Fallo Battistoni Telecom

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Acuerdo Nro. 193 En la ciudad de Rosario, a los 20 días del mes de agosto del

año dos mil diez, se reunieron en Acuerdo los Jueces de la Sala Segunda

-integrada- de la Cámara de Apelación en lo Laboral, Dras. Roxana Mambelli,

Lucía María Aseff y Dr. Ángel F. Angelides, con el fin de dictar sentencia en los

autos caratulados: “BATTISTONI, SUSANA c/ TELECOM ARGENTINA S.A. s/

COBRO DE PESOS” (Expte. Nro. 264/2009), venidos para resolver los recursos

de nulidad y apelación interpuestos por la demandada contra el fallo Nro. 771 del

16 de junio de 2009, dictado por el Juez de Primera Instancia de Distrito en lo

Laboral Nro. 5 de Rosario. Efectuado el estudio de la causa, se resolvió plantear

las siguientes cuestiones:

1. ¿ES NULA LA SENTENCIA RECURRIDA?

2. EN SU CASO ¿ES JUSTA?

3. ¿QUÉ PRONUNCIAMIENTO CORRESPONDE DICTAR?

Practicado el sorteo de ley, resultó el siguiente orden de votación:

Dras. Mambelli, Aseff y Dr. Angelides.

A la primera cuestión, la Dra. Mambelli dijo:

El recurso de nulidad interpuesto a fs. 84 por la demandada no ha

sido fundado explícitamente en esta instancia y no se advierten vicios extrínsecos

en el procedimiento ni en la resolución que autoricen su declaración de invalidez

ex officio.

Voto, pues, por la negativa.

A la misma cuestión, los Dres. Aseff y Angelides dijeron: Atento

lo expuesto precedentemente, votamos en idéntico sentido.-

A la segunda cuestión, la Dra. Mambelli dijo:

Contra la sentencia de fs. 71/75 expresa sus agravios la parte

demandada a fs. 105 y ss., respondidos por la actora a fs. 112, con lo que quedan

los presentes en estado de resolver.


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1. La sentencia impugnada

El pronunciamiento recurrido -a cuyos fundamentos de hecho y

derecho remito en mérito a la brevedad- consideró inválido el acuerdo extintivo

celebrado entre las partes en cuanto impidió la percepción del agravamiento

previsto en la ley 25561, rechazando también la excepción de pago y

compensación; impuso las costas y aplicó un interés del 1,5% mensual en forma

sumada.

2. Los agravios

Los reproches de la demandada apuntan a cuestionar -por

distintos flancos- que el convenio suscripto fuera considerado nulo, que en

consecuencia se rechazara la excepción de pago y compensación; también se

queja de lo que considera excesiva tasa de interés y de que las costas se fueran

impuestas a su parte.

3. Tratamiento de los agravios

3.1. Cabe señalar, en primer lugar, que si se cumplen las

exigencias del art. 241, LCT y no existe un vicio de la voluntad debidamente

acreditado, la manifestación allí efectuada basta para disolver el contrato sin que

resulte menester contar con la homologación administrativa o judicial, en la

medida en que la intervención en el acto de un funcionario público garantiza la

libre expresión de voluntad del trabajador.

En suma, aun no homologado el acuerdo rescisorio, a menos que

se demuestre la existencia de vicios en la voluntad del trabajador, la extinción

contractual por mutuo acuerdo impide reclamar posteriormente las

indemnizaciones por despido -pues esa modalidad no impone cargas

indemnizatorias- y deben ser interpretados a la luz del principio de buena fe y de

conformidad con lo que verosímilmente los firmantes entendieron o pudieron

entender obrando con cuidado y previsión (arts. 63, LCT y 1198, CC)(cfr. Julio
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Caballero y Guillermo Comadira, “Extinción del Contrato de Trabajo por voluntad

concurrente de las partes”, Revista de Derecho Laboral, Edic. Rubinzan - Culzoni,

Tomo 1, año 2000, pág. 90 y ss.).

3.2. Por cierto, en cada caso habrá de verificarse si existe otra

causa distinta de disolución del contrato oculta tras la adopción de la modalidad

del mutuo acuerdo (para cuya invalidación no bastaría el pago de una suma en

concepto de gratificación), situación que la trabajadora no ha logrado acreditar

porque, a mi criterio, la existencia de planes de retiros voluntarios a veces pueden

resultar in pejus del dependiente pero, como regla, no dejan de encuadrar dentro

de la figura antes aludida y prevista en el art. 241, LCT.

En el caso concreto de autos, en la demanda la actora adujo que

en abril de 2002 la demandada le anunció su despido y que se le manifestó que si

quería percibir la indemnización de manera inmediata debía suscribir el acuerdo

luego formalizado, frente a lo cual no tuvo otra opción que aceptar la “imposición”

de la empresa. Pues bien, debo destacar que no existe prueba alguna del anuncio

del despido a la actora o a otros compañeros, y menos todavía de la imposición de

firmar acuerdo alguno para evitarlo.

Además, la actora no invocó ningún vicio de la voluntad al

momento de suscribir el convenio mediante el cual quedó plasmada la extinción

del contrato por mutuo acuerdo, por lo que las cláusulas convenidas deben ser

validadas como expresión de su libre voluntad.

3.3. Si el convenio instrumentó la extinción del contrato en los

términos del art. 241, LCT -modalidad que no prevé el pago de indemnizaciones-

mal podría resultar en el sub lite un supuesto de renuncia de derechos prohibida la

aceptación de la posibilidad de compensar lo percibido a cuenta de lo que

correspondería por aplicación de la ley 25561, porque ésta regula el caso de

despidos dispuestos sin causa justificada.


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3.4. En suma, considero que los agravios de la demandada deben

receptarse, lo que torna inoficioso el tratamiento del reproche concerniente a la

tasa de interés aplicada.

Teniendo en cuenta que es jurisprudencia de la CSJN que no

resulta necesario seguir a las partes en todas y cada una de sus argumentaciones,

bastando hacerse cargo de los que resulten conducentes para la decisión del

litigio (cfr. Fallos 272:225; 274:113; 276:132, entre otros), las razones hasta aquí

expuestas me conducen a propiciar que se revoque la sentencia impugnada.

Voto, pues, por la negativa.

A la misma cuestión, la Dra. Aseff dijo: que en virtud de las

razones que he expuesto en anteriores decisorios – Bolcatto c/ Acindar, “Ross c/

HSBC”, entre otros – que luego habré de desarrollar, acompañaré la solución a la

que arribara el juez de grado en su pronunciamiento, cuya confirmación postulo,

disintiendo con el voto de mi distinguida colega, la Dra. Mambelli, por entender

que revocando la sentencia recurrida se afecta gravemente el principio de

irrenunciabilidad de derechos, que es uno de los despliegues más significativos

del principio protectorio que vertebra la materia y se convalidará la violación del

orden público laboral consumada por la empleadora.

Es que este convenio de desvinculación celebrado por las partes

haciendo alusión al art. 241 de la LCT, celebrado entre la trabajadora y el gerente

de la empresa, en su sede, con la asistencia letrada de un abogado que la propia

empresa designara – cuya presencia ni siquiera consta en el Acta – y sin

homologación de la autoridad administrativa (cuya intervención se limita, con

posterioridad a la celebración del acto, a tomar nota del acuerdo celebrado y

registrarlo) contraría las más elementales reglas de defensa de los derechos de la

trabajadora, por lo que no puede resultar idóneo para privarla de sus legítimas

acreencias.
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Considero que el acuerdo celebrado en tan particulares

circunstancias fue el instrumento utilizado por la demandada para encubrir un

despido incausado, y que en estas condiciones no se la puede liberar de abonar la

indemnización agravada que por tal causa debió haber satisfecho, que constituye

el reclamo central de este litigio, porque este acuerdo no expresa la realidad de los

hechos efectivamente ocurridos sino que pone de manifiesto en qué medida la

hiposuficiencia de la trabajadora fue aprovechada por la empresa demandada.

Para fundar mi disidencia habré de recurrir in extenso a los

conceptos vertidos por el Dr. José Daniel Machado en ocasión de disertar en las

XXIX Jornadas de Derecho Laboral llevadas a cabo por la Asociación de

Abogados Laboralistas en la ciudad de Rosario los días 23, 24 y 25 de octubre de

2003 – trabajo publicado en la obra colectiva “Por la adecuación constitucional de

las instituciones laborales”, Editorial Nova Tesis, Buenos Aires, 2.003, p. 187/201

– por coincidir con el análisis tanto jurídico como sociológico que allí despliega,

mediante el cual, con la agudeza, perspicacia y solvencia jurídica que lo

caracterizan, ha desnudado la real naturaleza de estos acuerdos otorgándole el

adecuado encuadre legal.

Inicia su reflexión el colega afirmando que tres circunstancias de

distinto orden justifican su empeño en la elaboración de su ponencia:

1. La primera de ellas es de tipo estadístico-descriptivo y parte

de la asociación intuitiva del “dato” - consistente en la proliferación en grado y

variedad de los “consensos extintivos” - con la tendencia generalizada a la evasión

del orden público. Registra así una primera ola desencadenada en los años 90 a

raíz de los llamados “retiros voluntarios”, y otra posterior, contemporánea al

momento extintivo que aquí se analiza, a partir de la pseudo prohibición de

despedir sin causa que establecía en ese momento el art. 16 de la ley 25.561 que,

en rigor, dispuso una indemnización agravada – prohibición ya extinguida -


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mientras duró la emergencia ocupacional (segunda ola donde se encuadraría el

caso venido en revisión)

2. La siguiente se origina “en la preocupante tendencia

doctrinario jurisprudencial en favor de la admisión de este tipo de acuerdos con

base en la sola concurrencia de sus formas tasadas y soslayo de su finalidad

ilícita, todo lo cual parece provenir de una traslación asistemática y acrítica de

principios y normas de derecho común, olvidando el rol residual reservado por el

Derecho del Trabajo a la “autonomía de la voluntad””.

3. La tercera, se relaciona con la defensa de la invalidez de estos

acuerdos reaccionando contra la elaboración clásica fundada en la teoría de los

“vicios de la voluntad”, porque, sostiene, ha perdido popularidad la idea, antes

aceptada, de que la necesidad o hiposuficiencia del trabajador constituya en sí

misma un elemento obstativo de la voluntad en la medida requerida por el

Derecho Civil para conducir a la nulidad del acto.

Alude seguidamente a la doctrina clásica que adjudica a esta clase

de acuerdos una naturaleza contractual que conduce a suponer un encuentro de

voluntades coincidentes y cooperativas justificadas por la conveniencia recíproca

(tal la cita de Messineo, perteneciente a su obra “Doctrina general del contrato”) en

virtud de la cual, “al igual que lo ocurrido con la renuncia, se ha destacado desde

siempre que en tanto acto jurídico quedaba sujeto a la teoría general de las

nulidades provenientes tanto de la existencia de vicios de forma como de vicios de

la voluntad que, en cuanto tales, debían ser demostrados por el interesado”,

agregando más adelante: “Más allá de subrayar las dificultades probatorias, una

larga tradición permitió cuestionar los actos que estructuralmente podrían

agruparse del siguiente modo: a) actos gratuitos obtenidos mediante injustas

amenazas; b) actos onerosos obtenidos mediante promesas incumplidas; c) actos

onerosos obtenidos mediante promesas cumplidas, pero violatorios del orden


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público”, casos estos últimos donde “pagos contemporáneos aparecían bajo la

forma de liberalidades o “compensaciones” en montos inferiores a los impuestos

por el derecho necesario”, tal como considero ha sucedido en el caso en examen.

En efecto, el derecho necesario en el caso que nos ocupa hubiera

impuesto ante un despido incausado una indemnización por antigüedad y preaviso

que tuviera en cuenta la mejor remuneración normal, mensual y habitual,

duplicada en virtud de la vigencia del art. 16 de la ley 25.561. Mas en las cláusulas

Segunda y Tercera del convenio se le concede a la actora como concepto

complementario de la liquidación final obligatoria (la correspondiente a mes

proporcional, SAC, vacaciones pendientes que le correspondieran) una

gratificación total y definitiva en carácter de reparación integral de $ 26.540,

comprensiva de todos los rubros salariales convencionales e indemnizatorios, que

tiene un valor equivalente a la indemnización por despido que por antigüedad le

correspondía, obviando la duplicación que aquí se reclama.

En la senda argumental desarrollada por Machado y en atención al

principio de primacía de la realidad cabe destacar que, en rigor, no se entiende

muy bien cuál sería la razón para aludir en el convenio a rubros indemnizatorios si

no estuviéramos en presencia de un despido encubierto - incausado, claro está -

que es el supuesto de hecho que habilita a la percepción de la indemnización

agravada aquí reclamada.

“En síntesis – sigue el destacado doctrinario - en lo que he llamado

“doctrina clásica” han convivido una caracterización casi “naif” del acuerdo

extintivo, como mero reverso de la potestad contractual constitutiva basada en la

libertad y sólo limitada por restricciones formales, con cierto recelo jurisprudencial

hacia su utilización, que permitió “voltearlo” toda vez que un convergente haz de

indicios condujera a presumir un vicio de la voluntad”, recelo que en el mutuo

disenso laboral no aparece como prejuicioso ni exagerado – para demostrar lo


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cual el autor se interna en un análisis de dicho acto como contrato desde el punto

de vista de la “causa-fin” - dado que para el trabajador, explica, con impecable

lógica y sentido común, “recurrir a un “acuerdo” carece de sentido en tanto tiene

disponibles alternativas más económicas y sencillas que van desde la renuncia

hasta el liso y llano abandono fáctico de la relación”.

Estas evidentes contradicciones condujeron a una revisión de la

doctrina clásica, a partir de la cual, prosigue, “para superar este sin sentido

inherente al “mutuo” se ha terminado por reconocer que en realidad su “causa”

debe buscarse en la obtención de alguna ventaja comparativa” – tal como lo hace

Héctor Scotti, en su artículo Extinción del contrato de trabajo por mutuo acuerdo,

publicado en Revista de Derecho Laboral, No. 2001-1, p. 43 y ss., Rubinzal

Culzoni - lo que en definitiva ha traído “un desplazamiento nada sutil en la

configuración doctrinaria del instituto que, así, abandona su perfil de gratuidad

para involucrarse en la ponderación causal por la vía del análisis de las

contraprestaciones recíprocas”, donde se deja el escenario de las voluntades

concordantes en el fin común de abandonar la relación “para introducirnos en el de

un negocio jurídico en que la medida de la prestación ajena ocupa el lugar de la

motivación determinante para prestar la conformidad propia en su celebración”,

donde la otra parte integrante del convenio – o sea, la empleadora – persigue

“nada menos que la ventaja de obtener una reducción de personal (o, en su caso,

la sustitución de un trabajador indeseado) con un pago atenuado que no

encuentra otra explicación (según los términos del acuerdo mismo) que el

alejamiento del trabajador” (la “negrita” me pertenece) sinceramiento que tiene el

valor de considerar - por regla y no por excepción – que estamos en presencia de

un “negocio jurídico oneroso” al que, según este autor, cabe adjudicarle alguna de

estas posibilidades:
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“1. O las ventajas reconocidas al trabajador dejan a salvo sus

derechos de orden público, incluso pueden mejorarlos (caso en que, a la inversa

de lo que dijimos oportunamente respecto del trabajador y su renuncia, no se

advierte qué razón tendría el empleador para adoptar esta modalidad trabajosa en

vez de despedir y pagar lo mismo):

2. O ellas son inferiores a las consecuencias necesarias del

desvínculo injustificado y, por ende, suponen una concertación ilícita elusiva del

orden público.

3. O, en última instancia, anticipan una transacción o acuerdo

liberatorio sobre los créditos derivados de la extinción injustificada que, en cuanto

tal, requerirá la intervención de la autoridad competente no ya a meros fines de

certificar su autenticidad formal sino con funciones homologatorias.”.

El primer supuesto no merece reproches – mas no se aplica al

caso venido en revisión - y en cuanto al segundo de ellos, la doctrina favorable a

su aceptación (desde el doble punto de vista de su validez extintiva y de los

efectos liberatorios) entiende que si el trabajador puede renunciar al empleo sin

percibir nada a cambio por ello, no habría motivos para impedirle que acuerde con

el empleador la atribución de alguna ventaja patrimonial dada y recibida bajo algún

título liberal (“compensación” o “gratificación”) cuyo importe no necesariamente

refleje lo que se debería en caso de despido, tal como lo exponen Julio Caballero y

Guillermo Comadira en su artículo Extinción del contrato de trabajo por voluntad

concurrente de las partes - publicado en el número de la Revista de Derecho

Laboral antes citada, páginas 59 y ss. – posición que adopta la vocal preopinante y

a la que Machado se refiere en estos precisos términos: “Este curioso artificio para

transmutar en generoso beneficio una “disponibilidad individual peyorativa”,

aunque ingeniosa y sobriamente expuesto, hace agua por todos lados”,

explayándose seguidamente sobre los fundamentos de su crítica, que no habré de


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reproducir en mérito a la brevedad remitiendo al lector interesado al texto que aquí

resumo.

En cuanto al tercer supuesto, o sea el de concebir el acuerdo

oneroso estandarizado por Scotti como una transacción o acuerdo liberatorio de

naturaleza prospectiva, considera el autor que se permanece aun con más fuerza

que en el anterior en el escenario de un acuerdo extintivo esencialmente oneroso.

Es así que las características asignada a estos acuerdos lo llevan a

recordar, por si hace falta, que el art. 12 de la LCT no refiere exclusivamente a las

“convenciones de partes” que pudieran tener lugar al tiempo de la constitución o

ejecución del vínculo, sino que también refiere, expresamente, al “ejercicio de

derechos provenientes de su extinción”, y que “cualquiera sea la interpretación

que se haga acerca de los alcances de la disponibilidad en el marco del art.

15 de la LCT, los acuerdos alcanzados requieren como condición de validez

la “resolución fundada” a que alude dicha norma.”.

Resolución que en el caso venido en revisión brilla por su ausencia,

ya que el acto celebrado privadamente entre las partes, en la sede de la empresa

y con el asesoramiento legal de un abogado puesto por la empleadora no sólo no

fue sometido, posteriormente, a la homologación de la autoridad judicial o

administrativa, sino que la trabajadora concurrió a su otorgamiento sin asistencia

letrada elegida por ella para defender sus derechos, lo que hace más manifiesta

su indefensión.

Y, en la medida en que lo percibido por la actora es una suma

menor a la que le hubiera correspondido por un despido incausado, además de

dar por clausurado –cláusula Sexta del convenio - todo tipo de reclamos a la

empresa derivados de la relación de trabajo y/o su extinción, no cabe sino concluir

que este arreglo “privado”, tal como lo señala el distinguido doctrinario, vulnera el

orden público en el doble sentido que fluye de las normas indicadas porque: 1)
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implica disponer derechos irrenunciables y 2) carece de intervención

homologatoria de la autoridad pública (que no debe confundirse con la mera

certificación ni mucho menos con el registro y archivo del convenio en sede

administrativa, como sucede en este caso).

Dicho esto sin perjuicio de señalar, agrega el autor, que la “justa

composición de los derechos e intereses” que menta el art. 15 de la LCT debe

referir a créditos “adquiridos” que resulten litigiosos o dudosos y no, en cambio, a

aquellos futuros o sobre cuya procedencia no quepan controversias como son

aquellos, ya tasados, que corresponden a un despido incausado.

Agudamente subraya, más adelante, la siguiente paradoja: “En la

medida en que dichos pagos dejaron su lugar en la sombra para hacerse

explícitos en la instrumentación del acuerdo, lentamente se fue abriendo paso la

aceptación jurisprudencial de su validez como si, al igual que en la psicología del

inconsciente, lo reprimido, una vez nombrado, dejara de ser traumático…. Este

efecto terapéutico o sanador del sinceramiento, que en buen sentido debió

considerarse como una evidencia incontestable de lo que antes meramente se

presumía, pasó en cambio a ser considerado como credencial de ausencia de

fraude. Es como si, ingenuamente, el Derecho no hubiera encontrado respuesta a

la pregunta ¿cómo puede considerarse engañoso o encubridor lo dicho con todas

las letras y ( a veces, aunque no en este caso) ante escribano público?”.

Estas reflexiones lo llevan seguidamente a puntualizar las

especiales características del fraude laboral, señalando que “…mientras la teoría

de los vicios de la voluntad es apta para encuadrar ciertos supuestos concretos de

maniobras engañosas en contra del trabajador, no es idónea ni necesaria para el

tratamiento de las hipótesis de los “pactos extintivos onerosos”.

No es idónea porque, en rigor, no hay voluntad suprimida, ni

engaño, ni violencia, ni acto disimulado alguno que habilite la transposición de


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instituciones de un derecho común basado en la autonomía de las voluntades

libres.

No es necesaria porque, aceptados los axiomas de nuestro

ordenamiento, el orden público se expresa con toda su impronta objetiva (que

prescinde desde luego de la indagación cuasi filosófica sobre si el trabajador quiso

o no quiso una consecuencia vedada) determinando que sobre ciertos contenidos

necesarios está privado de su libertad de elegir”, cuestión que lo introduce en la

problemática ideológica suscitada por la crítica liberal al Derecho del Trabajo en

cuya senda transitan, afirma, Caballero y Comadira, sobre la que no habré de

detenerme por no ser necesario para el tratamiento de este caso, no obstante

compartir los señalamientos que a esta postura formula nuestro autor.

El punto nodal a destacar es que “el acuerdo extintivo oneroso,

aunque voluntario, debe reputarse violatorio del orden público laboral en tanto

resulte de sus propios términos que el cambio contractual supone la liberación del

puesto de trabajo (como conveniencia o beneficio del empleador) en función de un

pago que “cualquiera sea su nombre o denominación”, resulte insuficiente desde

la óptica del régimen indemnizatorio imperativamente aplicable.”

En este entendimiento, prosigue Machado, “el eje del

cuestionamiento prescinde ya de la valoración del “haz de indicios” de simulación

porque….la simulación no existe aquí como vicio de la voluntad y se desplaza en

cambio a la consideración del negocio extintivo como contrato con causa ilícita”.

Sea que se adopte una posición causal subjetivista (Mosset

Iturraspe) o causal objetivista (Ghersi), hay coincidencia en que la causa-finalidad

no puede constituir un hecho antijurídico ni implicar una defraudación a las

normas de orden público, lo que en casos como el presente implicaría que pesa

sobre el empleador la carga de persuadir acerca de las ventajas comparativas

concretas que para el trabajador tuvo la celebración del acuerdo extintivo provistas
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por las circunstancias del caso, de tal modo que permitan arribar a la conclusión

de que el resultado del acto no frustra el orden jurídico imperativo.

Y por lo que hasta aquí llevo analizado es claro que, en la senda de lo

expuesto por Machado, no hubo en este acuerdo ventajas comparativas para la

trabajadora sino para su empleadora.

En cuanto a las cláusulas del tipo “las partes nada más tendrán que

reclamarse…”, en la medida en que se han eludido los recaudos propios del art.

15 de la LCT y no puede derivarse de estas manifestaciones que el acuerdo

trasluzca una “justa composición de los derechos e intereses de las partes”, el

autor asevera que las mismas “no inhiben la reclamación de las diferencias por los

rubros que aparezcan allí imputados (art. 260 LCT) o la demanda de los no

previstos como lisa y llanamente impagos.”

Y aunque contra este elemental razonamiento, dice, se ha intentado

exhumar el plenario “Lafalce”, se olvida que el mismo tuvo en mira los acuerdos

conciliatorios homologados para trasladarlos al ámbito de los acuerdos de

escribanía cuando, insiste el autor, con argumentos que comparto, “las escrituras

públicas no hacen fe sino de las circunstancias que describe el art. 993 del Código

Civil en los límites de la competencia del interviniente para certificar ciertos

hechos, sin que pueda confundírselo con la presunción de autenticidad del art. 994

ni mucho menos con la autoridad homologatoria que resulta de la ley laboral”,

dicho esto sólo a mayor abundamiento dado que no se trata del supuesto de

hecho venido en revisión.

En lo que aquí interesa, concluye el distinguido colega este

profundo y enjundioso análisis señalando: “Ante la obvia inconsistencia del intento,

se razona desde la “buena fe” y desde la doctrina de los “actos propios”, como así

también desde el principio de “inescindibilidad de las transacciones”, a fin de

sostener que el trabajador sería una suerte de aprovechado que, sabedor de la


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ineficacia del acto, lucra con la percepción inmediata del “pájaro en mano” para

luego reclamar los 99 que “quedan volando”, lo que lleva a la paradoja de que “el

acto con causa ilícita por defraudación del orden público transmuta aquí en

torpeza invocable por quien contribuyó decisivamente a plasmarlo”.

Afirma entonces que “con el solo límite del “enriquecimiento sin

causa” que resultaría de ordenar pagar dos veces con el mismo motivo jurídico, no

pueden traerse a colación los argumentos moralizantes del ordenamiento a

propósito de validar un acto sustancialmente ilícito en que, precisamente, porque

las transacciones son inescindibles (punto de vista que sostuve en este trabajo –

dice - para explicar porqué la causa-fin de una cláusula extintiva no es sino el

pago de una suma insuficiente) no puede considerarse que ha tenido “buena fe”

quien ahora la invoca en su provecho”.

Esclarecida que ha sido, entonces, la verdadera naturaleza del

acuerdo celebrado entre las partes al momento de extinguirse el vínculo, a la que

se arriba tanto mediante los cálculos que surgen de las constancias obrantes en la

causa como a través del meduloso análisis que acabo de transcribir en sus puntos

más salientes, cabe concluir que estamos en presencia de un despido incausado

(encubierto), motivo por el cual he de rechazar los agravios de la demandada

postulando la confirmación del fallo recurrido.

Confirmación que extiendo al agravio por los intereses – que, en

rigor, no es tal, puesto que se agota en la mera expresión de la discrepancia del

apelante con lo decidido por el a quo – y , desde ya, al que refiere a las costas,

que la demandada debe asumir, en ambas instancias, conforme a su carácter de

perdidosa y lo dispuesto por el art. 101 del CPL.

Determinados los extremos que anteceden y en relación al

interrogante sobre la justicia del fallo voto, pues, por la afirmativa.

Así voto.
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A la misma cuestión, el Dr. Angelides dijo: Coincido con los

fundamentos nucleares del voto de la Dra. Lucía Aseff para la resolución de este

caso, esto es: que el acuerdo celebrado “en tan particulares circunstancias” fue el

instrumento utilizado por la demandada para encubrir un despido incausado,

siendo que la suma concedida a la trabajadora como gratificación tiene un valor

equivalente a la indemnización por despido que por antigüedad le correspondía

(sin la duplicación del art. 16 de la ley 25.561), no entendiéndose cuál habría sido

la razón para aludir en el convenio a rubros indemnizatorios, si no se estuviera en

presencia de un despido encubierto, y por tanto sin causa, careciendo el convenio

de intervención homologatoria (que, por lo que expondré, considero

correspondía).

A lo dicho, que no implica pronunciarme en general sobre los

acuerdos extintivos, agrego:

El acuerdo celebrado entre la trabajadora y su empleadora

(ver fs. 17) no se apega a los requisitos del art. 241 LCT, por cuanto no fue

realizado “ante” la autoridad administrativa, limitándose ésta a verificar,

posteriormente, “en la oficina de la empresa” (Nóbile, fs. 45 vta.) su ratificación.

De todas formas, son las mismas partes las que peticionan la

homologación del convenio -acto no necesario en la rescisión por mutuo acuerdo-

colocándolo entonces en el marco del art. 15 LCT, que expresamente citan.

A su vez, si se repara en que la trabajadora solicitó se le

otorgue una suma de dinero en concepto de “reparación integral” de todos “los

rubros salariales, convencionales e indemnizatorios que le pudieren llegar a

corresponder, sujeta a las retenciones y descuentos de ley” aceptando abonarla la

empleadora sin reconocer los “hechos y el derecho”, se verifica inequívocamente

que se trató de un acuerdo transaccional.


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Debió entonces mediar, como requieren las partes, resolución

fundada de la autoridad administrativa, con declaración que mediante el acuerdo

se arribó a una justa composición de sus derechos.

Ausente la misma, carece de validez como convenio

transaccional, extintivo de las obligaciones (art. 15 LCT).

A partir de lo expuesto, considerando el convenio privado por

el cual las partes declararon rescindir por mutuo acuerdo la relación laboral que

las vinculaba, pactando el pago de una suma de dinero por conceptos emergentes

del contrato de trabajo y su extinción, y teniendo en cuenta que el mismo no puede

conculcar los derechos irrenunciables de la trabajadora, se concluye que la

“indemnización” aludida, no es otra que la que a ésta le correspondía por despido

incausado.

Finalmente, es de destacar, que al momento de la firma del

convenio se encontraba presente un abogado, exponiendo Nóbile (fs. 45 vta.) que

fue contratado por la empleadora “para asesorar a la empleada”, extremo que (al

margen de otras cuestiones) es revelador que la trabajadora careció de

asesoramiento que vele por sus intereses.

A la tercera cuestión, la Dra. Mambelli dijo:

Los fundamentos que anteceden me llevan a: a) rechazar los

recursos de nulidad y apelación interpuestos por la demandada, confirmando la

sentencia impugnada, con costas en ambas instancias a la demandada (CPL,

101); b) los honorarios se fijan en el 50% de los que en definitiva se regulen en

baja instancia.

Así voto.

A la misma cuestión, los Dres. Aseff y Angelides dijeron:

Corresponde votar el voto propuesto por la Dra. Mambelli, así votamos.-


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En mérito al acuerdo que antecede, la Sala Segunda -integrada-

de la Cámara de Apelación en lo Laboral,

RESUELVE: a) rechazar los recursos de nulidad y apelación

interpuestos por la demandada, confirmando la sentencia impugnada, con costas

en ambas instancias a la demandada (CPL, 101); b) los honorarios se fijan en el

50% de los que en definitiva se regulen en baja instancia.

Insértese, hágase saber y oportunamente bajen.- (Autos:

“BATTISTONI, SUSANA C/ TELECOM ARGENTINA S.A. S/ COBRO DE PESOS”.

Expte. N° 264/09).-

MAMBELLI ASEFF ANGELIDES

(en disidencia)

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