Leccion 3 Derecho Subjetivo

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Lección 3.

EL DERECHO SUBJETIVO

1. Concepto.
2. Naturaleza jurídica.
3. Clases de derechos subjetivos.
4. El ejercicio del derecho subjetivo. Límites del ejercicio del derecho subjetivo. El
ejercicio del derecho por medio de representante. Clases de representación. La
representación directa: el poder.
5. La influencia del tiempo en el derecho subjetivo. Cómputo de los plazos. La
prescripción. La caducidad.

1. CONCEPTO

En la primera lección hicimos referencia al Derecho en sentido objetivo,


definiéndole como el conjunto de normas jurídicas vigentes en una sociedad
determinada, esto es, Derecho como ley, como norma. En el presente tema
aludiremos al término “derecho” en un sentido distinto: derecho en sentido
subjetivo.

Podemos definir el derecho subjetivo como el poder o facultad reconocida a la


persona por el Derecho objetivo. Así, diremos que una persona tiene derecho a
hacer algo, sacar agua de un pozo, usar una casa como vivienda, conducir un
vehículo, etc. Ambos sentidos de la palabra “derecho” están íntimamente
relacionados porque el derecho subjetivo deriva del Derecho objetivo: es la
norma la que concede el poder a la persona para hacer algo.

El objeto del derecho subjetivo es la realidad social sobre la que recae el poder
reconocido a la persona. Puede ser la cosa sobre la que recae (caso del
derecho de propiedad), los propios bienes de la personalidad (el honor, la
intimidad…) o, también, el comportamiento que debe realizar quien tiene el
deber jurídico correlativo a ese derecho, como veremos.

De lo anterior podemos deducir los elementos del derecho subjetivo:


a) Sujeto o titular: es la persona a cuyo favor se reconoce el poder o
facultad en que el derecho consiste.

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b) Objeto: es la realidad social sobre la que recae el derecho
subjetivo. Pueden ser cosas o servicios, a través de los que la
persona satisface sus necesidades.
c) Contenido: Es el poder o conjunto de facultades que el Derecho
reconoce al titular sobre el objeto del derecho subjetivo.

El derecho subjetivo se manifiesta, muchas veces, como el lado activo de la


relación jurídica. Cuando una persona tiene derecho a algo es, generalmente,
otra quien tiene obligación de hacerlo. Por ejemplo, el comprador tiene derecho
a que le entreguen de la cosa que ha comprado, el vendedor la obligación de
entregarla; y así, frente al derecho subjetivo aparece el deber jurídico, lo que es
un derecho para una persona es obligación para otra. Por eso, en la relación
jurídica se distingue un sujeto activo, que es el titular del derecho subjetivo y un
sujeto pasivo, que es el obligado a soportar el mismo, y, por tanto, quien asume
el deber jurídico.
Podríamos hacer el siguiente esquema:

→ Sujeto activo: titular del derecho subjetivo (acreedor)


Relación jurídica:
→ Sujeto pasivo: titular del deber jurídico (deudor)

A través del derecho subjetivo, la persona puede satisfacer sus intereses de


una manera inmediata. La persona puede ejercitar sus derechos subjetivos
frente al obligado sin necesidad de contar con la colaboración de nadie, o
puede exigir a todos que respeten su derecho; así el propietario tiene derecho
a que las demás personas se abstengan de perturbar su propiedad. Es, así, el
medio por el que la persona se desenvuelve en el entorno jurídico por sí
misma, ejerce su libertad y se relaciona con los demás.

Cuando el derecho subjetivo es atacado o desconocido por alguien, su titular


puede recabar el auxilio de los Tribunales para la defensa de su derecho. Esto
es, el Derecho objetivo al reconocer un derecho subjetivo, presta sus medios
coactivos para garantizar que dicho derecho será respetado. La defensa del

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derecho subjetivo se realiza mediante el ejercicio de una acción ante los
Tribunales a través de la cual se reclama que se salvaguarde y garantice el
derecho que ha sido lesionado. Por ejemplo, si el deudor no paga su deuda, el
acreedor puede exigir judicialmente a través de una acción de reclamación el
pago de esta; si alguien usurpa la propiedad ajena, el propietario puede obligar
al perturbador a que cese en la misma, etc.

2. NATURALEZA JURÍDICA

Han sido múltiples las teorías que han intentado explicar la naturaleza del derecho subjetivo.
Las más importantes son las siguientes:

1. Teoría de la voluntad. Defendida por SAVIGNY y seguida por WINDSCHEID y


GIERKE, dicen que el derecho subjetivo es el poder de la voluntad que concede el Derecho
objetivo a la persona.

2. Teoría del interés. Defendida por IHERING, dice que el derecho subjetivo es un interés
jurídicamente protegido.

3. Teorías eclécticas. Consideran que ambos aspectos, voluntad e interés, están


presentes en el derecho subjetivo: el derecho está sometido a la voluntad de su titular y
persigue la satisfacción de su interés.

4. Teorías negativas. KELSEN defendió que el derecho subjetivo en realidad no es sino la


individualización de la norma jurídica a favor de un sujeto, por lo que no es algo distinto a la
norma que lo ampara y reconoce.

3. CLASES DE DERECHOS SUBJETIVOS

Atenderemos a distintos criterios clasificatorios:

a) Derechos absolutos y derechos relativos

Los derechos absolutos son aquellos que se pueden hacer valer frente a
todos. El sujeto pasivo está, por tanto, indeterminado, existe un deber de

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respeto de toda la comunidad en general. Es el caso de los derechos reales.
Los derechos reales son aquellos derechos subjetivos que vinculan a la
persona con las cosas o bienes cuya titularidad ostenta, otorgan a su titular un
poder sobre las mismas, suponen, en suma, un derecho de aprovechamiento
sobre ellas (la acepción "real" deriva del latín (res, rei, que significa, cosa). Por
ejemplo, la propiedad es un derecho real que somete una cosa al poder del
propietario. En la relación propietario-cosa no se contemplan deberes para
ninguna persona concreta, sino un deber de respeto para todos: toda persona
debe abstenerse de interferir en la propiedad ajena.

Los derechos relativos, por el contrario, son aquellos que sólo se pueden
hacer valer frente a una persona determinada. Es el supuesto de la relación
obligatoria: en ésta existe un vínculo jurídico entre una persona, el acreedor,
que puede exigir una determinada conducta a otra, el deudor. Las obligaciones,
también llamadas derechos de crédito, o derechos de obligación, producen
relaciones entre persona y persona: una puede exigir una conducta a otra (a
diferencia de los derechos reales, que como vimos, solo vincular a las personas
las cosas que les pertenecen) y, en consecuencia, sólo se pueden hacer valer
frente al obligado, frente al deudor. Por ejemplo, en la compraventa la relación
jurídica existe sólo entre el comprador y el vendedor: uno debe entregar la cosa
y el otro pagar el precio, pero el comprador sólo puede pedir la entrega de la
cosa al vendedor, a ningún otro sujeto, y correlativamente, el vendedor solo
puede exigir el pago del precio al comprador, a nadie más.

b) Derechos transmisibles y derechos intransmisibles

Los derechos subjetivos transmisibles son aquellos que son susceptibles de


transmisión de un sujeto a otro. El titular puede disponer del mismo a favor de
otra persona que lo adquiere, deviniendo, así, nuevo titular. Por ejemplo, el
propietario de una cosa, puede venderla a otro, transmite su derecho de
propiedad al comprador que se convierte en nuevo propietario.
La transmisión de los derechos subjetivos puede hacerse “inter vivos”, esto es,
en vida del titular (una persona vende la casa a otro) o, “mortis causa”, en cuyo

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caso, la transmisión se hace para cuando fallezca el sujeto titular del derecho
subjetivo (la persona deja en testamento la casa a su hijo: la transmisión tendrá
lugar cuando el testador muera).
La transmisibilidad de los derechos es la regla general en nuestro
ordenamiento jurídico (art. 1112 Cc).

Los derechos subjetivos intransmisibles son, por el contrario, aquellos que


no pueden pasar de una persona a otra. Se denominan derechos
personalísimos por ser inseparables de su titular. Entre ellos, incluimos los
derechos inherentes a la persona (como los bienes de la personalidad: vida,
honor, intimidad, etc.); los derechos de familia (al ir referidos al matrimonio o a
la filiación) y, también los derechos de obligación que se constituyen en
consideración a las personas, denominados “intuitu personae” (por ejemplo, la
obligación de pintar un cuadro, es una obligación intuitu personae porque la
persona del pintor es esencial en la obligación al no ser indiferente el cuadro
pintado por uno u otro pintor.

c) Derechos patrimoniales y derechos no patrimoniales o


personales

Los derechos patrimoniales son aquellos susceptibles de una valoración


económica y sirven para alcanzar los fines materiales de la persona. En el
derecho patrimonial se incluyen los dos grandes grupos antes referidos: los
derechos reales y los derechos de crédito o de obligación. Estos derechos
subjetivos son generalmente transmisibles de un sujeto a otro.

Los derechos no patrimoniales o personales son aquellos, por contra, que


carecen de valor económico por afectar a la esfera íntima de la persona.
Incluimos en esta categoría a los bienes de la personalidad y los derechos que
derivan de la familia –matrimonio y filiación-.

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4. EL EJERCICIO DEL DERECHO SUBJETIVO

El ejercicio de los derechos significa el uso de los mismos conforme a su propio


contenido. Así, el propietario puede utilizar la cosa, el acreedor puede disponer
de su crédito, exigírselo al deudor, cederlo a un tercero, etc.
El ejercicio del derecho comprende tanto su goce normal como la protección
del mismo en caso de perturbación. Como vimos más arriba, si definimos el
derecho subjetivo como un poder de la persona jurídicamente protegido, es
porque su ejercicio está salvaguardado por el Estado, que presta sus medios
coactivos a fin de que su titular pueda ejercerlo contra la persona obligada (el
acreedor puede exigir por sí mismo el cumplimiento de la obligación al deudor y
en caso de que éste se negara, puede exigírselo judicialmente a través de una
acción) o, simplemente hacer respetar el derecho por los demás.

4.1. LÍMITES DEL EJERCICIO DEL DERECHO SUBJETIVO

a) La ley.
El primer límite que encuentra el derecho subjetivo es el derivado de la
propia ley. La ley concede a la persona un ámbito de poder, pero, al mismo
tiempo, puede limitar su ejercicio. El ejemplo más paradigmático es el de las
normas urbanísticas. Si una persona es propietaria de un solar, no puede
construir como quiera, sino que, por el contrario, debe necesariamente
cumplir las normas del plan de urbanismo que le exigirá construir, por
ejemplo, una vivienda unifamiliar, en vez de un edificio, u oficinas, en vez de
viviendas, etc.

b) La buena fe.
El artículo 7.1 Cc señala que “Los derechos deberán ejercitarse conforme a
las exigencias de la buena fe”. El término “buena fe” alude a una medida de
conducta que se estima socialmente adecuada y denota una lealtad en el
ejercicio de los derechos para los demás.
El titular de un derecho puede, en principio, ejercitarlo en toda la extensión
de su contenido. Sin embargo, la Ley prevé que su ejercicio debe realizarse

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de forma leal y recta, conforme a lo que se espera de un uso adecuado y
normal del derecho.

c) Prohibición del abuso del derecho.


Por su parte, el artículo 7.2 Cc prohíbe el ejercicio de un derecho propio de
forma abusiva o antisocial. Así, es claro que el ejercicio de un derecho debe
ser conforme a su propia naturaleza, sin embargo, ese ejercicio legítimo se
vuelve ilegítimo cuando se sobrepasa manifiestamente sus límites. Por
ejemplo, la propiedad es un derecho que faculta a su titular a deslindar un
terreno mediante la construcción de una tapia. Existiría abuso del derecho,
si un propietario eleva una tapia de gran altura con la finalidad de perjudicar
a su vecino, impidiéndole vistas.

Establece el artículo citado que “La ley no ampara el abuso del derecho ni el ejercicio
antisocial del mismo. Todo acto u omisión que, por la intención de su autor, por su objeto o
por las circunstancias en que se realice sobrepase manifiestamente los límites normales
del ejercicio de un derecho, con daño para tercero, dará lugar a la correspondiente
indemnización y a la adopción de las medidas judiciales o administrativas que impidan la
persistencia en el abuso”.

DÍEZ PICAZO Y GULLÓN distinguen los dos incisos del artículo 7.2 Cc. En el primero
declara que «la ley no ampara el abuso del derecho ni el ejercicio antisocial del mismo». En
el segundo, el abuso del derecho que produce daño a tercero genera una obligación de
indemnizar y legitima para solicitar las medidas judiciales o administrativas que impidan la
persistencia en el abuso. Parece así que el daño a tercero no es requisito esencial de la
figura del abuso, sino un supuesto específico dentro del ámbito del abuso del derecho.

Por tanto, son los elementos del abuso del derecho los siguientes:

1. Una acción o una omisión del titular del derecho.


2. Un daño para una persona, o bien un interés legítimo de la persona que alega
el abuso del derecho.
3. Que el ejercicio del derecho sobrepase sus límites normales:
- Por la intención de su autor.
- Por su objeto.
- Por las circunstancias en que se realice.
4. Efectos del acto abusivo:
- Ineficacia del acto.

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- Indemnización al perjudicado.
- Adopción de las medidas judiciales o administrativas que impidan la
persistencia en el abuso.

La jurisprudencia subraya que para apreciar el abuso del derecho deben concurrir, bien causas
objetivas, como es la anormalidad en el ejercicio del derecho, esto es, el ejercicio del derecho
en contra de la finalidad para la cual es concedido por el ordenamiento jurídico, un ejercicio
antisocial, bien causas subjetivas, como es el ejercicio del derecho con la intención de
perjudicar a otro o sin tener interés legítimo. En ambos casos, se aprecia un matiz restrictivo en
el precepto al exigir que el acto “sobrepase manifiestamente los límites normales del ejercicio
de un derecho”, que, en cualquier caso, su apreciación cae bajo el arbitrio judicial.

Como ejemplo de la aplicación de la prohibición de ejercicio de un derecho de manera


abusiva lo encontramos en la STS de 11-4-1994, destacando de su texto el Fundamento
de Derecho Cuarto:
"El cuarto motivo alega infracción del artículo 7, números 1 y 2 del Código Civil en cuanto
este precepto impone el ejercicio de los derechos conforme a las exigencias de la buena
fe, sin que la Ley ampare el abuso de derecho o el ejercicio antisocial del mismo. Dice la
Sentencia de 20 de febrero de 1992 que " el ejercicio abusivo de un derecho sólo existe
cuando se hace con intención de dañar, o utilizando el derecho de un modo anormal y
contrario a la convivencia, y como remedio extraordinario sólo puede acudirse a la
doctrina del abuso del derecho en casos patentes manifiestos, como exige el artículo que
el motivo invoca, sin que resulte provecho alguno para el agente que lo ejercita sólo
imbuido del propósito de causar daño u otro interés jurídico [sentencia, entre otras, de 6
de abril de 1987 y la sentencia del día 26 del mismo mes y año dice que " es doctrina de
esta Sala [Sentencia de 2 de noviembre de 1990] la expresiva de que aunque la
apreciación del abuso del derecho constituye una cuestión jurídica siempre resulta
necesario que las primeras premisas de hecho pongan de manifiesto circunstancias
objetivas (anormalidad en el ejercicio) o subjetivas (voluntad de perjudicar o ausencia de
interés legítimo) que lo determinan (sentencias de 26 de abril 1976 y 17 marzo de
1984)", doctrina que se reitera en la Sentencia de 5 de abril 1993. En el presente caso ha
de apreciarse la existencia de un ejercicio abusivo por parte de los actores aquí
recurridos de su derecho a impugnar las obras llevadas a cabo por la comunidad de
Propietarios por cuanto habiendo conocido la realización de las obras desde el mismo
momento en que se ejecutaron y dejado transcurrir un largo período de nueve años sin
hacer impugnación alguna y sin que la restitución del rellano de la escalera a su estado
originario les comporte beneficio alguno ni la titulación actual les cause perjuicio de
ninguna clase y merma de su derecho a utilizar los elementos comunes (a los que sigue
perteneciendo el rellano) conforme a su destino, formulan la presente demanda, en
cuanto a este punto concreto se refiere, con la única y evidente intención de perjudicar a

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la comunidad y al portero de la finca, siendo de tener en cuenta que el rellano de la
escalera en que se realizaron las obras, una vez adquirido por la Comunidad el estudio
que tenía su entrada por él e incorporado a la vivienda del portero, tal rellano, se repite,
sólo serviría de acceso a la vivienda citada pues aunque por el mismo se accedía
también al cuarto de máquinas, a éste no pueden entrar y hacer uso de él
indiscriminadamente los vecinos los cuales, por razones de seguridad, debe estar
prohibida la entrada en la mencionada sala de máquinas; por ello volver a la situación
original no reporta provecho alguno a los demandantes que justifique su pretensión".

4.2. EJERCICIO DEL DERECHO POR MEDIO DE REPRESENTANTE

La persona puede actuar en el mundo jurídico por sí misma, o bien, por medio
de otra, que será su representante. En el tráfico jurídico es muy frecuente la
representación. A través de la misma, una persona, llamada representado,
confiere a otra, el representante, el poder de actuar en su nombre, de tal forma
que se estime que quien ha actuado es el propio representado. De esta forma
se salvan muchos obstáculos físicos –en vez de ir a Barcelona a celebrar un
negocio jurídico, confiero mi representación a otro para que lo celebre en mi
nombre, o bien, puedo nombrar una pluralidad de representantes que actúen
en mi nombre en diversas ciudades al mismo tiempo, con lo que mi capacidad
de actuación se multiplica-; y, también, técnicos y jurídicos –se puede, así,
nombrar representante a una persona más apta que uno mismo para tomar
decisiones-.

La esencia de la representación es la actuación del representante en nombre y


por cuenta del representado:

− En nombre del representado: El representante actúa dando a conocer


que lo hace en nombre del representado, expresa o tácitamente (si bien,
como veremos en la representación indirecta el representante actúa en
su propio nombre).

− Por cuenta del representado: El representante actúa en interés del


representado, de tal forma, que los derechos y obligaciones que deriven
de su actuación se producen directa y automáticamente en la esfera
jurídica del representado. Así, encargo a Luis que venda una casa de mi
propiedad. Cuando Luis acuerda la venta con un tercero, los efectos
jurídicos se producen directamente en el patrimonio del representado:
queda vendida su casa y, adquiere el precio por la venta.

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− La representación tiene, todavía, una nota más: el representante adopta
su propia decisión. No es un mero emisario o mensajero de la voluntad
del representado, sino que decide en el negocio, si bien dentro de los
límites que le impone el representado. Así, en nuestro ejemplo, si Luis
encarga al tercero la venta del inmueble, habría representación si puede
adoptar decisiones relevantes para concertar la venta dentro de las
directrices del mandante. Pero, en cambio, no habría representación, si
Luis tiene ultimada la venta, precio, condiciones, garantías, etc., y se
limita a enviar un mensajero que traslade su decisión final al comprador.

Por tanto, podemos definir la representación, con DE CASTRO, como “el


conferir a una persona (representante) la facultad de actuar y decidir (dentro de
ciertos límites) en interés y por cuenta de otra (representado)”.

4.2.1. Clases de representación

a) Representación voluntaria y representación legal

La representación puede ser concedida a una persona de dos formas distintas:

− Voluntariamente, en virtud de un “poder de representación” por el que


una persona nombra representante a otra con el fin de que pueda
concertar negocios jurídicos en su nombre.

− Por la ley, lo que sucede cuando una persona carece de capacidad de


obrar por ser menor de edad. En este caso, es indiferente la voluntad del
representado ya que, precisamente, se trata de sustituir su voluntad por
la de otra persona. Su finalidad es tuitiva, esto es, de protección de las
personas sometidas a la misma. Son casos de representación legal, por
ejemplo, la que ejercen los padres respecto de sus hijos menores, la de
los tutores, respecto de los menores que carecen de padres.

b) Representación directa y representación indirecta

− La representación directa es aquella en la que el representante actúa en


nombre y por cuenta del representado, de tal forma que los efectos del
negocio que realiza el representante se producen directamente en la
esfera jurídica del representado. Al actuar en nombre de éste, el tercero

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con quien contrata conoce la existencia de la representación y la
persona que está detrás de ella.

− La representación indirecta es aquella en la que el representante actúa


en su propio nombre, pero por cuenta del representado. Esto es, actúa
como si el negocio fuera para sí mismo cuando en realidad es para el
representado. De esta forma, los efectos del negocio se producen en el
propio representante, siendo, por tanto, necesario un nuevo acto para
trasladar dichos efectos al representado. Por ejemplo, Luis quiere
comprar la finca colindante con una suya. Para evitar que su vecino le
pida un precio superior al intuir su gran interés, encarga a Miguel que
compre la finca como si fuera para él mismo, sin descubrir que en
realidad es para Luis. Nos encontramos con un caso de representación
indirecta: Luis es el representado y Miguel el representante. Miguel
compra en nombre propio –como si fuera la finca para él- pero por
cuenta de Luis. Ahora bien, una vez realizada la compra, será necesario
un nuevo acto para que Luis adquiera la finca comprada por Miguel,
como sería una cesión de derechos o una asunción de la obligación,
nuevo negocio transmisivo, etc.

4.2.2. LA REPRESENTACIÓN DIRECTA: EL PODER

Ya vimos cómo la representación directa es aquella en la que el representante


actúa en nombre y por cuenta del representado.

Se han formulado muchas teorías para explicar los efectos propios de la representación
directa. Las principales son dos: 1ª Teoría de la ficción: defendida por SAVIGNY, que considera
que es el representado el que obra, sirviéndose del representante como mero instrumento. 2º
Teoría de la representación: fue defendida por IHERING y es la más seguida en la actualidad,
sostiene que el negocio es concluido por el representante, si bien los efectos se producen en el
representado en virtud del poder de representación y de la ley.

En la representación directa, una persona adquiere la representación de otra a


través de un poder que le otorga el representado o poderdante facultándole a
para actuar en su nombre y por su cuenta.

EL PODER

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a) Concepto

El poder de representación es un negocio jurídico formado por una declaración


unilateral de una persona por la que confiere su representación a otra. En el
poder sólo interviene el poderdante, por eso es un negocio jurídico unilateral,
sin que sea preciso el consentimiento del apoderado o representante y ni
siquiera su conocimiento, ya que el poder en sí, a nada le obliga. Será
posteriormente, cuando el poderdante le comunique el poder conferido a su
favor, cuando el representante acepte o no el encargo.

Pongamos el siguiente ejemplo: Luis quiere demandar a un deudor suyo que le


debe dinero. Para ello necesita un procurador que le represente en el juicio.
Así, Luis va a una Notaria y otorga un poder de representación a favor de
Alberto: nace así el poder en el que sólo consta la declaración de voluntad
unilateral de Luis de conceder su representación al procurador, aún sin el
conocimiento de éste. Posteriormente, Luis comunica a Alberto su deseo de
que le represente y le entrega el poder notarial. Si el procurador decide
aceptarlo, entonces, otorgarán ambas partes un contrato de mandato por el
cual, el mandatario se obliga a realizar determinadas tareas jurídicas en
nombre de Luis, y éste, a su vez, se obliga a pagar la minuta de Alberto.

Nos encontramos aquí, con dos negocios superpuestos que son distintos: un
poder y un mandato. El primero es unilateral por que se perfecciona por su
simple otorgamiento y en nada obliga al representante. El segundo es un
contrato de mandato, que requiere la aceptación del mandatario –
representante-.

b) Capacidad

Capacidad para otorgar el poder: Es necesaria la capacidad que requiera el


negocio que el representante vaya a realizar. Por ejemplo, si se quiere vender
un bien inmueble, es necesario que el poderdante tenga la capacidad de
disponer o enajenar –vender- dicho bien. Así, un menor emancipado que no
puede vender bienes inmuebles tampoco puede otorgar un poder para que el
representante lo venda en su nombre.

Capacidad para ser representante: Es suficiente la capacidad de obrar general


para contratar, sin que sea precisa la capacidad específica que requiera el
negocio que se le encarga. Por ejemplo, aunque un menor emancipado no

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puede vender bienes inmuebles, puede ser nombrado representante de una
persona que sí pueda venderlo.

c) Contenido del poder

El contenido concreto del poder vendrá delimitado por la voluntad del


poderdante. Así se distingue entre:

− Poder general: confiere la representación para todos los negocios del


poderdante.

− Poder especial: confiere la representación para uno o unos concretos


negocios.

En cuanto a la amplitud de las facultades, se distingue entre:

− Poder concedido en términos generales, que sólo confiere facultades de


administración y nunca de disposición (por ejemplo, permite cobrar la
renta de un alquiler y pagar los gastos de la casa, pero no permitirá la
venta del inmueble).

− Poderes expresos, en los que se faculta de modo explícito al


representante para realizar los negocios concretos a nombre del
poderdante que, entonces, podrá comprender los negocios de
disposición.

d) Forma

Rige el principio de libertad de forma. Puede concederse el poder de forma


expresa o tácita, oral o escrita, en documento privado o público.

Por lo que respecta al apoderamiento tácito, es aquel que nace de un


comportamiento que provoca la creencia de que el poder existe. Por ejemplo, el
poner a una persona al frente de un establecimiento mercantil conlleva la
creencia del público de que dicha persona representa al dueño del mismo.

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e) Actuación del apoderado

Para que una persona actúe en nombre de otro es necesario que le haya
otorgado su representación a través del poder y, además, actúe dentro de los
límites señalados en el mismo. Por ejemplo, si Luis concede un poder a Paco
para alquilar una casa, Paco no puede comprarla ya que se extralimitaría en las
facultades concedidas.

Cuando una persona actúa en nombre de otra sin ostentar su representación o


cuando el apoderado actúa sobrepasando los límites concedidos por su
poderdante, el negocio se considera nulo.

Así, señala el artículo 1259 Cc que “El contrato celebrado a nombre de otro por
quien no tenga su autorización o representación legal será nulo, a no ser que lo
ratifique la persona a cuyo nombre se otorgue antes de ser revocado por la otra
parte contratante”. En el mismo sentido, el artículo 1727 Cc respecto del
contrato de mandato, señala que “En lo que el mandatario se haya excedido,
no queda obligado el mandante sino cuando lo ratifica expresa o tácitamente”.

Esto es, el negocio se considera nulo pero puede ser ratificado. Es decir, el
negocio que, en principio, no produce efectos por carecer la persona de
facultades representativas, puede ser subsanado por una declaración de
voluntad del poderdante de aceptación de dicho negocio, lo ratifica y se
considera como realizado con plena representación. Siempre y cuando la
ratificación, como señala el Código civil, se produzca antes de ser el negocio
revocado por la otra parte contratante.

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5. LA INFLUENCIA DEL TIEMPO EN EL DERECHO SUBJETIVO

El transcurso del tiempo es un hecho natural que trasciende a la esfera jurídica


por cuanto los derechos subjetivos deben ejercitarse en un ámbito temporal.

Son dos las cuestiones principales que plantea: el cómputo de los plazos para
el ejercicio de los derechos y la extinción del mismo derecho por el mero
transcurso del tiempo.

5.1. EL CÓMPUTO DE LOS PLAZOS

La ley suele fijar un plazo para el ejercicio de los derechos. Por ejemplo, el art.
1490 Cc establece que el comprador tiene un plazo de 6 meses para reclamar
al vendedor los vicios ocultos que tuviera la cosa vendida, desde su entrega.
La existencia de plazos para el ejercicio de los derechos obliga a establecer
unas reglas para su cómputo.

La regla general la señala el art. 5 Cc:


“1. Siempre que no se establezca otra cosa, en los plazos señalados
por días, a contar de uno determinado, quedará éste excluido del
cómputo, el cual deberá empezar en el día siguiente, y si los plazos
estuviesen fijados por meses o años, se computarán de fecha a fecha.
Cuando en el mes de vencimiento no hubiera día equivalente al inicial
del cómputo, se entenderá que el plazo expira el último del mes.
2. En el cómputo civil de los plazos no se excluyen los días inhábiles”.

Cabe distinguir, por tanto, dos supuestos: plazos señalados por días y plazos
señalados por meses o años.

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1. Plazos señalados por días.

Tal y como señala el art. 5.1 Cc, el día inicial del cómputo (dies a quo) queda
excluido del plazo y se empieza a contar desde el día siguiente. Sin embargo,
debemos tener en cuenta que el propio precepto señala “siempre que no se
establezca otra cosa”, luego existen excepciones. Así, se puede incluir el día
inicial en el cómputo por disposición de la ley, como, por ejemplo, el artículo
240 Cc señala que, en el cómputo para la mayoría de edad se incluye completo
el día del nacimiento, y también los particulares podrían pactar apartarse de la
regla general del art. 5.1 Código civil.
El día final del cómputo (dies ad quem) se incluye completo en el plazo, lo que
significa que terminará a las 24 h. de ese último día.

Se plantea el problema de contar o no los sábados, domingos y los días


festivos a efectos del cómputo de los plazos señalados por días. Debemos
distinguir según el plazo se refiera a actuaciones administrativas y judiciales
(ámbito de Derecho público), o bien, se refiera a actuaciones civiles (ámbito de
Derecho privado).

a) En actuaciones administrativas o judiciales son inhábiles1, por lo que se


descuentan de los términos judiciales o administrativos. Por ejemplo, si la

1 En el ámbito administrativo, la Ley del Procedimiento Administrativo Común de las Administraciones


Públicas, Ley 39/2015, de 1 de octubre, señala, en su artículo 30, que siempre que por Ley o en el
Derecho de la Unión Europea no se exprese otro cómputo, cuando los plazos se señalen por días, se
entiende que éstos son hábiles, excluyéndose del cómputo los sábados, los domingos y los declarados
festivos.
Cuando los plazos se hayan señalado por días naturales por declararlo así una ley o por el Derecho de la
Unión Europea, se hará constar esta circunstancia en las correspondientes notificaciones.
Los plazos expresados en días se contarán a partir del día siguiente a aquel en que tenga lugar la
notificación o publicación del acto de que se trate,
Si el plazo se fija en meses o años, éstos se computarán a partir del día siguiente a aquel en que tenga
lugar la notificación o publicación del acto de que se trate.
El plazo concluirá el mismo día en que se produjo la notificación, publicación o silencio administrativo en
el mes o el año de vencimiento. Si en el mes de vencimiento no hubiera día equivalente a aquel en que
comienza el cómputo, se entenderá que el plazo expira el último día del mes.
Cuando el último día del plazo sea inhábil, se entenderá prorrogado al primer día hábil siguiente.
Cuando un día fuese hábil en el municipio o Comunidad Autónoma en que residiese el interesado, e
inhábil en la sede del órgano administrativo, o a la inversa, se considerará inhábil en todo caso.

En el ámbito procesal, los artículos 130 LEC y 182 y ss LOPJ señalan que son días inhábiles a efectos
procesales los sábados y domingos, y los días 24 y 31 de diciembre, los días de fiesta nacional y los

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Jefatura de Tráfico nos da 7 días para recurrir una multa, debemos descontar el
sábado, el domingo y festivos para calcular el último día para presentar el
recurso; así, si recibimos la notificación de la infracción de tráfico un jueves,
empezaremos a computar el plazo el viernes, primer día, excluimos el sábado y
el domingo y continuamos con el cómputo el lunes, por tanto, el último día para
recurrir la multa terminaría el lunes de la siguiente semana).

b) En cambio, en las relaciones civiles no son inhábiles y no se descuentan. Así


señala el artículo 5.2 Cc que “En el cómputo civil de los plazos no se excluyen
los días inhábiles”.

Por ejemplo, en el artículo 612 Código Civil que señala que “El propietario de
animales amansados podrá reclamarlos dentro de veinte días, a contar desde
su ocupación por otro. Pasado este término, pertenecerán al que los haya
cogido y conservado”, al ser un plazo civil, no se descuentan los días inhábiles.
O, en el artículo 1524 Cc reconoce el plazo de 9 días, contados desde la
inscripción en el Registro de la Propiedad de la venta de una parte de un bien
inmueble que pertenece a varias personas en copropiedad, para que el
copropietario utilice el derecho de retracto legal para subrogarse en la posición
del adquirente. Es un plazo civil y, por tanto, se cuentan los 9 días a partir del
día siguiente de la inscripción en el Registro sin descontar ningún día.

Hay que tener en cuenta que, en el supuesto de que el último día del plazo (civil) sea festivo y,
por tanto, no pueda realizarse un determinado acto, deberá realizarse el día anterior (por
ejemplo, si el banco requiere a un cliente una determinada documentación y le otorga un plazo
de cinco días, y el último día cae en domingo, el cliente deberá entregar la documentación el
viernes o el sábado anterior, porque el lunes el plazo habría pasado).

festivos a efectos laborales en la respectiva Comunidad Autónoma o localidad. También serán inhábiles
los días del mes de agosto.

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2. Plazos señalados por meses o años.

En el caso de los plazos señalados por meses o años, como dice el art. 5.1 Cc,
se computarán “de fecha a fecha”, por tanto, sin exclusión de los días
inhábiles. Este sistema ha sido tradicionalmente seguido por todos los sectores
de nuestro Ordenamiento Jurídico: civil, administrativo y procesal.

El computo de fecha a fecha significa que el dies ad quem coincide con el


mismo día y mes en que comienza el plazo (dies a quo), pero en el mes o año
de vencimiento (se computa de fecha a fecha), coincidente, por tanto, en su día
y mes al inicial del cómputo. V. gr., los 6 meses que tiene el comprador para
ejercer la acción de reclamación contra el vendedor por vicios ocultos, que
comienza el día de la entrega de la cosa vendida, por ejemplo, pensemos, el 1
de marzo, concluirá el 1 de septiembre (se computa de fecha a fecha),
coincide, por tanto, el día final con el inicial del cómputo.

Por último, hay que tener en cuenta la regla del art. 5.1 Cc in fine, cuando
señala que, “si en el mes de vencimiento no hubiera día equivalente a aquel en
que comienza el cómputo, se entenderá que el plazo expira el último día del
mes”. Por ejemplo, un plazo de 3 meses que comience el 30 de noviembre
terminaría el 30 de febrero, como es inexistente, terminaría el 28 de ese mes.

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5.2. LA PRESCRIPCIÓN

La prescripción es una figura jurídica que tiene por efecto la adquisición o


pérdida de derechos por el simple transcurso del tiempo, unido a determinados
requisitos.

Existen dos tipos de prescripción:

a) Prescripción adquisitiva o usucapión: es un modo de adquirir la


propiedad –o dominio- u otros derechos reales por la posesión continuada
de los mismos junto con los requisitos que marca la ley. Por ejemplo, la
posesión no interrumpida de un bien inmueble durante 30 años hace que el
poseedor adquiera la propiedad del mismo.

b) Prescripción extintiva: da lugar a la extinción o pérdida de cualquier


derecho subjetivo –ya sean obligaciones o derechos reales- cuando aquel
permanece inactivo durante cierto tiempo, junto, también, con otros
requisitos.

A pesar de que el Código civil regula ambos tipos de prescripción de manera


conjunta, son dos instituciones opuestas y profundamente diferentes. Aquí, sólo
nos referiremos a la prescripción extintiva, ya que, de la usucapión, como
medio de adquirir el dominio u otros derechos reales, se ocupa otra parte del
Derecho civil (Derecho reales).

5.2.1. LA PRESCRIPCIÓN EXTINTIVA: CONCEPTO Y FUNDAMENTO

La prescripción es la extinción de los derechos y las acciones por el no ejercicio


de su titular, durante el plazo que marca la ley. Su fundamento se encuentra en
la seguridad jurídica. El ordenamiento jurídico no puede proteger

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indefinidamente un derecho que no es ejercido por su titular. Se configura, así,
como “una limitación del ejercicio tardío de los derechos en beneficio de la
seguridad jurídica” (STS 10/3/1989).

Como señalan DÍEZ PICAZO y GULLÓN, “la prescripción extintiva no sanciona


tanto la inercia del titular del derecho como la falta de defensa del mismo. El
propietario que no goza de la finca no pierde nada, sólo si frente al goce de un
tercero que se inmiscuye en ella no reacciona ejercitando la acción oportuna”.
Por eso, también, cuando se trata de un derecho de crédito se precisa, junto
con la inactividad el acreedor, el no reconocimiento del mismo por parte del
deudor, porque, precisamente, esa falta de reconocimiento es lo que exige la
reacción del acreedor y la necesidad de defensa de su derecho. Así, el
reconocimiento de la deuda por el deudor impide la prescripción aun cuando el
acreedor permanezca sin reclamarla.

Se ha señalado, también, la relación que puede existir entre la prescripción y


una presunta renuncia del derecho por parte de su titular, pudiéndose entender
que lo abandona si lo deja inactivo durante un prolongado período de tiempo.
Sin embargo, no parece que pueda mantenerse esa tesis porque los requisitos
de la prescripción son objetivos: transcurso del término legal y no ejercicio del
derecho, independientemente de una real o presunta voluntad de renuncia. Así,
cumplidos los requisitos legales, se alcanza la prescripción, aunque el titular del
derecho pruebe que no quiso renunciar en ningún momento al mismo. En
suma, opera automáticamente.

Como el fundamento de la prescripción se encuentra en la seguridad jurídica y


no en la justicia intrínseca de la extinción del derecho por su no ejercicio, así
como, también, por la gravedad de sus efectos, la jurisprudencia ha señalado
que debe ser objeto de interpretación y de aplicación restrictiva, de tal
manera que cuando no quede claramente acreditado el abandono o no
ejercicio del derecho no puede estimarse la prescripción (SSTS de 26
diciembre de 1995, 10 y 24 de mayo de 1993, entre otras muchas).

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Respecto de la dinámica de la prescripción en la realidad práctica, el
interesado debe hacer valer la prescripción frente a la reclamación del
titular del derecho, bien sea judicial, bien sea extrajudicialmente. Los autores
resaltan el carácter de oposición por parte del beneficiario de la prescripción
frente a la reclamación del titular del derecho.

Cabe, en consecuencia, la renuncia expresa o tácita a la prescripción ganada.


Si el beneficiario de la prescripción no se opone a la reclamación del titular del
derecho, nos encontraríamos ante una renuncia tácita. En suma, el beneficiario
puede invocarla o no.

Por eso, la jurisprudencia ha señalado que la prescripción no puede


apreciarse de oficio (SSTS de 27 de mayo de 1991, 29 de octubre de 2003,
entre otras) por lo que debe ser alegada en todo caso por el interesado.

5.2.2. Ámbito de aplicación de la prescripción

El Código civil señala que, por la prescripción se extinguen los derechos y


acciones de cualquier clase que sean (art. 1930). Sin embargo, añade que “son
susceptibles de prescripción todas las cosas que están en el comercio de los
hombres” (art. 1936). En suma, cabe la prescripción de los derechos y acciones
de naturaleza estrictamente patrimonial, por el contrario, no prescribirán
aquellos derechos, como los derechos de personalidad o los derechos de
familia, que caen fuera del comercio.

El Código civil señala algunas reglas especiales:


- No están sujeto a prescripción el derecho a reclamar alimentos, aunque sí los ya
devengados (artículo 1966.1º).
- Tampoco la acción para pedir la partición de la herencia, ni las acciones de
deslinde o de división de cosa común (art. 1965).
Tampoco se extinguen los derechos imprescriptibles, como las acciones para
declarar la nulidad o inexistencia de los negocios jurídicos (STS 5 de julio 2000).

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5.2.3. Requisitos

1º Que el derecho permanezca inactivo. El titular del derecho subjetivo


no ha realizado ningún acto de ejercicio ni de reclamación del mismo. Por
ejemplo, el acreedor no reclama la deuda al deudor, el propietario no
desarrolla ninguna actividad de ejercicio de su derecho, etc.

2º Que el sujeto pasivo del derecho no realice ningún acto de


reconocimiento del derecho. Cuando el derecho subjetivo de que se trate es
un derecho de crédito, no es suficiente con que el acreedor no reclame la
deuda, es necesario, también, que el deudor no reconozca la misma.

3º Que transcurran los plazos que marca la ley. El Código establece una
serie de plazos según se trate de derechos subjetivos que recaigan sobre
bienes muebles o inmuebles, o bien, sobre derechos de créditos.

a) Sobre bienes muebles: el derecho de su titular prescribe a los 6 años2


b) Sobre bienes inmuebles: el plazo es de 30 años3.
c) Sobre derechos de crédito: a los 5 años4. Este plazo es el general para
prescripción de acciones personales que carezcan de un plazo
específico establecido por la ley.

2 Art. 1962 Cc.: Las acciones reales sobre bienes muebles prescriben a los seis años de
pérdida la posesión.
3 Art. 1963 Cc.: Las acciones reales sobre bienes inmuebles prescriben a los treinta años.

4 Art. 1964 Cc.: Las acciones personales que no tengan plazo especial prescriben a los cinco

años desde que pueda exigirse el cumplimiento de la obligación. En las obligaciones


continuadas de hacer o no hacer, el plazo comenzará cada vez que se incumplan.
La Ley 42/2015, de 5 de octubre ha modificado este precepto reduciendo del plazo de las
acciones personales de 15 a 5 años (Disposición Final 1ª). Se ha planteado el régimen
transitorio aplicable a las acciones personales nacidas con anterioridad a la reforma. Según la
Disposición Transitoria 5ª, “El tiempo de prescripción de las acciones personales que no tengan
señalado término especial de prescripción, nacidas antes de la fecha de entrada en vigor de
esta Ley, se regirá por lo dispuesto en el artículo 1939 del Código Civil”. Este artículo establece
la retroactividad de la norma, y conforme al mismo, el tiempo de prescripción más corto que el
señalado en la legislación anterior comienza a computarse a partir de la nueva ley que lo
impone (en este sentido, la SAP de Madrid, 30/9/2015), esto es, a partir de la entrada en vigor
de la Ley 42/2015, que fue el 7 de octubre de 2015.

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También por el transcurso de 5 años prescriben: las pensiones
alimenticias5, el precio de los arrendamientos y la de cualesquiera otros
pagos que deban hacerse por años o en plazos más breves.

d) El Código señala unos plazos más breves respecto de determinados


créditos:
- Por el transcurso de 3 años prescriben: el pago de los honorarios
debidos a abogados, notarios, farmacéuticos, profesores, criados,
hosteleros y otros (art. 1967).
- Un año respecto de la acción para exigir la responsabilidad civil
extracontractual (art. 1968).

5.2.4. Cómputo del plazo de prescripción

El comienzo del cómputo de estos plazos, con carácter general, viene


establecido en el Código civil al decir, “El tiempo para la prescripción de toda
clase de acciones, cuando no haya disposición especial que otra cosa
determine, se contará desde el día en que pudieron ejercitarse” (art. 1969).

Por tanto, el dies a quo, o momento de inicio de la prescripción de toda clase


de acciones, cuando no haya norma en contrario, se cuenta desde el día en
que el derecho pudo ejercitarse. Por ejemplo, en caso de los derechos de
crédito el tiempo de prescripción ha de comenzar a contarse desde el momento
en que el crédito respectivo quedó insatisfecho, que es cuando nace para el
acreedor la posibilidad de ejercitar la acción correspondiente (STS 15 julio
2005).

El Código establece algunas reglas especiales en cuanto al inicio del plazo de


prescripción de determinadas acciones:

5 El derecho a reclamar alimentos o pensiones alimenticias no está sujeto a prescripción, pero


sí las pensiones ya devengadas o atrasadas.

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- Las acciones para exigir el pago de honorarios comienzan desde que dejan
de prestarse los respectivos servicios (art. 1967).
- Las acciones para exigir la responsabilidad civil por culpa o negligencia de
que se trata en el artículo 1902, desde que lo supo el agraviado (art. 1968). La
jurisprudencia ha aclarado que el cómputo del plazo comienza cuando se conoce
el daño a indemnizar de manera definitiva. Es el caso de las lesiones derivadas
de accidentes de tráfico, que para poder apreciar el daño sufrido es necesario la
curación de la víctima, así como conocer las secuelas, que generalmente se
saben con la alta médica. En suma, el plazo de prescripción de la acción no
comienza en el momento cronológico del accidente, sino desde que es conocido
el daño definitivo sufrido por la víctima.
- Las acciones que tienen por objeto reclamar el cumplimiento de
obligaciones de capital, con interés o renta, desde el último pago de la renta o de
interés (art. 1970).
- Las acciones para exigir el cumplimiento de obligaciones declaradas por
sentencia, desde que la sentencia quedó firme (art. 1971).
- Las acciones para exigir rendición de cuentas, desde el día en que cesaron
en sus cargos los que debían rendirlas (art. 1972).

5.2.5. Interrupción de la prescripción

La prescripción se interrumpe cuando el acreedor reclama su crédito o el titular


del derecho real lo ejercita o usa la cosa que le pertenece, o lo hace valer,
volviéndose a computar el plazo desde su inicio.

Dice el Código que, “La prescripción de las acciones se interrumpe por su


ejercicio ante los Tribunales, por reclamación extrajudicial del acreedor y por
cualquier acto de reconocimiento de la deuda por el deudor” (art. 1973).

Son, por tanto, causas de interrupción las siguientes:

a) Ejercicio del derecho ante los Tribunales: La reclamación judicial del


derecho por parte de su titular paraliza los plazos de prescripción.
b) Reclamación extrajudicial del acreedor: Supone que el titular ejercita su
derecho frente al deudor o frente a la persona que lo pretende desconocer,
directamente, de cualquier forma que sea, verbal, escrita, notarial, por

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burofax, etc, aunque, por razones obvias, hay que tener en cuenta los
problemas de prueba que se derivan de las vías de reclamación no
fehacientes. Supone la constatación patente de la voluntad del titular del
derecho de conservar su derecho
c) Por cualquier acto de reconocimiento de la deuda por el deudor, en el
caso de que se trate de derechos de crédito (STS de 18-9-1987).

Los plazos de prescripción transcurridos no se interrumpen, sino se pierden


íntegramente (esto es, si el propietario de un bien inmueble reclama su
propiedad al poseedor tras 8 años de posesión y, después, vuelve a dejar
inactivo su derecho, el plazo que marca la ley de 30 años vuelve a computarse
desde el principio).

5.3. LA CADUCIDAD

En ocasiones el derecho subjetivo nace con un plazo concreto de vida


transcurrido el cual se extingue. Durante el plazo de vigencia del derecho el
titular puede ejercitarlo y hacerlo valer, pero si lo deja transcurrir el mismo
caducará y se extinguirá. Por eso, a diferencia de la prescripción, en la
caducidad no cabe interrupción del plazo, cumplido éste, el derecho se
extingue automáticamente.

Como se vio más arriba, la prescripción supone, también, la extinción de un


derecho subjetivo por su no ejercicio durante el plazo señalado por la ley, y que
busca la seguridad jurídica en el sentido de no proteger indefinidamente un
derecho que ni ejercita, ni es reconocido, en suma, el derecho nace sin
limitación temporal alguna, la circunstancia que determina su extinción por
prescripción nace en un momento posterior como consecuencia de la falta de
ejercicio del derecho. Sin embargo, la caducidad supone y señala el periodo de
vida del mismo derecho, transcurrido el cual se extingue de manera irremisible,
esto es, la limitación temporal nace con el derecho mismo. Como se ve son
distintas instituciones jurídicas, aunque tengan el mismo efecto de extinción del
derecho subjetivo. En la prescripción el derecho se extingue por su falta de

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ejercicio, en la caducidad, en cambio, el derecho se extingue por el transcurso
del plazo señalado para su vida.

No es aplicable, por tanto, las causas de interrupción a las que alude el art.
1973 Cc para la prescripción. La caducidad no se interrumpe por reclamación
extrajudicial del derecho, ni por reconocimiento de la deuda. El plazo corre
inexorablemente mientras no se ejercite la acción judicial que corresponda.

Igualmente, a diferencia de la prescripción, la caducidad es irrenunciable por la


persona beneficiada y es apreciable de oficio por el Juez.

Como ejemplo de plazo de caducidad podemos señalar el que vimos


anteriormente. El art. 1524 Cc establece un plazo de nueve días para
ejercitar el derecho de retracto entre comuneros. Este plazo es de
caducidad, porque el Código señala un plazo de vida concreto al derecho
de retracto. En cambio, cuando una persona debe dinero a otra, la acción
para reclamar el pago nace sin limitación temporal, pero si el acreedor no
ejercita su derecho en cinco años, el Código declara prescrito su derecho y
se extingue.

El Código civil no contiene una regulación específica de la caducidad,


solamente alude a plazo de caducidad en algunos supuestos concretos, por lo
que debemos acudir a la jurisprudencia para detectarlos. Como supuestos
reconocidos por los tribunales, podemos señalar, entre otros, los siguientes:

- Acción de anulabilidad de los contratos (art. 1301 Cc).


- Acción de rescisión de los contratos (art. 1299 Cc).
- Acción de saneamiento por vicios ocultos en el contrato de
compraventa (art. 1490 Cc).
- Acciones de retracto entre comuneros, coherederos y colindantes (arts.
1524 Cc y concordantes).
- Retracto arrendaticio (art. 25 LAU).
- Impugnación de acuerdos adoptados por la Junta de Propietarios (art. 18 LPH).
- Acciones para la tutela del derecho al honor, intimidad e imagen.
- Reclamación de indemnización por error judicial.

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- Derecho a optar por la nacionalidad española (art. 19 Cc).
- Acciones de filiación (arts. 132 y ss Cc).
- Plazo para protocolizar el testamento ológrafo (art. 689 Cc).

La caducidad convencional

La jurisprudencia desde antiguo ha admitido la posibilidad de que los


particulares puedan por contrato o negocio jurídico establecer plazos para el
ejercicio de derechos que estén sometidos a caducidad –caducidad
convencional-, como sería el caso, por ejemplo, de la cláusula contractual que
otorgue una opción de compra por el plazo de “noventa días naturales desde el
otorgamiento del contrato” (STS 4/1/1992). La STS de 23 abril de 2010 admite
el ejercicio de la opción tras comunicar el optante fehacientemente –a través de
requerimiento notarial- al concedente su voluntad de ejercicio de la opción
dentro del plazo de caducidad establecido al efecto. En la caducidad
convencional, por tanto, basta la notificación fehaciente para estimarse ejercido
el derecho conforme a lo pactado en el contrato.

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