cortes 1188
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RESUMEN:
La delimitación del origen de la democracia representativa ha sido fruto de
numerosos estudios que culminaron el 18 de junio de 2013 con la consideración
por parte de la UNESCO de las Cortes de León de 1188 como origen del sistema
representativo parlamentario actual. Los Decreta de León constituyen el corpus
documental que contiene la manifestación, constatada hasta el presente, más anti-
gua al sistema parlamentario europeo y que se plasmó en su inclusión en el Regis-
tro de la Memoria del Mundo. Por su semejanza con las prácticas modernas de
representación parlamentaria, podría considerarse que poseen un patrimonio cons-
titucional y suponen la primera piedra fundacional del estado de Derecho y de la
legalidad.
PALABRAS CLAVE:
Parlamentarismo, Curia Regia, Decreta, Alfonso IX.
ABSTRACT:
The delimitation of the origin of representative democracy has been the result
of numerous studies that culminated on June 18, 2013 with the consideration by
UNESCO of the Cortes de León of 1188 as the origin of the current parliamentary
representative system. The Decrees of León constitute the documentary corpus
that contains the manifestation, verified up to the present, older than the European
parliamentary system and that was reflected in its inclusion in the Memory of the
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KEY WORDS:
Parliamentarism, Curia Regia, Decreta, Alfonso IX.
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8/the-decreta-of-leon-of1188-the-oldest-documentary-manifestation-of-the-european-par-
liamentary-system/)
5 A. Frederick Pollard 1920, 32.
6 Ibídem, 3.
7 J. Allan Hattersley 1930, 78.
8 J. Mackintosh 1830, 217.
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UNESCO18 de las Cortes de León de 118819 como origen del sistema representa-
tivo parlamentario actual.
La Cortes de León de 1188 apenas cuentan con estudios de carácter mono-
gráfico20. Las principales aportaciones relativas a las mismas se centran en la pro-
blemática determinación de su fecha de celebración.
Aunque las opiniones de los historiadores varían, la mayoría de la doctrina
coincide en considerar que la antigua Curia Regia es el precedente institucional
más cercano a las Cortes.
El hecho más significativo es la representación de la gente común en la Curia
a través de ciudadanos elegidos por cada uno de los Consejos del Reino. Se refle-
jaba un modelo original de gobierno y administración dentro del marco de las
instituciones medievales españolas, donde la presencia institucional de la gente
común en la toma de decisiones de nivel superior, junto con el rey, la iglesia y la
nobleza, se produce por primera vez a través de los ciudadanos de los pueblos y
ciudades.
Desde un sector negacionista, encabezado por Estepa Díez se considera que,
aunque la fecha documentada más antigua de presencia de representantes del pue-
blo sea la Curia de León de 1188, no supone que en la historia española el pueblo
no haya participado previamente en asambleas convocadas por el rey. Este autor
defiende la conveniencia de analizar un acontecimiento anterior enormemente
importante «si la verdadera dimensión de la participación concejil, en cuanto
ampliación social de la Curia Regia, se ha de entender sobre todo en un contexto
más amplio, es decir, la general evolución social e institucional del período, tam-
bién debemos considerar que una posible dimensión popular –aunque enteramente
pasiva– deber ser comprendida históricamente a la luz de acontecimientos de su
mismo índole, ya que estos constituyen igualmente un contexto histórico más
amplio» 21.
Se hace referencia a la participación del pueblo en el Concilium de 1135 que
tuvo lugar en León y que sirvió como marco solemne para la coronación de Alfon-
so VII como emperador hispánico. La Chronica Adefonsi Imperatoris describe de
manera precisa los acontecimientos que tuvieron lugar en torno a la festividad de
18 http://www.unesco.org/new/es/communication-and-information/memory-of-the world/regis-
ter/full-list-of-registered-heritage/registered-heritage-page-8/the-decreta-of-leon-of-1188-
the-oldest-documentary-manifestation-of-the-european-parliamentary-system/
19 Durante el período de 1157 a 1230 hubo dos reinos independientes, León y Castilla, regidos
por Alfonso IX y Alfonso VIII –gobernados por miembros de la misma familia–. Por tanto,
las Curia de 1188 es fundamentalmente una Curia del monarca Alfonso IX que se refiere
solo al reino de León.
20 Así lo deja patente De Ayala Martínez en la bibliografía final del capítulo: C. De Ayala Mar-
tínez 1988, 79-103.
21 C. Estepa Díez 1990, 28.
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22 La denominación plebs requiere ser tratada con cierta cautela ante su significativo de acuerdo
a los testimonios del siglo XII, particularmente los procedentes de las fuentes narrativas.
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Alfonso IX fue el último rey de León cuyo ascenso al trono tuvo lugar a la
temprana edad de diecisiete años como consecuencia de la muerte de su padre,
Fernando II de León en enero de 1188.
Su reinado tuvo una duración superior a cuarenta años, comprendidos entre
1188 a 1230.
Alfonso nació en Zamora, el 15 de agosto de 1171. Era el único hijo del
matrimonio de Fernando II de León y la princesa portuguesa, Urraca, hija de
Alfonso I de Portugal24.
Su padre, Fernando II de León, era el hijo menor de Alfonso VII de León y
Castilla, quien había dividido su reino entre sus hijos. En el año 1230 los reinos
de León y Castilla se unieron con el monarca castellano, Fernando III de Castilla,
hijo de Alfonso IX.
Sus primeros años estuvieron marcados por dificultades. Alfonso IX padecía
ataques de epilepsia, que le valieron el apodo de «Alfonso IX, el Baboso» y según
sostienen algunos autores era parcialmente ciego. Otro de los problemas que mar-
có su infancia fue la negativa del Papa a sancionar el matrimonio de Fernando II
y Urraca de Portugal, que fue anulado en 1175 por razones de consanguinidad.
Su padre, Fernando II contrajo de nuevo matrimonio con Urraca López de Haro
del cual nació el Infante Sancho. Dos infantes hijos de Fernando II, Alfonso y
Sancho eran llamados a la sucesión lo que supuso una tensa relación entre Alfonso
y su madrasta que deseaba el trono para su propio hijo.
Otro hecho que refleja la penosa infancia de Alfonso IX, fue el aislamiento
obligatorio de su madre en la corte portuguesa.
Los duros enfrentamientos que pusieron en riesgo la vida de Alfonso IX supu-
sieron que, con el apoyo de los Traba y la Corte portuguesa, abandonara España y
decidiera regresar a Portugal, lugar en el que se encontraba refugiada su madre25.
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Desde una perspectiva política, confluyen dos tipos de intereses, por un lado,
el esfuerzo de los Reyes por la obtención de aliados entre la burguesía y, por otro,
el interés de los ciudadanos por aprovechar las necesidades de la Corona para
imponer su propia postura política.
Circunstancias generales y específicas, de índole socioeconómica y política,
explican el fenómeno de la integración de los pujantes concejos en la articulada
estructura institucional de la monarquía, una integración que obedece a intereses,
necesidades mutuas y condicionamientos de carácter coyuntural. Un simple dato
permite plasmar esta información: cuando en 1188, Alfonso IX decide, en medio
de penosísimas circunstancias económicas, convocar su extensa y matizada Curia
extraordinaria, lo hace ante la inminente amenaza de su madrasta, la reina Urraca,
que, con el apoyo de sus partidarios leoneses y el respaldo militar de todo el reino
de Castila, pugnaba por desbancarle del poder y entronizar a su pequeño hijo, el
infante Sancho Fernández. Es evidente que el complejo y problemático inicio del
reinado hacía más que conveniente para Alfonso IX conseguir el apoyo del con-
junto del Reino a través del cauce institucional de la Curia28.
«a.… ceterum est uniuersis per regnum meum constitutis, quod in primordio
regni mei, cum primo curiam celebraut apud Legionem, in claustro Sancti Ysi-
dori, presentibus archiepiscopo et episcopis, et ceteris ordinibus et religiosis
28 Carlos de Ayala Martínez, «Las Cortes de León de 1188», Hullera Vasco-leonesa, León,
1988, p. 89.
29 Se trata de un manuscrito del siglo XVI, copia de un códice del siglo XIII o XII. Los autores
de la edición manuscrita son los hermanos Diego y Antonio de Covarrubias según nota del
bibliotecario Antonio de Ureña. Alfonso Prieto Prieto, «Una nueva tradición manuscrita de
la curia leonesa del año 1188», Tierras de León, Revista de la Diputación Provincial, 77-78,
1990, pp. 215-233.
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uris, et presentibus comitibus et ceteris nobilibus regni mei, cum ibi decreta
mea institui et antecessorum meorum decreta confirmanda confirmaui» 30.
30 Fernando de Arvizu y Galarraga, «Más sobre los Decretos de las Cortes de León de 1188»,
Anuario de historia del derecho español, 63-64, 1994, p. 1200.
31 Carlos Estepa Díez, «La Curia de León en 1188 y los orígenes de las Cortes», Las Cortes de
Castilla y León 1188-1988: Actas de la tercera etapa del Congreso Científico sobre la his-
toria de las Cortes de Castilla y León, Valladolid, 1990, p. 20.
32 Su primera edición en 1847 fue obra de Muñoz y Romero. Tomás Muñoz y Romero 1847,
102-106.
33 En opinión de Estepa, en el texto hay disposiciones como, por ejemplo, el no atentar contra
la propiedad ajena, que las querellas se resuelvan ante la justicia o el parágrafo tres, donde
se contiene la promesa del rey de no hacer guerra, paz o placitum sin contar con todos los
que deben participar en su consilium, cláusula claramente importante para el tema de la par-
ticipación ciudadana, las cuales caben perfectamente en una confirmación general propia de
los inicios de su reinado. Pero el estudio crítico del texto, le hace concluir, por el contrario,
que otras partes de los Decreta no pueden explicarse sin la «posterior» e importante consti-
tución regia de 1194.
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34 [XVII] Item. También prometieron todos los obispos, y todos los caballeros y los ciudadanos
confirmaron con juramento, ser fieles en mi consejo, a fin de mantener la justicia y conservar
la paz en mi reino. Versión española de los Decreta de León de 1188. Versión de J. M. Fer-
nández Catón 1993, 93-117 (Realizada a partir del texto latino fijado del contraste de las
versiones contenidas en las copias del siglo XVI de los códices de la Biblioteca Nacional de
España, Mss. 12909, fols. 307v-310v; Mss. 772, fols. 305r-308r; y Biblioteca capitular de
Sevilla, Sign. 56-2-20, fols. 189v-192r.).
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35 La aparición de las comunidades como Estado especial de las Cortes data de 1188 en León
y de principios del siglo XIII en Castilla. Ello fue posible por el precedente crecimiento de
la clase media, que había conseguido una gran importancia política gracias a sus fueros, base
de una extensa autonomía municipal, y gracias a sus hermandades, a estas poderosas ligas
de ciudades, que fueron una firme defensa de los elementos sociales más débiles frente a
los más fuertes. W. Piskorski 1930, 34.
36 C. Estepa Díez 1990, 26.
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37 [I] En el nombre de Dios. Yo don Alfonso, rey de León y de Galicia, habiendo celebrado
curia en León, con el arzobispo y los obispos y los magnates de mi reino y con los ciudadanos
elegidos de cada una de las ciudades, establecí y confirmé bajo juramento que a todos los
de mi reino, tanto clérigos como laicos, les respetaría las buenas costumbres que tienen esta-
blecidas por mis antecesores.
38 [III] Item. Juré también que, por la delación que se me haga de alguien o por mal que se diga
de él, nunca le causaré mal o daño en su persona o bienes, hasta citarlo por carta para que
responda ante la justicia en mi curia en la forma que mi curia mande; y si no se probare, el
que hizo la delación sufra la pena sobredicha y pague, además, los gastos que hizo el delatado
en ir y volver. [XVI] Item. Ordené también que nadie acuda a juicio a mi curia ni al juicio de
León a no ser por aquellas causas por las que debe irse según sus propios fueros.
39 [VI] Item. Prohíbo también firmemente que ninguno lleve a cabo asonadas en mi reino, sino
que demande justicia ante mí, según se ha dicho más arriba. Y si alguien hiciere asonada
[pague] un daño doble del que me haya causado a mí; y pierda mi benevolencia, beneficio
y tierra si de mi parte poseyera alguna. [VIII] Item. Establecí también que ninguno prende
a no ser por medio de las justicias o los alcaldes puestos por mí; y ellos y los señores de la
tierra hagan cumplir fielmente el derecho en las ciudades y en los alfoces a los que lo buscan.
Y si alguien prendare de otra forma sea castigado como violento invasor (…).
40 [IX] Item. Decreté también que si alguno de las justicias denegase justicia al querellante o
la demorase maliciosamente y no le reconociera su derecho dentro del tercer día, presente
aquel testigo ante alguno de las justicias antedichos por cuyo testimonio conste la verdad
del hecho y se obligue a la justicia a pagar al querellante el doble tanto de su demanda
cuanto de las costas. Y si todas las justicias de aquella tierra negaren la justicia al deman-
dante, tome este testigo entre hombres buenos por los cuales se demuestre y den prendas sin
responsabilidad en lugar de las justicias y los alcaldes, tanto por la demanda cuanto por
las costas, para que los justicias y los alcaldes, tanto por la demanda cuanto por las costas,
para que los justicias le satisfagan el doble y además el daño, que sobreviniera a aquel a
quien prendare, los justicias se lo paguen doblado.
41 [XI] Item. Dispuse también que, si alguno fuere citado por el sello de las justicias y se negare
a presentarse al plácito delante de las justicias, probado que fuera esto por hombres buenos,
pague a las justicias 60 sueldos. Y si alguno fuera acusado de robo o de otro hecho ilícito y
el acusador le citase ante hombres buenos a fin de que se presente a responder ante la jus-
ticia, y este se negase a venir en un plazo de nueve días, si se probase que ha sido citado,
sea considerado malhechor; y si fuera noble pierda el rango de los 500 sueldos y el que lo
prendiere haga justicia de él sin responsabilidad alguna; y en caso de que el noble en algún
momento se enmendase y satisficiera a todos los demandados, recupere su nobleza y vuelva
a poseer el rango de los 500 sueldos, como antes tenía.
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5. RECURSOS BIBLIOGRÁFICOS
42 [XII] Item. Juré también que ni yo ni otro cualquiera entre por la fuerza en casa de otro o
le haga algún daño en ella o en sus bienes; y si lo hiciese, pague al dueño de la casa el doble
de su valor y además al señor de la tierra nueve veces el daño causado, si no prometiera
satisfacer, según está escrito. Y si acaso matase al dueño o la dueña o alguno de los que les
ayudaren a defender su casa matase a alguien de aquellos, no sea castigado como homicida
y del daño que le causase nunca quede obligado a responder. [VII] Item. Establecí también
que ninguno se atreva a ocupar violentamente cosa alguna ya sea mueble o inmueble que
estuviere en posesión de otro. Y si esto hiciere, restituya el doble al que sufrió violencia.
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