C 28 08 11 Como Un Viento Recio Del Espiritu

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Como un viento recio del Espíritu

El momento culminante de la JMJ se produjo en el contexto de una fuerte tormenta, con


aguacero, viento fuerte y relámpagos en la vigilia del sábado. No estaba programado en
la guía del peregrino, pero fue algo impresionante. Todos temíamos sobre todo por el
Papa, que insistió en permanecer en medio de los jóvenes y no retirarse. Y los jóvenes
arroparon con sus gritos y cánticos al Papa Benedicto, al tiempo que se sentían seguros
teniéndole a él en medio de esa magna asamblea de más de un millón de jóvenes, en la
que todos nos mojamos. “Por el Papa, esto no es nada”, gritaban los jóvenes de mi
alrededor.

La tormenta cesó, y se produjo una calma agradecida que permitió exponer el Santísimo
Sacramento en la custodia de Arfe de la Catedral de Toledo. Un trono magnífico para el
gran Rey del universo, que se acerca silenciosamente hasta nosotros realmente presente
en el Sacramento. “¡Majestad, adoro tu Majestad!”. Y la inmensa multitud de jóvenes,
con sus sacerdotes y catequistas al frente, con mil obispos en el estrado, con el Santo
Padre presidiendo, se postraron todos en silencio para adorar al Señor. Fueron quince
minutos de silencio, en el que no se oía ni una tos. Todos estaban centrados con
profundo espíritu de fe en el Invisible, el amor de sus vidas. Este fue el momento
culminante de toda la JMJ. Para ese momento habíamos ido hasta allí, y será un
momento inolvidable en la vida de todos los presentes.

Otro momento culminante ha sido el encuentro del Papa con los discapacitados en el
Hogar San José de los Hermanos de san Juan de Dios. “Vosotros formáis parte del
tesoro de compasión que necesita el género humano”, les dijo el Papa a estos jóvenes,
cuya “presencia suscita en nuestros corazones, frecuentemente endurecidos, una ternura
que nos abre a la salvación”. Ya en el viacrucis del viernes había recordado el Papa a los
jóvenes que no pasaran nunca de largo ante el sufrimiento ajeno, sino que a imagen de
Cristo supieran compartir el sufrimiento y consolar al que sufre.

A los universitarios les recomendó que no se contentaran con la simple capacitación


técnica, porque “cuando la sola utilidad y el pragmatismo inmediato se erigen como
criterio principal, las pérdidas puedes ser dramáticas: desde los abusos de una ciencia
sin límites, más allá de ella misma, hasta el totalitarismo político…”. A los voluntarios,
además de agradecerles su generosidad, que ha hecho más amable la JMJ para todos a
costa de su sacrificio impagable, les invitó a plantearse una posible vocación de total
entrega al Señor.

La presencia del Papa en Madrid ha estado precedida por las catequesis de los obispos
en 300 iglesias del entorno, a rebosar de muchachos que quieren vivir mejor su propia
fe. Con un programa señalado, los obispos catequistas se han acercado a los jóvenes,
que han vivido esta experiencia eclesial en torno a los sucesores de los apóstoles. Temas
muy concretos, como la fe, Jesucristo, la misión. Y preguntas abiertas para todo el que
quisiera interpelar. La fe no tiene miedo a las preguntas, porque la fe cristiana es
razonable, se pregunta por la explicación de sí misma y capacita para dar razón de
nuestra esperanza al que nos la pidiera. Los jóvenes no tienen reparos en preguntar, y la
Iglesia representada en los obispos catequistas no tiene reparo en responder con la
Verdad que nos viene de Cristo, el único salvador de todos los hombres.
Prácticamente, toda la mañana de esos tres días ocupada en la reflexión y en la oración,
en la que cada uno se acercaba libremente a recibir el perdón de Dios en el sacramento
de la Penitencia, recibido individualmente. Además de poder hacerlo en el parque del
Retiro, donde se habían instalado 200 confesonarios, y donde otros tantos sacerdotes en
turnos diferentes no daban abasto a todas las demandas. También el Papa se acercó para
administrar el perdón a unos jóvenes. Esta ha sido una novedad de la JMJ de Madrid.
Los jóvenes de última generación saben que el sacramento del perdón es insustituible
para un crecimiento sostenible de la vida cristiana, para vivir en gracia de Dios.

El futuro de la Iglesia está garantizado. En la JMJ de Madrid, preparada en los días


previos de las diócesis, hemos constatado que los jóvenes, estos jóvenes y otros muchos
que no han podido venir, asumen el protagonismo de evangelizar a sus propios
contemporáneos. No han venido a Madrid de excursión ni de turismo. Han sido días
duros, de sol y de sed, de fatiga y de caminatas, donde la comida llegaba justa para
seguir caminando, días como de campaña en unas maniobras militares, de actos intensos
de la mañana a la noche, días llenos de detalles de solidaridad entre los mismo jóvenes,
días de gozo que han llenado de gozo pacífico y de esperanza las calles de Madrid en
pleno agosto, en los días más calurosos del año, como habían llenado de alegría y
esperanza nuestros pueblos y la ciudad de Córdoba. No han faltado algunas protestas
anecdóticas de los antipapas, de los laicistas, que a los mismos jóvenes les han abierto
los ojos para constatar por sí mimos lo que eso da de sí. Pero, aún lamentando que se
haya producido, también ha contribuido a que brille con mayor resplandor la belleza de
Cristo y de su Evangelio, que sigue atrayendo a los jóvenes de hoy y de mañana.

Para Córdoba, además, la JMJ de Madrid ha sido el momento histórico del anuncio de
san Juan de Ávila como doctor de la Iglesia. Montilla se convierte de manera más
intensa en lugar de peregrinación al sepulcro del Maestro Ávila, de encuentros para
conocer al nuevo doctor. Y la diócesis de Córdoba asume este reto que la Iglesia le
confía con la esperanza de estar a la altura de una figura de esta talla para darla a
conocer al mundo entero.

Sólo nos queda dar gracias a Dios por todo lo vivido en estos días de la JMJ de Madrid,
después de asistir al encuentro vocacional del Camino Neocatecumenal en Madrid,
donde varios miles de jóvenes, chicos y chicas, se han levantado para entregar su vida al
completo. Vale la pena gastarla por Jesucristo y para el anuncio del Evangelio, lo único
que llena de alegría y esperanza a los jóvenes de hoy y de siempre.

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