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NUEVO TESTAMENTO I

Lic. Juan Carlos Bilyk

INTRODUCCIÓN A LOS EVANGELIOS

Y HECHOS DE LOS APÓSTOLES

CAPÍTULO: Generalidades acerca de los evangelios

(Los cuatro evangelistas, de Peter Paul Rubens, 1614)


Bilyk

Nuevo Testamento I 2

Índice

GENERALIDADES ACERCA DE LOS EVANGELIOS


Sobre el término “evangelio” ........................................................................................................ 3
Marco histórico—cultural del Evangelio ....................................................................................... 7
Marco religioso ............................................................................................................................. 9
Marco social ............................................................................................................................... 11
El Evangelio “cuadriforme” ......................................................................................................... 15
Valor histórico de los evangelios ................................................................................................ 18
Formación de los evangelios ..................................................................................................... 19
El texto de los evangelios (y de la Escritura en general)............................................................ 31
De inspiración divina y autoría humana ..................................................................................... 35
Bilyk

Nuevo Testamento I 3

GENERALIDADES

ACERCA DE LOS EVANGELIOS

Sobre el término “evangelio”


El término “evangelio”, que deriva del griego euanggelion, es una expresión com-
puesta que se traduce como “buena noticia”. No alude, por tanto, a cualquier noticia,
sino que expresa un juicio de valor positivo. El término
“mensajero” es
ággelos en griego,
Sin embargo, hay una diferencia entre el uso que se le daba en el mundo pagano, y de allí pasó al
latín como angelus,
al que se le da en el entorno bíblico. de donde viene
“ángel”. Por ello,
En el mundo pagano (romano—griego) “evangelio” es todo lo que se halla relacio- san Agustín decía
que “el nombre de
nado con un mensajero1 portador de buenas nuevas, o directamente la “buena nueva” ángel indica su
oficio, no su natu-
misma que ese mensajero trae para otras personas. En otros casos hace referencia a raleza. Si pregun-
la recompensa que recibía por este servicio. Pero principalmente significa un mensa- tas por su natura-
leza, te diré que es
je de victoria, un triunfo. Incluso el término adquiere un significado religioso en rela- un espíritu; si pre-
guntas por lo que
ción con los oráculos, que implica la declamación de algún dios, o en relación al culto hace, te diré que
imperial. En el culto al César, adquiere mayor significación porque se reúne lo divino y es un ángel” (Ena-
rratio in Psalmum,
lo humano en su persona. Para los paganos, el César es un don de los dioses, el sal- 103, 1, 15)
vador divino, el que da vida, un bienhechor. Y así la noticia es su nacimiento, haber
alcanzado la mayoría de edad, su elevación al trono, una victoria guerrera, etc.

En el entorno bíblico el uso del término “evangelio” no es siempre igual al pagano,


aunque sí análogo. En efecto, si bien en un principio su utilización en el Antiguo Tes-
tamento (“evangelio” en hebreo es besorah), tenía correspondencia con el sentido de
mensaje victorioso pagano, en el judaísmo tardío precristiano ya tenía un uso estric-
tamente religioso, que fue de importancia decisiva para la formación del concepto
“evangelio” del Nuevo Testamento.

En el Antiguo Testamento fue adquiriendo el sentido de anunciar la salvación ve-


nidera, de hacer que comience el tiempo de salvación, pero de la salvación que venía

1
Más allá de lo interesante que puedan resultar las etimologías, no conviene mucho detenerse
en los orígenes nominales de las palabras, pues a veces pueden encontrarse tantas versiones
como diccionarios etimológicos. Ni hablemos de la pronunciación. Es interesante, en todo caso,
ver con cuál término desembocó en nuestra lengua, como es el caso que nos ocupa aquí.
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no de un falso dios, sino de Yahveh. He aquí la gran diferencia entre el concepto bíbli-
co y el pagano: que uno era el mensaje salvífico que provenía de Dios, y el otro estaba
dirigido al culto idolátrico del emperador, un culto ajeno a la Escritura y a la fe verdade-
ra. Y también tenemos aquí otra gran diferencia: no es una salvación de algo ocurrido,
sino de algo que estaba al caer: los tiempos mesiánicos. Estamos, por tanto, con una
noticia de tono escatológico.

Mientras que en el culto imperial la buena nueva miraba hacia atrás, en el An-
tiguo Testamento el concepto está orientado hacia adelante; es el mensaje acer-
ca de un acontecimiento que se realizará ahora o, por lo menos, prontamente.

“Súbete a un alto monte, alegre mensajero para Sión; clama con voz poderosa, ale- Cfr. Is 62,6;
gre mensajero para Jerusalén, clama sin miedo. Di a las ciudades de Judá: Ahí está 6,1-2; Sal 40,7-
vuestro Dios” (Is 40,9) 11, etc.

“¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz,
que trae buenas nuevas, que anuncia salvación, que dice a Sión: ¡Ya reina tu Dios!” (Is
52,7)

Para los judíos, por tanto, esta palabra tiene que ver con el Rey, el Mesías espera-
do, con la restauración de Israel, pues sugería la llegada del Reino de Dios y su victo-
ria definitiva. Pero también hay otros significados o usos de la palabra “evangelio” en
el Antiguo Testamento, como por ejemplo el de “mensaje alegre”. Así, en el segundo
libro de Samuel, leemos:

“Ajimaas, hijo de Sadoq, dijo: «Voy a correr y anunciar al rey la buena noticia de que
Yahveh le ha librado de manos de sus enemigos.» Pero Joab le dijo: «No serás tú
hombre que dé buenas noticias hoy. Otro día las darás; hoy no las darás porque el hijo
del rey ha muerto.» (…) Estaba David entre las dos puertas. El centinela que estaba en
el terrado de la puerta, sobre la muralla, alzó la vista y vio a un hombre que venía co-
rriendo solo. Gritó el centinela y se lo comunicó al rey y el dijo: «Si viene solo, hay bue- Cfr. 2 Re 7,9;
nas noticias en su boca.» Mientras éste se acercaba corriendo» (...) Dijo el centinela: Jer 20,15; etc.
«Ya distingo el modo de correr del primero: por su modo de correr es Ajimaas, hijo de
Sadoq» Dijo el rey: «Es un hombre de bien; viene para dar buenas noticias.»” (II Sam
18,19-20.24-25.27)

O también, como indicábamos anteriormente, en el mundo heleno la buena noticia


supone siempre un premio para el portador del mensaje. En los siguientes ejemplos,
vemos cómo los mensajeros que no traen las buenas nuevas, no reciben regalo al-
guno.
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“Al que me anunció que Saúl había muerto, creyendo que me daba buena noticia, le
agarré y ordené matarle en Siquelag dándole este pago por su buena noticia” (II Sam
4,10) Cfr. II Sam 1,1-
16
“Insistió de nuevo Ajimaas, hijo de Sadoq, y dijo a Joab: Pase lo que pase, yo tam-
bién quiero correr tras el kusita. Joab le dijo: ¿Para qué vas a correr, hijo mío? aunque
vayas, por esta noticia no te van a dar albricias” (II Sam 18,22)

De este modo, según el tenor de la noticia recibida es lo que recibe el mensajero:


las buenas noticias merecen un premio; las malas, un castigo.

Es interesante además constatar que el mensaje, en término religiosos, contiene


mayormente acontecimientos salvíficos, es decir, que provienen de Dios. Por lo tan-
to el mensajero es Dios mismo, los ángeles, el Espíritu de Dios, los hombres de parte
de Dios…

En el Nuevo Testamento encontramos que es Jesús quien reclamó para Sí ser el


mensajero de la Buena Nueva de la Salvación. Así por ejemplo en la respuesta que le
da a Juan el Bautista, cuando le preguntó por medio de sus discípulos si era Él el Me-
sías a quien estaban esperando:

“Jesús les respondió: «Id y contad a Juan lo que oís y veis: los ciegos ven y los co-
jos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan y se
Cfr. Mc 1,15
anuncia a los pobres la Buena Nueva»” (Mt 11,4-5)

Y se resalta lo que habíamos dicho: en el ámbito grecorromano las buenas noticias


relativas al emperador se refieren a sucesos que quedaron atrás, en el Nuevo Testa-
mento hace referencia a sucesos por venir, pero que comenzaron con Jesucristo. Él
no es sólo el anunciador de la Buena Noticia, el primer “evangelista”, sino que en defi-
nitiva Él mismo constituye el contenido esencial de su Mensaje. Y con Jesús van
los “contenidos salvíficos”: la llegada del Reino de Dios (y no sólo a Israel, sino a todos
los pueblos), el perdón de los pecados, la oración filial dirigida al Padre, la participa-
ción en la Vida divina (la Gracia), la existencia del mundo futuro, etc.

Hay, pues, diferencias, y por ello, es posible hacer una comparación de lo que esta
palabra significaba al ser utilizada para el César, y lo que implica su uso en las Sagra-
das Escrituras.
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CÉSAR CRISTO

Cada emperador tiene su “evangelio” Hay un sólo Evangelio

Anuncia la victoria sobre sus enemigos En Cristo vencemos el pecado

Es un hombre “divinizado” (por los hombres Cristo es Dios hecho Hombre (por el poder
que lo idolatran) de Dios y la fidelidad de María)

Es el mensaje de un hecho realizado Es el Anuncio de bienes escatológicos

Sólo es una noticia elogiosa de un hombre Es un mensaje salvífico para todos los
encumbrado por los hombres hombres de parte de Dios

Su culmen es ascender (ocupar) el trono Cristo culmina su ascenso en la Cruz, en la


del Imperio Romano Resurrección y en la Ascensión a los Cielos

En consonancia con las buenas noticias anunciadas en el Antiguo Testamento, el


Nuevo Testamento anunciará la Buena Noticia, que es Cristo, origen y sustancia del
Evangelio, con el punto culminante que será su Resurrección. De hecho, eso fue lo
primero que hizo Jesús en su “vida pública”:

“Después que Juan fue entregado, marchó Jesús a Galilea; y proclamaba la Buena Cfr Mt 4,23; 9,35;
Nueva de Dios: «El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y Lc 4,14-15, etc.
creed en la Buena Nueva»” (Mc 1,14-15)

Por tanto, Jesús hace expresa mención que con Él comienza el tiempo salvífi-
co, y que con Él llegará a su cumplimiento (su Pasión y Muerte), y finalmente a
su plenitud (la Parusía).

Y así, en el resto del Nuevo Testamento el Evangelio no sólo es noticia de la obra


de salvación de Cristo, es decir de una obra que por entonces ya había sucedido, sino
anuncio de lo que todavía había de venir. Pero principalmente esta palabra se utiliza
para designar la predicación apostólica. Principalmente en Pablo, que es quien más
la utiliza:
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“Ahora bien, ¿cuál es mi recompensa? Predicar el Evangelio entregándolo gratuita-


mente, renunciando al derecho que me confiere el Evangelio” (I Cor 9,18) CfrRom. 1,9; 15,19;
etc.

Por donde se quiera en el Nuevo Testamento, “evangelio” designa la palabra viva,


la palabra hablada por Dios acerca del Mensaje de Salvación (y puesto que hay un
solo Mensaje Salvífico siempre se la utiliza en singular2).

Marco histórico—cultural del Evangelio

Para entender el sentido de esta Buena Nueva que es la Encarnación del Verbo de
Dios, es necesario conocer el contexto histórico en el que se produjo.

Marco político

La venida de Cristo se produjo durante el Imperio Romano, más específicamente


durante el reinado de Cayo Julio César Augusto, quien gracias a su labor política y
militar, logró establecer un período de paz y prosperidad llamado Pax Romana.

El Imperio gobernado por Augusto era un inmenso territorio protegido por un ejérci-
to relativamente pequeño, puesto que contaba con alrededor de 400.000 hombres. La
población total era de aproximadamente 50.000.000 de habitantes. Sólo Roma tenía
entre 700.000 y 1.000.000 de habitantes; Alejandría, 700.000; Antioquía, 300.000. La
población se dividía entre:

ciudadanos romanos,

el resto (llamado “gentes de derecho peregrino”),

numerosos esclavos.

La economía se basaba en:

la agricultura (cereales, vid, olivo, etc.),

la artesanía (tejido, metalurgia, cerámica),

2
Sobre el porqué hay cuatro “evangelios” en la Escritura, hablaremos luego.
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la ganadería,

la pesca,

el comercio, tanto local como a gran escala (importación y exportación).

Además, el Imperio contaba con un sofisticado sistema de comunicaciones, con


vías marítimas por el Mar Mediterráneo, calzadas (famosas por su utilidad para el mo-
vimiento de las tropas), y ríos navegables que contribuían al transporte.

La religión era uno de los fundamentos del Imperio, pues incluía el culto al César,
considerado un dios; culto que, por lo tanto, se transformaba en una obligación ciuda-
dana.

Pero Israel era un caso aparte entre las naciones que componían el Imperio romano
pues, como todas las demás, estaba sometida políticamente, pero tenía autorización
para no rendir culto a la divinidad del emperador (llamado “nuevo Júpiter”), mantenien-
do así sus creencias religiosas tradicionales. Israel se sabía custodio de la Palabra
del Dios Único y Verdadero, y heredero de la Promesa de la Venida del Redentor que
debía surgir, tal como lo indicaban las Profecías, de la tribu de Judá, de la familia del
Rey David

Roma sabía que estas creencias podían ser fuente de futuras rebeldías y, en pos Herodes fue un
príncipe de estilo
de mantener la pax romana lograda, otorgaron a Israel algunas libertades, nombrando helenista, pero de
igualmente un rey que respondiera a las decisiones y directivas del imperio. Así fue origen idumeo, que
nunca hizo amistad
como Herodes “el Grande” fue nombrado rey de Israel, el cual, astuto y sanguinario con los judíos piado-
sos. Para atraerlos
hizo lo posible por alcanzar sus objetivos. Sin embargo, sabiendo la conveniencia de activó la reconstruc-
ción del Templo, y
permitir a los israelitas mantener el culto al Dios único, hizo restaurar el Templo de así 1000 levitas
aprendieron el oficio
Jerusalén, con mayor magnificencia que el de Salomón. de albañiles, para
que los obreros
comunes no profa-
Con todo, los israelitas seguían esperando al Redentor que los liberara de la escla- naran su sacralidad.
Fue sucedido por su
vitud. Por eso, soñaban con que éste fuera un jefe guerrero y profeta que devolviera a hijo Arquelao.
Israel su independencia y la hiciera nuevamente cabeza de las naciones. Pero sus
constantes infidelidades a la Ley de Dios habían causado enfrentamientos internos,
que los hacían caer fácilmente bajo la dominación de los poderes extranjeros. Para el
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momento en que el Verbo entró en la historia, no eran muchos los que se mantenían
fieles a la Promesa del verdadero Mesías esperado. A estos, algunos autores le asig-
nan la reiterada expresión que se lee en numerosos profetas acerca de “el resto de
Israel” (cfr. Is 4,3; Miq 5,6ss; Sof 3,12; Is 4,4; 10,22; 28,5, Jer 23,3; 31,7, etc.).

Marco religioso
El Templo: Era el lugar más importantes de Israel. Toda la vida de los Israelitas gi-
raba en torno al
Ilustración; vista
Templo. Era el sím- parcial de la maque-
ta del Templo de
bolo de la presencia Herodes, realizada-
por Alec Garrard,
perpetúa de Dios en quien ha dedicado
33.000 horas y 30
medio del pueblo. años de su vida a
construirla. Sus
Los judíos de todo dimensiones son de
el mundo, solos o 6x 3,50 metros y es
una auténtica mara-
en grupo, acudían villa (acerca de la
cual los expertos
al menos una vez al históricos coinciden
en que es la mejor
año para rezar. representación exis-
tente).

En el Templo se
enseñaba el contenido de la Escritura y se cantaban los salmos, mientras los sacerdo-
tes ofrecían holocaustos a Dios. Servía también para repartir dinero y alimento a los
pobres. Además de ser casa de oración, era el lugar donde se guardaban los tesoros,
tanto de la nación como los particulares. Era el centro de la vida del país: comercio,
banco, parlamento, punto de encuentro.

Podemos distinguir tres períodos históricos relativos al Templo:

La construcción dirigida por Salomón y su posterior destrucción ordenada por


Nabucodonosor, en 587 a.C.

Su reinauguración en 515 a.C., tras el destierro en Babilonia, conducida la


reconstrucción por Zorobael (más modesto que el original de Salomón)

La reconstrucción ordenada por Herodes, con gran suntuosidad, aproxima-


damente en el 19 a.C.
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El culto: todos los días se inmolaban como sacrificio perpetuo de Israel a su Dios
dos corderos (uno por la mañana y otro por la tarde). Además, el emperador romano
mandó que se sacrificaran dos animales (uno por él y otro por el imperio). Durante el
resto de la jornada, se sucedían los sacrificios privados.

La sinagoga: tuvo su origen en la deportación del pueblo de Israel a Babilonia. Era


el lugar donde se reunían los judíos para rezar tres veces al día (por la mañana, a
primera hora de la tarde y al acabar la jornada). Las reuniones solemnes tenían lugar
el shabat. En ellas rezaban la profesión de fe o credo judío, leían el Decálogo y frag-
mento de la Ley, cantaban los salmos y leían otros textos de la Biblia (que eran co-
mentados por los rabinos o estudiosos de la Escritura Sagrada). La sinagoga también
servía de escuela. Jesús frecuentó la sinagoga de Nazaret y Cafarnaún, y realizó en
ellas esas acciones cultuales reiteradas veces (cfr. Lc 4,15-30).

El sábado: en hebreo shabat (= “descanso”), evoca el descanso de Dios tras su Cfr. Ex. 20,9-11;
Ex. 24,16; Ex 31,17;
obra creadora. Era el día festivo durante el cual se realizaban los sacrificios en el Mc 2,23-28; Hb 4,4
Templo, y jornada de descanso absoluto. El cumplimiento de esto último era exagera-
damente rígido, sobre todo por parte de los fariseos.

Las fiestas, entre las cuales encontramos principalmente:

La Pascua (del hebreo Pésaj, es decir, “paso”) que conmemoraba la libera-


Sobre la fiesta de
ción del Pueblo Elegido de Egipto, con el sacrificio y comida del cordero los Ázimos y la Pas-
cua cfr. Ex 23,15-16;
pascual, instituida por Moisés. Se la llamaba también “Fiesta de los Ázimos” 34,18-22; Lev 23,6-
(en alusión al comienzo de la siega de las cebadas, que se hacían en pri- 34, II Cro 30,13-21;
35,17; Esd 6,22; Ez
mavera y culminaba en la fiesta de las semanas —fin de la cosecha—, siete 45,21; etc.

semanas después).

Pentecostés, palabra de origen griego, cuyo significado es “cincuentena”,


es decir, los cincuenta días después de la Pascua, que recordaban la funda-
ción de la teocracia (es decir, que la autoridad política la ejercían los sacer-
dotes), y la revelación de las dos Tablas de la Ley en el monte Sinaí a Moi-
sés.

Los Tabernáculos o fiesta de las Tiendas, que era la más alegre de todas
porque recordaba la asistencia milagrosa de Dios a través del éxodo en el
desierto, y para agradecer las cosechas.

El Yom Kippur o fiesta de las expiaciones, es decir, los días de perdón,


penitencia y ayuno antes que comience el año nuevo (Rosh Hashana).
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Podemos ver testimonios de estas celebraciones tanto en el Antiguo Testamento


como en el Nuevo:

Antiguo Testamento

“Guardad la fiesta de los Ázimos, porque en ese mismo día saqué yo vuestros ejér-
citos de la tierra de Egipto. Guardad este día de generación en generación como decre- Sobre la fiesta de
las Semanas, cfr. II
to perpetuo” (Ex 12,17) Cro 8,13.

“El día de las primicias, cuando ofrezcáis a Yahveh oblación de frutos nuevos en
vuestra fiesta de las Semanas, tendréis reunión sagrada; no haréis ningún trabajo ser-
vil” (Num 28,26)
Sobre la fiesta de
“Y un macho cabrío, como sacrificio por el pecado de la fiesta de la Expiación, del las Tiendas, cfr. I
holocausto perpetuo, de su oblación y sus libaciones” (Num 29,11). Mac 10,21; II Mac
1,9.18; II Mac 10,6;
“Celebraron la fiesta de las Tiendas, según está escrito, con el número de holocaus- Za 14,16.18.19; etc.
tos cotidianos establecidos según el rito de cada día” (Esd 3,4).

“Y encontraron escrito en la Ley que Yahveh había mandado por medio de Moisés
que los hijos de Israel habitaran en cabañas durante la fiesta del séptimo mes” (Ne
8,14).

Nuevo Testamento

“Cada Fiesta, el procurador solía conceder al pueblo la libertad de un preso, el que


quisieran” (Mt 27,15) Cfr. Mc 15,6; Lc
22,1; Jn 2,23; Jn 6,4;
10,20; etc.
“Sus padres iban todos los años a Jerusalén a la fiesta de la Pascua. Cuando tuvo
doce años, subieron ellos como de costumbre a la fiesta” (Lc 2, 41-42)

“Pero se acercaba la fiesta judía de las Tiendas” (Jn 7, 2)

Marco social
La sociedad judía en Tiempos de Jesús se dividía en 4 clases:

Los sacerdotes, que eran tomados de la tribu de Leví, en especial de los


descendientes de Aarón. Estaban conformados por la casta de los sumos
sacerdotes (dignidad que cambiaba cada año de representante), y por los
casi 18.000 sacerdotes—levitas que estaban cerca del pueblo, encargados
de los sacrificios. Los sumos sacerdotes eran mayormente aristócratas
preocupados sobre todo de sus privilegios, poco queridos por el pueblo.
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Los escribas eran los expertos en la


Ley, también llamados letrados, docto-
res de la Ley o rabbís (de ahí “rabino”,
que se traduce como “maestro”). Estos
Imagen: “Cristo an-
esperaban como Mesías a un gran te el sumo sacerdote”
(de Gerrit vanHont-
Maestro de la Ley. Jesús, a quien sus
horst; 1617)
discípulos reconocían justamente como
rabbí, no les cayó nada bien pues, por
un lado, no había estudiado en ninguna
de las escuelas rabínicas (ni necesidad
tenía de hacerlo, ciertamente), y por otro
lado decía cosas “inaceptables” para
ellos (cfr. Mc 2,5-12).

El pueblo, que designa a los judíos comunes, despreciados por las clases
superiores porque —decían— ignoraban la Ley. Eran mayormente agriculto-
res, pastores y pescadores (sobre todo en la región de Galilea). También se
encontraban entre el pueblo los artesanos (muy apreciados), y los comer-
ciantes (algunos eran ambulantes).

Los esclavos, que eran tratados humanamente y se los respetaba, en com-


paración al destino que les tocaba en los pueblos paganos. No se podía
comerciar con ellos, y se trataban generalmente de prisioneros de guerra o
de hombres que se habían vendido a sí mismos por necesidad.

También podemos distinguir a los partidos (o “sectas”):

En todo Israel se podía hallar a los fariseos (los “separados”), procedentes


de distintos sectores de la sociedad (comerciantes, artesanos, escribas, sa-
cerdotes). Eran hombres que vivían permanentemente preocupados por su
ideal de pureza. Para ellos Israel tenía que llegar a ser un pueblo santo, se-
parado de los pecadores, y el culto y la observancia de la Ley judía eran los
medios necesarios para lograr el objetivo. Los fariseos reconocían todas las
normas de la Tradición Oral y Escrita, y les añadían las propias. Esperaban
a un Mesías que llegaría en la medida que se observara la Ley. En tiempos
de Jesús el desprecio de muchos fariseos, a todos los que no fueran como
ellos los echó a perder, y su soberbia los llevó a considerarse los únicos jus-
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tos y religiosos Hablaban mucho de Dios, pero su distintivo era no ver sus
propios pecados: “Cuídense de la levadura de los fariseos, que es la hipo-
cresía” (Lc 12,1-2).

Los saduceos, que eran enemigos de los fariseos, conformaban un grupo


poco numeroso pero muy poderoso (integraban la casta de los sumos sa-
cerdotes), que abandonaron sus principios religiosos y nacionalistas con tal
de conservar el poder y los honores. Su nombre se debe a que pretendían
descender de la antigua familia sacerdotal de Sadoq, que vivió en tiempos
del rey David (cfr. II Sam 8,17). Sólo seguían la Tradición escrita, no creían
en la vida después de la muerte, y menos en la resurrección de los muertos
(cfr. Lc 20,27-40). En ellos encontraron los romanos dóciles colaboradores,
que terminaron por desaparecer con la caída del país judío en el año 70.

Las enseñanzas de los fariseos y los saduceos sufrieron el fuerte rechazo de


Jesús (cfr. Mt 16,12; 23,1-12; Lc 11,37-53), y además se estimaban muy poco en-
tre ellos por sus diferencias doctrinales y políticas.

Los publicanos eran los judíos dedicados a recaudar los impuestos para el
emperador, razón por lo cual eran tan odiados. El apóstol Mateo fue publi-
cano antes de convertirse en discípulo de Jesús (cfr. Mt 9,9).

Los zelotes fomentaban la revuelta armada contra el invasor romano, la


cual estalló en el año 66 después de Cristo. Este levantamiento concluyó
con la toma de Jerusalén y la destrucción del Templo (en el año 70 a manos
del general romano Tito), y con la destrucción completa de la ciudad des-
pués de otra gran revuelta (en el 135). Como resultado quedó el pueblo ju-
dío disperso entre las naciones (dispersión conocida con el nombre de diás-
pora). El apóstol Simón fue un zelote antes de ser llamado por Jesús al nú-
cleo de los Doce.

Los herodianos se reunían políticamente alrededor del rey Herodes Antipas


(sucesor de Herodes el Grande), sometiéndose al poder romano para prote-
ger sus intereses. No tenían ninguna esperanza mesiánica, y por miedo a
perder el poder se aliaron a los enemigos de Jesús (cfr. Mc 3,6).
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Los esenios eran una comunidad de judíos piadosos, una especie de mon-
jes que vivían en la zona desértica cercana al Mar Muerto. Su máxima auto-
ridad eran los sacerdotes. Tenían costumbres rigurosas y le daban gran im-
portancia a las comidas en común, a los trabajos manuales, al estudio de las
Escrituras y a la oración. En excavaciones arqueológicas del año 1947 fue
hallado el emplazamiento esenio de Qumrán; y en la zona se hallaron tam-
bién numerosos manuscritos que conformaban importantes y antiquísimas
bibliotecas (son los famosos “manuscritos del Mar Muerto” que se sitúan
aproximadamente entre el 250 a.C. y el 65 d.C.). Con todo, los esenios nun-
ca son mencionados en los evangelios. Y no hay suficientes pruebas para
decir que san Juan Bautista se formó entre los esenios, como algunos afir-
man.

Un párrafo aparte merecen:

El Sanedrín, que era el consejo de gobierno y a la vez la corte suprema de


justicia de Israel. Estaba conformado por 71 miembros distribuidos en tres
grupos: sacerdotes y ancianos (de tendencia saducea) y escribas (de ten-
dencia farisea). Ejercían la justicia según la Ley judía, y les competían todos
los asuntos, excepto los que merecían la pena de muerte (reservada a la au-
toridad del imperio romano). Ante el Sanedrín debió comparecer primera- Debe distinguirse
cuando decimos Jesús
mente Jesús la noche que fue apresado (cfr. Mt 26,3-4.57-66) y, por esa im- “de Nazaret” (es decir,
como proveniente de
posibilidad señalada antes, enviaron a Jesús a Pilato para que él lo conde- esa localidad, aunque
nacido en Belén), de la
nase a muerte (cfr. Mt 27,1-2). expresión Jesús “el
Nazareno” (o sea, que
seguía los votos de
Los nazarenos (o nazoreos, o nazires; cfr. Núm 6,1-21). Eran los consa- esa consagración
piadosa). Sin embargo
grados a Dios por medio de un voto religioso, que se comprometían por un no hay pleno acuerdo
en este punto entre los
tiempo determinado a no cortarse el cabello (símbolo de su consagración), a estudiosos, de si Je-
no beber bebidas fermentadas (que significaba su repudio a la vida fácil), y a sús era o no “naza-
reno”. Ahora bien, no
no acercarse a un cadáver (que expresaba su pertenencia especial a Dios). cabe duda que Cristo,
desde su misma En-
Entre los más conocidos nazarenos encontramos a Sansón, a Samuel, a carnación, se consa-
gró a la Misión que le
san Juan Bautista, a san Pablo Apóstol, e incluso —según algunos auto- encargó su Padre:
salvar a los hombres
res— al mismo Jesús (cfr. Mt 2,23). de la muerte eterna y
abrirles las puertas del
Cielo.
Los prosélitos eran paganos convertidos al judaísmo. La propaganda judía
en busca de conversos era muy activa en el mundo grecorromano (cfr. Mt
23,15).
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Por último encontramos repetidamente citados en los evangelios a los sa-


maritanos, que eran el pueblo resultante de la fusión entre israelitas, cal-
deos, sirios, persas y árabes que retornaron de la dominación del imperio
Asirio, hacia el siglo VIII a.C. Habitaban la Palestina central, y observaban
un gran rigor religioso. Esperaban a un Mesías justiciero que pusiera fin a la
división entre ellos y los judíos, quienes los consideraban impuros. Es por
esto que Jesús desorientaba tanto a los judíos por juntarse con ellos (cfr. Jn
4,1-42).

“Vino entonces uno de los sacerdotes deportados de Samaría, se estableció en Be-


tel y les enseñó cómo debían reverenciar a Yahveh. Pero cada nación se hizo sus dio-
ses y los pusieron en los templos de los altos que habían hecho los samaritanos, cada
nación en las ciudades que habitaba” (II Re 17,28-29).

Digamos ahora algunas palabras sobre:

La mujer: su sitio era el hogar y no las actividades sociales, reservadas a los


varones; sin embargo, también era considerada Hija de Israel y, por lo tanto,
con derechos y dignidad propias.

El niño: el hijo era absolutamente esencial para el judío. Al nacimiento se se-


guían varios ritos (que Cristo supo cumplir debidamente), tales como la cir-
cuncisión, la presentación en el Templo y rescate de los primogénitos, la pu-
rificación de la madre, entre otros.

El matrimonio: se realizaba entre los 16 y los 22 años, y consistía en un con-


trato oficial que se llama «desposorio». El momento del encuentro era la
«boda» propiamente dicha.
Por eso la Iglesia
rinde homenaje a los
leccionarios (evan-
geliario), por ejem-
plo, llevándolos en
El Evangelio “cuadriforme” procesión e incen-
sándolos en las
funciones litúrgicas,
Sólo hacia el final de la edad apostólica el nombre “evangelio” fue atribuido a los como símbolo de la
misma Persona del
cuatro escritos apostólicos (Mateo, Marcos, Lucas y Juan), que todavía así llama- divino Maestro
mos. La razón de tal nombre es clara, pues estos escritos tienen como único argumen-
to el anuncio glorioso de lo que Jesús hizo por nuestra eterna salvación; aún más, con-
Bilyk

Nuevo Testamento I 16

tienen las palabras y hechos mismos de la buena noticia predicada por Cristo. Los
evangelios son en verdad la flor más bella de la predicación apostólica.

La constitución dogmática Dei Verbum (nº 18) afirma con justicia que los cuatro
evangelios son los escritos más importantes del Nuevo Testamento, y de la Sagrada
Escritura toda, pues lo que conocemos de la vida, de las enseñanzas y de la obra sal-
vífica de Jesús, lo debemos casi exclusivamente a los evangelios canónicos, con
agregados (suficientemente importantes, eso sí) de la Tradición Oral, y otros muy po-
cos de los evangelios llamados “apócrifos” (aportes históricos, no de fe)3.

La citada constitución conciliar reafirma la constante tradición de la Iglesia que afir-


ma que los cuatro evangelios —los únicos que reconoce como canónicos— tuvieron
por autores a apóstoles (Mateo y Juan), u hombres del círculo apostólico (Marcos y
Lucas) encargados y aprobados por los apóstoles.

Esta tradición constante es demostrable también en el plano histórico—crítico (vgr.


con Eusebio de Cesarea y san Ireneo). Y si comparamos a los evangelios con las car-
tas de san Pablo, vemos que aquellos son mucho más arcaicos que los escritos pauli-
nos. En efecto, el lenguaje y conceptos de Pablo manifiestan una elaboración teológi-
ca considerablemente superior en comparación con las tradiciones más primitivas con-
tenidas en los evangelios. De hecho, las principales cartas de Pablo (Romanos, Corin-
tios y Gálatas) fueron escritas según opinión común entre el 50 y el 60, y las tradicio-
nes sinópticas suponen incluso un estadio más primitivo (y por tanto anterior) a esas
fechas, lo cual refleja el estadio de la predicación apostólica inicial (oral)4.

De lo dicho hasta aquí, resulta claro que el Evangelio de Jesucristo es uno so-
lo, y nos quedan cuatro versiones inspiradas del mismo, que en nada se contradi-
cen en cuanto al Mensaje (que es lo que importa), y no existen propiamente diferen-
cias “estructurales”(aunque sí en apariencia, ya volveremos sobre esto en “la cuestión
sinóptica”). Para expresar esta unidad la constitución conciliar recoge una expresión

3
En los primeros siglos de vida de la Iglesia, y conjuntamente con los evangelios canónicos,
se escribieron varios libros que también contenían, supuestamente, la vida y las enseñanzas
de Jesús. Algunos eran relatos simples para alimentar la piedad y la fantasía popular, pero
otros eran realizados por herejes que querían servirse del Evangelio para difundir entre los
cristianos sus doctrinas erróneas. Prontamente la Iglesia rechazó estos escritos, y los denomi-
nó con el título de apócrifos, que es un término griego que se puede traducir como “oculto” o
“escondido” (cfr. Leonardo Castellani, EL EVANGELIO DE JESUCRISTO, págs. 18-22).
4
Al menos en los tres primeros, llamados “sinópticos” (tema sobre el cual volveremos lue-
go). No podría afirmarse lo mismo con el evangelio según san Juan (pero por motivos que no
invalidan lo dicho, como veremos).
Bilyk

Nuevo Testamento I 17

patrística: evangelio cuadriforme (de Ireneo: euaggéliontettramórphon). Y la usual


expresión “según”, que se utiliza para indicar a los autores de los respectivos evange-
lios, significa también que hay un único Evangelio de Jesucristo (una sola predicación
y un solo objeto o sujeto predicado), pero según la manera de Mateo, Marcos, Lucas o
Juan (Mt, Mc, Lc y Jn, a partir de ahora). De hecho, este “según” ya aparece en los
manuscritos más antiguos del siglo II, lo cual es otro indicio de la antigüedad de la atri-
bución de los evangelios a los escritores apostólicos o de su entorno más cercano.

Uno y solo uno es el Evangelio (como Mensaje), pero disponemos de cuatro


versiones (o presentaciones) del mismo, inspiradas por el Espíritu Santo: los
evangelios según Mateo, Marcos, Lucas y Juan.

El documento conciliar mantiene el orden tradicional de los evangelios (Mt, Mc, Lc y


Jn), y lo mismo la identidad real de los autores, pero sin pretender definir este asunto,
que es aún discutido (de otra manera tal vez lo hubiera hecho más explícitamente).
Por su parte, los importantes decretos de la Pontificia Comisión Bíblica del año 1912
hablan de estos temas defendiendo la posición tradicional en la Iglesia (versión directa
de los santos varones nombrados como autores). Esto se podría sintetizar así: siem-
pre se ha mantenido la atribución original del segundo y tercer evangelio a Marcos
(discípulo de Pedro) y a Lucas (discípulo de Pablo), y no hay disidencias en torno a
esto. En cuanto al de Mateo suelen distinguirse entre el actual canónico escrito en
lengua griega, y un supuesto original escrito en arameo, según los testimonios de anti-
guos Padres (en especial Papías), pero sobre el cual no se ha conservado ni un solo
ejemplar (o fragmento siquiera). De ser auténtico este antiguo testimonio, algunos su-
ponen que el original arameo es de mano directa de Mateo, y el siguiente texto griego
de alguien del entorno del apóstol, que tradujo el de su maestro. Pero esta posición es
opinable. Y otro tanto se podría decir del evangelio según Jn (aunque no por motivos
del idioma en que fue escrito). Sin embargo ya volveremos sobre estos asuntos. Vale
hasta aquí esta mención.
Bilyk

Nuevo Testamento I 18

Valor histórico de los evangelios

Doctrina constante de la Iglesia

En la primera parte del nº 10 de la constitución Dei Verbum se expone el concepto


de “historicidad” en los evangelios, e insiste con excepcional vigor sobre este asunto
Esto para contrarrestar, indudablemente, el prejuicio racionalista —muy difundido en la
exégesis bíblica— según el cual el cristianismo difundido en los evangelios es produc-
to de una “evolución natural” de los conceptos e ideas de los primeros creyentes o
seguidores (disipando así por completo la acción sobrenatural del Espíritu Santo en su
escritura).

La “historicidad” (o el adjetivo de “histórico”) es la cualidad por la cual un relato re-


fiere a hechos verdaderos (no falsos, imaginados o “adaptados”). Así, la constitución
afirma con toda claridad que Jesús obró y enseñó en realidad lo que los evangelis-
tas narran sobre Él, y que tal narración es fiel. Y no podía ser de otro modo: para la
fe cristiana de sus primeros receptores, y los de cualquier época, es de extrema impor-
tancia que Jesús haya dicho y obrado realmente lo que los evangelistas le atribuyen
como palabras y hechos.

Es de absoluta necesidad que los evangelios no sean una fantasía, por muy
hermosa o vistosa que fuese, sino historia auténtica.

Esto explica porqué el Magisterio de la Iglesia insiste que el carácter histórico de los
evangelios es enseñanza firme y constante tanto en el pasado como en el presente. El
documento cita a este propósito el libro de los Hechos en 1,21 (“a partir del bautismo
de Juan hasta el día en que nos fue llevado”), incluyendo expresamente en el concep-
to de “histórico” las apariciones de Jesús Resucitado (que la crítica racionalista prime-
ro, y divulgadores neognósticos posteriores, tantas veces intenta hacer pasar como
invento o mitificación de la figura de Jesús por parte de sus seguidores).

Los evangelios narran fielmente lo que Jesús, el Hijo de Dios, realmente hi-
zo y enseñó a los hombres por su eterna salvación, viviendo entre ellos como
uno de ellos. Es de suma importancia para la fe cristiana todo lo que se refiere al as-
pecto salvífico de las acciones y palabras de Jesús (cfr. Dei Verbum 11). Esto significa
que la historicidad no es garantizada sólo cuando se trata de verdades de fe y moral
Bilyk

Nuevo Testamento I 19

(porque en los evangelios también se habla de otras cosas), sino que todo lo narrado
tiene que ver directa o indirectamente con la historia de la salvación.

El objetivo específico de los evangelistas no era escribir una “historia” o


“biografía” en el sentido científico, sino una HISTORIA DE SALVACIÓN.

Los hechos históricos, y por tanto reales, que sucedieron en la vida de Jesús son
narrados en función de un mensaje salvífico que estaba contenido en todo lo
que Jesús hizo y enseñó. Es, pues, en esta perspectiva religiosa que la Iglesia tiene
la garantía de poseer en los evangelios verdaderas narraciones históricas acerca de
los dichos y hechos de Jesús.

Para comprender la preocupación de los Padres del Concilio acerca de este punto,
debemos conocer el trasfondo de los debates en la preparación del texto conciliar. En
efecto, en el esquema que había preparado la comisión preparatoria sobre el tema de
la “divina revelación”, no sólo se afirmaba la historicidad de los evangelios, sino que se
proponía una toma de posición contra ciertos métodos e ideas en la exégesis católica
moderna. La mayoría no favorecía esa actitud contraria a los métodos exegéticos,
puesto que no alentaría el estudio bíblico científico propugnado por Pío XII (en su en-
cíclica Divino AfflanteSpiritu). Y fue esa posición la que prevaleció finalmente, para lo
cual se preparó un segundo esquema en el cual ya no se hablaba más de “admonicio-
nes”. Mas, por intervención de Pablo VI, se introdujo en el texto final la palabra “histo-
ricidad” que antes faltaba, para despejar cualquier duda que la Iglesia continúa mante-
niendo el carácter histórico de los evangelios (que es, en definitiva, lo esencial que se
debe considerar).

Formación de los evangelios

El género literario de los evangelios

La segunda parte del nº 10 del documento conciliar resume algunos puntos de


la Instrucción Sancta Mater Ecclesia (1964), y las integra en el texto dogmático. Dicha
instrucción trata dos puntos referentes a los evangelios sinópticos (Mt, Mc y Lc):
Bilyk

Nuevo Testamento I 20

El método de la historia de las formas (Formgeschichte, en alemán).

Los géneros literarios

Se trataba de dos puntos muy discutidos en el Concilio. En particular se objetaba


que de aplicar los métodos propuestos por la Formgeschichte disminuiría el carácter
histórico de los evangelios. Dichas objeciones fueron despejadas al distinguirse entre
el método en sí que tiene cosas útiles, y su errónea aplicación por preconceptos teoló-
gicos y filosóficos ajenos al método como tal. De hecho, se rechazaba por los nefastos
resultados alcanzados por los mismos propugnadores del método5.

Por lo que se refiere a los géneros literarios, el tema fue tratado en el nº 12 de la


citada Constitución Dei Verbum, donde leemos:

“Habiendo, pues, hablado Dios en la Sagrada Escritura por hombres y a la manera


humana, para que el intérprete de la Sagrada Escritura comprenda lo que El quiso co-
municarnos, debe investigar con atención lo que pretendieron expresar realmente los
hagiógrafos y plugo a Dios manifestar con las palabras de ellos. Para descubrir la in-
tención de los hagiógrafos, entre otras cosas hay que atender a «los géneros litera-
rios». Puesto que la verdad se propone y se expresa de maneras diversas en los textos
de diverso género: histórico, profético, poético o en otros géneros literarios. Conviene,
además, que el intérprete investigue el sentido que intentó expresar y expresó el ha-
giógrafo en cada circunstancia según la condición de su tiempo y de su cultura, según
los géneros literarios usados en su época. Pues para entender rectamente lo que el au-
tor sagrado quiso afirmar en sus escritos, hay que atender cuidadosamente tanto a las
formas nativas usadas de pensar, de hablar o de narrar vigentes en los tiempos del ha-
giógrafo, como a las que en aquella época solían usarse en el trato mutuo de los hom-
6
bres” .

Podemos observar en ese pasaje que se hace una mención explícita de los géne-
ros literarios, que podríamos resumir en:

5
Nos referimos particularmente al teólogo protestante alemán Rudolf Karl Bultmann (1884—
1976) quien, siguiendo a otros autores luteranos, sostiene que se debe renunciar al “Jesús
histórico” como alguien del pasado, sin importancia, al que no se puede acceder (menos por
los evangelios), y centrarse en el “Cristo de la fe”, que, según Bultmann, es lo único que impor-
ta. A esta postura, ciertamente dualista, respondió el Papa Benedicto XVI con su obra “JESÚS
DE NAZARET”, y lo señala expresamente al inicio mismo de su obra: “La grieta entre el «Jesús
histórico» y el «Cristo de la fe» se hizo cada vez más profunda; a ojos vistas se alejaban uno
de otro. Pero ¿qué puede significar la fe en Jesús el Cristo, en Jesús el Hijo del Dios vivo, si
resulta que el hombre Jesús era tan diferente de cómo lo presentan los evangelistas y cómo,
partiendo de los evangelios, lo anuncia la Iglesia (…) semejante situación es dramática para
la fe ” (Joseph Ratzinger, JESÚS DE NAZARET, editorial Planeta, 2007, págs. 7-8).
6
Dei Verbum 12
Bilyk

Nuevo Testamento I 21

las características de la predicación apostólica,

las características de la redacción escrita

e incluso (implícitamente, al menos) la intención de los evangelistas.

Veamos esto más detenidamente.

a) Características de la predicación apostólica: la base de los evangelios la


constituye la predicación de los apóstoles. Al respecto señala la encíclica Sancta Ma-
ter Ecclesia en su segunda parte que Cristo

“eligió discípulos que le siguieron desde el comienzo, vieron sus obras, oyeron sus
palabras y se encontraron de este modo en condiciones de llegar a ser testigos de su
vida y de sus enseñanzas”.

Y haciendo referencia al método que eligió Jesús para predicar su Evangelio añade:

“El Señor, al exponer oralmente su enseñanza seguía las formas de pensamiento y


de expresión por entonces en uso, adaptándose de este modo a la mentalidad de los
auditores y haciendo de tal modo que cuanto Él enseñaba quedara firmemente graba-
7
do en su mente y pudiera ser retenido con facilidad por sus discípulos” . Por eso hace
notar el P. Héctor Lordi que “Jesús apareció como un predicador, pero Él no escribió
nada. Y es mejor que haya sido así, de lo contrario el cristianismo sería una religión del
8
libro” .

Esto de la predicación apostólica (inicialmente oral, reiteramos) no es un descubri-


miento de la “historia de las formas” (lo aclaramos por si algún autor pretendiera afir-
mar esto), sino la verdad histórica tradicionalmente reconocida. Aquel método atrajo
particularmente la atención sobre el hecho de que los discípulos de Jesús, después de
la experiencia pascual, predicaron a Cristo glorioso —“postpascual”—, dejando de lado
o transfigurando el “prepascual”. Pero todos los esfuerzos actuales de la exégesis se
orientan a demostrar, mediante el uso correcto del método, que el Cristo de la predica-
ción apostólica es consecuencia directa del Jesús conocido antes de la experiencia

7
Cfr. Castellani, op.cit., pág. 43 y ss.
8
Héctor Lordi; LOS EVANGELIOS SINÓPTICOS
Bilyk

Nuevo Testamento I 22

pascual. O sea, que la convicción de los apóstoles de que Jesús había resucitado, no
habría podido transformarlo en “Mesías y Señor”, si Jesús no se hubiera manifestado
como tal durante su vida terrenal.

Si los Apóstoles predicaron a Cristo glorioso, esto no es una “invención” de


su fe en la resurrección de Jesús, sino porque Él mismo se presentó como tal.

En la Constitución se admite, ciertamente, que la experiencia postpascual influyó Cfr. Jn


14,26; 16,13;
sobre la presentación del material que constituye los evangelios. Los Apóstoles tenían 2,22; 12,16

mayor y más profunda comprensión de lo dicho y hecho por Jesús durante su vida
terrenal, y esta mayor inteligencia ha sido “retroalimentada” en los relatos transfor-
mándolos en cierto grado, no falsificándolos sino enriqueciéndolos.

En definitiva la Iglesia afirma que

“firme y constantemente ha creído y cree que los cuatro referidos Evangelios, cuya
historicidad afirma sin vacilar, comunican fielmente lo que Jesús Hijo de Dios, viviendo
entre los hombres, hizo y enseñó realmente para la salvación de ellos, hasta el día que
fue levantado al cielo. Los Apóstoles, ciertamente, después de la ascensión del Señor,
predicaron a sus oyentes lo que El había dicho y obrado, con aquella crecida inteligencia
de que ellos gozaban, amaestrados por los acontecimientos gloriosos de Cristo y por la
luz del Espíritu de verdad. Los autores sagrados escribieron los cuatro Evangelios esco-
giendo algunas cosas de las muchas que ya se trasmitían de palabra o por escrito, sinte-
tizando otras, o explicándolas atendiendo a la condición de las Iglesias, reteniendo por
fin la forma de proclamación de manera que siempre nos comunicaban la verdad sincera
acerca de Jesús. Escribieron, pues, sacándolo ya de su memoria o recuerdos, ya del tes-
timonio de quienes «desde el principio fueron testigos oculares y ministros de la palabra»
9
para que conozcamos «la verdad» de las palabras que nos enseñan (cf. Lc 1,2-4)” .

Tengamos bien presente este párrafo, que es viga central de mucho de lo que si-
gue.

Dios es el Autor principal de la Sagrada Escritura, y los hagiógrafos son los autores
secundarios. No por ello dejan de ser verdaderos autores, aunque subordinados, como
instrumentos inteligentes y libres en las manos de Dios, que los escogió para tal fin.

9
Concilio Vaticano II, Constitución Dogmática Dei Verbum, 19
Bilyk

Nuevo Testamento I 23

Y ahondemos un poco más.

Desde el Día de Pentecostés, la tarea esencial de los Doce fue la proclamación del
Evangelio; por eso, en el libro de los Hechos podemos observar los distintos discursos
catequéticos. Veamos, por ejemplo, el de Pedro a los judíos y habitantes de Jerusalén:

“Entonces Pedro, presentándose con los Once, levantó su voz y les dijo: Judíos y
habitantes todos de Jerusalén: Que os quede esto bien claro y prestad aten-
ción a mis palabras: No están éstos borrachos, como vosotros suponéis, pues es la
hora tercia del día, sino que es lo que dijo el profeta: Sucederá en los últimos días, dice
Dios: Derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras
hijas; vuestros jóvenes verán visiones y vuestros ancianos soñarán sueños. Y yo sobre
mis siervos y sobre mis siervas derramaré mi Espíritu. Haré prodigios arriba en el cielo
y señales abajo en la tierra. El sol se convertirá en tinieblas, y la luna en sangre, antes
de que llegue el Día grande del Señor. Y todo el que invoque el nombre del Señor se
salvará. Israelitas, escuchad estas palabras: A Jesús, el Nazoreo, hombre acredi-
tado por Dios entre vosotros con milagros, prodigios y señales que Dios hizo por su
medio entre vosotros, como vosotros mismos sabéis, a éste, que fue entregado según
el determinado designio y previo conocimiento de Dios, vosotros le matasteis clavándo-
le en la cruz por mano de los impíos; a éste, pues, Dios le resucitó librándole de los do-
lores del Hades, pues no era posible que quedase bajo su dominio; porque dice de él
David: Veía constantemente al Señor delante de mí, puesto que está a mi derecha, pa-
ra que no vacile. Por eso se ha alegrado mi corazón y se ha alborozado mi lengua, y
hasta mi carne reposará en la esperanza de que no abandonaras mi alma en el Hades
ni permitirás que tu santo experimente la corrupción. Me has hecho conocer caminos
de vida, me llenarás de gozo con tu rostro. Hermanos, permitidme que os diga con toda
libertad cómo el patriarca David murió y fue sepultado y su tumba permanece entre no-
sotros hasta el presente. Pero como él era profeta y sabía que Dios le había asegurado
con juramento que se sentaría en su trono un descendiente de su sangre, vio a lo lejos
y habló de la resurrección de Cristo, que ni fue abandonado en el Hades ni su carne
experimentó la corrupción. A este Jesús Dios le resucitó; de lo cual todos nosotros
somos testigos. Y exaltado por la diestra de Dios, ha recibido del Padre el Espíritu
Santo prometido y ha derramado lo que vosotros veis y oís. Pues David no subió a los
cielos y sin embargo dice: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra hasta que
ponga a tus enemigos por escabel de tus pies. Sepa, pues, con certeza toda la casa de
Israel que Dios ha constituido Señor y Cristo a este Jesús a quien vosotros habéis cru-
cificado. Al oír esto, dijeron con el corazón compungido a Pedro y a los demás apósto-
les: ¿Qué hemos de hacer, hermanos? Pedro les contestó: Convertíos y que cada
uno de vosotros se haga bautizar en el nombre de Jesucristo, para remisión de
vuestros pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo; pues la Promesa es para voso-
tros y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos, para cuantos llame el Se-
ñor Dios nuestro. Con otras muchas palabras les conjuraba y les exhortaba: Salvaos
de esta generación perversa. Los que acogieron su Palabra fueron bautizados. Aquel
día se les unieron unas tres mil almas” (Hch 2, 14-41)

También en las epístolas apostólicas se observa la conciencia de esta misión


que implica transmitir la “tradición”, lo “recibido”:

“Porque yo recibí del Señor lo que os he transmitido: que el Señor Jesús, la


noche en que fue entregado, tomó pan, y después de dar gracias, lo partió y dijo: Este Ver también: 1
es mi cuerpo que se da por vosotros; haced esto en recuerdo mío. Asimismo también la Cor. 15,1-5.
Bilyk

Nuevo Testamento I 24

copa después de cenar diciendo: Esta copa es la Nueva Alianza en mi sangre. Cuantas
veces la bebiereis, hacedlo en recuerdo mío” (1 Co 11,23-25)

Por lo tanto, son los Apóstoles los que van entregando, trasmitiendo las enseñan-
zas recibidas. Este anuncio del Evangelio comprendía las siguientes cuestiones:

El Reino de Dios: que también había sido objeto de la predicación de Jesús


y de sus discípulos: Ver también el
envío de los 72
discípulos en Lc
“Convocando a los Doce, les dio autoridad y poder sobre todos los demonios, y para 10, 1-20.
curar enfermedades; y los envió a proclamar el Reino de Dios y a curar (…) Saliendo,
pues, recorrían los pueblos, anunciando la Buena Nueva y curando por todas partes…
Cuando los apóstoles regresaron, le contaron cuanto habían hecho. Y él, tomándolos
consigo, se retiró aparte, hacia una ciudad llamada Betsaida. Pero las gentes lo supie-
ron, y le siguieron; y él, acogiéndolas, les hablaba acerca del Reino de Dios, y curaba a
los que tenían necesidad de ser curados” (Lc 9, 1-2; 6. 10-11).

El Evangelio de Jesús, Mesías e Hijo de Dios: el misterio de su Pasión,


Muerte y Resurrección, así como el Señorío de Jesús sobre todas las cosas
y la espera de su retorno en gloria (Parusía).

Los hechos y gestos de Jesús, anunciados por testigos oculares, subra-


yando, de este modo, el fuerte vínculo del Evangelio con la realidad históri-
ca.

Detengámonos un momento en el tema de la predicación oral inicial, que tantos de-


tractores y tergiversadores tuvo en la historia del estudio del origen de los evange-
lios10.

Los recitadores hebreos (rabbís, nabís y meturgemanes) eran aquellos que repe-
tían las tradiciones y las encarnaban. Eran una especie de libros vivos, y se dedica-
ban a eso en círculos reducidos. Cristo era uno de ellos, el mejor ciertamente.

Siempre se afirmó la existencia de la Tradición Oral tanto del Antiguo como


del Nuevo Testamento, sin embargo, posteriormente se descubrió que ésta se
conservaba en ámbitos más o menos profesionales.

10
Este tema está eruditamente tratado por el P. Leonardo Castellani (en su obra ya citada,
págs. 15-16 y 37-55). Aquí nos limitamos a un breve y seguramente imperfecto resumen.
Bilyk

Nuevo Testamento I 25

Por eso, la analogía más cercana con la Tradición Sagrada no es tanto con el modo
de transmisión de las leyendas populares (como quería la Formgeschichte), sino más
bien con la forma en que se han transmitido otras tradiciones sagradas dentro del ju-
daísmo. Por ejemplo, en el Antiguo Testamento, tenemos la Ley Escrita (que es la
misma Escritura) y, paralelamente, la Ley Oral constituida por los dichos de los padres,
que se transmiten de generación en generación.

Por este motivo, una de las figuras fundamentales en el desarrollo de la tradición


oral es la del portador de esa tradición. Cristo confiaba esa tradición a los discípulos
(talmidim) y estos la aprendían cuidadosamente de memoria

En la Iglesia Primitiva, la transmisión y conservación de la Tradición fue también


una actividad consciente y específica de ella, pues junto a las Sagradas Escrituras
esta Tradición Oral constituye el depósito de la Revelación.

Por esta supervivencia oral, las catequesis eran rítmico-mnemotécnicas, lo cual


facilitaba su memorización y transmisión.

Finalmente fueron puestas por escrito aproximadamente entre 7 y 63 años des-


pués de la Ascensión de Jesús. Es más que probable que se fueran constituyendo
como colecciones parciales, agrupando las palabras del Señor, los relatos de la Pa-
sión, la lista de apariciones, etc. san Lucas alude a esto en su prólogo del Evangelio
cuando dice:

“Puesto que muchos han intentado narrar ordenadamente las cosas que se
han verificado entre nosotros, tal como nos las han transmitido los que desde el princi-
pio fueron testigos oculares y servidores de la Palabra, he decidido yo también,
después de haber investigado diligentemente todo desde los orígenes, escribírtelo
por su orden, ilustre Teófilo, para que conozcas la solidez de las enseñanzas que
has recibido” (Lc 1, 1-4)

Ver también: el
Por otro lado, es fundamental en la vida de esta Iglesia Primitiva, la liturgia y sus ri- bautismo del eu-
nuco por Felipe
tos, como por ejemplo, la profesión de Fe bautismal o la liturgia de la Eucaristía: (Hch 8,35-38); el
bautismo de los
gentiles luego del
“Pedro les contestó: Convertíos y que cada uno de vosotros se haga bauti- discurso de Pedro
zar en el nombre de Jesucristo, para remisión de vuestros pecados; y recibiréis el (Hch 10, 34-48); la
don del Espíritu Santo; pues la Promesa es para vosotros y para vuestros hijos, y para predicación de
Pablo (1 Cor 15,3-
todos los que están lejos, para cuantos llame el Señor Dios nuestro. Con otras muchas
5; Rom 6,3-4; Ef
palabras les conjuraba y les exhortaba: Salvaos de esta generación perversa. Los que 2,5-7).
acogieron su Palabra fueron bautizados. Aquel día se les unieron unas tres mil almas”
(Hch 2, 38-41)
Bilyk

Nuevo Testamento I 26

“Porque, si confiesas con tu boca que Jesús es Señor y crees en tu corazón


que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvo” (Rom 10, 9)
Respecto de la
“Acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la comunión, a la Eucaristía ver tam-
fracción del pan y a las oraciones” (Hch 2, 42) bién: 1 Cor 11, 26;
Hch 20, 7-11.

b) Características de la redacción: Cuando los Apóstoles se ponen al frente de


las diversas comunidades, las tradiciones comienzan a transmitirse oralmente. Lue-
go, como la Iglesia se extendía con rapidez y se multiplicaba el número de predicado-
res, fue preciso fijar lo esencial. El ejemplo más claro se ve en las epístolas, donde
aparecen esquemas de sermones y antologías de textos de la Escritura:

“Dios la ha cumplido en nosotros, los hijos, al resucitar a Jesús, como está escrito Ver también:
en los salmos: Hijo mío eres tú; yo te he engendrado hoy. Y que le resucitó de entre Rm 3,9-20;
los muertos para nunca más volver a la corrupción, lo tiene declarado: Os daré las co- 9,6-29; 10,5-21.
sas santas de David, las verdaderas. Por eso dice también en otro lugar: No permiti-
rás que tu santo experimente la corrupción. Ahora bien, David, después de haber servi-
do en sus días a los designios de Dios, murió, se reunió con sus padres y experimentó
la corrupción. En cambio aquel a quien Dios resucitó, no experimentó la corrupción.
Tened, pues, entendido, hermanos, que por medio de éste os es anunciado el perdón
de los pecados; y la total justificación que no pudisteis obtener por la Ley de Moisés la
obtiene por él todo el que cree. Cuidad, pues, de que no sobrevenga lo que dijeron
los Profetas: Mirad, los que despreciáis, asombraos y desapareced, porque en vues-
Si pensamos en
tros días yo voy a realizar una obra, que no creeréis aunque os la cuenten. Al salir les una figura de la
rogaban que les hablasen sobre estas cosas el siguiente sábado. Disuelta la reunión, Antigüedad como
muchos judíos y prosélitos que adoraban a Dios siguieron a Pablo y a Bernabé; éstos Cicerón, que tenía a
conversaban con ellos y les persuadían a perseverar fieles a la gracia de Dios” (Hch su servicio tres es-
13:33-43) clavos taquígrafos
que lo seguían a
“Pues refutaba vigorosamente en público a los judíos, demostrando por las Escri- todas partes apun-
turas que el Cristo era Jesús” (Hch 18, 28) tando todo lo que
decía, resultaría
extraño que Cristo
“Le señalaron un día y vinieron en mayor número adonde se hospedaba. El les iba aparentemente haya
exponiendo el Reino de Dios, dando testimonio e intentando persuadirles acerca de Je- lanzado su Evange-
sús, basándose en la Ley de Moisés y en los Profetas, desde la mañana hasta la tar- lio al viento, sn cui-
de. Unos creían por sus palabras y otros en cambio permanecían incrédulos. Cuando, darse de depositar
en desacuerdo entre sí mismos, ya se marchaban, Pablo dijo esta sola cosa: Con ra- su palabra en recep-
zón habló el Espíritu Santo a vuestros padres por medio del profeta Isaías: Ve a táculos vivientes. Y,
encontrar a este pueblo y dile: Escucharéis bien, pero no entenderéis, miraréis bien, gracias al auxilio del
Espíritu Santo, estos
pero no veréis” (Hch 28, 22-26) receptáculos vivien-
tes fueron más fieles
que los taquígrafos
de Cicerón. Tal es
así que algunas
Así, la instrucción primitiva se hizo primero de forma oral y, posteriormente, fue obras de Cicerón se
han perdido, pero la
puesta por escrito. De este modo, la catequesis evangélica de la que hablamos per- Palabra ha perma-
necido.
maneció durante un tiempo en la memoria de los “recitadores” hebreos antes de que
se fijara por escrito; y durante el período de transmisión oral, ya había adquirido en la
memoria de aquellos una forma fija.
Bilyk

Nuevo Testamento I 27

El trabajo de los evangelistas fue sobre todo “redaccional”. Encontrándose frente a


la predicación oral, o en parte ya escrita, ellos hicieron una selección (por momentos
resumiendo, a veces explicando, o disponiendo el material de modo diverso). Esto
resulta claro si examinamos los relatos paralelos de los evangelios que narran el mis-
mo episodio pero de diverso modo, o en distinto orden de sucesos. Esto se explica
porque los evangelistas pusieron en sus escritos algo personal (un observador atento
podrá verlo), es decir, escribieron su propia “teología” acerca de los dichos y hechos
de Jesús, que indican sus preocupaciones pastorales en relación a las iglesias (comu-
nidades) para las cuales escribieron los evangelios. Los evangelios reflejan indirecta-
mente la vida de las iglesias en cuyo medio fueron compuestos.

Insistimos: el punto de partida de la tradición evangélica lo constituyen las en-


señanzas de Jesús, y no la hipotética “comunidad de los críticos” propiciada por la
Formgeschichte. El resto de la elaboración es hecha luego por los testigos oculares
u otros cercanos a ellos, como ministros de la Palabra. La enseñanza de Jesús se
reduce a palabras y acciones simbólicas. Es un modo de enseñar semejante al que
podemos encontrar en el Antiguo Testamento: explica con parábolas o proverbios,
hace memorizar a los discípulos, entre otros, al momento de fijar estas enseñanzas,

Es importante tener en cuenta que la predicación del Evangelio fue y es esen-


cialmente oral, porque la Iglesia de Cristo no se fundó sobre un libro, sino sobre
la Predicación y Acción del Maestro.

c) Intención de los evangelistas: el género literario de los evangelios no es el de


una crónica acerca de los hechos de Jesús, ni una biografía, ni una repetición memori-
zada de sus palabras y hechos de vida, sino un anuncio de salvación (Kerygma),
centrado en la figura de Jesús, Maestro y Señor, cuyos episodios y enseñanzas se
transmiten, iluminados con la fe que querían trasmitir a otros.

Lo que determina en última instancia el género literario de un escrito es la intención


del autor. Si pues, los evangelios, no pueden ser considerados estrictamente como
“historia”, en el sentido científico de la palabra, esto se debe a la intención de sus auto-
res que no pretendían escribir un texto histórico o una crónica de la vida de Jesús, sino
que siempre conservaron el estilo o género literario de predicación o kerigma.

Si bien, como ya hemos indicado antes, los evangelios contienen numerosas simili-
tudes —sobre todo los tres primeros (la llamada “cuestión sinóptica”, sobre la cual vol-
Bilyk

Nuevo Testamento I 28

veremos)—, se encuentran también numerosas diferencias que, sin embargo, no trai-


cionan el Mensaje ni hace que se contradigan entre ellos. Conviene, por si acaso, te-
ner una ligera noción de las particularidades de cada uno, antes de referirnos expre-
samente a ello más adelante:

San Mateo, publicano como era, estaba más acostumbrado a usar la pluma
para extender los recibos y tomar cuenta de los pagos, por lo cual era qui-
zás el más letrado de sus compañeros al principio del apostolado. Dirigió su
Evangelio escrito a los judíos que se habían convertido a la verdadera Fe, a
modo de catequesis, y es por ello que recurre constantemente a las profe-
cías del Antiguo Testamento para demostrar que todas ellas se referían a
Jesús, su Maestro. Se lo representa a san Mateo con un ángel (de rostro
humano), por cuanto comienza su versión del Evangelio con el origen de
Cristo Jesús en cuanto verdadero Hombre. Se estima que escribió su ver-
sión del Evangelio hacia el 50 a 5511.

San Marcos destinó su Evangelio escrito a los fieles cristianos de Roma, a


quienes buscó robustecer en la Fe a causa de las persecuciones que ya por
entonces sufrían, mostrando a la Persona de Cristo como el verdadero Hijo
de Dios (basándose en la Predicación de san Pedro Apóstol, a quien acom-
pañó largo tiempo). Para ello se explayó sobre todo en los Milagros de Je-
sús, que maravillaban enormemente a un público procedente en su mayoría
del politeísmo, y se entretiene en explicar las costumbres judías, descono-
cidas para sus lectores. Se representa a san Marcos con el símbolo de un
león, ya que empieza con la predicación de san Juan Bautista en el desier-
to. El evangelio según san Marcos fue escrito hacia el año 60, y quizás an-
tes según recientes hallazgos arqueológicos.

San Lucas puso el mayor esfuerzo posible en informarse detalladamente de


las obras y palabras de Jesús, para lo cual tuvo como referentes principales
a san Pablo Apóstol (a quien acompaño muchas veces en sus viajes entre

11
Tema muy discutido éste el de la fecha de datación de la escritura de los evangelios. Las
corrientes racionalistas y positivistas gustan de fijarlas muy alejadas de la era apostólica (por
insistir en aquello de una elaboración posterior de las comunidades cristianas —que terminaron
mitificando al Maestro—); pero la Tradición de la Iglesia, y siguiendo a los Padres de la Iglesia
más antiguos, no los ponen más allá de una decena de años después de la predicación de
Jesús, por las razones citadas más arriba (la extensión de la predicación, la desaparición física
de los testigos directos, etc.).
Bilyk

Nuevo Testamento I 29

los pueblos gentiles); a los demás discípulos que habían conocido perso-
Los cuatro “seres
nalmente a Jesús, y tal vez a la misma Madre de Dios, la Santísima Virgen vivientes” citados en
María (aunque sobre esto no hay suficiente constatación). San Lucas era un Apoc 4,6-7 junto al
Trono del Altísimo, y
médico de origen griego, y su preparación cultural era realmente muy bue- convertidos en sím-
bolos de los evange-
na. De todo esto se valió para resaltar la Verdad de Cristo como el Salvador listas, derivan de las
criaturas de aspecto
de todos los hombres, especialmente porque su escrito estaba destinado a cuádruple (“tetramor-
fo”) que el profeta
los paganos conversos de Siria, de Grecia, o del Asia Menor. El símbolo Ezequiel describe en
el relato de sus
con que se representa a san Lucas es el buey (o toro), dado que su evan- visiones (Ez 1,4-11).
gelio comienza con el sacrificio de Zacarías, padre de san Juan Bautista. El Ireneo de Lyon (s. II)
fue el primero que
evangelio según san Lucas se remontaría como máximo hacia el año 80. relacionó el tetra-
morfo con los evan-
gelios, y señaló que
el hombre expresaba
San Juan Evangelista no toma generalmente los relatos de la vida de Jesús
el concepto de la
porque ya habían sido relatados por los otros evangelistas, y las comunida- encarnación, el león
de realeza, el buey
des cristianas ya disponían de ellos. Pero el Evangelio según san Juan es de sacrificio, y el
águila del Espíritu
sin duda el más elevado de los cuatro, por cuanto muestra desde su mismo que sostiene la Igle-
sia. San Jerónimo (s.
inicio a Cristo como la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, el Verbo, IV) fue quien asoció
los “animales” con
el Dios Hijo hecho verdadero Hombre. Así, este Libro se dedica a los gran- los evangelistas: el
des discursos de Cristo, que a veces se evangelio según Mt
empieza con la En-
apoyan en milagros que dan la explicación carnación y está
simbolizado por el
de estos, como manifestaciones de su di- ángel con rostro de
hombre; Mc empieza
vinidad y poder: “Todo nos deja la impre- con la figura del
Bautista, “Voz que
sión de un autor que ha meditado años y clama en el desier-
to”, potente y solita-
años unos hechos y unas doctrinas, que ria como el rugido de
un león; Lc pone el
son la clave de su vida. Y como síntesis
acento en el tema
de todo, coloca al comenzar ese prólogo del sacrificio, por lo
que se le asigna el
sublime”12. Fundamentalmente por ese ex- toro; Jn realiza con
su versión del Evan-
traordinario prólogo (Jn 1,1-18), se lo re- gelio un vuelo espiri-
tual y elevado, simi-
presenta a san Juan Evangelista con el lar al de un águila
(imagen: placa de
águila que se alza en las alturas, como marfil con el Agnus
Dei en una cruz
símbolo de la generación eterna del Ver-
entre los emblemas
bo. El evangelio según san Juan, que tuvo de los cuatro evan-
gelistas, siglo XI,
varias etapas en su redacción, fue con- Metropolitan Mu-
seum de Nueva
cluido hacia fines del siglo I. York).

12
Pérez de Urbel OSB; “Vida de Cristo”.
Bilyk

Nuevo Testamento I 30

SINTETIZANDO: en la formación de los evangelios —proceso largo que perduró hasta


que se redactaron primeramente los sinópticos y, finalmente, el de Juan—, reconoce-
mos tres etapas históricas fundamentales:

La predicación de Jesús: quien durante tres años anunció el Evangelio y


eligió un grupo de Apóstoles (“los Doce”) para que continuaran su misión.

La predicación oral de los Apóstoles: después de la Ascensión y siguiendo


el mandato de Cristo, dieron testimonio por todo el mundo conocido de las
enseñanzas de Jesús, gracias a la comprensión más profunda que les dio la
Resurrección de Cristo y la luz del Espíritu Santo que recibieron en Pente-
costés.

La redacción de los evangelios: para redactar sus libros los evangelistas


utilizaron sobre todo su memoria (Tradición Oral), y en menor medida rela-
tos breves y aislados sobre la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo; co-
mo así también algunos milagros, parábolas y episodios de la infancia de
Jesús; y otra colección de textos que guardaban los discursos y dichos del
Mesías (para algunos directamente todo esto directamente no existió, re-
marcando la portentosa memoria de los recitadores). Esta redacción final la
hicieron seleccionando lo que creían importante para la transmisión de la fe.
Si omitieron datos de la vida de Cristo fue porque no eran cruciales para las
circunstancias y necesidades de sus destinatarios.

Y así fue como llegaron los evangelios hasta nosotros, bajo la custodia impecable
del Magisterio de la Iglesia, que desde sus orígenes vela para cuidar su integridad
(que tantas veces se vio conmovida a lo largo de la historia por muchos que quisieron
“adaptar” los Sagrados Escritos a sus ideas, pretensiones y hasta caprichos).

Si no hubiese sido por la tarea incansable y sin claudicaciones de la Iglesia a lo lar-


go de los siglos, hoy día no conoceríamos auténticamente el Mensaje de Jesús, ni
incluso su existencia, pues es sabido que de las falsificaciones, con el paso del tiem-
po, poco o nada queda.
Bilyk

Nuevo Testamento I 31

El texto de los evangelios (y de la Escritura en general)


Comencemos por decir que la historia del texto evangélico tiene 2000 años de anti-
güedad y, por tanto, hay mucho para estudiar sobre el tema. Además los originales se
han perdido, y las copias más antiguas distan de aquellos entre 250 y 300 años13.

En tiempos de Tertuliano (s. II), coexistían los originales evangélicos y la recita-


ción oral. Así pues el tema es largo y complejo y para abordarlo, es necesario tener
en cuenta otros datos.

Entre los originales de las tragedias de Sófocles y las copias más antiguas
median 1400 años, sin embargo hay unas 100 copias de Sófocles bastante
parejas, mientras que las de los Evangelios son muchas más y muy discor-
dantes (más de 4000 manuscritos).

De la Vulgata Latina hay unos 30.000 manuscritos y no hay dos que sean
iguales, el número de variantes, pues, se calcula en 250.000.

Los grupos de testigos del texto del Nuevo Testamento pueden reducirse a
manuscritos griegos, traducciones antiguas a otras lenguas y citas del nue-
vo Testamento que aparecen en los Padres

Es así que el Nuevo Testamento puede considerarse como la obra más copiada
y traducida, y por ende la más compleja de la literatura universal en cuanto al cono-
cimiento del texto más aproximado al original.

Por eso, se hace forzoso un trabajo arduo de crítica textual con el fin de re-
construir, a fuerza de paciencia e inteligencia, lo más exactamente posible el
texto original de una obra, en este caso, de la Sagrada Escritura.

Y no basta para ello reproducir el manuscrito más antiguo, pues a veces puede
tener errores y uno posterior estar mejor con respecto al primero. De este modo, del
resultado de la crítica textual surge la edición crítica, que muchas veces no es un
texto de un mismo origen (del mismo manuscrito) sino que es reconstruido eligiendo
en cada caso las variantes que se consideren mejores. Según algunos autores, esta

13
Cfr. Castellani, op.cit. págs. 55-70
Bilyk

Nuevo Testamento I 32

elección se debe inclinar por la versión que mejor explique el origen de las demás,
reconstruyendo así la historia de las variantes. Además, en una edición crítica se se-
ñalan las principales variantes a fin de que el lector pueda hacer una valoración del
texto. Por ello las notas a pie de página en este tipo de ediciones tienen gran impor-
tancia.

Hay opiniones divergentes y el campo de la investigación permanece abierto.


Pero, ¿tendremos alguna vez un texto puro de los Evangelios? Es claro que ya
los tenemo. Sin embargo, disponemos de textos substancialmente puros y, así, no
hay ningún punto fundamental de la fe que no esté apoyado en textos absolutamente
seguros e indiscutibles. Hay que entender que las variantes no son de fondo, y que
las causas de su presencia son diversas.

Las causas de las variantes

Comencemos por mencionar cómo era el trabajo de los copistas. Copiaban a


mano, en un rollo de papiro de nueve metros sobre sus rodillas, de tal modo que lo
que ya estaba escrito caía a sus pies. También podía usarse pergamino que era más
durable pero más caro y, por tanto, era menos frecuente su uso.

El equipo de copia estaba constituido por un dictante, varios taquígrafos y un co-


rrector para corregir las copias.

En este complejo proceso de copiado, las variantes pueden haber sido intenciona-
das o no.

Las variantes intencionadas pueden dividirse, además, en aquellas que fueron in-
troducidas de buena fe y las que no la tuvieron. Entre las primeras, la causa más
frecuente fue el hecho de que los copistas pretendieran ser correctores, realizando
algunas de las siguientes acciones:

cambiando una palabra por otra (por ejemplo, con el fin de salvaguardar la
virginidad de María, en vez de poner “sus padres” ponen “José y María” o
cuando dice “tu padre y yo” ponen “José y yo”);

ampliando una cita del Antiguo Testamento,

sustituyendo el griego hablado vulgarmente (koiné) por el clásico;


Bilyk

Nuevo Testamento I 33

incluyendo más de una variante en una nueva copia, en vez de elegir una;
etc.

La causa de que variantes intencionadas partieran de la mala fe de los copistas


es que estos tuvieran fines heréticos (por ejemplo, contra el matrimonio, tal como
desparramaba Marción), pues sabemos por el testimonio de los Santos Padres que así
sucedía. En este caso, las modificaciones más frecuentes consistían en:

Eliminar todo lo referente al ambiente judío;

Poner nombres direccionados (tendenciosos) a personas que simplemente


aparecían como personas anónimas; etc.

Desde luego, ninguna de ellas ha llegado a nuestros textos actuales.

En cuanto a las variantes no intencionadas, resulta más difícil descubrirlas y se


pueden atribuir a diversas causas:

por visión o audición defectuosa del que escribe;

por “pasar la mirada de largo” y saltear una parte o escribir una vez lo que
debía escribirse dos;

por diptografía (o duplografía = escribir dos veces lo que sólo va una vez);

por confusión de pronombres;

por fallos en la memoria mientras se dicta;

por omisión de signos de puntuación, errores por distracción, etc.

Por todo esto el Papa san Dámaso encarga a san Jerónimo una nueva traducción
correcta del griego en el s. IV. Esta versión, que es la más reconocida por el Magiste-
rio de la Iglesia, es la célebre Vulgata de san Jerónimo, acerca de la cual el Concilio
de Trento afirma que es auténtica y que no tiene errores contra la fe. Esto no significa
que en la traducción no pueda haber imperfecciones ni que se cierre con la Vulgata el
Bilyk

Nuevo Testamento I 34

estudio, la crítica y la opinión. De hecho, el Papa san Juan Pablo II autorizó en 1979
una nueva edición (con las correcciones posibles de hacer merced al avance en el
tratamiento de las lenguas antiguas), a la cual se tituló Neovulgata, y que pasó a ser
la versión de referencia para traducciones a otras lenguas. Con todo, se conservan
numerosos manuscritos bíblicos, muy antiguos y venerables, como los que siguen:

Nombre Fecha Conservado Contiene Observaciones


en
P52 Harris Comienzos la Biblioteca John Jn 18,31-33, Más antiguo fragmento del
del s. II Ryland Manchester 37-38. Nuevo Testamento; papiro;
texto neutral.
P45Chester Beaty s. III. Museo de Chester Evangelios y Libros más antiguos que
Hechos existen; texto: en parte neu-
Beaty, Dublín tral, en parte preoccidental.
Sinaiticus s. IV Museo Británico LXX; Nuevo 4 columnas: encontrado en
Testamento 1859 por Tischendorf en el
Monasterio de Sta. Catalina,
del Monte Sinaí; pergamino.
B. Vaticanus s. IV Biblioteca Vaticana LXX; Nuevo 3 columnas: se le suele con-
Testamento siderar el mejor manuscrito
bíblico que se conserva.
A. Alexandrinus s. V Museo Británico LXX; Nuevo 2 columnas; entregado al
Testamento Rey Carlos I en 1627 por el
Patriarca Cirilo Lucar de
Bizancio.
C. EphraemiRes- s. VI Biblioteca Nacio- 2/3 Nuevo 1 columna; el más famoso
criptus nal, París Testamento y palimpsesto (sobrescrito) del
fragmentos de s. XII con homilías de S.
LXX Efrén.
D. Bezae s. VI Biblioteca de la Evangelios y El griego a la izquierda y el
Universidad de Hechos latín a la derecha; el políglota
Cambridge. más antiguo que se conser-
va; con variantes exóticas.
N. Purpureus s. VI Patmos, Roma, Fragmentos de Pergamino púrpura; tinta
Londres, Viena los Evangelios dorada para los nombres
divinos, plateada para el
texto.
W. Washington s. V-VI Galería de Arte Evangelios Manuscritos más importante
Freer, Washington, de la Biblia en América; or-
D. C. den de los Evangelios: Mt,
Jn, Lc, Mc.
16 s. XIV París Evangelios Cursivo o minúsculo; tintas:
verde para la narración; azul
para los amigos de Jesús;
roja o dorada para Jesús y
los ángeles; negra para el
demonio, los fariseos, los
judíos (e incluso para los
pastores en Lc 2).
33 s. IX París Nuevo Testa- Conocido como "Rey de los
mento cursivos"; neutral.
Bilyk

Nuevo Testamento I 35

De inspiración divina y autoría humana

Los evangelios deben ser considerados de dos modos:

como libros históricos (no relatan fábulas ni contienen inventos de sus au-
tores humanos),

y (sobre todo) como libros inspirados por el Espíritu Santo.

Esta acción divina sobre los hagiógrafos (los escritores sagrados) consistió en:

Podemos cons-
una iluminación de su inteligencia, para que pudieran entender con pro- tatar la clara distin-
fundidad las verdades sobrenaturales que Dios quería que escribieran; ción que hay entre
los escritos de otras
religiones y la Bi-
blia. Otras religio-
una recta intención de la voluntad, que los movió, sin reducir su libertad, a nes tienen textos
de pura iniciativa
que escribieran fielmente lo que habían concebido en su inteligencia;
humana, conte-
niendo diversas
doctrinas morales
una ayuda eficaz, para que los escritores encontrasen el lenguaje y los mo- (muchas respeta-
bles, por cuanto
dos adecuados para expresar de modo correcto y con infalible verdad todo fundan sus princi-
lo que habían conocido sobre las Verdades divinas. En todo esto Dios pios en la Ley Natu-
ral), y otros que se
siempre respetó sus capacidades personales a la hora de poner por escrito mezclan con la
leyenda o la fanta-
el Mensaje (habilidades literarias, conocimientos históricos, etc.). sía.

De este modo, el cristianismo se presenta con la fuerza de una intervención


histórica y directa de Dios, con la intención de salvarnos de modo sobrenatural
sin desentenderse del orden natural (más bien asumiéndolo, sanándolo de los
daños ocasionados por el pecado y perfeccionándolo hasta su elevación al
orden superior), con un texto que reúne lo esencial de su Mensaje. He aquí la
profundidad y la originalidad del Mensaje Cristiano

No cabe duda de que los evangelistas escribieron con entera verdad y conocimien-
to porque:

No podían engañar: contaban sólo lo que habían visto o recibido directa-


mente de boca de los testigos oculares, tratándose además de hechos re-
cientes, sensibles, realizados muchos de ellos a plena luz del día y en pre-
Bilyk

Nuevo Testamento I 36

sencia de multitud de testigos. Los enemigos del cristianismo no hubieran


dejado pasar esa mentira, y si la combatieron no fue por ser invenciones de
sus predicadores, sino por el contenido mismo que demolía sus privilegios e
iluminaba a sus oyentes con la verdad. Los Apóstoles, siendo hombres ile-
trados y humildes, eran incapaces de inventar por sí mismos una doctrina
tan sublime, superior a todas las existentes.

No querían engañar: su narración tiene una nota de sencillez que no podía


ser obra de impostores. Puntualizan hechos, señalan lugares, citan testigos
vivos todavía y hasta confiesan sus propios defectos y pecados; lo cual era
evidentemente muy poco conveniente si se trataba únicamente de “vender
un producto”.

El tipo de Mesías que fue Jesucristo “no cabía” en la mente del mundo judío,
mucho menos en el pagano. En la Biblia se describe un Jesús incomparable y
trascendental en su Vida y en su Doctrina. Esto no pudo ser invento de ninguna
mente humana, no pudo ser sino Dios el que habló a los hombres y dejó tan so-
brenatural Mensaje.
Bilyk

Nuevo Testamento I 37

Equipo editorial

Corrección de estilo: Lic. Juan Carlos Bilyk

Mediatización: Mg. María Clara Lucifora

Diseño y edición digital: Lic. José Miguel Ravasi

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