Screenshot 2023-03-09 at 10.59.06
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La noche a la ventana.
Ya la luz se ha dormido.
Guardada está la dicha
En el aire vacío.
Acreciente la noche
Sus sombras y su calma,
Que a su rosal la rosa
Volverá la mañana.
No decía palabras,
acercaba tan sólo un cuerpo interrogante,
porque ignoraba que el deseo es una pregunta
cuya respuesta no existe,
una hoja cuya rama no existe,
un mundo cuyo cielo no existe.
Un roce al paso,
una mirada fugaz entre las sombras,
bastan para que el cuerpo se abra en dos,
ávido de recibir en sí mismo
otro cuerpo que sueñe;
mitad y mitad, sueño y sueño, carne y carne,
iguales en figura, iguales en amor, iguales en deseo.
Auque sólo sea una esperanza
porque el deseo es pregunta cuya respuesta nadie sabe.
Tú justificas mi existencia:
si no te conozco, no he vivido;
si muero sin conocerte, no muero, porque no he vivido.
Si un marinero es mar,
rubio mar amoroso cuya presencia es cántico,
no quiero la ciudad hecha de sueños grises;
quiero sólo ir al mar donde me anegue,
barca sin norte,
cuerpo sin norte hundirme en su luz rubia.
Te quiero.
Allí donde termine este afán que exige un dueño a imagen suya,
Sometiendo a otra vida su vida,
Sin más horizonte que otros ojos frente a frente.
Yo fui.
Columna ardiente, luna de primavera.
Mar dorado, ojos grandes.
He sido.
Inocencia primera
Abolida en deseo,
Olvido de sí mismo en otro olvido,
Ramas entrelazadas,
¿Por qué vivir si desaparecéis un día?
Fantasmas de la pena,
A lo lejos, los otros,
Los que ese amor perdieron,
Como un recuerdo en sueños,
Recorriendo las tumbas
Otro vacío estrechan.
Dime, háblame
Tú, esencia misteriosa
De nuestra raza
Tras de tantos siglos,
Hálito creador
De los hombres hoy vivos,
A quienes veo por el odio impulsados
Hasta ofrecer sus almas
A la muerte, la patria más profunda
Háblame, madre;
y al llamarte así, digo
Que ninguna mujer lo fue de nadie
Como tú lo eres mía.
Háblame, dime
Tu pasado eres tú
Y al mismo tiempo es
La aurora que aún no alumbra nuestros campos.
Tú sola sobrevives.
Aunque venga la muerte;
Sólo en ti está la fuerza
De hacernos esperar a ciegas el futuro
Andando me seguía
como si fuera solo bajo un peso invisible,
arrastrando la losa de su tumba;
mas luego se detuvo.
«¿España?», dijo. «Un nombre.
España ha muerto.» Había
una súbita esquina en la calleja.
le vi borrarse entre la sombra húmeda.
Un día, tú ya libre
De la mentira de ellos,
Me buscarás. Entonces
¿Qué ha de decir un muerto?
Irías, y verías
Todo igual, cambiado todo,
Así como tú eres
El mismo y el otro. ¿Un río
A cada instante
No es él y diferente?
Irías, en apariencia
Distraído y aburrido
En secreto, mirando,
Pues el mirar es sólo
La forma en que persiste
El antiguo deseo.
Mirando, estimarías
(La mirada acaricia
Fijándose o desdeña
Apartándose) irreparable todo
Ya, y perdido, o ganado
Acaso, quién lo sabe.
Impotente, extasiado
Y solo, como un árbol,
Le verías, el futuro
Soñando, sin presente,
A espera del amigo,
Cuando el amigo es él y en él le espera.
Al verle, tú querrías
Irte, ajeno entonces,
Sin nada que decirle,
Pensando que la vida
Era una burla delicada,
Y que debe ignorarlo el mozo hoy.
La lámpara y la cortina
Al pueblo en su sombra excluyen.
Sueña ahora,
Si puedes, si te contentas
Con sueños, cuando te faltan
Realidades.
Estás aquí, de regreso
Del mundo, ayer vivo, hoy
Cuerpo en pena,
Esperando locamente,
Alrededor tuyo, amigos
Y sus voces.
Alguien dijo:
«El tiempo y yo para otros
Dos»1. ¿Cuáles dos? ¿Dos lectores
De mañana?
Mas tus lectores, si nacen,
Y tu tiempo, no coinciden.
Estás solo.
Frente al tiempo, con tu vida
Sin vivir.
Remordimiento.
Fuiste joven,
Pero nunca lo supiste
Hasta hoy que el ave ha huido
De tu mano.
Y piensas
Que así vuelves
Donde estabas al comienzo
Del soliloquio: contigo
Y sin nadie.
El da el motivo,
lo diste tú; porque tú existes
afuera como sombra de algo,
una sombra perfecta
de aquel afán, que es del amante, mío.
Si yo te hablase
cómo el amor depara
su razón al vivir y su locura,
tú no comprenderías.
Por eso nada digo.
La hermosura, inconsciente
de su propia celada, cobró la presa
y sigue. Así por cada instante
de goce, el precio está pagado:
este infierno de angustia y de deseo.
La habitación a solas
Le envuelve tibiamente,
Y el visillo, velando
Sobre el cristal, como una nube,
Le susurra lunar encantamiento.
Muchachos
Que nunca fuisteis compañeros de mi vida,
Adiós.
Muchachos
Que no seréis nunca compañeros de mi vida,
Adiós.
De joven no sabía
Ver la hermosura, codiciarla, poseerla;
De viejo la he aprendido
y veo a la hermosura, mas la codicio inútilmente