Mexico Mutilado - Ensayo

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CAPITULO 1

La revolución de las tres horas


Mientras tengamos Congreso,
no esperemos progreso…
ANTONIO LÓPEZ DE SANTA ANNA

Yo, sí, yo, yo lo vi todo, estuve presente en cada uno de los


acontecimientos. Viví las más diversas experiencias al lado de los auténticos
protagonistas de la historia. ¡Cuánta satisfacción experimenta el líder cuando
exhibe su ingenio, su astucia y su talento, como quien desenvaina su espada
de acero refulgente y la blande en el vacío en busca de una sonora ovación
para no dejar duda alguna de su agradecimiento a la herramienta acreedora de
su triunfo!.

Yo estuve ahí, a un lado de los inquisidores, sentado entre las bancas de la


iglesia de la Profesa, cuando el alto clero, dueño de vidas y haciendas en
México, nombró a Agustín de Iturbide para que se encargara de independizar
a México de la corona española. ¡Cuántos crímenes se han cometido en el
nombre sea de Dios y de la democracia…!.

Estuve presente cuando trazaron, en soledad o acompañados por sus


hombres más leales, las estrategias ofensivas o defensivas y, sin embargo,
nunca me había atrevido a hablar, a contarlo todo tal y como fue, sin proteger
a los unos y denostar a los otros, sin condenar una causa y absolver a la otra.
¿Y los principios…? No necesito de muletas ni de recursos documentados
aportados por terceros ni de elementos probatorios: baste mi voz y mi
memoria, además de mi amor por la verdad y mi deseo de hacer justicia de
una buena vez por todas y para siempre. ¡Claro, Tejas! No, no venderemos
Tejas a Estados Unidos ni a nadie ni permitiremosque nos la arrebaten

¿Quién se sentía con los arrestos para recuperar Tejas, una auténtica tarea
faraónica? Santa Anna, el Benemérito, el Quince Uñas, según se burlaba
también el populacho de su líder infatigable.
CAPITULO 2

chos meses el se encontraba en la habana en 1845 desterrado solo con su


esposa sin poder regresar y el después de un tiempo se pude reincorporar al
país después de haber cumplido su condena.
Después vinieron unos personajes que por el echo político no estaban tan
bien pero por el otro lado si lo estaban uno ellos fue polk quien el quería pasa
por presidente del país el venia de Inglaterra y junto su amigo Tyler de
Francia intentaron esto pero fue en el echo de que santa Anna casi llegaba a
México y por lo mismo varios que estaban del lado de santa Anna no los
dejaron fue por lo mismos que ello no llegaron a triunfar por un momento.
Se nos deja ver como es que después de la expulsión de la mayoría de lo
españoles y de el desterramiento de santa Anna mucho de estos querían tomar
el poder de la presidencia para poder tener a al país en su poder lo mismo el
cual surgieron muchos problemas ya que en el echo de querer
el poder empezaron a hacerse guerrBueno aquí se nos a ver como es que
santa Anna después de hacer como cosas malas a como cosas buenas los
mexicanos como país, dieron una decisión de grupo a modo de castigo a
santa Anna el destierro del país.
Aquí se nos menciona como es que a los oillas entre diferentes partidos
gubernamentales que dio muchas muertes y consecuencias en el echo de
acabar con el poder. Pero al final el echo de que santa Anna regreso se calmo
un poco esta situación ya que el llego y tomo un cierto poder y apoyo de los
mismo que estaban ahí, aun que lo habían desterrado ellos lo querían de
vuelta por el echo de que estaban sucediendo en la presidencia y fue el echo
que el calmo las caos en el país.
Entre esos trances con estados unidos se dieron a notar varios que quisieron
dominar México como: welker, james polk, Taylor.
CAPITULO 3
El carácter esencial del americano
es duro, solitario, estoico y asesino.

Que me lo digan en la cara. Juancillo, escondiendo como pudo la sonrisa y


mirando fijamente al piso, pidió que cada uno de los agraviados adelantara el
pie sobre el que hubieran decido recibir el disparo. —A la una… —A las
dos… y —A las ¡tres…! Ni siquiera se había hecho eco de su conversación.
Atocha nunca se había encontrado con un Santa Anna tan rudo.

Todo se lo debo a mis gallos. ¿Cómo iba a jurar otra vez el sometimiento a
unas leyes en las que no creía o tal vez ni siquiera sabía si las aceptaba, o no,
si en el fondo le tenían muy sin cuidado, tanto su existencia, como su
aplicación? ¿Qué no estaré mejor en Cuba gozando de mi mujer y de mis
mujeres, de mis gallos, de mis amigos, de mi dinero ahorrado y de mi paz?
¿Qué me importa Tejas ni California ni Nuevo México ni Polk ni su padre ni
los mexicanos ni su abuela?

Con un movimiento de la mano, como quien da el último escobetazo para


sacar la basura de una habitación, Conner invitó a un Atocha

confundido a abandonar el barco mientras le decía: —Ya sé que muchas


ciudades y departamentos se han pronunciado a favor de Santa Anna, pero
debo mencionarle —advirtió con una voz muy ronca— que a menos que
Santa Anna haya aprendido algo útil en la adversidad y se haya convertido en
otro hombre, lo único que hará es aumentar el desorden del país y será
echado nuevamente del poder en menos de tres meses… En lo que hace a mi
persona, debo dejarlo pasar en contra de mis convicciones.
CAPITULO 4
Yo no creo que jamás haya habido una guerra más injusta
que la que los Estados Unidos hicieron a México.
Me avergüenzo de mi país al recordar aquella invasión.
Nunca me he perdonado el haber participado en ella…
ULYSSES S. GRANT, PRESIDENTE DE ESTADOS UNIDOS 1869-1876

Waddy Thompson, quien fuera ministro de Estados Unidos en México de


1842 a 1844, declara: «Una guerra contra México sería como un encuentro
entre una mujer débil y un hombre fuerte y armado». ¿Quién es Atocha? Su
Excelencia, ya confirmado por el Congreso como nuevo titular del Ejecutivo
y Gómez Farías como vicepresidente, muy a pesar de los rumores de su
acuerdo secreto con Polk, vuelve a despachar a Atocha rumbo a Washington
con una serie de cartas para entregárselas al presidente y a integrantes del
gabinete.
¿Cómo lo sabe Santa Anna? Mientras el país está invadido, atrapado en una
guerra contra Estados Unidos y el presidente de la República, encargado en
San Luis Potosí de la defensa de la nación, desespera paralizado por la falta
de recursos para enfrentar a Taylor, en la Ciudad de México .

Moses Yale Beach convence al clero de las ventajas de ejecutar un


levantamiento armado en contra del gobierno santanista, en particular el de
Gómez Farías. Pero si el país está invadido por los yanquis. [151] No es
casualidad el abandono financiero por parte de la iglesia al que se someterá a
Santa Anna con el inicio del ataque norteamericano en las costas del Golfo de
México. ¿No entenderán los yanquis que no es un problema de dinero ni de
más o menos millones? Un oficial se dirigió a Taylor y le dijo que la batalla
estaba perdida, a lo que Taylor contestó: «Lo sé, pero eso no lo saben los
soldados… Las batallas se pierden hasta que los generales conceden la
derrota. Nos quedaremos con su ejército, sus armas y sus uniformes
A MODO DE EPILOGO

Imposible no comenzar con Antonio López de Santa Anna Pérez de Lebrón,


un fervoroso imperialista, un fanático republicano, un convencido federalista,
un irreductible centralista, un apasionado juarista, un feroz antijuarista, un
arrebatado monárquico, un iluminado clerical, un disimulado jacobino, un
fecundo liberal y un conservador extremista, un gran traidor con cara, a
veces, de patriota, un millonario y miserable, poderoso y perseguido, héroe y
villano: en fin, un político mexicano que vivió en los extremos, defensor de
cualquier corriente política a la que se adaptara en el momento más propicio.
El Visible Instrumento de Dios, como ya se vio, no sólo volvió a ser
presidente de México después de la «siesta de San Jacinto» y de la
suscripción de los Tratados secretos de Velasco, no, claro que no: el
Napoleón del Oeste regresó a colocarse dignamente la banda tricolor en el
pecho cuando el presidente Polk le permitió romper el bloqueo de Veracruz
para permitirle el acceso a Palacio Nacional con el objeto de facilitar, de esa
forma, la entrega de su país a los invasores yanquis. No lo logró.
Santa Anna muere en su cama de agresivos ataques de diarrea la noche del
20 al 21 de junio de 1876.
Tan sólo unos meses más tarde, en ese mismo año, falleció agotado en la
cama después de incontables deyecciones, es decir, de una severa
descomposición intestinal, similar a la padecida por Su Excelencia y que
también le costó la vida. Murió en su finca, rodeado por su esposa e hijos, en
1863.
En 1852 su prestigio militar, adquirido en buena parte por haber logrado
derrotar al ejército mexicano, fue insuficiente para ganar la presidencia de
Estados Unidos, como candidato whig. En sus memorias, publicadas en 1885,
confiesa: «Yo no creo que jamás haya habido una guerra más injusta que la
que los Estados Unidos le hicieron a México».

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