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TEORÍA
Y REALIDAD
CONSTITUCIONAL
N.o 25 1o semestre 2010

CU ESTA :
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ISSN 1139-5583
02510

9 771139 558007

UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA


EDITORIAL CENTRO DE ESTUDIOS RAMÓN ARECES EDITORIAL CENTRO DE ESTUDIOS RAMÓN ARECES
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EL CONVENIO EUROPEO DE DERECHOS HUMANOS


¿UNA DECLARACIÓN ESCRITA DE DERECHOS
AL ESTILO CONTINENTAL PARA EL REINO UNIDO?1

SUSANA SÁNCHEZ FERRO


Profesora Contratada Doctora de Derecho Constitucional
Universidad Autónoma de Madrid

SUMARIO
I. Introducción.
II. El camino hacia la aprobación de la Hu-
man Rights Act.
III. Los rasgos definitorios de la Human
Rights Act: ¿una declaración de dere-
chos?
IV. Conclusión.

I. INTRODUCCIÓN

El 31 de diciembre de 1999 toda Europa se mantenía en vilo ante el te-


mor de una posible catástrofe financiera mundial producida por la adaptación
de las monedas vernáculas a la moneda común europea, el euro. Toda Euro-
pa, no, como decía un afamado cómic de todos conocido; en una isla de
nuestro viejo continente, tradicionalmente marcada por su resistencia a la in-
corporación en su sistema jurídico de elementos foráneos, una parte impor-
tante de la élite política seguramente no podía conciliar el sueño, pero por
una causa bien distinta: la inminente llegada del año que marcaría la entrada
en vigor en el Reino Unido de la Human Rights Act, una norma que, ven-
ciendo siglos de resistencia, incorporaba el Convenio Europeo de Derechos
Humanos como Derecho propio de aquel lugar, «extraño» lugar.

1 El presente trabajo se corresponde con la comunicación presentada al VIII Congreso de la


Asociación de Constitucionalistas de España que se desarrolló el 4 y 5 de marzo en San Sebastián.

UNED. Teoría y Realidad Constitucional, núm. 25, 2010, pp. 317-334.


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Mientras que la adaptación al euro de los Estados miembros de la Unión


Europea había sido anunciada a bombo y platillo por todos los rincones del
Continente y los ecos de lo que podría suceder se habían extendido allende
los mares, una de las revoluciones más importantes de nuestro siglo se pro-
ducía de forma silenciosa y sin levantar sospechas, siquiera de buena parte de
los habitantes del territorio en el que estaba teniendo lugar, y que hasta ese
momento había resistido más o menos bien (recordemos esa primera intru-
sión que supuso en el Derecho británico la entrada en vigor de los Tratados
de las Comunidades Europeas) los vientos jurídicos provenientes del viejo
Continente2.
Pero ¿cómo y por qué en aquél lugar del mundo en dónde se preciaban
de ser unos de los máximos adalides de la libertad y en dónde se presumía
de ello, hubo de producirse este sorprendente hecho? Y, sobre todo, ¿cómo
pudo producirse el cambio si, aparentemente, ningún tsunami amenazaba
con destruir los cimientos de un sistema que llevaba funcionando siglos y
donde ninguna multitud se había echado a las calles pidiendo amenazante un
cambio en el sistema?

II. EL CAMINO HACIA LA APROBACIÓN DE LA HUMAN


RIGHTS ACT

II.1. SITUACIÓN PREVIA A LA APROBACIÓN DE LA HUMAN RIGHTS ACT

El Reino Unido, se nos dice, nunca ha sido ajeno a la cultura de derechos


existente en el Continente europeo, pues colaboró intensamente en la elabo-
ración del Convenio Europeo de Derechos Humanos. Además, en el proceso
de descolonización, el Reino Unido, pieza clave, ofreció apoyo al proceso de
elaboración de declaraciones de derechos escritas, como la adoptada en Ca-
nadá. Por ello se pensaba que ningún Estado podía dar lecciones de libertad
al Reino Unido, país en el que la protección de la libertad era tal que no se
necesitaba importar un sistema de protección de derechos foráneo3.
El prestigioso Anthony Lester describe la situación en los años 50 del si-
glo pasado en el Reino Unido como una época gloriosa, en la que reinaba en
el país la satisfacción por poseer una estructura constitucional ejemplar, fle-
xible y adaptable, con un Gobierno democrático que desempeñaba sus fun-
ciones con el consentimiento de los gobernados en un marco de libertad y
bajo el imperio de la ley. La sociedad se incardinaba en el espacio multirracial
de la Commonwealth, y el país era líder en los esfuerzos que se estaban rea-
lizando en el marco de Naciones Unidas y el Consejo de Europa para conso-
lidar la paz en el Continente.

2 KLUG, F.: Values for a Godless Age. The Story of the UK’s New Bill of Rights, Penguin Books,
England, 2000, pág. 29.
3 Idem, pág. 5.
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En este contexto, el sistema constitucional británico se veía como prefe-


rible, incluso superior, a las constituciones escritas de Norteamérica y de la
Europa occidental, pues poseía las garantías que le proporcionaba el sistema
parlamentario de gobierno, unitario y centralizado, con Gobiernos de Gabi-
nete fuertes, a los que auxiliaba un cuerpo de servidores públicos indepen-
dientes y reclutados con base en el sistema del mérito. Los derechos, que en
Europa continental y Norteamérica se consideraban, con cierta retórica desde
el punto de vista británico, inalienables o fundamentales, se verían sin duda
mejor protegidos a través de la vigilancia de los parlamentarios y de las leyes
aprobadas por el Parlamento; gracias también a la integridad de los funcio-
narios —producto de su cuidada formación y designación—, y a través de
una prensa libre floreciente en el país, y un poder judicial independiente, in-
tegrado por abogados incorporados al mismo tras una exitosa carrera como
tales.
El concepto de igualdad ante la Ley de Dicey serviría mejor a la admi-
nistración de justicia, a la consecución de un gobierno eficaz, y a la justicia in-
dividual, que la separación artificial entre Derecho público y Derecho privado
de los sistemas de civil law, con sus remedios propios de Derecho Adminis-
trativo. En el Reino Unido, la Constitución flexible, sin separación rígida de
poderes, y la revisión de la actividad ordinaria de la Administración por los tri-
bunales de justicia sería garantía suficiente para una sociedad deseosa de vivir
en libertad4.
Todavía hoy puede oírse en el Reino Unido la misma retórica: «Este es un
país que nunca necesitó de revoluciones para adaptarse y cambiar. Aparte de
una guerra civil y de decapitar a un par de monarcas y un par de batallas en-
tre las naciones que habitan estas islas, los cambios aquí se han producido
fundamentalmente por medios pacíficos. En respuesta a diferentes olas de
protesta popular (...) las élites aprendieron a aceptar la corriente de la historia
y a compartir el poder hasta la llegada de la democracia. Los recientes movi-
mientos para «devolver» el poder a Escocia, Gales e Irlanda del Norte (devo-
lution) y para reformar la House of Lords son ejemplos de esta capacidad para
el cambio evolutivo. No necesitamos majestuosos documentos como las cons-
tituciones para ser uno de los países del mundo con mayor grado de libertad.
Tampoco importa que seamos una de las pocas democracias del mundo que
no poseemos alguna forma de declaración de derechos» 5.
En este marco hay que interpretar la adhesión del Reino Unido al Con-
venio Europeo de Derechos Humanos en el año 19516. El Convenio Europeo
de Derechos Humanos obligó desde entonces al Reino Unido internacional-

4 LESTER, A.: «The Constitution: Decline and Renewal», The Changing Constitution, ed. Jeffrey
Jowell and Dan Oliver (2A ed.), Clarendon Press, Oxford, 1989, págs. 345 y 436.
5 KLUG, F.: Values for a Godless Age. The Story of the UK’s New Bill of Rights, cit., pág. 29 [la
traducción es nuestra].
6 Idem, pág. 20 y BRADLEY, A.W.: «The sovereignty of Parliament- in Perpetuity?», The
Changing Constitution, cit., pág. 44. El Reino Unido ratificó el Convenio en el año 1951 y el Con-
venio entró en vigor dos años más tarde.
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mente, pero no constituyó Derecho interno del país7. Antes de la aprobación


de la Human Rights Act, los jueces y tribunales no eran competentes para ba-
sar en el Convenio sus decisiones, como parámetro de las mismas, salvo que
el Parlamento hubiera decidido incorporar algún aspecto del mismo a alguna
ley concreta; sólo en ese punto los tribunales podían tomar dicho Derecho
como parámetro de su decisión, eso sí, manteniéndose fieles, no al sistema de
derechos del propio Convenio, sino a la decisión del Parlamento de incorpo-
rar dicho elemento al Derecho interno. El cumplimiento del Convenio que-
daba, pues, a la voluntad del Parlamento soberano por mor del principio «di-
ceyniano» de soberanía parlamentaria. Este principio, dicho sea de paso,
sigue aún hoy vigente y sobre él sigue pivotando todo el sistema británico, in-
cluso tras la aprobación de la Human Rights Act.
Señala Bradley que los jueces durante este tiempo habían declarado que
podían hacer uso del Convenio para favorecer una interpretación de las leyes
en coherencia con el mismo. Lord Scarman se manifestaba incluso partidario
de que los jueces tuvieran en cuenta el Convenio cuando estuvieran consi-
derando una cuestión de Derecho no decidida previamente (an undecided
question of law). Pero muchos jueces se mostraban reticentes a dar efectividad
al Convenio por esta vía, decantándose por el seguimiento de los parámetros
tradicionales de interpretación estatutaria clásicos; la efectividad del Convenio
en todo caso estaba lejos de alcanzar aquélla que le correspondería de con-
vertirse en Derecho interno8.
Llama la atención, por ejemplo, que sólo desde el año 1966 los sucesivos
Gobiernos británicos permitieron a aquéllos que sufrieran una violación de al-
guno de los derechos reconocidos en el Convenio Europeo de Derechos Hu-
manos en territorio británico, ya fueran o no ciudadanos del país, acudir a Es-
trasburgo y reclamar contra el Reino Unido en las instancias competentes9. Se
hablaba del largo camino que uno tenía que recorrer para llegar a Estrasbur-
go (pues los jueces británicos no podían tomar en consideración cuestiones
sustantivas relativas a los derechos fundamentales del Convenio en conflicto
en el caso concreto)10. De hecho, hasta hace poco, no era apropiado hablar

7 BRADLEY, A.W.: «The sovereignty of Parliament- in Perpetuity?», en The Changing Consti-


tution, cit., pág. 45.
8 Idem, pág. 46.
9 BRADLEY. A.W.: «The sovereignty of Parliament- in Perpetuity?», en The Changing Consti-
tution, cit., pág. 45. KLUG, F.: Values for a Godless Age. The Story of the UK’s New Bill of Rights, cit.,
pág. 20.
10 KENNEDY, H.: Foreword to Klug, Francesca: Values for a Godless Age. The Story of the UK’s
New Bill of Rights, Penguin Books, England, 2000, pág. xi. Un ejemplo de lo que señala Helena
Kennedy es el caso Malone, que luego llegaría al TEDH, en dónde se pretendió que los jueces
británicos reconociesen la existencia de un derecho al secreto de las comunicaciones frente a la
intervención de las mismas por la policía británica (dentro del llamado right to privacy del artículo
8 del CEDH) y el juez señaló que el Convenio no podía ser utilizado como base para crear un de-
recho no reconocido en el Derecho inglés [Malone v. Metropolitan Police Commissioner [1979]
Ch. 344] citado por BRADLEY, A.W.: «The sovereignty of Parliament- in Perpetuity?», en The Chan-
ging Constitution, cit., pág. 45.
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de derechos fundamentales, y menos escritos en el Reino Unido, sino de civil


liberties (libertades no escritas frente a derechos fundamentales escritos)11.
Además, la misma idea de los derechos fundamentales se concebía como el
camino hacia el individualismo extremo y hacia el final de la cohesión social12.
El punto de partida de la teoría de las civil liberties es que todo ciudada-
no puede hacer lo que desee siempre que no esté prohibido por el common
law o por la ley (statute) [AG v. Guardian Newspapers (Nº 2) [1990], IAC 109].
El sistema de common law protegería mejor estas «libertades civiles» que las
declaraciones de derechos, según Dicey, porque proveería de remedios efec-
tivos frente a la vulneración de las mismas. El Gobierno, además, tendría más
difícil suspender los derechos no escritos producto de la jurisprudencia de los
tribunales 13. Por supuesto, a esto habría que sumar una garantía adicional, y
es el hecho de que el concepto de soberanía parlamentaria vigente en el sis-
tema habría de acompañarse del inseparable principio, también fundamental,
del imperio de la ley o Rule of Law, según el cual el Parlamento no podría
(moralmente) usar su poder legislativo para derogar las libertades derivadas
del common law y nunca derogaría normas tales como la Bill of Rights de
1688 o el Habeas Corpus Act, salvo en situaciones de emergencia14.
El sistema de libertades británico es, o incluso es posible que debamos
decir, era, un sistema basado en remedios, más que en derechos. Este sistema
reconoce a los individuos ciertos intereses fundamentales. Cuando estos in-
tereses coinciden con los intereses internacionalmente reconocidos puede de-
cirse que el common law ofrece más o menos la misma protección que los
derechos fundamentales.
El common law protege especialmente los derechos a un juicio justo con
todas las garantías, a la libertad personal, a la reputación y los derechos de
propiedad, y, en ocasiones, lo hace mejor que muchas declaraciones de de-
rechos. No debemos olvidar que muchos de estos derechos tienen su origen
en la cultura legal de las islas británicas. En cualquier caso, otros derechos in-
ternacionalmente garantizados por el Convenio Europeo de Derechos Huma-
nos carecen de protección o tienen una protección muy débil en el sistema de
common law británico. Es el caso del right to privacy, que engloba varios de
los derechos que recoge el artículo 8 del Convenio Europeo de Derechos Hu-
manos y nuestro artículo 18 de la CE. En este campo existen remedios par-
ciales, como la acción de allanamiento (trespass), de difamación, o de ruptu-

11 KLUG, F.: Values for a Godless Age. The Story of the UK’s New Bill of Rights, cit., pág. 5.
12 Klug explica cómo esta visión era habitual en época de Margaret Thatcher y cómo dicha
concepción todavía pesa en la política británica; de ahí la insistencia de aquéllos que sí han adop-
tado la retórica de los derechos fundamentales de mencionar, cada vez que hablan de los dere-
chos, que éstos son sólo una cara de la moneda, y que la otra son las responsabilidades. KLUG,
F.: Values for a Godless Age. The Story of the UK’s New Bill of Rights, cit., págs. 13, 50 y 51.
13 KLUG, F.: Values for a Godless Age. The Story of the UK’s New Bill of Rights, cit., pág. 34,
quien sitúa la base de la teoría en el famoso jurista A.V. Dicey y su Law of the Constitution.
14 Idem, pág. 35 y BRADLEY. A.W.: «The sovereignty of Parliament- in Perpetuity?», en The
Changing Constitution, cit., pág. 43.
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ra de la confianza (que no cubren toda intromisión en el derecho a la intimi-


dad personal, familiar o a la propia imagen)15. También nos encontramos con
esta carencia en relación con el derecho a la no discriminación; el Parlamen-
to británico remedió parcialmente esta laguna a través de la publicación de
una serie de Leyes sobre discriminación por razón de raza o sexo16.

II.2. EL CAMBIO EN EL STATUS QUO

¿Por qué se produce un cambio en el status quo y un cierto viraje hacia


una cultura de derechos al estilo continental?
En primer lugar, en algunos sectores de la intelectualidad británica existía
la percepción de que el Reino Unido se estaba quedando aislado del resto del
Continente ante la falta de una Constitución escrita, de una declaración de de-
rechos y de un sistema de Derecho público coherente. Este estado de cosas
debía ser remediado17.
Si del sistema constitucional británico cabría resaltar algo, esto era preci-
samente su flexibilidad y su capacidad de cambio como elementos positivos,
pero también en este punto habría fallado el sistema al no haberse adaptado
el país y su sistema jurídico a los cambios que necesitaba. En este sentido,
manifestaba algún autor, es peligroso tener siempre que confiar en remedios
foráneos para resolver los defectos del propio sistema18.
No eran pocos los que pensaban que el sistema de garantías de las li-
bertades en el Reino Unido no funcionaba tan bien como se decía. Los límites

15 KLUG, F.: Values for a Godless Age. The Story of the UK’s New Bill of Rights, cit. págs. 31 y
36. Francesca Klug nos dice que muchos ciudadanos británicos desconocen absolutamente que
esta sea la situación en el Derecho inglés y pone el ejemplo de la señora McLeod, quien descu-
brió, para su sorpresa, que a pesar de que su marido, separado de ella, sus hijos, el abogado del
primero y la policía entraron en su casa sin su permiso para recoger algunos muebles, como par-
te del acuerdo de separación, tres días antes de que la señora McLeod debiera legalmente en-
tregar la propiedad, la acción de allanamiento (trespass) en el ordenamiento inglés sólo le per-
mitía actuar en los tribunales contra los primeros, pero no contra la policía, pues el Derecho
inglés no contenía un derecho a la intimidad en sentido amplio (right to privacy) que le prote-
giera y sólo le ofrecía remedios frente a los demás implicados. Finalmente la señora McLeod tuvo
que esperar nueve años para que el TEDH le diera la razón y declarase vulnerado su derecho a
la vida privada y familiar del artículo 8 del Convenio [McLeod v. UK (1998), 27 EHRR 493, citado
por Klug]. Es un sistema, el inglés, de acciones y remedios.
16 Idem, pág. 37. Señala Klug que está muy bien que el Parlamento incremente los derechos
protegidos por una declaración de derechos, pero que por lo limitado del lenguaje que usan las
leyes y porque se adaptan peor a los nuevos desarrollos de aquéllos, nunca pueden sustituir a
una declaración de derechos.
17 LESTER, A.: «The Constitution: Decline and Renewal», The Changing Constitution, cit.,
págs. 345 y 368. Así se deduce también del libro de KLUG, Values for a Godless Age. The Story of
the UK’s New Bill of Rights, cit., o, por ejemplo, de sus comentarios en la página 7. Vid. también,
BOGDANOR, V.: The New British Constitution, Hart Publishing, Oxford and Portland, Oregon,
2009, pág. 57.
18 LESTER, A.: «The Constitution: Decline and Renewal», The Changing Constitution, cit.,
págs. 345, 368 y 369.
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a la soberanía parlamentaria estaban siendo demasiado débiles en una socie-


dad en la que la presencia de lo público era cada vez mayor; las minorías se
veían necesitadas de una mayor protección frente a la mayoría parlamentaria19
y nunca habría habido una igualdad ante la ley, más allá de la formal, entre
los gobernantes y los gobernados. Mientras los gobernantes seguían recla-
mando y consiguiendo en muchos casos inmunidad frente a la ley ordinaria y
trataban de evitar verse constreñidos por el Convenio Europeo de Derechos
Humanos, los ciudadanos se encontraban cada vez con mayores obstáculos
para enfrentarse a los poderes públicos20.

Los hitos en el camino

Fue el Gobierno de Tony Blair el que decidió incorporar, mediante la


aprobación de la Human Rights Act, el Convenio Europeo de Derechos Hu-
manos como Derecho interno tras su victoria en las elecciones de 1997. No
deja de sorprender que el Gobierno decidiera dar este paso cuando no exis-
tían presiones externas a tal fin: su introducción no se produce a raíz de unas
elecciones, una revolución, presiones en la calle o alguna directiva europea
en tal sentido, tampoco había encuestas al respecto ni lobbies ni presiones de
la prensa en tal dirección21. Por lo demás, el Gobierno se debate entre los mo-
mentos de silencio respecto de la introducción de la norma y los de entu-
siasmo y publicidad al respecto22. Y todo a pesar de encontrarnos ante una
norma que ha sido calificada como una de las piezas constitucionales más im-
portantes en la historia del Reino Unido23.
Tony Blair presentó su propuesta de incorporar el Convenio Europeo de
Derechos Humanos como Derecho interno estando en la oposición. Se trata-
ba de contrarrestar el record negativo de sentencias que el Reino Unido iba
acumulando en Estrasburgo y evitar que los ciudadanos británicos tuvieran

19 BRADLEY, A.W.: «The sovereignty of Parliament- in Perpetuity?», en The Changing Con-


stitution, cit., pág. 44; KLUG, F.: Values for a Godless Age. The Story of the UK’s New Bill of
Rights, cit., págs. 37 y 38; LESTER, A.: «The Constitution: Decline and Renewal», The Changing
Constitution, cit., págs. 345, 352 y 368. Lester habla del deterioro del habeas corpus, Klug de la
desprotección de un inexistente derecho a reunirse y manifestarse...
20 LESTER, A: «The Constitution: Decline and Renewal», The Changing Constitution, cit., 1989,
pág. 345.
21 KLUG, F: Values for a Godless Age. The Story of the UK’s New Bill of Rights, cit., págs. 19
y 50.
22 Idem, págs. 24 y 25.
23 JACK STRAW, Home Secretary [Jack Straw Announces Implementation Date for Human
Rights Act, Press Release (Home Office, 18 Mayo de 1999)] citado por KLUG, F.: Values for a God-
less Age. The Story of the UK’s New Bill of Rights, Penguin Books, England, 2000, págs.7 y 63. La
propia Francesca Klug califica la entrada en vigor de la Human Rights Act en octubre del año
2000 como un evento extraordinario en la historia británica, pág.19. Vid. también, FENWICK, H.,
Phillipson, Gavin, and Masterman, Roger: Judicial Reasoning under the UK Human Rights Act,
Cambridge University Press, 2007, pág. 1.
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que acudir a instancias internacionales para exigir responsabilidades a su


Gobierno por la vulneración de sus derechos. Desde el laborismo se decía
que no se trataba de dar a los individuos nuevos derechos, sino de hacer los
ya existentes más accesibles a través de la protección de los tribunales del
propio país. Por eso, el proyecto laborista se presentó a consulta bajo el títu-
lo: «Traer los Derechos a casa: Plan laborista para incorporar el Convenio Eu-
ropeo de Derechos Humanos en el Reino Unido»24. Tony Blair resaltaba que la
nueva ley lo que hacía era trasladar la palabra a los jueces británicos frente a
los europeos25.
Posteriormente el Gobierno laborista presentaría la Human Rights Act
como una pieza más de su reforma constitucional, pero como no se quería
dar una impresión de izquierda blanda con los derechos, imagen que había
contribuido a consolidar la derecha conservadora de Margaret Thatcher, se
hizo especial hincapié en que no se trataba de reforzar los derechos sin
contrapartida, sino que los derechos conllevan también responsabilidades y
que se protegerían desde una visión comunitarista, más que individualista de
los mismos. Desde esta perspectiva, la nueva declaración de derechos britá-
nica no tendría su foco en la protección de los derechos de los individuos
frente a la acción del Estado sino en inculcar una cultura de derechos y de-
beres mutuos que impregnase la sociedad británica26.
Finalmente, en la presentación de la futura Human Rights Act al Parla-
mento británico, en octubre de 1997, Tony Blair aunaría en su discurso varios
de los argumentos señalados:
«The Bill marks a major step forward in the achievement of our program-
me of reform. It will give people in the United Kingdom opportunities to en-
force their rights under the European Convention in British courts rather
than having to incur the cost and delay of taking a case to the European Hu-
man Rights Commission and Court in Strasbourg. It will enhance the aware-
ness of human rights in our society. And it stands alongside our decision to
put the promotion of human rights at the forefront of our foreign policy»27.

La Human Rights Act fue aprobada el 9 de noviembre de 1998 y entró en


vigor el 2 de octubre del año 200028.

24 «Bringing rights Home: Labour’s Plan to Incorporate the European Convention on Human
Rights into United Kigdom Law» (documento elaborado por JACK STRAW y PAUL BOATENG).
25 KLUG, F.: Values for a Godless Age. The Story of the UK’s New Bill of Rights, cit., pág. 62.
26 Idem, págs. 63-64.
27 TONY BLAIR: Rights brought home: the Human Rights Bill, presented to Parliament by the
Secretary of State for the Home Department, by command of her majesty, October 1997.
28 FENWICK, H., PHILLIPSON, G., AND MASTERMAN, R.: Judicial Reasoning under the UK
Human Rights Act, Cambridge University Press, 2007, pag.1.
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III. LOS RASGOS DEFINITORIOS DE LA HUMAN RIGHTS ACT:


¿UNA DECLARACIÓN DE DERECHOS?
EL ÁMBITO DE APLICACIÓN DE LA NORMA

Desde el año 1951, el Reino Unido está obligado en el plano internacio-


nal a respetar el Convenio Europeo de Derechos Humanos. La Human Rights
Act persigue, según su propio, y brevísimo preámbulo, extender la protección
de los derechos del Convenio al Derecho interno. Ahora bien, es importante
conocer con qué alcance se incorpora el Convenio Europeo de Derechos Hu-
manos. Podemos adelantar que la Human Rights Act no es exactamente una
declaración de derechos tal y como la concebimos en Europa, aunque haya
sido calificada como tal29.
La Human Rights Act no contiene un elenco de derechos definidos por la
norma y rodeados de garantías específicas. Desde el punto de vista sustantivo,
la Human Rights Act se extiende sólo a los derechos del Convenio, ni más ni
menos, o, más bien, menos, si nos ceñimos al artículo 1 de la Ley. Dicho ar-
tículo define el ámbito de aplicación de la misma, y lo limita a los derechos
recogidos en los artículos 2 a 12 y 14 del Convenio Europeo de Derechos Hu-
manos, a los artículos 1 a 3 del primer protocolo, y a los artículos 1 y 2 del
sexto protocolo, interpretados conforme a los artículos 16 y 18 del Convenio.
El Convenio recoge básicamente derechos de primera generación, por lo
que algunos ven con nostalgia que se haya perdido la oportunidad de ampliar
la protección a otros derechos de segunda y tercera generación30.
Conforme al artículo primero, queda excluido del ámbito de aplicación
de la Human Rights Act el artículo 13 del Convenio Europeo de Derechos Hu-
manos. Este artículo, como es sabido, impone a los Estados miembros la obli-
gación de proporcionar al individuo remedio frente a las vulneraciones de sus
derechos reconocidos por el Convenio. Paradójicamente, mientras que el
Reino Unido está obligado a proporcionar remedio a dicha vulneración desde
el punto de vista de sus obligaciones internacionales, no lo está desde el pun-
to de vista de su propio Derecho interno31. No hay más remedios frente a vul-
neraciones de los derechos del Convenio que, en principio, los que existían
antes de la entrada en vigor de la Human Rights Act32. En este sentido, como
en muchos otros aspectos, la Human Rights Act, a pesar de suponer un

29 KLUG, F.: Values for a Godless Age. The Story of the UK’s New Bill of Rights, cit., págs. 7 y
31. LORD STEYN, «Deference: A Tangled Story» [2005] Public Law pág. 346, citado por LEIGH, I.:
«Concluding Remarks», en Judicial Reasoning Under the Human Rights Act, ed. by Helen Fenwick,
Gavin Phillipson and Roger Masterman, Cambridge University Press, 2007.
30 KLUG, F.: idem.
31 BOGDANOR, V.: The New British Constitution, cit., pág. 60.
32 LADY HALE, en Campbell v. MGN, (57 [2004] 2 WLR 1232; [2004] 2 AC 457) citado por
PHILLIPSON, G.: «Clarity postponed: horizontal effect after Campbell», en FENWICK, H., PHILLIP-
SON G., AND MASTERMAN, R: Judicial Reasoning Under the Human Rights Act, Cambridge Uni-
versity Press, 2007, pág. 157.
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enorme paso hacia adelante en la protección de los derechos de los ciuda-


danos británicos, ha sido conservadora en sus términos y se ha mantenido en
una posición minimalista. En cualquier caso, a la larga es posible que los efec-
tos de la Human Rights Act puedan derivar en la introducción de una futura
declaración de derechos propia en el Reino Unido33.
Ciertamente, si una determinada vulneración de derechos no tenía re-
medio aparejado en el ordenamiento interno, no la tendrá por mor de la Hu-
man Rights Act, pero no es menos cierto que la entrada en vigor de la ley ha
supuesto un fuerte impulso para los jueces británicos. Estos se han sentido le-
gitimados, por primera vez, porque entienden que así lo ha querido el Parla-
mento británico al aprobar la ley que comentamos, para recurrir a técnicas de
interpretación que antes de la entrada en vigor de la ley se habrían entendido
como demasiado creativas e inadecuadas, por tratarse de órganos del Estado
no democráticos34. El uso de estas nuevas técnicas, más allá de las estrictas re-
glas de la interpretación literal de la voluntad del Parlamento como órgano so-
berano, ha permitido a los jueces, en algunos casos, extender el ámbito de
aplicación de remedios ya existentes a casos que previamente no se entendí-
an amparados por tales acciones.
Es el caso, por ejemplo, de la utilización del concepto de breach of
confidence para, más allá de su significado inicial y literal, cubrir la protección
de informaciones cuya publicación no supone realmente una violación de un
deber de confianza por parte de la prensa, pero que se encuentran en el ám-
bito de las informaciones relativas al derecho a la privacy o derecho a la in-
timidad en sentido amplio, recogido por el Convenio en su artículo 8 y que
por eso se protegerían35. Tanto es así que algunos autores, incluidos algunos

33 No conviene dejarse engañar por la retórica de algunos políticos, que desde hace tiempo
hablan de la necesidad de introducir una declaración de derechos «puramente» británica en este
país. En muchos casos, lejos de perseguir una mayor protección de los derechos fundamentales
en el Reino Unido, tales declaraciones persiguen retroceder en el camino recorrido y restringir la
protección ofrecida, bajo el disfraz de que la nueva realidad no ha hecho más que erosionar las
viejas libertades británicas. El Convenio, que siempre se ha considerado un acuerdo de mínimos
entre los diversos países signatarios, para algunos políticos británicos parece ser un techo de-
masiado alto. Vid., por ejemplo, el artículo de The Guardian del 28 de febrero de 2009, sobre las
declaraciones del líder del Partido Conservador, David Cameron (y del liberal Nick Clegg) titula-
do: «Cameron pledges Bill to restore british freedoms» (en www.guardian.co.uk), o el discurso de
Cameron en el Centre for Policy Studies de Londres, el 26 de junio de 2006 (recogido por The
Guardian bajo el título: «Cameron promises UK Bill of Rights to replace Human Rights Act»).
34 Sobre las nuevas formas de argumentación, sirva como ejemplo lo dicho por KAVANAGH,
A. en: «Choosing between sections 3 and 4 of the Human Rights Act 1998: judicial reasoning after
Gaidhan v. Mendoza», en Helen Fenwick, Gavin Phillipson and Roger Masterman, Judicial Rea-
soning Under the Human Rights Act, Cambridge University Press, 2007, págs. 114 y ss.
35 LADY HALE en el caso «Campbell» (dicta): «The 1998 Act does not create any new action
between private persons. But if there is a relevant cause of action applicable, the court, as a public
authority must act compatibly with both parties’ Convention rights. In a case such as this, the
relevant vehicle will usually be the action of breach of confidence, as Lord Woolf held in A v. B
plc., para. 4» [[2004] 2 WLR 1232], [énfasis añadido]; Citado por Gavin Phillipson en: «Clarity post-
poned: horizontal effect after Campbell», ed. Helen Fenwick, Gavin Phillipson and Roger Mas-
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EL CONVENIO EUROPEO DE DERECHOS HUMANOS... 327

de los jueces lores, han llegado a hablar de que la breach of confidence se ha


transformado, en el Derecho británico, después de la entrada en vigor de la
Human Rights Act, en un tort of misuse of private information36.
Antes de la entrada en vigor de la Human Rights Act el Derecho inglés
sólo protegía al sujeto frente a publicaciones en prensa o en otros medios de
comunicación social de datos relativos a su intimidad cuando estos datos hu-
bieran sido obtenidos vulnerando, el sujeto que comunicaba la información,
una obligación de confianza hacia el sujeto sobre el que se informaba. Con la
entrada en vigor de la Human Rights Act los tribunales ingleses han interpre-
tado que lo importante no es la existencia de la relación de confianza, sino la
propia naturaleza de la información, y si ésta entra dentro de la que pertene-
ce a la intimidad del sujeto se presumirá la violación de la confianza. Así, la
acción británica de breach of confidence se reinterpreta y se diluye en el ám-
bito del derecho protegido por el artículo 8 CEDH (caso Campbell)37.

LOS POSIBLES EFECTOS HORIZONTALES DE LA NORMA Y EL ALCANCE


DE LOS DERECHOS PROTEGIDOS POR LA HUMAN RIGHTS ACT

Señalábamos que la Human Rights Act no es exactamente una declara-


ción de derechos como las que conocíamos hasta ahora; nos encontramos
más bien ante una declaración de derechos por remisión, si cabe decir tal
cosa. El artículo 6 (1) de la Human Rights Act señala que las autoridades pú-
blicas deben actuar de forma compatible con los derechos del Convenio Eu-
ropeo de Derechos Humanos enumerados en el artículo primero de la Hu-
man Rights Act. La Human Rights Act no define por si misma estos derechos,
como hemos visto, sino que remite la definición de los mismos al Convenio.
Cualquier actuación incompatible con éstos es ilegal de acuerdo con el artí-
culo 6 (1), aunque con matices, eso sí, derivados del principio de soberanía
parlamentaria, que nunca ha desaparecido de escena, aunque haya visto
algo relegado su papel.
Se ha discutido profusamente en la doctrina el alcance del término autori-
dad pública al que hace referencia este artículo 6. Aunque la discusión escapa

terman, Judicial Reasoning Under the Human Rights Act, Cambridge University Press, 2007,
págs. 157-158. No todos los jueces opinan igual o son igual de contundentes que Lady Hale,
como señala el propio Phillipson en el artículo mencionado (págs. 157-167).
El caso Campbell se refiere a la información dada por determinada revista del corazón de que
la modelo había sido drogadicta y estaba sometiéndose a un tratamiento de desintoxicación en
Narcóticos anónimos y a las fotos publicadas, tomadas fuera de la clínica, en la que aparecía la
modelo junto a otras personas que seguían el tratamiento.
36 FENWICK, H., PHILLIPSON, G. and MASTERMAN, R: Judicial Reasoning Under the Hu-
man Rights Act, Cambridge University Press, 2007, pág. 18.
37 Vid. PHILLIP, G.: «The common law, privacy and the Convention» en ed. Helen Fenwick,
Gavin Phillipson and Roger Masterman, Judicial Reasoning Under the Human Rights Act, Cam-
bridge University Press, 2007, págs. 215 y ss, y del mismo autor, en la misma obra, «Clarity post-
poned: horizontal effect after Campbell», págs. 156-158.
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328 SUSANA SÁNCHEZ FERRO

el marco del presente trabajo merece la pena resaltar que, según el apartado 3
de este mismo artículo 6 de la Human Rights Act, el concepto de autoridad pú-
blica se refiere a cualquier persona que desempeñe funciones públicas, inclui-
dos los jueces y tribunales ordinarios. En este sentido, este apartado tercero del
artículo 6 ha sido el pilar en el que se han apoyado aquellos que, como Lady
Hale, han defendido que la Human Rights Act tiene efectos horizontales, aun-
que no contenga ninguna disposición expresa al respecto38. Lord Irvine, el Lord
Chancellor, se encuentra entre los que afirman que esta disposición perseguía
precisamente este objetivo, ya que la obligación de los jueces de actuar con-
forme al Convenio les debería llevar a aplicar el common law, de aplicación en
muchas relaciones inter privatos, conforme al Convenio (interpretación con-
forme tal y como se entiende en los sistemas constitucionales europeos).
El reconocimiento por parte de los jueces de los efectos horizontales de
la norma es desigual y fragmentario. No todos los jueces, incluidos los jueces
lores de la House of Lords, reconocen efectos horizontales a la misma y entre
los que los reconocen, no todos lo hacen respecto de cualquier ámbito de las
relaciones entre particulares. Los efectos se han ido desarrollando caso por
caso, pragmáticamente39.
La pregunta que surge en este contexto es la de si la incorporación de los
derechos del Convenio ha supuesto la incorporación también de la jurispru-
dencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, y con qué alcance. La
ley, en el artículo 2, dispone que cuando un juez deba resolver un caso en el
que esté implicado un derecho del Convenio, aquél deberá «tomar en consi-
deración» la jurisprudencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos (y de
la Comisión) contenida en sus sentencias, así como las decisiones, declara-
ciones u opiniones de éste (art. 2.1 Human Rights Act). Se ha dicho que esto
permitiría a los jueces británicos tomar el Convenio y la jurisprudencia del Tri-
bunal Europeo como un punto de partida más que como un punto de llega-
da y extender el ámbito de protección de los derechos más allá de lo que lo
ha hecho el propio Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Ello podría y
debería desatar un diálogo con el Tribunal Europeo que sería fructífero para
ambos, ya que el Reino Unido pasaría por fin de ser un sujeto pasivo del
Convenio (y recibir sentencias en su contra) a ser sujeto activo del mismo y
contribuir a su evolución.
El juez británico está obligado a actuar conforme al Convenio pero no
está obligado a actuar conforme a la jurisprudencia del Tribunal Europeo de

38 Vid. nota 34.


39 En algunos ámbitos se ha admitido en mayor medida el efecto horizontal de la norma,
como es el caso de la breach of confidence en los conflictos entre el derecho a la información y
el derecho al honor, a la intimidad o a la propia imagen y en otros casi no se han producido
cambios en este punto, como es por ejemplo el derecho de familia, en relación con los menores.
Vid. PHILLIP, G.: «Clarity postponed: horizontal effect after Campbell» y «The common law, privacy
and the Convention» y HARRIS-SHORT, S.: «Family Law and the Human Rights Act 1998» en ed.
Helen Fenwick, Gavin Phillipson and Roger Masterman, Judicial Reasoning Under the Human
Rights Act, Cambridge University Press, 2007.
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EL CONVENIO EUROPEO DE DERECHOS HUMANOS... 329

Derechos Humanos, está simplemente habilitado para tomar en consideración


dicha jurisprudencia. El juez no está obligado a tomar la jurisprudencia del
Tribunal como si de un mero precedente se tratase, y ello conlleva un im-
portante cambio en el modo de razonar que hasta entonces se le suponía al
juez británico, acostumbrado al sistema de precedentes. El juez podría desa-
rrollar argumentos de principio —extraídos de la jurisprudencia del TEDH— y
no seguir estrictamente reglas. En definitiva, el juez británico no está atado al
nivel de protección de los derechos ofrecido por la jurisprudencia del Tribu-
nal Europeo y podría ir más allá40.
Pues bien, mientras que los jueces se han sentido legitimados para ser
más creativos en un campo que siempre ha sido considerado de su dominio,
el del derecho de creación judicial o common law, en otros ámbitos los jue-
ces no se han sentido legitimados para separarse de las pautas de interpre-
tación que se venían manejando hasta entonces. Curiosamente, la interpre-
tación del artículo 2 de la Human Rights Act se ha seguido en su mayor
parte como si de un supuesto de precedente se tratara. Veamos un caso con-
creto.
En materia de derecho a la intimidad, la Court of Appeal declaró que, a
pesar de que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos hubiera cambiado
su interpretación de la información que debe ser calificada como íntima o pri-
vada a los efectos del artículo 8 del Convenio en el caso Von Hannover, que
se decidió después de que la House of Lords hubiera resuelto el caso Camp-
bell, sólo esta última podría adaptar su jurisprudencia sobre breach of confi-
dence a este cambio de jurisprudencia en Estrasburgo. Por lo tanto, la Court
of Appeal, siguió la jurisprudencia del caso Campbell, esperando a que la
House of Lords tuviera a bien adaptarse al cambio de jurisprudencia del Tri-
bunal de Europeo41. De esta forma, ese diálogo que algunos preconizaban
que se podría mantener con Estrasburgo para influir en la dirección de la ju-
risprudencia europea sobre derechos sólo se producirá entre las máximas ins-
tancias judiciales del país y el Tribunal Europeo42.
Además, los tribunales británicos, de forma mayoritaria, han mantenido
que no es posible innovar y extender el ámbito de aplicación de los derechos
del Convenio en el Derecho interno británico más allá de lo que ha estable-

40 KLUG, F.: Values for a Godless Age. The Story of the UK’s New Bill of Rights, Penguin
Books, England, 2000, pág. 21.
41 En un conflicto parecido, la Court of Appeal siguió la jurisprudencia de la House of Lords,
pero dio permiso a las partes para recurrir a esta última, de forma que los lores tuvieran la opor-
tunidad de rectificar su jurisprudencia y adaptarla a la del Tribunal Europeo de Derechos Hu-
manos. FELDMAN, D.: «Institutional Roles and Meanings of ‘compatibility’ under the Human
Rights Act 1998, en FENWICK, H., PHILLIPSON, G., MASTERMAN, R.: Judicial Reasoning Under
the Human Rights Act, Cambridge University Press, 2007, págs. 106 y 107.
42 Sobre ese posible diálogo y el papel de leader que podría jugar el Reino Unido en el de-
sarrollo de la jurisprudencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos vid. MASTERMAN, R.:
«Aspiration or foundation. The status of the Strasbourg Jurisprudence and the ‘Convention rights’
in domestic law», cit., pág. 78.
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330 SUSANA SÁNCHEZ FERRO

cido el propio Tribunal Europeo de Derechos Humanos en su jurispruden-


cia43.

EL «CONTROL DE INCOMPATIBILIDAD» Y LA «INTERPRETACIÓN CONFORME»


AL CONVENIO EUROPEO DE DERECHOS HUMANOS

En cualquier caso, el verdadero hito histórico, el fin de la irreductible Bri-


tania, siguiendo con el símil del maravilloso cómic de Gostiny y Uderzo, se
produce, sin duda alguna, con la introducción de un control análogo al con-
trol de constitucionalidad por la Human Rights Act. El parámetro de ese
control no es otro que el Convenio Europeo de Derechos Humanos, si bien
no en su totalidad, pues ya hemos visto como el artículo 1 reduce el ámbito
de aplicación de la Human Rights Act respecto del ámbito de aplicación del
Convenio.
Los jueces y tribunales británicos vienen obligados por el artículo 3 de la
Human Rights Act a interpretar la legislación británica (Derecho primario y de-
rivado: statutes y normas subordinadas) de forma compatible con el Convenio
Europeo y cuando ello no sea posible, pueden declarar, por primera vez, la
incompatibilidad de las leyes emanadas del Parlamento de Westminster con la
Human Rights Act, y por lo tanto, con el Convenio Europeo de Derechos Hu-
manos (art. 4 Human Rights Act).
Además, cada vez que un Ministro presenta un proyecto de Ley en el Par-
lamento de Westminster, debe hacer una declaración expresa sobre si, en su
opinión, la norma es o no compatible con el Convenio (art. 19 Human
Rights Act). Esto introduce necesariamente en el debate parlamentario argu-
mentos de compatibilidad de la norma con los derechos del Convenio.
Como en el Reino Unido sigue en pie el principio de soberanía parla-
mentaria, la declaración de incompatibilidad no produce la invalidez de la ley
[art. 3.2 b) Human Rights Act], aunque los tribunales pueden anular normas
inferiores a la ley y actos de los poderes públicos, siempre que no deriven di-
rectamente de las leyes aprobadas por Westminster [art. 3.2 c) Human Rights
Act] 44. Tampoco produce la inaplicación de la ley, pues los jueces británicos
deben aplicar la Ley, aunque sea contraria al Convenio Europeo de Derechos
Humanos, sino que tal declaración de incompatibilidad lo que supone es una
llamada de atención al Parlamento, una recomendación que, sin embargo, ca-
rece de fuerza vinculante, puesto que el Parlamento no está obligado a dero-

43 Vid. MASTERMAN, R.: «Aspiration or foundation. The status of the Strasbourg Jurispru-
dence and the ‘Convention rights’ in domestic law», cit.
44 El principio de soberanía sólo se aplica a las normas emanadas del Parlamento de West-
minster, por lo que se ha introducido para las leyes escocesas un control de convencionalidad
que conlleva la posibilidad de anular las leyes de dicho parlamento escocés [1998 Scotland Act].
El Parlamento de Westminster es el único soberano, la Devolution Act no ha cambiado esto
[KLUG, F.: Values for a Godless Age. The Story of the UK’s New Bill of Rights, cit., pág. 8].
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EL CONVENIO EUROPEO DE DERECHOS HUMANOS... 331

gar o modificar la Ley que ha sido declarada incompatible45. Y en cualquier


caso, la actuación del Parlamento no conlleva necesariamente la reparación de
la vulneración concreta del derecho del particular46. Esto tiene relevancia en
relación con la forma en que los jueces utilizan las cláusulas de los artículos 3
y 4 de la Human Rights Act47.
Pues bien, en ocasiones la utilización de la cláusula de interpretación
conforme al Convenio del art. 3 de la Human Rights Act se ha hecho forzan-
do el tenor literal de la Ley, buscando garantizar al particular de forma inme-
diata el remedio frente a la vulneración de su derecho, pues ello no se iba a
conseguir mediante la declaración de incompatibilidad; mientras que en otras
no se ha llevado a cabo dicha interpretación conforme, en una situación muy
parecida, por considerar que existían numerosas implicaciones de política le-
gislativa que lo desaconsejaban y que hacían necesario deferir la cuestión al
Poder Legislativo. En estos casos se declara la incompatibilidad y se aplica, no
obstante, la ley incompatible al caso concreto48.

45 BOGDANOR, V.: The New British Constitution, cit., pág. 60. De las 17 declaraciones de in-
compatibilidad que se produjeron desde la entrada en vigor de la Human Rights Act, en el año
2000, hasta enero de 2009, el Parlamento británico remedió 14 de las incompatibilidades, estaba
analizando cómo remediar dos de las restantes y consultando públicamente qué hacer ante la úni-
ca de las declaraciones que quedaba por remediar.
46 La no incorporación del artículo 13 del Convenio Europeo hace que no exista una obli-
gación de reparar la vulneración del derecho convencional si no existía dicha obligación con-
forme al Derecho inglés. BOGDANOR, V.: The New British Constitution, cit., pág. 61.
47 Vid. GEARTY, C.: Principles of human rights adjudication, Oxford University Press, Oxford
2004, págs. 50 y ss sobre cómo afecta a la distribución de poderes el diferente uso que hagan los
tribunales de ambas cláusulas.
48 Un ejemplo de ello lo tenemos en los casos de Ghaidan v. Mendoza [2004] 3 WLR 113 y
Bellinger v. Bellinger [2003] UKHL 21; [2003] 2 AC 467 (HL). En el primero, la House of Lords con-
sideró que era posible leer una sección de la Ley de Arrendamientos de 1977 [sección 2 (2) del
Esquema 1 de la Rent Act] de forma que aunque literalmente sólo se permitía la subrogación del
marido o de la mujer en el alquiler a la muerte del cónyuge siempre que hubiesen vivido con-
juntamente «como marido y mujer», este derecho pudiera extenderse también a las parejas de he-
cho. En Bellinger en cambio, el mismo Tribunal consideró que era preferible hacer una declara-
ción de incompatibilidad de la Ley por el juicio de política legislativa que suponía modificar la
interpretación de la misma. La Ley [sección 11 (c) del Matrimonial Causes Act 1973], señalaba que
desde el 31 de julio de 1971 el matrimonio sería nulo sólo si las partes contrayentes no eran res-
pectivamente hombre y mujer. En Derecho inglés desde antiguo se había identificado el término
hombre y mujer con el sexo de nacimiento. Esto afectaba evidentemente a los transexuales, que
no podían casarse con alguien que tuviera su mismo sexo de nacimiento, a pesar de que ellos
hubieran cambiado el suyo. Mrs Bellinger era una transexual que había nacido hombre y se ha-
bía convertido legalmente en mujer. Mrs Belllinger quería que los tribunales ingleses declarasen
que su matrimonio, que ya duraba 20 años, era válido y subsistía. Mrs Bellinger no vio reparada
la vulneración de su derecho al matrimonio por los tribunales ingleses (art. 12 del Convenio en
relación con el artículo 8 del mismo), ya que éstos aplicaron la Ley una vez declarada la incom-
patibilidad con el Convenio y deferida la solución de la cuestión al Legislativo.
Vid. KAVANAGH, A.: «Choosing between sections 3 and 4 of the Human Rights Act 1998: ju-
dicial reasoning after ‘Gaidhan v. Mendoza’», en Helen Fenwick, Gavin Phillipson and Roger Mas-
terman, Judicial Reasoning Under the Human Rights Act, Cambridge University Press, 2007,
págs. 117-128; FELDMAN, D.: «Institutional Roles and Meanings of ‘compatibility’ under the Hu-
12_Susana Sanchez 19/5/10 11:01 P gina 332

332 SUSANA SÁNCHEZ FERRO

Ante la declaración de incompatibilidad el Parlamento puede o no reac-


cionar: hasta ahora lo ha venido haciendo49. La Human Rights Act contempla
también una reacción rápida, más allá de la modificación o derogación de la
Ley por los cauces del procedimiento legislativo ordinario. El artículo 10 (2)
permite a los Ministros modificar la legislación declarada incompatible cuan-
do consideran que hay razones de peso que compelen en tal dirección, si
bien la modificación (hecha a través de una remedial order) debe ser apro-
bada por las dos Cámaras del Parlamento mediante una resolución, transcu-
rridos 60 días desde que se les presentara el borrador por el Ministro [Sche-
dule 2, 2 (a)]50. Si el Ministro considera que la urgencia le impide presentar
ese borrador y esperar a que el Parlamento se pronuncie, debe señalarlo en la
orden y no tiene que esperar a la resolución de las Cámaras [Schedule 2, 2 (b)
y 4]. Ahora bien, de forma también inmediata el Ministro deberá entregar la
orden al Parlamento y si este no se pronuncia en los 120 días desde que se
aprobó la orden, entonces la orden dejará de surtir efectos, pero sólo hacia el
futuro [Schedule 2, 4 (4)].
En fin, aunque el principio de soberanía parlamentaria no se haya visto
afectado en su esencia, indudablemente se ha visto debilitado por la entrada
en vigor de la Human Rights Act. Por primera vez una norma sirve de pará-
metro de interpretación de todo el Derecho anterior. Además, por primera vez
una Ley vincula al Parlamento en cuanto que las leyes futuras deberán ser in-
terpretadas conforme al Convenio Europeo de Derechos Humanos y podrán
ser declaradas incompatibles en virtud de la Human Rights Act51. El parecido
con una Constitución es próximo en este punto, aunque no llegue a identifi-
carse por completo, al menos en el sentido de una Constitución rígida, pues,
ciertamente, el Parlamento de Westminster conserva la competencia para de-
rogar esta norma en el futuro (aunque debe hacerlo explícitamente)52.
Estamos en presencia, pues, no de un factor de supralegalidad, basado en
una especial rigidez procedimental, sino de un factor de resistencia normativa
(fuerza pasiva) basado en una reserva de estricta denominación (expresa y por
eso formal). Se ha atenuado, quizás, la flexibilidad de esta parte de la Consti-
tución británica, pero esa flexibilidad no se ha mudado en auténtica rigidez,
esto es, la Constitución británica sigue siendo jurídicamente, después de la en-

man Rights Act 1998, en Helen Fenwick, Gavin Phillipson and Roger Masterman, Judicial Rea-
soning Under the Human Rights Act, Cambridge University Press, 2007, pág. 108. Sonia Harris-
Short habla de deferencia al Parlamento en una cuestión de políticas públicas sensible [HARRIS-
SHORT, S.: «Family Law and the Human Rights Act 1998: judicial restraint or revolution?», en Helen
Fenwick, Gavin Phillipson and Roger Masterman, Judicial Reasoning Under the Human Rights Act,
Cambridge University Press, 2007, pág. 313]
49 BOGDANOR, V.: The New British Constitution, cit., pág. 60.
50 Sobre la introducción de esta cláusula, GEARTY, C.: Principles of human rights adjudi-
cation, Oxford University Press, Oxford 2004, pág. 49.
51 BOGDANOR, V.: The New British Constitution, cit., pág. 59.
52 Idem, págs. 59 y 60 y BRADLEY, A.W.: «The sovereignty of Parliament- in Perpetuity?», en
The Changing Constitution, cit., pág. 48.
12_Susana Sanchez 19/5/10 11:01 P gina 333

EL CONVENIO EUROPEO DE DERECHOS HUMANOS... 333

trada en vigor de la Human Rights Act, una Constitución flexible. Sin embargo,
muchas veces no ata tanto lo que se puede y no se puede hacer jurídicamen-
te hablando, sino lo que la realidad permite, y es dudoso que tras unos años
de funcionamiento, cualquier Gobierno británico, por contrario que sea a la
norma, pueda volver hacia atrás como si la Human Rights Act y el control de
la actividad de los poderes públicos británicos nunca hubiera existido.

IV. CONCLUSIÓN

El Reino Unido, siempre tan fóbico frente a lo importado del viejo Con-
tinente, ha dado cabida al Derecho constitucional internacional europeo, a tra-
vés de la incorporación del Convenio Europeo de Derechos Humanos como
Derecho interno, y se ha rendido a razonamientos como el de la proporcio-
nalidad ante la injerencia en los derechos de los individuos, o el de la legiti-
midad de los objetivos perseguidos por el Estado para limitar los derechos no
absolutos. Por otro lado, la Human Rights Act, sobre todo por el juego de sus
artículos 3 y 4, ha abierto una espita, si no lo había hecho ya la incorporación
del Reino Unido a la UE, por la que se cuela inevitablemente el Derecho
constitucional europeo (con sus técnicas de argumentación específicas, como
la de la argumentación conforme, y el análisis de la constitucionalidad de las
disposiciones normativas con fuerza de ley).
El impacto de esta norma, no ya sólo en el Reino Unido, sino en el deve-
nir del ordenamiento jurídico internacional europeo, es y será enorme. Europa,
y en este caso, el Reino Unido, han dado un nuevo paso en el acercamiento
de su Derecho Público, que comenzó siendo un simple acercamiento a nivel
internacional y que luego ha ido calando de forma más o menos perceptible
por los intersticios del Derecho interno de los diferentes países del Continente.
Sin duda, después de lo visto, se comprenderá por qué desde el propio Reino
Unido se califica a esta Human Rights Act como el mayor hito en la historia
constitucional del Reino Unido en los últimos 100 años.

* * *

TITLE: The Human Rights Act, a written Bill of Rights as the Continental ones?

ABSTRACT: This article explores the way in which the Human Rights Act was introduced in the
political debate by the Labour Party and how it was passed without much noise despite the fore-
seeable impact that it might have in the British legal system. More than ten years are gone since
then, so it seems the right time to analyze its effects. For the first time, the British judges can carry
out a conventional control of the Acts of Parliament and make a declaration of incompatibility of
these Acts with the European Convention on Human Rights. This declaration of incompatibility
does not affect the validity of the law, but it has clearly modified the way in which the British
judges approach the interpretation of the law. British judges are now adopting constitutional tech-
niques long used in the continental Europe. After the analysis of the Human Rights Act we con-
clude that the British legal system is coming closer to the constitutional systems that have domi-
nated Europe in the last century.
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334 SUSANA SÁNCHEZ FERRO

RESUMEN: Este artículo explora cómo se aprobó la Human Rights Act, a inicitativa del Parti-
do Laborista y sin que el asunto levantara mucha polvareda, a pesar del impacto que la aproba-
ción de dicha Ley tendría, sin duda, en el sistema legal británico. Han pasado más de diez años
desde que la Human Rights Act fuera aprobada por el Parlamento inglés y no es mala fecha para
realizar una valoración de los efectos que ha tenido la norma en el mencionado sistema. Por pri-
mera vez, los jueces británicos pueden llevar a cabo un control de convencionalidad de las leyes
aprobadas por el Parlamento y hacer una declaración de incompatibilidad de dichas leyes con el
Convenio Europeo de Derechos Humanos. La declaración de incompatibilidad no afecta a la va-
lidez de la ley pero sí influye en la forma en la que los jueces británicos se aproximan a la inter-
pretación de las leyes. Los mencionados jueces están recurriendo en mayor medida a técnicas de
interpretación constitucional utilizadas desde hace tiempo en el viejo continente. La Human
Rights Act ha producido un acercamiento evidente entre el sistema británico de Constitución fle-
xible y el europeo de Constitución rígida.

KEY WORDS: British Law. Fundamental Rights. European Convention on Human Rights. Ju-
dicial Review. Constitutional Interpretation. Comon Law. Civil Law.

PALABRAS CLAVE: Derecho británico. Constitución flexible y constitución rígida. Derechos


fundamentales. Convenio Europeo de Derechos Humanos. Tutela Judicial. Interpretación consti-
tucional.

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