Gabi-Evaluación Neurop.22
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Memoria de trabajo.
Memoria episódica.
Memoria semántica (fluencia verbal, vocabulario, pronunciación, acentuación, denominación).
Valora la memoria remota del material verbal sobreaprendido.
Memoria remota (evocación retardada de material nuevo verbal o no verbal).
Memoria autobiográfica.
Memoria prospectiva o agenda. Planes para realizar en un futuro próximo.
Metamemoria. Quejas de pérdida de memoria. El individuo es capaz de valorar su propia capacidad
amnésica.
Memoria de contenidos o ítems/eventos específicos que se pretende aprender.
Memoria de contexto o los aspectos generales de dónde y cómo se produce el hecho del
aprendizaje.
Memoria explícita.
Memoria implícita.
En 1986, Baddeley ( Baddeley, A. 1986) propuso su modelo de memoria de trabajo con una serie de
subsistemas independientes pero que trabajan al unísono a la hora de coordinar y almacenar la
información sensorial. Al realizar una tarea cognitiva se analiza la información que se recibe
exteriormente junto con la información almacenada en la memoria a largo plazo. Baddeley describe
un sistema ejecutivo central (SEC), el bucle articulatorio para información verbal y el subsistema
visuoespacial. El SEC predice la alteración en tareas que requieren atención dividida y por tanto los
ancianos tienen mayor dificultad en su realización, más cuanto más difíciles sean estas tareas. La
memoria de trabajo combina capacidad de almacenamiento y la capacidad de procesamiento. Las
correlaciones entre medidas de memoria de trabajo y medidas cognitivas tienden a coincidir, por lo
que individuos con puntuaciones altas en la memoria de trabajo tienden a realizar bien los test
cognitivos.
El componente básico de cualquier tarea cognitiva es la velocidad de procesamiento de la información
dado que afecta de forma primaria al resto de funciones intelectuales. Los fallos de memoria y/o en
otras actividades cognitivas se deben básicamente a uno o varios de los tres componentes siguientes: 1.
déficit atencional; 2. fallos de los sistemas inhibitorios, y 3.problemas en la memoria de trabajo.
Salthouse (Salthouse, T.A. 1992) modifica el concepto de memoria de trabajo de Baddeley y la
divide en tres componentes principales: 1. capacidad de almacenamiento, que se refleja en la habilidad
para preservar información relevante; 2. eficiencia del procesamiento, que representa la habilidad para
realizar operaciones cognitivas rápidamente, y 3. efectividad de la coordinación, que es la habilidad
para monitorizar y coordinar actividades simultáneas.
Este autor afirma que la eficiencia o velocidad de procesamiento de la información es el factor más
afectado en los cambios relacionados con la edad. Los ancianos son mas lentos que los adultos jóvenes
en codificar información o en establecer representaciones internas adecuadas, y no porque la
información se pierda antes.
La memoria episódica se refiere a experiencias personales o públicas que han tenido o tienen lugar en
un tiempo o período y lugar determinado que sirve como referencia para recordarlas. La memoria
semántica se refiere a conocimientos objetivos, tales como vocabulario, la tabla de multiplicar, la tabla
de elementos químicos, etc., que no necesitan un contexto temporal para evocarlos. Estudios
realizados en sujetos de edad avanzada muestran una afectación de la memoria episódica en contraste
con una preservación o incluso mejor puntuación que adultos jóvenes de la memoria semántica. Para
ambos tipos de memoria englobados en lo que se llama la memoria declarativa parece ser necesaria la
preservación del hipocampo.
La metamemoria se define como el conocimiento acerca de las propias habilidades de la memoria y
por tanto saber en qué situaciones o en qué tipos de memoria somos más eficientes (visual, verbal,
auditiva, etc.). Incluye dos factores de orden superior: 1. autoeficacia: significa ser consciente del
declive de la propia memoria y de la capacidad de memoria en general, y 2. conocimiento: se refiere a
las propias estrategias mnésicas generadas internamente y externamente (tales como el uso de
calendarios para citas) y por la comprensión general de los tipos de cosas y situaciones que hacen que
algo sea fácil o difícil de recordar. Estudios realizados en ancianos con quejas de pérdida de memoria
relacionan éstas con problemas afectivos como la depresión o la ansiedad más que con los tests
objetivos que miden su función. Así, por ejemplo, cambios en el nivel del estado de ánimo de
pacientes depresivos correlacionan mejor con autovaloraciones positivas que el entrenamiento en la
mejora de habilidades mnésicas (tabla 2).
La memoria remota o a largo plazo se refiere a la memoria de hechos que ocurrieron a lo largo de la
vida del sujeto, pero que pueden no ser de su memoria autobiográfica ni haberlos aprendido en la
escuela, por ejemplo, el año en que murió Kennedy. Las personas ancianas presentan quejas de
memoria reciente, pero la memoria a largo plazo está preservada. Para ellos es más fácil recordar
nombres de compañeros que tuvieron en la escuela primaria que lo que comieron ayer por la noche.
La memoria contextual se refiere al recuerdo del contexto en que se ha efectuado la memorización:
lugar donde ha ocurrido, la persona que nos ha transmitido el dato, el día, localización espacial de los
estímulos, si hemos aprendido la información en la televisión o en un periódico, etc. Este tipo de
memoria también es sensible a los efectos debidos a la edad. Las personas ancianas aunque recuerdan
el hecho en sí tienen dificultad para ubicar el contexto donde lo han aprendido.
El aprendizaje de listas de palabras muestra un declive lineal con la edad a partir de 40 años; sin
embargo, las curvas de olvido permanecen estables incluso en ancianos de la octava o novena décadas.
Otra habilidad que también esta preservada en el envejecimiento es el reconocimiento tanto de
material verbal como visuoespacial.
Diagnóstico de trastorno cognoscitivo ligado a la edad: criterios, test y valoración de los test
Se consideran olvidos la pérdida de memoria referente a detalles de hechos cotidianos, pero en sí los
hechos no se olvidan. Hay un grupo de pacientes que se presentan con un deterioro de la memoria
subjetivo y que en pruebas psicométricas funcionan con normalidad o sólo muestran un deterioro leve.
La evaluación clínica y otras investigaciones no consiguen establecer un diagnóstico firme. La
estrategia usual es controlar su progresión hasta que pueda establecerse la existencia de un deterioro o
bien una estabilidad de la función cognitiva.
Se han utilizado gran variedad de términos para definir este grupo de pacientes, por ejemplo, “forma
benigna de alteración de memoria asociada al envejecimiento”, “declive cognitivo muy leve”,
“demencia cuestionable” o “afectación de la memoria asociada a la edad” (AAMI) como se define en
el Informe del National Institute of Mental Health Work Group (Crook ,T. y Larrabee, G.J. 1988)
“afectación de la memoria consistente con la edad”, etc. (tabla 3).
TABLA 3 Criterios de AAMI (age-associated memory impairment)
La crítica al criterio AAMI se basa en que no se puede aplicar a una población concreta, sino que
incluye sujetos con demencia inicial, sujetos sin pérdida de memoria objetiva y personas con
problemas de memoria. La terminología actualizada que se considera clasifica mejor a los sujetos con
declive cognitivo debido a la edad es:
Declive cognitivo asociado a la edad (age-related cognitive decline) incluido en el DSM-IV y
definido como declive identificado objetivamente en el funcionamiento cognitivo como consecuencia
del proceso de envejecimiento que se encuentra dentro de los límites normales según la edad de la
persona.
La IPA (International Psychogeriatric Association 1997) propone el término declive cognitivo
asociado al envejecimiento (aging-associated cognitive decline). Se diferencia del concepto AAMI en
que se valora la cognición de una forma más completa y se requiere unos estándares de edad y
educación específicos para comparación en los test neuropsicológicos.
Test neuropsicológicos
La valoración cognitiva debe ser interpretada en conjunto con información clínica, de neuroimagen,
pruebas de laboratorio, edad, educación y nivel socioeconómico del paciente.
La validez, sensibilidad y fiabilidad en la construcción de los test afectan las conclusiones que se
puedan obtener de las evaluaciones neuropsicológicas.
Sensibilidad de los test neuropsicológicos
Es la habilidad para identificar alteración cerebral y se identifica por: 1) fidelidad con que el test
distingue entre daño cerebral y normalidad, y 2) tipo de déficit que el paciente exhibe.
Los test que requieren que el paciente complete un test en un período específico tienen mayor
sensibilidad a los cambios cerebrales multifocales o difusos que los test que no requieren el control del
tiempo. El tener datos normativos y el uso de una administración estandarizada aumenta la
sensibilidad de la evaluación neuropsicológica en la detección de alteraciones cognitivas leves.
Fiabilidad de los test
Se refiere a la consistencia en que la misma información se obtiene si el test se da:
1. Por diferentes observadores (fiabilidad interevaluador).
2. Por el mismo examinador en diferentes ocasiones (fiabilidad intraevaluador).
3. El mismo paciente en diferentes días (fiabilidad test-retest) (tabla 4).
TABLA 4 Validez de los test
Validez concurrente. ¿Los nuestros test llegan a las mismas conclusiones que los ya establecidos?
Validez ecológica. ¿Los resultados del test predicen la conducta en la vida real?
No hay test neuropsicológicos específicos que hayan mostrado validez de diagnóstico consistente.
Algunos test han demostrado de forma correcta que pueden distinguir entre dos o tres enfermedades,
pero no hay ningún estudio realizado que prediga positivamente un valor cuando se valoran un amplio
margen de enfermedades neurológicas. Incluso cuando existen lesiones focales de diferente tipo pero
que afectan áreas cerebrales similares a menudo producen manifestaciones diferentes que impiden
llegar a conclusiones etiológicas específicas sobre los resultados de los test cognitivos.
Para valorar los procesos cognitivos existe una gran diversidad de pruebas, baterías, escalas, que se
utilizan dependiendo de varios factores tales como si son para una primera impresión clínica, si es para
la confirmación del diagnóstico, etc. Baterías neuropsicológicas normalizadas en algunas poblaciones
españolas son: la escala de memoria de Weschler (WMS-R) que además de memoria verbal y visual,
valora atención y orientación, la escala de inteligencia de Weschler para adultos (WAIS-R) que
incluye pruebas de razonamiento verbal y espacial, lenguaje, cálculo, praxias constructivas, y el test
Barcelona (Peña-Casanova, J. 1990) tanto en su versión original como en la reducida que, además de
incluir las áreas cognitivas de las otras dos escalas, valora percepción auditiva, táctil, somatognósica y
del color, reconocimiento de objetos, praxias gestuales y dominancia manual. La subescala de
vocabulario del WAIS-R forma parte de los criterios diagnósticos del AAMI. Otras subescalas se han
utilizado de forma exitosa para diferenciar personas con deterioro cognitivo asociado a la edad de
pacientes con demencia.
Test que requieren atención y concentración y en los que debe utilizarse flexibilidad y razonamiento
son el test de Stroop, donde debe inhibirse una respuesta por otra; el Trail Making Test, donde se
combina dos series alternativas, y el Wisconsin Card Sorting Test, donde debe adivinarse una
categoría determinada.
Enfermedad de Alzheimer dudosa: criterios diagnósticos y test
Hay un consenso acerca de qué áreas cognitivas deben explorarse para llegar al diagnóstico de
demencia (McKahnn, G.; Drachman, D.;Folstein, M. et al. 1984).
Es importante tener en cuenta que la demencia es un declive de la memoria y otras funciones
cognitivas en comparación con los niveles funcionales previos del paciente, por tanto es clave conocer
la historia de este declive en base a la entrevista clínica con un informante, en general un familiar
cercano al paciente, que nos puedan confirmar en un grado fiable la progresión de las quejas
neuropsicológicas que presenta el paciente. Esta entrevista irá en consonancia con el examen clínico y
los test neuropsicológicos que se realizarán para confirmar el nivel de deterioro cognitivo observado y
recalcado por los familiares. Queda también implícito que a pesar de encontrar diferencias de más de
dos desviaciones estándar en las pruebas neuropsicológicas en comparación con los grupos normativos
más aproximados a las características del paciente es siempre imprescindible considerar variables
personales como la edad, sexo, nivel de escolaridad, profesión, y otras cuando se valora el grado de
deterioro del sujeto.
La entrevista estructurada o semiestructurada sobre el estado mental del paciente, especialmente del
deterioro que se ha producido en su memoria, debe llevarse a cabo con informantes (familiares o
cuidadores) puesto que son ellos los que observan cómo estas dificultades interfieren en la vida
cotidiana del paciente y pueden ofrecer ejemplos de situaciones concretas. Además puede suceder que
el paciente niegue o quite importancia a estos lapsus que se producen cada vez con mayor frecuencia y
que preocupan a su familia. Varios estudios corroboran que se pueden confiar en estas fuentes
colaterales para detectar declive cognitivo leve en ausencia de déficit en los test neuropsicológicos.
Por tanto, es fundamental incorporar este tipo de entrevistas junto con la exploración clínica y mental
del paciente para llegar a un diagnóstico fiable de la EA.
Hasta ahora no se sabe cuántos de los pacientes que se encuentran en las categorías de olvidos
benignos o AAMI desarrollan demencia y cuantos por el contrario permanecen estables. Se han
llevado a cabo algunos estudios de seguimiento a largo plazo. Los test más sensibles a los cambios
cognitivos que predijeron la demencia fueron los de recuerdo diferido y atención sostenida. Todos
aquellos que desarrollaron demencia lo hicieron en los 3 años posteriores a la primera evaluación.
Otros estudios han señalado que la evaluación subjetiva de los fallos de memoria pueden estar más
relacionados con factores de afecto y posiblemente de personalidad que a su prestación en pruebas de
memoria.
En el estudio de Bowen (Bowen, J.; Teri, L.; Kukull, W.; McCormick, W.; McCurry, S.M.;
Larson, E.B. 1997) encontraron que un 48% de los pacientes que habían seguido durante una media
de 4 años por problemas cognitivos presentaban demencia, comparados con un grupo de control
(18%). Las pruebas neuropsicológicas no predijeron de forma fidedigna qué tipos de pacientes
progresarían a la demencia.
Otra variable poco controlada es el estado de salud de los sujetos investigados. Muchas personas
ancianas presentan alteraciones médicas crónicas (en EE.UU. cuatro de cada cinco personas de 65
años o más), entre ellas, hipertensión, diabetes, enfermedades cardiovasculares y alteraciones
sensoriales que progresivamente empeoran con la edad y tienen el potencial de afectar a los resultados
cognitivos de los test, más cuanto más sensibles sean éstos a variables como el tiempo de reacción, o
velocidad de procesamiento de la información cuyas diferencias se miden por milisegundos. Descartar
estas personas de las muestras estudiadas no sería realista puesto que la población completamente
“sana” sería más bien escasa, pero si que es importante tener en cuenta el estado de salud a la hora de
valorar los resultados cognitivos.
El diagnóstico de demencia está basado sólo en el comportamiento observado del paciente. Por tanto,
no puede realizarse con TAC, EEG u otros instrumentos de laboratorio, aunque las causas específicas
de demencia pueden diagnosticarse a través de estos medios. Así, los test neuropsicológicos son
fundamentales para determinar, primero, si existe demencia, y segundo, el grado de pérdida cognitiva
que existe.
Cifras
Un porcentaje alto de dichos déficit neurológicos consisten en diversos grados de deterioro cognitivo
producido por múltiples causas. El trastorno más frecuente es la enfermedad de Alzheimer (EA), que
provoca entre el 50 y el 70% de las demencias. Le sigue la demencia vascular o multiinfarto (DMI),
que provoca alrededor del 40%.
El 10% restante de las demencias suele tener etiologías tratables e incluso total o parcialmente
reversibles, por ejemplo, trastornos tiroideos, lúes del SNC, déficit de B 12, mala indicación o abuso de
psicotropos, depresión mental, etc., lo que muestra la importancia de realizar un diagnóstico correcto
ante cualquier caso de demencia.
Según datos de la OMS la prevalencia de demencia en la población mayor de 65 años se sitúa entre el
3 y el 8%. Entre la población de 80 o más años de edad dicha prevalencia es del 15 al 20%. Se
encuentran, sin embargo, diferentes prevalencias de demencia según la localidad estudiada, lo que
probablemente refleja diferentes metodologías de estudio, aunque no puede descartarse que dichas
diferencias sean reales, quizá debidas a distintos hábitos de vida. La edad avanzada, el pertenecer al
sexo femenino y un nivel educacional bajo son factores de riesgo independientes y altamente
significativos para la demencia. Es posible que la falta de educación a edad temprana lleve a una
disminución de la “reserva cerebral” (número de neuronas y conexiones sinápticas), lo que permitiría
que los síntomas de demencia aparecieran en una fase más temprana de la progresión de la
enfermedad. Factores nutricionales y otros factores socioeconómicos no conocidos también podrían
intervenir.
El incremento del número de pacientes con deterioro cognitivo significará una importante carga para
la sociedad, tanto económicamente como en términos de sufrimiento humano. En EE.UU. el coste
anual del cuidado formal e informal de un solo paciente con EA es de 47.000 dólares y los costes
directos anuales generados por los pacientes con demencia son de 20.000 millones de dólares. Los
costes totales anuales son de 38.000 millones de dólares. El conocimiento de la etiología de la
enfermedad podría contribuir al empleo de mejores alternativas terapéuticas, lo que a su vez
contribuiría a reducir los costes de la enfermedad.
La más frecuente de las demencias seniles es la EA. No se conoce todavía su etiología, aunque en su
aparición parecen intervenir tanto factores genéticos como ambientales. Ciertos factores ambientales
podrían retardar o acelerar la aparición de la enfermedad.
Diversos estudios indican que los individuos con bajo nivel educativo tendrían mayor tendencia a
desarrollar EA en la ancianidad. La educación y la realización de actividades mentalmente
estimulantes durante la vida del individuo aumentarían probablemente la reserva cerebral o densidad
sináptica cortical, hecho ya demostrado en estudios realizados con animales.
También se ha podido correlacionar negativamente el flujo sanguíneo parietal en la EA con la
educación y realización de actividades mentalmente estimulantes durante la vida. Aunque éstas no
pueden alterar la patogénesis de la EA, sí podrían quizá retardar la aparición de los síntomas en forma
significativa (4 ó 5 años según algunos autores). Inversamente, el aislamiento social y la realización de
tareas poco estimulantes podría quizá predisponer a la aparición precoz de los síntomas de EA. De
confirmarse estos datos podrían tener interesantes repercusiones médicas y sociales.
La escala clínica de demencia de la Universidad de Washington o CDR (clinical dementia rating)
mide la severidad de la demencia desde 0, 0,5, 1, 2 a 3. El 0 indica no alteración cognitiva, el 0,5
valora la demencia cuestionable y el 1, 2 y 3 indican demencia leve, moderada y severa,
respectivamente. Es, por tanto, una medida global de demencia que valora el funcionamiento del
sujeto de acuerdo a su ejecución en el pasado en seis categorías cognitivas: memoria, orientación,
juicio, solución de problemas, actividades en la comunidad, actividad en casa y ocio y cuidado
personal. Concretamente, la valoración de la demencia cuestionable se basa en que el sujeto no está
claramente demenciado, pero tampoco está sano, siendo un grupo por definición, muy heterogéneo.
Así, muchos casos de este grupo se pueden catalogar de olvidos benignos o de trastorno de memoria
asociado a la edad, o según los criterios del IPA. También incluye a sujetos con funciones cognitivas
preservadas pero con depresión o excesivamente preocupados por sus olvidos cotidianos. Por último,
incluye a sujetos con estadios muy iniciales de la EA.
Cuando se consideran los estudios patológicos del cerebro existe el problema de que hay una cierta
disminución de neuronas debido a la edad que concuerdan con la aparición de signos clínicos que
pueden hacer pensar en un inicio de EA. Sin embargo, cuando se analizan las áreas corticales se
constata que en el envejecimiento normal se presenta una disminución equitativa de neuronas en todas
las regiones cerebrales sin que haya un predominio claro de una área sobre otra. Por tanto, mientras la
población neuronal tenga un mínimo de unidades que mantengan las suficientes conexiones como para
seguir llevando a cabo las funciones intelectuales, aunque haya una disminución relativa de la función
global, las manifestaciones clínicas se limitarán a lapsus de memoria, algún que otro problema de
atención y/o concentración y un enlentecimiento en el proceso de la información. En cambio, si existe
un proceso acelerado e irreversible de pérdida de neuronas se desencadenarán los signos que llevarán a
la EA.
Al analizar los efectos cognitivos debidos a la edad se sabe:
1. La evocación está más afectada que el reconocimiento. En la EA la evocación es útil para
diagnosticar la enfermedad y también en casos con quejas de memoria asociadas a la edad. El
reconocimiento es útil para diferenciar los estadios una vez la EA ha sido diagnosticada.
2. Disminuye la habilidad para codificar nueva información en memoria y recordarla después de un
intervalo.
3. Las personas que se quejan de pérdida de memoria se benefician de ayudas a la hora de evocar.
Especialmente si estas ayudas se basan en el contexto donde se produjo la memorización (lugar,
mismo orden de los estímulos, mismo evaluador, etc.).
4. Las alteraciones en test de memoria dependen de:
Si la tarea requiere participación activa del sujeto (memoria explícita vs. implícita).
Si es menos rutinaria (si el material a memorizar es ya conocido por el sujeto).
Si requiere mayor procesamiento organizado (si la información se ha de elaborar previamente antes de
archivarla).
TABLA 5 Consenso acerca de qué áreas cognitivas deben explorarse para llegar al
diagnóstico de demencia [McKahnn, 1984 (8)]
5. Los test visuoespaciales son más sensibles a las alteraciones cognitivas dado que son tareas sin un
equivalente en la vida cotidiana y, por tanto, el individuo debe aprender como llevarlas a cabo antes de
ser capaz de realizarlas (cubos de Kohs, test de Wisconsin, laberintos, etc.).
6. Test explícitos de memoria son más vulnerables a los efectos de la edad que los que usan métodos
indirectos (memoria implícita) como el priming. El priming se halla preservado en la EA hasta las
fases moderadas-tardías. Estos hallazgos guardan paralelismo con el reconocimiento que se altera en
fases más avanzadas de la EA. Ambas constataciones demuestran que la información se archiva, pero
es difícil acceder a ella cuando se desea o es difícil sacarla (fenómeno de “la punta de la lengua”).
7. La memoria prospectiva o agenda no está afectada por la edad.
8. La memoria para aspectos generales del contexto de aprendizaje produce más efectos asociados a la
edad que la memoria de información específica relacionada con el estímulo tales como el color o la
dimensión (lugar, quién nos dio la información, medio que se obtuvo la información, etc.).
La dificultad en el diagnóstico precoz de la EA estriba en que ancianos sanos y pacientes con EA
incipiente presentan un solapamiento sintomático, tanto en la realización de tareas cognitivas como en
sus características neurológicas, electrofisiológicas, de neuroimagen, cambios neuroquímicos y
también se cuestionan los hallazgos patológicos. Precisamente son estos últimos los que generan
mayor controversia puesto que se requiere el estudio histológico para confirmar el diagnóstico
definitivo de EA. Ya que se han encontrado ovillos neurofibrilares y placas seniles en personas no
demenciadas; se sugiere que los criterios de diagnóstico se realicen también de acuerdo a la edad del
sujeto. Así, desde el punto de vista neuropatológico existe también un continuo entre el
envejecimiento normal y la demencia tipo Alzheimer. Determinar la integridad de la capacidad
intelectual de los sujetos ancianos no es fácil puesto que hay pocos
datos normativos bien establecidos de las baterías neuropsicológicas que se usan. Además, a veces hay
grandes intervalos entre el tiempo de realización de las pruebas cognitivas y de la evaluación post
mortem. A todo esto se añade la gran variabilidad en las técnicas, tinciones e interpretaciones de los
estándares histológicos. Otra complicación, resulta de que existe la posibilidad de que casos que se
consideran “normales” con placas y ovillos neurofibrilares sean ejemplos de estadios presintomáticos
de la EA, puesto que se sabe que puede haber un lapsus de 15 a 20 años desde los cambios
estructurales en el cerebro que llevan a la demencia hasta el inicio clínico de la misma.
Flicker (Flicker, C.; Ferris, S.H.; Reisberg, B 1991) en un estudio de seguimiento durante 2 años
encontraron un 72% de los sujetos estudiados (23 de 32) con quejas de memoria. Los test más
sensibles para detectar cambios fueron los más similares a situaciones de la vida cotidiana:
1. El test de la lista de la compra.
2. El recordar artículos del periódico o el párrafo de un libro.
3. Localización de objetos.
4. Reconocimiento visual de objetos y caras.
5. Denominación de objetos, vocabulario, evocación de la función del objeto, evocación de ejemplos
de categorías (animales, plantas, etc.).
6. Aprendizaje de cifras.
Enfermedad de Alzheimer leve
La enfermedad de Alzheimer afecta casi todos los aspectos del funcionamiento cognitivo. Sin embargo, uno de
los más evidentes es la alteración de la memoria episódica. La memoria episódica en comparación con la
memoria semántica. La alteración de la memoria episódica puede además dividirse entre problemas a largo plazo
y a corto plazo. Las dificultades a largo plazo son más obvias a nivel del comportamiento, ya que el paciente no
es capaz de incorporar nueva información ni de orientarse de forma temporal o espacial. Los déficit a corto plazo
se evidencian a la hora de recordar y procesar material que se acaba de obtener, por ejemplo, lo que se ha dicho
en una conversación, o recordar el capítulo de un libro que se acaba de leer. También se manifiesta en
situaciones en las que se ha de realizar más de una tarea a la vez, como mantener y seguir las conversaciones de
varias personas a la vez.
TABLA 6
Personas con ligero deterioro pero sin demencia presentan al menos dos de las siguientes quejas:
Perderse cuando se viaja por un lugar desconocido.
Disminución del rendimiento en el trabajo percibido por los compañeros.
Dificultad para encontrar la palabra o el nombre corroborado por familiares.
Poca retención del material leído en un libro o periódico.
Disminución para recordar los nombres de personas acabadas de conocer.
Perder o poner en lugares inadecuados objetos de valor.
Problemas para concentrarse que se obvia en el examen clínico.
En una fase más avanzada los problemas de memoria son mucho más aparentes y se manifiestan
por:
Problemas para reconocer hechos recientes y actuales.
Problemas de concentración evidentes en la prueba de sustracción.
Problemas para viajar, manejar finanzas y realizar tareas complejas.
Memoria deficiente de la propia historia personal.
Criterios diagnósticos
El criterio generalmente utilizado por convención médica es el que realizó el grupo del National
Institute of Neurological and Communicative Disorders and Stroke (NINCDS) y Alzheimer's Disease
and Related Disorders Association (ADRDA), en el cual deben cumplirse una serie de condiciones
para que pueda realizarse el diagnóstico de EA (McKahnn, G.; Drachman, D.;Folstein ,M. et al.
1984)
En el caso de la demencia tipo EA probable la demencia debe ser detectada por observación clínica y
documentada con una batería de test neuropsicológicos. Las puntuaciones de estos test deben estar
significativamente por debajo de lo que se espera (2 SD desviación standard) del paciente por su edad
y nivel cultural. La alteración de la memoria debe ser una de las características de los resultados de
estos test, además de presentar alteración en otras áreas como el lenguaje, habilidades motoras o
perceptivas. Estas alteraciones pueden reflejarse a la hora de realizar actividades en la vida diaria, en
casa o en el trabajo; por ejemplo, el paciente puede tener dificultades para conducir o para
concentrarse en su trabajo. El inicio de la demencia se ha producido de forma paulatina y suele ocurrir
entre 40 y 90 años más a menudo a partir de los 65 años. Puede haber o no antecedentes familiares de
casos similares en la anamnesis del paciente. Otras enfermedades sistémicas o neurológicas que
puedan producir demencia deben ser excluidas. Las más comunes son:
1. Tumores cerebrales que afectan las estructuras límbicas.
2. Hematomas subdurales extensivos, especialmente cuando son bilaterales.
3. Infartos múltiples en lugares estratégicos, pequeños o grandes, que afectan estructuras de la
sustancia gris, corteza límbica o circuitos relacionados.
4. Hidrocefalia normotensiva.
5. Infecciones del sistema nervioso central (SCN), especialmente las del tipo oportunístico, pero
también la sífilis y la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob.
6. Enfermedad inflamatorias del SNC.
7. Enfermedades degenerativas del SNC tales como enfermedad de Huntington, parálisis
supranuclear progresiva, parkinsonismo, enfermedad de Pick.
8. Condiciones psiquiátricas, especialmente del tipo afectivo.
9. No existen trastornos de conciencia tales como confusión, etc.
Para destacar éstas y otras patologías se deben combinar los datos de la historia, la observación clínica,
los test neuropsicológicos, pruebas de neuroimagen como RM o tomografía computerizada, pruebas de
laboratorio y en algunos casos análisis del líquido cefalorraquídeo (LCR). Algunos casos pueden no
estar claros todavía y requerirán seguimiento o incluso análisis del tejido cerebral para clarificar el
diagnóstico. Las causas sistémicas más notables como el hipotiroidismo, la anemia, intoxicaciones con
medicamentos o drogas como el alcohol, pueden en general distinguirse fácilmente de la EA.
La presencia de ciertas manifestaciones al inicio del proceso de demencia claramente excluyen la EA.
Estas manifestaciones pueden ser de tipo motor (ataxia, hemiparesia, problemas en la marcha),
pérdidas sensoriales somáticas, problemas en los campos visuales y la aparición de crisis epilépticas.
La presión del LCR es normal en la EA. También suele ser normal el EEG al inicio de la EA, aunque
luego puede presentar ondas lentas de patrón inespecífico. El CT scan puede ser normal o presentar
atrofia, pero es muy útil para descartar otras patologías, especialmente vasculares, hematomas,
hidrocefalia, etc.
El diagnóstico definitivo de la EA se basa en el análisis del tejido post mortem del tejido cerebral. Los
neuropatólogos también tienen establecido un criterio a seguir para poder diagnosticar EA en base a
los hallazgos patológicos. En un campo microscópico que comprende 1 mm 2 los criterios son los
siguientes:
1. En un paciente menor de 50 años el número de placas seniles o neuríticas y de ovillos
neurofibrilares en cualquier lugar de la neocorteza debe exceder 2 * 5 por campo.
2. En un paciente entre 50 y 65 años puede haber algunos ovillos neurofibrilares, pero el número de
placas seniles debe ser de ocho o más por campo. Ello permite un diagnóstico con un alto grado de
confianza (de más del 95%).
3. Para cualquier paciente entre 66 y 75 años puede haber presencia de ovillos neurofibrilares, pero
el número de placas seniles debe ser mayor de 10 por campo.
4. Para un paciente mayor de 75 años puede que no se encuentren ovillos neurofibrilares, pero el
número de placas seniles debe exceder de 15 en el campo microscópico.
El mínimo de áreas a analizar son tres regiones de la corteza frontal, temporal y parietal; la amígdala;
la formación del hipocampo; los ganglios basales; la sustancia negra; la corteza cerebelar, y la espina
dorsal.
Alteraciones de la memoria en la EA
En general, la pérdida de memoria se caracteriza por olvidos cada vez más frecuentes. Por ejemplo,
actividades planificadas mentalmente, tales como citas o recados, nunca se suelen realizar de forma
adecuada. Conversaciones recientes tienden a olvidarse o mezclarse e n el tiempo y en diferentes
contextos. Preguntas a las que se ha dado respuesta reciente vuelven a efectuarse repetidas veces.
Desorientación en lugares que anteriormente eran conocidos por el paciente y desorientación temporal
en cuanto a saber si es mañana o tarde o el día de la semana son también características de la EA
inicial. Estas alteraciones van siendo cada vez más evidentes para los familiares que conviven con el
paciente, aunque a veces éste les quita importancia y los considera “despistes” típicos de la edad. En
otros pacientes, sin embargo, estos problemas les provocan depresión y ansiedad ya que se dan cuenta
de que algo está ocurriendo que no es “normal”. La alteración afecta todas las memorias complejas
formadas por múltiples componentes, adquiridas a través de diferentes modalidades sensoriales y
unidas en un período de tiempo específico y lugar determinado. Con el empeoramiento de la
enfermedad se altera incluso la adquisición de nueva información de cualquier modalidad sensorial.
No todos los tipos de memoria estudiados (memoria de trabajo, memoria semántica, memoria a largo
plazo o remota, memoria implícita) se ven afectados de igual forma en la EA. Se sabe que la memoria
remota o a largo plazo y la memoria implícita (en la que no se tiene conciencia o no se participa
activamente en su almacenamiento) están preservadas incluso en fases avanzadas de la enfermedad,
aunque los estudios son controvertidos.
Memoria episódica
La memoria episódica en la EA se caracteriza por dificultades de acceso de las memorias adquiridas
en situaciones más o menos recientes. Estas evocaciones pueden surgir en otro momento en que el
paciente no es consciente de su búsqueda, produciéndose en las fases iniciales de la EA el signo típico
de “la punta de la lengua”. El paciente tiene la seguridad de conocer lo que busca, pero no accede a la
información de forma adecuada, siendo incluso capaz de decir que puede empezar por “A” si lo que
quiere es recordar el nombre de un conocido que se llama Andrés o que es del reino animal si quiere
evocar la palabra hipopótamo. A veces en lugar de decir hipopótamo puede decir rinoceronte,
produciéndose una confusión de nombres dentro de la misma categoría semántica. Otras veces la
confusión es dentro de la misma categoría lingüística: en lugar de carbón puede decir cartón. Los
problemas para orientarse en entornos familiares o para reconocer caras anteriormente conocidas es un
ejemplo de problemas para evocar la memoria episódica a través de estímulos visuales, así las
características arquitectónicas específicas de una calle o la decoración del interior de un edificio ya no
evocan de forma automática las memorias pertinentes que permiten guiar de forma continua una
persona en un ambiente determinado. En el inicio de la EA el paciente puede guiarse, pero requiere un
gran esfuerzo por su parte para conectar la información del ambiente y evocar su memoria; a medida
que va circulando esta información debe ser siempre actualizada, con lo cual deviene una tarea casi
imposible para el paciente. La memoria episódica se halla alterada incluso en los estadios iniciales de
la EA. Esta alteración se puede dividir en dos aspectos: a largo plazo y a corto plazo.
Los aspectos a largo plazo son más obvios a nivel de comportamiento, cuando el paciente no es capaz
de integrar nueva información ni mantener una orientación temporal y espacial.
Los déficit a corto plazo requieren recordar y procesar material de forma inmediata (aproximadamente
30 s) y son mas sutiles a nivel de comportamiento pero más devastadores para el paciente. La persona
se muestra incapaz de seguir una conversación cuando ésta incluye varias personas o tiene dificultades
para atender más de una cosa a la vez.
Los test de memoria a corto plazo demuestran:
1. Una reducción importante del span de memoria.
2. Una alteración de la atención dividida.
3. Poca alteración en el componente de recencia.
El efecto de recencia es una estrategia de evocación en la cual se accede primero a recordar los últimos
ítems. También se llama estrategia de orden de evocación. En general es automática y no se altera por
actividades que demandan atención activa concomitante. Este efecto es resistente a daño cerebral,
estresores y alcohol y sólo está alterado en estados moderado-severos de la EA.
Memoria de trabajo en la EA
En la EA lo que falla es la coordinación o la ejecución simultánea de varias tareas, además de los
problemas de evocación. El paciente con EA no sólo tiene dificultades para evocar los productos
almacenados cuando éstos se requieren en la memoria de trabajo, sino que además la información
entrante compite con los productos almacenados de forma inadecuada y se seleccionan estrategias
erróneas para manipularla.
Memoria autobiográfica y memoria para hechos públicos
Sagar y su equipo (Sagar; Cohen; Corkin; Growdon. 1985) compararon pacientes con EA,
enfermedad de Parkinson, síndromes amnésicos, trauma craneal focal de larga duración y sujetos
sanos en pruebas de memoria personal y pública con hechos recientes y remotos.
Tanto en la forma de evocación como de reconocimiento, los pacientes con EA mostraron un
empobrecimiento general de la memoria tanto para hechos personales como públicos. Sin embargo, la
edad de episodios autobiográficos rememorados era la misma en los pacientes con EA que en los
controles. Estos episodios fueron obtenidos a lo largo de toda la vida del sujeto. En la EA, la memoria
para hechos públicos era pobre para todas las décadas analizadas. Además había afectación tanto en la
memoria episódica, o sea, el saber cuándo ocurrió el hecho, como para su contenido, o sea, dónde y
otros detalles del hecho. Dado que la codificación de los pacientes con EA en el momento que ocurrió
el hecho se da por supuesto que fue normal, los déficit que presentan los pacientes son debidos a
dificultades en la evocación. Sin embargo, otros autores sugieren que en estos pacientes la retención
puede ser debida a que son hechos salientes en la vida de los sujetos más que una verdadera
preservación de la capacidad de retención. Una variable a tener en cuenta la experiencia ocupacional
como variable porque se ha demostrado que independientemente de la educación puede retardar las
manifestaciones de la EA.
Test
Existe una literatura abundante sobre los métodos de evaluación neuropsicológica en general y sobre
los métodos específicos para cada ámbito cognitivo o para cada entidad clínica (enfermedad de
Alzheimer, enfermedad de Parkinson, esclerosis múltiple, etc.). En general se aconseja incluir
instrumentos que permitan evaluar las siguientes capacidades: orientación, atención, lenguaje,
memoria, función motora, capacidades visuales/espaciales, habilidades constructivas y capacidades
ejecutivas (planificación, abstracción, razonamiento).
Por ejemplo, la capacidad de repetición de palabras está preservada, en general, durante las fases
iniciales del deterioro cognitivo progresivo. Lógicamente será difícil que una tarea de repetición verbal
discrimine la existencia de deterioro inicial en los casos habituales. No obstante, la alteración de la
repetición marcará una inflexión en el proceso de deterioro indicando que se ha pasado a una fase más
avanzada de la enfermedad. Por otro lado, una alteración precoz de la repetición de palabras podría ser
indicativa de una alteración específica del lóbulo temporal y por ende de un tumor o de una afasia
progresiva.
El diagnóstico del deterioro cognitivo se enfrenta a múltiples problemas que conllevan la necesidad,
entre otras, de disponer de instrumentos que permitan estudiar las distintas capacidades
neuropsicológicas con la mayor precisión posible. Los instrumentos de evaluación cognitiva deben
estar adaptados a la población de referencia (consideraciones transculturales), deben estar
normalizados y deben cumplir requisitos psicométricos. Otro tema íntimamente ligado al estado
cognitivo lo constituye el impacto del mismo en la capacidad funcional en las actividades de la vida
diaria (AVD). La evaluación de las AVD debe considerar la diferenciación entre capacidades
avanzadas, instrumentales y básicas ha de permitir correlaciones claras con las capacidades cognitivas
(tabla 7).
Fase inicial
Pragmática. Es capaz de mantener conversaciones. Tiene alguna dificultad para dar instrucciones o
para contar historias, narraciones, chistes, etc. Alguna alteración en las referencias pronominales.
Peticiones frecuentes de clarificación y confirmación.
Semántica. Fluencia verbal reducida y dificultades para encontrar la palabra. Dificultades para
comprender conceptos complejos y/o abstractos.
Sintaxis. Sin errores, generalmente.
Fonología. Sin errores.
Fase moderada
Pragmática. Dificultad en mantener tópicos durante la conversación, uso pobre de las referencias
pronominales, dificultades para usar otras herramientas de cohesión (pronombres, conjunciones,
etc.).
Semántica. Pobre fluencia verbal, dificultades de denominación por confrontación, vocabulario
reducido, circunloquios y uso frecuente de discurso vacío.
Sintaxis. Errores gramaticales ocasionales, alguna dificultad para comprender estructuras
complejas.
Fonología. Sin errores.
Fase severa
Pragmática. Falta de coherencia, mutismo, prosodia intacta.
Semántica. Parafasias, ecolalia, palilalia y comprensión pobre.
Sintaxis. Gramática generalmente preservada con algunas frases elípticas. Comprensión pobre de
las estructuras gramaticales.
Fonología. Puede tener errores ocasionales, pero no acento extranjero.
Apraxias y agnosias
Las praxias y las gnosias, al igual que el resto de las funciones corticales, se encuentran
característicamente comprometidas en la EA.
En el cuadro clínico pueden considerarse fundamentalmente dos formas de apraxia: la apraxia
ideatoria, (donde el paciente es incapaz de simbolizar en forma adecuada la sucesión o secuencia de
gestos vinculados a un acto motor) y la apraxia ideomotriz (consistente en la incapacidad de llevar a
cabo ante un pedido una tarea, en tanto que la misma puede ejecutarse de manera espontánea).
Si bien los apráxicos pueden observarse en estadios tempranos de la enfermedad, es el período
intermedio donde se instalan con mayor frecuencia, en tanto que es excepcional su presentación
precediendo a otras manifestaciones clínicas.
Los fenómenos agnósicos están presentes en estos pacientes como otra manifestación del compromiso
cortical, si bien su identificación puede dificultarse, debido a la superposición de otros defectos
corticales como las afasias, trastornos visuoespaciales y deterioro mnésico.
Inclusive algunos autores postulan que algunos defectos de la esfera gnósica pueden ser los verdaderos
responsables de fallas que se atribuyen equivocadamente a trastornos en otros dominios (por ejemplo:
errores o fallas nominativas en pruebas por confrontación, que podrían deberse a agnosias visuales
antes que a genuinos defectos afásico-anómicos).
Aproximadamente un 30% de los pacientes de EA presentan agnosias visuales, en tanto que una
proporción menor padece fallas del tipo de la prosopoagnosia, con dificultades para el reconocimiento
de caras o expresiones familiares.
Por otra parte, los mecanismos de tipo agnósico visual, podrían ser responsables de otras
manifestaciones clínicas de la enfermedad, como por ejemplo "el signo del espejo", donde el paciente
no puede reconocerse a si mismo al observarse frente a un espejo. Los característicos falsos
reconocimientos pueden iniciar la secuencia de eventos que determina muchas de las alteraciones
conductuales de estos pacientes.
En el mismo sentido, experiencias con pacientes con EA permitieron observar que la lectura en
silencio podía estar preservada, aún cuando estos enfermos no podían reconocer el significado de las
mismas palabras desde el lenguaje hablado, hecho que permite inferir que en realidad el cuadro
correspondería a una agnosia verbal.
Habilidades visuoespaciales
Las capacidades visuoespaciales también se afectan en los primeros estadios de la EA.
Uno de los primeros síntomas que inquietan al paciente o a su grupo familiar, consiste en la pérdida de
orientación espacial, siendo relativamente frecuentes los episodios de desorientación en la calle o en
lugares públicos, al igual que la dificultad para ubicarse en los recorridos de las calles en aquellos
pacientes que conducen automóviles.
A medida que progresa la enfermedad, los pacientes pueden confundirse o perderse en su barrio y en
estadios más avanzados se desorientan en su propia casa.
Los test neuropsicológicos ponen de manifiesto estas dificultades visuales y espaciales progresivas: se
pierde la capacidad de reproducir figuras tridimensionales o copias de elementos cúbicos o
geométricos, y en estadios ulteriores se desorganiza la copia de figuras sencillas.
Otras alteraciones cognitivas
Además de los característicos defectos amnésicos, afásicos, apráxicos, y agnósicos que conforman el
paradigma de lesiones corticales en la EA, pueden observarse otras alteraciones menos frecuentes
dentro de los aspectos cognitivos, a medida que la enfermedad progresa.
Los trastornos del cálculo aritmético, se presentan en el segundo estadio de la enfermedad y pueden
atribuirse a la superposición de defectos visuoespaciales o estar determinados por una acalculia
primaria.
Se instala también un síndrome disejecutivo, alterándose marcadamente la planificación, la
organización de secuencias y la atención. Estos defectos quedan claramente manifestados en aquellas
baterías neuropsicológicas que exploran la función del cortex frontal.
El empobrecimiento judicativo, las alteraciones del pensamiento abstracto, la dispersión y la
distractibilidad, la confusión derecha-izquierda, la disminución de motivación e iniciativa, la
anosognosia, una creciente incapacidad para la resolución de problemas de la vida cotidiana y la
pérdida progresiva de un razonamiento lógico y de un pensamiento racional, se van haciendo más
notorios y evidentes junto con la evolución del cuadro, determinando que en los estadios finales del
proceso se torne casi imposible el reconocimiento de rasgos propios de las funciones intelectuales
superiores.
Depresión en la EA
Dado que los dos síndromes suelen coexistir, especialmente en las fases iniciales de la demencia, pueda dar lugar
a problemas de diagnóstico ya que los problemas de memoria pueden ser debidos o bien a la demencia o a la
depresión o en el caso de la demencia, verse agravados por el estado de ánimo del paciente. Síntomas y signos de
depresión se han hallado en un 50% de pacientes tanto institucionalizados como viviendo en la comunidad. Un
17% de pacientes diagnosticados de demencia cumplen los criterios del DSM-IV de depresión mayor. Estos
hallazgos sugieren que la depresión puede ser la presentación clínica inicial de la demencia. En algunos casos los
problemas cognitivos concomitantes a la depresión puede sugerir el inicio de EA, pero con el tratamiento
adecuado remiten con el tiempo. Síntomas cognitivos en la depresión son problemas de atención, alteraciones en
la memoria, enlentecimiento de la velocidad de procesamiento y poca elaboración verbal, siendo un cuadro
parecido a la demencia subcortical. En general los pacientes depresivos suelen tener antecedentes psiquiátricos,
inicio de sintomatología reciente que puede ser más o menos fechada con precisión, progresión relativamente
rápida, quejas de pérdida cognitiva desproporcionadas con los test neuropsicológicos y una marcada dependencia
hacia los demás (tabla 8).
TABLA 8 Escala de Cornwell para medir la depresión en la demencia
La escala presenta tres gradientes: 0 (ausente), 1 (leve o intermitente) y 2 (severo) (a: no se puede
valorar).
Signos relacionados con el estado de ánimo
Ansiedad: expresión ansiosa, rumiación, preocupación.
Tristeza: expresión triste, voz triste, lloros.
Falta de reactividad a hechos agradables.
Irritabilidad: se enfada fácilmente, pierde los estribos fácilmente.
Alteraciones del comportamiento
Agitación, tirarse del pelo, inquietud, mover las manos.
Retardos: movimientos lentos, habla lenta, reacciones lentas.
Quejas físicas múltiples.
Pérdida de interés: está menos involucrado en las actividades que habitualmente le gustan (puntuar
si el cambio se ha producido de forma aguda en menos de 1 mes).
Signos físicos
Pérdida de apetito.
Pérdida de peso (puntuar 2 si la pérdida de peso es de más de 2 kg en 1 mes).
Falta de energía: se cansa fácilmente, tiene problemas para mantener las actividades.
Puntuar si el cambio se ha producido de forma aguda en menos de 1 mes.
Funciones cíclicas
Variaciones diurnas del estado de ánimo. Los síntomas son peores por la mañana.
Dificultad para dormirse, más tarde que lo usual para la persona.
Alteraciones en las ideas
Suicidio. Siente que no vale la pena vivir, tiene deseos de suicidio o lo intenta.
Pobre autoestima, se culpa a sí mismo, se infravalora, sentimientos de fracaso.
Pesimismo, anticipación de lo peor.
Ilusiones congruentes con el estado de humor, ideas de pobreza, enfermedad o pérdida.
Heterogeneidad de la EA
En la EA existe una variación considerable tanto en la severidad de sus manifestaciones clínicas como
en la rapidez de su progresión a esta severidad. Diversos autores han intentado identificar cuáles son
las características clínicas que determinan ambos factores y también para clarificar los subtipos de la
EA. Existe una relación directa entre la severidad de la clínica de los pacientes y su progresión. Otros
estudios confirman que existe un aumento de la mortalidad cuando el inicio de la EA es en personas
muy jóvenes o muy ancianas, cuando existe mayor alteración intelectual, cuando los pacientes con
varones y cuando hay mayores anormalidades en el EEG.
Problemas afásicos también inciden en la progresión de la demencia. Cuando se realiza un
seguimiento de pacientes con alteraciones de comunicación presentan un estado más avanzado de la
demencia, tienen un incremento d e la mortalidad y un mayor índice de institucionalización que otros
pacientes con EA sin afasia.
Una porción de pacientes con EA desarrollan durante el transcurso de la enfermedad signos
extrapiramidales, psicosis y mioclonías. Estos signos son predictores de la progresión de la demencia:
los pacientes que presentan cualquiera de estos signos en la primera evaluación clínica tienden a
deteriorarse tanto a nivel cognitivo como funcional de forma más rápida. También los pacientes con
estos signos tienen un mayor riesgo de mortalidad. Por tanto, estos síntomas se consideran más que
indicadores de subtipos clínicos de la EA, características que marcan la progresión de la demencia.
Ello implica que todos los pacientes con EA desarrollarían uno u otro de estos signos si vivieran el
tiempo suficiente. Por supuesto, también puede ocurrir que varios de estos síntomas concurran en el
mismo paciente, incrementándose la severidad de la demencia y siendo aún mayor el riesgo de
mortalidad (efecto acumulativo).
Neuropatología en la Enfermedad de Alzheimer
Esta enfermedad se caracteriza, desde el punto de vista neuropatológico, por la presencia de varios
tipos de lesiones morfológicas cerebrales, ninguna de las cuales es específica. Por otra parte, estudios
neuroquímicos y neuropatológicos indican que el cuadro clínico de la enfermedad de Alzheimer se
asocia a una vulnerabilidad de determinados circuitos neuronales, y que dicha afectación compromete
las poblaciones neuronales en núcleo amigdalino, hipocampo, tálamo anterior, neocórtex, sistema
colinérgico del núcleo basal de Meynert y sistema monoaminérgico del tronco cerebral. En el córtex
los cambios degenerativos afectan tanto a las grandes neuronas piramidales de las capas III y V como
a varias poblaciones de interneuronas, algunas de las cuales usan somatostatina o corticotropina como
transmisores. En el hipocampo y el lóbulo temporal medial, las alteraciones ocurren en neuronas
piramidales, particularmente en las del córtex entorrinal y las áreas CA1 y CA2 del hipocampo. La
consecuencia fundamental de todas estas lesiones es la disminución de interacciones sinápticas de
ciertas regiones cerebrales.
Hallazgos microscópicos
1. Depósito cerebral de un amiloide específico en forma de placas llamadas seniles o neuríticas. Este
amiloide corresponde a un péptido derivado de la fragmentación proteolítica de una proteína de
membrana neuronal llamada proteína precursora del amiloide o PPA (Figura 1).
Figura 1. Placas neuríticas
primitivas en las que se
observan prominentes procesos
neuronales dilatados y
argirófilos atravesándolas (A).
Placa difusa. Depósito
redondeado y amorfo de
amiloide en neurópilo que
muestra argirofilia con técnica
de Bielschowsky (B). Depósito
extracelular esférico y grumoso
de b-amiloide con intensa
inmunorreactividad en una placa primitiva (C). Core estrellado y compacto de b-amiloide en una placa
quemada (D). Placa neurítica con intensa inmunorreactividad a b-amiloide situada en sustancia blanca
(E).
2. Inclusiones filamentosas intraneuronales llamadas ovillos neurofibrilares, o degeneración
neurofibrilar, compuestos de proteínas filamentosas helicoidales cuyo componente principal es la
proteína tau ligada a microtúbulos (Figuras 2, 3A y 3B).
Figura 2. Diversos ovillos
neurofibrilares de morfología
muy variada en la enfermedad
de Alzheimer. Técnica de
impregnación argéntica de
Bielschowsky modificada.
3. Distorsión de los procesos neuronales formando unas estructuras llamadas neuritas distróficas, que
también contienen proteína tau (Figuras 3C y 3D).
Las placas amiloides, placas seniles o, más correctamente, placas neuríticas son estructuras
redondeadas formadas por depósito de b-amiloide extracelular, filamentoso o no, neuritas
degeneradas o distróficas, astrocitos y microglia reactivos. Pueden distinguirse varios tipos de
placas neuríticas que representan estadios evolutivos diferentes en el desarrollo de la lesión
(Figura 1).
Las llamadas placas difusas están constituidas por depósitos amorfos de b-amiloide
inmunorreactivo en el neurópilo del córtex cerebral o, más raramente, cerebeloso. Las placas
primitivas están formadas por fibrillas amiloideas, difusamente distribuidas, y neuritas distróficas.
Las placas maduras muestran un core central amiloideo compacto rodeado por un halo de neuritas
distróficas, mientras que las placas quemadas o hipermaduras consisten en un core amiloide
compacto y de periferia estrellada sin presencia de neuritas distróficas. Estas neuritas son
argirófilas y están formadas por filamentos helicoidales idénticos a los de la degeneración
neurofibrilar, contienen neuropéptidos diferentes y enzimas sintéticos para neurotransmisores, por
lo que se originan en una diversidad de poblaciones neuronales.
En la enfermedad de Alzheimer existe, además, pérdida de sinapsis y neuronal, que puede llegar a
ser del orden del 30%-40% en neocórtex, sobre todo en enfermos en que el comienzo de la
enfermedad fue precoz. Puede demostrarse por la cuantificación de proteínas relacionadas con la
sinapsis en las regiones afectas, y para ello el marcador más ampliamente utilizado es la
sinaptofisina, una glucoproteína asociada a vesícula sináptica. Este hecho se asocia con
astrogliosis y espongiosis, que queda limitada a las capas altas del córtex cerebral. Relacionada
topográficamente con las placas neuríticas, además de una proliferación de astrocitos reactivos,
existe activación microglial. Esto último ha llevado a especular sobre su papel amiloidogénico; a
esto cabe añadir que la microglia activada por b-amiloide puede dar lugar a la secreción de
citocinas tales como interleucinas y proteasas extracelulares, que son potencialmente neurotóxicas.
Criterios diagnósticos
El número de placas neuríticas y lesiones de degeneración neurofibrilar aumenta con la edad, y los
cambios neuropatológicos en personas de edad avanzada sin alteraciones intelectuales, sólo se
diferencian cuantitativamente de los que ocurren en la enfermedad de Alzheimer.
No existe un consenso en la comunidad científica sobre el sistema que debe usarse para su diagnóstico
neuropatológico; sin embargo, los criterios semicuantitativos del protocolo CERAD (Consortion to
Establish a Registry for AD) son suficientes para la rutina diagnóstica. En él se formula un algoritmo
útil que combina los datos del número de placas neuríticas en el neocórtex, la edad del paciente y la
historia clínica de demencia. No obstante, los criterios de Braak y Braak se basan en la cuantificación
de las alteraciones del citoesqueleto o lesiones de degeneración neurofibrilar, que muestran un
característico patrón de distribución que evoluciona con el tiempo desde la región transentorrinal a
córtex entorrinal, asta de Amón e isocórtex. Un protocolo de consenso avalado por el National
Institute on Aging establece cuatro criterios histopatológicos basados, fundamentalmente, en el
número de placas neuríticas en las cuatro áreas del cerebro afectas con mayor intensidad. Un
diagnóstico firme, de acuerdo con esto, puede establecerse como sigue:
2. Pacientes de 50-65 años de edad, si el número de placas neuríticas es mayor que ocho en campo de
200x en cuatro áreas.
3. Pacientes de 66-75 años, cuyo número de placas neuríticas es superior a diez por campo de 200x.
4. Pacientes con edad superior a 75 años si las placas neuríticas exceden en número de 15 por campo
de 200x.
Los estudios realizados con neuroimagen funcional, y más concretamente, con tomografía por
emisión de positrones (PET), han mostrado perfiles distintos en la utilización de la glucosa cerebral,
que son consistentes con la presentación de posibles patrones de deterioro (Santens y De Reuck,
1999). Se diferencian sobretodo, tres perfiles de déficit funcional: los pacientes con un
hipometabolismo bilateral en las áreas témporo-parietales, que coincide con un deterioro global de las
funciones cognitivas; un hipometabolismo mayor en el lóbulo temporal del hemisferio izquierdo, en
comparación con la hipocaptación del resto de las áreas cerebrales, que sería atribuible a los enfermos
con peor rendimiento lingüístico; y un subgrupo de enfermos que presentan un mayor
hipometabolismo en la región parietal del hemisferio derecho, que coincidiría con los pacientes que
inician la enfermedad con mayor deterioro visuoespacial y visuoconstructivo. No se han relacionado
los hallazgos en neuroimagen estructural con las distintas presentaciones, sin embargo, sí se han
descrito casos de atrofias focales que acaban derivando en una enfermedad de Alzheimer, como el
caso de pacientes diagnosticados de afasia progresiva, por ejemplo. Un paciente de 64 años que tenía
un deterioro grave de las funciones lingüísticas y de la memoria verbal, acompañado de una
hemiatrofia evidente observada a través de RM evolucionó, posteriormente, como una enfermedad de
Alzheimer, presentándose lenta y progresivamente, los restantes déficits neuropsicológicos que
evidenciaban un deterioro de las habilidades visuoespaciales , visuoconstructivas y visuoperceptivas.
Si lo comparamos con el grave déficit lingüístico que el paciente presentaba desde el inicio de la
enfermedad, las habilidades en las que el hemisferio izquierdo tiene mayor competencia, fueron
presentando un deterioro mucho más lento correspondientes a la afectación del hemisferio derecho
(Jódar y cols; 1997).
OBJETIVOS GENERALES
OBJETIVOS ESPECÍFICOS
3. Beneficiar el campo del diagnóstico precoz, proponiendo unos criterios más ajustados para el
diagnóstico de Alzheimer.
DEFINICIÓN OPERACIONAL DE LOS TÉRMINOS
Alzheimer
La enfermedad de Alzheimer (EA) es un trastorno neurodegenerativo descrito por Alois Alzheimer en
1907. El marcador neuropatológico más específico de la enfermedad es la placa senil o placa de b-
amiloide que se puede ver como placa neuronal y reducción en la densidad sináptica alrededor de las
placas neuríticas. El segundo marcador neuropatológico, aunque menos específico de la EA, es la
degeneración neurofibrilar. Los ovillos neurofibrilares están formados por proteína TAY
anormalmente fosforilada y son intracelulares.
La enfermedad se caracteriza por un derrumbe psíquico y físico que se inicia con trastornos de la
memoria (fase amnésica) seguido por pérdida progresiva de las otras funciones mentales y de la
personalidad (demencia), para terminar con el deterioro de las funciones físicas y vegetativas con
pérdida de la marcha y del control de esfínteres.
Las áreas límbicas y paralímbicas y el núcleo basal de Meynert con proyecciones colinérgicas difusas
a la corteza, y lugar de inicio de las alteraciones, contienen la más alta densidad de
ovillos neurofibrilares lo que produce una reducción en la acetilcolina en un 58-90% que afecta
principalmente a los lóbulos temporales y se correlaciona con la severidad de la demencia.
Se han identificado tres genes responsables de las formas familiares de Alzheimer con transmisión
autosómica dominante y con inicio precoz. El gen de la proteína precursora de amiloide en el
cromosoma 21, el gen de la presenilina-1 (PS1) en el cromosoma 14 y el gen de la presenilina-2 en el
cromosoma 19 y 12. Se han identificado genes de susceptibilidad como el gen de la ApoE4 y el de la
a2-macroglobulina. Es probable que algunas mutaciones mitocondriales puedan tener importancia
patogénica en ciertas formas de Alzheimer esporádico.
El Alzheimer familiar es un modelo de herencia compleja o de heterogeneidad genética en la cual
diferentes mutaciones en distintos genes pueden conducir al mismo fenotipo, al alterar las mismas
redes neuronales y los mismos sistemas de neurotransmisores que resultan afectados en las formas
esporádicas.
Demencia
Es una enfermedad del Sistema Nervioso Central (SNC) y se caracteriza por la aparición de múltiples
síntomas (síndrome). Debido a la pérdida de las funciones superiores del SNC, aparecen síntomas tales
como: alteraciones en la memoria inmediata y retrógrada, orientación, lenguaje, escritura, cálculo,
alteración del pensamiento abstracto, capacidad de ejecución, etc.
Este déficit está determinado bien por la disfunción neuronal, o por la muerte de neuronas. Puede ser
debido a múltiples causas (pluripatología) tales como: la falta de riego sanguíneo, degeneración de las
neuronas y otras enfermedades tanto locales como generales que afectan al buen funcionamiento del
sistema nervioso, o a la supervivencia de las neuronas.
Existen una serie de acuerdos internacionales para la definición de las demencias tales como:
CIE 10 Clasificación Internacional de Enfermedades de la Organización Mundial de la Salud
1. La demencia es un síndrome (conjunto de síntomas y signos).
2. Afecta a las funciones corticales superiores.
3. Es de naturaleza crónica, progresiva y de instauración insidiosa.
4. Produce un deterioro de la memoria, a nivel intelectual y afectivo.
DSM-IV Manual de Diagnóstico y Estadística de los Desórdenes Mentales
Se trata de un síndrome caracterizado por deterioro de la memoria y uno o más de los siguientes
trastornos:
1. AFASIA o dificultad de nombrar o escribir.
2. APRAXIA o incapacidad de ejecutar actividades motoras complejas.
3. AGNOSIA o fallo para reconocer personas, objetos, lugares o estímulos.
4. TRASTORNOS de las funciones ejecutivas.
Estos trastornos presentan un deterioro de la vida familiar, social y laboral.
1. otras enfermedades del sistema nervioso central que provocan déficit de memoria y cognoscitivos
(p. ej., enfermedad cerebrovascular, enfermedad de Parkinson, corea de Huntington, hematoma
subdural, hidrocefalia normotensiva, tumor cerebral)
2. enfermedades sistémicas que pueden provocar demencia (p. ej., hipotiroidismo, deficiencia de
ácido fólico, vitamina B2 y niacina, hipercalcemia, neurosífilis, infección por VIH)
En realidad, la pregunta esencial sigue siendo si existen marcadores que identifican subtipos de
EA bien definidos biológicamente y con una evolución diferente.
Se ha calculado que la EA causa una pérdida anual del 6 al 14% de la puntuación del MMSE, pérdida
similar si se mide por otras escalas. Las consecuencias de este declinar son, finalmente, la
institucionalización y el aumento de la mortalidad, con el fallecimiento del paciente. No obstante, las
diferencias interindividuales son importantes respecto a la velocidad de la demenciación, la
supervivencia y la frecuencia de institucionalización.
Sería conveniente determinar que factores predicen una rapidez evolutiva mayor. Las diferencias no se
relacionan con el sexo, ni con la raza, aunque quizás pueden influir factores genéticos. Se suele
aceptar, con excepciones, que la intensidad de la demencia en el momento del diagnóstico es el
factor que se relaciona más estrechamente con la velocidad de la progresión de la enfermedad.
Otro factor que se puede relacionar con la rapidez del deterioro es la velocidad previa de la
demenciación, de forma que el curso es más rápido en los enfermos cuya demencia evolucionó más
rápidamente hasta entonces, con mayor riesgo de muerte e institucionalización, pero incluso en este
punto no hay total acuerdo. Quienes así piensan consideran que la enfermedad cursará con mayor
rapidez cuanto más avanzada esté.
Otros opinan que el curso de la enfermedad varía en función de la existencia o no de determinados
signos. La presencia de afasia, signos extrapiramidales y alteraciones psicóticas tiene un valor
peyorativo y la mayoría de los autores, con alguna salvedad piensa que su existencia favorece un
deterioro cognoscitivo y funcional más rápidos, mayores probabilidades de institucionalización y una
supervivencia menor. Parece, por tanto, que la mayoría se inclina a pensar que la evolución de la
EA es heterogénea y que esto puede depender de la existencia de subtipos.
De todas formas, sorprende la falta de acuerdo incluso en trabajos recientes, acerca de este punto y es
difícil estar seguros de que existe un subtipo de EA de progresión más rápida que se correlaciona con
unos determinados marcadores clínicos. En realidad, el problema radica en la falta de consenso
sobre la metodología adecuada para el estudio de los cambios que produce la EA durante su
evolución. Hasta ahora se ha pensado que la EA tenía una evolución más o menos linear, pero
recientemente se ha introducido el modelo evolutivo trilinear. Durante el curso de la enfermedad hay
mesetas en las que el proceso está parado o su progresión es inapreciable. En un segundo estadio la
enfermedad cursa con rapidez. Finalmente, la afectación cognoscitiva llega a un "suelo", a partir del
cual es imposible medir la progresión del proceso con escalas de este tipo.
Todo indica que para conocer la evolución real de la EA y su posible heterogeneidad, hay que
utilizar nuevos modelos evolutivos controlados por periodos de tiempo suficientemente
prolongados. (Alberca, R. 1998).
Heterogeneidad y edad de comienzo
La forma senil similar al tipo 2 de Blennow y Wallin puede estar relacionada con el proceso de
envejecimiento normal. Comprende la inmensa mayoría de los casos de comienzo tardío. Predomina la
afectación de la memoria, mientras que los signos corticales son escasos. El componente confusional
es intenso y las alteraciones de la marcha son frecuentes. Las lesiones vasculares son importantes y la
barrera hematoencefálica está alterada. La influencia de los factores genéticos es menor y se
encuentran menos placas seniles y degeneraciones neurofibrilares. Este tipo 2, muy heterogéneo, tiene
probablemente una etiopatogenia multifactorial. De hecho, en los casos tardíos, se suelen combinar las
lesiones propias de la EA y las vasculares. (Alberca, R. 1998).
HIPÓTESIS
El diagnóstico clínico de la EA será tanto más fiable (concordante con los hallazgos neuropatológicos)
cuantos más datos “positivos” de la enfermedad se hayan obtenido a través de la historia clínica y la
exploración neuropsicológica, más marcadores diagnósticos se hayan acumulado (genéticos,
biológicos y de neuroimagen) y más datos “negativos” sean capaces de excluir, no sólo otras
demencias total o parcialmente reversibles, sino también otras demencias degenerativas no Alzheimer.
El diagnóstico de la enfermedad de Alzheimer será más fiable si se tiene en cuenta la heterogeneidad
de los síntomas, y se aplican pruebas neuropsicológicas adecuadas a esta demencia.
Esta propuesta es la consecuencia de la investigación realizada sobre la EA, y los criterios
diagnósticos que no tienen en cuenta la heterogeneidad de los síntomas.
METODOLOGÍA
2. Realización de una Encuesta para médicos neurólogos que hacen el diagnóstico de la Enfermedad
de Alzheimer, para investigar qué pruebas utilizan, y qué criterios. Indagaremos si hacen una
derivación para un diagnóstico neuropsicológico y qué importancia le dan a las pruebas
neuropsicológicas para el diagnóstico diferencial.
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