?
—Completamente, ella quiere estar sola y se lo respetamos.


Aunque no era la primera vez que actuaba de padrino si era la primera
vez que lo hacía de alguien que no le tenía mucha estima.
Había llegado el día de la boda.
El sábado uno de Octubre sería recordado por los hermanos Wells por
ser el momento en el que todos tendrían esa cuñada que nunca pensaron
tener. Tanto Lucas como Dominic siempre habían asegurado que nunca se
casarían…y ahí estaba él, esperando para acompañar a su futura hermana
política al altar.
Aquello era un manicomio, esperaba en una salita que lo separaba del
jaleo de mujeres entrando saliendo. Todas sus hermanas revoloteaban
alrededor de la novia.
—¡Lucas! ¿Estas despierto?
Pensó en dar a su hermana una respuesta adecuada a su humor pero
sabía que eso afectaría más si cabía el enfado de Maggie.
—Pues dense prisa que llegamos tarde.
—Hermano la novia siempre llega tarde.
—¡Bah! Eso son tonterías de mujeres —necesitaba un café y un cigarro
para despejarse. Se acercó hasta la mesa que alojaba lo que parecía el
desayuno de un regimiento y se asombró de que toda aquella jauría de
mujeres pudiera comer tanto. Alguien llamó a la puerta y se temía que le
tocaría atenderla a él.
—Lo siento señor —el botones estaba nervioso ante el gran jefe—,
traigo un mensaje para la señorita Rogers.
—Gracias yo se lo daré.
Desde que llegó al cuarto que Maggie tenía en el hotel hasta que se
casara con su hermano y se mudaran a la hermosa casa que él les había
entregado como regalo de bodas, los telegramas no paraban de llegar. Ella
era una persona querida y conocida por su trabajo
—¡Otro telegrama! A este paso me quedaré bizco de tanto leer.
Las risas de las chicas llegaron hasta allí, estaban felices y él se sentía
orgulloso de su familia, habían recibido a Maggie con respeto y en todo
momento hacían que se olvidara de que no tenía familia propia.
—¡Lucas léelo! Se supone que para eso te tenemos aquí. —Más risa al
otro lado de la puerta.
—¿Ya está? ¿Quién lo firma? ¡Te olvidaste Lucas!—las chicas
esperaban.
No…no se había olvidado.
—Lo firma. Lo firma Mara Rivera.
El silencio se hizo de pronto en el loco escándalo que tenían, nadie de
la familia había hecho nunca referencia al incidente de aquella noche y no
querían que ese día se enturbiara por nada ni nadie.
—¡Pasemos a otro! ¿Secretario tenemos más?
Lucas agradeció en silencio el gesto de su hermana, ya hacía tiempo
que había dejado de buscarla sin éxito. Ella no quería que la encontrara y
simplemente aceptaba su decisión.
—¡No chicas no hay más! Ahora en serio, si no salimos ya no habrá
boda.
Como si aquello hubiera sido la señal para que se espabilaran todas las
damas de honor comenzaron a desfilar delante de él.
Todas estaban bellísimas vestidas de azul cielo, parecían verdaderas
joyas. Tras ella apareció la novia.
El sencillo vestido blanco, sin mangas y con solo u cinturón del que se
podía ver un broche de piedras atado a la cintura. El cabello rojo estaba
recogido bajo un hermoso velo que caía a su espalda. No llevaba más joyas
que el anillo de compromiso.
—Estas…hermosa, realmente mi hermano estará muy orgulloso de ti
cuando te vea. —No era hombre de mucho halagos, su más que formada
fama de hombre duro y despiadado así lo decía.
Maggie reconoció que no esperaba aquel cumplido por parte de Lucas,
las cosas entre ellos no eran agradables. La emoción del día, el telegrama de
su amiga y aquellas palabras tan cargadas de sentimientos hicieron que los
ojos de la chica se inundaran de lágrimas.
—Gra-gracias, eres muy amable. —intentó limpiarse antes de que su
maquillaje se estropeara. Le tendió el brazo a su cuñado para emprender el
camino del altar.
—Todavía no, te falta algo.
Lucas se metió la mano en el bolsillo de su chaqueta y sacó un estuche
azul de terciopelo que entregó a la sorprendida novia.
—Todas mis hermanas han recibido un regalo el día de su boda así que
espero que te guste.
—Pero yo no soy hermana tuya.
—Cierto, pero dentro de un rato ya lo serás y entonces te comportaras
como lo hacen ellas ¡vamos ábrelo! Que se hace tarde.
Maggie se sintió desfallecer ante el gesto y las palabras que le había
dedicado. Su corazón comenzó a latir más fuerte al ver el hermoso colgante
con una piedra verde y rodeada de diminutos brillantes, la cadenita era tan
fina que pensó que se partiría con solo tocarla, iba acompañada de unos
bellos pendientes haciendo juego, aquello parecían ¡esmeraldas!.
—Yo-yo, esto es muy caro, no puedo aceptarlo.
Lucas no hizo caso de las protestas de ella, con suavidad le quitó la
caja de las manos y le puso la cadenita. Luego demostrando que no era la
primera vez que hacía eso le enganchó los pendientes.
—Perfecta ¿nos vamos?
El recorrido hasta el jardín dónde todo estaba preparado para el enlace
fue un gran acontecimiento, pocos invitados pero muchas exclamaciones
ante la belleza de la novia, el padrino también tenía sus seguidoras, el
chaqué le quedaba impresionante a los ojos de las féminas.
En el altar esperaba un nervioso y elegante novio acompañado de su
madre. Dominic observaba como se acercaba hasta él la mujer que le había
cambiado la vida, cada mañana agradecía a quien fuera el responsable de
ponerla en su camino, lo que empezó siendo una broma terminaría en unos
momentos en algo que jamás pensó que sucediera nunca.
En esos momentos se sentía el hombre más feliz del mundo, su silla de
ruedas no existía
—Gracias hermano. —Dominic agradeció a su hermano la entrega de
la novia.
La nueva señora Wells recibía felicitaciones por partida doble, su
aspecto feliz y radiante era tema de conversación para todos. En ningún
momento soltaba la mano de su marido, era como si temiera que al darse la
vuelta ya no lo encontrara. Un momento de incomodidad se produjo al dar
comienzo el baile que tradicionalmente empezaban los novios…los
invitados se miraban con disimulo, era incomodo pensar que no tendrían su
baile, o eso pensaban ellos.
Dominic se había reservado una sorpresa especial para ese día, al gesto
de su mano el encargado de la música hizo sonar los acordes de una
canción.
Los vítores y los aplausos llenaron todos y cada uno de los rincones de
Palm Spring; los Village
People sonaron ante el asombro de los presentes, sonaba macho men
Maggie se deshizo del velo y sin dejar de mirar a su marido a los ojos
se sentó sobre sus piernas, mientras ellos se movían al ritmo de la música
sin dejar de besarse la gente aplaudía con verdadera emoción.
De todos los presentes el que más emocionado estaba era el hermano
del novio, pensaba que estuvo a punto de cometer un gran error que habría
hecho de su hermano un hombre muy desgraciado.
La noche terminaba con un gran broche para un gran día.

CAPÍTULO 9





¡Cumpleaños feliz…cumpleaños feliz, te deseamos todos, cumpleaños
feeeeliz!
Los aplausos dieron pasos a besos y abrazos, Mara Rivera estaba feliz,
era el día en que cumplía veintisiete años.
Ya hacía dos años que se había marchado dejando atrás todo lo que la
dañaba, ahora era feliz de nuevo



El día amaneció gris, las nubes amenazaban tormentas y el más que
malhumorado Lucas Wells estaba a punto de estallar.
— Jamás te he dicho que fuera a casarme contigo, hemos disfrutado
uno con el otro, me lo he pasado bien contigo pero nada más. — Esa
conversación cuando estaba a punto de meterse en la ducha y sin haber
probado una gota de cafeína era un coctel mortal.
La joven que reclamaba un hecho del que él nunca se había
pronunciado estaba furibunda, no se había molestado siquiera en ponerse
algo de ropa antes de atacar al hombre
— ¡Mentiras! Tú me dijiste que yo te hacía feliz, que tenía las
cualidades para ser la compañera de tu vida.
Aquello era demasiado.
—Odio que manipulen mis palabras, nunca te he dado motivos para
que pensaras que nos casaríamos…si no estás bien como estamos puedes
marcharte cuando quieras.
—¡No te atrevas a dejarme con la palabra en la boca! —Pero ya era
tarde, Lucas se había metido en la ducha sin prestarle más atención.
El chorro de agua tibia caía por su cuerpo alterado, allí parado mientras
el líquido intentaba calmar su enfado era de poca ayuda. ¡Casarse! Eso era
lo único que le faltaba a él.
La puerta de la mampara se abrió despacio tras él, la piel se le erizó al
sentir las manos de la mujer acariciando su mojada espalda. Eso era jugar
sucio…
Mientras ella lo enjabonaba muy despacio, su cuerpo iba reaccionando.
— Mi amor, quien te va a comprender mejor que yo —el jabón cubría
la espalda de Lucas, sus nalgas las piernas, su miembro cada vez más
erguido—, tu sabes que yo soy la mujer de tu vida, la que más te comprende
—con firmeza se las había ingeniado para colocarse entre la pared y el
cuerpo de Lucas—, soy la que más conoce tu hermoso cuerpo —las manos
habían comenzado a bajar por el pecho, el vientre. Ahora ya las tenía dónde
ella quería, el gemido que salió de la boca de Wells indicaba que no estaba a
disgusto—, ¿para qué estropearlo? Anda, di que te casaras conmigo —la
mujer sabía que aquella era la forma de salirse con la de ella….todos los
hombres eran iguales, un revolcón bien echado y comían de su mano. Se fue
dejando resbalar hasta quedar su boca a la altura de su miembro—. ¿Te
gusta?
Lucas sabía que tenía que pararla ¡oh Dios!, esa bruja sabía lo que
estaba haciendo.
—¡ Para Helen! —ohh maldita sea. Haciéndose cargo de la situación
tiró de ella y allí mismo contra la pared de la ducha la
penetró….provocando que ella gritara de éxtasis
—¡Ohhh! ¡Lucas!!— para su rabia, eso fue lo único que sacó, un polvo
mañanero y nada más, nada de promesas de compromiso y mucho menos de
boda.

Lucas se apresuró a llegar a su oficina, tenía una reunión con su
hermano. Para Dom la llegada de Maggie a su vida había sido un revulsivo
en todos los aspectos. Se dejó aconsejar y luego convencer de que él podría
conducir su propio coche, Lucas hizo preparar uno a su discapacidad y con
tan solo una par de días ya se había hecho un experto en subir y bajar la silla
de ruedas de su nuevo auto.
Para no aburrirse mientras su mujer trabajaba se puso a estudiar
contabilidad, ahora era el encargado de llevar el área de ayuda internacional
de la compañía. Para las empresas Wells la vida era algo más que comprar y
vender negocios. Su ayuda iba encaminada muchas veces a proyectos
humanitarios en cualquier parte del mundo que lo solicitara. Era un sueño
que Lucas había tenido siendo pequeño, quería evitar que otros niños
pasaran el hambre y las penurias que ellos tuvieron que vivir a causa de la
adicción de su padre.
Mientras subía en el ascensor de las nuevas oficinas su cabeza estaba
en otro lado, el problema que le estaba presentando Helen amenazaba con
ser difícil de arreglar. Él era un hombre con vocación de soltero. Sus
encuentros con la hija del alcalde se remontaban a un par de años atrás,
cuando su padre era tan solo el candidato a ese puesto. Tenía que reconocer
que se lo pasaba bien con ella era una verdadera gata en la cama, pero nada
más. Si ella seguía en su capricho de atraparlo se vería en la obligación de
cortar su relación, a él no le importaba dejarse fotografiar con ella pero todo
tenía un límite.
—Buenos días Diana ¿está mi hermano en el despacho?
—Buenos días señor, llamó para avisar que se retrasaría un poco, tenía
que pasar por el banco y dijo que lo esperara.
—De acuerdo gracias ¿me podrías traer un café solo?
—Enseguida.
Lucas tomó asiento y se entretuvo en revisar algunos papeles antes de
que llegara Dom.

Maggie Wells temblaba convulsivamente, temía que pudiera sufrir un
accidente antes de llegar a su destino. El turno de noche hacía rato que había
acabado y ella en vez de volver a su casa pues sabía que su marido a esas
horas estaría en la oficina de dirigió directamente hasta allí.
Más tarde cuando estuviera más tranquila quizás se reiría de ese
momento pero ahora solo quería llegar.

Al entrar en la oficina la secretaría de su marido estaba hablando por
teléfono y le hizo dos gestos que ella no acertó a comprender bajo el shock
en el que estaba —¿Está o no?
—Sí…pero… —a la pobre mujer no le dio tiempo a avisarla de que el
señor Wells que estaba no era su marido.
Maggie comprendió lo que quería decir Diana al entrar.
—Lucas….perdona, pensé que Dom estaría por aquí.
—Hola preciosa, no creo que tarde, estaba en el banco y supongo que
estará al llegar.
La costumbre de mirar por encima de las gafas hacían que pareciera un
anciano, le extrañó ver a su cuñada vestida todavía con su uniforme de
enfermera.
—¿Vas o bienes?
Maggie estaba abstraída, nerviosa.
—¿Te pasa algo?—su relación con ella había cambiado totalmente con
el paso del tiempo. En el fondo de su corazón tenía que admitir que sentía
celos de su hermano, para el Maggie era más que una cuñada, a veces se
podría decir que tenía dos maridos. Con uno dormía y con el otro convivía
el resto del tiempo. Un sexto sentido le decía a Lucas de que le pasaba algo
—Cariño ¿Qué te pasa? — Lucas dejó las gafas y todo lo que estaba
haciendo para concentrarse en ella.
—¡Margaret Wells! ¡Quieres atenderme! —¡Joder! Lo que le faltaba,
Maggie empezó a llorar desconsoladamente— No llores por favor, acércate
y dime que te pasa —Lucas extendió la mano hasta que su cuñada dejo de
pasearse por la alfombra del despacho y la aceptó. Odiaba ver llorar a las
mujeres pues la mayor parte de las veces lo hacían como chantaje, pero en
ese caso había algo más.
Dominic entró en su despacho y la imagen para cualquier otro hubiera
dado pie a malos entendidos, su mujer estaba sentada en los brazos de otro
hombre…su hermano para más señas Este la abrazaba por la cintura.
—Creo que deberías ir buscándote tu propia mujer y dejar la mía en
paz ¿no te parece?
A ninguno de los dos pareció asustar la llegada del marido, Lucas hizo
señas a su hermano para que se callara, fue entonces cuando Dominic se dio
cuenta de que pasaba algo.
—¿Maggie? — Los dos hermanos usaban el mismo método para
dirigirse a ella cuando estaban molestos por algo— Margaret Wells ¿quieres
contestarme, por favor?
La mujer se levantó de dónde estaba para enfrentarse a su marido, tenía
la cara bañada en llanto y no dejaba de retorcerse las manos.
— Dom…
—Mi amor…me estas preocupando ¿Por qué lloras? Espero que no sea
culpa tuya— la amenaza iba dirigida a su hermano.
—Bueno, creo que yo sobro. Más tarde hablamos de lo nuestro—
Lucas entendió que aquello era asunto del matrimonio y que él allí no
pintaba nada. Ya se estaba alejando hasta la puerta pero su cuñada lo paró—
No hace falta que te vayas, esto te va a interesar.
La curiosidad había picado a Lucas, tomó asiento y esperó a que ella
hablara.
Maggie tardó unos segundos en recomponerse un poco antes de hablar.
—Verás, hace días que me encuentro enferma.
—¡Que!
—¿Cómo has dicho? — los dos hablaron al unísono
—Me encuentro tan cansada que no me apetece ni ir a trabajar, la
comida me sienta mal y bueno esta mañana me he desmayado mientras
trabajaba. —Aquello fue la gota que colmó el vaso, tanto Dominic como
Lucas miraban fijamente hacia Maggie esperando que hablara.
—Se supone que nos casamos para confiar el uno en el otro.
—¡Eso digo yo! —Lucas estaba igual de molesto con ella.
—Yo…yo no quería preocuparte Dom…sé que si te lo hubiera dicho
no habrías venido a trabajar y te habrías…
—Maggie, si tu estas enferma mi obligación es cuidarte.
—Al terminar mi turno un compañero me ha hecho un reconocimiento,
unos análisis de sangre y…—vuelta a llorar. Tanto su marido como su
cuñado estaban acongojados al ver el estado de la mujer, ella no atinaba a
decirles lo que le pasaba y ellos pensaban en lo peor. Maggie le tendió un
sobre a su marido para que lo leyera pero este no se vio capacitado para ver
el interior dándoselo a Lucas
—Léelo tú, yo no sé leer en estos momentos…
Nunca antes había sido tan difícil para Lucas hacer algo como leer la
intimidad de una persona que le importaba como era el caso de su cuñada.
Empezó a ojear el informe médico y el miedo dio paso a la incredulidad,
luego a la sorpresa, después a la felicidad y por último empezó a reír como
un loco.
—¡Jajajajajaj! Lo siento pero ¡jajajajajaja!— él era el primer
sorprendido ante aquello. Desde el primer instante en el que Dom tuvo el
accidente, los médicos habían asegurado que sería muy difícil que pudiera
tener descendencia. Maggie era la primera mujer con la que su hermano se
relacionaba desde entonces y puesto que estaban a punto de hacer dos años
de casados y nunca hubo indicios de embarazo, todos pensaron que siempre
sería así.
—¡Lucas! Fui un estúpido dándote ese sobre joder ¿qué dice?
—¡Oh hermano! ¡Oh hermano!, dice ¡qué vas a ser padre!
El silencio que produjo aquellas palabras fue tenso, para luego dejar
paso a la emoción.
—¿Perdona? Repite lo que has dicho. —Dominic agarraba la cintura de
su mujer con una mano y con la otra apretaba el reposabrazos de su silla
hasta que sus nudillos quedaron blancos por la falta de riego sanguíneo.
—Dice textualmente….resultado de test de embarazo, positivo. Tiempo
de gestación nueve semanas y lo demás no lo entiendo.
Maggie lloraba de felicidad, para ella saber que su marido si podía
concebir hijos fue un gran regalo. Desde el momento en el que aceptó una
relación con él tuvo que comprender sus limitaciones, Siempre fue realista
en ese sentido, para nada quiso obsesionarse con la maternidad, si no
llegaba, habían adopciones
La intimidad de sus relaciones sexuales no era diferente a otras que
hubiera tenido en el pasado. Podían ser más especiales, pero no las
cambiaba por las de antaño. Nunca se planteó buscar un bebé y ahora este
había llegado sin avisar.
Dominic tardó un rato en reaccionar a la noticia, estaba en trance ¡un
hijo! Iba a tener un hijo. Si alguien alguna vez le hubiera dicho que su
futuro después del accidente pasaba por una mujer y un hijo lo habría
llamado loco. De un leve tirón sentó a Maggie sobre sus piernas y la miró a
los ojos con adoración—Se supone que deberías estar contenta y en vez de
eso estas llorando como una loca.
—Tienes razón….me da que te he salpicado con mis lágrimas, tus ojos
también lloran.
¡Maldita fuera su suerte! Lucas estaba como un tonto mirando como
ellos se besaban y lloraban, envidiaba ese momento, para luego comprender
que ¡iba a ser tío!
Salió sin que la pareja se diera cuenta ya hablaría más tarde con ellos,
se le había ocurrido una sorpresa.
—Diana, has una reserva en People´s para tres personas a la ocho,
cuando la hayas confirmado le dices a Dominic que los espero allí y llama
también a la floristería, encargas tres docenas de rosas blancas y me buscas
por favor el osos de peluche más grande que haya en la tienda y lo mandas
al restaurante —ante la mirada de sorpresa de la mujer este no pudo menos
que regalarle su mejor sonrisa—, gracias eres muy amable.
La cena era el motivo perfecto para retrasar la llegada a su casa, quería
evitar otro encontronazo con Helen, esta había estado todo el día llamándolo
sin respuesta por parte suya.
Los futuros padres llegaron a la hora en punto a la cena….el salón
estaba atestado de comensales que miraban con disimulo hasta la mesa en la
que había un gran muñeco sentado, las flores rodeaban el contorno de su
reservado
— ¡Oh Lucas! Es precioso.
Maggie parecía haber florecido desde la mañana, estaba radiante con su
vestido blanco y los adornos rosa. Como siempre que se celebraba algo
importante lucía las joyas que recibiera el día de su boda, solo que esta vez
ella era la portadora de su mejor regalo.
Hablaron durante mucho tiempo, celebraron la buena noticia.
—Me temo hermano, que no podré viajar la semana que entra a la
fiesta de los cooperantes.
—Por mí no lo hagas cariño, puedo quedarme sola unos días…
—Si ya lo sé, o crees que no me he dado cuenta de que me mandó a mí
para el poder estar revoloteando detrás de ti….
Lucas puso los ojos en blanco escuchando a su hermano, le divertía
consentir a Maggie, bastantes duros habían sido los comienzos entre ambos.
—Bueno, si lo sabes para que chafarnos el momento
—Quiero estar presente en la primera ecografía de mi hijo y ni tú ni
nadie me lo va a impedir.
—Vale ¿los tíos no tienen que estar presentes?—aquello sonó a
pataleta. Las risas se oyeron en todo el restaurante. Ellos fueron ajenos al
fotógrafo que en esos momentos estaba aprovechando el instante para
retratarlos

La semana pasaba volando, no había vuelto a discutir con Helen,
tampoco es que se hubieran visto mucho. Cada vez que ella proponía acudir
hasta su casa él le ponía alguna excusa. Una alternativa a ese
distanciamiento podía ser el viaje hasta Los Ángeles, allí tendría lugar una
cena que todos los años hacían las agencias de cooperación internacional,
querían agradecer a todas esas personas que sin esperar nada a cambio se
iban a países en ruinas o en guerra y ayudaban a reconstruirlos.
Normalmente no llevaría más de un día o a lo sumo dos…pero esta vez le
apetecía estar fuera algo más. Arregló con su secretaria la reserva del hotel y
se puso en marcha, iría en coche…en apenas una hora y media estaría allí.

Se equivocó si pensaba que sería tranquilo, al llegar a coger su coche
vio una maleta apoyada contra el maletero, la dueña miraba con picardía sus
uñas.
—¿Pensabas irte sin mí?
—¿Cómo te has enterado?
—¡Oh eso! La frígida de tu secretaría que me llamó para saber si yo
también viajaría contigo.
La pobre mujer…no podía decir que fuera culpa suya, él tendría que
haberla avisado de que ella no iría. Pero ya estaba hecho.



—¿Estas nerviosa? Hace mucho tiempo que te fuiste.
Para Mara Rivera volver a su casa era un anhelo conseguido, nadie la
había echado y por lo tanto podía volver cuando quisiera. Estaba feliz de su
regreso, pero su mente y su corazón estaban a muchísimos kilómetros de
allí.
—¿Has pensado en volver? dejaste muchas cosas atrás.
Mara se quedó pensando en la respuesta—¿ Volver? Claro que me
gustaría, algún día creo que lo haré, de momento me quedaré por aquí, mis
hijos me necesitan, son muy pequeños todavía y su madre tiene que estar
con ellos.
Durante su viaje de vuelta a casa había entablado amistad con un joven
muy agradable que como ella volvía a casa, esa noche ambos cenarían
juntos. Los dos se alojaban en el mismo hotel que la organización les había
reservado; en el Ritz.
—Si me perdonas tengo que subir a leerles un cuento a los niños en
una hora no encontramos aquí—El doctor Dawson era muy atractivo pero
demasiado aniñado para los gustos de Mara, podía calcular que tuviera si no
veintitantos, treinta máximo, era muy joven.
—De acuerdo aquí te espero.
La hora indicada para comenzar el evento eran las ocho, Lucas estaba
empezando a enfadarse con Helen, después de tres vestidos todavía estaba
sin vestir.
—Helen, te doy exactamente cinco minutos, si no sales me voy sin ti.
Un resoplido desde el baño dio a entender que ella no estaba de
acuerdo.
—Tú no puedes hacerme eso
.—¡Ya verás! Por cierto, te quedan tres.
—Pero Lucas…es que no me quedan bien, son demasiado simples. Salí
con prisas de mi casa y cogí cualquier trapo.
—En eso te doy la razón, habría estado bien esperar a que recibieras
una invitación—Lucas se veía imponente con su traje negro, la camisa del
mismo color y la corbata haciendo juego. Para cualquier mujer era una
agradable visión la de ese hombre, esa noche sus gafas eran un accesorio
indispensable. Algunas hebras blancas se podían apreciar sobre sus cabellos
castaños, a sus treinta y seis años la edad solo se podía decir que había
mejorado con el paso del tiempo.
—Justo a tiempo…ya me iba— la mujer a quien fueron dirigidas esas
palabras estaba de muy mal humor. Su vestido era de un color un tanto raro,
parecía mostaza, era dos tallas como mínimo más pequeñas de las que
realmente llevaba. A ella le gustaba ir enseñando más de lo estrictamente
necesario.
El salón habilitado para la cena estaba atestado ya de invitados….los
que tenían algo que aportar se sentaban cerca del estrado, el resto se
compartía entre las mesas.
—Esta es nuestra mesa cariño. — Helen estaba nerviosa como una niña
pequeña.


Mara estaba esperando a que el doctor llegara, parecía que se había
retrasado un poco, la gala estaba a punto de empezar y a ella no le gustaba
llegar a los actos ya empezados.
—¡Uff, perdona! No encontraba la dichosa corbata….vaya estas muy
guapa, casi no te reconozco
—Se agradece el cumplido pero no es para tanto, tú también estas muy
elegante, doctor. — La pareja entró en el salón cuando estaba a punto de
comenzar el discurso de su jefe.


<< Señoras y señores, ante todo quiero agradecerles la asistencia a
este acto beneficio, y de agradecimiento a muchas personas que han
colaborado con los proyectos. Como todos ustedes sabrán los cooperantes
que nos dedicamos a prestar ayuda a los más necesitados que pueblan el
mundo, lo hacemos por verdadera vocación. De todos es conocido que sin
la ayuda de las empresas y por supuesto de sus dueños esto no sería
posible, es por eso que hoy queremos agradecérselos a todos uno a uno.
Me permitirán que nombremos también a algunos de los compañeros
que como yo hace varios años que estamos fuera de la patria y por fin
estamos de vuelta.
Los hay que se han implicado en proyectos de salud como el doctor
Dawson que con su impresionante ayuda a salvado a muchos niños en los
campos de refugiados.
Antes de terminar quisiera que una gran ayudante con la que he
contado en estos dos años subiera hasta aquí conmigo, sin ella y mi esposa
lo sabe, jamás habría vuelto…lo más probable es que me hubiera perdido
¡Mara Rivera ¿dónde estás que no te veo?!>>

Los aplausos de los invitados y la oscuridad del recinto hicieron
posible que el clamor y la palidez de Lucas Wells pasaran desapercibida
para todos. Intentó que desde su sitio no se le pudiera enfocar con el gran
cañón que barría el lugar.
Desde su asiento podía ver a la mujer que se encontraba junto a Martin
Deán, hacía años que lo conocía y sabía que en su modo de tratarla no había
nada más que compañerismo, seguramente su esposa estaría sentada entre el
público, además, podía ser su padre. No había cambiado mucho, realmente
precia que la había visto el día antes y no desde hacía dos años. Vestía un
traje negro, sobrio y elegante. Su cabello siempre corto, eso no había
cambiado, tenía que reconocer que estaba muy guapa….la veía diferente.

Tan distraído en su pensamiento estaba, que no se dio cuenta de que la
luz lo estaba enfocando a él.


<<Señor Wells, ¿sería tan amable de subir al estrado?>>

Mara aguantó bien el tipo….le quedaba el deseo de que con el paso del
tiempo ese hombre se hubiera olvidado de ella, tal vez ya ni la recordaba. Se
mantuvo seria y erguida en segundo plano, delante de ella se estaban
colocando todos los homenajeados y ella parecía pasar desapercibida. No
tenía ni idea de que él estaba metido en esos proyectos.
El evento seguía su curso, Mara trataba de irse y de esa manera evitar
el encuentro, no le tenía miedo, simplemente ese era un capítulo cerrado en
su vida y no quería reabrirlo.
—¡Mara! Estas aquí, te estuve buscando. Quiero presentarte a uno de
nuestros mecenas.
Sabía que el momento ya nadie lo podía evitar.
—Lucas Wells, te presento a mi ayudante.
—No te preocupes Martin, la señorita y yo nos conocemos — la cara
de Helen cambió ante aquellas palabras, se sentía ignorada y no estaba
dispuesta a permitirlo.

—Señorita Rivera, hace mucho tiempo.
—Buenas noches.
—Amor ¿no me presentas? —Helen se había colgado del brazo de
Lucas como si fuera una lapa, corría el riesgo de que sus pechos salieran de
su apretado escote— Soy su prometida.
Lucas quiso lavarle la boca con jabón, si ella pensaba que haciendo eso
iba a conseguir algo se llevaría la sorpresa de su vida.
—Me ha encantado verlo de nuevo y felicidades por su compromiso,
pero si me disculpan es hora de retirarme ya.
—_¡Ah! Ya recuerdo— la estridente voz de Helen abortó cualquier
intento de retirada—, yo sabía qué la conocía de algo ¡tú fuiste criada en mi
casa!—para los celos que estaba sintiendo en esos momentos, aquella
humillación era perfecta. Si Lucas pensaba que ella iba a estar callada
mientras él se la comía con los ojos….es que no la conocía.
— Buena memoria señorita Bradford.
—Si…tengo tanta buena memoria que recuerdo que le tiraste una
bandeja a Lucas y formaste un gran desastre esa noche.
Para Mara aquellos eran recuerdos del pasado que ya no le hacían
daño, al parecer la señorita se sentía amenazada y solo estaba
defendiéndose.
—Helen por favor, no creo que este sea el momento— la irritabilidad
de Lucas se podía sentir en sus palabras.
El doctor Dawson se unió al grupo y era el que llevaba el peso de la
conversación. Para Mara aquello no tenía sentido, quería irse y ya no iba a
retrasarlo más.
—¿Me disculpan un momento, voy al servicio?
Los hombres se levantaron de la silla en señal de buenos modales.
Helen estaba tan celosa de la relación que hubieran tenido ellos dos que al
cabo de unos minutos se excusó ella también, quería dejarle claro a aquella
fulana que Lucas era de ella, pero se llevaría una desagradable sorpresa.
A ninguno de los componentes de la mesa le resultó extraño que tras la
partida de las mujeres Lucas también se levantara, con el pretexto de saludar
a un conocido se perdió entre los invitados, si de algo podía presumir era de
conocer todas y cada una de las mentiras de las mujeres, como la de ir al
baño
Mara salió despreocupadamente del salón y se dirigía hasta el ascensor
cuando una voz detrás de ella la paró en seco.
—Veo, que llevas en la sangre el gen de la huida.—la sorpresa de
habérsela encontrado después de la incesante búsqueda que había llevado a
cabo durante varios meses, lo había dejado cao. Anduvo hasta ella y la
rodeó para quedar frente a frente.
—¿No tienes nada que decir?
—¿Disculpe? Que se supone que tengo que decirle.
—No lo sé….una explicación de por qué te fuiste sin darme tiempo de
hablar contigo.
—Mire señor Wells….estoy muy cansada, irritada por haber tenido la
gran suerte de encontrarme aquí con usted y sinceramente no me apetece
nada tener que darle explicaciones de mi vida a nadie. ¿Qué huyo? Ese es su
pensamiento si quiere pensar así, bien por usted. Me conformaría con tener
la suerte de no volver a coincidir más con su persona, buenas noches.
Lucas la miraba a los ojos y podía darse cuenta de que sí que había
cambiado, su mirada reflejaba cansancio, pena tal vez. En dos años que
hacía que no la veía su cara había sufrido cambios, ya no era aquella joven
que parecía burlarse de él cuando le pedía el café o la que lo retaba cuando
él quería imponer su voluntad. Parecía otra.
Como ella quería seguir sin darle más explicaciones Lucas estiró el
brazo para detenerla, la corriente que desprendió aquel gesto los cogió a
ambos desprevenidos.
—Espera…
—No vuelva a tocarme. —Siguió su camino hasta el ascensor quería
salir corriendo de allí.
Mientras llegaba a su cuarto los temblores la sacudían….maldita sea,
tener que coincidir con él era lo peor de la mala suerte.
Lucas necesitaba respuestas y las iba a tener fuera como fuera. A su
regreso a la mesa parecía que Helen no estaba de buen humor.
—¿Dónde estabas?—era más un reproche que una pregunta.
—Saludando a los invitados.
—Qué casualidad, la tal señorita Rivera también ha desaparecido.
—Pues no tengo ni idea.
El médico asistía al cruce de preguntas y respuesta con algo de
asombro, creyó oportuno disculpar la marcha de Mara— Oh…seguramente
Mara habrá ido a ver cómo están sus niños.
—¿Niños?—las palabras salieron de la boca de Lucas sin querer.
— Oh, pensé que lo sabían, Mara tiene dos hijos.


La cama era el peor sitio en el que podía estar Lucas Wells en esos
momentos, la irritada y furibunda Helen había intentado montar uno de sus
espectáculos al llegar a la habitación, quería saber qué clase de relación
había tenido con aquella mujer.
—Me he sentido humillada por ti, para lo único que tenías interés era
para ella ¿Cómo se supone que debo sentirme?
¡Uf! Aquello era más que suficiente.
— Mira Helen, me estas tocando algo más que la moral y no te va a
gustar lo que me gustaría contestarte…déjame en paz ¡te lo advierto!
—¡A mí me importa un pimiento tus advertencias!¿te has creído que yo
soy idiota? — Los gritos iban subiendo de intensidad— Me dejaste allí
plantada para ir tras ella, crees que no sé qué no estaba en el baño.
—Helen…
—¡Una mierda! Me debes respeto, yo no soy una cualquiera como esa.
—Helen…no te pases. —Lucas trataba de no seguir con ese
enfrentamiento que estaba teniendo con ella, estaba desnudo de cintura para
arriba, simplemente tenía puesto los pantalones. La cabeza estaba
empezando a martillear al ritmo de los gritos.
— Helen…Helen, no sabes decir otra cosa. Intentas que yo parezca que
estoy loca, pero olvídate, tu….
—¡Basta ya! Si quería tocarme los cojones ya lo has conseguido. Jamás
me han echado de un hotel por escándalo y no va a pasar por culpa tuya.
Recoge inmediatamente las cosas te llevo a tu casa ¡ya!
—Lucas….
—No te lo repito más, salgo en cinco minutos, si te quedas corre de tu
cuenta pagar tu estancia.
—Lo siento, yo…— Helen pudo darse cuenta de que Lucas estaba
hablando en serio, de un manotazo tiró toda la ropa encima de la cama y se
preparaba para empaquetarla en la maleta. Estaba serio y muy enfadado, a lo
mejor se había pasado un pelín con su ataque de celos.
Cinco minutos de reloj más tarde Lucas Wells salía de la habitación del
hotel camino de su casa, casi a rastras lo iba siguiendo una desesperada
Helen que trataba de guardar sus cosas en el equipaje.
Pagada la cuenta y sentado en su coche Lucas trataba de tranquilizarse,
bien se reiría Dom si se enterara de la guerra que estaba soportando. La hija
del alcalde nunca había sido santo de la devoción de su hermano ni de su
cuñada, en alguna ocasión habían coincidido sin mucha afinidad de parte y
parte.
Los ciento y tantos kilómetros que debían recorrer hasta llegar a Palm
Spring iban a ser un gran suplicio…la cabeza de Lucas era un hervidero de
contradicciones. Dos hijos, ahora la pregunta era de quien eran esos niños.
Su mente seguía en blanco referente a esa noche que pasaron juntos, la
única certeza de que algo había pasado era el preservativo que encontró en
el baño.
Eso lo llevaba a otra pregunta ¿hubieron más relaciones sin
protección?, el puño se estrelló contra el volante de su coche, estaba a punto
de estallar.
También tenía que pensar que ella hubiera rehecho su vida en ese
tiempo en el que no había sabido de ella, preguntas y más preguntas que de
momento no tenían respuesta.




En la habitación del hotel Mara se lamentaba del encuentro, de todas
las personas solidarias del mundo Lucas Wells tenía que ser una de ellas
¿por qué tenía que volver a aparecer de nuevo en su vida? Al volver sabía
que esa posibilidad existía pero, hubiera deseado que fuera más tarde que
temprano.

Hacía dos años que decidió borrarlo de su recuerdo, para ella oírlo
hablar como lo hizo delante de toda su familia como si ella fuera una
prostituta no tenía ninguna excusa.
Después de vagar como una derrotada por la casa de sus padres durante
días, decidió que ella era algo más que un saco de boxeo para un tipo
amargado y engreído como Lucas Wells. Nunca había sido una persona que
viviera de la lástima, tuvo la mala suerte de cruzarse en el camino de alguien
equivocado, pero para todo había remedio.
La respuesta a su dilema la encontró una mañana en el periódico. Un
artículo en primera página hablaba de la labor humanitaria que realizaban
muchos voluntarios en todo el mundo. En ello se recalcaba la ayuda a
muchos refugiados desplazados por las guerras de sus países y los que se
presentaban a intentar paliar los desperfectos sufridos por desastres
naturales.
Se puso manos a la obra. Habló con gente relacionada con el tema,
buscó información y dio con Martin Deán. Martin resultó ser un hombre
implicado en todo lo relacionado con ese mundo, un hombre de cincuenta
años y que un día decidió romper con su vida de comodidades para
dedicarse a otros.
El la instruyó en todo lo que necesitaba saber, en tres meses estuvo
preparada para subirse a un convoy que partía hacia África
Durante todo ese tiempo había visto de todo, tenía imágenes grabadas a
base de sangre, horror y muchas lágrimas, muchísimas. Había visto cuerpos
de niños tirados en las cunetas abatidos a tiros.
Madres que suplicaban una gota de leche para sus hijos, hombres que
peleaban por una botella de agua, miseria pura y dura.
En muchas ocasiones había sido incapaz de comer su ración de rancho,
salía de su tienda de campaña y siempre había alguien dispuesto a
comérsela. Durante todo ese tiempo su cuerpo fue bajando de peso, hasta
quedar casi en los huesos como los mismos lugareños.
El peor golpe sufrido por Mara era ver esos niños desnutridos a los que
lo único que se les veía era la cuenca de los ojos. No estaba preparada para
eso. En ocasiones ella los cogía en brazos y los acunaba como si fuera su
madre. También llegó a llorar a muchos que no podían resistir la hambruna
que los aquejaba.
Un leve llanto la sacó de sus pensamientos, de una zancada llegó hasta
la cama que era ocupada por los dos pequeños cuerpecitos. La niñera que el
hotel le había facilitado le había dicho que apenas cenaron se quedaron
dormidos.
Acercándose hasta el niño le volvió a colocar el chupete y la criatura se
tranquilizó quedándose dormido de nuevo.
Se quitó los zapatos y se acostó junto a ellos, sus niños. Nadie se
atrevería jamás a quitárselos, ella era su madre.


Entre sus más inmediatos proyectos estaba visitar a su familia que vivía
a unos cuantos kilómetros de allí, después de eso habría empezar a
reconstruir su vida, una casa, un trabajo y lo principal, ocuparse del
bienestar de los niños.
Estaba aprovechando que ellos todavía estaban durmiendo para asearse
antes de atenderlos a ellos, Una ducha, un pantalón vaquero, una camiseta
verde y zapatillas, algo de color en los labios y ya estaba preparada para
plantarle cara al futuro, Esperaba y deseaba que no hubiera más encuentros
indeseados.
Los toques en la puerta la sacaron de sus pensamientos, se extrañó por
que no esperaba a nadie a no ser que fuera el servicio de habitaciones con el
desayuno ¡seguro! Eso produjo que sus tripas protestaran por hambre, la
noche anterior no había probado ni un bocado.
—Buenos días— la inercia por si sola hizo que al ver quien era la
persona que estaba al otro lado de la puerta intentara cerrarla.
Lucas se imaginaba que no aceptaría de buena gana recibirlo, estaba
preparado para que le cerrara la puerta en las narices, al ver que iba a cerrar
casi sin abrirla puso su pierna para evitarlo.
— No tan deprisa.
—¡Fuera de aquí! ¿Qué es lo que quieres?
—Hablar contigo. —Mara seguía empujando la puerta con intención de
cerrarla, sabía que era inútil, la fuerza del hombre era el doble que la de ella.
—Te ruego que te vayas, no tenemos nada que hablar.
—Escúchame, si quieres podemos hablar de esta manera, se enteraran
los demás huéspedes o me dejas entrar y solo lo oiremos nosotros ¡tú
decides!
Mara sabía que hablaba en serio, sería capaz de vocear en medio del
pasillo hasta que ella se rindiera y lo dejara pasar. Temía que su vida
comenzaba a desmoronarse de nuevo, peligraba su secreto mejor guardado,
ese hombre no tenía ningún derecho a inmiscuirse otra vez.
—Pasa, di lo que tengas que decir y márchate rápido. — Mara accedió,
cuanto antes entrara antes se iría.
Lucas se había pasado media noche conduciendo, llevó a Helen hasta
su casa. Escuchó la diatriba de la mujer durante todo el viaje, se lamentaba
de lo ocurrido, le pedía perdón por su comportamiento para luego
amenazarlo con que no iba a serle fácil librarse de ella.
La dejó en la puerta y volvió a recorrer el mismo camino, no quería
encontrarse con la sorpresa de que volviera a desaparecer en la noche. Había
hecho sus averiguaciones, al enterarse de la noticia de los niños cayó en la
cuenta de que tal vez si existía un marido era posible de que ya no usara su
apellido de soltera….pero no, la recepcionista del hotel le confirmó que se
alojaba una señorita Rivera con dos bebés ,le había dicho.
Mara se alejó todo lo posible de él, parecía que con el tiempo pasado se
había convertido en un gigante o eso le parecía a ella. No quería pensar en él
como un atractivo hombre, una vez cometió ese error y así le había ido, para
ella era el enemigo.
Lucas sabía que estaba nerviosa por su forma de dar vueltas por la
habitación, no había rastro alguno de niños.
—¿Cómo has estado todo este tiempo?
—¿Estás aquí para saber cómo estoy? Me parece mucho interés por
una persona que usa su cuerpo para vivir de los hombres ¿no te parece? Ya
ves, ser puta tiene sus inconvenientes.
—Joder…tiras a matar. —Lucas recordaba esas palabras como si fuera
ese mismo instante en el que las dijera.
—¿Qué quieres? Que te diga que te perdono, sin rencores, puedes irte
tranquilo. Hace mucho tiempo que dejé atrás todo.
—¿Quién ha dicho que quiero tu perdón? No estoy aquí para eso.
Quiero explicaciones, que me hables, que contestes las dudas que no me
dejan dormir. —Se había levantado y como ella se paseaba por la alfombra.
—Pues te recomiendo que pidas una cita con un psiquiatra, yo no
puedo ayudarte, simplemente soy una prostituta que…—qué momento más
malo para que se despertaran los pequeños.
—¿Es un niño llorando?
—No es asunto tuyo, es mejor que te vayas, tengo cosas que hacer.
—¡Ah no, no pienso irme! ¿Quién es ese niño?
—Te repito que no es asunto tuyo. —El llanto del niño se hizo más
agudo, tenía que acudir a su lado, no podía soportar oírlo llorar— Vete por
favor.
—No —Lucas estaba a pocos centímetros del cuerpo tembloroso de
Mara—. ¿Es mío?
—¡No! ¿Estás loco? —Escuchar que él pensaba que era su hijo
resultaba hasta gracioso.
—Eres una mentirosa, he estado averiguando. No te has casado.
—¡Eres un maldito hijo de puta!¿me has investigado?
No tuvo ningún reparo en aceptarlo.
— Sí.
—Veo que no has cambiado, sigues manipulando a la gente.
El llanto del niño hizo que Mara no tuviera más remedio que acudir a
su encuentro, corrió hasta dónde el pequeño se retorcía rodeado por
almohadas que cubrían la cama evitando que se cayera.
— Hola mi amor.
Lucas no esperó a que ella volviera, la siguió y quedó petrificado ante
lo que veían sus ojos, en la cama estaban acostados dos pequeños, uno era
apenas un bebé con unos enormes ojos que al oír la voz de Mara había
dejado de llorar, y el otro tendría como mucho dos o tres años no más, este
se había sentado con una pequeña manta cubriéndole su pequeño rostro
oscuro.
—¿¡Son!?
—¿Negros? Si, ya puedes irte. Habrás visto que no son hijos tuyos.
—¿Dónde están sus padres?
Mara estaba empezando a irritarse más de lo que debía, evitaba por
todos los medios gritar delante de los niños pero estaba llegando a su límite.
— Yo soy su madre y su padre, soy la única familia que tienen, ahora
hazme el favor de irte.¡ Vamos a la ducha y a desayunar!
Lucas que atónito viendo la escena, Mara cogió primero al niño más
grande y le quitó el pijama, le resultó extraño que el pequeño no hablaba, no
emitía ningún sonido, simplemente agarraba con fuerzas su pequeña mantita
y miraba con sus expresivos ojitos todo a su alrededor.
—¡Veamos! ¿Quién es mi príncipe lindo? Es que no lo veo ¿estará
aquí? —Ni con las caricias ni las cosquillas que recibía era capaz de sacarle
una sonrisa, había algo que no funcionaba.
Con un pequeño ya dispuesto para el baño Mara se acercó al otro y
repitió las mismas acciones, sin embargo este si reaccionaba a las caricias de
ella, las carcajadas suaves y limpias del niño ponían los pelos de punta a
Lucas.

Adrede o no, lo cierto que Mara se había olvidado de que Lucas estaba
en la habitación, ella pensó que al ver los niños ya había salido de toda duda
y se habría marchado, casi una hora más tarde después de que los niños
disfrutaron de su largo baño, tomaron su biberón cómodamente tumbados en
su cama y se habían vestido con la intención de salir a pasea, fue cuando se
topó con él despatarrado en el sofá del pequeño salón, casi se diría que
estaba dormido ¡increíble! Lo de ese hombre era inexplicable.
— ¿Qué haces aquí todavía? Pensé que te había dicho que te fueras.
—Es verdad, pero creo que te dije que quería respuestas y hasta ahora
no me has dado ninguna.
—Pues nada, cuando te canses de estar aquí cierras la puerta por favor,
nosotros nos vamos a pasear.
—¡Vale, te acompaño! — él sabía que aquello haría que ella
reaccionara— Mientras paseamos me cuentas lo que quiero saber.
La voz de Mara sonó fría como un tempano, sabía que hasta que no le
contara lo que quería no la dejaría en paz.
—¿Qué es lo que quieres?
—Respuestas, empecemos por estos niños ¿quiénes son? Y ¿Por qué
están contigo?
Sentándose lo más alejada posible de él su mente su voz salió por
inercia.
— El pequeño es Kyle y tiene seis meses y el mayor es Leo y tiene tres
años son hermanos y huérfanos. Su padre murió de un balazo y la madre
tratando de dar a luz al pequeño ¿por qué están conmigo? porque soy su
tutora legal, tenemos un visado por razones humanitarias que me permitió
sacarlos de su país para ser tratados. Tengo tres meses de plazo para
solucionar el papeleo que me permita adoptarlos legalmente ¿Qué más
quieres saber?
—¿No tienen más familia?
—No, son de Ruanda…allí no le importan a nadie. Si fueran mayores
servirían para la guerra pero así solo son un estorbo. Martin movió los hilos
oportunos y consiguió que me dejaran traerlos para atenderlos
—¿Qué les pasa?
Los ojos de Mara se oscurecieron y su voz casi era un susurro.
—Kyle tiene un problema en los genitales….necesita una operación
urgentemente, hay que reconstruírselos, nació así. Nadie lo quería porque
decían que era una maldición.
—¿Una maldición?
—Sí, su madre fue violada por unos soldados y en su pueblo creían que
era por eso que él nació de esa manera —nunca estaría preparada para
soportar ese dolor—, querían dejarlo morir.
Lucas deseó no haber preguntado nada.
—¿Y el otro?
A pesar del dolor la cara de Mara se iluminó al mirar hasta el pequeño
que esperaba cómodamente sentado en su sillita de paseo.
—Perdió el habla —Tardó varios segundos en seguir hablando—,
estaba pegado a su madre cuando le dispararon, tuvo suerte de no morir con
ella.
—Creí que me habías dicho que murió en el parto del otro.
—Así fue. Hubo un ataque, unos dicen que rebeldes, otros que del
ejército….qué más da, eran asesinos igual. Nos atacaron en el campamento
y comenzaron a disparar sin compasión, la madre estaba a punto de dar a
luz. La bala le dio en el pecho, luchamos por salvarle la vida pero solo tuvo
tiempo de alumbrar a su hijo, le practicaron una cesárea y falleció unas
horas más tarde. Kyle no se desprendió de su madre ni cuando estaba
naciendo su hermano, al principio gemía desgarrado por el horror que
acababa de vivir, luego ni eso. Ya no ha vuelto ni a llorar.
—¡Lo siento! No debí preguntar. —Saber el horror que esos niños
habían vivido hizo que sintiera remordimientos por ser tan brusco e
insistente en su interés por saber.
—Quisiera que te marcharas, nosotros no tenemos nada que hablar.
—Te equivocas, tú y yo vamos a hablar, quieras o no quieras. Podemos
hacerlo tranquilamente o con el método Wells ¿Qué prefieres?
—No puedes obligarme a nada yo…
—Yo no te obligo a nada, simplemente te aconsejo entre tus opciones.
Hablamos tranquilos como lo hacen dos adultos o me siento en tu cómodo
sofá hasta que tú quieras.
—Si hablamos luego me dejaras en paz? No más amenazas, ni más
visitas, no quiero volver a verte, ni que me busques.
—Umm, noto algo de miedo en tus palabras—Lucas se acercó hasta
ella muy despacio, sin tocarla, solo olía su perfume. Negar que ella producía
algo inexplicable en sus sentidos era mentirse y sabía que él tampoco era del
todo indiferente para la dura señorita Rivera.
—¿Me temes?
—No —pobre respuesta.
—Yo creo que sí. Tienes miedo de mí. Pero está bien, hablaremos y
después te dejaré en paz.
Mara no estaba segura de lo que había escuchado.
—¿Lo dices en serio?
Lucas ya estaba cerca de la puerta, al parecer era verdad que se iba a
marchar.
—Hablaremos esta noche, cenaremos aquí si quieres y luego te dejaré
en paz —la sonrisa diabólica que se dibujaba en su cara era digna de un
maníaco, le estaba dando la espalda a Mara por lo que ella no estaba
viéndolo—. Te lo advierto….serás tú quien me busque a mí. —Se marchó
dejando la cara desdibujada de Mara al escuchar su profecía.


Mara y los niños estaban tumbados debajo de un árbol, habían estado
todo la mañana paseando. La capacidad de Mara para entender el mensaje
que Lucas le había dejado antes marcharse no tenía límites ¿que se suponía
con eso de que ella lo buscaría a él? Ese hombre era un engreído. A pesar de
estar cansada de tanto andar quería evitar cualquier encuentro con él antes
de tiempo, para ello se había llevado una manta y se sentó a disfrutar del día
.A medida que avanzaba la jornada el nerviosismo se adueñaba de
ella….sabía que no tenía por qué temer ese encuentro, fin y al cabo solo
quería hablar. Lo que más miedo le daba era usara sus artes para
confundirla, no volvería a caer en sus redes…además, estaba comprometido
con Helen.
Los niños ya estaban preparados para acostarse y ella estaba indecisa,
no quería dar la impresión de que recibirlo era motivo para arreglarse de
gala. Un baño, un pantalón oscuro y una camiseta amarilla, nada de
florituras.
Puntualmente a las ocho llamaron a la puerta, al abrir se encontró con
el servicio de habitaciones que traían la cena, ni rastro de Lucas.
— Buenas noches señorita, con su permiso— el camarero pasó dentro
y colocó todas y cada una de las bandejas en la mesa que estaba en una
esquina de la habitación olía a gloria, Mara extendió la mano con una
propina para el muchacho pero él no la aceptó—Ya la he recibido señorita—
y se marchó. Todavía no había cerrado del todo la puerta cuando lo oyó
hablar con alguien—Espero que todo sea de su agrado señor.
—Estará todo bien, gracias—Lucas legaba en ese momento—buenas
noches, señorita Rivera.
Mara sentía que se burlaba de ella, pero no entraría en el juego.
—Pasa, no te cortes, estás en tu casa. —El condenado estaba
irresistible, cualquier mujer estaría deseando sentarse a la mesa con ese
hombre….cualquiera menos ella.
La presencia de Lucas llenó aquella dependencia, vestía de manera
informal, parecía que hubiera estado espiándola, un vaquero ajustado a
todos los músculos de sus piernas, una camisa de manga larga azul cielo y
como era costumbre en él desabrochada dejando entrever su pecho. Acortó
la distancia que los separaba y quedó tan….tan cerca, que el perfume
impregnó todos los sentidos de Mara.
—¿Cenamos?
—Voy…voy a…—tenerlo tan cerca hacía que tartamudeara y eso le
daba rabia. No quería sentir nada por él, tenía que ser más fuerte frente a él
—, tengo que echarle un vistazo a los niños, aun no se han dormido. —Se
alejó deprisa.
Lucas se entretuvo mientras en abrir la botella de vino, la cena era
informal por lo cual los platos no eran nada consistente. El tiempo que
estuvo esperándola lo aprovechó para repasar su actuación de esa noche.
Volver a encontrarla le había dado una segunda oportunidad y esta vez haría
las cosas bien hechas….o casi. En el pasado su comportamiento con ella
había sido vergonzoso e incluso aberrante, si quería vencer la muralla que él
mismo había levantado tendría que hacerlo de distinta manera. Habían sido
dos años en los que su pensamiento se había negado a olvidarla…en ese
tiempo hubieron mujeres que calentaron su cama, de hecho, con Helen solo
había sexo, ambos disfrutaban pero no había nada más sobre todo por parte
de él.
—Cuando quieras. —Mara apareció de nuevo.
—¿Se han dormido?
—No, el pequeño está despierto todavía…lo noto inquieto. Pero no
pasa nada, acabemos con esto cuanto antes.
—Relájate señorita Rivera, esto no es un juicio.
—Cierto, esto ha sido una imposición más que una cita. Típico de
Lucas Wells
—¿Habrías aceptado una cita conmigo?
—No —sincera y honrada consigo misma.
Los se sentaron a degustar la comida, para Mara aquello se estaba
convirtiendo en una pesadilla. Quería que empezara ya con el interrogatorio
para perderlo de vista cuanto antes.
—¿Por qué no empiezas ya?
Lucas no se molestó en contestarle, se dedicó a comer. El tenso silencio
se podía cortar con un cuchillo.
—¿Por qué no te relajas?
—Porque tú aceptaste un trato y quiero que lo cumplas.
—De acuerdo ¿por qué te fuiste como lo hiciste?
—¿Hablas en serio? Te recuerdo todas y cada una de tus hermosas
palabras dirigidas a mí en presencia de tu familia.
—Podías haberte defendido, no sé….insultarme, decirme que era un
hijo de puta, cualquier cosa que me dejara en evidencia delante de todos.
—Pero yo no soy como tú. Para ti todo gira en torno a las amenazas y a
las pruebas me remito, sabías que de otra forma no habría quedado contigo.
—¿El dinero? ¿Por qué me hiciste creer que te habías gastado el
dinero?
—Tú ya pensabas que yo era una fulana, darte más argumentos era mi
trabajo.
Aquellas palabras eran ciertas y él lo sabía.
—¿ Por qué nunca me contaste lo de Tony?
—¿A qué te refieres?
—No seas tonta….pudiste haberme dicho lo que ese cerdo te había
hecho y en ese momento me habría dado cuenta de su engaño.
—Bueno, tú eres mayorcito para saber elegir a tus amistades, hacías
buena pareja con él.
—Tengo una duda —siempre había sospechado pero quería que ella lo
aceptara—, el día del agua sucia nos escuchaste hablar ¿cierto?
—Me lo pase en grande, me imaginé todo el dinero que había ido a la
basura por cuenta de la lejía.
Ahora tocaba ponerse serios.
—¿Qué pasó la noche que dormí en tu casa?
Para Mara recordar esa noche la hacía que se sonrojara, el tiempo
pasado tendría que haber mitigado ese sentimiento de vergüenza que sentía
a recordar todas y cada una de las cosas que sucedieron esa noche.
—¿Te forcé? Lo único que recuerdo es haber bebido.
—No….lo que pasó fue consentido — era verdad.
Mara estaba con la mirada fija en su plato.
— Mara — ella seguía sin mirar, temía lo que fuera a preguntarle—,
¡mírame! ¿Eras virgen?
Levantando los hombres como si eso no tuviera importancia alguna.
—¿De qué sirve ahora?
—¿¡ Eras o no!?
—Sí, ¿contento?
—No, asqueado y arrepentido.
La cara de Mara se volvió roja como la grana al pensar que estaba
diciendo que estaba asqueado de haberse acostado con ella y el pareció
darse cuenta de su pensamiento por lo que se apresuró a rectificar.
—Asqueado por estar tan borracho que no me di cuenta de lo que hice
y arrepentido por que no se si volveré a tener otra oportunidad de repetir y
disfrutar de nuevo de tu cuerpo.
—¡Ohh! creo que ya deberías irte, ya contesté a tus preguntas y…—el
llanto de Kyle interrumpió sus quejas ante aquella especie de declaración de
intenciones que había hecho.
—Yo voy. —No esperó a que ella se negara ni replicara negativamente,
simplemente retiró su silla y fue hasta la habitación donde el niño lloraba.
Mara estaba descolocada con ese hombre, no entendía nada de lo que
estaba pasando. No quería…no deseaba, relacionarse en ningún aspecto con
él.
—Bueno, parece que este jovencito no tiene sueño —ver a ese enorme
grandullón apretando el diminuto cuerpo del niño contra su pecho era una
imagen espectacular—, no entiendo de niños todavía, pero me temo que
tiene fiebre.
Asustada por la posible enfermedad del niño se levantó a toda prisa de
la mesa, pero se encontró con la negativa de Lucas a soltar su carga.
—Relájate no pasa nada, busca un termómetro y ya veremos.
Mara anduvo con nerviosismo hasta el baño a buscar el termómetro,
sabía que entre las prioridades al volver a su país era poner a los niños en
manos de especialistas, sin falta lo haría al día siguiente.
Kyle reposaba sobre el hombro de Lucas sus vivarachos ojos estaban
apagados, la alegría con la que siempre observaba todo había desaparecido,
mala señal para ella.
— Veamos —con la experiencia adquirida en los campamentos sabía
perfectamente cuales eran los utensilios adecuados y el termómetro de oído
era comodísimo para ellos—, vaya…—la voz le falló al comprobar la
temperatura.
—¿Cuánto?.....Mara.
—Tiene…tiene casi cuarenta grados.
—¿Qué piensas hacer?
—Llamaré a una niñera que se ocupe de Leo y me acercaré al hospital.
—Pues date prisa, te acompaño.
Aquello empezaba a convertirse en una guerra de poder que tenía que
cortar de raíz o se arrepentiría.
—¡ No! Quiero que te vayas ya contesté a tus preguntas, no te quiero
en mi vida. Los niños son míos y yo seré quien se ocupe de ellos. —
Extendió los brazos hasta coger al pequeño que no se resistió
—Pero esto no se trata de lo que tú quieras a no, el niño está enfermo y
te voy a acompañar al hospital
—¡No! No me apetece seguir discutiendo contigo, quiero que a partir
de ahora me dejes en paz.
Lucas se mantuvo en silencio mientras ella se alejaba con el pequeño
hacia la habitación…su intención habría sido seguir discutiendo con ella
pero solo conseguiría que su rechazo fuera mayor, dejaría que pensara que
se había rendido.
Para Mara los siguientes días fueron de auténtica angustia. Kyle tenía
que ser operado inmediatamente. Lo primero que debía hacer era encontrar
quien se hiciera cargo de Leo, su máxima preocupación en esos momentos
era acompañar a su pequeño en el hospital y para ello necesitaba de alguien
que atendiera al otro niño. Descartada las niñeras del hotel debía recurrir a
alguien inmediatamente, la reacción del niño a sus reiteradas ausencias era
negarse a comer.
Pensó en llevarlo a casa de sus padres, eso supondría no verlo.
Los médicos estaban a punto de terminar con las pruebas pertinentes
para la operación y ella debía de aprovechar su tiempo al máximo.
En sus salidas diarias ya había visto apartamentos para mudarse cuanto
antes, la organización para la que trabajaba se había hecho cargo de los
gastos pero ya no podía seguir abusando de su generosidad. Finalmente se
decidió por un pequeño apartamento que tenía un diminuto jardín, ese había
sido el único motivo por el cual lo había alquilado.
Desde aquella noche en la que puso sus cartas sobre la mesa no había
vuelto a saber nada de Lucas Wells, parecía que por fin se había dado cuenta
de que ella no quería saber nada de él.
Repasando el texto que pensaba enviar al periódico cruzó los dedos
para tener suerte.



CAPÍTULO 10





—¿Lucas, te pasa algo?
Por más que se proponía quitársela de la cabeza todos sus
pensamientos iban a ella a cualquier momento del día. Quería evitar
cualquier enfrentamiento que pudiera complicar su situación para con ella.
La noche que lo echó sin mucho miramiento de su habitación Lucas pensó
que era lo mejor que podía hacer, no podía ni quería imponerle su presencia,
tenía que hacer las cosas de otra manera— Perdón ¿decías?—su cuñada
estaba de visita en las oficinas de la empresa y no le estaba prestando la
atención que ella se merecía.
—¿Huelo a problemas femeninos?
Aquello hizo que Lucas la mirara enigmáticamente, no sabía si entre
las dos amigas había alguna clase de comunicación desde que Mara había
regresado y por eso no quería meter la pata.
—Puedes ser, a ti no se te escapa nada.
—Obvio ¿te puedo ayudar?
—No gracias, tengo que arreglarlo yo solo.
—Como quieras, cualquier cosa en la que pueda ayudarte solo tienes
que decírmelo.
—Lo sé, quisiera preguntarte algo. Si no quieres no me contestes
¿sabes algo de Mara?
Maggie hacía tiempo que había dejado de culpar a su cuñado por lo
ocurrido, fue un incidente muy desagradable pero eso era ya parte del
pasado.
— No, solo tuve un par de llamadas y hace mucho tiempo de eso.
Lucas guardó silencio ante aquellas palabras. Sería muy interesante ver
la reacción de las dos amigas al reencontrarse cada una de ellas con sus
nuevos cambios.
—Señor Wells, tiene una llamada. —La voz de la secretaria lo sacó de
sus pensamientos
—¿De quién?
—Um…de la señorita Bradford, está algo enfadada.
—Pues recomiéndale que se tome una tila, estoy en medio de una
reunión muy importante.
—¿Ella es la causa de tus problemas?—Maggie no quería irse de allí
sin algo de lo que poder cotillear más tarde con sus cuñadas, pero parecía
que no sacaría nada en claro.

—No pequeña listilla, ya te enteraras— su concentración se había ido
al garete con la visita de una, la llamada de otra y el pensamiento lejos de
allí. Tal vez distrayéndose un rato podría retomar su trabajo. Estaba dándole
un sorbo a su café mientras echaba un vistazo al periódico cuando el líquido
estuvo a punto de asfixiarlo<< Referencia: Kyle y Leo. Se busca persona
seria y responsable para ocuparse de un niño de dos años, horario flexible y
sujeto a motivos de enfermedad. Urge contratación, enviar datos a la
referencia inicial>> Lucas iba poniéndose colorado a medida que el café
amenazaba con ahogarlo ¡maldita mujer!
—¡Lucas! ¿Estás bien?—La preocupación de su cuñada era verdadera
—¿ qué has leído?
—Nada querida, no te preocupes fue un mal trago lo que me hizo
atragantar pero ya estoy bien, ahora si me disculpas tengo una reunión.
—De acuerdo sé cuándo estorbo, cuídate, jajaja—con esa sincera
carcajada que tanto la caracterizaba se marchó dejando solo a su cuñado con
su batalla interna.
Lucas pasó cerca de media hora leyendo y releyendo el anuncio del
periódico, había sido muy hábil al no usar su propio nombre para no
levantar sospechas, solo quien conociera a los niños podría asociarlos a ella.
Si ella pensaba que estaba a salvo se iba a llevar la sorpresa de su vida.
—Diana, ¿puedes venir por favor?—no quería pensar más en ese
asunto o no tendría muy buen final, la llegada de su secretaria lo devolvió al
mundo real— Pasa





EL día de la operación de Kyle se acercaba y Mara no podía evitar
sentirse cada vez más nerviosa, habría querido apoyarse en su familia o
tener a su querida amiga cerca pero ninguna de las dos opciones era válida.
Su madre se encontraba convaleciente de una operación de rodilla y por lo
tanto no podría ayudarla, los chicos estaban todos ocupados con los estudios
y no quería que nadie trastocara su vida por ella y Maggie…los ojos se le
llenaron de lágrimas al recordar a su amiga, deseaba tanto poder abrazarla y
contarle todo por lo que había pasado en ese tiempo, ya se había prometido
así misma que cuando todo pasara iría a verla. Se había mordido la lengua
para no preguntar a Lucas por ella.
Desde que se atrevió a poner el anuncio en el periódico buscando
niñera varias eran las candidatas al puesto, no descartaba a nadie pero podía
sentir que no había encontrado a la persona perfecta reconocía que estaba
siendo demasiado perfeccionista.
Las dos últimas personas en entrevistar estaban citadas para esa tarde,
una de ellas era una estudiante que necesitaba el dinero para sus estudios y
la otra no especificó mucho su currículo.
La tarde se estaba volviendo una pesadilla para Mara, los niños estaban
inquietos y ella ya no sabía que más hacer para tranquilizarlos. Kyle no
paraba de llorar y no permitía que lo soltara de los brazos ni un segundo y
Leo con su pequeña manta se acurrucaba en el extremo del sofá y se negaba
a moverse.
La estudiante que optaba al puesto pareció una chica muy agradable
que trató de entablar amistad con el niño, aunque no consiguió mucho.
—Gracias por venir, te diré algo cuando tome una decisión.
Ya estaba empezando a oscurecer y temía que su visita no fuera a
acudir a la cita, el ambiente parecía haberse calmado un poco gracias a la
ayuda de la televisión y de los dibujos animados, pero sabía y temía que no
sería muy duradero. El timbre sonó y con ello le recordó a Kyle su llanto
—¡Vamos! Si estabas tranquilo cariño —ese toque pareció ser el punto
de inflexión para que el otro niño decidiera que él también quería ser cogido
en brazos…las silenciosas lágrimas se mezclaban con los mocos haciendo
de él todo un cuadro—, ven aquí tesoro, vamos a ver quién nos visita.
La estampa que se ofrecía de Mara era inexplicable al abrir la puerta,
su pelo estaba alborotado, estaba descalza y llevaba a los niños cada uno en
un brazo. Las ojeras y la mala cara que ofrecía en esos momentos no
pasaron desapercibidas para la persona que estaba al otro lado de la puerta
— Buenas tardes.
Mara quedó petrificada ante aquella visión ¿cómo era posible? Bahh,
preguntar cómo era posible que hubiera dado con ella era un mero chiste
—¿Qué quieres? Me gustaría mucho poder atenderte pero estoy
esperando a alguien —la intención de cerrar la puerta no fue buena idea, la
pierna del hombre lo impedía—, vete por favor…yo
—Yo soy tu cita. — Aquellas palabras valían su peso en oro solamente
por ver la expresión que se le quedó a ella en la cara.
—¿Qué has dicho? Yo estoy esperando una niñera y…y tú.
—Tienes una cita conmigo, podemos hablar aquí si quieres, pero será
un poco incómodo con todo ese peso. —Lucas estiró los brazos hasta los
niños y la sorpresa fue verdadera. Como era de esperar que el pequeño fuera
el que se animara, al ver que en esa ocasión el que aceptó sus brazos fue el
lloroso Leo, eso animó el maltrecho estado de Mara.
—Me temo que hay una confusión señor Wells, yo busco una niñera
por lo que usted no encaja, yo espero a…
—Ya lo has dicho esperas a una niñera, te puedo enseñar tu anuncio
dónde se puede ver que no especificas el sexo de la persona que buscas para
cuidar a un niño de tres años.
Los dos se habían adentrado en el apartamento el cual estaba
pulcramente ordenado y limpio para tener como habitantes a dos niños
pequeños
—Espero que estés bromeando. —El nerviosismo que sentía se había
acentuado más si cabía al ver al hombre como se paseaba por su salón, con
su hijo en brazos al que trataba de limpiarle la cara sin mucho acierto. Leo
se resistía a que Lucas limpiara su pequeña nariz con un níveo pañuelo
blanco.
—No. Estoy aquí para aceptar el puesto.
—Ni de broma, puedes irte por dónde has venido —maldecía su suerte
en todos los idiomas, cuando puso el anuncio jamás pensó que pudiera
llegar hasta sus manos y mucho menos que se le ocurriera aceptar el trabajo
—, pero yo esperaba a una tal Diana
—Sí, mi secretaria. Como veras pensé en todo, si sabias que era yo no
hubiera tenido ninguna oportunidad, por lo que ella te mandó unas
referencias cualquieras.
—Pues siento decirte que has perdido el tiempo, ya tengo la persona
perfecta — tenía que ser convincente en su argumento—, solo acepté recibir
a tu Diana por cortesía mi elección ya está hecha.
—Me alegro, es una pena —Lucas miraba hacia ella con esa fiera
mirada que era capaz de erizarle todo el cuerpo sin siquiera tocarla sus ojos
parecían que estaban desnudándola de pies a cabeza y eso la turbaba. Podía
sentir la lujuria y el deseo a pesar de la distancia que los separaba, en sus
oídos todavía retumbaban las palabras que le dijera la última vez que se
vieron él quería volver a acostarse con ella—, siento decirte que tendrás que
cambiar tus planes.
—¡¿Qué has dicho?!
—Lo que estas escuchando, yo me quedaré con el puesto.
—No.
—Escúchame, hace tres semanas que pusiste el anuncio, ¿qué significa
eso? pues que no has encontrado a la persona adecuada para ello. Parece que
te estoy leyendo la mente pequeña. Ninguna era la adecuada para cuidar de
este jovencito. Te prometo —esas palabras no serían validas si no cruzaba
los dedos disimuladamente—, que solo me ocuparé del niño, permíteme
ayudarte con eso. Te lo debo.
Mara sabía que estaba llevándola a su terreno, todo lo que había dicho
era cierto, ninguna de las candidatas era la perfecta.
Emocionalmente estaba derrotada y físicamente era un despojo,
cualquier ayuda que pudiera recibir era bienvenida, pero sabía y entendía
que volver a mezclarse con Lucas sería sinónimo de dolor.
—No pierdes nada por intentarlo ¿Cuándo es la operación?
—¿Cómo sabes que lo van a operar? ¿Me has espiado de nuevo?
—Te prometo que no, me lo imaginé por tu prisa en buscar niñera.
—Lo que no puedo entender es como cuidaras de Leo mientras
trabajas.
—Tú no te preocupes por eso ¿Cuándo empiezo?
Aquello era una gran locura, se arrepentiría el resto de su vida
—El miércoles tenemos que ingresar. —Apenas quedaba tiempo, el
lunes estaba terminando y cada vez faltaba menos.
—Pues nada —Lucas sabía que debía ser muy cuidadoso moviendo sus
fichas, como buen jugador de ajedrez que era tenía que saber moverse en el
momento adecuado—, volveré mañana y me pondrás al corriente de todo lo
que tenga que saber.
Con sumo cuidado dejó al niño en el suelo junto a sus juguetes y se
preparó para partir, un último vistazo a la inmóvil figura que seguía parada
abrazando al bebé y no pudo reprimir el impulso. Alargó la mano y trato de
acomodar los cabellos siempre bien arreglados y ahora algo descuidados
como ella. No sintió rechazo por parte de Mara
—Estás cansada, déjame que me quede esta noche, cuidaré de los niños
y tú te relajas ¿Qué me dices?
Mara rechazó la idea con la cabeza quería que se fuera, quería
mantenerse alejada de él.
Pensaba que el niño en sus brazos sería el escudo perfecto para
mantenerla a salvo de cualquier intento que él tuviera….pero se equivocó.
Los labios de Lucas se posaron con suavidad sobre la boca de la chica
sabía que entre ellos se interponía el pequeño cuerpo del niño, que se
removía inquieto entre ellos. Al principio se trataba solamente de una caricia
de despedida, solo que no contaba con que al saborearla de nuevo se
desatara el infierno en su fuero interno. Su lengua delineó con expectación
los labios para después aplicar presión hasta que logró introducirse en su
cavidad. ¡Ohh, maldita sea! Su excitación era tal que o terminaba cuanto
antes con esa locura o corría el riesgo de sufrir un accidente digno de un
chiquillo adolescente .Casi bruscamente decidió alejarse de ella.
—No pienso decirte que lo siento y que no volverá a pasa r—se dio la
vuelta y cuando estaba traspasando el umbral de la puerta sentenció—, la
próxima vez no habrán niños. Vendré temprano, descansa.




Fiel a su palabra y cuando el sol apenas había comenzado a despuntar
en el horizonte, Lucas Wells paraba su coche delante del apartamento de
Mara. Sabía que aún era muy temprano para despertarlos, su noche no había
sido muy agradable. Cuando dejó la casa de la muchacha volvió
inmediatamente a su oficina para despachar los asuntos más urgentes su
secretaria todavía seguía allí cuando él llegó
— Diana, lo más probable es que me ausente por varios días, si
tuvieras que contactar conmigo sabes mi teléfono, de lo contrario no sabes
nada de mí ni tienes como localizarme ¿me has entendido?
—Sí, señor. —Para la mujer aquello era realmente una sorprendente
noticia ¿varios días fuera? Tenía que ser algo realmente importante o de lo
contrario su jefe estaba cambiando. En el tiempo que llevaba trabajando
para él jamás se había ausentado sin un motivo fuerte y por lo que ella sabía
en su agenda no había nada programado.
—Estaré en contacto contigo.
—¿Qué debo decirle a la señorita Bradford?
Un encogimientos de hombros fue todo lo que recibió esa pregunta
—¡Puf! tu misma
Estaba nervioso por lo que tendría que afrontar en los próximos
días…..sabía que tenía que poner todo de su parte para no fallarle de nuevo.
Un par de libros y algún que otro video rápido y tenía más que claro cómo
ser un buen canguro.
Casi dos horas después de su llegada las luces le avisaron de que era
hora de revelar su presencia. Estirándose para desentumecer sus huesos se
dirigió a paso firme hasta el apartamento, llamó al timbre y esperó
pacientemente hasta que le abrieran la puerta. La primera impresión fue de
sorpresa, la segunda de pesar y la tercera de…
—Buenos días—la mujer llevaba a ambos niños en brazos, su aspecto
era el de alguien que no había pegado ojo en toda la noche y que por su cara
habían surcado muchas lágrimas
—¿Estás preparada?—como venía siendo habitual siempre que se
encontraba con ellos, Lucas estiró los brazos y el mayor de los hermanos
aceptó el gesto.
Mara quería que todo fuera un sueño, deseaba seguir en el campamento
ayudando a su gente, manteniendo su cabeza y su pensamiento lo más
alejado posible de ese hombre.
—Pasa….llegas pronto.
—¿Cómo has pasado la noche?—pudo darse cuenta de que evitó
contestar alejándose con disimulo poco a poco—¿a qué hora tienes que estar
en el hospital?
—A las nueve, te he dejado todo anotado en la nevera la comida pre….
—el nerviosismo hablaba por ella, estaba histérica y aún debía bañarse — lo
que le gusta hacer…
—¡Para!—Lucas se acercó hasta ella—, seré un buen niñero ¿has
tomado café?— Mara negó con la cabeza— Vale, mientras yo lo hago tu
puedes darte una ducha y relajarte un poco.
—Pero
—No me obligues a acompañarte al baño, aunque lo haría encantado.
—Sabía que aquellas palabras harían efecto inmediatamente.


El agua y el jabón se mezclaban con sus lágrimas, ella siempre había
presumido de ser una mujer fuerte y sin ataduras ni cargas emocionales.
Encontrarse de nuevo en esa situación con el mismo hombre y la
sensibilidad a flor de piel la debilitaba hasta el punto de llorar como nunca
lo había hecho. Cuando aceptó hacerse cargo de los niños sabía que sería
duro y no tuvo reparos para ello, el momento de la operación había llegado
y no creía estar a la altura que el niño se merecía. Mara quiso aprovechar el
correr del agua para ahogar su llanto lloraría todo lo que tuviera que hacer
en esos momentos luego, le debía al niño ser una buena madre.
Parado en el umbral de la puerta y con los puños apretados a ambos
lados de su cuerpo, Lucas oía su llanto si saber qué hacer para aliviarla. Por
casualidad invadió la intimidad de su habitación, buscaba el chupete de
Kyle y la oyó llorar, se giró y salió.
El olor a café recién hecho llegó al tenso estómago de Mara, decidió
que para el largo día que le esperaba lo mejor era estar cómoda, una camisa
verde, un pantalón vaquero que se ajustaba a sus caderas como un guante y
zapatos planos. Antes de salir de la habitación su ego femenino la hizo
volver para atrás y perfumarse un poco. Sabía que era una reacción propia
de su estado pero aun así se colocó unos pequeños pendientes y se puso su
reloj y ya estaba lista.
—¡Hola! Estas muy guapa, ¿a qué si chicos?—Los niños ajenos a todo
estaban uno viendo la televisión y el más pequeño parecía estar dormitando
— Siéntate, te he preparado el desayuno.
—¡No!...te lo agradezco pero no me…
—Ya se lo que me vas a decir pero te diré que en este tiempo he
aprendido a cocinar, solo siéntate y disfruta.
Sabiendo que de nada le serviría protestar se sentó a intentar probar
bocado.
—¿Tú no comes?
—Ya comí, ahora calla y come. —En la mesa había un zumo de
naranja recién hecho, tres tostadas todavía calientes, miel queso y un café
—Yo no puedo comerme todo esto ¡eres un exagerado!
— Me parece bien, pero te lo comerás todo.
Bajo la atenta mirada del hombre Mara comenzó tímidamente a darle
vueltas a la comida hasta que el apetito se hizo cargo de la situación y
devoró todo el desayuno.
A las ocho de la mañana todo estaba listo para la partida, Mara
apretaba a Leo como si no fuera a volver a verlo en mucho tiempo, lo
besaba por toda la cara
— Volveré pronto te echaré de menos mi príncipe lindo ¿cuidaras bien
de él?
—Me ofendes, no pienso llevarlo a un casino si eso es lo que te
preocupa.
—Yo.
—Vete tranquila, solo te pido que me llames cuando sepas algo.
—Vale —Mara estaba demasiado tocada anímicamente y podía notar
que el llanto estaba a flor de piel. Dejando al niño en los brazos de Lucas
cogió la sillita porta bebes dónde Leo descansaba tranquilamente y se fue
hasta la puerta, antes de salir se paró y sin darse la vuelta porque de frente
no podría—. Gracias…
La reacción fue instintiva, Lucas se acercó a ella por la espalda y le
susurró al oído como si de un secreto entre amantes se tratara
—De nada, a tu disposición para lo que quieras.
Aquellas palabras provocaron que la piel de la nuca de ella se erizara,
sintió como sus pechos se hinchaban dentro de su camisa y los recuerdos
acudieron a su cabeza, debía marcharse ¡ya!

A medida que la mañana iba transcurriendo Lucas se asombraba de su
capacidad para atender a un ser tan pequeño e indefenso. Jamás había estado
tan cerca de uno como desde que conoció a los dos hermanos. El único
pesar que tenía era el de no oír sonidos del pequeño. Llegó la hora de la
comida y pasó la prueba con buena nota, como era un hombre acostumbrado
a la actividad de cualquier manera y pensando que tal vez al niño le sentaría
bien un paseo, preparó todo para salir de excursión. La primera incidencia
llegó al ver el enorme carrito de paseo que usaba Mara para llevar a los dos
hermanos juntos, era un cochecito gemelar y en esos momentos para él era
más un incordio que una ayuda. En un rincón de la cocina se encontraba la
silla del coche que usaba para llevarlo, bueno, eso serviría para llegar a una
tienda pensó Lucas— Bueno campeón, tú y yo nos vamos de paseo y quien
sabe, a lo mejor me dices alguna palabra ¿qué te parece?— los ojos del niño
miraban al hombre que le hablaba sin parar pero de su boca no salió sonido
alguno.
Sin noticias del hospital en toda la tarde y después de haberse paseado
por todas las tiendas de bebés que encontraron, dieron con una simpática
dependienta que le enseño la silla de paseo perfecta.
—Es un niño muy guapo. — Desde luego el interés de la mujer se
concentraba más en el hombre que lo acompañaba que en venderle algo.
—Sí, ¿verdad?
—¿Es su hijo?
Lucas podía reconocer un flirteo a lo lejos, en cualquier otro momento
y otra situación tal vez hubiera probado.
— No, soy su niñero.
—¿Perdón? Niñero. —Aquello sonaba a chiste
—Sí, la madre me ha contratado para cuidarlo
—Me alegro que no sea tu hijo — sorprendentemente la voz de la chica
había cambiado sutilmente de buenas a primera pasó a tutearlo —, termino
de trabajar a las seis por si te apetece tomar una copa.
—No puedo asegurarte nada.
La negativa no pareció acobardar a la mujer porque así y todo apuntó
su teléfono y le dijo que estaría esperando su llamada.
La incertidumbre de no saber que estaba pasando con Kyle y la idea de
no atosigarla en esos momentos era el único motivo por el que no la había
llamado.
Incapaz de aguantar más sin noticias una gran idea le vino a la cabeza,
tenía a la persona perfecta para ocuparse de Leo. El niño estaría bien
cuidado y él podría estar dónde quería estar.
Una hora más tarde el coche con los dos ocupantes paró delante de una
hermosa casa, el adormilado Leo fue cogido en brazos y se encaminaron
hasta la puerta.
—¡Lucas! Que sorpresa, creía que estarías fuera ¡Dios, traes un bebé!
—Shhh, está medio dormido. — Lucas se adentró en la casa de su
hermano con su cuñada pegada a sus talones, no paraba de hacer preguntas
y más preguntas sin que el hombre le contestara.
—Hola Dom.
—Vaya hermano, yo sabía que en algún momento llegarías con uno. —
La discreción del matrimonio evitaba hacer referencia al color del niño y eso
hacía mucha gracia a Lucas.
—¿De dónde has sacado a ese niño?—Maggie destilaba dulzura ante
aquella imagen. Su duro cuñado acunando el pequeño cuerpo entre sus
brazos como si toda la vida lo hubiera hecho.
—No lo he robado si te refieres a eso, querida.
—Pues explícanos quien es.
—Se llama Leo, es un gran amigo mío y necesitamos un gran favor de
la tía Maggie.
—Perdona, ¿qué has dicho?
—Que necesito que lo cuides un par de horas.
—¡Estás loco!
—Si no fuera importante no te lo pediría. — Lucas no quería revelar la
historia todavía, sabía que su cuñada se alegraría de saber quién era el niño
pero todavía no era el momento.
—Pero ese niño tendrá madre ¿la tiene verdad? O padre.
—Maggie confía en mí, te puedo decir un par de cosas. Su madre está
cuidando de su hermano, se supone que yo soy su canguro por un par de
días pero me ha surgido algo urgente y solo confió en ti para esto ¿me
ayudaras?
Leo ya se había espabilado algo y miraba con mucha curiosidad su
entorno, Dom le había ofrecido un dedo y el niño lo agarraba con mucha
fuerza.
—Lucas
—Mira, te prometo que en cuanto pueda te lo explico todo y lo
entenderás.
—Eres un—Maggie sabía que no podía negarse—de acuerdo
—Otra cosa, Leo tiene un problema.
—Venga, dilo todo de una vez ya sabes que se quedará conmigo.
Lucas sabía que su familia se haría cargo de cuidar del niño de todas
maneras, pero si quería ser fiel consigo mismo debía contarles la verdad.
—Sufrió un trauma y desde entonces no emite habla.
—¡Que! es horroroso, pobre criatura.
Dominic creyó que su invalidez frente al problema de aquella criatura
que tenía toda la vida por delante era una simple anécdota, si ya de por si
nunca pensó en negarse a lo que su hermano le estaba pidiendo saber parte
de su historia ayudó más
—¿Estás seguro de que dejarlo aquí es buena idea? Es posible que
pasar tiempo junto a Maggie le haga recuperar el habla.
—¡Dom!
—Jajajaj…lo siento mi amor.
Media hora después las tres personas esperaban a que el coche se
alejara por la calle, era una noche cálida y con el ambiente adecuado para
sentarse en el jardín y charlar un rato.
—¿Crees que es el padre?—Durante mucho rato Maggie se controló
para no hacer la pregunta, lo más que sabía ella era que su marido no tenía
respuesta para eso.
—Imposible, pero si lo fuera estaría encantado.


La noche avanzaba hacia la madrugada cuando el coche estacionó en el
hospital. Antes de eso pasó por la casa de Mara y se dio una ducha rápida y
se cambió de ropa.
Con las preguntas pertinentes a las enfermeras del control, averiguó
que el niño estaba en esos momentos en una sala aislada para evitar
infecciones.
—Ha salido bien de la operación, está bajo vigilancia y las próximas
horas son delicadas, está acompañado por su madre.
Lucas anduvo por el pasillo siguiendo las indicaciones de la enfermera
hasta llegar a la zona de pediatría. Apoyada en un cristal mientras miraba
hacia adentro estaba Mara, los zapatos hacían ruido al caminar pero eso no
llamó la atención de ella.
—Mara —fue un susurro, no quería asustarla. Estaba parado justo en
su espalda y pudo sentir como se exaltaba al escuchar su voz
—¿Qué haces aquí?
—Acompañarte, quedaste en avisarme y no lo hiciste.
—Si tu estas aquí ¿con quién está Leo?
—No te preocupes por eso, está en buenas manos ¿Cómo ha salido
todo?
—Creía que tú te harías cargo de cuidarlo.
—Lo haré después de ocuparme de ti.
Mara estaba tan aturdida y cansada por el día tan largo que había
pasado, que no encontraba fuerzas suficientes para discutir con él.
Durante un rato el preguntó y ella contestaba como una autómata, la
mayor parte de eran monosílabos. Si. No .Tal vez.
—¿Has comido algo?
—No me apetece.
Lucas estaba a punto de replicar a eso cuando un médico llegó hasta
dónde estaban ellos.
—Buenas noches señor Wells
Lucas escrutó con interés al recién llegado, al parecer se conocían pero
él no lo recordaba de momento ¡oh, vaya!
—Doctor Dawson perdone mi retraso, estaba pensando en otra cosa y
no le reconocí ¿trabaja usted aquí? —Lucas aceptó la mano que el otro
hombre le estaba tendiendo a modo de saludo.
—Sí, era una buena oportunidad y la acepte.
Mara estaba ajena a la conversación que ambos estaban manteniendo,
podía sentir que sus piernas estaban a punto de doblarse sin remedio, ya
había perdido la cuenta de las horas que llevaba de pie junto al cristal.
—¡Mara!
—Lo siento, estaba pérdida ¿Qué decías?
—Te digo que te vayas a tu casa, que descanses y que vuelvas por la
mañana —el medico hablaba y ella negaba con la cabeza—, te creía una
mujer con juicio suficiente para aceptar las cosas, aquí no puedes hacer
nada. Deberías irte a descansar, mañana será otro día.
—Te lo agradezco pero yo me quedo.
—No se preocupe doctor, se irá a casa y volverá por la mañana, yo me
ocupo de eso.
Mara sintió que aquellas palabras la ponían a cien ¿pero este hombre
es estúpido? ¿Quién coño se cree él para decidir por ella? no quería
demostrar su desacuerdo delante del médico pero estaba deseando que se
alejara para estallar.
—Tranquilízate fiera, te veo venir y sé que estas a punto de estallar.
—No se te ocurra hablarme, me parece que tú te has equivocado señor
Wells.
—¿A sí? Y por qué no me explicas eso.
—Lo único que tú debes saber es que yo no soy de tu propiedad, no
trabajo para ti y que no eres nadie para tomar decisiones por mi ¿te ha
quedado claro?
—Como el agua. —Lucas era lo suficientemente listo para saber que el
cansancio era presa de ella, si se fiaba de su criterio posiblemente en un par
de horas ella misma estaría acostada en una camilla de urgencias, la pérdida
de peso era notable, las ojeras visibles y la tristeza absoluta por lo que no se
lo tendría en cuenta, no era capaz de decidir por sí misma lo que era mejor.
—Seré igual de claro contigo te voy a llevar a tu casa, te darás una
ducha, cenaras y si considero que estas bien descansada volverás aquí otra
vez ¿te ha quedado claro?
Mara no sabía si reírse o llorar, en su fuero interno sabía que cada
palabra de las que había dicho eran ciertas…otra cosa era que las admitiera
tranquilamente delante de él. Estaba cansada.
—Si me limito considerar el hecho de que tendrías que estar cuidando
de Leo en vez estar aquí no creo que seas la persona más apropiada para
decirme a mí lo que tengo que hacer
.—Jajaja—la ronca carcajada que salió de su boca produjo en Mara un
escalofrío. —Lo reconozco, te puedes anotar un punto ¿nos vamos?
—Te recuerdo que he traído mi coche, puedo volver yo sola, gracias.
—Quería dejarle bien claro que ella era autosuficiente, que se diera cuenta
que no lo quería en su vida.
—Lo sé, pero te llevo yo. —Sin tiempo para que pudiera contestarle
Lucas se echó a andar con paso firme y seguro. Su esbelto cuerpo se movía
como el de un felino, ágil y desafiante. Consciente de su poder.
Mara estaba resuelta a no claudicar con ese dictador, cuando llegaron al
aparcamiento simplemente le hizo un gesto con la cabeza y eso fue
suficiente para que ella desistiera de coger su coche, de acuerdo. En
silencio pensaba hacer el viaje de vuelta si eso quería, eso le daría.
—¿Cuándo fue la última vez que comiste? —Para una ciudad
cosmopolita y ruidosa como Los Ángeles era un lujo observar la relativa
calma que se respiraba a esas horas de la noche
— Me gustaría no tener que repetirte las cosas dos veces. —Sus
palabras dejaron entrever lo irritado que estaba con ella, más bien frustrado.
—No lo sé, pero no tengo hambre. Quiero llegar a mi casa. —Dando
por terminada la conversación se acurrucó en el mullido asiento y se
entretuvo mirando por la ventana. Lo último que recordó fue un gruñido por
parte del hombre…luego se durmió.
La idea que tenía Lucas no era esa, quería haberla llevado a comer
antes de acompañarla a su casa pero no hubo tiempo. En el camino
aprovechó y paró para comprar algo para cenar, media hora más tarde paró
delante del apartamento.
—Mara. Mara, ¿estás despierta? —intentó no ser muy brusco al
despertarla, no quería que se asustara
—Sí.
—Hemos llegado ¿te ayudo a bajar?—sabía que al escuchar esas
palabras el sueño desaparecería de golpe, uno…dos…tres.
—No gracias, ya estoy despierta.
—Vale, jajajaja.
Aquella risa la irritó por qué sabía que era a su costa.
—Te agradezco que me acompañaras, pero no hace falta que te bajes.
—El olor a comida inundaba el coche y las tripas protestaban sin pudor pero
no pensaba rebajarse….
—Um.
Mara bajó todo lo aprisa que su condición adormilada le permitía y se
apuró en abrir la puerta, no caería en el error de mirar hacia atrás para saber
si ya se había ido. La mano le temblaba y no atinaba a introducir la llave en
la cerradura.
—Dame…yo lo haré. — La voz sonó cerca de su oído y se quedó
paralizada sin saber que decirle
—¡Oh! Me has asustado. — Enfadada por su reacción entró corriendo
y pisó un juguete que Leo debió dejar tirado —¡Maldita sea! ¡Quiero que te
vayas! Quiero quedarme sola y dormir o hacer lo que me dé la gana sin
tener que preocuparme de que estés mirándome.
—Sorpréndeme ¿Qué harías si yo no estuviera?—Lucas había dejado
las bolsas en la cocina y estaba abriendo una lata de refresco, se movía por
allí como en su casa.
Aquello fue suficiente para que Mara estallara, en su fuero interno
estaba buscando la chispa para soltar todo lo que llevaba dentro desde que
ese condenado hombre reapareció de nuevo en su vida.
—¿Qué quieres de mí?—más tarde ella misma recordaría esa
conversación con asombro, fue capaz de hablar sin emoción y con la dureza
que requería tratar con el hombre que la había herido una vez y estaba
buscando hacerlo de nuevo— No puedo entender tu interés en mezclarte de
nuevo conmigo….estoy dispuesta a escuchar lo que tengas que decirme.
Lucas escuchaba en silencio sus palabras, se había sentado en una
butaca y la miraba con atención la desnudaba con la mirada, algo se removía
en su interior al escucharla hablar. Ese arrebato de ira le recordaba a la joven
de dos años atrás, la que lo desafiaba sin miedo, la que atormentaba su
mente desde entonces, por mucho que quisiera negarlo.
—¿Tú qué crees que quiero?
—No lo sé, pero te puedo asegurar que no me interesa. Me resulta
difícil de entender que tu opinión sobre mi haya cambiado tanto. La última
vez que nos vimos pensabas que me ganaba la vida como una puta ¿qué ha
cambiado? Yo sigo siendo la misma, quien te puede asegurar que no pago
este apartamento con lo que saco de acostarme con…Martin por ejemplo.
Hay un dicho que dice, que la cabra tira al monte.
Lucas sentía la imperante necesidad de fumarse un cigarro, desde que
supo de la existencia de los niños evitaba acercarse a ellos oliendo a
tabaco…pero en esos momentos daría lo que fuera por fumarse uno.
Las duras palabras de la joven eran un desagradable recuerdo a su
nefasta actuación en el pasado.
—No sigas por ahí.
—Pues márcame tú el camino, mejor lo hago yo. Quiero seguir mi vida
a partir de que me alejé de ti, oye…nos encontramos, pasó lo que pasó y
listo. Tú tienes una mujer con la que te vas a casar, guapa, elegante y de tu
misma condición social. Déjame en paz. Te agradezco que te ocuparas de
Leo hoy, pero no más, Lucas. No quiero que me vuelvas hacer daño.
Mara estaba de pie junto a la ventana de salón dándole la espalda, sus
palabras no habían tenido respuesta, por su silencio entendió que sería
suficiente con eso para que se alejara de ella.
Arrastrando los pies se metió en su cuarto, había sido duro pero estaba
contenta de haberlo hecho. Un gran inconveniente de su apartamento era
que no tenía bañera dónde haberse relajado en esa noche tan dura, daba por
hecho que estaba sola por lo que no reparó en desnudarse antes de pasar al
baño.
El agua caía sobre su espalda relajando sus tensos músculos ¡vaya! Se
había olvidado de que por la mañana había sacado el jabón y lo dejó en
encima del lavamanos, al girarse para salir de la casi se le para el corazón
del susto.
Intentó no gritar y mucho menos ponerse nerviosa
—¿Qué haces aquí? Pensé que te había ido.
Lucas Wells se encontraba apoyado en la puerta del baño, su camisa
estaba arremangada hasta los codos, abierta lo suficiente para ver los
marcados músculos del pecho y en su cara una expresión indescifrable.
Consciente del frío que ella estaba pasando agarró el bote del champú y
se acercó despacio hasta dónde estaba, abrió la puerta de la mampara y entró
dentro
—¡¿Qué haces?! Te estas mojando sal fuera.
El agua estaba empapando la ropa de Lucas pero eso parecía no
importarle, miraba fijamente a los ojos de Mara.
Lucas ahuecó su mano y la llenó de jabón, despacio introdujo los dedos
en el pelo y masajeo la cabeza provocando un disimulado—Ohh—algunos
centímetros más baja que él, sus ojos quedaban a la altura de la boca del
hombre.
Con un suave gesto le dio la vuelta para enjabonarle la espalda,
suave….muy suave, la espalda, los glúteos con movimientos circulares, oyó
como se agachaba y le separaba un poco las piernas.
El movimiento fue sensual, erótico para una mujer que jamás había
compartido esa intimidad con un hombre. Las manos bajaron por las
caderas, rodearon primero un muslo rozando brevemente su vello genital lo
que le provocó que la piel se le erizara hasta los dedos de sus pies.
Mismo recorrido minucioso con la otra pierna.
El agua había calado en toda la ropa de Lucas, la camisa empapada se
pegaba a su torso dejando intuir su torneado pecho, la incomodidad de estar
dentro de un pantalón vaquero mojado por el agua, no amedrentaba al
hombre en su tenaz recorrido por el cuerpo de Mara. Estaba disfrutando al
máximo de ello, una vez tuvo la suerte de sentirla y ¡maldita sea, no se
acordaba!
Esta vez sería distinto y ya estaba a mil.
Después de oírla pidiéndole que la dejara en paz, su interior más
rebelde se negó a ello no sabía por qué pero no podía mantenerse alejado de
ella.
La giró hasta quedar frente a ella otra vez, la miraba a los ojos a pesar
de que Mara lo evitaba mirando al suelo, se sentía avergonzada.
La espuma comenzó a cubrir el cuello….un brazo…otro, luego el
estómago…el vientre, provocando con ello ligeras descargas eléctricas en
Mara.
Lucas inclinó la cabeza y con su lengua limpió las gotas de agua que
salpicaban los labios de ella. Sabía que él era un hombre experimentado en
el sexo y suponía conociendo lo que conocía de ella, que eran sensaciones
nuevas, tenía que ir despacio y poco a poco, quería que disfrutara de su
cuerpo y de lo que este era capaz de proporcionarle.
Los pechos de Mara estaban duros y erguidos a causa del agua que
corría por ellos, las manos de Lucas se posaron en ambos senos
cubriéndolos con sus grandes manos, los dedos estimularon sus sonrosados
pezones hasta que la oyó gemir—¡Ohh!— había dejado caer la cabeza hacia
atrás.
Nuevamente la hizo poner de espaldas a él solo que esta vez la apoyó
contra su propio cuerpo quedando encerrada entre los brazos de Lucas, las
manos volvieron a recorrer el cuerpo de Mara hasta llegar al punto exacto
que ansiaba tocar
Con cada roce podía sentirla tensarse junto a su cuerpo, exploró, tanteó
jugó, usó sus dedos para introducirse en su interior anticipándose a lo que
vendría más tarde.
Mara sabía que aquello era una locura.
El delirio de la joven comenzó cuando Lucas comenzó a masajear algo
que ni ella sabía que existía en su cuerpo….poco a poco aquello se fue
convirtiendo en una espirar de placer que la estaba llevando a la locura—¡
Ohhh!..¡ohhh!— cuando los dedos dejaron de tocarla ya ella estaba
extasiada.
Lucas sabía que aquello no había hecho si no empezar, pensaba
recorrer ese cuerpo que tanto lo atormentaba desde aquella noche.
—¿Estas bien? ¿Mara?
—Sí—se sentía avergonzada por haberse comportado como una
prostituta.
—Mírame ¡ahora!
Mara debía ser valiente levantó la cabeza y lo miró, fue suficiente para
recibir el beso que Lucas depositó en su boca.
Las piernas de Mara estaban debilitadas por lo que acababa de vivir,
sentir como ese hombre invadía su boca con esa maestría la hizo tambalear
eso fue motivo para tener que agarrarse a lo que tenía a mano, la fuerte
espalda del hombre.
El beso fue un gesto de erotismo por parte de Lucas, mordisqueaba con
cierto delirio los labios de ella para luego reclamar de nuevo la calidez de su
lengua.
—Voy…voy a salir— no encontró impedimento para hacerlo.
Lucas aprovechó la ausencia de ella para despojarse de toda la ropa
mojada y tranquilizarse un poco. No estaba satisfecho y pensaba poner
remedio a ese mal rápidamente, pudo haberle hecho el amor allí mismo en la
ducha pero se contuvo, ella no se merecía a eso y además tenía los
preservativos en la chaqueta.
Al salir del baño se encontró con que ella se estaba de pie en medio de
la habitación, no parecía haberse dado cuenta de que la estaba observando.
¿Qué es lo que le estaba pasando? Jamás había rogado y mucho menos
babeado por ninguna mujer, a sus treinta y seis años no se reconocía.
—¿Mara?
Escuchar su nombre del os labios de ese hombre era diferente a
cualquier otro que lo hubiera hecho—Quiero que te vayas.
Lucas no daba crédito a lo que estaba escuchando, empezaba a sentir
rabia.
—¿Es una broma?
—No.
—Yo creía que…
—¿Qué? Tú creíste que el pago por tus servicios sería acostarte
conmigo, márchate.
La ira y el desconcierto actuó por él, de dos pasos llegó hasta ella y la
cogió por la cintura
—¿Hablas en serio querida mía? Hace una par de minutos vibrabas en
mis manos, te retorcías por mis caricias…te co…—la bofetada que recibió
lo dejó atónito
—Eres un cerdo.
—Y tú me das pena, eres una amargada. —Sabía que debía marcharse
de allí antes de que cometiera el error de hablar más de la cuenta. Podía
entender que estuviera asustada y que tuviera miedo de sus propias
reacciones pero… ¡joder! Estaba empalmado y sin alivio.
.En tan solo unos minutos se puso ropa seca y se encaminó hasta la
puerta, en todo momento evitaron mirarse siquiera, al llegar a la salida la
avisó.
—Te recogeré por la mañana para ir al hospital. —Y se marchó
dejándola sola.






CAPÍTULO11





Lucas estaba a punto de llevarse otra sorpresa, cuando llegó a casa de
Mara se encontró con que ya se había marchado, la muy estúpida había
preferido ir en taxi antes que esperar por él, algo que de todas maneras ya
esperaba que pasara.
Visto que la situación estaba empeorando por momentos y que no
estaba seguro de poder controlar su mal genio al encontrarse con ella, puso
rumbo a casa de su hermano a buscar a Kyle.
La relación entre ellos pasó a ser fría y distante, ninguno de los dos
volvió hacer referencia a lo que había sucedido, de hecho sus palabras eran
escuetas y sin sentimientos.
—Buenos días. —Al llegar a casa de ella.
—Buenos días.
Cuando Mara regresaba era misma situación, diferente saludo.
—Buenas noches ¿Cómo está el niño?
—Mejor, gracias. —Así era día tras día, durante dos semanas ya.
Mara deseaba que llegara el momento en el que Kyle saliera del
hospital, estaba resistiendo pero no sabía durante cuánto tiempo.
La alegría se dibujaba en la cara cuando aparcó el coche delante de su
casa, por fin al día siguiente se acabaría su pesadilla. Como cada noche, al
entrar se encontró con Leo bañado cenado y acostado junto a Lucas en el
sofá, viendo una película de dibujos. En cualquier otro momento esa escena
habría sido motivo de ternura o quizás de amor hacia un hombre que trataba
a ese niño como si fuera su hijo. En más de una ocasión había llegado y
estaban los dos durmiendo ¡para! Lo que quieres es que se vaya, fue su
propio recordatorio a esos recuerdos.
—Hola.
—Hola. —Ahora que estaba frente a él parecía que la hubiera
abandonado el valor. Sabía que debía decírselo pero temía su reacción.
Lucas ya estaba recogiendo el material que todos los días llevaba para
trabajar desde allí, se acercó hasta el sofá y habló con Leo
—Campeón, nos vemos mañana, acuéstate a dormir. —El mismo se
detenía a pensar muchas veces si el pequeño entendía las palabras que él le
decía.
Los nervios atenazaban el estómago de Mara al agarrar a Leo en brazos
y hablar.
— Mañana no hace falta que vengas.
El hombre que estaba a punto de salir por la puerta se paró en seco y se
dio la vuelta.
—¿Perdona? Puedes repetir.
Como si fuera algo casual Mara se encogió de hombros y dejó caer
—Mañana le dan el alta a Kyle y ya me puedo hacer cargo yo de ellos.
No te necesito más.
Aquellas palabras cayeron como un jarro de agua fría en Lucas, sabía
que ese momento llegaría pero en su interior esperaba que todo se arreglara
entre ellos dos. Metiéndose las manos en los bolsillos se paseó alrededor de
ella
—Así que ya no me necesitas, pues nada, pero que te quede claro
princesa…tú tampoco me haces falta para nada. —Decidiendo que no tenía
caso buscar una nueva pelea entre ellos salió cerrando la puerta con mucho
cuidado.

La vida para Lucas volvió a su ritmo habitual, para él dejar de acudir
todos los días a cuidar de Leo fue al principio un poco difícil de aceptar. Ya
hacía casi un mes que no había vuelto a ver a Mara y a los niños, a todo eso
debía incluir al incordio de su cuñada que día tras día le preguntaba lo
mismo.
— ¿Quién era ese niño? Me prometiste que me lo dirías.
Sentado en la oscuridad de su salón repasaba su vida ¿qué es lo que
tengo? ¿Dinero? ¿Lujo? De que le servía eso, raro era el día en que no
saliera alguna noticia sobre él. Para los medios que se dedicaban a vivir de
la vida de los demás, Lucas Wells era una presa fácil. Ellos veían un tipo
atractivo, afortunado en los negocios y que siempre iba acompañado por
mujeres bellas, nada nada que ver con su realidad.
Sentado en su cómodo y elegante sillón de cuero, se sentía solo.
—¿Señorita Rivera? Mi nombre es Michael Duran, soy el asistente
social que se encargará del expediente de adopción que usted ha solicitado.
Mi llamada es para avisarla que esta semana pasaré por su casa para una
entrevista ¿está usted de acuerdo?
Mara sintió que se le encogía el corazón al escuchar esas palabras,
temía esa entrevista pero era un paso a seguir para la adopción de sus niños.
—Estoy a su disposición señor Duran.
Al tiempo que la semana avanzaba Mara se sentía morir, a pesar de no
ser la época parecía que estaba enfermando de gripe, era horroroso apenas
podía mantener los ojos abiertos, la nariz roja y su ánimo era una mierda.
El único momento en el que se levantaba de la cama era cuando debía
alimentar a los niños, gracias a Dios eran dos angelitos, no protestaban y
pareciera que se daban cuenta de que ella estaba enferma. En un principio
pensó en llamar a su madre pero desistió, ella debía ser consecuente con la
decisión que tomó al hacerse cargo de ellos…
¡Oh Dios!...la puerta no dejaba de sonar y ella no podía levantarse de la
cama, estaba ardiendo de fiebre, Kyle no dejaba de llorar y la cabeza estaba
a punto de estallarle. Aduras penas puso los pies en el suelo y fue a ver
quién tocaba de esa manera en su casa, su aspecto era horrible.
—¿Qué quiere? Si está vendiendo algo no me interesa. —Intentó cerrar
la puerta pero el pie del hombre trajeado y con cara de vinagre que
aporreaba su puerta se lo impidió
—¿Es usted la señorita Rivera?
—A usted que le importa. —Seguramente habría mirado su nombre en
el buzón de correos y trataría de engatusarla para venderle una aspiradora—
No me interesa lo que quiera decirme.
—Soy Michael Duran —el hombre esperaba que el simple gesto de
presentarse sirviera para que ella le dejara entrar en su casa.
—No me interesa quien es usted ¡váyase ya!
—Soy el agente social, señorita Rivera. —El hombre observaba el
aspecto de aquella mujer, no acertaba a decidir si no estaba en plenas
facultades debido a alguna enfermedad o por el contrario era por otro
motivo. Dentro se oía el llanto de un niño que hacía rato que estaba
escuchando— La avisé de mi visita.
¿Se abriría un agujero lo suficientemente grande para tragarla? Ese fue
el primer pensamiento que acudió a su cabeza al escuchar quien era aquel
hombre, se había olvidado completamente de su visita….mal día para acudir
a su casa pensó.
—Lo siento, se me había olvidado.
—Ya veo, ¿usted piensa que es oportuno que mantengamos la
entrevista aquí en la calle?
—Perdone —casi no podía hablar—, no me encuentro muy bien, si
pudiéramos dejarlo para otro día.
—Me temo que no es posible, será ahora. —Apartándola un poco entró
en la casa. Parado en medio del salón lo que transmitían sus ojos no era
nada bueno….nada bueno. Había ropa tirada en cualquier lugar, juguetes
esparcidos por el suelo, platos sucios encima de la mesa, un niño al que le
asomaban los mocos por encima del chupete, otro que tenía la camisa casi
del mismo color que su piel. Lo poco que se podía ver a través de la barra
americana que dividía ese espacio del resto de la casa, no era ni mucho
menos mejor que lo que estaba viendo.
El hombre movía la cabeza y chasqueaba la lengua mientras no paraba
de escribir en una libreta.
—¿Vive usted sola?
—Si
—¿Está usted enferma? ¿Es algo grave? ¿Se droga usted señorita
Rivera?
—¡No! Solo tengo un gran resfriado,
—¿No tiene a nadie que pueda ocuparse de ustedes?
—No, mi familia vive lejos y yo-yo no quiero molestarlos.
—Esto es malo….muy malo señorita. ¿Se da cuenta de que sacó a esos
niños de la miseria en la que vivían y los tiene usted en parecidas
condiciones? Umm —el hombre miraba todo con absoluto interés—, creo
recordar que uno de estos pequeños está recién operado ¿me equivoco?
—No. —Mara estaba a punto de llorar.
—¿Ha pensado que este ambiente puede provocarle una recaída en su
recuperación?
Ante aquello ya no pudo ni contestar
—Esta situación es momentánea, cuando me recupere será distinto.
—Lo siento, creo que no es usted la persona adecuada para ocuparse de
estos niños.
—¿¡ Qué!? Usted no puede decirme eso, está loco.
Aquello hizo que el malhumorado hombre la mirara con desprecio
— Bueno, como cree que estoy loco no escatimaré en desprestigiarla
para que no acepten su solicitud de adopción.
—Por favor…haré lo que sea, deme otra oportunidad.
La mirada del hombre se volvió vidriosa y fría al escucharla, se acercó
hasta ella y la miró de arriba abajo. Despacio acercó la mano hasta el cuello
de la camisa de Mara, se notaba que no llevaba sujetador por lo que sus
pechos se erizaron con el toque
—Siempre hay algo que se pueda hacer querida….aunque me gustaría
que te asearas un poco.
Mara evitaba mirar a aquel hombre, debía tener cincuenta y tantos años
y su aspecto daba asco, tenía una mancha de grasa en la camisa y los
pantalones necesitaban un planchado urgente
—Volveré dentro de un par de días y espero que estés dispuesta para
adoptar a estos niños.
Cuando la puerta de su apartamento se cerró las piernas se negaron a
seguir manteniéndola de pie, se arrastró hasta quedar sentada en el suelo
temblaba y se convulsionaba a partes iguales por las lágrimas y la fiebre que
la estaba atacando.
Esa misma noche después de acostar a los niños y tomarse la
medicación era incapaz de conciliar el sueño, encendió la televisión y trató
de olvidar la indeseable visita. Deseaba saber cuál era el secreto para atraer
a la escoria que rondaba por el mundo. Algo atrajo su maltrecha atención, se
trataba de un programa de cotilleos, le dio un poco de volumen la televisión
y escuchó.
“”Para todas esas señoras que sabemos están deseosas de tener
noticias de uno de nuestros galanes, aquí va el penúltimo chisme referente
al sexi Lucas Wells. Nuestras fuentes saben de buena tinta que ha retomado
su relación con Helen Bradford…hace unos días se les podía ver llegando
cogidos de brazo y en actitud más que sospechosa. Sabemos que es una
pareja con muchos altibajos aun así deseamos que sean felices pero si no,
candidatas a ocupar la cama y el corazón del atractivo empresario siempre
habrá””
Mara sintió que se le encogía más el corazón, hacía mucho tiempo que
no lo veía y estaba muy guapo.
¡ Ring! ¡Ring! ¡Ring! El teléfono parecía restallar en el oído de Lucas,
no estaba seguro si era un sueño o de verdad estaba sonando, no hacía
mucho tiempo que se había acostado. Después de una noche de alcohol y
cartas no distinguía entre el sueño y la realidad ¿Qué hora sería? Al mirar su
reloj maldijo todo a su alrededor ¡eran las cuatro de la madrugada!
—¿Diga? ¡Espero que sea importante joder! —Nadie respondió a su
pregunta— ¡Maldita sea!
Al otro lado del auricular nadie contestaba a ese mal humor, tal vez
hubiera sido mejor esperar a por la mañana.
—¡Maldita sea! me despiertas y ahora no contestas ¿quién es? —Antes
de colgar el teléfono soltó alguna que otra palabra que haría ruborizar a un
santo.
La cabeza de Lucas palpitaba en todas las maneras posibles, hacía
mucho tiempo que no pasaba una noche loca y en esos momentos se
arrepentía con todas sus ganas.
—¿Diana…me puedes traer un par de aspirinas por favor?
—Ahora mismo señor Wells — la secretaria se afanó en realizar el
pedido de su jefe, estaba extrañada por su comportamiento de las últimas
semanas, no era habitual en él—. Aquí tiene señor Wells — ya se iba y se
acordó de algo—, por cierto, hoy ha recibido cuatro llamadas algo extrañas.
Aquello atrajo la atención de Lucas ¿tendría alguna relación con la que
él recibió?
—¿Quién era?
—Eso es lo extraño, era una mujer que preguntaba por usted, cuando le
decía que si quería dejar un mensaje me cortaba la llamada.
La espeses de su cabeza no daba ningún nombre en esos momentos, no
pensaba en nadie en especial
— Bueno, no te preocupes ya se dará a conocer.
Lucas estaba decidiendo si marcharse ya para su casa, era la hora del
mediodía y sabía que el mejor sitio para estar en esos momentos era su
cama.
— Dime Diana.
—La mujer de las llamadas al teléfono.
—¿Ha dicho quién es?
—No.
—Pues nada, si no se identifica no atiendo la llamada.

Mara estaba desesperada….sentía que se moría, no mejoraba y los día
se pasaban para la nueva visita de Duran. Debía tragarse su orgullo y pedir
ayuda.
—Buenos días señorita. Me gustaría hablar con el señor Wells.
—Un momento, veré si puede atenderla ¿a quién debo anunciar?—La
secretaria esperaba que se negara a dar su nombre como en las anteriores
llamadas.
—Soy, Mara Rivera.
La sala de reuniones estaba ocupada en esos momentos por los
hermanos Wells y varios empleados de confianza.
— Si ¿dime Diana?
—Tiene al teléfono a la señorita Rivera.
Aquellas palabras paralizaron por varios segundos el pensamiento de
Lucas ¿Mara lo estaba llamando? Seguro que su secretaria estaba
equivocada
— ¿Estas segura?
—Sí, señor.
—De acuerdo, atenderé la llamada en mi despacho —no sabía de qué
se trataba por lo que decidió hablar en otro lugar—. Continúen sin mí, debo
atender algo.
Mientras iba al otro lado de la sala de reuniones, intentaba estrujar su
cabeza para averiguar el motivo de esa llamada.
Se demoró un poco en atenderla que no se pensara la señorita Rivera
que estaba ansioso de hablar con ella, su corazón iba al límite
—¿Diga? —Su voz sonó como esperaba, fría e inexpresiva.
—Hola…soy…soy Mara.
—¿A que debo su llamada señorita Rivera?
Mara se sintió cohibida ante aquel tono tan cortante, a lo mejor no
había sido buena idea llamarlo.
—Yo, lo siento, no quería molestarte. No es nada importante en otro…
— no pudo seguir hablando debido al ataque de tos que sacudió su cuerpo.
—¿Estas enferma?
—No, perdón por molestarte. —No esperó a que contestara y le colgó
el teléfono, estaba claro por su tono de voz que seguía molesto con ella no
quería que la oyera llorar. Quedaba descartado pedirle ayuda.
Los dedos de Lucas tamborileaban encima de su pulcra mesa, aquella
llamada ¿por qué lo había llamado? Algo tenía que haber pasado, si en algo
iba sobrada era en orgullo, decidió llamarla pero nadie contestó.
La fiebre volvía a atacar su cuerpo, los niños dormían la siesta y ella
deseaba cerrar los ojos también, poco a poco fue sucumbiendo al letargo que
le producía la fiebre.
Empezaba a oscurecer cuando el coche paró delante del apartamento de
Mara. Intentó resistirse a la llamada, pero no pudo, le dio vueltas a la cabeza
y al final ganó la sospecha de que algo no iba bien.
Llamó al timbre varias veces pero no recibió respuesta, sabía que
estaba dentro porque su coche estaba aparcado en la calle, prestó un poco de
atención intentando escuchar ruidos dentro pero no se oía nada.
La última vez que estuvo allí se marchó tan cabreado que olvidó
dejarle su copia de la llave, sabía que se arriesgaba a desatar su ira entrando
allí sin permiso, pero había que intentarlo.
La oscuridad golpeó el rostro de Lucas, era todo tan tétrico que sintió
miedo. Tanteando como pudo llegó hasta un interruptor y en ese momento
decidió no haberlo hecho, era horrible ¿¡Que había pasado allí ¡? El olor a
comida en mal estado, pañales, ropa sucia, era tan desagradable.
Si algo tenía claro era que aquello no estaba así por propia voluntad de
Mara.
Estaba todo en silencio, fue andando cuidándose de no pisar los
juguetes esparcidos por el suelo, al llegar al dormitorio de los niños vio que
ambos estaban acostados, se acercó a ellos y vio que plácidamente ahora
tocaba él de ella.
El corazón de Lucas bombeaba desbocadamente, tumbada boca arriba
y con lo que parecía una compresa tapándole la frente estaba Mara…pues sí
que estaba enferma la muy tonta.
La respiración acompasada y un tanto dificultosa eran prueba de que
dormía, en la mesita que tenía al lado de la cama pudo ver un termómetro y
varias cajas de medicamentos. No quería despertarla pero debía comprobar
que no tuviera fiebre ¡joder, estaba ardiendo! Tratando de no precipitarse se
paró a pensar un poco, lo primero era saber que puñetas le pasaba, leyó las
instrucciones de todas y al final parecía que eran para lo mismo, tenía gripe
y al parecer bastante fuerte.
Durante un rato de dedicó a refrescarle la frente y a pensar. Se mantuvo
bastante rato sentado en la oscuridad, trataba de encontrar la solución para
ese problema que se le presentaba, ella estaba enferma y él no estaba seguro
de poder con los dos niños, le daba miedo no poder cuidar a Kyle como
debía. Como si los hubiera mentado en voz alta pudo oír el llanto del
pequeño. Encendió la luz y vio a los dos sentados cada uno en su cuna,
parecían dos almas perdidas, estaban sucios
— Hola, chicos — ya se había quitado la chaqueta y arremangado las
mangas de la camisa—, venga para acá usted — se agachó y tendió los
brazos al bebé mientras que con el rabillo del ojo miraba a Leo, quería
obligarlo a protestar pero era duro, sabiendo que el niño era su debilidad no
pudo dejarlo mucho tiempo sufriendo—, tú también —como mucho recibió
una ligera sonrisa de triunfo.
Lo primero fue preparar el baño, después de eso un vistazo rápido y
consiguió preparar dos biberones que se tomaron sin protestar. Había
tomado ya una decisión, acertada o no correría con las consecuencias.
Cogiendo su móvil se sentó tranquilamente mientras miraba a los niños
— Hola Dom ¿Qué tal?
—Supongo que bien, ¿te pasa algo?
—No…bueno sí. Necesito hablar con Maggie.
—Me empieza a cabrear tanto interés por mi mujer.
— Ja,ja,ja,ja, siempre seré su preferido.
—Hola, Lucas —Maggie estaba por el otro auricular—, no le hagas
caso.
—Hola querida, tengo un problema y tú eres la única que puede
ayudarme.
Media hora más tarde el coche se ponía en marcha con tres ocupantes,
antes de salir decidió dejar una nota por si Mara se despertaba y no
encontraba a los niños.
El desvarío la llevaba de nuevo al campo de refugiados, volvía a
caminar entre tiendas de campaña y suciedad. Niños corriendo madres
llorando por los hijos que no sobrevivían, guerra y desolación, luego llegaba
el frescor del agua que calmaba su dolor de cabeza, umm, que alivio tan
bueno.
Dos días duró aquello, llegó el momento en que Lucas debía decidir si
llamaba un médico o dejaba que todo siguiera su curso.
Poco a poco Mara fue abriendo los ojos ¿Cuánto tiempo llevaba
durmiendo? Sabía que los niños estaban haciendo su siesta, se desperezó en
la cama he hizo intento por levantarse, la cabeza le daba vueltas, estaba
pegajosa y hambrienta. ¿Qué me pasa? Pareciera que llevo días sin
levantarme de aquí.
Esta vez se fue moviendo despacio, primero se sentó y luego fue
bajando las piernas al suelo hasta quedar de pie
—Yo que tú me sentaba otra vez. — Lucas entraba en esos momentos a
comprobar que seguía sin fiebre, hacía horas que no tenía.
—¿Qué haces aquí y como entraste? —a su mente acudió la llamada de
hacía un rato…pero en realidad no le pidió ayuda, entonces ¿qué estaba
haciendo allí?
—Evitar que por culpa de tu estupidez te mueras como un perro.
Haciendo caso del consejo volvió a sentarse en la cama porque no tenía
estabilidad en su cuerpo.
—Tengo que atender a los niños, no puedo seguir acostada.
—Ya me he ocupado de eso ¿te apetece comer algo?
—Creo que sí, tengo la impresión de que llevo días sin hacerlo, me voy
a dar una ducha también.
—Llevas tres días en cama.
Aquellas palabras fueron un golpe para ella.
— ¿Qué has dicho?
—Qué hoy es lunes y desde el jueves estas enferma.
—¡Mentiras! Lo dices para hacerme enfadar.
—¿Tú crees? ¿Recuerdas que me llamaste?
—Si….pero eso fue…— la voz se le fue apagando, estaba empezando
a asustarse de verdad
—El jueves.
—¿Cómo llegaste aquí? ¡Oh Dios! Si ese horrible hombre se entera que
los niños estaban solos me los quitará de verdad — se tapó la cara con las
manos y comenzó a temblar—. Fue espantoso.
Lucas temía que todavía estuviera desvariando pero no estaría mal que
se explicara.
—¿Qué hombre?
—El que quiere…
—Espera, como me parece que lo que vas a contarme no me va a
gustar, será mejor que te des la ducha y luego hablamos —aunque lo hizo
con la esperanza de sacarle una sonrisa luego se dio cuenta de que había
metido la pata—, ¿te ayudo?
La respuesta no era la que esperaba, un bufido acompañado del golpe
de una almohada.
Lucas pactó con su ser más interno esperar a que Mara comiera para
comenzar con ese interrogatorio del que su lengua estaba deseando expulsar.
Mientras ella se aseaba él por su parte se dedicó a preparar algo de
comer. Unos espaguetis carbonara con una ensalada y algo de pan, sus
habilidades culinarias no eran muy extensas pero no se morirían de hambre.
Para Mara era una sorpresa estar sentada a la mesa con Lucas y en
buena armonía. Hablaron de cosas intranscendentes, Lucas la puso al
corriente de lo que había pasado en los días que estuvo enferma y ella
escuchaba
— ¡Come!
Preguntó por los niños y él le dijo que estaban en buenas manos, que
había decidido llevárselos para que no enfermaran también. Quiso saber
quién había limpiado todo el caos que se le había acumulado en esos días.
—Me menosprecias….yo soy muy bueno con una escoba y una
fregona.
Aunque sabía que no estaba del todo recuperada se ofreció a fregar ella
los platos encontrándose con la negativa de Lucas.
— No. Descansa en el sofá, yo los lavo.
La comida le había sentado tan bien que después de un rato acostada en
el sillón cerró los ojos y se quedó dormida de nuevo, así se la encontró
Lucas.
La tarde era bastante cálida, las persianas del apartamento estaban a
medio subir para evitar el sol que daba de frente, Mara abrió los ojos y vio
la figura del hombre que estaba sentado en la barra de la cocina trabajando
con el ordenador, pudo mirarlo a su antojo y le sorprendió verlo usando las
gafas, solo el día en que se conocieron las llevaba. En su pelo se notaban ya
hebras blancas que salpicaban su cabeza
—¿Quién es ese hombre?
Mara se avergonzó de que supiera que lo estaba mirando, aunque no
debía asombrarse por nada que tuviera que ver con él.
Lucas dejó lo que estaba haciendo y se levantó, se había puesto
cómodo nada de camisas elegantes ni zapatos de piel, andaba con un
chándal y una camiseta. Arrimó una silla hasta ella y se dispuso a escuchar
lo que tenía que contarle.
El relato de Mara no duró mucho, en un principio pensó en ocultarle
los detalles más obscenos de la visita, pero una vez que empezó, ya no pudo
parar.
Mara sintió temor ante la reacción de Lucas.
Solo se preocupó de colocar la silla en su sitio y atarse las zapatillas.
—¿Te puedes quedar sola un rato? Voy a correr un poco.
—Claro. — Otra cosa que no conocía de él.
La rabia y el coraje que sentía Lucas tenía que ser eliminado,
posiblemente si se encontrara con ese tipo era probable que no le quedaran
dientes para volver a comer ese fue el motivo para que estuviera más de dos
horas corriendo.
El pacto invisible entre ellos funcionaba a las mil maravillas, la única
pega que tenía Mara y que siempre encontraba la misma respuesta era el
tema de los niños.
—¿Cuándo volverán los niños?
—Pronto, todavía no estás bien. —Lucas quería evitar salir durante
mucho tiempo de la casa y dejarla a merced del bastardo del ayuntamiento.
Hablaba con su secretaria todos los días y estaba al corriente de sus
negocios. En algunos momentos aprovechaba que ella dormía para hablar
con personas importantes de su círculo, quería el pago de antiguas deudas
morales.
El viernes parecía el día perfecto para recoger a los dos hermanos,
Mara ya parecía del todo recuperada y el fulano no había cumplido su
amenaza.
—¡Me ducho y salimos!
Lucas estaba en la ducha por lo que no oyó que alguien llamaba a la
puerta, quien si se puso nerviosa por quien pudiera ser la visita fue Mara.
—Hola preciosa ¿creíste que no vendría?
Mara sintió asco y repulsión al ver al hombre parado en su puerta, la
desnudaba con la mirada. Por inercia se llevó la mano a la camisa e intentó
cerrar más si podía el cuello
— Señor Duran.
—No…no…no —no esperó a que lo invitara, pasó rozándola todo lo
que pudo y soltó un silbido de asombro—, ¡vaya! Que cambio desde la
última vez ¿estás preparada?
—¿Perdón?
—Cariño, tenemos una deuda pendiente.
Mara sabía que en cualquier momento saldría Lucas del baño y temía
la reacción que tendría al ver a Duran allí.
—Tú estabas dispuesta a todo por no perder a tus chicos, así que aquí
estamos.
Ninguno de los dos reparó en la figura que se había unido a la reunión
hasta que esta habló
—Buenos días.
Mara sintió que la corriente de aquella voz recorría todo su cuerpo, fue
seca…contundente y fría como el acero, parecía un aviso para el visitante.
—Señor Duran, permítame prese…—Lucas hizo un gesto con la
cabeza para que dejara de hablar.
—No te preocupes, yo me presento.
Aquello no entraba en los planes del hombre por lo que sintió que el
enfado por la mentira lo estaba alterando un poco
—Esto es una entrevista privada, usted sobra amigo.
—¡Vaya lo siento! Pero me temo que ¡me quedo! — Para dejar clara su
intención se sentó tranquilamente en la mesa— ¿Sabe una cosa amigo? Yo
tengo trabajo que hacer no los molestaré, haga usted su trabajo
tranquilamente.
Mara sentía ganas de reír al ver el gesto de cordero degollado de
Duran.
La siguiente media hora el hombre se dedicó a preguntar y preguntar
quería saber la vida que llevaba ella y la que esperaba ofrecerle a los niños,
algo que no podía disimular era su enfado por no tener su recompensa
— Bueno me temo que esto no pinta bien, es usted una mujer soltera y
sin ingresos fijos nada bueno para criar a dos hijos. Vive en un entorno poco
adecuado para criarlos como se merecen. Siento decirle que la imagen de mi
primera visita es la que prevalece y por lo tanto…solo me queda
desaconsejar su petición de adopción.
Aquellas palabras fueron un jarro de agua fría para Mara, ese horrible
hombre se estaba vengando de ella, se negaba a contestarle como él se
merecía
—Disculpe amigo.
—Mi nombre es Michael Duran. —Mientras se lo espetaba se estaba
recomponiendo para marcharse.
—Bien amigo Duran, sin querer estaba escuchando y bueno creo que
es mi deber intervenir verá. Estoy de acuerdo con usted en que sin dinero y
madre soltera no es una buena presentación pero la verdad es que no es del
todo cierto —Acercándose a Mara quedó tan cerca de ella que podía
escuchar su corazón—. Resulta que la señorita Rivera y yo estamos a punto
de casarnos, por cierto es que tampoco me he presentado, me llamo Lucas
Wells — hubieron dos reacciones bien distintas, una fue un ligero brinco
casi imperceptible a los ojos de nadie pero no al instinto de Lucas que se
apretó más contra de ella y la otra, la cara de incredulidad que puso el
hombre.
—¿Que se casan ustedes? —Para un perro viejo como el, aquello
sonaba a farol— ¿A dicho usted Wells? De la familia Wells de….— tuvo
que callarse al ver como el otro hombre asentía.
Para nadie era desconocida la ayuda de la compañía Wells en
hospitales y centros de caridad de toda la ciudad. El tipo nadaba en dinero,
saber que esa fulana estaba en tratos con él hacía que se replanteara su
actuación.
—Mi prometida no quería interferir en su dictamen para que usted
decidiera que los niños pueden vivir en un entorno apropiado. Ya sabe cómo
son las mujeres, creen que ellas solas pueden resolver todos los problemas.
No tenga duda de que los niños están en buenas manos.
—Bueno esto cambia todo —vaya que si lo cambiaba, esa furcia
calentona lo había alentado para ahora salirle con que se casaba con ese tipo.
Todo el mundo lo conocía, sabía de su generosidad y entendía que podía
buscarse un grave problema si lo retaba—, yo-yo, creo que he terminado
aquí. Haré mi informe y ya los avisaré del resultado — no esperó a que le
contestaran, recogió sus cosas y se marchó mascando su mala suerte.


Mara contó hasta tres esperaba que solo hubiera sido una manera de
asustarlo.
—Te agradezco tu ayuda pero no hacía falta mentir para ello
Lucas seguía apostado junto al sofá, se avecinaba una buena bronca
—¿Mentir, yo? Dime en qué.
—No vayas de listo conmigo, no había necesidad de una boda ni nada
de esas fantasías.
—Jajajaja ¿Quién dice que es mentira? He hablado en serio.
—Vete al diablo Lucas, no me hace ninguna gracia —Mara había
palidecido y tenía que sentarse por que no estaba segura de aguantar de pie.
—Está claro si quieres a los niños tendrás que tener un marido que te
respalde, moral y económicamente.
—¡No!
—Sí, sabes también como yo que es así.
—Yo puedo trabajar si acepte este reto es porque soy capaz de hacerlo.
—Cierto, pero ese sujeto no piensa lo mismo.
—¡No pienso casarme! no contigo…
—¿Tienes otro candidato? Llámalo si es así.
—Me da igual lo que tú digas no estoy loca para ca….
—Escúchame primero. A mí tampoco me hace ninguna ilusión casarme
ni contigo ni con nadie, pienso que es lo mejor para los niños. Si no lo haces
volverán a su país y eso significa hambre y miseria. Esto no será un
matrimonio normal.


Con cada palabra que el soltaba por su viperina boca, el mundo de
Mara se empequeñecía un poco más
—¿Qué quieres decir que no será normal?
—Pues eso será como un trabajo. Habrá normas, firmaremos un
contrato y deberemos cumplirlo.
—¿Un contrato?
—Sí. Será un contrato de honor entre nosotros, trabajaremos uno para
el otro.


CAPÍTULO 12





¿Por qué tenía que ser todo tan difícil? Mara no daba crédito para lo
que le estaba pasando, deseaba cerrar los ojos y que todo eso fuera solo un
sueño. Sus ganas de volver a ver a los niños se habían esfumado
inmediatamente, ansiaba tenerlos con ella de nuevo pero no estaba segura de
que quisiera pagar el precio que le pedían por ello. Su mente se negaba a
aceptar el chantaje emocional al que Lucas quería someterla, se había
encerrado en su habitación sin querer escuchar más locuras. Durante los dos
años que habían pasado desde la última vez que lo vio había hecho todo lo
posible para olvidarse de él, creía que lo había olvidado, que lo había sacado
de su mente y sobre todo de su corazón y ahora le salía con que su única
opción para que su mundo no se volviera a desmoronar pasaba por casarse
con él. ¿Por qué? El llanto hacía que le doliera terriblemente la cabeza y no
le apetecía levantarse de la cama.
—¿Puedo pasar? —Lucas llamó antes de entrar pero no recibió
respuesta, no deseaba atosigarla más de lo que estaba pero quería que se
tomara la propuesta como algo bueno para ella y los niños no como una
amenaza, no quería volver a cometer el mismo error de antaño— ¿Mara? Se
acercó despacio hasta la cama dónde se veía la forma del cuerpo tapada
hasta las orejas, odiaba verla tan destrozada, pero creía que era la última
oportunidad que le ofrecía el destino y pensaba aprovecharla. Se sentó en el
borde de la cama y esperó en silencio y pacientemente.
—Mara ¿estás bien? —había esperado y decidió dar el primer paso—
Pensé que querías recoger a los niños.
—Me duele la cabeza.
—Te traeré una aspirina. —No esperó a que se negara y fue a buscarla.
—¿Por qué me haces esto? Yo soy capaz de ocuparme de mi vida yo
sola, no te necesito. —Estaba sentada en la cama con los pies cruzados y lo
miraba a la cara esperando una respuesta, estaba cansada de luchar contra él.
Lo miraba y seguía viendo al compañero de viaje en el avión preocupado y
amable y por el otro lado al hombre capaz de hacerle mucho daño. Sabía
que todas y cada una de las palabras del asistente social eran ciertas, no
tenía trabajo ni ahorros y tampoco contaba con ayuda para criar a los dos
niños, tal vez los mejor sería que se fueran a un hogar de acogida.
—Te voy a contar algo —Lucas estaba a punto de hacer algo que no
había hecho nunca, arrastro una silla y se sentó junto a la cama—, cuando
desapareciste me sentí como un verdadero gilipollas te busqué hasta debajo
de las piedras, llame a tu casa, contraté un detective y no conseguí nada.
Mara escuchaba sin saber qué es lo que quería decir.
—Sé que me comporté como un cabrón, fui injusto contigo y que nada
de lo que te diga puede cambiar eso, pero dame una oportunidad. Iremos
poco a poco, nada de agobios. Seremos amigos, compañeros de apartamento
si solo quieres eso.
Ella no hablaba solo escuchaba, no entendía nada de lo que estaba
pasando.
—¿Y los niños? tengo que hacer algo o me los quitaran.
—Eso no tiene discusión, nos casaremos. Tendremos la relación que tú
quieras que tengamos.
—Pero no lo entiendo ¿por qué? No nos llevamos bien. Tú tienes
prometida y siempre que estamos cinco minutos juntos terminamos
discutiendo. No sé si quiero vivir así y someter a los niños a esa presión
¿Qué quieres de mí?
Lucas odiaba sus razonamientos, pero tenía que ser paciente con ella y
ganársela, no estaba dispuesto a dejarla marchar otra vez.
—Te podría dar muchas razones pero seguiría sin convencerte, te
aclaro que la única mujer con la que me voy a casar es contigo y si estas
dispuesta podremos ocupar esos cinco minutos en algo más placentero que
en discutir —pretendía ser gracioso y lo que consiguió fue que se pusiera a
llorar otra vez. Tentando su suerte se levantó de la silla y se sentó junto a
ella en la cama. Deseaba abrazarla…—. Mara, no llores todo saldrá bien.
—¿Me lo prometes? Podrás asegurarme que no volverás a creer lo peor
de mí? —Acercándola a él con delicadeza Lucas levantó su barbilla hasta
que se vio obligada a mirarlo a los ojos.
—Lo que sí puedo asegurarte es que no quiero hacerte daño, quiero que
entiendas que me arrepiento de todo lo que ha pasado entre nosotros menos
de esto —entonces con dulzura le dio un beso en los labios.
A Mara se le detuvo la espiración en los pulmones y el corazón le latía
de manera irregular. Su universo se paralizo y ella quedó flotando en alguna
parte. Desde que conocía a ese hombre cada vez que la tocaba la hacía
flaquear en su determinación de mantenerse alejada de él pero esa vez era
diferente. Estaba cansada de luchar y nunca había deseado tanto ceder.
Los labios de Lucas eran cálidos y suaves mientras acariciaban los
suyos como si fueran de seda. Podía sentir la calidez de su aliento sobre su
propia piel, el escalofrío que le producía la excitación en todo el cuerpo.
Lucas la apremiaba para que se uniera a él en el beso y ella estaba
paralizada. Sentía que debía retirarse y la mano de él la sujetó con fuerza y
le dio un beso que era mucho más que un roce de labios, aquello era una
declaración de intenciones. Mara sintió la pasión, la necesidad, el deseo y el
repentino sofoco hizo que el momento se estuviera volviendo peligroso.
Mara fue retirándose poco a poco, los ojos muy abiertos y respirando
de manera agitada, estaba asustada de sus propios pensamientos.
—Necesitas que te bese con más frecuencia —Lucas fue tajante—, no
sé qué coño me pasa cuando estoy contigo, me desesperas, me llevas al
límite y lo único que me apetece es besarte y no sigo contándote que más te
haría porque llevamos algo más de cinco minutos juntos y no hemos
peleado, pero te voy a decir algo señorita Rivera, a cada oportunidad que
tenga de besarte la voy a aprovechar, haré que tiembles cuando estés
conmigo y cuando estés preparada serás solo mía ¿te quedó claro?—había
algo más, pero el mismo tenía miedo del significado de esas palabras que no
se atrevía a pronunciar.
Mara se estremeció aun entre sus brazos, aquellas palabras sonaban a
promesa y su estómago brincó ligeramente al pensar en ello.
—Bueno, creo que estaría bien que saliéramos a tomar algo de aire
fresco. —Wells sabía que si no salían a la calle en ese preciso instante ya no
podría mantener su palabra.
Una hora más tarde ambos estaban preparados y listos para salir, Mara
se sentía como una quinceañera en su primera cita a solas con su novio.
Entraron por turnos al baño, el ambiente era especial tal vez. Trataron de
mantener alguna conversación sobre nada en particular, ella quería saber
dónde iban y el simplemente se encogía de hombros.
—Tú, ponte guapa.
Delante del espejo pensaba que con veintisiete años ya no era
momento de sentirse nerviosa con la ropa elegida para salir, era cerca del
mediodía y hacía un día espectacular.
Se había puesto un vestido sin mangas que dejaban sus brazos
descubiertos hasta los hombros, se ajustaba a sus curvas como un guante,
era de color marrón y blanco con una costura bajo el pecho que hacía que
resaltara aún más su busto. No sabía dónde iban y quería estar segura de
estar cómoda por lo que se decidió por una sandalias de tacón. Un poco de
perfume algo de color en los labios y sin mucho que hacer con su pelo se
puso algo de fijador y ya estaba preparada para salir.
Lucas esperaba pacientemente sentado en la cocina, debía reconocer
daría lo que fuera por fumarse un cigarro, estaba nervioso y eso lo calmaría
pero se había impuesto la norma de no fumar donde pudiera afectar a los
niños. Sus dedos tamborileaban en la espera. Su aspecto había cambiado
radicalmente, se había vestido con una camisa azul que parecía recién
planchada y los vaqueros de buen corte.
—Ya estoy lista.
Con mucha parsimonia se levantó y se fue acercando a ella sin dejar de
mirarla directamente a los ojos.
—Estas muy guapa y lo mejor que podemos es salir ya. ¡Venga vamos!
Una vez dentro del coche entraron y Mara quedó extasiada por el lujo y
la comodidad del vehículo.
Fueron en silencio hasta la zona elegante de la ciudad, Lucas aparcó y
apagó el motor.
Mara se preguntaba mentalmente cuanto tiempo duraría aquella paz. Se
sentaron en una mesa y ella solo pidió un café.
Varios minutos más tarde llegó la comida que Lucas había pedido y le
se la acercó a ella.
—¡Come!
Empezaba a conocer a ese hombre, había sido incapaz de probar ni un
café desde la visita del trabajador de asuntos sociales y tenía que admitir que
tenía hambre.
Lucas observaba como ella comía, en su mirada se escondía algo. Su
mente trabajaba a gran ritmo. Lo que él estaba a punto de hacer se conocía
como coacción y aunque hubiera sido idea suya podía tener problemas
legales.
La verdad más dura de asimilar para él es que deseaba hacerla suya,
llevarla a la locura y oírla suplicar una y otra vez. La única promesa que se
hacía es que cuando volviera a suceder estaría sobrio.
—¿Te apetece algo más?
—No, gracias.
Volvieron a subir al Mercedes de Lucas y comenzaron de nuevo el
viaje, Mara conocía bien la ruta que seguían, sabía que salían de la ciudad y
se dirigían a Palm Springs. El nudo en la boca del estómago la estaba
matando, hacía dos años que había salido huyendo de allí y estaba nerviosa
por la vuelta, se aventuró a preguntar
—¿Dónde vamos? —su compañero pareció no escucharla— Lucas…
—Relájate, duerme un rato.
—Por favor.
—De acuerdo, vamos a recoger a los niños.
—Mis niños… —la voz se le fue apagando por la angustia que le
producían las lágrimas al nombrar a los pequeños. Poco a poco la suave
melodía de los Bee Gees la adormeció.
Eran casi las cinco y media cuando el coche aminoró la marcha, ya
hacía rato que Mara estaba despierta y miraba por la ventanilla, no conocía
la zona en la que se encontraban pero se notaba el lujo. Llegaron a una gran
valla alta y una puerta de hierro adornada que estaba cerrada. Había una
cámara de seguridad observándolos, Lucas detuvo el coche, bajó el cristal,
asomó una mano y apretó un botón.
Casi inmediatamente la puerta comenzó a abrirse y ellos entraron.
Mara quedó asombrada, un hermoso jardín rodeaba la casa de una planta.
Una casa elegante y con gracia.
El corazón le latió con fuerza cuando Lucas salió del coche y lo rodeó
para ayudarla a bajarse. Esperó pacientemente con la mano extendida hasta
que ella la aceptó, pero no la soltó…para asombro suyo se echó a andar con
ella cogida de la mano.
—¿Quién vive aquí?
—Haces muchas preguntas. —Lucas llamó a la puerta y esperaron
hasta que alguien la abriera.
El corazón de Mara latía fuertemente, deseaba saber que hacían allí,
quería saber quien vivía allí y que tenía eso que ver con los niños. En ese
momento una joven abrió la puerta permitiéndoles el paso—Buenas tardes
señor Wells, señorita. Los señores están en el salón.
—Gracias Mary.
El interior era tan elegante como lo de fuera. Una magnifica araña de
cristal colgaba del techo, las paredes estaban adornadas con hermosos
cuadros. Una puerta cerrada daba paso a lo que parecía un salón, se
escuchaban rumor de risas, Lucas se adelantó a ella, abrió y se hizo a un
lado para permitirle el paso. Quería ver la cara de la joven cuando entrara.
El silencio se hizo de pronto al entrar los visitantes, la primera en
reaccionar fue Mara que se tapó la boca para no gritar ante lo que estaba
viendo.
—¡Dios mío!—el susurro apenas se oyó, en el suelo sobre una manta
había un niño gorjeando, mientras que una mujer pelirroja hacía un castillo
de bloques con otro pequeño y todo eso bajo la mirada del hombre que
estaba en la silla de ruedas junto a ellos—¡Maggie!
La mujer miró hacia los recién llegados, dejó con cuidado los juguetes
y se puso de pie con agilidad, ante sus ojos estaba su querida amiga, la que
un día dos años atrás se fue sin despedirse de ella. Estaba como la
recordaba, guapísima e incluso podía decir que su rostro ocultaba algo, pero
lo más llamativo era su acompañante ¿Qué estaba pasando allí? ¿Desde
cuándo esos dos eran amigos?
—Mara…—las dos se abrazaron, lloraron y terminaron riendo de
felicidad, luego llegó el turno de Dominic.
Mara recibió el cariñoso abrazo de Dom, la engulló entre sus brazos y
se resistía a soltarla.
—Condenada muchacha ¿dónde estabas metida? Espero que nos
cuentes todo. —pero ella ya se había alejado hasta el lugar donde estaban
los niños. El matrimonio se quedó en silencio, no entendían nada. Lucas les
hizo una señal a ambos y los dos abrieron los ojos con asombro entendiendo
el mensaje.
Tantos días alejada de ellos hacía que aquel reencuentro fuera especial
para Mara, muchas cosas y tantos pensamientos que no la dejaban respirar.
Los miraba y solo el pensamiento de que se los arrebataran hacía que
cualquier trato aunque fuera con el diablo sería mejor que perderlos. Su
única opción era Lucas Wells, pues se agarraría a ella como a un clavo
ardiendo. Los niños ante la presencia de la que para ellos era su madre se
dejaron besar y acariciar con deleite, el bebé aún era muy pequeño pero
reconocía su cara y la sonrisa que le regaló puso los pelos de punta a todos,
ella lo besaba por todos lados. Leo esperaba paciente su turno, a falta de
palabras de su boca sus ojos expresaban los sentimientos del niño. La
pequeña mano se había enredado en los cabellos de su madre mientras ella
lo besaba.
—Mi pequeño…¿me has echado de menos?—Leo estaba acurrucado
en los brazos de Mara, sabía que ahí estaba seguro.
Tras los primeros instantes de sorpresa comenzó el interrogatorio,
Maggie quería saber todo sobre lo que había hecho esos dos años.
—Solo un telegrama en dos años.
Lucas se mantenía en silencio mientras su hermano y su cuñada
preguntaban y ella contestaba a cada una de sus preguntas. En ningún
momento habló, estaba abstraído. Sabía que todo era por su culpa, además
de eso estaba dándole vueltas a la cabeza sobre el tema de la boda, tenía que
hablar con su abogado.
La noticia del embarazo de Maggie provocó verdadera alegría
—¡Que felicidad!—evitaba mirar hacia el hombre que jugaba en el
suelo con los niños.
Ya iba siendo hora de marcharse, estaba tan a gusto allí que no le
apetecía irse.
—Deberíamos irnos.
—¡No por favor! No te vayas todavía, quédate esta noche y así
podremos hablar tranquilas. —Maggie estaba deseando hablar con ella a
solas, no entendía que hacía Lucas allí y no creía que fuera oportuno
preguntar delante de él.
—Yo-yo no sé…
—Deberías quedarte —Lucas estaba seguro que deseaban estar a solas
—, mañana paso a recogerte y te llevo a tu casa.
—¿Tú no te quedas?—Maggie tenía curiosidad por la respuesta.
—No querida. —No le apetecía contestar las preguntas que veía en los
ojos de su cuñada, aunque al día siguiente fuera sábado podría verse con su
abogado y preparar todo lo de la boda.
Las mujeres se fueron a preparar a los niños para dormir y los
hermanos se quedaron en el salón, Dom movía la silla nervioso y Lucas se
estaba sirviendo un wiski…doble
—¡Suéltalo ya! O te ahogaras.
—Eres un hijo de puta ¿Qué estás haciendo con ella? ¿Dónde coño la
encontraste? Si pudiera levantarme de aquí te daría dos hostias…sabes que
la dejaste hecha polvo hace dos años y ahora te veo otra vez con ella. Y
prepárate hermano, lo peor está por llegar cuando Mag…
—Nos vamos a casar. —Lucas sabía que se tendría que enterar y era
mejor hacerlo ya.
—¿Qué qué?—Dominic se había quedado lívido al escuchar las
palabras de su hermano, hacía muchos años que se conocían y sabía que
estaba hablando en serio— ¿Te has vuelto loco verdad?
—Ya vez, todo se pega. Tú quisiste casarte con tu esposa y nadie te
llamó loco, pues yo me voy a casar con ella y no hay nada más que hablar.
Invisiblemente una pared separó a los dos hermanos, se volvieron fríos
mutuamente.
—Si vuelves a dañarla te mato.
Lucas no pudo contestarle a su hermano por que las dos mujeres
volvieron al salón, Maggie pudo intuir el mal ambiente reinante y preguntó
—¿Pasa algo chicos?
—No, debo marcharme. —Miraba a Mara directamente a los ojos. Se
despidió con un beso de su cuñada y evitó dirigirse a su hermano. No esperó
a nadie, se encaminó a la calle.
—Dom cariño ¿Qué pasa? —Maggie quería saber que había pasado
entre ellos, su marido estaba serio y se había acercado a la ventana— ¿Te
enfadaste con tu hermano?
—Umm —sonó a gruñido más que a contestación.
En la calle el ambiente no era mejor, Lucas se había quedado serio y
distante. Las palabras y reproches de su hermano lo habían afectado mucho.
—Mañana pasaré a recogerte temprano,
La intuición le decía a Mara que ella podía ser la causa de aquel mal
ambiente
—¿Te enfadaste con tu hermano por culpa mía?
—Buenas noches, vuelve dentro.
—¿Perdona? Para que se supone que hemos venido si ahora te vas sin
una explicación.
—Bueno, así sabes lo que se siente. —Estaba de muy mal humor. Se
subió al coche y se marchó sin mirar atrás.
Necesitó algunos segundos para tranquilizarse antes de entrar de nuevo
en la casa. ¿Se quería ir? Pues suerte, no dejaría que eso le amargara la
noche y la sorpresa de volver a ver a sus amigos. La cena transcurrió en el
ambiente de fiesta que el encuentro requería, Mara sabía que no la dejarían
mover hasta que no les contara punto a punto su vida en esos dos años. La
velada recordaba a las que compartieron tiempo atrás, sentados
cómodamente rieron y en varios momentos las chicas lloraron, el momento
más duro se produjo al contar Mara como se había convertido en la madre
de los niños.
—No lo pensé, simplemente lo hice y aquí estamos.
Les contó la enfermedad de Kyle y la necesidad que tenía de hacer que
Leo fuera un niño feliz y sobre todo de que pudiera hablar.
Había una pregunta en el aire y Dominic la hizo antes de que se
retiraran a descansar, estaba tenso y aunque el aspecto de su cara pareciera
feliz se sentía disgustado por las palabras que había intercambiado con su
hermano
—Mara tengo una duda. —Frotándose la barbilla pensó bien en lo que
quería preguntar más cuando temía que las palabras de su hermano fueran
ciertas.
—Te escucho.
—¿Que pinta Lucas en toda esta historia? No quiero ofenderte pero no
encuentro una explicación lógica a que aparezcas en nuestra casa
acompañada de un tipo que te hizo tanto daño —Maggie se acercó a su
marido y trató de confortarlo. Lo conocía bien y sabía que algo había pasado
con su hermano—, se comportó como un bastardo contigo y no me cabe en
la cabeza que tú.
Buena pregunta, ella también se la hacía desde la noche que se
encontró de nuevo con él.
—Me encontré con él en un acto de la fundación para la que trabajo
hace tres meses, exactamente cuando llegue al país —Dom abrió los ojos al
recordar ese día, tenía que ser él quien acudiera y no fue, en su lugar acudió
Lucas—, tengo que decir que si lo hubiera sabido no habría ido. —Relató
evitando lo más escabroso de lo que habían vivido entre ellos, como se
había presentado al puesto de niñero y de cómo se vio enferma y tuvo que
recurrir a él. No quiso referirse a la amenaza del señor Duran y la solución
de Lucas.
—¿Pero por qué él y no nosotros? Sabias dónde encontrarnos y te
habríamos ayudado—Dom seguía insistiendo.
—Tu mejor que nadie conoces a tu hermano, no acepta un no como
respuesta.
El día había sido muy intenso y la noche no auguraba nada bueno. No
pudo resistir la tentación y se acostó un rato en la cama con Leo, olía a
dulzura y a inocencia. Kyle dormía plácidamente en la cuna de viaje que
Lucas había comprado. Daba vueltas y vueltas en la cama, no podía sacarse
a Lucas y sus locas ideas de la cabeza. Recordar el beso hacía que sus
entrañas se contrajeran, él sabía que ella no era inmune a sus intenciones y
eso la avergonzaba. Su experiencia íntima con los hombres no iba más allá
de Lucas Wells y eso la atemorizaba. Podía negar, engañarse, tratar de
convencerse de que era un hijo de puta pero lo único cierto en toda esa
historia era que siempre había estado enamorada de él.
El sábado amaneció un bonito día y la alegría bullía por todos lados.
Los niños jugaban en el jardín bajo la atenta mirada de los adultos,
comieron tranquilamente frente a la piscina mientras esperaban a que Lucas
pasara a recogerlos, aunque no había dicho a qué hora ella esperaba que
fuera temprano, pero el día avanzaba y no había rastro de él.
El sonido de su móvil la sacó de su ensueño, pocas persona lo conocían
—Sí, dígame.
Al otro lado una mujer
—¿Señorita Rivera?
—Sí, soy yo.
—Buenas tardes, soy la secretaria del señor Wells —Mara escuchaba
atenta y esperaba para saber qué era lo que tenía esa señorita que decirle—,
tengo un mensaje que darle.
—La escucho.
—El señor Wells ha tenido que salir de viaje urgentemente y me ha
pedido que la avise. En una hora pasará un coche a recogerla para llevarla a
su casa si usted está conforme.
Para esa noticia no estaba preparada ¿Qué había pasado para que
saliera tan deprisa?
—¿Ha pasado algo señorita?
La mujer dudó un poco antes de contestar
—No puedo darle más información que la que le he dado, lo siento.
Mara aceptó sin protestar, en ningún sitio estaba escrito que a ella se le
debieran explicaciones sobre los actos de Lucas.
Para Dominic y Maggie la noticia del repentino viaje los cogió de
sorpresa igualmente
—¿Sabías algo cariño?
Dom mostró su asombro
—No, no sé nada de él desde ayer.


Mara no sabía que pensar, ya había pasado una semana sin noticias de
Lucas, había intentado llamarlo al móvil y siempre daba apagado, empezaba
a preocuparse.
—Hola Dom ¿hay noticias de tu hermano? —Aunque intuía que a Dom
no le gustaba la amistad que habían entablado entre ellos, el hombre estaba
igual de preocupado que los ella.
—No, nada nuevo.
No tenía sueño…realmente no podía dormir. Los niños descansaban
desde hacía horas, decidió darse una ducha y luego se tomaría un té. La
película de le televisión era aburridísima y ya no quedaban canales que ver
así que tendría que irse a la cama.
El coche paró en la puerta, apagó las luces y su conductor se bajó
despacio. Estaba cansado, arrastraba las piernas con pesar. Durante una
semana había estado viajando por medio mundo, un empleado
desagradecido había cometido un desfalco en una de sus empresas y eso
había traído consecuencias en sus negocios. En esos momentos estaba todo
en manos de las autoridades y había sido el momento de regresar a casa.
Esperaba que estuviera despierta Llamo despacio y esperó, no quería
despertar a los niños, acababa de aterrizar y lo único que deseaba era darse
una ducha y dormir.
Mara se acercó asustada y sin encender la luz a la puerta, alguien
estaba llamando y podría ser un delincuente. Pero no…su visitante no era
peligroso en ese sentido.
—¡Lucas!
—¿Puedo pasar? —Su aspecto era horrible, la corbata estaba
desanudada, la camisa negra tenía varios botones desabrochados y la
chaqueta estaba arrugada, como mínimo debía llevarla puesta durante varios
días. Estaba sin afeitar y llevaba las gafas puestas.
—Pasa.
Toda la casa estaba a oscuras, Lucas se acercó despacio y se sentó en el
sofá mientras que Mara encendía una pequeña lámpara
—¿Te han atracado? Tienes un aspecto horrible.
En cualquier otro momento hubiera seguido la broma, pero no estaba
de humor
—No quería molestarte, solo pasé a ver como estabas y ya me voy.
Aquello hizo hervir la sangre de la mujer, una semana sin saber nada de
él y lo único que se le ocurría era aparecer a aquellas horas de la noche y
solo para saber cómo estaba ¿se estaba riendo de ella otra vez?
—¿Lo dices en serio?—Se estaba olvidando de que los niños dormían
y estaba alzando la voz— Te presentas aquí después de dejarme esperando
por ti y ¿solo piensas decirme eso?
—Mara…
—¡Ni Mara ni nada! Tiene que ser que sigo con la cara de tonta de
siempre —se estaba comportando como una estúpida. No se había parado a
preguntar siquiera por qué estaba tan desmejorado
—Lo siento, no quería molestarte. Ya me voy y hablaremos en otro
momento. —Parecía estar quedándose dormido, la lengua pastosa y sin
moverse apenas.
Aquello se acabaría cuando ella quisiera
—De eso nada, no estás en condiciones de conducir. Te das una ducha,
cenas y me darás una explicación.
La palabra baño llegó a los oídos de Lucas con deseo, hacía cuarenta y
ocho horas que solo subía y bajaba de aviones. Si hubiera querido podría
haber pasado la noche en un confortable hotel pero su mente se negaba, solo
quería llegar a casa. Y ya estaba en casa. Podía escucharla en movimiento,
intuía que estaba preparando el baño pero estaba tan relajado que no le
apetecía moverse de allí para comprobarlo
—¿Lucas? —El leve toque en su hombro lo espabiló del todo. Abrió
los ojos, y su mirada era oscura e indescifrable.
Desde la cocina lo oía moverse por el cuarto, le costó que se levantara
pero al final lo consiguió así que en lo que él se bañaba le estaba preparando
una ensalada y una pequeña tortilla. Pudo sentir que andaba cerca por el olor
a jabón, cuando se giró el color abandonó sus mejillas, el corazón se aceleró
y las piernas le temblaron como si fueran de goma. Era la primera vez que lo
veía así, la única prenda que tenía puesta era una toalla atada a las caderas.
Probablemente hacía más ejercicio físico aparte de correr. La amplitud y
elegancia de su espalda, la estrecha cintura y los marcados músculos de su
estómago. El bello subía por el ombligo trazando un rastro que llegaba hasta
su pecho. Los poderosos brazos serían capaces de levantar lo que se
propusiera. Mara sentía que la cara le iba a estallar de vergüenza,
inmediatamente bajó la mirada hasta las piernas que mostraban el mismo
poderío que el resto del cuerpo, bronceado y moreno. Lo mejor sería dejarlo
tranquilo para que cenara. Ya hablarían al día siguiente.
—Yo-yo, te preparé algo para cenar —estaba turbada y nerviosa—, te
puedes quedar en mi cama y yo duermo con los niños. Estas cansado y…—
las palabras fueron muriendo en su boca a medida que él se iba acercando a
ella despacio. No dijo nada, solo se limitó a acercarse a ella, estaban tan
cerca que podía oír los latidos de su corazón y solo se limitó a rozarla con la
lengua y enseguida notó la respuesta que a su pesar, le provocaba.
No la tocó con ninguna otra parte del cuerpo, Lucas le abarcó el rostro
con sus grandes manos y la besó con tanta dulzura que ella creyó morir.
Mara no esperaba el lento contacto de su boca o el modo en que la
lengua se introdujo entre sus labios sin que Lucas le soltara la cabeza.
Luego sintió como los pulgares se deslizaban por sus mejillas y contuvo la
respiración cuando el beso se hizo más intenso.
Las manos de Mara tuvieron que buscar apoyo dónde sujetarse y se
alzaron hasta los hombros para apoyarse allí, mientras sentía su nuca
capturada por una mano y como la otra recorría la espalda hasta la parte
inferior y la atraía hacia su cuerpo.
¿Era eso lo que quería? Esa pregunta surcaba su mente con cada
movimiento de su lengua, tenía que decidirse ya
—Mara… ¿quieres que me vaya?—pudo ver la indecisión en sus ojos,
le había hecho una promesa y por muy desesperado que estuviera no
pensaba romperla, llegaría hasta dónde ella le dejara— Te necesito. Solo si
tú quieres. —Lucas entornó los ojos, guardó silencio y luego la soltó. Una
vez cometió el error de no respetar su voluntad y no volvería a pasar. Se dio
la vuelta y se fue a la cama,
Acostada en la cama de los niños no paraba de dar vueltas, contó
ovejitas, se daba otra vuelta pero eso no cambiaba el hecho de que seguía
sintiendo las manos en su cuerpo. Por fin decidió poner fin a su agonía, se
levantó y sacó de la secadora una camiseta de manga larga que sustituyera el
pijama que usaba para dormir, unas bragas nuevas y algo más sexis y se fue
hasta su habitación.
¡Estaba dormido! Su respiración acompasada lo confirmaba.
Tras pensarlo unas décimas de segundos se decidió a meterse en su
cama. Acomodándose lo mejor que pudo para no molestarlo encontró su
sitio y cerró los ojos, vencida por el sueño.
Lucas despertó en la madrugada, tardó un momento en situarse estaba
en la cama de Mara, solo. Trató de cambiar de postura y se llevó una gran
sorpresa ¡estaba acompañado!
En un momento la habitación quedó bañada por una suave luz, Lucas
tenía que asegurarse de que no estaba soñando, era ella con quien compartía
la cama.
Deslizó los dedos por su mejilla, no quería despertarla ¿o sí? Apoyado
sobre su codo la miraba y decidía que hacer con ella, esa mujer lo llevaría a
la locura. Ya había estado durante dos años y ahora amenazaba con destruir
la poca paz mental que le quedaba.
—Mara…Mara… —Mara escuchaba esa voz tremendamente ronca y
sensual junto a su oído, sabía que estaba despierto porque lo oyó moverse,
estaba nerviosa porque podía notar como le acariciaba la cara. Abrió los
ojos y pudo ver como otros ojos oscuros y grandes la observaban con deseo.
Con el dedo pulgar trazó el labio inferior y luego lo deslizó hasta la
barbilla mientras buscaba la boca femenina.
La exploración se convirtió en una tortura que la estaba llevando a
olvidarse de sus inhibiciones, con demasiada facilidad.
Lucas la miró unos segundos de una manera que ella pensó que se
derretiría
—¡Me matas! Ya no puedo parar ¿estas segura de que quieres que siga?
Como única respuesta Mara enredó sus dedos en el pelo de hombre y
eso pareció bastarle. Todas las células de su cuerpo reaccionaron al deseo
que prometían esas palabras.
Mara sintió deslizarse una mano debajo de la camiseta y gimió cuando
encontró la sensible punta se su seno y la acarició entre el pulgar y el índice.
Contuvo la respiración cuando volvió a cubrir la boca con la suya,
saboreándola y explorándola.
—Esto estorba. —La ayudó a quitarse la camiseta.
Lucas le recorrió todo el cuerpo con las manos, luego bajó la cabeza
para apoyar los labios en cada uno de sus pechos mientras la sentía temblar.
Así era como la quería…deseándolo.
Instintivamente Mara apretó sus piernas cuando sintió las manos
bajándole las bragas, pero ya era demasiado tarde, ya él había deslizado
dentro un dedo y le estaba causando una profunda agitación.
Mara gimió dominada por las sensaciones que aquello le estaba
provocando. Apretó los puños mientras se incrementaba su tensión interior,
temía que en cualquier momento moriría. Nuevamente la boca de Lucas
atrapó la suya, volvió a introducir un dedo, luego dos, entre sus piernas. Los
dos jadeaban con dificultad.
Ya no podía aguantar más, Lucas tenía que acabar con aquella agonía
que lo estaba matando, la próxima vez lo harían con más calma
—Espera un momento.
Tardó unos segundos en sacar un preservativo de su cartera y entonces
sí, lenta y seductoramente se introdujo en ella. Despacio comenzó a
moverse, quería oírla y la oyó.
Mara gimió al sentir el contacto, fue una ligera molestia que pasó
inmediatamente, sustituida por un placer del que ya no tenía recuerdo. Lucas
se movía en su interior y ella siguió el ritmo que el marcaba, llegando a
clavarle las uñas en los hombros.
Cuando el clímax se intuía cercano y las piernas le temblaron apretó a
Lucas por la espalda acercándolo más a ella
—¡Dios mío!
Lucas notó que ella apretaba los músculos a su alrededor y se salió un
poco; la llevó hasta el precipicio, atrapando con la boca sus gritos de placer.
Todo había terminado y los dos jadeaban con dificultad, despacio y a
regañadientes se fue retirando de ella, casi con pesar, estaba a gusto pero
pesaba demasiado para ella.
Mara sabía que ya no habría forma de borrar lo sucedido, solo quedaba
disfrutar de ello y aceptar lo que el futuro les deparara.
—¿Estas bien?—Lucas se tumbó a su lado, aun con la huella del acto
en su cuerpo.
—Sí. —Seguramente se esperaba que dijera algo más pero no sabía
que decir. Necesitaba darse una ducha, estaba sudorosa pegajosa y
avergonzada— Me voy a dar un baño. —Se bajó rápidamente de la cama sin
esperar a que él le contestara.
Lucas la vio entrar corriendo en el baño y esbozó una sonrisa, pudo
apreciar el pequeño tatuaje que tenía en la nalga derecha ¿era nuevo o ya lo
tenía? Se lo preguntaría. Se estiró perezosamente en la cama, estaba
satisfecho por el momento. Oyó caer el agua en el baño y se bajó de la cama
para quitar las sábanas y poner otras limpias, hacía mucho calor esa noche,
eso le llevó poco tiempo.
El agua caía refrescando la cabeza y el cuerpo de Mara, tenía una
horrible jaqueca y esperaba que la frescura del líquido se lo aliviara, hacía
tanto tiempo que no las sufría…tan distraída estaba que no oyó como se
abría la puerta de la ducha hasta que se colocó detrás de ella
—¿Estas bien?
Su cuerpo estaba cerca, muy cerca y su masculinidad rozaba su trasero,
cogiendo el jabón comenzó a enjabonarle la espalda recordando esa misma
escena pero con distinto final la que ambos habían vivido tiempo atrás. La
espuma cubría la espalda y las nalgas, la instó a que se diera la vuelta, la
deseaba con todas su fuerzas nuevamente. Pasó el jabón por los brazos, el
pecho siguió bajando, bajando, hasta encontrar su premio. Separó los
pliegues de su sexo y comenzó a frotar con suavidad mientras atrapaba la
boca de ella con la suya, fue un beso posesivo y salvaje como se estaba
sintiendo él en esos momentos.
Estaba loco de necesidad cuando finalmente la tomó de nuevo, allí,
mientras el agua caía por sus cuerpos.
Por fin los dos gritaron juntos, llegando juntos al climax.
Mara sentía ganas de llorar, mientras se terminaba de secar pensaba
que su relación se basaría simplemente en el sexo, ella lo sabía desde el
principio y aun así le hacía daño. Esa misma tensión acumulada era la que le
provocaba el dolor de cabeza. Ella nunca dormía con pijama y no pensaba
hacerlo por él, solamente se puso unas bragas, se metió en la cama y cerró
los ojos cuando lo oyó acostarse.
Lucas estaba desnudo también, se acercó a ella y la abrazó, quería
sentir sus cuerpos pegados uno junto al otro
—Sé que no duermes, dime algo. Tienes un tatuaje muy sexi.
Eso provocó una sonrisa en ella
—Locuras de juventud. Tengo varios.
—Ja,ja,ja, me voy a divertir encontrándolo—los dos estaban tapados
con la fina sábana—¿te hice daño? ¡Joder, contéstame!
Las lágrimas rodaron por la cara de Mara sin poder evitarlo, estaba tan
sensible que no le apetecía seguir hablando con él…cerró los ojos y se
quedó dormida.
El aroma a café inundó los sentidos de Mara, abrió los ojos y se asustó
al ver que el reloj marcaba las diez de la mañana ¡los niños! se tiró de la
cama y recordó la tórrida noche que había pasado, poniéndose el albornoz y
las zapatillas salió.
—Buenos días—Lucas estaba sentado en el suelo con Leo mientras
que Kyle se remaba plácidamente en su hamaca; la típica escena de familia
en domingo.
—Buenos días ¿pudiste descansar? Hay café recién hecho, siéntate y te
lo sirvo.
Mara negó con la cabeza
—Ya lo hago yo ¿por qué no mes despertaste?
—Umm, los hombres de esta casa podemos solos ¿a qué si chicos?—
estaba jugando con los coches del niño. Al parecer se había duchado, su
pantalón vaquero y la camiseta limpia así lo indicaba. La barba de varios
días le endurecía más la cara, pero a ella le gustaba verlo así.
—Deberías desayunar, tenemos que hablar. —El estómago de la chica
brincó ante aquellas palabras, sabía que ese momento tendría que llegar.
—No tengo ganas, habla.
—Me temo que esto no funciona así. Desayunas y luego hablamos. —
Lucas entendía su nerviosismo, tendrían que hablar de la boda y todo lo que
eso significaría para ellos. También quería llevarla a un lugar en el que
recibiría una sorpresa, había algo muy importante en su vida que durante su
ausencia él había guardado esperando ese momento— Tengo dos temas que
me gustaría tratar contigo, uno de lo que pasó anoche y el otro del futuro. —
Empezaba a conocerla para saber sin mirarla que estaba roja como la grana
recordando lo vivido.
Mientras se vestía Mara intentaba tranquilizarse un poco, a lo mejor
tenía suerte y Lucas quería decirle que no era necesario casarse para no
perder los niños. Después de desayunar le dijo se preparara que saldrían a
pasear con los niños
—Tenemos que hablar.
—Y hablaremos, después.
Para nadie podría resultar extraño ver a una pareja con dos bebés
paseando por el parque, esa era la imagen que daban. Cada uno empujaba un
carrito en silencio.
Después de andar durante un rato decidieron tender la manta que
habían traído sobre la hierba y dejar que los niños jugaran un poco.
Lucas atacó sin piedad
—¿Disfrutaste anoche?
Por un momento Mara se había quedado sorda, totalmente sorda y
muda.
—¿Mara? ¿Sería posible que no tuviera que repetirte las cosas dos
veces?
—Yo…
—Es fácil amor ¿sí o no?
¿Amor?¿En qué parte de la película se había perdido ella?
—Pensé que íbamos a hablar.
—Estamos hablando, quiero saber que sentiste, lo que pasa por tu
cabeza. Quiero saber todo de ti.
¿Perdón? Mara empezaba a enfadarse con las tonterías que le
escuchaba decir ¿un polvo le daba derecho sobre sus pensamientos?
—¿Hablas en serio?
—Totalmente. —Lucas se lo pasaba bien incomodándola, quería que
tuviera la misma lengua mordaz y sincera que antaño. La pasada noche fue
la primera de muchas que compartirían juntos. Se consideraba un
depredador, ya la había probado y repetiría siempre que tuviera ocasión.
—¡Debes estar loco!, no voy a contarte como me siento ni-ni…
Lucas rodó por encima de la manta hasta llegar a su lado
—Te puedo asegurar que me contaras todo lo que sientes cuando te
haga el amor. Gritaras para mí, disfrutaras conmigo y no quedará ni una sola
parte de tu cuerpo que yo no toque, ¿te quedó claro, señorita Rivera? Así
que te recomiendo que te relajes.
—¡Eres! —No pudo continuar por que acalló sus protestas con un
beso. Lucas tenía una boca increíblemente sensual y era tan hábil que le
hizo olvidarse de sus protestas. Acabo sonrojada y nerviosa
—Tenemos que hablar sobre la boda.
—Pero yo pensé…—el nudo de la garganta no la dejó hablar, al
parecer no se había echado para atrás.
—Cuéntame, ¿qué pensaste?
—Yo creí que no hacía falta la boda y que…
—Nada ha cambiado pequeña, necesitas un marido para no perder los
niños y eso tendrás el próximo domingo.
Ella se quedó muy quieta.
—¿Qué domingo?
—Dentro de una semana.
—Pero no podemos
—Sí podemos.
Lucas no le dio tiempo de pensar.
—Ya está todo organizado, solo tú tienes la decisión de si quieres
invitar a alguien.
—Pero yo no estoy preparada todavía. Es muy pronto…
—No. He averiguado los trámites a seguir en el proceso de adopción y
tendrías más posibilidades si estuvieras casada antes de comenzar.
Aquellas palabras fueron un jarro de agua fría. Miraba a los niños que
estaban ajenos a su drama interior y decidía que era lo mejor.
—No quiero invitar a nadie.
Fue el momento de Lucas para mostrar su asombro
—¿A nadie? ¿Estás segura?
—Sí.
—Pues así se hará ¿Qué me dices de Maggie? ¿O tu familia?
El gesto negativo de su cabeza fue suficiente.
Lucas sabía que aquella conversación no podía quedar así
—¿Confías en mí?
—Yo.
—La respuesta es sencilla ¿sí o no?
—Sí.
Lucas siguió el guion que tenía marcado, sacó un pequeño estuche del
bolsillo de su pantalón y se lo entregó
—No —sus manos se resistían a sujetar el objeto en las manos—, no
hace falta.
—Ábrelo.
—No lo quiero.
—¡Maldita sea mi suerte! —Tiró de su mano y colocó el anillo de
diamantes en el dedo— Me harán falta muchas aspirinas contigo.
Mara miraba con pesar su mano, aquello era innecesario, el suyo no
sería un matrimonio normal y corriente por lo que el anillo sobraba. Tenía
que reconocer que era precioso y seguramente muy caro
—Gracias.
Lucas solo le dedicó una enigmática mirada
—Tenemos algo que hacer, vamos chicos.
Recogieron todo y se encaminaron al coche, algo había cambiado entre
ellos.




Se levantó despacio y acudió al rescate del niño que no se dejaba poner
los zapatos.
—Vamos campeón. —Ya estaba empezando a entender los deseos del
niño, sabía lo que le gustaba. Se lo puso debajo del brazo como si fuera un
sobre y lo llevó a la silla. En segundos estaba preparado y listo para salir
también.
Mara se alegraba del trato entre el hombre y el niño.
Tardaron casi media hora más en salir. La cita con el abogado era en la
oficina de Lucas en Palm Spring.
—Será mejor dejar los niños con Maggie ¿te parece bien?
—Yo preferiría llevarlos, haría muchas preguntas que no me apetece
contestar —¿cómo explicarle a su amiga que se iba a casar con el hombre
que un día le había partido el corazón? Eso le recordó que llevaba el anillo
puesto.
—No tienes que darle explicaciones a nadie, ¿tú no me dices a mí que
eres libre? Pues ya está. Eso me recuerda otra cosa, podemos aprovecha

CAPÍTULO 13





Mara decidió que no se amargaría más la vida, estaba claro que por el
momento tendría que conformarse con lo que el destino le ofrecía.
Hacía un bonito día, los niños como era habitual en ellos se quedaron
dormidos cuando el coche se puso en marcha y los adultos trataban de
conversar civilizadamente.
—¿Te apetece visitar a Maggie?
—Si a ti te apetece por mi está bien.
—No me digas que ahora te has vuelto sumisa —Lucas estaba
concentrado en la carretera, no le gustaba esa Mara que aceptaba todo de
buen grado quería a la Mara inconformista.
—No, dejare que tú decidas.
—¿Estas segura de eso pequeña?
—Umm…
—Ja ja, lo sabía. Pero me lo tomaré como un sí.
—¿Te puedo hacer una pregunta? —Mara quería respuestas.
—Vale, pero a cambio yo te hago una a ti ¿Qué te parece?
Siempre encontraba la forma de darle el sentido que él quería a las
cosas.
—Me parece bien.
—Pregunta.
Durante algunos segundos meditó lo que quería preguntar—¿Qué harás
cuando encuentres una mujer de la que te enamores? Estas cometiendo un
error del que te arrepentirás algún día ¿lo has pensado?
—Sí que lo he pensado—más de lo que ella podía imaginar. —Dejaré
que llegue para preocuparme. Es mi turno.
Mara se había girado un poco en su asiento para observar a los niños y
al quedarse en esa posición lo podía observar a él también.
Había algo en su expresión que la preocupaba. Una dureza que poco
tenía que ver con aspecto festivo de horas antes. Pensó que era un hombre
que había visto mucho. Tenía que reconocer que le gustaba verlo con la
barba de varios días, estaba atractivo.
—¿Estás dispuesta a compartir la cama conmigo o lo de anoche fue un
espejismo?
De todas las preguntas que pudiera imaginar aquella no estaba en el
guion de Mara, la tos que le dio casi la ahoga, necesitó que Lucas le diera
unos golpes en la espalda para poder respirar con normalidad otra vez.
—¿Hablas en serio?
—Completamente. Yo conteste a la tuya, me lo debes.
Como quiera que fuera, por obligación o por amor lo cierto es que se
iban a casar. En su familia siempre se había mirado el matrimonio como
algo sagrado y para toda la vida. Sabía que compartir el lecho conyugal era
un deber de los esposos. Ellos se iban a casar.
—Si quieres…
—Quiero.
No hubo más preguntas incómodas, la conversación se centró en los
preparativos de la boda que al parecer ya él tenía resuelto.
—El lunes debemos ir al abogado para firmar todo los papeles.
También le comentó que no podrían irse de viaje por el momento, unos
problemas relacionados con el robo que habían sufrido lo impedía.
—No me importa ¿cómo es que ya tenías el anillo comprado?
—El otro día pasé por casualidad por delante de una joyería y lo
compre, no estaba seguro que te valiera —antes de salir de Londres decidió
comprárselo, lo vio y pensó que estaba echo para ella— ¡Ah! Y si iremos de
viaje.
Tardaron un par de horas en llegar a su destino y no era la casa de su
amiga precisamente.
Mara sabía que aquel era un barrio elegante, estaba situado a cuarenta
minutos de Palm Spring a las afueras de la ciudad de San Jacinto. En sus
mejores sueños siempre había fantaseado con vivir allí cuando fuera rica. En
invierno se podían ver las montañas nevadas, eran imágenes inolvidables y
de gran belleza.
La casa en la que se habían detenido era muy hermosa, un camino de
piedra separaba el jardín con verde hierba, largas palmeras que daban
sombra y bonitas flores que daban la bienvenida a los visitantes.
—Hemos llegado.
—¿Quién vive aquí? —sentía curiosidad, por lo que sabía todas las
hermanas vivían lejos y no esperaba que la llevara a conocer a sus
amistades, no con los niños.
—No seas curiosa.
La sonrisa de su cara demostraba que sí que lo era. Cada uno cargo con
un niño y recorrieron el camino hasta la entrada.
Los nervios de Mara se multiplicaron al ver como sacaba una llave de
su bolsillo y abría directamente la puerta. Se negaba a creer lo que pasaba
por su mente.
—Pasa.
Ni siquiera se movió.
—No hay fantasmas puedes entrar tranquila. —La agarró de la cintura
y la empujó un poco para que entrara.
La vista era espectacular. La entrada de la casa era un espacio
rectangular abierto, el suelo de brillante piso, paredes de piedra. Los
muebles en tonos caoba contrastaban con los sillones blancos. Al fondo se
podía ver un rincón con un sofá delante de la chimenea, estanterías cubiertas
de libros, una lámpara de pie y la mullida alfombra que invitaba a tumbarse
sobre ella.
Mara estaba absorta mirando todo, los hermosos sillones de color
blanco que resaltaban más a causa de la brillante luz que entraba por las
grandes ventanas.
—¿Quién vive aquí? —Casi podía imaginar la respuesta. ¿Por qué
tienes tú la llave?
—Hoy no vive nadie.
Mara suspiro tranquila.
—Mañana nosotros. —Le había dado gusto ver su reacción.
—Ja,ja eso no te lo crees ni de broma.
—No es broma.
—Bueno pues lo siento por ti, yo me quedo en mi apartamento, para
nosotros tres está bien.
—Escúchame un momento…
—¡No, escúchame tú! Tú decides cuando me caso, tú dices con quien.
Tú dices, tú dices, pues yo te digo que no viviré aquí y no hay más que
hablar —no quiso ni seguir allí adentro, salió con el niño en los brazos y
esperó a que se decidiera a salir. Las lágrimas le nublaban la vista, aquella
casa era el sueño de cualquier mujer pero estaba claro que no sería el de ella.
Su inteligencia era suficiente para saber que aquel matrimonio tenía fecha
de caducidad y no quería más lastres sobre su espalda. Sabía que casarse era
la solución pero no habría nada más que eso.
La vista era impresionante, de una belleza exquisita.
—Mara…—la voz sonó tras ella.
—No.
—Escúchame primero.
—No, quiero irme.
Esperó pacientemente a que cerrara la puerta, Leo se había dormido
tranquilamente en sus brazos.
—Me gustaría que vieras algo antes de irnos.
—Preferiría que no, no voy a cambiar de opinión.
—Por favor.
Lucas caminó delante de ella rodeando el jardín, Mara tenía que
reconocer que era todo tan bonito. Al llegar hasta el garaje Lucas que daba
la mano a Kyle lo dejó junto a Mara.
—Espera un segundo campeón.
El mal humor de Mara crecía por momentos, no dejaría que la
chantajeara con alguna de sus argucias. Se iba a mantener firme, no viviría
allí.
Lucas abrió la puerta y la invitó a pasar.
—Entra. Por favor.
El garaje era tan grande como su apartamento, solo ocupado por algo
que ella había añorado desde que se había marchado.
Reluciente, en buen estado y como si la hubiera visto el día anterior; su
querida moto.
Lucas le quitó el niño de los brazos sin resistencia por parte de ella.
No podía creérselo, se acercó despacio y pasó las manos por el asiento,
su casco estaba encima, por el manillar, no se lo podía creer.
—¿La tenías tú?
—La compré.
Aquellas palabras fueron un golpe en la cara, ya no era su moto.
—Ah, es tuya.
—No. Es tuya ¿Por qué es todo tan difícil contigo?
—Tú la compraste, es tuya yo…
—¡Maldita sea! —sin importarle que llevaba al niño cogido se acercó
a ella y le cogió la cara con gesto de rabia contenida— Es tuya, ha estado
guardada hasta que volvieras a recogerla. Te esperamos en el coche. —tenía
el presentimiento que al lado de esa mujer no iba a durar muchos años sin
morir de un infarto.
El día se había estropeado del todo, el camino de vuelta fue en
completo silencio. No hubo visitas a Maggie y Dominic. Tampoco se
detuvieron a comer, Mara siempre llevaba biberones preparados por si los
necesitaba y sería suficiente hasta que llegaran a casa.
Eran pasadas las tres cuando el coche se detuvo delante del
apartamento de Mara, salieron en silencio. Lucas ayudó con los niños y sus
cosas, cuando estuvo seguro de que estaba todo controlado salió cerrando la
puerta tras de sí.

Lucas se había pasado el reto del sábado haciendo llamadas, fueron
varias horas las que pasó pegado al teléfono. Debía hablar con muchas
personas y solucionar algunos flecos que estaban en el aire todavía.
Para el lunes debían verse con el abogado, sabía que de la única
manera en que se casarían era si ella veía el contrato prematrimonial y
conociéndola como la conocía sabía que no firmaría de buena gana.
La manera en que se habían despedido no fue la mejor pero había
momentos en que se veía superado por su irracionalismo.
Después de darse una ducha y cambiarse de ropa pretendía marcharse
cuando alguien llamó a su puerta.
—¡Hola mi amor! Te he echado de menos.
Que fastidio, si había alguien más inoportuno esa era ella.
—Helen ya me iba.
La mujer no quiso oír las palabras, se las arregló para entrar en el
apartamento. Como siempre su vestuario era de última moda. Su vestido de
cuero negro se pegaba tanto a su cuerpo que cuando se lo fuera a quitar
sufriría mucho. Los altos tacones de aguja suplían su falta de estatura.
—He tenido que ser yo quien cediera pero no me importa porque sé
que estas arrepentido por tu manera de tratarme. Hace muchos días que no
me llamas. Te lo perdono si me invitas a cenar.
Lucas trataba de no ser grosero con ella.
—Me temo que tendrás que cenar sola, tengo planes.
Helen se pegó tanto a su cuerpo que Lucas podía notar hasta el tirante
de sus bragas a través del vestido.
—¿Me tengo que sentir celosa?—la mano acariciaba el pecho del
hombre con erotismo, trazaba círculos con sus largas uñas.
—Helen.
—Dime cariño, se lo que te hace falta —la manos llegó hasta la
cremallera del pantalón frotando con suavidad—, um…me has echado de
menos.
—¡Basta! —Como si tuviera dos fuertes pinzas en la muñecas la sujetó
y la apartó de su cuerpo, tenía que hacerlo así— Se acabó Helen.
—¿Perdona? ¿Me estas dejando?
—No, principalmente porque nunca hemos tenido una relación.
—¿Quién es la furcia por la que me dejas?
—Helen.
—¿La conozco? Seguro que en la cama no te satisface como yo ¿dime
quien es esa puta?
—¡Fuera! —Se le estaba acabando la paciencia con ella.
—Te voy a advertir algo Lucas Wells, no te será tan fácil librarte de mí.
Podrás acostarte con doscientas mujeres pero volverás a mí. Te lo juro.
Después de que Helen se marchara y lo dejara de tan mal humor
necesitaba una copa. Se tomó el whisky doble y de un solo trago. Maldijo
todo lo mal decible al notar el fuerte olor del pastoso perfume de ella en su
ropa y en su piel. Tardó unos segundos en quitarse la ropa y darse de nuevo
una ducha.

Mara estaba sentada a oscuras en el sillón con una taza de té, los niños
acostados y ella ¿Qué esperaba ella sola allí? Sabía que se comportaba como
una estúpida, desde que se habían encontrado de nuevo la única ocupación
de Lucas había sido ayudarla y ella se empeñaba en mantener vivo ese
resquemor que aun sentía. Se tensó al escuchar la llave en la cerradura, no
se había parado a pensar en ese detalle, sabía que la tenía y eso casi que le
había salvado la vida. No se le ocurrió pedírsela.
La luz de la calle daba algo de visión en el pequeño salón, sus vaqueros
negros y el polo del mismo color le sentaban muy bien. Era raro verlo
vestido de manera tan informal…el siempre correcto señor Wells. Olía de la
misma forma que aquel día en el avión y eso le removió las entrañas.
—Hola. —no creía que fuera a volver.
—Hola. —Lucas dejó las cosas que traía en la mano y fue a sentarse
junto a ella en el sillón.
El silencio era incómodo.
—¿Has cenado?¿Los niños duermen?
—Si duermen y no tenía ganas de cenar. ¿Te preparo algo?
—Lo siento. Te prometo que la próxima vez que haga algo te
consultaré primero.
Mara no esperaba aquello, era la primera vez que lo oía disculparse.
—Yo también lo siento, me porté como una niña.
—¿Te apetece tomar una copa de vino? Traje comida china para cenar
Ella no estaba acostumbrada a tomar alcohol pero aceptaría la ofrenda
de paz.
—Sí, gracias.
Lucas se levantó a preparar la cena.
—No te levantes, yo lo hago. —La había visto moverse.
La cena fue un ejercicio de armonía por parte de los dos, Lucas trataba
de explicarle por qué había actuado como lo hizo y ella escuchaba atenta.
—Cuando te fuiste supe por mi hermano que Maggie estaba vendiendo
tu moto y me sentí responsable de ello, usé a mi abogado para comprarla por
que en aquellos momentos mi cuñada y yo no éramos amigos precisamente.
La compre y envié el cheque a tu familia. Ha estado guardada hasta hoy.
Mara supo por su madre lo del dinero pero jamás imaginó que fuera de
él.
—La casa, sabes también como yo que esto es demasiado pequeño para
los cuatro ¡no! déjame terminar. Solo la tengo alquilada, quiero que los
niños estén en un ambiente adecuado para ellos. Vivir allí no te condiciona a
nada. Es simplemente comodidad. Solo te pido que lo pienses. Me evitaría
estar todo el día en la carretera.

Cuando terminaron de cenar Lucas estaba demasiado nervioso y
necesitaba fumar.
—Salgo un momento fuera, me fumo un cigarro y entro.

Mara ya estaba acostada cuando el entró, al parecer sobraban las
palabras. Lo oyó moverse por la habitación quitándose la ropa, entrando al
baño hasta que oyó crujir la cama bajo su peso. Lucas estaba desnudo bajo
la sábana, se acercó a ella quedando los dos uno frente al otro.
—Lo siento. —Lucas necesitaba volver a disculparse. Había encendido
la pequeña lámpara para poder verla mejor.
Ella levantó la mano para acariciarle con la punta de los dedos la
barbilla áspera, estaba perdida en esa mirada. Con timidez le dio un casto
beso en los labios.
Lucas se acercó hasta su boca y la besó profundamente. La mano se
deslizó por su espalda muy despacio. El beso resultó cálido y seductor. Con
su brazo la acercaba más a él, quería que sintiera cuanto la deseaba.
De un manotazo tiró la sábana al suelo, después trazó el contorno de
sus labios y de su cuello con sensualidad.
Cuando colocó la mano sobre la curva de su seno y con lentitud lo
dibujó con los dedos sintió como ella emitía un suave gemido para luego
ayudarse de la lengua.
Mara jadeaba ante aquella exploración a la que la estaba sometiendo.
La boca seguía deslizándose por el estómago al mismo tiempo que sus
manos. La barrera de sus diminutas bragas de encaje paró la exploración. La
ayudo a quitárselas.
Mara jamás había soñado con que se pudiera sentir lo que ella estaba
sintiendo en esos momentos, los labios siguieron bajando hasta los muslos.
Tragó saliva cuando sintió el aliento en el lugar más íntimo de su cuerpo.
Cuando creía que ya no podría soportar más la tortura a la que Lucas la
estaba sometiendo llegó a la cima de su delirio.
Así, temblando.
La quería caliente para él. Volvió a besarla, con desesperación al
principio y con infinita dulzura en el momento que se situó entre sus piernas
para penetrarla. Los dos se movieron al mismo ritmo hasta que estuvieron al
borde del abismo.
Tardaron varios segundos en moverse, Mara gimió cuando él abandonó
su cuerpo.
—No usaste protección. —Aquello hizo que se le erizara la piel. Era la
segunda vez.
Lucas evitó contestarle, no lo había planeado de esa manera pero ya
estaba hecho.
—No te preocupes. —En esos momentos se sentía bajo el embrujo de
su cuerpo y no pensaba con claridad. Tiró de la sábana hacia arriba y
quedaron los dos tapados.
Había sido un día con muchas emociones y estaba cansada, se tumbó
sobre su costado y le dio la espalda.
— Buenas noches.
—Ja,ja, ¿te rindes querida? Yo había pensado en otro asalto. —Lucas
se acopló a su espalda y la rodeó con su brazo— ¿Estas durmiendo?
Pensó en no contestarle.
—No.
—¿Si tuvieras oportunidad de ir a un lugar especial cual sería?
No contestó enseguida, odiaba los aviones y las veces que los había
usado lo pasó muy mal.
—No sé, seguramente donde no tuviera que pasar por un aeropuerto.
—No me lo creo, tú no eres una mujer cobarde.
—¿Te recuerdo en la forma que nos conocimos?
Nunca se podría olvidar de ese momento.
—Ja,ja. ¿Paris? ¿Londres?
—Seguro que sería muy bonito pero no me llama la atención. Creo que
si pudiera me gustaría ir a Canadá.
—¿Canadá? —Ahora era el sorprendido. Hubiera apostado que diría
alguna capital europea con glamour.
—Sí, alquilaría una cabaña en las montañas o cerca de algún lago. Me
encantaría ver las auroras boreales…—su voz se fue apagando a medida que
soñaba con esos lugares.
Lucas sintió como se iba relajando su cuerpo bajo el brazo.
—Descansa amor. —Se mantuvo durante algún tiempo más si dormir.
Su cabeza trabajaba al mismo ritmo que su corazón; a mil.
En algún momento de la noche Lucas volvió a tener la necesidad de
amarla de nuevo, esta vez no hubo nada de tierno en ello. Quería que ella
sintiera la locura y el delirio que le provocaba cada vez que la tocaba.
El domingo fue un día tranquilo y relajado. El cambio de sus vidas
estaba a punto de comenzar.









CAPÍTULO 14





El lunes amaneció entre nubes y claros.
—Debemos darnos prisa.
Mara se había levantado agobiada, cosas de mujeres diría su madre. Se
ponía de muy mal humor, estaba irritada por las prisas a la que la estaba
sometiendo y al parecer se lo había contagiado a los niños. Uno no paraba
de llorar y el otro se negaba a soltar la manta y el chupete.
—Pues lo dejamos para otro día.
—Buen intento pero no funciona ¿Qué te pasa?
—Nada. No me gusta que estés agobiándome. —intentó alejarse de él
pero no pudo.
—Explícame que te pasa.
—A ver Lucas, que me tenga que casar contigo no implica que tengas
que saber mi vida al minuto ¿te queda claro? Mi intimidad es y será mía te
guste o no.
Aquellas palabras causaron pesar en él. Pero estaba bien…si quería que
la dejara tranquila eso haría.
Mara ardía en deseos de gritar, ella sola se estaba encargando de lidiar
con los niños y verlo sentado tranquilamente en el sofá esperando que
terminaran para irse hacía que su mal humor creciera. Y estaba al límite.
—Lucas ¿me puedes ayudar?
—¿Perdón hablabas conmigo?
Tenía que tragarse el orgullo, él no tenía culpa se su mal estar.
—Sí y lo sabes. ¿Me puedes ayudar con Leo?
—¿Para qué?
—Para ir de compras ¿no crees?
—No. Yo no tengo nada que comprar.
—Bueno no opino lo mismo. Te recuerdo que te casas en un par de días
¿vas a ir en vaqueros?
—Si tenemos en cuenta que solo iremos tú y yo a nadie le parecerá
raro.
—A mí me agradaría mucho que fueras a tu boda feliz y guapa. Sé que
no es la manera que habrías pensado que te casarías pero hagámoslo bien
por favor.
—¿Eso es lo que tú quieres?—por una vez intentaría complacerlo
—Sí. —Lucas se guardaba un as en la manga por si no cambiaba de
idea.
Así fue como se salió con la de él, los niños se quedaron con Maggie
que estaba radiante luciendo su embarazo, no dijeron nada de la boda y ella
no pregunto el motivo de la visita.
La reunión con el abogado transcurría sin problemas hasta que ella leyó
las condiciones del divorcio si lo hubiera.
—¿Qué significa esto? Aquí dice de una indemnización de un millón
de dólares en caso de divorcio
—Cierto, señorita, es lo que se llevaría de este matrimonio en ese caso.
Lucas se mantenía en silencio, no quería intervenir a no ser que fuera
necesario.
—¿Pues dónde tengo que firmar la renuncia?
Lucas resopló. Dominic estaba presente en la dichosa reunión, era el
único de la familia que estaba al tanto de la boda y había prometido a su
hermano guardar el secreto. Los dos habían mantenido una larga
conversación en la que habían aclarado muchos temas. Lucas se había
sincerado con él.
Dominic estaba disfrutando del mal momento que estaba pasando su
hermano.
—Señorita Rivera si me deja explicarle.
—¡No!
El abogado iba a seguir pero a la señal de Lucas se calló, escribió algo
en el papel y se lo entregó de nuevo a ella.
Mara siguió leyendo. Los niños tendrían su apellido por lo que eso les
daría derecho a la herencia de los Wells cuando tuvieran dieciocho años…
aún faltaba muchísimo para ese momento. Si ellos se divorciaban Lucas
pasaría pensión alimenticia y les proporcionaría un lugar dónde vivir. Ante
aquello Mara no podía protestar, en eso le estaría siempre agradecida. Ella
sabía que Lucas adoraba a los niños.
El único punto en el que habría que cambiar algo era en la
compensación de ella. El abogado lo redactó sobre la marcha y ella firmó la
renuncia en ese momento.
Después de aquello dejaron a Dom y se fueron de compras.
—Compraras lo que te haga falta, sin mirar el precio.
Se cernía otra discusión entre ellos.
—No, solo me compraré un vestido de lo más normal para ese día.
—Yo te agradezco que mires por mi economía pero te voy a dejar algo
claro, como futura señora Wells tendrás que asistir a fiestas y cenas. Eso
significa que querrás dejarlas a todas con la boca abierta ¿verdad? —Al ver
su cara de desolación ante aquellas palabras supo que cambiaría de idea ante
las compras— Me gustará aconsejarte…sobre todo en la que te voy a quitar
yo
—¡No eres serio!
—Estaré contento de que veas mi lado serio.
Durante horas Mara se dejó llevar de una tienda a otra. Ella no había
entrado nunca a ese tipo de locales que solo estaba reservado para gente rica
y poderosa.
Lucas se movía con mucha decisión, hablaba con las dependientas y
pedía cosas que ella miraba con asombro.
Fija en su idea de comprar solo lo justo se dejó asesorar por una
dependienta que le mostro varios vestidos de fiesta, otros para coctel y sus
accesorios.
—Te dejo sola, no quiero interferir en tus compras. Te espero fuera.
Antes de salir se acercó a su oído y le susurró.
—Me gustaría algo especial para nuestra noche de bodas.
Esa noche se sintió avergonzada a la hora de acostarse, ella nunca
usaba ropa para dormir pero en esos momentos le dolía tremendamente el
estómago y necesitaba calor. A diferencia de él que estaba desnudo en la
cama mirándola con detenimiento.
—¿Estas bien?
—Sí.
—¿No te quitas el pijama?
—No, me duele la barriga.
Lucas estaba cansado de oír esas palabras en su casa. Con cinco
hermanas era fácil reconocer los síntomas.
No hicieron falta más palabras, la atrajo hasta su cuerpo y la abrazó
con suavidad.
Aquel fue el principio de una semana agotadora para ella.
Los días los ocupaba entre otras cosas en el cambio de casa. Como no
llevaba demasiado tiempo en el pequeño apartamento no eran muchas las
cosas que tenía acumuladas. Lucas le había dicho que podía cambiar
cualquier cosa que no le agradara de la casa. Se había dejado convencer de
nuevo para contratar una canguro que se hacía cargo de los niños mientras
ellos salían a cenar o al cine.
Hacía mucho tiempo que no se sentía tan relajada. Las noches las
ocupaban en aspectos más placenteros. Para ella aun resultaba incómodo
compartir ciertas intimidades con él, algo que no se le podía negar era su
experiencia como amante. Cada noche era diferente a la otra, luego dormían
exhaustos abrazados en la enorme cama.
Mara trataba de repetirse día tras día que no debía estar nerviosa,
aquella no era una boda normal, no habría invitados solo era una trámite
como la adopción de los niños. El viernes antes de irse a trabajar Lucas la
sorprendió.
—Esta noche no cenamos en casa.
Como no era la primera vez esa semana no prestó demasiada atención
al énfasis que él quiso darle.
—De acuerdo.
—Me explico. Esta noche será una cena de gala.
—¿Perdona que quieres decir con eso?
—Con eso te digo que es de etiqueta, iremos a bailar después.
No pudo continuar por que la besó rápidamente antes de salir dejándola
con sus quejas en la boca.
—A las ocho. No vengo a comer.
Mara estuvo toda la mañana sola con los niños, la casa era espectacular
y ella se aburría sin nada que hacer. Una señora iba todas las mañanas a
limpiar así que no tenía nada en que ocuparse a parte de la comida.
El otoño era cálido y aprovechaba el tiempo para jugar en el hermoso
jardín con los niños. Cada día estaban más grandes, Kyle ya balbuceaba
algunas palabras e intentaba dar algunos pasos. Con Leo las cosas iban más
despacio, su cara ya no reflejaba tristeza y aunque seguía sin hablar ya se
comportaba como un niño de su edad curioso y activo. Pronto empezaría a
relacionarse con otros niños en la guardería, tal vez eso fuera de ayuda.
Estaba nerviosa, todavía no sabía ningún detalle de la ceremonia. Ella
intuía que al no querer invitar a nadie al acto solo irían al registro a firma el
documento. Ya le preguntaría más tarde.
A las siete ya había acostado a los niños y era momento de empezar a
prepararse, entre los vestidos que había comprado se encontraba uno en dos
colores, blanco y negro. Al probárselo en la tienda se había quedado sin
palabras, se ajustaba a su cuerpo como si fuera parte de ella, de escote
cuadrado y manga larga se complementaba con unos altos zapatos de tacón
blancos y negros.
Lucas había llegado en el momento en el que ella estaba en la ducha,
estaba desalojándose la corbata al entrar en el dormitorio y fijarse en la ropa
cuidadosamente colocada sobre la cama. Unas diminutas bragas negras
llamaron su atención, las cogió y pensó en lo que iba a disfrutar
quitándoselas. Terminó de desnudarse y entró al baño.
Mara ahogó un grito en parte de susto y en parte de sorpresa.
—¡Lucas! No te esperaba.
—Ya lo veo. —El agua tibia comenzó a mojarlo mientras su vidriosa
mirada la recorría de arriba abajo.
Poniéndole las manos en los hombros la atrajo hacia él y le cogió la
cara con las manos, el beso fue cálido y apasionado; estaba excitado pero
sabía que no tenían mucho tiempo, ya jugarían a la vuelta.
Mara hacía tiempo que había empezado a perder la vergüenza, con algo
de timidez sus manos recorrían la espalda mojada del hombre para luego
seguir bajando por sus glúteos acariciándolo como el hacía con ella. Aquello
hizo que Lucas se apretara más contra ella besándola con ardor y clavándole
su miembro.
—No…no tenemos tiempo. —Levantándola contra su cuerpo y
haciendo que lo rodeara con sus piernas se hundió en ella. La oía resoplar
contra su boca, lo estaba matando en todos los aspectos— Mara yo…—las
palabras murieron en sus labios al comenzar a moverse con delirio solo que
esta vez era ella la que lo estaba llevando a él a la locura con sus
movimientos. Sus bocas se unieron en un gran beso al mismo tiempo que
llegaban juntos al orgasmo.
Lucas estaba apoyado en el coche mientras se fumaba un cigarro y
esperaba a que se terminara de vestir. Tan solo un rato antes había estado a
punto de declararle sus sentimientos, ahora se alegraba de no haberlo hecho,
debía estar seguro de que ella sentía lo mismo hacia él.

La pareja que entraba por el hall de Fantasy Springs Resort Casino
atrajo todas las miradas de los presentes. El hombre vestido completamente
de negro irradiaba masculinidad a cada paso que daba, las mujeres presentes
admiraban aquel cuerpo que levantaba suspiros y envidiaban con verdadero
odio a la mujer que caminaba a su lado agarrada de su mano.
Enfundada en el vestido bicolor y sobre sus altos tacones Mara se
sentía morir al ver la expectación que levantaban a su paso.
—¿Por qué nos miran así? Seguro que mi vestido es horrible.
—Ja, ja, ja no les prestes atención, estas para comerte entera—la frase
llevaba doble lectura y ella lo entendió.
—¡Lucas!
—Luego. —Eso fue una declaración de intenciones.
La cena era espectacular, Lucas no había escatimado a la hora de pedir.
—Ya no puedo comer más.
—No lo creo, ahora viene el caviar.
—Para mí no, si como algo más reviento dentro del vestido—la cena
estaba siendo una agradable velada. Ambos estaban relajados.
—Buenas noches.
Una pareja se había detenido al pasar junto a su mesa, era el doctor
Dawson acompañado por una joven morena.
—¡Robert!—Mara se alegraba de volver a ver a su amigo, se levantó y
lo besó con cariño. Gracias a él su pequeño estaba curado— ¿Te acuerdas de
Lucas Wells?
Los dos hombres se evaluaron con la mirada.
—Señor Wells—el médico fue el primero en hablar.
—Lucas, por favor. —¿Por qué se sentía celoso? No era sino un simple
compañero de trabajo de ella— ¿Les apetece una copa con nosotros?
—No quisiéramos molestar, parece que celebran ustedes algo…—el
hombre se había fijado en la botella de champán de la mesa.
—Sí. —Lucas era un macho dominante y debía marcar bien su
territorio y con él a su hembra. No tenía nada en contra del joven pero no
estaba de más avisar—Nos casamos el domingo.
Si al recién llegado aquella noticia lo sorprendió lo disimuló muy bien.
Los cuatro tomaron asiento de nuevo, el medico presentó a su
acompañante como una vieja amiga de la universidad.
—Alice y yo nos encontramos por casualidad hace unos días y
decidimos salir a cenar para celebrarlo.
Media hora más tarde la música comenzó a sonar el en salón y pareció
ser el momento de despedirse. Una invitación para visitarlos en su casa fue
la promesa que hizo Lucas al médico.
—Vamos. —Más que una petición sonó a orden, Lucas se había
levantado y le estaba retirando la silla.
—¡No! no se me da bien bailar. —Y era verdad, aunque tampoco le
apetecía seguir siendo el centro de las miradas que les dirigían algunos de
los presentes.
—No te preocupes…yo te sujeto. —Esas palabras iban con doble
sentido.
Mara se dejó llevar por la pista con absoluta maestría por parte de su
pareja de baile, para ella fue fácil relajarse entre sus fuertes brazos.
La oscuridad del salón era perfecta para la tarea que se traía Lucas
entre manos. Su pelvis se frotaba contra ella eróticamente haciéndola gemir
suavemente.
—Umm…
Las manos fueron bajando lentamente por la espalda dejando un rastro
ardiente tras de sí, al llegar a la curva redondeadas de sus glúteos hizo
círculos en ellos.
—¡Lucas!—el citado hizo caso omiso de sus quejas y la apretaba más
contra la erección oculta por sus pantalones. Separándola un poco capturó
su boca y el beso fue tan sensual que hasta él estuvo a punto de tener allí
mismo un orgasmo— Creo que deberíamos irnos. —Con voz ronca por el
deseo contenido puso punto y final al baile y se encaminó con ella hasta su
mesa. Estaba sudando.
Mara sentía que las piernas no la aguantarían, estaba temblando y creía
que todo el mundo la miraba.
Lucas apuró la copa de champan de un solo trago.
—Esta noche dormimos aquí. —Aquello no era una pregunta ni una
sugerencia. Fue lo que quería que fuera, una decisión.
—¿Bromeas verdad?
—No.
—No podemos, los niños…
—Ya está todo arreglado, relájate. La canguro lo sabe y se quedará
hasta mañana.
—Mi ropa. —El dedo sobre sus labios la hizo callar.
Mara aceptó la mano que él le estaba ofreciendo para salir de allí.
Mientras caminaban podía admirar el lugar. Todo lujo y belleza. Al parecer
Lucas era conocido en el hotel por que los trabajadores enseguida iban a
atenderlos— Buenas noches señor Wells, su habitación está preparada
Al llegar Mara pudo ver lo bonita que era la habitación. Las cortinas
estaban abiertas y se podían ver las luces de la ciudad brillando alegremente.
Sobre la mesa había una fuente con fresas frescas, nata y una botella de
champan enfriándose.
La puerta del balcón estaba abierta, se quitó los zapatos y salió para
admirar tanta belleza. Tras ella pudo sentir el aliento del hombre en su nuca,
no lo había oído llegar.
—¿Te apetece darte un baño en el jacuzzi?
—No. —seguramente el champan se le había subido a la cabeza y le
nublaba el pensamiento, tenía la intención de ser ella quien tomara la
iniciativa esa noche. Girándose hacia él puso las palmas de sus manos en el
fuerte pecho de Lucas. Los dedos de Mara comenzaron a desabrochar los
botones de la camisa y pudo ver como la piel del hombre se erizaba al
contacto de sus manos.
Ella arañó con suavidad la piel alrededor de sus pezones y lo sintió
temblar. Se puso de puntillas para llegar y besó suavemente la comisura de
sus labios.
Lucas se estaba dejando querer, le gustaba y lo excitaba que fuera ella
quien le hiciera el amor a él.
Su único gesto fue encaminarse al abrigo de la habitación con ella
cogida de la mano.
La piel de él reaccionó cuando los dedos de Mara llegaron a la cintura
de su pantalón y comenzó a desabrochar el cinturón. Lo siguió el botón y la
cremallera.
—¡Mara!
Lucas podía intuir que la tenue luz de la estancia hacía que aflorara su
valentía, siempre era él quien tomaba la iniciativa en lo que al sexo se
refería, estaba encantado de que ella quisiera explorar con su cuerpo…vaya,
encantadísimo.
La mano se deslizó por debajo de los calzoncillos envolviendo su
erección.
—Oh...
Aquella tortura estaba matando al hombre que se resistía a tomar el
control de la situación, echó la cabeza hacia atrás mientras ella seguía
explorando su miembro.
—¿Te hago daño?
—Umm…me estas matando—esas palabras llegaron con un gemido
gutural, estaba palpitante y caliente por el deseo.
La lengua de Mara recorría con sensualidad el contorno de los labios
de hombre, le mordió con suavidad el labio inferior y luego lo besó de
forma tan profunda que tuvo que agarrarse a él para no caerse.
—Pequeña ¿vas a seguir torturándome?
—Ja, ja. El gran Lucas Wells sometido.
Con dos movimientos Lucas se quitó la ropa quedando completamente
desnudo a la vista de Mara.
—Bonito cuerpo.
—¡Joder! Todo esto para decirme que te gusta mi cuerpo ¡ven aquí ya!
—La cosa no funciona así. —Ya tendría tiempo de recapacitar en su
actuación de esa noche pero ese momento era el justo para disfrutar de su
valentía. Poco a poco comenzó a quitarse la ropa dente de él, quedó
solamente con las pequeñas bragas negras.
—Mara…ven aquí. Por favor.
En vez de acceder a su petición se acercó a la mesa y cogió las fresas y
la nata y se acercó a la cama.
Lucas empezaba a creer que su intención era matarlo, estaba temblando
en la cama, empalmado y a ella solo se le ocurría pasearse desnuda con
fresas y nata delante de él. La visión de sus pechos moviéndose sin presión
de ninguna prenda era lo más excitante que jamás hubiera imaginado.
Ante la intención que estaba intuyendo por parte de Lucas ella negó
con la cabeza.
—No, deberás dejarme a mí. Hoy me toca a mí disfrutar.
¿Qué puñetas tenía el champan que se había tomado? No reconocía a la
mujer tímida y a veces avergonzada en sus momentos íntimos.
Durante un rato ella lo torturó, lo besaba sin dejar que él la tocara. Le
dio de comer fresas con nata. No quedó en el cuerpo parte del hombre que
no hubiera pasado por su boca. Tal como él había hecho muchas veces.
La locura llegó al momento máximo cuando con un dedo extendió un
poco de nata por su hinchado miembro.
—¡Dios mío!—estaba seguro que no vería amanecer un nuevo día
después de aquello.
Mara quería devolverle todos y cada uno de los momentos en el que él
la había hecho gritar de placer. No era boba, había visto películas y sabía
que lo que estaba haciendo era normal y placentero sobre todo para él.
La lengua comenzó a lamer la nata con autentico deleite, oírlo gemir le
daba fuerzas para jugar con él. Lo acogió dentro de su boca hasta que ya no
pudo más.
Lucas sentía que le estaba haciendo el amor con la boca, ya no podría
aguantar mucho más.
—Quiero estar dentro de ti ya…no puedo más o me corro aquí mismo,
en tu boca.
Mara se situó a horcajadas sobre él, antes de dejarse penetrar por él se
acercó a su boca y lo besó.
Acomodándose a esa nueva sensación se mantuvo quieta hasta que
Lucas tomó las riendas.
Colocando las manos en sus caderas comenzó a marcar el ritmo que
debía seguir. La levantaba y la dejaba caer de nuevo cada vez con más
rapidez. Cerró los ojos y se dejó llevar por un gemido.
El cuerpo de Lucas se tensó haciendo que ella sintiera una contracción
intima. Cuando él se estremeció, el espasmo al derramarse dentro de ella los
sumió a los dos en una espiral de sacudidas de placer.
Sin dejarla mover ni un ápice la abrazó sobre su pecho y la mantuvo
allí hasta que protestó por la postura.
—Lucas…Lucas…—al parecer se había dormido
—No te muevas…—el movimiento de ella había despertado de nuevo
la lívido del hombre. Comenzó a moverse en círculos mientras la
enderezaba sobre su cintura, con las manos abarcó sus pechos hasta que los
sintió endurecerse bajo su manos—Muévete para mi…
Mientras la sentía vibrar sobre su miembro los dedos se movían al
mismo tiempo entre los pliegues de su sexo.
Fue intenso y salvaje.
Todo terminó en un largo beso que escondía muchas palabras sin
pronunciar de ambas partes.
Amaba a esa loca inconformista y por dios que haría que ella sintiera lo
mismo por él.






CAPÍTULO 15





El sábado fue un día de tranquilidad, Mara se decía a si misma que no
habían motivos para estar nerviosa. Veía a Lucas tan relajado después de
volver a casa aquella mañana que intentaba convencerse a sí misma que no
había nada de qué preocuparse.
Mientras ella se encargaba de la comida el hombre se tumbó
despreocupadamente sobre la alfombra a jugar con los niños. En algún
momento debieron aburrirse por que los tres se quedaron dormidos en el
suelo.
Lucas despertó por la incomodidad del lugar, no tenía ni idea de cuánto
tiempo durmió pero se sentía tranquilo. Dejó a los niños que seguían
durmiendo y se fue en busca de Mara, deambuló por toda la casa y no la
encontró.
Estaba descalzo, sin camisa y con un pantalón de hacer deporte. De esa
manera salió al jardín sin tener respuesta a su búsqueda. No había salido en
coche por que los dos estaban aparcados en la entrada de la casa.
La preocupación de no encontrarla lo hacía pensar cualquier cosa, tal
vez hubiera aprovechado para salir a caminar un rato pero no estaba muy
convencido de su propio pensamiento.
La segunda taza de café que se ponía le trajo una idea a su cabeza.
Tenía claro que ella no se hubiera ido sin los niños, por ese lado estaba
completamente tranquilo. Podía llamarla al móvil pero esperaría un rato
antes de hacerlo.
Dejó suavemente la taza en la mesa y salió de nuevo al jardín, abrió la
puerta del garaje y confirmó su sospecha con una media sonrisa; la moto no
estaba.
Las horas pasaban y la tranquilidad del principio comenzaban a
abandonar a Wells, estaba sorprendido consigo mismo por lo bien que le
iban las cosas con los niños. Les dio de comer y jugó con ellos, vieron
dibujos en la tele.
La tensa espera lo estaba matando.
Oscurecía cuando el inconfundible ruido de la Harley llegó a los oídos
del hombre que estaba sentado en el jardín. Un suspiro de tranquilidad
escapó de sus pulmones.
Mara aspiró, sabía que no estaba bien lo que había hecho y debía darle
una explicación que ni ella misma tenía.
Verlo allí tumbado en el suelo con los niños le removió las entrañas.
Nunca había creído en el destino, un día tuvo no sabía bien sin la suerte o la
desgracia de cruzarse en el camino de ese hombre.
Por él había llorado y sufrido.
Quería estar sola un par de horas antes de dar el paso que estaba a
punto de dar, necesitaba pensar y debía tener claro a quien quería engañar.
El olor a tabaco llegó hasta ella poniéndola en aviso que no estaba sola
en el jardín. Las pisadas de sus botas crujían sobre el pequeño camino de
piedras que la llevaba hasta su acompañante.
La tenue luz de una lámpara de led alumbraba al atractivo hombre que
la miraba con detenimiento a través del humo de su cigarro. Dos copas, una
llena y la otra vacía junto a una botella de vino reposaban sobre la mesa.
Su aspecto era tan diferente al que tenía por la mañana que el pulso de
Mara se aceleró nerviosamente, el polo celeste se ajustaba a cada centímetro
de su torso.
— Buenas noches.
Lucas no contestó, sin dejar de fumar entrecerró los ojos y la miró con
detenimiento de arriba abajo.
Siempre desde que supo que la moto era de ella había tenido la
curiosidad de verla ataviada para ello. Botas de caña, pantalón de cuero
negro, cazadora también de cuero negra. Un pañuelo rojo atado al cuello. El
casco y una pequeña mochila en la mano.
Tenía cara de cansada, los ojos hinchados daban una pista de que había
estado llorando. Eso era algo que nunca podría esconder.
—Hola ¿estás bien?
Mara se afanaba por dejar las cosas en el suelo, las manos le temblaban
y era incapaz de desabrochar la chaqueta.
—Deja que te ayude —Lucas se había acercado a ella y poco a poco
comenzó a bajar la cremallera. Lo hacía despacio, más de lo que era
necesario. Cuando la cremallera estuvo del todo abierta metió las manos por
dentro y la abrazó por la cintura acercándola más a él—. Me tenías
preocupado…jamás vuelvas a hacerme eso.
Los labios con sabor a vino se apoderaron de la boca de ella, fue un
beso lleno de ternura.
—Siéntate ¿te apetece una copa de vino?
Mara asintió y se sentó frente a él.
—Lucas…yo… —quería explicarle pero no encontraba las palabras.
—No quiero saber nada, me basta con saber que estas bien.
—Ya, pero a mí no me vale eso. Quiero hablar y tú me vas a escuchar.
El hombre le hizo un gesto con las manos que le dio a entender que
estaba de acuerdo.
—Hoy cuando te vi con los niños me entró pánico, te veo con ellos y
siento miedo de que esto no salga bien y de que ellos sufran por culpa
nuestra.
—Eso no pasará nunca.
—Tú no puedes asegurar eso, nuestra relación está basada en el sexo y
eso no sustenta una familia. Quiero pensar que podemos tener algo más que
noches de pasión —esas palabras le recordaron la noche pasada. Cualquier
escena de película que ella hubiera visto quedaba pequeña ante aquel
recuerdo—, por muchas vueltas que le doy no consigo entender esta
relación si es que podemos llamarla así. Estas horas, alejada de ti no me han
servido nada más que para no sacarte de mi pensamiento. Tú ganas Lucas.
—¿A qué te refieres con que yo gano?—aquello le interesaba.
—Me casaré mañana contigo y pondré todo de mi parte para que esto
funcione. No te puedo prometer que sea fácil. Vengo de ver el matrimonio
de mis padres, los he visto discutir a matarse pero jamás han dormido
separados, siempre se arreglaban antes de compartir lo que para ellos es
sagrado…su cama. Con esto quiero decirte que una vez que estemos
casados nuestra cama será sagrada. Tu fama de mujeriego es sabida por todo
el país, si piensas que no serás capaz de respetar lo que significa el
matrimonio aunque sea por obligación como será el nuestro estamos a
tiempo de cambiar de opinión.
¡Vaya! Lucas estaba atónito escuchándola, era otra de esas veces que lo
dejaba sin palabras.
—Pues no sé qué decirte.
—No quiero que me prometas amor eterno —un hombre como él no
sería capaz de hacerlo—, si en algún momento te das cuenta de que has
cometido un error casándote conmigo quiero ser la primera en saberlo, no
me gustaría enterarme por los chisme de nadie.
Lucas no recordaba cuanto tiempo hacía que no fumaba tan seguido
como estaba haciéndolo en esos momentos, en tan solo unos minutos ya
había encendido tres cigarros. La escuchaba hablar tan convencida de sus
palabras que no era capaz de rebatirla.
—¿Y qué puedo esperar yo de ti princesa?
Mara notó sorna en aquellas palabras pero el aciago recuerdo del
pasado empañó el momento, pensar en volver a vivirlo la hizo saltar como
un resorte de la silla—Creo que…
Wells también se dio cuenta de su error y se levantó más rápido que
ella.
—¡Espera, deja que te explique!
—No hace falta.
—¡Maldita sea! Era una forma de hablar. Lo siento. Joder…vamos a
tener la última pelea de solteros. Mira, ya te dije un día que eras la única
mujer con la que me iba a casar y por supuesto sé que si tuviera alguna duda
sobre ti no lo haría.
El tenso momento duró unos instantes en los que ambos se miraban
directamente a los ojos. Al final Mara volvió a sentarse y aceptó la copa de
vino que él le ofrecía.
Lucas quería borrar el mal momento y se atrevió a preguntar por la ruta
que había tomado cuando salió en la mañana. Poco a poco la conversación
fue tranquilizando los ánimos.
—Pues yo te diré que mi día no fue tan malo. Los chicos se portaron
como campeones y el único inconveniente es que con ellos solo hablo yo...y
me contesto yo.
Aquello sacó una sonrisa de la cara de Mara.
—A mí me hubiera gustado poder hablar con mi madre, pero no hubo
suerte.
Aquello atrajo la atención del hombre.
—¿La llamaste?
Mara negó con la cabeza.
—Fui hasta su casa pero no estaban. Me resultó extraño pero ya
volveré otro día. Seguramente estaría visitando a algún familiar.
Los dos estuvieron bajo el cielo estrellado casi una hora hablando
relajadamente, al final un bostezo de ella puso fin a la velada.
—¿Qué te parece si me doy una ducha y luego cenamos?
Los ojos de Wells daban a entender que la idea de la ducha y algo más
que comida entraban en sus planes…pero no, tenía que contenerse.
—Esta noche no.
—¿No te apetece cenar?
—Si…pero no comida precisamente.
—¡Ohh!
—Esta noche duermo en el hotel. No nos veremos hasta mañana.
—¡Que dices! Eso no es necesario.
—Lo es, por lo menos es la idea de mi madre, cuando mis hermanas se
han casado la última noche debían dormir separadas de sus novios.
—Pero la nuestra no es una boda normal y corriente.
—Será tu boda y punto. —Ya estaba levantado y le tendía la mano para
que ella hiciera lo mismo. Las grandes manos estaban acostumbradas a
recorrer el cuerpo de la chica con mucha destreza, conocía cada rincón del
cuerpo y esa noche eran incapaz de apartarse de ella. Los dedos dibujaron
los ojos cerrados, las cejas bien delineadas, las mejillas para luego perderse
en su cabeza. Estaba tan acostumbrado a verla con el pelo corto que ahora
que lo tenía algo más largo sus dedos masajeaban la cabeza haciéndola
ronronear de placer.
Si no se iba ya estaba seguro que no cumpliría su palabra de dormir en
el hotel esa noche.
—Me voy ya, mañana pasará un coche a recogerte a las nueve —
hablaba pegado a la boca de ella—, descansa. —Si la besaba sabía que no se
iría. La soltó de mala gana.
Mara estaba estática, todavía sentía el calor se las manos en su cara.
Sabía que tenía que decir algo pero no tenía claro el qué.
—No quiero que te vayas
El hombre estaba parado frente a ella con las manos en los bolsillos de
sus vaqueros, no contaba con que le pidiera que se quedara; aquello lo
cambiaba todo. Su pierna daba pequeños golpes en el suelo.
—Dame una razón.
Aguardó unos segundos, ella seguía en silencio y él no pensaba
obligarla. Al parecer no estaba preparada.
Lucas ya había recorrido la mitad del camino que lo separaba de su
coche cuando se paró en seco, los treinta y siete años que tenía a su espalda,
la experiencia y más de un dolor de cabeza por culpa de las mujeres le
hicieron hervir la sangre. Ya estaba bien de juegos, era el momento de poner
las cosas en su lugar.
De cuatro pasos llegó de nuevo hasta dónde ella esperaba con los ojos
como platos al ver la expresión de su cara.
—¡Lucas!
—¡Ni Lucas ni hostias !—se había prometido hablar bien delante de
ella pero ya estaba harto de tanto rodeo— Te di la oportunidad y te callaste,
pues bien…tú lo has querido. Me tienes loco, sé que en algún lugar tiene
que haber un antepasado mío que quiso vengarse de mí sentándote a mi lado
en el avión —la había agarrado de los hombros y se miraban a los ojos—,
no puedo vivir sin ti, creí que te había perdido por mi estupidez. No sé si
seré capaz de vivir los años suficientes para poder arrepentirme del daño que
te hice, mataré con mis manos a quien se atreva a dañarte. Te amo Mara
Rivera, me desquicias, me atormentas, me matas poco a poco cuando estas
cerca de mí y cuando no lo estas también porque solo deseo tenerte cerca.
No sé cuáles son tus sentimientos hacia mí y no quiero forzarte a decir algo
para lo que no estas preparada, pero solo quiero que no te olvides de esto. —
Muchos habían sido los besos entre ellos pero aquel fue distinto. Lucas
traspasó cualquier barrera que se interpusiera entre ellos con la dulzura y
amor que desprendía ese gesto hacia ella.
—Descansa y deja que yo me ocupe de hacerte feliz.
La sangre había abandonado el cuerpo de Mara tras la partida de Lucas.
La confesión de que la amaba era tan repentina que no podía
reaccionar, lloraba en silencio recordando esas palabras…me ama.


CAPÍTULO 16





El día de la boda había llegado, la novia había descansado poco o nada.
Ya se había acostumbrado a dormir acompañada que esa noche la cama se le
había antojado enorme y muy fría. A las seis de la mañana se había decidido
a levantarse, era un suplicio estar acostada con los nervios que tenía.
Una ducha para espabilarse, un vistazo a los niños y se encaminó a la
cocina, necesitaba el primer café de la mañana.
Sentada en la solitaria cocina recordaba los acontecimientos de la
noche y seguía sin creérselos aun. No quería hacerse ilusiones…no todavía.
¡Dios mío, estás loca! Era lo que se le venía a la boca al mirarse al
espejo. Su familia desde que ella era niña la había escuchado decir que el
día que se casara no lo haría como las demás novias, ese momento había
llegado y ella pensaba cumplir su palabra. Tal vez se arrepentía de no
haberlos invitado.
El día en que Lucas la había obligado a ir de compras no tenía pensado
comprarse nada especial para ese momento, solo el hecho que él se lo
pidiera la había hecho cambiar de opinión.
Cuando lo vio colgado de la percha supo que era su vestido.
Corría afanada, los niños estaban preparados y tranquilos viendo la
televisión, ella se movía inquieta ya faltaba poco para que llegara el coche.
Puntual, a las nueve sonó el timbre de la puerta. El uniformado chofer
la ayudó solicito a instalar a los pequeños en sus sillas y a emprender el
viaje.
Mara se retorcía las manos mientras miraba por la ventanilla del coche,
sus uñas recién pintadas corrían el riesgo de perder la pintura de tanto
retorcérselas y daba vueltas a su anillo de compromiso.
Media hora más tarde llegaban al hotel.
La siguiente sorpresa que se llevó al ver quien la esperaba al bajarse
del coche.
—¡Dom!¿qué haces aquí?
—¡Madre mía! No me perdería la cara de mi hermano por nada del
mundo. Estás muy guapa cariño.
Adoraba a ese loco, siempre le estaría agradecida por la felicidad de su
amiga.
Mientras que una de las niñeras del hotel se hacía cargo de los niños
ellos entraron hasta un salón.
—Dominic, esto no es lo que yo esperaba.
—Vamos a ver nena, es el día de tu boda y tendrás que esperar
cualquier cosa. Déjame que vuelva a repetirte que me tienes sin palabras.
Estás…radiante.
Las lágrimas amenazaron con inundar los ojos de ella, hasta la
confesión de Lucas ella había imaginado aquel momento como algo
surrealista.
—Te ofrecería mi brazo…pero si lo hiciera no podría admirarte al
caminar. —Dominic amaba a su mujer, para él ella era la más hermosa del
mundo y en su estado todavía más, pero era un hombre y sabía apreciar la
belleza de otra mujer. Estaba atónito, verla subida en aquellos enormes
tacones y tan elegante que era un placer para cualquier hombre, estaba
deseando ver la cara de su hermano cuando se encontrara con ella, ¡si señor!
Valdría la pena estar cerca de él.
—¡Dominic!
El hombre se dedicó a encogerse de hombros y a poner los ojos en
blanco.
—Es el privilegio de ser el padrino. Tu primero.
Mara sabía que no había nada obsceno en las palabras ni en la mirada
de su futuro cuñado, traspasó la puerta que amablemente un botones del
hotel abría para ellos. Ella se dedicó a seguir a los dos hombres por un
pasillo que desgraciadamente no le traía buenos recuerdos, se dirigían al
salón en el que un día escuchó aquellas palabras que tanto daño le habían
causado.
—¿Estás seguro que es aquí?—Realmente no sabía nada de nada del
tema, solo una vez había preguntado y Lucas le dijo que ya se enteraría
cuando llegara el momento.
—Completamente… ¿estás preparada?
—Sí. —ella misma se había asustado de la rotundidad de su contesta,
había llegado el momento.
—Antes de entrar quiero decirte algo. Me alegro de que tú y mi
hermano hayan arreglado sus problemas. Es un buen hermano, a veces
piensa que es un burro de carga y decide cargar con los problemas de todo el
mundo y tú mejor que nadie lo sabes, pero es un buen tipo. Desde que tú
volviste es otra persona. Reconozco que no me alegre verte con él pero sé
que ustedes están hechos para estar juntos desde el primer día ¿vamos?
Mara tardó algunos segundos para reponerse de las palabras de Dom, al
asentir con su cabeza el muchacho que los había acompañado hasta allí tocó
suavemente para luego abrir las dos puertas de par en par.
El rumor de voces se acalló repentinamente al aparecer la novia,
muchos fueron los ojos que se dirigieron hasta ella.
Una gran alfombra azul trazaba el camino que debía llevarla hasta la
figura que permanecía de espaldas a ella, Mara no podía creer que Lucas se
hubiera atrevido a invitar a nadie cuando ella le había dicho que no.
¿Rabia? ¿Incredulidad? Sorpresa y emoción, ahora comprendió porque
sus padres no estaban en su casa cuando fue a visitarlos. Allí estaba su
familia al completo, sus padres la miraban con lágrimas en los ojos, sus
hermanos sonreían de placer…había cumplido su amenaza.
Al otro lado del pasillo estaba la familia Wells, aquellos que un día
fueron testigos de la humillación que recibiera por parte de Lucas ahora la
miraban con asombro y admiración. Cada una de las abuelas tenía en brazos
a uno de los niños.
Maggie lucía su embarazo en la primera fila, trataba con poco acierto
que su maquillaje no se estropeara con el llanto. Estaba tan orgullosa de su
amiga.
Todos los invitados exclamaban ante la novia, todos menos el novio
que no se había girado aún.

Lucas había pasado una de las peores noches de su vida, incapaz de
dormir fue a correr por la playa, se dio un baño en las frías aguas tratando de
alejar de su cabeza la promesa de dormir separados. Había llegado a
conocerla lo suficiente para saber que acudiría a la cita y tenía la completa
seguridad de que lo dejaría sin palabras.
Contaba con la ayuda suficiente para saber que todo saldría bien, su
cuñada se había implicado en lo referente a los familiares de Mara, todo
bajo la promesa de disimular lo mejor posible, ella no debería darse cuenta
de nada.
Por otro lado todas sus hermanas habían llegado el día antes
acompañadas de su madre, había tenido que amenazarlas para que no se
presentaran en su casa y rompieran la sorpresa.

Aunque pisaba sobre la alfombra podía oír sus pasos acercándose a él,
su perfume impregnaba el ambiente.
El gran y todopoderoso Lucas Wells se dio la vuelta para recibir a su
futura esposa, cualquier pensamiento sobre ese momento quedó en el
olvido. Ante él tenía a una mujer que como siempre que la tenía cerca lo
volvió a dejar sin palabras.
Lucas la miro de abajo arriba.
La visión de la mujer que amaba enfundada en un hermoso vestido rojo
le produjo una gran sonrisa.
Mara esperaba impaciente a que el escrutinio al que la estaba
sometiendo terminara, ella había pensado en que solo serían ellos dos y por
eso había elegido aquel atuendo.
El vestido de encaje se ajustaba a sus generosas curvas, de cuello
redondo y mangas hasta el codo llegaba hasta poco más allá de las rodillas,
en la cintura tenía un broche plateado. Las torneadas piernas dentro de unos
altos zapatos rojos de tacón.
Se había maquillado suavemente y en su cabeza llevaba una fina
diadema que le daba el toque perfecto. Un pequeño bolso de mano, los
pendientes y ninguna joya más.
Lucas extendió la mano hacia ella, aun con tacones seguía siendo más
baja que él. Agarrada de la mano la hizo girar sobre sí misma como en una
pirueta de baile, arrancando los aplausos de los presentes.
—¡Lucas!
La ceremonia duro apenas una hora en los que Mara sin saber bien
como su ya marido se las había arreglado para encontrar un cura dispuesto a
casarlos allí, en aquel salón. Ya se lo preguntaría más tarde.
El momento de los votos fue seguido en silencio por las familias, había
emoción y compromiso por los dos—Yo Lucas Wells, prometo amarte y
respetarte en la salud y la enfermedad en la riqueza y en la pobreza todos los
días de mi vida, hasta que la muerte nos separe—las palabras las decía
mientras colocaba la alianza en el dedo de ella.
Mara repitió los mismos votos—Yo Mara Rivera…—colocó también el
anillo en el dedo de su marido y ante su sorpresa el no volvió a soltarle la
mano.
—Puedes besar a la novia.
Aunque Lucas sabía que todos los presentes miraban con curiosidad
sus gestos, no pensaba terminar la boda sin darse el gusto de tener la última
palabra.
Y vaya que si la besó, hasta que la sintió temblar bajo sus labios.
Aplausos, gritos y besos. Felicitaciones y parabienes para los recién
casados.
Todos juntos pasaron a otro salón dónde se había preparado una
pequeña comida familiar.
Mara tuvo la oportunidad de poder abrazar a toda su familia, se
emocionó con sus padres y se enteró de como su marido los había llamado
personalmente para comunicarles el día de la boda y de que él se ocuparía
de todo.
Casi no había vuelto a ver a los niños desde que llegaron, entre tantas
manos era imposible verlos, todos querían cogerlos.
—Señora Wells.
Aquella voz ronca y sugerente refiriéndose a ella por su nuevo apellido
erizó la piel de su espalda, estaba de espaldas a él mientras se tomaba un
refresco cuando él llegó sin esperarlo.
Se decía que la ropa no hacía al hombre y en ese caso era
completamente cierto, el traje gris con pequeñas rayas negras, la camisa azul
y la corbata a juego, todo junto hacían, a Lucas Wells.
—¡Hola!
—¿Qué tal estas?
—Bien gracias. Quería darte las gracias por traer a mi familia, ahora ya
sé por qué no estaban en su casa…
—Ja,ja,ja. Me los encontré por casualidad y los invité.
—Que gracioso eres —se lo veía relajado—, estás muy guapo.
—¡Bah! Como siempre, tu sí que estás espectacular. — Aprovechó el
momento para cogerle la mano y besarle la palma.
Durante un buen rato estuvieron charlando con cada uno de sus
familiares, los padres de Mara solo sabían alabar el buen trato recibido por
su nuevo yerno. Los hermanos de ella algunos muy jóvenes, también
estaban contentos de ver a su hermana tan feliz. La mayor sorpresa para
todos fue conocer finalmente a los niños.
La parte de la familia Wells tampoco se quedó atrás en sus
felicitaciones, las nuevas cuñadas querían saber todo sobre esa relación tan
sorprendente.
Martha quiso mostrar su cariño a su nueva nuera.
—Querida, estas muy guapa. Me alegro de tenerte en mi familia.—
Tenía una pequeña caja en las manos y se la ofreció— me gustaría que
aceptaras este regalo.
—Señora Wells…
—¡No! mi nombre es Martha. Señora suena a persona mayor.
—Ja,ja. Martha, no hace falta que me regales nada.
—Por favor, quiero que lo aceptes.
Mara cogió la caja y la abrió y a todo eso su marido observaba en
silencio. Dentro había una pulsera con pequeñas piedras azules que parecían
zafiros.
—Me gustaría que tú la tuvieras, es el primer regalo que recibí de mi
hijo, yo sé que él no se enfadará porque te la regale a ti.
El gran hombre estaba emocionado por el gesto de su madre, en su
momento había pagado mucho dinero por esa pulsera y le alegraba que su
madre quisiera que ella la tuviera.
—Yo —sabía que si se negaba estaría ofendiéndolos a los dos—,
gracias, la guardaré con mucho cuidado.
—¡Qué horror! No la guardes, póntela y lúcela.
La fiesta estaba en su apogeo, nadie parecía cansado y la música
comenzaba a sonar.
—¿Eres feliz?—las dos amigas habían salido al jardín y estaban
sentadas tranquilamente alejadas del escándalo de la fiesta— ¿Qué pasó
para que hoy esté en tu boda con él? Entiende lo que quiero decirte, estoy
feliz por ti y por él porque después de mi marido él es el hombre más
importante en mi vida. Pero te vi sufrir mucho por su culpa. —Maggie
intuía los sentimientos de su amiga pero quería oírselos a ella.
—No lo sé amiga, no sé cómo hemos llegado a esto. Pensé que ya no
había oportunidad de volver a encontrarme de nuevo con él, pero pasó. Pasó
y estoy feliz, creo que siempre he estado enamorada de él, me gustaría tener
una bola de cristal que me enseñara como será nuestra vida a partir de hoy.
Es un hombre exasperante algunas veces, tierno con los niños y paciente
conmigo. Voy a intentar ser feliz.
—Pero no me has contestado ¿lo amas?
El silencio de Mara podía llevar a malos entendidos sobre todo para el
tercer espectador de aquel momento, pero su contestación fue rotunda.
—Sí.
Todo había sido preparado en honor de la novia incluida la música, los
acordes de bed of roses de Bon Jovi comenzó a sonar y fue un momento de
la boda. Los niños hacían rato que se habían marchado a descansar y los
mayores disfrutaban del baile.
Mara se dejó llevar por los brazos de su marido, sabían que no estaban
solos y que por supuesto todas las miradas los seguían sin perder detalle.
—Joder ¿sería de mala educación marcharnos ya? —Lucas quería irse
ya, en otras circunstancias ya lo habría hecho.
—Me temo que sí —ella también estaba cansada—, te vi hablando con
mi padre ¿Qué te decía?
—Umm, recuerdo que te dije que compraras algo bonito para esta
noche ¿me hiciste el gusto?
—¡Lucas! — el hombre estaba mordisqueándole el lóbulo de la oreja—
Por favor, ¿qué te dijo mi padre?
—Que me mataría si te hacía sufrir, que entre él y tus hermanos me
harían desaparecer.
—¡Vaya!
—Quiero irme ya…y recibir mi regalo de bodas.
Esas palabras provocaron el sonrojo de Mara.
—Lo siento, no te he comprado nada.
—¿Para qué quiero regalos si ya te tengo a ti? Te desenvolveré
despacio, muy despacio y disfrutaré haciéndolo ¿nos vamos ya? — esas
palabras fueron coronadas con un beso que los dejó sin aliento a los dos.
El hormigueo que recorrió a Mara fue tan intenso como el de su marido
esperando el momento.
Lucas ya se había hartado de tanta fiesta y tanta sonrisa. Haciendo
sonar una cuchara contra su copa logró la atención de toda su gran familia.
—Quiero que me presten atención. Estoy muy orgulloso de verlos a
todos aquí reunidos, ustedes son mi familia y me alegra que hayan venido a
compartir este feliz momento con nosotros. En nombre de mi esposa y el
mío deseo agradecerles su presencia. La fiesta continúa para ustedes pero
nosotros nos retiramos ya.
Aquello fue seguido de gritos y aplausos por la familia.
Uno a uno se fueron despidiendo de la pareja con la promesa de
encontrarse al día siguiente.
La suite nupcial estaba preparada la recibir a sus huéspedes, la botella
de champán en su punto les dio la bienvenida al entrar.
Mara esperó a que Lucas sirviera el líquido en ambas copas y le
entregara la suya.
—Quiero brindar por ti. Por nosotros y sobre todo por qué haré lo que
esté en mi mano para que seas la mujer más feliz del mundo.





CAPÍTULO 17





Para Mara aquello solo pasaba en las novelas de la televisión, un
apuesto hombre con el que se acababa de casar y que mientras le servía la
bebida prometía tantas cosas con la mirada…
En los brazos de su marido fue capaz de suplicar por la agonía que para
ella estaba siendo al sentir las manos y la boca de Lucas por cada
centímetro de su cuerpo.
Mara tembló al sentir como la boca la boca trazaba un sendero hacia su
pecho y succionaba el pezón con los labios.
Le besó la cintura, el vientre y después, siguió más abajo…hasta el
lugar más íntimo de su cuerpo.
Al primer toque de su lengua ella subió en una espiral cada vez más
alta, hasta que estalló embargada de éxtasis.
Recuperada algunos minutos más tarde ella decidió devolver las
mismas atenciones, lo besó y saboreó de la misma forma que él hiciera con
ella.
—Amor para…— la boca de Mara estaba a punto de matarlo. Lucas
reclamó su boca para un beso y ya al límite se abrió paso dentro de ella.
Hacía mucho tiempo en que no se molestaba en usar preservativos, de hecho
ni tenía. Luego comenzó a moverse en un ritmo sugerente que fue
creciendo hasta estallar juntos.
Las primeras horas como recién casados apenas durmieron, Lucas no
parecía saciarse de ella.
—¿Duermes?
Mara tardó en contestar, estaba en trance, quería seguir hablando con él
pero sus ojos ya acusaban la falta de sueño y de descanso.
—Casi. —Sus dedos acariciaban el vello que su marido tenía en el
pecho.
—Umm, pues dejaré para mañana tu regalo de bodas.
La mano abandonó aquella parte del cuerpo y fue bajando despacio
hasta encontrar el lugar que andaba buscando.
—¿Qué decías de un regalo?
—¡Oh! Eres…una arpía. —Abandonado completamente a la caricia
solo era capaz de gemir.
Mara no paraba en su empeño. Le gustaba verlo sometido a ella.
—Mañana…mañana, salimos de viaje.
—¿De viaje? Dijiste que no podías ahora. — Otra mentira de las que
ya le había contado, su presión sobre el erguido miembro se hizo más
efectiva.
—¡Joder! —de una patada toda la ropa de la cama quedó en el suelo,
tiró de ella y la sentó sobre su erección— Ahora veremos.

Tantos años levantándose al alba habían hecho de Lucas un hombre
anclado a un reloj invisible, sin mirar siquiera la hora sabía perfectamente
que eran las seis de la mañana, hora de levantarse. Su cuerpo estaba
acoplado a la espalda de Mara, con su brazo rodeaba la cintura y su aliento
resoplaba en la nuca. No quería despertarla, dejaría que descansara algunas
horas más. Tenía algunos papeles que revisar antes de salir de viaje de
novios.

Ya hacía rato que estaba despierta en la cama, cuando abrió los ojos y
vio que estaba sola se estiró perezosamente. Sentía vergüenza por estar
todavía acostada, quería darse una ducha y pasar a ver a los niños. También
estaba el asunto del viaje, tenía que hablar con Lucas a ver de qué se trataba.
Lo primero que encontró para taparse un poco fue la camisa de que había
llevado su marido en la boda, que casualmente apareció delante de ella.
Recién duchado, perfumado y ataviado solo por unos calzoncillos blancos.
No era la primera vez, pero en esa ocasión había algo diferente en su actitud
sobre todo al acercarse a ella.
—Buenos días.
Se paró frente a ella, inclinó la cabeza para besarla, larga y
profundamente y cuando el beso terminó sentenció.
—Ahora si son buenos días.
La pareja desayunaba tranquilamente en la habitación, los dos estaban
vestidos y hablaban de los planes para ese día.
—Como intenté decirte anoche y no me dejaste, hoy salimos un par de
días de viaje. No puedo prometerte mucho pero la próxima vez será mejor.
—Yo no necesito ningún viaje y tú lo sabes.
—Bueno, ese es tu pensamiento.
—Será un lugar al que podamos —el gesto que Lucas estaba haciendo
con la cabeza cortó la frase que trataba de decir.
—Ellos se quedan.
—¡No!
—Si, al lugar al que vamos no podemos llevarlos, hace mucho frío.
—¿Dónde vamos? Mientras que no sea en avión…
—Me temo que si es en avión.
Aquellas palabras le quitaron el hambre.
—Ven —con solo verle la cara sabía que no estaba muy contenta—,
por favor.
Mara se acercó hasta la silla dónde él estaba sentado y aceptó el
ofrecimiento de sentarse en sus rodillas.
—Deja de preocuparte por el avión, iremos en uno privado.
—¡Ja! Y ¿eso es mejor? Sigue siendo un avión.
—Eres cabezota, no va a pasar nada…te lo prometo —había un tema
que quería tratar con ella y le pareció un buen momento para ello—, amor…
quería hablar contigo de algo.
Cada vez que se dirigía a ella de aquella forma el estómago le daba un
brinco, parecía un hombre tan rudo y tan serio, que la hacía derretir con solo
una palabra—Tú dirás.
—Umm…veras, anoche sin querer escuché una conversación que
tuviste con Maggie. Te juro que no estaba espiándote. Yo…
—¿Te gustó lo que oíste?
—¿Perdona?
—Ya sabía que estabas allí, estabas fumando.
Eso era cierto, había salido a fumarse un cigarro cuando ellas llegaron,
sabía que si se movía del lugar se delataría así que esperó a que se fueran.
—Lo siento, no quería escuchar —tenerla en aquella posición, sentada
sobre sus rodillas y oliendo a jabón y perfume, no era nada bueno…no señor
—, ¿lo que le dijiste a Maggie era cierto?
Nunca había dudado de que ella sintiera algo por él pero siempre era
agradable escucharlo de su propia voz.
Mara trató de levantarse pero él se lo impidió sujetándola con fuerza
por la cintura.
—¿Sabes una cosa? Hubo un momento de mi vida en el que si hubiera
tenido valor suficiente para hacerlo podría haberte matado. Durante muchos
meses de mi vida traté de sacarte de mi cabeza…pero ¡no! tu ahí,
machacándome el cerebro. Si alguien me hubiera dicho que a la primera
persona que me iba a encontrar en mi vuelta eras tú, me habría quedado
dónde estaba. —Sabía lo que sentía, era la primera vez un hombre había
traspasado esa línea que ella misma se había interpuesto y tenía miedo de
expresarlo.
Lucas se dio cuenta del titubeo, él estaba seguro de sus sentimientos
hacia ella. Podía entender que no estuviera preparada para ello, no pensaba
en desistir en su empeño.
—Mara…voy a esperar a que estés preparada.
El momento tenso e incómodo lo dejó en silencio.
—Salimos en dos horas.
—No me has dicho a dónde todavía, además…—cualquier excusa era
válida para quedarse—el bebé de Maggie está a punto de nacer y tenemos
que estar aquí.
—No te preocupes por eso, estaremos aquí para ese día. No te
preocupes mucho por la ropa, tenemos que hacer escala en Nueva York y
allí podremos comprar ropa de abrigo.
—¿Escala? ¿Nueva York? —para su tormento lo único que consiguió
fue un beso arrebatador que la dejó temblando.
—¡Vamos!
Muchas fueron las lágrimas derramadas por Mara antes de aceptar
subirse al dichoso avión que los estaba esperando en el aeropuerto. Estaba
agradecida por el gesto de Lucas de hacer un viaje los dos, pero habría sido
más feliz quedándose en su casa con los niños.
Necesitaba el cariño de su familia, ellos se quedarían hasta que los
novios regresaran del viaje y así entre todos cuidarían de Kyle y Leo.
La familia Wells también había hecho frente común para que ella se
fuera tranquila.
—No pienso dar a luz hasta que tu no vuelvas—si el bebé se regía por
las cuentas todavía le faltarían tres semanas para nacer.
—Querida…cuando lo conoces es buena persona. Llevará bien el avión
—Dominic estaba devolviendo a su hermano algunas de las jugarretas que
él había recibido. Lo sentía por su cuñada.
—¡Eres un hijo de puta! —Lucas quería matarlo.
—¿Qué dijiste? —Mirando fijamente a Lucas lo quiso taladrar con la
mirada— ¿Tú vas a pilotar?
—Ja,ja, es una broma de mi querido hermano.
Fueron las dos horas más angustiosas para Mara, tenía que reconocer
que el vuelo estaba siendo tranquilo, su marido revisaba algunos papeles y
de vez en cuando le echaba una mirada.
Hubo tiempo para dormir un rato y para conversar sobre gustos y
aficiones, todo era válido para que se olvidara dónde estaba.
La noche les dio la bienvenida a la ciudad de los rascacielos.
—Es preciosa. —Ella nunca había estado en esa ciudad y debía
reconocer que la vista desde la habitación del hotel era de ensueño.
El ambiente navideño rondaba por todas partes, apenas quedaba un mes
para Navidad.
Lucas había preparado el viaje sin dejar nada al destino, la mejor
habitación, la mejor cena en un restaurante de moda.
Era increíble para Mara que dónde quiera que fueran su marido era
conocido por todo el mundo, ella sabía que era un hombre de éxito pero no
dejaba de asombrarla el respeto con el que se dirigían a él.
—Señor Wells bienvenido, señorita.
—Gracias Darrel, te presento a mi esposa. —Era la primera ocasión
que tenía de presentarla como su esposa.
El gerente arqueó las cejas en señal de asombro, muchas eran las
mujeres que acompañaban al señor Wells a su local y nunca repetía dos
veces con la misma, la noticia de que se había casado era cuanto menos
asombrosa.
—Es un placer señora.
El reservado al que los había llevado estaba alejado de los curiosos,
charlaron frente a una copa de champan y Mara se reía al escucharlo hablar
sobre sus travesuras de niño. Nunca habían tenido ese tipo de conversación
entre ellos y los dos estaban a gusto conociéndose.
—¿Bailamos?—sin esperar a que ella le contestara ya estaba en pie con
la mano extendida.
La pareja levantaba miradas a su paso, el hombre vestía pantalón negro
y camisa blanca de manga larga, su altura le daba la elegancia precisa para
levantar más de un suspiro. La mujer que se agarraba de su mano lucía con
mucho estilo un mono rosa palo con un elegante cinto atado a la cintura y
sandalias de tacón plateadas.
—¿En qué piensas? —Lucas era un experto bailarín, era una afición
que había heredado de su madre. La suave luz de la pista era adecuada para
dejarse llevar, hacía rato que los dos estaban en silencio. Temía que todo
hubiera cambiado entre ellos después de la boda, su afán por no volver a
perderla podía haberlo perjudicado— ¿Mara?
—Umm.
—Te quedaste callada de pronto.
Escuchaba esa voz en su oído y los sentidos se nublaban. ¿Por qué
tenía que ser todo tan difícil? No podía negar que lo amaba, ya sabía que él
sentía lo mismo por ella ¿entonces por qué tenía aquella angustia en el
corazón? Quería y deseaba pensar que el compromiso que tenían sería para
toda la vida, al entrar en el restaurante esa noche no pudo evitar ver la cara
que él hombre había puesto al saber que ella era su mujer, desde el principio
había tenido claro que por su vida habían pasado muchas mujeres pero
¿sería ella la última?. Sabía que no podría vivir con ese temor, pero no podía
evitarlo.
—No me pasa nada.
—Odio que me mientan.
—Ja,ja, yo no te miento.
—¿Estas segura, amor? —Lucas no obtuvo respuesta porque en ese
momento el flash de una cámara rompió el momento— Hijo de perra. —el
insultó entre dientes fue lo suficientemente claro para que ella lo oyera
también.
—Podemos irnos si quieres.
—No, no pienso dejar que me estropee la noche. —siguió bailando con
ella hasta que terminara la pieza. Bueno habría que darles lo que estaban
buscando.
Mara notó el enfado de Lucas, no le gustaba verlo así. Se apretó más
contra él y sintió rápidamente su reacción.
—Vámonos ya.
Estaba harto de los dichosos fotógrafos, no podía entender que tenía él
para ser tan interesante y que lo fotografiaran. Aceptó con buen agrado la
muestra de apoyo de su mujer y se dejó llevar por el deseo, buscó la boca y
la besó con ardor.
—Lucas…vamos ya.
Los dos dejaron el salón como habían llegado, de la mano mientras el
fotógrafo seguía con su objetivo en ellos.
Ya eran casi las once cuando entraron en la suite del hotel, Lucas fue al
grano.
—¿Me vas a contar que te pasa?
—Ya te lo dije, no me pasa nada.
Lucas arqueó las cejas.
—No te creo, pero está bien. No pienso volver a preguntártelo. —
Estaba irritado y molesto y al parecer ella iba a pagar ese mal humor.
Mara se encaró con él.
—Ya te lo dije un día Lucas, no eres dueño de mis pensamientos. No
puede pretender saber lo que pasa por mi cabeza durante todo el día.
—Como quieras, creo que voy al bar a tomarme una copa. —No esperó
a ver si ella contestaba, se marchó dejándola de pie en medio de la
habitación.
Casi sin tiempo para la reacción de Lucas y aun con el sin sabor de
aquellas palabras pudo sentir como se abría de nuevo la puerta y entraba
otra vez.
Arrastrando los pies con pesar y las manos en los bolsillos se acercó a
ella, en su cabeza martilleaban las palabras que le dijera tan solo unos días
atrás.
—¿Tendré que dormir en el sofá?
—¿Perdona? —No sabía si llorar o reírse
—Lo siento, me acabo de comportar como un estúpido. Me cabreó ver
al fotógrafo, mañana seremos pasto de los chismes de algún aburrido de la
vida. Eso es algo superior a mí.
—Umm. Me pensaré lo de mandarte al sofá—estaba claro que cuando
estaba cerca de él algo en su interior se revolucionaba—, ¿me ayudas con la
cremallera por favor?
Wells accedió a su petición y cuando trató de acercarse más a ella vio
cómo se alejaba un poco. Tragó saliva con dificultad cuando comprendió
sus intenciones, estaba desnudándose para él. Quedó en bragas, sujetador y
los tacones.
—No me importa salir en una foto. —Iba desabrochando los botones
de la camisa uno a uno— ¿Por qué dejar que alguien nos arruine la noche?
Las manos recorrieron el torso con cuidado para luego bajar al cinturón
y seguir con el botón de los pantalones.
Al momento estaba completamente desnudo y tiró de ella para rodar
los dos sobre la cama. La boca de Lucas mordía su pecho a través del
sujetador haciéndola vibrar. Siguió bajando despacio hasta que su boca llegó
al borde de las bragas y con los dientes tiró de ellas. Mara se retorcía bajo
las expertas caricias de su compañero.
Mara estaba a punto, Lucas exploraba su interior con el dedo mientras
la besaba sin tregua...la necesitaba ya, colocándose entre sus muslos se
frotaba contra ella haciéndola emitir el sonido que a él tanto le gustaba…
gemía por él.
Al unísono los dos comenzaron a moverse, estaban al borde del
precipicio y ella rodeaba la cintura con sus piernas; salía y entraba hasta que
atrapando con la boca sus gritos de placer llegaron juntos al final.
Tardaron varios segundos antes de volver a respirar con normalidad,
Lucas rodó hasta quedar acostado junto a ella que parecía estar quedándose
dormida y la tapó con la sabana, el día había sido ajetreado y era normal que
estuviera cansada, le dio un beso en la frente y trató de dormir el también.
—¿Lucas, duermes?—aunque estaban frente a frente no podía saber si
estaba dormido aunque tuviera los ojos cerrados.
—No.
Tardó en volver a decir…o mejor, hacer algo. Fue un beso suave sobre
los labios de su marido, no había más intención que la de acompañar a ese
gesto las palabras que tanto deseaba decir y que su boca se negaba a
pronunciar.
—Te quiero.
—Y yo a ti.
La siguiente y última mañana en Nueva York la dedicaron a pasear y a
comprar ropa de abrigo, se suponía que volverían a retomar el viaje por la
tarde.
—Dime dónde vamos. —Pero no había manera, él no soltaba prenda.
Compraron un abrigo, guantes y un sombrero que le quedaba bastante
bien.
—Me gusta. —A Wells le gustaba cualquier cosa que ella mirara luego
discutían un poco y acababan adquiriéndola.
Almorzaron en Gramercy Tavern, la lista de espera para poder comer
ahí era interminable pero la sola presencia de Lucas en la puerta fue
suficiente para tener mesa—¿Caula es el secreto?
—Ja,ja, ¿Qué secreto?
—El tuyo, con solo entrar en algún lugar los tienes a todos comiendo
de tu mano.
—Yo que soy irresistible amor…
Mara tuvo que poner los ojos en blanco antes de reírse de las
ocurrencias. Pidieron una ensalada para los dos, solomillo a la pimienta para
ella y un enorme chuletón para él—Tengo que recuperar las energías que
pierdo contigo—aquella alusión a las noches la hizo atragantar.

—¡Lucas, Lucas Wells! No puedo creérmelo.
El estómago de Mara se revolvió ante la rubia vestida de colegiala que
se acababa de parar frente a ellos, la cara de Lucas expresaba lo mismo.
—Helen, que casualidad encontrarte aquí.
La mujer obviaba adrede a Mara.
—Querido, me da tanta alegría volver a verte. Estoy haciendo una
compras con mis amigas —señaló a las tres mujeres que la acompañaban
igual de cómicamente vestidas…sin lugar a dudas todas sobrepasaban los
treinta y cinco largos—, que feliz soy de encontrarme contigo.
—Sí que es una gran casualidad encontrarnos aquí, ¿te acuerdas de
Mara?
La rubia le dedicó una mirada de desprecio digna de una película, se
quedó mirando su vestido azul con poco interés.
—¿Mara? umm, no sé, ¿de qué familia eres querida? ¿Cómo es tu
apellido? Seguramente te habré visto en alguna fiesta de papá.
—No lo creo señorita Bradford, mi apellido es Rivera.
La otra calló pensativa para luego dejar escapar un grito de espanto.
—¡Dios, claro! Tú fuiste criada en mi casa. Qué horror, te acuerdas
cuando te tiró los platos sucios en tu ropa cariño ¿Que hace una cocinera
como tú en Nueva York con Lucas Wells?
—Para Helen. —Lucas sabía de qué era capaz la rubia cuando se
enfadaba.
—Estoy de luna de miel. —Tenía que decirlo o la otra acabaría
comiéndose la ensalada con plato incluido.
—Uf, pues no empieza bien su matrimonio si ya está comiendo con
otro.
—Helen…
—No te preocupes, puedo defenderme sola —con la mano le hizo una
señal a su marido para que la dejara—. Verá señorita Bradford, seguro que
mi marido estará encantado de saber con quién estoy comiendo, es más
puedo asegurarlo al cien por cien. ¡Ah, perdón! Es que tenía que haber
empezado presentándome con mi nuevo apellido, ahora soy Mara Wells y a
mi marido pues ya lo conoce usted.
—Eso es mentira.
A Mara nunca le había caído bien aquella señorita mal educada, sabía
que ellos tuvieron lo suyo pero ya era pasado.
—Yo no miento —para darle veracidad a sus palabras extendió su
mano para que se pudiera ver bien su anillo de casada.
—¿Lucas, es cierto?
—Completamente, nos casamos hace tres días.
La rabia quedó grabada en la cara de Helen, dio media vuelta con sus
acompañantes y salió del local.
—Se me quitó el hambre.
—Me gustaría saber de dónde saque yo que tú necesitarías mi ayuda,
amor, contigo estoy en buenas manos.
—Tú y tus amistades.
—Te quiero Mara Wells.







CAPÍTULO 18





Por mucho que quisieron el encuentro con Helen Bradford los había
puesto de mal humor a los dos. Lucas creyó oportuno intentar excusar el
momento del restaurante pero ella se negó rotundamente.
—No quiero saber nada. Esa fue tu vida.
—Pero me gustaría que entendieras que hace tiempo que no sé nada de
ella.
—Lucas, no tienes que darme ninguna explicación, te lo digo de
verdad.
Ambos se habían cambiado de ropa y esperaban a que su coche llegara
a buscarlos para ir al aeropuerto
—Me gustaría llamar a casa antes de salir. —No entendía bien por qué,
o sí y no quería admitirlo, pero sentía ganas de llorar y a lo mejor hablar con
su madre la tranquilizara.
—Están bien, no te preocupes. —Esas palabras desataron una
tormenta.
—Yo sé que están bien, no hace falta que me trates como si fuera una
niña.
Lucas frunció el ceño ante aquella reacción.
—Perdona, no quería molestarte.
—Pues me molesta, me repatea que intentes aislarme. Son mis hijos y
quiero llamar para saber de ellos, ahora. Siempre haces lo mismo me crees
tonta, tú…tú…—caminaba por la habitación dando vueltas
—Yo no creo que seas tonta ni trato de aislarte.
—Si lo haces, hace un rato cuando nos encontramos con tu amiga no
me creías capaz de defenderme de ella.
—Eso no es verdad. —Empezaba a entender lo que pasaba.
—Si lo es Lucas, y será siempre así. Habrá alguien más que sepa que
he trabajado para ti y me mire como un bicho raro y allí estarás tú queriendo
protegerme.
—Esto no tiene nada que ver con los niños ¿verdad? Porque tú sabes
perfectamente que no tienes que pedir permiso para llamarlos, nunca te he
tratado como a una niña y tú lo sabes. A mí me importa un comino lo que la
gente quiera pensar así que ¿Cuál es tu problema? Sé valiente y dímelo de
una vez —trataba de ser paciente pero se empezaba a enfadar—, ¡habla
cojones!
—El problema somos nosotros, el problema es que no tenía que haber
aceptado esta locura, no creo que pueda tener fuerzas para andar
justificándome delante de tus ex novias y tampoco quiero que tú lo hagas.
Lucas no podía creer que aquella conversación estuviera produciéndose
de verdad, por un lado sentía ganas de reírse por que parecía que su querida
mujer no era tan dura como quería parecer y estaba celosa y por otro lado
sentía verdadero enfado por qué el trató de explicarse y ella no quiso
escucharlo.
—¿Hablas en serio?
La respuesta de Mara quedó en el aire, estaban llamando a la puerta de
la habitación y Lucas más contrariado de lo que quería abrió la puerta; era el
botones.
—Su coche espera señor Wells.
En silencio esperaron a que el chico recogiera el equipaje, al parecer la
conversación quedaba pospuesta. Mara cogió su bolso y en el momento de
pasar al lado de su marido el habló lo suficientemente bajo para que ella
solo lo oyera.
—No pienses que esto se acaba aquí.
El ambiente mientras el ascensor bajaba las doce plantas era tenso, el
pobre botones estaba en medio de la disgustada pareja.
La puerta del ascensor se abrió y Mara quiso aprovechar el momento
de escabullirse antes que los dos hombres…pero Lucas fue más rápido que
ella y la cogió de la mano.
Así era siempre que salían juntos y así sería en ese momento. A pesar
de estar echando humo por las orejas por su culpa, sentía verdadero gusto
caminar cogido de la mano con ella y no dejaría que se lo estropeara.
El camino al aeropuerto fue en completo silencio, no era ni el sitio ni el
momento para seguir la conversación. Cada uno sentado en un extremo del
coche.
¿Qué coño estaba pasando? Una y otra vez se hacía la misma pregunta
y no encontraba la respuesta, hasta que se encontraron con Helen el día
había sido estupendo entonces ¿Qué había cambiado? Miraba de reojo a
Mara y su semblante era serio y distante mientras miraba por la ventana.
¿No le había quedado claro ya que solo vivía para ella? ¿A que venía todo
ese discurso? cada día estaba más seguro que moriría de un infarto sin llegar
a los cuarenta. Sin querer se le escapó un resoplido de frustración.

El avión era el mismo en el que llegaron el día antes, tuvieron que
esperar a tener permiso para poder despegar. El uniformado piloto los había
recibido en la escalerilla dándoles de nuevo la bienvenida.
—Señor Wells, señora.
—Buenas tardes Phil ¿Cómo se presenta el vuelo?
—Tendremos buen tiempo, tardaremos cinco horas desde el despegue
en llegar a Vancouver
¿Vancouver? Así que iban a Canadá…recordó aquella conversación en
la que ella le dijo que si tuviera oportunidad le gustaría viajar allí. Aquello
no cambiaba nada su enfado.
Se mantuvo inmóvil en el asiento mientras que sentía como su cuerpo
comenzaba a levantarse del suelo ¡maldito fuera él y su puto viaje!
Empezaba a creer que lo hacía nada más que para mortificarla.
A ninguno de los dos le había apetecido volver a hablar con el otro,
cuando el avión se estabilizó ella se atrevió a volver a abrir los ojos y pudo
verlo como si nada.
Ella no entendía de jets privados ni de como los ricos gastaban su
dinero pero tenía que reconocer que era un lujo volar allí.
La cabina dónde estaban sentados estaba cubierta de madera de alce y
tenía cuatro plazas, todas ellas de cuero de color canela. En el centro había
una mesa que era en la que Lucas estaba trabajando con su ordenador.
Todo el suelo tenía alfombra gris, en otra de las cabinas había dos
largos sillones que eran aptos para descansar en vuelos largos. Todo ese
derroche se complementaba con un baño y una pequeña cocina equipados
con todo lo necesario para hacer que los viajes fueran cómodos para los
pasajeros.

Durante casi una hora el silencio fue cortante, Lucas había advertido
que la conversación del hotel no había terminado y a ella no le apetecía nada
reabrirla. Lo oía teclear sin pausa y pasar hojas con la precisión de quien
está acostumbrado a ello. Tal vez a otra mujer le habría molestado que en su
viaje de novios el marido estuviera trabajando, pero ella era consciente de
los problemas que tenía en una de sus empresas.
Lo miraba con disimulo, algunas canas salpicaban sus cabellos, las
inseparables gafas negras y el rictus del mal humor escrito en su cara.
—¿Te molesta el ordenador?
Mara se sobresaltó, no esperaba que la hubiera visto mirándolo, volvió
a cerrar los ojos.
—Mírame —lo oyó cerrar el portátil y acomodarse en el sillón, estaban
frente a frente—. ¡Joder, mírame! Creo que lo haces adrede, te gusta
molestarme.
No quiso entrar en el comentario, abrió los ojos y se quedó mirándolo.
—Te juro que por mucho que lo intento no encuentro explicación para
lo de hace un rato, yo nunca te he ocultado mi vida, es más, tú ya sabías
cómo es. ¿Qué he tenido mujeres? Si, y no tengo por qué avergonzarme. El
encuentro de hoy con Helen se volverá a repetir con ella y con alguna más,
eso es seguro. Jamás quise que te sintieras mal y tampoco quiero que tengas
que justificarte delante de ellas.
—Deja que me explique.
—¡No! ahora voy a hablar yo. A mí me importa tres cojones que tu
hayas trabajado para mí o recogiendo basura. Creo que te lo dejé bien claro
por qué me casaba contigo —era un hombre hecho a sí mismo, lo que tenía
lo tenía por qué se lo había ganado con sus propias manos y ni tan siquiera
su familia conocía su vida—. ¿Sabes con qué edad comencé a trabajar? Con
catorce años.
—Lucas…no quiero saber nada.
—Pues haberlo pensado antes de decir las tonterías que me dijiste
antes, me acusaste de no defenderte y eso es mentira. Tú no tienes por qué
defenderte de nadie, eres mi mujer y si yo no me excuso tú tampoco.
—Yo no te dije eso.
—Si lo hiciste, no con palabras pero si con tu actitud. Te voy a contar
algo —nunca renegaría de su vida y esa historia era parte de él—, mi padre
era un alcohólico, vividor y mala persona. Solo sabía preñar a mi madre y
marcharse con lo poco o mucho que hubiera en mi casa en ese momento. Le
importaba una mierda si teníamos que comer o no —le jodía recordar a
aquel hijo de puta y sus maldades—, cuando tuvimos la suerte de que se lo
cargaran tuve que salir a trabajar para que mi madre y mis hermanos
comieran. He hecho de todo amor, descargar camiones, limpiar basura. Un
día una señora con dinero…mucho dinero, se encaprichó conmigo. Ella de
treinta y tantos años y yo un chico joven y guapo. Así empezó Lucas Wells,
acompañando a señoras ricas al casino mientras que sus maridos hacían
dinero para ellas.
Mara escuchaba en silencio.
—Lo que quiero que entiendas con esto es que cada uno es como es y
punto. Yo no me avergüenzo de decir que fui acompañante de mujeres
adineradas por dinero, nunca me acosté con ellas pero mi familia tenía que
comer y si para ello tenía que meterme en la cama con ellas lo habría hecho,
no tengas la menor duda. Hoy en día gracias a ellas tengo lo que tengo, y he
hecho negocios con los maridos de algunas. A ellas no les interesa que los
maridos lo sepan y yo no tengo por qué delatarlas. Tú eres mi mujer,
trabajaste para mí o para el padre de Helen y qué, no pasa nada.

Nada cambió tras las palabras de Lucas, tenía claro que su mujer era de
cabeza dura y eso no lo iba él a cambiar. La dejaría tranquila, no podía
culparla por sentirse como lo hacía.

El viaje se estaba haciendo eterno para Mara, ya no sabía qué hacer.
Llevaban tres horas en el aire y aún quedaban dos, Lucas seguía trabajando
y ella se aburría hasta el punto que cuando salió del baño decidió tumbarse
en uno de los mullidos sillones y así intentar dormir un rato.
Alertado por que no volvía Lucas se acercó a ver si se encontraba mal
y la vio hecha un ovillo en el sofá. ¿Por qué Dios tenía que someterlo a
aquella prueba? El señor fue testigo de su sufrimiento cuando desapareció
de su vida, nadie mejor que él para saber que intentó todo lo que estuvo en
su mano para encontrarla…y ahora que creía que todo estaría bien ¡le daba
esos dolores de cabeza!
Sacó una manta de un pequeño mueble y la tapó con sumo cuidado.

Fue un aterrizaje suave como el de una pluma, Lucas la despertó veinte
minutos antes de tomar tierra.
—Vamos a llegar, tienes que abrocharte el cinturón.
—Gracias. —Un terrible dolor de cabeza amenazaba con reventarle las
pocas neuronas que no estaban hartas de aquel viaje. Una arcada…estaba
perdida. Hacía mucho tiempo que no tenía una crisis de migraña como esa y
sabía que terminaría vomitando, mal momento.
Lucas se asustó al verla conteniéndose.
—¿Mara que tienes? —no esperó tampoco a que contestara ni al
peligro que suponía levantarse en el momento en el que el avión estaba
aterrizando, llegó a tiempo de coger una bolsa para el mareo y ayudarla a
vomitar. Le mantuvo la frente erguida mientras se desgarraba vomitando.
Tardó varios minutos en recuperarse un poco, se tomó el vaso de agua
que le trajo su marido y se dejó caer hacia atrás en el sillón.
El avión estaba parado en la pista pero nadie se movía de su interior,
tanto el piloto como su copiloto trataban de ayudarlos pero era poco lo que
podía hacer.
—Ya estoy mejor, podemos irnos.
A Lucas se le veía preocupado.
—¿Estas enferma, podemos volver?
—¿Has dicho volver? Antes te mato…solo me duele la cabeza.
—Ja,ja, esa es mi chica. Ahora en serio, vamos a que te vea un médico.
—Al hombre se le veía preocupado.
—No, solo quiero darme un baño y acostarme, se me pasará enseguida.
—Mara…
—De verdad que estoy bien, son los nervios y el avión—y sin querer
las lágrimas comenzaron a salir.
Lucas Wells se sintió perdido ante aquello. La abrazó hasta que dejó de
temblar.
Por el horario de Nueva York serían las diez de la noche pero en esa
ciudad tenían tres horas menos así que aún eran las siete de la tarde.
El hotel en él que estarían alojados esa primera noche estaba a media
hora del aeropuerto, un coche los esperaba para llevarlos a su destino. Lucas
seguía preocupado por el estado de Mara, su dolor de cabeza no disminuía y
se negaba a visitar a un médico.
—¿Te apetece cenar?
El doloroso gesto que hizo con la cabeza fue suficiente para que todo le
diera vueltas.
Estaban en su habitación pero ella no veía otra cosa que no fuera una
cama.
—Me doy una ducha y me acuesto.
Un preocupado marido la ayudó a desnudarse y no le importó mojarse
la ropa mientras ella se bañaba.
Los temblores no cesaban ni debajo de la ropa de la cama, con la ayuda
de Lucas que la había secado y tratado que entrara en calor sin mucho éxito,
solo le quedaba una opción; se desnudó y se metió también con ella en la
cama.
—Lucas…
—Dime.
—Debes cenar. —Lo tenía pegado a ella como si fuera parte de su
propio cuerpo. Sentía el calor atreves de su piel.
—Si tú no cenas yo tampoco. ¿Quieres un calmante? ¿Un vaso de
agua? ¿Un zumo? ¿Quieres algo especial? ¿Un té?
—No, te quiero a ti.






CAPÍTULO 19





La noche estaba no estaba siendo buena, Lucas no soportaba verla
sufrir de aquella manera. En dos ocasiones más volvió a vomitar y allí
estaba el ayudándola.
—¡Voy a llamar al médico!
—No.
—Esa es tu opinión, no pienso seguir aquí viéndote de esa manera.
Mara volvía a llorar, sentía que se estaba muriendo, estaba
posponiendo el momento pero sabía que tenía que hacerlo ya.
—Hay unas pastillas en mi bolso.
—¿Unas pastillas?
—Sí, tráeme una por favor.
Lucas fue a buscar el bolso que estaba sobre la mesa, con la edad que
tenía era la primera vez que hurgaba en uno.
—No las encuentro.
—Tienen que estar en una bolsita roja.
Ahora sí que las encontró y también lo que ella guardaba junto a las
medicinas.
Los ojos de Lucas se oscurecieron, su expresión era de rabia. Por un
lado sentía dolor y por otro confirmaba más lo que siempre tuvo claro, él
tampoco le había sido muy indiferente a su mujer. En su mano tenía una
fotografía que Dominic se había empeñado hacerse el día en que los cuatro
salieron todos juntos después que él se comportara como un maldito
delincuente. La había guardado todo ese tiempo.

Volvió a dejarla en su sitio y fue a buscar un zumo para acompañar el
medicamento.
—Amor, si son para el dolor ¿por qué las tienes escondidas?
—Umm, dame agua.
—No, zumo. No tienes alimento alguno en el estómago y volverás a
vomitar. Contéstame.
—Porque son morfina, no quiero que estén a la vista de nadie.
—¿Morfina? —aquello no le gustaba, ¿estaban hablando de dolor de
cabeza o de otra cosa?
—Sí, hace años que las tomo. Solo cuando la crisis es aguda como
ahora, si puedo soportar el dolor no las uso.
—¿Te lo calma? ¿Por qué nunca me has dicho nada?—cualquier cosa
que hiciera que se calmara era buena.
—Esto me hará efecto enseguida, no te preocupes. Duerme un rato.
¿Dormir? Eran las cuatro de la madrugada y tenía el cuerpo a mil
revoluciones, estaba tan despierto como si fueran las diez de la mañana.
—No tengo sueño.
—Umm.
Verla allí, encogida mientras se acunaba así misma como si fuera un
bebé para aliviar el dolor de cabeza era insoportable ¡no podía!
—Voy a fumar un cigarro ¿te importa?
—No.

Las luces de Vancouver brillaban a sus pies, la bahía hermosa y
centelleante parecía burlarse del hombre que vestido con tan solo unos
calzoncillos y sin sentir el frío en su cuerpo luchaba por que las lágrimas
que inundaban sus ojos no salieran.
Los hombres no lloran…eran las palabras de su padre cuando los
desvalijaba cada vez que aparecía por su casa.
El gran Lucas Wells, el hombre de negociosos, el atractivo y
mujeriego, el que nunca se había comprometido en ninguna relación, estaba
derrotado por una mujer.
Fumó, uno, dos, tres y al cuarto decidió entrar, pasó por el baño y se
dio una ducha antes de volver a la cama. Entró despacio y escuchó la
relajada respiración de Mara, estaba dormida. No quería despertarla así que
se acostó cerca de ella pero sin tocarla.
¿Qué hora era? Aunque las persianas de la habitación estaban bajadas
podía ver que la luz del día se filtraba por las rendijas, estiró la mano y se
dio cuenta de que estaba solo en la cama, miró su reloj y abrió los ojos con
espanto; ¡eran las once de la mañana!
El olor a café recién hecho lo guío por la enorme suite hasta llegar a la
terraza, la mesa estaba preparada para dos comensales pero no encontró a
Mara allí tampoco.
Siguió con la búsqueda extrañado por su ausencia…hasta que oyó el
agua.
El baño de mármol gris y blanco tenía una gran bañera pero ella estaba
en la ducha, las puertas de cristal transparente ofrecían la imagen de su
cuerpo bajo el grifo del agua mientras que el líquido le caía a borbotones
sobre la cabeza.
Lucas la observaba, comenzó por las piernas torneadas, su redondo
trasero y el sexi tatuaje que le provocó la sonrisa, pretendía seguir con
escrutinio de no ser porque en ese momento ella se giró y sus miradas se
encontraron.
—Buenos días amor.
—Hola, no quería despertarte. —En la cara de Mara aún quedaban
huellas del mal momento vivido, los efectos de la pastilla le duraría unas
horas más.
—No me despertaste ¿estás mejor? —esperaba ansioso su respuesta.
—Sí.
—Bueno, espero a que termines y te ayudo a secarte—cualquier mujer
que hubiera pasado por la cama de Lucas Wells se habría quedado sin
palabras escuchándolo hablar, no había segunda intención en él. El deseo de
otro momento en ese escenario había quedado dormido recordando lo mal
que la había visto en la noche.
Mara no se lo pensó, cerró el agua y abrió la puerta de la ducha.
—Pasa.
Lucas la miró con interés, las ojeras hacían que sus ojos parecieran más
grandes, por muchas ganas que tuviera de aceptar negó con la cabeza. Ella
tenía extendida la mano hacia él.
—No
—Estoy bien…entra.
¡Joder! No tenía voluntad frente a ella. Aceptó la mano y entró con
ella. En vez de abrir el agua se acercó lentamente hasta ella…hasta su boca,
necesitaba besarla.
Cuando su boca cubrió la de ella y la saboreó tuvo que contenerse para
no ir más deprisa. Fueron instantes de explorarse mutuamente, Lucas podía
sentir las manos de su esposa por su espalda acercándose más a él.
—Amor… ¿estás segura?
La respuesta fue un susurro en su oído.
—Sí, quiero hacer el amor contigo.
Las pupilas de Lucas se dilataron y el pulso comenzó a latir
aceleradamente al sentir como las manos tiraban de la cintura de sus
calzoncillos.
Con el paso de los días y la intimidad compartida Mara comenzaba a
desinhibirse como en ese momento. Fue trazando pequeños besos por el
cuello y por el pecho a la vez que sus manos acariciaban el costado y las
duras nalgas mientras que él se dejaba querer.
Un movimiento brusco de su cabeza y todo el ánimo se fue a pique.
—¡Uff!
—¡Joder ,te lo dije! Vamos a dejarlo.
—¡No! —las manos de Mara se encargaron de devolver la magia al
momento.
Lucas se hizo cargo de la situación llevándolos a ambos al límite, podía
sentir que ya estaban listos así que solo tuvo levantarla un poco contra su
cuerpo y hundirse en ella poco a poco hasta que ya no pudo seguir
conteniéndose. Adelantándose a ella ahogó el gemido que iba a escapar de
su garganta con la boca hasta que los dos quedaron rendidos a las
embestidas del cuerpo de Lucas.
Terminaron de ducharse y ataviados con un albornoz cada uno se
sentaron a desayunar. Lucas quería saber todo a cerca de los dolores de
cabeza que la aquejaban a lo que ella quitaba importancia.
—No es nada importante,
La respuesta no parecía satisfacerlo del todo.
—¿Pero hace mucho que los tienes?
—Desde que era niña-
—¿Perdón? No puedo creer que desde entonces hasta ahora no hayan
encontrado una cura.
Mara trató de que entendiera que eran dolores normales y corrientes,
que había muchísimas personas que padecían de migraña y no pasaba nada
—Son puntuales.
—¿Puntuales? Anoche te vi retorcerte como una loca por el dolor, no
me digas que eso es normal querida esposa,
—Si es normal Lucas, a veces dan más fuerte por nervios o por otros
motivos pero no hay que preocuparse. —Ante todo quería evitar que se
obsesionara por eso.
—¿Te pudo dar por culpa de nuestra pelea de ayer?
Aunque hubiera sido así ella jamás se lo diría.
—Nosotros no peleamos ayer, tuvimos diferencia de opiniones y ese no
fue el motivo por el que me duele la cabeza.
—¿Te duele ahora?
Le habría gustado decirle que no…pero tarde o temprano se enteraría.
—Solo un poco, pero podemos salir a dar un paseo.
—Sobre eso tenemos que hablar —durante las horas que pasó sin poder
dormir había estado pensando y al final tomó una decisión que sabía que a
ella no le haría mucha gracia—, he cancelado nuestro viaje,
—¿Qué hiciste qué?
—Verás, cuando me contaste que te gustaría ver las auroras y dormir en
cabañas en algún lago tranquilo contraté un tour, pero lo he cancelado por
que no creo que estés en condiciones.
Bueno aquello parecía que se iba a poner interesante.
—¿Eso lo has decidido tu solo? Se supone que somos dos en esta
pareja, tantas horas de avión para decirme eso.
—Esta decisión es solo mía, anoche pensé que te morías y no pienso
volver a pasar eso otra vez en algún lugar aislados del mundo porque no me
da la gana, y si vas a decirme que yo no soy nadie para decidir por ti, no
tienes razón. El cura nos dijo que en la salud y la enfermedad…así que
como tu estas enferma yo soy responsable de ti.
Quiso rebatir una a una cada palabra pero no pudo, aunque tampoco se
lo iba aponer tan fácil.
—¿Qué se supone que haremos entonces? ¿Volvemos a casa?
Lucas se había acercado a ella que estaba parada mirando hacia las
hermosas montañas asomada en la terraza y la abrazó por la cintura.
—No, nos quedaremos un par de días y visitaremos la ciudad,
tendremos tiempo de volver.
Poco convencida con las explicaciones que le dio su marido decidió no
buscar un enfrentamiento con él.
Decidida a aprovechar la oportunidad y que sus fatigas para llegar ahí
no hubieran sido en balde acogió de buena gana las opciones para esos días.
La primera salida la hicieron después de comer, Lucas le ofreció ir a
conocer la bahía y aceptó encantada.
—Ya verás, te va a gustar.
Pasaron toda la tarde paseando por las calles de la ciudad y admirando
la belleza de todo lo que les rodeaba.
El barrio de Chinatown llamó poderosamente la atención de Mara,
admiró la gran variedad de prendas, las especies exóticas que harían las
delicias de cualquier buen cocinero, visitaron los teatros-jardines típicos y se
sentaron a tomar una taza de té.
—¿Te gusta?
—Umm, me encanta —todo lo que veía le gustaba.
Casi era la hora de la cena cuando acabaron de visitar el Queen
Elizabeth Park, según le iba contando Lucas allí se encontraba el jardín más
hermoso y bien cuidado del mundo. También aunque ya empezaba a
oscurecer pudieron disfrutar de espectaculares vistas de la ciudad y de las
montañas que las rodeaban.
Para la cena Lucas había reservado mesa en Cioppino´s, los dos iban
elegantemente vestidos de negro, Lucas con pantalón y camisa negra de
manga larga, como era habitual en él sin corbata, los primeros botones
desabrochados y la americana a juego.
Mara por su parte había elegido un vestido negro que le llegaba a la
rodilla, los zapatos y los complementos de color rosa.
—¿Qué te apetece?
Pocas eran las ganas que ella tenía de comer, aun su estómago estaba
revuelto pero no quería decirle nada.
—Te lo dejo a ti.
—Ja,ja, ¿estás segura que es buena idea?
—Me arriesgaré.
Lucas pidió sopa de langosta, ensalada verde de cangrejo y risotto al
fungí para los dos. Para beber pidió una botella de vino blanco.
Mara tenía que ser justa y reconocer que la comida estaba deliciosa y
que le había sentado muy bien.
—Uff, estoy llena.
—No me lo puedo creer ¿ya? Te puedo asegurar que la tarta de queso
aquí es un pecado.
—¡No! no me tentaras.
—¿Estas segura?—le gustaba incomodarla, por debajo de la mesa se
las había ingeniado para quitarse el zapato y lo subía el pie despacio por sus
piernas.
—¡Lucas!—se movió inquieta en la silla, miró a su alrededor para
saber si había alguien mirando.
—Dime… ¿cambiaste de opinión sobre la tarta?
—¡No!
La pierna seguía su curso hasta que encontró la unión de sus piernas y
por el hueco de su vestido la coló, mientras no perdía detalle de la cara que
ella estaba poniendo ¡Dios mío, a lo que has llegado Wells!
—Lucas…
—¿Amor?
—Vale, probaré la tarta.
—No te arrepentirás.
—Juegas sucio.
Ante aquello él puso los ojos en blanco.
Esperaban a que trajeran la tarta y hablaban de lo que harían al día
siguiente cuando alguien los interrumpió.
—¿Lucas? ¿Lucas Wells? No me lo puedo creer.
Los recién llegados eran una pareja posiblemente él de la edad de
Lucas, un atractivo hombre de piel negra, alto y de musculado cuerpo y ella
más joven parecía tan delicada y frágil hasta que habló, ganándose la
simpatía de Mara.
—Cariño yo quiero probar esa tarta. —después de decirlo se tapó la
boca con la mano, avergonzada.
—Tom Morello—Lucas se levantó de su silla para saludar
efusivamente al hombre—, amigo ¿qué haces tan lejos de tu casa? Adele,
cada día estas más guapa.
Fueron momentos de sorpresa y preguntas por ambas partes hasta que
Lucas los invitó a sentarse con ellos.
—Tom, Adele, ella es Mara mi esposa.
Aquello dejó a la pareja atónitos.
—¿Tu esposa? ¿Desde cuando estás casado tú, granuja?
Lucas conocía a Tom desde que eran niños, la suerte les había sonreído
a ambos, a cada uno en lo suyo.
Mientras que Wells se interesó por los negocios Morello se dedicó a los
deportes. Alejado ya de las pistas de baloncesto ahora se dedicaba a ser
representante de otros jugadores. Se había casado años atrás con Adele y no
tenían hijos. La rubia miraba embelesada a partes iguales a su marido y a la
tarta que esperaba en la mesa.
Los Morello escucharon a Lucas contar que estaban de luna de miel y
los cambios de planes debido al mal estar de Mara. Por su parte Tom estaba
radiante al compartir con su amigo su noticia.
—Nosotros también estamos de celebración—agarró con cariño la
mano de Adele y se miraron a los ojos—, vamos a ser padres.
En un instante lo que parecía una cena de dos se transformó en una
celebración entre amigos, las mujeres enseguida conectaron y comenzaron a
hablar entre ellas. Mara comprendió enseguida que lo que Adele tenía era un
gran antojo, ella no sabía lo que era eso pero a la pobre chica se le estaba
cayendo la baba mirando la tarta.
—Sería una pena desperdiciarla ¿te apetece comértela?
—¡Oh Dios! Como una barbaridad.
—Pues aprovecha.
—Ya sabrás lo que es cuando te toque querida.
Mara le contó que tenía dos hijos adoptados y la otra mujer la felicitó
por el gesto.
La velada pasó tan entretenida que casi sin darse cuenta los camareros
estaban recogiendo y preparando el cierre—Nosotros nos alojamos en el
Fairmont, podríamos volver a vernos mañana.
—Sería estupendo, nosotros estamos en el Blue Horizon.
Los cuatro se despidieron en la puerta del restaurante
Al llegar a su habitación Mara se desplomó sobre el sofá.
—¡Me duelen los pies!
—Pues te daré un masaje. —Ya se había quitado la chaqueta y se
acercaba a ella— ¿Te lo pasaste bien?
—Sí, me gusta Adele. Me estaba dando tanta pena ver como miraba tu
trozo de tarta…pero se nota que está feliz. Umm que bueno.
—Mara…te puedo preguntar algo.
—¿Desde cuándo me pides permiso para algo?
—Hace tiempo que no usamos protección —se sentía cohibido con
aquella conversación, algo por otra parte raro en él—, ¿no te parece extraño
que no te hayas quedado embarazada?
Aquello fue una sorpresa
—Se claro ¿Qué quieres saber?
—Quiero saber si estas evitando un embarazo ¡ya está!
¿Cómo debía tomarse esa pregunta?
—No Lucas, no tomo nada—cierto era que nunca habían hablado de
hijos, pero le extrañaba ese interés repentino—, ¿Te preocupa algo?
Encogiéndose de hombros trató de quitar importancia a sus palabras.
—No. —allí zanjo la conversación.
El dolor de cabeza de Mara volvió a darles mala noche aunque no tenía
nada que ver con el primero, esta vez solo hizo falta un simple calmante
para poder descansar, hacía un par de horas que estaban acostados y Mara
sentía que su marido estaba inquieto por algo, no sabía bien por qué, aunque
la abrazaba lo sentía lejos de allí.
—¿Estas preocupado por algo?—espero pero no recibió ninguna
contesta— ¿Lucas?
—¿Has pensado en tener tus propios hijos?
—Ya tengo mis propios hijos. —Así que era eso lo que le preocupaba.
—Sabes que no me refiero a eso Mara.
—No me lo he planteado nunca, pero si vienen me alegraré, si no,
tengo a mis niños. ¿A qué viene eso ahora?
—Me preocupa no ser un buen padre, no quisiera ser como él—se
negaba rotundamente a nombrarlo.
—Yo te he visto con los niños y eres un buen padre —Mara se había
dado la vuelta hasta quedar frente a él—, serás un buen padre —trataba de
hacer memoria y creía que era la primera vez que lo veía tan inseguro por
algo. Esta vez fue ella quien lo reconfortó a él, sentía que su marido estaba
luchando contra unos recuerdos que le hacían daño. Abrió los brazos y lo
dejó acomodarse en su pecho—. Tú no eres ni serás nunca como él.
—Nadie puede saber eso.
—Yo si lo sé, eres un buen hombre y querrás a tus hijos—maldito fuera
por siempre cualquier hombre que era capaz de traumatizar a sus hijos de
esa manera—tus hijos te querrán a ti. Y yo también te quiero.

La semana pasó volando, las dos parejas se hicieron inseparables. La
amistad entre los hombres se contagió a las mujeres que comenzaron una
bonita relación como si se conocieran de toda la vida. Todos los días
preparaban alguna excursión y disfrutaban de ella, el final del viaje de
Lucas y Mara se acercaba y debían prepararse para la partida.
—Podrías quedarte un par de días más Lucas.
Estaban los cuatro sentados en una terraza tomando el último café antes
de partir hacia el aeropuerto.
—Me gustaría pero debemos volver. Tengo trabajo que hacer y está el
nacimiento de mi primera sobrina que como tu comprenderás no podemos
perdernos además tenemos ganas de ver a los niños.
La referencia a Kyle y Leo emocionó a Mara…tenía ya ganas de
verlos.
Se despidieron prometiéndose que a la vuelta del viaje de los Morello
se llamarían para cenar en casa de Lucas y Mara.
Otra vez…Mara maldecía y se quejaba mientras emprendían el viaje de
vuelta. Odiaba ese trasto pero se sentía feliz de volver a su casa.



CAPÍTULO 20





La vuelta a casa trajo alegría para Mara, durante días se negó a salir sin
los niños. Parecía que llevaba meses sin verlos, los encontró enormes y
cambiados.
—Solo hace una semana que no los ves querida. —Lucas se lo repetía
cada vez que ella encontraba algún cambio que nadie más veía.
—Pero Kyle ya intenta caminar. —los cuatro estaban tirados sobre la
alfombra del salón, el bebé estaba a punto de cumplir un año y ya gateaba e
intentaba dar sus primeros pasos agarrándose a todo lo que podía, también
balbuceaba. Leo por su parte ya no estaba todo el día ensimismado, Mara se
alegraba de ver como curioseaba cualquier cosa que le llamara la atención y
se emocionaba cada vez que Lucas entraba después de estar varias horas por
fuera y el niño corría a sus brazos. Ella estaba retrasando el momento, había
llevado al niño a un experto en su problema y le había aconsejado que lo
llevara a relacionarse con otros niños. Todos los días se decía…mañana, a
la mañana siguiente volvía a decirse que mañana. Como sabía que ella
misma estaba retrasando el momento le había pedido a Lucas que lo
inscribiera en una guardería a la que empezaría a ir al día siguiente.
—Campeón, mañana será tu primer día. —Leo seguía jugando con sus
bloques de construcción.
—Mamm-paapá. —Kyle dejó a los adultos en silencio, se miraron
entre ellos con cara de sorpresa, era la primera vez que lo escuchaban. Mara
no podía dar crédito a sus oídos ¿Kyle dijo papá?
—¿Tu lo escuchaste también? —Mara no perdía detalle de la cara de
Lucas, era indescifrable, quería adivinar que estaba pasando por su cabeza
en esos momentos.
—Sí. —el bebé seguía ajeno a la confusión de sus padres, trataba de
ponerse de pie y no podía.
—Pa-pá.
Lucas se levantó y se fue dejando a Mara con cara de asombro. No
regresó hasta bien entrada la noche, se duchó y se acostó. Esa noche no se
acercó a ella, ni tan siquiera la abrazó a pesar de saber que estaba despierta.

Mara no había pegado ojo en toda la noche, quería saber que le había
pasado a su marido pero iba a darle la oportunidad de que fuera él quien
sacara el tema—Buenos días.
Lucas entraba de correr, venía sudoroso y agitado. La camiseta se
pegaba a su torso y los pantalones cortos dejaban a la vista sus piernas
morenas y musculadas.
—Buenos días, me ducho y desayunamos—se alejó caminando
tranquilamente mientras la dejaba en la cocina preparando el café. Sabía que
aún estaban solos, habían contratado a dos señoras una para el servicio y
otra para ayudar con los niños. Para ello había tenido que emplear sus dotes
de persuasión porque ella no quería. Estaba descalzo y sin camiseta cuando
recapacitó… ¡eres un gilipollas!
Era nuevo tanto en el matrimonio como en la paternidad, cuando
escuchó al niño decir papá se asustó y huyó. Siempre había tenido miedo al
compromiso porque sabía que eso conllevaría tener hijos y le daba miedo.
Ahora no solo estaba casado si no con dos hijos…cuando se marchó
dejándolos solos vagó durante horas. Sabía que la única persona capaz de
ayudarlo sería su madre. Martha seguiría en la ciudad hasta que naciera su
nieta, tanto ella como sus hijas se alojaban en el hotel.
—¡Lucas!—no eran horas de visita así que Martha se asustó de ver a su
hijo mayor en la puerta de su habitación—¿Pasa algo? ¿Los niños? ¿Mara?
—veía a su hijo con cara de desasosiego.
—¿Puedo pasar?
—Claro, pasa.
Lucas estuvo un rato dando vueltas por la habitación hasta que su
madre habló.
—Hijo ¿Qué te pasa?
—No se madre, me asusté. —Se desahogó con ella, le contó lo que
acababa de pasar y de cómo se había marchado dejándolos solos.
Martha asentía con pesar al relato que su hijo le estaba contando, solo
Dios sabía lo que había sufrido ese muchacho desde la infancia. Los golpes
que iban destinados a ella por parte de su marido se lo llevó él, los insultos y
las vejaciones. Nadie sabía cuánto había ella rogado para que alguien
acabara con aquel sufrimiento que toda la familia estaba pasando. Pasó y
nadie lloró ni lo lamentó, pero sabía que las secuelas estaban en el corazón
de Lucas.
—Nunca hemos hablado de lo que pasó el día de la boda de Dom, me
apenó profundamente ver cómo le hablaste a aquella chica ¡no déjame!
Como madre me puse en la piel de ella y sentí mucha rabia. No sé por qué
habías llegado a pensar eso de ella, ni de por qué hiciste lo que hiciste, pero
te puedo asegurar que no me podía creer que te fueras a casar y menos con
ella. ¿Por qué te digo esto? Tú no eres como tu padre, jamás lo serás cariño.
Creo que si decidiste casarte y aceptar a sus niños es porque la quieres de
verdad, ya solo con eso eres diferente a tu padre, Lucas.
—Pero tengo miedo….
—Ja,ja,ja, ningún Wells tiene miedo y tú menos que nadie. Me siento
orgullosa de todos mis hijos y de ti más que de ninguno. Y déjame decirte
otra cosa…adoro a esos niños como si llevaran mi sangre, vine hasta aquí
sin nietos y me voy a marchar con tres. No tengas miedo, quiérelos y sobre
todo respétalos para que ellos te respeten a ti.
Recordando esas palabras desanduvo el camino y volvió hasta la
cocina cogiendo a su mujer por la cintura la sentó sobre el muro de la cocina
y la besó hasta que ella quedó igual de sudorosa que estaba él.
—Lo siento, soy un estúpido y no volverá a pasar, te lo prometo.
Mara se sintió orgullosa de él, cuando volvió a irse dejó salir las
lágrimas que estaba conteniendo desde la noche anterior.
Aquel episodio sirvió para unirlos más. Lucas deseaba llegar a su casa
todas las tarde antes de que ellos se durmieran para poder jugar un rato. Los
consejos y la conversación con su madre lo ayudaron a despejar cualquier
duda que tuviera.
Él mismo se encargaba de llevar a Leo a la guardería por las mañanas.
Todos estaban inmersos en los preparativos de la Navidad.
Mara había tenido que ocupar el rol de esposa, se esperaba de ella que
participara en proyectos de ayuda a la comunidad, como hacía su marido.
Para ella fue un gran shock llegar de su viaje y enterarse de que la noticia
sobre su boda era comentada en los llamados programas del corazón. De
ella ya se sabía todo y lo que más le hacía gracia escuchar era el tiempo que
le daban a ese matrimonio.
Tuvo que luchar mucho y negociar con Lucas en el aspecto del dinero.
—Yo no puedo estar todo el día contigo, tampoco voy a permitir que
salgas sin dinero.
Aceptó una tarjeta de crédito para hacerse cargo de los gastos de la
casa.
—Habrá una cuenta que solo será para ti y los niños.
—¡No! no nos hace falta más dinero. Yo firmé un contrato contigo
Lucas, no quiero dinero de ninguna clase.
—Haber querida esposa, desde esa firma han pasado muchas cosas
creo yo. Nuestra situación es diferente, todo es diferente. No quiero discutir
contigo, pero déjame aclararte algo —antes de hablar ya sabía que iba a
tener problemas otra vez con ella—, te abrí una cuenta privada para ti
porque sé que jamás aceptarías que te incluya en las mías.
—¿Hablas en broma verdad? Yo no pinto nada en tus cuentas.
Lucas tuvo que usar todas sus dotes de persuasión hasta convencerla.
Todo o casi todo seguía su curso normal, el bebé de Maggie y Dom se
retrasaba y Adele y Tom Morello visitaban con frecuencia la residencia de
los Wells a la vez que el embarazo de Adele se hacía ya notorio.
El día de la Nochebuena Mara estaba tan nerviosa como cuando era
pequeña, había decorado el árbol de Navidad y se recreaba en ver la cara de
Kyle y Leo al ver las luces del árbol. Esperaba a que anocheciera para poner
los regalos.
—Amor, me puedes dar el mío ahora si quieres. —Lucas andaba
desnudándose para ducharse antes de ir a cenar a casa de Dominic.
—Esperaras como todos.
—Umm, yo pensaba —mientras hablaba trataba de desabrocharle el
vestido—, en algo más intimo
—Ja,ja—la risa pasó a ser más ronca, su marido sabía bien cómo y
sobre todo lo que debía tocar para que se rindiera a él— Lucas…
Las manos de Mara se enlazaron detrás del cuello de su marido
mientras recibía el abrazador beso—Se nos hace tarde…
Los calzoncillos de Lucas ocultaban a duras penas su excitación.
—Me da igual—trazó el contorno de los labios con su dedo y luego vio
como ella abría la boca y lo chupaba—¡Oh, me matas!
Con un leve movimiento Lucas desabrochó el sujetador y la sintió
estremecer al contacto de su boca en el pecho, esa sensación se volvió más
intensa cuando mordió suavemente el pezón.
Mara se moría, la lengua trazaba el camino de su ombligo y llegaba
hasta sus bragas.
—¿Sigo amor?
Cuando creía que pararía la sensación se volvió más placentera, de un
mínimo esfuerzo las había roto.
—¡Lucas estás loco!—pero no pudo seguir hablando, la caricia se fue
haciendo más sensual y excitante, no tardó en sentirse en lo más alto.
Lucas la besó larga y profundamente, pudo saborear lo mismo que él.
Si recuperarse apenas abrió sus piernas para recibirlo, la penetró y poco a
poco, muy despacio comenzó a moverse dentro de ella. El movimiento pasó
a ser más intenso hasta llegar a ser salvaje y desenfrenado. El grito de
satisfacción fue al unísono. Mara abrazó a su marido sin dejarlo mover, aun
dentro de ella todavía—¡No quédate así!
—Te voy a hacer daño.
—Tú nunca me harás daño —acariciaba los costados y la espalda con
la suavidad de una pluma y sentía su relajación—. ¿Sabes que te amo
verdad Lucas?
—¿Y tú sabes que el sentimiento es mutuo verdad?

La cena familiar tenía ese año muchos cambios, Mara, los niños, la
inminente llegada del bebé, toda la familia Wells al completo estaban
sentados a la mesa en la cena de Nochebuena. Lucas tenía por costumbre
decir unas palabras en ese momento y también lo haría esa noche.
—Querida familia, un año más y la familia crece. Me siento orgulloso
de estar aquí con ustedes, todos saben que aunque nunca se los diga, los
quiero a todos y cada uno de ustedes. A mi amada cuñada quiero decirle que
se apiade de mí...y que se ponga pronto de parto —Maggie que ya estaba
demasiado vulnerable ante aquellas palabras se derrumbó— La llegada de
mi primera sobrina me hace padecer de insomnio. Me van a permitir que me
dirija a…—con la mirada la buscó y eso fue motivo de aplausos y vítores —
mi esposa. Delante de ellos, un día te deshonré de palabra
—Lucas por favor…no… —estaba a punto de llorar.
—Como decía, te humille delante de ellos y con ellos de testigos,
quiero pedirte humildemente que me perdones. Quiero que todos sepan que
estoy arrepentido y avergonzado de lo que pasó y que nunca viviré lo
suficiente para ganarme tu perdón —toda la familia observaba a Lucas
hablar y no lo reconocían—, te amo Mara y así será el resto de mi vida.
Nadie habló, el silencio era absoluto. Martha se secaba las lágrimas y
sus hijas luchaban contra ellas. Maggie y Dom que sabían de primera mano
todo lo que había pasado ella tenían claro que las palabras de Lucas eran
sinceras así como sus sentimientos.
Lucas arrastró su silla y se dirigió hasta el asiento de Mara en el otro
lado de la mesa, le tendió la mano y la ayudó a levantarse. No hicieron falta
palabras entre ellos el abrazo que se dieron ya lo decía todo.
Tras aquello la cena se convirtió en una gran fiesta, hubo baile y hasta
un karaoke que hizo las delicias de todos.
Esa noche toda la familia se quedó en casa de Dom. Fue como en los
viejos tiempos como cuando eran niños, todos juntos.
Mara durmió abrazada a su marido toda la noche.
El primer regalo del día de Navidad llegó en forma de nacimiento, a las
cinco de la madrugada Maggie se pudo de parto y toda la familia la
acompañó al hospital.
Fueron largas horas de espera…y como no podía ser de otra manera su
llegada al mundo fue celebrada por todo lo alto, junto a ella en ese momento
estaba su marido que no se despegó de ella ni un instante, su querida amiga
y para regocijo de todos Lucas, que no pensaba perdérselo. A las ocho de la
tarde del día más bonito del año llegó al mundo Cloe Wells.






CAPÍTULO 21





Arrastrando los pies a causa del cansancio Mara y Lucas entraron en su
casa, todavía no había terminado el día y a ella le hacía ilusión compartir el
momento de los regalos con los niños.
Era el primer año en que los pequeños disfrutaban de ese día, después
de saber que Maggie y la niña estaban bien decidieron dejarlas descansar.
Había sido un día duro para ellas, la madre se había comportado como lo
que era; una luchadora. Por su parte Dominic apretaba la mano de su mujer
en cada contracción y alguna que otra lágrima rodó por su cara al ver el
sufrimiento que estaba pasando Maggie.
El momento en que aquel ser tan pequeño, arrugado y sonrosado aspiró
su primera bocanada de aire haciendo que sus pulmones estallaran en llanto,
fue la mejor experiencia jamás vivida por las cuatro personas que estaban en
la sala.
Mara no soltaba la mano de Lucas y en sus ojos podía verse el orgullo
que estaba sintiendo en esos momentos.
Dominic no podía creérselo, estaba viendo llegar al mundo a su hija, él
fue el encargado de cortar el cordón umbilical que la unía todavía a su
madre.
—Es…es preciosa, mi amor.
Maggie estaba cansada y agotada por el parto, al sentir el llanto de su
hija dejó salir toda la emoción acumulada en esos nueve meses. Cuando
aceptó casarse con Dominic lo hizo con todas las consecuencias, sabía el
impedimento que él tenía y por eso saber que estaba embarazada había sido
el mejor regalo que el señor le podía haber hecho.
Antes de cerrar los ojos tuvo tiempo de sentir el pequeño cuerpo sobre
su pecho y notar el instinto de la niña al buscar su fuente de alimento.
Ese fue el momento en que Mara y Lucas decidieron que debía
retirarse, la nueva familia necesitaba intimidad.
—Me siento muy orgulloso de ti pelirroja. —Besó con cariño a su
cuñada y a su hermano antes de marcharse— Felicidades hermano.
—¿Te apetece una copa?—Lucas sí que la necesitaba, había sido
testigo de algo único y todavía no estaba recuperado.
—No. Voy a ver si los niños duermen. — No había dado dos pasos
siquiera cuando entraron con la tía Nancy, la hermana más pequeña de
Lucas.
—¡Hola! Los oímos llegar y bajamos a saludarlos.
Estuvieron un rato hablando del tema de la noche; de Cloe. La nueva
tía quería pasar por el hospital a saludar a su hermano y a su cuñada por lo
que se despidió de toda la familia—Nos lo hemos pasado muy bien y
cuando te haga falta una niñera sabes que puedes contar conmigo.
—Gracias Nancy —Mara aceptó el abrazo de su cuñada—, gracias por
estar en la vida de mi hermano—esas palabras solo las escuchó Mara.

Los cuatro pasaron al salón dónde estaba el árbol con los regalos, Leo
aún no se daba cuenta del significado de ese momento pero con la ayuda de
su hermano abrieron los regalos con la cara de cualquier niño. Cara de
felicidad e ilusión.
Mara seguía siendo una niña también, le había costado dar con el
regalo perfecto para un hombre que tenía de todo y sobre todo dinero para
comprar cualquier cosa.
Recurrió a Dom para que le diera ideas sobre que regalarle a su marido.
—No lo sé, cuando éramos pequeños tenía un libro que le regaló un
profesor del colegio, cuando nuestro padre se enteró de su valor lo vendió a
un librero. Nunca se lo perdonó.
—¿Te acuerdas del título?
—Nunca lo olvidaré, era una primera edición del Quijote de Cervantes.
Mara preguntó a expertos, consultó en librerías y caminó todo lo que
hizo falta. Empleó casi todos sus ahorros en comprarlo y se sentía feliz.
Con la incertidumbre en su rostro entregó el paquete envuelto en papel
dorado a su marido.
—Espero que te guste.
Lucas extendió las manos, su cara era indescifrable…nadie podía saber
que era lo que estaba pasando en esos momentos por su cabeza.
—Ya me has dado el mejor regalo posible, volver a encontrarte, no me
hace falta nada más. —Las manos le temblaban a medida que iba
desenvolviendo el paquete, el papel dejó a la vista una caja roja de
terciopelo. Con sumo cuidado Lucas la abrió y quedó mirando su interior sin
parpadear. Así estuvo, quieto, serio mientras observaba la tapa del libro.
Con su dedo índice trazó cada una de las letras, una a una, como si fuera la
punta de una pluma. Sacó con cuidado el libro, era un ejemplar viejo pero
bien cuidado, olía a libro, a antigüedad. Por su cabeza miles de recuerdos,
de sentimientos encontrados. Todavía tenía en su memoria el día en el que
su padre le dijo que había vendido aquella mierda de hojas viejas. Le habían
dado quinientos dólares que había empleado en el casino, perdiéndolos de
nuevo.
Abrió las delicadas páginas, mirándolas con el ceño fruncido y sin
saber bien que decir.
—¿Cómo lo supiste?—una intuición lo llevó a la última página del
libro y allí estaba; casi imperceptible a la mirada, solo para quien supiera de
la existencia de esas iniciales sería capaz de buscarlas—es…es, el mío.
—Ya ves, yo también tengo mis fuentes ¿te gusta?
—No sé qué decir. No me lo esperaba.
Mara quería apartar el momento de tristeza que se había adueñado de
su marido.
—Podrías decir que te gusta, que te alegras de que te lo haya regalado,
que me quieres mucho y ya de paso me das mi regalo ¿Qué te parece el
plan?
—¿En ese orden?
—Bueno lo dejo a tu elección.
—Ja,ja. Acércate…por favor.
Mara dejó a los niños jugando con sus nuevos juguetes y fue a sentarse
al lado de él.
—No, aquí —la levantó y la sentó sobre sus rodillas, uno frente al otro
—. Te quiero, eso ya lo sabes, no sé cómo has logrado encontrarlo…
—Tú mereces todos los días de búsqueda Lucas.
—Nadie había hecho esto nunca conmigo. Yo…—tuvo que tragar
saliva varias veces para poder continuar—yo no sé qué decirte más de lo
que ya te he dicho. Estoy bloqueado,
—Pues te esperas a que acueste a los niños y después te desbloqueo yo
¿Qué te parece?
Lucas le agarró la cara uniéndose a ella en un beso que decía muchas
cosas sin palabras.
—Te amo Mara Wells.
—Te queda otro regalo.
Lucas cogió un paquete pequeño y alargado, lo desenvolvió y sacó una
pulsera de cuero negro y plata que tenía su nombre grabado.
—No sé si te gustará.
Nunca había usado joyas, tan solo llevaba un reloj. Cuando se fueron a
casar quiso comprarse una alianza para él también que simbolizara su unión.
—Me gusta, es muy bonita ¿me ayudas?
—Te queda muy bien.
—¡A mí todo me queda bien! —La ayudó a levantarse y se acercó
hasta el árbol cogiendo lo que parecía un sobre— El tuyo.
Mara lo abrió con curiosidad ¿un sobre? ¿Que podría ser que cabía en
un sobre? Sacó las dos hojas y comenzó a leer sin poder creer lo que sus
ojos estaban viendo
—¿Es cierto? No me lo puedo creer Lucas ¿de verdad?
Lucas la miraba y asentía con la cabeza.
—¡Oh Dios! —algo extraño se apoderó de ella y comenzó a dar vueltas
por el salón bailando y riendo de felicidad— Ja,ja, ¡son nuestros niños! no
me lo puedo creer ¿cómo lo conseguiste?
Mara tenía en sus manos los documentos que acreditaban la adopción
temporal de los niños, si pasados dos años ningún familiar los reclamaba
serían legalmente hijos de Mara y Lucas Wells. Era solo un trámite
burocrático pero debían seguirlo, las leyes internacionales de adopción así
los exigían. No cabía ninguna posibilidad de que nadie quisiera llevárselos
pues carecían de familiares.
Besó a los asombrados niños por todos lados haciendo que Kyle se
enfadara y que Leo fuera a refugiarse en los brazos de Lucas.
—¡Para, los estás asustando!
—No importa, ¡soy tan feliz!
—Ya lo vemos, ¿te conformas con eso o quieres más regalos?
—No se…esto es suficiente para mí —de la euforia había pasado al
llanto en décimas de segundo, era el mejor regalo que nadie pudiera hacerle
—, te lo agradezco Lucas, yo…yo no sé qué decir.
—Podría decir que te gusta tu regalo, que me quieres mucho y me
puedes besar si quieres. Por cierto, mi compañero de fatigas tiene algo más
que darte ¿a qué si?
Los ojos de Leo estaban más brillantes que nunca, parecía otro niño de
cuando llegó. Había crecido y se notaba la felicidad en su pequeña cara.
—Anda —Lucas lo instó a acercarse a Mara con su pequeño regalo—,
dáselo a mamá.
Mamá…ahora sí que era verdad que tenía el derecho de que la
llamaran así.
Leo se acercó hasta ella y le dio su regalo llevándose otro beso por
parte de Mara. Al desenvolverlo sacó de un estuche un precioso colgante.
—Ábrelo.
Dentro había dos fotografías de los niños.
—Es un hermoso regalo.
Tardaron un rato más mientras que abría más paquetes, un perfume, un
pañuelo de seda y una cámara de fotos que había estado mirando un día que
salieron juntos. Ella estaba radiante y feliz, en ese día habían pasado tantas
cosas buenas que daba gracias al señor.
Y esa noche mientras hacían el amor con más lentitud y más pasión que
nunca estaban comenzando sin ellos saberlo a cimentar su futuro.

Las fiestas navideñas ya habían pasado y todo volvía a su ritmo
habitual, para Mara siempre quedaría en su recuerdo por los momentos tan
mágicos que había vivido. Tuvieron tiempo de visitar a la familia Rivera, los
padres de Mara se habían alegrado de recibir a su hija y su familia.
La pequeña reina de la familia se llevaba toda la atención, Mara estaba
absolutamente extasiada con la niña y el tío se declaraba enamorado de los
finos cabellos pelirrojos que poblaban su diminuta cabecita.
La llegada de Cloe había traído gran alegría para todos, su padre habló
con Lucas para poder trabajar desde la casa.
—Por supuesto hermano.
—Quería comentarte otra cosa ¿serías el padrino de bautismo?
Lucas se sintió orgulloso de aceptar.
—Estaría muy contento. —Dom le comentó de que Mara sería la
madrina y eso alegró más aun a Wells.
Inexplicablemente Lucas comenzó a llegar tarde a su casa, la primera
noche Mara se asustó porque ni tan siquiera la llamó para avisar de su
retraso. No tuvo oportunidad de hablarlo con él hasta la mañana siguiente.
—Lo siento, tenía que haberte avisado pero me entretuve más de la
cuenta. El candidato a la alcaldía se puso un poco pesado.
Mara sabía que las empresas de Lucas participaban activamente en
cualquier acto de campaña y allá dónde se requiriera su presencia.
Los problemas con una de las filiales de Lucas también estaba
presentando problemas y eso lo tenía un poco saturado y nervioso. Llegaba
tarde y se acostaba sin darle tiempo a otra cosa que no fuera dormir.
El primer cumpleaños de Kyle era el dieciocho de enero, la fiesta
estaba preparada en el jardín de la casa, habían llegado la abuela y las tías
Wells. Mara había invitado a algunos compañeros de la guardería de Leo,
también estaba Adele Morello, Maggie y Dominic.
Estuvieron todos menos el padre…Lucas no había asistido al
cumpleaños de su hijo y lo que más enfadó a Mara es que no se hubiera
dignado a llamar para avisar de que no asistiría.
Dominic trataba de justificar la ausencia de su hermano aunque para él
también era un misterio, trató de llamarlo pero no le contestó la llamada.
—No te preocupes, seguro que estará al llegar.
Pero no llegó.
Al entran en su casa lo primero que le vino a la cabeza es que había
algo que se le escapaba y no sabía bien que era. Todo estaba apagado
excepto la luz de la cocina que siempre estaba encendida hasta que él
llegaba. ¡Dios, el cumpleaños! En el instante en que entró a la cocina y vio
su cena y el trozo de pastel se acordó. Se había olvidado de que era la fiesta
de cumpleaños del niño.
Todo era tan complicado en esos días que su cabeza ya no daba para
más. Al día siguiente tenía que salir de viaje a Nueva York. La venta de una
empresa de publicidad lo tenía al borde de un infarto.
Se desanudó la corbata y se desplomó en la silla, estaba tan cansado
que no pensaba ni cenar. Se tomó un wiski y se fue directamente al baño.
Mara estaba tan enfadada que si la pinchaban saltaría como un resorte,
estaba despierta cuando él llegó, realmente nunca dormía hasta que no lo oía
llegar. Lo estaba sintiendo mover por la habitación y meterse en la cama
después de su baño. Olía a jabón, todavía estaba húmedo del baño. No
pensaba hablar o seguro que metería la pata, solo esperaba que hubiera
alguna razón para lo que hizo.
—Sé que estas despierta —ni él mismo sabía que decir—, lo siento.
Me despiste, tenía una reunión muy importante y se me olvidó...
Uno, dos, tres…tuvo que contar para no estallar ante aquello.
—No es a mí a quien tienes que pedir perdón. Yo solo hice el ridículo
delante de los invitados. El cumpleaños era del niño.
—¡Joder! Ya te he dicho que lo siento Mara. Llevo todo el día en un
despacho y la verdad es que no me apetece llegar a mi casa a discutir con mi
mujer.
Sería gilipollas…ahora resultaba que la culpa era de ella.
—No te preocupes, yo no pienso discutir contigo.
Estaba nervioso y cansado, solo quería abrazar a su mujer y
descansar…
—Te prometo que haremos otra fiesta cuando vuelva y no faltaré.
¿Cuándo vuelva? Por lo visto tenía pensado salir de viaje, pero no sería
ella quien le preguntara a dónde. Se mantuvo en silencio y se dio la vuelta
con intención de dormir.
—Tengo que ir a Nueva York mañana, tal vez sean un par de días, no lo
sé. Te llamaré desde allí.
Ella no pensaba dar su brazo a torcer, estaba dolida y así como así no
iba a convencerla.
—Buen viaje y buenas noches.
Lucas entendió la indirecta, trataría de dormir un rato.
Que sueño más excitante que estaba teniendo, la boca de Lucas la
estaba recorriendo de arriba abajo. Podía sentir la humedad de la boca en su
pecho, ¡ohh! Luego el otro. Las manos acariciaban sus piernas y cuando
sintió como se las separaba abrió la boca para protestar y recibió de lleno el
beso urgente y ansioso… ¡no estaba soñando! Pero…no pudo protestar.
Todavía abrazándolo rodó con ella hasta quedar sentada sobre él, ella
marcaba el ritmo, despacio…despacio hasta que creyó que se volvería loca.
Lucas aguantó todo lo que pudo…se aferraba a sus caderas como un
náufrago a una tabla. Los dos estallaron juntos y la mantuvo pegada a su
pecho hasta que dejó de temblar.
Aquello no cambiaba nada…estaba listo si pensaba otra cosa. Volvió a
darse la vuelta y se quedó dormida al instante, con él como parte de su
cuerpo…pegado a ella.

Mara no lo oyó levantarse ni preparar su equipaje, estaba tan cansada
que nada le cortó el sueño. Cuando despertó se vio sola en la cama y pensó
que estaría en la ducha o desayunando pero se equivocó. Estaba sola con los
niños. Se sorprendió al ver que ni siquiera había cenado…a lo mejor se
había comportado como una mujer intransigente. Había una nota debajo de
la cafetera que la hizo sonreír.
<Buenos días, no te desperté porque era muy temprano, tienes la
cafetera preparada. Te llamaré cuando llegue. Cuídense. PD. Te quiero>
Sin mucho que hacer y sin Lucas que llevara a Leo a la guardería
tendría que ir ella a la ciudad. Estaba retrasando ese momento, había algo
que debía hacer y tenía miedo. Desde hacía varias semanas se notaba
cansada, dormía más de la cuenta y por las mañanas sentía nauseas. Su
periodo menstrual se retrasaba y eso no era normal en ella pero no quería
hacerse ilusiones.
Esperó a que llegara la niñera y dejó a Kyle para ir más ágil.
Mientras esperaba, antes de salir de su casa había llamado a Robert
Dawson y le preguntó si tendría una cita para ella.
—Por supuesto, te espero. —se retorcía las manos nerviosas.
—Señora, el doctor la espera. —la enfermera esperó a que pasara para
cerrar la puerta tras ella.
—¡Mara, cuanto me alegro de verte! —el seguía igual que meses atrás
cuando lo vio por última vez. Atractivo y elegante.
Aceptó el beso en la mejilla.
—Lo mismo te digo.
Estuvieron mucho rato hablando de la vida de cada uno, no se podía
decir que fueran grandes amigos pero si era verdad que habían pasado
muchas cosas juntos. Mara se enteró que se casaría próximamente y le deseo
lo mejor. Él por su parte se alegró de que su vida junto a Lucas la hiciera tan
feliz. Se interesó por los niños y de la recuperación de Kyle.
Una hora más tarde Mara abandonaba el hospital con la confirmación
de que debería volver en dos días a recoger los resultados. No sabía si
podría aguantar.
No hubo llamada de Lucas en todo ese día y ella no pensaba llamarlo.
Pasó la tarde visitando a Maggie pero no le dijo nada de sus sospechas…
todavía no. Mientras acunaba a Cloe en sus brazos pensaba que a lo mejor
ella también estaría así próximamente.

La mañana del miércoles cuando despertó pensó que se moriría, las
náuseas pasaron a los vómitos. Tardó más de la cuenta en llevar a Leo a la
guardería y cuando entraba de vuelta sonó su teléfono móvil.
—¿Diga?—no se había parado a mirar el número y no sabía quién la
llamaba.
—¡Buenos días amor!
Escuchar su voz le hizo brincar el estómago, lo echaba de menos pero
no pensaba decírselo y para colmo estaba a punto de llorar.
—¡Hola!
—Lo siento ayer no te llamé y ahora apenas puedo hablar, solo salí un
segundo para saber si estás bien ¿los niños?
Con la misma rapidez le contestó ella, estaba apurado y le prometió
que intentaría llamarla más tarde…pero tampoco llamó.
Los nervios iban a matarla, era jueves y el día en que tenía que pasar a
recoger los resultados médicos…

Estaba agotado, Lucas había aterrizado hacía poco más de una hora en
el aeropuerto y deseaba llegar cuanto antes. Una parada en la oficina y luego
para su casa. Miró su reloj y vio que eran las doce, podía ahorrarse la visita
a su oficina y al día siguiente lo arreglaría todo. El chofer conducía con
precaución por las atestadas calles de Palm Spring, los turistas no
respetaban la carretera, para ellos cualquier lugar era bueno para caminar.
Odiaba la cantidad de semáforos que tenía la ciudad, cada dos pasos
uno. Miraba por la ventanilla pero su cabeza estaba en otro lugar…en su
casa. Algo o mejor dicho alguien lo devolvió a la realidad, frente a la oscura
ventanilla de su coche había una pareja de pie. El un hombre alto y bien
parecido. Era el doctor Dawson que estaba abrazando a una mujer…la suya
para mayor sorpresa.
La orden para su chofer fue ir directos a su casa.


CAPÍTULO 22





Mara no volvió inmediatamente a su casa. No sabía bien qué hacer con
los resultados de las pruebas, Lucas no la había llamado y no sabía cuándo
volvería, por otro lado quería que él fuera el primero en conocer la noticia.
Vagó por las calles sin rumbo definido, se sentó a tomarse un zumo en una
cafetería, le temblaban las manos y tenía ganas de llorar y gritar a partes
iguales.
¡Iba a tener un bebé!
Se entretuvo caminando y mirando los escaparates de las tiendas hasta
que fue la hora de recoger a Leo en la guardería. Ya había tomado una
decisión, esperaría algunos días para darle la noticia a su marido, faltaba
algo más de una semana para su cumpleaños y ese sería su regalo.
Al llegar a su casa tuvo que reprimirse al ver a Lucas jugando en la
alfombra con Kyle, no tenía ni idea de que estaba de regreso. Debía
tranquilizarse o se le notaría el nerviosismo…
—¡Hola! No te esperaba ¿hace mucho que llegaste?
Lucas llevaba un par de horas pensando en lo que había visto y
decidiendo que era lo que debía hacer, presumía de no ser un hombre celoso
ya había pasado por ese mismo momento y había metido la pata. En la
cabeza le daba vueltas la escena ¿Qué debía hacer? ¿Se callaba o le decía
que la había visto?
—Hola, si llegue sobre las doce. ¿Qué tal, cómo estás?
Mara notó algo raro en aquella forma de hablar o ¿eran boberías de
ella? Dejó el bolso en la mesa y siguió los pasos de Leo que había corrido
hasta sentarse junto a ellos.
—Bien, te he echado de menos, me dijiste que me llamarías.—que
difícil era ocultarle nada, tenía los nervios a flor de piel y estaba a punto de
llorar.
—Lo siento, solo quería terminar para volver rápido —Lucas dejó a los
niños sentados en el suelo y se puso de pie acercándose hasta ella—, yo
también te eché de menos—decidió que no se volvería loco pensando
historias raras…todo tendría que tener una explicación, estaba seguro de
eso. No le hacía ninguna gracia, pero iba a confiar en su esposa—, te
extrañe muchísimo…
Mara se derrumbó en el momento en que su marido la besó, deseaba
tanto aquel beso y que la abrazara que no pudo contener su llanto.
—¡Vaya! ¿Lloras porque he vuelto o porque no querías que volviera?
—Trató de hacer un chiste de esas palabras pero solo consiguió que llorara
más y eso lo preocupaba— ¿Mara, que pasa? —mientras le secaba las
lágrimas la miraba con detenimiento.
—Nada de verdad, solo que no me gusta quedarme sola —eso no era
del todo falso. Ahora que ya estaba en casa podría dormir mejor.
Bueno, tendría que conformarse con esa explicación.
—¿Te apetecería salir esta noche a cenar?
Pensar en comer le revolvía el estómago—La verdad es que no mucho,
me gustaría más que nos quedáramos aquí. Yo preparo algo.
—Como tú quieras, creo que iré a darme un baño ¿te apuntas?
—Ja,ja,ja, no creo que sea buena idea ahora mismo. —Todavía estaba
la chica que ayudaba a Mara con el cuidado de los niños.
—No comparto tu pensamiento querida. —Había un oscuro brillo en su
mirada y un deje de malicia al recorrerla con la mirada de arriba abajo.
—Bueno tendré que vivir con eso el resto de mi vida. Mientras te
duchas te prepararé algo para comer.
—¿Y tú?
—Yo comía algo mientras esperaba por Leo. —Tenía los dedos
cruzados por la mentirijilla.
Mientras Lucas se daba ese baño ella aprovecho para despedir a la
joven.
—Y te puedes marchar Ann, mañana a la misma hora.
Lucas entró de nuevo en la cocina se había duchado y vestía un
pantalón corto y una camiseta negra que realzaba su torso. Se sentó en un
banco de la cocina mientras ella se afanaba por terminar la ensalada y unos
espaguetis.
—¿Me acompañas con una copa de vino?
—No, no me apetece.
—Umm…cuéntame que has hecho estos días, sin mí—era una
pregunta con doble lectura.
Mientras él comía Mara le conto lo que él ya sabía pues era su vida
diaria.
—Visité a Adele y también a Maggie—recordar a la pequeña Cloe la
hacía sonreír—, está cada día más guapa, la maternidad le sienta
estupendamente lo mismo que a Dom. —ese comentario hizo reír a su
marido.
—Ja,ja, eres malvada —con su tenedor le ofreció un poco de tomate de
la ensalada, pero ella negó con la cabeza.
—No me apetece ahora.
—Hace días que comes poco ¿estás enferma y no me has dicho nada?
—No, me encuentro bien, tal vez esté incubando un virus o algo.
De momento había podido satisfacer la curiosidad de su marido, no
sabía por cuanto tiempo. Aprovechó la siesta de los niños y que Lucas
estaba en la casa para ella también dormir un rato, si no lo hacía sería
posible que se quedara dormida en la silla. Lucas se quedó trabajando en el
salón.
Mara despertó sobresaltada, estaba todo oscuro y no oía ningún ruido
¿tanto había dormido? un vistazo a su reloj y saltó de la cama alarmada
¡eran casi las ocho de la noche! Se refrescó un poco la cara y fue en busca
de su familia. Al llegar a la cocina pudo oler el aroma a comida que
inundaba todo, la mesa estaba puesta y lo que olía a lasaña en el horno.
Se encaminó hasta el salón y los encontró a los tres frente a la
televisión viendo una película de scooby doo. Nadie parpadeaba Lucas tenía
acotado sobre su pecho a Kyle que al parecer se había dormido y Leo no
perdía detalle.
—Hola chicos…
—Hola bella durmiente.
—Lo siento, no era mi intención dormir tanto.
—No tienes por qué disculparte, seguimos vivos ¿te apetece comer ya?
¡Dios! Tenía tanta hambre, esperaba que las pastillas de Robert
surtieran efecto.
—Sí, muchísima.
—Pues voy a llevarlos a la cama y cenamos.
La cena fue tranquila, Lucas le contó las duras jornadas de
negociaciones que había tenido que soportar, el cansancio y la soledad de
llegar a la solitaria habitación del hotel y tener que dormir solo. Al final
había tenido suerte y pudo hacerse con la agencia de publicidad, quería
sacarle beneficios, primero la reflotaría y luego la vendería.
Mara era consciente de la cercanía de su marido después de acostar a
los niños se había duchado, podía oler el aroma de su ropa y del exclusivo
perfume que usaba.
—¿Te gusta la comida? No me sale como la de mi madre pero creo que
se me da bien.
—Está exquisita. —la había comido con tanto apetito que aunque
hubiera estado malísima para ella habría sido un manjar igual.
—Me alegra que te gustara, estás más delgada. —ante el silencio de su
mujer escrutó su cara con los ojos entrecerrados. Averiguaría que era lo que
le estaba pasando.
Lucas se negó rotundamente a que ella fregara los platos de la cena.
—Me toca a mí.
—¡Pero!—la calló con un beso que la dejó temblando.
—Yo recojo y tú decides que hacemos ahora, vemos una peli o nos
acostamos.
Mara había puesto algo de música suave para no molestar a los niños,
adoraba escuchar a Bon Jovi cuando estaba relajada, era su músico
preferido. Aunque no hacía demasiado frio tenía la chimenea encendida y
solo una pequeña luz alumbraba el salón.
Pudo sentir la presión del cuerpo masculino contra su espalda, los
fuertes brazos la abrazaron por la cintura.
—¿Bailamos?
Ella acepto y los dos comenzaron a moverse despacio, se dejaban
llevar por la melodía.
—Te eche de menos.
—Y yo a ti. —Los labios de Lucas tomaron los de Mara y ella gimió
acercándose más al cuerpo de su marido para recibirlo.
Lucas sintió los dedos de su mujer enredándose en su pelo y aumentó
la presión de su beso. La mano de Wells se introdujo por debajo de la
camiseta acariciando el pecho, haciendo que se encogiera de dolor. Estaba
muy sensible.
—Perdona ¿te hice daño?
—No, no te preocupes.
Lucas tiró de la camiseta hasta quitársela, no llevaba sujetador. Con
ambas manos abarcó los senos de su mujer. Sus pezones se endurecieron
con el roce.
Wells se apartó unos centímetros de ella para coger la manta que estaba
en el sillón y la tendió en el suelo, cerca de la chimenea.
Se desnudaron mutuamente, despacio…tocándose. Se deseaban y
necesitaban.
Los dedos de Lucas iban trazando un tenso camino desde el ombligo
hasta llegar al final de su recorrido. Separó los pliegues de su sexo con
cuidado y lo estimulaba entre sus dedos, frotando y acariciando, llevándola
hasta dónde él quería.
Volvió a reclamar la boca de Mara, sus labios y lengua tomaron de
nuevo un pezón y luego el otro hasta hacerla retorcer debajo de él.
—Lucas…
Lucas sabía que ya estaba lista para él. Su rígido miembro buscó la
entrada a su cuerpo con desesperación, colmándola, estirándose, disfrutando
su placer y las sacudidas de su orgasmo. Se retiraba para volver a avanzar.
Mara alzó las caderas y lo rodeo con sus piernas para recibirlo más
profundamente.
Los dos llegaron al clímax, desbordados.
—¡Oh Dios, te amo Mara! —jadeando aun dentro de ella rendido a ella
completamente.
Los leños de la hoguera ardían incandescentes, los dos seguían
acostados y abrazados mutuamente. Mara rodeaba con su pierna las caderas
de su marido y jugaba distraídamente con el vello que tenía en el pecho.
—Deberíamos irnos a la cama ¿no te parece?
—¿Estás incómoda?
—Un poco, me duele la espalda.
—Umm…estoy tan a gusto aquí. Por cierto amor, te traje un regalo que
no me ha dado tiempo de darte.
—¿Un regalo? ¿Por qué?
—¿Tengo que tener motivos para regalarte algo?—le dio un leve
pellizco en el trasero—lo hago porque me da la gana—se levantó luciendo
su plena desnudez y se acercó hasta su maletín que estaba sobre una mesita,
sacó una bolsa pequeña y volvió al suelo con ella—espero que te guste.
Mara la abrió y sacó el estuche. Dentro había un colgante, una cadena
de oro con finos eslabones y al final una letra, la inicial de su nombre con
diminutas piedras brillantes alrededor. Era hermosa.
—Lucas…
—¿Te gusta?
—¡Sí! Es preciosa.
Se acercó a ella.
—¿Te ayudo?—fue una pregunta sin contestación, ya estaba quitándole
la joya de las manos y poniéndosela al cuello—Sexi…muy sexi amor.
—Ja,ja,ja —estaba completamente desnuda, la joya brillaba en su
cuello—, gracias…es muy bonita.
—Si quieres nos damos una ducha y hablamos de cuanto te gusta el
regalo.
—Eres incansable ¿lo sabías?
—No, espero no cansarme nunca de ti —la ayudó a levantarse y la
besó—, mira lo que haces de mi…un pobre desgraciado—su erección estaba
en plenitud y él quería que su mujer lo supiera, puso la mano de Mara el su
miembro duro y excitado—, jamás me cansaré de ti.
La ducha fue un largo juego erótico que acabo con los dos exhaustos,
quedando dormidos según se acostaron.

La semana seguía su curso normal, Lucas con el niño a la guardería y
luego al trabajo. Mara por su parte intentaba disimular su mal estar delante
de su marido. Acudía todos los días a visitar a Maggie y se pasaba largos
ratos observando a la pequeña. Ella era sincera consigo misma, amaba sobre
todas las cosas a sus niños pero…saber que dentro de su cuerpo se estaba
engendrando una vida no tenía nada que ver con querer más o menos a los
niños—¡¿Mara?!
—Lo siento Maggie, estaba distraída ¿Qué decías?
—¿Estás bien cariño? Te noto distraída.
—Sí, solo que estaba pensando en los niños—no era del todo mentira
—¿Qué decías?
—Te preguntaba si vas a ir a la cena benéfica de esta noche.
¡Oh Dios! Se había olvidado, Lucas se lo había recordado la noche
anterior, era a las ocho—Si por supuesto que iré.

Mara esperaba tranquilamente a que Lucas terminara de vestirse, no le
apetecía nada tener que asistir a ese evento. Sería la primera vez que ella
asistía a una cena de esas características. Se trataba de recaudar fondos para
el ala de oncología infantil del hospital estatal. Su vestido era negro y de un
solo tirante, sandalias del mismo color y una pequeña cartera. Como única
joya la pulsera que le regaló su suegra y unos pequeños pendientes. Aún era
pronto para que se notara su estado, se miraba y se remiraba en el espejo
intentando encontrar algún indicio de su estado. Al día siguiente se acabaría
la tensión de guardar el secreto, era el cumpleaños de Lucas y estaba
emocionada.
—Estas muy guapa amor, no hace falta que te mires más…terminaras
rompiendo el espejo.
—¡Ja! Que simpático eres.
Como siempre él estaba para quitar el hipo, traje negro y camisa gris.
Lo mirara por dónde lo mirara no se le podía poner ningún fallo. Recién
afeitado y el pelo aun mojado se negaba a mantenerse peinado. Debía
cortárselo pero a ella le gustaba vérselo así ;despeinado y veteado de canas.
—Debo confesarte que me quedaría aquí sin duda alguna, seguro que
se nos ocurriría algo para no aburrirnos.
—Anda vamos.
Llegaron al hotel y Lucas aparcó su coche en la entrada principal
dónde esperaba un solícito aparcacoches, le dio las llaves y una propina.
Mara estaba impresionada por tanto derroche de lujo y ostentación, al
entrar pudo sentir como varios de los invitados se volvían para mirarlos con
curiosidad.
—Tienen celos de mi…—Lucas pareció sentir su desazón. Le apretó la
mano y comenzó a moverse entre los invitados. La presentó a varios
conocidos y estuvieron charlando animadamente.
Algunos minutos más tarde se abrieron las puertas de salón dónde se
serviría la cena, se instalaron en una de las mesas principales. En el
momento de servir los entrantes la angustia oprimió el estómago de Mara,
no sería capaz de probar bocado.
—¿No te gusta amor?
—Umm, sí. Lo que pasa es que comí algo antes de salir de casa—trató
de disimular un poco, probó algo del marisco que le habían servido
—¿Te sirvo un poco?—Lucas estaba ofreciéndole un excelente vino
que había pedido.
—No gracias, solo quiero agua.
Mara se había fijado que había un sitio libre en la mesa, casi todos los
ocupantes eran matrimonios de mediana edad, todos parecían personas de
dinero.
—¡Oh Dios! Perdón, se me hizo tarde.
Mara trató de disimular su malestar al ver a quien pertenecía la silla
vacía. La rubia enfundada en un ajustadísimo vestido blanco solo tenía ojos
para su marido.
—Helen, no sabía que estabas en esta mesa—Lucas parecía irritado
por la presencia de la mujer.
—Sí, querido—en esos momentos miró para Mara y le dedicó la
mirada más despreciativa que jamás nadie le había ofrecido—, has venido
acompañado de la cocinera.
Todos los presentes en la mesa se habían quedado en silencio y
escuchaban atentos.
Armándose de valor Mara le contestó con tranquilidad.
—Buenas noches señorita Bradford, cocinera y señora Wells.
El labio de la otra mujer comenzó a temblar mínimamente y aunque
seguía sonriendo en sus ojos podía verse el odio brillando.
La velada seguía su curso, sirvieron el plato principal y para ese
momento Mara parecía haber recuperado el apetito. El arroz basmati
acompañado de salmón frito con salsa de aguacate estaba exquisito
De postre se sirvió, copa de yogur de melocotón y gelatina de moras
acompañada de lazos de hojaldre.
Tras la cena Helen seguía en su intento de llamar la atención de Luca e
irritar a Mara, cualquier motivo era válido para ella. Su mano buscaba
cualquier oportunidad para posarse sobre el brazo del hombre.
Mara asistía a aquella escena avergonzada, no porque su marido
fomentara esa actitud sino por el ridículo al que ella misma se estaba
exponiendo delante de los otros invitados. Los camareros ya habían retirado
el servicio de la cena y estaba por comenzar los actos de recaudación para la
fundación.
Hablaron padres cuyos niños estaban ingresados en el hospital y que
agradecían el gesto que se estaba teniendo con ellos.
El organizador estibaba anunciando que daría comienzo el baile y todos
se dispusieron a buscar a sus parejas, momento que Helen aprovechó para
tirarse al cuello de Lucas.
—¡Vamos a bailar!
Wells estaba intentando ser cortes, no quería ser grosero con ella pero
ya estaba al límite de su paciencia.
—Lo siento Helen, ya tengo pareja.
Mara aceptó la mano de su marido con gusto.
La orquesta tocaba una pieza suave y se sintió flotar en los brazos de su
marido. Se movían al unísono.
—¿Te diviertes amor?
—Sobre todo con tu amiga.
—Ja, ja…podemos hablar de cosas más interesantes ¿Qué te parece?
—¿A sí?
—Um, um…mañana es mi cumpleaños—le hablaba al oído—¿me
podías adelantar el regalo a esta noche?
La risa escapó de su garganta espontáneamente atrayendo algunas
miradas, sobre todo una.
—Tal vez no te guste el regalo.
—Nada que venga de ti podría desagradarme ¿nos podemos ir
entonces?—hizo una pirueta con ella levantando aplausos de los demás
bailarines.

La noche estaba siendo más entretenida que lo que Mara esperaba,
entre otros actos recaudatorios había una subasta de cuadros y algunos
objetos valiosos. Estaba atónita con las cifras que se barajaban, miles y
miles de dólares.
—¿Te gusta algo?—Lucas no había pujado por nada hasta el momento.
—¡Todo!
—Ja, ja, ¿todo?
—Sí, pujaría hasta por ti.
Aquellas palabras fueron agradecidas con un beso por parte de su
marido ante la fiera mirada de Helen.
Un hermoso collar de perlas rosado salió a subasta, todas las señoras
estaban extasiadas mirándolo incluida Mara.
—Es precioso.
—¿Te gusta?
—Sí pero…
—¡Dos mil!
—¡Lucas, estás loco!
Pronto comenzó a subir tanto que daba mareos escuchar la cifra, Lucas
doblaba cada vez que alguien ofrecía una cantidad.
—Quince mil a la una…quince mil a las dos…y quince mil a las tres
¡adjudicado a Lucas Wells!
Casi antes de que el subastador terminara de hablar ya Lucas tenía el
cheque firmado y a punto de entregarlo.
—No debiste hacerlo.
—Lo habría hecho por cualquier otro objeto amor, ese dinero es para
los niños.
Ella tuvo que reprimir las lágrimas. Era verdad…era para los niños,
ninguno estaba libre de sufrir esa terrible enfermedad.
—Perdóname un momento, voy al servicio.
—¿Te acompaño? —ya se había puesto en pie.
Mara negó con la cabeza y se fue sola. Se entretuvo un rato
refrescándose la nuca, estaba algo mareada y había vomitado la cena.
Al salir se topó de frente con Helen—Señorita Bradford.
—A mí no me engañas, sé que has usado alguna argucia para intentar
retener a Lucas pero no te servirá de nada.
Ya estaba empezando a cansarse de aquella mujer, de su insistencia y
sobre todo de su falta de moralidad—Si me disculpa, me espera mi marido.
—Ja, ja, ja, ¿tu marido, querida? Me da tanta pena tu ignorancia. Yo
que tú, no me haría muchas ilusiones con tu matrimonio.
¡Uf! Tenía que irse de allí o armaría un gran escándalo—Me importa
poco lo que usted piense.
—¿De verdad?—la rubia bloqueaba la puerta de salida y fingía mirarse
el esmalte de las uñas ante la cara de enfadada de Mara—¿no tuviste
curiosidad por saber a qué se debía que tu marido llegara tan tarde la semana
pasada?
No caería en la trampa.
—No, no siento curiosidad.
—¡Oh! Que buena persona que eres…espero que te gustara el colgante
que te trajo Lucas de Nueva York…lo elegimos juntos. Es precioso, esa letra
tan bonita.
Mara tuvo que agarrarse al lavabo para no caerse ¿cómo sabía ella eso?
El triunfo de la maldad se reflejaba en la cara de Helen, había
sembrado la duda en su enemiga.
—No te mientas querida, Lucas y yo seguimos viéndonos. Lo de hoy
es solo teatro. Estuvimos juntos en Nueva York y disfrutamos muchísimo.
Es más, llegamos juntos.

Lucas la encontró sentada en la terraza, cuando no la vio llegar del
baño empezó a preocuparse. Estuvo bastante rato buscándola hasta que la
encontró sentada allí.
—¡Joder! Me asustaste ¿Qué te pasa?
No podía hablar, no sabía que había de cierto en las palabras de Helen
y que no. Aquel no era el sitio para averiguarlo—La comida me sentó mal,
me duele el estómago y estuve vomitando.
—¿Y por qué no me avisaste? ¿Estuviste llorando?
—No quería arruinarte la noche.
—Solo estoy aquí por ti, venga vamos a casa.

Ya era bien entrada la madrugada cuando regresaron a su casa. El
trayecto lo habían hecho en silencio. Lucas trató de entablar conversación
con ella pero no tuvo suerte, lo achacó a su mal estar.
Mara se sentía morir. No quería hablar con él solo quería descansar y
pensar.
—¿Te he molestado en algo? ¿Te noto enfadada tal vez?
Ella seguía desvistiéndose de espaldas a él.
—Ya te dije que no. No me encuentro bien y solo quiero dormir—no
esperó respuesta, se puso una camiseta y se metió en la cama.
Lucas tardó en acostarse, como todas las noches pasó por el cuarto de
los niños y después salió a fumarse un cigarro. Un ducha rápida y a la cama.
—¿Duermes?—había planeado una noche divertida para celebrar su
cumpleaños pero al parecer se quedaría con las ganas.
Mara esperó hasta estar segura de que su marido dormía para
levantarse de la cama, miró el reloj y eran las cuatro de la madrugada.
¿Serían verdades todas las acusaciones de Helen? Tendría que haber
una explicación para que ella supiera lo del regalo de Lucas. Lo cierto era
que cualquier gana de darle la sorpresa de su embarazo se había esfumado.
Era la mañana de su treinta y ocho cumpleaños y estaba solo en la
mesa de la cocina. Todos dormían, Mara debía seguir enferma pues no se
había levantado a desayunar con él. Decidió no despertar a Leo, hoy se
tomaría el día libre de la guardería.
Dejó una nota para Mara: <Esta noche cenamos con Dom y Maggie, te
recojo a las seis>

El mundo de Mara se tambaleaba, estuvo toda la noche dándole vueltas
a la cabeza, pensando y decidiendo que era lo correcto. Lo mejor era
afrontar el problema de frente. Se animó a preparar a Leo con la intención
de llevarlo con ella Kyle jugaba tranquilamente con su niñera.
Los nervios al llegar al edificio de oficinas de Lucas casi le impedían
respirar, esperaba que la puerta del ascensor se abriera cuando tropezó con
Diana, la secretaria de Lucas.
—Señora Wells, que sorpresa.
—Hola Diana ¿está mi marido en su oficina?
—Me va a disculpar, yo vengo de administración. Casi puedo
asegurarle que sí, no tenía nada planeado para hoy—la mujer sentía
debilidad con los hijos de su jefe—hola cariño.
Charlaron un rato más y luego la secretaria se alejó, era la hora del
desayuno.
Mara se adentró en la silenciosa oficina, no había nadie, de hecho
Lucas había decidido que quería estar solo y alejado de otras oficinas de la
empresa. Odiaba a la gente entrando y saliendo y sobre todo le gustaba la
tranquilidad.
Según se acercaba a la puerta abierta del despacho le iban llegando el
rumor de voces, uno era su marido y estaba acompañado de una mujer.
—Lucas mi amor…tu igual que yo sabes que tarde o temprano tendrás
que dejarla. Esa mujer no es para ti —aquella era Helen Bradford
—Helen…
—Tú sabes tan bien como yo que me deseas…que gozas conmigo y
que nunca podrás encontrar en ella lo que tienes conmigo.
—Helen, alguien podría vernos, por favor, vístete y sal de aquí.
—Umm…solo vine a traerte tu regalo de cumpleaños, como a ti te
gusta —de pronto los dos se callaron y Mara desde fuera estaba temblando.
Así que era verdad, estaban juntos.
—Contéstame una cosa querido ¿con ella haces las cosas que haces
conmigo en la cama? No seguro, nadie conoce tu cuerpo mejor que yo. Te
gusta que haga esto —volvió el silencio.
Mara sentó a Leo en un sillón y se acercó a ver qué era lo que estaba
pasando allí dentro, recibió el mayor golpe de su vida al ver la escena.
Helen estaba completamente desnuda, en el suelo se encontraba el
abrigo que había debido llevar hasta allí. Se estregaba contra su marido que
la agarraba por la cintura…o más bien por los glúteos.
—Me deseas…y quieres follar conmigo. Quieres que te coma todo y tú
harás lo mismo conmigo y…
Mara consiguió ir caminando hacia atrás despacio para no caerse y
sobre todo para no delatar su presencia. Debía salir y salir ya por que tenía
el vómito en la garganta. Como pudo dio la mano al niño y llegó hasta la
calle. Nunca supo cómo logró llegar a su casa sin matarse por el camino.

A las tres de la tarde ya estaba cansado de trabajar, echaba de menos
estar en su casa y le preocupaba que Mara no lo hubiera llamado y sobre
todo que no atendiera sus llamadas de teléfono.
—Diana ¿puedes venir por favor?
La secretaria hizo acto de presencia sobre la marcha.
—Señor Wells
—Te doy la tarde libre, me voy a mi casa a celebrar mi cumpleaños con
mi familia.
La mujer se alegró de esas horas libres que iba a tener de más.
—Muchísimas gracias. Por cierto se alegraría de la visita que le
hicieron esta mañana.
Ahora fue el turno de Lucas de sorprenderse.
—¿De qué visita hablas?
—La que le hicieron su mujer y el niño esta mañana—la mujer hablaba
y hablaba y Lucas no la estaba escuchando ¿Mara estuvo allí?
—Seguro que confunde el día Diana.
—Disculpe señor pero fue hoy, el pequeño Leo traía un sobre de regalo
en las manos.
Como no tenía caso seguir con aquella conversación Lucas decidió
marcharse ya, tenía que aclarar eso.
Según entró en la casa lo asalto un presentimiento, algo iba mal. Todo
estaba en silencio, no se oían a los niños ni música…en el fondo no se oía
nada. Nada absolutamente.
Se encontró a Mara de pie mirando por la gran cristalera del salón su
mirada estaba perdida en las montañas que se veían a lo lejos.
—Hola amor.
Silencio.
Se acercó a ella y se paró detrás de ella.
—No me toques.
Lucas frunció el ceño ante aquellas palabras.
—¿Perdón? repite lo que has dicho.
—Te he dicho que no me toques.
—Alguna explicación para eso.
—No.
Se estaba cabreando en serio, la cogió por los hombros para ponerla
frente a él y se asustó al ver aquella mirada desprovista de sentimiento ni
dulzura.
—Explícame eso.
—No tengo ninguna intención, no tengo que explicar nada. En todo
caso deberías ser tu quien se explique.
—Como siempre andas con intención de tocarme los cojones con tus
acertijos…que es lo que te pasa.
—¿A mí? ¿Te refieres a verte en los brazos de tu novia?
—¿Qué has dicho?
—No creo que seas tonto ni que te lo hagas. Me refiero a la escena tan
bonita de tu despacho esta mañana.
¡Joder! Era verdad que había estado allí...quería desaparecer del mundo
en esos momentos.
—¿Puedo explicarte?
—¡No! se lo que vi, se lo que oí. No quiero más mentiras, te lo advertí,
mi cama es sagrada. Te lo dije bien claro si no quieres estar conmigo
dímelo, pero no quiero enterarme de la manera que me enteré, de que eres
un mentiroso. No me has dicho sino mentiras Lucas.
—¡No!
—Yo te vi, te vi acariciando a el cuerpo desnudo de Helen ¡me has
vuelto a humillar!
—¿Qué yo te humille? ¿Eso lo dices tú? ¿Tú sabes que escena tan
bonita me encontré el día que regresé de mi viaje? Me estas reclamando
cuando yo te vi abrazando al medicucho ese en plena calle.
Mara no podía creer que aquello estuviera pasando, su marido no tenía
ni idea de lo que estaba diciendo.
—Estas enfermo Lucas. Atacas para desquitarte de tu problema.
—No querida, yo expongo tu engaño también.
—Eres un cerdo Lucas Wells, yo no tengo nada que ver con Robert, no
tienes idea de lo que estás diciendo.
Lucas trataba de tranquilizarse y de no decir cosas de las que se
arrepentiría más tarde, quería explicarle lo que ella había visto por la
mañana pero ella estaba demasiado nerviosa.
—Será mejor dejar esta conversación para cuando estemos más
tranquilos.
—Ya no habrá más conversación sobre este tema—la voz de Mara
sonaba fría como un tempano de hielo y eso dio miedo a Lucas.
—Hablaremos de esto por la mañana Dom nos espera.
—No iré a ningún sitio.
—Pues iré yo, no pienso dejar que me arruines el día—él tampoco
pensaba ir pero quería ver su reacción. Se acercó hasta la puerta pero quedó
quieto al escucharla de nuevo.
—Por la mañana me iré de aquí.
—¿Qué has dicho?
Mara no pensó dos veces lo que le dijo, aquellas eran las palabras que
su corazón nunca creyó que pronunciarían en la vida.
—Me voy Lucas. Quiero el divorcio.




CAPÍTULO 23





Mara no sentía ni padecía, la noche fue horrible y solo quería salir de
allí lo antes posible. No sabía que había decidido su marido, después de
dejarle claras sus intenciones se había marchado a la habitación con los
niños y ya no supo nada más de él.
En esos momentos de la mañana no había indicios de que estuviera en
la casa. Solo pensaba llevarse sus cosas personales y la de los niños…no
quería nada más. Era realista y sabía que por sí sola no sería capaz de
mantenerse ella y los niños y menos en su estado. Dejaría de lado su orgullo
y usaría solo para lo justo y necesario el dinero que Lucas había estado
ingresando para los gasto de Leo y Kyle.
Su viejo coche iba repleto y amontonado de cosas, cerró tras ella la
puerta de salida y no se paró a mirar para atrás.
Maggie salió a recibir a sus visitantes con la alegría reflejada en su
cara, Mara la había llamado un rato antes preguntándole si estaría en casa.
—¡Claro!—esperaba que su amiga le aclarara el por qué habían
suspendido la cena de la noche anterior, solo le habían dicho que uno de los
niños no se encontraba bien—¡Hola! —poco a poco su voz se fue apagando
y su cara cambiando al ver el coche lleno de maletas y arretrancos de los
niños— ¿Te vas de viaje?
Pasaron al interior de la casa y allí esperaba Dominic con su bebé en
brazos.
—Hola cuñada.
—Sally ¿podrías llevarte los niños a jugar un rato?—Maggie quería
tranquilidad y para eso no podía estar atentas a sus sobrinos.
—¿Pasa algo? Te noto seria.
Para ella todo aquello ya era humillante y tener que contarlo más aún.
No quería ser víctima de nada, ella sabía con quien se casaba y tenía que
asumir las consecuencias. Era mejor hacerlo ya y terminar de una vez con
todo.
—Lucas y yo vamos a divorciarnos.
—Joder…desde que estas con mi hermano se te ha pegado hasta el
nefasto humor que tiene.
Mara quería evitar sobre todas las cosas llorar pero su ánimo no pudo
soportarlo más.
—No es ninguna broma.
Entre lágrimas…muchas lágrimas pudo contarle a sus cuñados lo que
había presenciado en la oficina de Lucas, ellos atendían a sus explicaciones
atónitos.
—Cariño, yo no quiero justificar a mi hermano —Dom estaba abatido
por lo que estaba escuchando pero conocía a su hermano y conocía los
sentimientos a su mujer de ahí que no entendiera que estaba pasando—
¿hablaste con él?
—¿Hablar con él? ¿De qué Dom? ¿De por qué había una mujer
desnuda entre sus piernas? Me parece que no.
—Pero…
—No te molestes, si llego a tardar un poco más me los encuentro en el
suelo como dos animales en celo. Pero no te confundas, este es un problema
entre él y yo únicamente.
—¿Qué vas a hacer? Sabes que aquí hay sitio para ti y los niños.
Ella negaba con la cabeza.
—No gracias.
—¡No puedes negarte! —Maggie hacía de aquel su problema—Esta es
tu casa también.
—No, pero lo agradezco igual. Estoy aquí por un motivo concreto ¿aun
alquilas tu apartamento de soltera?
Maggie nunca había querido desprenderse de su amado apartamento,
nunca se sabía.
—¡Estás loca!¿piensa vivir ahí?
—No tengo otro sitio.
La pellirroja estaba afligida por su amiga, esperaba que todo ese mal
entendido, porque ella ponía las manos en el fuego por Lucas, seguro que
había una explicación.
—Te puedes quedar aquí y lo sabes cariño.
—¿Me lo alquilas o no?
Maggie no podía negarse aunque le doliera la situación.
—Claro que puedes quedarte.
Al final pudieron convencerla para que pasara el día con ellos, no
volvieron a tratar el tema y pudieron relajarse. Mara sabía que ya no tenía
caso seguir guardando su secreto, recordarlo la puso triste de nuevo.
—Me gustaría compartir algo con ustedes…
El matrimonio prestó atención a lo que ella estaba hablando.
—Es que…
—Disculpe señor —la joven del servicio llegó anunciando una visita
—, ha llegado su hermano.
Lucas entró apenas detrás de la nerviosa chica, estaba vestido con
descuido y parecía que no se había afeitado.
—Buenas tardes.
Mara abandonaba ya la sala, no quería estar presente.
—Bueno chicos, estaremos en contacto.
No pensaba ni esperar a que saludara a los niños, ya lo haría en otra
ocasión. Cogió a uno en brazos y dio la mano al otro.
Ya estaba a punto de subirse al coche cuando la dura mano de Lucas la
retuvo.
—Mara.
Se sacudió como si la hubiera tocado un bicho.
—No…vuelvas…a tocarme.
—¿Dónde vas?
—Lejos de ti.
—Déjame hablar contigo cinco minutos.
—No me interesa nada de lo que tengas que decir, procura hablar con
tu abogado lo antes posible.
Esa fue la última vez en semanas que vio a su marido.
La vida de Mara se limitaba a llevar al niño a la guardería todos los
días, había mañanas en las que apenas podía levantarse de la cama debido a
las náuseas y los vómitos que sufría. No había sido capaz de contar la
noticia a nadie para que no llegara a oídos de Lucas.
Maggie la llamaba todos los días y siempre le daba largas para no
visitarla, no quería repetir el desagradable encuentro.
Su cuñada evitaba nombrar a Lucas y ella no preguntaba nada acerca
de él.
Una noche en que los niños dormían y ella decidió ver un rato la tele se
encontró con la imagen de su marido en plena portada de un programa de
cotilleos;
<¿Qué le pasa a Wells? Su imagen ha cambiado drásticamente en
semanas, ya no es el hombre atractivo y seductor que las enamora
locamente. Tenemos imágenes penosas en las que se le ve totalmente
borracho y dando traspiés por las calles. Según hemos sabido su flamante
esposa le ha pedido el divorcio ¿Cuál será el motivo? Esta noche tendremos
una invitada que nos puede sacar de dudas. Lo cierto es que el dinero no da
la felicidad>
Cerró los ojos ante aquello ¿debía darle pena? La verdad es que no
mucha, todo eso era por culpa suya. Le apenó verlo tan desfavorecido,
estaba sin afeitar y ya no era el hombre de elegantes trajes. Había
adelgazado algunos kilos y la cara se le había perfilado, tenía los ojos
hundidos y los pelos revueltos.
No era masoquista, no le interesaba ver de qué iban a hablar, apagó la
tele y se fue a la cama. Le costaba conciliar el sueño pero no iba a permitirle
que la amargara más, al día siguiente llamaría a su abogado para interesarse
por el divorcio.
Ring…ring…el incesante sonido del teléfono la sacó de su sueño.
—Diga.
—¿Mara duermes?—Maggie parecía impaciente.
—Lo siento ¿Qué hora es?
—¡Son las once! ¿Estás enferma?
—No, pero anoche no podía dormir y hoy se me hizo tarde.
—¿Viste el programa sobre Lucas?
—No. No me interesaba ¿por eso me llamas?
—Perdona, no quería molestarte. Te llamo por otro motivo, estoy
aburrida en casa y pensé en visitarte ya que tu no bienes ¿te importa?
Pensó en negarse, pero no podía hacerle eso.
—Por supuesto que puedes venir.
—Tardaremos media hora en llegar.
Bueno, tendría que levantarse. Le llevó poco tiempo atender a los
niños, Kyle ya estaba hecho un revoltoso. Ya no quedaba nada del bebé
tranquilo que era.
Y de Leo…sus hermosos ojos negros la seguían por dónde quiera que
fuera.
—¡Mami!
Mara creyó que Kyle había aprendido otra de sus palabras pero él
estaba tomándose su biberón de leche por lo que no podía haber hablado
¿sería posible? Estaba tan nerviosa que oía cosas por todos lados.
—Leo vamos a desayunar cielo.
—Sí.
No estaba loca…Leo estaba hablando.
—¿Leo vamos a desayunar?
—Sí.
¡Ja, ja, ja! Leo estaba hablando. El médico le había dicho que tuviera
paciencia, el niño hablaría. Todo dependía de cuando él estuviera preparado,
la guardería y el trato con otros niños ayudarían mucho y al parecer era
verdad.
—Leo ¿vamos a bailar?
—Sí.
Mara lo cogió en brazos y comenzó a bailar y a dar vueltas con él como
una loca, el niño reía con los besos de su madre y ella lloraba con él. Le
quedaba la pena de…
Kyle reclamó parte de la atención al terminar de comer.
—Mamá.
Nadie sabría jamás el amor y el orgullo que ella sentía por esas
criaturas. Ella sola se haría cargo de ellos, no les hacía falta más nadie.
Mientras ellos bailaban y se reían Maggie llegó a su antiguo
apartamento, parecía que su amiga estaba de fiesta.
—¿Nos invitaran cariño?
—Intentémoslo —Dom quería entender a las mujeres pero a veces no
lo lograba. Llamó a la puerta y esperó a que les abrieran.
—¡Hola!—abrazó a su amiga—pasa tengo una gran noticia que darte.
Saludó a Dominic ya a la bebé que iba en su sillita.
—Está tan linda.
Los Wells entraron un poco asombrados por el recibimiento, esperaban
verla triste y llorando por las esquinas y sin embargo estaba cantando.
—Mara cariño ¿estás bien?
Mara no podía aguantar más, quería compartir la gran noticia con
ellos…a falta de un padre bueno eran los tíos.
—Leo mi amor ¿estamos bien?
—Sí.
—¿Quieres que te de un beso?
—Si mami.
Dominic y Maggie no daban crédito a lo que estaban oyendo.
—¡Dios mío Leo!—ahora fue el turno de Maggie de achuchar al niño.
El reía con la risa inocente de un niño feliz.
Aquello se convirtió en una fiesta familiar, los tres adultos habían
convertido a Leo en el centro de la atención, aunque solo contestaba con
monosílabos reía mucho y el solo sonido de su risa era suficiente para ellos.
Nadie nombro durante la visita a Lucas, tanto Dom como Maggie
respetaban la voluntad de Mara de no querer saber nada.
Ya era la hora de marcharse y Mara se sintió triste, el día había sido un
escape para su tristeza, y era el momento de confiar en ellos.
—Chicos…quiero compartir con ustedes algo—observó la cara de
sorpresa del matrimonio— lo único que quiero es la promesa de que no se lo
contaran a nadie.
—Mara…
—Por favor.
—Puedes confiar en nosotros —Dom habló por los dos.
—Estoy embarazada, de tres meses.
—Y ¿lo sabe…
—¡No! y no lo sabrá.
—Pero…
—No Maggie, es mi decisión y tú la vas a respetar.
De acuerdo o no, el matrimonio Wells tuvo que aceptar la decisión de
Mara.
Antes de partir Maggie abrazó a su amiga y le susurró en el oído.
—Tiene derecho a saberlo.

Otra noche bebiendo hasta perder el tino y por la mañana se moría del
dolor de cabeza ¿cuánto tiempo llevaba así? Ya había perdido la cuenta
¿sería un mes? Desde el día de su cumpleaños. Para él ya no habían días ni
noches, simplemente estaba la botella de whisky y el tabaco.
Apenas pasaba por la oficina y cuando lo hacía era para dar gritos
como un loco, su hermano se estaba haciendo cargo de todo. No había
vuelto a ver a su familia desde que coincidieron en casa de Dom, Mara no
había querido siquiera mirarlo a la cara. Extrañaba a los niños y a ella la
necesitaba para vivir.
Se miraba al espejo y no se reconocía, estaba ojeroso y desaliñado.
Sucio y hasta a él mismo le daba pena verse en el espejo.
Desde el día en que abandonara la casa no había vuelto por allí ¿para
qué? Sabía que no había nadie, tenía informes de dónde estaba ella y los
niños pero no pensaba molestarla, sentía odio en cada palabra que ella le
dirigía.
¡Maldita fuera su suerte! Esa noche era la presentación del candidato a
senador y a él no le quedaba otro remedio que asistir, era él principal
benefactor de la candidatura. Quisiera o no tendría que ir a su casa a recoger
el esmoquin.
Todo estaba como el último día, recogido y ordenado. Ningún juguete,
ni la bici de Leo. Nada en absoluto.
Sobre la mesa se amontonaba el correo si abrir y las tarjetas de crédito
que su mujer dejó allí para que el las viera. Su orgullo no le había permitido
usar nada que viniera de él, sabía que por lo menos estaba usando los fondos
de los niños y eso le daba tranquilidad.
Había un sobre blanco y grande que venía a nombre de ella pero no lo
tocó, ya se lo haría llegar.
Subió con rapidez a la habitación y cogió la ropa tan deprisa como
pudo, no quería estar allí.
Antes de salir cogió su correo para revisarlo con tranquilidad y volvió a
ver el sobre blanco, era del hospital, frunció el ceño. Tenía interés en saber
que era lo que decía, no todos los días llegaba un sobre así a la casa de
nadie. Tal vez era de la enfermedad de Kyle.
Comenzó a leer, sangre, glóbulos rojos…blancos. Todos términos
chinos para alguien que no sabía de medicina.
El informe terminaba; prueba de embarazo positiva. De ocho semanas.
Firmaba el doctor Bradford y la fecha coincidía en que los vio
abrazados en la calle.
Eres un gilipollas…se repetía una y otra vez.
Ahora recordaba las palabras de su secretaria cuando le dijo que el día
que estuvieron allí Leo llevaba un sobre en las manos ¿sería ese?
Tenía que hablar con ella e iba a tener que escucharlo. Ese no era un
buen día, todavía tenía indicios de su borrachera y no estaba presentable.
Asistiría a la presentación y por la mañana iría en su busca.

Ese día estaba siendo horrible para Mara, todo lo que comía lo
vomitaba. Estaba esperando a que se hiciera la hora de recoger a Leo en la
guardería, solo quería llegar a su casa y tumbarse en la cama. Todo aquello
era demasiado para ella…deseaba evitar pensar en Lucas pero en momentos
como ese la fragilidad se apoderaba de ella.
Se paró a tomarse un té frio intentando que se le pasara las fatigas,
Kyle dormía tranquilo en su cochecito ajeno al mal estar de su madre. El
sitio estaba lleno de turistas por lo que tuvo que sentarse dentro del local.
Pensaba y pensaba en su futuro.
—Ja, ja, ja. No pienso perdérmelo por nada querida—las tres mujeres
que estaban sentadas delante de Mara reían como cotorras y eso le estaba
dando ya hasta dolor de cabeza. Estaba levantándose para cambiarse de
sitio, solo esperaba por el camarero—Helen tiene a Wells en el bolsillo.
Mara prestó atención, estaban hablando de Lucas.
—Esta noche piensa presentarse en la gala del gobernador como su
pareja. Según me conto a Wells lo dejó la insulsa de su mujer. No sé como
pero Helen se las arregló para hacer que esa pobre tonta creyera sus
mentiras y que lo dejara.
Mara estaba pálida escuchando.
—Por casualidades de la vida la cocinera apareció en el momento justo
para darle la estocada final y ya sabemos lo que vino después….—las
mujeres seguían burlándose de ella sin saber que estaba sentada detrás de
ellas.
No podía seguir escuchando aquello, la cabeza le daba vueltas de igual
manera que su estómago. No sabía qué hacer ni dónde ir.
Tenía que hablar con Lucas.


CAPÍTULO 24





Al salir a la calle y aspirar el aire fresco los pulmones de Mara
volvieron a bombear sangre a su cabeza, estaba en shock ¿sería posible que
aquella zorra lo hubiera preparado todo? La conversación que había
escuchado así lo confirmaba.
Ella no tenía maldad ninguna y por eso no podía comprender que
existieran personas como Helen Bradford capaces de romper un matrimonio
por simple capricho.
Mientras esperaba a que fuera la hora de recoger a Leo, su cabeza
trabajaba a mil por hora, las amigas de Helen habían dicho que aprovecharía
esa noche para sus planes.
Bueno…eso habría que verlo.
Volvían los tres al apartamento de Maggie, caminaban despacio
mientras Leo se iba comiendo un caramelo. No tenía claro sus planes aun
pero tenía que ocurrírsele algo y pronto.
Al cruzar la calle se fijó en el escaparate de una de las tiendas más
caras y exclusivas de la ciudad. El vestido que lucía en el escaparate era una
preciosidad, de color verde, sin mangas, se abrochaba en el cuello con un
lazo que caía por la espalda, era de gasa y vaporoso hasta altura de la
rodilla. Se complementaba con unas sandalias plateadas de tacón y una
cartera verde de mano.
Una belleza.
Después de dar unos pasos los desanduvo de nuevo y entro en la
tienda, resuelta y decidida.
—Buenas tardes señora ¿la puedo ayudar en algo?
—Sí, me gustaría probarme el vestido del escaparate —la dependienta
arqueó los ojos con asombro, aquella señora no daba el perfil de sus
clientas. Iba vestida con un pantalón vaquero descolorido y una camiseta
rosa demasiado amplia para su cuerpo. Estaba pálida y ojerosa. Iba
acompañada de dos niños y temía que el precio fuera demasiado alto para su
poder adquisitivo.
—Se refiere al….
—Me refiero al verde señorita ¿algo que objetar?
—No…solo que el precio…
—¿Usted lo va a pagar? —la cara de la chica era un poema ante la
pregunta de Mara— Ya me parecía a mí. No tengo toda la tarde para
probármelo querida.
Media hora más tarde y con mil dólares menos en su cuenta salió con
dos bolsas del comercio.
Algo había cambiado, una mala pécora había intentado arruinarle la
vida y no había pensado con quien se había enemistado. Esperaba que su
marido asistiera, esa era otra.
—¿Maggie?—al llegar a su casa llamó a su amiga, quería saber si
podía dejar a los niños con ella.
—Hola.
—Necesito un favor.
—Claro ¿estás bien?
—Si ¿te puedo dejar a los niños esta noche?
Al otro lado del teléfono no se escuchaba nada, aquella petición era
inusual, solo en contadas ocasiones y solo para algún acto importante Mara
solía dejar a los niños a cargo de alguien. Sabiendo cual era la situación de
sus cuñados la petición era extraña.
—¿Puedo saber qué pasa?
—Todavía no ¿puedo o no?
—Claro cariño.
Después de colgar se quedó pensativa un rato.
—¿Qué pasó cariño?—Dom sentía curiosidad por la llamada, no sabía
quién la había hecho.
—Nada…era Mara.
—¿Qué quería?
—Saber si podía dejar a los niños, no me preguntes porque, no me dijo
nada más.

Último vistazo al espejo y seguía impresionada con su imagen—
¡Mami!
—Ven aquí cariño—se agachó hasta estar a la altura de su hijo y le
besó toda la cara—, vamos a ver a Cloe.
El niño ya reconocía perfectamente a la familia y se alegraba cuando
iban a ver a su pequeña prima.
El coche de Mara paró en casa de los Wells a las siete y media, bajó
con cuidado y esperó a que Sally la ayudara—Hola Sally, ¿puedes coger el
bolso de los niños?
—Por supuesto señora, está muy guapa.
—Gracias, querida.
Dentro los dueños de la casa veían cómodamente la televisión cuando
llegaron sus invitados. El primero en entrar fue Leo.
—¡Hola Dom!
—Hola amigo mío—el tío abrió los brazos y sentó al niño sobre sus
piernas—¡Wau!—fue lo único que pudo decir al ver a su cuñada entrar con
Kyle.
—Trae, yo lo cojo que te ensucias ese bonito vestido —Maggie no
sabía que estaba pasando pero intuía que algo había cambiado desde la
última vez que se vieron—, estás radiante.
Charlaron un rato pero en ningún momento descubrió su secreto, no
quería adelantar nada porque no sabía cómo terminaría la noche.
—Tengo que llamar un taxi, voy a dejar mi coche aquí.
Sabía que debía dar por lo menos una explicación de su actuación,
después de despedirse con un beso de los cuatro salió al taxi que la estaba
esperando—Mañana paso a recogerlos, me voy que tengo una cita ¡con un
gobernador!
—¿Un gobernador?—Maggie seguía dándole vueltas a la cabeza—
¿hoy no es cuando Lucas tenía que asistir a la recepción de...? ¡Claro! Mara
va a ir a esa fiesta.
Ajena a las conjeturas de su familia política Mara esperaba su turno
para acceder al hotel dónde tendría lugar la cena y después el baile en honor
al futuro gobernador. El primer obstáculo lo tendría al entrar, los
guardaespaldas pedían las invitaciones y ella no tenía. Vería como lo
solucionaba.
—Buenas noches señora ¿su invitación por favor?
Ya iba llegando tarde y ahora eso.
—Lo siento, no creía que me hiciera falta.
—Pues sin invitación no puede entrar.
—Bueno, puede usted llamar a mi marido y el responde por mí.
Los hombres se miraban entre ellos como si ella estuviera loca.
—Señora…
—Llame usted a Lucas Wells y dígale por favor que estoy en la puerta
y no puedo entrar.
Ahora volvieron a mirarse después de saber supuestamente quien era la
señora, miraron en la lista y asintieron porque su nombre estaba allí escrito.
—Total, ya es tarde y solo conseguiré que se moleste más por mi
retraso.
Tras dudar un poco el hombre accedió a dejarla pasar, el señor Wells
era un hombre muy importante y seguro que no le haría gracia saber que le
había prohibido la entrada a su esposa.

El primer paso estaba conseguido, ahora iba el acto más importante. Se
escondió detrás de una columna para poder observar bien el terreno. El
salón estaba atestado de gente que esperaba a que les sirvieran la cena, tenía
que localizar a Lucas. Y lo encontró. Había asistido.
Y a su acompañante.
Lucas estaba sentado en una de las mesas centrales y por lo tanto más
importantes, hacía semanas que no lo veía y sintió mucho remordimiento al
verlo. En su cara se dejaban ver los signos de sus excesos con la bebida y
maldita sea ¡la culpable estaba sentada al lado suyo!
Bueno, empezaba el acto principal de la obra.
La prensa estaba cubriendo el acto, si quería que Helen supiera lo que
era la maldad necesitaría una buena foto que le recordara sus actos a partir
de ese día.
—Perdona ¿te interesaría una foto simpática?—el joven fotógrafo
estaba indeciso—¿trabajas por cuenta propia?
—Si señora.
—Pues prepara la cámara y mañana serás famoso.
—No será nada prohibido ¿verdad?
—No, puedes confiar en mí. No te vayas por que empieza la fiesta.
Esperó hasta que habían servido el primer plato para dirigirse a un
camarero que pasaba delante de ella—Por favor señor, resulta que tengo un
problema.
—Usted dirá señora.
—Verá, soy la señora de Lucas Wells, se me hizo un poco tarde y me
acabo de llevar la desagradable sorpresa que hay alguien ocupando mi silla.
—Eso no puede ser posible señora.
—Pues lo es, fíjese—señaló con la mano a la mesa de Lucas y sacó su
vena de actriz—en mi estado no puedo estar mucho rato de pie, tendré que
irme y no sé cómo se lo tomará mi marido.
El pobre hombre estaba afligido, era un verdadero problema. Llamó a
maître y enseguida el hombre la tranquilizó—Acompáñeme señora.
El hombre fue sorteando las mesas hasta llegar a la mesa central, Mara
se las había arreglado para permanecer oculta detrás del fornido hombre.
—Buenas noches, siento molestarlo pero hay un problema con la
señorita—trataba de hablar en voz baja para no levantar la atención de los
demás invitados.
Lucas no sabía de qué coño estaban hablando.
—Explíquese.
— Se trata de esta señorita, está ocupando el lugar de otra invitada.
Helen comenzó a ponerse roja y le temblaba la mano contra el plato.
—¡Usted es tonto! No sabe con quién está hablando.
—Buenas noches—había llegado el momento—me da que está usted
ocupando mi sitio querida.
Valía la pena ver la cara de todos y cada uno de las personas sentadas
en aquella mesa, la conversación estaba llamando la atención de los demás
invitados. Lucas no entendía que estaba pasando ¿qué hacía Mara allí?
Helen rechinaba los dientes tratando de mantener su sonrisa Y los demás
prestaban más atención a ellos que a la comida.
—Pe…pe…pero—aquella puta estaba disfrutando—yo estoy ocupando
mi sitio.
—Me parece que no leyó usted bien la tarjeta, dice señora Wells y esa
soy yo no usted. Lo siento mi amor, se me hizo un poco tarde—fue la
primera vez que se miraron a los ojos.
—Pero…tú y él…
—¿Si querida?—Mara estaba disfrutando del momento.
—Lo siento señorita, le buscaremos acomodo en otra mesa.
Helen tuvo que levantarse entre otras cosas porque el maître estaba
tirando de ella por el codo.
—Acompáñeme por aquí.
Mara le hizo la señal al fotógrafo de que era el momento.
—Un momento querida—se inclinó sobre la mesa y cogió el plato de la
sopa con cuchara y todo—se le olvida su plato.
—¡Oh!—así sería como saldría a la mañana siguiente en las portadas
de los periódicos, llevando a su autor a la cumbre.
Lucas se mordía el labio para no reírse, trataba de parecer serio ante
aquella escena, tenía interés en saber que estaba pasando. Se levantó de la
silla para ayudar su mujer a sentarse.
—Gracias.
Mara fue presentada a los demás comensales, le sirvieron un plato
nuevo y el incidente pasó al olvido. Por el momento. Sabía que llegaría el
momento de hablar.
La valentía pareció abandonarla al llegar la comida, toda la tensión
acumulada durante el día le impedía comer. En su sed de venganza no se
había parado a pensar en que tendría que comer, jugó un rato con la comida
del plato hasta que Lucas intervino—¿No te gusta?
—Sí, está buena, pero no tengo hambre.
Aguantó el resto de la comida como pudo, cuando sirvieron el postre
cambió un poco su semblante. Era helado con una base de bizcocho de
naranja y menta, se lo comió con gusto y lo mejor de todo que su estómago
lo gradeció.
—Comete el mío—Lucas le pasó el plato del postre y le dio gusto ver
como se lo comía.
Wells intentaba disimular su alegría por volver a verla, la observaba
hablar con el resto de las mujeres de la mesa y no entendía como había sido
capaz de hacer lo que hizo. Estaba seguro que había pasado algo y deseaba
salir de allí cuanto antes para averiguarlo.
Solo Dios sabía cuánto lo había echado de menos. Nadie podía
imaginar las vueltas que había dado su cabeza pensando en que estaba
embarazada y sola con dos niños pequeños y todo por algo que ellos no
tenían la culpa.
Desde el día en que ella le había dicho que quería el divorcio su mundo
se había ido al garete, su único consuelo para intentar olvidarlo era beber y
beber aunque eso no arreglaba nada, al contrario, le traía más problemas.
Jamás había tocado a ninguna mujer desde que ella había vuelto,
aquella mañana en su oficina tuvo que reprender a Helen por aquel
espectáculo bochornoso. Y lo más dañino había sido ver a su mujer dudando
y creyendo lo que por otro lado tuvo que ver y oír.
La música comenzó a sonar.
—¿Bailamos?
Un estremecimiento recorrió la espina dorsal de Mara, podría estar
dándose cabezazos toda la vida por su estupidez y seguir emocionándose
cada vez que lo tenía cerca.
Aceptó la mano y se dejó llevar hasta la pista.
Ellos bailaban y no lejos de allí Helen dejaba salir por su boca sapos y
culebras.
—Hija de puta, me las va a pagar…maldita zorra—solo Dios sabría
cómo se había enterado de la fiesta y lo peor de todo había sido la vergüenza
que le había hecho pasar. Las amigas trataban de tranquilizarla sin éxito.
Mara se dejó abrazar por él.
Se movían al compás, Lucas mantenía la mano de su mujer apretada
contra su corazón mientras aspiraba el aroma de su cabello, deseaba salir de
allí y olvidar el infierno que había vivido durante esas semanas.
Durante un rato bailaron en silencio, alguien debía romper el hielo y
ese fue él.
—Estás muy guapa.
—Tú también.
—No sabía que tenías ese gen de actriz, no sé si enfadarme o felicitarte
por el espectáculo. Me ha sorprendido verte aquí.
—Um ¿sería posible que pudiéramos irnos ya?
—Cinco minutos más y nos vamos.
Bailaron otra pieza y ya había llegado el momento de marcharse. Mara
no supo que fue lo que habló Lucas con el candidato, sacó un sobre del
bolsillo de su chaqueta, se despidieron con un apretón de manos y se acercó
hasta dónde ella esperaba.
—Podemos irnos.
El paso de la pareja hasta la salida atraía las miradas de algunos
invitados...de unas más que de otros. Iban cogidos de la mano y declarando
a todos el que quisiera verlo que estaban juntos. El mismo fotógrafo que se
alió con Mara era ahora el que los fotografiaba a la salida.
—¿Tu coche?
—Vine en taxi.
Esperaron a que el aparcacoches le trajera el de él, la noche había
refrescado y Mara comenzó a tiritar de frío…no se había percatado de coger
un abrigo. Lucas la sintió temblar al lado suyo, se quitó la chaqueta y se la
colocó sobre los hombros, atrayéndola hacia su cuerpo para darle calor.
Ninguno de los dos dijo nada cuando se subieron al coche, tenían una
conversación pendiente, Lucas condujo hasta la playa desierta a esas horas
de la noche.
—¿Te apetece caminar un rato?
Los tacones de sus zapatos no eran los adecuados para ese paseo pero
asintió.
Caminaron cogidos de la mano. Había tantas cosas que decir…
—Lo siento, no sé qué decir por qué nada de lo que diga va a cambiar
lo que pasó —ya que había llegado hasta allí debía seguir con todas las
consecuencias—, te acusé de cosas feas y te dije otras mucho peor, mi
primer fallo fue no dejarte hablar.
—Espera un segundo—Para Lucas saber que ella, no sabía bien como,
se había dado cuenta de su error era suficiente, quería que aquello acabara
allí.
—No, me vas a dejar hablar por una vez. Me dejé llevar por la rabia
¿sabes lo que supuso escuchar a Helen hablándote como lo estaba haciendo?
Y comprobar que estaba desnuda.... ¿llorar? no lo merecía. Me dio rabia,
quise matarte. Después pasé a la decepción y por último no quería nada más
que ver contigo.
Era la primera vez que alguien sentía tantas cosas distintas hacia él.
—¿Qué ha cambiado?
—Escuche una conversación—mientras andaban despacio le contó lo
que escuchó de las amigas de Helen.
—¡Vaya! Yo pensé que habías cambiado de opinión porque me amabas.
Mara le dio un golpe en el costado.
—Por eso también. Me siento tan tonta…no sé qué decir.
—He pasado las peores semanas de mi vida, quería ir y darle una
patada a la puta puerta del apartamento…he pasado las noches sentado
dentro del coche en tu puerta. Has estado a punto de acabar conmigo Mara.
Puedo entender que te sintieras enfadada, pero solo esperaba que
recapacitaras y hablaras conmigo. Que confiaras en mí.
—Lo siento —esa vez ya no pudo controlar las lágrimas.
Lucas se había alejado un poco de ella, las manos en los bolsillos de su
pantalón y la mirada perdida en las olas que rompían en la orilla—Yo te
amo como nunca pensé que se pudiera hacer, jamás se me ocurriría mirar a
otra mujer…y mucho menos engañarte Los niños y tú son mi vida.
—Lucas, ella me dijo que fue contigo a Nueva York
—¿Sabes lo que más me dolía? Que con todo lo que hemos vivido y
compartido juntos, no me dieras la oportunidad de explicarme. Eso es
mentira, el que estaba era su padre. Hoy tuve que ir a buscar el traje a
nuestra casa y me encontré un sobre del hospital ¿habrías sido capaz de
ocultarme esa noticia?
Así que ya lo sabía.
—¿Pensabas ocultarme lo del bebé?
—No, ese fue el motivo por el que fui a verte a tu oficina el día de tu
cumpleaños. Ese era tu regalo.
—¡Maldita sea!—esa mujer era lo que lo movía a seguir viviendo y no
podía verla sufrir, menos por las maldades de Helen. Tiró de ella y la abrazó
tanta fuerza hasta que sintió los latidos del corazón de su mujer.
Lucas entrelazó los dedos de Mara con los suyos y se llevó la mano a la
boca besándola, estaba emocionado.
—Te amo Mara —Lucas rozó la comisura de su boca con la lengua.
Era como si necesitara absorberla, el beso se hizo tan profundo que tuvo que
recordar que estaban en la calle—. Vamos a casa…
Tardaron media hora en llegar a su casa, durante el camino Lucas quiso
saber todo lo que Helen había estado maquinando—Te juro que se
arrepentirá—preguntó por los niños y ella se guardó la sorpresa de Leo
hasta el día siguiente.
Al llegar a su casa se encaminaron a su cuarto, mientras ella se
desnudaba Lucas puso una suave melodía de fondo. Se fue quitando la ropa
a la espera que ella volviera. Se quedó en calzoncillos.
La observó acercarse, iba envuelta en una toalla. Pensó que la locura de
querer tenerla entre sus brazos lo haría comportarse como un chiquillo. La
besó tan suave y despacio como nunca lo había hecho.
—Te he echado tanto de menos—le quitó la toalla y escrutó su cuerpo
con interés. Tenía los pechos más hinchados, la curva de su barriga se veía
un poco más abultada y le pasó la mano suavemente por el vientre. Allí
dentro estaba creciendo su hijo.
—Nunca más vuelvas a dejarme…
Mara permanecía inmóvil mientras Lucas trazaba delicadamente con
los dedos sus redondos pechos. Primero uno…después el otro antes de rozar
los suaves pezones recordando el último día que hicieron el amor y ella se
quejó que le dolían.
Un gemido escapó de la boca de Mara cuando Lucas la besó
provocativa y sensualmente. Exploró cada centímetro de ese cuerpo,
despacio y con reverencia. Saber que estaba embarazada hacía que se
controlara en su ímpetu. Iba con calma y por nada del mundo quería hacerle
daño. Se situó entre sus muslos y fue entrando despacio.
El pensamiento de que debía ser más tierno quedó en el olvido cuando
ella comenzó a moverse bajo él. Habría más momentos, ahora no podía ser
más paciente.
Se movieron juntos y al unísono hasta que llegaron ambos al clímax.
Quedaron abrazados un rato en silencio, era un momento mágico y
ninguno quería romperlo.
—¿Amor, tienes frío?
—No.
—Me gusta cómo va cambiando tu cuerpo.
—Ja, ja, ja, estoy igual.
—No, estás más guapa. Has cambiado aquí —puso la mano sobre su
pecho—, aquí—siguió bajando por el vientre—con el dedo fue trazando el
camino hasta llegar a su sexo—, aquí.
—¡Lucas!
—Son muchos cambios en un par de semanas—estaba jugando con
ella, poco a poco comenzó a estimular de nuevo esa parte de su cuerpo que
la hacía volar, su boca trataba de ahogar los pequeños suspiros que emitía su
garganta hasta que ella llegó dónde él quería.
Permanecieron toda la noche abrazados, apenas durmieron.
—Lucas, te amo.
Mara quería que su marido supusiera que estaba arrepentida de haber
creído las mentiras de Helen.
—¿Podrás perdonarme?
—Puedes intentarlo.
Lo intentó con todas su ganas y su marido estaba más que satisfecho
por las ganas que estaba poniendo.

La mañana comenzó con una gran sonrisa para Mara.
—¿Algo interesante en el periódico?
—¡Ya lo creo! —le pasó la portada del diario y en ella aparecía Helen
con su plato en medio de la cena del candidato a gobernador.
<La de anoche fue una fiesta muy interesante por varios motivos. La
recogida de donaciones fue un gran éxito para el candidato Selleck, los
asistentes al acto le dejaron claro su apoyo. Otros de los momentos de la
gala tuvo como protagonista a Helen Bradford, la hija del alcalde se vio
envuelta en un bochornoso echo, la señorita ocupó no se sabe bien si por
equivocación o por omisión la silla de la esposa de Lucas Wells. La señora
llegó, reclamó su sitio y por ende a su marido. Las malas lenguas habían
difundido el rumor sobre su divorcio.
Anoche se dejaron ver juntos y enamorados>
—Te estas convirtiendo en una bruja.
—Ya lo sé.
—Tenemos dos opciones….ir a recoger a los niños o volver a la cama
¿con cuál te quedas?
—Las dos son buenas e interesantes —fingió pensar la contestación—
um, los niños.
—No sé por qué, pero me lo esperaba.

Mara estaba nerviosa, al llegar a la casa de Maggie esperaba ansiosa
por que Leo los recibiera.
—¿Te pasa algo? Te veo nerviosa.
—No, estoy bien—ya había pasado su dosis de náuseas y vómitos.
Vestía un traje blanco y estaba radiante.
—Buenos días Sally —Lucas saludó a la joven.
Entraron al salón dónde esperaba el resto de la familia. Maggie fue la
primera en saludarlos, quizás un poco sorprendida pero contenta de que se
hubieran arreglado los problemas entre ellos.
Dominic también saludó a su hermano con efusividad. Hablaban de la
cena cuando unos pequeños pasos corriendo entraron como una tromba.
—¡Mami! ¡Mami!
Lucas palideció y tuvo que sentarse, Leo estaba hablando y él lo
miraba con sorpresa. Era la primera vez que escuchaba el sonido de la voz
de su hijo.
—¿Leo?
El niño con su cara negra y sus pequeños dientes blancos, sonriendo de
lado a lado de su cara fue a refugiarse en los brazos de Lucas.
—¡Papi!
Lucas Wells lloró de alegría y no serían las únicas lágrimas que
derramaría por sus hijos.


El tres de septiembre a las ocho de la mañana legó al mundo Alexandra
Wells y a las ocho y cinco minutos su hermano Dominic.
—¡Son dos! —Nadie a excepción de Mara sabía que eran mellizos,
juró guardar el secreto hasta el día del parto, le costó pero lo consiguió—Ja,
ja, ja ¡tengo cuatro hijos!!
Mara estaba cansada pero feliz y se sentía reconfortada al ver la
alegría de Lucas
Lucas irradiaba felicidad por todo su cuerpo, durante todo el parto
estuvo junto a su mujer y sufrió tanto o más que ella.
—Te amo Mara.
El sabor de aquellos labios fue lo último que recordó Mara antes de
caer en un profundo sueño y siempre a su lado, su compañero…su amante…

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