Historia de España en La Edad Moderna
Historia de España en La Edad Moderna
Historia de España en La Edad Moderna
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desviación de una cerrada ortodoxia "más papista que el Papa", predominio de las
instituciones clericales -y particularmente de la Inquisición española- sobre toda la
sociedad).
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tópico referirse con él a tal fórmula—) de un conjunto de coronas y de reinos no
implicaba la unificación territorial. Cada territorio mantuvo sus leyes y costumbres, sus
lenguas e instituciones; y tanto política como económica y socialmente estaban
claramente diferenciados.
Los Habsburgo tenían una concepción muy laxa (heredada de las disputas medievales
por el dominium mundi y modernizada por el utopismo humanista) de la forma de
ejercer el poder sobre nuestros Estados (un vastísimo conjunto de territorios dispersos
por toda Europa y desconectados entre sí); aunque la pretensión de gobernarlos con
criterios unificados o centralistas siempre estuvo presente. Ante las puntuales
intensificaciones de tales actitudes, surgían localmente resistencias de carácter no tanto
nacionalista como particularista, foralista o pactista (revuelta de Flandes desde 1568 —
con un fuerte componente religioso y social, en el contexto de la Reforma protestante y
una precoz revolución burguesa—, alteraciones de Aragón de 1590, revuelta de los
catalanes de 1640 —simultánea a las conspiración de Medina Sidonia, a la revuelta de
Masaniello y a la independencia de Portugal— y guerra de Sucesión desde 1700 —que
en Cataluña y Valencia se hizo contra el absolutismo a la francesa de la nueva dinastía
Borbón—).
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pudiera haber en mayor o menor medida en unas u otras zonas y unos u otros grupos
sociales e intelectuales; era mucho más evidente visto en perspectiva europea
Castilla, desde la Alta Edad Media, había sido una arriesgada tierra de frontera, cuya
repoblación dotaba de más libertad y movilidad social a los atrevidos repobladores
(presuras, caballeros villanos, vasallos de behetría), y mayor poder al rey frente a la
aristocracia. El establecimiento de los privilegios de la Mesta desequilibró las relaciones
sociales en beneficio de la aristocracia ganadera y en perjuicio de los campesinos. La
lana de los rebaños trashumantes que atraviesan la Meseta de norte a sur por las cañadas
es exportada a Flandes. La riqueza mercantil se distribuye desde las ferias del interior
(Medina del Campo, Villalón) hasta Sevilla (beneficiada por la apertura de las rutas por
el estrecho de Gibraltar) y los puertos del Cantábrico (Santander, Laredo, Bilbao -
fundado en 1300-). El siglo XV representó para Castilla la expansión económica,
demográfica y un gran dinamismo social, así como graves conflictos, como el problema
converso (revuelta de Pedro Sarmiento). Surge una nueva aristocracia ambiciosa y con
una mentalidad moderna y urbana, que rivaliza con la propia monarquía y se divide en
bandos y redes clientelares. En las ciudades del centro de la Meseta (Toledo, Segovia)
se desarrolla una burguesía artesana que enriquece a los concejos regidos por un
patriciado urbano de bajos nobles.
La expansión territorial del Reino de Portugal en la Península llega a su fin en 1238 con
la conquista del Algarve; comenzando la expansión oceánica (Azores, Madeira,
expediciones africanas organizadas por Enrique el Navegante desde la Escuela de
Sagres -1417-). El recelo a la invasión castellana le llevó a constituir la alianza
internacional de mayor constancia histórica: la anglo-portuguesa (13 de junio de 1373),
que consiguió rechazarla (batalla de Aljubarrota, 14 de agosto de 1385).
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Guerra civil en Castilla
La muerte de Enrique IV de Castilla en 1474 reactivó el problema dinástico e hizo
estallar la guerra de Sucesión Castellana entre los partidarios de Isabel (hermanastra de
Enrique), y los partidarios de Juana (cuya condición de hija de Enrique - motejado el
Impotente- había sido objeto de cuestión desde hacía años, siendo deslegitimada por
este mismo, y apodada la Beltraneja al adjudicarse su paternidad al valido Beltrán de la
Cueva). Las alianzas matrimoniales de ambas pretendientes convirtieron la guerra en
internacional: a Isabel (casada con Fernando) la apoyaba Aragón, y a Juana (sobrina por
vía materna de Alfonso V de Portugal) la apoyaba Portugal. Los apoyos sociales de
Isabel incluía una parte significativa de la aristocracia (los Mendoza, los Enríquez, los
Alba), el duque de Medina Sidonia y el propio Beltrán de la Cueva; de las órdenes
militares (orden de Santiago y orden de Calatrava, excepto su maestre); y de las
ciudades de Castilla La Vieja (especialmente Segovia - el Alcázar fue su principal plaza
fuerte-), las Vascongadas, Murcia y Zamora. Los apoyos sociales de Juana estaban en
otra buena parte de la nobleza, incluyendo a grandes casas, como las del Marqués de
Villena, los Estúñiga, el marqués de Cádiz, el conde de Urueña y el conde de Plasencia;
en órdenes militares como la de Santiago (Maestre Rodrigo Manrique); en el alto clero
(el arzobispo Carrillo, de Toledo); y en ciudades de Extremadura, Andalucía, Galicia y
parte de Castilla La Nueva. Clero, nobleza y burguesía castellanas estaban divididas no
una contra otra, sino siguiendo líneas de fractura que dividían cada una verticalmente en
altas y bajas, y horizontalmente en redes clientelares; divisiones que tenían su origen en
enfrentamientos antiguos (desde la crisis del siglo XIV) y divergencias básicas de
intereses territoriales y económicos (explotación y comercio de la lana, Mesta, ferias,
producción local de paños en las ciudades artesanas o exportación en bruto a Flandes), y
en concepciones políticas (mantenimiento del poder de la alta nobleza ante una
monarquía feudal débil o incremento del poder de una monarquía autoritaria y la
burocracia de los letrados).
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La Biga y la Busca y Conquista de Navarra.
Francia firmó la paz con Castilla en 1478. El papa Sixto IV, que no había tomado
partido por ninguna de las dos candidatas al trono castellano, tenía necesidad del apoyo
aragonés en Italia, con lo que su acercamiento a los reyes permitió incluso el
establecimiento de la Inquisición española bajo control real (1 de noviembre de 1478).
El papel de los cardenales de la familia valenciana Borja era cada vez mayor, y llegaron
incluso al pontificado (Alejandro VI en 1492). La reconciliación de la nueva monarquía
castellano-aragonesa con Portugal se produjo con el Tratado de Alcáçovas (4 de
septiembre de 1479) donde se estableció una amnistía y la restitución de las fronteras
anteriores a la guerra, obteniendo el compromiso castellano de renunciar a la expansión
marítima por las costas atlánticas africanas. Desde el 20 de enero de 1479 Fernando ya
era rey de Aragón, con lo que comenzó de forma efectiva el reinado conjunto de los
Reyes Católicos en ambas coronas.
Instituciones castellanas.
Cortes y Hacienda.
Las Cortes de Castilla dejaron de ser la reunión de los tres estamentos, pues solo en
ocasiones solemnes se convocaba a nobleza y clero, quedando la convocatoria
restringida a los representantes de las ciudades para votar impuestos, que no son de
incumbencia de los privilegiados. Solo diecisiete ciudades tenían voto en Cortes. Los
Reyes Católicos convocaron conjuntamente Cortes en cinco ocasiones y Fernando en
cuatro ocasiones durante su reinado en solitario. Abordaron cuestiones políticas e
institucionales decisivas, aunque desde 1480 la tarea legislativa la ejercen por su propia
autoridad, y sin necesidad de convocar Cortes, a través de Pragmáticas.
Las Cortes más trascendentes fueron las de Toro de 1505 (a la muerte de Isabel), que
establecieron el mayorazgo (garantía de estabilidad de los patrimonios nobiliarios, que
no podrán ni dividirse ni perderse, para ser heredados por el primer hijo varón) y
recopilaron la legislación (los trabajos previos se habían publicado en 1484 -
Ordenamiento de Montalvo-). Las Cortes de Madrigal de 1476 crearon la Santa
Hermandad con funciones que iban más allá de una campaña militar concreta para
convertirse en una milicia concejil permanente, pagada por las ciudades. Se concibió
como un instrumento que garantizara el orden público y la aplicación de la justicia, lo
que aumentaba el control de los reyes sobre espacios antes abandonados al poder de los
señores.
La reforma financiera confió sobre todo a las Cortes de Toledo de 1480. Se quisieron
reducir los créditos particulares sobre el Tesoro público, particularmente en forma de
juros, de los que existían dos tipos: los de merced (que daban derecho a un particular a
recibir una cantidad anual sobre las rentas de la Corona) y los títulos de deuda. Una
comisión presidida por Hernando de Talavera revisó los juros, y entendió que los juros
ganados por servicios auténticos debían mantenerse y el resto debían eliminarse, como
Don Fernando y doña Isabel, reyes de Castilla y de Aragón. Palacio de las Leyes (Toro).
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situaciones abusivas. La revisión se hizo en las Cortes, como negociación con nobleza y
clero, afectando por igual a partidarios y adversarios de Isabel, y significó para la
Hacienda recuperar rentas por valor de 30 millones de maravedíes al año; la nobleza
quedó debilitada, pero no arruinada.
Se intentó recuperar los impuestos enajenados (cedidos como renta a algunos nobles) e
implantar impuestos que no necesitaran la aprobación de las Cortes, para lograr la
independencia financiera de la Corona. El 80% de los recursos ordinarios provenían de
las tercias reales (una fracción de los diezmos) y de la alcabala, teóricamente una regalía
de la Corona que gravaba como impuesto indirecto sobre las transacciones comerciales
(con lo que no los privilegiados no están eximidos de pagarlo). En la práctica, su
encabezamiento por ciudades producía todo tipo de alteraciones y desviaciones. El
arrendamiento de impuestos y rentas reales se realizaba a recaudadores (habitualmente
judíos, como los Senior). En 1495 se sustituyó el sistema tradicional de arrendamiento
de alcabalas, tercias y otros impuestos por el sistema de "encabezamiento", pactando
con cada ciudad una cantidad fija por un periodo de dos años, lo que, a cambio de
garantizar ingresos crecientes a la monarquía (aumentaron al doble), reforzó la
autonomía local y el poder de las oligarquías o patriciado urbano. La cantidad a cobrar
era recaudada sin necesidad de comprobar cada transacción, sino mediante
"repartimiento", con menor dependencia de arrendatarios y funcionarios.
Los Reyes Católicos gobernaron utilizando como instrumento principal el Consejo Real
de Castilla, una institución creada en las cortes de Valladolid de 1385. Era la instancia
judicial suprema del reino, y al mismo tiempo un órgano político y administrativo. Su
presidencia recaía en un obispo, y se evitó nombrar consejeros a altos nobles. La
Administración de justicia se ejercía teniendo presente una idea particularmente propia
de Isabel: que era juez supremo en su reino; todos los actos de justicia los administrará
el rey, limitando las competencias eclesiásticas, señoriales o locales. Se organizó una
primera instancia a cargo de alcaldes ordinarios (elegidos por el concejo), corregidores
(elegidos por el rey a través de la Cámara de Castilla) o gobernadores; una segunda
instancia a cargo de alcaldes mayores, corregidores o gobernadores; y la jurisdicción
suprema a cargo de las Audiencias o Chancillerías (con una sala de lo criminal y cuatro
salas de lo civil) y el Consejo Real de Castilla. La Chancillería de Valladolid adquirió la
forma definitiva a través de las Ordenanzas de 1486. La Chancillería de Ciudad Real,
creada en 1494, fue trasladada a Granada en 1505. Se estableció la línea del río Tajo
como límite de jurisdicciones.
Los concejos de las ciudades estaban gobernados por regidores, cargos vinculados a las
familias de la pequeña nobleza local, el denominado patriciado urbano u oligarquía
local. La alta nobleza fue estableciendo sus redes clientelares a través de las que fueron
controlando alguna de ellas (como Guadalajara con los Mendoza). Algunas otras
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ciudades eran directamente de señorío. Los Reyes Católicos intentaron controlar las
ciudades de realengo a través de una nueva figura institucional: corregidores
permanentes, con funciones judiciales, militares, políticas y administrativas, que cuando
eran de capa y espada (o sea, no letrados) eran asistidos por un alcalde mayor letrado.
Otros cargos concejiles eran los alcaldes ordinarios (uno por el común y otro por el
estado noble), el alférez mayor, el alguacil mayor, los escribanos y el resto de
funcionarios municipales, como alguaciles, porteros, maceros, etc.
La guerra de Granada ofreció una empresa común, bajo el ideal de máximo religioso, a
todos los grupos sociales y territorios de la monarquía, con absoluto predominio
castellano; y la prestigió enormemente en Europa y ante la Iglesia (el papa concedió la
Bula de Cruzada y el Patronato regio). Aunque pervivían muchos elementos
medievales, puede considerarse como la primera guerra moderna, basada en el esfuerzo
continuado de un ejército permanente con decisiva presencia de las nuevas armas de
fuego, gastos solo al alcance de los ingresos fiscales y la capacidad crediticia de un
estado moderno de dimensiones nacionales. Las tácticas incluyeron el ataque a objetivos
económicos, dinámicos movimientos de tropas y asedios múltiples simultáneos.
Mudéjares y moriscos
Tras diez años de guerra, el acuerdo con el rey Boabdil (aliado intermitente de los
cristianos durante todo el conflicto) permitió la toma pacífica de la ciudad de Granada
mediante las capitulaciones de Santa Fe, que ofrecían amplias garantías a la población
mudéjar (denominación historiográfica de los musulmanes sometidos a reinos
cristianos). La política conciliadora inicial del confesor de la reina Hernando de
Talavera fue sustituida en 1499 por la mucho más expeditiva del Cardenal Cisneros, que
provocó revueltas mudéjares (la revuelta del Albaicín, la primera sublevación de las
Alpujarras y la sublevación de la serranía de Ronda), fácilmente sofocadas.
Interpretadas como una ruptura de las capitulaciones, sirvieron de justificación para
decretar la Pragmática de conversión forzosa de 20 de julio de 1501, extendida el año
siguiente a la totalidad de la Corona de Castilla (a Navarra en 1515 y a la Corona de
Aragón en 1525).
Se originó con ello una población teóricamente cristiana, a la que se impedía el ejercicio
público del islam, pero que continuó con su forma tradicional de vida y costumbres.
Reciben la denominación historiográfica de moriscos. Las comunidades moriscas
estaban estrechamente adaptadas a una agricultura intensiva que había formado
secularmente el paisaje rural granadino; y fueron sometidas a un duro régimen señorial.
También hubo algunas familias nobles moriscas, aunque la mayor parte de las clases
altas del reino nazarí había optado por el exilio en el norte de África. La repoblación
con cristianos viejos de la capital y de las Alpujarras, y el incremento de la presión
contra sus costumbres y tradiciones fueron intensificando los conflictos en las siguientes
generaciones, desembocando en la guerra de las Alpujarras de 1576. Se intentó la
dispersión de los moriscos por el interior de Castilla, pero finalmente se optó por la
expulsión de todos ellos (incluidos los de la Corona de Aragón y Navarra) en 1609.
Judíos y conversos
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Pedro Sarmiento, Estatutos de limpieza de sangre, Abraham Senior, Isaac Abravanel y
Tomás de Torquemada
Inquisición española y Libros verdes.
Expansión atlántica.
Conquista de las Canarias.
Temiendo que Portugal se hiciera con las Canarias, en 1477 la Corona castellana tomó
el relevo de la penetración, hasta entonces una empresa de iniciativa señorial (Juan de
Bethencourt). Finalmente las islas quedaron en la parte castellana del Atlántico definida
en el Tratado de Alcáçovas
Las poblaciones guanches de las diferentes islas, aisladas y en un estadio cultural
neolítico fueron sometidas militarmente y aculturizadas a través de la esclavización, el
mestizaje y la imposición del cristianismo. La justificación del dominio en la
evangelización fue un precedente de la posterior empresa colonizadora americana. Gran
Canaria se conquistó entre 1481 y 1483, La Palma y Tenerife necesitaron un mayor
esfuerzo, venciéndose las últimas resistencias en 1496.
Política europea
Portugal
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Desde la batalla de Aljubarrota (1385) se había mantenido la paz entre Portugal y
Castilla. La guerra de Sucesión Castellana (1475-1479) proporcionó una posible
intervención portuguesa en los asuntos castellanos, que se frustró por la derrota de
Alfonso y Juana. Portugal se había convertido en el primer estado moderno de Europa
occidental, cuyo dominio de las rutas oceánicas le estaba convirtiendo en una verdadera
potencia global. La conveniencia de mantener buenas relaciones con la casa de Avís se
concretó en el Tratado de Alcáçovas (1479) y el proyectado matrimonio de Isabel (hija
de los Reyes Católicos) con Alfonso (hijo y heredero de Juan II de Portugal). El enlace
hispano-portugués se frustró varias veces (muerte de Alfonso, muerte de Isabel tras sus
segundas nupcias -con Manuel I de Portugal-). El definitivo matrimonio de Manuel con
otra hija de los Católicos, María, permitió que la hija de estos, Isabel, enlazara en 1526
con otro nieto de los mismos reyes, Carlos I, y que el hijo de estos, Felipe II, unificara
todos los reinos hispánicos en 1580, en un complicado e imprevisible azar sucesorio.
Borgoña y Austria
María de Borgoña, heredera de los restos del Estado Borgoñón, revalorizó el papel
estratégico de sus posesiones (un estado tapón entre Francia y Alemania, continuador de
la Lotaringia altomedieval) al casarse con Maximiliano I de Habsburgo, Archiduque de
Austria y Emperador de Alemania. El interés mutuo por una alianza Habsburgo-
Trastamara se concretó en un doble enlace: Felipe el Hermoso con Juana la Loca (1496)
y Juan de Aragón y Castilla (el primogénito de los Católicos) con Margarita de Austria
(1497); Juan murió al poco tiempo, y serán los hijos de Felipe y Juana los que formen
las dos Casas de Austria que dominaron la Europa de la Edad Moderna: los Austrias de
Madrid y los Austrias de Viena.
Francia
La Casa de Trastamara debía al apoyo francés su entronización en Castilla (de donde
pasó a Aragón); y las buenas relaciones se mantuvieron hasta la guerra de Sucesión
Castellana en que el rey de Francia intervino a favor de la Beltraneja. El matrimonio de
Isabel con Fernando colocó a Castilla en el bando aragonés, cuyas relaciones con
Francia eran ambivalentes: la ayuda francesa a Juan II de Aragón en la Guerra Civil
Catalana permitió a Luis XI ocupar en 1475 la Cataluña al norte de los Pirineos
(Rosellón y Cerdaña), mientras que los asuntos internos de Navarra les convertían en
claros rivales. En 1483 los Reyes Católicos apoyaron a Francisco II de Bretaña, hasta
entonces independiente de Francia. Las guerras de Italia (1494- 1559) terminarán siendo
el escenario idóneo para la disputa de la hegemonía europea entre ambas monarquías.
Navarra
El reino de Navarra había quedado imposibilitado para expandirse hacia el sur en la
Reconquista, encajonado entre sus poderosos vecinos cristianos (Castilla y Aragón);
mientras que el complicado espacio político francés le permitía una mayor implicación
al norte de los Pirineos. Se formaron dentro del reino dos bandos nobiliarios
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(beaumonteses y agramonteses), sucesivamente profranceses y proaragoneses, cuyo
enfrentamiento se inscribía en el conflicto general europeo (la Guerra de los Cien
Años). El reinado de Carlos III de Navarra (1387-1425) se caracterizó por una compleja
red de alianzas matrimoniales con las dinastías de los reinos limítrofes, de la que
terminaron beneficiándose los Trastamara, tanto de Castilla como de Aragón,
conformándose una suerte de protectorado aragonés sobre Navarra desde 1419-1420
(tratados de Olite y de Guadalajara).40 Juan II de Aragón, casado con Blanca I de
Navarra, pasó a ser el rey efectivo desde 1425 a 1479, en medio de fuertes
enfrentamientos (Guerra Civil de Navarra). A la muerte de la reina (1441), los
beamonteses apoyaron la sucesión de Carlos de Viana (hijo de Juan y Blanca), mientras
que los agramonteses apoyaron la continuidad de su padre como rey. Juan II impuso
como heredera a su hija Leonor, casada con Gastón IV de Foix. Las muertes sucesivas
del príncipe Carlos (1461), del príncipe Gastón (1470, primogénito de Leonor y Gastón,
que había pasado a ser príncipe de Viana), de Leonor (1479) y, por último, de Francisco
I de Foix (primogénito del príncipe Gastón y de Magdalena de Francia, hija del rey Luis
XI, que ocupó el trono navarro entre 1479 y 1483), dejaron como reina a Catalina de
Foix (hermana de Francisco), que se casó con Juan de Albret, noble francés. Entre 1495
y 1500 (Tratado de Sevilla) los Reyes Católicos mantuvieron guarniciones castellanas
dentro de Navarra, como garantía de la neutralidad del reino.
Italia
Desde las vísperas sicilianas (1282) la Corona de Aragón se configuró como una
potencia interesada en los asuntos italianos, tanto en razón de su competencia con el
reino de Francia, como por su la centralidad estratégica de Italia en lo que se había
convertido en un verdadero Imperio aragonés41 en el Mediterráneo, que llegaba hasta
Grecia (Ducados de Atenas y Neopatria). A mediados del siglo XV de ese imperio solo
quedaban las islas Baleares, Sicilia y Cerdeña, con lo que la posibilidad de obtener
presencia en Italia continental cobraba un especial valor, especialmente ante el avance
turco desde el Mediterráneo oriental hacia los Balcanes (batalla de Adrianópolis -1365-,
toma de Constantinopla -1453-).
En este momento Carlos VIII de Francia reivindicó sus derechos como heredero de los
Anjou, consiguiendo imponerse militarmente en 1495. Para evitar la intervención
aragonesa, había concedido en el Tratado de Barcelona (1493) la devolución de los
territorios catalanes al norte de los Pirineos (Rosellón y Cerdaña). El temor papal de
verse rodeado por los franceses, al norte y sur de Italia, le hizo convocar una "Liga
Santa" en la que, junto a los Estados Pontificios, estaban Milán, Venecia, Austria y
España. Las tropas españolas enviadas por Fernando el Católico derrotaron a Carlos
VIII en Nápoles, y le obligaron a retirarse al norte de Italia. Fernando esperaba gobernar
directamente, pero en el trono napolitano se sucedieron Ferrante II y Fadrique.
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Reinado en Castilla de Felipe el Hermoso y Juana la Loca (1504-1506)
Las Cortes de Toro (de enero a marzo de 1505), tras la muerte de Isabel, aun
reconociendo la existencia de heredera directa, su hija Juana, ponían en duda su
capacidad (pasaría a la historia con el sobrenombre de "la loca"). Por entonces Juana
residía en Flandes con su esposo Felipe de Habsburgo "el Hermoso". Las negociaciones
internacionales llevadas a cabo en la concordia de Salamanca (24 de noviembre de
1505) establecieron a los ausentes Felipe y Juana como reyes y a Fernando como
gobernador del reino. En cuanto les fue posible, Felipe y Juana viajaron a Castilla
dejando a su primogénito Carlos en Flandes (un accidentada expedición, comenzada en
enero de 1506, que no consiguió llegar a La Coruña hasta el 26 de abril), y demandaron
su derecho al ejercicio directo del poder, con el apoyo de las potencias europeas y
respaldados por una parte de la nobleza (los llamados felipistas o pro-flamencos,
opuestos a los fernandistas o pro-aragoneses, cuyos enfrentamientos obligaron a
desplazar las Cortes convocadas en Salamanca el 5 de febrero, y que se volvieron a
reunir en Cacabelos, en Villafranca y en Benavente, terminando en Valladolid el 9 de
julio). Fernando aceptó la nueva situación firmando la concordia de Villafáfila (27 de
junio de 1506), y se retiró a Aragón; pero en menos de tres meses la repentina muerte de
Felipe (25 de septiembre de 1506) le permitió regresar como regente.
Durante los diez años de gobierno en solitario de Fernando, afianzado el control interior
en Castilla y Aragón, se emplearon los crecientes recursos de la monarquía en una
política exterior de fuerte presencia en múltiples escenarios, que confirmó a España
como una seria aspirante a la hegemonía europea. El ejército permanente, constituido
esencialmente por los Tercios organizados por Gonzalo Fernández de Córdoba (el Gran
Capitán); y la marina, desplegada en el Mediterráneo y el Atlántico, absorbieron un
porcentaje cada vez mayor del presupuesto (que pasó del 15% al 50%, cifra que
aumentará todavía más en los reinados siguientes).
La ambivalente figura del Rey Católico fue tomada como modelo por Maquiavelo para
su tratado El Príncipe (1513), que marca el inicio de la teoría política moderna.
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consiguió tomar un enclave en Túnez ("desastres" de los Gelves, 29 de agosto de 1510,
y los Querquenes, 20 de febrero de 1511).
Nápoles.
Fernando tuvo que contener la desmesurada ambición del Gran Capitán acudiendo
personalmente a Nápoles (1506-1507), lo que dio origen a la tópica expresión Las
cuentas del Gran Capitán como referencia a su orgullosa respuesta ante el rey (que
quedaría calificado de mezquino e ingrato). También consiguió el reconocimiento del
Papa, que le invistió como rey de Nápoles; aunque no se produjeron cambios
institucionales de importancia, conservando el reino de Nápoles una gran autonomía
jurídica y política. Entre 1508 y 1509 se recuperaron las islas venecianas del Adriático.
Anexión de Navarra
Durante este periodo Cisneros hubo enfrentar dos amenazas militares, una en Navarra,
consiguiendo evitar la tentativa de incursión de los Albret; y otra en Argel, donde la
guarnición castellana fue derrotada por Jeireddín Barbarroja (1516).
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Bruselas llevó a Cisneros a aceptar los hechos consumados, pero solicitó su presencia
urgente en España para evitar una posible rebelión. Tras casi dos años de regencia,
Cisneros falleció mientras viajaba hacia Santander, donde estaba previsto el desembarco
del nuevo rey. En Aragón, el testamento de Fernando preveía que la regencia fuera
ejercida por su bastardo el arzobispo Alonso, al que había conseguido la sede de
Zaragoza; pero tal disposición no fue aceptada por las instituciones de la Corona
aragonesa (en el caso de Sicilia, incluso se llegaron a producir revueltas), no
resolviéndose la situación jurídica hasta 1518 y 1519.
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400.000 ducados. El dinero necesario para garantizarse la elección (en la que competía
con Francisco I de Francia) le había sido adelantado como préstamo por Jakob Fugger,
una apuesta financiero-política que convirtió a su casa en la banca más próspera del
mundo, basada en su provechosísima relación con España y las Indias, donde se les
castellanizó su nombre (Fúcares).
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Católicos), además de reforzar el recelo social ante la presencia de una importante
minoría morisca en los dominios rurales nobiliarios. La elección de jurados en la ciudad
de Valencia (18 de mayo de 1521) sirvió de detonante para una revuelta urbana, en que
la muchedumbre atacó el palacio virreinal.
La Hacienda de Carlos I
Las guerras suponían un gasto desorbitado. Las rentas ordinarias de la Corona no eran
suficientes, por lo que constantemente se recurría al crédito, condicionando los recursos
futuros. Había diferentes tipos de deuda: juros (emisiones de títulos de deuda,
redimibles o permanentes), préstamos forzosos, préstamos voluntarios o "socorros", y
letras de cambio a corto plazo.
Los impuestos de Castilla, base de los ingresos reales, seguían siendo los mismos que en
la Baja Edad Media. En 1536 se implantó el encabezamiento general de las alcabalas,
congeladas desde el inicio de su reinado por temor a una nueva rebelión antifiscal como
la de las Comunidades. La recaudación de las alcabalas aumentó un 4.68% frente al
44% de aumento del resto de rentas de la Corona. Otras rentas ordinarias habían
aumentado considerablemente como consecuencia del incremento del comercio: las
aduanas, numerosas y dispersas por todo el reino, en puertos secos y puertos de mar.
Regalías menores eran el estanco de las salinas (monopolio real centralizado en los
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alfolíes -también había salinas propiedad de particulares-), el 5% del producto de las
minas y del alumbre, otros estancos, penas de cámara, galeotes, etc. Otros ingresos
importantes eran la moneda forera (pagada por el reino cada 6 o 7 años para evitar que
el rey utilizase su potestad de alterar el valor de la moneda) y el monopolio de las
almadrabas (pesquerías de atún) del reino de Granada. Las Cortes negociaban
periódicamente el servicio ordinario y extraordinario. A los impuestos sobre bienes
eclesiásticos derivados de concesión papal (el excusado, la Bula de Cruzada y el
subsidio eclesiástico) se denominaba "gracias" o "Tres Gracias", y su fin teórico era
sufragar la defensa de la fe.
También había ingresos irregulares como las dotes, el rescate de los Delfines de Francia
tras el Tratado de Madrid (1526). De importancia creciente, llegando a convertirse en
una partida decisiva a mediados de siglo, eran los ingresos obtenidos en las Indias:
esencialmente el quinto real (las regalías de minas, que suponían el 20% de los metales
preciosos), al que se añadían los impuestos sobre los pueblos indios, algunos diezmos y
penas de cámara.
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Le privó del reino de Inglaterra, que pasará a ser uno de sus principales adversarios con
la reina Isabel (restauró la reforma anglicana, persiguió el catolicismo e impulsó la
expansión marítima y comercial, rompiendo el control naval español del Atlántico). El
tratado de Cateau- Cambrésis (2 de abril de 1559) establecía la paz entre España y
Francia, confirmando el predominio español en Italia y Flandes, y significó el tercer
matrimonio de Felipe, con la princesa francesa Isabel de Valois (1559-1568).
En 1559 Felipe volvió a España, de donde no volvió a salir, fijando la corte en Madrid
(1561). Su estrecha supervisión del complejo aparato burocrático le permitió controlar
con firmeza las respuestas a los múltiples desafíos que surgían en todos los escenarios
conflictivos, entre los que destacaron la revuelta de Flandes (desde 1566), la rebelión de
las Alpujarras (1568-1571), en parte relacionada con los enfrentamientos contra el
Imperio Otomano en el Mediterráneo (batalla de Lepanto, 7 de octubre de 1571), la
crisis sucesoria que le permitió convertirse en rey de Portugal (1578-1580), y los
enfrentamientos contra Inglaterra en el Atlántico (fracaso de la Armada Invencible,
1588). Un último matrimonio (1570-1580, con su sobrina Ana de Austria, veintidós
años menor que él) le permitió conseguir un heredero varón (el futuro Felipe III, nacido
en 1578) tras las extrañas circunstancias en torno a la muerte del príncipe Carlos (1568),
que suscitaron todo tipo de especulaciones.
La corte vivió conjuras y enfrentamientos entre albistas y ebolistas ("halcones" y
"palomas" respectivamente), llegando a extremos violentos con repercusión en la
política interior (revuelta de Antonio Pérez en Aragón -1590-, el protagonista, su
principal secretario, había sido destituido en 1579 acusado del asesinato de Escobedo,
secretario de Juan de Austria - hermanastro del rey, vencedor en Lepanto y gobernador
de Flandes, donde intentaba una solución militar, y muerto por las mismas fechas, en
1578-).
Los últimos años de su largo reinado se caracterizaron por la decadencia física del rey
en el contexto de un paulatino cambio de ciclo económico secular (de la expansión del
siglo XVI a la crisis del siglo XVII), simultáneo a un decisivo hecho de longue durée: el
basculamiento del eje histórico de la civilización occidental del Mediterráneo al
Atlántico,72 y al inicio de la decadencia española. La intervención en las guerras de
religión de Francia en apoyo del bando católico no tuvo éxito, al imponerse la solución
apoyada por los politiques y el Papa (entronización del candidato protestante, Enrique
de Borbón, tras su conversión al catolicismo -1589-). La situación en Flandes se
estabilizó tras las campañas dirigidas por Alejandro Farnesio (sobrino del rey y de Juan
de Austria), que continuó la guerra con Francia hasta su muerte en 1592. La paz de
Vervins (1598) puso fin al conflicto francés, dejando el gobierno de los Países Bajos
españoles (solo controlada la zona sur, católica -Unión de Arrás-) en manos de Isabel
Clara Eugenia (hija de Felipe II e Isabel de Valois -y que por ello mantenía hasta
entonces su pretensión al trono de Francia-) y su marido Alberto de Austria (doblemente
sobrino de Felipe II, por parte de padre y madre), con el título de archiduques soberanos
(el matrimonio no tuvo hijos y sus Estados continuaron dependiendo de la Monarquía
Hispánica).
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decadencia española y sus trágicos acompañantes de muerte, hambre, peste y guerra. A
la hidalguía le acompañaba inseparablemente la picaresca, como Sancho Panza a Don
Quijote. La pobreza y las distintas clases de condición social alternativa al ideal social
de "cristiano viejo", convertían la marginación en una condición paradójicamente casi
mayoritaria.
Los Austrias del siglo XVII (Felipe III, Felipe IV y Carlos II) son conocidos
historiográficamente como los Austrias menores, porque su reinado coincide con la
época de decadencia, y tal denominación atribuye a los propios monarcas buena parte la
responsabilidad.
francesa de Luis XIV, que pasó de acosar militarmente a España a protegerla, dadas las
expectativas de que la herencia del trono de Carlos (incapaz de tener hijos) recayera en
un príncipe Borbón. Mientras tanto, y en un contexto en el que ya no se controlaba
eficazmente el tesoro de las Indias, se produjeron algunas reformas económicas e
institucionales (quiebras y estabilización monetaria y fiscal, nuevo papel de Cortes y
Consejos, aparición de juntas y secretarios, etc.)
Entre los graves conflictos internos, destacaron dos: uno de base étnico-religiosa, que se
resolvió drásticamente en 1609 con la expulsión de los moriscos (generando a su vez
una verdadera catástrofe demográfica y socioeconómica, especialmente en Valencia); y
otro de base particularista, las revueltas de 1640 en Cataluña y Portugal, afrontadas
militarmente con resultados opuestos.
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Restaurar la reputación
Crisis de 1640
En cambio, el resultado interno en España, donde la guerra se prolongó hasta 1715, fue
una clara imposición del absolutismo borbónico, que con los Decretos de Nueva Planta
(1711 a 1715) suprimió el régimen particularista de los reinos de la Corona de Aragón.
El de las provincias vascas y Navarra, que se mantuvieron en el bando vencedor, no se
vio alterado.
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expulsados en 1766) y desamortizadora; la reconstrucción del poder naval y del control
sobre el imperio americano (de acuerdo con Portugal y en ciertos territorios contra las
misiones jesuíticas) y medidas económicas de carácter mercantilista. Otras cuestiones,
como la reforma de la Hacienda (única contribución vinculada al catastro de Ensenada)
o de las estructuras agrarias y comerciales en un sentido proto-liberal (libertad de
comercio, supresión de la tasa de granos, expediente de la Ley Agraria), chocaron con
los intereses señoriales y fueron relegadas, a pesar de haberse impulsado desde la
cúspide burocrática, ocupada por equipos ilustrados apoyados por los reyes (lo que
historiográficamente se ha denominado despotismo ilustrado, especialmente con Carlos
III y Carlos IV).
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