Elena Andujar Camunez

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50 MUJERES GITANAS EN LA SOCIEDAD ESPAÑOLA

ELENA ANDÚJAR CAMÚÑEZ


Artista

E lena Andújar relata su vida con tanta modestia y naturalidad


que, sólo cuando le pregunto acerca de sus mayores logros
profesionales, asocia su carrera artística con nombres de eco
Trabajar con Al Pacino
internacional. "He tenido muchos. Uno de ellos, quizá porque me enseñó una lección
impresione más, una película con Al Pacino, en concreto El abo-
gado del diablo. Me salió a través de la discográfica de Pata de humildad
Negra, quienes conocen cómo bailo desde chica. También es
la casa de Tomatito, cuya música era para la película. Así que, de entre tres propuestas, me eligieron. Me trasladé a Nueva York
y, durante las 15 horas que me llevé bailando con Al Pacino para rodar la escena, aprendí mucho: tan grande como actor, cari-
ñoso, todo el rato pedía perdón... fue precioso y me enseñó una lección de humildad."
Al repertorio se une un concierto benéfico en Los Ángeles junto a Stevie Wonder; giras con Ketama y con el Ballet de Joaquín
Cortés; momentos preciosos al compás de Pata Negra que le servirían mucho a la postre; una turné de Jazz por EEUU en com-
pañía de Jorge Pardo, Carles Benavent y Cañizares; bailes y cantes con su familia, Los Fernández; un videoclip con Peret... Y así
hasta hoy, donde acaba de grabar un tema a dúo con Pau, el vocalista de Jarabe de Palo. Y por si fuera poco, Elena ya piensa
en su segunda producción en solitario, una fusión de música negra, funky, rap, flamenco... Una mezcla tan explosiva como la
que corre por sus venas: su madre, mitad gitana. Su padre, mulato por parte de madre e indo-americano por la rama paterna.
Por si alguien tiene dudas sobre su pureza sanguínea, Elena fue criada como calé y habitó, durante varias décadas,
en el barrio sevillano de Las 3.000 viviendas. Tal era el cartel de la zona, que ni los taxistas se atrevían a cruzarlo. "Mi edu-
cación fue la típica: respetar a las personas mayores, no ir a los sitios sola, la unión en las fechas señaladas y en la muerte,
guardarte como mujer... y lo llevo muy a gala. Me podría haber quedado en las 3.000 viviendas y, como mujer tradicional, aguan-
tar con lo que me había tocado, porque eso es lo que te enseñan. Te da pena que la gente no te apoye en ese sentido. Como
cristiana me doy cuenta de que hay muchas costumbres que hay que quitar, abusos que se aguantan, el no poder trabajar,
los malos tratos... Creo que doy otra imagen de la gitana porque soy una mujer capaz, y eso me gusta. Hoy en día se perci-
be la diferencia."
Gracias a su pasión por el arte, su fuerza de voluntad y el apoyo de su madre, limpiadora y transgresora de la diná-
mica habitual de una mujer gitana de posguerra, Elena comenzó una formación continuada. "Ella fue la primera que empe-

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zó a trabajar y cambió el rumbo. A pesar de que le gustaba el colegio, dejó de estudiar para llevar la casa de mi abuela, que
se dedicaba a la costura. Fue una mujer muy valiente y creo que ella me dio el aliento que en su día no recibió. Tras obtener
el graduado inicié la carrera de Baile Clásico en la Academia de Matilde Coral. A la vez estudiaba Auxiliar Administrativo por
Formación Profesional y llegué a terminarlo con una media de sobresaliente."
La carrera de baile se dividía en siete años de danza, además de asignaturas complementarias anuales tipo solfeo, ana-
tomía, caracterización, mimo, historia de la danza, etc. "Gracias a Matilde pude hacer un trueque, ya que los estudios eran
para niñas pudientes, no para mí. Comencé una labor docente a cambio de seguir sin pagar en la academia." Con 21 años,
Elena obtuvo su título y continuó su ya iniciada trayectoria profesional. "Ya había trabajado en tablaos como La Trocha. Empecé
a hacer cositas, entre ellas un papel como solista en el ballet andaluz de Matilde Coral, Rafael Negro y Juan Morilla. Por otro
lado, en ese tiempo vivía en el barrio de Las 3.000 viviendas, puerta con puerta con los Pata Negra. Yo cantiñeaba un poqui-
to y, como estaban grabando el Blues de la Frontera, me ofrecieron hacer unos coritos. Cuando salió el disco, les acompa-
ñaba a los medios de comunicación y luego me olvidaba. Posteriormente me ofrecieron acompañarles de gira para cantar y
bailar."
Oportunidades que dieron paso a otras, como el hecho de bailar junto a Canales dentro de los espectáculos que Ketama
ofreció en Japón. "Y ahí era donde yo estaba a gusto, bailando. Por cada diez trabajos de canto que me salían, uno era para
bailar. En aquellos tiempos también adapté al flamenco el tema de Las Grecas Te estoy amando locamente. A raíz de ello me
salió manager, productores y la posibilidad de grabar mi propio disco. Aunque en su momento lo vi todo muy grande, acep-
té. El título del LP lleva mi nombre."
Ha sabido compaginar su carrera artística con su gran prioridad: su hijo. Tras un parón voluntario para criar a ese niño
que le está ayudando a recobrar una infancia casi olvidada, Elena se mudó a Madrid para retomar su profesión. "Al mes de
llegar me llamó Joaquín Cortés, ya que nos conocíamos de veces anteriores. El que un gitano estuviese como solista en el Ballet
Nacional era algo que me llamaba muchísimo la atención. Me preguntó ¿cantas por tango y bulerías? Sí... pues te vienes. Durante
un año y medio formé parte de los espectáculos Cibayí y Pasión Gitana."
El cambio profesional en Madrid vino acompañado de una renovación interior. Desde hace ocho años, Elena es cris-
tiana evangelista, uno de los pilares más fuertes de su vida. Las referencias a Dios se reiteran en innumerables ocasiones a
lo largo de la entrevista. "Cuando llegué a la capital tuve gente muy buena a mi alrededor. Al margen de etnias soy, ante todo,
cristiana. Tengo una fe muy grande que me ha hecho entender todas las cosas que han ido sucediendo a lo largo de mi exis-
tencia. He tirado para delante y Él me ha dado el entendimiento para comprender su voluntad. He puesto por delante a un Dios
grande y vivo que tiene un propósito para nuestra vida. Y muy bien me va."
Tras el ballet de Joaquín Cortés, sus pasos se encaminaron al Café Chinitas. Cambió la grandiosidad de una compa-
ñía famosa por la estabilidad laboral. Y cayó en el lugar con buen pie, tan bueno que, tras seis meses, comenzó a actuar con
su propio grupo y cartel... Actualmente trabaja como artista invitada en el Florida Park. Dentro del ballet del director Luis Ortega,
Elena escenifica un solo de cante y baile. "Me siento muy a gusto. Me encanta trabajar y me siento realizada. En el escena-
rio te das a la gente y recibes la recompensa: el calor y los aplausos del público. Allí me puedo expresar y dar lo que soy. No
me transformo, sino que soy yo misma para mucha gente. A veces no sé dónde estoy, no veo."
Durante el mes de febrero de 2003 su trabajo le obligará a permanecer en Nueva York, otro destino que se suma a
países como Japón, Corea, Arabia, Turquía, Italia, Francia, Alemania, Inglaterra, EEUU, Cuba, Méjico, Canadá... Pero a la vuel-
ta le espera su entorno gitano. "Recomendaría a la mujer que la raza está muy bien porque uno no puede renegar de lo que
es. Hay que estar orgulloso, pero también se debe permanecer abierto a la sociedad. Luego, que cada uno guarde lo que le
interese y lo que crea de más valor. Mi hijo es gitano y lo dice a boca abierta. Vivimos en El Rastro y, tanto mi trabajo como
mi entorno, son calós."

Elena Andújar nació en Sevilla el 10 de diciembre de 1967.


Su vida transcurre entre el cante y el baile, su verdadera vocación profesional,
que compagina con otra gran prioridad: su hijo. Su afición es la vida.

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