Unidad - XI Derecho Administrativo
Unidad - XI Derecho Administrativo
Unidad - XI Derecho Administrativo
El dominio público consiste en un conjunto de bienes que, por los fines que con
ellos se tiende a satisfacer, se encuentran sometidos a un régimen jurídico especial
de derecho público (Marienhoff).
En otros términos, podemos también definir el dominio público como el
conjunto de bienes de propiedad pública del Estado, lato sensu, afectados al uso
público, directo o indirecto de los habitantes y sometidos a un régimen jurídico
especial de derecho público, y, por lo tanto, exorbitante del derecho privado.
La teoría actual del dominio público es de origen puramente doctrinario y
jurisprudencial. Una de las causas que más retardaron la depuración de esta teoría
fue la concepción civilista del derecho de propiedad.
Originariamente se pretendió aplicar en materia de dominialidad principios de
derecho civil, que resultaban incompatible con la finalidad del dominio público.
Difícil resultó la tarea de hacer comprender, por ejemplo, que la comercialidad de
derecho privado era distinta de la derecho público, y que por ello era diferente la
comercialidad admitida por una cosa privada a la admitida por una cosa pública.
Nuestras leyes no contienen una “definición” del dominio público, sino que se
limitan a mencionar que cosas revisten carácter dominial. No obstante ello, algunas
notas características del dominio público surgen de los arts. 2340 y 2341 del C.C.
Corresponde advertir que el dominio público no es creación de la naturaleza; no
hay bienes públicos naturales o por derecho natural. El dominio público es un
concepto jurídico, su existencia depende de la voluntad del legislador. Sin ley que le
sirva de fundamento, ningún bien o cosa tendrá carácter dominial.
Efectuadas estas precisiones, pasamos ahora a tratar los elementos del dominio
público, a saber:
Son cuatro los elementos que concurren a determinar la noción conceptual y
jurídica del dominio público:
A) un elemento subjetivo: que se refiere al sujeto o titular del derecho
sobre los bienes dominicales;
B) un elemento objetivo: vinculado a las cosas o los bienes que pueden
integrar el dominio público;
C) un elemento teleológico: que se refiere a la finalidad o destino a que
estarán sometidos los bienes o cosas del dominio público, para ser tales; y
D) un elemento normativo o legal: es decir, el régimen jurídico especial a
que están sujetos los bienes y cosas del dominio público.
ELEMENTO SUBJETIVO
El elemento fundamental par que un bien pueda ser considerado como parte
del dominio público es el referente al sujeto o titular de él. Los bienes del dominio
público no son res nullius, esto es, “cosa de nadie”, sino que pertenecen al Estado
lato sensu. Dentro de nuestra organización institucional, pertenecen, entonces, estos
bienes a la Nación, a las provincias, a los municipios, y a las entidades autárquicas
tanto territoriales como institucionales. Por ello es que nadie puede apropiarse
ningún bien que integre el dominio público.
Los titulares de tales bienes deben ser personas jurídicas públicas estatales,
que formen parte de la Administración Pública, centralizada o descentralizada.
Todos los autores que se refieren al tema indican que debemos partir de la base
de que los bienes del dominio público no pueden considerarse como res nullius, y,
tampoco, en principio, ningún particular puede ser titular de tales bienes; se
considera que decir que “[...] la necesaria titularidad del dominio público es
inasequible para el particular es una consecuencia fundamental [...].” Por ello
debemos considerar que el sujeto, titular de este tipo de bienes, es el Estado,
considerado latu sensu, en cuanto comprenderá no sólo al denominado Estado
nacional o federal sino también a las provincias, a los municipios y a las distintas
formas jurídicas que nacen al amparo de la denominada descentralización
administrativa.
No es posible la titularidad de bienes del dominio público, por parte de las
denominadas personas públicas no estatales, dado que éstas representan una
categoría jurídica demasiado amplia que no fue delineada acabadamente por el
legislador. Preferimos someternos a la necesidad de que un órgano u ente pertenezca
a alguna de las estructuras del Estado, para considerar que representa, sin más, un
verdadero ente público y por lo tanto, titularizar bienes sometidos al régimen del
dominio público tal como surge de la normativización que, al respecto, efectúa el
Código Civil.
Ello no obsta para que el legislador, dote de algunos privilegios que, a manera
de protección, resguarde a los bienes que son titularidad de las denominadas
personas públicas no estatales a los efectos de un correcto desarrollo de la actividad.
En relación con los bienes afectados a la prestación del servicio público, que
ello es determinante para la conformación del dominio siempre y cuando la
titularidad de aquéllos esté en cabeza del Estado o de algunos de los entes que lo
componen. También puede darse el supuesto de que ciertos bienes o su totalidad
sean de propiedad del concesionario, por lo que, al faltar el elemento subjetivo, no
podría considerárselos dentro de la categoría de dominio público.
ELEMENTO OBJETIVO
La propia ratio iuris a que responde el dominio público demuestra que
cualquier bien puede incluirse en él; bastará con que tenga la aptitud necesaria o
reúna las correspondientes características para cumplir las finalidades que motivan
la institución dominial. De ahí que el dominio público se ejerza sobre bienes
idénticos a aquellos que integren la propiedad privada, pues la dominialidad es
independiente de la cualidad material de las cosas.
En consecuencia, pueden ser del dominio público cualesquiera clases de bienes
o de cosas: objetos corporales o incorporales, ya se trate de inmuebles, muebles o
derechos (Marienhoff).
El componente más típico y visible del dominio público son los bienes
inmuebles, los cuales comprenden no sólo su superficie, sino también el espacio
aéreo que los cubre y el subsuelo (por ejemplo, los mencionados en el art. 2340 del
C.C. –que enumeraremos luego-, los parques nacionales, etc.).
En ciertos casos, también integran el dominio público los accesorios de los
inmuebles dominicales: por ejemplo, las flores de una plaza, los árboles de una
avenida o camino, los puentes construídos en una carretera o curso de agua.
En otros supuestos, los accesorios no tienen carácter dominical: vgr., los peces
existentes en aguas públicas, las hierbas o pastos que nacen o crecen en los
costados de los caminos, los tesoros hallados en el subsuelo dominial, las frutas y
flores de los árboles plantados en calles o avenidas, la leña y aun la madera
resultante de la poda de los árboles existentes al borde de las calles, carreteras o
caminos públicos.
El criterio para determinar si el “accesorio” integra o no el dominio público,
supone establecer si dicho accesorio contribuye o no en forma permanente, directa o
inmediata, a que el bien dominical cumpla su destino y satisfaga los fines que
motivan su institución.
Los muebles también forman parte del dominio público, aun los fungibles, caso
de los libros que componen una biblioteca del Estado, pero no los consumibles, por
carecer éstos de la necesaria permanencia, exigible al dominio público.
Los semovientes pueden formar parte del dominio público. Por lo común, lo
hacen integrando una universalidad, como ocurre con los animales que forman parte
de un zoológico estatal.
Los objetos inmateriales, como el espacio aéreo o la fuerza hidráulica de un río,
y los derechos, como la servidumbre pública de sirga, o los derechos intelectuales
cuando dejan de pertenecer al autor por aplicación de la ley respectiva, también
pueden concurrir a la composición del dominio público.
La enumeración general de los bienes comprendidos en el dominio público se
halla en el art. 2340 del C.C., a saber:
1) los mares territoriales hasta la distancia que determine la legislación
especial, independientemente del poder jurisdiccional sobre la zona contigua:
2) los mares interiores, bahías, ensenadas, puertos y ancladeros;
3) los ríos, sus cauces, las demás aguas que corren por cauces naturales
y toda otra agua que tenga o adquiera la aptitud de satisfacer usos de interés
general, comprendiéndose las aguas subterráneas, sin perjuicio del ejercicio
regular del derecho del propietario del fundo de extraer las aguas subterráneas
en la medida de su interés y con sujeción a la reglamentación.
4) las playas del mar y las riberas internas de los ríos, entendiéndose por
tales la extensión de tierra que las aguas bañan o desocupan durante las altas
mareas normales o las crecidas medias ordinarias;
5) los lagos navegables y sus lechos;
6) las islas formadas o que se formaren en el mar territorial o en toda
clase de río, o en los lagos navegables, cuando ellas no pertenezcan a
particulares;
7) las calles, plazas, caminos, canales, puentes y toda obra pública
construída para utilidad o comodidad común;
8) los documentos oficiales de los poderes del Estado;
9) las ruinas y yacimientos arqueológicos y paleontológicos de interés
científico.
Es decir que, debemos partir de un principio general que nos dice que el
dominio público se ejerce sobre bienes idénticos a aquellos sobre los que se ejerce la
propiedad privada, pues la dominialidad es independiente de la cualidad material de
las cosas.
De allí que, por principio, pueden integrar el dominio público cualquier clase de
bienes o de cosas.
Por eso no presentaría mayores problemas considerar como parte del dominio
público a los inmuebles; representa una diferencia, con los principios de Derecho
privado, lo referente a la categoría de los accesorios de los inmuebles en cuestión.
Como se ha afirmado, a los fines de determinar si un accesorio integra o no el
dominio público, resulta determinante establecer si tal accesorio contribuye en
forma permanente, directa e inmediata, a que el bien dominical cumpla su destino.
En relación con los bienes muebles, y a los efectos de determinar su
pertenencia al dominio, el dato fundamental es que éstos tengan, al igual que los
accesorios de un inmueble, el carácter de permanentes e irreemplazables, y, de allí,
que las cosas consumibles y fungibles no pueden tener el carácter arriba apuntado.
Los ejemplos son por todos conocidos. No obstante, resulta del caso señalar que la
Procuración del Tesoro de la Nación ha considerado que las cuentas públicas
destinadas a la ejecución del presupuesto son parte de una universalidad pública y
con un fin público, por lo que debe considerárselas como bienes del dominio público
y, por ende, deben ser retiradas del comercio en los términos del Artículo 953 del
Código Civil.
También pueden ser objeto de dominio público los objetos inmateriales y
derechos, dado que las normas correspondientes aluden a bienes y no simplemente
a cosas; de allí, que pueden formar parte de él las servidumbres, el espacio aéreo y
ciertos derechos intelectuales.
Una cuestión interesante, con respecto a las denominadas universalidades
públicas, en tanto y en cuanto se presentan como un conjunto de cosas muebles e
inmuebles, es que, formando un todo y perteneciendo a un mismo dueño, estén
destinadas a un fin único.
Los autores que han tratado la cuestión consideran a los bienes afectados al
servicio público de transporte ferroviario como una verdadera universalidad pública,
integrante del dominio público, en tanto y en cuanto se dé el requisito de utilidad o
comodidad común del Artículo 2340, inciso 7, del Código Civil, y los bienes
integrantes de aquélla sean de titularidad estatal.
Ahora bien, puede darse el supuesto de que ciertos bienes que integren esa
universalidad pública no sean integrantes del dominio público ya que son de
propiedad de los privados concesionarios, al menos hasta el momento en que la
concesión extinga.
ELEMENTO TELEOLÓGICO
Los bienes que integran el dominio público están destinados tanto al uso
público directo o inmediato, como al indirecto o mediato.
Ese uso público puede ser colectivo o individual (privativo), y se halla
reconocido por el art. 2340 del C.C., el que enumera tanto aquellos bienes que
pueden ser objeto de un uso directo o inmediato (por ejemplo, las playas de mar o
las riberas internas de los ríos), como los que pueden ser usados de manera
indirecta o mediata (v.gr., las obras públicas construidas para utilidad o comodidad
común, mencionadas en su inciso 7).
Como bien señala Díez, cuando el legislador clasifica un bien como formando
parte del dominio público, ya está, por ese hecho, afectándolo al uso común, salvo
que se trate de un bien que forma parte del dominio público artificial, en cuyo
supuesto la clasificación es previa, y después de realizada la obra el bien será
afectado al uso directo o indirecto de la colectividad.
La fuente normativa para determinar o precisar este elemento también la
encontramos, siguiendo a Marienhoff, en el Artículo 2340, inciso 7, del Código Civil,
en tanto y en cuanto nos habla, como ya reiteradamente sostuvimos, de “[...] obras
públicas construidas para utilidad o comodidad común [...]”, que nos aleja de la sola
afectación de los bienes a la prestación de un servicio público. De allí que
compartamos el criterio amplio que nos brinda el autor citado, en el sentido de que
el destino del bien no sólo será cuando ello es en forma directa sino también en
forma indirecta o inmediata, y, por ello, todos los bienes afectados a la prestación de
tal servicio tendrán el carácter dominial.
La obra debe estar afectada, en formal real y efectiva, al uso o servicio público,
a los fines de considerarla como bien del dominio público (CSJN, “Nación c/ Banco
de Italia”).
También es dable señalar que no debemos efectuar una interpretación estricta
de la alocución obra pública, porque también entrarán, en el concepto de dominio
público, aquellos bienes que fueron adquiridos o las obras construidas por los
concesionarios y que ingresen en el patrimonio estatal en el momento mismo de
incorporarse en la ejecución de la concesión o, bien, en el momento en que ésta se
extinga.
ELEMENTO NORMATIVO
Como ya señalamos, el dominio público no es una creación de la naturaleza, no
existiendo, en consecuencia, los bienes públicos naturales o por derecho natural.
El concepto de dominio público es una noción jurídica, que resulta de la
voluntad del legislador, que es quien la determina al crear y establecer el régimen
normativo al que estará sujeto.
El régimen legal perfila la existencia de la propiedad pública del Estado sobre
los bienes que componen el dominio público, sus características y sus limitaciones,
las finalidades que habrán de perseguirse, e incluso el uso o empleo de los bienes
que lo componen.
La determinación de los bienes públicos naturales y artificiales, es decir, la
condición jurídica de éstos, es una cuestión civil, comprendida dentro de aquellas
que las provincias han delegado al gobierno federal y, por tanto, éstas no pueden
resolver.
En consecuencia, la determinación de los bienes públicos sólo puede ser
llevada a cabo por ley formal, dictada por el Congreso nacional, lo que se ha
concretado mediante la sanción del Código Civil, que trata tal cuestión.
Por ello, el acto administrativo no puede ser nunca fuente atributiva del
carácter público o privado de un bien; cabe a la Administración sólo la posibilidad de
crear los componentes del dominio público artificial, aquel que puede ser construído,
organizado o formado, y que no procede de la naturaleza.
La ley nacional civil definirá el carácter público de los bienes, lo que no impide
que el dominio público compuesto de ese modo, sea un instituto de derecho público,
sometido a un régimen también de derecho público (Escola).
Es decir que, la competencia para determinar la calificación de las cosas es del
Congreso de la Nación, ya que se ha considerado que es un tema de la legislación
sustantiva, que de ninguna manera es determinante para considerar de naturaleza
civil al instituto, el cual, como es de suponer, representa una figura propia del
Derecho administrativo.
Ello resulta distinto, con respecto a la competencia para regular el uso de los
bienes del dominio público y para determinar la afectación de éstos, lo que resulta
de competencia eminentemente local.
Reiteramos, debe descartarse toda posibilidad de que la calificación de bienes
como de dominio público sea efectuada por acto administrativo emanado de órganos
de la Administración; ello no debe confundirse con la posibilidad que sí tienen con
respecto a la creación de bienes del dominio público de carácter artificial y su
consecuente afectación al uso público.
La doctrina acepta que la determinación de bienes del dominio público pueda
efectuarse por indicación específica de éstos, mediante indicación genérica, y por
aplicación de la analogía y de los principios generales del Derecho, lo cual no podría
ser de otra manera dada la amplia redacción del ya citado inciso 7 del Artículo
2340, que alude, en general, a las obras públicas destinadas a utilidad o comodidad
común.
En razón - de la Nación
del titular - de las provincias
del dominio - de los municipios
- entes autárquicos
En razón de su - natural
formación u origen - artificial
DOMINIO
PUBLICO En razón de su - cosas u objetos materiales
Clasificación materialidad - bienes, derechos u objetos
Inmateriales.
En razón de su - terrestres
composición material - hídricos
- aéreos
- mixtos
El dominio público, por la misma finalidad a que está destinado, da lugar a que
el Estado no sólo tenga el derecho, sino también el deber de propender a su
conservación y protección. Todo daño causado a un bien del dominio público atenta,
en definitiva, contra la comunidad favorecida con su uso directo o indirecto.
Esta función de protección y tutela puede llevarse a cabo de dos maneras
diferentes: una, por la propia Administración, actuando en ejercicio de sus poderes y
potestades, entre ellos el poder de policía, lo que configura la autotutela; otra, en la
que la Administración recurre al uso de los medios legales que tenga disponibles,
ejerciéndolos ante el Poder Judicial.
La autotutela del dominio público constituye un privilegio del Estado que le
posibilita la utilización de sus propios medios en defensa de aquel dominio,
actuando directamente, dentro de un marco de razonabilidad.
Por otra parte, el Estado puede ocurrir ante los tribunales de justicia para
interponer las acciones posesorias y petitorias a que hubiere lugar, teniendo –
igualmente- fundamental importancia la protección penal del dominio público,
mediante la calificación como delitos de hechos que puedan redundar en su daño y
perjuicio (Escola).
La protección del dominio público –que incluye la de su debido uso- se
manifiesta en la policía del dominio público.
Por último, el Estado debe obtener la correspondiente indemnización de daños y
perjuicios que se ocasionen al dominio público, por el uso ilegal o anormal de él.
El destino propio de los bienes del dominio público hace que tengan un
régimen jurídico, el cual se caracteriza, en general, por la protección que de él
efectúa la legislación.
Así, observamos, como características salientes de ellos, la inalienabilidad y la
imprescriptibilidad, que constituyen protecciones del tipo sustantivas. También
existe todo un sistema de protección, que emana de las normas propias del Código
Civil, en materia de protección de la propiedad de bienes; igualmente, se destaca la
aplicación de normas del tipo penal tendiente a esos fines.
Pero –en lo que aquí nos interesa– resulta del caso señalar que el Estado no
sólo tiene el derecho, sino también el deber de proteger el dominio público, por lo
que ello constituye, lo que se denomina autotutela.
La autotutela representa la policía de la cosa pública; la Administración está
facultada a emplear la fuerza contra todos los ataques, turbaciones, obstáculos que
puedan amenazar la integridad y el buen funcionamiento del bien del dominio
público.
De allí que el órgano administrativo correspondiente tiene –como dijimos– el
deber de intervenir para prohibir el uso anormal de la cosa pública, en tanto y en
cuanto comprometa su destino, debe reclamar la aplicación de sanciones y, en su
caso, exigir la reparación pecuniaria de los deterioros anormales que se causen a los
bienes del domino público.
A diferencia de lo que sostiene la doctrina española, en nuestro país se
considera que sólo son objeto de autotutela los bienes sometidos al dominio público
y no aquellos considerados como bienes privados del Estado.
La autotutela del dominio público la ejercerá la Administración, a través del
dictado de actos administrativos, los que gozarán de presunción de validez y fuerza
ejecutoria, en los términos del Artículo 12 de la Ley 19.549; éstos se manifiestan en
la aplicación defensiva de los bienes dominiales a fin de provocar el deslinde, el
reintegro posesorio, la reivindicación de oficio y el desahucio administrativo.
Del mismo modo, debe señalarse que la Administración, a tales fines, y con el
bjeto de proteger el buen uso de los bienes del dominio público, debe aplicar su
potestad sancionatoria, y destacarse que, conforme lo ha señalado la
jurisprudencia, el Estado debe velar por la buena utilización de este tipo de bienes,
al asegurar que éstos puedan ser utilizados por la comunidad en condiciones que
los particulares no tengan riesgos, y, a su vez, procurar que las cosas tengan un
mínimo y razonable estado de conservación (CSJN, “Posse” y “Olmedo”).
Lamentablemente, estamos lejos de que, hoy en día, la Administración cumpla
con su deber de asegurar el buen uso de los bienes del dominio público, al haber
abandonado esta verdadera obligación. Transitar las calles o rutas de nuestro país
se ha convertido en una quimera y en una acción no exenta de peligro; la
Administración no utiliza estos poderes, que le otorga la legislación, para
controvertir esta ilegítima situación.
Concepto.
Es el que pueden realizar o ejercer todas las personas, por su sola condición
de tales, sin otra restricción que la de observar las disposiciones reglamentarias que
hayan dictado al respecto las autoridades competentes para ello. Por ejemplo, son
casos de uso común el transitar por las calles, plazas y caminos públicos, el beber o
bañarse en aguas públicas, navegar o pescar, contemplar un monumento o lugar
histórico, visitar un museo, consultar un libro en una biblioteca pública, etc.
El usuario debe ser siempre anónimo, indeterminado, no individualizado, sin
perjuicio de que en ciertos casos la individualización pueda llegar a tener lugar por
otras motivaciones, pero no por las referentes al uso en sí mismo del bien del
dominio público.
Caracteres:
Concepto.
Es el que únicamente pueden realizar aquellas personas que hayan adquirido
la respectiva facultad, conforme al ordenamiento jurídico. Se trata entonces de un
uso exclusivo, privado, que ejercen personas determinadas, que aparecen
individualizadas concretamente.
Caracteres:
Clases de uso:
2) La concesión de uso.
Es otro de los medios que pueden ser utilizados para otorgar a un particular
un uso especial o privativo de los bienes públicos, que se distingue del permiso de
uso, por cuanto está destinada a actividades que tienen importancia económica o
social, lo que determina que las posibilidades del beneficiario de ese uso tenga un
sustento más sólido que el que resulta del mero permiso de uso.
La generalidad de la doctrina reconoce que en la concesión de uso existe un
acto que es bilateral, tanto en su formación como en sus efectos, y que constituye
específicamente un contrato administrativo, de modo que la precariedad no es
inherente a su esencia.
Las concesiones de uso se otorgan en el interés particular o privado de
quienes resultan concesionarios. Confiere a éstos un derecho subjetivo sobre e bien
concedido, que es de naturaleza o sustito real y regido por el derecho público.
Es común que estas concesiones sean otorgadas por plazos dilatados, por
un mayor o menor número de años, aun cuando nada impide que puedan ser
también de corta duración.
Los concesionarios, al igual que los permisionarios, pueden quedar
obligados, en virtud de la concesión y como contraprestación, al pago de una suma
de dinero, o aun al cumplimiento de una obligación en especie.
Estas concesiones pueden ser trasferidas o cedidas, siempre que no hayan
sido otorgadas intuitu personae, pues en este último caso no podrán ser objeto de
trasferencia o cesión, sin la previa autorización de la Administración.
Pueden extinguirse por las siguientes causales:
a) por expiración del término, aun cuando puede ser renovada por
acuerdo de partes;
b)por caducidad, que aparece como una sanción y se produce por
incumplimiento de obligaciones imputables al concesionario;
c) por revocación, que puede ser por ilegitimidad del acto de concesión; o
por razones de oportunidad, mérito o conveniencia y con indemnización, pues
el concesionario no puede ser perjudicado por la Administración; el
desapoderamiento del derecho por razones de interés público debe ser
resarcido, en virtud del art. 17 de la C.N.;
d)por renuncia del concesionario;
e) por extinción del bien concedido, ya sea por su desaparición material o
por su desafectación del dominio público; tratándose de desafectación por acto
o hecho de la Administración, corresponde que se indemnice;
f) por muerte o quiebra del concesionario;
g) por rescisión convencional, mediando acuerdo entre la Administración
Pública y el concesionario.