Facultades Sensitivas
Facultades Sensitivas
Facultades Sensitivas
EL DESPLIEGUE DE LA SENSIBILIDAD
1. EL CONOCIMIENTO SENSIBLE
Los sentidos externos son facultades orgánicas (es decir, que tienen órganos corporales
especializados) mediante las cuales el viviente capta la realidad material que le rodea.
Dicha captación se da siempre de modo presente, puesto que los sentidos externos no
pueden captar realidades distantes en el tiempo. La captación de esas realidades es tarea de
los sentidos internos.
Como toda facultad, los sentidos externos se diversifican por su objeto, es decir, el aspecto
de la realidad para el cual están especializadas las potencias correspondientes.
2.1. Los cinco sentidos externos
Tradicionalmente se suelen distinguir cinco sentidos externos:
a) El gusto. Tiene por objeto la captación de sabores según las dicotomías ácido/amargo
y dulce/salado. El órgano especializado se localiza en las papilas gustativas. Estas
papilas recogen las alteraciones del sabor y las trasmiten al cerebro a través del nervio
gustativo.
b) El olfato. Tiene por objeto las alteraciones odoríficas captadas por el aire inspirado en
contacto con la mucosa nasal. Se sirve de los órganos olfativos localizados en la mucosa
nasal.
c) El oído. Por este sentido se captan los sonidos y ruidos (vibraciones regulares e
irregulares respectivamente), recibidos por oído externo y llevados a través del conducto
La vida de los seres más evolucionados requiere no sólo que se reciba la realidad en
presente, sino también la captación de realidades ausentes. Por otro lado, los animales
dotados de instintos captan el valor de conveniencia o disconveniencia de la realidad
exterior (por ejemplo, la vaca debe distinguir instintivamente la hierba buena y la mala).
Estas razones muestran la insuficiencia de los sentidos externos para dar cuenta de la
3.5. La Percepción
La percepción sensible es el resultado de la operación de los sentidos internos, donde el
objeto se presenta de modo unificado, con una información acerca del valor concreto de lo
percibido por el sujeto, así como una primera conciencia sensible. Cornelio Fabro afirma
que los caracteres de la percepción son “ la advertencia, es decir, la conciencia que el sujeto
tiene en primer lugar de la existencia de algún objeto que penetra en el ámbito de la
conciencia, y la determinación o estructura que tal acto u objeto debe tener para situarse en
el plano de la conciencia. De esta manera la función perceptiva está en la mitad entre la
sensación y el pensamiento” (FABRO, “Introducción al Problema del Hombre. La
Racionalidad del Alma”, Madrid, Rialp, 1982, p. 47)
Hasta aquí he finalizado lo concerniente a la sensibilidad en el hombre. Ahora me ocuparé
de la Afectividad Humana.
Se ha visto una gran variedad de actos sensibles y psíquicos que realiza el hombre: oír, ver,
percibir, imaginar o recordar, pensar y razonar, amar y querer; etc. Pero hay otros
fenómenos psíquicos que se dan junto a los anteriores y resultan especialmente difíciles de
clasificar, como son por ejemplo, alegrarse o entristecerse, tener esperanza o desesperación,
el dolor o el miedo. En fin, estos hechos de la vida psíquica suelen estudiarse desde el
punto de vista de la “Afectividad Humana”.
La afectividad humana se sitúa en una zona intermedia entre lo sensible y lo intelectual, y
en la cual se comprueba la estrecha unidad de cuerpo y alma que es el hombre. En el
lenguaje ordinario se emplea la palabra “sentir” en dos sentidos diversos: uno como una
sensación ligada al conocimiento sensible (sentir frío), y la otra refiriéndose a un
sentimiento (sentir pena). Pues bien, surge ahora una interrogante: ¿En qué se diferencian
estos dos “sentires”? La respuesta es simple: El sentimiento se distingue del simple sentir
propio de la sensibilidad interna o externa en cuanto que el sentir transmite contenidos
objetivos, el sentimiento reproduce la situación del sujeto..
4.1. Emociones, sentimientos y pasiones
Las pasiones, emociones y sentimientos son reacciones sensibles fuertes frente al bien o al
mal. Pueden ser más o menos intensos y duraderos y tienen una reproducción fisiológica.
Los actos de los apetitos sensitivos que se dan en el hombre tienen una base orgánica. En la
psicología tomista se suele emplear el término pasión, para el acto del apetito sensible 1. En
la psicología actual se suele reservar la palabra pasión para designar estados de cólera o de
amor, que responden precisamente al apetito irascible y concupiscible (Cfr. BRENNAN,
R.E.”Psicología General”, Madrid, Morata, 1969, p. 246).
4.2. Características de las emociones
La emoción se caracteriza por una perturbación brusca y profunda de la vida psíquica y
fisiológica; el sentimiento, por el contrario, excluye un desorden psíquico o corpóreo en el
hombre. La emoción va acompañada de fenómenos fisiológicos muy complejos que pueden
ser observados y medidos con aparatos como el cardiógrafo.
Las experiencias revelan la existencia de tres tipos de reacciones fisiológicas:
a) Reacciones viscerales: de tipo respiratorio (aceleración o retardo del ritmo del a
respiración, por ejemplo); del aparato circulatorio (aceleración del ritmo cardiaco;
fenómenos vasoconstrictores que provocan la palidez); del aparato digestivo (paralización
de la digestión); del sistema glandular (excitación de las glándulas lagrimales, sudores
fríos).
b) Reacciones musculares: como escalofríos, temblores, contracciones musculares, etc.
c) Reacciones expresivas: expresión del rostro y del cuerpo, la risa, etc.
1
Este término tiene su origen en la palabra latina “passio”, que indica el padecimiento que sufre el sujeto. La
pasión es la actividad del apetito sensible que resulta de conocimiento y que se caracteriza por las alteraciones
corporales que produce (Cfr. TOMAS DE AQUINO. “Summa Teológica”, I- II, q. 22).
BIBLIOGRAFIA
1. AQUINO, Suma Teológica, I, q. 14 y 80.
2. ARISTÓTELES, Sobre el alma, III, 4, 430 a.
3. Diccionario de filosofía en CD-ROM. Copyright © 1996. Empresa Editorial
Herder S.A., Barcelona. Todos los derechos reservados. ISBN 84-254-1991-3.
Autores: Jordi Cortés Morató y Antoni Martínez Riu.
4. GARCÍA, J.A. (2003), Antropología Filosófica, Pamplona: Eunsa. Cáp. 3. 8