C-343-17 Corte Constitucional de Colombia
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Los mandatos de trato igual o diferente que se desprenden de esa disposición [art. 13 Supe‐
rior], así como de normas que imponen tratos paritarios –arts. 42 y 43 respecto de los hijos
así como entre hombres y mujeres, respectivamente- exigen siempre la posibilidad de em‐
prender una comparación entre personas o grupos de personas. Así se prevé también en el
artículo 24 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, al establecer que todas
las personas son iguales ante la ley, y en el artículo 3º del Pacto de derechos Civiles y Polí‐
ticos al prescribir que los Estados se comprometen a garantizar a hombres y mujeres la
igualdad en el goce de todos los derechos civiles y políticos.
Se trata de una acusación impertinente por carecer de toda relevancia constitucional. Por
ello, no suscita duda alguna sobre la constitucionalidad de las expresiones “el trato a los
animales” y “el respeto, la solidaridad, la compasión, la ética, la justicia”, siendo por tal
motivo insuficiente. Ahora bien, admitiendo únicamente en gracia de discusión –resalta la
Corte- que la procedencia de un cargo de igualdad como el planteado en la demanda fuese
susceptible de análisis constitucional, es claro que el planteamiento del demandante carece‐
ría de certeza. En efecto, la lectura de las expresiones demandadas a partir de una interpre‐
tación sistemática, no conduce a la conclusión propuesta por la demanda según la cual ellas
igualan o equiparan a las personas y a los animales.
La premisa interpretativa de los demandantes carece de certeza, dado que sin presentar ra‐
zones que así puedan demostrarlo, sostienen que las expresiones acusadas comportan una
equiparación de los animales y las personas, a pesar de que ni de la ley demandada ni de la
jurisprudencia constitucional relevante, puede desprenderse semejante conclusión. No apor‐
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tan razón alguna que pueda demostrar, más allá de afirmaciones genéricas sobre la forma
como podrían ser entendidas las expresiones acusadas, que ellas comporten una igualación
de las personas y los animales. Semejante planteamiento carece de cualquier fundamento.
Las “razones de la violación” a las que alude el numeral 3º del artículo 2º del Decreto 2067
de 1991 deben ser claras, ciertas, pertinentes, específicas y suficientes. La exigencia de cla‐
ridad es una condición mínima de comunicación y le impone al demandante presentar un ra‐
zonamiento que sea comprensible, de manera que los participantes en el proceso de consti‐
tucionalidad puedan entender el sentido de la acusación. La certeza en la impugnación
exige que ella se dirija en contra de una norma realmente existente en el ordenamiento y,
por tal razón, no es posible formular una acusación en contra de una norma derogada o que
resulta de una interpretación subjetiva. El requerimiento de pertinencia exige que la impug‐
nación tenga un contenido constitucional, de manera que excluye aquellos razonamientos
fundados, por ejemplo, en la infracción de la ley, en la contradicción con otras normas de
inferior jerarquía, en dificultades en la aplicación de la norma o en problemas de conve‐
niencia. La especificidad demanda detenerse a explicar la forma en que el acto acusado vul‐
nera la Carta, refiriendo el alcance de las normas constitucionales pertinentes así como la
forma en que se produce la violación. En estrecha conexión con las otras, la suficiencia im‐
pone a quien acude a la Corte, un esfuerzo que suscite una duda mínima sobre la validez
constitucional de las normas impugnadas.
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doza Castellanos.
Magistrado Ponente:
SENTENCIA
I. ANTECEDENTES
Los textos normativos que fueron acusados y que se subrayan, hacen parte del artículo 3º de la
Ley 1774 de 2016 “Por medio de la cual se modifican el código civil, la ley 84 de ·1989, el có‐
digo penal, el código de procedimiento penal y se dictan otras disposiciones".
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B. LA DEMANDA
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1. La Corte Constitucional en su sentencia C-250 de 2012 expuso los cuatro mandatos en que
se descompone el principio de igualdad: (i) un mandato de trato idéntico a destinatarios que se
encuentren en circunstancias idénticas, (ii) un mandato de trato enteramente diferenciado a
destinatarios cuyas situaciones no comparten ningún elemento en común, (iii) un mandato de
trato paritario a destinatarios con situaciones que presenten similitudes y diferencias, pero las
similitudes tienen más relevancia, y (iv) un mandato de trato diferenciado a destinatarios que
pese a encontrarse en situaciones que presenten similitudes y diferencias, las diferencias son
más relevantes que las similitudes.
Dichos mandatos, en los términos del artículo 13 superior y 74 del Código Civil, se dirigen a
los destinatarios “toda persona”, es decir, para que opere el principio de igualdad debe ir diri‐
gido a individuos de la especie humana, pero si los destinatarios son personas y animales el
principio de igualdad se rompe, dado que no existe igualdad predicable entre personas y ani‐
males. Así, los primeros a diferencia de los últimos, tienen capacidad de pensar y razonar en
tanto son seres sociales, mientras que los animales viven en estado de naturaleza.
El legislador no limitó ni especificó a qué tipo de animales se dirige el trato especial previsto
en la norma acusada, lo que podría llevar a concluir que incluso ante animales bravíos o fero‐
ces impera el mismo mandato. Cabe destacar, que el principio de protección animal busca pro‐
mover una acción de los seres humanos con el fin de proteger al animal. Por tanto, para que se
cumpla tal objetivo, la norma que lo contiene debe ir encaminada a exponer acciones que de
manera real y concreta logren su cometido, como son el cuidado, la prevención del sufri‐
miento, la erradicación del cautiverio y el abandono, así como cualquier forma de abuso, aban‐
dono, maltrato, violencia y trato cruel.
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3. Finalmente, cabe destacar que la expresión contenida en el literal c) del mencionado artículo
3 “social”, también transgrede el principio de la igualdad dado que obliga al Estado a desarro‐
llar el principio de solidaridad social, a pesar de que este atañe a un concepto moral referido a
la capacidad o actitud de los individuos de una sociedad para apoyarse unos a otros en aspectos
puntuales de la vida cotidiana. En consecuencia, como ese principio se realiza entre los indivi‐
duos de la especie humana, no puede ir dirigido a personas jurídicas como el Estado y por ello
debe desaparecer de la disposición normativa.
D. INTERVENCIONES
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[1]
El Ministerio de Justicia y del Derecho intervino en defensa de la disposición demandada.
Para el efecto, solicitó a la Corte Constitucional que se inhibiera de emitir un pronunciamiento
de fondo sobre el asunto.
Los cargos de la demanda no son específicos, pertinentes ni suficientes, toda vez que se estruc‐
turan a partir de la interpretación subjetiva que los actores hacen de las expresiones demanda‐
das y con base en ello, exponen argumentos que resultan insuficientes para desvirtuar su cons‐
titucionalidad. Así, los actores olvidan que la Ley 1774 de 2016, a la que pertenecen las expre‐
siones acusadas, reconoce a los animales su condición de seres sintientes, con lo cual los equi‐
para, por lo menos en esa característica, a los seres humanos y es precisamente por esa cuali‐
dad que ordena actuar con respeto, compasión, ética, justicia y solidaridad desde los humanos
hacia los animales.
Sobre el particular, la sentencia C-467 de 2016 destacó que los animales tienen una doble con‐
dición que se complementa y no se contrapone, pues por una parte son seres sintientes y de
otro lado, son susceptibles de clasificarse como bienes jurídicos muebles, semovientes o in‐
muebles por destinación, para ejercer sobre ellos las reglas de la propiedad, posesión y tenen‐
cia. En consecuencia, los animales como seres sintientes no son cosas y por virtud de tal cuali‐
ficación se hacen merecedores de una protección especial contra el sufrimiento y el dolor, en
especial el causado directa o indirectamente por los humanos.
[2]
El Ministerio de Defensa Nacional intervino en defensa de la constitucionalidad de los lite‐
rales a) y c) del artículo 3º, de la Ley 1774 de 2016. Además, solicitó se declare la excepción
de ineptitud sustantiva de la demanda, dado que el proceso de constitucionalidad no puede ver‐
sar sobre normas inexistentes o deducidas, a partir de las interpretaciones propias que realicen
los demandantes sobre una norma concreta.
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En este orden de ideas, no es posible concretar el sentido del principio a la igualdad entre seres
humanos y animales desde una perspectiva antropocéntrica del derecho, es decir, como lo esta‐
blece el artículo 74 del Código Civil y por ello, la jurisprudencia constitucional al momento de
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determinar las categorías de relaciones que tienen las personas con los animales, las denominó
relaciones entre seres sintientes -caso Reyes Vs Congreso de la República-. La obligación de
proteger el medio ambiente y los animales genera deberes (i) sobre las personas que deben so‐
portar o asumir cargas para la protección del medio ambiente y (ii) sobre el Estado, a través de
todas las obligaciones que emanan del texto constitucional.
Así las cosas, extender de un grupo a otro el principio básico de la igualdad, no implica que se
trate a los dos grupos exactamente del mismo modo así como tampoco garantizar en ambos los
mismos derechos. De ahí que, el principio básico de la igualdad lo que exige es una misma
consideración, esto es, estimar de la misma manera a seres sintientes, pese a que ello puede
concluir en diferentes tratamientos y derechos.
En ese sentido, la categoría “solidaridad social” no es exclusiva de las personas, toda vez que
las relaciones entre el animal y el hombre responden constitucionalmente al ejercicio del libre
desarrollo de la personalidad. Lo anterior, por cuanto es el hombre quien decide cómo integrar
a la sociedad a un animal y su comportamiento afectivo hacia él. Por tanto, existe una necesi‐
dad de apoyo y convivencia no solo entre los hombres sino entre todos los seres sintientes del
planeta.
[4]
La Academia Colombiana de Jurisprudencia solicitó la declaratoria de exequibilidad de las
expresiones demandadas.
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Los apartes controvertidos hacen parte de la redacción original del proyecto de Ley -número
087 de 2014, Cámara-. En su exposición de motivos señaló que el fin de la norma, se encami‐
naba a velar por la protección de los animales y de un ambiente saludable para el hombre y,
precisamente en ese contexto, fueron utilizadas las expresiones demandadas por el legislador,
para definir los principios que deben regir el trato del ser humano a los animales. Por tanto, no
se trata de expresiones a las que se les pueda conferir un valor y significado normativo autó‐
nomo, pues deben ser interpretadas en el contexto integral de la norma.
Conforme con lo anterior, se puede colegir que el literal a) del artículo 3 de la Ley 1774 de
2016, al definir el principio de protección animal no pretende extender, con idéntico alcance,
los valores de las relaciones entre los seres humanos a las que surgen entre el hombre y los ani‐
males. Además, la Corte Constitucional en distintos pronunciamientos, entre ellos las senten‐
cias C-666 de 2010 y C-467 de 2016, ha sostenido la imposibilidad de concebir a los animales
como simples bienes jurídicos, muebles o inmuebles por destinación, pues aun cuando su cate‐
gorización en el derecho civil se utiliza para fijar el marco jurídico aplicable en las relaciones
entre personas, ello no los excluye de ser sujetos de derechos así como tampoco desconoce el
surgimiento de obligaciones que con relación a los mismos, vinculan a los seres humanos.
Así, es la ley la que establece el tipo de relación entre los seres humanos y las demás especies
del mundo animal, tomando en consideración que estas últimas, como seres sintientes, deben
recibir especial protección del Estado frente a aquellas conductas que atenten contra su bienes‐
tar, su vida, su salud o su integridad física en forma injustificada. Por consiguiente, las expre‐
siones demandadas le imponen al ser humano la obligación de obrar conforme a un conjunto
de valores, todos ellos compatibles con la preservación de un medio ambiente adecuado para
su desarrollo, estabilidad y perdurabilidad.
Los valores a los que se refieren las expresiones demandadas no limitan su alcance a las rela‐
ciones interpersonales, ya que es la ley lo que lo señala, sin que pueda entenderse que lo defi‐
nido para las relaciones entre las personas también rija las que surgen entre el ser humano y los
animales. Igualmente, la solidaridad en el marco de la ley no se refiere al concepto de solidari‐
dad social propio de los seres humanos y sus relaciones interpersonales, en lugar de ello, con‐
cibe al hombre como parte del mundo de lo que surgen deberes y obligaciones para con otras
especies.
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Pese a que la ley utilizó esos valores normativos como referentes de interpretación, no signi‐
fica que tengan el mismo alcance previsto para aquellos en otras leyes. Su inclusión, en esa
disposición, pretende regular las relaciones entre seres humanos y otros seres vivos.
[5]
La Universidad Sergio Arboleda solicitó la declaratoria de exequibilidad de las expresiones
demandadas.
La Ley 1774 de 2016 introdujo la categoría de ser sintiente en el derecho nacional. No obs‐
tante, la Corte se ha abstenido de analizar la cuestión de la titularidad de derechos en cabeza de
los animales y en esa medida, su calidad de sujetos de protección constitucional contra toda
forma de maltrato, pese a que ha reconocido que de la Constitución se deriva un deber de pro‐
tección a los animales.
Así, el deber de protección de los animales se erige en una prohibición al maltrato animal, con
algunas excepciones como las derivadas de ciertas prácticas culturales, pues el ser humano en
tanto ser digno no puede ser indiferente al dolor y sufrimiento de otros seres sintientes, sean o
no racionales, ya que la capacidad de sentir dolor y sufrir no depende en estricto sentido de la
racionalidad del ser, pese a que esta última puede hacer más intenso el dolor y el sufrimiento.
En consecuencia, de la dignidad humana se sigue la obligación de no ser indiferente al sufri‐
miento y dolor de un ser sintiente, y por tanto, no producir ni uno ni otro de manera
injustificada.
[6]
La Universidad del Rosario le solicitó a la Corte Constitucional se declare inhibida para co‐
nocer de la demanda, dado que la misma no es clara, específica, pertinente ni suficiente.
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No es clara pues carece de coherencia argumentativa para identificar con nitidez el contenido
de la censura y su justificación. Asimismo, no es específica comoquiera que no expone argu‐
mentos concretos contra las normas demandadas. Tampoco es pertinente, toda vez que el es‐
crito presentado por los demandantes no está fundamentado en cuestiones constitucionales. Fi‐
nalmente, no es suficiente ya que no indica la necesidad de iniciar el estudio de
constitucionalidad.
De otro lado, el Legislador fue enfático en declarar que desde la expedición de la Ley 1774 los
animales tienen dos condiciones: (i) son seres sintientes y en razón de esto deben ser protegi‐
dos y (ii) hacen parte de la categoría bienes jurídicos -muebles semovientes-. En consecuencia,
siguen bajo la regulación del artículo 655 del Código Civil. Por consiguiente, la ley analizada
no equipara a los animales con la especie humana, sino que armoniza las dos calidades recono‐
cidas a los animales, a fin de dotarlos de protección jurídica.
Conforme con lo anterior, nuestro sistema jurídico compuesto de principios, valores y derechos
dirige el comportamiento del hombre en sociedad, evolucionando hasta el punto de otorgar es‐
pecial protección a los animales, exigiendo hacia ellos, respeto, compasión, ética, solidaridad,
entre otros valores, que garantizan su naturaleza y forma de vivir.
Así las cosas, la falta de racionalidad de los animales evita que se les pueda imponer un com‐
portamiento acorde con los principios constitucionales. No obstante, lo mismo no puede predi‐
carse del hombre pues se encuentra obligado a tener una actuación guiada por (i) la “compa‐
sión” para permitir que los animales tengan una existencia digna y reciban un trato sin cruel‐
dad ni tortura, así como por el (ii) el “respeto” dado que es el reconocimiento, consideración y
atención que deben observar las personas al momento de interactuar con cualquier ser vivo.
Ahora bien, el principio de solidaridad fue incluido por el legislador para atribuir obligaciones
a cargo del Estado -mandatos de optimización que influyan en el trato con los animales- y de
los particulares -como una pauta de comportamiento-. Dicho principio se encuentra acompa‐
ñado del principio de justicia, que en la norma busca establecer lineamientos para limitar las
situaciones que puedan propiciar malos tratos e infringir dolor a los animales, como seres sin‐
tientes. Permite entonces un desarrollo integral de la sociedad, educándola sobre la forma
como el ser humano debe convivir y coexistir con las demás especies que habitan en la
naturaleza.
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5. Universidad de la Sabana
[7]
La Universidad de la Sabana solicita que se declare que ninguna de las expresiones objeto
de control es contraria a la Carta, pues correctamente entendidas no pueden conducir a lo ex‐
puesto en la demanda.
La Corte debe declararse inhibida para fallar de fondo el asunto, comoquiera que la demanda
no reúne los requisitos legales exigidos para su estudio. En efecto, en lugar de presentar argu‐
mentos de carácter jurídico que permitan la confrontación entre el texto legal y la Constitución,
se limita a realizar una serie de consideraciones que no son materia de pronunciamiento por
parte de la Corte Constitucional.
Así, la expresión “trato” contenida en la Ley 1774 de 2016, no pretende regular una relación
propia de los seres humanos frente a la especie animal. El vocablo solo atañe a la acción de tra‐
tar, de tener con los animales algún manejo que en ciertos casos puede ser de uso de sus servi‐
cios, lo que implica una relación con esos seres sintientes. De otra parte, la expresión “respeto”
refiere al respeto que se debe tener por las cosas, esto es, el uso que corresponde según su na‐
turaleza, sin maltratos que puedan averiarlas o destruirlas. Por su parte, la “solidaridad” signi‐
fica el cuidado de la naturaleza en todas sus expresiones, en tanto ella es el hábitat que nos co‐
rresponde no solo como individuos, sino también en calidad de seres sociales. De ahí que se
trate de un imperativo ético y jurídico con miras a preservar nuestro entorno. En ese sentido, la
“compasión” de que trata la norma no se reduce a las penalidades de la especie humana, sino
que se extiende a los animales como seres sintientes, susceptibles de sufrimiento.
Conforme con lo anterior, es claro que el legislador no ha pretendido equiparar a los animales
con los humanos, simplemente busca dar un trato especial a éstos a través del deber de
protección.
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[8]
La Corporación Taurina de Bogotá solicitó se declare la exequibilidad condicionada de las
disposiciones acusadas, bajo el entendido que en ningún caso, los animales tienen la misma
protección, derechos, garantías y privilegios que se reconocen a los seres humanos.
La Ley 1774 de 2016 busca, específicamente, garantizar que aquellas actividades humanas que
causan maltrato a los animales sean efectivamente sancionadas, en atención al deber de prote‐
ger animal que vincula a todo individuo dada su condición de superioridad y capacidad de ra‐
zonamiento. Así lo ha reconocido la Corte Constitucional en sentencia T-095 de 2016.
El artículo 3 de la citada ley enlista los principios que deben tenerse en cuenta por los indivi‐
duos al desarrollar un vínculo con los animales. El cumplimiento de cada uno de ellos corres‐
ponde a cargas impuestas exclusivamente sobre los seres humanos, en atención al deber de
protección y a la obligación de actuar con respeto hacia los animales por tratarse de seres sin‐
tientes. En efecto, expresiones como “ética” y “justicia”, así como “solidaridad social” hace
alusión a valores axiológicos propios de las relaciones humanas y podrían dar a entender de
manera equívoca que los animales merecen el trato y tienen las mismas libertades y derechos
que se reconocen al ser humano, por el solo hecho de serlo.
Sobre el particular, la Corte Constitucional ya había aclarado que los animales, en tanto seres
sintientes, merecen protección y cuidado sin gozar de los atributos propios de la personalidad
jurídica que se reconoce al ser humano. Por consiguiente, ante la existencia de varias interpre‐
taciones de las disposiciones enjuiciadas, se abre paso una declaratoria de exequibilidad
condicionada.
La ciudadana María Fernanda Lenis Hernández solicita a la Corte que declare la exequibilidad
de las expresiones objeto del presente análisis, dado que la demanda realiza una interpretación
fuera del contexto jurídico en el que deben entenderse los conceptos “trato a los animales”,
“solidaridad”, “compasión”, “la ética” y “la justicia”, pues no es cierto que a través de ellas se
reconozca la igualdad entre los animales y el ser humano.
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La Ley 1774 de 2016 es una evolución del pensamiento y conocimiento del ser humano, ya
que introduce concepciones relevantes para el desarrollo de su convivencia con los animales,
con el propósito de tener una armonía social con el medio ambiente. El hombre es un ser evo‐
lucionado y racional que tiene capacidades de moldear su comportamiento, y por esa razón,
solo a él puede exigírsele un actuar en respeto.
[9]
El Ministerio Público solicitó a la Corte Constitucional proferir una sentencia inhibitoria,
toda vez que la demanda no satisface el requisito de certeza, conforme con las exigencias esta‐
blecidas en el Decreto 2067 de 1991 “Por el cual se dicta el régimen procedimental de los jui‐
cios y actuaciones que deban surtirse ante la Corte Constitucional”.
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rio a lo expuesto, el legislador solo impuso unas obligaciones a las personas respecto de los
animales, es decir, no se otorga un tratamiento de doble vía y en ese sentido, no es posible ad‐
vertir un trato idéntico.
Así las cosas, la finalidad de las disposiciones acusadas no es otra que eliminar la crueldad en
el actuar humano sobre los animales con los que interactúa, exigiendo unos valores propios de
las relaciones del hombre, como la justicia, solidaridad, la compasión y la ética, sin que de ello
se desprenda una concepción de los animales como miembros de la sociedad.
II. CONSIDERACIONES
A. COMPETENCIA
3. Con este punto de partida, la Corte ha indicado que las “razones de la violación” a las que
alude el numeral 3º del artículo 2º del Decreto 2067 de 1991 deben ser claras, ciertas, pertinen‐
tes, específicas y suficientes. La exigencia de claridad es una condición mínima de comunica‐
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4. Las exigencias enunciadas tienen como propósito delimitar los extremos del juicio de cons‐
titucionalidad de manera que, de una parte, (i) los ciudadanos y autoridades intervinientes
cuenten con los elementos de juicio necesarios para presentar su postura sobre la norma some‐
tida a su consideración y, de otra, (ii) este Tribunal pueda delimitar adecuadamente el debate
constitucional que se le plantea. Cabe además decir que a tales condiciones subyace (iii) la ne‐
cesidad de tomarse muy en serio el hecho de que el ejercicio de la acción pública supone cues‐
tionar la interpretación que de la Carta han hecho funcionarios elegidos por el pueblo (Con‐
greso y Presidente) al adoptar una norma. Por ello los ciudadanos inconformes con su promul‐
gación deben dirigir sus esfuerzos a contrarrestar la validez del acto objeto de control apoyán‐
dose, para el efecto, según se señaló, en argumentos claros, ciertos, pertinentes, específicos y
suficientes. Como ha dicho este Tribunal “[l]a presentación de una demanda de inconstitucio‐
nalidad ante la Corte da inicio a un diálogo entre el ciudadano, las autoridades estatales com‐
prometidas en la expedición o aplicación de las normas demandadas y el juez competente para
[11]
juzgarlas a la luz del Ordenamiento Superior” .
5. Este Tribunal encuentra, nuevamente valoradas las razones de la violación presentadas por
los demandantes a la luz de las diferentes intervenciones ciudadanas y del concepto del Minis‐
terio Público, que la acusación no permite emprender un examen de fondo. A continuación se
fundamenta esta conclusión.
6. La demanda advierte, en síntesis, que las expresiones cuestionadas (“el trato a los animales”
y “el respeto, la solidaridad, la compasión, la ética, la justicia”) implican que la ley ha dis‐
puesto la igualación de las personas y los animales, dado que tal tipo de expresiones deben ser
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empleadas para referirse a relaciones entre seres humanos, y no entre estos y los animales. Ello
supone, según parece sugerir el escrito de la demanda, una violación del mandato de trato dife‐
rente conforme al cual cuando las diferencias entre los elementos comparados son más rele‐
vantes que sus similitudes, está ordenado un tratamiento legal diverso.
6.1. La Corte estima necesario destacar, preliminarmente, que los demandantes no aportaron
razones que demuestren la relevancia de la cláusula general de igualdad contenida en el ar‐
tículo 13 de la Carta -a la que se adscribe el derecho fundamental a la igualdad- para juzgar
una disposición que establecería -según afirma la demanda- un trato igual prohibido por el
texto constitucional, no entre personas, sino entre personas y animales.
Esta Corporación entiende que el artículo 13 es únicamente relevante para juzgar la constitu‐
cionalidad de tratos que se refieran a las posiciones o relaciones que se predican de las per‐
sonas. Se trata de una exigencia que se desprende directamente de la disposición constitucio‐
nal mencionada según la cual (i) todas las personas nacen libres e iguales ante la ley, (ii) el Es‐
tado adoptará medidas en favor de grupos discriminados y (iii) el Estado protegerá especial‐
mente a aquellas personas que se encuentren en situación de debilidad manifiesta. Los manda‐
[12]
tos de trato igual o diferente que se desprenden de esa disposición , así como de normas
que imponen tratos paritarios –arts. 42 y 43 respecto de los hijos así como entre hombres y
mujeres, respectivamente- exigen siempre la posibilidad de emprender una comparación entre
personas o grupos de personas. Así se prevé también en el artículo 24 de la Convención Ameri‐
cana sobre Derechos Humanos, al establecer que todas las personas son iguales ante la ley, y
en el artículo 3º del Pacto de derechos Civiles y Políticos al prescribir que los Estados se com‐
prometen a garantizar a hombres y mujeres la igualdad en el goce de todos los derechos civiles
y políticos.
6.2. En plena concordancia con lo anterior, este Tribunal ha explicado el alcance del derecho a
la igualdad, indicando que al tratarse de un concepto relacional “siempre presupone una com‐
[13]
paración entre personas o grupos de personas” . Constituye entonces un presupuesto esen‐
cial de invocación del artículo 13 como fundamento de un cargo de inconstitucionalidad que la
acusación se dirija a impugnar un trato igual o diferente entre aquellas o estos.
El artículo 13 Superior, insiste la Corte, fija un parámetro para establecer la validez de los tra‐
tos que afectan a las personas o grupos de personas. Resulta relevante no solo cuando se trata
de una medida administrativa específica, que por ejemplo excluye a una persona de un subsi‐
dio, sino también cuando se juzga una ley que prevé un régimen procesal diferenciado para el
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trámite judicial de las peticiones o solicitudes de los sujetos procesales. De cualquier forma, en
ambos casos y con diferentes grados de generalidad, son decisiones que suponen un trata‐
miento asociado a sujetos que puedan considerarse titulares del derecho a la igualdad según la
Constitución.
En síntesis, se trata de una acusación impertinente por carecer de toda relevancia constitucio‐
nal. Por ello, no suscita duda alguna sobre la constitucionalidad de las expresiones “el trato a
los animales” y “el respeto, la solidaridad, la compasión, la ética, la justicia”, siendo por tal
motivo insuficiente.
7. Ahora bien, admitiendo únicamente en gracia de discusión –resalta la Corte- que la proce‐
dencia de un cargo de igualdad como el planteado en la demanda fuese susceptible de análisis
constitucional, es claro que el planteamiento del demandante carecería de certeza. En efecto, la
lectura de las expresiones demandadas a partir de una interpretación sistemática, no conduce a
la conclusión propuesta por la demanda según la cual ellas igualan o equiparan a las personas y
a los animales.
7.1. La Ley 1774 de 2016, ni por sus objetivos ni por su contenido, se dirige a equiparar a los
animales y a las personas. Como ha dicho la Corte, refiriéndose a esta regulación, se trata de
una manifestación del ejercicio de competencias legislativas al amparo de las cuales se adopta
[14]
una decisión política que opta por dar una cierta protección a los animales . Sus disposicio‐
nes tienen como propósito, únicamente, prever medidas de salvaguardia contra el sufrimiento
injustificado de los animales y establecer reglas procesales para hacerlas efectivas (art. 1). Con
tal objetivo, define a los animales como bienes muebles que tienen además la condición de se‐
res sintientes (art. 2) y establece los principios generales que rigen la interpretación de las dis‐
posiciones restantes de la ley (art. 3). En ellas establece normas administrativas y penales
frente a los actos dañinos, de crueldad o maltrato, modificando así el régimen contravencional
contenido en la Ley 84 de 1989 así como el Código Penal (arts. 4, 5 y 9). Igualmente regula las
competencias y los procedimientos para garantizar su cumplimiento (arts. 6 y 7) prescribiendo
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además la facultad de las autoridades para aprehender preventivamente a los animales cuando
tengan conocimiento o indicio de la realización de conductas que constituyan maltrato contra
un animal, o que vulneren su bienestar físico.
7.2. En adición a ello, la sentencia C-467 de 2016 explicó que la norma según la cual los ani‐
males son seres sintientes -artículo 1º de la Ley 1774 de 2016- tiene apoyo en el deber consti‐
tucional de protección de los animales, sin que implique afectar su condición de bienes jurídi‐
cos. Según esta Corporación ello “responde a una necesidad de la vida de relación que, indu‐
dablemente, incorpora a los animales como objeto de distintas modalidades de la negociación
[15]
jurídica” . Para la Corte, el reconocimiento de los animales como bienes se hace “para
efectos de ejercer sobre ellos las reglas de la propiedad, posesión y tenencia, con implicacio‐
nes en términos de ocupación, protección, transferencia y responsabilidad por su conducta
[16]
frente a terceros” .
7.3. Cabe además destacar que la Ley 1774 de 2016 constituye un complemento del régimen
que se encontraba ya contenido en la Ley 84 de 1989 cuyo objeto consistía también en la crea‐
ción de un régimen especial de protección de los animales contra determinadas conductas que
causen sufrimiento y dolor, producidos directa o indirectamente por el hombre (art. 1).
7.4. En suma, la premisa interpretativa de los demandantes carece de certeza, dado que sin pre‐
sentar razones que así puedan demostrarlo, sostienen que las expresiones acusadas comportan
una equiparación de los animales y las personas, a pesar de que ni de la ley demandada ni de la
jurisprudencia constitucional relevante, puede desprenderse semejante conclusión. No aportan
razón alguna que pueda demostrar, más allá de afirmaciones genéricas sobre la forma como
podrían ser entendidas las expresiones acusadas, que ellas comporten una igualación de las
personas y los animales. Semejante planteamiento carece de cualquier fundamento.
8.1. Uno de ellos indica que el legislador no limitó ni especificó a qué tipo de animales se di‐
rige el trato especial previsto en la norma acusada, lo que podría llevar a concluir que incluso
ante animales bravíos o feroces impera el mismo mandato. Indica que para que se cumpla tal
objetivo, la norma que lo contiene debe ir encaminada a exponer acciones que de manera real y
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Esta acusación no plantea una objeción constitucional. El desacuerdo de los ciudadanos se li‐
mita a indicar que la inexistencia de una referencia al tipo de animales a los que se dirige la
protección, es problemática debido a la indeterminación que genera. Se trata entonces de una
argumentación que carece de pertinencia puesto que se funda en problemas de simple conve‐
niencia, pero no de constitucionalidad.
8.2. El otro argumento señala que la expresión “social” contenida en el literal c) del artículo 3º
de la ley 1774 de 2016, transgrede el principio de la igualdad dado que obliga al Estado a desa‐
rrollar el principio de solidaridad social, a pesar de que este atañe a un concepto moral referido
a la capacidad o actitud de los individuos de una sociedad para ayudarse y apoyarse unos a
otros en aspectos puntuales de la vida cotidiana. En consecuencia, como ese principio se rea‐
liza entre los individuos de la especie humana, no puede ir dirigido a personas jurídicas como
el Estado y por ello debe desaparecer de la disposición normativa.
III. DECISIÓN
RESUELVE
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Presidente
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Vicepresidente
Magistrada
Impedimento aceptado
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Magistrado
Magistrado (E)
Magistrado (E)
Magistrado
Magistrada
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Magistrado
[1]
La Directora de la Dirección de Desarrollo del Derecho y del Ordenamiento Jurídico del Ministerio de Justicia y derecho, la ciu‐
dadana Diana Alexandra Remolina Botía, suscribió la intervención de la referencia.
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[2]
La apoderada especial del Ministerio de Defensa Nacional, Sandra Marcela Parada Aceros, suscribió la intervención.
[3]
Suscribe el documento, en su condición Director del Observatorio de Intervención Ciudadana Constitucional de la Facultad de
Derecho de la Universidad Libre de Bogotá, el ciudadano Jorge Kenneth Burbano Villamarin y, como abogados de la misma facul‐
tad, los ciudadanos Edgar Valdeleón Pabón y Diana Carolina Fernández Moncada.
[4]
Por encargo conferido por la Mesa Directiva de la Academia Colombiana de Jurisprudencia, la intervención fue suscrita por el
ciudadano Darío Bazzani Montoya.
[5]
Los ciudadanos Rodrigo González Quintero, Director del Departamento de Derecho Público, Camilo Guzmán Gómez, Director
del Grupo de Investigación en Derecho Público CREAR, y Andrés Sarmiento Lamus, Investigador, en representación de la Universi‐
dad Sergio Arboleda suscribieron la intervención.
[6]
El ciudadano Juan Camilo Mendoza Vargas obrando como Asesor Jurídico del Consultorio Jurídico de la Universidad de Rosario
y miembro de la Clínicas Humanos por la Protección Animal, suscribió la intervención de la referencia.
[7]
El ciudadano Álvaro Mendoza Ramírez, suscribió la intervención en calidad de profesor de la facultad de Derecho de la universi‐
dad de la Sabana.
[8]
El representante legal de la Corporación Taurina de Bogotá, el ciudadano Felipe Negret Mosquera, suscribió la presente
intervención.
[9]
La Procuradora General de la Nación, Martha Isabel Castañeda Curvelo, suscribió la presente intervención.
[10]
Estos criterios, empleados ampliamente en la jurisprudencia constitucional, fueron enunciados de manera sistemática en la sen‐
tencia C-1052 de 2001.
[11]
Sentencia C-1052 de 2001.
[12]
La sentencia C-624 de 2008 explicó el contenido del artículo 13 indicando: “Esos dos contenidos iniciales del principio de
igualdad según lo ha señalado la doctrina colombiana pueden a su vez ser descompuestos en cuatro mandatos: (i) un mandato de
trato idéntico a destinatarios que se encuentren en circunstancias idénticas, (ii) un mandato de trato enteramente diferenciado a
destinatarios cuyas situaciones no comparten ningún elemento en común, (iii) un mandato de trato paritario a destinatarios cuyas si‐
tuaciones presenten similitudes y diferencias, pero las similitudes sean más relevantes a pesar de las diferencias y, (iv) un mandato de
trato diferenciado a destinatarios que se encuentren también en una posición en parte similar y en parte diversa, pero en cuyo caso las
diferencias sean más relevantes que las similitudes Estos cuatro contenidos tienen sustento en el artículo 13 constitucional, pues
mientras el inciso primero del citado precepto señala la igualdad de protección, de trato y en el goce de derechos, libertades y oportu‐
nidades, al igual que la prohibición de discriminación; los incisos segundo y tercero contienen mandatos específicos de trato dife‐
renciado a favor de ciertos grupos marginados, discriminados o especialmente vulnerables”.
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[13]
Sentencia C-741 de 2003. En esa misma dirección se encuentran, entre otras, las sentencias C-313 de 2013 y C-895 de 2012.
[14]
En esa dirección se encuentran las sentencias C-476 de 2016 y C-041 de 2017. Sobre el alcance que tiene el deber de proteger
los animales pueden consultarse, entre otras, las sentencias C-666 de 2010 y C-283 de 2014.
[15]
Comunicado de Prensa de la Corte Constitucional.
[16]
Comunicado de prensa de la Corte Constitucional.
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