Price - La Opinión Pública. Cap. 3 PDF
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Esfera pública
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La opinión
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Esfera pública
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^Ediciones Paidós
i Barcelona-Buenos Aires-México
Título original: Public opinión
Publicado en inglés por Sage Publicaiions. Newbury Park, California
Traducción de Pilar Vázquez Mota
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Quedan rigurosamcnle prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del «Copyright», bajo
las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier
método o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución
de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo públicos.
ISBN: 84-493-0067-3
Depósito legal: B-25.121/1994
48 LA OPINIÓN PÚBLICA
LA OPINIÓN PÚBLICA
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finalmente participaron d e alguna forma en su resolución (Da-
visan, 1958). El público cambia también en su composición,
ampliándose desde aquellos más directamente implicados en la
definición del asunto, los que formulan propuestas y debaten
sus méritos, hasta otros muchos que simplemente siguen la es-
cena según se desarrolla. Lippmann ( 1925) y Blumer ( 1946)
consideran al público, por naturaleza, formado esencialmente
por dos niveles: los elementos activos y los elementos relativa-
mente más pasivos. Lippmann habla generalmente de actores Y
esp~ctadores-Gtos ac~ores son aquellos que -t_anto si s~n ful!ci~
nanos como S I son Ciudadanos Interesados- I~entan mflUir dt-
r.ectamente en el curso de los asuntos políticos. e dan cuenta de
los problemas, proponen sol~ones~ e intenta persuadir a los
demás de su punto de vista:i:,os espectadores, por otra parte,
componen la audiencia de los actores, si&!;_iendo sus acciones
con diversos grados de interés y activida.Q.l' (Dewey, 1927; Al-
mond, 1950; Schattschneider, 1960). Pero ·la distinción entre
actores y espectadores en el público no es definitiva, y «hay, con
frecuencia, una mezcla de los dos tipos de conducta» (Lipp-
mann, 1925, pág. ll 0).4 Además, los miembros de estos dos
estratos, no claramente delimitados, cambian con cada asunto.
Tal como indica Lippmann , «los actores de un determinado
asunto son espectadores en otro, y Jos hombres pasan continua-
mente de uno a otro lado» (pág. 110).
-l:> Aunque difícil de definir con límites precisos, la distinción
entre actores y espectadores es, sin embargo, importante para
los analistas de la opinión pública. Los asuntos públicos surgen,
en gran parte, de las acciones recíprocas de estos dos elementos.
[ cuando habl~mos de asuntos públicos, nos referimos gene~a~
mente a cuestwnes en pugna entre Jos actores (grupos o indiVI-
duos, dentro o fuera del gobierno) que han conseguido obtener
una audie~~ia más amplia entre los espectadoreSJLos as~ntos
pueden ongmarse en pequeños grupos de personas que estan en
desacuerdo sobre alguna cuestión o que presionan para conse-
guir un cambio; pero un problema o un desacuerdo no se con-
vierte en una preocupación extendida -un asunto público- has-
ta que no consigue el interés y la atención de un grupo más
amplio (Davison, 195 8; Lang y Lang, 1983; Taylor, 1986).
4. Siguiendo la terminología de Blumer, podríamos decir que la con~ucta del
público es, en el extremo más activo del espectro, verdaderamente pública (en el
sentido discursivo) y, en el otro extremo del espectro, más comparable c?n la
conducta de masas (véase la d iscusión de la relació n eli te-masa, a conu nua-
ción).
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EL CONCEPTO DE <<PÚilLICO>> 51
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EL CONCEPTO DE «PÚBLICO» 55
de observación, sólo dice a lgo sobre la forma típica de int e rpre-
tar tales observaciones. Como vere mos más ta rd e. n o todos los
investigadores - ni siquiera encuestadores- so n partidarios es-
trictos del modelo de una persona, un voto.
La realidad del asunto es que los analistas d e «el públ ico».
hoy día, podrían equipararlo, a través de diferentes situaciones
de investigación, con colectividades muy diferen tes. A lgu n os lo
equiparan con aquellas personas y grupos que participan acti va-
mente en el debate público d e un a cues ti ó n con creta; o tros co n-
sideran al público más generalmente com o aquel sector d e la
POblación que aparece informado o atento sobre las c uestion es
públicas en general; otros aún pueden equiparar ampl iamen te a l
Público con el electorado o más ampli a m e nte aú n. con la pobla-
ción como conjunto.6
El público en general. Una concepció n exten dida d e público
es la ae que corresponde a una poblac ió n d ada e n su totalidad .
En el número inaugura l de la revista insignia d e la m a te ria.
Public Opinion Quarterly, Allport ( 1937) presentó un res um en
que influyó mucho sobre la investigación futura sobre la op i-
nión pública. Decía que cua lquier concepto d e público que no
sea totalmente inclusivo - que no incluya a cada ind iv id u o de
una población dada- es d emasiado ambiguo. Allport co n cep-
tualizó el público como una población d efinida por la jurisd ic-
ción geográfica, comunitaria y políti ca, o por otros límites.
Como indicó «las opinio nes son reacciones de individuos ; no
pueden asignarse al público sin convertirse e n a mbiguas e inin-
teligibles para los investigadores» (pág.9). La iden tifi cació n del
público que hace Allport con la totalidad de la población. arra i-
gó con fuerza en los círculos de in vestigación y pudo pronto
considerarse como la noción subyacente d e la mayoría d e las
prácticas actuales de encuesta (véase también C hilds, 1939 ,
1965).7 Philip Converse ( 1987) observa que la adopción volun-
taria de esta concepción del público n o sola m ente se debió a s u
practicabilidad. Los pioneros de las encuestas de opinión e in-
vestigación de sondeos, que comenzaron a trabaja r en los años
treinta -George Gallup, Elmo R oper y Arc hiba ld Crossley, e n-
8. Por otro lado, los sondeos permiten estimar cuá nta gente no tiene ni nguna
o pinió n respecto a un asunto. lo que no es, en ningún caso, una información
tri vial (capítulo 4).
EL CONCEPTO DE «PÚ BLI CO» 57
Esto no quiere decir que las opini ones recogidas del público
en general sean , en ningún sentido, carentes d e significad o o d e
importancia para la resolución de las cuesti ones públi cas. Inclu-
so las pseudo-opiniones irrefl ex ivas, a unque ev identem ente no
reflejan las opiniones públicas que disfruta n de una a mplia con-
sideración o debate, pueden ser esfuerzos significati vos par a
responder a las preguntas de la encuesta (Bisho p y otros, 198 0;
Schuman y Presser, 198 1). Más a ún, el mero hecho d e que los
sondeos de opinión tenga n un papel instituci on a li zado en la
esfera política (Sabato, 198 1) ha d ad o probable mente a la opi-
nión de masas un impulso creciente en la co nfiguració n d e la
política. Aunque se reconoce que la opini ón de m asas es superfi-
cial, Yse ha observado que en algun os casos se separa co nside ra-
blemente de la opinión pública efecti va (por ej emplo, e l asunto
d: l control de armas; véase Schuma n y Presser , 198 1). la pobla-
CIÓn en su totalidad continúa equiparándose con el públi co e n
muchos estudios.
~ ~¡público que vola. Otra entidad comúnm ente identificada
con el público es el elecwrado un colecti vo m asivo e indi feren-
ciado que representa como ~áx imo el 70 % de la población
occidental y en algunos casos (por ejemplo en las elecciones
munici,pales) una parte aún menor :[Directamente alineado con
la teon a democrática representativa (capítulo 2), el electorado
es una de las defini ciones operaciona les más co munes del públi-
co, Ylos resultados electorales son, t al vez, el ej emplo m ás visi-
ble de la opinión pública en la socied ad occidental l
Dada la variabilidad en la aflu encia d e votanfes a las di-
versas elecciones, el problema de identificar aquel sector de la
población general más dispuesta a votar en un caso específico
presenta dificultades para los encuestad ores: un ejemplo simpli-
ficado del problema más amplio inherente al hecho d e situar
empíricamente públicos variables, como se concebía en el mo-
delo sociológico, a lo largo de asuntos diferentes. Aún más , la
capacidad de las encuestas de opinión para predecir los resulta-
dos de las elecciones ha sido durante mucho tiempo consid era-
da como una indicación de su validez general. Si la a flue nc ia
fuera uniformemente alta, las muestras de la población gen eral
podrían fun cionar basta nte bien. Pero un a fu ente de error reco-
nocida para predecir los resultad os de las elecciones es la baj a
afluencia de votantes (Cresp i, 1989; Cantril , 199 1). Puest o q~te
muchos de los que responden a los so nd eos masivos no esta n
predispuestos a votar, los encuestadores, a veces, intentan iden-
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