Por Qué Ser Una Zorra Es Malo y Ser Un Zorro Es Bueno (Y Otros Ejemplos Del Lenguaje Sexista)
Por Qué Ser Una Zorra Es Malo y Ser Un Zorro Es Bueno (Y Otros Ejemplos Del Lenguaje Sexista)
Por Qué Ser Una Zorra Es Malo y Ser Un Zorro Es Bueno (Y Otros Ejemplos Del Lenguaje Sexista)
Con estas palabras hace referencia María Irazusta (autora de Las 101 cagadas del
español) al “insultante sexismo” en su último libro, una biblia del insulto titulada Eso lo
será tu madre (Espasa). Un capítulo que invita a reabrir el debate entorno al sexismo
lingüístico, una polémica que si bien no es nueva y lleva abordándose en nuestro país
desde los años setenta, sigue precisando de mucha atención y recuerda la necesidad de
reflexionar cuando utilizamos determinadas palabras de las que se desprende una
marcada discriminación hacia las mujeres. Susana Guerrero Salazar, Profesora de lengua
de la Universidad de Málaga y autora de diversas publicaciones que abordan la relación
entre mujer y léxico, así lo ratifica a S Moda: “La gente desconoce el tema del sexismo
lingüístico y parte de muchos prejuicios. La mayoría piensan que utilizar un lenguaje
igualitario es desdoblar constantemente (queridos y queridas; amigos y amigas…). Pero
eso es solo una de las muchas tácticas que existen y precisamente no es una de las más
recomendables. Pensar que el lenguaje igualitario es el desdoblamiento es como decir
que una gota de agua es el océano”, afirma la experta.
Si insultar tiene el cometido de ofender a alguien dándole donde más duele, analizar el
sinnúmero de palabras que en castellano sirven para tachar a las mujeres de
putas (existen más de 50 términos que van desde fulana a meretriz pasando por
mujerzuela, lumi, ramera o pelandusca) nos ayuda a hacernos una idea de lo que la
sociedad espera de ellas. La falta de pureza y decencia son el blanco principal de los
improperios dirigidos a las mujeres porque son cualidades que tradicionalmente se les ha
exigido poseer. Pero incluso cuando el agravio va dirigido a un hombre, terminan siendo
las afectadas las féminas que forman parte de su vida. ¿Cuántas veces son mentadas,
por ejemplo en un campo de fútbol, las madres y novias de los jugadores?, ¿en cuántas
ocasiones utilizamos nenaza, maricona o cualquier otra palabra en género femenino para
aumentar el tamaño de la ofensa?
Más allá de los insultos y tacos, la imagen estereotipada y negativa de las mujeres se
extiende al refranero (La mujer que no es hacendosa, o puta o golosa), los neologismos o
los eufemismos y llega a expresiones tan coloquiales y repetidas como “esto es un
coñazo”. El hombre, sin embargo, sale bastante mejor parado. Sus genitales tienen
connotaciones positivas (“esto es la polla”, “esto es cojonudo” o "poner los cojones sobre
la mesa"), los refranes reafirman su supremacía frente a la mujer e incluso hacen
apología de la violencia de género (A la mujer y a la burra, cada día una zurra), ciertas
palabras tienen distintas connotaciones dependiendo del sexo al que hagan referencia
(gobernante/gobernanta, verdulero/verdulera, secretario/secretaria) y hasta los animales
salen ganando cuando se escriben en masculino (un gallo es un hombre fuerte y valiente,
mientras que un gallina define a una persona cobarde, pusilánime y tímida).