Antología Cernuda

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ANTOLOGÍA DE LUIS CERNUDA.

Primeras poesías.
Égloga, elegía, oda.
Un río, un amor.
Los placeres prohibidos
Invocaciones
Como quien espera el alba
Vivir sin estar viviendo
Con las horas contadas
Desolación de la quimera

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Antología de Luis Cernuda 2º Bachillerato

Primeras poesías. 1924-1927

La noche a la ventana.

La noche a la ventana. Y en límpido reposo


Ya la luz se ha dormido. El cuerpo se contempla.
Guardada está la dicha
En el aire vacío. Acreciente la noche
Sus sombras y su calma,
Levanta entre las hojas, Que a su rosal la rosa
Tú, mi aurora futura; Volverá la mañana.
No dejes que me anegue
El sueño entre sus plumas. Y una vaga promesa
Acunando va el cuerpo.
Pero escapa el deseo En vano dichas busca
Por la noche entreabierta, Por el aire el deseo.

Égloga, elegía, oda (1927-1928)

Elegía.

Este lugar, hostil a los oscuros Ofreciendo su estéril indolencia


Avances de la noche vencedora, Con un claro, cruel escalofrío?
Ignorado respira ante la aurora,
Sordamente feliz entre sus muros. Al indeciso soplo lento oscila
El bulto langoroso; se estremece
Pereza, noche, amor, la estancia quieta Y del seno la onda oculta crece
Bajo una débil claridad ofrece. Al labio donde nace y se aniquila.
El esplendor sus llamas adormece
En la lánguida atmósfera secreta. Equívoca delicia. Esa hermosura
No rinde su abandono a ningún dueño;
Y la pálida lámpara vislumbra Camina desdeñosa por su sueño,
Rosas, venas de azul, grito ligero Pisando una falaz ribera oscura.
De un contorno desnudo, prisionero
Tenuemente abolido en la penumbra. Del obstinado amante fugitiva,
Rompe los delicados, blandos lazos;
Rosas tiernas, amables a la mano A la mortal caricia, entre los brazos,
Que un dulce afán impulsa estremecida, ¿Qué pureza tan súbita la esquiva?
Venas de ardiente azul; toda una vida
Al insensible sueño vuelta en vano. Soledad amorosa. Ocioso yace
El cuerpo juvenil perfecto y leve.
¿Vive o es una sombra, mármol frío Melancólica pausa. En triste nieve
En reposo inmortal, pura presencia El ardor soberano se deshace.
¿Y qué esperar, amor? Sólo un hastío, Esta insaciable, ávida amargura,
El amargor profundo, los despojos. Flecha contra la gloria del amante,
Llorando vanamente ven los ojos ¿Enturbia ese sereno diamante
Ese entreabierto lecho torpe y frío. De la angélica noche inmóvil, pura?

Tibio blancor, jardín fugaz, ardiente, Mas no. De un nuevo albor el rumbo lento
Donde el eterno fruto se tendía Transparenta tan leve luz dudosa.
Y el labio alegre, dócil lo mordía El pájaro en su rama melodiosa
En un vasto sopor indiferente. Alisando está el ala, el dulce acento.

De aquel sueño orgulloso en su fecundo, Ya con rumor suave la belleza


Espléndido poder, una lejana Esperada del mundo otra vez nace,
Forma dormida queda, ausente y vana Y su onda monótona deshace
Entre la sorda soledad del mundo. Este remoto dejo de tristeza.

Un río, un amor (1929)

No intentemos el amor nunca.

Aquella noche el mar no tuvo sueño.


Cansado de contar, siempre contar a tantas olas,
quiso vivir hacia lo lejos,
donde supiera alguien de su color amargo.

Con una voz insomne decía cosas vagas,


barcos entrelazados dulcemente
en un fondo de noche,
o cuerpos siempre pálidos, con su traje de olvido
viajando hacia nada.

Cantaba tempestades, estruendos desbocados


bajo cielos con sombra,
como la sombra misma,
como la sombra siempre
rencorosa de pájaros estrellas.

Su voz atravesando luces, lluvia, frío,


alcanzaba ciudades elevadas a nubes,
cielo Sereno, Colorado, Glaciar del infierno,
todas puras de nieve o de astros caídos
en sus manos de tierra.

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Antología de Luis Cernuda 2º Bachillerato

Mas el mar se cansaba de esperar las ciudades.


Allí su amor tan sólo era un pretexto vago
con sonrisa de antaño,
ignorado de todos.

Y con sueño de nuevo se volvió lentamente


adonde nadie
sabe de nadie.
Adonde acaba el mundo.

Todo esto por amor

Derriban gigantes de los bosques para hacer un durmiente,


derriban los instintos como flores,
deseos como estrellas
para hacer sólo un hombre con su estigma de hombre.

Que derriben también imperios de una noche,


monarquías de un beso,
no significa nada;
que derriben los ojos, que derriben las manos como estatuas vacías.

Mas este amor cerrado por ver sólo su forma,


su forma entre las brumas escarlata,
quiere imponer la vida, como otoño ascendiendo tantas hojas
hacia el último cielo,
donde estrellas
sus labios dan otras estrellas,
donde mis ojos, estos ojos,
se despiertan en otro.
La canción del oeste

La canción del oeste

Jinete sin cabeza,


jinete como un niño buscando entre rastrojos
llaves recién cortadas,
víboras seductoras, desastres suntuosos,
navíos para tierra lentamente de carne,
de carne hasta morir igual que muere un hombre.

A lo lejos
una hoguera transforma en ceniza recuerdos,
noches como una sola estrella,
sangre extraviada por las venas un día,
furia color de amor,
amor color de olvido,
aptos ya solamente para triste buhardilla.

Lejos canta el oeste,


aquel oeste que las manos de antaño
creyeron apresar como el aire a la luna;
mas la luna es madera, las manos se liquidan
gota a gota idénticas a lágrimas.

Olvidemos pues todo, incluso al mismo oeste;


olvidemos que un día las miradas de ahora
lucirán a la noche, como tantos amantes,
sobre el lejano oeste,
sobre amor más lejano.

Los placeres prohibidos 1931

Telarañas cuelgan de la razón

Telarañas cuelgan de la razón


En un paisaje de ceniza absorta;
Ha pasado el huracán de amor,
Ya ningún pájaro queda.

Tampoco ninguna hoja,


Todas van lejos, como gotas de agua
De un mar cuando se seca,
Cuando no hay ya lágrimas bastantes,
Porque alguien, cruel como un día de sol en primavera,
Con su sola presencia ha dividido en dos un cuerpo.

Ahora hace falta recoger los trozos de prudencia,


Aunque siempre nos falte alguno;
Recoger la vida vacía
Y caminar esperando que lentamente se llene,
Si es posible, otra vez, como antes,
De sueños desconocidos y deseos invisibles.

Tú nada sabes de ello,


Tú estás allá, cruel como el día;

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Antología de Luis Cernuda 2º Bachillerato

El día, esa luz que abraza estrechamente un triste muro,


Un muro, ¿no comprendes?,
Un muro frente al cuál estoy sólo.

No decía palabras

No decía palabras,
acercaba tan sólo un cuerpo interrogante,
porque ignoraba que el deseo es una pregunta
cuya respuesta no existe,
una hoja cuya rama no existe,
un mundo cuyo cielo no existe.

La angustia se abre paso entre los huesos,


remonta por las venas
hasta abrirse en la piel,
surtidores de sueño
hechos carne en interrogación vuelta a las nubes.

Un roce al paso,
una mirada fugaz entre las sombras,
bastan para que el cuerpo se abra en dos,
ávido de recibir en sí mismo
otro cuerpo que sueñe;
mitad y mitad, sueño y sueño, carne y carne,
iguales en figura, iguales en amor, iguales en deseo.
Auque sólo sea una esperanza
porque el deseo es pregunta cuya respuesta nadie sabe.

Si el hombre pudiera decir

Si el hombre pudiera decir lo que ama,


si el hombre pudiera levantar su amor por el cielo
como una nube en la luz;
si como muros que se derrumban,
para saludar la verdad erguida en medio,
pudiera derrumbar su cuerpo,
dejando sólo la verdad de su amor,
la verdad de sí mismo,
que no se llama gloria, fortuna o ambición,
sino amor o deseo,
yo sería aquel que imaginaba;
aquel que con su lengua, sus ojos y sus manos
proclama ante los hombres la verdad ignorada,
la verdad de su amor verdadero.

Libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien


cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío;
alguien por quien me olvido de esta existencia mezquina
por quien el día y la noche son para mí lo que quiera,
y mi cuerpo y espíritu flotan en su cuerpo y espíritu
como leños perdidos que el mar anega o levanta
libremente, con la libertad del amor,
la única libertad que me exalta,
la única libertad por que muero.

Tú justificas mi existencia:
si no te conozco, no he vivido;
si muero sin conocerte, no muero, porque no he vivido

Unos cuerpos son como flores

Unos cuerpos son como flores,


otros como puñales,
otros como cintas de agua;
pero todos, temprano o tarde,
serán quemaduras que en otro cuerpo se agranden,
convirtiendo por virtud del fuego a una piedra en un
hombre.

Pero el hombre se agita en todas direcciones,


sueña con libertades, compite con el viento,
hasta que un día la quemadura se borra,
volviendo a ser piedra en el camino de nadie.

Yo, que no soy piedra, sino camino


que cruzan al pasar los pies desnudos,
muero de amor por todos ellos;
les doy mi cuerpo para que lo pisen,
aunque les lleve a una ambición o a una nube,
sin que ninguno comprenda
que ambiciones o nubes
no valen un amor que se entrega

Los marineros son las alas del amor

Los marineros son las alas del amor,


son los espejos del amor,

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Antología de Luis Cernuda 2º Bachillerato

el mar les acompaña,


y sus ojos son rubios lo mismo que el amor
rubio es también, igual que son sus ojos.

La alegría vivaz que vierten en las venas


rubia es también,
idéntica a la piel que asoman;
no les dejéis marchar porque sonríen
como la libertad sonríe,
luz cegadora erguida sobre el mar.

Si un marinero es mar,
rubio mar amoroso cuya presencia es cántico,
no quiero la ciudad hecha de sueños grises;
quiero sólo ir al mar donde me anegue,
barca sin norte,
cuerpo sin norte hundirme en su luz rubia

Te quiero

Te lo he dicho con el viento, que se cubren de rubor repentino;


jugueteando como animalillo en la arena
o iracundo como órgano impetuoso; Te lo he dicho con el agua,
vida luminosa que vela un fondo de
Te lo he dicho con el sol, sombra;
que dora desnudos cuerpos juveniles te lo he dicho con el miedo,
y sonríe en todas las cosas inocentes; te lo he dicho con la alegría,
con el hastío, con las terribles palabras.
Te lo he dicho con las nubes,
frentes melancólicas que sostienen el cielo, Pero así no me basta:
tristezas fugitivas; más allá de la vida,
quiero decírtelo con la muerte;
Te lo he dicho con las plantas, más allá del amor,
leves criaturas transparentes quiero decírtelo con el olvido.

Invocaciones (1934-1935)

Soliloquio del farero

Cómo llenarte, soledad,


sino contigo misma...

De niño, entre las pobres guaridas de la tierra,


quieto en ángulo oscuro,
buscaba en ti, encendida guirnalda,
mis auroras futuras y furtivos nocturnos,
y en ti los vislumbraba,
naturales y exactos, también libres y fieles,
a semejanza mía,
a semejanza tuya, eterna soledad.

Me perdí luego por la tierra injusta


como quien busca amigos o ignorados amantes;
diverso con el mundo,
fui luz serena y anhelo desbocado,
y en la lluvia sombría o en el sol evidente
quería una verdad que a ti te traicionase,
olvidando en mi afán
cómo las alas fugitivas su propia nube crean.

Y al velarse a mis ojos


con nubes sobre nubes de otoño desbordado
la luz de aquellos días en ti misma entrevistos,
te negué por bien poco;
por menudos amores ni ciertos ni fingidos,
por quietas amistades de sillón y de gesto,
por un nombre de reducida cola en un mundo fantasma,
por los viejos placeres prohibidos
como los permitidos nauseabundos,
útiles solamente para el elegante salón susurrado,
en bocas de mentira y palabras de hielo.

Por ti me encuentro ahora el eco de la antigua persona


que yo fui,
que yo mismo manché con aquellas juveniles traiciones;
por ti me encuentro ahora, constelados hallazgos,
limpios de otro deseo,
el sol, mi dios, la noche rumorosa,
la lluvia, intimidad de siempre,
el bosque y su alentar pagano,
el mar, el mar como su nombre hermoso;
y sobre todo ellos,
cuerpo oscuro y esbelto,
te encuentro a ti, tú, soledad tan mía,
y tú me das fuerza y debilidad
como el ave cansada los brazos de la piedra.

Acodado al balcón miro insaciable el oleaje,

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Antología de Luis Cernuda 2º Bachillerato

oigo sus oscuras imprecaciones,


contemplo sus blancas caricias;
y erguido desde cuna vigilante
soy en la noche un diamante que gira advirtiendo a los hombres,
por quienes vivo, aún cuando no los vea;
y así, lejos de ellos,
ya olvidados sus nombres, los amo en muchedumbres,
roncas y violentas como el mar, mi morada,
puras ante la espera de una revolución ardiente
o rendidas y dóciles, como el mar sabe serlo
cuando toca la hora de reposo que su fuerza conquista.

Tú, verdad solitaria,


transparente pasión, mi soledad de siempre,
eres inmenso abrazo;
el sol, el mar,
la oscuridad, la estepa,
el hombre y su deseo,
la airada muchedumbre,
¿qué son sino tú misma?

Por ti, mi soledad, los busqué un día;


en ti, mi soledad, los amo ahora.

Las nubes (1937-1940)

Elegía española.

Dime, háblame y qué savia una rama


Tú, esencia misteriosa Donde brotar con verde impulso?
De nuestra raza
Tras de tantos siglos, ¿Qué rayo de la luz alegre,
Hálito creador Qué nube sobre el campo solitario,
De los hombres hoy vivos, Hallarán agua, cristal de hogar en
A quienes veo por el odio calma
impulsados Donde reflejen su irisado juego?
Hasta ofrecer sus almas
A la muerte, la patria más profunda Háblame, madre;
y al llamarte así, digo
Cuando la primavera vieja Que ninguna mujer lo fue de nadie
Vuelva a tejer su encanto Como tú lo eres mía.
Sobre tu cuerpo inmenso,
¿Cuál ave hallará nido
Háblame, dime

Una sola palabra en estos días lentos.

En los días informes

Que frente a ti se esgrimen

Como cuchillo amargo

Entre las manos de tus propios hijos.

No te alejes así, ensimismada


Bajo los largos velos cenicientos
Que nos niegan tus anchos ojos bellos.
Esas flores caídas,
Pétalos rotos entre sangre y lodo,
En tus manos estaban luciendo eternamente
Desde siglos atrás, cuando mi vida
Era un sueño en la mente de los dioses.

Eres tú, son tus ojos lo que busca


Quien te llama luchando con la muerte,
A ti, remota y enigmática
Madre de tantas almas idas
Que te legaron, con un fulgor de piedra clara,
Su afán de eternidad cifrado en hermosura.
Pero no eres tan sólo
Dueña de afanes muertos;
Tierna, amorosa has sido con nuestro afán viviente,
Compasiva con nuestra desdicha de efímeros.
¿Supiste acaso si de ti éramos dignos?

Contempla ahora a través de las lágrimas:

Mira cuántos cobardes


Lejos de ti en fuga vergonzosa,
Renegando tu nombre y tu regazo,
Cuando a tus pies, mientras la larga espera,
Si desde el suelo alzamos hacia ti la mirada,
Tus hijos sienten oscuramente
La recompensa de estas horas fatídicas.

No sabe qué es la vida

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Antología de Luis Cernuda 2º Bachillerato

Quien jamás alentó bajo la guerra.


Ella sobre nosotros sus alas densas cierne,
y oigo su silbo helado,
y veo los muertos bruscos
Caer sobre la hierba calcinada,
Mientras el cuerpo mío

Sufre y lucha con unos enfrente de esos otros.

No sé qué tiembla y muere en mí


Al verte así dolida y solitaria,
En ruinas los claros dones
De tus hijos, a través de los siglos;
Porque mucho he amado tu pasado,
Resplandor victorioso entre sombra y olvido

Tu pasado eres tú
Y al mismo tiempo es
La aurora que aún no alumbra nuestros campos.
Tú sola sobrevives.
Aunque venga la muerte;
Sólo en ti está la fuerza
De hacernos esperar a ciegas el futuro

Que por encima de estos yesos muertos


Y encima de estos yesos vivos que combaten,
Algo advierte que tú sufres con todos.
Y su odio, su crueldad, su lucha,
Ante ti vanos son, como sus vidas,
Porque tú eres eterna
Y sólo los creaste
Para la paz y gloria de su estirpe.

Impresión de destierro

Fue la pasada primavera, Igual que el iris de una perla enferma.


hace ahora casi un año,
En un salón del viejo Temple, en Eran señores viejos, viejas damas,
Londres, En los sombreros plumas polvorientas;
Con viejos muebles. Las ventanas Un susurro de voces allá por los
daban, rincones,
Tras edificios viejos, a lo lejos, Junto a mesas con tulipanes amarillos,
Entre la hierba el gris relámpago del Retratos de familia y teteras vacías.
río. La sombra que caía
Todo era gris y estaba fatigado Con un olor a gato,
Despertaba ruidos en cocinas. Encendieron las luces. Nos
marchamos.
Un hombre silencioso estaba
Cerca de mí. Veía Tras largas escaleras casi a oscuras
La sombra de su largo perfil algunas Me hallé luego en la calle,
veces Y mi lado, al volverme,
Asomarse abstraído al borde de la Vi otra vez a aquel hombre silencioso,
taza, Que habló indistinto algo
Con la misma fatiga Con acento extranjero,
Del muerto que volviera Un acento de niño en voz envejecida.
Desde la tumba a una fiesta mundana.
Andando me seguía
En los labios de alguno, Como si fuera solo bajo un peso
Allá por los rincones invisible,
Donde los viejos juntos susurraban, Arrastrando la losa de su tumba;
Densa como una lágrima cayendo, Mas luego se detuvo.
Brotó de pronto una palabra: España. «¿España?», dijo. «Un nombre.
Un cansancio sin nombre España ha muerto.» Había
Rodaba en mi cabeza. Una súbita esquina en la calleja.
Le vi borrarse entre la sombra húmeda.

Gaviota en los parques

Dueña de los talleres, las fábricas, los bares,


Todas piedras oscuras bajo un cielo sombrío,
Silenciosa a la noche, los domingos devota,
Es la ciudad levitica que niega sus pecados.

El verde turbio de la hierba y los árboles


Interrumpe con parques los edificios uniformes,
Y en la naturaleza sin encanto, entre la lluvia,
Mira de pronto, penacho de locura, las gaviotas.

¿Por qué, teniendo alas, son huéspedes del humo,


El sucio arroyo, los puentes de madera de estos parques?
Un viento de infortunio o una mano inconsciente,
De los puertos nativos, tierra adentro las trajo.

Lejos quedó su nido de los mares, mecido por tormentas


De invierno, en calma luminosa los veranos.
Ahora su queja va, como el grito de almas en destierro.
Quien con alas las hizo, el espacio les niega.

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Antología de Luis Cernuda 2º Bachillerato

Un español habla de su tierra.

Las playas, parameras y allí la voz dispuso


Al rubio sol durmiendo, Que hablase tu silencio.
Los oteros, las vegas
En paz, a solas, lejos; Contigo solo estaba,
En ti sola creyendo;
Los castillos, ermitas, Pensar tu nombre ahora
Cortijos y conventos, Envenena mis sueños.
La vida con la historia,
Tan dulces al recuerdo, Amargos son los días
De la vida, viviendo
Ellos, los vencedores Sólo una larga espera
Caínes sempiternos, A fuerza de recuerdos.
De todo me arrancaron.
Me dejan el destierro. Un día, tú ya libre
De la mentira de ellos,
Una mano divina Me buscarás. Entonces
Tu tierra alzó en mi cuerpo ¿Qué ha de decir un muerto?

Como quien espera el alba 1941-1944

Tierra nativa.

Es la luz misma, la que abrió mis ojos


Toda ligera y tibia como un sueño,
Sosegada en colores delicados
Sobre las formas puras de las cosas.

El encanto de aquella tierra llana,


Extendida como una mano abierta,
Adonde el limonero encima de la fuente
Suspendía su fruto entre el ramaje.

El muro viejo en cuya barda abría


A la tarde su flor azul la enredadera,
Y al cual la golondrina en el verano
Tornaba siempre hacia su antiguo nido.

El susurro del agua alimentando,


Con su música insomne en el silencio,
Los sueños que la vida aún no corrompe,
El futuro que espera como página blanca.
Todo vuelve otra vez vivo a la mente.
Irreparable ya con el andar del tiempo,
Y su recuerdo ahora me traspasa
El pecho tal puñal fino y seguro.

Raíz del tronco verde, ¿quién la arranca?


Aquel amor primero, ¿quién lo vence?
Tu sueño y tu recuerdo, ¿quién lo olvida,
Tierra nativa, más mía cuanto más lejana?

Góngora

El andaluz envejecido que tiene gran razón para su orgullo,


El poeta cuya palabra lúcida es como diamante,
Harto de fatigar sus esperanzas por la corte,
Harto de su pobreza noble que le obliga
A no salir de casa cuando el día, sino al atardecer, ya que las sombras,
Más generosas que los hombres, disimulan
En la común tiniebla parda de las calles
La bayeta caduca de su coche y el tafetán delgado de su traje;
Harto de pretender favores de magnates,
Su altivez humillada por el ruego insistente,
Harto de los años tan largos malgastados
En perseguir fortuna lejos de Córdoba la llana y de su muro excelso,
Vuelve al rincón nativo para morir tranquilo y silencioso.

Ya restituye el alma a soledad sin esperar de nadie


Si no es de su conciencia, y menos todavía
De aquel sol invernal de la grandeza
Que no atempera el frío del desdichado,
Y aprende a desearles buen viaje
A príncipes, virreyes, duques altisonantes,
Vulgo luciente no menos estúpido que el otro;
Ya se resigna a ver pasar la vida tal sueño inconsistente
Que el alba desvanece, a amar el rincón solo
Adonde conllevar paciente su pobreza,
Olvidando que tantos menos dignos que él, como la bestia ávida
Toman hasta saciarse la parte mejor de toda cosa,
Dejándole la amarga, el desecho del paria.

Pero en la poesía encontró siempre, no tan sólo hermosura, sino ánimo,


La fuerza del vivir más libre y más soberbio,
Como un neblí que deja el puño duro para buscar las nubes

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Antología de Luis Cernuda 2º Bachillerato

Traslúcidas de oro allá en el cielo alto.


Ahora al reducto último de su casa y su huerto le alcanzan todavía
Las piedras de los otros, salpicaduras tristes
Del aguachirle caro para las gentes
Que forman el común y como público son arbitro de gloria.
Ni aun esto Dios le perdonó en la hora de su muerte.

Decretado es al fin que Góngora jamás fuera poeta,


Que amó lo oscuro y vanidad tan sólo le dictó sus versos.
Menéndez y Pelayo, el montañés henchido por sus dogmas,
No gustó de él y le condena con fallo inapelable.

Viva pues Góngora, puesto que así los otros


Con desdén le ignoraron, menosprecio
Tras del cual aparece su palabra encendida
Como estrella perdida en lo hondo de la noche,
Como metal insomne en las entrañas de la tierra.
Ventaja grande es que esté ya muerto
Y que de muerto cumpla los tres siglos, que así pueden
Los descendientes mismos de quienes le insultaban
Inclinarse a su nombre, dar premio al erudito,
Sucesor del gusano, royendo su memoria.
Mas él no transigió en la vida ni en la muerte
Y a salvo puso su alma irreductible
Como demonio arisco que ríe entre negruras.

Gracias demos a Dios por la paz de Góngora vencido;


Gracias demos a Dios por la paz de Góngora exaltado;
Gracias demos a Dios, que supo devolverle (como hará con nosotros),
Nulo al fin, ya tranquilo, entre su nada

El indolente

Con hombres como tú el comercio sería


Cosa leve y tan pura que, sin sudor ni sangre
De ninguno comprada, dejaría a la tierra
Intactos sus veneros. Pero a tu pobreza
El comercio podría allanarle un camino.

Durante las tardes meridionales del verano,


A través de una clara ciudad, solas las calles,
Llevaría en cestillo guirnaldas de jazmines,
Y magnolias, por un nido fragante de hojas verdes
oculto su blancor, como alas de paloma.

Tras de las rejas bajas, si una mujer quisiera


Para su gracia oculta tal vez la fresca gala
De una flor, y prenderla en su pelo o en su pecho.
Donde ha de parecer nieve sobre la tierra,
Una moneda a cambio dejaría en tus manos.

Así, al ponerse la tarde, tú podrías


De un vino trasparente beber el calor rubio,
Mordiendo la delicia de un pan y de una fruta,
Y luego silencioso, tendido junto al río,
Ver latir en la honda noche las estrellas

Amando en el tiempo.

El tiempo, insinuándose en tu cuerpo,


tal la nube de polvo en fuente pura,
aquella gracia antigua desordena
y clava en mí una pena silenciosa.

Otros antes que yo vieron un' día,


y otros luego verán, cómo decir
la amada forma esbelta, recordando
de cuánta gloria es cifra un cuerpo hermoso.

Pero la vida sólo la aprendemos,


y placer y dolor se ofrecen siempre
tal mundo virgen para cada hombre.
Así mi pena inculta es nueva ahora.

Nueva como lo fuese al primer hombre,


que cayó con su amor del paraíso
cuando viera, tal cielo ya vencido
por sombra, envejecer el cuerpo amado

Vivir sin estar viviendo (1944-1949)


La sombra

Al despertar de un sueño, buscas


Tu juventud, como si fuera el cuerpo
Del camarada que durmiese
A tu lado y que al alba no encuentras.

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Antología de Luis Cernuda 2º Bachillerato

Ausencia conocida, nueva siempre,


Con la cual no te hallas. Y aunque acaso
Hoy tú seas más de lo que era
El mozo ido, todavía

Sin voz le llamas, cuántas veces;


Olvidado que de su mocedad se alimentaba
Aquella pena aguda, la conciencia
De tu vivir de ayer. Ahora,

Ida también, es sólo


Un vago malestar, una inconsciencia
Acallando el pasado, dejando indiferente
Al otro que tú eres, sin pena, sin alivio

Ser de sansueña.

Acaso allí estará, cuatro costados


Bañados en los mares, al centro la meseta
Ardiente y andrajosa. Es ella, la madrastra
Original de tantos, como tú, dolidos
De ella y por ella dolientes.

Es la tierra imposible, que a su imagen te hizo


Para de sí arrojarte. En ella el hombre
Que otra cosa no pudo, por error naciendo,
Sucumbe de verdad, y como en pago
Ocasional de otros errores inmortales.

Inalterable, en violento claroscuro,


Mírala, piénsala. Árida tierra, cielo fértil,
Con nieves y resoles, riadas y sequías;
Almendros y chumberas, espartos y naranjos
Crecen en ella, ya desierto, ya oasis.

Junto a la iglesia está la casa llana,


Al lado del palacio está la timba,
El alarido ronco junto a la voz serena,
El amor junto alodio, y la caricia junto
A la puñalada. Allí es extremo todo.

La nobleza plebeya, el populacho noble,


La pueblan; dando terratenientes y toreros,
Curas y caballistas, vagos y visionarios,
Guapos y guerrilleros. Tú compatriota,
Bien que ello te repugne, de su fauna.

Las cosas tienen precio. Lo es del poderío


La corrupción, del amor la no correspondencia;
y ser de aquella tierra lo pagas con no serIo
De ninguna: deambular, vacuo y nulo,
Por el mundo, que a Sansueña y sus hijos desconoce.

Si en otro tiempo hubiera sido nuestra.


Cuando gentes extrañas la temían y odiaban,
y mucho era ser de ella; cuando toda
Su sinrazón congénita, ya locura hoy,
Como admirable paradoja se imponía.

Vivieron muerte, sí, pero con gloria


Monstruosa. Hoy la vida morimos
En ajeno rincón. Y mientras tanto
Los gusanos, de ella y su ruina irreparable,
crecen, prosperan.

Vivir para ver esto.


Vivir para ver esto.

Viendo volver

Irías, y verías Ya, y perdido, o ganado


Todo igual, cambiado todo, Acaso, quién lo sabe.
Así como tú eres
El mismo y el otro. ¿Un río Así, con paso indiferente,
A cada instante Como llevado de una mano,
No es él y diferente? Llegarías al mundo
Que fue tuyo otro tiempo,
Irías, en apariencia Y allí le encontrarías,
Distraído y aburrido Al tú de ayer, que es otro hoy.
En secreto, mirando,
Pues el mirar es sólo Impotente, extasiado
La forma en que persiste Y solo, como un árbol,
El antiguo deseo. Le verías, el futuro
Soñando, sin presente,
Mirando, estimarías A espera del amigo,
(La mirada acaricia Cuando el amigo es él y en él le
Fijándose o desdeña espera.
Apartándose) irreparable todo

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Antología de Luis Cernuda 2º Bachillerato

Al verle, tú querrías Pensando que la vida


Irte, ajeno entonces, Era una burla delicada,
Sin nada que decirle, Y que debe ignorarlo el mozo hoy

Con las horas contadas (1950-1956)

Nocturno yanqui
La lámpara y la cortina ¿Mucho? ¿Cuánto? ¿Y hasta
al pueblo en su sombra excluyen. cuándo
Sueña ahora, el tiempo al hombre le dura?
si puedes, si te contentas “No, que es tarde,
con sueños, cuando te faltan es tarde”, repite alguno
realidades. dentro de ti, que no eres.
Estás aquí, de regreso Y suspiras.
del mundo, ayer vivo, hoy La vida en tiempo se vive,
cuerpo en pena. tu eternidad es ahora,
Esperando locamente, porque luego
alrededor tuyo, amigos no habrá tiempo para nada
y sus voces. tuyo. Gana tiempo. ¿Y cuándo?
Callas y escuchas. No. Nada Alguien dijo:
oyes, excepto tu sangre, “El tiempo y yo para otros
su latido dos”. ¿Cuáles dos? ¿Dos lectores
incansable, temeroso; de mañana? Mas tus lectores, si
y atención prestas a otra nacen,
cosa inquieta. y tu tiempo, no coinciden.
Es la madera, que cruje; Estás solo
es el radiador, que silba. frente al tiempo, con tu vida
Un bostezo. sin vivir.
Pausa. Y el reloj consultas: Remordimiento.
todavía temprano para Fuiste joven,
acostarte. pero nunca lo supiste
Tomas un libro. Mas piensas hasta hoy, que el ave ha huido
que has leído demasiado de tu mano.
con los ojos, La mocedad dentro duele,
y a tus años la lectura tú su presa vengadora,
mejor es recuerdo de unos conociendo
libros viejos, que, pues no le va esta cara
pero con nuevo sentido. ni el pelo blanco, es inútil
¿Qué hacer? Porque tiempo hay. por tardía.
Es temprano. El trabajo alivia a otros
Todo el invierno te espera, de lo que no tiene cura,
y la primavera entonces. según dicen.
Tiempo tienes. ¿Cuántos años ahora tienes
de trabajo? ¿Veinte y pico
mal contados? criatura,
Trabajo fue que no compra mito moceril, buscando
para ti la independencia desde siempre, y al servirla,
relativa. ser quien eres.
A otro menester el mundo, Y al que eras le has hallado.
generoso como siempre, ¿Mas es la verdad del hombre
te demanda. para él solo,
Y profesas pues, ganando como un inútil secreto?
tu vida, no con esfuerzo, ¿Por qué no poner la vida
con fastidio. a otra cosa?
Nadie enseña lo que importa, Quien eres, tu vida era;
que eso ha de aprenderlo el hombre uno sin otro no sois,
por sí solo. tú lo sabes.
Lo mejor que has sido, diste, Y es fuerza seguir, entonces,
lo mejor de tu existencia, aun el miraje perdido,
a una sombra: hasta el día
al afán de hacerte digno, que la historia se termine,
al deseo de excederte, para ti al menos.
esperando Y piensas
siempre mañana otro día que así vuelves
que, aunque tarde, justifique donde estabas al comienzo
tu pretexto. del soliloquio: contigo
Cierto que tú te esforzaste y sin nadie.
por sino y amor de una Mata la luz, y a la cama

In memoriam A.G.

Con él su vida entera coincidía,


Toda promesa y realidad iguales,
La mocedad austera vuelta apenas
Gozosa madurez, tan demoradas
Como día estival. Así olvidaste,
Amando su existir, temer su muerte.

Pero su muerte, al allegarle ahora,


Calló la voz que cerca nunca oíste,
A cuyos ecos despertaron tantos
Sueños del mundo en ti nunca vividos,
Hoy no soñados porque ya son vida.

Cuando para seguir nos falta aliento,


Roto el mágico encanto de las cosas,
Si en soledad alzabas la cabeza,
Sonreír le veías tras sus libros.

21
Antología de Luis Cernuda 2º Bachillerato

Ya entre ellos y tú falta de sombra,


Falta su sombra noble ya en la vida.

Usándonos a ciegas todo sigue,


Aunque unos pocos, como tú, os digáis:
Lo que con él termina en nuestro mundo
No volverá a este mundo. Y no hay consuelo,
Que el tiempo es duro y sin virtud los hombres.
Bien pocos seres que admirar te quedan

Otra fecha.

Aires claros, nopal y palma, Porque lo ido está bien ido,


En los alrededores, saben, Como lo muerto está bien muerto.
Si no igual, casi igual a como El futuro, a pesar de todo,
La tierra tuya aquella antes. Usa un señuelo que te engaña:
También tú igual me pareces, El sí y el no de azar no usado,
O casi igual, al que antes eras: El no sé qué donde algo aguarda.
En él casi sólo consiste, Tú lo sabes, aunque tan tibio
De ayer a hoy, la diferencia. Es tu vivir entre la gente,
En tu hoy más que precario Pues si nada crees, aun queriendo,
Nada anterior echas de menos, Aun sin querer crees a veces.

Sombra de mí.

Bien sé yo que esta imagen Que sin ti, sin el raro


Fija siempre en la mente Pretexto que me diste,
No eres tú, sino sombra Mi amor, que afuera está con su
Del amor que en mí existe ternura,
Antes que el tiempo acabe. Allá dentro de mí hoy seguiría
Mi amor así visible me pareces, Dormido todavía y a la espera
Por mí dotado de esa gracia misma De alguien que, a su llamada,
Le hiciera al fin latir gozosamente.
Que me hace sufrir, llorar,
desesperarme Entonces te doy gracias y te digo:
De todo a veces, mientras otras
Me levanta hasta el cielo en nuestra Para esto vine al mundo, y a
vida, esperarte;
Sintiendo las dulzuras que se Para vivir por ti, como tú vives
guardan Por mí, aunque no lo sepas,
Sólo a los elegidos tras el mundo. Por este amor tan hondo que te
tengo.
y aunque conozco eso, luego pienso
Precio de un cuerpo

Cuando algún cuerpo hermoso,


como el tuyo,nos lleva
tras de sí, él mismo no comprende,
sólo el amante y el amor lo saben
( Amor, terror de soledad humana ,)

Esta humillante servidumbre,


necesidad de gastar la ternura
en un ser que llenamos
con nuestro pensamiento,
vivo de nuestra vida.

El da el motivo,
lo diste tú, porque tú existes
afuera como sombra de algo,
una sombra perfecta
de aquel afán, que es del amante, mío

Si yo te hablase
cómo el amor depara
su razón al vivir y su locura
tú no comprenderías.
Por eso nada digo.

Desolación de la quimera (1956-1962)

Birds in the night.

El gobierno francés, ¿o fue el gobierno inglés?, puso una lápida


En esa casa de 8 Great College Street, Camden Town, Londres,
Adonde en una habitación Rimbaud y Verlaine, rara pareja,
Vivieron, bebieron, trabajaron, fornicaron,
Durante algunas breves semanas tormentosas.
Al acto inaugural asistieron sin duda embajador y alcalde,
Todos aquellos que fueran enemigos de Verlaine y Rimbaud cuando vivían.

Con la tristeza sórdida que va con lo que es pobre,


No la tristeza funeral de lo que es rico sin espíritu.
Cuando la tarde cae, como en el tiempo de ellos,
Sobre su acera, húmedo y gris el aire, un organillo
Suena, y los vecinos, de vuelta del trabajo,
Bailan unos, los jóvenes, los otros van a la taberna.

23
Antología de Luis Cernuda 2º Bachillerato

Corta fue la amistad singular de Verlaine el borracho


Y de Rimbaud el golfo, querellándose largamente.
Mas podemos pensar que acaso un buen instante
Hubo para los dos, al menos si recordaba cada uno
Que dejaron atrás la madre inaguantable y la aburrida esposa.
Pero la libertad no es de este mundo, y los libertos,
En ruptura con todo, tuvieron que pagarla a precio alto.

Sí, estuvieron ahí, la lápida lo dice, tras el muro,


Presos de su destino: la amistad imposible, la amargura
De la separación, el escándalo luego; y para éste
El proceso, la cárcel por dos años, gracias a sus costumbres
Que sociedad y ley condenan, hoy al menos; para aquél a solas
Errar desde un rincón a otro de la tierra,
Huyendo a nuestro mundo y su progreso renombrado.

El silencio del uno y la locuacidad banal del otro


Se compensaron. Rimbaud rechazó la mano que oprimía
Su vida; Verlaine la besa, aceptando su castigo.
Uno arrastra en el cinto el oro que ha ganado; el otro
Lo malgasta en ajenjo y mujerzuelas. Pero ambos
En entredicho siempre de las autoridades, de la gente
Que con trabajo ajeno se enriquece y triunfa.

Entonces hasta la negra prostituta tenía derecho de insultarlos;


Hoy, como el tiempo ha pasado, como pasa en el mundo,
Vida al margen de todo, sodomía, borrachera, versos escarnecidos,
Ya no importan en ellos, y Francia usa de ambos nombres y ambas obras
Para mayor gloria de Francia y su arte lógico.
Sus actos y sus pasos se investigan, dando al público
Detalles íntimos de sus vidas. Nadie se asusta ahora, ni protesta.

“¿Verlaine? Vaya, amigo mío, un sátiro, un verdadero sátiro.


Cuando de la mujer se trata; bien normal era el hombre,
Igual que usted y que yo. ¿Rimbaud? Católico sincero, como está demostrado”.
Y se recitan trozos del “Barco Ebrio” y del soneto a las “Vocales”.
Mas de Verlaine no se recita nada, porque no está de moda
Como el otro, del que se lanzan textos falsos en edición de lujo;
Poetas mozos de todos los países hablan mucho de él en sus provincias.

¿Oyen los muertos lo que los vivos dicen luego de ellos?


Ojalá nada oigan: ha de ser un alivio ese silencio interminable
Para aquellos que vivieron por la palabra y murieron por ella,
Como Rimbaud y Verlaine. Pero el silencio allá no evita
Acá la farsa elogiosa repugnante. Alguna vez deseó uno
Que la humanidad tuviese una sola cabeza, para así cortársela.
Tal vez exageraba: si fuera sólo una cucaracha, y aplastarla.

Niño tras un cristal

Al caer la tarde, absorto


Tras el cristal, el niño mira
Llover. La luz que se ha encendido
En un farol contrasta
La lluvia blanca con el aire oscuro.

La habitación a solas
Le envuelve tibiamente,
Y el visillo, velando
Sobre el cristal, como una nube,
Le susurra lunar encantamiento.

El colegio se aleja. Es ahora


La tregua, con el libro
De historias y de estampas
Bajo la lámpara, la noche,
El sueño, las horas sin medida.

Vive en el seno de su fuerza tierna,


Todavía sin deseo, sin memoria,
El niño, y sin presagio
Que afuera el tiempo aguarda
Con la vida, al acecho.

En su sombra ya se forma la perla


.

Pregunta vieja, vieja respuesta.

¿Adónde va el amor cuando se olvida?


No aquel a quien hicieras la pregunta
Es quien hoy te responde.
Es otro, al que unos años más de vida
Le dieron la ocasión, que no tuviste,
De hallar una respuesta.
Los juguetes del niño que ya es hombre,
¿Adónde fueron, di? Tú lo sabías,

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Antología de Luis Cernuda 2º Bachillerato

Bien pudiste saberlo.


Nada queda de ellos: sus ruinas
Informes e incoloras, entre el polvo,
El tiempo se ha llevado.
El hombre que envejece, halla en su mente,
En su deseo, vacíos, sin encanto,
Dónde van los amores.
Mas si muere el amor, no queda libre
El hombre del amor: queda su sombra,
Queda en pie la lujuria.
¿Adónde va el amor cuando se olvida?
No aquel a quien hicieras la pregunta
Es quien hoy te responde.

Peregrino

¿Volver? Vuelva el que tenga,


Tras largos años, tras un largo viaje,
Cansancio del camino y la codicia
De su tierra, su casa, sus amigos,
Del amor que al regreso fiel le espere.

Mas, ¿tú? ¿Volver? Regresar no piensas,


Sino seguir libre adelante,
Disponible por siempre, mozo o viejo,
Sin hijo que te busque, como a Ulises,
Sin Ítaca que aguarde y sin Penélope.

Sigue, sigue adelante y no regreses,


Fiel hasta el fin del camino y tu vida,
No eches de menos un destino más fácil,
Tus pies sobre la tierra antes no hollada,
Tus ojos frente a lo antes nunca visto.

Despedida

Muchachos
Que nunca fuisteis compañeros de mi vida,
Adiós.
Muchachos
Que no seréis nunca compañeros de mi vida
Adiós.
El tiempo de una vida nos separa
Infranqueable:
A un lado la juventud libre y risueña;
A otro la vejez humillante e inhóspita.

De joven no sabía
Ver la hermosura, codiciarla, poseerla;
De viejo la he aprendido
Y veo a la hermosura, mas la codicio inútilmente.

Mano de viejo mancha


El cuerpo juvenil si intenta acariciarlo.
Con solitaria dignidad el viejo debe
Pasar de largo junto a la tentación tardía.

Frescos y codiciables son los labios besados,


Labios nunca besados más codiciables y frescos aparecen.
¿Qué remedio, amigos? ¿Qué remedio?
Bien lo sé: no lo hay.

Qué dulce hubiera sido


En vuestra compañía vivir un tiempo:
Bañarse juntos en aguas de una playa caliente,
Compartir bebida y alimento en una mesa.
Sonreír, conversar, pasearse
Mirando cerca, en vuestros ojos, esa luz y esa música.

Seguid, seguid así, tan descuidadamente,


Atrayendo al amor, atrayendo al deseo.
No cuidéis de la herida que la hermosura vuestra y vuestra gracia abren
En este transeúnte inmune en apariencia a ellas.

Adiós, adiós, manojos de gracias y donaires.


Que yo pronto he de irme, confiado,
Adonde, anudado el roto hilo, diga y haga
Lo que aquí falta, lo que a tiempo decir y hacer aquí no supe.

Adiós, adiós, compañeros imposibles.


Que ya tan sólo aprendo
A morir, deseando
Veros de nuevo, hermosos igualmente
En alguna otra vida.

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