Unidad 3 Parte 2 2020
Unidad 3 Parte 2 2020
Unidad 3 Parte 2 2020
Carrera: Psicopedagogía.
Este documento fue creado a fines pedagógicos para utilizarlo con los estudiantes que apliquen
con los datos correspondientes. No puede ser publicado ni compartido, sin estas condiciones.
NATURALEZA Y CULTURA
Cultura era ante todo hasta la segunda mitad del siglo XIX lo que no era naturaleza. Había
un dualismo entre naturaleza y cultura. De un lado estaba el cuerpo, el animal humano,
que deglute alimentos, respira, etc.; de otro, los procesos mentales, la capacidad
simbólica. (Socking, 1988).
Pero cultura y naturaleza son conceptos que tienen que pensarse conjuntamente y no
aislados como ha sido habitual durante la modernidad. Son inconcebibles la una sin la
otra. Naturaleza y cultura no son ontológicamente ámbitos opuestos sino un todo, nuestra
herencia, por lo que su visión fractal, una de las dicotomías conceptuales más antiguas y
asentadas en la tradición científica occidental, resulta insostenible lo mismo que todo
determinismo o esencialismo cultural y biológico que no integre la historia natural en la
social, los actos naturales en conductas culturales.
La naturaleza nos aporta unos recursos que los individuos y grupos compartimos,
adquirimos como herencia del pasado y transformamos durante nuestra vida,
volviéndolos a transmitir a generaciones futuras con los cambios introducidos. Estos
recursos no son ajenos a las diversidades, los cambios, los contactos, las coexistencias,
las hibridaciones y los procesos identitarios que experimentan los sujetos sociales.
El ser humano no puede ser definido sólo por sus aptitudes innatas, según lo hacía la
Ilustración, ni únicamente por sus formas de conducta efectivas, conforme plantean en
gran medida las ciencias sociales contemporáneas, sino que debe verse como el puente
que integra ambos dominios (Rickert, 1945).
El ser humano expresa el modo en que la naturaleza se transforma en cultura, y se define
por la forma en que sus potencialidades genéricas se encarnan en su conducta, emociones
y maneras de pensar. La naturaleza de los humanos se manifiesta en sus trayectorias
culturales, aunque “la frontera entre lo que está innatamente controlado y lo que está
culturalmente controlado en la conducta humana es una línea mal definida y fluctuante”
(Geertz, 1989: 55).
La cultura asume los imperativos biológicos que compartimos con otros animales y nos
enseña a resignificarlos y expresarlos con formas particulares. “Entre los planes
fundamentales para nuestra vida que establecen nuestros genes -la capacidad de hablar o
sonreír- y la conducta precisa que en realidad practicamos -hablar inglés en cierto tono
de voz, sonreír enigmáticamente en una delicada situación social se extiende una
compleja serie de símbolos significativos con cuya dirección transformamos lo primero
en lo segundo, los planes fundamentales en actividad” (Geertz, 1989: 56).
Todas las culturas convierten los actos naturales en actos culturales. Todos los seres
humanos han de comer, pero la cultura nos enseña qué alimentos, cómo y cuándo
ingerirlos. No se trata sólo de comer, sino de preferir ciertos alimentos guisados de
determinadas formas y sujetarnos a una cierta conducta en la mesa para consumirlos. Ser
humano no consiste sólo en respirar y hablar, sino en educar la respiración y el habla a
través de las técnicas que las hagan más efectivas, saludables, expresivas y adecuadas
para las relaciones.
Asimismo, aunque en principio cabría pensar que un determinado recurso natural -un río,
un lago o el mar- sólo se rige por leyes biológicas, no resulta ajeno a los sistemas
culturales desde los que se define su contenido y finalidad, así como las normas que
regulan su utilización. Cuenta C. P. Kottak (2006) que: “una vez llegó a un campamento
de verano, estaba acalorado y deseaba nadar en el lago, pero el reglamento del
campamento no permitía nadar después de las cinco. El lago, que es parte de la naturaleza,
estaba sometido a un sistema cultural. Los lagos naturales no se cierran a las cinco, pero
los lagos culturales sí”.
Las relaciones sociales son un nexo de unión entre cultura y naturaleza. La socialización
es tanto una necesidad como un mecanismo de supervivencia y de transformación del
sistema. Las relaciones de parentesco, por ejemplo, no se sitúan ni en el dominio de la
naturaleza ni en el de la cultura, sino entre ambos, forman un conjunto de redes que unen
materialidades dispares: gametos, padres, localidades, identidades... Son una relación
biológica y a la vez social que marcan también la relación de pertenencia a una sociedad
determinada.
Sin embargo, las personas no se reducen a un fardo de genes, a las cualidades heredadas
que influyen su trayectoria vital, lo mismo que los problemas sociales no pueden
resolverse con diagnósticos genéticos. Tampoco la identidad de los individuos se define
en términos biológicos y de sustancias heredadas, sino que se construye socialmente a
través de relaciones.
Es más, con la presencia de nuevas entidades híbridas, que permite la Nueva Genética
mediante la reproducción asistida, no puede seguirse manteniendo la oposición entre
naturaleza y cultura, “lo natural y lo social no tienen ya por qué ser considerados como
ontológicamente diferentes” (Bestard, 2003: 253). En este sentido, cabe entender que un
gameto constituye un elemento en una red de relaciones significativas, no es meramente
una sustancia que contiene una simple carga genética.
Por otro lado, es conocida la preocupación que, desde hace décadas, tanto el Consejo de
Europa y la UNESCO como la mayoría de los Estados manifiestan sobre lo que ellos
denominan patrimonio natural. No obstante, este concepto, de carácter esencialista y
reduccionista, se asienta de pleno en los dualismos conceptuales de la modernidad y en
la separación de naturaleza y cultura, aunque las normativas y políticas culturales de esas
instituciones engloben a menudo capítulos dedicados en exclusiva al patrimonio natural.
Pero conviene señalar que la noción de naturaleza, igual que ocurre con el concepto de
cultura, es muy distinta de los constructos sobre patrimonio cultural y natural y de la
inclusión discursiva de ambos como patrimonio histórico.
Tales constructos se configuran sobre los significados que niegan tanto la noción de
cultura como de naturaleza. Y a ello hay que agregar que la cultura integra y está
vinculada a los territorios en los que se desarrolla, de modo que ni aquélla ni éstos pueden
conocerse sin distorsión si se rompe el vínculo que los une.
Las prácticas culturales que niegan los derechos humanos son reprobables desde
cualquier punto de vista y, por supuesto, ello no contradice el principio del relativismo
cultural, según el cual el antropólogo, o el científico social en general, debe tratar de
ponerse en lugar del estudiado para comprender mejor su cultura.
Por otro lado, el hecho de que existan prácticas culturales denunciables no implica que
esto sea lo común. Al contrario, la mayor parte de las prácticas culturales son respetuosas
con los derechos humanos y, además, respetuosas con su propia tradición. Eso explica la
reivindicación de muchas sociedades para que sus derechos culturales sean preservados
y, de hecho, los grupos defensores de los derechos culturales, de manera similar a como
lo hacen los defensores de los derechos humanos, tratan de poner a salvo aquellas culturas
que corren serio peligro de extinción. Sabido es que en el siglo XX se perdieron
numerosas lenguas, tal vez más que nunca en el pasado.
Así se explica que el movimiento en defensa de los derechos de las minorías culturales se
haya generalizado en el mundo. Este movimiento alcanza especialmente a las minorías
étnicas de toda la tierra. También alcanza a minorías religiosas y, en general, a todos los
grupos humanos que poseen sus propias peculiaridades culturales, aun formando parte de
los Estados.
UNIVERSALIDAD, PARTICULARIDAD Y GENERALIDAD
A) Universalidad. Rasgos universales son aquellos que más o menos distinguen al Homo
sapiens de otras especies. Universales de base biológica son el largo período de
dependencia infantil, sexualidad durante todo el año, y un cerebro complejo que permite
el uso de símbolos, lenguajes y herramientas. Universales psicológicos -que surgen de la
biología humana y de experiencias comunes al desarrollo humano, incluyen el
crecimiento en el útero, el propio nacimiento, y la interacción con padres o sustitutos.
Entre los universales sociales está la vida en grupo y en algún tipo de familia. Entre los
universales culturales más significativos están la exogamia y el tabú del incesto.