Facultades Sensitivas

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EL DESPLIEGUE DE LA SENSIBILIDAD

SUMARIO: 1.Conocimiento sensible: El conocimiento como perfección vital. El conocimiento


sensible e inteligible. 2. Diferenciación de los sentidos externos. Los cinco sentidos externos. La
sensación. 3. La sensibilidad interna. La imaginación. La cogitativa. La memoria. La percepción.
4. La afectividad humana. Emociones, sentimientos y pasiones. 5. Temperamento, carácter y
personalidad.

1. EL CONOCIMIENTO SENSIBLE

La sensibilidad es el conjunto de órganos y funciones que posibilitan el conocimiento


sensible -el modo más elemental de conocer-, y está compuesta por los sentidos externos y
los sentidos internos. Para entender qué es la sensibilidad será preciso estudiar la naturaleza
del conocimiento, aunque sea en términos muy generales.
1.1. El conocimiento como perfección vital
El conocimiento añade al ser vivo una perfección mayor, puesto que conocer es un modo
más intenso de vivir. Vivir conociendo es «vivir mucho más» (no en el sentido temporal,
sino intensivo), porque se vive lo que se es y se «vive» (de otra manera) lo que no se es. Al
conocer se vive el mundo natural, pero sin perder la propia identidad (yo no dejo de ser
quien soy al conocer una cosa) y respetando la alteridad de lo conocido (una cosa tampoco
se altera al ser conocida).
En una primera aproximación se puede decir que conocer es una relación entre un sujeto
que conoce y una realidad que es conocida. Esta relación supone una síntesis de esos dos
elementos, pero esta unión es radicalmente distinta a la síntesis material (de orden físico o
químico) en la cual cada elemento pierde su naturaleza propia y se funde en un todo con
unas propiedades nuevas. Así por ejemplo, en la nutrición se produce también una cierta
asimilación por parte del sujeto, pero esa asimilación es de tipo físico, de tal modo que lo
asimilado desaparece en el sujeto y se trasforma en parte de su sustancia (por ejemplo,
cuando como una manzana, me hago con el hierro, la glucosa y demás elementos, es decir,
hago que algo de esa manzana sea parte de mí; en cambio al conocer la manzana, la hago
parte de mí, pero de modo inmaterial-espiritual).
En la relación cognoscitiva el sujeto «asimila» lo conocido, pero continúa siendo sujeto y lo
conocido sigue siendo tal como era anteriormente. Lo propio del conocimiento es la
permanencia del sujeto y el respeto de la alteridad de lo conocido. Es evidente que al
conocer qué es un camello yo no lo puedo «asimilar» en mi entendimiento si no prescindo
de su cantidad, es decir, de su materialidad cuantitativa. Por eso se dice que la
«asimilación» cognoscitiva es inmaterial o intencional. Entonces, si «asimilo» lo ajeno,
pero sin su materia ¿qué tomo yo de lo conocido? Según la teoría aristotélica del
conocimiento tomo tan sólo la «forma». Se puede concluir, por consiguiente, que conocer
es poseer de modo inmaterial o intencional una forma ajena.

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1.2. Conocimiento sensible e inteligible
El conocimiento humano presenta dos niveles:
a) Conocimiento sensible o sensitivo, que tiene por objeto el aspecto particular y sensible
de las cosas materiales, es decir, lo que denominaremos «imagen» sensible.
b) Conocimiento intelectual, que es el específico del hombre, y tiene por objeto el aspecto
esencial y universal de las cosas materiales, esto es, la idea o concepto.
Hay que tener en cuenta que se trata de dos niveles de conocimiento, pero el segundo
necesita del primero (sin conocimiento sensible en el hombre no puede haber conocimiento
intelectual). En el caso del ser humano, el sensitivo se ordena al intelectual y se perfecciona
en él. Los animales irracionales poseen únicamente el conocimiento sensible, mientras que
el hombre gracias a su racionalidad asume y eleva el conocimiento sensitivo.
Como el conocimiento es la apertura y aprehensión de la realidad por parte del sujeto, es
preciso que haya un punto de encuentro entre la realidad y el sujeto que conoce. Todo
conocimiento (sensitivo o intelectual) debe partir de la sensibilidad externa, a no ser que
admitamos con Platón que nuestro conocer es, en realidad, un recordar las ideas que
teníamos ya en otra vida. Aristóteles afirma que nada hay en el intelecto que no esté
previamente en los sentidos. Y de modo más claro, contra la explicación platónica, dice el
Estagirita (así se conoce a Aristóteles por ser de Estagira) que nuestro entendimiento, antes
de conocer, es «como una tabla rasa donde no hay nada escrito». Ahora bien, el punto de
contacto entre la realidad material y el sujeto cognoscente se da en los sentidos externos.

2. DIFERENCIACIÓN DE LOS SENTIDOS EXTERNOS

Los sentidos externos son facultades orgánicas (es decir, que tienen órganos corporales
especializados) mediante las cuales el viviente capta la realidad material que le rodea.
Dicha captación se da siempre de modo presente, puesto que los sentidos externos no
pueden captar realidades distantes en el tiempo. La captación de esas realidades es tarea de
los sentidos internos.
Como toda facultad, los sentidos externos se diversifican por su objeto, es decir, el aspecto
de la realidad para el cual están especializadas las potencias correspondientes.
2.1. Los cinco sentidos externos
Tradicionalmente se suelen distinguir cinco sentidos externos:
a) El gusto. Tiene por objeto la captación de sabores según las dicotomías ácido/amargo
y dulce/salado. El órgano especializado se localiza en las papilas gustativas. Estas
papilas recogen las alteraciones del sabor y las trasmiten al cerebro a través del nervio
gustativo.
b) El olfato. Tiene por objeto las alteraciones odoríficas captadas por el aire inspirado en
contacto con la mucosa nasal. Se sirve de los órganos olfativos localizados en la mucosa
nasal.
c) El oído. Por este sentido se captan los sonidos y ruidos (vibraciones regulares e
irregulares respectivamente), recibidos por oído externo y llevados a través del conducto

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auditivo hasta el oído interno. Allí se encuentra el nervio auditivo que trasmite sus
estímulos al cerebro.
d) La vista. Tiene por objeto la luz con sus determinaciones de color. Las terminaciones
del nervio óptico trasmiten al cerebro las excitaciones producidas por las vibraciones
luminosas que llegan a la retina con diversidad de intensidad (claridad) y color.
e) El tacto. Posee una mayor complejidad de órganos especializados muy diversas
terminaciones nerviosas, que trasmiten al cerebro alteraciones de tipo térmico
(frío/calor) y muscular (contacto, peso, equilibrio, orientación, etc.).
2.2. La sensación
La sensación (o acto de sentir) es la recepción intencional de una forma sensible y
particular. Es decir, a través de la sensación el ser vivo capta cualidades sensibles de los
cuerpos, que son los aspectos de esos cuerpos que impresionan nuestros sentidos externos;
por ejemplo, el ruido de un motor, el azul del cielo, etc. En el lenguaje ordinario decimos
que «veo un hermoso cuadro» o «disfruto escuchando una pieza musical». Sin embargo, en
sentido estricto esto no es así, porque con los sentidos externos no captamos las cosas
mismas, sino tan sólo algunos aspectos parciales de ellas. Los ojos ven el azul y la figura de
un cuadro (los ojos «sienten la luz y los colores»), el oído capta los sonidos graves y
agudos de una música, etc. Las cualidades sensibles captadas en la sensación se llaman
cualidades secundarias, en la psicología experimental, y sensibles propios, en la tradición
clásica. Estas cualidades sensibles sólo pueden ser percibidas por un único sentido externo,
y son principalmente el color; el olor; el sabor; el sonido y el gusto.
Hay que recordar que el sujeto de la sensación es el individuo entero, la persona. Los
órganos corpóreos son sólo instrumentos con los cuales el sujeto siente la realidad exterior.
Por eso se dice «yo veo un paisaje», más que «mis ojos ven un paisaje». Es el alma unida al
cuerpo la que verdaderamente siente a través de los sentidos externos.
En el caso del hombre, el sujeto humano es libre también en estos niveles perceptivos. Esto
quiere decir que también en el conocimiento sensitivo en el hombre, a diferencia del animal
irracional, la libertad «dirige» los sentidos externos: oigo lo que quiero oír, fijo la mirada
donde quiero, etc. «Ver, oír, escuchar, oler no son operaciones pasivas, sino exploraciones
activas para extraer la información que nos interesa. El lenguaje ha reconocido este
dinamismo dirigido, y ha creado, junto a los términos anteriores, eminentemente pasivos,
otros en los que subraya la acción libre: vemos, pero además miramos y observamos.
Olemos y olfateamos. Oímos y escuchamos. Gustamos y paladeamos. Tocamos y
palpamos».

3. LA SENSIBILIDAD INTERNA y LA PERCEPCIÓN

La vida de los seres más evolucionados requiere no sólo que se reciba la realidad en
presente, sino también la captación de realidades ausentes. Por otro lado, los animales
dotados de instintos captan el valor de conveniencia o disconveniencia de la realidad
exterior (por ejemplo, la vaca debe distinguir instintivamente la hierba buena y la mala).
Estas razones muestran la insuficiencia de los sentidos externos para dar cuenta de la

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conducta de los seres vivos más perfectos. Es preciso, por tanto, realizar una ampliación de
facultades cognoscitivas a nivel sensible.
Las facultades que ahora estudiarnos se denominan sentidos internos. La clásica distinción
entre sentidos externos e internos se basa en la diferencia de objetos de cada uno de ellos:
los sentidos externos captan lo exterior, mientras que los sentidos internos tienen por objeto
las sensaciones que les presentan los sentidos externos. Por lo tanto, «no se denominan
sentidos externos en virtud de que estén en la superficie de nuestro cuerpo, (lo cual es falso
porque, por ejemplo, también tenemos sentido del tacto en el estómago) sino en virtud de
que objetivan la realidad exterior. Los sentidos internos tampoco se llaman internos por
estar en el interior de nuestro organismo, sino en virtud de que objetivan a partir de los
objetos de los sentidos externos.

3.1. El sentido común


Hemos visto ya de qué manera los sentidos externos reciben diversas sensaciones. Cada
sentido posee un objeto proporcionado al estímulo que recibe (sonidos, luces y colores,
sabores, etc.). Todas esas sensaciones requieren ser unificadas para hacer posible la
identificación de las realidades aprehendidas. Esta unificación sensorial no la puede realizar
ninguno de los sentidos externos, porque éstos ya tienen su objeto. Es preciso admitir, por
tanto, la existencia de otra facultad distinta que lleve a cabo la integración de las
sensaciones: esa facultad es llamada en la tradición aristotélica sentido común o también
sensorio común. Se trata de una facultad orgánica puesto que cuenta con una localización
cerebral: la corteza cerebral.
La unificación sensorial es uno de los aspectos de la percepción: las sensaciones se
presentan en el sujeto ensambladas unas con otras, superpuestas con otras del mismo o
distinto tipo, e integradas entre sí. La llamada síntesis sensorial es un conjunto de
sensaciones unificadas (el color amarillo, la tersura de la piel, el sabor característico, etc.,
nos hace posible reconocer una sandía y diferenciarla de un melón). Mediante la síntesis
sensorial no se captan sólo las cualidades sensibles secundarias o «aspectuales», propias de
cada sentido, sino también las llamadas por la psicología experimental cualidades sensibles
primarias (sensibles comunes en la psicología clásica) y son el número, el movimiento o
reposo, la figura y la magnitud o cantidad, que son cualidades que se perciben por varios
sentidos a la vez.
Además, el sentido común hace posible la distinción de los diversos tipos de sensaciones.
En efecto, nosotros somos capaces de distinguir no sólo un color de otro, sino también un
color de un sonido. Esta distinción sólo la puede llevar a cabo un sentido específico (el
sentido común) en el que estén presentes las dos sensaciones: el sonido y lo visto. Ni el
oído ni la vista pueden captar esta distinción, pues cada sentido está especializado en su
objeto propio.
Por último, se suele asignar al sentido común la función de conciencia sensible, es decir,
«hacernos sentir que sentimos». Cuando recibimos y unificamos las sensaciones nos
captamos de algún modo a nosotros mismos como centro receptor de dichas sensaciones.
3.2. La imaginación
La síntesis sensorial elaborada por el sentido común no es algo fugaz, sino que de algún
modo permanece establemente en el sujeto. Es necesario que exista otro sentido interno que

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mantenga lo percibido de modo permanente y no de manera puntual. La imaginación o
fantasía es esa facultad que tiene por objeto el volver a considerar o hacer presente de
nuevo (representar) algo que estuvo presente a los sentidos externos. La imaginación
funciona relativamente al margen de la realidad presente pues mira más bien hacia el
pasado: por eso se le llama «el archivo de las percepciones». Si la imaginación no retuviera
las percepciones sensibles sucedería que todas las percepciones serían siempre nuevas para
el sujeto. En este sentido, la imaginación es una continuación de la sensibilidad porque se
efectúa en ella una primera integración espacio-temporal.
Pero la función de la imaginación o fantasía no se limita al objeto ausente, sino que también
completa la percepción de los objetos presentes con percepciones pasadas. En efecto, al
descubrir la huella de un elefante, mi imaginación completa la percepción con otros datos
de modo que permite reconocer al elefante completo. En el caso del hombre, la imaginación
suministra a la inteligencia las imágenes a partir de las cuales el hombre obtiene las ideas
como «poliedro», «canguro» o «puerto marítimo».Todo nuestro discurso racional va
acompañado por representaciones imaginativas: esto no quiere decir que la idea se
identifique con la imagen, sino que el pensar humano, nuestras ideas y conceptos, requieren
el soporte sensible de la imaginación.
Como la imaginación es un archivo de percepciones éstas se pueden combinar para obtener
nuevas síntesis sensoriales, puesto que a veces los objetos imaginados no existen en la
realidad, sino únicamente en la imaginación. De esta manera podemos imaginarnos y
representar a las sirenas y centauros, no porque hayamos percibido ninguno de estos
animales mitológicos, sino porque podemos combinar de modo imaginativo el cuerpo de
una mujer y el de un pez en el caso de la sirena; o el tronco de un hombre y la parte
posterior del cuerpo de un caballo. Por eso se dice que la fantasía es el sentido de la
irrealidad. La imaginación es muy plástica, y suministra imágenes a una buena parte de la
vida psíquica y de la actividad humana: la actividad artística y simbólica, la técnica y los
inventos los relatos y narraciones, etc. En estados de inconsciencia la imaginación se
escapa a su dominio, como sucede en los sueños o en las pesadillas.
Bajo el poder de la voluntad, la imaginación adquiere una creatividad propia de la actividad
artística. En este sentido el artista es «un creador»de belleza añadida al mundo natural, algo
imposible en los seres vivos inferiores.
3.3. La estimativa animal y la cogitativa humana
Ya hemos dicho que la captación de objetos distintos requiere facultades distintas.
Observamos que los animales son capaces de captar la conveniencia o peligro de una
realidad exterior, de tal manera que su conducta se adecua a dicha captación. Por ejemplo,
la captación del peligro por parte de la oveja cuando ve venir al lobo no se produce ni por el
sentido común ni por la imaginación. ¿Cómo la oveja «sabe» que el lobo es peligroso y
debe huir? Porque es capaz de valorar o estimar la realidad exterior con respecto a su propia
subjetividad o situación orgánica (ARISTÓTELES, Del Alma, III, 7).
La estimación es una cierta anticipación del futuro: la estimación rige el comportamiento
que voy a tener respecto del objeto valorado. Por eso la estimativa dirige la acción práctica
respecto de lo valorado: al captar la conveniencia o peligro pone en marcha las facultades
motoras, ya sea con un movimiento de atracción o de rechazo. A partir de la estimación se
produce una emoción (positiva o negativa) a la que los escolásticos denominaban pasión.

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Esta valoración de la realidad exterior es el primer paso de la dinámica instintiva; la
captación de la conveniencia o disconveniencia de lo aprehendido guía al animal en su
acción práctica.
En el conocimiento humano la facultad estimativa está revestida de una mayor riqueza
porque está impregnada de racionalidad y de libertad. Por eso, en el hombre esta facultad se
denomina cogitativa (de cogito, «pensar») o «razón particular» para distinguirla de la
«razón universal» o pensamiento. En la cogitativa humana, a diferencia de la estimativa, se
da una cierta comparación entre las percepciones singulares, lo que permite un juicio
prudencial.
3.4. La memoria
De modo similar a lo que sucede con el sentido común que necesita del «archivo» de la
imaginación, así también la estimativa precisa otro sentido interno que conserve las
estimaciones efectuadas anteriormente. A ese sentido lo denominamos memoria, cuyo
objeto propio es recordar. Mediante la conservación de las valoraciones de la estimativa el
ser vivo adquiere experiencia sobre las cosas singulares externas y sobre cómo comportarse
frente a ellas: sabemos si nos gustan o no, o si nos convienen o no, y las preferimos o
rechazamos conforme a esa experiencia. La experiencia se suma al instinto y lo refuerza:
por ejemplo, el león adquiere mayor habilidad para cazar después de diversas experiencias
exitosas. La adquisición de experiencia se hace posible gracias a la memoria.
La memoria tiene también una base orgánica localizada cerebralmente y por tanto es
también susceptible de lesión (lo que sucede en las amnesias). En el hombre, a diferencia
del animal, la memoria está bajo el poder de la voluntad; por eso es tan importante la
motivación para evocar los recuerdos: la memoria es selectiva, porque su capacidad de
retención es limitada. Aunque no se encuentra totalmente sometida a la libertad:
«Recordamos cosas que preferiríamos olvidar y olvidamos otras que nos interesa recordar.
Pero dentro de ciertos límites podemos construir nuestra propia memoria y éste es el
fundamento de todo aprendizaje intencional».

3.5. La Percepción
La percepción sensible es el resultado de la operación de los sentidos internos, donde el
objeto se presenta de modo unificado, con una información acerca del valor concreto de lo
percibido por el sujeto, así como una primera conciencia sensible. Cornelio Fabro afirma
que los caracteres de la percepción son “ la advertencia, es decir, la conciencia que el sujeto
tiene en primer lugar de la existencia de algún objeto que penetra en el ámbito de la
conciencia, y la determinación o estructura que tal acto u objeto debe tener para situarse en
el plano de la conciencia. De esta manera la función perceptiva está en la mitad entre la
sensación y el pensamiento” (FABRO, “Introducción al Problema del Hombre. La
Racionalidad del Alma”, Madrid, Rialp, 1982, p. 47)
Hasta aquí he finalizado lo concerniente a la sensibilidad en el hombre. Ahora me ocuparé
de la Afectividad Humana.

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4. LA AFECTIVIDAD HUMANA

Se ha visto una gran variedad de actos sensibles y psíquicos que realiza el hombre: oír, ver,
percibir, imaginar o recordar, pensar y razonar, amar y querer; etc. Pero hay otros
fenómenos psíquicos que se dan junto a los anteriores y resultan especialmente difíciles de
clasificar, como son por ejemplo, alegrarse o entristecerse, tener esperanza o desesperación,
el dolor o el miedo. En fin, estos hechos de la vida psíquica suelen estudiarse desde el
punto de vista de la “Afectividad Humana”.
La afectividad humana se sitúa en una zona intermedia entre lo sensible y lo intelectual, y
en la cual se comprueba la estrecha unidad de cuerpo y alma que es el hombre. En el
lenguaje ordinario se emplea la palabra “sentir” en dos sentidos diversos: uno como una
sensación ligada al conocimiento sensible (sentir frío), y la otra refiriéndose a un
sentimiento (sentir pena). Pues bien, surge ahora una interrogante: ¿En qué se diferencian
estos dos “sentires”? La respuesta es simple: El sentimiento se distingue del simple sentir
propio de la sensibilidad interna o externa en cuanto que el sentir transmite contenidos
objetivos, el sentimiento reproduce la situación del sujeto..
4.1. Emociones, sentimientos y pasiones
Las pasiones, emociones y sentimientos son reacciones sensibles fuertes frente al bien o al
mal. Pueden ser más o menos intensos y duraderos y tienen una reproducción fisiológica.
Los actos de los apetitos sensitivos que se dan en el hombre tienen una base orgánica. En la
psicología tomista se suele emplear el término pasión, para el acto del apetito sensible 1. En
la psicología actual se suele reservar la palabra pasión para designar estados de cólera o de
amor, que responden precisamente al apetito irascible y concupiscible (Cfr. BRENNAN,
R.E.”Psicología General”, Madrid, Morata, 1969, p. 246).
4.2. Características de las emociones
La emoción se caracteriza por una perturbación brusca y profunda de la vida psíquica y
fisiológica; el sentimiento, por el contrario, excluye un desorden psíquico o corpóreo en el
hombre. La emoción va acompañada de fenómenos fisiológicos muy complejos que pueden
ser observados y medidos con aparatos como el cardiógrafo.
Las experiencias revelan la existencia de tres tipos de reacciones fisiológicas:
a) Reacciones viscerales: de tipo respiratorio (aceleración o retardo del ritmo del a
respiración, por ejemplo); del aparato circulatorio (aceleración del ritmo cardiaco;
fenómenos vasoconstrictores que provocan la palidez); del aparato digestivo (paralización
de la digestión); del sistema glandular (excitación de las glándulas lagrimales, sudores
fríos).
b) Reacciones musculares: como escalofríos, temblores, contracciones musculares, etc.
c) Reacciones expresivas: expresión del rostro y del cuerpo, la risa, etc.

1
Este término tiene su origen en la palabra latina “passio”, que indica el padecimiento que sufre el sujeto. La
pasión es la actividad del apetito sensible que resulta de conocimiento y que se caracteriza por las alteraciones
corporales que produce (Cfr. TOMAS DE AQUINO. “Summa Teológica”, I- II, q. 22).

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Estas reacciones se encaminan hacia una conducta exterior determinada. Todas las
emociones son, en esencia, impulsos que nos llevan a actuar, programas de reacción
automática. La mayor parte (aunque no todas) de las reacciones emocionales son puramente
reflejas y son provocadas automáticamente por el choque emocional. Por eso se puede decir
que la emoción está fuera del dominio de la voluntad, al menos parcialmente.
4.3. Características de los sentimientos
En los sentimientos las reacciones fisiológicas son mucho más difíciles de captar, pero
como en todo fenómeno afectivo también los sentimientos poseen algunas reacciones
corporales:
a) Actitudes y expresión del rostro: por ejemplo la tristeza, el disgusto o la sonrisa (con sus
diversas variantes), las lágrimas, etc. Son auténticas manifestaciones somáticas, aunque sin
la vehemencia y automatismo de las reacciones emocionales. De esta manera, el carácter
moderado y reflexivo de los sentimientos deja un importante margen a la voluntad para
modificar, atenuar frenar la expresión exterior de los sentimientos.
b) Reacciones cenestésicas: todo estado de sentimiento provoca hechos subjetivos que
hacen variar la respiración, el pulso, etc. Estos fenómenos orgánicos suelen ser muy
débiles.
A diferencia de lo sucede en las emociones, lejos de perturbar psiquismo, parece que
ejercieran una acción reguladora sobre la vida individual, establecimiento un estado de
equilibrio entre las diferentes atracciones y repulsiones. Su aplicación a la acción no parece
tan inmediata como la que se da en las emociones.

4.4. Clases de sentimientos y pasiones


a) En el primer nivel, la tendencia o apetito concupiscible, se da el amor (como inclinación,
o aptitud hacia el bien) y el odio (como relación con el mal). Las pasiones del apetito
concupiscible se despiertan ante el bien que es apetecible, que atrae, (el mal es repulsivo).
El bien es el primer principio del movimiento de cualquier ser, es el fin al cual tiende. En el
ser humano, el principio del amor es el conocimiento. El bien no puede ser amado si no es
conocido. Así, la visión corporal es principio del amor sensitivo y la contemplación de la
belleza o bondad espiritual es principio del amor espiritual.
Los sentimientos propios del concupiscible son: • En general: el amor sensible.
Respecto del bien futuro es el deseo.
Respecto del bien presente: placer o alegría sensible.
• Por lo que se refiere al objeto contrario: Respecto del mal futuro es la aversión y respecto
del mal presente es la tristeza.
b) En el segundo nivel tendencias (apetito irascible) tenemos la tendencia a la consecución
de un bien difícil de alcanzar u obstaculizado en su consecución (bien arduo). Los
sentimientos propios del irascible son:
Respecto de un bien futuro alcanzable: la esperanza. Respecto de un bien futuro no
alcanzable: la desesperanza. Respecto de un mal futuro inevitable: temor.
Respecto de un
mal futuro evitable: audacia.
Respecto de un mal presente: ira.

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5. TEMPERAMENTO, CARÁCTER Y PERSONALIDAD

El estado de ánimo añade, con respecto a la emoción y al sentimiento, el carácter de


duración o permanencia en el sujeto que lo padece, hasta el punto de que el estado de ánimo
fundamental es el ingrediente afectivo que “colorea” toda la actividad consciente de la
persona. De esa manera se configura un modo de ser estable o carácter. Es extraño que uno
esté furioso todo un día, pero no lo es tanto permanecer en un estado de ánimo
malhumorado e irritable que facilita las alteraciones furiosas. Si este estado de ánimo
configura un modo de ser estable vuelve a la persona melancólica, nerviosa, tímida o jovial,
dependiendo de los estados de ánimo predominantes. La intensidad y forma de manifestarse
los sentimientos hacen que predominen en la conducta unas actitudes u otras: el apasionado
pone pasión e intensidad en lo que hace.
A este propósito conviene recordar que en la configuración de la propia personalidad
intervienen una serie de factores. En términos generales, se puede decir que la personalidad
se construye partiendo de una base genética heredada, con una educación determinada y,
sobre todo, con la propia actividad libre. Las relaciones que se establecen entre herencia
genética, aprendizaje y libertad pueden ser integradas en unas nociones tomadas d e la
psicología experimental .En efecto, los estudios psicológicos de la caracterología pueden
prestar una interesante aportación al la antropología filosófica con las notaciones de
temperamento, carácter y personalidad.
a) Temperamento. Es el conjunto de inclinaciones innatas propias de un individuo,
resultantes de su constitución psicológica, íntimamente ligadas a factores bioquímicos,
endocrinos y neurovegetativos, que imprimen unos rasgos distintivos al individuo. En
definitiva, es la base genética heredada, que resulta bastante estable difícil de variar.
b) Carácter. Sobre el temperamento los factores ambientales, culturales y educativos van
perfilando un modo de ser propio y peculiar. Es más flexible y fácil de modificar que el
temperamento. Es aquí donde los sentimientos juegan un papel importante; de hecho; la
emotividad es uno de los rasgos que definen a los distintos tipos psicológicos.
c) Personalidad. Sobre el carácter y el temperamento, la persona se va configurando a
través de sus decisiones libres, adquiriendo unos hábitos que la definen como esta persona
singular. Es un proceso que no termina nunca y se le puede denominar proceso de
“personalización”.

BIBLIOGRAFIA
1. AQUINO, Suma Teológica, I, q. 14 y 80. 

2. ARISTÓTELES, Sobre el alma, III, 4, 430 a. 

3. Diccionario de filosofía en CD-ROM. Copyright © 1996. Empresa Editorial
Herder S.A., Barcelona. Todos los derechos reservados. ISBN 84-254-1991-3.
Autores: Jordi Cortés Morató y Antoni Martínez Riu. 

4. GARCÍA, J.A. (2003), Antropología Filosófica, Pamplona: Eunsa. Cáp. 3. 8 


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5. JOLIDET, R., Psicología. Buenos Aires: Lohlé,1956, pp. 114-121. 

6. MARINA, J. A. Teoría de la inteligencia creadora, 8a ed., Barcelona:
Anagrama, 1996, p.35. 

7. SELLÉS, J.F. La persona humana. II, Naturaleza y esencia humanas. Chía
[Colombia]: Universidad de La Sabana, 1998. 

8. SELLÉS, J.F. Curso breve de Teoría del conocimiento, Bogotá: Universidad de
la Sabana, 1997, p. 67 ss. 


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