Catarsis

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Diccionario

Español de Términos Literarios Internacionales


CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS

Madrid, 2015
Diccionario Español de Términos Literarios Internacionales (DETLI)
Dirigido por Miguel Ángel Garrido Gallardo

catarsis: Del griego katharsis: purificación, purgación. El término se


conserva en la mayoría de las lenguas modernas como
transliteración de la forma griega.

Purificación de los afectos, producida en el espectador de la


tragedia como efecto del terror y la compasión que provoca
(Aristóteles). Convertido en término literario universal de la crítica
literaria, “catarsis” ha adquirido una extrema polisemia, siempre en
el marco de la recepción.

La catarsis es, pues, un fenómeno de recepción de la obra de arte.


Se ha estudiado particularmente en los efectos que la tragedia produce
sobre los sentimientos y el ánimo de los espectadores, porque fue
Aristóteles en su Poética quien identificó este hecho y quien propuso el
término que lo denotaba, tomándolo del campo semántico de la
medicina. Todos los géneros literarios tienen un modo específico de
recepción y producen un efecto catártico sobre el lector, y el de la
tragedia, seguramente por ser ésta un espectáculo público y de masas
con repercusiones en la vida social, se ha estudiado amplia e
intensamente, a partir de la propuesta aristotélica, desde dos
perspectivas fundamentales: literaria y política.

Las interpretaciones muy diversas de la catarsis se han formulado


a lo largo de la historia de la teoría literaria en el horizonte de
referencias que en cada época dan sentido al arte. No es extraño, por
tanto, que hoy el término sea polivalente y haga referencia a temas,
matices y teorías muy diversas. Veremos en primer lugar cómo se formó
el concepto, luego a su historia a través de las principales teorías de la
literatura, y haremos finalmente una relación de las lecturas más
destacadas.

El concepto de catarsis

La palabra catarsis, que algunos traductores conservan


adaptándola del griego y otros traducen por purificación, se cita dos
veces en la Poética: una, al definir la tragedia: “es, pues, la tragedia
imitación de una acción esforzada y completa, de cierta amplitud, en
lenguaje sazonado […] actuando los personajes y no mediante relato, y
que mediante compasión (elos) y temor (fobos) lleva a cabo la purgación
(catarsis) de tales afecciones” (1449b, 27 y 28); otra para referirse a la
salvación de Orestes, aunque aquí el término es katarseos (1455b, 14) y
tiene un sentido religioso de rito de purificación.

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Carmen Bobes

También dos veces se cita en la Política, cuyo libro octavo, dedicado


a la educación de los jóvenes, y a propósito de los instrumentos
musicales, dice que la flauta no es un instrumento ético, sino más bien
orgiástico, de modo que debe emplearse en aquellas ocasiones en que el
espectáculo persigue más la purgación (catarsis) que la enseñanza (VIII,
7, 1341b, 23-24). Poco más adelante, el texto habla de las finalidades de
la música y remite a la Poética: la música debe cultivarse con vistas a la
educación y a la catarsis y qué queremos decir con el término
“purificación”, lo explicaremos, de nuevo, más claramente en la Poética.

Las citas ponen en relación los mismos conceptos y vinculan casi


siempre a la catarsis los mismos términos: compasión y temor, ético
yorgiástico. Las referencias de la Poética, pasarán literalmente a las
teorías literarias del Renacimiento, si bien en algunos casos algún
traductor o tratadista cambia los términos por misericordia y terror, o
por conocimiento y deleite.

Aristóteles analiza en la Política los efectos de la música sobre el


ánimo de los oyentes en forma paralela a los análisis que hace en la
Poética de los efectos que la tragedia produce sobre los espectadores.
Señala que no todas las melodías deben utilizarse de la misma manera,
sino que las más éticas sirven para la educación y las orgiásticas se
dirigen a las pasiones, ante las cuales todos los hombres reaccionan de
la misma manera, aunque en grados diversos, pues la emoción que se
presenta en algunas almas con mucha fuerza se da en todas, pero en una
en menor grado y en otra en mayor grado, como la compasión y el temor
y también el entusiasmo. Algunos incluso están dominados por esta
forma de agitación, y cuando se usan las melodías que arrebatan el alma
vemos que están afectados por los cantos religiosos como si encontraran
en ellos curación y purificación (catarsis). Esto mismo tienen
forzosamente que experimentarlo los compasivos, los atemorizados y,
en general, los poseídos por cualquier pasión, y los demás en la medida
que cada uno es afectado por tales sentimientos, y en todos se producirá
cierta purificación (catarsis) y alivio acompañado de placer. De modo
análogo, también las melodías catárticas procuran a los hombres una
alegría inofensiva. Por eso, los que ejecutan la música teatral en las
composiciones deben caracterizarse por el uso de tales modos y de tales
melodías (VIII. 7, 1342a, 1-18).

Este texto de la Política es el más amplio de los aristotélicos sobre


la catarsis, y el que reconoce más relaciones y matices, a pesar de que su
autor había anunciado que sería en la Poética donde explicaría más
claramente lo que entendía por catarsis; pone de manifiesto los efectos
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Catarsis

que produce la música sobre los sentimientos y su finalidad en la


educación o en la alteración de los ánimos de los oyentes, que son
semejantes a los efectos que produce la tragedia en el público del teatro.

Los textos confirman el campo semántico de la catarsis, suscitada


ésta por la música o por la tragedia, y la abren a relaciones cada vez más
amplias, pues a los términos más inmediatos, compasión y temor, se
suman otros referidos al conocimiento y a los sentimientos, que hemos
subrayado, y que se organizan en oposición, formando las dos partes del
campo semántico, positiva y negativa, en torno a las palabras clave de
cada uno: ético y orgiástico.

Aristóteles vincula directamente la educación con la ética, la razón,


la serenidad y el saber, mientras que el placer lo relaciona con lo
orgiástico, cuya palabra-clave es purgación (catarsis), y sus términos
son sentimiento, pasión, compasión, temor, entusiasmo, alteración del
ánimo. La oposición entre el conocimiento y el sentimiento, la razón y el
placer, el saber y el disfrutar, la serenidad y la orgía, la educación y el
ocio, lo ético y lo orgiástico, se prolonga incluso a los instrumentos
músicos: la flauta y otros instrumentos, como la cítara, no deben
utilizarse en la educación, porque no tienen carácter ético sino
orgiástico y, según Aristóteles, soliviantan los ánimos de los músicos y
de los oyentes.

Referida a las representaciones escénicas, la catarsis entra en el


campo del teatro y más concretamente de la tragedia, donde amplía sus
relaciones con términos como fábula o mithos, caracteres, mimesis,
pathos, peripecia, agnición, hybris, etc., que han sido discutidos en la
historia de la teoría literaria como fundamentales para explicar la
naturaleza, construcción y finalidad de la obra dramática.

El término catarsis se utilizaba en Grecia en dos campos


semánticos: el de la medicina, en la escuela de Hipócrates, para denotar
la liberación de los malos humores físicos, y en el espiritual o psíquico
para denotar también la liberación, por medio del arte (música / teatro),
de las tensiones y pasiones que alteran la armonía y el equilibrio del
ánimo. Platón en La República sigue de cerca las teorías médicas y
mantiene la idea de que la salud es el equilibrio de los humores que
componen el cuerpo humano; si el equilibrio se altera, aparece la
enfermedad, y se hace necesario eliminar, mediante una purga, o
catarsis, el humor o humores cuyo exceso provoca el desequilibrio.

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Carmen Bobes

Y hasta aquí el origen y contexto del concepto, pero hay que


considerar también su evolución y sus matices en la historia, que tiene
en este caso mucha importancia. Cuando Aristóteles concreta la palabra
catarsis para referirse al efecto que la tragedia produce en el ánimo del
espectador lo hace en el marco de una polémica de carácter político.
Frente a la tesis platónica de que la poesía perturba el ánimo de los
lectores, Aristóteles mantiene que la tragedia purifica al espectador por
medio de los sentimientos de compasión y temor, que le suscita: el
hombre, alterado por esas pasiones, se sosiega y queda purificado
placenteramente mediante el efecto catártico que genera la tragedia.

Podemos interpretar todo el proceso catártico en la teoría


aristotélica como una síntesis de orgía y ética, como una trayectoria que
va de la pasión, que altera el ánimo, al saber, que lo sosiega. La
compasión por el sufrimiento del inocente y el temor por la desgracia
del semejante son pasiones que se sosiegan, y dejan el ánimo tranquilo,
cuando la tragedia en el desenlace cierra el proceso de conocimiento y
muestra al espectador que en la fábula representada se cumple la
justicia: el héroe, aunque no sea consciente de ello, ha cometido un
error, y merece castigo; por otra parte, el espectador se distancia de él,
pues piensa que él no caerá en ese error: la compasión no implica
disculpa, sino sufrimiento. El espectador ve que, una vez cometido un
error, la justicia exige un castigo, pero si se ha cometido sin el
conocimiento y sin la voluntad del héroe, el proceso no queda explicado
en su raíz, y esa explicación no la da el teatro. La escena es el espacio en
el que se plantean los problemas, no donde se resuelven. El espectador
sufre, teme, y a la vez comprende la lógica de la justicia.

La tragedia suscita la compasión y el temor y a la vez libera el ánimo


mediante el conocimiento de la verdad, pero aboca al problema de la
libertad; para tener libertad el hombre ha de tener conocimiento y
poder elegir conscientemente entre el bien y el mal; en este esquema no
cabe el error, que, sin embargo, forma parte de la conducta humana. La
grandeza de la tragedia está en que el error es insuperable para el
hombre, que puede caer en él, sin que su conocimiento o su voluntad
pueda evitarlo. Es de compadecer, es de temer, pero es un hecho.

En el libro III de la Ética a Nicómaco (1110 a) distingue Aristóteles


dos tipos de acciones, las voluntarias que son objeto de alabanza o
reproches, y las involuntarias que lo son de indulgencia y a veces de
compasión. El héroe que actúa por error realiza una acción involuntaria,
y puede ser objeto de compasión, pero no puede obviar la justicia.

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Catarsis

Los procesos trágicos se ofrecen a la consideración de los


espectadores en su apariencia (representación de la historia), en su
interpretación (recepción del público) y en sus posibilidades de análisis
y estudio (comprensión). La catarsis es un fenómeno muy complejo que
afecta a todas las fases del conocimiento y de la conducta humana,
reproducida miméticamente en la comunicación dramática. Por tanto,
tiene además de unos aspectos literarios, unos problemas éticos y
políticos.

Implicaciones políticas de la catarsis

Las representaciones escénicas tuvieron en Grecia una dimensión


pública muy destacada, que no han vuelto a tener en otras culturas y se
le daba mucha importancia social y política al efecto que la tragedia
producía en los espectadores, ya que la alteración o el sosiego del
público podía repercutir en la paz de la polis. Estas posibilidades
suscitan una querella política acerca de las ventajas o desventajas de las
representaciones en la gobernabilidad del pueblo y en la paz social. Las
posiciones de Platón y Aristóteles fueron opuestas en la conveniencia de
prohibir o favorecer el espectáculo dramático público; sus seguidores
las mantuvieron a lo largo de los siglos, según prueban las Poéticas
clasicistas y las diversas interpretaciones que se han formulado sobre
los efectos catárticos del teatro a lo largo de la historia hasta hoy.

Platón condena moralmente la tragedia por el ambiente pasional


en que actúan los héroes y que transmiten al público. La República ideal
debe procurar calmar los ánimos, no excitarlos con historias. La paz o su
alteración podían vincularse en algunos momentos a los efectos que la
representación escénica tenía sobre los espectadores, cuyos ánimos
podían apasionarse o calmarse ante las desgracias y los sufrimientos de
los personajes inocentes, a la vez que sentían temor al pensar que esos
mismos males podían sucederles a ellos, que, al fin y al cabo, también
eran hombres. Platón consideraba que el público corría el riesgo de
perder el equilibrio emocional, y, como la asistencia al teatro era masiva,
la paz de la polis podía verse alterada.

Aristóteles mantuvo siempre que las pasiones compartidas


producían una catarsis que purificaba el espíritu y lo liberaba de excesos
pasionales, a la vez que lo fortalecía, induciéndolo a la conformidad, la
paciencia, el equilibrio; en este sentido, el teatro, que era un espectáculo
orgiástico, apto para producir placer, era también espectáculo ético,

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Carmen Bobes

capaz de enseñar. La dimensión de la tragedia excede el arte literario


(poética) y lingüístico (retórica), excede la paideia (ética) y adquiere una
dimensión política, puesto que podía influir en la paz de la polis.

El arte es una creación que refleja y compromete a todo el ser del


hombre, el consciente y el inconsciente, lo individual y lo social; el arte
dramático construye, mediante la mimesis, un mundo de ficción en el
que, como en la vida, además del bien, de la verdad y de la bondad, existe
el dolor y el mal, la fatalidad del destino, la hybris y la culpa, la hamartía
y la maldad, el error y la verdad. Si el hombre tiene una conducta
culpable, aunque no sea consciente de su exceso, de su maldad, o de su
error, debe ser castigado para que se cumpla la justicia. El castigo resulta
inexorable en el destino del hombre, aunque en principio pueda parecer
un efecto del azar, incontrolable, fuera de las relaciones de causalidad,
lo que produce un gran desconcierto en el espectador, porque no
alcanza a dar explicaciones razonables. La tragedia descubre qué
razones existen para el castigo y, al verlas, los ánimos de los
espectadores superan el desasosiego que les produce la desgracia no
explicada. El espectador sufrirá una purificación de sus propias
pasiones si ve objetivadas en una fábula las acciones culposas
(conscientes o inconscientes; voluntarias o involuntarias) y si
comprende que el castigo es justo, pues les corresponde.

La catarsis es, por tanto, según la teoría de Aristóteles, un hecho


social beneficioso para lograr el equilibrio de los ánimos, y para
satisfacer el placer del conocimiento y la exigencia de justicia que el
público sentía a partir del esquema de relación causal entre la culpa, o
el error, por parte del héroe y el castigo que procedía de los dioses, que
no pueden ser injustos. La razón quedaba sosegada con las explicaciones
que ofrecía la tragedia, y se liberaba de las pasiones que experimentaba,
la compasión y el temor. No pueden impedirse los sufrimientos de las
tragedias, pero pueden explicarse en sus orígenes y efectos, y esto
tranquiliza los ánimos.

Precisamente la Poética de Aristóteles se conservó no como un


tratado de teoría literaria, sino en un volumen de obras retóricas y
políticas, de varios autores, según nos explica García Yebra en el prólogo
de la edición trilingüe; y su auge en la segunda mitad del siglo XVI,
pienso que puede explicarse también por razones políticas, que
prolongaban de algún modo la querella platónico-aristotélica. Las
Poéticas clasicistas quisieron justificar las representaciones escénicas
por su valor artístico, pero también por valores éticos y lúdicos, ocio y
entretenimiento, políticos y didácticos; por sus efectos sobre la razón
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Catarsis

(conocimiento) o sobre el sentimiento (pasiones). La Poética tenía, sin


duda, una dimensión teórico literaria, y también unas derivaciones
políticas que contribuyeron a su difusión y a su aprecio a lo largo de los
siglos.

Interpretaciones de la catarsis en el Renacimiento italiano

La Poética llegó a ser uno de los libros más difundidos en la Europa


del Renacimiento. La primera edición impresa del texto griego se
publicó en Venecia en 1508, como parte de un volumen, De Rhetores. Los
editores del siglo XVI se limitaron a copiar esta primera edición. En 1536
se publicó también en la Imprenta aldina, la primera edición bilingüe,
hecha por Alessandro de Pazzi; en la dedicatoria, fechada en 1527,
explica que había preparado la edición en Roma, en 1524. La Poética,
presentada en un tomo, era de tamaño muy manejable, lo que
contribuyó a su difusión: se reimprimió en 1537 en Basilea, en 1538 en
París, y muchas otras veces, y se convirtió en el texto canónico de los
estudiosos de teoría literaria. Trissino pudo conocerla antes de escribir
su Poetica, publicada en 1529, y terminada en 1525, según dice.

A partir de estas fechas, proliferan las traducciones,


interpretaciones, comentarios, paráfrasis y copias, que son muy
numerosas en la segunda mitad del siglo XVI; también se escriben
nuevas poéticas inspiradas en el texto aristotélico, orientadas directa y
preferentemente a los problemas literarios, en interpretaciones que
tendían a ver el texto, no tanto como una teoría literaria, sino como una
preceptiva que considera los enunciados descriptivos aristotélicos
como normas para la creación poética.

El interés por un tratado, que había estado dormido y olvidado


durante tantos siglos, obedece a la convergencia de varias razones, una
de ellas relacionada con la catarsis y la finalidad social del teatro.

Conviene recordar que el máximo inspirador del primer


renacimiento italiano fue Platón, y que Aristóteles lo desplaza del
primer plano en el interés de eruditos y poetas en la segunda mitad del
siglo XVI, después de que el Concilio de Trento (1545-47 / 1551-52 /
1562-63,) pusiera sobre la mesa el tema de la finalidad del arte. A
propósito de las representaciones escénicas, que tanto éxito alcanzaban
en las principales ciudades italianas, en los palacios de nobles y
prelados, se encrespa entre romanos y protestantes la cuestión de la

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Carmen Bobes

frivolidad o utilidad del teatro, a propósito de las comedias, y


particularmente las de Terencio, que encantaban a todos.

Disfrutar frente a aprender, ocio frente a estudio, placer frente a


conocimiento, son las oposiciones sobre las que se recupera la
discusión, que se concretará en la dignidad de los prelados y la
conveniencia de los políticos. Se aspira a poner en claro qué naturaleza
tiene y qué efectos produce el arte, la literatura, y particularmente el
teatro como espectáculo. Si la finalidad de la obra artística se reduce al
mero entretenimiento, parece que las representaciones puede
considerarse frívolas y la asistencia a ellas no sería propia de la gente de
iglesia; por el contrario, si el teatro es un texto orientado a la educación
de la juventud, por la belleza del lenguaje, por la armonía de sus ritmos,
y porque es canon de costumbres, por vía de ejemplo o contraejemplo,
la conveniencia social de las representaciones queda fuera de dudas y
los poderes sociales, políticos y religiosos, deben protegerlas.

El problema de la finalidad del teatro y de sus efectos pasa a ser un


tema del máximo interés, y de hecho la interpretación que se da a la
catarsis, a la compasión y al temor como términos dramáticos, considero
que es básica para comprender el auge de la Poética y del teatro en el
Renacimiento italiano.

La catarsis en las Poéticas clasicistas

El fenómeno de la catarsis es estudiado en las traducciones y en los


comentarios a la Poética de Aristóteles, en relación a la tragedia. En
general se presenta en la definición de tragedia y se explica al analizar
las partes, siguiendo muy de cerca el texto original.

Resulta interesante comprobar que las definiciones de catarsis que


dan las Poéticas clasicistas, inspiradas todas en el mismo texto,
introducen pequeñas alteraciones que señalan nuevos matices y
posibilidades. Vamos a comprobarlo en la Poética de Giovan Giorgio
Trissino, de comienzos del siglo XVI, en la de Antonio Sebastiano
Minturno, de la segunda mitad del siglo, y la de Castelvetro,
paradigmáticas de las diferentes interpretaciones.

En 1529 publica Giovan Giorgio Trissino (1478-1550) su Poética,


en seis capítulos o Divisiones, la quinta de las cuales está dedicada a la
poesía escénica, y, según asegura el autor, para escribirla no se separa
“dalle regole e dai precetti degli antiqui, e spezialmente di Aristotele, il

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Catarsis

quale scrisse de tal arte divinamente” (V, 8) por lo que lo sigue como a
su duce (V,29).

Trissino trata en esa División V de la tragedia y alude ampliamente


al fenómeno de la catarsis, y a los conceptos y términos con ella
relacionados.

Repite la definición de Aristóteles, pero omite una frase, la


referente a que la acción de la tragedia no es narrada, sino representada,
y como consecuencia de esa omisión contrapone enunciación a catarsis,
que no tiene sentido, y no acción narrada a acción representada, como
está en la definición aristotélica y en todas las poéticas posteriores. Esta
omisión se debe, sin duda, a una lectura defectuosa, y no tiene mucha
transcendencia, más adelante recuperará el sentido; más importancia le
damos al hecho de que traduce elos por misericordia: “et essa tragedia
non per enunziazione ma per misericordia e per tema purga nei
spettatori queste tali perturbazioni” (V: 15). El término misericordia
persistirá en el análisis de la definición de la tragedia, invariablemente
para traducir elos, y son muchas las veces que se repite junto a fobos;
elos es siempre misericordia, y fobos presenta variantes: misericordia e
tema (V: 20), misericordia e terrore (V: 21), y misericordia e orrore (V:
25).

En las traducciones y poéticas posteriores, se generalizan los


términos compasión y temor. Misericordia aparece en las versiones
latinas de la Poética de Aristóteles, y probablemente Trissino lo tomó de
ellas, aunque él, según sabemos, dominaba el griego y pudo haber
traducido directamente.

Hay, sin duda, diferencia entre compasión y misericordia:


compadecer es implicarse en el sufrimiento del inocente; misericordia
significa benevolencia en el castigo (M. Moliner), y se considera un
atributo divino por el que Dios, que no participa en el sufrimiento, se
inclina a ser benevolente ante el culpable; para el inocente no hay
misericordia, sino justicia, pues no tiene culpa. El hombre puede
padecer con, o compadecer, al culpable, pero no le corresponde ser
misericordioso; puede perdonar las ofensas que a él le infiera un
semejante, pero no castigar más o menos.

En el ámbito de la tragedia, Trissino explica que no es propio de ella


presentar el cambio de la felicidad a la desgracia de un sujeto culpable,

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Carmen Bobes

porque esta situación no mueve a misericordia ni a temor, pues, según


él, la misericordia la sentimos cuando sufre uno que no lo merece; y el
temor nos invade cuando el que padece, siendo inocente, es nuestro
igual, pues tememos que nos puede pasar lo mismo. La tragedia
escenifica el sufrimiento del inocente, lo que nos produce misericordia
y escenifica historias con sujetos que son iguales a nosotros, lo que nos
produce temor. En estos términos la doctrina de Trissino es la más
generalizada.

Los términos misericordia, terror y horror son variantes que han


utilizado algunos autores con las mismas referencias en el campo
semántico de la catarsis trágica; el tiempo fue decantándolos a los de
compasión y temor que prevalecieron definitivamente.

Trissino, al final de su Poética, vuelve a explicar los conceptos de


misericordia y temor, como si no le convenciese la explicación primera
y efectivamente, se mueve con inseguridad, señalando indiferentemente
para los dos términos las referencias que corresponde a uno u otro, así,
atribuye a la misericordia lo que ante consideraba efecto del temor:
“vegniamo dunque alla misericordia, la quale é un dolore per causa di
alcun male, che sia mortifero e doloroso, et incorra a alcuno che non
meriti patirlo” (V:35), otras veces se aproxima más a la versión
tradicional de temor: “misericordia convien que sii tale che o ver egli o
ver alcun de’ suoi possa patire” (V:36); “et avemo misericordia di quelli
che sono simili a noi [... ] et universalmente si puo dire che tutte quelle
cose le quali temiamo che a noi possano avvenire, ci muovono
misericordia quando le vedemo farsi in altrui” (V:37).

Parece que para Trissino los efectos de la catarsis, la misericordia y


el temor, proceden de las mismas causas y producen los mismos efectos.

Aparte de las cuestiones léxicas sobre las traducciones de elos y


fobos, que remiten a pasiones y a algunos de sus matices, hemos de tener
en cuenta que el proceso catártico finaliza con placer cuando se alcanza
el conocimiento completo de la historia: El desenlace de la tragedia
explicará que el inocente lo es por falta de conocimiento, no por sus
acciones, que son culposas, pues ha incurrido en hybris, o ha cometido
un error, y que, aunque no lo sepa, es culpable; los dioses, que son
siempre justos, cumplen en él la justicia.

Estamos ante un proceso psíquico complejo, de tipo


compensatorio: el espectador se alegra cuando alcanza el conocimiento
completo, porque comprueba que, subjetivamente el héroe es inocente,

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Catarsis

pero objetivamente se ha cometido una culpa, y la justicia debe quedar


cumplida. Por otra parte, aunque él sea igual que el héroe por su
naturaleza, es diferente en la acción: sabe lo que hace y no le va a pasar
lo que al héroe, que ha cometido un error, o cae en hybris. La función
didáctica de la tragedia es evidente, y el proceso de recepción adquiere
una complejidad que lleva al conocimiento completo.

Antonio S. Minturno, obispo de Ugento, miembro de la Academia


Laria de la ciudad de Como, donde se discutían, como en todas las
academias de las ciudades italianas de la época, las teorías aristotélicas,
publica en 1564 su Poetica toscana, versión en vulgar de su tratado De
Poeta, publicado en latín cinco años antes.

La Poética toscana está dividida en cuatro diálogos que Minturno


sostiene con unos amigos. El segundo, con Ángelo Costanzo, se
desarrolla en cien páginas (65-166) a partir de la pregunta ¿Qué es la
Poesía Escénica? Parte de una definición de tragedia (II, 65), paráfrasis
de la aristotélica, en la que no cita su efecto, la catarsis, centrando su
especificidad en el discurso, en el canto y en el baile; diez páginas más
adelante vuelve a la definición de tragedia, y sus partes, y aquí tiene en
cuenta todos los conceptos señalados por Aristóteles, incluida la
catarsis:

es imitación de cosas serias y notables mediante una historia


entera y acabada, y de cierta grandeza, la cual se realiza con habla
suave, y poniendo sus partes en forma ordenada, de modo que cada
una tenga su lugar, y no simplemente narrando sino introduciendo
acciones y palabras de otros, de modo que susciten piedad y terror
para purgar el ánimo de tales pasiones con deleite y provecho suyo.

Minturno señala la mimesis y la catarsis como los rasgos específicos


de la poesía Trágica, frente a la Cómica y la Satírica y mantiene que la
labor del poeta trágico tiene tres fines: enseñar, deleitar y conmover.

La escena enseña al espectador que hay hombres favorecidos por la


fortuna en bienes y dignidad que caen en la infelicidad por un error
humano; por eso no se debe confiar en la prosperidad de las cosas de
este mundo: nada dura mucho, nada es tan estable que no sea caduco y
mortal, nada es tan feliz que no pueda volverse miserable. Viendo esto
en las tragedias representadas, adoptamos una actitud estoica y
aprendemos a prevenirnos del mal que pueda acontecernos en la vida y
podremos soportarlo con paciencia.
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Carmen Bobes

La escena deleita con la armonía del verso y el adorno del lenguaje,


y produce placer en el ánimo; también deleita con el canto, el baile, y la
escenografía, que producen placer en los sentidos. Además, la plenitud
de la palabra y de los sentimientos suscita pasiones en el ánimo y lo
induce a maravillarse, atemorizándolo y moviéndolo a piedad.
Precisamente lo más específico de lo trágico es mover a piedad: nadie
está tan vencido por sus propios apetitos que no sienta piedad y miedo
ante la infelicidad de los otros y no purgue su ánimo en el recuerdo de
los casos terribles que le ofrece la tragedia.

Para Minturno el efecto catártico en el espíritu es paralelo al físico:

no tendrá más fuerza el Físico para anular el veneno de la


enfermedad que aflige al cuerpo con la venenosa medicina, que el
Trágico para purgar el ánimo de las perturbaciones impetuosas. Y si
la música con el canto de las palabras purgaba la mente humana en
los sacrificios ¿no conseguirá otro tanto la armonía del poeta?

La tragedia, por tanto, hace al espectador más sabio y más


precavido para soportar pacientemente las desgracias: estar avezados a
la adversidad, aunque sea en otros, ayuda a llevar más fácilmente la
propia. Las teorías de Minturno inspiran algunos matices de las
interpretaciones posteriores de la catarsis y argumentan sobre los
procesos pasionales y racionales con algunas diferencias respecto a
otros autores.

Minturno rechaza las opiniones de Platón. Argumenta que si las


fábulas trágicas nos perturban y aumentan las pasiones, el ejercitarse
en las fatigas prepara al cuerpo para sufrirlas, y oyendo y viendo en el
teatro lo que perturba y aterroriza, se aprende a soportar mejor los
golpes de la fortuna.

Por tanto, la poesía trágica puede consolar y hacer fuerte al hombre


haciéndole ver que no hay nada que no pueda ocurrirle, por lo que debe
estar prevenido para todo; como no se sufre directamente la desgracia,
presentada en la fábula como un supuesto, puede soportarse y así se
endurece el ánimo para cuando haya que sufrirla realmente. La catarsis
es una vía de aprendizaje y de conocimiento, que es propia de la
comunicación literaria.

Los modos de consuelo de la tragedia son tres: la previsión, la


condición humana y la inocencia. Por la previsión, la obra avisa al
espectador de que también a él puede ocurrirle lo que ha visto; porque

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Catarsis

es hombre, tiene que saber soportar todo lo humano, y porque es


inocente, sabe que la culpa no debe atribuirse a aquel de cuya voluntad
no procede. Por tanto, el espectador después de ver la obra trágica,
aprende a vivir, sabe más: sabe que hay desgracias que pueden ocurrirle,
está avisado de que puede soportarlas, y tiene la seguridad de que la
culpa, aunque no sea consciente, es la causa de las desgracias, y esto lo
induce a reflexionar sobre sus acciones para evitar los posibles errores
en su conducta y en su juicio.

Explica también Minturno qué tipo de personas nos mueven a


piedad: los virtuosos no pueden asumir papeles trágicos, porque sería
monstruoso que les pasara algo: los virtuosos afligidos mueven más
bien a desdén; los malvados tampoco pueden asumir papeles trágicos,
porque merecen su desgracia, y no suscitan piedad; pero tenemos
compasión de los afligidos que no son del todo buenos, y no están
totalmente libres de culpa, al menos por error o por exceso (hybris). No
se tiene compasión por el mal que les sucede a los malos, porque les
sucede como castigo justo; la infelicidad de los que no la merecen, nos
contrista y si son nuestros iguales, nos atemoriza.

Al hablar de la finalidad de la tragedia, el señor obispo resume con


acierto el proceso de la catarsis:

entenderéis cuál es el fin de la Tragedia cuando entendáis cuál es


la labor del poeta trágico, que no es otra que expresarse propiamente
en versos que enseñan y deleitan, y conmueven de tal manera que
purgan las pasiones del ánimo de los espectadores.

Destacamos que la teoría de Minturno coincide con Aristóteles en


la explicación de las pasiones y sus causas, pero fija el placer no en el
proceso de conocimiento, sino en la belleza formal de la tragedia.

L. Castelvetro en su Poetica d’Aristotele vulgarizzata et sposta,


dedica la Tercera Parte a la tragedia, parafrasea con detalle la definición
de Aristóteles y se extiende ampliamente en los efectos catárticos que la
fábula produce en los espectadores: induca per misericordia e per
spavento purgationes di cossí fatte passioni; los sentimientos de miedo
(spavento) y compasión (misericordia) que se mimetizan en la historia
y en los caracteres, la epopeya los produce narrando, mientras que la
tragedia los induce por medio de la representación (63v). Castelvetro,
como Trissino, parecen identificar misericordia y compasión,
atendiendo a la actitud de los espectadores, pero luego irá afianzándose
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Carmen Bobes

el término compasión, pues se trata de compartir el sentimiento, no de


ser benevolente en el juicio o de perdonar.

Insiste Castelvetro en la finalidad didáctica de la literatura y en el


aspecto político de las representaciones trágicas y señala la diferente
posición de Platón y Aristóteles en este punto: para Platón el ejemplo de
los héroes trágicos puede hacer daño a los ciudadanos y empeorar sus
buenas costumbres, porque puede hacerlos viles, cobardes y
pusilánimes, por tanto, es lógico que rechace la representación de la
tragedia en la polis; por el contrario, Aristóteles, a pesar de la reverencia
que tiene por su maestro, disiente de su tesis y opina que la tragedia
suscita precisamente los efectos contrarios: ver las desgracias en escena
convierte a los ciudadanos en magnánimos, valientes y fuertes (65r).

Principales teorías sobe la catarsis

En los textos de Aristóteles y de las Poéticas del Renacimiento


sobre los efectos individuales y sociales de la tragedia se apoyan varias
interpretaciones de la catarsis, que se precisarán y se matizarán
continuamente en la historia de la teoría literaria hasta hoy.

Son tres los tipos de teorías que acogen las interpretaciones más
destacadas: las que se apoyan en los sentimientos (teorías simpáticas o
sentimentales), las que destacan el papel de la razón y buscan una
explicación a la secuencia dramática (teorías mentalistas o racionales) y
las teorías que atienden fundamentalmente a los conceptos artísticos en
el proceso de comunicación dramático. A veces se enlazan, a veces se
decantan por uno de los efectos orgiásticos, didácticos, políticos, etc.

Minturno, Trissino y Castelvetro, apoyados en Aristóteles, siguen


una interpretación simpática de la catarsis, según la cual el efecto de la
tragedia sobre el público se manifiesta principalmente en los
sentimientos o pasiones: la compasión ante el sufrimiento y el temor
ante la posibilidad de verse en la misma situación.

En esta orientación se sitúa la interpretación ascética, que se


vincula a la función didáctica y al efecto sentimental del arte en: la
tragedia, al mostrar el sufrimiento del héroe, prepara al espectador para
soportar la infelicidad que inexorablemente encontrará en la vida; el
ánimo se endurece al ver los cambios de fortuna y los casos desastrados
de las fábulas, y aprende cómo ha de soportar las propias desgracias.

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Catarsis

Una interpretación estoica, cercana a la ascética, se basa en el


reconocimiento de que todos los humanos, por serlo, están sometidos a
los cambios de fortuna, quieran o no: nadie puede considerarse a salvo
de las desgracias y es preciso recibirlas con resignación. La catarsis
ayuda al espectador a educar y dominar sus emociones y sus
sentimientos, pues al ver cómo reaccionan sus semejantes ante las
desgracias, se prepara para aceptar con entereza las suyas.

Y finalmente, dentro de las interpretaciones sentimentales,


podemos situar la teoría ética, en el sentido de que la visión de la
tragedia induce la conducta del espectador: al ver las desgracias ajenas,
el hombre piensa sobre sus acciones, las juzga, las valora y se forma
criterios de conducta, desde los que puede arrepentirse de sus vicios y
depurar sus pasiones.

La teoría racional de la catarsis explica una forma de recepción de


la tragedia, por la que el espectador alcanza la serenidad al comprender
que las historias no responden en sus desenlaces al azar, sino a la lógica
que proviene de las relaciones causales entre la falta y el castigo. El
desenlace de las historias pone de manifiesto la justicia de los dioses y
proporcionan sosiego al espectador, que comprende que las desgracias
no proceden del caos o del azar, sino de la justicia, aunque en principio
el hombre no sepa verlo. Las tragedias enseñan al público a justificar lo
que aparentemente es caótico.

Las interpretaciones sentimentales y la racional de la catarsis


implican una toma de conciencia sobre los hechos, y reconocen un
proceso en dos fases: experiencias sentimentales (actitud existencial:
compasión y temor) y búsqueda de una explicación (actitud reflexiva y
comprensión) de lo experimentado sentimentalmente.

La actitud sentimental tiene en cuenta el sufrimiento; la actitud


reflexiva busca la lógica de los hechos, que, en principio puede parecer
arbitraria, injusta. Es posible que las diferentes interpretaciones
identifiquen o no estas dos fases del proceso, pero queda claro que la
primera desasosiega y puede hacer sufrir al espectador, mientras que la
segunda le da tranquilidad y sosiego.

En la historia del teatro, las diferentes épocas han reconocido los


procesos y los efectos catárticos, generalmente entendidos en relación
a los fines que asignan al arte en general y, en particular, al teatro, y han

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Carmen Bobes

aportado nuevas perspectivas y nuevos matices, que se suman a las


primeras definiciones de catarsis. El romanticismo ha alcanzado la
visión estética, y el psicoanálisis la terapéutica, que se añaden a las
anteriores.

En el siglo XVII, Corneille se sitúa próximo a Aristóteles y toma al


pie de la letra sus expresiones: la piedad y el temor purgan en el
espectador esas mismas pasiones (Segundo discurso sobre la tragedia,
1660).

Bastante alejado, Rousseau (1712-1778) mantiene las teorías


sentimentales, rebajando su efecto, y considera que la catarsis no pasa
de ser una emoción pasajera y estéril que puede suscitar algunas
lágrimas de inmediato, pero nunca ha producido el menor acto de
humanidad. (El contrato social).

El siglo XVIII, de forma destacada la praxis del drama burgués y


teóricos como Diderot y Lessing, inician la explicación estética de la
catarsis; tratan de mostrar que la representación escénica permite al
espectador acceder a los valores artísticos de la obra, y le permite
participar emocionalmente en las categorías de lo patético y de lo
sublime. La tragedia comporta en sí estos valores artísticos y se los
presenta al espectador en un proceso de comunicación específico.

Y en relación con el concepto de sublime, tan destacado por el


romanticismo, Schelling entiende la catarsis como una invitación al
espectador para que tome conciencia de su libertad moral, a partir de la
perfección formal de la tragedia (Sobre lo sublime)

En general, el teatro romántico y postromántico no ve en el proceso


catártico la participación en el sufrimiento, sino una incitación hacia las
emociones artísticas de lo grotesco, lo monstruoso o lo sublime (V. Hugo,
Prefacio a Cromwell ,1927). La tragedia y su efecto la catarsis quedan así
encuadradas en el ámbito del arte y de los procesos específicos de esta
forma de expresión, de comunicación y de recepción.

Nietzsche se coloca también en esta línea de interpretación estética,


advirtiendo que las teorías sobre la catarsis solían explorar una visión
moral del mundo de los sentimientos o de la razón, pero no tenían en
cuenta la sensibilidad estética de los espectadores (El nacimiento de la
tragedia, XXII). Efectivamente, hemos aludido a la lectura política de la
tragedia y a las polémicas que suscitó en Grecia y en la Italia del
Renacimiento, a tenor de esto, podemos afirmar que la tragedia se había

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Catarsis

analizado fundamentalmente por sus efectos sentimentales y racionales


sobre el público, y por su papel en la polis, más que como un hecho de
expresión o un proceso de comunicación artística.

La estética se suma así a las teorías sentimentales y a la reflexiva.


Mientras las teorías basadas en la simpatía atienden al sentimiento y la
reflexiva se apoya en la razón, la teoría estética se situaría en una
consideración exterior de todo el proceso comunicativo, en una
valoración de la estructura o disposición de la historia como un sistema
de relaciones artísticas: en la armonía interior de los motivos de su
trama y en la belleza de sus formas.

La praxis dramática del siglo XX hace nuevas propuestas a la teoría


de la catarsis: Brecht cambia la concepción de la tragedia con su teatro
épico y cambia el sentido de la catarsis. Parece inclinarse hacia una
interpretación que funde las teorías sentimentales y reflexivas; el teatro
debe suprimir la interpretación que las Poéticas hicieron sobre la
catarsis y sustituirla por la noción de distanciamiento. El espectador no
tiene que acompañar en el sentimiento al héroe, ni comprender la
historia dramática, sino enfrentarse a ella con conciencia crítica
objetiva, desde una distancia.

Para conseguir esta forma de comunicación dramática, el género


trágico debe aproximarse a la épica, y para ello debe incluir un narrador,
que opine sobre los hechos, los juzgue y los ofrezca al espectador a una
cierta distancia. El teatro no es un rito, su finalidad no está en purificar
al espectador, sino en hacerlo razonar ante los hechos, cuya fuerza
reside en la lógica, no en las pasiones. La catarsis no está en compartir
el sufrimiento de los que sufren o temen, hay que buscarla en la
exaltación ideológica del espectador mediante el análisis distanciado de
los valores históricos de los personajes. Sin duda estamos ante una
teoría didáctica, si bien situada en una ideología.

Todas estas interpretaciones, con sus particularidades y con sus


diferencias, coinciden en ser semánticas, hecha por el espectador ante
una historia y unos personajes: el sentido de la catarsis está relacionado
con el sentimiento, las pasiones, la razón, la liberación o la preparación
del hombre para sufrirlas, para entenderlas, para valorarlas artística o
políticamente y, a partir de ahí, elegir una conducta El siglo XX aportará
un aspecto nuevo: Freud dará un giro notable al señalar que más que
con el sentimiento, o con la razón, con la percepción o con el análisis

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Carmen Bobes

crítico, la catarsis tiene que ver con el inconsciente y produce un efecto


terapéutico: el hombre siente compasión y temor, de donde deriva una
experiencia de seguridad y de confort por el hecho de verse libre de lo
que pasa en escena, pues no le está sucediendo a él, y se siente con la
justicia lejos del caos. La tragedia produce placer como reacción egoista
y confortable.

En la teoría freudiana se sitúa Artaud, que en los escritos de 1932 a


1938, perfila la idea de un teatro con un decidido carácter terapéutico,
individual y social. El teatro, con la crueldad de las historias, suscita una
especie de catarsis y hace emerger los problemas internos del
espectador, con una doble dimensión: la primera, siguiendo los
conceptos aristotélicos, libera las malas inclinaciones a través de la
compasión y del temor; y la segunda, de carácter terapéutico próximo al
psicoanalítico, libera de las inhibiciones y de las represiones psíquicas.
Es propio del teatro alcanzar sus efectos sobre le espectador por medio
de las diversas formas de crueldad, más eficazmente que por las
pasiones que puede suscitar. El teatro, sustitutivo de la realidad, implica
la superación de las contradicciones individuales y sociales y ofrece
nueva libertad al espectador, conduciéndolo a la revolución y a superar
sus alienaciones individuales y sociales.

Sin embargo se da una fuerte contradicción en Artaud, que busca


en el teatro y en la catarsis el sentido del peligro, la inquietud que
conduce a la toma de conciencia, al cambio, a la revolución. El concepto
de crueldad central en su teatro parece opuesto a cualquier
interpretación terapéutica. En su obra El teatro y la peste afirma que una
verdadera obra de arte teatral conmueve la quietud de los sentidos…
impulsa a una especie de revuelta virtual, que se puede manifestar en un
deseo de cambio de la realidad.

Desde esta perspectiva, más que compasión y temor, la visión de las


obras dramáticas suscita un sentimiento de inseguridad y de
ambigüedad, que no tranquiliza al espectador, sino que, por el contrario,
lo mueve a hacer un esfuerzo para comprender y valorar la realidad
desde una ideología determinada. El espectador, al ver en el teatro
escenas violentas y crueles, no se dejará seducir por ideales de revuelta,
guerra, o asesinatos. Si la catarsis aristotélica supone la liberación de las
pasiones y lleva al sosiego por el conocimiento, el teatro de la crueldad
implica rechazo de la violencia y adhesión a un pensamiento
determinado.

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Catarsis

Bibliografía:

Alsina, J. (1975), “Aristóteles y la poética del Barroco”, Cuadernos de


Investigación Filológica, Col. Univ. de Logroño, I, 2 (3-18);
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Gredos. 1974;
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Valdés. Madrid. Gredos. 1988;
Bobes, C. y otros (1995), Historia de la teoría literaria, I, La Antigüedad
grecolatina, Madrid. Gredos; Castelvetro, L. (1570), Poetica
d’Aristotele vulgarizzata et sposta. Stampata in Vienna d’Austria,
per Gaspar Stainhofer, l’anno del Signore MDLXX. Ed. facsímil de W.
Fink Verlag. München. 1968;
Castri, M. (1978), Por un teatro político. Piscator, Brecht, Artaud. Madrid.
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Else, G. F. (1963), Aristotle’s Poetics: the Argument. Cambridge (Mass.);
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Pavis, P. (1980), Dictionnaire. Termes et concepts de l’analyse théatrale.
Paris. Ed. Sociales. (Trad. española, Diccionario del teatro.
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Weinberg, (1970-74), Trattati di Poetica e Retorica del Cinquecento.
Bari. Laterza. 4 vols.

Mª C. BOBES NAVES

Universidad. Oviedo

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