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DISCURSO FINAL DE SU EXCELENCIA (1966)

“Señores Representantes: estamos pasando un momento crucial en que la humanidad se enfrenta a la


misma humanidad. Estamos viviendo un momento histórico en que el hombre científica e
intelectualmente es un gigante, pero moralmente es un pigmeo. La opinión mundial está tan
profundamente dividida en dos bandos aparentemente irreconciliables que, dado el singular caso,
queda en solo un voto: el voto de un país débil y pequeño puede hacer que la balanza se cargue de un
lado o se cargue de otro lado. Estamos, como quien dice, ante una gran báscula: por un platillo ocupado
por los Verdes y con otro platillo ocupado por los Colorados. Y ahora llego yo, que soy de peso pluma
como quien dice, y según donde yo me coloque, de ese lado seguirá la balanza.       
El que les habla, su amigo... yo... no votaré por ninguno de los dos bandos. Y no votaré debido a tres
razones: primera, porque no sería justo que el solo voto de un representante… decidiera el destino de
cien naciones; segunda, estoy convencido de que los procedimientos, recalco, los procedimientos de los
Colorados son desastrosos; ¡y tercera!... porque los procedimientos de los Verdes tampoco son de lo
más bondadoso que digamos.
Insisto en que hablo de procedimientos y no de ideas ni de doctrinas. Para mí todas las ideas son
respetables… Todos creemos que nuestra manera de ser, nuestra manera de vivir, nuestra manera de
pensar y hasta nuestro modito de andar son los mejores; y el chaleco se lo tratamos de imponer a los
demás y si no lo aceptan decimos que son unos tales y unos cuales y al ratito andamos a la greña.
¿Ustedes creen que eso está bien? Tan fácil que sería la existencia si tan sólo respetásemos el modo de
vivir de cada quién. Hace cien años ya lo dijo una de las figuras más humildes pero más grandes de
nuestro continente: “El respeto al derecho ajeno es la paz”… Este es el grave error de los Colorados, el
querer imponer por la fuerza sus ideas y su sistema político y económico. Hablan de libertades humanas,
pero yo les pregunto: ¿existen esas libertades en sus propios países?
Dicen defender los Derechos del Proletariado pero sus propios obreros no tienen siquiera el derecho
elemental de la huelga, hablan de la cultura universal al alcance de las masas pero encarcelan a sus
escritores porque se atreven a decir la verdad, hablan de la libre determinación de los pueblos y sin
embargo hace años que oprimen una serie de naciones sin permitirles que se den la forma de gobierno
que más les convenga. ¿Cómo podemos votar por un sistema que habla de dignidad y acto seguido
atropella lo más sagrado de la dignidad humana, que es la libertad de conciencia eliminando o
pretendiendo eliminar a Dios por decreto? No, señores representantes, yo no puedo estar con los
Colorados, o mejor dicho con su modo de actuar; respeto su modo de pensar, allá ellos, pero no puedo
dar mi voto para que su sistema se implante por la fuerza en todos los países de la tierrY ahora, mis
queridos colegas Verdes… no votaré por ustedes porque ustedes también tienen mucha culpa de lo que
pasa en el mundo, ustedes también son medio soberbios, como si el mundo fueran ustedes y los demás
tienen una importancia muy relativa.
Y aunque hablan de paz, de democracia y de cosas muy bonitas, a veces también pretenden imponer su
voluntad por la fuerza, por la fuerza del dinero. Estoy de acuerdo con ustedes en que debemos luchar
por el bien colectivo e individual, en combatir la miseria y resolver los tremendos problemas de la
vivienda, del vestido y del sustento. Pero en lo que no estoy de acuerdo con ustedes es en la forma en
que ustedes pretenden resolver esos problemas, ustedes también han sucumbido ante el materialismo,
se han olvidado de los más bellos valores del espíritu pensando sólo en el negocio, poco a poco se han
ido convirtiendo en los acreedores de la Humanidad y por eso la Humanidad los ve con desconfianza.
El día de la inauguración de la Asamblea, el señor embajador de Lobaronia dijo que el remedio para
todos nuestros males estaba en tener automóviles, refrigeradores, aparatos de televisión; y yo me
pregunto: ¿para qué queremos automóviles si todavía andamos descalzos?, ¿para qué queremos
refrigeradores si no tenemos alimentos que meter dentro de ellos?, ¿para qué queremos tanques y
armamentos si no tenemos suficientes escuelas para nuestros hijos?
 Debemos pugnar para que el hombre piense en la paz, pero no solamente impulsado por su instinto de
conservación, sino fundamentalmente por el deber que tiene de superarse y de hacer del mundo una
morada de paz y de tranquilidad cada vez más digna de la especie humana y de sus altos destinos . Pero
esta aspiración no será posible si no hay abundancia para todos, bienestar común, felicidad colectiva y
justicia social. Es verdad que está en manos de ustedes, de los países poderosos de la tierra, ¡Verdes y
Colorados!, el ayudarnos a nosotros los débiles, pero no con dádivas ni con préstamos, ni con alianzas
militares.

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