Bloque 5 Historia de España

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BLOQUE 5

LA CRISIS DEL ANTIGUO RÉGIMEN (1788 – 1833): LIBERALISMO FRENTE A ABSOLUTISMO


5.1. La Guerra de la Independencia: antecedentes y causas. Bandos en conflictos y fases de la
Guerra.
Antecedentes y causas
La llegada al trono de España de Carlos IV en 1788 conduciría a un periodo de crisis profunda en la
monarquía española. Su reinado estuvo marcado por el estallido de la Revolución Francesa (1789); la
radicalización de la revolución con la llegada al poder de la Convención (jacobinos) y la ejecución del
monarca francés Luis XVI provocó la ruptura de los llamados “Pactos de Familia” y el inicio de un conflicto
armado (Guerra de los Pirineos, 1793 – 1795) que finalizaría con la Paz de Basilea (1795). Este acuerdo de
paz estuvo negociado por primer ministro Manuel Godoy, hombre de confianza de Carlos IV, que recibió el
título de “Príncipe de la Paz”. El tratado restablecía las relaciones con Francia.
Manuel Godoy, verdadero gobernante de España durante el reinado de Carlos IV y con gran influencia sobre
la reina Maria Luisa de Parma, adoptó una política de colaboración absoluta con Francia tras la llegada de
Napoleón Bonaparte al poder. Esa política se concretó en la firma del Tratado de San Ildefonso (1796) por el
que España asumía el enfrentamiento con el gran rival francés del momento, Inglaterra y su aliado Portugal.
La alianza tuvo para España una primera consecuencia negativa en la derrota en la Batalla de Trafalgar
(1805) que supuso la pérdida de la última gran flota española.
Pese a la derrota, la política de colaboración con Francia continuó y en 1807 Godoy firmó con Napoleón el
Tratado de Fontainebleau, en virtud del cual se permitía a las tropas francesas su paso por territorio español
para conquistar Portugal, país aliado de Inglaterra. Portugal, en teoría, sería dividido y Manuel Godoy se
convertiría en príncipe de una de las partes.
Esta política errática de Manuel Godoy es causa fundamental en el estallido de la crisis de 1808. La oposición
al valido se agrupó en el llamado “partido fernandino” también conocido como “antigodoyista o
aristocrático”. Prepararon una conspiración contra el rey conocida como “proceso de El Escorial”, que
muestra el estado de descomposición de la monarquía española, pues el mismo Fernando pidió perdón por
haber conspirado contra el Rey.
El siguiente episodio de la crisis fue el Motín de Aranjuez (marzo 1808). El “partido fernandino” fomentó el
asalto popular al palacio de Godoy en Aranjuez. Carlos IV se vio obligado a destituir a Godoy y a abdicar en
su hijo Fernando.
La caída de Godoy y de Carlos IV agravó la crisis de la monarquía. Las tropas napoleónicas, ya en España
gracias al Tratado de Fontainebleau, eran mal vistas por los españoles. El ataque a Portugal se percibía como
una excusa francesa para ocupar toda la Península.
Al mismo tiempo, el enfrentamiento entre los miembros de la familia real española provocó el último gran
episodio de la crisis de 1808: Las abdicaciones de Bayona. Napoleón logró reunir a Carlos IV y a su hijo, el
nuevo rey Fernando VII, en Bayona (Francia). Ambos necesitaban la ayuda del emperador francés, uno para
recuperar el trono y otro para obtener legitimidad. Allí consiguió la abdicación en cadena de los miembros
de la familia real española nombrando rey de España a su hermano José I Bonaparte.
La Guerra de la Independencia (1808 – 1814): Bandos en conflicto y fases.
El levantamiento contra los franceses comenzó el dos de mayo de 1808 cuando debían salir de Madrid los
últimos miembros de la familia real (el infante Francisco de Paula y su tío don Antonio) para acudir a
Bayona. El pueblo de Madrid y algunos militares, como los capitanes Daoíz y Velarde, se amotinaron ante
esa situación; el general Murat, jefe de las tropas francesas en España, ordenó una brutal represión de la
sublevación. Al conocerse la noticia de las abdicaciones de Bayona y de los sucesos de Madrid se extendió la
insurrección tras el bando del alcalde de Móstoles que declaraba la guerra a los franceses.
El inicio de la guerra provocó la división territorial y social española. No sólo fue una guerra contra el
invasor, sino también un enfrentamiento civil. El bando francés contaba con el apoyo de los afrancesados,
que consideraban a José I Bonaparte como el único capaz de continuar con las reformas ilustradas. Los
franceses intentaron instaurar por la fuerza un sistema de gobierno basado en los principios del liberalismo
político, aunque con un marcado carácter autoritario. Este sistema quedó plasmado en el estatuto de
Bayona, en realidad una carta otorgada que concentraba todo el poder en manos del rey, pero que incluía
una declaración de derechos y algunas reformas de carácter liberal (libertad de imprenta, libertad de
comercio, habeas corpus…).
En el bando patriota se agrupaba toda la resistencia contra los franceses que compartían el objetivo común
de la expulsión de los franceses y el retorno de Fernando VII, aunque profundamente divididos en lo
ideológico entre liberales (partidarios de una monarquía constitucional) y absolutistas (partidarios del
Antiguo Régimen). Para organizar la sublevación y resistencia al poder francés se crearon Juntas, que
estaban formadas por militares, clérigos y cargos públicos. Primero serán Juntas Locales, posteriormente
provinciales (hasta un total de trece) y finalmente se crea una Junta Suprema Central, presidida por el
Conde de Floridablanca. Paulatinamente esta Junta tendrá que retirarse de Aranjuez a Sevilla y
posteriormente a Cádiz, donde traspasó sus poderes a un Consejo de Regencia.
De manera general, la guerra tuvo el siguiente desarrollo:
1. Desde mayo hasta noviembre de 1808: El inicial carácter desorganizado de la resistencia parecía
confirmar las previsiones de Napoleón de que la invasión sería rápida y fácil. Sin embargo, la resistencia
de ciudades como Girona, Zaragoza o Tarragona, sometidas a los sitios de las tropas francesas,
soportando bombardeos y hambre durante meses, inmovilizó parte del ejército francés e impidió el
avance hacia el Levante. Además la derrota de los invasores ante el ejército regular español, comandado
por el general Castaños, en la Batalla de Bailén (julio 1808) impidió la conquista de Andalucía. Tras la
derrota de Bailén, José I se vio obligado a abandonar Madrid y establecerse en Vitoria; una gran parte de
los soldados imperiales se replegaron al norte del Ebro.
2. Desde noviembre de 1808 a enero de 1812: Napoleón se desplazó a España para dirigir personalmente
la invasión al frente de la Grande Armée (más de 250.000 hombres). En cuatro semanas su avance es
imparable. En enero de 1809 José I entraba de nuevo en Madrid y el dominio francés se extendió por
todo el territorio español, excepto la ciudad de Cádiz. La resistencia española a la ocupación contaba con
la ayuda del ejército inglés, dirigido por el Duque de Wellington, y de la guerrilla popular, donde
destacaron personajes como “El Empecinado”, el cura Merino o Espoz y Mina. Las guerrillas hostigaban
al ejército francés: destruían sus instalaciones, interferían sus movimientos y asaltaban los convoyes de
avituallamiento, sometiendo a los franceses a una presión y un desgaste permanentes.
3. Desde enero 1812 a 1814: En 1812, el curso de la guerra quedó afectado por la campaña que Napoleón
inició en Rusia y que le obligó a retirar a miles de efectivos de la Península. Ante ello, las tropas
españolas, apoyadas por la guerrilla y por el ejército inglés, consiguieron la decisiva victoria de la Batalla
de Arapiles (Salamanca, julio 1812) que marcó un punto de inflexión en el desarrollo bélico. José I
abandonó definitivamente Madrid, que fue tomada por Wellington en agosto de 1812. Incapaz de
mantener los dos frentes, Napoleón, tras nuevas derrotas (Batallas de Vitoria y de San Marcial en 1813),
decidió pactar el final del conflicto con los españoles y permitir el retorno de Fernando VII.
A finales de 1813 se firmó el Tratado de Valençay, que ponía fin al conflicto y mediante el cual Napoleón
reconocía a Fernando VII como rey de España.
5.2. Las Cortes de Cádiz. La Constitución de 1812.
Introducción
Tras la ocupación francesa de 1808 la monarquía española había quedado en poder del hermano de
Napoleón, José I Bonaparte. Para organizar la guerra y la resistencia contra el poder francés, se crearon
Juntas Locales que se integraron posteriormente en Juntas Provinciales y en una Junta Suprema Central,
presidida por el Conde de Floridablanca que terminaría traspasando el poder a un Consejo de Regencia que
asumía la autoridad en nombre de Fernando VII.
El Consejo de Regencia se estableció en Cádiz, única ciudad no controlada por el ejército francés. Allí fueron
convocadas Cortes generales y extraordinarias en 1810, que asumirían la representación de la Nación.
Las Cortes de Cádiz
La formación de las Cortes de Cádiz fue absolutamente novedosa para la época. Las Cortes fueron elegidas
mediante el voto de los varones mayores de 25 años que elegían a representantes por provincias. Además se
convoca una asamblea única, en la que a cada diputado le correspondía un voto rompiendo así con la
organización estamental propia del Antiguo Régimen. Las nuevas Cortes se reunían en representación de la
nación y no del Rey, aunque se reconocía como soberano legítimo a Fernando VII, y se le juraba fidelidad.
Entre los diputados elegidos predominaban los eclesiásticos (casi un tercio), abogados, funcionarios,
militares e intelectuales. Los territorios americanos también designaron representantes, aunque fueron
elegidos entre los originarios de esos territorios que se encontraban en Cádiz en ese momento. Como dato
significativo, conviene resaltar que entre los diputados no había ni un solo representante de las clases
populares.
Las sesiones de las Cortes se celebraban en el Oratorio de San Felipe Neri y contaban con un ambiente muy
apasionado. El público participaba apoyando o censurando la intervención de los diputados. Además la vida
política se extendía al día a día de la ciudad, con debates constantes en cafés y periódicos. En ese ambiente
nació la prensa política y la opinión pública, gracias al decreto de libertad de imprenta (noviembre de 1810).
Este apasionamiento respondía a la fuerte división entre los diputados, así podemos distinguir diferentes
grupos claramente diferenciados en lo ideológico:
 Los liberales: Defendían la soberanía nacional, la división de poderes y la igualdad jurídica ante la
ley. Apostaban por la desaparición de los privilegios señoriales propios del Antiguo Régimen. Era el
grupo mayoritario. Entre los diputados liberales sobresale Agustín de Argüelles, “El divino”,
apasionado defensor de la soberanía nacional y de las libertades.
 Los absolutistas o serviles: Pretendían mantener la monarquía absoluta y el poder del rey sin los
límites que marcaba la Constitución. Apostaban, por tanto, por el mantenimiento del Antiguo
Régimen. Entre los absolutistas, Blas de Ostolaza, confesor de Fernando VII, se mostró como el más
firme opositor a la idea de soberanía nacional.
 Los “jovellanistas” o ilustrados: Existía un grupo intermedio, reformistas moderados. Defendían la
soberanía compartida entre el rey y las Cortes. Gaspar Melchor de Jovellanos formó parte de la
Junta Central y contribuyó a la formación de las Cortes de Cádiz, pero no participó en ellas. Pese a
ser afrancesado renunció a ser ministro de José I Bonaparte. Como otros ilustrados españoles
consideraba que España necesitaba reformas “desde arriba” como las planteadas en el Estatuto de
Bayona, pero que debían ser los liberales españoles quienes diesen ese paso.
La principal obra legislativa de las Cortes de Cádiz fue la elaboración de la Constitución de 1812, pero
también tomaron aprobaron leyes que significaban el final del Antiguo Régimen en España:
 El primer decreto de las Cortes (24 de septiembre de 1810) ya estableció que la soberanía residía en
la nación y que las Cortes asumían su representación.
 Asimismo se proclamó la igualdad ante la ley, lo que suponía el final de la sociedad estamental.
 Además, se aprobaron otras reformas de corte liberal: se suprimieron los señoríos jurisdiccionales,
se abolieron los gremios, el diezmo y los mayorazgos (que contribuían a que la propiedad se
acumulara en muy pocas manos), del mismo modo se eliminaron los privilegios de La Mesta. Se
otorgó libertad de imprenta, se eliminó la tortura y se suprimió la Inquisición.
La Constitución de 1812
Se trata de una Constitución muy larga (384 artículos) y en muchos sentidos revolucionaria, aunque
mantiene algunas concesiones a la tradición española especialmente el reconocimiento a la religión católica.
Fue el resultado del compromiso entre liberales y absolutistas, aunque los primeros se impondrían
claramente. Sus rasgos más significativos son los siguientes:
 Se establece el principio de soberanía nacional, es decir la autoridad suprema residía en el conjunto
de la nación representada en las Cortes.
 La estructura del nuevo Estado era una monarquía limitada por la Constitución, con división
estricta de poderes: El poder legislativo queda en manos de las Cortes junto con el Rey; el poder
ejecutivo, recae en el Rey y en el gobierno por él designado; por último, el poder judicial, quedaba
en manos de tribunales independientes. El Rey promulgaba las leyes y tenía derecho de veto
transistorio.
 Las Cortes, como representantes de la nación, concentraban amplios poderes: elaboraban las leyes,
decidían sobre la sucesión de la corona, aprobaban tratados internacionales, etc. Eran unicamerales
elegidas por sufragio universal masculino (más de 25 años). Los candidatos a diputado debían tener
rentas propias. .
 Se garantizaba toda una serie de derechos fundamentales del individuo: igualdad ante la ley,
inviolabilidad del domicilio, libertad de imprenta (aunque se excluyen los textos religiosos), derecho
a una educación elemental, garantías penales y procesales, sufragio masculino, etc.
 No se reconocía, sin embargo, la libertad de culto, sino que se imponía el catolicismo como religión
oficial y única, concesión clara al sector absolutista.
 Creación de la Milicia Nacional, cuerpo de civiles armados para la defensa del sistema
constitucional.
La Constitución de Cádiz supuso en España el comienzo de la modernidad política, admirada e imitada en
muchos países, especialmente en Iberoamérica, ha sido también criticada por ser demasiado avanzada para
el atraso en la que vivía la sociedad española. Su aplicación fue muy limitada: entre 1812 y 1814 en el marco
de la guerra de la independencia. El regreso de Fernando VII en 1814 significó su abolición, aunque de nuevo
fue aprobada durante el Trienio Liberal (1820–23) y muy brevemente en 1836 (Regencia de María Cristina).
5.3. El reinado de Fernando VII: liberalismo frente a absolutismo. El proceso de independencia de las
colonias americanas.
Durante toda la guerra de la independencia Fernando VII había permanecido retenido en Francia. En
diciembre de 1813, Fernando VII firmó con Napoleón el Tratado de Valençay, que ponía fin a la guerra y
significaba la recuperación del trono de España en su persona. Los liberales españoles, autores de la
Constitución de 1812, esperaban que el Rey se convirtiese en un monarca constitucional. Por el contrario, los
diputados absolutistas, la Iglesia y parte del pueblo no aceptaban el nuevo régimen. Cuando Fernando VII
regresa un grupo de diputados absolutistas le entregan el conocido como “Manifiesto de los Persas” donde
le animan a restaurar el Antiguo Régimen. Días después, Fernando VII firma en Valencia el Decreto del 4 de
mayo por el que se declara nula la Constitución y todas las leyes aprobadas en las Cortes de Cádiz.
El Sexenio Absolutista (1814 – 1820)
El retorno de Fernando VII dio, por tanto, el poder a los absolutistas que trataron gobernar como si nada
hubiera ocurrido en España desde 1808. Se restablecieron las antiguas instituciones, incluida la Inquisición,
se recuperó el régimen señorial y se suprimieron todas las libertades, iniciándose una feroz persecución de
liberales y afrancesados que tuvieron que marchar al exilio.
La monarquía absoluta volvía en el contexto internacional del restablecimiento del Antiguo Régimen en
Europa tras la derrota de Napoleón y la creación de la Santa Alianza, que garantizaba la defensa del
absolutismo y la intervención militar en aquellos países donde hubiese avances liberales. El absolutismo, en
cualquier caso, fue incapaz de encontrar una solución a la crisis general del Antiguo Régimen, en realidad
Fernando VII gobernaba apoyándose en un grupo personajes estrechamente vinculado a él (“ camarilla”) que
no lograron frenar los enormes problemas de la época (quiebra de la Hacienda – emancipación americana).
Ante esta situación, los liberales intentaron provocar la caída de la monarquía absoluta y el restablecimiento
de la Constitución. El descontento de los liberales y del ejército cristalizó en una serie de pronunciamientos
militares. Entre 1814 y 1820 hubo casi una veintena de pronunciamientos (Espoz y Mina, Díaz Porlier, Lacy…)
que fracasaron en su intento de acabar con el absolutismo. En 1820, un pronunciamiento iniciado por el
coronel Rafael de Riego en Cabezas de San Juan (Sevilla) terminará triunfando y abriendo una nueva etapa.
El Trienio Liberal (1820 – 23)
El triunfo del pronunciamiento de Riego supuso el restablecimiento de los derechos y libertades aprobados
en la Constitución de Cádiz en 1812. Fernando VII se vio obligado a ceder y jurar Constitución (“Marchemos
francamente, y yo el primero, por la senda constitucional”).
Durante el Trienio, España vivió un clima de gran libertad, con un alto número de periódicos y de centros de
discusión política (sociedades patrióticas), y con la participación de los ciudadanos mediante la celebración
de elecciones. Los liberales pusieron en práctica importantes reformas: Desamortización de bienes de la
Iglesia, supresión del feudalismo, reforma fiscal, etc. Los liberales se encontraban divididos entre el partido
moderado o doceañista (Martínez de la Rosa; Argüelles) que gobernó durante la mayor parte del Trienio, y el
partido exaltado o veinteañistas (Romero Alpuente) que apostaba por medidas más revolucionarias. Las
reformas del Trienio provocaron una constante agitación política y la oposición al gobierno liberal de la
Iglesia, de la aristocracia y del campesinado. El propio Fernando VII encabezaba esa oposición. Los
absolutistas crearon partidas guerrilleras y plantearon varios golpes de estado contra el régimen
constitucional. En julio de 1822 la Guardia Real, fuerza militar de elite vinculada al Rey, protagonizó un
levantamiento en Madrid que fue sofocado por la Milicia Nacional. El fracaso provocó la ruptura definitiva
entre los liberales y Fernando VII; además el partido moderado pasó a la oposición y el partido exaltado
accedió al poder (general San Miguel). Los fracasos de las intentonas absolutistas provocaron que el rey
recurriera a la intervención extranjera para acabar con el liberalismo.
La Década Ominosa (1823 – 1833)
La Santa Alianza (Austria, Prusia, Rusia y Francia), ante el temor de que la experiencia liberal española se
extendiera al resto de Europa, decidieron en el Congreso de Verona enviar un ejército francés a España, “los
Cien Mil Hijos de San Luis”. Esta nueva invasión francesa está dirigida por el duque de Angulema y apenas
encuentra resistencia entre el pueblo español. El gobierno y las Cortes se refugiaron en Cádiz con el Rey,
pero en octubre de 1823 Fernando VII fue liberado y la Constitución nuevamente abolida. Comienza así la
denominada por los liberales “Década Ominosa”, es decir abominable, donde retorna la persecución y
represión de los liberales, cerca de 20.000 personas, entre ellas lo más selecto de la clase media ilustrada
abandonan España.
La Santa Alianza pretendía que España adoptase un “absolutismo moderado”, donde desde la monarquía se
diese paso a reformas paulatinas, no se recuperase la inquisición y la persecución a los liberales estuviese
limitada. Fernando VII gobernó así de manera errática, apoyándose a veces en el sector moderado (López
Ballesteros) y otras en el sector ultra (Calomarde). Tanto liberales como absolutistas se sintieron
defraudados por la nueva política. Los absolutistas más radicales (apostólicos) se agruparon en torno al
hermano del rey, don Carlos María Isidro, conspirando (“guerra de los agraviados”, 1827) contra el rey en un
preludio de la “guerra carlista” que se desarrollará a partir de 1833.
El proceso de independencia de las colonias americanas
Durante el reinado de Fernando VII en América culminará buena parte de la emancipación. Entre las causas
principales destacan: El ejemplo de la independencia de los EEUU; la influencia de las ideas ilustradas y de la
Revolución Francesa; el apoyo británico, que deseaba comerciar libremente; y el deseo de los criollos de
liberarse de la administración colonial.
En el proceso de independencia se distinguen dos fases:
 De 1808 a 1815. El vacío de poder en España con la invasión francesa agravó los problemas que tenía la
monarquía para mantener el Imperio colonial. Del mismo modo que en la península, se formaron Juntas
leales a Fernando VII que al principio no cuestionaron la administración española; posteriormente, los
criollos fueron desplazando a los peninsulares. A partir de 1810, se suceden las declaraciones de
independencia, que cuentan con el apoyo de EEUU y de Inglaterra.
En Buenos Aires los criollos deponen al Virrey y crean una Junta, con el liderazgo de San Martín (1810).
Los mismos sucesos se reproducen en 1811 en Nueva Granada con Simón Bolívar, y en otras zonas
(salvo en Perú). Caso especial es el de Nueva España (México), donde la explotación de los indios y
mestizos provocó un estallido social. Los criollos mexicanos se aliaron con los peninsulares para aplastar
el movimiento. En 1814, tras el regreso de Fernando VII al trono se mandan tropas (unos 10 000
hombres) al mando del general Morillo para sofocar la sublevación. Consiguen controlar todo el
territorio salvo Río de la Plata.
 De 1816 a 1824 la lucha estuvo más organizada. Simón Bolívar y San Martín iniciaron una serie de
campañas que culminaron en la Conferencia de Guayaquil, donde acordaron sus áreas de influencia.
Bolívar conquista Venezuela y Colombia, y San Martín desde Buenos Aires cruza los Andes y toma Chile.
Morillo, acorralado, solicita urgentemente el envío de tropas desde España, pero la sublevación en 1820
de Riego lo impide. Las tropas de Bolívar desde el norte y las de San Martín desde el sur convergen en
Perú derrotando a las tropas españolas en las Batallas de Carabobo y Ayacucho (1824). La pérdida de
Perú pone fin a la guerra. Toda Sudamérica se independiza formándose repúblicas que dejaban el poder
en manos de la minoría criolla. México consiguió la independencia en 1821, de la mano de un general
conservador, Agustín de Iturbide, quien se coronó rey por poco tiempo.
A partir de 1820, pese a los proyectos de crear una federación al estilo estadounidense, se consolidaron los
nuevos países americanos. En España las repercusiones fueron sobre todo económicas: El comercio con
América se redujo en gran medida y afectó especialmente a zonas como Cataluña, que orientaba gran parte
de su producción a la exportación a las colonias. Desapareció también una fuente importante de ingresos
para la Hacienda Real. Cuando termina el reinado de Fernando VII (1833) España, de su gran imperio
colonial, sólo conserva las colonias de Cuba, Puerto Rico y Filipinas.

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