Bloque 5. La Crisis Del Antiguo Régimen
Bloque 5. La Crisis Del Antiguo Régimen
Bloque 5. La Crisis Del Antiguo Régimen
En el primer tercio del siglo XIX se producirá un cambio trascendental en España, pero este cambio no será
súbito, sino que conllevará un proceso que estará determinado decisivamente por la situación socio-política
del Estado.
El cambio político se verá acompañado del económico y del social. Se diferenciarán cuatro etapas:
Con la llegada a la corona de Carlos IV (1788-1808), se intentó continuar con las políticas de Despotismo
Ilustrado llevadas a cabo por su predecesor, pero ni la personalidad del gobernante, ni los acontecimientos
políticos, permitirían que estas políticas pudiesen continuar.
Los primeros pasos en el poder del nuevo monarca se caracterizaron por el continuismo de los consejeros
de Carlos III. Pero a pesar de ello, finalmente, Carlos IV se decantaría por la figura de Manuel Godoy para
ocupar el cargo de primer ministro.
A causa de las políticas del nuevo primer ministro, las cuales no contentaban ni a los partidarios de la
revolución como a los absolutistas, la aristocracia y la Iglesia se fueron agrupando en torno al príncipe de
Asturias y heredero al trono, el príncipe Fernando.
En 1807 ya se intentaría imponer a Fernando en el poder, en el llamado Proceso de El Escorial, pero los
planes fueron descubiertos, y el movimiento acabaría con el supuesto arrepentimiento del príncipe
Fernando. Esto no acabaría con las intrigas contra Carlos IV y su primer ministro Godoy.
En el panorama internacional las cosas tampoco ayudaban. La ejecución del monarca francés Luis XVI
provocaría la declaración de guerra frente a Francia. Después de algunas victorias, se firmaría la paz de
Basilea, en 1795, considerada como una gran victoria política de Godoy, y por la que se afianzaría, junto
con el Tratado de San Ildefonso, en 1796, los lazos de la corona española con la nueva Francia, buscando
un apoyo frente al cada vez más fuerte imperio británico.
Pocos años después entraría en escena en la política española la figura de Napoleón. En 1807 se firmaría
con el emperador el Tratado de Fontainebleau, por el que se permitiría el paso de tropas francesas por la
Península apara atacar a Portugal, aliada de la enemiga francesa Gran Bretaña.
Este tratado no gustaría a muchos grupos de poder, que nuevamente, esta vez con el conocido como Motín
de Aranjuez, el 19 de marzo de 1807, presionaron a Carlos IV para que destituyese a Godoy, y para que
abdicase en favor de su hijo Fernando. Gracias al apoyo de Napoleón, Carlos IV conservaría la corona
finalmente.
Napoleón, mediante un proceso legal, conseguiría hacerse con la corona española. Se ofreció como
mediador entre Carlos IV y su hijo Fernando, en su enfrentamiento por la corona, atrayendo a Godoy y a la
familia real a Bayona. Mediante presión, consiguió la renuncia de ambos reyes en su favor (abdicaciones
de Bayona). Napoleón nombraría a José Bonaparte, su hermano, rey de España.
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De forma paralela a estos acontecimientos se inicia un levantamiento popular en España contra la presencia
francesa, concretamente en Madrid, el 2 de mayo de 1808, que será duramente reprimido por las tropas
francesas de Murat. Este hecho provocaría el inicio de los movimientos contra los franceses en España.
Ante el vacío de poder se van a crear dos instituciones importantes: las Juntas Provinciales, dirigidas por
las autoridades locales; Ejército de Resistencia, dirigido por el general Castaños, cuyo hecho más
importante fue la victoria de Bailén en julio de 1808.
Las Juntas Provinciales terminaron reuniéndose en una Junta Suprema Gubernativa del Reino, presidida
por Floridablanca, que primero se establecería en Aranjuez y luego en Sevilla. Sus funciones fueron:
La guerra contra los franceses tuvo un carácter de liberación. No fue política, sino nacional, pues no solo el
ejército, sino todo el pueblo participó en ella. Como guerra de liberación tuvieron importancia en ella dos
aspectos:
En principio la guerra fue favorable a los franceses, debido a sus ventajas de superioridad militar, mejores
mandos… La única ventaja de los españoles era el apoyo de todo el país. La guerra se desarrolló en tres
fases:
Éxitos iniciales españoles: se desarrolló entre junio y noviembre de 1808. Los franceses se van a
centrar en sofocar los alzamientos urbanos a través del sistema de sitio a las ciudades. En junio se
produjo el primer sitio de Zaragoza, que va a resistir bajo el mando del general Palafox.
El éxito más destacado de esta fase será la batalla de Bailén, donde el ejército francés, dirigido por
Dupont, sería derrotado por un ejército organizado por la Junta Provincial de Andalucía, dirigido por
el general Castaños. La derrota francesa tuvo una gran importancia estratégica y propagandística,
ya que obligó a José I, a huir a Vitoria y que se levantase el sitio a Zaragoza.
Apogeo francés: se extendió hasta la primavera de 1812. Esta fase está condicionada por la batalla
de Bailén y sus consecuencias. Napoleón utilizará la Grande Armee, compuesto por unos 250 000
soldados que estaban bien equipados y dirigidos por el propio Napoleón.
Derrota francesa: la inferioridad militar frente a los franceses, supondría la adopción por parte de
las tropas españolas de un nuevo modelo de combate, la guerrilla. Este tipo de guerra sorprendió
a las tropas francesas.
Junto a esto, la decisión en la primavera de 1812 de Napoleón, de retirar las tropas de España
para preparar la campaña rusa, y la entrada de los británicos en la Península, comandados por el
general Wellington, llevarían al fin de la ocupación francesa. Los tropas británicas, portuguesas y
españolas intensificaron su ofensiva, que culminaría con la victoria en Arapiles, el 22 de julio de
1812, obligando a los franceses a huir hacia Andalucía y a José I a abandonar Madrid.
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Las consecuencias más destacables de la Guerra de Independencia fueron las siguientes:
Mientras que en territorio peninsular se estaba produciendo la guerra para conseguir la independencia frente
a los franceses, en 1810, la Junta General Suprema, tuvo que huir de Sevilla a Cádiz, donde se disolvió
para formar un gobierno provisional, cuyo objetivo principal sería la creación de una constitución.
Las Cortes de Cádiz, se reunirían en la isla de León, el 24 de septiembre de 1810. Sus integrantes habían
sido elegidos por un complejo sistema de sufragio censitario indirecto. Entre ellos había eclesiásticos,
nobles, burgueses, catedráticos… personas de muy diversa ideología, pero a los que unía su apoyo a los
pensamientos e ideas ilustradas. La finalidad de todo el proceso sería convertir a España en una monarquía
constitucional y parlamentaria, representada en la figura de Fernando VII.
La Cortes de Cádiz estaría dominadas por tres tendencias ideológicas bien diferenciadas: los liberales,
partidarios de llevar a cabo reformas más radicales; los absolutistas, partidarios de reformas de carácter
mucho más conservador; y los jovellanistas, partidarios de una soberanía compartida y de la vuelta de las
cortes medievales.
Los primeros pasos de la nueva asamblea hacia la constitución, supusieron la aprobación de una serie de
decretos que supondrían la disolución del Antiguo Régimen:
La nueva constitución, junto con la abolición de las bases del Antiguo Régimen, supondrían un cambio
ideológico, en el que los burgueses asumirían un protagonismo político, social y económico, fundamentales
para comprendes la historia del siglo XIX.
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La influencia del texto gaditano no solo se vería en España, ya que los procesos emancipadores que se
producirían en América, tendrían muy en cuenta la Constitución de 1812.
El final de la Guerra de Independencia, supondría en España, una lucha por el poder entre los liberales y
los absolutistas. Estos segundos, desde 1813 estuvieron preparando a Fernando VII, “el Deseado”, para
asumir un poder absoluto frente a la legalidad constitucional vigente de Cádiz.
Rápidamente, Fernando VII restablecería el modelo político anterior a 1808, resurgiendo instituciones como
la Mesta, la Inquisición, la Compañía de Jesús… se perseguiría las publicaciones de origen liberal, a los
gobernantes provinciales contrarios al absolutismo…
Este sistema se vería reforzado por una situación europea dominada por el Congreso de Viena de 1815, y
por la posterior creación de la Santa Alianza, firmada por los estados absolutistas, cuyo objetivo principal
era el de acabar con cualquier atisbo de revolución liberal.
A pesar de ello, la vuelta a la situación anterior a 1808 fue prácticamente imposible, ya que la realidad en
España ya no era la misma. La Iglesia y la nobleza no consiguieron recuperar todos sus privilegios, y la
hacienda y agricultura española no se encontraban al alza en un territorio muy dañado por el conflicto.
Parte de ejército no estuvo a favor de la vuelta al absolutismo, por lo que se inició a su vez una etapa de
pronunciamientos militares. Destacaría el de Navarra, en 1814, el de La Coruña, en 1815, el de
Barcelona, en 1817… siendo un fracaso todos ellos.
Se produce en el contexto de un proceso revolucionario que se desarrolló tanto en Europa como en América.
El comandante Rafael Riego, al frente de unas tropas que estaban orientadas a sofocar las revueltas
americanas, se levantaría a favor de la legalidad de Cádiz y contra el absolutismo de Fernando VII, quien
no tuvo más opción que jurar la Constitución de 1812.
El nuevo periodo de libertad política provocaría un desarrollo cultural importantísimo, donde surgirían dos
tendencias ideológicas dentro del liberalismo:
Los moderados, o doceañistas, defensores de los principios de Cádiz. Su figura más importante
sería Martínez de la Rosa.
Exaltados, que buscaban una radicalización del liberalismo. Su figura más destacada sería Evaristo
San Miguel
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A pesar del dominio de los gobiernos moderados, los absolutistas confabularon sucesivamente contra el
nuevo sistema liberal. Muestra de ello sería la rebelión de Madrid, intento por parte de la Guardia Real, de
restablecer el absolutismo.
El Trienio acabaría por la acción directa del Congreso de Viena, a través de la llegada a la Península de
los Cien mil hijos de San Luis.
La vuelta al poder absoluto de Fernando VII supondría un periodo de radical represión contra cualquier
elemento sospechoso de simpatizar con el ideario liberal.
El rey se daría cuenta de la necesidad de llevar a cabo reformas que contentaran al pueblo, con las que
evitaría futuros levantamientos. Por ello, dentro de los absolutistas surgirían los llamados absolutistas
puros, contrarios a estas reformas, que terminarían apoyando las aspiraciones de Carlos María de Isidro,
hermano del rey. Sus intenciones se plasmaron en el “Manifiesto de la Federación de Realistas Puros”,
en 1826. Serían conocidos posteriormente como Carlistas.
Pero también en esta época se produjeron levantamientos liberales: el de Valdés, en Tarifa (1824); el de
Torrijos, en Málaga (1831) …
El hecho más destacado del momento fue el problema sucesorio. El rey estaba casado, por cuarta vez, con
María Cristina, que estaba embrazada de su único descendiente. Ante el miedo de que fuese una niña,
tomó una medida de corte pseudoliberal, la “Pragmática Sanción” de 1830, que anulaba la Ley Sálica.
Este acontecimiento provocaría las famosas Guerras Carlistas.
La cuestión americana fue otro de los grandes problemas que tuvo Fernando VII durante su reinado. Las
causas del nacimiento del pensamiento independentista fueron las siguientes:
Descontento criollo, por el que los españoles nacidos en América veían como los cargos eran
ocupados por peninsulares, a pesar de su poder económico y social.
Las restricciones económicas que suponía el monopolio real sobre el comercio con América.
La llegada de las ideas ilustradas, junto con el modelo independentista de los recién nacidos EEUU.
El vacío de poder que existió en América durante la invasión napoleónica de la Península.
Poco a poco, y de forma imparable, los criollos fueron promoviendo revueltas. En México fue liderada por
el cura Hidalgo, mientras que en Venezuela la figura central sería Simón Bolívar.
La restauración de Fernando VII pareció tranquilizar las cosas, sobre todo en los virreinatos de más
antigüedad (Nuevas España y del Perú), pero solo fue un espejismo, ya que a partir de 1818 se fueron
proclamando sucesivamente las independencias de Paraguay, Chile y Nueva España.
En 1919 Simón Bolívar, conseguiría la independencia de Venezuela, por lo que solo quedaba como gran
centro de poder peninsular el virreinato del Perú, que se había mantenido fiel a Fernando VII. Grandes
personajes como Bolívar y Sucre, con su importantísima victoria en Ayacucho en 1824, conseguirían
culminar el proceso emancipador.