El Evangelio Según Lucas.: Itdar
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El Evangelio Según Lucas.: Itdar
El evangelio
según Lucas.
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4. El evangelio según Lucas.
El tercer evangelio está considerado como uno de los libros más encantadores del mundo. Al
igual que los otros evangelios, Lucas enseña la divinidad de Cristo, pero su manera de
enfocarla es diferente. Presenta a Aquel que “vino a buscar y salvar lo que se había perdido”
(19:10). Se observa en este evangelio a Jesús revelándose a sí mismo como el Salvador y el Hijo
todopoderoso de Dios. Ningún otro evangelio presenta tan comprensivamente la historia de
Jesús; en ningún otro brilla más la delicadeza del amor de Dios por los pobres y pecadores, que
en Lucas.
Esta obra se caracteriza por la belleza de su estilo y por el calor y sentimiento de sus
narraciones, que nos brindan un maravilloso retrato del Maestro. Contiene varios relatos
relacionados con el nacimiento de Jesús y un buen número de parábolas que sólo se
encuentran en éste. Su plan general sigue las líneas generales de Marcos, aunque con algunas
transposiciones y omisiones.
El Lector que se acerca al tercer evangelio se encuentra con que esta tercera versión de la vida
y ministerio de Jesús de Nazaret es, en realidad, la primera parte de una obra en dos
volúmenes y que en su conjunto éstos constituyen algo más de la cuarta parte del Nuevo
Testamento. De este modo, y desde el comienzo de su lectura, siente que el horizonte del
relato se abre más allá de las palabras y acciones de Jesús y abarca la vida y la misión de los
primeros discípulos después de su resurrección.
1. El autor. Lucas tiene la distinción de haber sido el único autor del Nuevo Testamento que no
era judío. Era médico de profesión (Colosenses 4:14), y parece haber pertenecido a las altas
esferas de la sociedad. Sus escritos revelan la posesión de una gran capacidad intelectual y
literaria. Emplea un vocabulario rico y variado, que indica una esmerada educación en las
escuelas griegas y un amplio conocimiento de la literatura de aquel entonces. El prólogo de su
evangelio está escrito en el griego más clásico y pulido que se encuentra en el Nuevo
Testamento. Aunque el cuerpo del tercer evangelio está escrito en el lenguaje del pueblo, es
siempre un lenguaje popular elevado.
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Augusto, Tiberio y Claudio (Lucas 2:1; 3:1; Hechos 11:28 y 18:2). En sus escritos aparecen
nombres célebres, tanto del mundo judío como del gentil: Cirenio, Pilato, Anás, Caifás,
Herodes, Antipas, los reyes vasallos Herodes Agripa I y II, Berenice, Sergio Paulo, Galión, Félix y
Festo.
Lucas aparece en los Hechos por primera vez en Troas, donde acompaña al apóstol Pablo
alrededor del año 51. Según la tradición más antigua, era oriundo de Antioquía, y es probable
que fuera uno de los primeros convertidos de dicha ciudad. Siguió con Pablo a Macedonia,
pero no se limitó a observar la obra misionera, sino que fue también un activo predicador.
Cuando Pablo se marchó de Filipos, Lucas se quedó como pastor de la nueva congregación.
Años después, cuando Pablo visitó de nuevo a esta iglesia en su tercer viaje misionero, Lucas
volvió a acompañarlo en su viaje de Filipos a Jerusalén.
Parece que Lucas vivió en Jerusalén o sus alrededores mientras Pablo estuvo en dicha ciudad,
y después cuando permaneció encarcelado en Cesárea. Es muy probable que fuera durante
esos años cuando Lucas reunió los materiales para escribir su evangelio, interrogando a
testigos oculares de la vida de Cristo y recogiendo documentos que contuvieran información
sobre el tema (véase Lucas 1:2, 3). Es posible que hablara con María, la madre de Jesús, o con
el discípulo amado que la recibió después de la crucifixión, porque la narración de la natividad
es presentada en el tercer evangelio desde el punto de vista de ella. Mateo, en cambio,
presenta el punto de vista de José, el esposo de María.
La fecha de composición del evangelio puede fijarse entre los años 70 y 90 d.C., es decir,
después de la caída de Jerusalén y después de que otros hubieran emprendido una obra
similar, como confiesa el mismo autor en el prólogo (Lc 1:1-4). El libro de los Hechos fue
escrito en estas mismas fechas, aunque después del evangelio, pues en el prólogo de Hechos
se alude a éste como primer tratado (Hch 1:1).
Lucas acompañó a Pablo cuando era conducido prisionero de Cesarea a Roma, y escribió el
relato del naufragio (Hechos 27). Pablo menciona a Lucas dos veces durante su primer
encarcelamiento en Roma, llamándolo colaborador suyo y “médico amado” (Filemón 24;
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Colosenses 4:14). En su último encarcelamiento, en vísperas del martirio, señala el Apóstol:
“Sólo Lucas está conmigo” (2 Timoteo 4:11).
Así, pues, de este breve examen de las cuestiones tradicionales de autor, lugar y fecha de
composición podemos deducir que tanto el evangelio según Lucas como el libro de los Hechos
fueron escritos por un cristiano de origen no judío que se dirige a cristianos en su mayoría de
origen no judío. Su buen conocimiento de la lengua griega y de los recursos literarios de la
cultura helenística revelan una esmerada formación y un ambiente culto. Su lenguaje
demuestra que su mente funciona como la de un griego. Por ejemplo, al usar la palabra
“bárbaros” en Hechos 28:2 no quiere decir que los habitantes de Malta fuesen rudos salvajes,
sino que indica que eran gente que no hablaban el griego. Era un agudo observador, porque el
capítulo veintisiete de Los Hechos nos da el mejor relato acerca de la antigua navegación que
nos ha llegado desde el remoto pasado. Una comparación de Marcos 5:25-26 con Lucas 8:43
demuestra que poseía algún interés en el punto de vista médico, lo cual confirmaría el título
dado a Lucas en Colosenses 4:14 “Lucas, el médico amado”. Las dos partes de la obra fueron
compuestas fuera de Palestina entre los años 70 y 90 d.C.
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los hombres en general (2:14). Lucas remonta la genealogía del Salvador hasta Adán, el padre
de la humanidad, y no hasta Abraham, el fundador del pueblo escogido, como es el caso en
Mateo.
Jesús no les cierra la puerta de la salvación a los samaritanos. Cuando los discípulos le piden
permiso para hacer caer fuego del cielo sobre los samaritanos que le han negado albergue, los
reprende diciendo que El ha venido para salvar a los hombres y no para destruirlos (9:51–56).
Sólo Lucas narra la parábola del buen samaritano (10:30–37) menciona que el leproso
agradecido era samaritano (17:11–19). De igual manera, se refiere a la forma favorable en que
Jesús mira a los gentiles, como cuando elogia al centurión por su gran fe (7:9) y cuando afirma:
“Porque vendrán del oriente y del occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el
reino de Dios” (13:29). Es evidente que Lucas quiere resaltar la solicitud de Dios por todas las
personas.
El tercer Evangelio da un relieve especial también a la oración. Lucas señala diez ocasiones en
que Jesús oró antes o después de determinados momentos críticos de su ministerio, como su
bautismo (3:21), el primer anuncio de su muerte (9:18), la transfiguración (9:29), y la
crucifixión (23:34, 46). El Maestro también enseñó a los suyos a orar (6:28; 10:2; 11:1–13;
18:1–14).
A Lucas le gusta señalar la misericordia del Maestro con los pecadores y despreciados. Hace
notar que “se acercaban a Jesús todos los publícanos y pecadores para oírle” (15:1). Sólo él
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nos relata la historia de la mujer pecadora que ungió los pies del Señor y los lavó con sus
lágrimas (7:36–50), la conversión de Zaqueo (19:1–10), la parábola del fariseo y el publicano
(18:9–14), y el arrepentimiento del ladrón en la cruz (23:40–42).
d) Es el evangelio de la mujer. Lucas presenta la solicitud de Dios por la mujer, entonces
subordinada al varón y no muy respetada por él. En sus relatos sobre el nacimiento de Jesús,
Lucas habla de María, la madre de Jesús, de Elisabet y de Ana. Después describe vividamente a
las hermanas Marta y María, a la viuda de Naín y a María Magdalena.
e) Es el evangelio que se interesa en los niños. Los ejemplos más obvios se encuentran en los
relatos sobre las infancias de Jesús y de Juan el Bautista. Mateo nos habla también acerca del
nacimiento del Señor y sólo él describe la visita de los magos; pero es Lucas quien narra las
circunstancias del nacimiento de Juan el Bautista y un episodio de la niñez de Jesús.
f) Es el evangelio que se refiere más al Espíritu Santo. En este evangelio se menciona más al
Espíritu Santo que en los dos anteriores juntos. Ocupa un puesto de primer plano desde el
principio. Así, se profetiza que Juan el Bautista será lleno del Espíritu Santo desde su
nacimiento (1:15). Zacarías, María, Elisabet y Simeón hablan llenos del Espíritu. Jesús es
engendrado por el Espíritu, ungido por el Espíritu y aun llevado por el Espíritu al desierto para
ser tentado. Todo su ministerio se realiza por el poder y bajo la guía del Espíritu. Finalmente,
promete enviar a sus discípulos “la promesa del Padre” (24:49), el vínculo que une el tercer
evangelio con los Hechos.
5. El retrato de Jesús, el hombre perfecto. Mientras que Mateo presenta a Jesús como el Rey,
y Marcos como el Siervo de Jehová, Lucas lo presenta como el Hijo del Hombre, el varón ideal.
Aunque presenta la divinidad de Jesucristo, su tema principal es el hombre perfecto que
manifiesta la naturaleza de Dios por medio de una vida humana íntimamente relacionada con
la humanidad y con sus necesidades más profundas.
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“Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que
se había perdido.”
Luc 19:10
Retrata a Jesús como el Hijo del hombre, mostrando la manera cómo vivió entre los hombres,
cómo los quiso y cuánto hizo por ellos.
El anuncio del ángel a los pastores (Lc 2,11) Jesús es designado claramente como Mesías, es
decir, como el descendiente de David en quien se cumplirían las promesas. Este es el ambiente
que se respira en todo el relato de la infancia. Después, a lo largo del evangelio, la misma
confesión es puesta en boca de los hombres (Lc 9,20), los demonios (Lc 4,41) y del mismo
Jesús (Lc 23,2). En el libro de los Hechos, la resurrección confirma que efectivamente Jesús era
el Mesías prometido ya durante su vida terrena (Hch 4,26; 17,3; 26,23).
El título Señor se aplica en primer lugar a Dios, pero en el lenguaje cristiano se aplicó a Jesús
para indicar su condición divina. El hecho más sorprendente con respecto a Lucas es que
mientras Mateo y Marcos evitan utilizarlo en sentido técnico, Lucas lo ha convertido en uno de
los títulos más comunes de Jesús (17 veces en total en secciones no procedentes de Marcos).
Notemos, por ejemplo, que Lucas utiliza este título en el decurso mismo del relato (Lc 7,13.18;
10,1; 12,42; 13, 15; etc.), mientras que Mateo y Marcos sólo lo utilizan en los diálogos, en boca
de los personajes que se dirigen a Jesús. Esto significa que Jesús es, para Lucas, el Señor ya en
su ministerio terreno y la resurrección una confirmación de ello.
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A través de estos trazos, Lucas presenta a Jesús como el profeta escatológico semejante a
Moisés del que hablaba el libro del Deuteronomio (Dt 18,15) y que constituía una de las
principales expectativas de algunos círculos judíos en tiempos de Jesús. Como profeta, de él se
esperaba que fuera el redimiera a Israel(Lc 24,21), de modo que al cumplir su misión profética
estaba realizando al mismo tiempo su función como Mesías.