La Ilustración
La Ilustración
La Ilustración
1. El contexto histórico:
A finales del siglo XVII, Occidente (donde se engloba tanto Europa como sus
dominios en América, que poco a poco iban configurándose como nuevas realidades
que, andando el tiempo, reclamarían su independencia) estaba viviendo profundos
cambios. La revolución científica había ofrecido una nueva visión del mundo y la
investigación mediante el método científico estaba ofreciendo continuas novedades.
Además, estos avances científicos se traducían no sólo en una nueva comprensión
del mundo sino también en la aplicación de estos descubrimientos en el campo de la
tecnología. La filosofía había entrado en una nueva época. Descartes y otros
dinamitaron las bases de la filosofía tal como se había entendido hasta entonces
Por otro lado, tras más de un siglo de guerras por motivos religiosos, la Paz
de Westfalia (1648) estableció un status quo en el centro de Europa: cada uno sería
libre de practicar la fe cristiana que quisiera. Aunque en los diversos países
europeos siguió habiendo una confesión religiosa preponderante que marginaba o
perseguía a las demás (catolicismo en España, Francia, Italia...; protestantismo en
Inglaterra, Holanda, países escandinavos...), la religión dejaría de ser motivo de
conflictos a gran escala entre los europeos, los cuales, según Grocio, debían
comportarse, en materia política, etsi Deus non daretur, “como si Dios no existiera”.
Europa viviría así una época mucho más pacífica que los siglos previos. Si
bien hubo no pocas guerras (ahora abiertamente por el dominio de territorios y
rutas comerciales), el clima de violencia y temor no era ya tan acusado. El clima, a
nivel mundial, comenzó a mejorar y la industria y el comercio prosperaron. Ello
permitió que tanto nobles como burgueses pudieran amasar fortunas que les
permitieron desarrollar proyectos artísticos e intelectuales. La población no dejaba
de crecer y las epidemias ya no tenían el efecto devastador que tuvieron antaño.
Todos estos factores propiciaron un particular optimismo en la sociedad
occidental, y ayudan a entender el desarrollo de un movimiento intelectual que tuvo
un papel clave en la transformación de Occidente a todos los niveles (técnico,
científico, económico, político, social, religioso): la Ilustración.
2. El concepto de Ilustración:
1SÁNCHEZ MARCOS, Fernando, “Ilustración y enciclopedismo”, en MOLAS, P. [et. al.], Manual de Historia
Moderna, Barcelona: Ariel, 2000 (1ª edición de 1993), pp. 634-649, p. 634.
ilustrados tenían así una confianza ciega en la razón, que en el campo científico y
tecnológico estaba produciendo tantos avances. Pensaban que podía llegar a ser el
único medio fiable para poder conocer el mundo y ofrecer a la Humanidad un
bienestar y felicidad como nunca antes se había conseguido.
Fernando Sánchez indica que la razón podía superar “las tinieblas, errores y
horrores de la sociedad heredada”. Por tanto, los ilustrados adoptaron un nuevo
concepto que se ha convertido en uno de los principales valores de la época
contemporánea: el progreso. De este modo, escribe el autor:
“La creencia en el progreso de la civilización, tanto en el plano material como ético, es una
de las ideas-fuerza definitorias de la visión del mundo ilustrada [...] En ese progreso se
concede una atención muy importante al desarrollo de los conocimientos útiles para el
dominio de la naturaleza y la creación de bienestar y riqueza material” 2
Antes del siglo XVIII, este valor era concedido a la tradición: lo bueno y
legítimo era aquello que procedía de los mayores y los antepasados, lo que había
funcionado por siglos debía seguir funcionando. Por eso, hasta el siglo XVI la visión
del mundo ofrecida por los antiguos griegos y romanos no fue puesta en cuestión.
Igualmente, el sistema político en Europa se basaba en las monarquías, cuya
legitimidad procedía de la tradición, de los numerosos siglos sobre la que se
asentaba. Los ilustrados pondrán todo esto en duda apelando a la razón. Hay que
decir que con ellos el progreso no se convierte solo en un valor, sino también en un
mito, algo que podemos ver perdura hasta el día de hoy. Así, existía fe ciega en el
progreso, dando por hecho que la Humanidad no podía avanzar sino siempre a
mejor. Ello se debe a la confianza ciega que se tenía en el poder de la razón, a la cual
se le concedió la infalibilidad que antes tenía la fe.
Otra cuestión importante que se aprecia en el texto de Fernando Sánchez
arriba citado es la de que, en la época de la Ilustración, se dio una “una atención muy
importante al desarrollo de los conocimientos útiles para el dominio de la naturaleza
y la creación de bienestar y riqueza material”. En muchos aspectos, la vida en
Occidente apenas había implicado mejoras sustanciales en la cultura material
(medicina, alimentación, tecnología...). Desde la época romana, no se había dado un
progreso material tan fuerte y acelerado como se daría en el siglo XVIII, gracias a la
nueva ciencia y el dominio que por medio de ésta se podía tener de la naturaleza.
Por tanto, el siglo de la Ilustración fue asombroso en el campo de la ciencia, no así
en el de la filosofía. José Luis López Aranguren indica que, con la excepción de
Immanuel Kant, “lo que había en esa centuria [el siglo XVIII] eran philosophes en el
sentido dieciochesco de la palabra”3. Con el término francés philosophe alude a la
figura del intelectual o literato que tiene una cultura general erudita, pero carece de
la profundidad de pensamiento del verdadero filósofo. De ahí que muchas
afirmaciones o posturas de los ilustrados nos parezcan ahora ingenuas. Así, desde
que Descartes, Bacon y otros pensadores dinamitaran las bases que la filosofía había
tenido desde Platón y Aristóteles, la filosofía quedó relegada frente a la ciencia, al
menos hasta avanzado el siglo XIX.
2 SÁNCHEZ MARCOS, Fernando, “Ilustración y enciclopedismo”, en MOLAS, P. [et. al.], Manual de Historia
Moderna, Barcelona: Ariel, 2000 (1ª edición de 1993), pp. 634-649, p. 367.
3 ARANGUREN, J. L., “Sobre la ética en Kant”, en MUGUERZA, J.; RODRÍGUEZ ARAMAYO, R. (eds.), Kant
después de Kant. En el bicentenario de la Crítica de la Razón Práctica, Madrid: Tecnos, 1989, pp. 665-
673, p. 655.
Esto no significa que en el siglo XVIII no se avanzara en diversos campos del
pensamiento filosófico. Es muy notable el desarrollo de las ideas políticas, pero con
una clara intención de ser aplicadas lo más directamente posible a la realidad. Tal es
así, que la Ilustración daría lugar a la Revolución Americana (1776) y la Revolución
Francesa (1789), alumbrando una nueva era en la historia de la Humanidad.
Los ilustrados del siglo XVIII ya eran conscientes del poder de su
pensamiento. El mencionado Immanuel Kant escribió un breve texto titulado
Beantwortung der Frage: Was ist Aufklärung? (“Respuesta a la pregunta: ¿Qué es
Ilustración?”) en el cual se lee:
Para Kant la Ilustración es, sobre todo, la mayoría de edad intelectual. Según
él, y tantos otros en su época, el ser humano había vivido hasta entonces en una
“minoría de edad”: del mismo modo que el niño hace lo que le dicen sus mayores (la
autoridad) la humanidad se ha conducido bajo la obediencia a autoridades
superiores, ya sean políticas (los reyes y príncipes) o religiosas. Del mismo modo
que el niño deja de serlo cuando puede usar su razón por sí mismo (ha alcanzado la
madurez de su personalidad) y ya no hace lo que le dicen, sino que es capaz de tomar
sus propias decisiones (es un adulto) así las sociedades de Europa y América, para
los ilustrados, estaban alcanzando esa mayoría de edad por la que podrían guiarse
por la luz de su razón. Para el investigador Antonio Mestre, la idea kantiana de
Ilustración supone que, más que un movimiento histórico, la Ilustración sería una
actitud mental de carácter atemporal tan válida hoy como entonces. Es un
“mecanismo” de la razón frente al dogmatismo, con una autocrítica constructiva, no
destructiva5.
Vemos que existía la idea de un pasado “superado” y la necesidad de
progresar y abandonar lo antiguo para alcanzar algo nuevo. Podemos decir que, con
la Ilustración, surgió el ya mencionado mito del progreso: lo antiguo y tradicional
debe ser superado por algo nuevo, por aquello que forjamos con nuestra razón. En
este sentido, los ilustrados cayeron (podemos decir) en el mismo defecto que los
intelectuales de tiempos precedentes pero en sentido contrario. Del mismo modo
que durante la Edad Media se tendió a preservar el saber antiguo pero sin ponerlo
en duda (dado el respeto que se sentía hacia la tradición), los ilustrados tratarían de
dar a luz un nuevo mundo, una nueva realidad (social, política, cultural...) que
necesariamente sería mejor, al proceder de la razón, una razón de la que no se
dudaba ni se esperaba que pudiera equivocarse.
1. “El hombre, según hemos demostrado ya, nace con un título a la perfecta
libertad y al disfrute ilimitado de todos los derechos y privilegios de la ley
natural”. El hombre nace, por naturaleza, con derechos inalienables. Hoy
puede parecernos algo obvio, pero en aquella época muchos de los derechos
que hoy consideramos como tales se consideraban una concesión de los
gobernantes o la autoridad religiosa, si bien la Iglesia había defendido desde
el Medievo la existencia de derechos naturales e inalienables.
2. El derecho fundamental es el de propiedad: poseer la propia vida, la
libertad y los bienes.
3. La sociedad política o civil surge en el momento en el que los individuos
ceden su capacidad de defender la propiedad y la ley. Esta idea es muy propia
de la Ilustración: frente a la idea del bien común aristotélico y a la legitimidad
sagrada de los reyes, los ilustrados buscaron una base diferente para
legitimar el orden social, que se fundara, según ellos, en la razón
exclusivamente. Para Locke la sociedad surgía del acuerdo de todos los
individuos, que ceden su libertad absoluta para poder vivir en sociedad
armónicamente y sobrevivir. Es lo que Jean Jacques Rousseau llaaría el
Contrato Social. Esta idea es novedosa porque no descansa ya en la idea de
que el ser humano es un ser social por naturaleza, que los griegos habían
defendido ya desde la época de la polis, y que por tanto su estado natural era
el de sociedad. Los ilustrados, guiados por el racionalismo, consideraron el
vínculo social como un contrato de diversas partes que buscan un beneficio.
Es una idea asociada al capitalismo que, en aquel entonces, se estaba
desarrollando. Rousseau, por ejemplo, consideraba que la sociedad pervertía
al ser humano, que era bueno por naturaleza. Es el llamado “mito del buen
salvaje”. Locke no llegaba a tanto, y consideraba la sociedad como algo
necesario.
5. El poder se cede a personas autorizadas por la sociedad, los jueces y
magistrados. Si el Estado tiene poder coercitivo, no obstante, es porque cada
ciudadno libremente ha renunciado a su capacidad de actuar con absoluta
libertad y poder confiando en que el Estado garantizará sus derechos.
6. “Resulta, pues, evidente que la monarquía absoluta [...] es en realidad
incompatible con la sociedad civil”, ya que niega los principios anteriores y la
división de poderes que evitaría la tiranía.
6John Locke, Ensayo sobre el gobierno civil, traducción de de Amando Lázaro Ros, Buenos Aires,
1963, pp. 108-112.
Los pasos dados en Inglaterra animaron a los
ilustrados de otros países a plantear un sistema político
nuevo. En Francia el principal exponente es Charles-Louis
de Sécondat, barón de Montesquieu (1689-1755). Algunas
de las principales ideas de Montesquieu son7:
7 Montesquieu, Espíritu de las leyes, trad. de N. B. Selva (Madrid, s. a.), pp. 177-182
8 Para entender el valor de las ideas en la Historia, Alasdair MacIntyre cuenta la siguiente anécdota:
“Jean-Jacques Rousseau has been variously credited with the rise of romanticism, the decline of the
West, and more plausibly, the French revolution. Thomas Carlyle is said—possibly apocryphally—to
have once been dining with a businessman who tired of Carlyle’s loquacity and turned to him with
the reproach, “Ideas, Mr. Carlyle, ideas, nothing but ideas!” Carlyle replied, “There was once a man
called Rousseau who wrote a book containing nothing but ideas. The second edition was bound in
the skins of those who laughed at the first.” (A Short History of Ethics, Indiana: University of Notre
Dame Press,, 1998, p. 269).
9 MESTRE SANCHÍS, Antonio, La Ilustración, Madrid: Síntesis, 1993, § 3.3.