Por Qué Ser Una Zorra Es Malo y Ser Un Zorro Es Bueno (Y Otros Ejemplos Del Lenguaje Sexista)

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Por qué ser una zorra es malo y ser un zorro es

bueno (y otros ejemplos del lenguaje sexista)


Más de 50 palabras en castellano sirven para llamar 'prostituta' a
las mujeres mientras que sus homónimas en masculino destacan
cualidades positivas. ¿Utilizamos la lengua de una forma
machista?
CLARA FERRERO | 01 JUN 2015 07:29
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“Siendo un zorro un hombre astuto, una zorra es una prostituta. Y, por supuesto, nada
tiene que ver un respetable hombre público con una mujer pública, una prostituta. Es que,
además, un fulano es alguien sin identificar, mientras que una fulana es una prostituta; un
golfo es un pillo, un juerguista, en cambio una golfa es una prostituta; un cualquiera es un
pobre don nadie, mientras que una cualquiera es una prostituta; y aquel que no tiene un
destino determinado y está perdido nos produce cierta aflicción, mientras que una perdida
es una prostituta. Y no teniendo lobo atisbo de menosprecio, una loba puede ser desde
una femme fatale, devoradora de hombres, hasta –¡cómo no!– una prostituta… ¡Qué
obsesiones continúan adheridas a nuestra cultura para que tantas palabras de uso
común, en femenino, designen invariablemente a una prostituta! Y para rematar, cuando
se quiere acentuar que algo no solo es malo, sino pésimo, pues ya se sabe: esto es
una puta mierda o esto está de puta pena”.

Con estas palabras hace referencia María Irazusta (autora de Las 101 cagadas del
español) al “insultante sexismo” en su último libro, una biblia del insulto titulada Eso lo
será tu madre (Espasa). Un capítulo que invita a reabrir el debate entorno al sexismo
lingüístico, una polémica que si bien no es nueva y lleva abordándose en nuestro país
desde los años setenta, sigue precisando de mucha atención y recuerda la necesidad de
reflexionar cuando utilizamos determinadas palabras de las que se desprende una
marcada discriminación hacia las mujeres. Susana Guerrero Salazar, Profesora de lengua
de la Universidad de Málaga y autora de diversas publicaciones que abordan la relación
entre mujer y léxico, así lo ratifica a S Moda: “La gente desconoce el tema del sexismo
lingüístico y parte de muchos prejuicios. La mayoría piensan que utilizar un lenguaje
igualitario es desdoblar constantemente (queridos y queridas; amigos y amigas…). Pero
eso es solo una de las muchas tácticas que existen y precisamente no es una de las más
recomendables. Pensar que el lenguaje igualitario es el desdoblamiento es como decir
que una gota de agua es el océano”, afirma la experta.

Si insultar tiene el cometido de ofender a alguien dándole donde más duele, analizar el
sinnúmero de palabras que en castellano sirven para tachar a las mujeres de
putas (existen más de 50 términos que van desde fulana a meretriz pasando por
mujerzuela, lumi, ramera o pelandusca) nos ayuda a hacernos una idea de lo que la
sociedad espera de ellas. La falta de pureza y decencia son el blanco principal de los
improperios dirigidos a las mujeres porque son cualidades que tradicionalmente se les ha
exigido poseer. Pero incluso cuando el agravio va dirigido a un hombre, terminan siendo
las afectadas las féminas que forman parte de su vida. ¿Cuántas veces son mentadas,
por ejemplo en un campo de fútbol, las madres y novias de los jugadores?, ¿en cuántas
ocasiones utilizamos nenaza, maricona o cualquier otra palabra en género femenino para
aumentar el tamaño de la ofensa?

Más allá de los insultos y tacos, la imagen estereotipada y negativa de las mujeres se
extiende al refranero (La mujer que no es hacendosa, o puta o golosa), los neologismos o
los eufemismos y llega a expresiones tan coloquiales y repetidas como “esto es un
coñazo”. El hombre, sin embargo, sale bastante mejor parado. Sus genitales tienen
connotaciones positivas (“esto es la polla”, “esto es cojonudo” o "poner los cojones sobre
la mesa"), los refranes reafirman su supremacía frente a la mujer e incluso hacen
apología de la violencia de género (A la mujer y a la burra, cada día una zurra), ciertas
palabras tienen distintas connotaciones dependiendo del sexo al que hagan referencia
(gobernante/gobernanta, verdulero/verdulera, secretario/secretaria) y hasta los animales
salen ganando cuando se escriben en masculino (un gallo es un hombre fuerte y valiente,
mientras que un gallina define a una persona cobarde, pusilánime y tímida).

Todo ello alimenta el debate de si el castellano es o no un idioma machista. Guerrero


Salazar lo tiene claro: “La lengua española no es machista, como no es racista, ni
homófoba. Es el uso que hacemos de ella lo que determina el carácter del discurso. Es
una herramienta y, como tal, podemos utilizarla bien o no. Por tanto, reflexionar sobre la
lengua desde la perspectiva de género sirve para aprender a evitar los usos sexistas”.
Aunque el Diccionario de la Real Academia Española (DRAE) ha hecho desaparecer
algunas de las acepciones machistas más denostadas en su última edición (lo femenino
ya no equivale a débil y endeble; gozar ha dejado de ser “conocer carnalmente a una
mujer” y se es igual de huérfano tanto si se ha perdido al padre como a la madre), aún
hay infinitas referencias sexistas y palabras discriminatorias. Guerrero Salazar, al igual
que múltiples expertos en lengua, defiende que la solución para poner fin a este problema
no es suprimirlas de golpe y porrazo del diccionario. “Los cambios lingüísticos no deben
obedecer a imposiciones, sino a la marcha natural de las lenguas vivas que, como tales,
se adaptan a los cambios sociales. Por ello, han surgido tantas feminizaciones (bombera,
arquitecta, médica…), cambios de significados en las palabras (alcaldesa ya no es la
mujer del alcalde, ni jueza la mujer del juez) que dan cuenta de la nueva manera en que
estamos las mujeres en la sociedad. Pero si zorra se emplea con un significado
despectivo, el diccionario no puede obviarlo aunque debería poner una marca en la
palabra que indique su uso despectivo. Otra cosa son las acepciones que se mantienen y
que ya están desfasadas. Esas sí que deberían suprimirse”, argumenta.

En un momento en el que el debate feminista lo invade todo se hace fundamental


reivindicar que el lenguaje, principal instrumento para expresar las ideas y reflejar la
cultura de un determinado lugar en una situación concreta, vaya evolucionando y dejando
en desuso las palabras que alimentan las diferencias entre hombres y mujeres. Si el
diccionario es un reflejo de la realidad y del lenguaje que utilizan sus hablantes podemos
empezar por “poner los ovarios sobre la mesa”, utilizar zorra para destacar lo lista que es
nuestra vecina del quinto sin importarnos con quien se acueste o darle un poco al coco e
inventarnos una correspondencia femenina para palabras que no la tienen como hombría
o caballerosidad. Quizá aparezcan registradas en la próxima edición del diccionario de
referencia.

Artículo actualizado el 1 junio, 2015 | 07:29 h

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